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26/4/2018 La teoría del conocimiento y la epistemología de la administración

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LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO Y LA EPISTEMOLOGÍA DE LA ADMINISTRACIÓN

Ivette Flores Jiménez, Ruth Flores Jiménez, Juan José Aguilar Lugo Marino [a]

RESUMEN
La visión crítica de la realidad surge hoy como uno de los componentes importantes de todo quehacer de las ciencias sociales y administrativas, la re exión acerca de los
juicios que emergen y la puesta en duda constante de los saberes fundamentan hoy los procesos cientí cos, la crítica como “actividad re exiva” surge en el conocimiento
como pieza fundamental.
De allí que la crítica y las relaciones que se pueden establecen con la categoría epistémica sujeto-objeto, surgen como tema interesante a trabajar desde la epistemología.
La relación entre sujeto y objeto que las diferentes matrices epistémicas establecen determinan el modo de plantear un juicio crítico de la realidad, por ello se hace necesario
acercarse a los conceptos de los componentes de dicha relación.
Palabras clave: epistemología, teoría del conocimiento

ABSTRACT
The critical view of reality is emerging as an important component of any work of social and administrative sciences, the re ection on the trials that emerge and the
constantly questioned knowledge are the base of the scienti c processes today, the critique as a "re ective activity" arises in the knowledge as a fundamental piece.
This is because , the critical relationships can be established with the epistemic category -subject-object- and emerge as interesting topic to work with epistemology.
The relationship between subject and object which set the different epistemic matrices determine how to raise a critical evaluation of reality, that’s why it is necessary to
approach to the concept of the components of that relationship.

Keywords: epistemology, theory of the knowledge

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INTRODUCCIÓN
El proceso de conocimiento puede concebirse como una relación, de singular complejidad, entre estos dos elementos, sujeto y objeto. Para comenzar diremos que
entendemos por sujeto a la persona (o equipo de personas) que adquiere o elabora el conocimiento. El conocimiento es siempre conocimiento para alguien, pensado por
alguien, en la conciencia de alguien. Es por eso que no podemos imaginar un conocimiento sin sujeto, sin que sea percibido por una determinada conciencia. Pero, de la misma
manera, podemos decir que el conocimiento es siempre conocimiento de algo, de alguna cosa, ya se trate de un ente abstracto-ideal, como un número o una proposición
lógica, de un fenómeno material o aún de la misma conciencia. En todos los casos, a aquello que es conocido se le denomina objeto de conocimiento.

La relación que se articula entre ambos términos es dinámica y variable: lo primero porque no se establece de una vez y para siempre, sino a través de sucesivas
aproximaciones; lo segundo, porque resulta diferente según la actitud del sujeto investigador y las características del objeto estudiado.

    En el proceso de conocimiento es preciso que el sujeto se sitúe frente al objeto como algo externo a él, colocado fuera de sí, para que pueda examinarlo. Hasta en el caso de
que quisiéramos analizar nuestras propias sensaciones y pensamientos deberíamos hacer esa operación, es decir, deberíamos objetivarnos,   desdoblarnos en una actitud
re exiva  para poder entonces colocarnos ante nosotros mismos como si fuésemos un objeto más de conocimiento. La necesidad de objetivar elementos propios del sujeto
para poder conocerlos hace que, desde luego, resulte más compleja toda investigación que se desenvuelva dentro de las ciencias sociales y de la conducta.

    Esta delimitación o separación no es más que el comienzo del proceso pues, una vez producida, el sujeto debe ir hacia el objeto, acercarse al mismo, para tratar de captar y
asimilar su realidad. Es decir que el sujeto investigador debe salir de sí, abandonar su subjetividad, para poder concretar su propósito de comprender cómo es el objeto, de
aprehenderlo. De otro modo permanecería encerrado en el límite de sus conceptos previos, de sus anteriores conocimientos, y no tendría la posibilidad de ir elaborando un
conocimiento nuevo, más objetivo, que incorpore datos de la realidad externa.

    El acercamiento del investigador hacia su objeto puede considerarse como la operación fundamental, la esencia misma de la investigación, pues es lo que lo vincula con la
realidad, lo que le da acceso a conocerla. Pero para que el proceso se complete el investigador debe, nalmente, volver otra vez hacia sí mismo a n de elaborar los datos que
ha recogido, concibiendo ahora al objeto, mentalmente, a la luz de su contacto con él. 

    Sujeto y objeto quedan así como dos términos que sucesivamente se oponen y se compenetran, se separan y se acercan, en un movimiento que se inicia por la voluntad del
investigador que desea el conocimiento y que en realidad continúa repetidamente, porque el sujeto debe acercarse una y otra vez hacia lo que está estudiando si se propone
adquirir un conocimiento cada vez más profundo y completo sobre ello.

