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Fernández Ruiz L. Pensando en la personalidad.

Selección de
Lecturas. Tomo 1. La Habana: Editorial Félix Varela; 2003.

Tendencias históricas y contemporáneas: ruptura,


confluencia y continuidad.

Dra . Lourdes Fernández Rius.

El estudio de la personalidad no se origina en el quehacer psicológico, sino más


bien en la práctica médica, a partir de enfermedades, síntomas, de no clara
explicación fisiológica.

Así con Freud, a fines del siglo pasado, en la práctica psicoanalítica, se comienza
a hablar de este término. Posteriormente, e incluso hasta la actualidad, el estudio
de la personalidad ha estado muy asociado a la práctica clínica y mucho menos
abordada como principio de la Psicología. Diferentes escuelas psicoanalistas y sus
continuadores, conductistas, factorialistas, humanistas han trabajado el término,
muy vinculado al quehacer clínico y a una práctica psicoterapéutica.

Por eso, muchos de los teóricos en este sentido, intentaban representarse la


personalidad y con ello restablecer la salud.
Por tanto, las teorías de la personalidad siempre intentan dar cuenta de qué
falló en el desarrollo o funcionamiento de la personalidad, cuál debe ser el
funcionamiento ideal.
Una teoría o conocimiento de la personalidad debe responder a fines
prácticos. Primeramente poder describir y explicar las causas del
comportamiento humano, hacer predicciones y provocar cambios
deseables.
A continuación presentaremos las tendencias históricas y contemporáneas más
significativas en el estudio de la personalidad deteniéndonos de modo especial en
aquellos aspectos más enfatizados por las mismas con una pertinencia para la
comprensión de la personalidad. Intentaremos acercarnos a los puntos de
confluencia y continuidad entre las mismas.

No se trata, por tanto, de una ruptura con el pensamiento anterior, sino de asimilar
lo que resulta pertinente para la comprensión del nivel personológico de
regulación, desarrollar categorías ya elaboradas, crear otras nuevas y lograr
integrarlo en una concepción general del fenómeno que permita una mejor
aproximación al conocimiento de sus leyes y regularidades y derivar de ello un
sistema metodológico que posibilite la incursión empírica en este campo.

Aunque los marcos de referencia que veremos son diferentes, es importante


subrayar que los problemas que abordaremos son de la ciencia psicológica y no
de una escuela en particular, aunque exista tendencia a identificar escuela con
problema. Estamos pensando en una nueva concepción del objeto capaz de
integrar en su novedad, la diversidad y riqueza del pensamiento psicológico
precedente y actual.

Son diversos los problemas que se han planteados los estudiosos del fenómeno
psicológico y de la personalidad en particular. Por ejemplo, qué lugar poseen los
procesos conscientes e inconscientes en la determinación del comportamiento
humano, cuál es el lugar de los procesos afectivos y cognitivos en este sentido, si
es el comportamiento humano autodeterminado o determinado externamente, en
cuanto a la personalidad si enfatizamos su estructura o su dinámica, su
funcionamiento. Indiscutiblemente, estos y otros problemas no han sido tratados
por todas las escuelas ni con la misma intensidad ni desde hace el mismo tiempo.
Presentaremos una panorámica ágil en el empeño de tributar en la continuidad e
integración en este arduo camino que es la comprensión del por qué del
comportamiento humano, es decir, de la personalidad.

PSICOLOGÍA DINÁMICA.

PSICOANÁLISIS.

S. Freud (Austria 1856 – 1939)


Orientado más al mundo afectivo soslayado hasta entonces.

Propone una estructura de la personalidad:

ELLO: instintos innatos, el depósito de la libido, de la energía psíquica, proveedor


de energía al YO y SUPERYO. (inconsciente) aquí se determina el dinamismo de
la personalidad, es inherente a la naturaleza humana y se asocia con lo
desagradable, no gratificante o inaceptado socialmente. Este es el sistema
originario de la personalidad y representa el mundo interno de la experiencia
subjetiva, lo más impulsivo y primitivo. No tolera el aumento de energía o tensión
lo cual se reduce mediante el mecanismo reductor del principio del placer

YO: mediador entre los requerimientos instintivos del ello y la realidad. Entre las
necesidades del organismo y la realidad, esforzándose por trasmitirle al ello la
influencia externa. El yo establece límites reales que suponen posponer el placer.
Ejecuta a partir de buscar el objeto adecuado de la necesidad de ahí que sea
considerado por Freud como el “jinete de una cabalgadura” o “el timonel de un
barco”.

