Breve análisis al pensamiento de Francisco Ignacio Madero
La sucesión presidencial 1910 el partido nacional democrático. Sobre el análisis del libro la sucesión presidencial escrito por Francisco Ignacio Madero, se retoman algunos fragmentos de la obra, para confrontarla tanto con la situación actual; como con respecto a algunos términos e ideas revolucionarias a lo largo de la historia. En la página ocho de la citada obra, Francisco Ignacio Madero se expresaba en los siguientes términos de aquellos hombres que fueron participes directos de la política implementada durante el Porfiriato “…no se han podido dar a conocer más prohombres que los que rodean al Gral. Díaz, y esos no pueden ser grandes políticos, ni mucho menos políticos independientes; tienen que ser forzosamente hombres de administración…”. Habla de la autocracia que se vivía en México, en donde tan solo algunos tenían la verdad, mientras la clase política en su conjunto, solo estaba dedicada a aplaudir las decisiones tomadas por Porfirio Díaz y su selecto grupo de colaboradores; pero además habría que notar de forma más que intuitiva, el hecho de aludir a esos hombres de administración, por parte de Madero, como una suerte de gestación de esos tecnócratas al servicio del poder y que, al final, solo considerarían a la administración como su mayor fuente ideológica y moral frente a la realidad del país. Hay un tema fundamental y que hay que colocar en el análisis, aun en el país más democrático del mundo, el pueblo no ejerce de modo directo el poder, sino que sus representantes lo aplican en su nombre; lo que equivale a una necesidad básica de hacer de la selección, una verdadera muestra de ejercicio democrático; toda vez que esta serie de grupos de escogidos o elegidos, tienen la responsabilidad de gobernar a la población; en el México del Porfiriato, el grupo que detentaba el poder (compartido con el presidente Díaz), no solo negaba su responsabilidad frente a la masa, sino que además, su mentalidad se encontraba alejada de esa sociedad a la que pretendía gobernar, constituyendo como bien dice Cossio Villegas, “una elite en el sentido primitivo, aristócrata, de la palabra” y que por desgracia, sobre todo en la provincia de nuestro país, prevalece hasta nuestros días. En la página siguiente, Madero dejaba muestra plausible no solo de su propia manera de comportarse frente a la situación de la república, sino a la forma de conducirse por parte de los ciudadanos en el terreno social, “…Sin embargo, el problema para encontrar el modo de reconquistar nuestros derechos, se presentaba de dificilísima solución, sobre todo para el que, satisfecho de la vida, encerrado en su egoísmo y contento con que se le respetaran sus derechos materiales, no se preocupaba grandemente en estudiarlo.” Ya Madero apreciaba, aun para sí, una apremiante necesidad del yo como único objeto de análisis social, contentándose solo con la necesidad de cubrir sus necesidades materiales, aún a costa de su propia humanidad; dicha forma social prevalece hasta nuestros días; cuando somos continuamente bombardeados con mensajes cubiertos de egoísmo y hedonismo, que no nos sorprenda ver en estas nuevas generaciones tan poco interés por el bien común. Todas estas continuas manifestaciones hedónicas, en la actualidad, también se ven apoyadas con la grave crisis económica a la que se enfrenta la gran mayoría de la ciudadanía en el país y la constante competencia en la que se le obliga a coexistir al individuo en el terreno laboral, social y personal, conminándolo a confrontar como enemigo directo a sus semejantes en términos de status social. Madero, más adelante, declararía que los terribles acontecimientos del 2 de abril de 1903 en la Ciudad de Monterrey, significaría un despertar de su conciencia respecto a la terrible realidad que enfrentaba México: “…cuando nos llegaron noticias del infame atentado de que fueron víctimas los oposicionistas al verificar una demostración pacifica, que había resultado grandiosa…”. En estas líneas el autor, hace referencia a los hechos lamentables ocurridos durante la manifestación pacífica y finalmente reprimida violentamente, perdiendo la vida algunos de los manifestantes en monterrey el 2 de abril de 1903, referente a este hecho, el mismo Madero hablaría de un indiferentismo criminal, que lo había perseguido hasta ese día; Madero, al ser descendiente de potentados terratenientes, había vivido bajo una realidad distinta, a la que se confrontaba la mayoría de los mexicanos, solo