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ENJAEZAMIENTO Y EMBOCADURAS
EL ENJAEZAMIENTO
La silla
La guarnicionería ha evolucionado en Europa en todas las
formas posibles, desde la funda en piel, pasando por las sillas
de alta curvatura del tiempo de la caballería, hasta el material
ALOIS PODHAJSKY
ro, ante todo, de que la silla se adapte bien al lomo del caballo,
si no puede incomodar al jinete en la búsqueda de su equilibrio
e irritar al animal, como un traje demasiado estrecho o mal
ajustado incomoda al hombre. Hay que vigilar especialmente
que la silla no toque la cruz, so pena de causarle dolor de des-
pellejarlo y de causar heridas muy penosas de curar. Cuando la
cincha está apretada debe quedar un espacio libre de la longi-
tud de los dos dedos entre la cruz y la arcada de delante.
La silla debe estar asentada de forma que el jinete, una vez
sentado correctamente, no perturbe el equilibrio de su caballo.
La silla debe reposar en el centro del lomo y la cincha estar
aplicada sobre los verdaderos costados. En general, los caballos
son ensillados demasiado delante, o bien la silla resbala hacia
delante en el transcurso del movimiento de ahí la necesidad
de ensillar frecuentemente, como ya ha sido indicado en el
capítulo del adiestramiento.
Cincha
La cincha –muy a menudo doble– nunca debe aplicarse so-
bre las costillas falsas, lo que, en el momento de la sujeción,
podría provocar dificultades de respiración, hasta el ahogo del
caballo. Las cinchas están confeccionadas con tejido de lino o
de cuero. Las de lino, o mejor aún en cordoncillo, son preferi-
bles, para impedir que la silla se resbale hacia delante.
Para impedir este deslizamiento en el tiempo del trabajo a
la cuerda cuando las riendas del cabezón (riendas fijas) están
fijadas a la cincha o a las anillas pequeñas del pomo, se hace
pasar sobre la silla una sobrecincha. Se compone de una cincha
doble en cáñamo del ancho de una mano y media, provista de
dos argollas y contrafuertes; la sobrecincha está provista de
tres pequeñas anillas espaciadas regularmente para enganchar
a diferentes alturas las riendas fijas. De esta forma la silla es
mantenida en su sitio tanto por la cincha como por la sobre-
cincha y es ésta última la que soporta las tracciones del caballo
sobre las riendas fijas.
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La silla de escuela
Además de la silla inglesa, ya antes se utilizaba la silla de escue-
la. Ésta –empleada principalmente en la Escuela Española– es
más voluminosa y más pesada que la silla inglesa y está realza-
da por las colleras que cubren el pomo y el borrén. La silla es
empleada especialmente para las representaciones tradicionales,
mientras que la silla inglesa es preferida para el adiestramiento
de los lipizanos y la formación de los jóvenes jinetes. La silla de
escuela admite como accesorios la baticola, la chabraque (es una
especie de sudadero, que se coloca bajo la montura y que en oca-
siones de gala es muy vistosa y está muy adornada. (N. del T.)),
en ocasión de gala y el pechopetral.
El pechopetral
El pechopetral –empleado antiguamente en las tropas monta-
das para impedir el deslizamiento de la silla hacia atrás— se com-
pone de una correa pasando a lo largo de cada espalda y fijada a la
silla en cada costado mediante una hebilla. Esta correa lleva una
argolla que se encuentra contra el pecho del caballo. Al pechope-
tral está fijado una segunda correa, llamada falsa martingala, que
pasa entre las manos para unirse a la cincha. Su extremidad está
replegada alrededor de la cincha y fijada a una argolla. Un pecho-
petral está bien ajustado cuando se puede deslizar cómodamente
el puño entre la argolla y el cuerpo del caballo. Si está demasiado
apretado, el caballo se encuentra molesto en sus movimientos y
la silla está inclinada hacia delante. Si está demasiado largo y, por
consecuencia, flotando, incomoda al caballo y tiene un aspecto
dificultoso. En la Escuela Española sólo se emplea en las ocasio-
nes de gala.
La baticola
La baticola está fijada a la silla y sigue la espina dorsal hasta el
nacimiento de la cola; esta es pasada por la argolla que forma la
baticola en su extremidad. No hay que ajustarla demasiado corta,
podría entonces incomodar al caballo; tampoco debe estar dema-
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
La chabraque
En el origen, la chabraque extendida sobre el lomo del ani-
mal tenía como objetivo proteger del sudor las faldillas de la
vestidura del jinete. Pero, además, contribuye al aderezo de la
montura, por lo que está guarnecida de galones y emblemas.
