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ANDRÉ LÉONARD

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~ Un discernimiento intelectual cristiano
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L1985
André Léonard

Pensamiento contemporáneo
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y
fe en Jesucristo
Un discerriifnien to
intelectual cristiano

en<;u~ntroa
Eediciones Cl,
título original
Pensées des hommes et foi en Jésus-Christ
Pour un discernement intellectuel chrétien

© 1980
Dessain et T olra, París
© 1985
Ediciones Encuentro, Madrid
primera edición española INDICE
septiembre 1985
Primera reimpresión
Marzo 1997

Traducido por las hermanas


trapenses de Carrizo (León)

cubierta y diseño
Taller gráfico de Ediciones Encuentro
Págs.

PRO LaGO :......... 11

INTRODUCCION: Fe cristiana y reflexión filosófica 15

CAPITULO PRIMERO: Planteamiento del problema 19


A. La afirmación cristiana 20
1. El admirable intercambio 20
2. La conmoción de la amistad 21
3. La humildad de Dios 22
B. La inevitable confrontación 23
1. El rechazo de la fe en nombre de la filosofía 25
2. La transformación de la fe en gnosis o en ideología .;...... 27
3. El rechazo de la filosofía en nombre de la fe 28
4. La búsqueda de una armonía entre fe y filosofía 30

CAPITULO SEGUNDO: Principios de solución 33


A. La relación de la gracia y de la naturaleza 33
B. La relación de la revelación y de la filosofía 39

CAPITULO TERCERO: Promoción y crítica recíprocas de la


Para cualquier información sobre estas obras publicadas o en programa fe y de la filosofía 42
y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a: A. El papel crítico y liberador de la filosofía con respecto a la fe 42
Redacción de Ediciones Encuentro,
el Cedaceros, 3, 22 28014-Madrid. Teléf. 5322607 5
lndicc Indice

,; pjgs.
B. El papel crítico y liberador de la fe con respectd"a la fil?;~f.~: 44 CAPITULO SEGUNDO: Enfoque teológico . 181
1. A la manera protestante ···························~·;:;····:f·,.·· 15 A. Fundamento tradicional de una teología antropológica . 182
2.. A la manera católica ;L.:'. .,48 B. La vía de inmanencia y la exaltación protestante de la inte-
".~ " ¡;'.:.~
rioridad . 183
CAPITULO CUARTO: Contenido y articulación~;)9'{·'Pr¡h.;~.' 1. Lutero y la justificación por la fe . 184
cipales temas de la reflexión filosófica (::..~~~/:'.: :'. 52 2. Schleiermacher o la reducción de la fe al sentimiento reli-
''i;!,''
gIoso . 185
PRIMERA PARTE: La vía cosmologic« .. ~/............................... 63 3. Bultmann o la reducción existencial del cristianismo . 192
C. La vía de inmanencia y el recurso católico a la subjetividad 205
CAPITULO PRIMERO: Perspectivas filosóficas 65 l. El modernismo y la glorificación de la necesidad reli-
A. La explicación arqueológica 66 gIosa . 205
1. El positivismo en general......... 66 2. Blondel y «el método de inmanencia» . 210
2. El positivismo ético de Monod 70 3. Duméry y la crítica antropológica de la religión : . 216
3. El freudismo y las teorías excesivas de la sublimación 80 4. Rahner y la antropología teológica . 221
4. La corriente estructuralista 91 5. Los temas antropológicos de la teología cotidiana . 230
5. El marxismo 101 D. Méritos y lagunas de esta búsqueda . 238
B. La filosofía de la naturaleza 117
1. El vitalismo de Bergson 118 TERCERA PARTE: La vía metafísica . 243
2. El evolucionismo de Teilhard de Chardin 120
CAPITULO PRIMERO: Perspectivas filosóficas 245
CAPITULO SEGUNDO: Enfoque teológico 123 A. De la antropología filosófica a la metafísica 247
A. Fundamento tradicional de una teología cósmica e histórica. 124 l. Ricoeur y la idea de una poética de la voluntad 248
B. El horizonte socio-histórico de la teología .. 125 2. Bruaire y la lógica de la existencia 264
1. Pannenberg y la teología de la historia 126 B. Los caminos de la metafísica 274
2. Moltmann y la teología de la esperanza 130 l. Heidegger y la escucha del ser como verdad 275
3. Metz y la teología política 134 2. Levinas y la transcendencia del rostro del otro 277
C. Valores y límites de esta búsqueda 138 3. La admiración tomista ante el acto de ser 283

SEGUNDA PARTE: La vía antropológica 141 CAPITULO SEGUNDO: Enfoque teológico: La vía teologal 303
i
A. Originalidad de la vía teologal............................................ 304
CAPITULO PRIMERO: Perspectivas filosóficas 143 B. Dos testigos 308
A. Los pioneros 145 1. Barth y el verticalismo de la Palabra de Dios.. 308
1. Descartes y el descubrimiento del Cogiro 145 2. Balthasar y la estética teológica .. 312
2. Kant y la revolución copernicana 147 C. Valor y peligros de esta búsqueda 318
3. Kierkegaard y la subjetividad religiosa .. 163
B. La fenomenología y el existencialismo de Sartre 168 CONCLUSION: La unidad y la complementarulad de las tres
1. Husserl y los problemas de la conciencia constituyente i. 168 vías 325
2. El existencialismo de Sartre y la creación de los valores. 171
c. Los temas antropocéntrtcos de la cultura ambiental............. 177 INDICE DE AUTORES CITADOS 333

6 7
~----- ------------~

A mis estudiantes

« y el ser de Dios continúa sacando incesantemente de su fuen-


te eterna y de su vida profunda y hace de sí mismo su crecimiento,
la salvación del hombre y la fuerza del mundo».
PÉGUY

Ab exterioribus ad interiora
Ab interioribus ad superiora.
SAN AGUSTÍN
- ~~---- - - - -~-- ~----~-----------------------------:---------------------------------

PROLOGO

Sin prohibirles su lectura, no dirijo este trabajo a mis colegas del


mundo universitario. He escrito pensando en mis estudiantes, en mis
hermanos sacerdotes, en los profesores de religión y, más en general,
en todos y todas que, no poseyendo una formación filosófica y teoló-
gica especializada, deseen, sin embargo, situarse cristianamente en esta
inmensa feria de ideas que es hoy la cultura profana y religiosa de Oc-
cidente. De ahí el subtítulo del libro: "Para un discernimiento intelec-
tual cristiano». Al contribuir así a una mejor inteligencia de la fe cris-
tiana, creo realizar un auténtico servicio a la Iglesia y no únicamente
hacer obra de divulgación. En efecto, la crisis que ha sacudido la Igle-
sia católica Occidental después del Concilio Vaticano 11 era y es aún
esencialmente una crisis intelectual, un poner a prueba' la sabiduría
cnstiana.
La idea esencial que me ha inspirado es que la manera que tienen
los cristianos de comprender su fe está a menudo determinada por una
filosofía implícita o explícita. Los creyentes reflexionan su "fe en J e-
sucristo- y acentúan talo cual dimensión en función de las ideas filo-
sóficas que forman, más o menos conscientemente, el horizonte de su
cultura. Con frecuencia esta reflexión permanece inarticulada. Si, por
el contrario, se organiza de manera sistemática, engendra una teología.
Mi intención será, pues, poner de relieve los grandes temas de la filo-
sofía contemporánea y examinar su incidencia sobre la manera que tie-
ne la fe de comprenderse a sí misma. Y, entonces, la confrontación en-
tre la reflexión filosófica y la fe cristiana consistirá esencialmente en ha-

11
_. -- - _._-------------------

Prólogo
Prólogo

que el contenido detallado de un pensamiento, ha sido su orientación


cer ver qué género de teología se deduce de un determinado estilo de
pensamiento filosófico. Veremos que, en términos generales, la re- lo que me ha interesado. , ' . ,
Presuponiendo legítimamente que, SI mis lectores tlen~n ya algu~
flexión filosófica se organiza siguiendo tres direcciones mayores que
conocimiento de los autores o de los temas abordados aqUl, se tratara
podemos llamar, para abreviar, la vía cosmológica, la vía antropológi-
más bien de autores y temas teológicos, intencionadamente he desar.ro-
c~ y la vía metafísica, términos científicos que serán explicados ulte-
llado más la parte filosófica de la obra, ya que es en ella donde l?s Im-
n.o:m~nte. Cada una de est~s tres vías será ilustrada con ejemplos sig-
perativos pedagógicos que me he impuesto er~n los más aprem~antes.
n.lf~~atlv.ost~.mados de la hlst~ria reciente de la filosofía, En la expo-
Un razonamiento análogo me ha llevado a utilizar de manera dlfere.n-
sicion científica de estas doctrinas, la apreciación crítica tendrá siem-
te, según los casos, la técnica de las citas, He citado los auta:es mis-
pre un puesto. No obstante, teniendo en cuenta que la intención esen-
mos cuando esta forma literaria me parecía que era la que mejor acla-
cial del trabajo es de orden eclesial, la obra de crítica sólo ha sido sis-
raba Al contrario me he contentado con una exposición más irnper-
temáticamente elaborada dentro del examen del impacto teológico de
sonal cuando he juzgado que este género académico era pedagógica-
estas corrientes filosóficas.
mente más eficaz y bastaba para una buena comprensión de la proble-
Así pues, cada una de las tres partes de este libro constará de una
parte filosófica y de una parte teológica. Cada vez, se tratará de ver mática examinada. '
En cuanto al estilo, he sacrificado deliberadamente la elegancia a
cómo la comprensión de la revelación cristiana está influida, positiva
la claridad. He excluido toda forma de «argot». Cierto, no ~e puede
o negativamente, por ciertas concepciones filosóficas.
hablar de filosofía y de teología sin introducir té:minos 1:écmc?s. No
Como mi objetivo no es escribir una enciclopedia, sino favorecer
obstante, cada uno de estos términos ha sido debidamente expj¡cad~ e
un justo discernimiento de espíritus, es evidente que no hay que espe-
ilustrado a menudo con ejemplos. No se ha supuesto de antemano nm-
rar encontrarse aquí un examen de todos los grandes filósofos y teó-
guna cultura filosófica o teológic~ desarrollada. Escribo para le~tores
logos modernos y contemporáneos. Incluso pensadores muy presentes
que han hecho estudios secundanos y que puede~ h~cer un seno es-
a,nuestra «modernidad» están, sencillamente, ausentes. Nietzsche, por
fuerzo intelectual. Si, a pesar de todo, algunos terrmnos permanecen
ejemplo. La naturaleza de mi intención me invitaba más a esclarecer
quizás enigmáticos, bastará un buen dic~ionario para aclararlos.
con orientaciones «típicas» que a hacer un inventario con pretensiones
No me queda más que dar las gracias a los y las que ha~ hecho
de exhaustividad. Este cuidado de indicar caminos, de hacer descubrir
posible la concepción y la elab?ración de este trabajo. El conjunto de
~o q~e está en juego en una forma de pensamiento, explica los límites
mi obra manifestará mi deuda inrelectual para con Hegel y Balt.hasar.
inevitables del género «tipológico» que he adoptado. Mi deseo es que
Agradezco a sor Maria-Sther Briso-Montiano el h~ber. traducid?, el
el lector perciba, de manera crítica, el alcance filosófico y, sobre todo,
libro al castellano y a Pilar Maicas, adjunto en la Universidad Catol.lca
teológico de algunos «tipos» de pensamientos. De ahí, esas clasifica-
de Louvain-la-Neuve, el haber revisado la traducción. Doy también
ciones cuyo carácter más o menos artificial no escapará a nadie. De ahí
las gracias a mis seminaristas, a los auxiliar~~ del apostolado y a las Car-
también, para seguir con el mismo ejemplo, la ausencia de una filoso-
melitas de Louvain-Ia-Neuve por la magmflca ayuda que me han pres-
fía tan difícilmente clasificable como la de Nietzsche. Es verdad -lo
tado en los trabajos de intendencia, Por lo demás, el libro, en .r~z.ón
espero-- que la ~istematización propuesta aquí está atenuada por múl-
de su lógica interna, se terminará po.r otra «acci~n de graCias» dirigida
tlp~es matices, Sin embargo, aún sin caer en el simplismo, mi presen-
a Aquél a Quien el Prefacio de Navidad da gra~las con fervor por~~e,
tación de las cosas es una «simplificación». Pero, teniendo en cuenta
en su paternal generosidad, ha iluminado los OJos ?e n,uestro esprrrtu
el objetivo preciso que he descrito, pienso que este esquematisrno era
con una nueva irradiación de su esplendor en el misteno de su Verbo
inevitable.
Por esta misma razón, no he expuesto escolarmente, punto por encarnado.
punto, los autores de los que hablo. Sólo los pensadores más austeros Navidad 1984
han sido estudiados de esa manera y, aún en' este caso, no he recorrido Seminario Saint-Paul
André LÉONARD
la totalidad de sus obras sino en raras excepciones. Generalmente, más B-1348 LOUVAIN-LA-NEUVE

13
12
INTRODUCCION

FE CRISTIANA
Y REFLEXION FILOSOFICA
Como hemos indicado en el prólogo, nuestro fin es favorecer una
mejor inteligencia de la fe cristiana evaluando, de manera crítica, la in-
fluencia, negativa y positiva, que ejercen sobre ella los temás más im-
portantes del pensamiento filosófico.
Por "filosofía» entendemos, como se hace comúnmente, un es-
fuerzo de reflexión sistemática y racional sobre el sentido global de la
existencia humana y del mundo que nos rodea. La filosofía es, pues,
en primer lugar, un «esfuerzo», un proyecto jamás enteramente reali-
zado; como lo indica su etimología, es amor de la sabiduría yno sa-
biduría definitivamente acabada. Luego es un esfuerzo de «reflexión»:
su cometido es examinar de nuevo la experiencia común o los resulta-
dos de la cultura y de la ciencia a fin de aclararlos determinando, tanto
cuanto sea posible, su sentido y su alcance últimos, velados aún en el
nivel de la práctica corriente. Esta reflexión será «sistemática», no se
contentará con consideraciones inconexas, sino que buscará una tota-
lidad organizada y coherente, en la medida en que la materia estudiada
se preste a ello. Esta reflexión será también «racional», no le bastará
con intuiciones gratuitas, y no fundadas, por geniales que puedan a ve-
ces ser, ni se apoyará, sin más, sobre la autoridad de una revelación
religiosa, por elevada que sea; sino que intentará dar cuenta de lo que
afirma recurriendo a las luces naturales del entendimiento humano en
su discursividad metódica. La filosofía es, finalmente, un esfuerzo de
reflexión sistemática y racional sobre el «sentido global» de la existen-
cia humana y del mundo que nos rodea. A diferencia de las ciencias

17
T
1
i

Fe cristiana y filosofía Capítulo Primero

humanas (psicología, lingüística, sociología, etc) o de las ciencias na- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
turales (física, química, biología, erc), la filosofía no se limita a un as-
pecto determinado del hombre ni a una porción o estratificación de-
terminada de su mundo, se aplica más bien al sentido global del hom-
bre y del universo histórico y natural en el que él se sitúa.
Así pues, nuestro fin será establecer una confrontación entre la fe
cristiana y las grandes articulaciones del pensamiento filosófico. Antes
de entrar en el detalle de esta confrontación, es conveniente que nos
interroguemos sobre la existencia misma de un nexo entre la fe cris-
tiana y la reflexión filosófica, así como sobre la naturaleza eventual de
este nexo. Tal es el propósito de esta introducción que, precisamente
por esta razón, hemos titulado: "Fe cristiana y reflexión filosófica".

Algunos textos del Nuevo Testamento parecen disuadir de la bús-


queda de un nexo cualquiera entre la fe cristiana y el caminar de la fi-
losofía. ¿ N o escribe San Pablo a los Colosenses: «Tened cuidado no
vaya a haber alguno que os engañe con la filosofía, que es una insulsa
patraña forjada y transmitida por hombres, fundada en los elementos
del mundo y no en Cristo» (Col, 2,S)? y en un. célebre pasaje de su
primera epístola a los Corintios (1 Cor 1,17-2,5), ¿no ha opuesto vi-
gorosamente la locura de la predicación a la sabiduría del mundo? Sin
duda alguna. Hay que tener en cuenta, sin embargo que, en la epístola
a los Colosenses, como lo indica el contexto, Pablo, al hablar de "fi-
losofía», se refiere más a las especulaciones religiosas esotéricas que a
un sistema de pensamiento racional. Y, en su carta a los Corintios, si
quita la máscara a la falsa sabiduría de los inteligentes y presenta la pre-
dicación cristiana como una locura, es únicamente para mostrar a con-
tinuación cómo este Cristo crucificado, que es locura para la sabiduría
griega, es en verdad potencia de Dios y sabiduría de Dios, «porque la
locura de Dios es más sabia que los hombres y la debilidad de Dios
más potente que los hombres» (1 Cor 1,25). Y un poco más adelante,
en un pasaje menos célebre, pero igualmente importante (1 Cor 2,
6-16), Pablo afirma que lo que él enseña a los cristianos adultos es una
sabiduría, mas no una sabiduría puramente humana, sino una sabidu-
ría inspirada por el Espíritu de Dios. En otro lugar se apoya explíci-
tamente sobre el «conocimiento» del Misterio que le ha sido comuni-
cado por revelación e invita audazmente a sus cristianos a caer en la

18 19
Fe cristiana y filosofía Un problema inevitable

cuenta de la «inteligencia" que posee del Misterio de Cristo (Ef 3, 2-4). zado viviendo de la misma vida de Dios. Sí, "lo que ojo nunca vio, ni
Así pues, no hay que oponer la fe cristiana a toda forma de sabiduría oído oyó, ni hombre alguno ha imaginado, Dios lo ha preparado para
o de conocimiento. El problema consiste más bien en saber si, con al- los que le aman" (1 Cor 2,9).
gunas condiciones, la sabiduría humana puede contribuir a la elabora- Esto ~s lo que introduce, en las perspectivas humanas y religiosas
ción de esta sabiduría de Dios que Pablo enseña a los cristianos ade- de la Antigüedad, una conmoción inimaginable, la conmoción de la
lantados. En el caso mismo de Pablo, la respuesta es ciertamente po- amistad.
sitiva cuando vemos el provecho que él ha sacado de su amplia cultura
humana en la exposición del misterio cristiano. Pero, más allá del caso
de Pablo, nos es necesario ahora plantear el problema en su generali- 2. La conmoción de la amistad
dad y ver cómo está ligado a la naturaleza misma de la afirmación
cnsuana. La filosofía antigua se negó a imaginar una amistad, en el sentido
propio del término, entre Dios y el hombre, porque la amistad supone
una cierta igualdad '. "Sería ridículo, escribía Aristóteles, acusar a Dios
A. La afirmación cristiana porque el amor que recibimos de él en retorno no es igual al amor que
nosotros le damos, como sería ridículo que un súbdito hiciera serne-
Si, desde su aparición, el cristianismo ha escandalizado en el pla- jan~ereproche a su príncipe. Ya que lo que corresponde al príncipe es
no intelectual, entre otros, y ha suscitado el problema de la relación recibir el amor, no el darlo, o, por lo menos, el no amar sino de una
entre la fe cristiana y la reflexión filosófica, es debido al contenido mis- manera completamente diferente» (Eth. Eudem. VII, 3, 1238 b 26-29).
mo de sus afirmaciones capitales. Se vuelve a encontrar una actitud parecida, en el siglo XVH, en Spino-
z.a, cu~ndo afirma: «Quien ama a Dios no puede hacer esfuerzos para
que DiOS le ame a su vez" (Etb. V, prop. 19) o: «Dios no ama -en
1. El admirable intercambio el sentido propio del término-s- ni odia a nadie" (Eth. V, prop. 17,
cor.).
Lo que anuncia el cristianismo en pleno centro del mundo griego, Ahora bien, lo que el judeo-cristianismo anuncia es precisamente
y luego en el romano, es verdaderamente escandaloso para el hombre la amistad propiamente dicha entre Dios y el hombre. Dios es trascen-
antiguo. Lo que proclama el Nuevo Testamento es, en efecto, según dente, cierto, pero su trascendencia es justamente la de su amor. El nos
la bella fórmula de la liturgia, «el admirable intercambio» entre Dios aventaja infinitamente, pero es precisamente por el poder que posee de
y el hombre. Dios es un Padre para el hombre, puesto que lo ha crea- amar y de comunicarse. Por eso, el Antiguo Testamento emplea ya imá-
do, pero no es solamente esto, sino que, como dirá un día San Agus- genes muy fuertes, la del amor paternal o maternal, e incluso la del
tin, «Dios se ha hecho hombre para que el hombre llegue a ser Dios». amor conyugal, para expresar el lazo de amistad entre Yaveh y su pue-
Este maravilloso encuentro se realiza en Jesucristo, quien, siendo a la blo. Esta amistad, en su significación fuerte y, por decido así, en un
vez plenamente Dios y plenamente hombre, es el lugar vivo donde plano de igualdad, encuentra su realización en el momento en que, por
Dios y el hombre pueden encontrarse e intercambiarse. Entonces, lo la Encarnación, el Hijo de Dios se hace un hombre entre los hombres
esencial del mensaje cristiano consiste en afirmar que el hombre, y con y nos enseña a llamar a Dios, siguiendo su propio ejemplo, con ese di-
él el universo entero (cf. Rm 8, 18-23), está invitado a entrar en la in- minutivo que emplean los niños para dirigirse a su padre: Abba (papá),
timidad misma de Dios y a ser de este modo divinizado compartiendo Padre (Rm 8,15; Ga 4,6). Llamar así a Dios revela una audacia inau-
la felicidad del mismo Dios. Y esto no vale solamente para «Ía huma- dita y una manera de concebir a Dios que es un escándalo para la re-
nidad» en general, el individuo mismo es llamado a la glorificación:
Dios ama tanto al hombre que éste es llamado, incluso en su cuerpo, 1 Cf. sobre este tema las bellas páginas de J. MARITAlN, La philosophie mora/e. I.
(y ¿ qué hay de más propio a cada uno que su cuerpo ?), a ser divini- Examen bistorique des grands systémes, París, Gallimard, 1960 pp. 111-114.

20 21
Fe cristiana y filosofía Un problema inevitable

presentación que los filósofos se hacían de la tras~endencia divina. El responda con la humildad de la fe y de la adoración a la humillación
escándalo será tanto mayor cuanto que, en Jesucnsto, que es el rostro voluntaria del Dios crucificado.
humano del amor de Dios, esta amistad desconcertante toma la forma Tal es el reto lanzado por la afirmación cristiana a toda sabiduría
de la humildad y de la debilidad. puramente humana. Se comprende que haya hecho inevitable una con-
frontación de la fe cristiana con el pensamiento filosófico.

3. La humildad de Dios
B. La inevitable confrontación
En el centro de la revelación cristiana se encuentra la figura des-
figurada de un Dios crucificado, «escándalo para los judíos y locura Al celebrar el admirable intercambio entre Dios y el hombre, al
para los paganos» (1 Cor 1,25). Lo que ahí se r,evela .es la fuerza de proclamar la Buena Nueva de la amistad de Dios con el hombre, al des-
Dios (v. 24), pero no una fuerza como la concebía la filosofía paga~a. cifrar el amor transfiguran te de Dios en la lrumilde figura del mayor
Pues Dios es Amor (1 jn 4,16) y el amor es la mayor fuerza que exis- desfigurado de la historia, la fe cristiana parece comprometer la trans-
te, pero se trata de una fuerza que incluye, por naturaleza, la dispo?i- cendencia divina tal como la razón filosófica se la representa la mayo-
bilidad y, por lo mismo, la vulnerabilidad. El que no ~m~ no co~re nm- ría de las veces. Dios, ¿no es el Absoluto? Entonces ¿cómo podría ser
gún riesgo, está protegido por el caparazón de su indiferencia, M~s visto como un individuo determinado? ¿No es Espíritu y, por lo mis-
amar, es arriesgarse a ser herido. Es eso exactamente lo que se ma?l- mo, invisible? ¿Cómo pretender reconocerle en Jesús de Nazaret? ¿No
fiesta en la Cruz del Hijo: en ella, la sobreabundante ternura de DIOS es Ella Vida eterna en su potencia soberana? ¿Cómo atreverse a iden-
y su fidelidad hasta lo último se abajan hasta el extremo de la pobreza tificarle con un crucificado? Podríamos alargar la lista de las afirma-
escarnecida y humillada. ciones cristianas escandalosas para la razón filosófica. No retendremos
Dios aparece así como aquel que quiere colmar al hombre con su más que tres, independientemente de las que han sido expuestas más
propia vida divina y que, para convencer~e de e.llo, para ~onvencerle arriba.
del cambio radical introducido por el admirable intercambio, se aban- -El cristianismo, lo mismo que el judaísmo, se presenta como
dona a él sin reservas, como un juguete entre sus manos. He aquí una esencialmente ligado a la historia. Dios es concebido como el que se
demostración de fuerza que trastorna todos los cánones de la grande- revela a través de los acontecimientos históricos ofreciendo a toda la
za, puesto que es, a la vez, una revelación de esta. humildad de Di~s humanidad la salvación en este individuo histórico que es Jesús de Na-
que va hasta la Pasión donde sufre las conse~uenclas de todas las m~- zaret. Tenemos aquí un doble escándalo. Primero: que el Dios eterno
serias", Frente a la suficiencia bien comprensible de este pagano admi- se manifieste a través del tiempo y, lo que es más, en un momento de-
rable que es el hombre en la plenitud de su sabiduría, de su ciencia y terminado y privilegiado del tiempo. Luego: que una salvación, uni-
de su competencia, la fe cristiana no es ya la revelación. de una fuerza versal por principio, esté ligada constitutivamente a un individuo par-
divina que sería infinitamente más grande dentro del mismo orden, es ticular. Este último escándalo tiene la misma actualidad hoy que en la
más bien el descubrimiento desconcertante de una grandeza comple- Antigüedad. El hombre que piensa, el filósofo, podría aceptar de buen
tamente diferente: la humilde grandeza de un amor enteramente des- grado que se ofreciera a la humanidad una salvación universal por un
pojado de sí3. Por tanto la finalidad del Evangelio es que el hombre

nuestro corazón (no de nuestro espíritu) se realiza, de repente, esta inversión que nos
2 Sobre este tema de la humildad de Dios, d. el trabajo de F. VARILLON, L'hu·- hace reconocer en este hombre, Jesucristo, a aquél que nos libera de nuestra propia gran-
milité de Dieu, París, Le Centurion, 1974. deza y que nos revela el misterio de la pobreza, no la nuestra, que es bien insignificante,
J «El hombre que somos cada uno de nosotros es, en primer lugar, ese pagano ad- que no es verdaderamente pobreza, sino la suya, que es la pobreza de Dios.» a. LA·
mirable cargado de riquezas, de gloria, de esperanzas fundadas, prometido a la alegría DRIERE, Pourquoi la [oi, en La science, le monde et la [oi, Tournai, Casterrnan, 1972,
pura de la vida soberana. El cristiano nace en nosotros cuando en las profundidades de ~~. .

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Fe cristiana y filosofía Un problema inevitable

medio que fuera él mismo universal siendo proporcionado a las capa- como por un imán, pero Dios en sí mismo no piensa en e! mundo y
cidades naturales del hombre en general: la ascesis, el recogimiento, la no se ocupa de é15. Frente a esto, se comprende el escándalo causado
reflexión, la oración, etc. Pero que la salvación de todos se desprenda por la afirmación cristiana de la Providencia divina; «¿no se venden
de un acontecimiento único de la historia, eso se opone profundamen- dos gorriones por un as? Sin embargo ninguno de ellos cae en tierra
te a la sana razón. Y, sin embargo, es eso, precisamente lo que cons- sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta
tituye la esencia del cristianismo 4• Es verdad que las otras religiones, los pelos de vuestra cabeza están todos contados» (Mt 10, 29-30).
lo mismo que las grandes filosofías de la humanidad, tienen también La inevitable confrontación entre la fe cristiana y el pensamiento
un origen histórico, se refieren a un fundador o a un iniciador que es, filosófico se ha traducido desde el principio y se traduce aún hoy en
ciertamente, un individuo de la historia. Pero, este individuo está en cuatro reacciones principales. Vamos a verlas rápidamente.
el origen de esa religión o de esa filosofía sin ser él mismo el objeto
central y, por decirlo así, único de ellas. Ahora bien, la fe cristiana se
atreve a hacer esta barbaridad: afirmar, en Jesús, la identidad del que 1. El rechazo de la fe en nombre de la filosofía
revela y de lo revelado. Jesús no es solamente el portador histórico de
un mensaje eterno de verdad, El dice: «Yo soy la Verdad» (cf. Jn 14,6). Este primer resultado de la confrontación lo ilustra, desde el siglo
Eso es único y completamente escandaloso. segundo, la posición del filósofo platónico Celso en su obra polémica
-Un segundo ejemplo del escándalo que, dentro del cristianismo, titulada Discurso verdadero. El se preocupa, ante todo, de denunciar
choca con la razón filosófica: la llamada a la fe en una materia en la el peligro que la nueva religión hace correr al Estado. Pero su crítica
que se juega el destino último del hombre. De una manera o de otra, acerca del cristianismo no es sólo política; tiene también algo filosófi-
la filosofía está siempre, en efecto, en busca de evidencia racional au- co dirigido contra las principales afirmaciones cristianas y, claramente,
tónoma. Ahora bien, he aquí que en la religión cristiana, el acceso a la contra la divinidad de Jesús. Su objeción mayor es la siguiente: la ra-
verdad más esencial y a la vida la más indispensable depende de la ad- zón no puede aceptar una divinidad que se encarne en una humanidad
hesión a una palabra que viene de más allá de la razón y de la acogida corruptible, sufra, muera, resucite. Todo lo que los cristianos dicen de
de una energía que ella no puede controlar. La confrontación, o el con- Jesús es indigno de Dios y manifiesta un antropomorfismo inaceptable
flicto, será inevitable. para la razón filosófica. Dios debe ser transcendente, inmutable, im-
-Una última ilustración del carácter chocante de la fe cristiana: pasible. ¿Cómo reconocerle en un hombre frágil de la historia?
la afirmación de una Providencia personal de Dios. Es verdad que la Esta eterna objeción es la del racionalismo de todos los tiempos.
religión griega abunda endioses antropomorfos que cuidan del hom- Entendiendo por ello, en este caso, una concepción tal de la razón que,
bre. No obstante, los grandes filósofos paganos desconocen casi esta en su nombre, se limita, a priori, el ejercicio de la libertad divina al pro-
noción de providencia. Pensemos en Aristóteles en el momento del hibirle talo cual forma de revelación o de acción: Dios es eterno, por
apogeo de la filosofía griega. En la cumbre del mundo llevado por el consiguiente no puede entrar en la historia; es transcendente, luego no
movimiento, coloca el primer motor inmóvil; necesariamente inmate- puede encarnarse; es impasible y no puede sufrir, etc.
rial, que concibe como una pura Inteligencia. Mas ¿qué puede pensar El callejón sin salida de! racionalismo ha sido bien estudiado por
esta Inteligencia divina? Nada fuera de sí porque entonces sería arras- Claude Bruaire en un librito suyo que lleva el sugestivo título de «El
trada, por su objeto, a la imperfección del cambio. Dios es, pues, puro derecho de Dios-". La tesis defendida por e! autor puede resumirse
Pensamiento del Pensamiento, Pensamiento pensándose eternamente a brevemente.
sí mismo. El universo entero, para Aristóteles, se.mueve bajo la atrac- Ciertamente, ante el tribunal de la razón filosófica, parece que e!
ción inmóvil del Pensamiento divino, siendo atraído por su perfección Dios cristiano ha perdido su proceso. ¿Por qué? Porque a los ojos de!

