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QUINTA PARTE

ENJAEZAMIENTO Y EMBOCADURAS

Todo artista debe conocer su herramienta y saberla emplear


correctamente y a propósito. Lo mismo que cualquiera que se
dedica a un arte plástico debe poder apreciar exactamente la
materia de que dispone para trabajar con la herramienta que
conviene.
Naturalmente, debe conocer también esta herramienta. El
jinete, demasiado frecuente, sólo toma de estos elementos un
conocimiento superficial y cae en el atolladero cuando está obli-
gado a desenvolverse con el enjaezamiento y las embocaduras.
Entonces tantea y trata de compensar con toda clase de prue-
bas los conocimientos que le faltan.
Antiguamente se admitía “a priori” y como una cosa natu-
ral que el jinete tuviera conocimientos de este tema. Hoy, que
la caballería es dominio del movimiento, esta inexperiencia ha
tomado proporciones alarmantes. Y, sin embargo, estos conoci-
mientos son una condición previa muy importante para poder
hacer un trajo concienzudo.
La descripción de las “herramientas” a la disposición del jinete
sólo pueden ser aquí bosquejadas y tiene por objetivo principal
incitarlo a estar junto al deporte hípico la atención necesaria,
tales como los cuidados de los caballos, el enjaezamiento y la
embocadura.

EL ENJAEZAMIENTO

La silla
La guarnicionería ha evolucionado en Europa en todas las
formas posibles, desde la funda en piel, pasando por las sillas
de alta curvatura del tiempo de la caballería, hasta el material
ALOIS PODHAJSKY

de hoy. El espíritu inventivo de los hombres y las necesidades


particulares de cada época han dejado a la silla su distinción
particular. Así es como la silla de armas, que sirvió por última
vez en el transcurso de la segunda guerra mundial tenía un
pomo y un borrén realzados para poder estibar el empaque (la
bolsa de cuero por delante y el capote por detrás). Esta silla
encuentra todavía su empleo en los primeros años de la pos-
guerra, cuando se desarrollaría el interés llevado al deporte hí-
pico y que los medios pecuniarios estaban limitados; pero hoy
esta silla casi ha desaparecido completamente. Es la silla inglesa
–llamada también silla rasa– la más utilizada. En el curso de las
últimas décadas se le ha dado diferentes formas adaptadas al
deporte. Para el Salto se utiliza hoy una silla en la cual los cos-
tados son más prolongados hacia delante, pues de resultas de
los estribos más cortos, las rodillas del jinete vienen más cerca
de las espaldas del caballo. Para la equitación de escuela o de
adiestramiento se le da preferencia al tipo antiguo, en el cual
los costados sólo vienen hacia delante en la medida necesaria
al jinete para tomar cómodamente, sobre la silla, la posición
que se le ha enseñado. En vista de fijar mejor las rodillas, lo
que es indispensable para la presión de las ayudas dadas por las
piernas, los costados son limitados hacia delante por las rodi-
lleras o bien el relleno es consumado para que las rodillas estén
correctamente colocadas. Por otra parte, es importante que la
silla esté convenientemente almohadillada para que el punto
más bajo del asiento se encuentre en el tercio delantero, si no el
asiento del jinete resbala hacia atrás, sus muslos vienen enton-
ces demasiado delante y toma casi inevitablemente la posición
colgada. Si la silla está demasiado almohadillada por detrás y
si el punto más bajo está demasiado delante, provocará la po-
sición sobre la entrepierna. En fin, el costado debe descender
suficientemente para no enganchar la caña de la bota si el jinete
tiene las piernas largas.
Pero no es solamente desde el punto de vista de la posición
del jinete como se debe examinar una silla; hay que estar segu-
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

