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La legalización de la hoja de coca en Colombia.

Un acto de resistencia desde los Pueblos Indígenas1

David Curtidor Argüello2

Sinopsis
La hoja de Coca, planta sagrada para los Pueblos y Comunidades Indígenas en Colombia, además de
sus usos rituales, tiene usos alimenticios y medicinales que se quieren utilizar, por iniciativa de los
mismos Pueblos Indígenas, con fines comerciales. Sin embargo, las comunidades han tenido que
luchar por su derecho a la autonomía, con la institucionalidad y las grandes empresas, para
implementar dichos usos. Además, la lucha se da con los mitos que existen sobre la hoja de Coca en
relación con la cocaína. Ejemplo de esa lucha, la iniciativa de la etnia Nasa desde su empresa llamada
Coca Nasa.

Palabras clave: hoja de coca, indígenas, cosmovisión indígena, resistencia indígena, Coca Nasa.

Algo de historia para comenzar. El marco normativo favorable

Colombia expide en el año de 1991 una nueva Constitución Política (Cfr. Gallego, 2007, enero-
junio.), en un proceso de ruptura que se plantea la construcción de una sociedad democrática luego
de la exacerbación de la violencia contra cualquier opción política que amenazara al establecimiento
y sus poderes fácticos: terminando la década de los ochenta y empezando los noventa, tres candidatos
presidenciales fueron asesinados, incluido uno que, siendo parte de los partidos políticos
tradicionales, cuestionaba al narcotráfico como poder económico emergente y la alianza que la
institucionalidad tejía con éste; LUIS CARLOS GALÁN SARMIENTO, del oficialista Partido
Liberal, en agosto de 1989, posteriormente BERNARDO JARAMILLO OSSA, integrante de la
coalición de izquierda UNIÓN PATRIOTICA, sucesor del también asesinado candidato por su mismo
partido, JAIME PARDO LEAL y un mes después, el 23 de abril de 1990, CARLOS PIZARRO
LEONGÓMEZ, desmovilizado de la guerrilla del M-19, 45 días luego de haber entregado las armas.

1
Ponencia presentada en el marco del Congreso Plantas Sagradas en las Américas. Febrero de 2018, Ajijic,
Jalisco, México.
2
Fundador y Subgerente de la empresa Coca Nasa
La nueva Constitución trajo una ola democratizadora de la sociedad, pero insuficiente en la
construcción de escenarios que permitieran el debate político, lo que justificaba la continuación del
alzamiento armado que, a su vez, era excusa para la represión estatal violenta, legal e ilegal de las
demandas sociales y políticas de las mayorías empobrecidas. Más allá de lo cual, la Constitución de
1991 inaugura una fase novedosa del neoconstitucionalismo (Pozzolo, 1998) con la inclusión del
reconocimiento explícito de la diversidad étnica y cultural del país, lo que permitió visibilizar las
graves condiciones de vulnerabilidad y exclusión en las que se encontraban los Pueblos Indígenas.

Antes de continuar, debemos aclarar que, si bien comparamos algunos de los elementos de
los sistemas constitucionales colombiano y mexicano, los preceptos sustantivos que dieron vía libre
a la legalización de los alimentos de hoja de Coca en Colombia son más afines con los ordenamientos
legales que reconocen la pluralidad en lo cultural y étnico de Bolivia y Ecuador. Sin embargo,
podemos destacar tres aspectos del neoconstitucionalismo comunes en las cartas colombiana y
mexicana: i. El valor normativo de la constitución, esto significa que ella adquiere un efecto
vinculante de norma jurídica fundamental, con esto el ejercicio de ciertos derechos no exige una
habilitación legal, ii. El bloque de constitucionalidad, lo que implica la incorporación de los tratados
sobre derechos humanos a la normativa interna adquiriendo rango constitucional e irradiando el
sentido de los derechos consignados en la legislación del país, y iii. La garantía de eficacia que da la
jurisdicción constitucional, con la cual, el juez está obligado no sólo a hacer cumplir sus postulados
sino, también, a ejercer control de convencionalidad, lo que significa que, al resolver un caso, debe
acudir a los derechos y principios subyacentes plasmados en los tratados que protegen los derechos
humanos suscritos por el país.