4 CL sobre este punto el librito, siempre actual, de ROMANO GUARDINI, L'essence 5 CL ARISTOTELES,Metafísica, libro XII, cap. 9, I074b-l075a.
du christianisme, Colmar, Alsatia, 1948. 6 CLAUDE BRUAIRE, Le droit de Dieu, París, Aubier, 1974.

24 2S
Fe cristiana y filosofía Un problema inevitable

racionalismo moderno, como ya al juicio de Celso, el cristianismo no


respeta el derecho más estricto de Dios, a saber, el de ser Dios, el de 2. La transformación de la fe en gnosis o en ideología
ser el Absoluto y, por lo tanto, el de no ser confundido con lo que no
es Dios, con lo finito, lo temporal, lo contingente. En efecto, ¿qué hace Esta segunda solución dada al problema de la confrontación entre
el cristianismo? Defiende exactamente lo contrario del derecho de Dios la fe cristiana y la cultura humana no consiste ya en rechazar la fe en
al identificar a Dios con un individuo cuando El es infinito, al reco- nombre de la filosofía, sino más bien en transformar la fe misma en
nocerle en un hombre de la historia cuando El es eterno, etc, El resul- un conocimiento (gnosis, en griego) superior, apoyado principalmente
tado del juicio es inevitable: en e! tribunal de la razón, el Dios de Je- en doctrinas filosóficas y reservado a una élite de «espirituales». Ya se
sucristo no puede sino perder su proceso. La intención de Bruaire es trate de la gnosis antigua, al principio del cristianismo, o de las gnosis
mostrar que hay que volver a abrir el proceso de Dios y que e! cris- medievales, modernas o contemporáneas, el gnosticismo se caracteri-
tianismo tiene todas las probabilidades de ganar la apelación. A con- za, entre otras cosas, por el abandono de la confesión de la fe apostó-
dición de mostrar con precisión, con rigor, en qué consiste el verda- lica como criterio de la verdad cristiana, y esto en provecho de espe-
dero «derecho de Dios». Entramos aquí en la idea central de la obra: culaciones ajenas al Evangelio y tomadas del esfuerzo de! hombre por
el resultado negativo de! proceso de Dios en e! mundo contemporá- conocerse a sí mismo según sus propios recursos. El gnósrico profesa
neo, como en el tiempo de Celso, descansa en un grave equívoco en aún buen número de artículos del Credo (sin embargo, nunca todos),
cuanto al derecho de Dios. En reacción contra el racionalismo, Bruai- pero no lo hace por obediencia a la Palabra de Dios transmitida por
re intenta restaurar el verdadero derecho de Dios, el de ser libre, libre el testimonio apostólico y episcopal: él se adhiere porque estos artícu-
incluso de establecerse en e! tiempo, libre, en fin, con relación a su pro- los de fe puedan ser anexionados a una visión del mundo que no se
pio carácter de Absoluto. Sólo una razón demasiado limitada, sólo la apoya sobre la fe eclesial, sino que cae dentro de la competencia de la
razón demasiado simple, prohibe a Dios la entrada en la historia re- razón humana, aunque ésta se revista gustosa con el prestigio de una
presentándose equivocadamente la trascendencia, la eternidad o la in- revelación secreta": Así, por ejemplo, los gnósticos cristianos de la An-
finidad divina bajo la forma vacía de una ausencia total de determina- tigüedad profesaban la encarnación de! Verbo, pero en lugar de enten-
ciones. Una razón más verdaderamente racional (y aquí el autor se ins- derla, siguiendo a los Apóstoles, en conformidad con la recta confe-
pira visiblemente en Hegel) puede, por el contrario, reconocer el au- sión eclesial de la fe, como una verdadera encarnación de donde se de-
téntico derecho de Dios, el de ser Trinidad y el de encarnarse en J e- rivan la dignidad de la carne y la esperanza de la resurrección, ellos la
sucristo. Basta para ello con pensar, en verdad, la libertad del Absoluto. vinculaban en seguida a una visión platónica del mundo: por la re-
El interés de este debate es evidente. Es claro -volveremos sobre surrección y la Ascensión, Jesús se despoja de su envoltura carnal y
ello ulteriormente-e- que la razón filosófica debe desempeñar un papel despierta así en la élite privilegiada de los «espirituales» e! conocimien-
crítico para con la fe viva, particularmente purificándola de algunos an- to salvador de su naturaleza puramente espiritual.
tropomorfismos. Pero con la condición de que esta misma razón acoja La versión contemporánea de la gnosis más ampliamente extendi-
la complejidad de lo real y no sucumba a prejuicios mezquinos sobre da hoyes la ideología, es decir, una doctrina cuyo objetivo es social o
lo que la realidad puede ser o sobre lo que Dios está autorizado a ha- político, pero que se apoya en una amplia visión de! mundo presenta-
cer. En una palabra, la razón debe permanecer flexible, debe entregar- da como garantizada por la ciencia y mereciendo, a causa de su infa-
se a una perpetua autocrítica para no cerrarse prematuramente y para libilidad, casi mágica, una adhesión absoluta de naturaleza casi re!igio-
seguir siendo lo que es por definición: la apertura infinita de! espíritu sa. De esta manera, muchas doctrinas que nos prometen «cambiar la
a lo real. Su vocación es de ser racional, ciertamente, y en todo su ri- vida» se apoyan sobre ideologías ruidosas que son otras tantas pseu-
gor, pero no de ser racionalista. De lo contrario, corre e! riesgo de ne-
garse a sí misma en e! mismo momento en que limita a priori lo real
7 Sobre la oposición irreductible de la auténtica fe cristiana y de la gnosis, antigua
y prohibe a Dios ser Dios. y moderna, se puede leer con gran provecho la obra fundamental de M.J. LE GUILLOU,
Le Mystére du Pére, París, Fayard, 1973.

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':

Fe cristiana y filosofía Un problema inevitable

do-ciencias: la ideología comunista, la ideología psicoanalírica (e! freu- ha hecho e! fiel relator bebiéndolas en la fuente segura de las Iglesias
dismo vulgar), la ideología estructuralista, etc. El gnosticismo cristia- apostól!cas? ¿.Cómo habría podido llevar a cabo esta tarea sin apoyar-
no contemporáneo consistirá, pues, en abandonar el magisterio autén- se al mismo tiempo sobre un instrumento intelectual?
tico de la Iglesia como criterio de la verdad cristiana para buscar el lu- Las célebres fórmulas de Tertuliano, en la misma época, son cla-
gar de interpretación en una o en otra de estas ideologías. Es el caso rame~te más antifilos~ficas: «¿Qué hay de común entre e! cristiano y
de todos los cristianos que practican lo que M. J. Le Guillou llama "la el f¡[o,so.fo, entre el discípulo de Grecia y e! de! cielo?» (Apo!., 46)
hetero-inrerpretación» de la fe cristiana, es decir, que interpretan la Re- «.¿Que tiene que ve.r Atenas con Jerusalén? ¿Qué acuerdo puede exis-
velación no ya según la regla de la misma fe cristiana, sino según las tir entre la Academia y la Iglesia? » (De praescr., 7). Va, incluso, hasta
exigencias de una cultura ajena al cristianismo ortodoxo: así, por ejem- tratar a Aristóteles de «miserable» (ibid). Se le atribuye también, sin
plo, interpretarán e! Evangelio «a la luz» de un marxismo, de un nierzs- razón, la famosa paradoja de la fe: Credo quia absurdum «<creo pues-
cheanismo o de un freudismo de bolsillo. En vez de bautizar o de tran- to que es absurdo» l
substanciar dentro de la fe cristiana la parte de verdad que contienen De hecho, Tertuliano, fuertemente influido por los estoicos, ha
estas ideologías o, en el mejor de los casos, filosofías, disuelven la ver- busc~d? muy a menudo hacer la síntesis de su cultura pagana y de su
dad de la Iglesia en un sistema intelectual impermeable al misterio del fe cnstiana, y .su oposición retórica a la filosofía se explica en parte
Padre que se revela en Jesucristo, Entonces, el nombre de Jesús «ve- por sus P?léml.cas contra los herejes. Esto no impide que haya en él
nido en la carne» (1 Jn 4,2) ya no es sino un pretexto para una visión una sevend,ad mcon,testable con relación al pensamiento filosófico y
del mundo que podría igualmente prescindir de él. El conflicto entre que esta ac~lt.ud hos~¡\ no sea totalmente ajena a su incapacidad de agru-
la fe cristiana y la cultura humana queda así solucionado, pero es por par sus opiruones dispares en un sistema teológico coherente.
la reabsorción de! cristianismo auténtico dentro de un sistema ético, si- Tal actitud de recelo con respecto a la razón filosófica, e incluso
cológico, filosófico o político donde, sin ser explícitamente repudiado, de ~uro .Ysimple rec.hazo, se vuelve a encontrar en todas las épocas de
está, no obstante, alienado. la historia de la Iglesia, Uno de los ejemplos más eminentes de esta ma-
nera de resolver e! conflicto es e! de Lutero, a quien su antihumanis-
mo nutrido, es cierto, por los excesos opuestos de! Renacimiento con-
3. El rechazo de la filosofía en nombre de la fe dujo a tratar a la razón de «prostituta» dispuesta a venderse a' cual-
quier tesis. Según él, la Palabra de Dios solamente resuena en su esta-
Se comprenderá fácilmente que esta tercera actitud tenga sus co- do puro en la Escritura, y toda intervención de la razón humana para
mienzos en los Padres que combatieron los excesos especulativos de comprenderla o explicada no haría sino contaminada y pervertirla, El
la gnosis, particularmente en San Ireneo de Lyon, que tan vigorosa- protestantismo de estricta observancia se hará eco frecuentemente de
mente luchó contra los gnósticos en e! siglo Il. «Vale más, escribía, no esta posición característica de la Reforma. Su testigo más fuerte en
saber absolutamente nada, ni una sola de las razones por las que ha nuestro tiempo ha sido Karl Barth, de! que hablaremos más adelante,
sido hecha la menor de las cosas creadas, creyendo en Dios y perse- detalladamente, aportando los matices necesarios.
verando en e! amor, que, hinchado de conocimientos, perder este amor . Entre las actit~des de sub-estimación de la filosofía, podemos aún
que es la vida del hombre» (Adv. Haer. 2,26,1). En Ireneo no se trata, cl~ar, pero en un nivel completamente diferente y de una gran medio-
sin embargo, de un simple y puro rechazo de la filosofía en nombre cndad, el fundamentalisrno americano, cuyas posiciones estrictamente
de la fe. Así, en todo el segundo libro de Adversus H aereses (<<Contra conservadoras se apoyan en una interpretación literal de la Biblia, ex-
las Herejías»), Ireneo se dedica a echar abajo las doctrinas gnósticas re- cluyendo todo método crítico y racional.
curriendo a argumentos puramente racionales. Y, más positivamente,
pese a su recelo de la especulación, ¿ no es' él el primer autor cristiano
. 8 Sin embargo, TERTULIANO recurre, por procedimiento retórico, a fórmulas pa-
que ha dado una formulación dogmática orgánica y, con frecuencia, recidas, gravemente provocames: «El Hijo de Dios ha muerto: es creíble, porque es inep-
original al conjunto de todas estas tradiciones doctrinales de las que se .to. Enterrado, ha resucitado: es cierto, pues es imposible. (De carne Cbristi, 5,4),

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Fe cristiana y filosofía Un problema inevitable

Más ampliamente, sería necesario citar aquí, de la misma manera, der un puente entre la fe y la cultura filosófica pagana. Así es como,
todas las corrientes de inspiración fideísta, según las cuales las verda- en su esfuerzo por acreditar el cristianismo ante los paganos, hará re-
des de la fe no descansan sobre ningún preámbulo racional y no re- saltar los puntos de convergencia entre la enseñanza de la Iglesia y las
quieren ninguna justificación ante la razón, siendo la fe su propia ra- doctrinas filosóficas griegas, especialmente las de Platón. Para explicar
zón y su propia justificación. La actitud fideísta ha sido recientemente esta convergencia positiva, a despecho de las oposiciones irreductibles,
ilustrada con brío por Maurice Clavel en su célebre Lo que yo creo", J ustino recurre esencialmente a un argumento teológico y metafísico
El objetivo del libro es liberar a los cristianos franceses intimidades de gran peso: la preexistencia del Verbo afirmada por San Juan en su
por filosofías o ideologías ruidosamente ateas y escandalosamente a la Prólogo. Es verdad que sólo en Jesús ha aparecido en plenitud «el Ver-
moda. La tesis es radical: la fe no tiene nada que temer a esos cocos, bo que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» j sin embargo,
pues ningún pensamiento humano tiene ascendiente legítimo sobre ella una semilla del Verbo eterno estaba ya presente en la razón del hom-
con tal que ella misma se abstenga de filosofar y se mantenga en el bre desde antes de la encarnación del Logos, y así, iluminados por el
puro don de la Revelación. El grito de Clavel es efectivamente libera- Verbo preexistente, los filósofos, en la medida de su docilidad a la Ver-
dor, puesto que deshace el engaño de las «vacas sagradas» de la Uni- dad, han podido entrever, de antemano, algo de la revelación cristiana.
versidad francesa y ajusta las cuentas al «marxo-freudo-sartro-husser- A título secundario, J ustino intenta también basar este universalismo
lo-heideggero-nietzscheo-estructuralismo de la Sorbona». Pero, en cristiano en un argumento histórico, en verdad mucho menos consis-
cuanto se ha terminado de aspirar a pleno pulmón esta bocanada de tente: los filósofos paganos, especialmente Platón, habrían sacado del
aire fresco -lo cual sienta estupendamente bien- las dificultades del Antiguo Testamento muchas de sus proposiciones verídicas. Sea lo que
fideísmo reaparecen: a fuerza de injuriar a la Razón (<<laRazón es un sea de este argumento, retendremos, como actitud típica, la voluntad
pecado» j "Cuando yo pienso, soy ateo», etc), a fuerza de repetir que de [ustino de buscar, siempre que sea posible, una armonía entre la fe
la fe sólo puede comentarse por sí misma, ¿no se pisotea la universa- y la filosofía.
lidad del espíritu y se encierra uno en el ghetto de las convicciones in- Esta búsqueda se intensificará en Clemente de Alejandría que, más
verificables e incomunicables? Vamos a ver cómo la posición auténti- aún que justino, estuvo vivamente convencido de que la Iglesia no po-
camente católica en la materia es infinitamente más flexible y se man- día cumplir su misión de educadora de la humanidad si no integraba
tiene armoniosamente a igual distancia del racionalismo que del los valores positivos de la razón filosófica. Clemente concedió así de-
fideísmo. recho de ciudadanía dentro de la Iglesia a la teología especulativa, de-
mostrando que la ciencia profana y la fe pueden cooperar a la irradia-
ción de la única verdad del Logos. Es sobre todo en su obra Stroma-
4. La búsqueda de una armonía entre fe y filosofía ta 10, donde Clemente, apoyándose como J ustino en la doctrina del Ver-
bo, propone la elaboración de una verdadera gnosis cristiana, no de la
Esta actitud positiva de reconciliación está representada desde el gnosis orgullosa y esotérica de los herejes, sino del auténtico conoci-
siglo II por San Justino en las Apologías que dirige a los paganos para miento, que consiste en la inteligencia espiritual de la revelación del
justificar la fe cristiana. J ustino ha tenido la gran suerte de ser un con- Verbo contenida en Cristo y en la Escritura. Por esta búsqueda de una
vertido que, antes de su adhesión al cristianismo, ha frecuentado asi- armonía positiva y explícita entre la fe (pistis) y el conocimiento (gno-
duamente la filosofía estoica, aristotélica y platónica y, a pesar de su sis), Clemente se distingue notablemente de su contemporáneo, Ireneo
decepción, ha conservado una profunda estima por ciertos puntos de de Lyon. Este, apegado únicamente a la predicación apostólica, no veía
vista de la filosofía pagana. Al descubrir en la fe cristiana la única fi- en la cultura pagana sino peligros y amenazas, mientras que Clemente,
losofía totalmente verdadera y provechosa, se vio existencialmente más audaz aún que justino, llegará hasta considerar la filosofía pagana
obligado a buscar una armonía entre sus dos patrias espirituales ya ten- como una especie de segundo «Antiguo Testamento» que, casi como

9 MAURICE CLAVEL, Ce que je emir, París, Grasset, 1975. 10 Esta palabra significa literalmente «tapicerías». Hoy hablaríamos de «Ensayos».

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Fe cristiana y filosofía Capítulo Segundo


el Antiguo Testamento judío, ha preparado en los griegos el adveni- PRINCIPIOS DE SOLUCION
miento de la plena verdad cristiana y que, incluso después de la encar-
nación del Lagos, sigue siendo de gran valor para los cristianos preo-
cupados por profundizar en el conocimiento de su fe. «Dios, en efec-
to, escribe, es la causa de todas las cosas bellas, pero de algunas de una
manera esencial, como del Antiguo y del Nuevo Testamento; de otras
secundariamente, como de la filosofía. Y quizás ésta ha sido dada fun-
damentalmente a los griegos, antes que el Señor los llamara también:
pues ella conducía a los griegos hacia Cristo como la Ley a los He-
breos. Y, todavía ahora, la filosofía es una preparación que orienta a
aquel que es perfeccionado por Cristo» (Stromata, 1,5,28).
Siguiendo las huellas de pensadores como justino y Clemente, lle-
gará a desarrollarse la comprensión católica del célebre adagio [ides
quaerens intellectum: la fe es un don de Dios, pero, en su esfuerzo por
comprenderse a sí misma, recurre legítimamente a las luces de la razón
filosófica. Como veremos en seguida, esta posición fue canonizada por
Tomás de Aquino en el siglo XlII y, hoy todavía, define la actitud ca- Después de haber planteado, de una manera principalmente his-
tólica en la materia. tórica, el problema de la relación entre la fe cristiana y la reflexión fi-
losófica, ahora nos es necesario profundizar en el enfoque teórico de
la cuestión. Lo haremos desarrollando sucesivamente los dos famosos
temas de la relación entre la gracia y la naturaleza de una parte y entre
la revelación y la filosofía, de otra.

A. La relación de la gracia y de la naturaleza

La problemática de la relación entre la naturaleza y la gracia des-


cansa sobre tres grandes afirmaciones del dogma cristiano.
1. Dios es absolutamente transcendente, es decir, que él se basta
a sí mismo, sin tener necesidad de la creación para ser verdaderamente
Dios. Más su suficiencia no es la de una eterna soledad: Dios se basta
como Amor. Afirmación hecha posible teológicamente por la fe en la
Trinidad. Dios es absolutamente transcendente, pero su transcenden-
cia no es la de un egoísmo infinito, es la de una eterna comunión: la
comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu.
2. Libremente, Dios ha hecho, fuera de sí mismo, un compañero
creado, el hombre, con el cual quiere compartir su beatitud. Encon-
tramos de nuevo el tema del «admirable intercambio».
3. Todo lo demás de la creación existe con vistas a esta diviniza-
ción del hombre, con miras al admirable cambio que debe gloriíicarlo.

32 33
Fe cristiana y filosofía Principios de solución

Que el hombre sea llamado a ser divinizado, se deduce de! Nuevo do introducirme por efracción en la intimidad personal de un ser hu-
Testamento. Es verdad que éste no emplea nunca la palabra «diviniza- mano, no puedo hacer valer ningún título que me permita exigir su
ción», pero la implica. A propósito de esto no existe solamente el cé- amistad como algo que me debe. El amor es un don gratuito o, si no,
lebre texto de la segunda epístola de San Pedro (2 P 1,4) donde se ha- no es amor. Sucede lo mismo con e! amor con que Dios nos diviniza,
bla de una «participación en la naturaleza divina»; tenemos sobre todo Es un don gratuito, totalmente indebido.
el enfoque general de todo el Nuevo Testamento. En San Mareo y en Tal es e! orden de cosas que justifica, en teología, la introducción
San Lucas encontramos la solemne afirmación: «Nadie conoce al Hijo de! concepto preciso de «gracia» que puede definirse de la siguiente ma-
sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el nera: la gracia es un don de Dios totalmente indebido, que hace par-
Hijo quiere revelarlo» (Mt 11,27; Lc 10,22). San Juan se hace eco de ticipar al hombre de la vida misma de Dios y le eleva así a un estado
esto cuando escribe: «Nadie ha visto nunca a Dios; el Hijo único, que sobrenatural, es decir, a un estado que sobrepasa el poder y la exigen-
está en el seno del Padre, él, lo ha dado a conocer» (Jn 1,18). Aparece cia naturales de la criatura. Es necesario insistir en esta noción de gra-
claro, a través de estos textos, que conocer a Dios es 10 propio del Hijo tuidad que es capital para la comprensión del cristianismo. Desde el
único, es privilegio de Quien es Hijo por naturaleza. Pero es el mismo momento en que es substituida por la de necesidad al afirmar, como
San Juan quien afirma: «Amadísimos, desde ahora, somos ya hijos de Hegel por ejemplo, que Dios «debe» crear e! mundo y revelarse al
Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que, hombre sin lo cual no sería verdaderamente Dios, se pierde a la vez el
cuando se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos tal sentido de la transcendencia de Dios y e! sentido de la consistencia del
cual es» (1 Jn 3,2). Así pues, como hijos adoptivos que somos, esta- hombre. Dios no es entonces, a fin de cuentas, sino una máquina para
mos llamados a compartir la visión y e! conocimiento de Dios que es comunicarse y el hombre es un simple engranaje en el devenir de Dios.
privativo del Hijo por naturaleza. El Hijo quiere revelamos al Padre Al contrario, en la perspectiva cristiana auténtica, Dios no tiene nece-
e introducimos así, por gracia, en esta intimidad con Dios que es, por sidad del hombre para ser verdaderamente Dios, pues, en cuanto Tri-
naturaleza, lo propio del Hijo único. nidad, Dios es yaen sí mismo el amor eterno. Si Dios crea al hombre,
Pero, justamente, esta divinización es presentada por el Nuevo es generosamente por la felicidad del hombre mismo y si, además, lo
Testamento como una gracia, como un don gratuito: «aquellos a quie- diviniza, es gratuitamente, en virtud de la libre sobreabundancia de su
nes el Hijo quiere revelarlo». En teología, se designará por medio de amor. La creación y la divinización de! hombre no proceden pues de
esta noción de «gracia», el don de Dios al hombre, a saber, el don de una indigencia en Dios, sino de su plenitud. Dios no ha creado al hom-
la divinización, en cuanto que excede a la vez el poder y la exigencia bre en la avidez sino en la alegría. Por esto mismo el amor que ha crea-
«naturales'> del hombre y se presenta por lo mismo como esencialmen- do el mundo y que destina al hombre a la visión de Dios es necesa-
te «indebido». Los términos claves de la problemática que nos ocupa riamente indebido. Cuando Dios crea libremente al hombre al cual
han sido así introducidos. Basta con aclararlos. El don de la diviniza- puede amar así gratuitamente lo crea infaliblemente tal que sea capaz
ción es una «gracia»; primero, en e! sentido de que sobrepasa el poder de recibir este amor que lo diviniza como el milagro gratuito y siem-
natural del hombre: el hombre no puede divinizarse con sus propios pre sorprendente, como el don inesperado e indebido de la adopción
recursos, no puede con sus propios medios penetrar por la fuerza en filial.
la intimidad divina. Pero este don es igualmente gratuito en e! sentido Ahora bien, -y aquí está el punto decisivo- para que el hombre
de que transciende la exigencia natural de! hombre: el hombre no tie- pueda recibir e! don de la gracia, tal cual es, es decir, como gracia, el
ne «derecho» a la divinización; no puede exigir como algo que le es hombre debe tener una cierta consistencia propia independientemente
debido el ser introducido en la vida personal de! mismo Dios. de ese don. Sin lo cual, el don ya no aparecería como gratuito, ni en
La analogía de la amistad humana permitirá sin duda darse cuenta este sentido, como contingente. Sería absolutamente necesario para que
más exactamente de este misterio de la gracia. El amor o la amistad e! hombre tuviera un sentido. Formaría parte de su definición; ahora
.por las que yo entro en la vida íntima de una persona humana, sola- bien, nada es más necesario y menos gratuito que lo que forma parte
mente me pueden ser entregados bajo la forma de un regalo: yo no pue- de la definición absoluta de una cosa. En consecuencia, nuestro razo-

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Fe cristiana y filosofía Principios de solución

namiento implica que la gracia divinizante no puede pertenecer a la in- de divinizarse, un animal no puede estar destinado a ver a Dios. El
teligibilidad necesaria ni, en este sentido, a la naturaleza del hombre. hombre sí. Incluso si no puede exigirlo como un «derecho», el hom-
Sin esto la divinización dejaría de ser un don gratuito e indebido: sería bre es susceptible de esta divinización y obscuramente la desea como
e! fruto de! desarrollo necesario de la humanidad y no la libre intro- el único objeto que, en último término, puede colmarle. Es lo que se
ducción de! hombre en la vida Íntima, propiedad exclusiva de Dios. Di- llama, en teología, el «deseo natural. de ver a Dios.
cho de otra manera, si, sin la gracia de la divinización, la criatura hu- La posición exacta consiste, pues, en plantear simultáneamente las
mana fuera absurda, entonces la divinización formaría parte de la de- dos afirmaciones siguientes:
finición del hombre y habríamos destruido la transcendencia de Dios -La gracia de la divinización llena al hombre desde el interior,
(que estaría «obligado» a darse) y la consistencia del hombre (que sólo sin violentar su naturaleza. Con esto se evita el extrinsecismo. La gra-
tendría sentido en función de la divinización). Por eso la teología, con cia excede la naturaleza, pero al sobrepasada, realiza su deseo más pro-
e! fin de mantener en toda su fuerza el concepto de gracia, tiene que fundo. Transciende su poder y su exigencia, pero no su anhelo.
introducir el concepto correlativo de naturaleza, que, en este caso, de- -Aunque no estuviera destinada a la gracia de la divinización, la
signa lo que e! hombre es necesariamente por esencia o por definición, naturaleza humana tendría un sentido auténtico. De este modo se man-
y sin lo cual él sería absurdo, ininteligible o irrealizable. Nuestro ra- tiene la gratuidad de la gracia y la consistencia de la naturaleza huma-
zonamiento puede resurnirse de la siguiente manera: la gratuidad de la na. En esta hipótesis, la naturaleza humana sería una búsqueda siem-
divinización implica que ésta no forme parte de la naturaleza necesaria pre insatisfecha de Absoluto, un deseo de infinito jamás colmado. Pero
del hombre y que así esta naturaleza tenga, o al menos, pueda tener esta insatisfacción no tiene en sí nada contradictorio y no haría inco-
un sentido auténtico independientemente de la gracia. herente la naturaleza humana. Toda la filosofía y la psicología contem-
Cuando se habla así, debe evitarse un grave escollo que, siguiendo poránea ¿ no proclaman que el hombre es un ser esencialmente móvil,
a Blondel, podemos llamar extrinsecismo. En efecto, la distinción entre un ser de deseo, siempre en marcha? Y la antropología filosófica, des-
gracia y naturaleza puede convertirse fácilmente en aislamiento, sepa- de Husserl y Heidegger, ¿no va unida a una filosofía de la [initud que
ración, discontinuidad radical. Es un peligro que amenaza siempre y subraya el carácter inagotable del proyecto humano de existir?
el extrinsecismo consiste precisamente en la concepción errónea según La distinción necesaria entre la gracia y la naturaleza podría aún
la cual la relación entre la gracia y la naturaleza sería «exterior», «ex- hacer surgir un segundo escollo. En efecto, podría sugerir la falsa idea
trínseca», en e! sentido de que no habría afinidad profunda entre la na- de que en el designio creador hay dos planos «sucesivos». En realidad,
turaleza del espíritu humano y su destino sobrenatural a la intimidad Dios no ha creado un hombre en estado de naturaleza pura, al que ha-
divina. En esta falsa concepción, la gracia no sería más que una super- bría «luego» destinado, desde el exterior, a la visión beatífica. No hay
estructura totalmente contingente, añadida arbitrariamente a la natu- más que un único destino humano concretamente existente. El hombre
raleza humana en virtud de un decreto soberano de Dios. Entre la na- concreto, el hombre que existe efectivamente, y que somos cada uno
turaleza y la gracia no habría conveniencia positiva, sino únicamente de nosotros, está positivamente ordenado a la amistad personal con
una ausencia de contradicción. La gracia sería en sí un buen regalo, Dios. De hecho es su única vocación incluso si esta vocación precisa
pero un regalo ajeno al corazón del hombre. Tal concepción extrinse- habría podido o podría no existir puesto que es gratuita. Una vez que
cista es incompatible con las conclusiones más significativas de la me- esta vocación concreta existe, es la única real, nada hay ya de realmen-
tafísica y de la antropología. Estas muestran, contrariamente, que el te existente sino la naturaleza humana abocada por gracia hacia la po-
hombre se define por la apertura infinita de su inteligencia y de su vo- sesión íntima de Dios. Sin embargo es cierto que, dentro de este todo
luntad al absoluto del ser, de lo verdadero y del bien. Ni siquiera la único, existe una zona, muy difícilmente determinable, que debe
suma de todas las realidades finitas podría colmar esta apertura trans- corresponder a la naturaleza esencial del hombre y que habría podido
cendental del espíritu humano. El hombre es, pues, por naturaleza, no tener una consistencia real independientemente de la gracia. Es lo que
un ser divinizado, sino un ser con capacidad de infinito y, por consi- los teólogos llaman la «naturaleza pura», expresión que designa una
guiente, capaz de reci~ir el don de la divinización. Una piedra no pue- condición enteramente hipotética del hombre, ya que éste está desti-