ro, ante todo, de que la silla se adapte bien al lomo del caballo,
si no puede incomodar al jinete en la búsqueda de su equilibrio
e irritar al animal, como un traje demasiado estrecho o mal
ajustado incomoda al hombre. Hay que vigilar especialmente
que la silla no toque la cruz, so pena de causarle dolor de des-
pellejarlo y de causar heridas muy penosas de curar. Cuando la
cincha está apretada debe quedar un espacio libre de la longi-
tud de los dos dedos entre la cruz y la arcada de delante.
La silla debe estar asentada de forma que el jinete, una vez
sentado correctamente, no perturbe el equilibrio de su caballo.
La silla debe reposar en el centro del lomo y la cincha estar
aplicada sobre los verdaderos costados. En general, los caballos
son ensillados demasiado delante, o bien la silla resbala hacia
delante en el transcurso del movimiento de ahí la necesidad
de ensillar frecuentemente, como ya ha sido indicado en el
capítulo del adiestramiento.

Cincha
La cincha –muy a menudo doble– nunca debe aplicarse so-
bre las costillas falsas, lo que, en el momento de la sujeción,
podría provocar dificultades de respiración, hasta el ahogo del
caballo. Las cinchas están confeccionadas con tejido de lino o
de cuero. Las de lino, o mejor aún en cordoncillo, son preferi-
bles, para impedir que la silla se resbale hacia delante.
Para impedir este deslizamiento en el tiempo del trabajo a
la cuerda cuando las riendas del cabezón (riendas fijas) están
fijadas a la cincha o a las anillas pequeñas del pomo, se hace
pasar sobre la silla una sobrecincha. Se compone de una cincha
doble en cáñamo del ancho de una mano y media, provista de
dos argollas y contrafuertes; la sobrecincha está provista de
tres pequeñas anillas espaciadas regularmente para enganchar
a diferentes alturas las riendas fijas. De esta forma la silla es
mantenida en su sitio tanto por la cincha como por la sobre-
cincha y es ésta última la que soporta las tracciones del caballo
sobre las riendas fijas.
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ALOIS PODHAJSKY

La silla de escuela
Además de la silla inglesa, ya antes se utilizaba la silla de escue-
la. Ésta –empleada principalmente en la Escuela Española– es
más voluminosa y más pesada que la silla inglesa y está realza-
da por las colleras que cubren el pomo y el borrén. La silla es
empleada especialmente para las representaciones tradicionales,
mientras que la silla inglesa es preferida para el adiestramiento
de los lipizanos y la formación de los jóvenes jinetes. La silla de
escuela admite como accesorios la baticola, la chabraque (es una
especie de sudadero, que se coloca bajo la montura y que en oca-
siones de gala es muy vistosa y está muy adornada. (N. del T.)),
en ocasión de gala y el pechopetral.

El pechopetral
El pechopetral –empleado antiguamente en las tropas monta-
das para impedir el deslizamiento de la silla hacia atrás— se com-
pone de una correa pasando a lo largo de cada espalda y fijada a la
silla en cada costado mediante una hebilla. Esta correa lleva una
argolla que se encuentra contra el pecho del caballo. Al pechope-
tral está fijado una segunda correa, llamada falsa martingala, que
pasa entre las manos para unirse a la cincha. Su extremidad está
replegada alrededor de la cincha y fijada a una argolla. Un pecho-
petral está bien ajustado cuando se puede deslizar cómodamente
el puño entre la argolla y el cuerpo del caballo. Si está demasiado
apretado, el caballo se encuentra molesto en sus movimientos y
la silla está inclinada hacia delante. Si está demasiado largo y, por
consecuencia, flotando, incomoda al caballo y tiene un aspecto
dificultoso. En la Escuela Española sólo se emplea en las ocasio-
nes de gala.

La baticola
La baticola está fijada a la silla y sigue la espina dorsal hasta el
nacimiento de la cola; esta es pasada por la argolla que forma la
baticola en su extremidad. No hay que ajustarla demasiado corta,
podría entonces incomodar al caballo; tampoco debe estar dema-
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

siado larga, en este caso se pone atravesada o se tuerce sobre el


lomo del caballo y se desplaza, lo que es incómodo para el animal
y desagradable.

