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Martín de Jesús Carvajal Chamorro, 201112994

09/10/2012
Facultad de Artes y Humanidades, Universidad de los Andes
Diferencias entre la Medea de Eurípides y la Medea de Séneca

Medea “llama a gritos a los juramentos, invoca a la diestra dada, la mayor prueba de
fidelidad, y pone a los dioses por testigo del pago que recibe de Jasón” (Eurípides, Medea, 21-23), y
tanto en la obra de Eurípides como en la de Séneca, la acción injusta de Jasón y la violación de los
pactos del matrimonio es lo que la incita a cometer sus crímenes, en ambos casos Medea está
decidida a hacer infeliz a Jasón, en ambos casos ella es emocionalmente inestable. Sin embargo,
ambos dramas divergen ampliamente en su caracterización del personaje epónimo, no sólo en las
emociones que experimenta a lo largo de la obra, sino también en las acciones que realizan y el tipo
de relaciones que establece con otros personajes. En términos generales, puede afirmarse que la
Medea de Eurípides presenta emociones conflictivas que emanan de su naturaleza femenina,
mientras que la de Séneca está bajo la influencia casi permanente de la ira. El presente ensayo
partirá de la obra de Eurípides para luego establecer las diferencias que presenta el drama de
Séneca, apoyándose en citas textuales que muestran el modo de pensar del personaje en una versión
y otra y elaborando al respecto.

En Eurípides, las implicaciones de sus actos están siempre presentes para el personaje y le
preocupan, pero aunque es capaz de darse cuenta de ellas e inclusive de las salidas ideales, su
naturaleza “violenta” (Eurípides, Medea, 39) sale victoriosa: “Sí, conozco los crímenes que voy a
realizar, pero mi pasión es más poderosa que mis reflexiones” (Eurípides, Medea, 1079-1080). Para
un caso concreto, ella se niega a aceptar las propuestas de Jasón a pesar de que el exilio y el
abandono completos la atormentan a lo largo de la obra. “Sola y sin patria, recibo los ultrajes de un
hombre que me ha arrebatado como botín de una tierra extranjera” (Eurípides, Medea, 254-255),
dice al Coro, y aunque ella acuda a la ayuda de Egeo para evitar vivir en el exilio, debe recordarse
que este encuentro es puramente accidental y que ella no había contemplado dicha opción: “¿Qué
ciudad me acogerá? ¿Qué huésped […] protegerá mi persona? Ninguno” (387-388). La Medea de
Eurípides conoce bien su situación política como mujer y como ultrajada, y esto se expresa en sus
diálogos con el Coro y con Egeo, en quienes logra depositar su confianza e inclusive la naturaleza
de sus planes. De igual manera, es capaz de ver los puntos del discurso ajeno y apropiarlos para
ganarse el favor del otro, como ocurre en el caso de Jasón. Gracias a su uso de la palabra y el
engaño, Medea es capaz de ganar aliados temporales y asegurarse medios para llevar a cabo sus
planes y escapar impune. Por último, es importante mencionar que su última indecisión se da
respecto del amor que siente por sus hijos, no por Jasón, a quien ella ve solamente como un
enemigo que la ha deshonrado: “Que nadie me considere poca cosa, débil, e inactiva, sino de
Martín de Jesús Carvajal Chamorro, 201112994
09/10/2012
Facultad de Artes y Humanidades, Universidad de los Andes
carácter muy distinto, dura para mis enemigos y, para mis amigos, benévola” (Eurípides, Medea,
808-810). El clímax de la obra se centra en torno a las contradicciones entre sus impulsos maternos
y reivindicadores, y es aquí donde ella reflexiona qué tanto sus acciones la dañan interiormente,
donde ella vacila y se encuentra indecisa; la solución que escoge la deja satisfecha e infeliz al
mismo tiempo: “¿Por qué vacilamos en realizar un crimen terrible pero necesario? […] ¡Olvídate
por un breve instante de que son tus hijos y luego… llora! […] seré una mujer desdichada”
(Eurípides, Medea, 1048-1056). Así, a pesar de que Medea en su rol de mujer esté naturalmente
inclinada a dejarse llevar por sus pasiones, ello no significa que la hagan feliz o que siempre estén
de acuerdo, y este es el epicentro de su personaje en la obra de Eurípides.

En contraposición a lo anterior, la ira de la Medea de Séneca es impulsada ante todo por su


amor a Jasón. La obra inicia con una invocación a varias divinidades, y los dioses del matrimonio
están en primer lugar: “¡Oh dioses conyugales! ¡Oh Lucina, que guardas el tálamo nupcial!”
(Séneca, Medea, 1-2); de hecho, mientras que la Medea de Eurípides ocurre durante la luna de miel
de Jasón y Creusis, la de Séneca ocurre durante sus bodas y, efectivamente, Medea se lamenta e
invoca el nombre de Himeneo. Aunque está igualmente decidida a causar daño a Jasón y también
conoce y se apropia su situación política, la Medea de Séneca no trama engaños verbales ni trata de
esconder lo que en realidad piensa a ningún personaje. Tampoco se esfuerza por formar alianza
alguna con nadie y el exilio (que es completo al final de la obra) no la preocupa tanto como
recuperar a Jasón, alegando perpetuamente a lo que por él hizo durante las Argonáuticas: “Callo al
jefe de jefes, por el que nada pido. Este me lo reservo. Quedaos con los otros, yo quiero éste tan
solo” (Séneca, Medea, 233-235). Séneca, además, hace especial énfasis en sus crímenes durante el
viaje de Jasón y sus marineros, y relaciona directamente los nuevos crímenes de Medea con la
acción de las Furias que provocó el asesinato de su hermano, de tal manera que la muerte de sus
hijos queda expresada como un castigo para ella. A pesar de esto, y de que exprese el mismo
conflicto entre sus instintos maternales y (en este caso) vengadores, ella no plantea apego alguno
hacia sus hijos y deja a Jasón que los entierre al final de la obra en lugar de llevárselos. Su
personalidad queda resumida en este comentario del coro: ““El amor y el odio se han puesto de
acuerdo. ¿Qué va a suceder?” (Séneca, Medea, 868-869)”; así, mientras que la Medea de Eurípides
sufre emociones conflictivas, la Medea de Séneca las conjuga dentro de sí, se decide por su camino
sin muchas dudad y, por tanto, no siente remordimiento posterior alguno, sino que sólo se siente
triunfante frente a Jasón: “¡Bien!... ¡Todo está cumplido!... ¡Furor, nada me queda por consagrarte!”
(Séneca, Medea, 1019-1020).
Martín de Jesús Carvajal Chamorro, 201112994
09/10/2012
Facultad de Artes y Humanidades, Universidad de los Andes
Bibliografía

Eurípides. Medea. Trad. Carlos García Gual. Ed. Alberto Medina González. Madrid: Editorial
Gredos, S.A., 2010.

Séneca. Medea. Trad. Valentín García Yebra. Ed. Valentín García Yebra. Madrid: Editorial Gredos,
S.A., 2001.

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