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Penas y amores
de la conquista
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L
a mayoría de los dichos populares son cier- "Los textos escolares hablaban de "corrientes de poblamien-
tos. Por eso perduran en el tiempo, trascien- to": la del este, la del norte, la del oeste... mencionaban algu-
den fronteras y se los considera anónimos, nos nombres de conquistadores, algunas fechas de fundacio-
como si su autor pudiese ser la Humanidad misma. nes. (...) Luego de un salto de doscientos años (...) se recala-
"El amor es ciego", por ejemplo, tiene versiones en ba, entonces sí, con mayor detenimiento, en las invasiones
todos los idiomas, "No hay mal que por bien no venga" inglesas, preludio de la Revolución de Mayo. Miles de pregun-
es prácticamente una creencia religiosa y casi sin tas quedaban flotando: ¿Cómo empezó a funcionar una ciu-
excepción se cumple eso de que "Perro que ladra, no dad en medio de la nada? ¿Dónde estaban las mujeres, los
muerde". niños y los jóvenes que no aparecían en los textos? ¿Cómo se
formaron las primeras familias?"
Se trata de frases que, de tan simples, aparentan
simplicidad. Sin embargo, su esencia es profunda y Así arranca Mujeres de la Conquista (1991,
reveladora: son pequeñas porciones de sabiduría Editorial Planeta), una investigación sobre las
que se transmiten de generación en generación, madres, hijas, esposas y amantes que quedaron
repetidas como mantras y utilizadas como amuletos. opacadas bajo la gran sombra de sus señores, pero
Una de las más famosas, pero también polémicas, cuya influencia, sostén y entrega fueron decisivos
es la que sentencia que "Detrás de un gran hombre hay en el resultado final de lo que hoy llamamos patria.
siempre una gran mujer": reivindicación difusa, dudo- No es casualidad que, en el año de los festejos del
sa, que intenta sacar de la oscuridad el rol de "ella", Bicentenario de la Revolución de Mayo, el libro
en el devenir de la civilización. recobre actualidad con una excelente noticia: las
conmovedoras y fascinantes historias reales de
Porque, con excepción de unos pocos casos aquellas españolas, indígenas y mestizas que se
(Cleopatra, la Virgen María, Isabel I de Inglaterra, revelan en sus páginas ahora subirán a escena y,
Juana de Arco...), la figura femenina ha sido relega- mediante la magia particular del teatro, en septiem-
da en un relato histórico "por default" machista. No bre el público podrá conocer cara a cara a esas
obstante, ¿cómo se puede hablar del desarrollo de mujeres forjadoras de las primeras familias nacio-
la cultura y la civilización ignorando a la mitad de nales. Familias que, señala Gálvez, desde el primer
sus protagonistas? Esa fue la pregunta que hace momento fueron mestizas: por el siglo XVI, la
más de diez años se hizo la historiadora Lucía sociedad hispano-criolla estaba compuesta por
Gálvez cuando revisó la época de la conquista y el españoles "trasplantados de golpe a una situación
poblamiento de América, "una epopeya que no precaria y medieval" e indígenas que "tuvieron que
siempre ha sido narrada con justeza, menos aún si renunciar a sus formas de vida y a su libertad, sal-
se trata de desentrañar el relevante papel que las tando varias etapas en su evolución para adaptarse
mujeres han cumplido en ella". a la cultura y a la religión de los vencedores".
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madre, quienes sin duda se cobijarían en el aroma veedor... Para cuando María decide escribir su testa-
familiar de sus costumbres, sus creencias y su piel. mento, tanto Hernán como Andrés han muerto y
Es cierto: las indígenas los cuidaban y veneraban ella es una viuda que goza de gran prosperidad para
como dioses y, en el aspecto sexual, eran una gratí- la época: tiene rebaños de ovejas y otros animales;
sima sorpresa: también tiene varios servidores y servidoras indíge-
nas y a ellos les deja diversos regalos. Vive ahora en
"Estas mujeres son muy lindas y grandes amantes, Córdoba, en casa de su hija Leonor y su yerno
afectuosas y muy ardientes de cuerpo, según mi Tristán de Tejeda, quienes le han dado siete nietos.
parecer", aseguraba un soldado de apellido Schmidl Sus otras hijas, Ana y Juana, han tenido nueve y seis
en sus crónicas. Pero, a fin de cuentas, ellos querían pequeños respectivamente. Su adorado hijo Juan ha
una educación cristiana y española para sus hijos. muerto, pero las que viven la han cuidado y querido,
Hernán, como la gran mayoría de los españoles que a pesar de los años que estuvieron separadas.