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Fe cristiana y filosofía Principios de solución

nado efectivamente a la divinización. No obstante, dentro del único secularización y, más ampliamente, de la desacralización, que consiste
destino efectivo del hombre, esta naturaleza esencial, sin estar delimi- en que el hombre y, a través de él, el mundo (saeculum, en latín) to-
tada con una cuerda, conserva su consistencia propia y constituye lo men conciencia de su autonomía «secular», de su consistencia propia
que los teólogos llaman la «naturaleza absoluta» del hombre. Hemos frente a la esfera de <<10 sagrado».
visto, en efecto, que esta consistencia de la naturaleza humana estaba El pagano en el hombre no es un pobre pagano inconsistente, es,
exigida por el carácter indebido de la gracia divina 11. en muchos aspectos, un pagano admirable. Cierto, la única vocación
Si se evitan estos dos escollos, se obtiene -y este era el fin de esta del hombre y del mundo es la de ser divinizados por el amor transfi-
exposición- la gran idea cristiana de la glorificación recíproca de Dios gurante de Dios y entrar así en el templo de su gracia pero, aun antes
y del hombre: Dios revela mucho mejor su gloria al crear un hombre de entrar y durante todo el tiempo que permanezca «delante del tem-
libre y consistente, y el hombre, cuanto más se abre a la voluntad de plo» (profanum, en latín), el mundo «profano» tiene ya en sí mismo
Dios sobre él, tanto más se realiza. Esto significa, en este caso, que la una cierta coherencia. Dentro de la lógica de lo que hemos dicho so-
gracia divina, por ser gracia, exige la consistencia propia de la natura- bre la relación de la naturaleza y de la gracia hay que decir aún que
leza humana. Lejos de competir con ella, la pide. Tal es el sentido del esta toma de conciencia de la autonomía relativa del mundo y del hom-
célebre adagio de Santo Tomás de Aquino, según el cual «la gracia su- bre puede ser una condición positiva de su libre apertura al don siem-
pone la naturaleza» (ST, 1, q.l, a.8, ad 2) y «lejos de suprimirla, la ele- pre indebido de la gracia. El hombre contemporáneo, que ha caído en
va» (ST, 1, q.2, a.Z, ad 1). O según la bella fórmula de Ireneo «la gloria la cuenta del valor de su consistencia propia y esto hasta el callejón sin
de Dios es el hombre que vive y la vida del hombre es la visión de salida del ateísmo, tiene, por lo mismo, una oportunidad de poder vol-
Dios» (Ado, Haer., IV, 20,7). Resumiendo, la gloria de Dios no res- verse libremente hacia Dios, no principalmente por indigencia, por ta-
plandece sobre las ruinas del hombre y su gracia no construye sobre par los agujeros de una naturaleza humana que falla, sino sencillamen-
la base de la inconsistencia humana. te porque el amor libre de Dios merece la pena de ser amado y porque
Esto implica incluso que el hombre puede ser ateo y que puede allí se encuentra, para el hombre, el secreto de una alegría inesperada.
prescindir de su destino sobrenatural y de la revelación que le escla- Teilhard de Chardin pensaba sin duda en esta situación cuando decía
rece sin perder por ello todo su sentido, sin hacerse enteramente inco- que después de nuestro siglo de ateísmo, el siglo XXI sería probable-
herente. Existe, ciertamente, una incoherencia dramática para el hom- mente el siglo de la adoración.
bre en desconocer su único destino real, pero, por grave que sea, esta
incoherencia no es absoluta. Se puede ser inteligentemente no cristia-
no e, incluso, ateol2• Desconocer el destino sobrenatural del hombre B. La relación de la revelación y de la filosofía
es, en verdad, una terrible y ruinosa abstracción, pero es una abstrac-
ción necesariamente posible y cuya posibilidad forma parte de la dig- Después de la larga exposición precedente, podemos ir más rápi-
nidad del hombre y de la gloria de Dios, pues Dios se revela mejor damente al fin. Efectivamente, la relación existente entre la revelación
como Dios creando un hombre capaz de ateísmo que creando un es- y la filosofía no es sino un aspecto particular de la relación entre la gra-
clavo que le adoraría sin libertad. cia y la naturaleza. La revelación es una forma de la gracia, su forma
Quizás es este uno de los significados del fenómeno actual de la «noética», es decir, el aspecto a través del cual Dios se «dice» libre-
mente a la «inteligencia» humana. Esta «manifestación» forma parte
Il No entraremos más en el detalle de esta cornplejísima problemática. Se puede del don global por el cual Dios comunica gratuitamente al hombre su
encontrar un estado de la cuestión y una solución equilibrada de las dificultades en KARL propia vida. Lo mismo que la gracia en general, la revelación que se
RAHNER, tajes tbéologiques, J. De la relation de la nature et de la gráce, Desclée de propone a la fe y que aclara la teología es esencialmente gratuita e in-
Brouwer, 1963, pp. 9·33.
12 Pascal ha dicho todo sobre este punto cuando ha escrito: «Ateísmo, signo de
debida. Dios no es una máquina que se revela y el hombre no tiene
fuerza de espíritu, pero sólo hasta cierto punto" (Pensé es, Éd,tion Lafurna, nO 157; Édi- ningún «derecho» a la más Íntima manifestación del conocimiento que
tion Brunschvicg, n° 22S). Dios tiene de sí mismo. ¿No sucede lo mismo a nivel de la cornuni-

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Fe cristiana y filosofía Principios de solución

cación profunda entre personas humanas? Esta comunicación es pro- comparación con la revelación efectiva, constituye una abstracción; en
ducida por una libertad que excluye toda exigencia de algo debido. La efecto, aun cuando Dios se revela o más bien, puesto que Dios se re-
revelación cristiana debe ser recibida por el hombre como una libre vela, la evidencia racional autónoma subsiste con su propio valor y has-
confidencia que Dios le hace de su vida íntima y de su proyecto de ta es consagrada con ello: el cristiano no está dispensado de la reflexión
amor para con el hombre y el mundo. Pero lo mismo que la gracia, filosófica; al contrario, es llamado a ella si es cierto que la gloria de
para poder ser recibida como gracia, presupone una naturaleza huma- Dios es el hombre que vive;
na consistente, así esta confidencia gratuita que es la revelación, sólo -el de filosofía integrada en la teologia, asumida en la difusión
puede ser recibida como una confidencia indebida si, fuera de ella, el de la Palabra libre de Dios: la filosofía es entonces como ancilla tbeo-
hombre es ya capaz, por sí mismo, de comprender y de expresar algo logiae (servidora de la teología), es decir puesta al servicio de la fe para
sobre Dios, y sobre el sentido del mundo y de su propia existencia. iluminar los presupuestos de la revelación, descartar las objecciones,
De lo contrario, la revelación sería absolutamente necesaria para que ilustrar la Palabra de Dios con analogías naturales, captar la conexión
la existencia humana no fuera totalmente incoherente, .y entonces ya de los misterios entre ellos, etc 14.
no podría ser gratuita. Afirmar que el hombre debe poder enunciar, Creemos que de esta manera hemos demostrado, por una argu-
por sus propias fuerzas, algo que tenga sentido sobre Dios, sobre el mentación teórica, y no únicamente histórica, que la fe cristiana no ex-
mundo y sobre sí mismo, equivale a decir que el hombre debe ser ca- cluye la reflexión filosófica, sino, al. contrario, la presupone, la pro-
paz de filosofar, si es verdad que la filosofía es ese esfuerzo de reflexión mueve e, incluso, la suscita.
sistemática y racional que tiende a explicar el sentido global de la exis-
tencia humana y del mundo. La acogida de la revelación no supone
que cada creyente sea un filósofo de oficio. Simplemente, Dios no pue-
de hablar libremente sino a hombres libres. Su palabra soberana no ex-
cluye la palabra humana, al contrario, la presupone y la pide. El hom-
bre que recibe la palabra de Dios como una gracia debe ser un hombre
capaz, en cualquier grado que sea, de reflexión autónoma. Lejos de ser
incompatible con la fe, el pensamiento filosófico es más bien exigido
por la misma revelación. Es cierto, repitárnoslo una vez más, que Dios
no ha creado efectivamente al hombre sino con miras a revelarse a él
gratuitamente, a través de una confidencia imprevisible. Pero, justa-
mente, esta revelación sobrenatural, que es finalmente la única patria
concreta del espíritu humano, sólo puede ser acogida en su libertad y
su gratuidad si, independientemente de ella, el hombre dispone de una
cierta autonomía intelectual. La filosofía es pues ciertamente una abs-
tracción en comparación con la fe y con la teología que la prolonga,
si es verdad que Dios nos habla efectivamente, pero es una abstracción
necesaria e indispensable, y cuya coherencia interna es requerida por
la revelación misma 13. Por eso, desde el punto de vista cristiano, la fi- 14 Esta actitud positiva frente a la razón humana es, lo sabemos, la posición típi-
losofía puede tener dos estatutos: camente católica, adoptada por el Concilio Vaticano I, en la y sesión en abril 1870 en
-el de filosofía autónoma, que tiene un valor real incluso si, en la Constitución dogmática sobre la fe católica. Releer especialmente el capítulo 4, titu-
lado «de la fe y de la razón». Es la única posición que hace justicia simultáneamente a
la gloria de Dios y a la grandeza del hombre. Se aparta tanto del fideísmo como del ra-
n .Cf., sobre ello, el artículo de KARL RAHNER titulado Philosophie el théologie, cionalisrno y constituye el único terreno en el que cristianos y no creyentes pueden en-
en Écrits théologiques 7, Desclée de Brouwer, 1967, pp. 39-52. . contrarse con alguna posibilidad de comprenderse.

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Capítulo Tercero
Promoción y crítica recíprocas
PROMOCION y CRITICA RECIPROCAS
DE LA FE Y DE LA FILOSOFIA torizado permite preservar en su pureza lo esencial del dato revelado,

I
,
f
~
pero la fe vivida y la teología que intenta reflexionar sobre ella no es-
tán libres de malentendidos e incluso de ciertas perversiones. Bajo este
punto de vista, tendrán que recibir alguna luz, entre otras, de la filo-
sofía. Si es cierto que la reflexión humana tiene una consistencia real,
f. si es verdad que este pagano admirable que somos cada uno de noso-
¡
!i tros, como filósofos, es capaz de hablar un lenguaje con sentido, en-
tonces es normal que la filosofía pueda contribuir a aclarar, e incluso
a corregir, nuestra manera de acoger la revelación o nuestra forma de
expresar/a. Este papel a la vez crítico y liberador de la filosofía con res-
pecto a la fe vivida y a la teología que la refleja será una de las tareas
de la filosofía de la religión.
Aquí no podemos hacer sino señalar este tema importante, pues,
para desarrollar/o, tendríamos que apoyamos sobre temas filosóficos
precisos que serán abordados más tarde. Digamos únicamente que los
Lo que acabamos ~~ decir s~bre la re.lación de la gracia y de la na- grandes filósofos de la religión se han esforzado constantemente y se
turaleza y de la revelación y la filosofía tiene forzosamente un aire un esfuerzan aún, con razón o sin ella, en despertar a los teólogos de su
poco abstracto: hemos comparado, en cierta manera, esencias o .enti- sueño dogmático. Estos, a los ojos del filósofo, se apoyarían demasia-
dades abstractas, la de la gracia y la de la naturaleza la de L I do fácilmente en fórmulas recibidas y no criticadas y tomando como
., I d la fi , a reve a-
clan y. a e" Ilosofía. De hecho, las cosas no son tan sencillas. Lo base este patrón presupuesto, juzgarían prematuramente las intuiciones
que existe concretamente no es la gracia en general ni la naturaleza hu- centrales de los filósofos, como inconciliables con la fe. Estos últimos
mana en. ?eneral, es Dios obran?;> en el mundo de los hombres y estos preguntarán ¿qué quiere decir exactamente el teólogo, cuando afirma,
respondiéndole (ano respondlendole) en la historia Y del . casi como si fuera evidente, que Dios se revela, que habla, que es libre
d l f ., ., mismo
mo o, a .c,on rontacion de la que tratamos aquí no es solamente la de de crear o no el mundo, etc.? Si e! teólogo se liberase de sus falsas evi-
la revelación en general con la filosofía en general es el debat _ dencias y de sus fáciles simplificaciones ¿no sería más abierto para con
hi " d . ,e con
creto, istorrco, e tal filosofía determinada con tal forma de co _ las concepciones filosóficas que él califica gustoso de racionalistas con
d de vi I f mpren
el pretexto de que introducen demasiada claridad y necesidad allí don-
.er y ~ Vlv~r a e en una época determinada. Nuestra pregunta con-
cisa ser~: ¿como se presenta este debate? ¿bajo qué formas principales de él mismo prefiere mantenerse prudente y (¿confortablemente?) en
va a articularse conc~e~a~ente? .Desearíamos defender aquí la tesis de las profundidades insondables de! misterio!".
que este. debate consisnra, postnvarnenra, en una promoción recíproca Se adivina al punto lo que semejante crítica de la religión puede
~, neg~tlvamente~ en una c~ítica. o purificación mutuas de la fe y de la tener de superficial si la filosofía que la inspira carece de tacto. Pero
fllosofta en sus diferentes situaciones históricas. vemos también el beneficio que la fe y la teología pueden sacar de es-
tas críticas, sobre todo si están matizadas, e incluso cuando son exce-
sivas. Los ejemplos de filosofías de la religión que han ejercido, más
A. El papel crítico y liberador de la filosofía o menos bien, esta función son numerosos en la historia.
con respecto a la fe

. .La fe vivida nun~a es totalmente pura: está siempre sometida a des- is Se encontrará un ejemplo sugestivo de esta actitud amablemente crítica con re-
viaciones o a malas Interpretaciones Es verdad que en . "Iación a la teología en la obra de GEORGES VAN RIET, Pbilosopbie et religion, «Biblio-
d d . . , una comuOl-
théque philosophique de Louvain», n." 23, Louvain, Publications universiraires de Lou-
a como la Iglesia católica, la presencia vigilante de un magisterio au-
vain, 1970.

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Fe cristiana y filosofía
Promoción y crítica recíprocas

Citemos solamente, en el siglo XVIl, Spinoza en su Tratado teo-


dentro de construcciones especulativas que dañan la revelación al mis-
lógico-politico, en el XVIII, Kant en su obra La religión en los límites
mo tiempo que la comprensión del hombre por sí mismo.
de la sola razón; en e! XIX, Fichte y su Iniciación á la vida bienaven-
Por esto, la palabra de Dios, continuada por la fe de la Iglesia y
turada, Schelling y su Filosofía de la mito logia, Hege! y sus Cursos so-
aclarada por la teología, estará llamada con frecuencia a representar un
bre la filosofia de la religión; en la época contemporánea, Blande! en
papel crítico y liberador con respecto a la filosof~a y, más e~actamen-
La Acción de 1893, así como en sus escritos ulteriores, y Bergson en
te, con respecto a ciertas filosofías situadas históricamente. Sin embar-
Las dos fuentes de la moral y de la religión. Más recientemente aún
go, esta función crítica tendrá un matiz muy diferente según se ejerza
dos filósofos fr.anceses de nuestros días, Henry Duméry y Paul Ri~
a la manera protestante o a la manera católica. Veamos de qué se trata.
coeur, han publicado una obra considerable que gravita en torno al pro-
blema filosófico de la religión. Ulteriormente tendremos ocasión de
a.bordar, con cierto detalle, el pensamiento de la mayor parte de estos 1. A la manera protestante
filósofos de la religión.
Sólo examinaremos aquí e! protestantismo radical, de obediencia
estrictamente luterana o calvinista. Es evidente que el pesimismo de la
B. El papel crítico y liberador de la fe Reforma en cuanto a las posibilidades naturales del hombre llevará a
con respecto a la filosofía una concepción muy particular del papel crítico ejercido por la fe con
respecto a la filosofía: la autoridad absoluta de la Palabra de Dios ten-
La fe vivida no es nunca totalmente pura y la filosofía puede ejer- drá que arrancarla de su innata marcha errante y despertarla de su sue-
cer a veces para con ella un papel purificador. Pero la misma observa- ño dogmático. .
ción vale para la filosofía. Esta es en principio una compañera admisi- El ejemplo contemporáneo más representativo de esta postura es
ble de la revelación, ya que el hombre está dotado de un poder autó- el del célebre teólogo suizo Karl Barth (1886-1968), en su gran obra,
nomo de reflexión. No hay que deducir de esto que todas las filosofías de varios volúmenes, titulada Dogmática eclesiástica'], Su posición es
elaboradas por el espíritu humano están a la altura de esta tarea. Hay particularmente interesante por el hecho de que, dentro del antihuma-
que reconocer que; por definición, la filosofía corre siempre el riesgo, nismo de la Reforma, es relativamente matizada. Contra ciertos exce-
no obstante su. valor indispensable e inalienable, de quedarse muy cor- sos protestantes, él afirma, al menos a partir de una determinada épo-
~a frente a la libertad soberana de Dios que se revela y cuyo misterio ca, que existe una esencia creada del hombre, una estructura funda-
Insondable trastocará siempre todo lo que podamos decir de él. Hay mental de la humanidad y que, por muy profunda que sea la corrup-
que tener también en cuenta e! hecho de que nuestra naturaleza hu- ción introducida por el pecado, la perversión de! hombre no puede ha-
. mana está herida por el pecado. Sin duda alguna, ella conserva su con- cer mala la obra fundamentalmente buena del Creador. Hasta aquí su
sistencia, como lo hemos visto anteriormente, yel catolicismo afirma posición es conciliable con la fe católica. Sólo que Barth precisa que
con fue~z~ que la naturaleza humana está solamente herida por el pe- no conocemos ni poseemos esta naturaleza buena sino en Jesucristo,
cad~ ongIna~ y ~o t?t~lmente corrompida, como !o q~ería .el protes- mientras que lo que nosotros poseemos y conocemos en nosotros mis-
tantls~o radical . Si bien es verdad, que nuestra inteligencia está os- mos es únicamente nuestra naturaleza corrompida y rota. Esto le lleva
curecida por nuestro orgullo nativo y que, en consecuencia, la filoso- a una posición muy dura frente a la antropología, es decir, frente a la
fía, con las mejores intenciones del mundo, puede, a veces, extraviarse doctrina filosófica sobre e! hombre. Barth excluye toda teología natu-
ralo, en otros términos, todo conocimiento filosófico de Dios y asi-
16 CL en este sentido las célebres declaraciones del Concilio de Trento de· Ener
mismo rechaza toda antropología filosófica autónoma. No solamente
1547, en el Decreto sobre la justificación. Ver especialmente el capítulo 1 s;bre la im~
potencia de la ~atu.rale.za y de la ley para salvar a los hombres. Cf. G. DUMEIGE, La Foi
catbolique, París, Edmons de I'Oranre, 1975, p. 346. 17 En lo que toca a Barth, consúltese la obra fundamental de H. BOUILLARD,Karl
Bartb, 3 volúmenes, París, Aubier, 1957.

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Fe cristiana y filosofía Promoción y crítica recíprocas

el hombre no puede, por sus propios recursos, hablar sobre Dios (ya moteando el punto de vista del hombre sobre sí mismo ~ sobre Dios?
que sólo Dios puede hablar de Dios, y e! hombre puede únicamente Es cierto que la cumbre de la inteligenci~ huma?a es abnrse, a la Pala-
escuchar la Palabra de Dios) sino que el hombre no está tampoco en bra transcendente de Dios, pero e! carrunar racional a traves del ~ual
condiciones de elaborar por sí mismo un discurso pertinente sobre e! el hombre se abre libremente a esta palabra y puede dar cuenta. ~llo-
hombre!". Sólo en jesucristo conocemos verdaderamente lo que es el sóficamente de la legitimidad de esta adhesión, no puede ser omitido,
hombre, su destino divino, su relación con el prójimo, su temporali- ni siquiera minimizado, como lo exige Barth,
dad. Por lo tanto, es la filosofía la que, según Barth, está encerrada en De todo esto se desprende una actitud característica frente a la fi-
su ghetto humanista y la que debe ser sometida a prueba, en vertical, losofía a saber: negarse absolutamente a apoyar la teología sobre una
por la pura transcendencia de la palabra de Dios. filosofía e incluso a justificada ante ella. La cuestión de saber qué jui-
Ciertamente, nuestros discursos filosóficos dicen algo sobre e! cio debe emitir la filosofía sobre la teología no tiene ningún sentido
hombre, pero no alcanzan al hombre real: no entregan más que fenó- para Barth. Sólo tiene senti~o la ~regunta invertida: ¿~ué juicio debe
menos de lo humano en los que se pueden reconocer, como máximo, emitir la teología sobre la filosofía y sobre sus pretensiones ~e auto-
algunos indicios o síntomas de! hombre real. Pues el hombre tal cual nomía? Evidentemente, no está prohibido que el teólogo «se sirva» de
es verdaderamente sólo lo conocemos en su relación histórica con J e- la filosofía -es casi inevitable- pero con la condición expresa de que
sucristo. En realidad, para Barth, la antropología debe estar estricta- los esquemas de pensamiento sacados de ella permanezcan enteram~n-
mente cimentada sobre la cristología. En la elaboración de esta antro- te sometidos a la autoridad crítica de la pura y desnuda palabra de Dios
pología cristológica, la filosofía podrá y deberá aportar su contribu- en la Escritura/",
ción, pero las indicaciones que dé para e! conocimiento de! hombre per-
Nuestra conclusión en cuanto a Barth será muy matizada. Quizás
manecerán enteramente sometidas al juicio de la Palabra de Dios y no
su actitud excesivamente crítica proviene de que piensa demasiado en
tendrán sentido sino en su referencia al hombre real conocido en
1esucristo 19. talo cual filosofía determinada, incompatible con la fe, sin tener sufi-
cientemente en cuenta la exigencia filosófica en general, en cuanto que
Desde el punto de vista católico, hay aquí un exceso, ciertamente.
ésta forma parte necesariamente de las condiciones de posibilidad de
Barth hace bien en subrayar vigorosamente la transcendencia de Dios
la acogida de la Reve!ación como don gratuito dirigido a un ~ombre
y de su revelación. Si quitamos esto, e! cristianismo pierde seriedad.
libre. Pero si se prescinde de las polémicas inútiles y de las eVldent~s
Pero queda aún que la revelación supone un sujeto capaz de recibirla
incomprensiones de Barth, entonces ~u posición firm~men~e teocéntri-
y por lo mismo, lo hemos visto, un hombre capaz de conocerse real-
ea y cristocéntrica y fue~temente crítica ~ara c?? la fIlos.ofla puede ser
mente, aunque imperfectamente, a sí mismo en su verdadera realidad.
reintegrada, en lo esencial, en la teología cat~hca. Teniendo m.uy en
Pues bien, es justamente lo que Barth rechaza: según él, e! hombre
cuenta dos condiciones: que los excesos barthianos sean corregidos y
sólo conocería de él mismo por sí mismo una «no-naturaleza» o una
que la teología católica se inspir.e en el. cristocentrisrno de!'gra~ teólo-
«desnaturaleza. (Unnatur). Además la posición barthiana implica una
go protestante. Esta convergencia, factible desde e! punto de -"Ista bar-
dificultad importante: ¿Cómo es posible situarse de buenas a primeras
thiano y católico, ha sido magníficamente subrayada y realizada por
y constantemente en el punto de vista de Dios sobre el hombre esca-
Hans-Urs von Balthasar, otro teólogo suizo en su gran obra sobre Karl
Bartlr". Su posición en la materia nos servirá de ilustración para la ma-
18 Barth hace pensar aquí en las palabras profundas, pero excesivas de Pascal: «No
solamente no conocemos a Dios más que a través de Jesucristo, sino que sin Jesucristo
no nos conocemos a nosotros mismos. Sólo en Jesucristo conocemos la vida, la muerte.
Fuera de Jesucristo no sabemos lo que es nuestra vida ni nuestra muerte, ni lo que es 20 Para la actitud de Barth con respecto a la filosofía, cf. sobre todo el volumen
Dios, ni lo que somos nosotros mismos» (Pensées, Édition Lafuma, n" 417; Édition 1, 2 de Die Kircbliche Dogmatik, titulado Die Lehre vom Wort Gottes, Zürích, 1938,
Brunschvicg n° S48). pp. 86S-867. .
Para la doctrina antropológica de Barth, d. Die Kirchliche Dogmatik, IIl, 2: Die
. 19 21 HANS-URS VaN BALTHASAR, Karl Barth. Darstellung und Deutung setner Tbeo-
Lebre VOn der Schopfung (das Gescbopf), Zürich, Evangelischer Verlag, 1948. logie, Colonia, Hegner, 1951 (2° edición, 19(2).

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Fe cristiana y filosofía Promoción y crítica recíprocas

nera católica de comprender el papel crítico y liberador de la fe con una interrogación que no acaba nunca de deslumbrarse y de asombrar-
respecto a la filosofía. se. Pero, este asombro está siempre amenazado de extinción, sobre
todo en una época utilitarista como la nuestra. En vez de maravillarse
ante el ser de las cosas, ante e! milagro de que existan, dirigimos hacia
2. A la manera católica lo-que-es, hacia los «seres», una mirada captativa con vistas a explo-
tarles técnicamente. Lo mismo sucede con e! maravillarse metafísico
La preocupación de Balthasar, en su interpretación de Barth, es de- ante e! ser que corre siempre e! riesgo de degradarse en simple admi-
mostrar cómo una teología católica vigorosamente cristocéntrica pue- ración ante e! orden de los seres. Entonces la filosofía se convierte en
de y debe satisfacer a la vez las exigencias inalienables de la Iglesia ca- un sistema cerrado que encierra lo real en un juego de conceptos en
tólica en cuanto a la consistencia de la naturaleza humana y al valor lugar de permanecer abierta al misterio de! ser. Es aquí donde, según
de la razón filosófica y las intuiciones' penetrantes de Barth sobre la Balthasar, la fe cristiana debe cumplir una misión crítica y liberadora
prioridad de la gracia. La solución presentada por Balthasar es la que, para con la filosofía. En virtud de' su fe e! cristiano vive pendiente de
a grandes rasgos, hemos propuesto en el estudio de la relación entre la la maravilla imprevisible, inagotable y siempre «incalculable» de la glo-
gracia y la naturaleza. Consiste, esencialmente, en reconocer, con ria de Dios y de su amor loco. Por eso, el cristiano es, en principio,
Barth, que la única realidad absolutamente concreta es e! don de la gra- más apto que ningún otro para asombrarse ante el misterio de la exis-
cia al hombre pecador y que, por lo mismo, el hombre ha sido creado tencia y por lo mismo para suscitar y reactivar indefinidamente la ca-
únicamente con miras a esta gracia que le desborda totalmente 22. Pero, pacidad de maravillarse que es e! centro de la interrogación filosófica.
añade Balthasar, no porque el orden de la gracia sea el único orden úl- Desde este punto de' vista, e! cristiano es en este mundo el guardián
timo concreto ni porque la razón haya sido creada para la fe y no en- de! asombro metafísico, el pastor de la filosofía. Enfrentado a una fi-
cuentre sino en la fe su sentido último, hay que concluir que la razón losofía excesivamente sistemática, él preguntará: «Filósofo, ¿no has
sólo es razón a través de la fe y que sólo dentro de una fe acabada pue- cerrado demasiado pronto tu sisterna?». Frente a una filosofía que se
de conocer a Dios, al mundo y a sí mismo. Al contrario, la misma re- encierra en la no-sistematización absoluta o en la pura interrogación,
velación exige y presupone, como preámbulo indispensable de la fe, el preguntará: «Filósofo, ¿no has hecho del destello de! pensamiento
una cierta autonomía de la razón. En una palabra, hay que mantener e! blando almohadón del intelecto, no has encarcelado la interrogación
unidos estos dos aspectos complementarios que son la prioridad abso- humana al no perrnitirle ir más allá de sí misma?»
luta de la gracia y de la revelación divinas y la prioridad relativa de la Otro ejemplo: el problema del mal. También el mal es un miste-
naturaleza humana y de sus posibilidades+'. rio ante el cual e! hombre permanecerá siempre boquiabierto, entrega-
Esta posición matizada da lugar a un estilo algo diferente del de do a una perpetua pregunta: ¿por qué? La filosofía no puede conocer
Barth en la concepción de Balthasar sobre el papel crítico y liberador peor tentación que la de querer resolver el problema del ma125. Sin em-
de la fe con respecto a la filosofía. Explicaremos esta actitud de Bal- bargo, regularmente y de diferentes maneras, cae en ella. Ya declaran-
thasar referente a la aportación cristiana a la filosofía por lo que él dice do que el mal es un absurdo puro y simple y por lo tanto irrecupera-
sobre la responsabilidad crítica del cristiano frente al maravillarse filo- ble: es la solución llamada «existencialista»: ya haciendo depender e!
sófico y sobre una justa posición del problema del maJ24. mal de un fallo de la libertad humana: es la solución «ética» o «mo-
Desde Aristóteles, se considera el maravillarse como la fuente de ral»; ya haciendo de! mal un momento inevitable de una ley necesaria
la filosofía. La base de la reflexión filosófica auténtica es, en efecto, ordenada armoniosamente a un bien mayor: es la solución «raciona-
lista» o «estética». La fe cristiana impide que la filosofía pierda su po-
tencia interrogativa y que se pose en una de las tres «soluciones». El
22 Cf. lo que hemos dicho más arriba sobre la unicidad del destino humano.
23 H.U. VON BALTHASAR, Karl Barth, pp. 389-393.
24 Sobre estos dos puntos, d. especialmente Herrlicbkeit llIlI. 1m Raum der Me- 2S Cf., a este propósito, el librito estimulante de ÉTIENNE BORNE, Le probléme du
taphysik. Einsiedeln, Johannes Verlag, 1965, pp. 974-983. mal, París, P.U.F., 1960.