La chabraque
En el origen, la chabraque extendida sobre el lomo del ani-
mal tenía como objetivo proteger del sudor las faldillas de la
vestidura del jinete. Pero, además, contribuye al aderezo de la
montura, por lo que está guarnecida de galones y emblemas.
Hoy, en la Escuela Española, la tradición quiere que la cha-
braque del jinete-profesor jefe sea, como antiguamente, la del
jinete-profesor mayor, bordeada de un triple ribete y de una
franja, la del profesor de equitación de un triple ribete de oro,
la del jinete de un doble ribete de oro y la del aspirante a jinete
de un simple ribete de oro, de forma que se reconozca el grado
del jinete.
El color de las chabraques correspondía y corresponde hoy
aún al carácter oficial de la presentación: para las galas, se equi-
pa al caballo con la brida dorada y la chabraque roja, mientras
que con la brida negra se pone la chabraque verde.

LAS EMBOCADURAS

Para el adiestramiento, el jinete dispone de dos clases de em-


bocaduras: el filete y el bocado.
El uso del bocado es el más antiguo, como lo muestran tan-
to las obras de arte que nos han llegado (como monumentos,
grabados, etc.), así como los libros de equitación. El filete ha
aparecido más adelante en el lugar de la rienda al cabezón.
Así es como se encuentra, junto con los grabados donde se
ven los caballos embocados, a la manera clásica, con el bocado
sólo, en otros grabados se ve, además, al jinete en unión con el
caballo por las riendas liadas al cabezón. Ulteriormente, estas
últimas fueron fijadas a un filete junto al bocado, hasta que últi-
mamente se usa para el adiestramiento el filete sólo.
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ALOIS PODHAJSKY

Embocadura de filete
La embocadura en filete puede realizarse de dos maneras.
Para el adiestramiento se usa un filete con aguja y una muserola
articulada, mientras que para la monta en terreno variado y para
el obstáculo se sirve de un filete sin agujas y de una muserola
ordinaria: el filete a la inglesa. La primera de estas embocaduras
está especialmente indicada para la doma, porque la correa ri-
zada debajo del filete impide al caballo bostezar y que se mueva
lateralmente su quijada inferior, falta que aparece con frecuencia
en los potros.
Esta correa se opone igualmente a la falta del caballo, que
cuando se tira de las riendas cede solamente de la quijada, en
lugar de ceder en la nuca, intentando así sustraerse a la flexión
requerida. Esta embocadura es la base de un adiestramiento es-
merado; el grano, una vez sembrado, se cosechará más adelante
empleando la brida completa.
Pero el filete requiere para permitir un éxito pleno una elección
y un ajuste exactos.
La elección debe hacerse teniendo en cuenta los efectos que
se consiguen. Debe tener la anchura deseada para que no se
mueva de un lado a otro de la boca; no debe de ser demasiado
estrecho para que no lastime los labios del caballo. Además, hay
que tener en cuenta que los filetes delgados son más severos y,
por consiguiente, más indicados para los caballos con la boca
dura, mientras que los bocados gruesos son más suaves y son
recomendados para los caballos sensibles, particularmente para
los que no se apoyan fácilmente. Las agujas instaladas en las dos
extremidades del bocado del filete aseguran la conservación de
este bocado en su sitio en la boca, lo que hay que buscar siem-
pre por el interés del apoyo; las agujas impiden, además, que las
argollas se salgan de la boca, lo que puede producirse si estas
argollas son pequeñas y sin agujas y cuando tiene una dificultad
cualquiera con el caballo.
El filete, juiciosamente elegido, está ajustado de forma que
se encuentre lo más alto posible en la boca, pero sin comprimir
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

la comisura de los labios. La muserola debe asentarse sobre el


hueso nasal y no pesar sobre el cartílago de la punta de la nariz.
La muserola hay que apretarla por debajo del bocado del filete y
de forma que el caballo no pueda bostezar, pero que pueda, no
obstante, tomar las golosinas que se le ofrecen. Por lo demás, se
ajusta diferentemente según los individuos: más apretada para los
caballos que mueven constantemente las quijadas superior e infe-
rior y menos apretada para los caballos con la boca tranquila.

