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Sociedades y cuerpos jovencita

ABSTRACT
El presente texto tiene la intención de comprender la crisis que atraviesa la corporalidad, por
medio de ciertas categorías, mencionadas como ejemplo de la biopolítica actual. Categorías en
las cuales, los modos en los que el cuerpo y la cultura resultante de los capitalismos actuales,
han dado forma a los sujetos contemporáneos. Se explorarán las categorías de la jovencita,
como lo advierte el grupo francés Tiqqun, el capitalismo caliente, del cual, pueden derivar las
sociedades o cuerpos jovencitas, y el capitalismo gore, que da cuenta de las dinámicas entre el
consumo y producción, la cultura del cuerpo construido/modificado y la cultura de la violencia,
que constituyen al sujeto de nuestro siglo, y a sus prácticas del cuerpo.

PALABRAS CLAVE
Biopolítica, biopoder, cuerpo, capitalismo caliente, capitalismo gore, jovencita, necropoder,
norma, poder disciplinario, sujeto.

Sociedades y cuerpos jovencita


El cuerpo en nuestra actualidad es un cuerpo que se encuentra inscrito dentro de la cultura del
agotamiento y el consumo. Esto se debe a que la biopolítica se ha trasformado en un escenario
hábil, por ejemplo, para el capitalismo caliente (Preciado 2008), el capitalismo gore, y las
intersecciones de estos dos capitalismos con los sujetos-cuerpo jovencita.

La materialidad, la carne que llevamos y somos en el día a día suele ser un terreno escasamente
reflexionado en la teoría y la crítica cultural, pero de una forma vertiginosa, en los últimos años,
las sociedades occidentales han tenido que enfrentarse a la pregunta por el cuerpo, con la
creciente identificación y activismo de sujetos con diversas sexualidades y diversas
corporalidades.

Pero esta identificación no se da en ipso facto. Esto quiere decir, que no hay sujeto; más bien,
lo que haya, es la obra del ejercicio de un poder, de una normativa disciplinaria o prohibitiva.
“El sujeto se constituye a través de una fuerza de exclusión y abyección”. (20) En esta noción
que destacan Butler y Foucault, acerca de que es necesario el ejercicio de una normatividad
para que el sujeto se construya, puede notarse, que no sólo se trata de una normatividad e
identificación exclusivas, sino de una pluralidad de normatividades e identificaciones, las
cuales se producen por una variedad de restricciones, ejercicios disciplinarios o reguladores que
se encuentran produciendo subjetividades.

Es por eso, que el poder centrado en la vida ha logrado abarcar en la sociedad actual, tanto en
la manifestación corporal individual como en la manifestación social del orden vital humano.
Las tecnologías de poder centradas en la vida se despliegan desde el cuerpo hasta la especie,
por el efecto de la normalización. Es aquí, donde el concepto de biopolítica nos permite analizar
el modo en el cual, las relaciones de poder logran una normalización y regulación sobre la
población y la sociedad, y no sobre los cuerpos individuales. Y es aquí donde menciono a modo
de ejemplos, el capitalismo caliente y el capitalismo gore.

Por una parte, el capitalismo caliente− (Preciado 2010), surge a partir de haber dejado atrás el
capitalismo del siglo XIX. Convirtiéndose en un capitalismo fármaco-pornográfico, donde la
conjunción entre el placer y los fármacos forma parte no sólo del consumo cotidiano, sino, que
atraviesa la construcción de los sujetos y de los cuerpos, en la medida en que estos puedan ser
objeto de consumo para otros.
Según Beatriz Preciado, el capitalismo caliente es una mutación del capitalismo que se
caracteriza en la transformación del sexo, en una cuestión de gestión como política de vida
(como ya había intuido Foucault en su descripción "biopolítica" de los nuevos sistemas de
control social). Y porque esta gestión se lleva a cabo, a través de las nuevas dinámicas donde
se obtiene beneficio del carácter politoxicómano y compulsivamente masturbatorio de la
subjetividad moderna. Este capitalismo se erige como un nuevo régimen de control y
producción de la subjetividad, en el cual, transforma también a la pornografía en un elemento
de consumo y cultura de masas. P.e. La obtención del placer, las cuestiones de placer del
individuo, son normalizadas y reguladas mediante un conjunto de conductas y prácticas.