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~
¡
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misterio del mal, el cristiano lo descifra indefinidamente, a partir de la ducir las filosofías a interrogar más profundamente aún. Entonces es-
cruz. Ahora bien, la Cruz propone un sentido que excluye e! absurdo tará capacitado para someterlas a lo que Balthasar llama una. «prueba
absoluto, pero se trata de un sentido del cual no «disponemos» por- decisiva» o un «criterio refrigerante»: e! absoluto, de cualquier orden
que está habitado por una libertad que excluye cualquier ley estética- sea que los filósofos presentan al hombre, ¿es de tal naturaleza
mente calculable y por una amplitud cósmica que transciende el juego que, . . .' '1)26 El'
e éste pueda vivir o, lo que es lo mismo, monr por e. . s e en-
qu . .. 1 .
de la única libertad moral del hombre. En la Cruz de jesús brilla la t io del martirio. La fe cristiana auténtica sostiene este cnteno: e cns-
gloria cada vez mayor del amor eterno. La Resurrección que es su fru- tf~no que confiesa la fe de la Iglesia (no una ideologí~ inspirada e~ ,el
to es ciertamente una promesa de integración. Pero ¿quién dispone de cristianismo) puede vivir y morir por e! Dios de Jesucnsto. Pero ¿quI~n
la potencia pascua! del Resucitado? Frente a la Cruz, nos descubrimos e inflamará de amor por el primer Motor de las esferas celestes (Aris-
pecadores, pero e! drama que ahí tiene lugar sobrepasa nuestra simple ~óteles)? ¿quién morirá por la Substancia única de infinitos atributos
responsabilidad ética y deja entrever un misterio de iniquidad en el que (Spinoza)? ¿ quién entregará su vida al Espí~itu ab~oluto (H:gel)?
también trabaja el príncipe de este mundo. Y ante la Cruz gloriosa, po- 'quién danzará o llorará de alegría ante el Ser heldeggenano? Aquí apa-
demos exclamar: «Feliz culpa que mereció tal Redentor», sin embar- rece la verdadera misión crítica y liberadora de la teología para con las
go, la armonía así entrevista, lejos de entenderse como una ley nece- filosofías. Esta no consiste en que la teología tendría «respuestas» a las
saria de! ser, aparece como el final imprevisible del encuentro entre dos «preguntas» no resueltas por los filósofos: Su función c~nsiste más bien
abismos: la locura del pecado del hombre y la locura, mayor aún, de! en realizar uno mismo el acto del pensamiento, en asumirlo, desde den-
Amor misericordioso. Ante el enigma del mal, la fe cristiana no abdi- tro y en volver a lanzar eventualm~nte la. ir:terrogació~ fil~sófica pr:-
ca, pero rechaza las falsas «soluciones» filosóficas de! problema: ella guntándose si a la luz de la reve.laClón cnsuana del. DIOSsiempre mas
vive de una experiencia de la que no dispone conceptual mente, pero grande no se manifiesta que e! filósofo ha puesto fin pre~aturamente
cuya prueba le es ya ofrecida en e! misterio pascual de jesús. a un sistema o ha vuelto a cerrar apresuradamente el horizonte de su
Así pues, la fe y la teología tienen verdaderamente una misión crí- interrogación. Esta es la manera típicamente c~t?lica ,~e la que, en lo
tica y prolética frente a la filosofía. Aquí, Balthasar se une a Barth en la concreto de la historia, podría ejercerse la función critica de la fe con
convicción de que e! cristiano no debe ponerse ante la filosofía en una respecto a la filosofía. .'
actitud de pseudo-humildad. La Palabra de Dios tambalea a menudo las Con el examen de esta cuestión, hemos terminado el recorndo de
construcciones demasiado sistemáticas de los filósofos, esta Palabra los temas esenciales que jalonan la problemática general del nexo entre
debe resonar y la teología que la expresa no debe avergonzarse de ello. fe cristiana y reflexión filosófica. Ahora entraremos en el meollo del
Sin embargo, hay que tomar en serio y respetar en su propia dignidad tema y examinaremos de manera crítica, es decir, inten.tan~~ formar-
al compañero que se critica, tanto más cuanto que, desde el punto de nos un juicio, el impacto ejercido por e! pensaml~n~o filosófico sobre
vista católico -lo hemos visto-s-, e! acto filosófico está reclamado por nuestra manera de vivir y de comprender la fe cnsnana.
el acto de fe y es, por lo mismo, intrínseco al acto teológico, aunque Empezaremos por indicar los grandes temas de la, refle~ión y su
conservando su consistencia propia. Sobre este punto Balthasar sería manera de articularse. Será el último punto de este capitulo introduc-
sin duda más exigente que Barth, En todo caso, es muy duro con los torio y al mismo tiempo e! comienzo de las partes siguientes.
teólogos que juegan frívolamente con los sistemas filosóficos. El cris-
tiano no está autorizado en nombre de la Palabra transcendente de
Dios a hacer pasar rápidamente las filosofías por el tribunal de la teo-
logía. Como hombre, el cristiano continúa siendo determinado por el
acto filosófico, no puede dispensarse de la metafísica. Antes de juzgar
las filosofías, debe, para respetarlas en su consistencia propia, repen-
sarlas desde dentro y esforzarse por pensar él mismo de una manera 26 Cf. HANS-URS VON BALTHASAR, Cordula ou l'épreuue décisiue, París, Beauches-
auténticamente filosófica. Sólo con esta condición podrá y deberá con- ne, 1968, p. 9.

50 51
Capítulo Cuarto Articulación del discurso

CONTENIDO y ARTICULACION zón O e! Lagos universales, e! Otro, etc. Todos estos términos serán
DE LOS PRINCIPALES mejor explicados más adelante. Por e! momento retenemos solamente
TEMAS DE LA REFLEXION FILOSOFICA esta idea: a menudo, aun sin admitir un Dios personal, los hombres se
refieren a un absoluto que no es, sin más, una parte de! mundo o un
producto de la libertad humana, sino más bien cierta razón o valor
transcendente.
Algunos ejemplos mostrarán de manera más concreta cómo la ma-
yor parte de las realidades que vivimos implican estas tres dimensiones
y las integran.
En una demostración geométrica, por ejemplo, hay primero un as-
pecto natural e histórico. Por un lado, la demostración de un teorema
efectuada por un estudiante se escribe objetivamente en el encerado
por medio de signos físicos: hay que trazar los signos con una tiza y
progresar etapa por etapa. Análogamente, esta demostración tiene lu-
gar dentro de un contexto social y cultural históricamente localizable.
Pero hay un segundo aspecto en este proceso, su aspecto espiritual, di-
.En la filosofía de nuestros días, como en toda la historia de! pen- ríamos. La demostración no se efectúa solamente en el encerado y en
samiento, encontramos, en cuanto a lo esencial, tres polos principales la escuela, se hace también toda ella en e! espíritu del estudiante y, des-
en torno a los que se organiza la reflexión filosófica, a saber: e! mun- de este punto de vista, es el fruto de su reflexión y de su creatividad.
do, e! alma y Dios. Si queremos que nuestra problemática sea suficien- Sin embargo, este teorema de geometría no es verdadero ni porque ha
temente englobante, conviene tomar estos términos en su más amplia estado escrito objetivamente en el tablero ni porque ha sido demos-
generalidad. trado subjetivamente por e! estudiante. Es verdadero porque lo es ab-
Por el mundo, designamos todo lo que rodea al hombre constitu- soluta y eternamente en sí mismo y es finalmente esta verdad absoluta
yendo así su situación objetiva, su cuadro externo de referencia. Se tra- lo que es primero, a tal punto que todos los signos trazados en el en-
ta, en ~rimer lugar~ del medio físico en el que el hombre echa raíces y cerado y todo el esfuerzo consciente del estudiante no han sido más
evoluciona, es decir, de la naturaleza. A continuación, se tratará del que los instrumentos de la manifestación de esta verdad que es el ter-
medio social y cultural en el que está sumergida la humanidad, la his- cero y más importante aspecto de la demostración.
toria. Naturaleza e historia conjuntamente definen e! mundo de! Segundo ejemplo: el de la obra de arte. También aquí volvemos
hombre. a encontrar los tres polos: objetivo, subjetivo y absoluto. Toda obra
Por e! alma, en el sentido más amplio, designamos ya no lo que de arte es un objeto dentro del mundo, inscrito en el universo natural
rodea al hombre, su medio ambiente, sino lo que vive en él y consti- de los sonidos, de los colores, de la piedra, etc., y en el universo his-
tuye el misterio íntimo de su espíritu, de su libertad, de su conciencia, tórico de alguna tradición estética. Pero además de los materiales físi-
de su subjetividad. Por «alma» entendemos por lo tanto la dimensión cos y culturales de la obra de arte, está su dimensión propiamente es-
interior o subjetiva de la existencia humana. piritual. La obra es concebida por la libertad creadora del artista, es
Por la palabra Dios, no designamos únicamente el ser subsistente producida, según los casos, por el esfuerzo lúcido de los que la ejecu-
y personal de la divinidad. Designamos también por ella todo lo que tan (por ejemplo de los músicos) y por fin es recibida en el espíritu y
el hombre reconoce que vienede más allá que de! mundo y que de su en el corazón de los que la admiran y gozan de ella. Desde este triple
propio espíritu y ante lo cual se inclina en una actitud de acogida y de punto de vista, la obra de arte tiene su sede en la libertad del sujeto.
respeto. Pensamos en todo lo que los hombres han expresado por pa- La obra de arte tiene, finalmente, su sentido transcendente o absoluto,
labras con mayúscula: la Verdad, el Bien, lo Absoluto, e! Valor, la Ra- es decir, su eterna belleza. El alcance de la obra bella sobrepasa las in-

52 53
Fe cristiana y filosofía Articulación del discurso

tenciones subjetivas del autor, así como la significación natural de su rales biológicas, psicológicas, sociológicas, etc. Otras morales, al con-
material o la influencia cultural de su medio histórico. ¿ No decimos trario, favorecen e! polo de la autonomía de la libertad humana. La ten-
que, en la creación estética, el artista está inspirado, que tiene talento? dencia más representativa de esta manera de ver es la moral de la au-
y ¿ no ,reconocemos ~ue, en la obra realizada, el material que la encar- tenticidad, según la cual, en moral, no hay una verdad objetiva: basta,
na esta como transfigurado ? Todas estas expresiones sugieren que el para obrar bien, con actuar conforme a la conciencia tomando libre y
centro de gravedad de la obra de arte es su sentido transcendente su sinceramente sus responsabilidades. Finalmente, otras invitan al hom-
27
lagos. etern0 que sobrepasa las contingencias del mundo y de n~es- bre a obrar libremente, es cierto, pero estando abiertos a ciertos valo-
tras libertades y frente al cual la naturaleza material y la creatividad res objetivos capaces de inspirar su acción y de darle un contenido. Po-
del espíritu son como los instrumentos de su revelación. demos Ilamarlas morales teleologicas'", puesto que proponen a la ac-
Tomemos un último ejemplo, el de la libertad misma en su vin- ción un fin, un objetivo capaz de fecundar/a.
culación con el problema moral. Nuestra libertad está encarnada echa Estos pocos ejemplos bastan para mostramos que en la reflexión
raíces, de mil maneras, en la no libertad. Lejos de ser libertades puras, filosófica hay tres grandes temas: 1) e! campo de! mundo natural e his-
dependemos de nuestra herencia, de nuestro medio social, estamos tórico que rodea y sostiene al hombre; 2) el ámbito de! alma o de! es-
marcados, hasta en. el ejer~icio más alto de nuestra voluntad, por nues- píritu, que está centrado sobre la libertad humana; 3) la esfera de lo
tra salud, nuestro inconsciente, etc. En una palabra, la libertad huma- transcendente, del absoluto, de Dios.
na h.unde profundamente sus raíces en el mundo de la naturaleza y de En su Crítica de la razón pura, Kant (1724-1804) presenta e! alma,
la historia. Y, no obstante, nuestra libertad emerge de este basamento el mundo y Dios como las tres grandes Ideas de la razón, consagrando
natu~al e histórico en la forma de la autonomía: somos capaces de ha- así a su estilo -volveremos más tarde sobre ello- la convicción de
~er CIertas .0pclOnes, capaces incluso de Iiberarnos parcialmente de los que se trata de los temas principales de la «filosofía eterna» (philoso-
Involuntanos que nos condicionan y de encauzados hasta el punto de phia perennis). Pero es sobre todo en Hege! (1770-1831) donde encon-
apoyamos sobre ellos para disponer libremente de nosotros mismos. tramos una reflexión sistemática sobre la significación y la armoniza-
Es el segundo polo de la libertad: la libertad como subjetividad autó- ción de los tres polos de la filosofía. Por eso le tomaremos corno guía
noma. Con todo, la libertad humana no puede replegarse sobre sí mis- en esta última parte de nuestra introducción, inspirándonos en las ar-
ma en ~na pura autonomía. No sólo es arrastrada constantemente por ticulaciones principales de su obra más sistemática, titulada Enciclope-
la no-libertad donde echa sus raíces, sino que se abre también, hacia dia de las ciencias filosóficas.
lo alto, a todo lo que la fecunda e interpela. Sólo puede afirmarse ver- Los tres términos principales de la reflexión filosófica se llaman,
daderamente en la acogida y en e! don. La libertad se abre así a un sen- en Hege!, e! Lagos, la Naturaleza y e! Espíritu, que corresponden a la
ti~o que la transciende: la verdad, el bien, lo bello, lo absoluto, e! otro, tríada Dios-mundo-alma de la que hemos hablado más arriba. Por Lo-
DIOS, etc. Es el tercer polo, el del Valor. gos, Hege! designa el pensamiento divino puro, Dios pensándose a sí
Como en todos. los ti~mpos, los grandes tipos de moral que en- mismo «en su esencia eterna antes de la creación de la naturaleza y de
contramos hoy se dIferenCian según que, en la aventura humana de la un espíritu finito»29. En cuanto a los otros dos términos del sistema,
~oralidad, s,e acentúe uno u otro. de los tres aspectos principales de la Hege! los ve de una manera que es relativamente próxima de lo que
libertad. ASI tenemos, en todo tIempo, morales redu ctoras, es decir: confesamos en la fe cristiana. De hecho Hegel consideraba su filosofía
morales que .se e~f~erzan por compre~der el sentido de! hombre y de como la transposición racional (nosotros diríamos: gnóstÍca) de la fe
su compromiso etICO hablando exclusivamente de! enraizamiento na- eclesial. Según esta última, e! mundo es creado por Dios y el hombre
tural e histórico de la libertad en las diversas formas de lo involunta-
rio: la vida, e! inconsciente, la sociedad, etc. Tal es e! origen de las rno-
28 Del griego «télo s» que significa fin, meta.
29 Cí, G.W.F. HEGEL, La ciencia de la lógica, trad. por S. jankélévitch, París, Au-
27 «Lagos» es una palabra griega que significa a la vez razón, sentido, palabra, dis- bier, 1947, p. 35. Es evidente que presentamos aquí el pensamiento de HEGEL evitando
.curso. La volveremos a encontrar a menudo.
toda tecnicidad esotérica y, por lo tanto, de manera extremadamente sumaria.

54 55
Fe cristiana y filosofía Articulación del discurso

es, en e! centro de! mundo, la criatura natural y espiritual a la vez por lacionados por esta especie de término medio que es en este caso la Na-
la cual e! mundo vuelve a Dios y se dirige finalmente hacia su origen. turaleza. Este primer silogismo Logos-Naturaleza-Espiritu (L-N-E)
Tomada ~n. su generalidad abstracta, esta concepción no es específica- debe ser corregido y completado, si se quiere evitar toda unilaterali-
mente cnstla~a. Volvemos a encontrar aquí la antiquísima idea, explo- dad, con otros dos silogismos. El segundo será el silogismo Naturale-
tada por Platino (207-270), de la «gran curva» que sale de Dios y vuel- za-Espíritu-Logos (N-E-L) Y el tercero: Espíritu-Lagos-Naturaleza
ve a Dios. De manera semejante, la Naturaleza, para Hegel, ha salido (E-L-N). Así, queda suprimida toda parcialidad desde e! momento en
d.el Lagos, es com? ~u caída en el espacio y en e! tiempo, su petrifica- que cada uno de los tres términos ha tenido e! papel de los dos extre-
cion en la forma finita de la inmediatez sensible. Por lo que se refiere mos y del término medio. Veamos lo que filosóficamente quiere decir
al Espíritu finito, aparece en e! seno mismo de la Naturaleza, como su todo esto, comentando rápidamente cada uno de los tres silogisrnos ' l.
negación y su superación. Es la negación eterna de la Naturaleza, la Lo que determina e! «ambiente» especulativo de un silogismo es
cual a su v~~ es la etern~ negación de! Lagos. Y así, como la negación su elemento central, es decir: su término medio. En e! primer silogis-
de la negaclOn, el Espíritu es en este mundo la verdadera afirmación mo L-N-E, el elemento central en función de! cual se piensa todo e!
la afirmación concreta, la de la libertad reconquistada a su contrario: resto es la Naturaleza. El Logos divino sólo es pensado como el pre-
Por fin, este Espíritu finito que tiene su sede en e! hombre, se desarro- supuesto de la Naturaleza, como lo que está en el origen de la Natu-
lla en el arte, la. religión y la filosofía hasta encontrarse con el Espíritu raleza. En cuanto al Espíritu, es considerado principalmente como el
absoluto, es decir, hasta captar la esencia eterna de! Espíritu o, en otros producto de la Naturaleza, e! resultado cada vez más elaborado de su
términos, hasta alcanzar e! Lagos. El sistema se termina así como un complexificación. Digamos, de entrada, que es el modo de pensamien-
círculo, ya que, saliendo de! Logos, vuelve al Lagos a través de la Na- to más familiar a los espíritus positivistas,
turaleza y del Espíritu. En el segundo silogismo N-E-L, es el Espíritu finito quien está en
Pero el interés de Hegel, en esta materia, reside sobre todo en su e! centro, así pues es en función del espíritu humano como son pen-
manera de disponer los tres términos de su sistema a fin de pensarlos sados los otros términos. Y entonces la Naturaleza ya no aparece sino
en verdad:". El orden de exposición adoptado más arriba le parece uni- como e! simple trampolín de! Espíritu, como su presupuesto: ella es
lateral: Lagos-Naturaleza-Espíritu. Todo sucede como si el Logos fue- aquello de lo que e! Espíritu se desprende y sobre lo que se apoya a
ra solamente un punto de partida (mientras que el pensamiento divino fin de afirmar su autonomía. En cuanto a la eterna verdad del Logos,
es omnipresente en e! desarrollo), el Espíritu absoluto, solamente un es comprendida como el producto de! espíritu humano, como el resul-
punto de .Ilegada (mientras que es la eterna captación de sí del Logos) tado de su esfuerzo creador: todo sentido, incluso e! sentido de lo que,
y como SI la Naturaleza fuera la pieza central del sistema, cuando en aparentemente, transciende al hombre, se considera cómo fruto de la
realidad, es el momento más pobre, e! más marcado por la finitud. Es libertad. Es la dirección de pensamiento de los espíritus seducidos por
por lo que esta primera articulación tiene que ser corregida y comple- el existencialismo en todas sus formas.
tada con otras. Hegel llama «silogisrnos» a estas articulaciones racio- En e! tercer silogismo E- L- N, es por fin el término más englo-
nales. En efecto, un silogismo es, clásicamente, un razonamiento en el bante, más universal, el Logos mismo, quien se coloca en e! centro y
que ~os términos extremos (por ejemplo: «Sócrates» y «rnortal») son tiene el papel de término medio. Esta vez, los dos otros términos, la
relacionados por un término medio (por ejemplo: «hornbre»): «Todos Naturaleza y el Espíritu finito se pensarán en función del Absoluto y
los hombres son mortales; Sócrates es hombre; luego Sócrates es mor- de su verdad. El Espíritu humano y la Naturaleza se considerarán sólo
t~l». El enlace Logos-Naturaleza-Espíriru forma una especie de silo- como los instrumentos subordinados de la revelación del Absoluto o
gIsmo puesto que el Logos se hace Naturaleza y la Naturaleza Espíri- del Logos en su eterna verdad, bondad y belleza.
tu, de manera que los dos extremos del Logos y del Espíritu están re- Podemos ilustrar concretamente este' trabajo austero volviendo a
tomar dos de los ejemplos mencionados más arriba, e! de la demostra-
30. Cf., sobre este tema, ANDRÉ LÉONARD, La structure du systéme bégélien, -Re-
vue philosophique de Louvain», tomo 69, 1971, pp. 495·524.
31 Cf. G.W.F. HEGEL, Enciclopedia de las Ciencias filosóficas (1830), par. 575-577.

56 57
Fe cristiana y filosofía Articulación del discurso

ción geométrica y el de la obra de arte. La demostración geométrica apoyándose en los instrumentos naturales de los que se sirve librernen-
puede y debe ser examinada desde tres puntos de vista diferentes, con- te, engendra e! Logos ideal que resplandece en la obra como su belleza
forme a los tres silogismos. eterna. Sin embargo, más profundamente no debe buscarse el sentido
En primer lugar, podemos considerarla a partir de su elemento na- último de la obra de arte ni en el esfuerzo antropológico de la creación
tural. Lo central entonces es el aspecto objetivo de la demostración: artística ni en el condicionamiento natural de la obra bella, sino en la
los signos y las construcciones escritas en el encerado. En este caso, la Belleza misma que, sirviéndose de las realidades materiales de la na-
verdad lógica del teorema es, diríamos, presupuesta (¡en el libro del turaleza y de la espontaneidad creadora del espíritu, se manifiesta a tra-
maestro, por ejemplo!) y, si todo sale bien, el resultado es que esta ver- vés y más allá de ellas en su esplendor eterno. Desde más alto que cual-
dad, a través de las construcciones, va a surgir dentro del espíritu del quier objeto de! mundo y desde más lejos que toda libertad humana,
alumno y llegará a ser posesión de su inteligencia. ella es quien ha «inspirado» el trabajo creador del espíritu y «transfi-
Pero podemos considerar también el conjunto del proceso en fun- gurado» el mundo natural en el que se encarna. En este sentido, la be-
~ió.n del espíritu del alumno y colocar así en el centro el aspecto sub- lleza de una obra transciende el material que la constituye y la libertad
tetiuo de la demostración: el esfuerzo de reflexión del estudiante. En del artista que la crea.
este caso, los signos naturales escritos en el tablero son solamente la Tal es, conforme al tercer silogismo, la percepción más penetrante
base en la que el estudiante se apoya para elaborar su demostración. de la obra de arte. Ella no quita nada a la validez de los dos puntos de
En cuanto a la verdad lógica del teorema, aparece como el producto vista precedentes, que tienen su parte inalienable de verdad, pero dice
de la reflexión del alumno, como el fruto de su esfuerzo creador. la última palabra sobre ello y hace su unidad definitiva".
,U.na tercer~ mirada, más decisiva, es finalmente necesaria, pues, Gracias a estos dos ejemplos, se comprenderá más fácilmente en
en último té:mmo, la demostración no es verdadera ni porque el teo- qué sentido (según Hegel) toda realidad debe ser comprendida según
rema haya s~do esc:lto en el encerado, ni porque haya sido pensado una triple articulación que escapa a toda parcialidad. La obra de Hegel
por el estudiante, smo porque es verdadero en sí mismo. Desde este es la mejor ilustración de esto. Podríamos decir que Hegel ha escrito
punto de vista, lo que es central es la eterna verdad lógica del teorema su sistema tres veces, según tres perspectivas que se plasman en tres
en sí mismo, m.ientras que los ~ignos naturales escritos en el tablero y tipos de obras. En sus Cursos, dados en Berlín, sobre la filosofía de la
el esfuerzo espiritual del estudiante no son más que los instrumentos historia, sobre la estética, sobre la filosofía de la religión y la historia
indispensables, pero subordinados, gracias a los cuales es manifestada de la filosofía, Hegel ha adoptado el punto de vista objetivo e históri-
esta verdad interna del teorema que es el aspecto absoluto de la co que caracteriza el primer silogismo. En la Fenomenología del Espí-
demostración. ritu, presenta el conjunto de su sistema desde el punto de vista subje-
Igualme.nte,. podemos i~terpretar la obra de arte en la perspectiva tivo de la conciencia y de su devenir espiritual, conforme al segundo
de los tres silogismos hegelianos, En la perspectiva del primer silogis- silogismo. En la Enciclopedia de las ciencias filosóficas (así como en la
mo, la obra de arte es aprehendida a partir y en función de sus condi- Ciencia de la Lógica y en los Principios de la filosofía del derecho), ex-
cionarnienros naturales, que aparecen como el material que encarna el pone, finalmente, e! sistema desde el punto de vista absoluto del Logos
Logos artístico (el «sentido» de la obra) y que se transfigura en instru- en su despliegue natural y espiritual.
mento del Espíritu. El proceso por el qu¡;:el Lagos se convierte en Na- Aclaremos esto de nuevo con dos ejemplos tomados de! sistema
turaleza y la Naturaleza en Espíritu puede verse desde fuera bajo la for- hegeliano, el de! cristianismo en general, e! de la fe en particular.
ma histórica de una serie de etapas. Pero la elaboración de la obra de Cuando habla de la religión absoluta, es decir, del cristianismo,
a~te n? se desarrolla solamente en el mundo de la naturaleza y de la Hege!le designa con tres nombres diferentes según las obras en las que
historia, se desarrolla también en el espíritu creador del artista y en el
de los que la conocen y coinciden por simpatía con su esfuerzo inven- 32 Para una interpretación del arte que va en esta dirección, d. MARTlN HEIDEG·
tiva. La reflexión activa del espíritu humano es así colocada en el cen- GER, L'origine de l'oeuure d'art, en «Chemins qui ne ménent nulle part., París, Galli-
tro de la perspectiva, conforme al segundo silogismo, y es ella quien, mard, 1962, pp. 11-68.

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Fe cristiana y filosofía Articulación del discurso

trata de él. En los Cursos de Berlín, habla de él como de la religión sico) que se expresa en todas las formas de absoluto reconocidas por
consumada: en efecto, históricamente, el cristianismo es para él la re- e! hombre.
ligión que corona el edificio de las grandes religiones de la humanidad. Vamos a estudiar sucesivamente cada una de estas vías filosóficas
En la Fenomenologia del Espíritu, lo presenta como la religión mani- en las tres partes de este libro. Al mismo tiempo, ~ostraremos que
fiesta: desde el punto de vista subjetivo de la conciencia, e! cristianis- cada una de estas vías lleva a una manera correspondIente de pensar la
mo es, en efecto, para Hegel, la religión en la que Dios está totalmente fe cristiana y de concebir la misión de la teología. Es cierto que esta
manifiesto al espíritu humano. En la Enciclopedia, lo designa como la última obedece siempre, en principio, a su lógica propia que es la de
religión revelada: desde el punto de vista absoluto de! Absoluto, el cris- la Palabra de Dios y no en primer lugar la de la reflexión filosófica.
tianismo tiene, en efecto, su fuente en Dios, es la religión donde se re- Pero como no vive aislada de las culturas, la teología sufre infalible-
vela en plenitud. mente la influencia de las corrientes filosóficas en lo bueno y en lo
Idéntica manera de expresarse en lo que se refiere más particular- malo. Aquí la examinaremos bajo este ángulo preciso. La articulación
mente a la feD. En los Cursos de Berlín, Hegel habla de la fe bajo e! de nuestro discurso será primordialmente filosófica, pero nuestra preo-
ángulo de sus aspectos institucionales y desde el punto de vista histó- cupación principal y permanente será indicar el impacto teológico ~e
rico: se trata allí de! dogma cristiano, de la Sagrada Escritura y de la los grandes temas de la filosofía. Cada parte de nuestra obra, a part~r
Tradición, de los sacramentos y de la vida de la Iglesia, etc. En la Fe- de este momento, estará dividida en dos capítulos consagrados, e! pn-
nomenologia del Espíritu, Hege! aborda la fe bajo e! ángulo subjetivo mero, a las perspectivas filosóficas y el segundo al enfoque teológico
del papel que tiene en la aventura espiritual e incluso mística de la co- correspondiente.
munidad cristiana y de cada creyente: se trata de la fe como etapa en
e! itinerario ascético del espíritu hacia Dios. Por fin, en la Enciclope-
dia, la fe es abordada desde el punto de vista teologal como don de
Dios y lugar de una manifestación absoluta del Espíritu divino al es-
píritu del hombre.
Así, pues, siguiendo los pasos del pensamiento de Hegel, pode-
mos terminar diciendo que hay, grosso modo, tres grandes vías en fi-
losofía. En correspondencia con el primer silogismo hege!iano «Lo-
gos-Naturaleza-Espíritu», tendremos la vía cosmológica, donde e! con-
junto de lo real es pensado a partir y en función de! «cosmos» en el
sentido amplio, es decir, de! doble mundo de la naturaleza y de la his-
toria. En correspondencia con el segundo silogismo hegeliano «Natu-
raleza-Espíritu-Logos», tendremos la vía antropológica, donde e! con-
junto de lo real es pensado a partir y en función de! «hombre» (anth-
rópos, en griego), es decir, esencialmente, de la libertad humana. En
correspondencia con e! tercer silogismo hege!iano «Espíritu-Logos-Na-
turaleza», tendremos la vía metafísica donde e! conjunto de lo real es
pensado a partir y en función de este Logos «transcendente» (meta-tí-

33 Cf., sobre este punto, ANDRÉ LÉONARD, La foi chez Hegel, París-Tournai, Des-
clée, 1970, y en forma abreviada, los dos artículos La théologie bégélienne de la [oi y
La foi chez Hegel et notre traué «De [ide» aparecidos en la -Revue théologique de Lou-
vain-, 1972, fascículo 1, pp. 40-54 Y fascículo 2, pp. 160-176.