convivían con nativas, no había desposado a María. Gálvez concluye esta historia con la conmovedora
Casi únicamente las princesas incas o "coyas" llega- imagen de una mujer plena, en paz con su destino:
ron a casarse con blancos. De hecho, una de las
pocas afortunadas en convertirse en verdadera "Es allí donde encontramos a María, viviendo en casa de su
señora fue la cacica de Angaco, hija del Gran Anta hija Leonor Mexía de Tejeda, rodeada de respeto y conside-
Huarpe, quien se hizo bautizar como Teresa de ración por sus yernos, nietos y nietos políticos que actúan como
Ascencio para luego vivir una larga y feliz vida junto sus testigos y apoderados. (...) Callada y discreta, meciendo a
a Juan Eugenio de Mallea a orillas del río Tuluma, sus nietitos, recorriendo la huerta, dando una mano en la
en San Juan. cocina o simplemente pensando, sentada a la usanza indíge-
na, en los cambios que su vida había contemplado: la infan-
Pero sigamos con las historia de María Mexía. Al cia en la aldea jurí, respetada como hija del cacique, la apa-
cabo de un año, en 1566, Hernán e Isabel contraje- rición de los españoles barbados, sobre esos extraños anima-
ron legítimo matrimonio, y partieron al Perú lleván- les; su primer encuentro con Hernán Mexía, tan distinto a
dose con ellos las dos hijas mayores de María. los jóvenes de su tribu; sus extrañas ropas, su espada y su
Segunda herida mortal, que ella aceptó con resigna- arcabuz; el terror que le dio el estruendo de la pólvora, la risa
ción. ¿Acaso no era lo mejor para sus pequeñas, que de él... la vida en común. Luego, la transformación de la
ahora recibirían una educación fina y elegante? aldea en ciudad. La aparición de Isabel, su casamiento con
Aprenderían a expresarse en correcto castellano, se Andrés (...) No, no se quejaba de su destino... ¡hasta había
vestirían con sedas y terciopelos; en fin: se conver- podido vestirse como española, con un traje de raso azul con
tirían en verdaderas señoritas, listas para encontrar pasamanos de seda y otro negro de algodón que guardaba en
maridos dignos del nombre y la nada despreciable un arcón con llave! Podía morir en paz. Los suyos creían y
fortuna que su padre había construido gracias a su prosperaban. Los que habían muerto descansaban en la paz
sudor y sangre. ¿Pero qué le quedaba a ella, la hija del Señor que ella había aprendido a conocer y amar. Y así
de un cacique que había dejado todo para seguir a esta indica que apareciera un día en la vida de Hernán
su amor, y ahora veía cómo se desmoronaba aque- Mexía "vestida con unas pampanillas", dejaba el mundo
lla familia que con tanto esfuerzo había concebido? rodeada de sus seres queridos, lo más granado de Córdoba y
vistiendo, por su propio pedido, "el hábito del señor San
"¿Volver a la vida de antes? ¡Ya nunca sería posible! Había Francisco...".
conocido demasiadas cosas nuevas, extrañas, deslumbrantes...
ya nada podría ser igual. Además, estaban sus hijos y sus
nietos que pertenecían a ese mundo nuevo y que la seguirían
queriendo como a su madre aunque fueran más instruidos...
y ahora sus bisnietitos, como éste que ella mecía canturrean-
do en su lengua para hacerlo dormir: "Huitito que mai pirin-
cue / chimpá pique verde miscue...".
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Doña Mencía, la Adelantada Río de la Plata y con mucha ilusión comenzó los
preparativos para trasladar cien mujeres, algunas
María Mexía no es más que un caso entre muchos casadas y otras solteras, para favorecer la creación
otros porque, si bien en un principio las relaciones de hogares "como Dios manda". Pero ese mismo
de concubinato entre conquistadores e indígenas Dios fue el que decidió llevárselo con él antes de
eran comunes e incluso estables, esta situación fue zarpar. Fue entonces su esposa, doña Mencía
cambiando drásticamente con la llegada de nuevas Calderón de Sanabria, quien decidió hacerse cargo
comitivas desde el Viejo Mundo. Del otro lado del de la titánica empresa. Su historia de coraje y tena-
Atlántico, las españolas se escandalizaban con los cidad fue inmortalizada por dos novelas biográfi-
cuentos sobre la convivencia con las salvajes y el cas: Expedición al paraíso, de Eloísa Gómez-
"relajamiento de las costumbres". Además, los espa- Lucena (2004, Ed. Espuela del Plata) y Doña
ñoles extrañaban en cuerpo y alma a sus esposas. Mencía la Adelantada, de Josefina Cruz (1960, Ed.