Y, por otra parte, las emociones, los sentimientos y la intimidad se vuelven objetos de consumo
y producción enfocadas a un objetivo final: el sujeto-cuerpo. Un sujeto cuya capacidad está en
función del consumo, producción y trabajo; insertándose también, en un contexto de exposición
y veneración de la violencia, una necropolítica, o bien, un capitalismo que termina por ser un
capitalismo gore.
El capitalismo gore es:

El derramamiento de sangre explícito e injustificado, al altísimo porcentaje de vísceras


y desmembramientos, frecuentemente mezclados con la precarización económica, el
crimen organizado, la construcción binaria del género y los usos predatorios de los
cuerpos, todo esto por medio de la violencia más explícita como herramienta del
necropoder (Valencia 2011: 15).

En ambos tipos de capitalismo, los cuerpos y la vida misma se conciben a modo de meros
productos de intercambio capital, ya no son elementos de la cadena de producción, son
elementos de consumo directo, todo ello a través de tecnologías y técnicas de violencia, como
los secuestros, torturas, desapariciones forzadas, feminicidios, venta y tráfico de órganos, etc.
El capitalismo gore da cuenta de cómo el exceso y la normalización de la violencia en la
cotidianidad, han sido la condición de posibilidad para producir riqueza y situar a la vida y al
cuerpo, en función de la violencia y el poder, el sexo y la sangre, y al cuerpo sin valor alguno,
más que el que el mercado le otorga, puesto que en el capitalismo gore los cuerpos son:

concebidos como productos de intercambio que alteran y rompen las lógicas del proceso
de producción del capital, ya que subvierten los términos de este, al sacar del juego la
fase de producción de la mercancía, sustituyéndola por una mercancía encarnada
literalmente por el cuerpo y la vida humana, a través de técnicas predatorias de violencia
extrema (Valencia 2011: 115).

El cuerpo del sujeto se convierte en pura carne, y su vida, se convierte en una vida que ya no
importa.

Para afirmar lo antes mencionado es necesario explicar el modo en el cual las relaciones de
poder del biopoder logran normalizar y regular a la población y a la sociedad, más allá de
sujetos-individuo o cuerpos individuales. Notemos primero la diferencia entre los procesos de
normalización reguladora y los de normalización disciplinaria. En los primeros, hay una
producción de cuerpos subjetividades individualizadas, en los segundos (disciplinaria), hay
dispositivos para asegurar la vida ya no sobre cuerpos individuales, sino sobre cuerpos sociales
o poblaciones, y para fungir como dispositivos de control. Obsérvese que, la norma es la
condición de posibilidad para la operación de ambos procesos.

Resulta entonces necesario, llevar a cabo un análisis sobre la modalidad operativa que convierte
a la norma en un principio de producción y de control político. Esta modalidad puede
denominarse “normalización”, y es en sí misma la que instituye la norma. En el caso de los
procesos y de la sociedad, la norma tiene un funcionamiento político.

El poder que disciplina funciona como un poder de normalización, lo que quiere decir que su
funcionamiento tiene como condición de posibilidad que la norma y sus formas de coacción se
activen en beneficio del despliegue de tales modalidades de ejercicio de poder.

En términos generales, el poder centrado en la vida, ya sea en la vida manifestada en la


individualidad corporal, o bien, en la vida de la especie; es decir, la disciplina o el biopoder,
fundan su acción en la capacidad que la norma tiene para producir mecanismos que permiten
invadir, cercar, administrar, prolongar, y controlar la vida.

No solamente la sociedad disciplinaria que conocemos, sino en general el biopoder, del cual
aquella forma parte, se hacen patentes como modos de ejercer un poder normalizante. Por lo
tanto, la sociedad es una sociedad disciplinaria y una sociedad normalizante. En su curso del
colegio Francia titulado Defender la sociedad, Foucault (1975) dirá al respecto:

“De una manera aún más general, puede decirse que el elemento que va a circular de lo
disciplinario a lo regularizador, que va a aplicarse del mismo modo al cuerpo y a la población,
que permite controlar el orden disciplinario del cuerpo y los acontecimientos aleatorios de una
multiplicidad biológica, el elemento que circula de una a la otra, es la norma. La norma es lo
que puede aplicarse tanto a un cuerpo al que se quiere disciplinar como a una población a laque
se pretende regularizar”. (pp. 228-229)

Hablemos entonces, de manera general, de una sociedad de normalización en donde la norma


disciplinaria y la norma de regulación se entrecruzan. Así, por ejemplo, en cada institución se
encuentra formulado, un patrón de conducta a seguir. Por otro lado, en función de una vigilancia
exhaustiva, el cuerpo y la conducta del sujeto se han encercado a tal grado, que sus mínimas
determinaciones y funciones se vuelven objeto de corrección. El objetivo de la determinación
de estas vigilancias es tener control ya no sobre las conductas molares, sino sobre esos
elementos atómicos que no distingue la ley.
Se hace notar aquí, una diferencia fundamental entre la ley y la norma, pues la primera se
conforma con establecer la o dentro de la ley; mientras que la norma sitúa cada conducta –y a
todo el individuo– en algún grado intermedio entre lo normal y anormal. La observación de las
conductas de los individuos permite conformar un saber que tiende a articularse como una
norma, pero este saber no se cierra sobre sí mismo, sino en el instante de su actualización como
regulación, como corrección.

