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Guía Derecho Civil

Derecho: es en el conjunto de normas que imponen deberes y reglamentos que confieren


facultades, que establecen las bases de convivencia social y cuyo fin es dotar a todos los
miembros de la sociedad de los mínimos de seguridad, certeza, igualdad y justicia.

Derecho Público: se define como el conjunto de normas, que mirando a un preponderante


interés colectivo, regulan la organización y actividad del Estado y demás entes públicos
menores, sus relaciones entre sí o con los particulares, actuando el Estado y dichos entes en
cuantos sujetos de poder soberano o público.

Derecho Civil: es el derecho privado sin las ramas, es decir, exceptuando todo aquel derecho
que tenga independencia y autonomía. Atiende todo aquella que esté destinado a defender
los intereses relativos de los particulares. Viene dado por todo el derecho Privado que no
llegue a constituir una rama especial de éste.

El Derecho civil es la madre y fuente de las demás ramas del Derecho privado, las cuales deben
recurrir a ella, para obtener los principios generales del Derecho y sus institutos
fundamentales. Podría afirmarse que el Derecho Civil representa la materia que ofrece las
bases que conforman la teoría general de diversas asignaturas del Derecho.

Se puede decir que es el Derecho Privado General que regula básicamente la persona, la
familia y las relaciones patrimoniales.

En el Derecho Romano, la expresión Derecho Civil denotaba el derecho que cada pueblo creó
para sí, el que es propio de cada ciudad. En la Edad Media, esta idea pasa por el fenómeno de
la recepción del Derecho Romano y la posterior identificación del Derecho Civil con el Derecho
Romano, pues el Derecho Civil va a ser el Derecho Común. Así el Derecho Civil= Derecho
Romano se convierte en un Derecho de los principios tradicionales del que van a derivar otras
ramas del Derecho como el Derecho Mercantil. En la Edad moderna, la idea de Derecho Civil
cambia al Derecho propio y exclusivo de cada Estado, a la par que el Derecho Civil se va a
identificar con el Derecho Privado, aunque desde la Edad Media el Derecho Mercantil se
desarrolló apartado del Derecho Civil. Se afirma que el Derecho Civil tiene su origen en Roma,
lo cual se evidencia de los textos que al referir la evolución o etapas de éste comienzan por el
primero.

Con el transcurso de los siglos, se logró una fusión que lo fortaleció. Ello se apreció claramente,
en la época de la codificación (que pretendió reunir en forma orgánica y sistemática una
materia determinada) siendo el Código líder, el Código de Napoleón de 1804, que inspiró el
sistema romano-continental o francés.

En cuanto al Código Civil Venezolano, cabe citar que nuestro primer Código Civil fue el 1862,
inspirado naturalmente en el referido Código Francés, así como en el de Andrés Bello para
Chile de 1855. Nuestro segundo Código Civil fue en 1867, inspirado en el Proyecto para España
de Florencio García Goyena. El tercer CC venezolano data de 1873 y se inspiró en el Código
italiano de 1865. A este le siguieron los Códigos Civiles de 1880, 1896, 1904, 1916, 1922,1942 y
el actual de 1982. La reforma de éste último se orientó fundamentalmente por la igualdad
entre hombre y mujer, así como la de la igualdad de la filiación entre otros. Nuestro Código
Civil está estructurado en tres libros. Un título preliminar (De las Leyes y sus efectos. El Libro I
relativo a “De las Personas”. El libro II trata “De los bienes, de la propiedad y de sus
modificaciones”. El Libro III titulado “De las maneras de adquirir y transmitir la propiedad y
demás derechos”

Ramas del Derecho Civil:

Ramas Extrapatrimoniales:

 Personas: que estudia tanto las condiciones de la personalidad jurídica como a las
personas consideradas en sí mismas (abstracción hecha de sus relaciones con las
demás)
 Familia: que estudia los estados familiares y las relaciones personales y patrimoniales
que derivan de los mismos.

Ramas Patrimoniales:

 Bienes y Derechos Reales


 Obligaciones, Contratos y Garantías:
 Sucesiones: que estudia el elemento de las relaciones personales y patrimoniales que
derivan de los mismos.

Fuentes del Derecho Civil:

La noción de fuente elude al origen de algo, en materia jurídica, se asocia a donde emana
formalmente el Derecho. Vicente Poppio define las fuentes del Derecho como las reglas o
cánones de que puede valerse el juez en el proceso para valorar la significación jurídica de las
conductas procesales que debe juzgar y fundar la fuerza de convicción que ha de tener la
resolución que dicte. En este sentido, se pueden distinguir dos fuentes, la fuente material que
se enfoca en responder las preguntas de quien hace el Derecho, se distingue como
antecedente remoto las fuerzas sociales que originan las normas y un sentido más restringido,
las autoridades competentes de las cuales emanan dichas reglas. El sentido formal del
término, es la forma, manera o medio en que nos llega el Derecho esto es a través de ley, de
jurisprudencia o la costumbre; si la legislación así lo prevé.

Se pueden distinguir las fuentes formales directas o fuentes formales indirectas. Son directas
las que pueden producir normas con absoluta independencia y por su propia potestad. Son
fuentes indirectas las que ayudan a la producción y compresión de la regla jurídica. En el
Derecho Civil Venezolano la Ley constituye la fuente formal directa.

La Ley es toda norma jurídica general y abstracta dictada por una autoridad competente, es un
precepto emanado del Estado en ejercicio formal de la potestad normativa. Cuando dicha ley
la dicta el órgano legislativo, siguiendo para ello el correspondiente proceso de elaboración de
leyes, se denomina ley formal. La ley formal que constituya un acto normativo general
también es una ley material, pero se diferencia por el órgano que la dicta y el proceso de
elaboración. Se considera ley formal aquellas dictadas por la Asamblea Nacional, mientras que
aquellos ordenamientos dictados por otros órganos facultados son leyes materiales, por
ejemplo, los decretos del Ejecutivo con rango de Ley, las ordenanzas municipales, las
decisiones de la Sala Constitucional del TSJ, etc.,

La norma se integra por tres factores fundamentales; a) un supuesto de hecho; b) una cópula,
expresada por la partícula debe ser, y c) una consecuencia jurídica. Es decir, en toda norma
jurídica encontramos un supuesto de hecho al cual se le atribuye una consecuencia jurídica.
Entres sus caracteres cabe citar generalidad, está llamada a regir muchos casos, aunque no
viene dada por la multiplicidad de sujetos sino por la tipicidad de un número indefinido de
conductas; abstracción, en dos sentidos porque se presenta como voluntad objetiva y en tanto
expresa algo que debe ser de cierto modo sin perjuicio de que ocurra o no en la realidad;
legitimidad, que puede ser entendida en sentido formal y material, en primer caso si fue
establecida por un poder competente de acuerdo al procedimiento establecido, y la segunda
que esté dirigida al logro del bien común; imperatividad, en el sentido de que la regla de
derecho no aconseja sino que ordena o impone, debe cumplirse al margen de los deseos, a los
que se acompaña la noción de autarquía, rige independientemente de la voluntad de los
sometidos a las normas; coercibilidad o posibilidad lógico jurídica de cumplimiento no
espontáneo de la norma, siendo la coacción el conjunto de formas y procedimientos que el
Derecho impone para el cumplimiento de las normas por él prescritas.