Brida correctamente ajustada

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ALOIS PODHAJSKY

Con el filete a la inglesa, la muserola es de una sola pieza,


pasa por encima de la comisura de los labios, así reposa más alto
sobre la nariz. Nunca hay que emplear con esta embocadura el
filete con agujas, porque éstas llegarían demasiado fácilmente a
engancharse en la muserola. Por el contrario, con la muserola
articulada, es el bocado con agujas el que conviene.
Independientemente de estas nociones prácticas, ciertas re-
glas concernientes al empleo del enjaezamiento y de las embo-
caduras son dictadas por las circunstancias.

El bocado
La embocadura del caballo completamente puesto es el bo-
cado. Gracias a su acción bastante severa permite al jinete con-
ducir al caballo con las más delicadas acciones de las riendas.
Su uso exige, es cierto, una preparación minuciosa, como está
demostrado abundantemente en los capítulos concernientes a la
educación del caballo y del jinete. Pero la elección del bocado y
su ajuste supone también un conocimiento profundo de todas
las posibilidades susceptibles que se presenten.

La cabezada de filete y bocado o brida


Describamos brevemente la brida. Se compone de dos par-
tes: el bocado y el filete. Forman parte del bocado no solamen-
te el cañón con la cadenilla, sino también los montantes a los
cuales está fijado. El filete admite igualmente su testera y sus
montantes. Desde el punto de vista de la eficacia, la embocadura
más importante es el bocado.
Su eficiencia depende del grosor del cañón, de la dimensión
del paso de la lengua y, en fin, de la proporción entre la longitud
de los portamozos y de las piernas inferiores. La eficacia puede,
además, ser regulada por el emplazamiento de la embocadura
en la boca del caballo. Antes de elegir el bocado apropiado hay
que empezar por estudiar la boca del caballo y medir su anchu-
ra. Si la embocadura del freno es demasiado estrecha, las barras
ejercen una presión que empujan a los labios en la boca, lo que
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

causa al caballo malestar y hasta la presión; además, la movilidad


de las barras disminuye. Si el cañón es demasiado ancho ocurre
que, bajo el efecto de las tensiones de las riendas, se mueve de
un lado a otro de la boca y reduce, por consiguiente, la eficacia
de las ayudas. Además, la barbada no puede colocarse en su
sitio.
Hay que tener en cuenta que este bocado, mientras más del-
gado, será más duro y cuanto más grueso será más suave. Se
elegirá, pues, más delgado para los caballos de boca dura y más
grueso para los que tiene la boca suave. La elección del paso de
lengua debe ser objeto de una cuidado particular. No hay que
olvidar que el bocado es tanto más severo cuando el paso de
lengua es más grande, pero no hay que olvidar tampoco que
éste último debe ante todo dar a la lengua el espacio necesario
para alojarse. Con un caballo sensible se elige entonces un bo-
cado con un paso pequeño de lengua, vigilando para que no lo
mortifique en sus movimientos, lo que podría hacer al animal
distraído y capaz de todas las groserías. De ahí la necesidad de
embocar hasta los caballos sensibles cuando tienen la lengua
gruesa e hinchada con un bocado con libertad de la lengua bas-
tante amplia. A los que, por el contrario, tienen la boca insen-
sible y dura se pondrá un bocado con gran paso de lengua. Sin
embargo, es necesario recordar aquí, una vez más, que el jinete
no debe obstinarse en conseguir con este instrumento una co-
locación de la cabeza que sólo se consigue mediante un suaviza-
miento sistemático de todo el cuerpo del caballo.
En la elección del bocado hay que considerar la proporción
de la longitud del portamozo a la de la pierna inferior, lo que
somete la energía de la palanca. Cuanto más corto es el porta-
mozo y más larga la pierna, más severo es el bocado, mientras
que es más suave a medida que las dimensiones de las dos partes
se acercan. Normalmente la pierna debe ser el doble de la otra.
En la confección de los bocados se encuentran los modelos más
variados y el espíritu inventivo del hombre busca a menudo re-
emplazar por este medio el talento y la educación que le faltan.
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ALOIS PODHAJSKY

Pero no hay que pretender que este fenómeno es particular en


nuestra época, ya que las numerosas variaciones de bocado anti-
guos, que eran en parte los instrumentos de tortura, demuestran
que los hombre están siempre inclinados a usar la brutalidad
más que la destreza. Un jinete experimentado formuló un día a
este tema la justa máxima: “Cuanto más hierro haya en la boca
del caballo, más lejos se está del arte”.