II. Sujetos-cuerpo jovencita como acción normalizante y resultante del capitalismo


caliente y del capitalismo gore
Ahora, podemos suscribirnos también a las descripciones que surgen a partir del texto
“Primeros manuales para una teoría de la jovencita”, publicado por el Tiqqun. En este texto
se clasifica al hombre y a la mujer en una nueva categoría: “la jovencita”, término que no sólo
engloba lo sexual y lo corpóreo, sino que describe una realidad basada en un sistema económico
que ha colonizado la vida íntima e ideológica de los sujetos, capturando a la subjetividad,
intimidad, emociones, pulsiones; al deseo y al amor, en meras relaciones de poder, consumo y
producción. De modo que se ejerce control disciplinario sobre el sujeto, pero a la vez
normalizante y regulador.

La jovencita como una relación de poder del biopoder, es un proceso disciplinario porque se
encarga de la producción de sujetos y cuerpos individualizados, pero, también es regulador
porque produce un cuerpo social y la subjetividad no sólo de un individuo, sino de toda una
sociedad, la cual asume (generalmente inconsciente) un control de sí misma con el fin de poder
adaptarse a un deseo que está mediado por un código moral.

De modo que, la cultura, la subjetividad y los ejercicios de poder desde las perspectivas
mencionadas anteriormente (capitalismo caliente y capitalismo gore) presentan nuevas
modalidades de un sujeto y una sociedad actual.

Lo interesante con esta categoría es analizar o preguntarse, cómo opera dicha categoría bajo los
diferentes procesos (regulador o disciplinario) en función de la norma y su tensión con la
anormalidad y sus ejercicios políticos. Recordemos que, la normalización es siempre una
imposición. Luego, lo anormal es lo que no se ajusta a lo normal y es condición de
funcionamiento normalizante. La tensión que suscita la relación normal-anormal y su innegable
comunicabilidad, depara dos efectos contrapuestos. La norma se hace comprender como un
posible modo de unificación de la diversidad, de reabsorción de la diferencia, o al menos, se
erige como la posibilidad de enunciar esa diferencia con la intención de corrección. Lo que
difiere de la norma no es lo que le es indiferente, sino lo que es rechazado por ella.

Pero el funcionamiento normalizante de la norma en la sociedad disciplinaria se caracteriza por


no poder circunscribir sus propios límites; el esquema normalizante es insidioso, penetra, o
intenta penetrar en cada resquicio a que dé lugar la vida del individuo; a la norma le interesa el
ser total del sujeto. Para contemplar y controlar la totalidad de la vida en el cuerpo social, la
norma se apoya en una cierta forma de economía de visibilidad maximizada que favorece su
extrapolación hacia todo el horizonte de lo humano. Esta economía de lo visible se corresponde
con el diagrama panóptico que caracteriza la sociedad disciplinaria, y en este caso la jovencita
como una modalidad del biopoder
En el caso del capitalismo caliente, donde el sexo y el placer se convierten primero en
dispositivos de control político, pues, a través de la jovencita como un proceso de normalización
disciplinaria, vuelve a los integrantes de ésta, sujetos pacientes, autómatas, especialmente en el
ámbito de lo emocional, ya que se vuelven, como lo dice el Tiqqun, hombres-máquina (Tiqqun
2012: 7). Es decir, son “cuerpos extranjeros a sí mismos y sometidos a la tiranía del buen
funcionamiento (en la salud, el amor o el sexo)” (Tiqqun 2012: 7), es decir a la tiranía del
capitalismo caliente.

Cabe mencionar, que, las disciplinas no proceden segregando y excluyendo del orden
reconocible e inteligible aquello que no se conforma a la norma, sino que lo integran y lo
subsumen en dicho orden; podemos decir que las disciplinas tornan homogéneo el espacio
social. La norma es también productora de individualidades, es decir, la norma produce la
diferencia, la especificidad de un sujeto respecto del resto, pero sólo en función de su
comparación con la serie.