Valga recordar que en nuestra América se han desarrollado instituciones jurídicas pioneras,
por ejemplo, en Colombia se instauró en la Constitución del Estado de Cundinamarca de 1811, la que
se reconoce como la primera acción pública de inconstitucionalidad, esto es, que cualquier ciudadano
podría reclamar por una infracción o usurpación de funciones de los tres poderes constituidos; en el
mismo sentido en México se expidió el Decreto constitucional para la libertad de la América
Mexicana de 22 de octubre de 1814 (Cfr. Constitución de Apatzingán, 1814), cuyo artículo 127
reconocía el derecho de cada ciudadano a presentar las oportunas reclamaciones contra las violaciones
de los derechos fundamentales reconocidos. En el mismo sentido el Artículo 8° de la Constitución de
Yucatán de 1841 permitía recurrir contra actos o normas de los poderes públicos (Zamudio, 1993).
Se resaltan esos aportes al constitucionalismo en tanto se desdeñan los debates y fenómenos
sociojurídicos que en nuestros países se generan, mismos que aportan al desarrollo de diversas
instituciones democráticas, ejemplo de ello, el fallo emitido por el Instituto Electoral de Michoacán
(Consejo General del Instituto Electoral de Michoacán, 2012). con el cual se reconocieron las formas
propias de gobierno de la Comunidad Indígena Purépecha de Cherán, acudiendo al control de
convencionalidad, en el caso concreto, aplicando los preceptos del Convenio 169 de la OIT (OIT,
2014). Se resalta la novedad de acudir a principios que favorecen el ejercicio de derechos, en este
caso, el de la Autonomía, en un país que aparentemente no tiene un régimen jurídico que
explícitamente reconozca y aplique, de manera amplia, los derechos de los Pueblos Indígenas.

El caso Cherán, municipio mexicano del estado de Michoacán, (Cfr. Exp. SUP-JDC-
167/2012. Consejo General del Instituto Electoral de Michoacán, 2012), es muy interesante para
contrastar con los desarrollos legales en Colombia, sobre los temas de la autodeterminación y el
gobierno en territorios donde hay presencia mayoritaria indígena, en oposición a lo ocurrido en
Colombia, donde a pesar de existir preceptos constitucionales altamente protectores de los derechos
de los pueblos indígenas, se ha omitido una reglamentación favorable o se han regulado algunos de
ellos de tal manera que resulta restrictiva su aplicación.

Pese a que Colombia es un país con fuertes rasgos racistas, hecho que se refleja en ciertas
normas (por ejemplo la ley 89 de 1890, cuyo título rezaba Por la cual se determina la manera como
deben ser gobernados los salvajes que vayan reduciéndose a la vida civilizada Cfr., Congreso de
Colombia, 18903), el texto constitucional de 1991 (Cfr. Corte Constitucional, et al., 2016) fue
aprobado con un sentido de inclusión sin precedentes, incorporando aspectos esenciales para la
permanencia de los pueblos indígenas, tales como, la inalienabilidad de sus tierras (art.63); el
reconocimiento de sus idiomas y el uso oficial de ellos (art.10); la creación de Entidades Territoriales
Indígenas (arts.329 y 330); resaltando, de entre todos, aquel que reconoce a la nación como pluriétnica
y multicultural (art.7), lo que revela el carisma incluyente de la norma.

Antes de la aprobación de la Constitución de 1991 (Cfr. Gallego, 2007, enero-junio), las


Autoridades Indígenas fungían como autoridades públicas a efectos de sanciones menores de
comportamientos de sus integrantes, siguiendo la ley 89 de 1890 (Congreso de Colombia, 1890). Pero
con la actual Constitución Política se amplían sus funciones (art.246) y se crea una jurisdicción

3
Declarada parcialmente inexequible por la Corte Constitucional en 1996 (Cfr. Corte Constitucional, 1996.
Sent. N° C-139/96).
especial indígena, esto es, se le otorgan facultades jurisdiccionales que, según la Corte Constitucional,
es una forma de aplicar el criterio de maximización de la autonomía y de la posibilidad de configurar
las normativas propias (Cfr. Corte Constitucional, 1996).