asociándose en su pensamiento, la falta de libertad democrática que como ciudadanos, enfrentaba la sociedad en todo el territorio nacional; eso al final, también se reflejaría en las contradicciones que enfrentaba el pensamiento de Madero con el de otros revolucionarios de la época. Pero también, los acontecimientos ocurridos en la ciudad de Monterrey y descritos por Francisco I. Madero, nos permite apreciar otro fenómeno histórico en la revolución mexicana, que ésta no solo tenía que ver con la manera tiránica de ejercer el poder por parte de Porfirio Díaz y la necesidad de derrocarlo, sino también con la necesidad de destruir la autoridad central, ejercida desde la ciudad, además de combatir esa autoridad (subordinada al presidente) por parte del gobernador del Estado que también se ejercía desde las ciudades capitales hacia las provincias; “fue un movimiento del campo contra la ciudad, del elemento menos favorecido por el gobierno de Díaz contra el más favorecido”, diría Cossio Villegas. Aun en nuestros días, la idea de una federación integrada por Estados libres y soberanos, retomada de los constituyentes de Filadelfia y constatada en nuestra carta magna, no corresponde a la dependencia real que guardan los Estados respecto del gobierno federal y de los gobernadores respecto del presidente, como deja de testimonio Pablo González Casanova en su obra la democracia en México. Lo cierto es que, los regímenes posrevolucionarios también le han apostado a este trasiego de la pobreza e ignorancia en provincia, no en balde el famoso voto verde les resulta de vital trascendencia; aun a riesgo de reconocer que el abandono del campo, constantemente genera crisis de rebeldía violenta, que pese a despertarse por un agitador del campo mismo, difícilmente termina ligado a intereses rurales, o ligados a verdaderos detonantes de desarrollo para el campo. Este despertar, significaría también la necesidad de analizar el grave daño que causaba el Porfiriato al desarrollo no solo de los procesos democráticos, sino además del grave deterioro que sufría el individuo en su formación particular, “También la nación está acostumbrada a obedecer sin discutir las órdenes que recibe de su actual mandatario”. En México, por desgracia existe una inoculación social, vertida, claro está, de muchas variantes, entre ellas, la pobreza, la mala alimentación y las jornadas laborales extenuantes; pero también cubierta de una cultura de individualización y hedonismo, bombardeada por los medios masivos de comunicación, condenando al individuo a ser parte de una masificación presta a hacer lo que se le mandata, sin chistar ni contestar. Si por un lado había que analizar el comportamiento de la sociedad frente al régimen implementado por Porfirio Díaz, desde luego que era fundamental analizar el comportamiento del mismo dictador: “El general Díaz, acostumbrado a mandar, difícilmente se resolverá a dejar de hacerlo”. Lo que vivía la sociedad mexicana de los albores del siglo XX en materia política, era vivir a la sombra de una clase oligárquica, soterrada en sí misma y ensimismada en su propia burbuja de realidad, es decir, totalmente alejada de la problemática que la sociedad en conjunto enfrentaba. Sobre lo antes dicho, hay que señalar, que la realidad que enfrentamos actualmente, es diametralmente distinta. Mientras el Gral. Díaz, gobernaba con sus científicos, reservándose las decisiones en la conducción del país, la clase política actual, se ha hecho en número más robusta, dividida en partidos de distinta nomenclatura, compitiendo electoralmente, pero no alejados de un principio básico: el ejercicio de poder, conminando, sin embargo, a la sociedad ayer como hoy, a mineralizarse en solo ejercer su voto como ejercicio democrático. Francisco Ignacio Madero, incluyo dentro del libro dieciséis conclusiones como resultado de su análisis, aunque todas fundamentales, resulta determinante revisar solo algunas de ellas para complementar una visión crítica de la obra la sucesión presidencial: 6.