La biopolítica de hoy se caracteriza en primer lugar, por su plasticidad sobre el cuerpo, la carne
y la subjetividad y su capacidad para inscidir con lo humano, pues aparentemente dicha cualidad
parece ser reducida únicamente a mero cuerpo. Es por ello, que surge la necesidad la producción
disciplinaria de los cuerpos, ya que es el proceso que nos garantiza, recuperar el cuerpo no sólo
como una entidad biológica, sino como la recuperación del cuerpo, del sujeto, de su subjetividad
y de su individualidad; condiciones que posteriormente permitirán a la biopolítica la
construcción de un cuerpo social.

En el caso del capitalismo gore, los fenómenos que comprende se desarrollan en la frontera
entre las sociedades de normalización y la vida nuda; y su violencia extrema es consecuencia
de la propia exclusión política de ciertos cuerpos que pueden ser usados desde su pertenencia a
la vida nuda, para el consumo fármaco-pornográfico. El cuerpo se torna mera carne que necesita
ser vigilada, controlada y gobernada en función de estándares de belleza, asepsia, placer,
violencia y consumo. Las relaciones de poder se introducen en los cuerpos, invadiendo todo
registro de éste; desde lo más íntimo, hasta lo público y común y el modo en cómo somos
gobernados.
En este necropoder, el mercado y el consumo como directrices de los modos de vida, se orientan
a una vida y corporalidad propias al ámbito de la violencia. Es un contexto donde imperan
valores como la cosificación y negación del otro, el machismo, el ejercicio de la violencia sobre
las mujeres, la sobrevaloración de la feminidad y masculinidad; la necesidad continua y
pertinente de placer, entre otros parámetros que están dentro del goce y, por tanto, de la muerte.
Por ejemplo: el tráfico y consumo de estupefacientes, armas, personas, órganos, etc.

Este nuevo biopoder que se establece en términos de violencia, muerte y un capitalismo


avasallador y aniquilador, cuenta también, con nuevas tecnologías de control. Se añaden ahora
al hospital y al psiquiátrico, las acciones del farmacopoder y los desarrollos en materia
quirúrgica, plástica, hormonal, genética y química-farmacológica que permiten modificar los
cuerpos de manera directa e inmediata; y a la cárcel, se le añaden los medios de comunicación
y entretenimiento, las tecnologías de la información y las comunicaciones y las propias
disciplinas y tecnologías propias del comercio-producción del necropoder o capitalismo gore.

Los dispositivos biopolíticos de poder se han ido transformando. De modo que, si el orden de
las sociedades cambia, los dispositivos de poder se adaptan a nuevos principios que rigen la
vida y dictan los parámetros de “normalidad”. En este sentido, las categorías resultantes del
capitalismo caliente, el capitalismo gore y la jovencita como sujeto-cuerpo o sociedad, son el
resultado de un nuevo orden político, cultural y social.

Los cuerpos ahora abusan de los fármacos y las drogas con el fin de mantener o incrementar
sus niveles de producción. Tecnologías donde los dispositivos de poder y disciplina vuelven al
cuerpo en un objeto modificable y comercializable. El sujeto-cuerpo pierde su autonomía.
Ahora, la categoría de jovencita se puede entender en dos niveles: el primero, resulta de la
acción fármaco-pornográfica que se ejerce sobre el cuerpo; ficciones somáticas de feminidad y
masculinidad resultantes de intervenciones farmacológicas, quirúrgicas, químicas y médicas:
lo masculino y lo femenino dejan de ser sólo cuestión de cultura, identidad de género o moda;
son procesos biológicos creados o recreados artificial e intencionalmente.

Por ejemplo, los cuerpos expuestos al viagra y a sus eyaculaciones provocadas químicamente,
los cuerpos modificados por la cirugía plástica o procesos quirúrgicos para que el cuerpo
siempre tenga una supuesta apariencia de persona joven. Construye su corporalidad, realizando
una ampliación de los rasgos corporales de la masculinidad y la feminidad. Su inscripción
corporal se basa en una transformación químico- quirúrgica del género y el sexo. Pues ahora,
todos quieren ser una proyección carnal, de los iconos sexo-genéricos proyectados en los
medios de comunicación de masas.

