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1.- Libre albedrío o habilidad humana.

Aunque la naturaleza humana fue totalmente


afectada por la caída, sin embargo, Dios en su gracia capacita la voluntad del pecador para
que libremente se arrepienta y crea, o rehuse hacerlo. Cada pecador, capacitado por la
gracia de Dios, tiene libertad para creer o rehusar creer, y su destino eterno depende de
cómo use dicha libertad. La libertad con la que Dios capacita al hombre caído, consiste en
poder escoger libremente entre el bien y el mal en la esfera de lo espiritual. El pecador
puede cooperar con el Espíritu de Dios y ser regenerado o resistir la gracia de Dios y
perderse para siempre. El pecador necesita la asistencia del Espíritu Santo, pero no tiene
que ser regenerado por el Espíritu antes de que pueda creer, ya que la fe es un don de Dios
que el hombre puede recibir o rechazar libremente, y precede al nuevo nacimiento. La fe es
un don de Dios; y el hombre lo puede recibir y ejercer para vida eterna, o rechazarlo para
condenación.

2.- Elección condicional. Dios escogió para salvación, antes de la fundación del mundo, a
todas aquellas personas que, asistidas por su gracia habilitadora, creen en Cristo. Esto se
debe al hecho de que Dios vio de antemano que dichos individuos habrían de responder
positivamente a su llamado, arrepintiéndose y creyendo en Cristo. Dios escogió sólo a
aquellos que él vio de antemano que voluntariamente creerían en el evangelio, asistidos por
su gracia resistible.

3.- Redención universal o expiación general. La obra redentora de Cristo brinda a todos
los hombres la oportunidad de ser salvos, y garantizó la salvación de todos los que habían
creído y preservado hasta la muerte de Cristo, y también garantizó la salvación de todos los
que habrían de creer y perseverar después de la muerte de Cristo. A pesar de que Cristo
murió por todos los hombres, sólo los que creen en él son salvados. Su muerte es suficiente
para la salvación de todos los hombres, pero sólo eficaz en los que creen.

4.- El Espíritu Santo puede ser resistido eficazmente. Él Espíritu Santo convence de
pecado al mundo, y hace todo lo que se ha determinado para traer a cada pecador a la
salvación. El llamado del Espíritu, sin embargo, puede ser resistido, ya que el hombre es
hecho libre por la gracia de Dios. El Espíritu no regenera al pecador hasta que éste cree; la
fe (que es un don de Dios que el hombre puede recibir o rechazar libremente) precede al
nuevo nacimiento. Dios ha determinado que su llamado, a través del Espíritu Santo, pueda
ser libre y voluntariamente aceptado o resistido. El Espíritu Santo obra eficazmente
trayendo a Cristo sólo a aquellos que no le resisten. El Espíritu no imparte vida hasta que el
pecador responde, arrepintiéndose y creyendo voluntariamente en Cristo. Dios, por tanto,
ha determinado que Su gracia no actué de forma irresistible; sino que la misma puede ser
resistida por el hombre.

5.- El caer de la gracia o el perder la salvación. Algunos arminianos creen que el ser
humano, una vez salvo, no perderá su salvación y otros piensan que la salvación pueda
perderse por no perseverar en la fe.

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