Las cartas que se conservan de esos años son la ilus- La Reja). Nada la detuvo, y a cada escollo encon-
tración más acabada de sus sentimientos. "Cada día tró una solución a expensas de su ingenio y sacri-
se me hace un año hasta veros, porque en esta vida no tengo ficio: como legalmente no podía ser nombrada
otro descanso si no a vos, ni tengo otro deseo", declaraba Adelantada, se encargó de que su hijo de apenas
ardorosamente Antonio Blas. Por su parte, Pedro de 16 fuera el sucesor, vendió todos sus bienes para
Salcedo confesaba: "Es tanta mi tristeza que me hallo llevar a cabo el proyecto y por fin, el 10 de abril de
como si estuviera cautivo en tierra de moros. Sin ella soy el 1550, la nave capitana San Miguel y dos berganti-
más triste hombre del mundo, y mi pena ha sido tan grande nes soltaron amarras desde Sanlúcar de
que caí en una enfermedad que llegaron a darme la extre- Barrameda.
maunción". Otros, cansados de escribir sin respuesta,
llegaban al punto de la amenaza, como el siguiente Ni las tormentas marítimas que se extendían por
extracto de una carta que Luis Díaz de Morales semanas, ni el calor sofocante del Ecuador que
escribió a su mujer Lorenza Clara de Arteaga: "No pudría los víveres y traía parásitos y fiebres, ni los
he visto respuesta ni letra tuya, por ninguna vía he sabido de piratas franceses que se llevaron todos los objetos
ti. Sabe nuestro Señor lo que he sentido y sentiré hasta que lo de valor a cambio de no tocar a las mujeres, ni la
sepa. Tú sabes que me diste la palabra delante de Nuestra muerte en altamar de su hija menor pudieron aba-
Señora de los Remedios, en Madrid, que harías orden de tirla. Nueve meses después, la cansada tripulación
venirte conmigo. Mira que todos los pecados que yo hiciere han llegaba a la isla de Santa Catalina, y entonces
de cargar sobre ti". comenzó la odisea por tierra. Entre portugueses
embaucadores y la letal amenaza de la tribu tupí
Así las cosas, era muy fuerte el apremio de la (macabramente célebres por sus festines caníba-
Corona por enviar a las tierras recién conquistadas les), hombres y mujeres se debatían entre fundar
cada vez más mujeres que pudieran fundar una una aldea en la costa misma o seguir adelante a pie:
nueva sociedad basada en los cimientos culturales 400 leguas de tramo selvático los separaban de
hispánicos. Para Gálvez, el esfuerzo y la perseveran- Asunción. ¿Podrían escalar montañas, vadear ríos
cia de las españolas hicieron posible que las ciuda- y soportar el sol abrasador? Doña Mencía fue ter-
des se levantaran y la vida se perpetuara: minante: era preferible morir peleando que arrin-
conados como ratones. No fue fácil convencer a
"Ellas hicieron que la tierra fuera más habitable y la vida los varones, quienes preferían esperar una ayuda
diaria, más atractiva. Fue su tarea específica suavizar las española que no llegaría nunca (ya que en la "civi-
costumbres de esa ruda sociedad de frontera, imprimiéndole el lización" los creían muertos hace tiempo), pero
sello de la cultura occidental en su versión española. Gracias afortunadamente cedieron y así se adentraron en la
a su espíritu de sacrificio, a su sentido religioso de la vida que tupida y tenebrosa selva. Dormían sin dormir,
buscó dar trascendencia al acto cotidiano, fue posible la exis- atentos a cada sonido. Caminaban a prisa, casi sin
tencia del hogar americano." detenerse, impulsados por el miedo. La selva era
una inmensa, verde y húmeda bóveda de lianas,
ramas, troncos y plantas. También había lugar para
Hogares "como Dios manda" maravillarse por los extraños pájaros multicolores,
flores nunca vistas, ríos de fuerza indómita… Así
Uno de los encomendados a satisfacer esa gran describe Gálvez su llegada triunfal a Asunción,
demanda para el Nuevo Mundo fue Juan de cinco meses después:
Sanabria, quien solicitó el cargo de Adelantado del
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"Domingo Martínez de Irala, el gobernador (…), duerme su en una misión de resultados paupérrimos: tras
siesta tendido en la hamaca cuando vienen a anunciarle la sufrir una hambruna mortal para 60 hombres en
extraña novedad: por la picada de la selva se acerca un gran Santa Catalina, los que quedaron fueron atacados
grupo de mujeres castellanas. ¿Podría ser que fuera doña por charrúas y guaraníes que se llevaron la vida de
Mencía? Cristóbal de Saavedra, que nunca se resignó a la otros 100. Si no hubiese sido por el oportuno res-
idea de que hubieran muerto, es el primero en montar a caba- cate de los capitanes Díaz de Melgarejo y Garay
llo a su encuentro. Corre la noticia por toda Asunción. Los (quien acababa de fundar Santa Fe, a orillas del río
hombres visten sus ropas domingueras, tan poco aptas para el Paraná), la empresa hubiese sido una masacre total.