En este sistema mediático de producción y consumo, el cuerpo es objeto de la gestión estatal,


que ha terminado por ser materia fundamental del capitalismo. El cuerpo se muestra como un
indicador de consumo, control, placer, autocomplacencia, etc. Los materiales del campo de la
fármaco-pornografía, se encargan ahora de la construcción de algunos de los cuerpos del siglo
XXI y se sitúan en el sistema de producción/consumo de sustancias químicas, elaboración de
nuevos psicotrópicos sintéticos y la difusión de imágenes pornográficas que morfosean el
cuerpo y las subjetividades.
Como ya se mencionó anteriormente, la construcción del cuerpo está en función de la fármaco-
pornográfica. Por ejemplo, la transformación del espacio interior subjetivo en un afuera
expuesto públicamente en las redes sociales, que a la vez incrementa los dispositivos de
vigilancia, o la práctica de malas dietéticas que van desde un modo de alimentación inadecuado,
hasta manuales y libros de autoayuda que prometen el éxito y la felicidad inmediata. O incluso,
dinámicas en las que el sujeto le entrega al Estado el control de su cuerpo.

Este régimen que permite y posibilita que estos sujetos-cuerpo sean lo que son, no se dirige
exclusivamente a la producción de placer, sino que se orienta al control, mediante la gestión de
la excitación y la frustración. Un contexto donde el fin de la sexopolítica y de la narcopolítica,
es el de la producción de subjetividades, a través del control técnico y biológico del cuerpo. Un
gobierno en el cual la conducción de cuerpos (y posteriormente conductas), se basa en procesos
que dan lugar a subjetividades definidas por “las sustancias que dominan su metabolismo, por
las prótesis cibernéticas a través de las que se vuelven agentes, por los tipos de deseos fármaco-
pornográficos que orientan sus acciones” (Preciado 2008: 33).
El cuerpo de la jovencita es producto de un capitalismo caliente, basado en semióticas y
procesos bio-farmacológicos que se materializan en la excitación-frustración, en el que sus
cuerpos serán sometidos a todos los procesos necesarios para constituir un cuerpo adaptado a
dicho capitalismo. La jovencita, principalmente, enfatiza el hecho de ser un sujeto masa, que
no sólo es fruto de la modificación química y corporal. La jovencita no es ni hombre, ni mujer;
ni mayor, ni joven, es una representación, una imagen, un ideal de la eterna juventud, un juego
de la seducción ilimitada, del placer indiferente, del amor consumible y asegurado.

La jovencita representa una sociedad extremadamente hedonista, donde lo social se diluye por
lo individual. La vida de la jovencita está basada en el capitalismo de las emociones que buscan
la eterna felicidad y el éxito supremo, lo cual se traduce, entre tantas cosas, a nunca sufrir, pues
la jovencita piensa que: “Hoy en día, no sufrir no es un lujo, es un derecho” (Tiqqun 2012: 66).
Los rasgos propios de la jovencita son su impersonalidad, total intolerancia ante el dolor de los
demás, impecabilidad, y nula empatía como modo de ser. La jovencita es una imagen que
representa al espíritu ganador que tanto se nos ha vendido en el consumo moderno (Bauman
2010).

Vivir como jovencita responde a una eterna disputa librada entre el sujeto y la aseguración del
amor verdadero. Pero, un amor en función de aquello que es querido y que genera felicidad. Un
amor que no confronta las heridas narcisistas, y en este sentido, las armas de la jovencita son
los productos a los que puede acceder, en un mercantilismo imperante de la vida íntima y de
los sentimientos. Esas armas serían un bolso, unos músculos, unos senos prominentes, una
bonita cara y una brillante sonrisa; elementos vacuos alejados del concepto de amor y
sentimiento, pero que hoy en día son los pasos que venden para tratar de conseguir esa felicidad
tan anhelada y, tan fácilmente comprable. Una guerra que se disputa entre el amor artificial y
el verdadero amor. Entre las potencias de un cuerpo vivo y un cuerpo vaciado.

La jovencita oculta una realidad que no es otra, más que la de la vulgaridad de sus acciones y
hechos; la angustia por su perfección y, la soledad por su capacidad de consumir emociones.
Es por ello, que este tipo de sujeto-cuerpo necesita una reeducación y pedagogía completas
sobre los sentimientos, afectos, emociones y por supuesto, de su cuerpo.
La jovencita es un tipo de biopolítica que va más allá de la construcción de un cuerpo. Dicha
construcción influye directamente sobre el cuerpo, volviendo a éste en una moneda de cambio.
La relación con el mundo desde la jovencita existe y es efectiva, si se paga con las potencias
del cuerpo que resulten valiosas para el capitalismo caliente y la fármaco-pornografía. De no
ser, así, la moneda se vuelve obsoleta y el cuerpo, caduca. En este sentido, es posible observar
cómo el mercado ha conquistado lo más íntimo del ser humano: su subjetividad, sus emociones,
sus afectos, deseos y pulsiones, así como todo aquello que hasta la fecha parecía imposible de
ser mercantilizado y consumido.
El amor que controla las vidas de los ciudadanos jovencitas no es un amor autónomo. Es un
amor que se ve intervenido y mediado por la influencia de la publicidad y la medicina. Quienes
ejercen de autoridad a la hora de indicar en qué consiste biológica, genética y socialmente el
amor, elaboran un producto para que sea consumido y lo insertan en una lógica capitalista, que
hace que dichos productos parezcan auténticos. En este sentido la biopolítica ya no sólo es un
cuerpo modificado, sino sentimientos construidos, publicitados, embalados y puestos en venta
para ser consumidos y asimilados.