La CRBV en sus artículos 202 y 203 distinguen tres tipos de leyes, las ordinarias, que son
aquellas emanadas por la Asamblea Nacional; las orgánicas, que sirven para organizar los
poderes públicos o para desarrollar los derechos constitucionales; y las habitantes, aquellas
sancionadas por la Asamblea Nacional, a fin de establecer las directrices, propósitos y marco
de las materias que se delegan al Presidente(a) de la República.

Según el artículo 1° del CCV, la ley entrará en vigencia desde su publicación en gaceta o desde
la fecha posterior que ella misma indique; en ningún caso tendrá efecto retroactivo, salvo en el
expresado en el artículo 24 de la CRBV “Ninguna disposición legislativa tendrá efecto
retroactivo, excepto cuando impongan menor pena…”

El carácter obligatorio de la Ley viene dado en los artículos 2 y 7 del CCV y en el 218 de la
CRBV, en donde se expresan, a demás de que la vigencia de la ley sólo se pierde por la
derogación de la misma con otro ley o por abrogación, la ignorancia de la misma no impide o
excusa su incumplimiento.

Normas Imperativas y Dispositivas: El artículo 6 del CCV, establece dos tipos de normas las
Imperativas o taxativas y las dispositivas o permisivas. Las primeras son de carácter obligatorio
o de orden público, por lo que no rige la autonomía de la voluntad mientras que las segundas
entran en aplicación a falta de previsión de las partes, en aquellas materias de interés privado
o particular, rigen si las partes no han dispuesto otra cosa.

Las normas imperativas son de carácter absoluto, por ende erga omnes y de cumplimiento
obligatorio, las cuales no pueden ser renunciadas ni relajadas por convenios particulares,
debido a que están interesados el orden público y las buenas costumbres. Se deben acatar
independientemente de su voluntad, de manera que no es lícito derogarlas, ni absoluta ni
relativamente, pues hay un interés superior al particular, que es el interés de la colectividad. La
violación de leyes imperativas conlleva como sanción la nulidad de los actos ejecutados en
contra de lo establecido en dichas normas. Estas norman se caracterizan por los términos
gramaticales en que están redactadas, expresiones como “deberán”, “se tendrá que”, “ha de
hacerse” y cualesquiera otras. Ejemplos: Art 1481 CCV: “Entre marido y mujer no puede haber
venta de bienes”; Art 44: “El matrimonio no puede contraerse si no entre un solo hombre y
una sola mujer”; Art 365: “El tutor no puede, sin autorización judicial, tomar dinero a préstamo
en ningún caso ni darlo sin garantía…”

Las normas dispositivas quedan en manos de los particulares para regular sus relaciones
jurídicas sin más límite que el orden y las buenas costumbres, pueden ser relajadas, derogadas,
sustituidas por voluntad de los sujetos que actúan en dicha relación. Presentan en su
redacción la idea de supletoriedad o carácter subsidiario; las mismas entran en juego si los
particulares no disponen de otras cosas. Se subdividen en interpretativas y supletorias, las
interpretativas determinan el contenido de la voluntad de los particulares cuando éstos lo han
expresado dudoso o incompleto. Las normas supletorias son aquellas que rigen a los
particulares en aquellos supuestos no regulados por la voluntad de los mismos. Ejemplos: Art
1492 CCV: “La tradición debe hacerse en el lugar donde la cosa se encontraba en el acto de
venta, si no se ha estipulado otra cosa” Art 1528 “Cuando nada se ha establecido respecto a
esto, el comprador debe pagar en el lugar y en la época en que debe hacerse la tradición…” Art
137 “…La mujer casada podrá usar el apellido del marido…”

La doctrina supone la opinión escrita de los estudiosos del Derecho, no presenta carácter
vinculante, a diferencia de la Ley, por lo que constituye una fuente formal indirecta, juega un
papel fundamental porque el Juzgador en la sentencia podría apoyarse expresa o tácitamente
en la doctrina, lo que evidencia su importancia, la doctrina es un instrumento útil para
comprender y racionalizar el Derecho.

La Jurisprudencia como fuente del Derecho. Antes de la promulgación de la CRBV 1999, se


tenía entendida a la jurisprudencia como fuente indirecta por su carácter no vinculante, pero
al igual que la doctrina, con un valor fundamental para el Derecho. En el artículo 335 de la
Carta Magna se prevé el carácter vinculante de la interpretación constitucional que haga el
Máximo Tribunal en Sala Constitucional y que podría tener relevancia en el ámbito del
Derecho Civil. Otras leyes especiales también aluden al carácter vinculante de las decisiones de
cierta Sala del Tribunal Supremo de Justicia, lo cual no resulta consecuente con la
independencia del Juzgador en cualquiera de los niveles de la Jurisdicción. Así, cada vez que la
Sala Constitucional interprete la norma fundamental en sí misma, o cualquier disposición
subalterna con miras a adecuarla a ésta, no sólo está produciendo una sentencia, o fallo que
resuelve un caso concreto, sino también una norma jurídica de obligatorio cumplimiento,
destinada a quienes ejercen la función jurisdiccional, con la finalidad de garantizar el papel de
custodio de la Ley originaria que le ha sido encomendado y la uniformidad en la aplicación de
la misma.

Interpretación: es un proceso complejo en virtud del cual se trata de determinar el sentido y


alcance del Derecho, es el primer paso para su cumplimiento, la aplicación de este exige
interpretación que es el camino para la compresión jurídica, que consiste en el entendimiento
del significado y sentido del Derecho. Implica una actividad de valoración por parte del
intérprete a fin de precisar las consecuencias y efectos derivados a un supuesto o conflicto
particular.

La doctrina ha puesto en pugna la misión de la interpretación, al decidir si lo importante de la


misma es la teoría objetiva que se centra en esclarecer la voluntad de la ley o la teoría
subjetiva que tiene por fin esclarecer la voluntad del legislador. No está demás admitir que
ambas teorías deberían complementarse y que la discusión planteada entra en juego en caso
de contradicción, pues inclusive se utiliza como sinónimo la expresión voluntad de la ley y del
legislador.