- que todo hace creer que si las cosas siguen en tal estado, el general Díaz, ya sea por convicción o por condescender con sus amigos, nombrara como sucesor a alguno de estos; el que mejor pueda seguir su misma política, con lo cual quedara establecido de un modo definitivo el régimen de poder absoluto. Madero nos permite ver el grave déficit en materia democrática que existía en el país, además del rechazo social, sobre todo reflejado en las clases bajas y medias del país, frente al régimen totalitario del General Díaz, que ahora amenazaba en convertirse en absolutismo al velar la posibilidad de heredar por decir de algún modo, no solo el poder, sino las reglas y la política con la que era llevada la administración en México, condenando a las clases bajas a seguir viviendo en la zozobra de la pobreza y a los estratos medios en la incógnita frente a su futuro económico y a las esferas más pudientes, pero alejadas de la cúpula de poder a no tener la posibilidad de participar de los cambios políticos en el país. Lo cierto es que en México, existe por desgracia, una suerte de sucesión enmascarada, o como Vargas Llosa tuvo a bien denominar dictadura perfecta. Tratando de sintetizar la historia respecto al presidencialismo en el país, es necesario reconocer que los gobiernos posrevolucionarios se vieron opacados en materia democrática, si consideramos a la democracia desde la visión de Max Weber: “…el impedir que se desarrolle un grupo cerrado de funcionarios oficiales para que exista la posibilidad universal de acceder a los cargos públicos…”. Primero por el afán continuista de Álvaro Obregón quien (cosa curiosa reformaría las leyes que evitaban la reelección), lo que le permitiría gobernar para el periodo presidencial de 1928, si antes no se le atraviesa una bala; de inmediato el país se vio de frente con el periodo histórico conocido como el Maximato, con un general Calles que después de acordar con los jefes políticos y militares la creación del Partido Nacional Revolucionario PNR (abuelo del PRI), lo que le permitió durante el periodo comprendido de 1928 a 1934 tener el verdadero poder administrativo en el país, pese a no ser el presidente electo; periodo que finalmente se rompe con la administración del Gral. Lázaro Cárdenas. Ya para la segunda mitad del siglo XX terminaría la era de los generales y comenzaría la era presidencial civil; este periodo, al ya no requerir de los blasones revolucionarios y las condecoraciones castrenses, como método selectivo, permite a la clase política existente, comenzar una carrera administrativa direccionada a los espacios de elección popular, condenando al ejercicio político a hallarse aun más alejado de las plazas públicas y de los grandes debates; para, ahora de manera más clara, encumbrar las formas políticas con las que se rige la clase política actualmente, donde lo que importa es privilegiar los cuchicheos y la insinuación, por sobre las ideas; en donde lo decisivo es la conversación directa entre el aspirante y el que detenta el poder; al final de lo que se trata es de cortejar al presidente vuelto el único ciudadano soberano de la república, antes de llamar la atención del pueblo. Así, queda evidenciado, que pese a existir mas de cien años de diferencia entre la obra de Madero y su solicitud de democracia en favor del pueblo, las clases políticas ya existentes se reafirman, mientras las emergentes y las generadas por los tecnócratas comienzan su ascenso, de donde difícilmente habrían de descender y en donde continuamente chocaran con las clases sociales; imponiendo regímenes en donde solo la interlocución este privilegiada para ellos mismos. 7.- que buscar un cambio por medio de las armas, seria agravar nuestra situación interior, prolongar la era del militarismo, y atraernos graves complicaciones internacionales. Sobre este pequeño párrafo, se pueden observar dos ejes básicos y fundamentales en la obra de Madero, la necesidad de una pacificación en el territorio nacional a la par de alcanzar formas democráticas incluyentes que permitan que ésta se sostenga de manera constante y la necesidad de soberanía que se veía fuertemente trastocada por el Porfiriato, en donde la mayoría de las empresas eran controladas desde el extranjero, lo que impedía un verdadero crecimiento al interior del país, aunque hacia el exterior pareciera un país en desarrollo y de sana economía. Es fundamental considerar que para un pueblo lacerado una y otra vez por las armas, pero además, con guerras intestinas en donde el pueblo era siempre el gran derrotado, resulta no solo necesario, sino fundamental evadir el conflicto armado y la provocación, considerando que estas solo agravan el problema y permiten el regreso del militarismo y la brutal represión; además que reconociendo las palabras de Lenin, toda revolución, que solo triunfa en las armas, pero no avanza en el proceso social y revolucionario, tiende a ser derrotado. Prueba de ello, es el conflicto armado de 1910 en nuestro país, en donde, pese a derrotar a un gobierno tiránico como el ejercido por Porfirio Díaz, al no sentar las bases teórico- económicas y sociales para la transformación de la sociedad, ésta solo permitió el cambio de aristócratas, sin tocar en lo mínimo la estructura oligárquica y los estratos políticos que gobernaban antes de dicho conflicto. 