La jovencita vive lo cotidiano de la nuda vida (Agamben 2003), una vida sin sentido y sin
responsabilidad hacia sí misma y con los otros. El sufrimiento en la jovencita se pretende
erradicar, porque éste no tiene cabida en un mostrador, en un par de implantes o en un programa
de televisión. El sufrimiento no es un producto atractivo, porque sería una de las cosas que le
regresaría su humanidad y un poco de autenticidad. La jovencita viene a ser un sujeto más masa
y más heterogéneo, que las demás figuraciones teóricas del sujeto biopolítico actual; es puro
consumo de superficialidades. Ella es “animador y vigilante del entorno en la gestión dictatorial
del ocio” (Tiqqun 2012: 113).

Los paisajes de lo humano y lo social en la era del capitalismo gore o capitalismo caliente, han
dado pauta a una nueva forma de biopolítica que invade y actúa de forma directa sobre lo
corporal, sobre las emociones y sentimientos.

Si bien es cierto, que la biopolítica a la que se refería Foucault fue el resultado del cambio del
orden del mundo (el paso a la modernidad, el paso a la sociedad de producción), el tránsito a
una nueva era, dio pie a la existencia de diversos poderes que gobiernan todos los aspectos de
la vida. Desde esta perspectiva, la biopolítica puede modificar al sujeto en su estado más puro:
el cuerpo.

Actualmente, la corporalidad del sujeto se ha vuelto un tipo de vida-nuda y de sujetos deseantes


de consumo y jovencitas, que son sometidos a las posturas e imposturas del nuevo contexto
biopolítico: la invasión y acción directa del poder, sus herramientas y tecnologías, sobre los
cuerpos de los sujetos y sus voluntades. Estos cuerpos, son ejemplos de lo importante que es
para el poder, establecer ejercicios de control y dominación corporal sobre los sujetos, y que en
las jovencitas se añaden a la comercialización, manipulación e invasión del capital en la vida
íntima, dejando de tener sentimientos autónomos, y comprando ahora los supuestos
sentimientos que brindan una aparente felicidad que pertenece a la mercantilización y
comercialización.

El cuerpo, se ha convertido en una de las mejores armas del biopoder actual. El cuerpo, que
durante siglos fue aprisionado, desdeñable e intocable, se convierte tras las tecnologías actuales
del cuerpo: el farmacopoder, el capitalismo gore y la mercantilización de la vida íntima, en un
objeto moldeable para el sistema de producción-consumo, de objetos, cuerpos y sujetos.
El cuerpo y las emociones son los dos fines de las tecnologías del biopoder de nuestro siglo.
Estas tecnologías se han vuelto extremadamente poderosas e invasivas con la gran velocidad
en la que se desarrollan las TIC y los medios de comunicación de masas contemporáneas. Estos
medios son los mejores transmisores de estos ideales normativos, pues encarnan las categorías
corporales aquí descritas. Son dispositivos de poder que harán que “la humanidad futura debe
ser funcional y funcionar en todos sus aspectos, incluso si a veces opone resistencia. Cada
disfunción representa una falta de eficacia que debe ser corregida. Empalmarse cuando toca o
desaparecer” (Tiqqun 2012: 92).