Para esclarecer ambas voluntades, es necesario que se tomen en cuenta varios elementos, que
unidos pueden llevar a la dirección correcta. En primer lugar se encuentra el Gramatical, se
refiere a partir del significado de las palabras y de la conexión de estas entre sí; debe aclarece
conforme a las reglas del uso en materia de lenguaje, y a las reglas de la gramática. Debe
tenerse en cuenta también, el sentido técnico que puede habérsele dado a ciertas palabras en
otras partes de la misma ley o en otras leyes, especialmente si el legislador ha definido los
términos. El elemento lógico y teleológico contiene una doble connotación, primeramente el
lógico supone partir de las reglas de la lógica básica y por ejemplo rechazar toda interpretación
que conduzca al absurdo; por su parte el elemento teleológico implica tener en cuenta la
finalidad que se persigue con la institución en juego; el elemento histórico parte de indagar en
la voluntad del Legislador, en los debates parlamentarios o en el origen de la norma; el
elemento sistemático resalta que el Derecho es un sistema de normas y principios en
interconexión por lo que no cabe atarse a un sólo texto legal, sino conectarlo con otras normas
del sistema, especialmente a la Constitución; consiste en la conexión interna de la disposición,
el lugar donde se halla y su conexión con otras normas de la misma ley. A los anteriores se
adiciona el elemento sociológico según el cual se precisa interpretar la ley de conformidad con
el contexto social, científico, tecnológico, etc en que se presenta. En la interpretación no debe
exagerarse la importancia del elemento literal, porque se caería en un formalismo estéril; pero
tampoco debe exagerarse la importancia de los otros elementos porque puede caerse en la
incertidumbre e inseguridad jurídica.

Por sus resultados la interpretación puede ser declarativa o correctiva, en la primera se dice
que el Legislador encontró en las palabras de la ley los términos precisos de expresar su
voluntad. Mientras que en la interpretación correctiva se afirma que el texto de la Ley es
distinto a la voluntad de la misma; por lo que tiene lugar cuando la letra de la ley no se
corresponde con su espíritu. La correctiva puede subdividirse en a) Extensiva: sucede cuando
el texto de la ley se quedó corto con relación a su espíritu y el intérprete debe ir más allá de la
letra de la ley para lograr su verdadero sentido; b) Restrictiva, en esta acontece lo contrario, el
texto de la ley pecó por exceso indicando más de lo que su espíritu infiere, y el intérprete debe
limitar el alcance del texto y; c) Correctiva propiamente dicha, el texto de la ley dispone algo
distinto a su espíritu

La analogía tiene lugar ante la omisión del Legislador, quien no previó norma expresa que
resolviera determinada situación o supuesto de hecho; implica así la búsqueda de una norma
jurídica semejante o análoga al supuesto de hecho que se presenta a objeto de aplicarle al
caso en cuestión la misma consecuencia jurídica de la norma existente. La analogía implica
semejanza, similitud, parecido, paralelismo, etc. Aplica a un supuesto de hecho para el que no
se conoce una norma directamente aplicable pero que presenta semejanza con otros
supuestos de hecho si regulado. Constituye un mecanismo de integración jurídica que difiere
de la interpretación extensiva pues en ésta el asunto no se encuentra en la letra de la ley pero
sí en su espíritu. Contrariamente, la analogía encuentra aplicación porque la ley olvidó u omitió
enteramente regular el caso objeto de aquella. No acontece un olvido sino una expresión
inapropiada en extensión. La analogía, por el contrario opera, sobre casos que no pueden
resolverse por una disposición precisa. La analogía entra en juego, después de la
interpretación, incluso de la extensiva, la interpretación extensiva de una norma se aplica
cuando una situación no está expresamente como tal en letra o tenor literal, pero se halla
incluida virtualmente en el espíritu de la norma.

En caso de no encontrar ningún caso análogo, cabe acudir a los principios generales del
Derecho como forma subsidiaria de integración. Con base a lo indicado, se distingue de
analogía legis para referirse a la analogía propiamente dicha de la analogía iuris, conectada a la
aplicación de los principios generales del Derecho.

La persona se presenta como la noción más valiosa del Derecho, ella es la destinataria de las
normas jurídicas y en su favor se encuentran reconocidos, sobre todo frente al Estado, los
derechos, los bienes y las posiciones jurídicas fundamentales. En una acepción común el
término persona se asocia con ser humano, si bien es cierto que actualmente todo hombre es
persona, vale acotar que no sólo el ser humano es sujeto de derecho. Modernamente existen
otros entes distintos a éste que poseen personalidad jurídica, a saber, las personas jurídicas en
estricto sentido.

La palabra “persona”, tiene su origen en el teatro griego. Por ello se indica que se compone del
prefijo “per” que significa aumentar y del verbo “sonare” de sonar. La expresión se utilizó para
significar personaje y denotar el actor que representaba un papel protagonista. Ello
posteriormente se trasladó al ámbito jurídico pues la persona es la que representa un papel en
la escena del derecho; el papel de sujeto activo o pasivo en una relación jurídica.

La doctrina ha ofreció varias definiciones que en el fondo significan lo mismo: 1. Todo entre
susceptible de ser titular de deberes y derechos; 2. Todo ente susceptible de figurar como
sujeto pasivo o activo en una relación jurídica; 3. Todo ente susceptible de figurar como
término subjetivo en una relación jurídica o lo que es lo mismo todo ente susceptible de
figurar como sujeto en una relación jurídica.

Esta definición se logra explicar desde el punto de vista de la relación jurídica, que constituye
una relación regulada por la ley, una situación que el ordenamiento jurídico ha considerado
relevante y ha elevado a la categoría de relación de derecho. El Derecho regula cierto tipo de
situaciones que ha considerado trascendentes a los efectos de darle protección normativa y
constituir así una relación jurídica. El Derecho sólo reconoce como productora de efectos
jurídicos aquellas relaciones que tengan una verdadera utilidad para la vida social, aquellas
que en vista de sus fines económicos, sociales y de otra naturaleza las haga merecedora de
tutela jurídica. Y en consecuencia así lo reconoce una norma jurídica.
La relación jurídica supone tres elementos: sujeto, objeto y nexo jurídico o causa. El término
subjetivo de la relación viene dado por el sujeto de derecho o persona o mejor dicho, los
sujetos (activo y pasivo) que intervienen en calidad de elemento principal. Quien ejerce la
posición activa es titular del derecho y quien detenta la posición pasiva es titular del deber. El
objeto es el punto común que une a los sujetos porque constituye simultáneamente el
derecho del sujeto activo y el deber del sujeto pasivo Ese objeto podrá estar representado por
una cosa o la prestación debida de parte del sujeto titular del debo pero nunca por la persona
en sí misma. Finalmente el nexo jurídico o causa es la vinculación a nivel de derecho que
convierte la relación en trascendental para el sistema y vendría dada por las normas que
amparan tal hecho o acto jurídico, y que pueden materializarse en normas propiamente
dichas, negocios jurídicos, etc.