    Es desde este punto de vista que debemos enfocar entonces el problema de la objetividad. Para que nuestro conocimiento fuera en realidad objetivo debería suceder que el
sujeto de la investigación se despojara a sí mismo completamente de toda su carga de valores, deseos e intereses, que se convirtiera en una especie de espíritu puro, liberado
de toda actitud personal o subjetiva. El sujeto de la investigación es siempre un sujeto humano y no puede dejar de serlo. Se puede llegar, en el mejor de los casos, a utilizar
instrumentos, máquinas y otros dispositivos como complementos tecnológicos en la investigación; tales instrumentos serán capaces de recoger datos precisos, de ordenarlos
y de procesarlos. Pero lo que no serán capaces de efectuar son las operaciones propiamente epistemológicas de plantearse un problema, seleccionar el tipo de datos capaces
de resolverlo e interpretar el valor y el sentido de los mismos. Y es más, podríamos decir que una cierta dosis de subjetividad no sólo es inevitable en un trabajo de
investigación, sino que es además indispensable. Porque para plantearse un problema de conocimiento, es decir, para querer saber algo, se necesita de una voluntad, de una
preocupación por conocer la verdad y esclarecer la duda B que no puede ser sino subjetiva.

    Por esta misma razón es que no concebimos la existencia de un conocimiento lisa y llanamente objetivo y  a rmamos que todo el conocimiento no deja de ser el producto de
una cultura, de una época y de hombres concretos. De allí que resulte algo pedante a rmar que el conocimiento cientí co es objetivo, y que sea más adecuado sostener que la
ciencia se preocupa constantemente por ser objetiva, por tratar de llegar a serlo, sin que se pueda plantear nunca que haya arribado a la total objetividad. De otro modo
estaríamos negando su propio carácter falible, su posibilidad de cometer errores, pretendiendo tener un conocimiento absoluto, completamente cierto y válido hasta el n de
los tiempos, con lo cual nos alejaríamos del pensamiento cientí co y caeríamos en el dogmatismo.

    Insistimos en lo anterior no sólo porque creemos necesario remarcar el carácter falible del conocimiento cientí co sino porque además esto es necesario para comprender
plenamente la naturaleza dinámica y procesal de la misma actividad cognoscitiva. Este carácter procesal implica evidentemente que ningún conocimiento puede concebirse
como de nitivo; pero aquí conviene advertir sobre otro problema opuesto en esencia al anterior que es necesario abordar para no caer en el extremo contrario, en una
posición completamente escéptica (Hessen, 2005). Porque si bien rechazamos que puedan hallarse verdades de nitivas eso no signi ca a rmar, por supuesto, que ninguna de
nuestras proposiciones pueda comprobarse o demostrarse. Si dijésemos que todo es subjetivo, que ningún conocimiento puede obtenerse por cuanto en todos aparece
jugando un cierto papel la subjetividad y el error, arribaríamos también a una posición parecida a la del dogmatismo, aunque de signo inverso. Rechazar de plano todo
conocimiento por falaz es lo mismo, en el fondo, que aferrarse a todo conocimiento obtenido y revestirlo con el atributo de verdad suprema. Nuestra posición implica
entonces recusar ambos términos extremos, aceptando la falibilidad de toda a rmación, pero sin por eso negar que a través de conocimientos falibles, limitados, es que
precisamente se va llegando a la verdad, nos vamos aproximando a ella.

Según Platón (340 A. de C.), el conocimiento se caracteriza por ser necesariamente verdadero (episteme). De otro modo, la mera creencia y opinión (ignorante de la realidad
de las cosas) quedan relegadas al ámbito de lo probable y lo aparente. Una certeza que el día de mañana probara ser falsa, en verdad nunca habría sido conocimiento. Y en
efecto, esta vinculación entre conocimiento-verdad-necesidad forma parte de toda pretensión de conocimiento ora losó co, ora cientí co, en el pensamiento occidental.

En general, para que una creencia constituya conocimiento cientí co no basta con que sea válida y consistente lógicamente, pues ello no implica de suyo su verdad. Así por
ejemplo, téngase un sistema lógico deductivo consistente y válido. Niéguese la totalidad de las premisas del sistema, y se obtendrá un sistema igualmente consistente y válido,
sólo que contradictorio al sistema previo. De tal manera, validez no garantiza verdad. Para que una teoría deba ser considerada como verdadera, deben existir, desde el punto
de vista de la ciencia, pruebas que la apoyen. Es decir, debe poder demostrarse su verosimilitud empleando el método cientí co, también conocido como método
experimental. Ello sin embargo se ve seriamente complicado si se introducen interrogantes relativas a la su ciencia de dicho método, como por ejemplo, la transparencia de
los hechos (¿existen los hechos puros o más bien interpretaciones?), la factibilidad de la pretensión de objetividad y neutralidad valórica (¿es posible la comprensión de la
realidad desde un punto de vista neutro, tal como fuera el de un dios, o estamos condenados a perspectivas?), etc.