60 61
PRIMERA PARTE

LA VIA COSMOLOGICA
Capítulo Primero
PERSPECTIVAS FILOSOFICAS

En el campo de la filosofía, la vía cosmológica reviste dos aspec-


tos principales. El primero corresponde al primer silogismo hegeliano
«Logos-Naturaleza-Espíritu», pero prácticamente privado de su pri-
mer término, el Logos. Por consiguiente, será una perspectiva en la
que el mundo de la naturaleza y de la historia no solamente ocupa el
centro de la reflexión, sino que es además considerado como el punto
de partida absoluto del pensamiento, de suerte que lo que pertenece a
la libertad espiritual y a sus valores trascendentes es visto como el sim-
ple producto de la evolución natural e histórica. Esta primera versión
de la vía cosmológica será, pues, esencialmente reductora, ya que ten-
derá sistemáticamente a interpretar, de manera ramplona, la aventura
de la persona humana y su ambición de absoluto. Recordemos aquí to-
das las formas de pensar positivistas, cientistas, naturalistas o histori-
cistas de la explicación arqueológica, es decir, de la explicación de lo
superior por lo iníerior '.
El segundo aspecto de la vía cosmológica corresponde esta vez al
primer silogismo hegeliano L-N-E tomado en su totalidad. El mundo
de la naturaleza y de la historia permanece en el centro de la perspec-
tiva pero es explícitamente pensado como enraizándose en el Logos y
como desbordando en el universo del Espíritu. Llamaremos filosofía

1 «Arché» significa en griego «principio» o «comienzo», pero también «fundamen-


to'. Llamamos «arqueológica» toda tendencia a explicar exhaustivarnente los fenómenos
espirituales por su raíz natural, social o histórica.

6S
La vía cosmológica El positivismo

de la naturaleza esta segunda forma. Cuando llegue el momento de ex- El estado teológico corresponde a la infancia de la humanidad. En
ponerla daremos una descripción más precisa. Por ahora tenemos pri- z de observar los fenómenos reales de la naturaleza y del mundo en
meramente que tener en cuenta e! primer aspecto de la vía cosmológi- :: conjunto, e! hombre explica el ~urso de las cosas p~~ la acción de
ea. La ilustraremos con diversos ejemplos significativos, como e! po- seres sobrenaturales, los dioses y, fmalmente, por la acción de un solo
sitivismo, e! freudismo, el esrructuralismo y el marxismo. agente transcendente, Dios. En lugar de preguntarse por el cómo, se
interroga sobre el por qué (causa primera) y sobre el para qué (causa
final). El equivalente político de la edad teológica es la monarquía ab-
A. La explicación arqueológica soluta, donde la marcha concreta del Estado es abandonada al poder
arbitrario de un rey todopoderoso.
El estado metafísico, con su crítica acerba de la teología tradicio-
1. El positivismo en general nal, corresponde a la adolescencia de la humanidad. Constituye esta
fase negativa, polémica, en la cual las enti~ades abstractas (fu~r~as, mó-
El positivismo está esencialmente unido al nombre de! filósofo nadas, substancia, Naturaleza, etc.) Sustituyen a los seres divinos del
francés Auguste Comte (1798-1857) y a sus grandes obras: Curso de estado teológico. El equivalente político del estado metafísico es la era
filosofía positiva (1830-1842), Discurso sobre el espíritu positivo (1844), en la que nacen esas grandes utopías que culminarán en las ge.nerosas
Catecismo positivista (1892), Sistema de política positiva o tratado de ideas abstractas de la Revolución francesa: los conceptos de libertad,
sociología que tnstaura la religión de la humanidad (1851-1854).
La obra enciclopédica de Comte se explica remotamente por e!
1 igualdad, fraternidad se convierten en los símbolos del nuevo poder.
El estado científico o positivo corresponde a la edad adulta de la
desconcierto político y científico que sucedió a la revolución francesa.
Se experimentó vivamente la necesidad de una nueva sistematización
del saber, gracias, entre otras cosas, a una clasificación de las ciencias.
Cornre trabajó toda su vida en esta síntesis intelectual y el espíritu en
I, humanidad. El espíritu humano cae en la cuenta de que le es imposible
forjar nociones absolutas (<<Todo es relativo, esto es la única cosa ab-
soluta») y conocer a través de ellas el origen, la naturaleza íntima y la
finalidad de losfenómenos. Entonces el fin de la ciencia es determinar
el que se esforzó en realizada lo llama «espíritu positivo». Es positivo, las leyes de los fenómenos, es decir, sus relacio~es estables de coo:di-
en el sentido en que Comte emplea esta palabra, lo que se produce den- nación y de similitud, por medio de la observación y del razonamien-
tro de la experiencia y pertenece al campo de los hechos empíricamen- to. El ideal es llegar a representarse los hechos singulares como los ca-
te verificables por el método de estas ciencias que, acertadamente, se sos particulares de unas leyes universales cada vez más unificadas. El
llaman «positivas». Según esto, el ideal del positivismo es fundarse so- equivalente político de este estado positivo será la sustitución del po-
bre los hechos y constituir así una ciencia real o efectiva, alejándose der monárquico y de las ideas revolucionarias abstractas, por una con-
de las construcciones abstractas y de las perspectivas quiméricas del es- ducta política directamente inspirada en una ciencia positiva de la so-
píritu. El espíritu positivo, además de merecer su nombre por perma- ciedad: la sociología (palabra inventada por Comte).
necer fiel a lo real y huir de las especulaciones, lo merece también, se- Esto nos lleva a recordar la clasificación de las ciencias presentada
gún Comte, por ser útil y eficaz y por contribuir así «positiva» o «cons- por Comte. El principio de esta organización es el de la complejidad
tructivamente» al progreso de la condición intelectual y social de la creciente. Se parte de las ciencias más abstractas y más sencillas con-
humanidad. cernientes a las realidades más distantes del hombre, para pasar a las
Comte ha precisado e! alcance del espíritu positivo o de! positi- ciencias más complejas y concretas, más ligadas a la vida del hombre.
vismo en la célebre ley de los tres estados en la que resume el lento Resulta así una serie de ciencias: matemáticas, astronomía, física, quí-
progreso intelectual de la humanidad desde su grado más primitivo has- mica, fisiología (o biología) y sociología (o física social).
ta llegar al verdadero espíritu científico. Las cinco primeras de estas ciencias, después de haberse estanca-
Estos tres estados son: el estado teológico, el estado metafísico y do mucho tiempo en los estados teológico y metafísico, han llegado
el estado positivo. ya, piensa Comte, al estado positivo. Unicamente la sociología, de la

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La vía cosmológica El positivismo

que él mismo es autor, tiene aún que ser conducida al estado positivo, ción de leyes generales. Sobre este punto, el positivismo se acerca a la
es decir, al nivel de una ciencia rigurosa. Comte esperaba de esta cien- tesis de Kant, de las que hablaremos más tarde.
cia sociológica la unificación general y la salvación de la humanidad, Al terminar esta breve evocación de las tesis positivistas, se impo-
a condición de que la física social llegue a ser un cuerpo de doctrina ne un balance positivo y negativo a la vez.
de la misma grandiosidad que el dogma católico en la edad teológica. En primer lugar, un balance po.sitivo, ya que en esta corrien~e fi-
Aquí viene a incorporarse la célebre religión positivista de la humani- losófica hay un aspecto metodológico particularmente sano y eficaz:
dad consagrada al culto del Gran Ser, es decir, del hombre. Ahí en- es cierto que algunas ciencias (las que llamamos las «ciencias exactas»
contramos el contrapeso afectivo y cuasi místico de la doctrina e incluso algunas «ciencias humanas») únicamente progresan cuando
positivista.
se les impone la ascesis de una estricta experimentación evitando las
Todo lo que precede puede ser sintetizado en algunas de las gran- construcciones metafísicas o teológicas apresuradas. En las disciplinas
des características del espíritu positivo.
justamente llamadas «positivas», el atenerse alos hechos es metodol.ó-
-El positivismo quiere reemplazar la imaginación por la observa- gicamente de rigor. Sin embar~o, 10 hemos visto, aunque. ~l 'pOSitiViS-
ción razonada y excluir así toda forma de ensueño metafísico o teolo- mo se acoja a los fenómenos, intenta la estupenda pero difícil apuesta
gico.Hay que sustituir las especulaciones metafísicas sobre las causas de escapar al mismo tiempo al ernpirismo y al realismo metafísico que
de los fenómenos por la investigación rigurosa de las leyes que les unen. imagina substancias estables detrás de los fenómenos: Mas aquí co-
Las ficciones teológicas referentes a una supuesta finalidad de los fe- mienzan las dificultades que inauguran la parte negatIva del balance.
nómenos de la naturaleza deben dar paso al establecimiento metódico .En qué consiste la legalidad por la que el positivismo intenta sobre-
de las condiciones de existencia. Más concretamente esto quiere decir pasar el empirisrno puro? ¿Qué son las leyes de la naturaleza? Lógi-
que hay que renunciar a preguntarse si tal organismo o tal mecanismo camente, el positivista dirá que estas leyes son, a su vez," hechos ob-
nat~rales existen con vistas a un fin determinado, como si alguien les servables. Pero ¿se observan las leyes universales? Vemos aparecer aquí
hubiera proyectado (lo que es una concepción metafísica o teológica), el presupuesto dogmático del positivismo, presupuesto según el cual
y que es más conveniente buscar cuáles son las condiciones que les ha- la experiencia se basta a sí misma y no existe nada más allá del orden
cen ser lo que son. Brevemente: la pseudo-explicación por medio de de los hechos. Se trata aquí de un presupuesto que, mercdológicamen-
las causa~ finales, debe ser sustituida en todas partes con la explicación te, es consustancial a la ciencia, pero que se transforma en afirmación
por medio de las causas antecedentes. No es la búsqueda del «para metafísica cuando se le erige como un dogma absoluto. Así pues, el po-
qué» la que es científica sino la del «por qué» o del «cómo». sitivismo no solamente desconoce los verdaderos problemas de la me-
-A continuación, el positivismo insiste sobre la relatividad de tafísica, Dios, la libertad, la inmortalidad (por lo que difiere grande-
nuestros conocimientos. Hemos citado ya la célebre frase de Comre: mente de Kant, como veremos), sino que él mismo se apoya en pre-
«Todo es relativo: esto es la única cosa absoluta». Todos nuestros co- supuestos metafísicos injustificados, ya que no exis.te .un méto~~ po-
nocimientos están relacionados con la situación sicológica determina- sitivista que pueda hacer constar que sólo el procedimiento posinvista
da por nuestra constitución orgánica, y especialmente por nuestros ór- es capaz de engendrar un conocimiento verdadero. Aquí encontramos
ganos sensoriales y dependen también de la situación social determi- la tendencia reductora inherente al positivismo. Es cierto que este no
nada por la evolución presente de la humanidad. es reductor en el sentido de que aplicaría el mismo método a las dife-
-A pesar de este relativismo, el positivismo es tan contrario al em- rentes zonas de la experiencia. Comte, por ejemplo, tenía gran cuida-
pirismo como al misticismo metafísico o teológico, si al menos se en- do de la especificidad de los métodos utilizados por las diversas cien-
tiende por «ernpirismo» la actitud que se limitaría a coleccionar he- cias y llamaba justamente «materialismo» la tendencia a explicar el su-
chos de experiencia sin unidos entre sí por medio de las leyes. Para perior (el más complejo) por el inferior (el más sencillo). El positivis-
los positivistas, todo conocimiento verdadero proviene de la experien- mo no es reductor en el sentido de un materialismo sumario, no prac-
cia, pero no se limita al dato experimental bruto: sobre la base de una tica la explicación arqueológica en el sentido plenario del término, no
experiencia siempre limitada, podemos realmente llegar a la elabora- obstante es reductor en la medida en que pretende que no haya otra

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Jacques Monod
La vía cosmológica

verdad sino la que es accesible por las ciencias positivas y reduce así . lidad o de intención, Esta categoría es ingenua, pueril, incluso, si nos
el campo de lo real y de! saber a las posibilidades de un sólo lenguaje, , 1 'namos en la natura leza, f'mes mtenciona
na . '1 es o conscientes.'Al con-
unagl', ' ,
e! de las ciencias de observación, 'o si al empleada, se entiende solamente que un organismo esta he-
Volveremos a encontrar este planteamiento positivista reductor en cho de, manera que sus p~rtes son pre-or d en,a,d as a 1 ,~ncLOn~m,lento
tran [unci ' d e1

e! apartado siguiente, a propósito de las tesis que tratan del problema do y que así e! mecantsmo de su formación anticipa objetivamente
de la finalidad en biología, defendidas recientemente por Jacques ~~sobras que serán realizadas por la estatura acabada, adquiere un es-
Monod. tatuto filosófico, "
La intención de Jacques Monod es precrsarnerite excluir, como
ontraria a la ciencia, toda explicación del origen de la vida y del horn-
2. El positivismo ético de Monod ~re por las causas finales y esto en, beneficio de la sol~ i~teracción d~l
azar y del determinismo, Para realizar ~sto, el ,autor ~Istm?ue y anali-
, ,Jacques Monod (1910-1976), premio Nóbe! de fisiología y de me- za tres grandes características del ser VIVOsegun la biología moder~a.
dicina en 1965, ha retenido la atención de un vastísimo público con el La primera de estas características, la m~s patente, para ~Isentl?o
libro de vulgarización que fue un éxito de librería: El azar y la nece- común, es la que Monod llama la teleonomia ,(del gnego telas = f,m,
sidad. Ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna (París . objetivo, Y nomos = ley), La palabra está cUl?adosam~nte escogida
Seui11970), ' para evitar toda ide~ ~e teleología o de cau,s~ fmal. Designa el hecho
La obra está concebida como una exposición de la visión filosófi- inquietante pero objetivo de que los seres VIVIentes, en ~~s estruc:uras
ca de! mundo que se desprende de la biología moderna, Como epígra- y en sus acciones, realizan y prosiguen un pla~, El ser vlV1en~eesta he-
fe, el autor ha puesto una frase de Demócrito que resume el contenido cho (estructura) y funciona de tal manera (acciones) que realiza y co~-
esencial de su tema: «Todo lo que existe en el Universo es fruto del tinúa, a través de todo lo que es y de todo lo que hace, un deterrni-
azar y de la necesidad», Tal es efectivamente la tesis que Monod quie- nado proyecto: el de conservarse y el de re~r~ducirse, "
re defender apoyándola sobre las experiencias de la biología contem- La segunda característica esencial del VIVIente es la morfogenem
poránea, La idea central del libro es la necesidad de excluir radicalmen- . autónoma, es decir, la propiedad que tienen los vivientes de engendrar
t~ de la biología la explicación por la finalidad, es decir, por los obje- por sí mismos (aspecto de autonomía) s~ propia fo~ma (mo:fogéne-
trvos y dar razón de la aparición de la vida, y particularmente del hom-
bre, por el simple juego de! azar y de la necesidad, I sis). Un computador no se construye,él mismo, nece~\t,a esenclalmen:e
una potencia organizadora externa, mientras que un viviente es una rna-
quina que se autoconstruye. Desde la unión inicial del óV,ulo y del e~-
El problema es enorme y la solución propuesta, provocante, pues
espontáneamente, ante la prodigiosa complejidad de la vida, el hombre permatozoide hasta su nacimiento, un ser humano, por ejemplo, reci-
tiene tendencia a pensar que esta maravilla responde a una especie de be energía del medio externo (de la madre), pero, en cuanto a la ela-
intención, Instintivamente cada uno de nosotros está tentado a re!a- boración de su estructura, es decir, a la génesis de su forma, se de-
cio~ar con unos fines el extraordinario logro del organismo vivo y es- sarrolla él mismo.
pecialmente la sorprendente adaptación de los animales a su medio am- Tercera característica constitutiva del viviente: la invariancia. En
biente, En las emisiones televisadas sobre la vida de los animales, ¿ no efecto, lamorfogénesis autónoma por la que un viviente construye él
oímos decir constantemente que cada animal posee tal particularidad mismo su estructura releonórnica supone una cierta cantidad de infor-
con el fin de poder realizar tal acción, etc? El hombre especialmente mación, es decir, una especie de «programa» que regula y organiza la
se ve a sí mismo como el fin de! universo: toda la evolución biológica, elaboración, En el caso de los vivientes esta información es transmiti-
¿ no parece orientada hacia este coronamiento del mundo animal que da siempre por otro individuo idéntico al prime:~, Resu,miendo: los
es e! hombre? De aquí la convicción, muy presente en teología, en me- vivientes son máquinas que se reproducen transmitiendo [ielrnente a la
t~~ísica y al sentido común~ de ~ue no se pu~de dar razón de la apari- generación siguiente el programa de su construcción: una ~areja de ?~-
cion y de! progreso de la Vida S100 es recurnendo a la categoría de fi- tos transmite al embrión que ella pone en marcha toda la información

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La vía cosmológica [acques Monod

biológica necesaria para que este embrión llegue a ser otro gato. Como terpretarla rechazando toda idea de causa final, juzgando la categoría
esta transmisión es integral, se puede hablar de reproducción invarian- de finalidad como incompatible con el método científico.
te o, más sencillamente, de invariancia. Un capítulo encero del libro de Monod (cap. II) está consagrado
Tenemos aquí un fenómeno sumamente desconcertante, pues, por a arrojar de nuevo en las tinieblas exteriores todas las concepciones re-
la reproducción invariante de estructuras te!eonómicas autoformado- ligiosas, filosóficas, o presuntamente científicas que, de cerca o de le-
ras, los vivientes parecen contradecir el célebre segundo principio de jos, admiten la causa final en la explicación del origen y de la evolu-
la te.rmodinámica según e! cual, en un sistema cerrado, la entropía es ción de los vivientes. Ya se trate de Bergson o de Hege!, de T eilhard
creciente, Por «entropía», se designa la cantidad que permite medir el de Chardin o de Spencer, de marxistas o de físicos, que ven en los prin-
nivel de degradación o de desorden de la energía de un sistema termo- cipios de la vida principios específicos en comparación con los de la
dinámico aislado. Ejemplo: si echo un litro de agua hirviendo en e! física, todos son tratados por Monod de «vitalistas» o de «animistas»,
agua fría de mi bañera, después de un cierto tiempo la cantidad de ca- El error común, según él, es el de privilegiar la teleonomía sobre la in-
lor se habrá repartido uniformemente por la bañera y el conjunto de! variancia al estimar que la evolución está objetivamente orientada ha-
agua se habrá entibiado; e! todo habrá evolucionado hacia un estado cia un fin. Contra esta actitud, la apuesta de Monod es de dar razón
de orden inferior, hacia una situación de mayor homogeneidad o de del desarrollo de la vida privilegiando la noción de invariancia y su-
mayor desorden: la entropía habrá crecido; yo no presenciaré nunca bordinándole la de teleonomía.
e! fe~ómeno inverso a saber: que e! agua tibia de mi bañera empiece a Monod muestra cómo, grosso modo, las ejecuciones teleonómicas
enfriarse de un lado y a hervir del otro, mientras que la cantidad de de los seres vivos están ligadas a ciertas proteínas, mientras que la in-
calor total permanece idéntica. En una palabra, dentro de un sistema variancia descansa sobre la transmisión del código genérico cuyo ma-
cerrado, e! orden, la complejidad o la estructura no aparecen espontá- terial bio-quírnico es el célebre ADN (ácido desoxyribonucléico). Es
neamente; al contrario, de sí mismo un sistema evoluciona hacia el es- éste quien posee la información y regula la organización de las proteí-
tado ~enos organiza?o. Si la vida es asombrosa, es porque parece con- nas. Los detalles no nos interesan aquí y están, por otra parte, fuera
tradecir esta tendencia de la entropia máxima. Aparece en e! universo de nuestra competencia. Lo que nos importa es comprender cómo se
com~ u~a especie de .encla:-e donde, por e! contrario, los procesos psi- injerta aquí la tesis de Monod sobre el papel decisivo del azar y de la
coquirmcos se organizan Sin degradación, hacia una complejidad cre- necesidad. En efecto, si el ADN explica la estabilidad de las células y
ciente. En un universo que tiende hacia una entropía máxima, la vida el mecanismo de la reproducción invariante de los vivientes, queda aún
a~umula «neguentropía», es decir, una tendencia a la organización cre- que puedan producirse alteraciones que modifiquen la estructura del
ciente. De hecho, el segundo principio de la termodinámica queda a ADN. Según Monod, estas «mutaciones» son el fruto de un azar ab-
salvo, ya que el orden neguentrópico de los vivientes se hace a costa soluto, de un azar esencial ligado a la independencia total de las series
de un consumo del orden del entorno, es decir, con una aceleración de acontecimientos o de situaciones que provocan estas mutaciones, li-
de l~ entro pía en. el medio ambiente externo, de tal modo que, para el gado incluso, a fin de cuentas, a la incertidumbre que afecta a los acon-
conjunto de! universo, la entropía permanece creciente. Para decirlo tecimientos físicos al nivel microscópico en que se producen. Lejos de
sencillamente, los vivientes se mantienen y progresan acelerando la de- descansar sobre una finalidad ordenada, la evolución tiene su fuente
gradaci~n .de su medio ambiente y el resultado del hecho es siempre en los «fallos» imprevisibles, totalmente al azar, que se producen en la
un crecirruento de la entro pía o del desorden en el universo tomado copia o reproducción del código genético. Es en este momento cuan-
en :u totalidad. No obstante, la pregunta permanece: ¿por qué esta as- do interviene el segundo factor invocado por Monod, a saber, la ne-
t~cla de la natur~leza? ¿cuál es e! secreto de esta organización que no cesidad. Una vez inscrito en la estructura del ADN, el accidente so-
vI?la !as leyes fisicas, sino que las utiliza con una «inteligencia" y una brevenido por azar va a reproducirse y multiplicarse en millares de
eficacia que sobrepasan lo que nunca podría realizar un excelente in- ejemplares. Entre estas mutaciones, algunas acentuarán las acciones te-
geniero? Aquí está el quid de la cuestión. Monod reconoce la realidad leonómicas del viviente, y tendrán alguna posibilidad de ser seleccio-
de esta maravilla teleonómica de los vivientes. Pero se esforzará por in- nadas, conservadas y amplificadas por la evolución ulterior. Otras, al

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Jacques Monod
La vía cosmológica

contrario, disminuirán el potencial teleonórnico, serán eliminadas con ta de un postulado, pues por definición ningún conocimiento ver-
se tra , . f' I él m:
dad era previo al postulado puede JUSU icar o ya que e mismo es ~ co~-
1
la misma necesidad implacable.
A este nivel macroscópico, el azar ya no interviene: la selección · " de toda verdad. El postulado sobre el que se apoya la ciencia
d IclOn d d bieti
natural de los vivientes se hace con necesidad despiadada en función moderna es, pues, una elección ética. Acep.ur, el ,~ostula o ~ o jeti-
de las exigencias rigurosas determinadas por la relación entre el medio id d es por lo tanto, enunciar una proposicion etica, la cual maugura
VI a , , ' di 1 .
ambiente exterior y las ejecuciones teleonómicas del viviente. Solamen- una ética del conocimiento. Mientras que las eticas tra iciona es siern-
erradas a la idea de una alianza entre el hombre y la naturaleza,
te son seleccionadas por la evolución las mutaciones microscópicas que pre a f f' lid d .
n en el orden natural de las cosas o en su presunta
permiten nuevas conquistas al nivel macroscópico y de esta manera la ma I a m-
b uscan, b 1 "
evolución nos da la impresión de un proceso regulado cuando, en rea- , seca una inspiración para la conducta moral del hom re, a enea
tnn , I " d lib d d 1
lidad, descansa únicamente en el juego conjugado del ciego azar al ni- del conocimiento se apoya únicamente en una e :cc.\On e 1 .er~ a e
vel microscópico y de la necesidad implacable al nivel macroscópico. h bre mismo, la elección de atenerse al conocimiento objetivo. La
La idea de que un fin ha dirigido este desarrollo ascendente se fun- única ética compatible con el espíritu científico consistirá, para el hom-
da únicamente en una ilusión retrospectiva, según Monod. El hombre bre, en someterse a este ideal exigente, austero, tra~s~e~dente que se
adquiere la halagadora convicción de que la evolución estaba dirigida . ha dado a sí mismo al establecer el postulado de obJetiVidad. ~obre la
hacia él al examinar todas las suertes y todos los éxitos que han pre- base de este humanismo científico, Monod propone, para terminar, ,l~s
cedido su aparición. Según Monod, esta convicción es prácticamente grandes líneas políticas de un soci~l,ismo :ientífico fun~ad~ so?re la eu-
inextirpable fuera de una estricta ascesis científica, pues se da también ca del conocimiento )' cuva
J
[unción sena promover mstltuclOnes
• •
de-
una selección al nivel de las concepciones intelectuales y de las ideo- dicadas a la defensa y a la extensión del Reino del cOn~ClII:llento, y por
logías: los sistemas ideales que tienen más posibilidades de sobrevivir lo mismo, al servicio del hombre que es, a la vez, el subdlto. y el c~ea-
y de imponerse son los que dan al hombre una visión global y tran- dor de este Reino de la ciencia. Y Monod concluye: «l~ anug~a ah~n-
quilizadora de sí mismo. Y ¿qué hay de más reconfortante para el ser za está rota; el hombre sabe al fin que está solo e~ la mm.ensldad .m-
humano que poder pensar que la naturaleza entera tenía como fin pro- diferente del Universo de donde surgió por casualidad. NI su desuno
ducirle y que así él es el coronamiento del cosmos? ni su deber están escritos en ningún sitio. A él le toca escoger entre el
Por esto, según Monod, un extraño «mal del alma» amenaza al Reino y las tiniehlasv".
hombre contemporáneo. De ahora en adelante, éste sabe, por la cien-
cia, que es un extraño en el mundo. La naturaleza no le ha deseado.
Sencillamente, por casualidad, él ha sacado un .buen número en la in- ¿Qué pensar de semejante teoría cuyas repercusiones fi!osóficas
mensa lotería de la evolución. Desgarrado por este descubrimiento que evidentes conducen lógicamente al ateísmo? Ofreceremos aqUl algunas
le frustra, el hombre moderno se subleva secretamente e intenta deses- reflexiones críticas sobre el plano científico, ético y filosófico.
peradamente restablecer la antigua alianza del hombre con la natura- En el plano científico, forzosamente tendren:os que ser muy mo-
leza a través de las religiones animistas (particularmente del marxismo). destos y sólo hacemos eco de críticas hechas recientemente contra las
Para remediar este mal del alma y alejar el opio que intenta ador- teorías de Jacques Monod. '
mecerle, Monod presenta una "ética del conocimiento» y en esto su po- Las primeras objecciones se refieren al estatuto del azar e~ el pen-
sitivismo se manifiesta ser un positivismo ético como lo hemos indica- samiento de Monod. Este despacha la cuestión en dos págmas (pp.
do en el título de este parágrafo. 128-129). Otros doctos son menos expeditivos y se hacen numerosas
Toda la ciencia moderna, explica Monod, se apoya sobre el pos- preguntas sobre este terna". ¿Quées exactamente el azar? ¿Es una au-
tulado de objetividad, que impone, con vistas a un conocimiento ver-
dadero, el atenerse a los hechos objetivos descartando las interpreta- 2 J, MONOD, Le hasard et la nécessué, p. 195. ,
ciones subjetivas (y por lo tanto descartando la noción de finalidad en 3 Cf. especialmente sobre este tema CHRISTIAN DE Duvt, Les contrazntes du ha-

biología para atenerse únicamente al azar y a la necesidad). Ahora bien, sard. .Revue générale», febrero 1972