Así opera en base al principio de la realidad el cual impide que la tensión se


descargue hasta encontrar el objeto adecuado en la realidad

Formula el plan, es reflexivo. Excluye de la conciencia, reprime, los elementos de


la vida anímica no aceptados por la conciencia y se resiste inconscientemente a
entrar en contacto con lo reprimido. La conciencia contiene lo aceptado,
agradable, impuesto externamente y en lucha contra lo inconsciente. No dirige la
personalidad sino se pliega a las demandas inconscientes, es pasivo. El yo se
somete al mundo externo, a la libido del ello y al rigor del superyo intentando
integrar sus demandas y lograr la armonía de la personalidad. Consciente
fundamentalmente e incluye aspectos inconscientes.

SUPERYO: representa internamente valores tradicionales, sociales, advierte,


prohíbe. Es la conciencia moral (lo sancionable, castiga y genera culpa) y el ideal
moral del yo (genera orgullo propio). Constituye el residuo de la primeras
elecciones del objeto del ello, es decir, identificaciones con el padre. Es el arma
moral de la personalidad, busca la perfección, inhibe los impulsos del ello y
representa lo ideal decidiendo acerca del bien y del mal según los cánones
morales de la sociedad tratando de sustituir los objetivos realistas por moralistas.
El superyó se opone al ello e induce a que el niño introyecte los imperativos
morales de los padres. Consciente.

El hombre se encuentra en constante conflicto consigo mismo y con la sociedad


apareciendo la vida mental como la interacción de fuerzas apremiantes. El ELLO y
el SUPERYO en constante guerra lo cual atribuye dinamismo a la personalidad.
Funciona como un código ético muy exigente causante de enfermedad unido a la
incapacidad del sujeto para afrontar el conflicto. El YO busca el equilibrio, la
integración sistémica.
El organismo humano es un complejo energético enlazándose en el ello la energía
corporal y psicológica. El instinto es la representación psicológica (deseo) de una
fuente de excitación somática (necesidad). Los instintos impulsan y dan dirección
a la personalidad, motivan la conducta, son su fuente de energía. Lo característico
aquí es el desplazamiento de energía de un objeto a otro, la variación del objeto
de satisfacción durante la vida, lo cual explica la versatilidad, la plasticidad de la
personalidad. La distribución de la energía psíquica por los tres subsistemas de la
personalidad es lo que caracteriza su dinámica, estos compiten e interactúan en
función de la energía. Los instintos son de vida o libido o de muerte o destrucción.
Cuando hay exceso de amenaza externa que provoca temor y tensión, se crea
una ansiedad o movilización para huir, inhibir el impulso u obedecer a la
conciencia, si el yo no lo combate racionalmente entran a funcionar los
mecanismos de defensa. La ansiedad puede ser real, miedo a algo externo,
neurótica, temor al castigo y pérdida del autocontrol y moral que es el miedo al
superyó y el sentimiento de culpa.
En esta naturaleza contradictoria de lo conciente e inconsciente radica el
DINAMISMO de la PERSONALIDAD.
Para Freud, el ser humano intenta evitar dolor o generar placer apareciendo
siempre un conflicto entre el principio de la realidad y el principio del placer, se
trata pues de dominar al ello para evitar el egoísmo y poder vivir en sociedad. En
las edades infantiles cuando el yo no puede aún ejercer la función de controlar al
ello, son los adultos los que se encargan de exigir y pedir al niño un
comportamiento de acuerdo a lo aceptado socialmente. Así, progresivamente se
les exige cada vez más que controlen sus impulsos, que aplacen la satisfacción de
sus necesidades si así se precisa. El yo que va en desarrollo cada vez más se
enfrenta a las exigencias de la realidad y sitúa límites a las exigencias del ello.
Asimismo, el superyó, que encarna las normas de la moral y la cultura, controla al
yo y le exige fines moralista. Esto puede ser tan fuerte que a veces puede
bloquear al yo en su satisfacción. El superyó sobredimensionado genera opresión
toda vez que fija metas inalcanzables y crea culpas. Si el yo es débil esto se
convierte en una tiranía hacia sí mismo.
Para Freud la realización individual no es fácilmente alcanzable así como la
armonía entre los impulsos y el control, que los impulsos tienden a predominar en
la mayoría de las personas mientras que otras padecen de un superyó rígido,
primitivo, generador de culpa y de autodesprecio, son personas con falta de
espontaneidad, libertad y de una vida plena. Para él lo mejor era el equilibrio entre
las fuerzas opuestas de la personalidad.
De ahí los mecanismos de defensa del yo, los cuales logran reducir la ansiedad
generada por el conflictos y las tensiones a través del autoengaño (negar o
minimizar verdades desagradables) y la distorsión de la realidad (alterar
acontecimientos para ajustarlos a los deseos). Estos mecanismos no resuelven el
conflicto pero sí alivian la ansiedad.
Mecanismos de defensa Características
Negación Negación a aceptar la realidad
Fantasía Logros imaginarios, satisfacción imaginaria
Racionalización Hacer que la conducta parezca racional
Proyección Ver los propios defectos en los demás
Represión Evitar la entrada de ideas dolorosas en la conciencia
Formación reactiva Encubrir un sentimiento experimentando su opuesto
Regresión Reaccionar a una tensión con una conducta inmadura
Identificación Copiar inconscientemente características de otro
Compensación Aparentar superioridad y recuperarse así de inferioridad
Sobrecompensación Intentar ser excelente en nuestra área más débil
Desplazamiento Encontrar una salida sustitutiva para la satisfacción
Intelectualización Afrontar una situación dolorosa solo intelectualmente
Sublimación Salidas culturalmente aceptadas a impulsos primitivos