La noción de sujeto (activo y pasivo= titular de un derecho y un deber correlativo que a su vez
constituye el objeto común de una relación consagrada a nivel jurídico es lo que nos coloca en
el ámbito de la “relación jurídica”. Los conceptos de derecho subjetivo y de deber jurídico
encuentran igualmente relevancia porque están implícitos en la condición (activa o pasiva
respectivamente) de cada uno de los sujetos que intervienen en la situación de derecho y
constituyen el objeto de la misma.

La doctrina, sin embargo, no logra precisar en forma clara la naturaleza de la relación jurídica
que tiene lugar en el ámbito de los derechos reales, especialmente en el derecho de la
propiedad. Se ha indicado que las relaciones jurídicas que carecen de sujeto pasivo
individualizado son las que corresponden a los llamados derechos #absolutos” porque no se
ejercen contra una persona determinada, sino indeterminadamente contra quien quiera se
oponga a su ejercicio es decir, se ejerce “erga omnes”. Es lo que ocurre en el ámbito de los
derechos reales. En las relaciones jurídicas correspondientes a los derechos llamados
“absolutos” el sujeto pasivo es toda la sociedad.

Existen otros supuestos donde no se ve tan clara o definida la posición de sujeto activo o
pasivo, porque coexisten en cabeza de cada uno la dualidad de ser titular de derechos y
correlativamente de deberes. Nawiasky indica que en tal supuesto se habla de relaciones
jurídicas recíprocas a diferencia de las unilaterales en que uno solo está legitimado y el otro
sólo está obligado. Cierto sector de la doctrina ha indicado que en tales supuestos no estamos
en presencia de una relación jurídica sino de una “situación jurídica” porque ya no se
diferencia de forma tan clara un titular de un derecho y un titular de un deber sino que ambos
sujetos pueden ser eventuales portadores de cualquier posición (activa o pasiva). Podríamos
afirmar que la situación jurídica supone varias relaciones jurídicas. Cada persona jurídica se
encuentra vinculada por numerosas y varias relaciones jurídicas por las cuales es, no
solamente titular de facultades o derechos subjetivos, sino también sujeto de deberes
jurídicos. Para otros un cúmulo de relaciones jurídicas da lugar a una institución jurídica.

La persona se presenta así como el sujeto de la relación jurídica, bien sea el sujeto activo o
sujeto pasivo de la misma. Es la protagonista de las situaciones jurídicas, porque podría
concurrir sobre sí la posición eventual o potencial de doble titularidad de deberes y derechos.
La persona es el sujeto de la relación o la situación de derecho.
Existe una acepción de la noción “sujeto de derecho”, se ha considerado que es quien se
presenta como titular del derecho, es decir, quien ocupa la posición activa de la relación. Para
otros “sujeto de derecho” es quien tiene en el caso particular la titularidad del “derecho” o del
“deber” en concreto. Mientras que la persona sería la que potencialmente sería titular de
deberes y derechos.

Se debe hacer una diferencia entre “persona” y “personalidad”, ésta última se define como “la
aptitud, cualidad o idoneidad para ser titular de deberes y derechos”. Jurídicamente toda
persona tiene personalidad y correlativamente a su vez se tiene personalidad porque se es
persona. Se trata simplemente de una precisión conceptual en el plano jurídico en la que se
quiere diferenciar entre el “ente o sujeto” y la “aptitud o cualidad”, la primera corresponde a
la persona, la segunda a la personalidad. Los términos persona y personalidad se usan
frecuentemente en un mismo sentido. La segunda palabra designa una cualidad, la primera
quien posee esa cualidad.

Se hace igualmente una distinción entre personalidad y capacidad jurídica. Esta última se
define como la medida de la aptitud para ser titular de deberes y derechos. La personalidad
entendida como la aptitud para ser persona y la capacidad de goce como la medida de la
personalidad son nociones afines y paralelas, pero la última se asocia a la teoría general de la
capacidad. Se indica que toda persona tiene personalidad y en consecuencia capacidad jurídica
o de goce porque todo sujeto de derecho si bien está afectado por incapacidades especiales de
goce conserva siempre su capacidad jurídica general en tanto tenga personalidad. Toda
persona, ya sea concreta o abstracta, tiene capacidad jurídica o de goce por ser esta una
noción implícita a la personalidad.

Existe la persona natural y la persona jurídica en estricto sentido, la primera es el individuo de


la especie humana, la segunda viene dada por aquellos entes distintos al ser humano a los que
el ordenamiento jurídico les atribuye personalidad jurídica.

La persona natural es la persona por excelencia, es el ser en razón del cual existe el derecho. La
persona jurídica es un ente distinto al hombre que carece de corporeidad y que la ley le ha
otorgado la posibilidad de figurar y actuar en el mundo jurídico.

La ley tiene carácter declarativo respecto a la persona natural y carácter constitutivo respecto
a la persona jurídica en sentido estricto, es decir, el ordenamiento reconoce la condición de
persona del ser humano y crea la personalidad de entes distintos a éste. Esto tiene su razón de
ser en la propia naturaleza de cada una de ellas. El hombre es un prius respecto del Derecho,
es decir, antecede a éste pues es el ser humano quien en razón de su necesidad de prevenir y
regular los conflictos crea un sistema normativo.

Por su parte, la persona jurídica en estricto sentido si constituye una invención del Derecho; la
más audaz creación de la especulación jurídica. Tal creación tiene lugar porque el orden
jurídico en determinando momento consideró conveniente atribuir personalidad autónoma a
ciertos entes al margen de los seres que la integran. Así pues, el Derecho crea a la persona
incorporal y simplemente reconoce a la persona natural, porque resulta contrario al propio
sistema admitir el carácter constitutivo de la ley respecto de su propio creador, a saber, el ser
humano.
La atribución de personalidad a entes distintos al ser humano despliega una problemática
fascinante porque a pesar de que la ley pretende hacer una regulación en este sentido, la
aplicación práctica sobre el funcionamiento de los entes abstractos escapa a las propias
previsiones de su creador.

Las personas incorporales no tienen la misma capacidad jurídica que el ser humano, y ello se
deriva de la propia naturaleza de cada una de ellas Primeramente la capacidad de derecho de
las personas incorporales queda limitada al momento de su creación en función de su objeto o
finalidad, es lo que se conoce como el principio de la especialidad del fin. Por su parte, la
persona natural es plena desde el punto de vista de la capacidad de goce.

Toda persona sea natural o jurídica, es susceptible de adquirir derechos y obligaciones, siendo
el caso, que es considerada persona natural , aquella que tiene existencia física, y la persona
jurídica, es aquella que tiene abstracta, teniendo obligaciones restringidas a diferencia de la
persona natural.

Las personas jurídicas en estricto sentido se subdividen en personas de Derecho Público y


personas de Derecho Privado. Distinguir entre una y otra depende en principio de ciertos
elementos tales como el origen del ente (será público si proviene de un acto de voluntad del
Estado o privado si surge de los particulares), la finalidad que persigue la persona (será en
principio pública si persigue un interés colectivo y privada si persigue un interés particular=, la
forma de extinción (pública si depende de un acto del Estado o privada si depende de la
voluntad de sus miembros), el carácter compulsivo de las normas que regulen el ente, los
recursos que se vale el sujeto para hacer valer sus decisiones, el control que el Estado puede
ejercer sobre la entidad considerada, el régimen jurídico a que están sometidas dichas
entidades, etc.