Hoy, en la Escuela Española, la tradición quiere que la cha-
braque del jinete-profesor jefe sea, como antiguamente, la del
jinete-profesor mayor, bordeada de un triple ribete y de una
franja, la del profesor de equitación de un triple ribete de oro,
la del jinete de un doble ribete de oro y la del aspirante a jinete
de un simple ribete de oro, de forma que se reconozca el grado
del jinete.
El color de las chabraques correspondía y corresponde hoy
aún al carácter oficial de la presentación: para las galas, se equi-
pa al caballo con la brida dorada y la chabraque roja, mientras
que con la brida negra se pone la chabraque verde.
LAS EMBOCADURAS
Embocadura de filete
La embocadura en filete puede realizarse de dos maneras.
Para el adiestramiento se usa un filete con aguja y una muserola
articulada, mientras que para la monta en terreno variado y para
el obstáculo se sirve de un filete sin agujas y de una muserola
ordinaria: el filete a la inglesa. La primera de estas embocaduras
está especialmente indicada para la doma, porque la correa ri-
zada debajo del filete impide al caballo bostezar y que se mueva
lateralmente su quijada inferior, falta que aparece con frecuencia
en los potros.
Esta correa se opone igualmente a la falta del caballo, que
cuando se tira de las riendas cede solamente de la quijada, en
lugar de ceder en la nuca, intentando así sustraerse a la flexión
requerida. Esta embocadura es la base de un adiestramiento es-
merado; el grano, una vez sembrado, se cosechará más adelante
empleando la brida completa.
Pero el filete requiere para permitir un éxito pleno una elección
y un ajuste exactos.
La elección debe hacerse teniendo en cuenta los efectos que
se consiguen. Debe tener la anchura deseada para que no se
mueva de un lado a otro de la boca; no debe de ser demasiado
estrecho para que no lastime los labios del caballo. Además, hay
que tener en cuenta que los filetes delgados son más severos y,
por consiguiente, más indicados para los caballos con la boca
dura, mientras que los bocados gruesos son más suaves y son
recomendados para los caballos sensibles, particularmente para
los que no se apoyan fácilmente. Las agujas instaladas en las dos
extremidades del bocado del filete aseguran la conservación de
este bocado en su sitio en la boca, lo que hay que buscar siem-
pre por el interés del apoyo; las agujas impiden, además, que las
argollas se salgan de la boca, lo que puede producirse si estas
argollas son pequeñas y sin agujas y cuando tiene una dificultad
cualquiera con el caballo.
El filete, juiciosamente elegido, está ajustado de forma que
se encuentre lo más alto posible en la boca, pero sin comprimir
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El bocado
La embocadura del caballo completamente puesto es el bo-
cado. Gracias a su acción bastante severa permite al jinete con-
ducir al caballo con las más delicadas acciones de las riendas.
Su uso exige, es cierto, una preparación minuciosa, como está
demostrado abundantemente en los capítulos concernientes a la
educación del caballo y del jinete. Pero la elección del bocado y
su ajuste supone también un conocimiento profundo de todas
las posibilidades susceptibles que se presenten.
La cadenilla
El bocado sin la cadenilla no puede tener su pleno efecto, la
cadenilla da igualmente el medio de regular la severidad de este
bocado. Tiene más importancia de la que se le da generalmente.
El bocado entero está concebido según el principio que normal-
mente el caballo cede siempre a la presión que siente. Tal es el
caso con el filete, más aún, con la brida, cuyo efecto de fuerza
provoca una presión reforzada. Pero este efecto sólo entra en
juego si la cadenilla está en su sitio. Entonces ejercerá la presión
sobre esta parte inferior de la quijada y hay que vigilar, sin em-
bargo, para que la presión de una cadenilla demasiado apretada
o mal colocada no sea superior a la del bocado, pues el caballo
cede siempre a la presión más fuerte. Si la presión es debida a la
cadenilla, en lugar de plegarse –provocando que la presión del
bocado sobre las barras— levantará la cabeza y se pondrá fuera
de la mano. Para los caballos que tienen la sobarbada menos
carnosa y la piel más sensible, es la cadenilla con mallas lo más
lisa y ancha que sea posible la que hay que recomendar, o bien
una cadenilla provista de una albardilla de caucho o de cuero.
La cadenilla debe apoyarse de igual forma sobre todas las partes
de la sobarbada y no ejercer una presión más fuerte sobre éstas.
Este caso se presenta, en particular, cuando el bocado es dema-
siado ancho y que, por consiguiente, las primeras mallas a partir
del gancho no asientan contra la sobarbada. Lo que importa
también es la longitud de la cadenilla. Cuando está correctamen-
te ajustada debe permanecer en reserva tres ojales repartidos
generalmente como sigue: dos de un lado y uno del otro.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
El ajuste de la brida
Cuando se ha encontrado la brida que conviene se trata de
ajustarla. A este efecto, es necesario primeramente regular la
longitud de forma que el bocado no pueda tocar los dientes.