Posterior a la entrada en vigencia de la Constitución de 1991 (Cfr. Gallego, 2007, enero-


junio), Colombia reconoce el Convenio 169 de 1989 de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT, 2014), mediante la ley 21 de 1991 (Congreso de la República de Colombia, 2012). Este
convenio avanza en la promoción de diversos derechos pero lo más importante es el cariz obligatorio
que le da a la Consulta Previa (art.6), esto es, la búsqueda del consentimiento previo, libre e informado
de los Pueblos y Comunidades Indígenas cuando los gobiernos deban tomar medidas administrativas
o legislativas susceptibles de afectarlos.

Se reconoce la importancia de la facultad constitucional otorgada a las Autoridades Indígenas,


independientemente de que estén constituidos o no como entidades territoriales indígenas (ETIs), ya
que les asigna la función de elaborar los planes de vida o desarrollo para sus territorios, que es una
de las normas facultativas a la que acude una autoridad indígena del departamento del Cauca, para
dar viabilidad en ese sentido a la propuesta de comercializar alimentos de Coca, pese a la prohibición
que en ese momento existía en Colombia. Diversas normas han ido otorgando funciones
administrativas o políticas a las autoridades indígenas, en salud, por ejemplo, la ley 691 de 2001
establece que son autoridades del Sistema General de Salud, sistema del que hace parte el Instituto
Nacional para la Vigilancia de Medicamentos y Alimentos –INVIMA-, entidad encargada de la
expedición de registros sanitarios, luego la autoridad indígena, tendría la potestad de producir ciertas
normas, como los registros sanitarios y que los efectos de esa norma alcancen la totalidad del territorio
nacional.

La Coca víctima de persecución

El control del comercio de las sustancias psicoactivas y las plantas a partir de las cuales se producen
algunas de ellas, es una imposición imperialista, de hecho, la primera guerra por una de dichas
sustancias, la guerra del opio (1839-1842), tuvo lugar cuando China prohibió el comercio de opio
dentro de su país, por lo que Gran Bretaña, uno de los principales importadores de la sustancia a la
nación asiática, decidió atacar al ver perjudicados sus intereses económicos. Tras la agresión militar,
China se vio obligada a ceder a la llamada ‘libertad de comercio’ inglés.
En cuanto a la hoja de Coca, se tiene noticia de su prohibición y persecución desde el violento arribo
español. La posición bifronte de los recién llegados con respecto a la planta estaba determinada, de
un lado, por la iglesia, que decide anatemizar su uso por ser el talismán del Diablo, la pena por
desobediencia: la excomunión. Del otro, por la mirada comercial que llevó a los españoles a
apropiarse de los mercados de la hoja de Coca en los extensos dominios de influencia del Imperio
Inca, que llegaban al hoy territorio colombiano (Child, 1986). Así las cosas, desde el arribo del
elemento español hasta el presente, la Coca ha sido perseguida por varios motivos: religioso,
apropiación de mercados, discriminación y, en la actualidad, la lucha contra las drogas (Henman,
1981, págs. 14 -40).

Con el tiempo, se creó una permanente asociación entre la hoja de Coca y el clorhidrato de cocaína
que llega hasta nuestros días: aun en la esfera académica algunos investigadores (Cfr. Barrio Healey,
2012) concluyen que acullicar o mambear hojas de Coca equivale a consumir pequeñas dosis de
cocaína, desconociendo la veracidad de que la hoja NO contiene cocaína. Tal asociación tiene su
génesis en la persecución misma contra la hoja, posiblemente se vea reforzada en el hecho de que
tanto la hoja de Coca como el clorhidrato de cocaína hacen que el organismo produzca un metabolito
común: benzoilecgonina, sin embargo, el consumo de clorhidrato de cocaína produce, mayormente,
el éster metil benzoilecgonina, rastreable con pruebas de cromatografía de gases, análisis realizados
en la menor de las ocasiones en controles contra el dopaje por la mayor complejidad y costos que
supone.