Plantearse el problema epistemológico es invadir el campo de la re exión acerca del conocimiento, de sus modalidades de acceso y transferencia, de sus formas de creación y
representación.

“Las re exiones epistemológicas surgen de plantearse la pregunta ¿Cómo es que conocemos?” Esta pregunta puede plantearse sin comprometerse verdaderamente a aceptar
que el fenómeno del conocer es un fenómeno biológico....Sin embargo, si uno se plantea la pregunta, no puede dejar de notar que los seres humanos somos lo que somos en el
serlo, es decir, somos conocedores u observadores en el observar y que al ser lo que somos, lo somos en el lenguaje   Es decir, no podemos dejar de notar que los seres
humanos somos humanos en el lenguaje, y al serlo, lo somos haciendo re exiones sobre lo que nos sucede...porque si no estamos en el lenguaje no hay re exión...(Maturana.
1990. Pp. 36 y 68)”

Esta perspectiva implica una visión fenomenológica, empírica e íntima del conocimiento, en la cual el conocer se sustenta en la relación individual existente entre el sujeto que
experimenta la acción de conocer y el intento que éste realiza por reformular la experiencia a través del lenguaje, que es el medio que permite reformular conceptualmente
dicha experiencia.

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Otra perspectiva más antropológico- losó ca de la epistemología nos sitúa en una dimensión del conocimiento a escala humana, constituyendo éste el repertorio de
experiencias culturales que los grupos humanos son capaces de acumular a través del tiempo y de potenciar permanentemente en sus relaciones mutuas y en su vinculación
con la realidad objetiva que le rodea y la realidad inmanente que es capaz de generar como resultado de sus propias capacidades de metacognición, es decir, de la capacidad
intelectual, propiamente humana, relacionada con la posibilidad de re exionar acerca del propio conocimiento creado, sea este conocimiento estructurado en torno a
realidades objetivas o en torno a ideas.

Dado que el problema epistemológico reviste una complejidad mayor en relación a los tópicos que se formulan en el presente, me parece conveniente realizar una breve
síntesis acerca de las distintas racionalidades que operan alrededor de las conceptualizaciones y orientaciones articuladas en torno al conocimiento, para así intentar derivar
un enfoque que sustente una visión acerca de la epistemología de la Administración, que creo debe considerar los nuevos escenarios del conocimiento que están comenzando
a crearse a partir de sus nuevas modalidades de  acceso, representación, transferencia y creación de conocimiento.

Realizaremos una visión general a la teoría del conocimiento, para aproximar una recontextualización epistemológica basada en el estudio de la administración.

El fenómeno del conocimiento radica en la capacidad de la inteligencia humana de examinar la realidad, objetiva e inmanente, y conceptualizarla captando sus características
esenciales, generales y particulares, estableciendo una suerte de autorre exión acerca de lo que logramos aprehender de la cosa, hecho, fenómeno, circunstancia, símbolo o
idea conocida.

Para establecer esta relación del conocer, entre sujeto que conoce y objeto conocido, se puede enfocar dicho proceso desde la fenomenología, que desea captar la esencia
general de un fenómeno, o desde la psicología, que basa el conocimiento en los procesos psíquicos que desencadena el acto de relacionar hechos y conceptualizaciones
intelectuales.

Diferenciaremos el enfoque de Hessen (2005), para realizar una primera aproximación a la epistemología de la administración,  “Para nosotros no describirá el proceso de un
conocimiento determinado, ni establecerá lo que es propio de un conocimiento determinado, sino que describirá lo que es esencial a todo conocimiento y establecerá lo que
constituye su estructura general. En el conocimiento se encuentran, frente a frente, la conciencia  y el objeto, el sujeto  y el objeto. El conocimiento se mani esta como una
relación entre estos dos elementos que permanecen en ella (la conciencia) y están eternamente separados uno del otro. El dualismo de sujeto  y  objeto  es parte de la esencia
del conocimiento. La relación entre los dos principios es, al mismo tiempo, una correlación. El sujeto sólo es sujeto para un objeto y el objeto sólo es objeto para un sujeto. Uno
y otro son lo que son, en cuanto a que son para el otro. Sin embargo, esta correlación no es reversible. Ser sujeto es totalmente diferente a ser objeto. La función del sujeto
consiste en aprehender al objeto, y la del objeto en ser aprehensible y aprehendido por el sujeto.” (Hessen, 2005, pp.  25 y 30)

La diferencia esencial radica en que dicho enfoque está estructurado en torno a la visión moderna del conocimiento, mediante la cual el sujeto que conoce, el hombre,
aprehende la realidad para conocerla y transformarla en su propio bene cio, la necesidad de conocer está relacionada con la necesidad de transformar, ante lo cual la realidad
constituye el objeto acerca del cual se construye conocimiento, y el sujeto asume una modalidad de dominio, en la cual asume el conocer para transformar. Subyace a este
enfoque una visión utilitaria y pragmática del hecho epistemológico, ya que la sistematización del conocimiento expresado en las ciencias está organizado para que el hombre
sea un ser que se ocupa con la realidad para someterla a sus propios deseos o necesidades, asumiendo la realidad-objeto una dimensión pasiva ante el sujeto que conoce y
transforma.