Algunas de las personas de Derecho Público son: el Estado, las Entidades Políticas (estados y
municipios), La Iglesia Católica, las Universidades Autónomas y todos los seres de carácter
público, tales como los institutos autónomos. Por su parte los entes de carácter privado son
las asociaciones, corporaciones y fundaciones.

Las asociaciones, subdividas a su vez en asociaciones propiamente dichas y en sociedades,


estas últimas si bien coinciden en estar conformadas por un grupo de personas se diferencian
por el ánimo de lucro que impera en las sociedades y no está presente como fin principal de
las asociaciones. Por su parte la fundación suele definirse como la afectación de un patrimonio
destinado a un fin benéfico.

En cuanto a las Corporaciones identificando las mismas con los Colegios Profesionales, una
parte de la Doctrina ha considerado que constituyen personas jurídicas de Derecho Público.
Esto porque sus características apuntan a tal conclusión en función de su propia naturaleza; 1.
Son creadas por un acto de voluntad del Estado, a saber por una ley especial; 2. Predomina el
interés colectivo porque la colegiación obligatoria tiene lugar en aquellas carreras
especialmente importantes para la sociedad y por ello el Estado ejerce control sobre las
mismas; 3. El ingreso a tales asociaciones es obligatorio para ejercer la profesión; 4. No se
disuelven por la mera voluntad de sus integrantes; 5. El ente ejerce un poder coactivo sobre
sus miembros pues existe un Tribunal Disciplinario que puede incluso suspender el ejercicio de
la profesión.

La personalidad de los entes ideales puede verse limitada por el Legislador según indicamos,
porque es la ley la que en definitiva señala quienes son personas jurídicas en sentido estricto.
Los entes morales adquieren su personalidad jurídica al cumplir los requisitos que se indican
en el artículo 19 del CCV. La personalidad del ser humano comienza con el nacimiento vivo de
conformidad con el artículo 17 del CCV.

La persona jurídica en sentido estricto se traduce en la atribución de personalidad jurídica a


entes distintos al ser humano. Supone un ente creado y elevado al grado de sujeto en la esfera
del derecho. Los sujetos incorporales son abstracciones dotadas de personalidad jurídica, y por
ende, son titulares de deberes y derechos, aunque carezcan de corporeidad; el ordenamiento
prevé los mecanismos a través de los cuales desenvuelven jurídicamente.

La persona incorporal es una creación del ordenamiento jurídico, con el devenir del tiempo y
las necesidades sociales derivadas básicamente del derecho de asociación o la necesidad de
agruparse para obtener un fin común, que el Legislador creó una de las abstracciones más
complejas para el Jurista.

La explicación de la naturaleza de tales entes se ha discutido por la Doctrina, formulando así


tres teorías.

La teoría de la ficción, según la cual la única persona que por su naturaleza es tal es la persona
física. Tal teoría parte de la idea de que el único sujeto natural de derechos y obligaciones es el
hombre; las personas jurídicas no tienen apariencia real y visible, es más ideal su existencia y
descansa en un fin general que se le ha asignado; Savigny no tenía la menor duda de que la
persona jurídica era una creación artificial del Derecho, basada en una frivolidad política-
jurídica.

En el otro extremo, se ubica la teoría de la realidad, que sostiene que las personas son
realidades vivas, con personalidad propia y administradores que a su vez son órganos de las
mismas. Se le critica a esta teoría que el considerar realidades vivas a las personas jurídicas
implica una ficción más grave que la propia teoría de la ficción.

En un punto intermedio destaca la teoría de la realidad técnica, que señala que la persona
física es un ente natural, dotado de intelecto, de voluntad y de conciencia; la persona jurídica
es una esencia puramente ideal, es una creación del ordenamiento jurídico, sólo cuando la
colectividad de individuos es llevada a ente moral, adquiere la cualidad de nuevo sujeto de
derecho. Cuando se habla de un organismo social se usa una expresión meramente figurativa,
plástica e imaginaria. Porque la persona jurídica no tiene un cuerpo visible o tangible en el
espacio, no tiene una voluntad, no tiene órganos, ni aspecto material: es una entidad ideal,
incorpórea e invisible. Cierto que para su actividad necesita la colaboración de seres humanos
y esa voluntad es considerada la voluntad de la persona incorporal.

Las personas jurídicas se clasifican en fundaciones y asociaciones. La fundación es la afectación


permanente de un patrimonio a un fin de utilidad general con un objetivo especial y lícito. Se
considera esenciales de la función: la adscripción de un patrimonio a un fin, que éste sea de
interés general y la permanencia. Es característica formal de la fundación tener por finalidad
un objetivo de interés general o benéfico, desprovisto de interés personal.

Para Madruga Méndez, tres son los elementos del negocio fundacional: fin, patrimonio y
organización. La fundación requiere de la adecuación del medio al fin. El acto de dotación
implica que el fundador asigna determinados bienes al patrimonio de la fundación para
cumplir los fines, Así pues el negocio de tipo fundacional precisa de la voluntad de crear la
fundación; la asignación de un patrimonio y la determinación del fin. Este fin debe ser pues
determinado, permanente, lícito y de interés general.

En cuanto a la constitución de las fundaciones se debe tener presente el artículo 19 del CCV. Si
se trata de constituirla por acto entre vivos se requiere 1.Levantar un acta. 2. Elaborar los
respectivos estatutos 3.Protocolizar el acta constitutiva. El acta constitutiva expresará: el
nombre, domicilios, objeto y la forma en que será administrada y dirigida. Se protocolizará
igualmente, dentro del término de quince (15) días, cualquier cambio de Estatutos.

Respecto a la constitución de fundaciones por testamento el propio artículo 19 del CCV prevé:
“…Las fundaciones pueden establecerse también por testamento, caso en el cual se
considerarán con existencia jurídica desde el otorgamiento de este acto, siempre que después
de la apertura de la sucesión se cumpla con el requisito de la respectiva protocolización.

En cuanto a la dirección y administración de las fundaciones en razón de su importante función


social la ley consagra cierta intervención del Estado, por medio de los respectivos Jueces de
Primera Instancia. Se admite que las fundaciones puedan realizar actos lucrativos como medio
de alcanzar sus fines.

Respecto a la extinción de las fundaciones cabe observar, que las mismas se extinguen por
causas consagradas en su acta constitutiva o en sus estatutos, pero también se extinguen por
la imposibilidad sobrevenida de alcanzar su objetivo. La disolución por parte del Estado sólo
procede en caso de que el objeto se torne imposible o ilícito. La fundación debe subsistir
mientras subsistan los fines y sus medios, al margen de sus administradores u órganos
gestores. En cuanto al destino de los bienes operada la extinción habrá que atender a lo que
indiquen sus estatutos y a falta de éstos, de conformidad con la citada norma el Juzgador
podrá adjudicar los mismos a otra fundación.