Esto es lo que pasa cuando el cañón reposa sobre los asientos
frente a la barbada. Incluso aquí el efecto del bocado puede ser
un objeto de cierto arreglo. Si está más bajo –pero sin tocar los
ganchos– es un poco más severo, y si está más alto su acción
será un poco más suave. Una vez colocada la brida se impone
siempre un control continuo hasta un ajuste perfecto.
El filete –sin agujas y más delgado que el filete empleado
sólo– se encuentra por encima del cañón del bocado con la
proximidad de la comisura de los labios, pero sin comprimirla.
La cadenilla se introduce en su gancho de izquierda, pa-
sando bajo la barbada de tal forma que la barra inferior del
bocado forme, una vez estiradas las riendas, un ángulo de 40
a 45 grados con la abertura de la boca. Si este ángulo es más
grande, el bocado no sirve de nada, porque la cadenilla está
demasiado floja. Pero si este ángulo es más pequeño, el boca-
do es demasiado duro, porque la cadenilla está muy apretada.
El uso del bocado sin cadenilla no tiene ningún sentido, pues-
to que el bocado rígido no puede reemplazar al filete, mucho
más móvil.
La muserola es el complemento de la embocadura en la
Escuela Española y en el enjaezamiento de los jinetes civiles.
La muserola es de una sola pieza y debe estar ajustada bastan-
te alta para que el caballo no se pellizque ni se despelleje los
labios entre la muserola y la embocadura.
En la Escuela Española se usa la brida sin ahogadero; la
muserola y los hebillajes están ricamente adornados. Para que
la embocadura sea correcta hace falta que las hebillas de los
montantes (bocado y filete) se encuentren alineadas a la altura
del ojo del caballo. Las riendas del bocado están unidas en
su extremidad por una costura, las riendas del filete por una
hebilla.
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El cabezón
Habrá que citar, en primer lugar, el cabezón, pues, aunque se
usa sobre todo para el trabajo, es muy indicado igualmente para
conducir los caballos, ya sea para llevarlos al picadero, en donde
serán montados, o para detenerlos sin estar montados.
El cabezón que se emplea se remonta a algunos siglos, se usaba
frecuentemente para desbravar a los potros. Ha habido periodos
en que se usaba como embocadura el bocado sólo. Como este
bocado era demasiado duro para el principio del adiestramiento se
utilizaba el cabezón, que permitía ejercer presión solamente en la
nariz. Al principio era más duro que hoy, porque la parte que re-
posaba sobre la nariz era severamente dentada. El cabezón es una
especie de jáquima cuya muserola está constituida por una arma-
dura de metal compuesta de tres piezas articuladas sobre dos bisa-
gras. La muserola toma la forma de la nariz, está forrada de cuero
y algodonada. Cada uno de los montantes tiene a la altura del ojo
del caballo una argolla donde se fija una correa; ésta, redondeando
las quijadas inferiores, es apretada suficientemente para que los en-
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
La rienda de guía
La rienda de guía se compone de una doble tira de lona de un
metro y medio de largo y de algunos centímetros de ancho, for-
mando una argolla en una de las extremidades para sostenerla
más fácilmente; en la otra extremidad está provista de una hebi-
lla que se fija en una argolla del cabezón. Se sirve de esta rienda
para el trabajo en la mano y para llevar al caballo.
Guindaleta larga
La guindaleta larga está igualmente confeccionada en lona
y de la misma forma que la rienda de guía, pero mide de largo
unos seis u ocho metros. Está enganchada al cabezón exacta-
mente como la rienda de guía.
Para el trabajo a la cuerda se emplea la más larga (la de ocho
metros).
Para el trabajo en la mano la más corta (de seis metros).
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La fusta
El equipo del jinete admite la fusta. En la Escuela Española se
utiliza una fusta larga flexible con la cual el jinete puede, detrás de
su pierna, tocar al caballo para acentuar el movimiento adelante.
Las espuelas
Las espuelas sirven para reforzar la acción de las piernas: se
deben ajustar de forma que puedan tocar el caballo justamente
detrás de la cincha, sin remontar el talón. En la Escuela Española,
por tradición, se emplea la espuela encorvada hacia arriba, proba-
blemente porque la talla relativamente pequeña de los lipizanos
podría llevar al jinete a remontar los talones.
El látigo
Mencionemos, finalmente, el látigo. Debe tener una longitud
tal que el caballista pueda tocar al caballo con el extremo de la
rabiza. El látigo no debe ser muy pesado, sin lo cual, insuficien-
temente manejable, sería impropio para dar ayudas finas. Para el
trabajo a la cuerda se sirve siempre de un látigo más largo que
para el trabajo en la mano.
Equipado así, todo jinete que usa su destreza antes que los
recursos saldrá siempre de las dificultades; no sucumbirá así a la
tentación de infringir los principios de la equitación clásica.
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