En una perspectiva administrativa del conocimiento, esta relación sujeto-objeto  se hace recíproca, en la cual ambos asumen un protagonismo de mutua in uencia. El sujeto
toma decisiones en torno a los objetos de conocimiento, pero estos, lejos de una pasividad utilitaria, asumen un rol retroalimentador  que es capaz, a su vez, de provocar
modi caciones en el propio sujeto, como resultados de las decisiones activadas por éste.

En el enfoque epistemológico moderno la realidad-objeto está disponible para ser conocida según las propias dinámicas de nidas por el hombre-sujeto.   En el enfoque
epistemológico posmoderno, de carácter administrativo, el axioma se amplía a la relación establecida entre sujeto-objeto-sujeto, en la cual el sujeto conoce al objeto
dinámicamente, aprehendiendo su esencia, pero, a la vez, experimentando la modi cación de su propio yo, al constituirse en el receptor de una inmediata retroalimentación,
que también posee la capacidad de modi carle en su propia esencia.

Esto se re eja en las nuevas tendencias culturales y sociales, en las cuales aparecen fenómenos inéditos de modi cación de la conciencia colectiva, como resultado de dicho
proceso nuevo de conocer y modi car. Tal es el caso, de lo que hemos denominado como conciencia intuitiva administrativa, en la cual, las personas inmersas en las
organizaciones, están manifestando conductas que son la expresión de un conocimiento intuitivo asimilado del entorno económico, tecnológico, político y cultural
crecientemente globalizado. En dichas conductas se mani esta claramente una modi cación en las formas de ser, logrando, por ejemplo, interacciones positivas y exitosas con
medios tecnológicos, nancieros, económicos, culturales y políticos, tomando decisiones sobre estos medios en algunas ocasiones sin mediar un adiestramiento previo, sin
tener que estudiar manuales administrativos, de procedimientos, sin la necesidad de manejar lógicas matemáticas que sustentan las lógicas informáticas, tan sólo tomando
decisiones, a través del control administrativo, que desencadenan complejos procesamientos de información y de control, los que ofrecen respuestas casi inmediatas que de
alguna manera in uyen directamente sobre el conocimiento y la conducta de los sujetos que desencadenaron dichos procesos.

En esta línea Bateman & Scott (2008, p. 109) aporta lo siguiente: “Los primeros conceptos e in uencias de la administración se dan con el enfoque clásico; este periodo abarca
de mediados del siglo XIX a principios de la década de mil novecientos cincuenta. Los enfoques más importantes que surgieron durante este periodo fueron la administración
sistémica, la administración cientí ca, el proceso administrativo, las relaciones humanas y la burocracia”.

“La administración sistémica. Durante el siglo XIX, el crecimiento en los negocios estadounidenses se centraba en la manufactura (Manufacturing Innovation Black, 1991, p.
86)” Los primeros autores, tales como Adam Smith (2001), consideraban que la administración de estas empresas era caótica y que sus propias ideas ayudaron a
sistematizarla. La mayor parte de las tareas en la organización se subdividían y se desempeñaban a través de mano de obra especializada. Sin embargo, la coordinación
de ciente entre los subordinados y los distintos niveles de administración provocaron problemas frecuentes y trastornos en el proceso de manufactura.

El enfoque de la administración sistemática pretendía incorporar procedimientos y procesos especí cos a las operaciones para garantizar la coordinación de los esfuerzos. La
administración sistemática ponía énfasis en las operaciones económicas, el reclutamiento adecuado, el mantenimiento de los inventarios para satisfacer la demanda   del
consumidor y el control organizacional. Estas metas se alcanzaban a través de:

• La de nición cuidadosa de los deberes y responsabilidades.

• Técnicas estandarizadas para desempeñar tales deberes.

• Medios especí cos para recopilar, manejar, trasmitir y analizar la información.

• Contabilidad de costos, salarios y sistemas y la comunicación realizada.

En la administración cientí ca Taylor (1961) descubrió que la producción y la remuneración eran de cientes, que la ine ciencia y el desperdicio prevalecían, y que la mayor
parte  de las empresas tenía un tremendo potencial no utilizado. Concluyó que las decisiones  de administración eran poco sistemáticas y que no había investigación para
determinar la mejor manera de producir.

Taylor (Op. Cit.) identi có cuatro principios de la administración cientí ca:

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1. La administración debe desarrollar un enfoque preciso y cientí co para cada elemento en el trabajo individual a n de sustituir los lineamientos generales.