Las asociaciones en sentido amplio son sujetos de derecho compuestos por agrupaciones de
personas naturales o jurídicas con un fin común. Se dividen a su vez en asociaciones en sentido
estricto y en sociedades. La asociación propiamente dicha es un vínculo voluntario, duradero y
organizado de personas, que ponen bienes y fuerzas en común para alcanzar un fin
extraeconómico. En la asociación, las personas persiguen un fin común de carácter
desinteresado. En cambio, en la sociedad civil y comercial, se persigue obtener utilidades, para
distribuir entre los socios. Las personas están ligadas por un interés personal de conseguir
ganancias y distribuirlas entre sí. Guía a los socios un interés económico. Precisando más esta
distinción, debemos agregar que una asociación puede obtener ganancias con su actividad y
con esas ganancias aumentar su patrimonio, pero el socio de la asociación no lucra con esa
ganancia, como lo hace el socio de la sociedad civil o sociedad comercial.
El contrato de sociedad civil se rige por las normas del CCV, y la constitución de la respectiva
persona incorporal por las reglas de constitución de los artículos 19 y ss.

En cuanto a la constitución de las personas jurídicas de tipo asociativo, la doctrina señala que
se requiere la celebración de un acto de negocio jurídico, mediante el cual dos o más personas
declaran su voluntad de constituir la persona jurídica. Algunos califican tal acto constitutivo
como un contrato de asociación. Otros por su parte indican que la sociedad nace por un
contrato mientras que la asociación nace mediante un acta constitutiva.

Los requisitos para la constitución de las asociaciones, son los mismos que en las fundaciones y
que están contenidos en artículo 19 del CCV. Ahora bien, en cuanto a las sociedades civiles
debemos tener en cuenta el artículo 1651 del CCV: “Las sociedades civiles adquieren
personalidad jurídica y tienen efectos contra terceros desde que se protocoliza el respectivo
contrato en la Oficina Subalterna de Registro Público de su domicilio”

Respecto a la dirección y administración de las personas jurídicas de tipo asociativo, cabe


observar que en relación con las asociaciones y sociedades rige, en principio, la autonomía de
la voluntad, por lo que deberá acudirse a lo que dispongan su acta constitutiva y estatutos.
Toda asociación requiere de dos órganos: la Asamblea (órgano supremo) y la Junta Directiva
(órgano ejecutivo).

En cuanto a la extinción de las personas de tipo asociativo, debemos considerar que se pueden
disolver por la aplicación del principio de la autonomía de la voluntad según lo dispuesto en
sus estatutos, también por decisión de sus miembros o por desaparición de sustrato personal,
por las causas previstas en la ley así como por imposibilidad de alcanzar su objetivo o por
haberlo alcanzado. En cuanto a la suerte de los bienes debe atenderse a lo dispuesto en la ley
así como en el acta constitutiva o en los estatutos. A falta de disposición en el acta y en los
estatutos, los miembros de la persona podrán decidir el destino de esos bienes.

Comienzo de la persona humana

Uno de los aspectos fundamentales del Derecho de la Persona lo marca la discusión relativa al
momento en que comienza la subjetividad jurídica del ser humano. Al efecto se han reseñado
diversas teorías.

La teoría de la Concepción, sostiene que la personalidad humana comienza con la concepción,


esto es, con la fusión de las células sexuales masculinas y femeninas que origina un nuevo ser.
Se argumenta en su apoyo que la ley protege al concebido, pero a ello se le crítica que la
protección al concebido no supone la adopción de la teoría de la concepción. Consagrar la
protección de la vida desde la concepción pero atribuir la condición de persona con el
nacimiento no constituye en modo alguno la adopción de una pretendida teoría de la
concepción; su consagración precisaría que acreditado el hecho de la concepción al margen del
nacimiento con vida se tuviere personalidad.

La teoría del nacimiento se apoya en la idea, que la subjetividad humana comienza al nacer,
esto es, el nacimiento es el hecho que determina la personalidad. Pero amén del nacimiento
las distintas legislaciones han exigido otros requisitos adicionales para la adquisición de
personalidad, lo que origina a su vez las distintas vertientes o modalidades que puede asumir
la presente teoría.

La vitalidad sostiene que sólo se exige la vida, esto es, para ser persona natural se debe nacer
con vida. Se adquiere la condición de persona aunque se haya vivido un instante siquiera. La
presente teoría es la adoptada actualmente por la legislación venezolana, según se evidencia
del artículo 17 del CCV que prevé “El feto se tendrá como nacido cuando se trate de su bien; y
para que sea reputado como persona, basta que haya nacido vivo.

En caso de duda referente al nacimiento con vida, tiene lugar la comprobación médica que se
traduce generalmente en que se haya alcanzado a respirar. Por ello la doctrina afirma que para
determinar si la criatura ha vivido, se investiga si ha penetrado aire en sus pulmones. Para
esto, se realiza la docimasia, que está dirigida a la realización de pruebas a fin de comprobar
signos de vida manifestados en la función respiratoria, digestiva y circulatoria. Efectivamente,
la determinación de la condición de persona será vital a nivel civil en el ámbito Sucesoral, así
como en materia penal a los fines de la distinción entre aborto y homicidio. La prueba del
nacimiento con vida es la respectiva partida o acta de nacimiento que precisa previamente del
certificado de nacimiento.

Existe otra vertiente denominada la viabilidad que no se conforma con el nacimiento con vida
sino que precisa ser viable, esto es, apto para la vida, que el ser tenga condiciones para vivir
fuera del claustro materno. De tal suerte, que si el ser cuenta con afecciones orgánicas o físicas
que permitan pronosticar que morirá no es viable. La presente teoría presenta dos grande
inconvenientes: sería muy difícil y controversial precisar en la generalidad de los casos un
pronóstico de vida y segundo, jurídicamente en nuestro sistema vigente su adopción iría en
contra de la dignidad del ser humano, porque llevaría al absurdo de un ser con vida por tiempo
indefinido que no tendría la condición de sujeto de derecho.

La teoría de la figura humana pretende exigir la “figura o forma” humana para la concesión de
personalidad jurídica al ser humano. El primer inconveniente resulta de la dificultad de
precisar que se entiende por figura humana y segundo, constituye una franca violación a la
dignidad del ser humano.

La única teoría del nacimiento consecuente con la dignidad de la persona humana, es la


vitalidad. La subjetividad jurídica humana ha de ser paralela al nacimiento con vida, la
exigencia de requisitos adicionales que suponen la posibilidad de vida humana posterior al
nacimiento sin personalidad jurídica contrarían los principios según los cuales todo ser
humano es persona y todo ser humano tiene dignidad.