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74
La vía cosmológica Jacques Monod

s~ncia ~e causalidad? ¿Es una ~ausalid~d estadística? Además, supo- Luego, ¿qué esperanza hay de fundamentar efectivamente una rno-
mendo, Incluso que est~ azar ex~sta al nivel cuántico, ¿ en qué consiste 1sobre la ética del conocimiento propuesta por Monod? Nuestra ob-
y. de donde procede la informaCión contenida en los datos iniciales del
sistema de la naturaleza? ::ción no es que ésta ética sea demasiado austera y aristocrática, pues
~oda moral es, por definición, austera y aristocrática, ya que propone
Finalment~, una, evolución, que se apoya únicamente en el juego un ideal exigente. Nuestra objeción es más bien que es imposible ela-
del azar, ¿habr~ podido producirse tan rápidamente? Algunos respon-
borar, sobre la base de semejante ética del conocimiento, una moral ca-
de~ ,que no ,y piensan que la velocidad relativamente grande de la evo-
az de alcanzar la inmensa complejidad de los problemas que plantea
lución requiere otros factores además de la probabilidad mediocre que
resulta del azar. ~l actuar del hombre. El hombre es infinitamente más que un intelecto
puro. El orden de! deseo, de la voluntad y d.e1a~or es irre~u~ti?le a
Otros trabajos recientes, los de Grassé y de Olivier Costa de Beau- la sola dimensión teórica del postulado científico de objetividad.
regard, de lIya Prigogine, etc. contradicen las tesis de Monod abrien-
¿Cómo, por ejemplo, un si~ple ~aber biológi,co podría resolver de otro
do el campo ~ una, cierta finalidad en física, en química y en biología, modo que de una manera SImplista las cuestiones humanament~ corn-
No una finalidad ingenua que dispensaría de buscar los mecanismos
plejísimas de la contraconcepción, del aborto o ~e la euta~as~a? ,Las
subyacentes, sino ,~na finalidad -emergennsra- en el sentido de que los
posturas sumarias tomadas por Mo~od en esta ú,luma materia Indlca.n
grad?~ de compleJidad de la materia parecen dibujar a priori una cons- demasiado bien a qué cruel ausencia de humanismo puede conducir
te~aclOn de umbrales críticos en los que emergen cualidades teleonó-
una concepción moral que se limita a pegar una opción ética arbitraria
mlc~s nuev~s y que los procesos que conducen a estos umbrales dife- sobre una visión estrictamente positivista del mundo y del hombre.
renciales, leJ?s de estar abandonados al puro azar o a la pura necesi-
Pero la crítica más terminante se sitúa en el plano filosófico. El cien-
d~~, ellos mlsm?~ o?edecen a mecanismos determinados por las con- tificisrno de Monod cae en la tentación del positivismo en general, la
diciones de equilibrio o de desequilibrio de un sistema mecanismos
de reducir todo lenguaje humano racional al lenguaje científico, como
tanto más fle~i?les y abiert~s 4aelecci?nes orientadas cua~tO que el sis- si solamente este último fuera capaz de verdad. Para demostrar el sim-
tema en cuestion es complejo . Es evidente que la confirmación de es-
plisrno de semejante postura, podemos evocar dos filosofías de presti-
tas nuevas teorías, infinitamente más manejables que la de Monod anu-
gio, la de Kant y la de Hegel.. ,
laría totalmente la conjunción simplista, profesada por este último en-
Kant, extrañamente, está ausente del libro de Monod. Los demas
tre un azar puro y un determinismo ciego. Esta confirmación está en
curso. grandes nombres del pensamiento filosófi~o son alegremente ~chados
en las mazmorras del animismo y del vitalismo. A Kant, sencillamen-
. ,Nues:ra s~gunda c~ítica se sitúa en el plano ético, En primer lugar, te se le omite. Ahora bien, en su Crítica del juicio, Kant nos ha dado
{que sentido ~I,en~~l afirmar que el postulado de objetividad descansa un estudio muy detallado del juicio teleológico, es decir, del juicio de
sobre una opc~on et~c~del hombre? Esta elección, ¿ sería arbitraria? ¿ N o finalidad, En cierto sentido, la postura de Kant se acerca a la de Mo-
e~, al c~nt~ano, exigida por la naturaleza misma de lo real?; al deci- nod y a la de todos los hombres de ciencia. El juic~o de finalidad no
dirse a lImitarse a los datos objetivos en e! estudio de la naturaleza el
tiene su puesto entre los juicios objetivos de la CIenCIa.Es lo que Ka~t
h.ombre ¿realiza verdaderamente una opción ética o, se esfuerza, sen-
expresa, en su terminología, diciendo que los juicios no son d~terr::l-
cillamenre, por conocer las cosas tal como son?
nantes, es decir, que no determinan nada en cuanto a la consutucion
objetiva de las cosas y, en este caso, de los seres vivientes. La ciencia,
, 4 Sobre estas cuestiones, se pod~á leer: C~RI~T,IAN DE DUVE, Aperac des concep- según Kant, sólo determina el «cómo» de los fenómen?s; en cua~~o a
tlOn,smodemes en blOlogl,e, en <Connaissance sClenuflque et philosophie» (Coloquio or- su «por qué» no puede determinar nada, Podemos decir que e! paJaro
ganizado por la Academia Real de Bélgica el 16 y 17 de mayo 1973), Bruxelles, Palais
des Acadérnies, 1975, pp, 225-250; ILYAPRIGOGINE, Physique el Métapbysique ibidem
vuela porque tiene alas y quizás hasta podemos demostrar los meca-
pp, ~91~3:?4; OLl~IER COSTA DE BE~UREGARD, Ya-t-il une forme modeme d~ concep; nismos que han permitido la aparición de las alas, pero no estamos ~~-
de frna/¡te. en-Idée de monde er phllosophie de la nature» (Recherches de philoso hi torizados a decir que el pájaro tiene alas para volar y que la evolución
VII) Desclée de Brouwer, 1966. P le
que ha llevado a la aparición de las alas estaba orientada a este fin, y

76 77
La vía cosmológica
Jacques Monod

menos aún, a afirmar que esta evolución responde a la intención de un


Dios inteligente y creador. deben más bien privilegiar las categorías mecánicas y deterrninistas,
.entras que la filosofía recurre legítima y objetivamente a las catego-
Kant, sin embargo, no adopta por eso las ópticas reductoras de mI h l' .
rías teleológicas, Hemos visto que el sistema ege lana, a traves espe-
los científicos. Si, para Kant, los juicios teleológicos no son determi-
ialrnente de la teoría del silogismo, requiere tres lecturas complemen-
?a.n~es, ejerc~n, no obstante, una función racional indispensable como
CIrias de todas las realidades que aborda. Para ilustrar este punto, ha-
JUICIOS reflexlOnantes. Con esto quiere decir que, teniendo en cuenta
la constitución de nuestras facultades de conocer, no podemos reflexio-
~amos puesto varios ejemplos, el de la creación artística, y
e! de la de-
osrración de un teorema de geometría, entre otros. Apliquemos este
nar sobre los seres vivientes ni interpretar/os si no es concibiéndolos
~timo ejemplo al problema que tenemos entre .manos. Vista ~esde ~l
como si dentro de ellos viviese un fin interno exactamente lo mismo
exterior, según la perspectiva objetivante determinada por el pnmer SI-
q~e si un Dios inteligente hubiera determinado su disposición de la
logismo L-N-E, la demostración demostrad~ aparece como un proce-
rrusma manera que nosotros construimos un objeto artes anal. Kant no
so puramente mecánico donde el en~adenamlento de las et~pas obed.e-
excluye que, para un entendimiento distinto de! nuestro, un entendi-
ce a una rigurosa necesidad. Pero vista de! lado del estu?tante, segun
mie~to angélico o divino, la finalidad biológica no deba explicarse por
la perspectiva reflexiva a la que nos lleva el segun~o silogismo ~-E-L,
med~o ¿e leyes mecánicas, sino que únicamente afirma que nuestro en-
tendimiento sólo puede interpretar racionalmente los seres vivientes de e 1 mismo fenómeno se presenta como el proceso Íibrernente onentado .
y finalizado de la demostración que demuestra: las construcciones que
una manera finalista, incluso si estos juicios de finalidad son única-
llenan el encerado ya no son solamente los momentos sucesivos de .un
me~te refle~i?nante~ y no determinantes. Se observará que este len-
proceso mecánico y necesario, son medios que e! acto demostrativo
guaJe teleologlco esta, para Kant, totalmente justificado y es plenamen-
pre-dispone al fin ~ue él busca .• La segu?da perspectiva no ~s menos
te hum~n.o,. a pesar de su carácter no científico. Es que, a diferencia de
verdadera que la pnmera. Quizá lo es mas. ¿No sucede [o rrusmo con
l?s ~~SltJvlstas, Kanr evita identificar lenguaje racional y lenguaje
científico. el problema de la aparición de .la v~da y .de ~u evolución? .Inclus~ SI,
filosóficamente, el hombre de ciencia esta abierto a la nocion de [ina-
. La posición kantiana es ya muy esclarecedora, aunque no nos sa-
lidad, su papel científico será siempre, sin dud~, descubrir los meca-
tisface plenamente. Nos parece que Kanr concede demasiado a las cien-
nismos más o menos deterrninistas de la evolución. Es ésta su manera
cias exactas cuando dice que el juicio teleológico es solamente reflexio-
específica e indispensabl.e de consi.de.rar el fen.ómeno de ~a.evolució~.
nante y no tiene más que un alcance interpretativo subjetivo. ¿Por qué
Pero es igualmente legítima y «objetiva» la mirada m~taftslca que~ .Slll
no reconocer que la categoría de finalidad tiene también un alcance ob-
candidez, aprehende en el mismo fenó~eno una esp~cle de. «reflexión»
jetivo, incluso si esta objetividad no es la de las ciencias? ¿El error de
inconsciente de la naturaleza que trabaja en conseguir su [in. Cada re-
Kant no sería el de presuponer que no existe otro discurso objetivo so-
gistro intelectual, si cumple con ciertas condic~ones de rigor y ?e -pro-
bre la naturaleza que e! discurso de las ciencias exactas? Aquí puede
bidad, posee su verdad propia que no contradice la del otro, SIllO que
ayudamos e! pensami:nto de Hege!, tan groseramente maltratado por
la completa". . ... .
Monod. Hegel en primer lugar trata la categoría lógica de finalidad
El error del positivismo en general y del cientificismo en particu-
como una cate~or!a. objetiva, incluso llega a ver en ella la categoría su-
lar, es que quieren reducir todo acceso racional de lo real a la sola óp-
pr~m~ de ;a objetividad, la que. sobrepas~ e integra el mecanismo y e!
tica positiva o científica, excluyendo las demás, cua.ndo par~ el hon;-
q.ulmlsn:o . Luego, Hegel explica muy bien el hecho de que las cien-
bre es probablemente indispensable el enfocar una rrusrna realidad a di-
eras posrtivas no tengan que utilizar el concepto de finalidad, sino que ~,
,.
6 En la lógica de la complementariedad de. los tres silo~ismo~, se podría ,demostrar
s el. G,' w. F. HEGEL, Enciclopedia de las ciencias filosóficas (1830), par. 204-212.
incluso que la visión deterrninista de la evolución y la vision mas antropolo~lCa de la
Se encontrara un cornentano detallado de estas categorías lógicas hegelianas en nuestro
filosofía finalista de la naturaleza deben ser integradas en una perspectiva teológica que
Commemaire liuéral de la logique de Hegel, París-Louvain, Vrin-Éditions de l'Institur
las exige y las rebara. No abordaremos aquí esta cuestión. Este sería quizá el papel de
Supérieur de Philosophie, 1974, en los párrafos correspondientes.
una teología de la naturaleza y de la creación.

78 79
La vía cosmológica
El freudismo

versos niveles y con lenguajes diferentes, aunque todos legítimos. Por


consciente sobre el que Freud ha llamado nue~tra. atención. Sorpre~-
otra parte, volviendo a tomar una última vez e! ejemplo de Monod ¿no
demos su existencia a través de los fallos de! pSlqmsmo, desde las PSI-
es significativo que su positivismo sea un positivismo ético? Al reco-
cosis más graves hasta los lapsus de la vida cotidiana, .pasando pO,r las
nocer que e! dominio del valor ético y de la opción moral es específico neurosis de toda especie; presentimos su secreta actividad a traves de
e~ comparación con la verdad científica ¿no confiesa él mismo explí-
las fantasías de nuestros sueños y de los meandros .de nuestro deseo.
citamente que hay otro orden de racionalidad diferente de! discurso ob-
De una manera más precisa, e! inconsciente ~eslgna esta parte d~1
jetivante de la ciencia? ¿ No habría bastado con ensanchar esta falla de!
siquismo humano cuya organización es inaccesible a nuestra pro?la
lenguaje positivista para abrir e! vasto campo de otro discurso racio-
~onciencia y que está constituida por los representantes ~e las puls.lo-
nal? Es nuestra firme convicción.
nes elementales del individuo, entre las cuales hay que citar especial-
mente la pulsión libidinal, es decir, la pulsión vital de naturaleza
3. El freudismo y las teorías excesivas de la sublimación sexual", .
Este descubrimiento de! inconsciente en e! psiquismo humano ue-
!"1ablaremos aquí del freudismo más que de Freud (1856-1939), en- ne como consecuencia inmediata cuartear e! viejo dogma cartesiano de
tendiendo por freudismo una visión del hombre muy extendida que se la conciencia transparente: «Pienso, luego existo». ~st~ no quiere de-
apoya, más o menos formalmente, sobre la obra de Freud7• Nuestro cir que haya que poner en duda el valor de la c?n~lencla clara; volve-
propósito, recordémoslo, no es exponer sistemas de pensamiento por remos sobre ello; pero el ser, incluso el ser pSlqUlCOdel~o~bre, y,a
sí mismos sino poner en evidencia y apreciar las maneras de ver que no puede ser identificado con la z.ana luminosa de la. cO~ClenCla d~ SI.
se desprenden de ellos . Existe al contrario en nuestro pSlqUlsmo, una matena Viva, orgamza-
. Todo e! m~ndo conoce la célebre frase de Freud afirmando que, da, p~lsional y di~ámica que escapa a .la intros~ección psicológica y
al Inventar e! psicoanálisis él había infligido al hombre moderno la ter- que, sin embargo, influye en nuestra Vida consc~e~te .. Por otra parte,
cera gran humillación después de Copérnico y Darwin, Efectivamen- la práctica psicoanalitica, qu~ descansa sobre la ,hlpotesls de la e~lst~n-
te, desde Copérnicoy Galileo, sabemos que nuestra tierra no es el cen- cia de un inconsciente, no tiene otro acceso a este que los medios I.n-
tro del mundo, sino un simple satélite del Sol, perdido a su vez en una directos (los sueños, las asociaciones libres, etc.). Ade.n:-á~, se .admlte
inmensa Galaxia. Es la primera humillación: la pérdida de! geocenrris- comúnmente que el análisis no puede ser válidamente dirigido SI~Opor
mo. La segunda nos la ha infligido Darwin cuando descubrió que e! otra persona y no por el sujeto mismo; d~sde este pu~to d~ vista, el
hombre, el rey de la creación, no era más que una especie entre otras auto-análisis del mismo Freud es la excepción que confirmará la .regl~.
y que, en el plan biológico, e! hombre tenía su origen en la vida ani- Es claro que este procedimiento sella el fracaso de la conciencia
mal. Es la segunda gran humillación: e! descubrimiento de la evolu- transparente en recuperar la total!d~d del psiqu~smo humano. .
ción. Con Freud descendemos aún más bajo, pues aprendemos que el A primera vista, e! descubrimiento freud.lano ~arece ~ebaJar al
hombre no es señor de su casa, ni siquiera en su fortaleza aparente- hombre sumergiéndole, por medio de las pulsiones mconscientes, en
mente más inexpugnable, la del pensamiento. Es la tercera humillación: el orden biológico. Además, lo hemos visto hace un momento, Freud
e! hallazgo del inconsciente; en e! fondo de nuestro psiquismo bulle, ha sentido su doctrina como una humillación infligida al hombre. En
rebelde a la luz de la conciencia, un mundo obscuro sobre e! que no efecto, e! hallazgo de! inconsciente tiene también el interés ~ositivo de
tenemos influencia directa y que, sin embargo, produce interferencias descubrir un nuevo aspecto de la íinitud humana, otra vertiente de su
en nuestra conducta reflexiva.
8 Como nuestra perspectiva es limitada, no entraremos en la difícil cuestión de [a
Nadie actualmente se atrevería a rechazar la «realidad» de este in-
evolución de Freud en esta materia. En una primera fase he ud ha dIstinguIdo dos pul-
siones, la pulsión sexual y la pulsión de! yo; luego las ha reagrupado en [a única pulsión
de vida (Eros) y ha opuesto ésta a una pulsión de muerte (Thanatos), Noexpondremos
7 Para una rápida iniciación a [a obra de Freud, se podrá leer O AVID STAFFORD-
CLARK, Ce que Freud a vraiment die, París, Stock, 1967. más extensamente los procesos (rechazo, censura, condensación, desviación, etc.) por [05
que se constituye y se organiza e! insconsciente.

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La vía cosmológica El freudismo

enraizamiento en el cosmos. Bien comprendido, permite al hombre dividuo, ya anormales, como en la neurosis, que toman la forma de sín-
descentrarse de sí mismo haciéndole renunciar a la ilusión de poseerse tomas patológicos penosos. Ahora bien, ¿en qué consistirá la cura sino
en un dominio absoluto. en un esfuerzo del analista que se sirve de la técnica de las asociaciones
Pero este aspecto positivo sólo será preservado si la puesta en evi- libres ~ de la interpretación de los sueños, por saltar las censuras pues-
dencia del papel desempeñado por el inconsciente no llega a reempla- t~s al nivel preconsciente y por remontar finalmente a la inhibición ini-
zar el dogma cartesiano de la consciencia transparente por el dogma- cial? Recordando de nuevo, gracias al analista, la escena traumática ori-
tismo opuesto, pero igualmente ruinoso, del inconsciente 9. Este nue- ginaria e integrándola en s~ historia actual, e! enfermo podrá curarse
vo dogmatismo consistiría en querer reducir sistemáticamente la parte y reestruct~rar su personalidad, Pero, lo estamos viendo, el éxito de
luminosa del hombre a su bajo fondo inconsciente. A pesar de sus ten- la cura reside en un readueñarse la conciencia de un acontecimiento
dencias positivistas y científicas, casi hasta biologizantes, nos parece oculto hasta entonces en e! inconsciente. Lejos de reducir la concien-
que Freud escapa a esta desviación reductora. No sucede lo mismo con cia al inconsciente, la pr~ctica psicoanalítica postula, al menos implí-
un cierto freudismo vulgar que se cree autorizado, por los hallazgos Cl.tamente, .una gran confianza en e! poder de la conciencia y el domi-
del psicoanálisis, a interpretar unilateralmente la zona lúcida de la ac- Ola ?e ~a libertad: Resumi~ndo, es también a la acción psicoanalítica
tividad psíquica en función del inconsciente libidinal que vive en el en SI misma a qUien se aplica el célebre adagio de Freud: Wo es war,
hombre. solL lck werden (Dónde estaba eso, debo de venir yo): allí donde el
De hecho, toda la práctica del psicoanálisis se opone a esta inter- «eso» Impersonal ?e las 'pulsiones inconscientes había invadido y de-
pretación reductora. La cura analítica es, en el conjunto del tratamien- sorde~ado el funCl~)O~mlento normal de! sujeto libre, es preciso que,
to, una apuesta en favor de una victoria de la conciencia sobre el in- a traves del medio indirecto de la cura, el «yo» consciente sea liberado
consciente. Esto aparece claramente si queremos recordar que las neu- y restaurado.
rosis que se prestan a una cura psicoanalítica y, en general, las turba- . Pero son,. sobre todo, los aspectos teóricos de! pensamiento freu-
ciones psíquicas accesibles a este tratamiento (como la histeria, por diano los que producen a veces un endurecimiento de la doctrina en
ejemplo) consisten, grosso modo, en una invasión de la conciencia cla- la dirección de un dogmatismo del inconsciente. Sobre este plano en-
ra por producciones mórbidas que llegan del inconsciente. Bajo la in- contramos pTlm::ame~te la .doctrina de la sublimación a la que ya he-
fluencia de la censura, ejercida en el nivel preconsciente, sobre las re- mos ~echo a!uslOn mas arriba, El término «sublimación» designa en
presentaciones que pueden causar disgustos (particularmente porque su ongen el proceso por el que un cuerpo pasa de! estado sólido al es-
serían contrarias a las conveniencias sociales o morales), se opera una tado gaseoso: Freud se ha servido de esta imagen para describir una
inhibición inconsciente que rechaza precisamente hacia el inconsciente de las ~v~luclones normales y posibles de la pulsión sexual. Censura-
ciertas expresiones de la líbido. Pero, si en razón de la vivacidad del da, ,mhlblda, no pudiendo. expresarse a su nivel propio a causa de los
traumatismo inicial, el elemento inhibido tiende a volver a subir del in- tabus del Superyo. (es decir, de las prohibiciones de la familia y de la
consciente al preconsciente, e incluso a la conciencia, entonces este re- socle~ad ancladas mconsCl.entemente en el Yo), la pulsión libidinal que
torno de lo rechazado se efectuará a través de sustitutos aceptables. constituye e! Eso inconsciente del psiquismo se disimularía bajo sus-
Los productos de estos cambios serán ya normales, corno en el caso t~tutlVOSsOClaln:ente aceptables, como la curiosidad científica (sustitu-
del sueño o de la sublimación, que no perturba la vida psíquica del in- tiVO.de la curiosidad se~ual), los valores morales altruistas (sustitutivos
de! Impulso ~ex~al hacia e! otr~),.l~s ímpetus artísticos, místicos y re-
9 Cf. los análisis de PAUL RICOEUR, Le uolontaire et l'in-uolontaire, París, Aubier, ltgl~sos (sUStItUtIVOSdel deseo Íibidinal de poder, de protección, de po-
1950, pp. 350-384. Después de la aparición de este libro magistral, Ricoeur ha matizado sesion, etc.) En una palabra: los valores más sublimes del Yo, sus va-
su interpretación de Freud (cf. De l'interprétation, París, Seuil, 1965; Le conjlit des in- lores mor.al:s, estéticos y religiosos, tendrían su origen, su génesis, en
terprétations, París, Seuil, 1969) perdiendo un tanto la marca de la exégesis clásica de Ro-
el Eso l~bldlOal y serí~n la transposición sublimada de las pulsiones vi-
land Dalbiez. Pero en el plano general en el que nos mantenemos aquí las páginas con-
sagradas al inconsciente en la primera obra de 1950 siguen siendo muy esclarecedoras y tales bajo la influenci., de las prohibiciones del Superyo. Freud tenía
en ellas nos inspiraremos en la exposición que sigue. grandes esperanzas en la sublimación. La civilización exige inevitable-

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La vía cosmológica El freudismo

mente que la líbido sea parcialmente reprimida. Por eso, o bien la ener- crita, la obra tenga un sentido y un alcance que son, en gran parte, in-
gía así inhibida se sublima en la moral, el arte, la religión o la ciencia, dependientes de la suerte que corra la vida biológica o psíquica de su
o bien se traduce en síntomas neuróticos. Con todo, Freud era dema- autor. Hay en la obra una forma de belleza que trasciende su origen
siado matizado para pretender que la sublimación fuera la única fuente y que hace explicable que, incluso los que ignoran todo de su origen
de estas actividades elevadas del psiquismo. Cuando se olvida esta re- empírico, puedan gozar de ella a través de los siglos y universalmente.
serva -cosa que ocurre a menudo- la teoría de la sublimación dege- De manera semejante, a partir del temperamento desgarrado y ansioso
nera fácilmente en una doctrina reductora que se ensaña sistemática- de Hege!, puedo intentar una explicación de! hecho de que su lógica
mente en rebajar el sentido de los valores superiores del Yo a su ori- esté dominada por la idea de la negación y de la contradicción. Esta
gen libidinal inconsciente. óptica tiene sin duda su verdad. Pero debemos tener en cuenta que tam-
Esta explicación de lo superior por lo inferior, este punto de vista bién el texto hegeliano tiene su coherencia interna y que la lógica de
sistemáticamente «genétista» o «arqueológico» lleva a pensar que el Yo Hege! tiene que ser primeramente apreciada en su contenido literal pro-
padece siempre una ilusión: cree no buscar más que valores morales, pio cuya cohesión intelectual transciende totalmente su eventual ori-
estéticos o religiosos, cuando de hecho estos pretendidos valores su- gen psicológico. Aquí encontramos de nuevo una transcendencia del
periores son únicamente la sublimación de una líbido sexual que, en sentido con relación a su origen.
sí, no tiene nada de moral ni de estético, ni de religioso. Es evidente En e! caso de la sublimación nos es necesario volver a tomar y a
que una perspectiva tan estrictamente reductora ilustraría maravillosa- trasladar analógicamente esta misma distinción entre el origen y el sen-
mente esta primera forma de la vía cosmológica, que hemos llamado tido (distinción que la prudencia de Freud ha sugerido). Podemos fá-
la «explicación arqueológica». cilmente reconocer que en la vida religiosa, tendemos hacia Dios con
¿ Qué responder a esta interpretación de la sublimación? En un pri- un impulso y una energía, que tienen sus raíces, evidentemente, en las
mer momento, podemos señalar, con Paul Ricoeur, que únicamente pulsiones más elementales del ser humano. Pero esto no quiere decir
ante una conciencia no engañada puede la conciencia revelarse a sí mis- que el alcance de la afirmación de Dios y que el sentido de Dios tal
ma como engañada. Si no, ni siquiera tendríamos conciencia de una po- como el sujeto los enfoca puedan reducirse a la simple sublimación de
sible ilusión. Es necesario que exista en nuestra vida consciente una re- las pulsiones vitales 10.
lativa coincidencia entre lo que la conciencia pretende y lo que efecti- Lo mismo puede decirse de la relación establecida por la psicolo-
vamente alcanza. Pero, este argumento sigue siendo muy formal ya que gía de inspiración freudiana entre e! complejo de Edipo y la designa-
sólo garantiza la libertad vacía dequien sabe que está engañado y, por ción de Dios como Padre. Ya sabemos cómo Freud ha tomado a su
lo mismo, no lo está totalmente. manera el viejo relato griego. Edipo es el símbolo del hombre griego,
En un segundo tiempo, debemos comprender más concretamente como Hegel lo ha demostrado maravillosamente en su filosofía de la
cómo la verdad de la doctrina de la sublimación no lleva consigo ne- historia; es aquel que sabe: ha liberado Tebas de la Esfinge, ha respon-
cesariamente las consecuencias que saca de ella una interpretación su- dido con toda claridad a sus enigmas, y, no obstante, sin saberlo, Edi-
perficial. Basta para eso con volver a tomar con Ricoeur la importante po ha matado a su padre (Layo) y, con idéntica ignorancia, va a casar-
distinción hecha por Husserl entre el origen y e! sentido. Podemos se con su madre (Yocasta). ¡Drama del hombre de la conciencia clara
muy bien reconocer que nuestra ambición de valores superiores tiene de quien va a burlarse un trágico no-saber! En este célebre mito, Freud
sin duda su origen o su materia en la pulsión libidinal sublimada. Pero ha visto el símbolo de un importante complejo psíquico en la vida del
este origen no prejuzga aún por ello sobre e! sentido formal, es decir, niño (la situación de la niña es aún más complicada). Inconscientemen-
sobre e! alcance propio de estos valores. te e! niño comete el mismo crimen de Edipo: quiere permanecer unido
Aclaremos esto con dos ejemplos. Se puede interpretar una sinfo- a su madre y tiene celos de su padre a quien considera como un rival.
nía de Mozart a partir de su origen, en función de su génesis, en el cau-
dal hereditario o en la vida afectiva y en los sentimientos de! artista.
10 Como lo sugiere, vulgarmente, la sabiduría popular: «No porque una flor flo-
Este tipo de exégesis tiene su valor. Pero no impide que, una vez es- rezca sobre el estiércol, deja de ser flor».