2. La administración debe seleccionar, capacitar, enseñar, y desarrollar cientí camente a cada trabajador para que la persona adecuada tenga el trabajo correcto.

3. La administración debe cooperar con los trabajadores para garantizar que el trabajo se ajuste a los planes y principios.

4. La administración debe garantizar una división justa del trabajo y de la responsabilidad entre los gerentes y los trabajadores.

La administración clásica cuyo principal precursor fue Henry Fayol (1985) establece catorce principios universales de la administración:

1. División del trabajo.

2. Autoridad.

3. Disciplina.

4. Unidad de mando.

5. Unidad de dirección.

6. Subordinación del interés individual al general.

7. Remuneración.

8. Centralización.

9. Cadena escalar.

10. Orden.

11. Equidad.

12. Estabilidad y duración del personal.

13. Iniciativa.

14. Unión del personal.

Así como el concepto de administración: Planear, organizar, integrar, dirigir y controlar.

El enfoque de las Relaciones Humanas con Elton Mayo (1959), se desarrolló a principios de la década de los treinta. Este enfoque buscaba comprender cómo los procesos
sociales y psicológicos interactúan con la situación laboral para in uir en el desempeño. Este enfoque fue el primero de importancia que puso énfasis en las relaciones
informales de trabajo y en la satisfacción del trabajador.

La Burocracia, cuyo principal precursor fue Weber (2008), sociólogo alemán, mostró cómo la sola administración podía ser más e ciente y consistente: el modelo ideal para la
administración de acuerdo con él, es el enfoque de la burocracia.

Weber (Op. Cit.) consideraba que las estructuras burocráticas pueden eliminar la variabilidad que resulta cuando los gerentes de la misma organización tienen habilidades,
experiencias y metas diferentes. También  alegaba que los trabajos en sí mismos podían estandarizarse para que los cambios de personal no afectaran a la organización. Él
consideraba que era necesaria una red estructurada y formal de relaciones entre puestos especializados en una organización. Las reglas y reglamentos estandarizan el
comportamiento y la autoridad reside en los puestos y no en las personas. En consecuencia, la organización no debe basarse en una sola persona; para alcanzar éxito y
e ciencia debe seguir las reglas en forma rutinaria y sin prejuicios.

De acuerdo con Weber (Op. Cit.), las burocracias son especialmente importantes porque le permiten a las grandes organizaciones realizar muchas de las actividades de rutina
necesarias para su supervivencia. Además, los puestos burocráticos favorecen la especialización y eliminan muchos juicios subjetivos por parte de los gerentes. Aunado a
esto, si el establecimiento de las reglas y de los controles se hace en forma adecuada, las burocracias deben mostrarse libres de prejuicios en el tratamiento que hacen de las
personas, sean éstas clientes o empleados.

En la actualidad muchas organizaciones son burocráticas. La burocracia puede ser e ciente y productiva. Sin embargo, no es el modelo adecuado para todas las
organizaciones. Las organizaciones o departamentos que necesitan una rápida toma de decisiones  y exibilidad pueden sufrir si adoptan este enfoque. Algunas personas no
muestran su mejor desempeño si las reglas y los procedimientos burocráticos resultan excesivos.

Sin embargo, una mirada a la evolución de la teoría del conocimiento permite encontrar diversos enfoques ante el mismo problema, la relación entre sujeto  que conoce y
objeto  que es conocido.

El dogmatismo, es una visión que basa dicha relación en una con anza total y absoluta en la razón humana, la cual no ha sido debilitada por la duda. Según Kant (1952), en su
Crítica a la razón pura: “El dogmatismo es la conducta dogmática de la razón pura, que no formula la crítica de su propio poder.”

El escepticismo, es un enfoque que niega la posibilidad de aprehender el objeto. “Extrema se tangun”, los extremos se tocan; por lo tanto, el sujeto no puede expresar ningún
juicio acerca del objeto.

A decir de Hessen (1975, p. 46): “El dogmatismo en cierta forma ignora al sujeto; el escepticismo desconoce al objeto.” 

El  subjetivismo, limita la validez de la verdad acerca de lo conocido al sujeto que conoce y juzga la realidad del objeto conocido; pudiendo aplicarse la categoría de sujeto a
una dimensión de persona, de sujeto individual, o a una dimensión a escala humana, de sujeto general.

El relativismo, a rma que no existe la verdad absoluta, no existe ninguna verdad universalmente válida. Todas las verdades son relativas teniendo niveles de certidumbre muy
restringidas. Según este enfoque los conocimientos humanos dependen absolutamente de factores exógenos al hombre, tales como la in uencia del medio, la época histórica
en la cual se construyen los sistemas de conocimiento, los lazos de a liación (ideologías, religión), el contexto cultural (creencias, costumbres), constituyendo, entre otros
factores, entornos que le asignan una gran relatividad al conocimiento que adquieren los hombres acerca de la realidad.