8.- que el único medio de evitar que la república vaya a ese abismo, es hacer un esfuerzo entre todos los buenos mexicanos para organizarnos en partidos políticos, a fin de que la voluntad nacional este debidamente representada y pueda hacerse representar en la próxima contienda electoral. La necesidad de democracia como término acuñado para la solución a todos los problemas, ayer como hoy, persiste en la figura de una representación legislativa plural y en donde se apersone a todas las corrientes de pensamiento y minorías existentes a lo largo del territorio nacional. Resulta evidente que a partir de este razonamiento, lo lógico es la organización de partidos políticos organizados por ciudadanos de buena voluntad, que sin embargo entran en conflicto sobre el trato y el análisis de los temas nacionales a discusión; esta sería una base fundamental de modelo representativo democrático, sin embargo, se necesita de la voluntad del partido mayoritario para permitir la pluralidad y no verse tentado a avasallar a la oposición, (sea esta de la filia política que sea) y de una oposición seria y dispuesta a no solo servir como engranaje de una maquinaria en supuesta transformación. México sin embargo vive una de sus crisis más serias en materia electoral, en donde los partidos en su conjunto han perdido credibilidad frente a los ciudadanos para los que parece cada vez más clara la existencia de una contradicción entre la necesidad de partidos políticos y la necesidad de democracia. Lo cual no significa que la vía del pluripartidismo este agotada, sino que debe ser reconsiderada, evaluada y reconfigurada, no solo por la clase política como suele suceder (brindando un espectáculo de juez y partealgunas veces hasta ridículo), sino por la sociedad en su conjunto, que brinde una salida pacífica a los conflictos enfrentados por la dinámica de la sociedad y la realidad a la que se enfrenta nuestro país. 13.- que esta lucha despertara al país y sus resultados serán asegurar en un futuro no lejano, la reivindicación de nuestros derechos. Sin lugar a dudas y pese a no ser la primera opción para los revolucionarios ortodoxos; el reformismo y la aportación de Madero en este sentido, de la izquierda institucional en México a lo largo de la historia y de las grandes movilizaciones en el país durante el último siglo y lo que va de este, ha permitido, si bien no fincar una democracia en términos formales, si sentar las bases para implementar medidas en beneficio de las minorías y grupos desprotegidos en la sociedad. Aquí resultaría oportuno retomar las palabras del revolucionario ruso Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), “…sería absolutamente erróneo pensar que la lucha inmediata por la revolución socialista significa que podemos o debemos abandonar la lucha por las reformas…debemos apoyar toda mejora, toda verdadera mejora de la situación de las masas…la diferencia entre nosotros y los reformistas, no consiste en que nosotros nos oponemos y ellos las apoyan, nada de eso, sino que ellos se limitan a las reformas…”. Lo cierto es que la necesidad de demandar justicia y democracia no es finita; pero además que es necesario improvisar la esperanza como justicia primaria rumbo a la democratización del país con un pueblo participativo. La patria está en peligro constante, desde la perspectiva de soberanía, Madero evito la confrontación con el poder, esperanzado en poder incluir una plataforma nacional que confluyera en la pacificación del territorio y la inclusión de ciudadanos en la cúpula de poder cada vez más estrecha. Quise dejar el apartado número once de las conclusiones del libro la sucesión presidencial al final de este análisis, porque me parece oportuno señalar que este numeral es el que presenta la mayor contradicción entre la ideología de Madero y el pensamiento de izquierda, no solo en México, sino a nivel internacional: 11.