El yo lucha con tres fuerzas, el ello, el superyó y el medio ambiente e intenta


moderarlas. Esto genera dolor psíquico, ansiedad. Si el superyó no es muy
exigente se alcanza una salida motivacional bastante cerca de las exigencias del
ello, esto posibilita utilizar procesos primarios del pensamiento (reflexión, análisis,
etc) y a la solución de problemas. Por el contrario, si ambas tensiones son muy
fuertes, el yo acude a los mecanismos de defensa y a procesos primarios de
pensamiento más irracionales.
Según él, si el yo se torna fuerte, dominante, es porque toma a energía del ello y
del superyó y estos terminan por debilitarse. Así la persona “normal” intenta
conocerse, conocer su superyó el cual cambia en la medida en que está siendo
conocido, modera sus sueño, sus fantasías, examina el lugar de la autoridad en su
vida, la conciencia moral y el ideal del yo se hacen cada vez más, funciones del
yo. La persona que se desarrolla en este sentido conoce lo que quiere y los pasos
para lograrlo, tiene un sentido adecuado de lo moral y aprende a moderar sus
deseos. Es como si el conocimiento del superyó proporcionara el dominio sobre el
mismo. Con esto Freud está tributando a la comprensión del lugar de la
autodeterminación en el comportamiento humano.
En este sentido también hizo referencia a la idea de que el yo debía estar donde
está el ello o que la tarea del psicoanálisis era convertir en consciente lo
inconsciente. Liberar de las represiones al ello y con esto facilitar procesos de
pensamiento que propiciaran soluciones, la conciencia correcta de los impulsos
aparece como criterio de buen funcionamiento del yo y con esto de la pertinencia
de la integración de procesos afectivos y cognitivos. Es decir, si se conocen los
impulsos, se puede lograr algo para satisfacerlos, lo que está fuera del control
voluntario aparece como dañino a los fines de la eficacia del yo.
Así pues, en la personalidad saludable se integran las fuerzas de la personalidad
en armonía interior con las demandas exteriores, se reduce el conflicto
intrapsíquico y el conflicto psicosocial que se mueven hacia la moderación,
negociación, aceptación.
La personalidad que se desarrolla y madura se adapta a las demandas de la
cultura, la mantiene y funciona dentro de límites de tabúes y normas, es como un
“conformista social” que funciona de acuerdo a lo aceptado socialmente.
Sin proponérselo, Freud aborda lo consciente al otorgarle importancia a los
mecanismos de defensa del yo como necesidad de participación de la conciencia
para la organización, estabilidad y salud. La salud psicológica la asocia a un yo
organizado, fuerte, como eje de la integración de demandas conflictivas, como eje
de estabilidad, control, regulación, incluso la terapia psicoanalítica consiste, desde
su reflexión, en fortalecer al yo en la medida en que es posible situar en él lo que
está en el ello.
Intencionalidad, autodeterminación versus reactividad...