El pragmatismo, que es una corriente moderna del conocimiento, asume que el conocimiento está radicado en lo útil, lo valioso, lo que es alentador de la vida. El hombre se
constituye, en cuanto a sujeto, en un ser práctico, que aplica su potencialidad intelectiva al servicio de la voluntad y de la acción. La inteligencia sirve al hombre para indagar y
conocer acerca de la realidad para saber qué hacer en ella y con ella, más que para buscar la verdad. Según Simmel citado por Hessen (1975, p. 59), en su Filosofía del dinero,

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 “...son verdaderas todas las representaciones que han originado principios de acción acertada y vital.”

El criticismo, admite una con anza básica en la razón humana, existiendo dentro de sus seguidores la con anza más absoluta de que la verdad existe y de que es posible llegar
a conocerla. Apuesta a la con abilidad en el conocimiento humano, examinando todas y cada una de las a rmaciones que la razón humana elabora para aproximarse a la
verdad, negándose a aceptar una cuota de verdad con indiferencia En todos los conocimientos investiga cuáles son los principios que los sustentan y regulan, exigiendo
siempre una relación coherente con el aporte de la razón humana.

El racionalismo, se asemeja mucho al criticismo, ya que sostiene que la causa principal del conocimiento reside en el pensamiento humano, en la razón. Un conocimiento es
propiamente tal cuando posee consistencia lógica y validez universal. “Esto es, cuando nuestra razón estima que una cosa en como es y que no puede ser de otro modo; y
cuando juzga que, por ser como es, debe ser así siempre y en todas partes, entonces y sólo entonces, según el racionalismo, estaremos ante un conocimiento real.” (Hessen,
Op. Cit. p. 67).

En el caso del empirismo, la única causa del conocimiento humano es la experiencia. La conciencia acerca de lo conocido   se estructura en torno a la experiencia humana
directa, más que a la razón ejercida como re exión en relación a lo que se conoce. El espíritu humano por naturaleza está desprovisto de todo conocimiento, es, a decir de
Aristóteles (Citado por During en 2005), una “tabla rasa”, una base en blanco sobre la cual se escribe el repertorio de experiencias que el sujeto experimenta en su devenir.
Dichas experiencias pueden ser internas, es decir, basadas en la percepción que el propio sujeto hace de éstas; o pueden ser externas, basadas en la percepción que hacen de
la realidad los sentidos. (Cuando el empirismo se focaliza en la segunda alternativa se transforma en sensualismo)

En el intelectualismo, encontramos un intento de mediación entre el racionalismo y el empirismo. El intelectualismo   asume que la conciencia es capaz de “leer” en la
experiencia; el hombre extrae sus conceptualizaciones acerca de la realidad desde la experiencia. “Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu... (Nada existe en el
entendimiento que no haya estado antes en el sentido)” (Hessen, Op. Cit, p. 82)

Por último, para obtener una visión panorámica de los enfoques encontrados en la Teoría del Conocimiento, encontramos el apriorismo, el cual también considera que tanto la
razón como la experiencia son causas del conocimiento. La diferencia radica en la creencia de que existen en nuestro conocimiento algunos elementos “a priori” que son
independientes de la experiencia. Estos contenidos a priori adquieren formas de conocimiento   en su relación con la experiencia. “El principio del apriorismo dice: los
conceptos sin las intuiciones son vacuos; las intuiciones sin los conceptos son ciegas.” (Hessen, 1975, p. 85)

Para concluir, analizadas las corrientes más representativas de la teoría del conocimiento, podemos precisar que la esencia del conocimiento radica en la relación entre sujeto
y objeto. La epistemología de la administración requiere de una cierta ruptura con este concepto ampliando el axioma a la relación sujeto-objeto-sujeto. La sola aceptación de
este planteamiento implica un cambio sustantivo en las formas de concebir las fuentes del conocimiento, aceptando que dichas fuentes no están ni en el sujeto ni en el objeto,
sino que esencialmente en la relación de mutua modi cación que ambos experimentan en sus interacciones recíprocas.

Por lo tanto, el problema básico del conocimiento radicaría más que en descubrir las fuentes de la verdad, en establecer los nexos que permitan acceder a las fuentes de dicha
verdad.

Lo administrativo radicaría en que, actualmente, el hombre ha mejorado la e ciencia en su interacción con las fuentes del conocimiento culturalmente desarrollado, y este se
mani esta a manera de información disponible, a la cual se puede acceder con uidez y, lo que es más trascendente, con capacidad de modi car estas fuentes de verdad.

Lo especí co está en la mutua modi cación que pueden realizar, tanto el sujeto que conoce como el efecto que, el proceso de conocer y lo conocido, provocan en su propio yo.