La Corte Constitucional colombiana (1994a) se ha pronunciado sobre la distinción entre hoja de Coca
y clorhidrato de cocaína, en su Sentencia C-176 (CC. Sent. C-176/94), mediante la cual se hizo el
estudio de constitucionalidad a la ley de recepción de la Convención de Naciones Unidas contra el
tráfico de estupefacientes de 1988, lo que obligaba, al menos en el territorio colombiano, a hacer
dicha distinción.

Las normas prohibicionistas de las repúblicas americanas fueron muy eficaces, al decir del profesor
Alejandro Madrazo, (CIDE., 2018), la narrativa de superioridad racial permeó la persecución contra
la hoja de Coca en el entendido de que la misma contribuía a la degeneración de las poblaciones que
la consumían, narrativa que se encuentra en la raíz misma de las normas. Ejemplo de ello, la
Convención contra las drogas de Viena de 1961 (ONU, 1961), como se describe en Mama Coca
(Henman, 1981). El ideal de progreso y modernidad pasaba por el mejoramiento de la raza y de las
vetustas costumbres de las poblaciones aborígenes, esta descripción fue el episteme para
concepciones como el higienismo que promovió regulaciones en contra de plantas y sustancias usadas
culturalmente por los Pueblos Indígenas, especialmente, sobre la Coca.

En el capítulo de delitos contra la salud el Código Penal mexicano de 1871 (Cfr. Código Penal, 1931),
se incluía como tipo penal la venta de sustancias que la afectaran; en el mismo sentido, en el Código
Penal vigente para la Ciudad de México en 1931, se podía leer:

(…) Se consideran narcóticos a los estupefacientes, psicotrópicos y demás sustancias


o vegetales que determinen la Ley General de Salud, los convenios y tratados
internacionales de observancia obligatoria en México y los que señalen las demás
disposiciones legales aplicables en la materia. (Código Penal, 1931, art.163)

Así, se asumía que el uso de ciertas plantas o sustancias era curanderismo, consideración generalizada
en Latinoamérica, ya que, por el mismo tiempo, iguales conductas eran sancionadas en Brasil, lo que
creo las condiciones para el surgimiento de una lucrativa industria: el narcotráfico (Cfr. (Caiuby
Labate, B. y Rodriguez, T., 2012). En Perú y Bolivia, países andinos de fuerte tradición en el uso de
la hoja de Coca, también se persigue superar esa costumbre ancestral, sin embargo allí había un
amplio comercio de hoja de Coca desde mediados del siglo XIX hacia Alemania y Estados Unidos
de Norteamérica, para la producción de clorhidrato de cocaína, en el primer caso y la elaboración de
un agente saporífero en el segundo.

En las convenciones contra las drogas quedó plasmado el rechazo al acullico, mambeado o cualquiera
otro uso ancestral para la Coca, la prohibición está contenida en el artículo 49 de la Convención de
Viena contra las drogas de 1961: e) La masticación de hoja de coca quedará prohibida dentro de los
25 años siguientes a la entrada en vigor de la presente Convención conforme a lo dispuesto en el
inciso 1 del artículo 41. En la misma convención se previó, sin embargo, la protección del uso de la
planta con destino a una producción de una peligrosa bebida de masivo consumo en México: 1. Las
Partes podrán autorizar el uso de hojas de coca para la preparación de un agente saporífero que no
contenga ningún alcaloide y, en la medida necesaria para dicho uso, autorizar la producción,
importación, exportación, el comercio y la posesión de dichas hojas.