Aun cuando algún hecho, práctica o subjetividad no se adviertan en el orden de percepción o


comprensión consciente en el campo social, no por ello dejan de estar codificadas como
“anormales” por la norma misma, es decir, como negadas al reconocimiento consciente. Los
hechos que no se suscriben al valor de norma, y que por lo tanto no se localizan en el centro de
la representabilidad social, no por ello son irreconocibles, son en todo caso no reconocidos

Se torna notable un hecho que se manifiesta en el contexto de la lucha política actual y que
muestra el modo de operación más peligroso de la norma. En aras de las premisas de un
humanismo exacerbado que no deja de afirmarse en la sociedad moderna, el pensamiento
occidental propicia su propia inflación interna, introduciendo en sus límites toda posible
diferencia. Las políticas de la igualdad y las luchas contra la discriminación social, racial, de
género, etc., derivan, en muchos casos, en una especie de voracidad, de integración devoradora
de las diversidades en el todo difuso de lo reconocido y representado como normal. Esta
integración no se iguala de ninguna forma con el reconocimiento real de la diferencia, el cual
siempre ha de producir una variación en las categorías de la interioridad inteligible. La
incorporación acrítica de lo diverso en el campo de lo normal no produce sino un reforzamiento
de la dinámica política dominante, pero jamás su transformación verdadera.

El resultado de esta lucha será la instauración de un nuevo sistema de normas, configuradas a


partir de las figuras que no habían encontrado representabilidad en el sistema previo. Por lo
tanto, el juego de la lucha, de la imposición y la subversión de las normas, es decir, el juego de
la política como tal, recomenzará una y otra vez. En todo caso, el mayor riesgo de dominación
que las disciplinas y el biopoder deparan, se manifiesta en la insidiosa autentificación, por la
vía de la naturalización, de sus saberes y de sus prácticas.
Muchachas de todo el mundo secuestradas para ser obligadas a la prostitución, la pornografía
y para el consumo voraz y radical de su corporalidad desde una condición de esclavitud.

No es lo mismo si se trata de una muchachita en Los Ángeles buscando fama, que una
muchachita de Oaxaca obligada a prostituirse y a ser filmada teniendo todo tipo de sexo, incluso
siendo violada o asesinada para el consumo-placer de alguien más.
Uno de esto rostros es el de una sociedad normalizadora, el otro rostro está en sus márgenes,
lindando con la vida nuda, para 1) explotar los cuerpos de la vida nuda hasta convertirlos en
cuerpos de desecho y 2) para espectacularizar la vulnerabilidad de la vida nuda con una
intención terrorista: seguir normalizando la vida asegurada.

En ambos casos hay síntomas de un poder disciplinario y un poder biopolítico; en ambos casos
el biopoder atraviesa los cuerpos con su violencia.
Pues esas son sus dos armas, su dos estrategias y sus dos tecnologías políticas. ¿Cómo regulas
los placeres anormales? ¿Cómo los regulas sin afectar su anormalidad?
¿Como mantienes normalizados a los "normales"? Con los anormales, a través de su amenaza
moral, de su peligrosidad y su radicalidad. Esto es un mecanismo disciplinario. ¿como
normalizas a los "anormales" sin perder el uso disciplinario que le das a su anormalidad?
Insertando un tipo de moral. Creando un sentimiento de inseguridad hacia los anormales.

Pero eso no funciona cuando la explotación criminal no le da opción a las jovencitas a prevenir
enfermedades venereas ni otros riesgos de vida. No hay opción de normalización, solo vida
nuda. Ya entiendo. Tengo que pensar... Creando una especie de regulación de la
farmacopornografia. Parece que siempre quedan afuera si no se quiere perder su uso
disciplinario.

Un cierto tipo de estetización a la farmacopornografia? la anormalidad acompaña el uso de


drogas y sexo extendiendo esa ilusión de ser muy "originales", "diferentes", "únicos", pero
después resulta que todos son igualesque son clasificabl. conviertes su anormalidad en un
producto de consumo. No los normalizas regularizas su anormalidad mediante estrategias
económicas. Normalizas la vida con su ayuda
Trata de blancas
El tráfico de órganos
Y el porno hardcore

Las diferencias que puedes pensar gracias al rigor conceptual son fundamentales para
comprender en profundidad las formas radicales de violencia que se inscriben sobre los cuerpos
de la vida nuda: necesitamos entender como las sociedades jovencitas son un modo o un tipo
de estrategia creada para regularizar lo anormal que en este caso es el feminicidio.