La cadenilla
El bocado sin la cadenilla no puede tener su pleno efecto, la
cadenilla da igualmente el medio de regular la severidad de este
bocado. Tiene más importancia de la que se le da generalmente.
El bocado entero está concebido según el principio que normal-
mente el caballo cede siempre a la presión que siente. Tal es el
caso con el filete, más aún, con la brida, cuyo efecto de fuerza
provoca una presión reforzada. Pero este efecto sólo entra en
juego si la cadenilla está en su sitio. Entonces ejercerá la presión
sobre esta parte inferior de la quijada y hay que vigilar, sin em-
bargo, para que la presión de una cadenilla demasiado apretada
o mal colocada no sea superior a la del bocado, pues el caballo
cede siempre a la presión más fuerte. Si la presión es debida a la
cadenilla, en lugar de plegarse –provocando que la presión del
bocado sobre las barras— levantará la cabeza y se pondrá fuera
de la mano. Para los caballos que tienen la sobarbada menos
carnosa y la piel más sensible, es la cadenilla con mallas lo más
lisa y ancha que sea posible la que hay que recomendar, o bien
una cadenilla provista de una albardilla de caucho o de cuero.
La cadenilla debe apoyarse de igual forma sobre todas las partes
de la sobarbada y no ejercer una presión más fuerte sobre éstas.
Este caso se presenta, en particular, cuando el bocado es dema-
siado ancho y que, por consiguiente, las primeras mallas a partir
del gancho no asientan contra la sobarbada. Lo que importa
también es la longitud de la cadenilla. Cuando está correctamen-
te ajustada debe permanecer en reserva tres ojales repartidos
generalmente como sigue: dos de un lado y uno del otro.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

El ajuste de la brida
Cuando se ha encontrado la brida que conviene se trata de
ajustarla. A este efecto, es necesario primeramente regular la
longitud de forma que el bocado no pueda tocar los dientes.
Esto es lo que pasa cuando el cañón reposa sobre los asientos
frente a la barbada. Incluso aquí el efecto del bocado puede ser
un objeto de cierto arreglo. Si está más bajo –pero sin tocar los
ganchos– es un poco más severo, y si está más alto su acción
será un poco más suave. Una vez colocada la brida se impone
siempre un control continuo hasta un ajuste perfecto.
El filete –sin agujas y más delgado que el filete empleado
sólo– se encuentra por encima del cañón del bocado con la
proximidad de la comisura de los labios, pero sin comprimirla.
La cadenilla se introduce en su gancho de izquierda, pa-
sando bajo la barbada de tal forma que la barra inferior del
bocado forme, una vez estiradas las riendas, un ángulo de 40
a 45 grados con la abertura de la boca. Si este ángulo es más
grande, el bocado no sirve de nada, porque la cadenilla está
demasiado floja. Pero si este ángulo es más pequeño, el boca-
do es demasiado duro, porque la cadenilla está muy apretada.
El uso del bocado sin cadenilla no tiene ningún sentido, pues-
to que el bocado rígido no puede reemplazar al filete, mucho
más móvil.
La muserola es el complemento de la embocadura en la
Escuela Española y en el enjaezamiento de los jinetes civiles.
La muserola es de una sola pieza y debe estar ajustada bastan-
te alta para que el caballo no se pellizque ni se despelleje los
labios entre la muserola y la embocadura.
En la Escuela Española se usa la brida sin ahogadero; la
muserola y los hebillajes están ricamente adornados. Para que
la embocadura sea correcta hace falta que las hebillas de los
montantes (bocado y filete) se encuentren alineadas a la altura
del ojo del caballo. Las riendas del bocado están unidas en
su extremidad por una costura, las riendas del filete por una
hebilla.
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ALOIS PODHAJSKY

En la Escuela Española hay aún otra cabezada, descrita aquí,


la de gala. Sus montantes, su muserola, su filete y las riendas son
doradas o chapadas en oro; por el contrario, las riendas del bocado
son negras.