De acuerdo a la proposición de estructura de la personalidad que presenta el


psicoanálisis, el yo constituye el sujeto en la regulación, un mediador entre lo
externo y lo interno inconsciente. Aspira a la unidad, a la síntesis. El yo observa la
realidad para buscar una ocasión exenta de peligro que posibilite la satisfacción de
las necesidades instintivas. A través de la reflexión formula planes y ejecuta el
proceso de satisfacción. A su vez, actúa sobre el ello para aplacarlo, obligarlo a
aplazar la satisfacción o modificar sus fines.
El yo decide cuando es mejor dominar las pasiones ante la realidad o cuando es
oportuno atacar a la realidad o modificarla intencionalmente para lograr la
satisfacción.
Para que el yo pueda dominar al potente ello debe estar debidamente organizado
y poseer la capacidad funcional que le de amplio acceso al ello. Esto es sinónimo
de salud.
Asimismo, en edades tempranas, cuando el yo no está suficientemente
organizado como para conciliar al ello con el exterior, se instala la represión de los
contenidos del ello y los principales mecanismos de defensa que protegen al yo
(débil en esos momentos) de su contacto con el contenido del ello.
Inclusive, la terapia consiste en seguir el hilo de supuestas distorsiones de lo
reprimido e ir al momento de la infancia en el cual se instaló la represión y poner
en contacto al yo con lo reprimido. Al hacer esto, se logra fortalecer al yo adulto
para que rompa su resistencia a encontrarse con lo reprimido, su tendencia a
fugarse y que soportando el contacto con el ello adquiera el domino sobre este.
Aparece aquí la significación del autoconocimiento y autocontrol para el
psicoanálisis y aunque lo consciente florece no por su valor en sí mismo sino por
su valor en tanto aplacador del inconsciente, resulta en extremo interesante cómo
aún desde este lugar en el cual se pondera de modo especial los procesos
inconscientes, la conciencia emerge como la única alternativa posible para
alcanzar armonía, integración, dominio y salud psicológica. Es decir, criterio de
salud y de desarrollo psicológico es justamente esta posibilidad de conocerse y de
alcanzar las riendas del propio comportamiento, el control del propio
comportamiento.
Las ideas de Freud aunque no siempre hayan tenido completa comprobación han
disfrutado en general de aceptación y difusión profesional como cultural en general
y constituye un momento muy importante en el estudio de la personalidad a partir
de las demandas de la práctica clínica.

Con respecto a transitar en un camino hacia la comprensión cada vez más


profunda de la personalidad humana, su pensamiento apuntó a un conjunto de
ideas que en nuestra opinión deben considerarse, tomarse en cuenta para hacer
una lectura que, más que apegada a las letras de sus palabras, nos permita una
redimensión a la luz de lo que conocemos hasta hoy con más o menos
completitud o certeza. Ello nos ayudará en el camino de entender lo que dijo, lo
que quiso decir o intentó decir y aquello que sin ser exactamente lo que dijo, abre
una luz para nuevas miradas.

CONTINUIDAD CON EL PSICOANÁLISIS...

- Proponer una estructura de la personalidad


- La naturaleza dinámica, conflictiva, contradictoria de la personalidad
entre las partes que la integran constituye una idea esencial que
marca el punto cardinal en su función reguladora. Asimismo destaca
la significación de los conflictos que se generan entre el sujeto y el
medio ambiente.

- Derivar de ahí una unidad entre estructura y dinamismo de la


personalidad.

- El psicoanálisis expresa cierta unidad de contenidos estructurados y


su función en la regulación a partir de identificar al ello, al yo y al
superyó como instancias constitutivas de la personalidad y a la
tensión e interrelación entre estas instancias como el elemento
dinamizador de la personalidad. No obstante se centra más en los
procesos que marcan la dinámica en el origen, desarrollo y reducción
de tensiones. El psicoanálisis nos presenta un marco dinámico
complejo del comportamiento así como una comprensión de los
conflictos y de la naturaleza contradictoria de la psiquis humana.
- Énfasis en la motivación como médula del comportamiento humano.
Se sitúa en lo interno la causa del comportamiento humano.

- Énfasis en el mundo afectivo soslayado hasta entonces.

- Adentrarse en el estudio de los procesos inconscientes y en el hecho


de que en numerosas ocasiones no conocemos exactamente los
propósitos de nuestra conducta y tratar de profundizar en la relación
entre lo consciente e inconsciente.