Las convenciones contra las drogas han muerto

La reforma constitucional mexicana de 2011 (Suprema Corte de Justicia de la Nación de México.,


2011), en particular, la que incorpora el llamado Bloque de Constitucionalidad, tiene consecuencias
importantes, tales como, la limitación o anulación de los efectos punitivos de los tratados contra las
drogas. En ese mismo sentido, podemos resaltar que naciones como Colombia han explicitado, en
jurisprudencia de las altas cortes, los límites a las sanciones por el uso de sustancias psicoactivas, esto
para evitar la vulneración de preceptos constitucionales referidos a los derechos fundamentales.

En la línea de la protección de los derechos humanos, los tratados de la llamada ‘guerra contra las
drogas’ incorporan la exigencia de respeto por los derechos humanos y los límites que impongan los
sistemas constitucionales de las partes signantes. También existe una barrera del derecho
internacional que lo hace y es la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (ONU, 1969),
que dispone la intangibilidad del Derecho Imperativo:

Es nulo todo tratado que, en el momento de su celebración, esté en oposición con


una norma imperativa de derecho internacional general. Para los efectos de la
presente Convención, una norma imperativa de derecho internacional general es una
norma aceptada y reconocida por la comunidad internacional de Estados en su
conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y que sólo puede ser
modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que tenga el
mismo carácter. (Sección segunda, art.53:17)

Este principio lo citamos para demostrar la supremacía del derecho imperativo, pero en las decisiones
tomadas por las cortes mexicana o colombiana, caso de la niña Grace Elizalde, pionero para la venta
de productos con cannabidiol (derivado de la marihuana), en México, o las de constitucionalidad
colombianas sobre la reforma para intentar a penalizar la llamada dosis personal, el fundamento al
que se ha acudido es el del derecho imperativo en cuanto la fijación de límites a la punitividad del
uso de las plantas o sustancias derivadas de ellas.

El Derecho Imperativo incorpora los principios que se consideran más relevantes del sistema
Internacional de los derechos humanos y, aunque no haya un catálogo taxativo de estos, se tiene por
consenso que hay algunos que son axiales: el del libre desarrollo de la personalidad, el de la
autonomía, entre otros, que deben considerarse en su dimensión colectiva e individual con el de la
identidad, estrechamente ligados al sentido de dignidad humana (determinante para el ius cogens;
argumento central en la sentencia de la Suprema Corte de México en el caso SMART (SCJN Caso
SMART 237, 2014), lo que los hace inescindibles. De otra parte, el principio de integralidad de los
derechos obliga a considerarlos como vinculados.
Sobre la dignidad humana en su relación con las limitaciones punitivas sobre el consumo de drogas,
la Corte Constitucional de Colombia (2008) expresó lo siguiente en relación con su significado:

(…) la dignidad humana representa el primer fundamento del Estado social de


derecho implica consecuencias jurídicas a favor de la persona, como también deberes
positivos y de abstención para el Estado a quien corresponde velar porque ella cuente
con condiciones inmateriales y materiales adecuadas para el desarrollo de su
proyecto de vida. Por condiciones inmateriales se entienden los requerimientos
éticos, morales, axiológicos, emocionales e inclusive espirituales que identifican a
cada persona y que siendo intangibles e inmanentes deben ser amparados por el
Estado, pues de otra manera la persona podría ser objeto de atentados contra su fuero
íntimo y su particular manera de concebir el mundo. (CC. Sent.C-336/08).

Atendiendo al mismo principio del caso SMART de México, la Corte Constitucional de Colombia
(1994b) invocó la protección de la persona desde el amparo del derecho al libre desarrollo de la
personalidad, esto es, siguiendo la propia autonomía individual; así, la Corte (1994b) planteó que era
inconstitucional Imponer al sujeto modelos deseables de vida o comportamiento, pues ello violenta
distintos principios básicos:

(…) La primera consecuencia que se deriva de la autonomía, consiste en que es la


propia persona (y no nadie por ella) quien debe darle sentido a su existencia y, en
armonía con él, un rumbo. Si a la persona se le reconoce esa autonomía, no puede
limitársela sino en la medida en que entra en conflicto con la autonomía ajena.
(…)
El considerar a la persona como autónoma tiene sus consecuencias inevitables e
inexorables, y la primera y más importante de todas consiste en que los asuntos que
sólo a la persona atañen, sólo por ella deben ser decididos. Decidir por ella es
arrebatarle brutalmente su condición ética, reducirla a la condición de objeto,
cosificarla, convertirla en medio para los fines que por fuera de ella se eligen.
(…)
Que las personas sean libres y autónomas para elegir su forma de vida mientras ésta
no interfiera con la autonomía de las otras, es parte vital del interés común en una
sociedad personalista, como la que ha pretendido configurar la Carta Política que
hoy nos rige.
Si el derecho al libre desarrollo de la personalidad tiene algún sentido dentro de
nuestro sistema, es preciso concluir que, por las razones anotadas, las normas que
hacen del consumo de droga un delito son claramente inconstitucionales. (CC.
Sent.C-221/94).

Aunque la Corte Constitucional no lo explicite, encontramos el espíritu de los convenios sobre


derechos humanos como referentes fundamentales aplicados. Sucede lo mismo en sinnúmero de casos
a nivel nacional e internacional, ejemplo de ello, la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (2009) en el caso Radilla Pacheco Vs México, en donde nos recuerda el tribunal que: ‘…
el Poder Judicial debe ejercer un “control de convencionalidad” ex officio entre las normas internas y
la Convención Americana…’ (CIDH. Caso Radilla Pacheco VS Estados Unidos de México: párr.
339). También ejemplifica la proyección de los convenios sobre derechos humanos la decisión
tomada por el Consejo General del Instituto Electoral de Michoacán (2012) en el Municipio Cherán,
en donde se referencia el Convenio 169 de la OIT (2014), el mismo que, en varias sentencias sobre
las relaciones inescindibles entre pueblos indígenas y usos de la hoja de Coca, es referenciado por las
altas cortes colombianas.

Se resalta el Artículo 5° del Convenio Al aplicar las disposiciones del presente Convenio:

a) deberán reconocerse y protegerse los valores y prácticas sociales, culturales,


religiosos y espirituales propios de dichos pueblos y deberá tomarse debidamente en
consideración la índole de los problemas que se les plantean tanto colectiva como
individualmente;
b) deberá respetarse la integridad de los valores, prácticas e instituciones de esos
pueblos (OIT, 2014, art.5:25)

En conclusión, las antinomias entre los convenios sobre drogas y el derecho internacional de los

derechos humanos (incorporado en las constituciones de México y Colombia) se han resuelto en

favor del segundo por los jueces, por dos motivos: i. El reconocimiento y firma de tratados sobre los

derechos que se incorporan en la legislación nacional por la vía del denominado Bloque de

Constitucionalidad y, ii. Los avances constitucionales que han puesto a la persona humana como el

fin y razón de ser de la organización social y política del Estado, lo contrario significaría un retroceso

que desdice de los compromisos internacionales de cada uno de estos países.

El Proyecto indígena Coca Nasa

La iniciativa de producir y comercializar alimentos de hoja de Coca en Colombia surge en 1997, en

cabeza de la indígena FABIOLA PIÑACUÉ ACHICUÉ, natural del Resguardo de Calderas en el

Cauca, en ese momento, estudiante universitaria en la ciudad de Bogotá decidida a recuperar el buen

nombre de la hoja de Coca y promover su industrialización, acudiendo al uso ancestral y cotidiano de

su comunidad en donde la misma es alimento y planta medicinal sagrada.


Las autoridades de su comunidad acogen la propuesta y acuden a los instrumentos legales con que

cuentan: incorporan en el Plan de Vida de la Asociación de Cabildos indígenas del municipio de Inzá

esa iniciativa productiva que, por otra parte, tiene el mérito de ejercer la defensa de su patrimonio

biológico y cultural representado en la hoja de Coca.