Para concluir, si retornamos a las ideas iniciales incluidas en este trabajo, todo parte de la aceptación tácita de que la teoría del conocimiento intenta explicar la importancia
objetiva del pensamiento humano, la relación de éste con sus objetos. “El objeto formal de la teoría del conocimiento es la dependencia  de todo pensamiento a sus objetos. En
atención a esto, también suele recibir el nombre de teoría del pensamiento verdadero”  (Hessen, Op. Cit, p. 171)

Desde la epistemología de la administración, podemos agregar que el pensamiento se reconstruye,  en la interacción dinámica entre el sujeto  que conoce y el objeto que es la
fuente de su conocimiento, constituyendo dicho pensamiento la expresión de una mutua modi cación  resultante de la relación sujeto-objeto-sujeto.

CONCLUSIÓN
El Sujeto, entendiendo a éste como el elemento de la relación que, en su acto de conocer, recibe las imágenes del mundo, las procesa y explica a través del lenguaje y genera un
juicio. La noción de sujeto se puede entender en dos dimensiones, amplio y estricto (Sierra-Bravo, 1984, p. 18). En sentido amplio se entiende al sujeto como al hombre en su
“entera naturaleza”, sus sentidos, sus facultades, es decir, lo que compone al hombre en su conjunto, que es el que conoce (Alejandro, 1974, p. 26). 

En el sentido estricto, la noción de sujeto no se entiende como el hombre en su “entera naturaleza”, sino que se hace referencia al “mundo interior (Sierra-Bravo, 1984, p. 15)”
  del hombre, es decir, al “centro al que se le imputan la conciencia y a los actos intelectuales del hombre interior (Sierra-Bravo, Op. Cit, p. 19)”, por ello si el sujeto,
epistemológicamente hablando, “es lo que subyace al hombre, es decir,  lo que se considera su ser más intimo y profundo (Sierra-Bravo, Op. Cit. p. 19) “ 

El Objeto, el otro elemento que compone la relación, se puede entender como “lo que yace ante esa intimidad del hombre o está puesto ante ella de modo que pueda ser
conocido (Sierra-Bravo, Op. Cit. p. 19)”. Asimismo el objeto goza, para Sierra Bravo, de dos sentidos, amplio y estricto. 

En sentido amplio, el objeto de conocimiento en su conjunto es el “mundo exterior (Sierra-Bravo, Op. Cit. p. 15)”,   éste está dotado de una existencia independiente del
pensamiento del hombre.  En sentido estricto, el Objeto,  “no es la cosa o fenómeno parte del mundo exterior conocidos, sino lo que hay de  inteligible en esa cosa capaz de ser
percibido y captado en el acto de conocimiento (Sierra-Bravo, Op. Cit. p. 19)”.

En cuanto a la relación entre Sujeto y Objeto, se podría a rmar que está constituida por el acto cognoscitivo. De allí que esta relación surge como un problema epistemológico
y, por lo tanto, se dan diferentes respuestas a dicho problema, pues las lógicas diferentes de concebir la relación dan origen a distintas formas de entendimiento de ésta, así
mismo la crítica, que se basa en ésta relación, en tanto se entiende al sujeto como quien establece la crítica y a la sociedad se le otorga la categoría de objeto. Esta concepción
que separa al sujeto del objeto es visible en los planteamientos de Popper (1997).

Popper reedita la noción cartesiana de la división de mundos, Descartes (reimp. 2005)  hace alusión a dos mundos, el mundo de los cuerpos y estados físicos (mundo1) y el
mundo de los estados mentales (mundo 2) 1,   Popper (Op. Cit.) a esta noción agrega un tercer mundo que denomina mundo 3 y que en líneas generales es el mundo de los
productos de la mente humana.

La incorporación de un tercer mundo en el cual se ubicarían los productos  de la mente humana, es decir, las relaciones y signi cados que los sujetos den a los objetos abre la
posibilidad de establecer nuevas formas de pensar esta relación de sujeto y objeto, pues Popper sitúa así a los objetos, en cuanto tales, en el mundo 1, a los procesos mentales
en el mundo 2 y a los productos de la mente en el mundo 3.  Esto lleva a observar que la administración como producto de las relaciones sociales entre los hombres para el
cumplimiento de los objetivos propuestos (y por lo tanto de la mente humana) se ubicaría en el mundo 3, pero al plantear una crítica ha de plantearse a la administración en
calidad de objeto.