- El énfasis que hace en la supuesta “naturaleza animal” del ser


humano, que es lo que apreciamos en el niño al nacer y en los
primeros tiempos de vida, a su vez, ayuda – aunque él no lo sostiene
en su obra - a corroborar la verdadera naturaleza humana que radica
más bien en su interacción sociocultural, es esto lo que hace posible y
define realmente su condición humana la cual no es heredable sino
adquirida en condiciones de vida y educación social y culturalmente
condicionadas.

- Aunque la cultura y la sociedad aparezcan en su obra como limitantes


y restrictivas para el despliegue de la “verdadera naturaleza humana”
según él, lo cierto es que reconoce la significación de la cultura para
la socialización, para el desarrollo y maduración de la personalidad.

- En este sentido precisa el lugar de la familia en la trasmisión de la


cultura así como la significación de los primeros años de vida
emocional para el desarrollo de la personalidad, en el origen de las
patologías y con ello el lugar de la historia individual en este sentido.

- En el conflicto que precisa entre el ello (Primitivo, individual y egoísta)


y el superyó (moralista, ideal y cultural) se plantea desde ya el
conflicto individuo – sociedad tantas veces abordado por la Filosofía y
la Psicología y que aparece como antagónico en su esencia pero que
requiere de la integración y armonía para el desarrollo de la
personalidad.

- Aunque enfatiza en la significación esencial del inconsciente para la


personalidad, a su vez recupera la significación de la conciencia que,
aunque pasiva y al servicio del inconsciente, queda claro para Freud,
la necesidad de una instancia consciente, integradora, fuerte, el yo,
que concilie el antagonismo interno y los conflictos con el exterior
para propiciar así armonía, equilibrio, madurez. Cuando esto se
propicia se produce una mayo integración de la cognición y los
afectos, toda vez que el creciente conocimiento de los impulsos
permite el análisis, la reflexión, el razonamiento lógico y la solución de
problemas.

- Con sus ideas de los mecanismos de defensa posibilita avanzar en la


explicación de la conducta humana la cual no siempre es claramente
advertida por la conciencia y con ello subrayar la tendencia a la
autoprotección del yo o el sí mismo, en lo cual podemos encontrar los
rudimentos de las ideas acerca de la autoconservación de la propia
identidad y de la participación de la conciencia en la regulación del
comportamiento

- El yo fuerte, pleno de autoconocimiento, equilibrando las tensiones,


intentado satisfacciones realistas a la vez aceptando moderadamente
la cultura y adecuando las exigencias idealista es el centro del
desarrollo y de la salud de la personalidad. Esto va brindando
fundamentación a la idea acerca de la capacidad de autodeterminación
de la conducta en el ser humano.

- Resulta muy interesante como tanto una sobresocialización, (una


exagerada conciencia o ideal del yo supercontroladora, inhibitoria y
tormentosa, rigidez superyoica) como una subsocialización o falta e
conciencia y de responsabilidad eran nocivos para el armónico
desarrollo de la personalidad.

- La idea de que los síntomas pueden tener un significado psicológico,


es decir, ser el indicador de una dinámica psicológica más compleja
es uno de sus grandes aportes así como sostener la noción del origen
psicógeno de muchos síntomas fisiológicos. Los síntomas se instalan
ante la debilidad del yo que a través de los mismos se protege. De ahí
la significación de estas ideas para la comprensión de la personalidad
enferma.

- Énfasis en el método clínico y en el caso individual.

PUNTOS DE RUPTURA CON EL PSICOANÁLISIS...

- Traspolación de mecanismos energéticos y de reducción de tensión


propios de la física o la biología para la comprensión de la naturaleza
psicológica, perdiéndose pues lo específicamente psicológico.

- Sistema de categorías restringido y cerrado para la comprensión de la


personalidad.
- Se hiperboliza el inconsciente y se presenta su relación con el
consciente solamente en un sentido de antagonismo.

- La conciencia aparece como pasiva y al servicio del inconsciente.

- El lugar de determinación instintiva de la conducta humana soslaya la


responsabilidad humana en el comportamiento toda vez que el sujeto
queda a merced de tales fuerzas inconscientes haciéndose más
énfasis en la conducta reactiva que proactiva.

- Generalización de regularidades que aparecen en la personalidad


patológica a la personalidad saludable, como si el ser humano fuese
potencialmente patológico y sujeto a sus conflictos conciente -
inconsciente.

- Excesivo énfasis en el lugar de las experiencias infantiles en el


desarrollo de la personalidad y el desconocimiento de dicho
desarrollo como un proceso que acompaña toda la vida.

- El pansexualismo y su idea de la inferioridad de las mujeres.

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