Por último se encuentra la teoría eclética que surge de la combinación de alguna de las teorías
ya referidas. Algunos pretenden combinar las teorías de la concepción y del nacimiento, lo cual
es irreconciliable porque la protección al concebido no desvirtúa la adopción de la teoría del
nacimiento (vitalidad en el caso vigente), y por ende ello no constituye una tercera teoría.

El nasciturus es el por nacer, tanto el que ya está concebido (conceptus) como el que habrá de
ser concebido (concepturus). La doctrina civil ha distinguido así entre conceptus y
concepturus, para referirse al concebido y al por concebir, respectivamente. Entre uno y otro
media una diferencia sustancial, toda vez que uno ya es un ser con vida y el otro una mera
expectativa.

La expresión “persona por nacer o persona por concebir” no es acertada, porque en nuestro
ordenamiento vigente sólo el nacimiento con vida otorga la condición de persona. La
protección al nasciturus data del derecho romano y se extendió posteriormente a las
codificaciones iberoamericanas. El Derecho venezolano vigente toma en cuenta tanto al
conceptus como al concepturus.

El conceptus es el ser concebido, esto es, en quien ya ha operado el fenómeno de la


concepción o fecundación. Nuestra legislación, no obstante consagra la teoría de la vitalidad,
se apresura a proteger al concebido, en homenaje a una existencia natural. Así pues se protege
al feto en homenaje a una incipiente vida y una personalidad futura.

La existencia real comienza antes de nacer, la existencia legal comienza al nacer con vida. El
concebido tiene una existencia que si bien no goza de todos los atributos de la personalidad
merece una consideración especial. Su protección se deriva del derecho natural. Tal protección
se aprecia en nuestro ordenamiento jurídico. Ello se refleja en el artículo 76 de la CRBV que
alude a la protección a partir del momento de la concepción con ocasión de la maternidad.

La protección del concebido a nivel general, se aprecia desde la perspectiva laboral, penal y
civil. En el ámbito laboral se protege a la mujer embarazada e inclusive al padre del concebido;
en materia penal al sancionar el aborto y las lesiones que lo provoquen, y desde la perspectiva
civil se aprecia su consideración siempre a tenor del artículo 17 de CCV “se trate de su bien”, lo
que tiene lugar precisamente en situaciones como la adquisición gratuita de derechos
patrimoniales ya sea por vía de herencia, legado, donación, constitución de hogar así como el
reconocimiento de la filiación extramatrimonial. Sin embargo el feto no puede quedar
obligado cuando le sea desfavorable por lo que podrá obligarse cuando le favorezca.

En el instante de la concepción, simultáneamente, comienzan ciertos efectos relativos a la


protección jurídica del concebido. De allí que desde el punto de vista del Derecho será
fundamental la determinación del período en que pudo tener lugar la concepción.

El artículo 213 del CCV dispone “Se presume, salvo prueba en contrario, que la concepción
tuvo lugar en los primeros ciento veintiún (121) días de los trescientos (300) que preceden al
día del nacimiento”

Dicha norma consagra la forma de cálculo de la concepción a través de una presunción iuris
tantum, esto es, que admite prueba en contrario. Las presunciones pretenden llegar a un
hecho desconocido partiendo de un hecho conocido, en este caso el hecho conocido es el
nacimiento y a partir de este nos acercamos al hecho desconocido que es la concepción.

El concepturus o por concebir es solo una mera expectativa. Sin embargo, el Derecho lo toma
en consideración en algunos casos excepcionales, básicamente en atención a la voluntad
actual de una persona. Puede disponerse de un bien a su favor, obviamente si se concreta su
personalidad en un futuro. El CCV considera al ser que habrá de ser concebido específicamente
en materia de donación, testamento y constitución de hogar.
Reproducción Asistida

Se admite a nivel científico que ciertamente la vida del ser humano comienza en el instante de
la concepción, porque la formación primaria y elemental del hombre parte precisamente de
ese momento y prosigue con la división celular para luego medicamente diferencia entre
preembrión, embrión y feto. Sin embargo, jurídicamente el concebido abarca desde la
concepción hasta el nacimiento.

La fecundación in vitro plante la situación de los embriones sobrantes, pues lo no utilizados


por los progenitores originan una población creciente de embriones cautivos. La destrucción
del embrión o la criopreservación que conlleva su pérdida suponen atentados contra la vida
del concebido. De allí que se sostenga que la asistencia científica de la concepción debería
garantizar el desarrollo de todos los óvulos fecundados.

La concepción, sea ésta, “in vivo o in vitro” marca indefectiblemente el inicio de la existencia.
Negar la tutela jurídica al preembrión no se corresponde con la realidad biológica sino a una
solución transaccional para habilitar la experimentación genética, pues es bien sabido que la
vida comienza con la concepción; el orden legal protege al concebido al margen de las etapas
médicas de su formación. Debe reconocerse que la vida al margen de la personalidad
comienza con la concepción y por ende ha de rechazarse la destrucción del concebido aunque
o haya operado la implantación.

La Muerte desde el punto de vista jurídico la muerte es la pérdida de personalidad del ser
humano. Constituye para el Derecho, un hecho jurídico porque la misma es un hecho natural
del cual se desprenden importantes efectos jurídicos. Con la muerte desaparece la persona en
cuanto a tal, con sus atributos y cualidades, cesando de ser centro de poder y de
responsabilidad, se extinguen los derechos y relaciones personalísimos o vitalicios que le
competían; y se abre la sucesión en los restantes, transformándose el patrimonio en herencia
y el cuerpo en cadáver.

En nuestro ordenamiento no existe actualmente norma en este sentido, pero es innecesaria,


pues es obvio que la muerte extingue la subjetividad del ser humano, es una circunstancia que
se desprende de la lógica, de la naturaleza y del Derecho.

Para precisar en que momento se pierde la vida humana se debe acudir a la noción médica de
muerte. La muerte es la cesación de la vida en forma irreversible. Se distingue sin embargo,
entre muerte clínica y muerte cerebral, criterio que adopta Venezuela con la Ley Sobre
Trasplantes de Órganos. La muerte clínica constituye la cesación definitiva o irreversible de las
funciones vitales (respiratoria y cardiaca) en tanto que la muerte cerebral se presenta como la
cesación de manera irreversible. Esta última tiene lugar cuando el daño al cerebro es
irreversible y tan extenso que el órgano ya no dispone de capacidad de recuperación.