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26/4/2018 La teoría del conocimiento y la epistemología de la administración
Desde esta división que Popper (Op. Cit.) hace de los mundos, plantea las nociones de “Conocimiento Objetivo” y “Conocimiento Subjetivo”, se re ere al conocimiento
objetivo haciendo alusión a la noción de Kant (1952, p.192) de objetividad: “el conocimiento objetivo es aquel que ha de ser justi cable independiente de los caprichos de
nadie” a esta noción Popper (1977, p. 43) agrega lo siguiente: “...las teorías cientí cas no son nunca enteramente justi cables o veri cables, pero que son, no obstante,
contrastables. Diré, por tanto, que la objetividad de los enunciados cientí cos descansa en el hecho de que pueden contrastarse intersubjetivamente”, de allí plantea que el
conocimiento subjetivo se alimenta del conocimiento objetivo   “...aunque el conocimiento objetivo sea un producto humano, rara vez se crea asumiendo el conocimiento
subjetivo. Rara vez sucede que un hombre primero adopte una convicción basándose en su experiencia personal, la publique y consiga que sea aceptada como una de esas
cosas que decimos: <<Es sabido que...>>. Por lo general, el conocimiento objetivo es el resultado de teorías rivales que se proponen provisionalmente para solucionar algún
problema conocido objetivamente (Popper, 1997, p. 45)”. 

Popper (1977, p. 66) plantea de este modo que el conocimiento tiene un carácter objetivo y subjetivo, en cuanto al carácter objetivo abre una serie de debates con respecto a
la falsación o refutación de los enunciados, plantea que cuando se emiten juicios terminantes (con afán universalista) éstos pueden compararse a “vetos” o “prohibiciones” y
por ello son susceptibles de falsear: “no a rman que exista algo, o que se dé en cierto caso determinado, sino que lo niegan. Insisten en que no existen ciertas cosas o
situaciones, como si las vedaran o prohibieran: las excluyen. Y precisamente por esto son falseables...”    

Popper (1997, p. 140) propone que la crítica está relacionada en forma fundamental con la noción de validez, ya que la validez de un enunciado pasa por someterlo
previamente a un juicio crítico “esto sucede (...) porque decir que una teoría es verdadera o falsa signi ca someterla a un juicio crítico” de modo que Popper reconoce en la
crítica un procedimiento para llegar a la verdad de un enunciado. 

De lo antes dicho con respecto a Popper, se puede plantear una relación con la crítica,  en ella el sujeto se separa del objeto, pues el objeto ocupa un lugar en el primer mundo
y el conocimiento objetivo se sitúa en el tercer mundo, pues el conocimiento es resultado de la mente humana, en tanto del proceso  racional y metódico de contrastar los
enunciados, el problema que surge en esta lógica  es que la administración también es resultado de la mente humana y no alude a un objeto del mundo 1, por lo tanto, la
interpretación que resulta desde la división de mundos planteada por Popper es que la administración podría pertenecer exclusivamente al mundo 3 sin tener un signi cante
en el mundo 1 (el mundo de los estado y lo procesos físicos). 

Pero en el caso de la administración que, en esta lógica de pensamiento, sería el objeto, la división o separación de sujeto y el objeto se torna problemática, ya que el sujeto
está inmerso o forma parte del objeto, o, dicho de otra forma el sujeto se constituye por el objeto y el objeto se constituye por el sujeto, además ¿Cómo se apuntaría a la
verdad a través de la crítica cuando es la misma administración quien da los parámetros de veracidad? 

La paradoja que se da en este caso es abordada por Adorno (1962, p. 28), quien plantea la necesidad de repensar la crítica tradicional en un sentido dinámico que pueda
sobrepasar la divinización que los críticos plantean de la administración, para ello es necesario no escindir sujeto y objeto, pues el “sujeto” (inmerso en el objeto y
constituyente de éste) debe reconocerse como parte del todo y moverse con el “objeto” pues éste es dinámico.

Adorno (Op. Cit.) reconoce en primer término, que no es posible situar al sujeto (el crítico) separado del objeto (administración) y que todo crítico que se supone por sobre o
separado de la administración la mayoría de las veces está inmerso en ella y justi cando su existencia desde su crítica: “la actitud del crítico administrativo, gracias a la
diferencia o distancia a que se coloca del mal y el desorden imperantes, le permite pasar  teoréticamente  por encima de éstos, aunque a  menudo no consiga sino quedarse
tras ellos. 

De esta forma Adorno plantea que sujeto y objeto están en una relación dialéctica, es decir, el sujeto es y no es, a la vez que el objeto lo es y no lo es, plantea que el sujeto no
puede separarse del objeto, pues ello lleva a totalizaciones que hacen perder de vista la crítica. 

Adorno plantea que la forma de mantener la crítica, lo cual es fundamental en el conocimiento, es mantener la tensión y no caer en posicionamientos binarios, pues “con
vacías categorías se divide el mundo en blanco y negro y se dispone para el dominio contra el cual se concibieron inicialmente los conceptos. Ninguna teoría, siquiera la
verdadera, está segura de no pervertirse nunca el día que se prive de la relación espontánea con el objeto” 

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[a] Profesores Investigadores de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. <<

1 “El Mundo 1” que plantea Descartes correspondería al concepto de “Mundo Exterior” que antes está desarrollado, asimismo el “Mundo 2” correspondería al “Mundo
Interior” ya enunciado. <<

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