- que cuando el Partido Nacional Democrático este vigorosamente organizado, será muy conveniente que procure una transacción con el general Díaz, para hacer una fusión de las candidaturas, según la cual el general Díaz podría seguir de presidente, pero el vice- presidente y parte de las cámaras y de los Gobernadores de los Estados, serian del partido nacional democrático. Sobre todo se estipulara que en lo sucesivo haya libertad de sufragio y si es posible, desde luego se podrá convenir en reformar la constitución en el sentido de no-reelección. Madero fincaría su Waterloo político en este apartado, en donde, pese a infundir a lo largo de más de trescientas cincuenta páginas, la necesidad de democratización en el país y la caída del modelo Porfirista, termina contradiciendo los términos revolucionarios y el pensamiento de izquierda, al solicitar la transacción con el general Díaz de la presidencia a cambio de la vice presidencia, escaños en el congreso y algunas gubernaturas. Lo cierto es que Madero nunca negó sus ideas de inclusión, el problema es que la contradicción histórica entre la clase que detenta el poder y los desposeídos, resulta ser una brecha hasta el momento insalvable, esta misma contradicción lo acompañaría incluso durante su breve periodo como presidente de México, en donde al final se vería acorralado por los líderes revolucionarios quienes lo acusarían de traidor y de la ingratitud de esa clase política a la que intento proteger y que terminaría entregándolo al General Calles, quien lo mandaría a asesinar junto al vicepresidente José María Pino Suarez, cuando era trasladado a la penitenciaria de Lecumberri, durante los hechos conocidos como la decena trágica. No soy ferviente admirador de Francisco Ignacio Madero, tampoco concilio su obra como la panacea para la implementación de la democracia, sobre ésta (la democracia), también señalo que no resulta la solución a los problemas, conflictos y contradicciones sociales, sino mas bien representala estructura y la base sobre la que podrían descansar las instituciones, las leyes y los reglamentos que bien pudieran fungir como facilitadores de solución a tales conflictos; desde esta óptica comparto con Madero la necesidad de democracia como vía pacífica a la solución de los conflictos, comparto esa necesidad de soberanía, que bien podría ser detonador económico y de identidad nacional. El tiempo en el que vivió Madero era aciago y lleno de contradicciones y odio, en donde lo que reinaba era el escepticismo hacia la solución legal a los conflictos y el constante deseo de buscar la solución de hecho, que resolviera el problema al momento, la república vivía tiempos de descontento generalizado y de conflicto entre autoridades y sociedad, además de un marcado alejamiento de ambas partes; permitiendo que la ley se razonara como una solución ad hoc a los conflictos y generalmente alejada de la razón, confiriéndole la posibilidad de juez a aquel que fuera más fuerte dentro del territorio conflictuado. Habría que hacer notar además, que el movimiento armado de 1910, no se caracterizo por ser profundamente ideológico; los líderes revolucionarios, salvo Zapata y Villa, eran de estratos sociales medios, con estudios no demasiado amplios, que difícilmente pasarían por intelectuales, mientras estos (los intelectuales), para su desgracia estaban sumamente alejados de las decisiones y del conflicto en sí, el mismo Díaz, estaba bastante retirado de la vena intelectual, situación que trato de corregir durante sus últimos quince años de gobierno induciendo a los autodenominados científicos, a los que por cierto, el pueblo termino aborreciendo más que al mismo Díaz. Toda esta mezcolanza de conflictos e intereses, tampoco sirvió de campo fértil para las ideas moderadas y fuertemente conciliadoras con las que se identificaba Francisco I. Madero; sin embargo, la idea central de evitar el continuismo y el testimonio de uno de los principales actores de la historia del México de las primeras décadas del siglo XX hace sugerente la lectura de su libro; ya tendrá el lector la posibilidad de juzgar el valor ideológico que la obra le ofrece…
Epilogo: Se incluye la redacción original de la dedicatoria del libro La sucesión