calor del trópico como reveladoras de su posición social (…)
todos, sin excepción, se disponen a recibir a las recién llegadas El padre de Juana llegó a Asunción muy enfermo,
ante la curiosidad de los mestizos y el recelo de las indias. Las y su último deseo fue volver a ver a su hija, de
ven entrando a la ciudad. Allí están, increíblemente allí están, quien estaba separado hace ya ocho años. Garay, su
sus bravas compatriotas, sus mujeres valientes, alegres y sen- amigo y confidente, se ofreció a cumplir su pedido.
sibles. (…) Representan lo más noble de ellos mismos: el La situación era delicada: en un gesto más que sor-
tesón, la valentía, la fe en Dios, la confianza en la vida, el prendente para la época, don Ortiz de Zárate había
amor." solicitado al rey de España que Juana fuese consi-
derada su hija legítima; esta petición, también
Una de esas corajudas mujeres era Isabel de Becerra, increíblemente, fue autorizada por el monarca. Así,
quien años después se casaría nada menos que con con el inminente fallecimiento de su progenitor,
Juan de Garay, segundo y definitivo fundador de Juana se convertía en el mejor partido de todo el
Buenos Aires. Y entre la vasta maraña de causas y virreinato: a su ilustre ascendencia, su exótica
consecuencias que le permitieron lograr esta hazaña belleza y su dote de haciendas y minas de piedras
a orillas del río de la Plata, existe también (como no preciosas ahora se sumaba el título de Adelantado
podía ser de otra manera) una historia de amor. del Río de la Plata para quien la convirtiera en su
esposa. Como era de esperarse, comenzó entonces
una "comedia de enredos jurídico-matrimonial"
Juana Ortiz de Zárate, la niña de plata que "la niña de plata" logró evadir gracias a su
valiente irreverencia.
Ella se llamaba Juana y era hija del acaudalado
hacendado vizcaíno Juan Ortiz de Zárate. Su Quienes solicitaron su mano eran los príncipes
madre, quien murió cuando ella apenas tenía cua- azules de cualquier muchacha, pero había uno en
tro años, era una princesa india de sangre real: especial que preocupaba a Juana: era nada menos
Leonor Yupanqui. Sí: Juana era mestiza, y heredó que Antonio de Meneses, ahijado del virrey del
una perfecta fusión de la belleza de ella y la gallar- Perú, Francisco de Toledo. Pero ella ya había pues-
día de él. Al fin y al cabo, ¿no era su padre el nuevo to sus ojos y su corazón en otro hombre: un joven
Adelantado del Río de la Plata, nombrado por el oidor llamado Juan Torres de Vera y Aragón, que
mismísimo rey? Don Ortiz de Zárate tenía la ambi- enseguida obtuvo el visto bueno de Garay. Para
ción fija en esa tierra llana y hostil que Pedro de cuando éste llegó a casa de Juana, en la localidad
Mendoza no había podido domesticar. Sus esfuer- peruana de Chuquisaca, su padre ya había suspira-
zos por preparar una armada fundadora fueron do por última vez en Asunción, y la situación era
monumentales aunque prácticamente estériles por- apremiante. Los enamorados fijaron el mes de
que, tras el estrepitoso fracaso de su antecesor, octubre de 1577 para unirse en sagrado matrimo-
pocos hombres estaban dispuestos a arriesgar su nio, evento que se aguardó en la comunidad con la
pellejo en tan utópica y osada empresa. expectativa de "la boda del año". Toledo, al ente-
rarse del compromiso, puso el grito en el cielo:
El clérigo Martín González inmortalizó la sensa- ¿cómo esta simple mestiza se atrevía a arruinar sus
ción general con una declaración contundente: planes para sumar el futuro virreinato del Río de la
"No hallarán soldados ni gente que quiera ir, por- Plata a su patrimonio? Con una carta educadísima
que es tanta la mala fama que ha cobrado aquella en la superficie pero completamente despótica en
tierra que, mentándola, escupen". Finalmente, don su esencia, Toledo ordenó a Juana presentarse de
Ortiz de Zárate logró reunir a un grupo mínimo de inmediato en Lima. La respuesta de la muchacha,
voluntarios: gente que no tenía nada que perder, que pronunció con voz clara y decidida para que el
criminales o buscavidas a los que se los describió escribano Logroño pudiera escribir cada palabra,
como "la escoria de Andalucía". Con ellos partió fue la siguiente:
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