Ley sobre Trasplantes de Órganos establece que “Hay muerte clínica cuando se produce la
ausencia de todos los signos vitales o, lo que es lo mismo, la ausencia total de vida.
Inmediatamente la ley se refiere a la muerte cerebral y la forma en que se determina, aun
cuando no la define. “Para los efectos de esta Ley, a muerte cerebral podrá ser establecida en
alguna de las siguientes formas:
1) La presencia del conjunto de los siguientes signos clínicos:
a. Falta de respuesta muscular y ausencia de reflejos a estímulos ecternos;
b. Cesación de respiración espontánea comprobada, previa oxigenación por diez
(10) minutos;
c. Pupilas fijas, midriasis y ausencia de reflejo corneal.
2) La cesación de la actividad eléctrica del cerebro, podrá ser determinada por:
a. Absoluta cesación de la actividad del cerebro, comprobada eléctricamente y
aun bajo estímulo mediante encefalograma isoeléctrico durante treinta (30)
minutos.
b. Ausencia de respuesta oculovesticular
3) No habrá muerte cerebral cuando en el ser humano se evidencian cualquiera de las
siguientes condiciones:
a. Alteraciones tóxicas y metabólicas reversibles
b. Hipotermia Inducida

Legalmente habrá muerte cerebral, cuando así conste de declaración suscrita por tres o más
médicos que no formen parte del equipo de trasplante.

Efectos de la muerte

Se extingue la personalidad del sujeto: Se deriva de la propia definición jurídica de la muerte,


que la misma tiene como efeco fundamental la “extinción o pérdida” de la personalidad
jurídica del ser humano. En efecto, la subjetividad humana, culmina con la muerte, aunque
siga proyectando o desplegando algunos efectos derivados de la “personalidad pretérita”
entre los que tradicionalmente se citan 1. Puede reconocerse a un hijo muerto, 2. Puede
declararse la quiebra de un comerciante dentro del año siguiente a su muerte; 3. El
comerciante fallido puede ser rehabilitado después de su muerte. 4.Puede solicitarse la
revisión de sentencias penales aun después de la muerte del reo en los casos que establece la
ley.

Se abre la sucesión del difunto y tienen aplicación las disposiciones de última voluntad: Prevé
el artículo 993 del CCV: “La sucesión se abre en el momento de la muerte y en el lugar del
último domicilio del de cujus” A la muerte del sujeto las relaciones de contenido patrionioal no
se extingue sino se transmiten por vía del mecanismo de la sucesión hereditaria. La sucesión
mortis causa encuentra su fundamento en la necesidad de perpetuar el patrimonio más allá de
la muerte. Si bien la muerte extingue la personalidad o subjetividad jurídica del ser humano,
contrariamente su patrimonio no se pierde con la persona sino que es trasmitido a sus
sucesores.

Una vez que acontece la muerte, también entran en aplicación las disposiciones de última
voluntad del difunto, esto es aquellas realizadas por el sujeto en vida para cuando aconteciera
su muerte. La voluntad del difunto priva sobre la de cualquiera de sus familiares,
especialmente cuando se trata de derechos personalísmos.

Se extinguen en principio las relaciones Extrapatrimoniales: Con la muerte culminan los


derechos y obligaciones de carácter personalísimos y las relaciones familiares; cuando se trata
de relaciones de carácter personal, el fallecimiento de la persona determina la extinción de la
respectiva situación de que se trate. En las acciones patrimoniales, si el proceso judicial está en
curso la muerte de la parte no acarrea la extinción del proceso sino que operará la sucesión
procesal en los herederos del difunto. Acciones personales como las filiatorias pueden ser
ejercidas o continuar en las personas de los herederos del de cujus en razón de las importantes
consecuencias sucesorales en juego, y al efecto la ley consagra un lapso perentorio para el
ejercicio de las mismas. La muerte igualmente extingue la acción o proceso penal. El fin de la
personalidad jurídica humana se proyecta en la extinción de las relaciones y acciones que
dependían exclusivamente de su esencia y no de su patrimonio.

Tiene lugar la protección de la personalidad pretérita: No obstante la muerte, el ordenamiento


protege la personalidad pretérita en lo atinente a su reputación y otros derechos de la
personalidad y también se extiende a la esfera material, pues el derecho otorga protección al
único residuo corporal de quien fuera persona, a saber, el cadáver.

Se alude así a la protección de la memoria del difunto y también a la protección del cadáver,
especialmente en materia penal y que se proyecta en el ámbito civil en nuestra opinión a otros
derechos personalísimos que aunque extintos, se ven reflejados en la protección directa de los
derechos de sus familiares, quien podrían verse directamente afectados bajo el presunto
alegato de la extinción de su pariente.

Otros: Muchos son los supuestos en que el Derecho toma en consideración la muerte a fin de
atribuirle efectos jurídicos, entre los que se puede citar caso el contrato de seguro de vida,
donación, sociedad, mandato, comodato, gestión de negocios, depósito, vencimiento de
plazos, entre otras; Existirán relaciones o situaciones jurídicas que pueden verse afectadas con
el hecho fundamental de la muerte. Habrá que atender a las previsiones legales al respecto y a
la naturaleza del derecho que se trate.

Sistemas en caso de muerte simultánea: El orden de los fallecimientos de varias personas


podría ser determinante en la atribución o distribución de los derechos que dependían del
tiempo de su muerte. Se pregunta entonces el Derecho qué hacer ante tales casos en que
varias muertes parecen ocurrir al unísono o en forma simultánea. Algunas legislaciones
inspiradas en el Derecho Romano consagraron el sistema de la Premoriencia, según el cual
sobrevivía el más fuerte, tomando en consideración ciertos criterios como edad o sexo, la
incertidumbre y falta de objetividad impulsó que varias legislaciones, incluida la venezolana, se
adecuaran al sistema de la conmoriencia, que consiste en una presunción de muerte
simultánea, consagrada en el artículo 994 del CCV que prevé “Si se hubiere duda sobre cuál de
dos o más individuos llamados recíprocamente a sucederse, haya muerto primero que el otro,
el que sostenga la anterioridad de la muerte del uno o del otro deberá probarla. A falta de
prueba se presumen todos muertos al mismo tiempo y no hay transmisión de derechos del
uno al otro”

Aunque algunos doctrinarios no concuerden con que es una presunción, nos adherimos a la
tesis que considera que se trata efectivamente de una verdadera presunción iuris tantum de
conmoriencia, que pretende llegar a un hecho desconocido partiendo de un hecho conocido;
el hecho conocido la muerte, y el hecho desconocido la simultaneidad en la misma a falta de
prueba en lo contrario.
Quien alegue lo contrario, deberá probarlo puesto que de no probarse la prioridad en la
muerte, no habrá transmisión de derechos, de conformidad con el artículo 994 del CCB. La
prueba del tiempo de la muerte es fundamental a los fines de desvirtuar la conmoriencia. Para
probarse el orden de los fallecimientos además de las respectivas partidas de defunción que
indican la hora del deceso, podría acudirse de ser necesario a experticias médicas forenses.

La prueba por excelencia de la muerte es la correspondiente acta de defunción, la cual precisa


el instrumento previo del certificado médico de defunción. Fundamental a los fines del destino
del cadáver en cumplimiento de las normas correspondientes.

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