Los medios auxiliares

Desde algunas decenas de años se ha tratado de aprovechar de


la equitación los hallazgos y combinaciones de todas clases. Noso-
tros sólo citaremos los medios empleados en la Escuela Española,
porque en el transcurso de un adiestramiento verdadero bastan
perfectamente. No hay que olvidar que solamente se trata de re-
cursos, únicamente. Pues, de medios que deben ayudar al jinete a
lograr más fácilmente y a veces con más rapidez el objetivo que
persigue. Pero el resultado que hay que buscar constantemente es
el de perfeccionar el adiestramiento con los medios tradicionales.

El cabezón
Habrá que citar, en primer lugar, el cabezón, pues, aunque se
usa sobre todo para el trabajo, es muy indicado igualmente para
conducir los caballos, ya sea para llevarlos al picadero, en donde
serán montados, o para detenerlos sin estar montados.
El cabezón que se emplea se remonta a algunos siglos, se usaba
frecuentemente para desbravar a los potros. Ha habido periodos
en que se usaba como embocadura el bocado sólo. Como este
bocado era demasiado duro para el principio del adiestramiento se
utilizaba el cabezón, que permitía ejercer presión solamente en la
nariz. Al principio era más duro que hoy, porque la parte que re-
posaba sobre la nariz era severamente dentada. El cabezón es una
especie de jáquima cuya muserola está constituida por una arma-
dura de metal compuesta de tres piezas articuladas sobre dos bisa-
gras. La muserola toma la forma de la nariz, está forrada de cuero
y algodonada. Cada uno de los montantes tiene a la altura del ojo
del caballo una argolla donde se fija una correa; ésta, redondeando
las quijadas inferiores, es apretada suficientemente para que los en-
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

galladores no puedan resbalarse hacia delante y lastimar los ojos.


La muserola del cabezón admite también tres argollas, que sirven
para atar la guindaleta, etc., y que se prolonga a cada lado por una
correa: se puede cerrar bien encima o debajo del filete, según las
necesidades del trabajo enfocado. La muserola debe estar bastan-
te apretada para que no resbale de lado y pierda así su eficacia.
Con esta parte del cabezón efectivamente, sólo hay que ejercer
una presión sobre la nariz, sin causar dolor ni desolladuras. Se
engancha la rienda de conducción o la cuerda, ya sea en la argolla
del centro o en la del lado en que se hace trabajar al caballo; por
ejemplo, en la argolla izquierda si se opera a mano izquierda. En
el trabajo en la mano con un mozo de ayudante, la rienda de guía
que tiene éste se fija siempre a la argolla del centro y la guindaleta
a una de las argollas del lado.
Si el cabezón es igualmente ventajoso para llevar al caballo al
picadero el daño que el mozo pueda causarle, en caso de dificul-
tades, es mucho menos grave que si lo tiene con las riendas del
filete.

La rienda de guía
La rienda de guía se compone de una doble tira de lona de un
metro y medio de largo y de algunos centímetros de ancho, for-
mando una argolla en una de las extremidades para sostenerla
más fácilmente; en la otra extremidad está provista de una hebi-
lla que se fija en una argolla del cabezón. Se sirve de esta rienda
para el trabajo en la mano y para llevar al caballo.

