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DE 1917
javisegura.es/cien-anos-despues-la-revolucion-rusa-1917
1) La Revolución Rusa fue un movimiento de masas, del que los soviets de obreros,
soldados y campesinos, formados por delegados elegidos en las fábricas, los cuarteles, o
las aldeas campesinas, fueron los órganos de representación popular y constituyeron, en
toda Rusia, el núcleo del poder popular. 2) Para Lenin y, en general, para los bolcheviques,
la democracia era el requisito necesario para que el socialismo establecido tras el triunfo
revolucionario conservase su victoria y condujera a la extinción del Estado como
instrumento de dominación. Lenin representó el espíritu de los activistas bolcheviques y
éstos, a su vez, el de las masas organizadas en soviets. De ahí, el llamamiento expresado
en las famosas “Tesis de Abril”: “Todo el poder a los soviets”.
3) La Revolución Rusa fue pacífica. La toma del Palacio de Invierno fue la culminación de
un proceso social en el que el Gobierno Provisional había perdido toda capacidad de
acción. La visión cinematográfica del acontecimiento, inmortalizada por Eisenstein, como
una gesta heroica del pueblo en armas nada tiene que ver con la realidad. En toda Rusia el
poder fue pasando de las manos de una clase a las de otra a medida que los poderes
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locales delegaban en los soviets el control de la situación. En este contexto, la disolución
de la Asamblea Constituyente por el Partido Bolchevique en 1918, algo que ha hecho
correr ríos de tinta liberal-anticomunista, no obedeció al deseo malévolo de imponer
dictadura alguna (la
democracia real estaba en los soviets), sino a la situación de emergencia que vivía el país.
4) La legislación adoptada por el Consejo de Comisarios del Pueblo en Octubre de 1917
(retirada de la guerra, expropiación de las grandes haciendas para distribuirlas en parcelas
campesinas, nacionalización de la banca, establecimiento del control obrero en las
fábricas, reconocimiento de los derechos universales a la salud, la educación y a la
igualdad entre hombres y mujeres…) supuso la abolición del feudalismo agrario y del
capitalismo industrial y financiero, dependiente de la inversión extranjera, y prefiguró la
sociedad socialista en su intrínseca relación con la democracia y los derechos humanos.
Que el nuevo régimen pudiera mantenerse en un contexto de escasez generalizada
dependía en gran parte de la solidaridad internacional, es decir, de la revolución mundial.
Éste fue el punto de partida de la fundación en 1919 de la III Internacional. Sin embargo, la
derrota de la oleada revolucionaria en Europa, que había forzado el fin de la Gran Guerra,
frustró toda posibilidad de romper el aislamiento del régimen. La aceptación de la paz
Brest Litovsk impuesta por Alemania en 1918, que significó paz a cambio de territorio y
recursos, es decir, de ruina, se debió a la malograda esperanza bolchevique en la
revolución alemana.
7) Joseph Stalin, que había venido acumulando poder durante años, se convirtió en el
delegado natural de la nueva burocracia dominante: la nomenklatura. La teoría del
socialismo en un sólo país, elaborada en 1925, legitimó al nuevo poder. El fortalecimiento
y consolidación en el poder de la nomenklatura se cimentó en el crimen político,
perpetrado contra los veteranos de la insurreción de Octubre, y en el sacrifico social
derivado de la implantación forzosa de un modelo de economía centralizada, cuyo objetivo
era la equiparación militar con Occidente. Este modelo se basó en la uso de los
excedentes procedentes del campesinado, sometido al proceso criminal de la
colectivización forzosa, para financiar un ritmo vertiginoso de industrialización en bienes de
equipo, infraestructuras y armamento, a expensas de los bienes de consumo. En realidad,
un modelo asimilable a la acumulación primitiva de capital, denunciado por el propio Marx
en su análisis del capitalismo, pero implantado por una burocracia estatal. ¿Socialismo o
capitalismo de Estado?
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8) El poder de esta “burguesía de Estado” explica su supervivencia como oligarquía
dirigente, directamente beneficiada por el salvaje proceso de privatizaciones que conllevó
la restauración del capitalismo neoliberal tras la conmoción política provocada por la caída
de la URSS.
9) Por tanto, el stalinismo supuso la abolición de los principios que inspiraron la Revolución
Rusa. El mecanismo ideológico para proclamarse, paradójicamente, heredero de los
mismos fue la reorientación de las fórmulas verbales del marxismo con el fin de justificar
las políticas públicas de la nomenklatura, la clase dominante durante toda la historia de la
URSS.
Hoy, las realidades en las que se gestó el marxismo y la revolución están a flor de piel. Los
anhelos emancipatorios se han reactivado y se han proyectado en un sinfín de
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movimientos sociales y organizaciones políticas que siguen apuntando a la acumulación
de capital y al secuestro de la democracia por los patronos, gestores y gendarmes del
gran capital como la piedra angular que explica la explotación de la fuerza laboral, el
saqueo de los recursos del planeta y la represión política. De ahí que las viejas fobias
destructivas del anticomunismo continúen en su pretensión de usurpar a la ciudadanía el
lenguaje propicio para interpretar el mundo, interpretarse en él y participar en la
construcción de alternativas basadas en la democracia, la igualdad y la cooperación.
Desde esta perspectiva, hay que tener en cuenta la lección básica de la Revolución Rusa:
la abolición directa de la propiedad privada y del intercambio regulado por el mercado, en
ausencia de formas concretas de participación popular, facilita las relaciones de
servidumbre y dominación. Sin embargo, ¿quién puede decir que esta constatación
conlleve la condena en bloque de las aportaciones humanitarias del marxismo y el
comunismo?
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