presidencial de Francisco I. Madero, para que el lector tenga un acercamiento al texto de forma directa. En donde podemos apreciar, más que el razonamiento político e histórico del México de la primera década del siglo XX, el sentimiento y el alto grado de descontento que existía frente al centralismo como método de gobierno, al que se enfrentaba la ciudadanía frente a la clase política, que junto a Porfirio Díaz dictaminaba la vida social del territorio mexicano. Dedicatoria. A los héroes de nuestra patria; A los periodistas independientes; A los buenos mexicanos. Dedico este libro a los héroes que con su sangre conquistaron la independencia de nuestra patria; que con su heroísmo y su magnanimidad, escribieron las hojas más brillantes de nuestra historia; que con su abnegación, constancia y luces nos legaron un código de leyes tan sabias, que constituyen uno de nuestros más legítimos timbres de gloria, y que nos han de servir para trabajar, todos unidos, siguiendo el grandioso principio de fraternidad, para obtener, por medio de la libertad, la realización del magnífico ideal democrático de la igualdad ante la ley. He dedicado en primer lugar mi libro a esos héroes, porque se me ha enseñado a venerarlos desde mi más tierna infancia; porque para escribirlo me he inspirado en su acendrado patriotismo y porque en su glorioso ejemplo he encontrado la fuerza suficiente para emprender la difícil tarea que entraña este trabajo. Solo en el estudio de su historia he podido fortificar mi alma, porque encuentro que ella nos hace respirar otro ambiente que el que hoy se respira en la República de uno a otro confín: el ambiente de la libertad, saturado de los perfumes que exhalan las plantas que solo se desarrollan en ese medio. Esa historia nos hace tener una idea más elevada de nosotros mismos; al enseñarnos que los grandes hombres cuyas hazañas admiramos, nacieron en el mismo suelo que nosotros, y que, en su inmenso amor a la patria, que es la misma nuestra, encontraron la fuerza necesaria para salvarla de los más grandes peligros, para lo cual no vacilaron en sacrificar por ella su bienestar, su hacienda y su vida. En segundo lugar, dedico este libro a la prensa independiente de la República, que con rara abnegación ha sostenido una lucha desigual por más de 30 años contra el poder omnímodo que ha centralizado en sus manos un solo hombre; a esa prensa que, tremolando la bandera constitucional, ha protestado contra todos los abusos del poder y defendido nuestros derechos ultrajados, nuestra constitución encarnecida, nuestras leyes burladas. Muchas veces, en tan larga lucha le ha llegado a faltar aliento a ha estado próxima a sucumbir; pero nuestra patria posee gran vitalidad, debido a las hazañas de nuestros antepasados, y esa vitalidad reanimo las fuerzas de sus abnegados servidores y les dio nuevo vigor para seguir luchando, al grado que ahora presenciamos una vigorosa reacción de la Prensa Independiente, que ha hecho a un lado las antiguas rencillas que la dividían en dos bandos, para no formar sino una masa compacta que lucha con energía y con fe por la realización del grandioso ideal democrático consistente en la reivindicación de nuestros derechos, a fin de dignificar al ciudadano mexicano, elevarlo de nivel, hacerle ascender de la categoría de súbdito a que prácticamente esta reducido, a la de hombre libre; a fin de transformar a los mercaderes y viles aduladores, en hombres útiles a la patria y en celosos defensores de su integridad y de sus instituciones. Por este motivo quiero presentar un homenaje de respeto a esos modestos luchadores, a quienes no han arredrado las persecuciones, la prisión, los sarcasmos, los insultos y las privaciones de todas clases; a quienes no han podido seducir el ofrecimiento de brillantes posiciones oficiales, pues han preferido vivir pobres, pero con la frente muy alta; perseguidos, pero con la noble satisfacción de que servían a su patria; oprimidos, pero alentando siempre en su corazón el ideal de libertad. A estos valientes paladines, la patria sabrá premiar sus servicios; pero entre tanto, sepan que sus esfuerzos no han sido estériles, que la semilla que pusieron en el surco y con perseverante celo han protegido contra el vendaval, ha germinado ya, y que el árbol de la libertad crece lozano y vigoroso, para muy pronto protegernos con su sombra bienhechora. Por último, dedico este libro a todos los mexicanos en quienes no haya muerto la noción de Patria y que noblemente enlazan esta idea con la de libertad, y de abnegación, a esa pléyade de valientes defensores que nunca han faltado a la nación en sus días de peligro y que ahora permanecen ocultos por su modestia, esperando el momento de la lucha en que asombraran al mundo con su vigorosa y enérgica actitud; a esos valientes paladines de la libertad que ansiosos aguardan el momento de la lucha; a esos estoicos ciudadanos que muy pronto se revelaran al mundo por su entereza y energía; a todos aquellos que sientan vibrar alguna de las fibras de su alma al leer este libro, en el cual me esforzare por hablar el lenguaje de la Patria.