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La vía cosmológica El freudismo

Este complejo de Edipo debe ser liquidado en la adolescencia, el niño de los valores m?rales y el mecanismo de su asimilación por el sujeto,
tiene que rendirse ante la realidad, renunciar a su madre y aprender mas esto no prejuzga tampoco su sentido propiamente moral. Cual-
progresivamente a interesarse en otras mujeres; simultáneamente, debe quiera que sea ~l proceso feli~ o desgraciado que explique genética-
inclinarse ante la realidad de la autoridad paterna y prepararse así a lle- mente el apr~ndlzaJe que el niño hace de los valores morales, la pre-
gar a ser padre un día. Tal es la evolución normal del niño. Si esta evo- gunta especificarnenre ética continúa: ¿estos valores son o no son, en
lución no se da o es bloqueada, el sujeto corre el riesgo de caer en una sí y p~r sí, legítirr:os y defendibles como valores morales? El problema
neurosis más o menos grave. Resumiendo, el complejo de Edipo es un del ongen es distinto de la pregunta sobre e! sentido.
momento particularmente delicado en que el niño hace el descubri- Para terminar esta rápida evocación de los aspectos «arqueológi-
miento capital de la pareja parental y, sobre todo, de la figura pater- COS" del. freudismo, mencionaremos aún el problema de la religión.
nal. En este contexto, es evidente que entre el complejo de Edipo y e! Nada mas frustra.n~e en Freud -y no sólo en el freudismo superfi-
ver a Dios como Padre debe haber alguna relación. Si el hombre llama CIal- que sus posiciones sobre la religión 11. Es verdad que, cuando ha-
a Dios su «Padre», es probablemente en conexión con su propia aven- bla de esta manera, Freud tiene la honradez de señalar los límites de
tura psicológica y, muy particularmente, con el descubrimiento de la su punto de vista recordando que el ángulo desde el cual él aborda la
figura paternal a través de la célula familiar. Pero no podemos deducir religión no agota ciertamente la complejidad de esta última y, por lo
de aquí que el sentido de la paternidad divina se reduzca a no ser más mismo, defiende la posibilidad de otras formas de abordarla. Pero la
que la proyección sublimada de esta experiencia humana de! padre en virulencia con que Freud se expresa, después de haber cerrado este pa-
la cual tiene su origen nuestra manera de ver a Dios como Padre. Por- réntesis metodológico, deja ver claramente que, a lo sumo, esta con-
que, aun cuando la paternidad divina no pudiera ser vista sino a través cepción significa para él que otros puntos de vista, igualmente reduc-
de una cierta experiencia de la paternidad humana, la cuestión objetiva t?res, deben completar el suyo, pero en la misma línea, como, por
permanece: Dios ¿existe verdaderamente? y, si existe, su relación con eJe~plo, ~na lectura económica o sociológica de la religión. En su pers-
el mundo a través de la Creación, y su revelación a la humanidad, en pectIva ~slcoanalítlca, Freud interpreta la religión a partir del comple-
Jesucristo, ¿nos autorizan a llamarle «Padre»? Estas dos preguntas de JOde Edipo. Puesto que el hombre, bajo ciertos aspectos, sigue siendo
orden metafísico y teológico tienen su validez propia y la evolución psi- sierr:pre un niño frente a la dureza del mundo, de la naturaleza y de
. cológica del ser humano no permite prejuzgadas. La aventura psico- l~ Vida, proyecta por encima de él, para tranquilizarse, una figura di-
lógica de la humanidad en su descubrimiento de la figura paternal hu- vma, paternal y maternal a la vez, que prolongue las fuerzas simultá-
mana explica bien cómo, por qué proceso genético, somos conducidos neamente atrayentes y temibles que protegían su infancia. La religión,
a llamar a Dios «Padre» nuestro, pero esto no prejuzga aún, ni posi- gran consoladora de la humanidad infantil, es, si no un error, al menos
tiva ni negativamente, de la legitimidad existente al nivel del sentido de una ilusión, ya que desde el punto de vista en que se coloca Freud, no
dar a Dios este nombre. La cuestión filosófica y teológica de! sentido es mas que el producto del deseo humano. Al ser una neurosis obse-
de la paternidad divina tiene su autonomía propia y transciende, sin siva de la humanidad entera, exime al individuo de fabricarse una neu-
desconocerla, la del origen psicológico. rosis personal. Po: lo que Freud formula la esperanza de que, lo mis-
Se impone un razonamiento análogo a propósito de la conciencia mo que muchos rurios, al crecer, se liberan de una neurosis infantil, así
moral y de sus valores. Freud se esfuerza en interpretar la conciencia
moral como el resultado de la introyección, en el Superyo, de los jui-
cios y prohibiciones que emanan del medio familiar y de la sociedad. . 11 Para convencerse, léanse las páginas tremendamente simplistas del infortunado
La noción del deber moral y de la culpabilidad tendrían su origen en libro de SIGMUNDFREUD, L'auenir d'un~ illusion (1927), París, P.U.F. (.Bibliotheque
la distancia entre el Yo efectivo y el Superyo ideal. Pero la insuficien- de psychanalyse»), 1971. Para una posicron de conjunto de Freud con relación a la re-
ligión, será útil leer A. PLÉ, Freud el la religion, París, Cerf, 1968. Sobre la cuestión más
cia de este punto de vista es manifiesta hasta la evidencia, pues, de nue-
general de la psicología religiosa, se recurrirá a A. VERGOTE, Psychologie religieuse,
vo, la influencia moral de los padres y del medio introyectado en e! Bruxelles, Dessart, 1966, especialmente el cap. III titulado: -Les deux axes de la reli-
Yo bajo la forma del Superyo explica fácilmente el origen psicológico gion: le désir religieux et la religion du Pére»,

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La vía cosmológica El freudismo

la humanidad podrá curarse un día de esta neurosis colectiva que es la de su interpretación de las religiones totémicas. iEs verdaderamente ha-
religión. cerse la tarea demasiado fácil! Sin volver a tomar aquí la crítica de la
Frente a tal presentación de las cosas, nos parece que la actitud doctrina de la sublimación (a la que Freud concede gran importancia
cristiana que debe adaptarse lleva consigo las cuatro exigencias si- en la materia) debemos denunciar, dentro de la 'crítica freudiana, la au-
gUientes: sencia de estimación del carácter esencialmente histórico de! judeo-cris-
Aceptar la crítica. Es verdad que la religión, el cristianismo en par- tianismo. Se podría admitir como máximo que Freud interprete las re-
ticular, comporta un aspecto de consolación (<<Venid a mí todos los ligiones totémicas o incluso las grandes religiones orientales como pro-
que estéis cansados y agobiados ... »). Pero se trata únicamente de un longaciones psicológicas de la experiencia infantil, como proyecciones
aspecto parcial, al lado de otros marcados por la exigencia e incluso la salidas de lo más recóndito del inconsciente, pues en todas estas reli-
dureza. Debemos reconocer también que, en el pasado, hemos presen- giones, al ser esencialmente intemporales, ahistóricas, e! elemento pro-
tado a veces la fe cristiana (particularmente la oración y e! sacramento yectivo puede ser eventualmente dominante. En efecto, aun cuando es-
del perdón) como un medio de consuelo psicológico. Siempre que ce- tas religiones tengan un fundador histórico, éste no hace más que dar
demos a esta tendencia unilateral, nos hacemos vulnerables a la crítica el papirotazo inicial, se contenta con tematizar una posibilidad, la ma-
freudiana. Así, pues, en lugar de intentar hacernos un Dios a nuestra yoría de las veces muy noble y muy alta, de la naturaleza humana. En
imagen y semejanza, debemos interesamos en acoger en su compleji- e! judeo-cristianismo, en cambio, el elemento histórico es esencial: la
dad el aspecto, a menudo desconcertante, que nos presenta e! Evange- presencia de Dios es descifrada en los acontecimientos y, en e! caso de
lio y volver así a las fuentes auténticas de la fe cristiana. la fe cristiana, la figura histórica de! fundador forma parte del objeto
Volver a las fuentes originales de la fe. El Antiguo Testamento y central de la religión 12. Ahora bien, los hechos de la historia se impo-
el Evangelio, tomados en su totalidad, ofrecen un rostro de Dios cu- nen al hombre desde fuera, constituyen una exterioridad, Una contin-
yos aspectos, temibles y tranquilizadores a la vez, son de una tal com- gencia que ningún mecanismo de proyección puede explicar. Ahí es
plejidad que, tanto del lado del desasosiego como de! lado de la con- donde la fe cristiana encuentra su mayor garantía contra la amenaza
solación desbordan las posibilidades de una simple proyección. Tanto de! engaño proyectivo, La fe en la Encarnación, la fe en el misterio de
en su cólera como en su ternura, Dios no es exactamente tal como le la muerte y la resurrección de Jesús, no ha sido deducida lógico o psi-
habríamos podido soñar. ¡Pensemos en el rostro del Crucificado y del cológicamente de una espera previa; al contrario, es la interpretación
Resucitado! Si hubiéramos inventado nosotros e! Dios de la revelación, coherente, pero desconcertante, arrancada a la primera generación cris-
le habríamos concebido de una manera más aceptable. Si volvemos a tiana por la realidad de los acontecimientos históricos fundadores. Algo
las fuentes auténticas de la fe, estamos obligados a comprobar que la que no ha podido ser descifrado más que a través de la confesión de
religión cristiana es mucho más una «inyección» dolorosa de Dios en fe: «Jesucristo es Señor», ha sucedido y se ha impuesto.
la humanidad que una confortable «proyección» de Dios a partir del No ver más que una «ilusión» en «la" religión en general es, pues,
hombre. El que esperábamos, no era tal como le esperábamos; al mis- una actitud simplista. En todo caso, el que así razona cree escapar al
mo tiempo que nos llena, permanece el Completamente-Otro. En esta engaño proyectivo al hablar de esta manera. Pero si es posible escapar
perspectiva iremos hasta decir que si e! cristiano toma en serio su fe, a la ilusión verificando objetivamente su discurso, ¿por qué esto no se-
vive más «expuesto» que nadie, puesto que cara al Dios siempre mas ría también posible en el caso de una religión como el cristianismo en
grande, él comprende quizás mejor que cualquier otro lo que está en la que el elemento histórico, objetivo, desempeña un papel esencial?

II
juego en su existencia y el riesgo de su responsabilidad personal. Cierto, los hechos religiosos son hechos interpretados; como todos los
Denunciar la ignorancia del cristianismo. Cuando Freud habla de hechos significativos, deben ser descifrados. Y, aquí, ciertamente, actúa
la religión cristiana (o judía) pertenece a la especie de los «terribles sirn- un proceso proyectivo del que trataremos aún ulteriormente, al hablar
plificadores». En Totem y Tabú o en Mi vida y el psicoanálisis, se cree ¡¡
autorizado explicar los dogmas cristianos, sumamente complejos, del 12 Jesús no indica solamente un camino hacia la verdad, Él mismo es la verdad:
pecado original, la Encarnación, la Redención, la Eucaristía, a partir -Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. (]n 14,6).

88 89
La vía cosmológica
r El freudismo

de Duméry, y que no es solamente un mecanismo psicológico. Este el Yo humano, al ser interpelado por Dios, accede a sí mismo a partir
proceso de interpretación es inevitable y más bien hay que alegrarse del Eso de donde emerge?
de ello. La revelación no puede descansar sobre hechos brutos. Cuan-
do Dios habla al hombre por medio de hechos, la estructura interpre-
tativa del espíritu humano es una parte constitutiva de este lenguaje ob-
4. La corriente estructuralista
jetivo. Los acontecimientos son descifrados, pero su descifre por el su-
jeto forma parte del mensaje objetivo que contiene.
Criticar la crítica. El freudismo interpreta gustoso la religión como . La. investi~ación contemporánea ha puesto en evidencia diversas
una ilusión consoladora, más finalmente alienante. Hemos visto lo que IDstan.clas del. Inconsciente. Acabamos de recordar rápidamente el in-
debíamos pensar de esto. Ahora es conveniente invertir la crítica: el consciente psicoanalítico freudiano. Desde Marx se ha puesto más bi
de relieve un i . len
psicoanálisis, mal comprendido, puede ser mucho más consolador y e r~ leve un Inco~sclente ideológico presente en los sistemas de pen-
alienante aún que una religión embaucadora. ¿Hay algo más consola- s.amlento ~o reflexlv~s por los que un grupo social interpreta, conso-
dor que poder eventualmente desculpabilizarse explicándose a sí mis- lida y legitima su universo cu~tural. Existe, por fin, -y vamos a pa-
mo por oscuras fatalidades y descargando sus responsabilidades en me- rarn~s ~n poco en ell?- un. Inconsclen.te lingüístico. El hallazgo de
canismos inconscientes? Y si el psicoanálisis se convierte en una ideo- e.sta ultima forma del inconsciente da ongen a la corriente estructura-
lista de la cual vamos a hablar ahora.
logía, ¿qué existe de más alienante para el hombre que el interpretarse
sistemáticamente a sí mismo, incluso fuera de los casos patológicos, . La lingüística estructural ha sido sistematizada en 1916 por Fer-
por procesos que no alcanzan la altura de su libertad? En el mismo d.l?and de. Sa~~s~re, e~ ~u Cours de linguistique générale'", En oposi-
Freud ¿no habría que denunciar esta extraña propensión a someter al cion a la ~lngulstl~a clásica, que trabajaba en una perspectiva diacróni-
hombre a una nueva forma de la Ananké de los Griegos, a saber: a la ea, es decir, estudl,an~o la. evo!u~ión histórica de la lengua, de Saussure
fatalidad oscura del conflicto entre Eras y Thanatos, entre la pulsión ha a~opta~o una optica sincroruca, que consiste en localizar el funcio-
vital y la pulsión de muerte? La propuesta freudiana de la liberación nar~l1ento Interno de una lengua en un determinado momento de la his-
posible del hombre ¿no se estanca finalmente en una curiosa compla- tona. Luego, dis~ingue, ~uy at~n~amente la lengua de la palabra. La len-
cencia en la Necesidad? gua es la parte ~lstematlca ano~lma y colectiva del lenguaje. La pala-
Freud nos enseña con razón que el hombre no es totalmente due- bra es el act?, discursivo ~n.unclado. concretamente por un sujeto. Por
ño de sí mismo. Esta perspectiva es, en cierto sentido, liberadora, pues una ~bstracclOn metodologlca legítima -pero que no hay que perder
descentra al hombre de su Yo naturalmente prorneteico. Pero esta vi- de VlSt~- ~e Saussure se interesa solamente por la lengua dentro del
sión sólo es fecunda si la entendemos como que «el rey de la creación» lenguaje. ~lna[mente, adopta el principio de inmanencia, que consiste
no es destronado únicamente «por abajo», arqueológicamente, en vir- e~ no expl~car ..?u~ca los fe~ó~enos lingüísticos más que por otros fe-
tud del inconsciente que vive en él, sino también «por arriba», teleo- n?~~nos lingüísticos, prohibiéndose todo recurso a entidades no lin-
lógicamente, por una interpelación que viene de más allá de él. Lo que gUlstlcas t~les c0n:-0 la realidad a la que se refiere el lenguaje (el refe-
Freud no ha visto es que la religión, a condición, ciertamente, de ser rente) o aun a las Intenciones del sujeto que habla. Por medio de esto
auténtica, contribuye en sumo grado a liberar al hombre equilibrando d,e :aussure se opo~e.a las concepc!~nes clásicas del lenguaje que veía~
desde arriba su enraizamiento en el inconsciente y, a través de él, en fac¡Jmente en este ultimo la expreslOn,construida por el sujeto, de un
la naturaleza. Volveremos sobre ello especialmente al hablar de Paul pensamiento preexistente que refleja las cosas.
Ricoeur. Por el momento, retengamos solamente la verdad del adagio ~l punto de vista adoptado así puede llamarse «estructural» en la
freudiano «Allí donde era Eso, debo llevar a ser YO». Sólamente que medida en ~ue. considere .la lengua como un conjunto estructurado
el «Yo» no llega a donde estaba «Eso» más que si éste «Yo» encuentra donde los terrrunos se definen por sus relaciones con los otros térrni-
el «Tú" del otro y de Dios. Una religión histórica, de acontecimien-
tos, como el cristianismo ¿no será este tuteo liberador gracias al cual IJ F
ERDlNAND DE SAUSSURE, Cours de /inguistique générale, París, Payor, 1974.

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La vía cosmológica El estructuralismo

nos". Dicho de otra manera: dentro de la lengua no existen términos inmanencia, en e! sentido de que para comprender el texto, se prohi-
aislados, sólo existen diferencias. Ya se trate del significante (el soni- birá recurrir a cualquier realidad fuera del texto: «Fuera del texto, no
do) o el significado (el sentido conceptual al que remite e! sonido), la
lengua no está hecha ni de imágenes acústicas independientes, ni de
conceptos aislados, sino solamente de diferencias fónicas significantes
(objeto de la semiótica o de la semiología) y de diferencias conceptua-
les significadas (objeto de la semántica) dentro de! sistema lingüístico.
I hay salvación» (Greimas). El análisis estructural hará, en particular,
metodológicamente abstracción de las intenciones eventuales del au-
tor. Se aplicará exclusivamente a señalar las leyes estructurales que ri-
gen la organización de los textos y hará surgir el sentido a partir de
las oposiciones diferenciadas entre los elementos que las componen.
ASÍ, por ejemplo, desde el punto de vista estructural, la palabra «río» No podemos dar aquí ejemplos de análisis estructural de un tex-
no es -significante en cuanto que, tomada aisladamente, expresaría o to, pero se encontrarán muy sencillos y esclarecedores en publicacio-
imitaría en la intención de un sujeto, la lucidez y el flujo de una corrien- nes de divulgación 16. Este enfoque puede, en todo caso, renovar inde-
te de agua; esta palabra sólo es significante «sintagrnáticarnente», en finidamente la lectura de un texto, ya que las palabras reenvían a las
cuanto que contrasta con otras funciones lingüísticas dadas actualmen- palabras siguiendo un encadenamiento que no excluye nunca la posi-
te (por ejemplo: «el río atraviesa la llanura»), y «paradigmáticarnente» bilidad de otro recorrido diferente; toda la lectura es así selectiva y
en cuanto que se opone sistemáticamente a otros significantes posibles pide una pluralidad de lecturas complementarias. De esta manera se
en el mismo orden (por ejemplo: «río» se opone a «ría", «arroyo», pone en evidencia una abundancia de sentido que desborda las inten-
«torrente>" etc.) ciones del autor y revela una especie de existencia escondida del sen-
En la lengua, comprendida de esta manera como conjunto estruc- tido, que no llega a la clara conciencia del autor ni del lector. Contra
tural,es evidente que las relaciones entre elementos distintivos son con la concepción clásica del sujeto productor del sentido, el método es-
mucho inconscientes. La lengua está organizada independientemente tructural tiende a sacar a la luz una «arqueología» inconscien-te del sen-
del sujeto que habla. El locutor utiliza un sistema lingüístico cuya es- tido que escapa al libre dominio del sujeto.
tructura la más de las veces se le escapa. Como el psicoanálisis, pero Después de lo que precede, se comprenderá mejor en qué consiste
a otro nivel, la lingüística estructural toma sus distancias con relación la corriente estructuralista: se trata de la extensión, en todos los cam-
a la consciencia vivida. Por otra parte, esto es lo que le permite alcan- pos de la cultura, de los métodos de la lingüística y del análisis estruc-
zar un grado de objetividad comparable al de algunas ciencias positivas. tural. Ya sea la etnología, la historia de las ideas, la moda en el vestir,
Dentro de la repercusión de la lingüística saussuriana, e! método o el lenguaje publicisra, el «estructuralismo» considerará todas estas
estructural se ha extendido luego al estudio de los diferentes discursos manifestaciones de la vida humana como las expresiones de estructu-
humanos: novela, poesía, mitos, cuentos, relatos bíblicos, etc, Este am- ras inconscientes, prerreflexionadas y colectivas, deterrninables, en la
plio campo es e! del análisis estructural. Su representante más célebre medida de lo posible, según rigurosas leyes científicas. Mencionaremos
actualmente es A. J. Greimas 15. Lo mismo que el idioma en general, rápidamente algunas de estas extensiones del método estructural.
en la perspectiva saussuriana, el texto será abordado como un conjun- La primera gran transposición del modelo lingüístico a otro do-
to cerrado de elementos en relaciones diferenciales y estructurales. minio de la cultura ha sido la antropología estructural de Léui-Strauss'",
Aquí también el punto de vista será sincrónico y no diacrónico (el tex- Etnólogo de talento, Lévi-Strauss ha intentado aplicar el método es-
to es tomado como un todo recibido, sin preocupación por su génesis tructural al estudio de las sociedades primitivas y, en primer lugar, de
histórica). Aquí, de nuevo, será aplicado rigurosamente el principio de

16 Se podrá leer especialmente el nO 16 de los Cahiers Éuangile, París, Cerf, mayo


\4 Para una iniciación rápida y fácil al método estructural, se podrá leer J. B. FA- 1976, titulado Une initiation a l'analyse structurale. Además de los conceptos elemen-
GES, Comprendre le structuralisme, Toulouse, Privar, 1967. tales del análisis estructural, este cuaderno presenta dos análisis de textos bíblicos: «Caín
IS Cf. A. J. GREIMAS, Sémantique structurale, París, Larousse, 1966; Du sens, Pa- et Abel. (Gn IV, 1-16) Y «la résurrection de Lazare» Un XI).
rís, Seuil, 1970. Otro nombre célebre: ROMAN JAKOBSON, Essais de linguisuque généra- 17 Es además el título de una obra de LÉVI-STRAUSS,L'anthropologie structurale,
le, París, Éd. de Minuit, 1963. París, Plan, 1958.

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La vía cosmológica El estructuralisrno

las estructuras elementales del parentescc'". La conclusión de esta in- eluso hasta perturbar la función simbólica (en las neurosis) o a viciada
vestigación es que el intercambio de las mujeres, como el de los men- fundamentalmente (en las psicosis). Lacan hace intervenir la aporta-
sajes, obedece a reglas estructurales que escapan en gran parte a la con- ción de la lingüística, no tanto al nivel de la semiótica (y, más espe-
ciencia vivida. La misma conclusión en lo que se refiere a los mitos. éialmente, de la fonología) como era el caso en Lévi-Strauss, sino al
Lévi-Strauss ha estudiado más de 800 mitos provenientes de las dos nivel de la semántica (y más particularmente de las figuras de retórica).
Américas. El resultado de estos trabajos está consignado en los cuatro La idea general es que, por una especie de retórica inconsciente, los de-
volúmenes de sus Mitológicas (<<Locrudo y lo cocido», «De la miel a seos no confesados e inhibidos se infiltran en el lenguaje y, por una
las cenizas», «El origen de las ceremonias de la mesa», «El hombre des- serie de condensaciones metafóricas o de desplazamientos metonimi-
nudo»): la idea general que se saca de ello es de nuevo que el sentido cos, substituyen al significante primario (el «lalo») e instauran así una
de los mitos está constituido por el juego de diferencias internas den- cadena de significantes que escapan al dominio del sujeto consciente.
tro de un sistema cornbinatorio en los que todos los términos reenvían El inconsciente lacaniano es, pues, esta .parte anónima del discurso
los unos a los otros. El pensamiento mítico aparece así dotado de una consciente, de la que e! sujeto no dispone y que, por la vía de substi-
lógica inconsciente y anónima que escapa a la libre creatividad de los tutos, produce interferencias en su lenguaje; es <da otra escena», la de
sujetos!", los deseos prohibidos que, con todo, se dicen en los intervalos del dis-
Con J acques Lacan, tenemos la extensión de ciertos aspectos' del curso lúcido y cuyas reglas de substitución simbólica obedecen a leyes
método estructural al inconsciente psicoanalitico/". Expongámoslo a comparables a las de la lingüística estructural. A través de esto se com-
grandes rasgos. La existencia humana comienza por una ruptura, la del prende el alcance de los célebres adagios de Lacan: «El inconsciente es
nacimiento, que separa al niño de su madre. Esta carencia original, este el discurso del Otro»; «Pienso donde no existo, luego existo donde no
vacío primordial, nunca se colmarán. El niño intenta narcisísticamente pienso». En una palabra: Lacan vuelve a emplear la óptica de Freud,
fusionarse con su madre, pero esta unión imaginaria es imposible por pero la radicaliza al entender e! inconsciente psicoanalítico a partir del
la prohibición del incesto. Sometido a la ley del padre, el niño es re- lenguaje y al aplicarle algunos aspectos de la lingüística estructural.
pelido, en el curso del complejo edipiano, de lo imaginario inmediato, Entre los estructuralistas, tendríamos que citar aún a Althusser,
debe renunciar a ser el complemento imaginario de su madre (su «falo») pero como la contribución esencial de éste reside en la interpretación
y entrar en el orden simbólico de! lenguaje que ya no es presencia in- estructural del pensamiento marxista y tiene una importancia más li-
mediata de las cosas, sino reenvío de un significante a un significado mitada, no creemos indispensable hablar aquí de él.
y finalmente a un referente (la cosa) que él no es. Habiendo aprendido Diremos aún algo sobre Micbel Foucault21. Foucault es más un fi-
así e! nombre del padre, habiendo aprendido a designarse a sí mismo lósofo que un estructuralista, un filósofo que, habiendo atravesado el
por un pronombre «<Yo») y a nombrar las cosas, el niño no tiene ya estructuralismo, saca las consecuencias en cuanto a la significación ac-
su felicidad detrás de él en la fusión imaginaria con la madre sino de- tual de las ciencias humanas. La idea central de! autor es que cada épo-
lante de él en e! campo de la cultura abierto por el simbolismo dellen- ca de la cultura tiene su «episterne», es decir, su constelación determi-
guaje. No obstante, el deseo inhibido e inconsciente continúa obrando nada de acciones científicas, y que estas diferentes «episternes» o for-
y llega a investir el lenguaje. El es la interdicción que se in ter-dice (se mas de saber se sustituyen unas a otras de manera discontinua. La con-
dice entre) a través de las palabras de! lenguaje consciente llegando in- clusión es que la «episterne» humanista que ha prevalecido desde e! si-
glo XIX es solamente una figura, entre otras, de la cultura y que está
18 CLAUDE LÉVl-STRAUSS,Les structures élémentaires de la parenté, París, P.U.F., sin duda en vías de desaparecer bruscamente. Para demostrado, Fou-
49, reditado por Mouton, 1967. cault hace una amplia «arqueología» de las ciencias humanas. ¿Por qué
19 No podemos entrar aquí en detalles. Para una iniciación Fácil al pensamiento una arqueología? Porque siguiendo las corrientes estructuralistas arri-
de Lévi-Strauss, ver J. B. FAGES, Comprendre Lévi-Strauss, Toulouse, Privar, 1972.
20 Cf. JACQUES LACAN, Écnts, París, Seuil, 1966. Para una iniciación sumaria al
pensamiento de Jacques Lacan, Leer J. B. FAGES, Comprendre [acques Lacan, Toulouse, 21 Cf. MICHEL FOUCAULT, Les mots el les cboses, París, Gallimard, 1966; L'ar-
Privar, 1971. chéologie du sauotr, París, Gallimard, 1969.

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La vía cosmológica El estructuralismo

ba expuestas, el autor pone en evidencia la manera oculta, inconscien- logía estructuralista. A cualquier nivel que lo tomemos, e! método es-
te, de organizarse y desorganizarse las constelaciones conceptuales de tructural tiene un aspecto muy positivo, pues, en él, se expresa una for-
cada época en los niveles de las ciencias de la vida, de! lenguaje y del ma auténtica de consentir con e! objeto. Las filosofías de la subjetivi-
trabajo+'. dad, de las que hablaremos ulteriormente, tienen demasiada tendencia
No podemos desarrollar aquí toda la argumentación de Foucault. a subordinar el universo de! sentido a la libre creatividad del sujeto.
Recordemos solamente la tesis más importante. En e! Renacimiento, La ascesis estructural tiene e! gran mérito de descentrar e! Cogito hu-
«el hombre» no está aún en e! centro de la «episterne», ya que e! es- mano de sus pretensiones antropocéntricas y de convertirlo a un sano
píritu es aún aprehendido según su enraizamiento cósmico. En la épo- realismo; e! mundo de la significación desborda e incluso, en cierta ma-
ca clásica es reemplazado por un nuevo modelo, e! de! pensamiento ra- nera, precede la iniciativa de! pensamiento humano. Resumiendo: en
cional y clasificador. Al comenzar e! siglo XIX, un nuevo cambio brus- este famoso tema de la «muerte del hombre» que a menudo es asocia-
co: por medio de las obras de Bopp en lingüística, de Cuvier en bio- do a la corriente estructuralista, hay un aspecto aceptable: el método
logía y de Ricardo en econornia, una nueva constelación episternoló- estructural ayuda efectivamente a la muerte de un cierto hombre, a sa-
gica se abre paso. Al mismo tiempo «e! hombre» surge, un hombre ber: del hombre imbuido de la dominación prometeica de su propio
que, gracias a las ciencias humanas, se hará e! objeto de su saber con pensamiento, y está muy bien que así sea. Por lo tanto, cuando de Saus-
el fin de llegar a ser e! libre sujeto de su propia existencia. Pero este sure señala que el código lingüístico desborda la iniciativa de la pala-
«doblete empírico-transcendental» en e! que e! hombre es a la vez ob- bra libre, cuando Greimas demuestra que un texto contiene más sen-
jeto de ciencia experimental y sujeto transcendente de libertad está con- L tidos que e! que su autor ha querido dar y e! que el lector encuentra
denado al fracaso. La caída de la «episterne» humanista está próxima, por su sola conciencia reflexiva, cuando Lévi-Strauss intenta reintegrar
después que las ciencias humanas se han revelado como inhumanas al e! yo individual en el nosotros de la humanidad y reintegrar la huma-
descubrir en psicoanálisis y en etnología, exactamente lo mismo que nidad en la naturaleza, cuando Lacan pone de manifiesto la presencia
en lingüística, la presencia en el hombre de un a priorl inconsciente y en el hombre de un deseo que precede y reabsorbe toda afirmación del
estructural. Total, que «e! hombre» está en vísperas de desaparecer. Es yo consciente, no podemos por menos de aplaudir al método emplea-
una invención reciente y su caída está llegando. Como buen discípulo do y a las consecuencias que de él se desprenden directamente, a sa-
de Nietzsche, Foucault celebra, con un cierto lirismo incluso, esta ber: que e! sentido no está enteramente en poder del hombre y que,
muerte de! hombre: e! hombre que ha matado a Dios es "e! último de por ello, la libertad solamente crece cuando acoge un universo sigui-
los hombres» y "e! último hombre es a la vez más viejo y más joven ficante que ella no ha engendrado en su totalidad.
que la muerte de Dios; como ha matado a Dios, él mismo debe res- La ideología estructuralista comienza cuando, de la fecundidad le-
ponder de su propia finitud; pero como es en la muerte de Dios don- gítima del método estructural, se pasa a afirmar que todo es estructu-
de él habla, piensa y existe, su crimen está condenado a morir; nuevos ra. Esto es olvidar la abstracción metodológica que define el estudio
dioses, los mismos, llenan ya el Océano futuro; e! hombre va a estructural. En efecto, sin reducirse completamente a un formalismo
desaparecer» 23. vacío, el método estructural practica una serie de abstracciones. Fiel a
su principio de inmanencia, se instala en e! interior del texto haciendo
abstracción a la vez del referente (las cosas de las que se habla), del au-
Lo esencial de nuestras reflexiones sobre la corriente estructura- tor o del locutor (e! sujeto que habla) y de los interlocutores (los su-
lista girará en torno a la distinción entre el método estructural y la ideo- jetos a quienes se habla). Esta abstracción es legítima y fecunda, pero
es necesario acordarse de la restricción que se ha hecho 'y no perderla
22 Esta tonalidad «arqueológica- del trabajo de FOUCAULT explica que el autor es-
nunca de vista. Soy yo quien hoy, en mi universo cultural, vuelvo a
crute las mutaciones de la cultura a través de obras de menor importancia, poco cono- coger un texto escrito por alguien, en un universo cultural determina-
cidas, más que a través de los grandes clásicos. do y a propósito de algo. Por muy lejos que se extienda el aspecto sis-
23 M. FOUCAULT, Les mots el les cboses, p. 396. temático o codificable de la lengua dentro del lenguaje -y, método-

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La vía cosmológica El estructuralismo

lógicamente, es preciso extenderlo lo más posible- queda aún el acto volver a poner al sujeto en contacto con lo real, sino más bien ponerle
de palabra que, en cuanto acto, no es absorbible por la red estructural en relación con el orden del lenguaje y del concepto.
y exige una interpretación (una «hermenéutica" dirá Paul Ricoeur) que Queda, no obstante, que, sobrepasando los límites metodológicos
desborda e! campo de! análisis estructural. El lenguaje no es únicamen- que se han otorgado, algunos de estos autores caen en la tentación de
te e! objeto codificado (la lengua) en el cual se interesa con toda la ra- la ideología estructuralista. ¿No es e! caso de Lévi-Strauss cuando, con
zón e! estructuralista, es además discurso o palabra viva y, por esto, una desenvoltura inaceptable, afirma que el sentido no es más que «un
ya no es un simple objeto aisla:ble en sí mismo sino una mediación por sabor específico percibido por una conciencia cuando gusta una com-
la que expresamos las cosas y nos manifestamos unos a otros. Cierto, binación de elementos de los que ninguno tomado en particular ofre-
incluso en el discurso comprendido de esta manera, se encontrarán aún cería un sabor comparable-;" o cuando acepta sin la menor dificultad
determinaciones estructurales, pero ellas no agotarán nunca, por prin- la etiqueta del «materialismo vulgar», yendo hasta confesar que «el fin
cipio, la transcendencia de! sentido vivo con relación a la materialidad último de las ciencias humanas no es hacer al hombre sino disolver-
del texto codificado que lo contiene. Brevemente: el estudio estructu- 10»25, yendo incluso hasta sugerir que las estructuras etnológicas y psi-
ral debe seguir siendo una etapa, indispensable pero limitada, dentro cológicas «no hacen, en verdad, sino reflejar la estructura del cere-
de una hermenéutica más amplia que tenga en cuenta la triple referen- bro»26. i Curiosa ambigüedad de un pensamiento tan legítimamente
cia histórica al locutor, a los destinatarios, y al mundo. Nosotros más preocupado, por otra parte, de demostrar a la vez la emergencia de la
bien defenderíamos una complementariedad -que hay que precisar ul- cultura fuera de la naturaleza, y su humilde enraizamiento en la ar-
teriormente- entre la actitud estructural y la actitud hermenéutica queología natural de la libertad, pero que termina por caer en las vie-
existencia! e histórica. jas tesis empiristas de la reducción del espíritu a la naturaleza! ¿ No es
Pero si se olvida la abstracción metodológica que define el estudio este también el caso de Lacan cuando extrapola la dependencia del su-
estructural, si se pierde de vista que e! enfoque estructural no se pro- jeto con respecto al deseo que le estremece, y llega a sostener que e!
nuncia sobre la realidad misma (sino solamente sobre el lenguaje ob- sujeto es siempre expropiado de un discurso que habla fuera de él y
jeto en tanto que es codificable), entonces quedamos recluidos en un sin él, de tal modo que el lenguaje ya no es más que e! esfuerzo de-
universo lingüístico cerrado (aunque inagotable en su orden propio) sesperadamente inútil para colmar una falta-de-ser insalvable y, de nin-
donde las preguntas últimas (¿ qué hay de esto finalmente?) no se ha- gún modo, la expresión de una plenitud positiva otorgada ya al espí-
cen nunca o bien se encuentran reducidas a lo que de ellas puede decir ritu? ¿No es, finalmente, e! caso de Foucault cuando deja de poner en
e! estructuralismo, es decir, a preliminares. Cuando el análisis ha cons- evidencia el devenir objetivo de las diversas «episternes» para sostener
truido un sentido poniendo en evidencia las relaciones estructurales la tesis nietzscheana de la muerte del último hombre? ¿Quién le ga-
que lo forman, queda la pregunta decisiva de saber si este sentido es rantiza que una nueva «episterne» humanista no se está gestando en las
verdadero o no y cómo yo, e! lector, vaya hacerle mío hoy. Aquí co- agitaciones actuales de la civilización y especialmente en la decadencia
mienza la tarea de la libertad y e! campo de la filosofía. de las ideologías? ¿Su posición antihumanista no es dictada más por
Los diversos pensadores más o menos emparentados con el es- una no confesada idea preconcebida que por e! impacto efectivo de las
tructuralismo de los que hemos hablado anteriormente son conscien- ciencias humanas?
tes, en general, de los límites metodológicos de su disciplina y de sus Cuando el estructuralismo pasa del método estructural, indispen-
estudios. De Saussure sabía que, en el lenguaje, él estudiaba únicamen- sable y fecundo, a una ideología más o menos aclarada entonces me-
te la lengua. Lévi-Strauss es consciente de que e! análisis estructural de
la tradición judeo-cristiana, dominada por los acontecimientos funda-
dores, sería infinitamente más difícil que el de las religiones totémicas 24 Cf, LEVl-STRAUSS, Réponses a quelques questions, «Esprit», noviembre 1963, p.
641.
de contenidos intemporales y ampliamente insignificantes; sabe tam- LEVl-STRAUSS, L'bomme nu, París, Plon, 1973, p. 570_
25
bién que la recuperación del sentido, en cuanto tal, escapa al estudio LEVl-STRAUSS, Sur le caractére distinctif des faits ethnologiques,
26 -Rcvue des tra-
objetivante de! estructuralismo. Lacan confiesa que su objetivo no es vaux de l' Académie des sciences morales et politiques», 1962_ .