Exponiendo su propuesta, los promotores de la iniciativa tienen la posibilidad de hablar con Ernesto

Samper Pizano, Presidente de la República de ese entonces, y alcanzan un acuerdo para viabilizar su

proyecto. El Presidente ordena al Director del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos –

INVIMA la expedición de los registros sanitarios para los alimentos de hoja de Coca. No obstante,

contrario a lo indicado, el funcionario dilata el cumplimiento de la orden presidencial y opta por

consultar distintos organismos del propio gobierno e inclusive a la embajada de los Estados Unidos.

Teniendo en cuenta el marco normativo que señalamos anteriormente, se evidenciaba que no existían

limitaciones para viabilizar legalmente la iniciativa para los Indígenas. Ante la dilación, el Gobierno

le solicita a las autoridades indígenas que sean ellas las que expidan los registros sanitarios, lo cual,

por otra parte, reconoce la autonomía de los Pueblos Indígenas en la gestión de sus intereses,

conforme a lo establecido en la Constitución Política de 1991 (Corte Constitucional, et al., 2016).

La autoridad indígena expide los respectivos registros sanitarios y el permiso para el uso de la hoja

de Coca al Resguardo Indígena de Calderas, proyecto Coca Nasa, encabezado por FABIOLA

PIÑACUÉ. Estos documentos son discutidos con la dirección del INVIMA que emite conceptos

favorables, dando cumplimiento a la orden del Presidente.

En 2003 Coca Nasa produce para al mercado una bebida energizante que pronto se convierte en éxito

mediático. Al momento del registro de la marca ante la autoridad nacional respectiva, dos empresas

se oponen y se da inicio a una pelea legal que es ganada por Coca Nasa: Coca Sek (nombre que resulta
de la conjunción entre el nombre occidental de la planta y el vocablo sek, que significa ‘Sol’ en el

idioma Nasa Yuwe), una empresa de bebidas mundialmente conocida y un establecimiento educativo

cuyo acrónimo coincide con la palabra sek, opositores legales que, a la postre, terminan derrotados

en sus argumentos.

Un tiempo después de haber superado el impase ante la Superintendencia de Industria y Comercio –

SIC, el INVIMA expide una circular invalidando los registros sanitarios de la autoridad indígena bajo

el argumento de que solo tendrían validez en sus resguardos. La medida, abiertamente

inconstitucional e ilegal, hizo carrera en muchas secretarías de salud territoriales y la persecución a

los alimentos de hoja de Coca no se hizo esperar. Luego esa entidad consolida el intento de

prohibición expidiendo una circular pública, Alerta Sanitaria 01 de 2010, en la que indica que las

resoluciones expedidas por la autoridad indígena, carecen de validez fuera de sus territorios, como

consecuencia, declara ilegales los permisos y registros sanitarios que amparaban la venta de los

productos más allá de los territorios indígenas.

Pese a la declaratoria de ilegalidad que hizo el INVIMA, se consolidó en Colombia un mercado de

productos de hoja de Coca con control mayoritario de empresas que violan la normatividad sanitaria,

el control de estupefacientes y el de propiedad intelectual. Al respecto, la Corte Constitucional

(Sentencia T-477 de 2012, 2012) ordenó a las entidades correspondientes que protegieran el uso

comercial de la hoja de Coca, conforme se encuentra establecido en la normativa sobre protección de

conocimientos tradicionales y, en general, propiedad intelectual del patrimonio cultural y biológico.

En el año 2011, la fundadora del proyecto, la indígena Nasa, FABIOLA PIÑACUÉ ACHICUÉ,

presenta ante el Consejo de Estado, una demanda de nulidad contra una alerta sanitaria del INVIMA

de febrero del 2010, el alto tribunal falla en su favor y declara ilegal esa Alerta, (Acción de Nulidad

2011-00271-00, 2015) con lo cual está superada cualquier duda respecto del alcance territorial de las
normas expidas por la autoridad indígena. El fallo marca un hito importante por expresamente al

menos tres elementos: i. Que las autoridades indígenas son autoridades públicas del estado; ii. Que

tienen la capacidad de producir actos administrativos con efecto vinculante allende los territorios

indígenas y; iii. Que los actos administrativos producidos por las autoridades indígenas gozan, como

los demás, de presunción de legalidad y solamente pueden ser invalidados en la jurisdicción

contencioso administrativa, con los rituales procesales correspondientes y atendiendo a principios

superiores a la autonomía de los pueblos, que en realidad son pocos.

