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Clima en Valledupar:
El clima en Valledupar es de mínimo 22°c y
máximo 34°c
Narra la leyenda que una noche al regresar Francisco después de una parranda de varios días y al ir
hacia su pueblo, para distraerse en la soledad de la noche, abrió el acordeón y, sobre su burro,
como era usual en aquella época, empezó a interpretar sus melodías; de pronto, al terminar una
pieza, surgió de inmediato el repertorio de otro acordeonero, que desafiante trataba de superarlo;
de inmediato Francisco marchó hacia él hasta tenerlo a la vista; su competidor, para sorpresa, era
Satanás, quien al instante se sentó sobre las raíces de un árbol, abrió su acordeón, y con las notas
que le brotaban hizo apagar la luna y todas las estrellas.
El mundo se sumergió en una oscuridad tal, que sólo los ojos de Satanás resplandecían como
tizones. Sus notas eran las de un gran maestro; algunos dicen que de ese encuentro nació el canto
del Amor-Amor, pues Francisco, dueño de grandes virtudes y poseído de mucha fe, lejos de
acobardarse con la abrasadora oscuridad, abrió su acordeón e hizo sonar tan hermosa melodía y la
magia de la misma devolvió la luz a la luna y a las estrellas, infligiendo mucho temor del demonio.
Después clamó a Dios y entonó el Credo al revés con la potencia de su voz, de tal suerte que el
demonio, vencido, exhaló un terrible alarido y con su acordeón a rastras huyó hacia las montañas
donde se perdió para siempre.
La sirena de Hurtado
Cuentan los abuelos que Rosario Arciniega, era una niña muy linda y caprichosa, nacida en el barrio
"Cañaguate" de Valledupar. Acostumbrada a hacer siempre su voluntad, no hizo caso cuando sus padres,
fieles a la tradición, le prohibieron que fuera a bañarse a las profundas aguas del pozo de Hurtado en el río
Guatapurí, por ser un Jueves Santo, día consagrado a rememorar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Orgullosa y resuelta, Rosario se marchó a escondidas y al llegar al pozo, soltó sus largos cabellos, se quitó la
ropa y se lanzó al agua desde las más altas rocas. Eran las dos de la tarde y, no obstante, el cielo se
oscureció y cuando Rosario trató de salir de las aguas no pudo.
Un peso enorme en sus piernas le impedía moverse y como pudo llegó a la orilla donde comprobó,
horrorizada, que sus extremidades inferiores habían desaparecido y en su lugar había una inmensa cola de
pez. Estaba convertida en Sirena. Bien entrada la tarde, su madre, que suponía donde podía estar, salió a
buscarla llamándola por toda la orilla del río. Pero nadie respondió.
Enterado todo el pueblo se sumó a la búsqueda de su cadáver creyendo que se había ahogado, pero en la
mañana del Viernes Santo al salir el sol apareció sobre la roca desde donde se había lanzado y a la vista de
su familia y de todos los que la buscaban, dijo adiós con la cola y se zambulló por última vez. Dicen que
desde entonces la ven y oyen su canto los trasnochadores y los que amanecen por la orilla del río.
Agüeros en Valledupar