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«Ésta será una señal de lo que va a suceder: este año y el siguiente comerán ustedes el
trigo que nace por sí solo, pero al tercer año podrán sembrar y cosechar, plantar viñedos
y comer de sus frutos» Isaías 37.30
En la respuesta que Dios le dio a Ezequías por medio del profeta Isaías hay un pasaje
que llamó mi atención, me refiero al “rhema” que recibí y del cual les hablé en
párrafos anteriores, me refiero a Isaías 37.30
La exégesis bíblica es la ciencia que intenta descifrar lo que los autores sagrados
quisieron decir en el tiempo y contexto que plasmaron sus escritos. La exégesis es una
disciplina fiel, vale decir, expone tal cual lo que el autor dijo, no interpreta el mensaje –
–eso corresponde a la hermenéutica––.
Con esta breve explicación expongo entonces lo que Isaías escribió en la cita
mencionada (37:30): “Se trata de una profecía donde Dios le dice a Ezequías que los
judíos sobrevivirían al sitio que Senaquerib les había impuesto, el cual duraría dos años
pero que en el tercero verían la gloria de Él. Recién el tercer año serían liberados de la
opresión asiria, si bien los dos primeros años pasarían angustias en el tercero
disfrutarían de paz, prosperidad, abundancia…, ¡y así fue!”
Mi RHEMA
Cuando investigué en detalle la historia del pasaje, la cual he expuesto muy brevemente
a fin de no cansarles con datos históricos, biográficos y demás, mi corazón se estremeció
porque entendí muy bien lo que estaba ocurriendo conmigo: ¡ESTABA SITIADO! (el sitio
es una estrategia militar de tiempos antiguos que consiste en bloquear todos los puntos
de acceso de una ciudad, nada entra y nada sale, es “rodear para matar de hambre,
desespero y angustia a sus habitantes”).
Entendí que todo proyecto por más bueno que sea tiene enemigos, y que al igual que
los judíos cuyo adversario fue Senaquerib, a mí se me oponía “un enemigo formidable”.
Entendí que mis pensamientos negativos, mis palabras de auto-derrota y algunas malas
gestiones hicieron que yo mismo me pusiera en un estado de sitio del cual no podía salir
(me estaba matando de hambre, angustia, desespero).
Entendí que si bien este sitio era desesperante ––no habían resultados, las cosas no
salían, no tenía dinero y yo me culpaba en demasía––, era parte del guión de la vida, que
nada nuevo ocurría debajo del sol, es decir, que lo mismo que yo estaba viviendo ya
otros emprendedores lo habían vivido y quizá muchos de los que me están leyendo lo
están viviendo aún. ¡Todo proyecto para ver la gloria debe pasar por un estado de sitio!
Entendí que los dos años en que “sólo comí el trigo que brotaba naturalmente en el
campo” eran mis escasos resultados (pocas ventas, pocas invitaciones a dar seminarios,
escasísimos contactos, yo era muy poco conocido y no creía en mí); pero que aún así
estos raquíticos resultados me sirvieron para no morirme de hambre y sostener a mi
familia. Entonces agradecí por ese “escaso trigo”, porque sin él el sitio nos habría
derrotado.
Entendí también que Dios me estaba dando una palabra de alivio, una palabra de
consuelo para mi alma afligida: “pero al tercer año podrán sembrar y cosechar, plantar
viñedos y comer de sus frutos”. El Señor me decía que el sitio llegaría a su fin, que la
recompensa no tardaría en llegar y que después del esfuerzo viene el fruto…,
¡comeríamos de nuestra propia viña! O sea, que todo lo sembrado brotaría y que
disfrutaríamos los beneficios de nuestra perseverancia…, ¡así es la vida!