La importancia del proyecto de los indígenas Nasa no es cuantitativa, además de la trascendencia de

las decisiones judiciales que ha propiciado estos se reflejan en aspectos como:

1. El reconocimiento del potencial industrial de la hoja de Coca que, aprovechada por la propia

comunidad, evita fenómenos de intermediación en la producción o la consabida biopiratería

de que son objeto sus conocimientos.

2. Se recuperó efectivamente el buen nombre de la de Coca y se ha logrado el respeto por los

usos ancestrales e industriales que la planta tiene.

3. Creación de un mercado que oferta hoja de Coca desde los territorios indígenas en el

departamento del Cauca.

4. Apropiación de los plusvalores de la cadena productiva, en la medida en que el producto de

lo cosechado es industrializado y comercializado por ellos mismos.

La hoja de Coca hace parte de la identidad cultural de los pueblos indígenas y su propiedad está

protegida en distintas normas, algunas de ellas, tratados sobre protección de las culturas ancestrales

y los conocimientos asociados a ellas, que también han sido firmados por México, entre ellos, el

Convenio de Rio sobre protección de la biodiversidad (Cfr. ONU, 1992), el ya citado Convenio 169

(Cfr. OIT, 2014) y la Convención sobre la protección y promoción de Diversidad de las Expresiones
Culturales (Cfr. UNESCO 2005), todos instrumentos de derecho internacional signados por México

y Colombia.

La protección del conocimiento colectivo y de desarrollos industriales sobre la hoja de Coca se

encuentra en diversos instrumentos legales nacionales y tratados que protegen la diversidad biológica

y los conocimientos tradicionales asociados a ella, se hizo explícito sobre la coca en la Sentencia T-

477 de 2012 de la Corte Constitucional (2012), fallada en respuesta a la acción de tutela interpuesta

por la Organización Nacional Indígena de Colombia –ONIC, en ella la Corte Constitucional

reconoció los derechos de los pueblos indígenas con relación al usufructo de la hoja de Coca y la

obligatoriedad de ser consultados en cuanto se haga desarrollo industrial o comercial de la planta por

personas ajenas a las comunidades, en el mismo sentido la jurisprudencia de las cortes colombianas

ha recordado la relación inescindible entre las formas tradicionales de vida y la apropiación de flora

y fauna que han hecho las comunidades, advirtiendo que se precisa resguardar tales conocimientos

de apropiaciones indebidas en patentes, desarrollos industriales y marcas comerciales.

La utilización ancestral de la Coca no se limita al mascado o uso ritual que hacen los sabedores

ancestrales de las comunidades indígenas, se considera ancestral toda apropiación extendida

temporalmente por cualquier Comunidad Indígena Por lo tanto, cualquier uso, comercial o no, dado

por la población no-indígena, está contemplado en el artículo 14 de la Convención de las Naciones

Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas (ONU, 1988), que dicta

una sola excepción a la utilización de las plantas sujetas de control: aquellos lugares donde exista

evidencia histórica de uso.

En la actualidad el Gobierno Nacional pretende desconocer los fallos judiciales que protegen la

apropiación industrial de la Coca y permitir que se pueda disponer de esta planta con fines de

investigación y aplicación en la industria farmacéutica, siguiendo la misma ruta de regulación de la


marihuana para fines medicinales. Los resultados y avances de esa regulación son contrarios a

distintas normas pero, especialmente, a los acuerdos del proceso de Paz firmados con la

desmovilizada guerrilla de las FARC-EP, hoy partido político en la legalidad (Cfr. Oficina del Alto

Comisionado para la Paz, Colombia, 2016) que, por lo demás, se convirtieron en parámetro de

interpretación constitucional, atendiendo el principio pro homine, según fue acordado y ratificado por

sentencia de la Corte Constitucional (Sentencia C-332 de 2017).


Bibliografía

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