Guindaleta larga
La guindaleta larga está igualmente confeccionada en lona
y de la misma forma que la rienda de guía, pero mide de largo
unos seis u ocho metros. Está enganchada al cabezón exacta-
mente como la rienda de guía.
Para el trabajo a la cuerda se emplea la más larga (la de ocho
metros).
Para el trabajo en la mano la más corta (de seis metros).
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ALOIS PODHAJSKY

Las riendas fijas


Las riendas fijas son de cuero y admiten en una de sus extremi-
dades una hebilla permitiendo fijarlas a las argollas del filete. La
otra extremidad se pasa alrededor de la cincha o en una argolla
de la silla. Se puede regular, pues, su longitud según la necesidad.
Para que esta longitud sea la misma de cada lado es práctico nu-
merar los agujeros, o bien en caso de uso frecuente hacerle una
marca en el sitio conveniente. Como la longitud de las riendas fijas
debe regularse sobre la del cuello ésta debe de tener varios pares
de diferentes dimensiones. Cada una debe admitir al menos doce
agujeros para permitir un ajuste correcto.
Las riendas fijas son siempre empleadas cuando el caballo es
trabajado sin jinete o bien cuando éste está dispensado poco más
o menos de la conducción.
En el primer caso se engancha en las argollas del filete por
encima de las riendas y en el segundo caso por debajo. Para des-
abrocharlas, el caballista se coloca delante del caballo y desata las
dos riendas al mismo tiempo para evitar que la cabeza del animal
no sea atraída de un lado ni del otro.

Las riendas alemanas


Otro recurso, que sólo se debe utilizar muy prudentemente,
está constituido por las riendas correderas, las que fueron usadas
por el duque de Newcastle, considerado a veces como su inventor.
Pero el duque, habiendo hecho un uso bastante violento de estas
riendas extremadamente severas, había ya perdido mucho de su
fama entre sus contemporáneos. Hay, pues que insistir particular-
mente sobre el hecho de que estas riendas –utilizables solamente
cuando el caballo está en filete— no deben ser empleadas nada
más que por jinetes muy hábiles, a fin de mantener más fácilmente
en el curso de los ejercicios difíciles una postura ya conocida por el
caballo. Pero nunca deben servir para conseguirla por la fuerza.
Las riendas correderas se fijan a la cincha por su extremo en
forma de argolla, después se pasan en las argollas del filete, de
dentro a fuera, antes de llegar a la mano del jinete. En ningún caso
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

hay que pasarlas de fuera a dentro, pues si el caballo se encabrita


las riendas no podrían deslizarse en las argollas con bastante rapi-
dez y llevaría, por consiguiente, al caballo a volverse.
Cuando utiliza este medio, el jinete debe siempre pensar que,
por efecto de la palanca, la tensión de las riendas correderas se
encuentra aumentada. Las riendas influyen más severamente cuan-
do sus extremos en la cincha son fijados más bajos. Además, el
jinete no debe jamás olvidarse de hacer actuar al mismo tiempo a
las riendas del filete, porque éstas reemplazarán, al cabo de poco
tiempo, a las riendas correderas, pues la acción de éstas debe, pro-
gresivamente, hacerse sentir cada vez menos.

La fusta
El equipo del jinete admite la fusta. En la Escuela Española se
utiliza una fusta larga flexible con la cual el jinete puede, detrás de
su pierna, tocar al caballo para acentuar el movimiento adelante.

Las espuelas
Las espuelas sirven para reforzar la acción de las piernas: se
deben ajustar de forma que puedan tocar el caballo justamente
detrás de la cincha, sin remontar el talón. En la Escuela Española,
por tradición, se emplea la espuela encorvada hacia arriba, proba-
blemente porque la talla relativamente pequeña de los lipizanos
podría llevar al jinete a remontar los talones.

El látigo
Mencionemos, finalmente, el látigo. Debe tener una longitud
tal que el caballista pueda tocar al caballo con el extremo de la
rabiza. El látigo no debe ser muy pesado, sin lo cual, insuficien-
temente manejable, sería impropio para dar ayudas finas. Para el
trabajo a la cuerda se sirve siempre de un látigo más largo que
para el trabajo en la mano.
Equipado así, todo jinete que usa su destreza antes que los
recursos saldrá siempre de las dificultades; no sucumbirá así a la
tentación de infringir los principios de la equitación clásica.
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