Cuando has permitido el desarrollo de una industria de porno radical en el que el consumidor
quiere ver violaciones y asesinatos reales, entonces el capitalismo caliente y el capitalismo gore
se hacen una misma cosa.
Pero primero hay que entender que no son lo mismo.
Que se entrecruzan en el momento en que un tipo de violencia criminal hace su acontecimiento
EL FEMINICIDIO

Ahora bien, esto no implica que la vida nuda deje de ser el conjunto de todas las vidas
abandonadas, sobre las cuales la biopolítica justo ya no hace nada. NO hacer nada en torno a
ellas, haberlas abandonado a su suerte, es lo que permite que, desde su precariedad y absoluta
vulnerabilidad, puedan ser objeto de ese tipo de violencia y de otras. Si puedes secuestras
jovencitas para alimentar el porno-consumismo hardcore/snob, puedes igual traficar con sus
órganos, o someter esos cuerpos al trabajo esclavo. Entonces analizar las modalidades de la
vida nuda permitiría identifica acontecimientos.
Ten cuidado, el tema del placer como espacio libertario sigue pendiente
Yo no creo que el porno sea el problema, sino los modos como éste ha sido intervenido por el
modo de producción capitalista
Si hay formas de hacer y ver porno sin que sea parte del biopoder
Como cuando una pareja p un grupo de 0eepsnas deciden tener relaciones sexuales y grabarlo
para después verlo pero sin difundirlo en la web
Cómo una cuestión de fetiche?

Por ejemplo
Pero también puedes hacerlo circular en internet o hacerlo a través de redes sociales,
videoconferencias, por ejemplo.
Puedes usar las redes sociales para cuidar de tu placer y el de otros
En este caso el tema del placer como espacio libertario, para que no pierda su carácter libertario
debe ser común y no público

Incluso la prostitución puede practicarse de modos no-violentos


Exacto!!!
Bonita distinción
Pero ahí entró en conflicto la distinción entre com7ñ y público es muy fina. Por ejemplo en el
caso de las redes sociales. Sí es común debería guardar también un rasgo de íntimo, cierto?

Sí así lo prefieres
También hay quien logra su insumisión dejando circular su desnudez o su masturbación
públicamente
Y eso no puede corromperlo ni siquiera esa industria global del porno
La diferencia está en la no-violencia sobre los cuerpos que así prefieren vivir su libertad.
Es como la fotografía erótica? A diferencia de una revista de publicidad? Es como un acto
soberano en el cual aunque expongas lomas íntimo de tu cuerpo, dejas de ser objeto de consumo

Exacto!!
Pero sobre todo es interesante lograr alguna intimidad en estos tiempos en que todo puede llegar
a ser público.
Y ..no sé si lo diga en términos correctos..pero eso incluso le devuelve la dignidad no solo al
cuerpo sino a la persona

Muchos video escándalos, tiene como origen una práctica de libertad y de intimidad. Pero luego
los hacen públicos rompiendo la esfera privada de la práctica, pero no la libertad ni la intimidad
involucradas. Eso es incorruptible.
Y sería íntimo en la medida en la que la persona obtiene placer o disfruta de esta "exhibición"
de cuerpo.

Sí, justo por eso. Siempre sería posible vernos en persona para tener relaciones sexuales, pero
a veces lo que queremos es ver o ser vistos a la distancia. En ocasiones por necesidad, en otras
simplemente porque es un placer que compartes con otros.
Las dosis de complicidad involucradas en algo así son muy altas, y eso es uno de los elementos
más preciados en el cuidado del propio placer y del de otros
O porque es un modo de salvaguardar la intimidad y generar comunidad simultáneamente..?

Sí, la comunidad de los amantes, diría Bataille, Blanchot o Jean-Luc Nancy.


Poderoso caso de una comunidad desobrada...
Y ahí se podría rastrear uno o varios tipos de acontecimientos amorosos

EN las redes sociales?


Sí, los lazos afectivos no se ven impedidos por el uso de la tecnología.
Sí, en tanto que se mantengan amantes

Cómplices
La condición de ser amantes, en esos casos, se basa por completo en la complicidad
Ni siquiera necesitas implicar nada más, sólo la complicidad de ver y ser visto
De querer mostrarse y querer ser visto.
Entonces puedo ser amante de alguien que Nome conoce, por ejemplo de alguien en una
fotografía?

A través de fotografías
Pero eso es ya conocerse
Lo digo con el afán de poner en juego la imaginación. Y pensando en el ensayo que usted
escribió en el libro de subjetividades
Hay dos formas de entenderlo: una es la que te permite fantasear con los cuerpos de otros que
miras en fotografías y otra es construyendo una complicidad con alguien con quien intercambias
imágenes
Para ello, no necesitas conocer a la otra persona.
Pero en el segundo tipo de casos, terminarás comiendo a esa persona mucho más de lo que
conoces a muchos con los que compartes la vida.
La comunidad de los amantes es más poderosa porque compartes pura intimidad. Aunque no
compartas la vida.
Bataille y Blanchot hicieron mucho énfasis en que la comunidad de los amantes es posible partir
del reconocimiento compartido de la imposibilidad de vencer la soledad constitutiva de los seres
humanos.

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