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La vía cosmológica El estructuralismo

rece las caricaturas fáciles según las cuales, para todos estos pensado- sugestivas y ofrecer nuevos instrumentos a la meditación teológica de
res, yo no hablo, yo no pienso, sino eso habla, eso piensa en mí y sin la Palabra de Dios. El tomar en serio el inconsciente psicoanalítico, lin-
mí. Esta humillación del sujeto tiene su parte de verdad, lo hemos vis- güístico y sociológico en e! seno de la existencia humana, debería ayu-
to; felizmente descentra al hombre de sus pretensiones estrictamente dar al hombre moderno a descentrarse de sí mismo, a redescubrir su
racionalistas, pero esta insistencia en la «arqueología» se convierte en solidaridad profunda con el prójimo y con el cosmos y, prolongando
una «reducción arqueológica», cuando, perdiendo de vista que noso- esta desinstalación, a abrirse a la Palabra histórica de Aquel que viene
tros sabemos que eso piensa y habla en nosotros, la ideología estruc- del más allá. ¿No habría quizá una convergencia positiva entre la ma-
turalista subestima el papel inalienable del sujeto y, por ello, se vuelve nera que tiene el niño, por medio del acceso al lenguaje, de descubrir
incapaz de justificar el estatuto de su propio discurso y la validez de que su verdadera felicidad no está detrás de él, en la fusión narcisista
su propio saber crítico. La misma lucidez del estructuralismo es una con la madre, sino delante de él, en el universo simbólico de la cultu-
objección muy importante a la verdad de las tesis que él defiende. ra, y la manera que emplea el Dios de la Biblia para arrancar al hom-
Quien demuestra demasiado termina por negarse a sí mismo en el acto bre de sus «coníorts- imaginarios y, a través de la Palabra de Revela-

I
mismo de la demostración. ción y el Acontecimiento de la Resurrección, empujada hacia un fu-
En cuanto a las repercusiones teológicas de las ciencias del len- turo siempre más grande? Igualmente, e! detalle de! análisis estructural
guaje y de las ciencias humanas en general, volveremos a encontrar la está llamado, sin duda, a vivificar la interpretación teológica de los tex-
misma ambigüedad que hemos señalado en el plano filosófico. Com- tos escriturarios. Pues ¿qué es la teología sino la relectura siempre nue-
prendidas ideológicamente y transformadas en ídolos, corren peligro va, dentro de una comunidad creyente, de la Palabra de Dios entrega-

l•
de encerrar la teología en un universo sociológico, lingüístico o psi- da en la Sagrada Escritura? Como en la perspectiva de! análisis estruc-
coanalítico que siempre será infinito en su orden propio, pero del cual tural, el texto bíblico tiene vida propia, él mismo responde de su sen-
estarán excluidas las pregun ras últimas de orden metafísico: ¿ q ué es lo tido pero con la condición de que sea reasumido siempre dentro del
que hay de la Iglesia como Esposa del Crucificado y Cuerpo del Re- ,
contexto de la tradición viva de la comunidad eclesial que es su testi-
sucitado, qué hay de! Credo como confesión del Dios que se revela al go. Son estos dos significantes·unidos, e! texto y la comunidad, los que
mundo, qué es lo que hay del deseo humano como búsqueda de la vi- reenvían al significado último, la revelación escatológicadel Dios todo
sión de Dios? La sociología, las ciencias del lenguaje y e! psicoanálisis en todos, pero, desde hoy, dan testimonio de su anticipación en este
pueden y deben aclarar respectivamente cada una de estas preguntas úl- acontecimiento que vive en todos los significantes cristianos y los di-
timas, pero no pueden pretender agotadas sin reducirlas. Pues el amor lata hasta el infinito: la resurrección del Verbo de Dios encarnado y
de los cristianos por la Iglesia apunta a un centro irradiante en el co- crucificado. Bien comprendidas y restituidas a una auténtica concep-
razón de ella, es decir la Eucaristía, cuyo humilde misterio transciende ción metafísica del hombre, las ciencias humanas pueden aportar una
todo enfoque sociológico de las instituciones eclesiásticas, y la confe- contribución apreciable al nuevo impulso de la reflexión teológica26bis.
sión del Dios vivo, en su eterna realidad de Referente extralingüístico
de la Revelación, exige a fin de cuentas un compromiso que va tam-
bién más allá del orden del lenguaje, a saber: el don de! amor y, si lle- 5. El marxismo
ga e! caso, e! don de la vida en e! martirio, y el deseo humano, aunque
se sitúa en e! vacío original de la insuficiencia psicoanalítica, procede Como se trata de una forma de pensar cuyas tesis principales son
de una plenitud, la del don creador, que es la única que explica que ampliamente conocidas, nuestra presentación del marxismo será me-
solamente en Dios pueda ser realizado y profundizado. Las ciencias hu- nos analítica que la de las otras corrientes «arqueológicas». Con él ter-
manas, erigidas en dogmas perentorios de un nuevo cientificismo, no
hacen sino comprometer la sustancia misma de la fe cristiana. En cam- z6b;, Para dar consistencia a estas reflexiones sobre el encuentro entre las ciencias
bio, si permanecen fieles a la reserva metodológica y a la paciente in- humanas y la fe cristiana se podrá leer: ANDRÉ FOSSION, Tbéorie du langage et intelli-
terrogación que definen su más auténtica actitud, pueden abrir pistas gence de la [oi, «Humanités chrétiennes» (Bruxelles), avril-rnai 1976-1977, pp. 302-314;

100 101
La vía cosmológica El marxismo

minamos este recorrido de las filosofías cosmológicas de tendencia re- eto. De ahí la fórmula, tan dura como famosa, adoptada por Marx,
ductora pues la rica ambigüedad de este pensamiento hace que esté ya cr su onceava tesis contra Feuerbach: «Los filósofos no han hecho más
en I .
muy próximo de la vía antropológica y .merafisica. Nuestra tipología ue interpretar el mundo de diversas maneras, o que Importa es trans-
de las tres vías cosmológica, antropológica y metafísica tiene además, ¡
,M marta». Fuera de la «praxis» que cambia efectivamente el estatuto
. l'b d
en ciertos casos límites, algo de arbitrario. El marxismo, en efecto, tie- al del hombre, la libertad de los filósofos no es aún sino una I erra
ne un aspecto decididamente antropocéntrico. Le colocamos, no obs- :~ el pensamiento, perfectamente ilusoria y muy aristocrá.tica, pues po-
tante, en la vía cosmológica porque el humanismo marxista reviste un cos hombres gozan del lujo de poder «pensar». El humanismo de M~:x
tono' fuertemente naturalista. Veamos cómo ". erá pues un humanismo de! hombre concreto. Entonces la cuesuon
Todo e! esfuerzo de Karl Marx (1818-1883) se dirige hacia la sal- es saber lo que es e! hombre concreto. Para Marx se tratará esencial-
vación del hombre. Su pensamiento tiene, de entrada, un alcance pro- mente de! hombre obrero en su relación con la na~uraleza. Antes de
fundamente humanista. Tanto más cuanto que la voluntad expresa de explicar esta relación señalemos, para comenzar, como Marx amputa
Marx es salvar al hombre real, al hombre concreto. Aquí tienen su si- enérgicamente el sistema hegeliano del que es, en mucho: aspec.tos, el
tio los reproches virulentos que dirige a la mayor parte de las filoso- heredero: de los tres polos de! sistema de Hege!, Marx solo retiene la
fías del pasado, e incluso el ateísmo humanista de su maestro Ludwig naturaleza y el espíritu (finito), suprimiendo la Idea lógica que de-
Feuerbach:". . nuncia, un poco al estilo de Feuerbach, como simple proyección ideo-
Es que Feuerbach también sólo glorifica al hombre en el pensa- lógica. "
miento, y sigue hablando del Hombre en general y no del hombre con- Decir que el hombre está en relación con la naturaleza es una pe-
rogrullada. La originalidad de Marx, siguiendo las huellas ?e Hege!,
está en considerar que esta relación es «dialéctica» en e! sentido preCI-
JULESGRlTII, Nouoelles sciences de l'homme et preces de la foi, «Nouvelle Revue Théo-
so en el que, como en Hegel, dos términos dialécticamente unidos no
logique», juillet-aoüt 1974, pp. 693-703;JULES GIUTII, Foi el nouuelles sciences de l'bom-
me, París, Centurion, 1972. están sólo en relación el uno con e! otro sino que entran e! uno en e!
27 Para una rápida información sobre KARLMARX y su pensamiento, se podrá leer otro, Para Marx, por medio de un mismo movimiento, la naturaleza
JEAN-MARIE VAN CANCH, Introduction a Karl Marx, Gembloux-Duculot, París, Le- se humaniza, se hace hombre y el hombre, haciéndose naturaleza, se
thielleux, 1969; SIMON DECLOUX, L'athéisme de Mar.<, -Nouvelle Revue Théologique»,
naturaliza y se objetiva. El lugar de esta relación dia~éctica es e! tra.b~-
tome 88, mai 1966, pp. 476-502. Para un estudio más extenso, d. la obra clásica de JEAN-
YVESCALVEZ, La pensée de Karl Marx, París, Seuil, 1956_ Para una reflexión más espe-
jo. Este comienza por humanizar la naturaleza poniéndola al S~rvlCIO
culativa sobre el alcance histórico y espiritual del marxismo, d. GASTON FESSARD,De de las necesidades de! hombre -y e! hombre, para Marx, es pnmera-
l'actualité bistorique, tome I, Desclée de Brouwer, 1959, pp. 121-211. (<<Esquisse du mente un ser de necesidades que tiene que comer, beber, alojarse, ves-
mystére de la sociéré et de l'histoire»). En la exposición que sigue no tomaremos el or- tirse, etc. Pero e! trabajo de humanización de la naturaleza no se limita
den fenomenal y casi cronológico adoptado por la mayor parte de los autores citados
a este aspecto estrictamente vital y utilitario. A dif~rencia del animal,
más arriba; seguiremos más bien un orden sistemático que se apoya sobre la obra ter-
minada de MARX. el hombre trabaja conscientemente la naturaleza a fin de hacer de ella
28 En su célebre obra de 1841, La esencia del cristianismo, FEUERBACH(1804-1872) la expresión cultural de su propia realidad hum~na; tiende, por su tra-
había fundado un ateísmo decididamente antropocéntrico afirmando que la relación re- bajo, a hacer de ella la prolongación de su propIo cu~rpo, .a ~o?elarla
ligiosa con Dios no era sino la expresión objetivada (<<larealización [antástica») de la di- como su cuerpo inorgánico. Aquí se invierte e! se nudo dialéctico del
ferencia entre el hombre como individuo y el Hombre como especie, entre el hombre
y la Humanidad. En efecto, explica Feuerbach, cuando el hombre individual compara
trabajo: e! humanizar la materia contribuye también a nat~ratlz~r al
su inteligencia, su voluntad y su amor con el conocimiento y la fuerza moral de la Hu- hombre. Efectivamente, en e! trabajo e! hombre sale de su mttrrudad,
manidad total, no puede por menos que enfrentarse con sus propios límites. Por esto se expresa al exterior, se objetiva. Esta doble mediación, por el traba-
proyecta inconscientemente fuera de sí mismo, en un Dios, lo verdadero, el bien y el jo, de la relación inmediata de la naturaleza con e! hombr~ y de! hom-
amor de los que él es incapaz como individuo. Así descubre su propia esencia, la esencia
bre con la naturaleza es tan decisiva que, por ella, es decir por la hu-
infinita de la humanidad genérica, pero la descubre en otro, de manera alienada. Por eso
el humanismo ateo se consagra a la misión de restituir al hombre toda la riqueza de la. manización de la naturaleza y la naturalización de! hombre, el hombre
que este se ha despojado proyectándola sobre Dios. se humaniza. Al trabajar la naturaleza, el hombre se universaliza,

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---,.,~-~-

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aprende a conocer su mundo y a conocerse a sí mismo. A través de se, como superestructuras derivadas, todas las demás formas de la alie-
este conocimiento práctico que es el trabajo, no sólo se extiende a las nación humana.
d~~ensiones universales de toda la naturaleza material, sino que tam- ¿En qué consiste esta perversión del trabajo que define la aliena-
bien desar~o.lla en sí mis.mo su universalidad humana, su propia natu- ción económica? Para comprender bien este punto hay que tener pre-
raleza genenca. Esta universalización del hombre que se humaniza a sente la esencia del trabajo, que es satisfacer la gama variadísima de las
través de su propio trabajo pide un último rasgo característico de la necesidades del hombre, desde las necesidades más vitales hasta las más
relación dialéctica del hombre y de la naturaleza, a saber: el carácter culturales, a fin de que cada uno pueda tener una relación armoniosa
social.d~l trabajo. Al universalizarse por medio del trabajo, el hombre con la naturaleza y con los demás hombres. En esta perspectiva, los
se socializa y, así, se humaniza verdaderamente. En efecto, trabajar no resultados del trabajo valen, en primer lugar, por su valor de empleo,
es solamente reencontrarse a sí mismo en la naturaleza, es también ex- en la medida en que, al utilizar estos productos, el hombre pueda na-
~onerse al exterior y ofrecerse a las miradas del prójimo, al mismo turalizarse, objetivarse, universalizarse y, por lo mismo, socializarse y
tiempo. que éste nos ofrece el poder conocerle a través del producto humanizarse mientras que la naturaleza, inversamente, se humaniza en
humanizado de su propio trabajo. Resumiendo: el trabajo socializa al estos productos. Pero estos productos no tienen únicamente un valor
~ombre. porque en él los ~ombres se. humanizan mútuamente y rnani- de utilidad, tienen también un valor de intercambio y, cuando los in-
íiestan Juntos la universalidad genénca que les es común. El término tercambios llegan a ser muy numerosos y diversos, el patrón de cam-
de esta dialéctica es que, gracias a la fuerza humanizante del trabajo bio se hace cada vez más abstracto, pierde su relación concreta con el
la tota!idad form~da por el Hombre y la Naturaleza se hace plenamen~ trabajo humano y se identifica con el dinero o la moneda. Entonces es
te social en medio de un universo humanizado. Este encuentro de! cuando puede introducirse la perversión fundamental de la propiedad
hombre y de la naturaleza se manifestará en una cierta coincidencia de privada, que consiste en medir al hombre por lo que posee, buscando
la relación del hombre con la naturaleza y de la relación del hombre los productos del trabajo con miras a un cambio sistemático ordenado
co~, el hombre. La prenda de esta coincidencia ya está dada en la re- a la acumulación del capital como tal. En este momento, cuando la pro-
lación del hombre y de la mujer ya que ésta es a la vez para el hombre ducción se hace industrial y los instrumentos de esta producción (ca-
e! ser natural que colma sus necesidades más imperiosas y el ser hu- pital, material, herramientas, máquinas, etc.) dependen de la propie-
mano en el que se encuentra a sí mismo y se humaniza. Al término de dad privada, la explotación capitalista es inminente. El obrero es aban-
la historia, el trabajo habrá dado a la relación total de los hombres en- donado sin defensa a una explotación sistemática. El trabajo que él
tre sí y del Hombre con la Naturaleza algo de este amor conyugal, hu- aporta es evaluado por su patrón como cualquier otra mercancía, es de-
mano y natural a la vez, que une al hombre y a la mujer. cir, según su valor de cambio. Ahora bien el valor de canje del trabajo
Desgraciadamente, comprueba Marx, nada de esto se da. El horn- humano es simplemente el coste de los bienes necesarios al manteni-
br~, en lugar de reencontrarse a sí mismo en la naturaleza, en su tra- miento del obrero y a la reproducción de su fuerza de trabajo. El va-
bajo y en _el otro hombre, es un extraño para sí en todo esto, no se lor de utilidad del trabajo es evidentemente muy superior a su valor
reconoce en ello, es un «otro» para sí mismo, en una palabra está «alie- de intercambio, ya que el obrero produce mucho más valor comercial,
nado», en el sentido etimológico del término. En vez de sentirse en su en una jornada de trabajo, que lo que corresponde a su mantenimien-
casa dent~o de su propio mundo, experimenta penosamente que es allí to. Al consumir la mercancía trabajo, el capitalista embolsa la diferen-
un extranjero. cia entre el valor de cambio y el valor de empleo del trabajo humano.
Marx va a interpretar esta alienación como esencialmente econó- Esta diferencia es lo que Marx llama la plus-valía, plus-valía que puede
mica, es decir, que afecta al hombre en su relación de trabajo con la aún aumentarse al disminuir los salarios, al alargar la jornada de tra-
~aturaleza. ~ientras que el trabajo tendría que ser objerivación posi- bajo, al contratar mujeres y niños. El trabajo, por medio de este me-
tiva y humanizante del hombre, él es, al contrario, el lugar de su ruina canismo sutil del que sólo recordamos aquí los engranajes principales,
y de su destrucción. Marx se empeñará en considerar esta alienación es enteramente pervertido: en lugar de ayudar al obrero a alcanzar su
económica como la alienación fundamental en la que vienen a injertar- plenitud, le reduce a una mercancía y le deshumaniza. En lugar de ser

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La vía cosmológica
El marxismo

pa:-a el. obrero un instrumento de liberación, es al contrario, el medio


ses burgueses pero que será presentada sin embargo como «la» moral
mas eficaz de su propia esclavitud y del enriquecimiento de los que le
explotan. absoluta, eternamente inscrita en la voluntad divina. Esencialmente se
tratará de una moral de resignación que tiene como oficio mantener a
A esta alienación económica fundamentalmente viene a incorpo- los explotados en sus alienaciones económica, social y política. Por eso,
rars~" según Mar~, toda u~a serie de alienaciones derivadas de la per- la moral burguesa insiste sobre el respeto de! orden establecido, e! va-
version del trabajo. La pnmera será la alienación social. Consiste en lor de la no-violencia, la importancia de la propiedad privada. Cada
que la sociedad civil no tiene más que las apariencias de la universali- uno de estos presuntos valores morales exige una actitud de obedien-
dad. De hecho, a causa de la alienación económica, la humanidad no cia y mata, en e! corazón mismo de la conciencia, toda veleidad revo-
e~t~ verdaderamente socializada, al contrario, está profundamente di- lucionaria. Sin embargo, la alienación más poderosa y de mayor pres-
vldl~a en dos clases esencialmente opuestas: los burgueses y los pro- tigio es la alienación religiosa, puesto que está adornada de una aureo-
letarios. D.e un lado, los dueños, los capitalistas o los explotadores; de! la de eternidad. Fundamentalmente ilusoria, la religión desempeña, se-
otro, los esclavos, los obreros o los explotados. Unos y otros forman gún Marx, una doble función de protesta y de consolación. Primera-
r~spectlvamente una clase universal que desborda los límites de las na- mente, es una ilusión. Siguiendo a Feuerbach, Marx interpreta la reli-
cienes y de los pueblos. Pero se trata de dos universalidades abstractas gión como una proyección en la que se expresa la angustia del hombre
y antagónicas, que no se reconocen recíprocamente. La universalidad real alienado. Esta ilusión es en cierta manera una protesta puesto que,
de. la bur~uesía se apoya ~obre e! egoísmo universal de la propiedad al soñar con un Dios de bondad y con una vida eterna plena de feli-
pnva~a. mientras que la un.lver,sahd~d de! proletariado reside en la pura cidad, el pueblo oprimido revela su desgracia presente. Pero es una pro-
nega~lvldad de la desaprcpiación universal, Dividida entre estas dos c1a- testa ineficaz que no cambia en nada las condiciones del mundo eco-
se.s nvales, la esencia humana total está mutilada y, por lo mismo, nómico real y difiere su esperanza a un más allá. Es por lo que la ilu-
alienada.
sión religiosa apenas si es algo más que una consolación; ayuda a so-
A con~in~ación tenemos la alienación política. Consiste en que el portar la miseria profunda del hombre dándole una justiíicacióntrans-
Estado capitalista no propone más que una conciliación ilusoria de las cendente: el mismo Dios ¿no ha revestido la forma de esclavo, no se
tensiones de la s.ociedad. ~e~ún Marx, el Estado no es sino una super- ha hecho obediente hasta la muerte de cruz? Así, la religión es cuida-
estruct~ra opresiva al servicio de la clase dominante. Pretende ser la es- dosamente alimentada en la clase proletaria por la clase dominante que
fera. universal donde se armonicen los intereses particulares, cuando en encuentra en ello su provecho y su justificación. De ahí e! famoso tex-
realidad no es más que un instrumento de dominación en las manos to de Marx: « La miseria religiosa es, por un lado, la expresión de la
de una c1as~ particular, !a d~ los ~urgueses. Cierto, el Estado otorga a miseria real y, por otro, la protesta contra la miseria real. La re!igión
los proletanos. una apariencra de libertad al garantizar en abstracto los es el suspiro de la criatura oprimida, el alma de un mundo sin cora-
derechos de! CIUdadano, al permitir el voto a los proletarios, etc. Pero zón, de la misma manera que es el espíritu de condiciones sociales de
com~ c~n esto no ha cambiado nada en los engranajes de la alienación donde se excluye e! espíritu. Es el opio del pueblo»:".
econorruca, e! Est~do permanece extraño a la vida social real, y la li- Al término de este recorrido regresivo de las diferentes alienacio-
bertad q~e ga:~ntlza queda extrínseca. Brevemente, e! Estado político nes según Marx, la comparación con Hegel es muy esclarecedora: lo
es ~~: alienación .más puesto que él consagra, en vez de superada, la que para Hegel constituía las esferas más elevadas del Espíritu objeti-
eSCISIOnentre la VIda pública del ciudadano y la vida concreta de! hom- vo y del Espíritu absoluto y, por lo mismo, e! nivel supremo de la li-
~
beración del hombre, a saber, e! Estado, e! arte, la religión y la filo-
bre e.nfrentado con la realidad de sus necesidades, de! trabajo y de las
relaciones económicas y sociales. i sofía especulativa, sólo es considerado por Marx como una superes-
. El.t,odo es en fin coronado por la alienación moral y religiosa. La
alienación m.oral consiste en que la clase dominante logre inculcar en
la clase dommada una moral bien determinada, favorable a los intere-
I
!
tructura alienante donde se refleja la alienación económica fundamen-

29 KARl MARX, Contribution ti la critique de la philosophie du droit de Hegel, d.


la antología MARX-ENGELS, Sur la religion, París, Editions sociales, 1972, p. 42.

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La vía cosmológica El marxismo

tal. Volveremos sobre este punto cuando, como conclusión, señalemos La supreSlOn de la alienación económica lleva consigo, según
la dimensión «arqueológica), del pensamiento marxista. Marx, la desaparición de todas las alienaciones; la fase revolucionaria
Por el momento, tenemos aún que recordar rápidamente cómo y negativa del ateísmo militante dejará paso, en la sociedad comunista
concibe Marx la supresión de la alienación y la instauración del hom- consumada, a un ateísmo positivo que será, idénticamente, un huma-
bre verdadero. Efectivamente, no basta con tomar conciencia de la alie- nismo perfecto. El hombre se reconocerá allí como su propio Dios, ya
nación. Si uno se queda ahí, esta toma de conciencia engendra, inclu- que al reproducir la naturaleza en su trabajo plenamente humano y so-
so, una nueva alienación: la alienación especulativa o filosófica, la alie- cializado él será su propio productor y, para decido todo, su propio
nación que consiste en pensar el mundo en lugar de transformado) la creador. Es 10 que afirma con fuerza el famoso pasaje: "El comunis-
de quien especula sobre la idea de la libertad sin trabajar por la libe- mo, al ser un naturalismo consumado, coincide con e! humanismo, es
ración efectiva de la humanidad esclavizada. Para liberar realmente al el verdadero final de la querella entre el hombre y la naturaleza, y en-
hombre concreto, es necesario, pues, una praxis revolucionaria dirigi- tre hombre y hombre, es e! verdadero final de la querella entre la exis-
da a suprimir la propiedad privada de los medios de producción, ya tencia y el hombre ... El comunismo resuelve e! misterio de la historia
que ésta es e! corazón de la alienación económica. Sin embargo, como) y sabe que lo resuelve»:".
según Marx, la propiedad burguesa está protegida por el Estado) la mo- Después de haber recordado las principales características de! sis-
ral y la religión capitalistas, esta praxis liberadora no se dará sin una tema marxista, precisemos ahora por qué esta filosofía, a pesar de su
triple liberación política, moral y religiosa. La liberación política con- perspectiva decididamente humanista, puede, sin forzada demasiado,
sistirá en la toma violenta del poder por la clase explotada: es la céle- ser contada entre estos sistemas de pensamiento «arqueológicos» que
bre «dictadura del proletariado». Al apoderarse de! Estado que es él constituyen la primera versión posible de la vía cosmológica.
mismo el fruto de la alienación económica, el proletariado suprimirá El nudo de la cuestión es la primacía concedida por Marx a la alie-
la economía capitalista y, con esto, suprimirá las condiciones alienan- nación económica. Es verdad que no niega que las superestructuras so-
tes que han engendrado el Estado. El término escatológico de la revo- ciales, políticas) religiosas, morales o filosóficas actúan en las realida-
lución marxista es pues la anarquía bienaventurada de una sociedad co- des económicas, pero la alienación económica es siempre considerada
munista universal, sin clases y sin Estado. La fase dictatorial del co- como fundamental y determinante respecto de las otras. La consecuen-
munismo, con un Estado poderoso y directivo, no debería ser) en prin- cia de esto es que el sentido del hombre y de su destino es excesiva-
cipio, más que una etapa pasajera ordenada a su propia desaparición. mente concebido en función de la relación que el hombre trabajador
La liberación moral consistirá, esperando que la sociedad comunista mantiene con la naturaleza. Así, lo económico es unilateralmente con-
lleve por sí misma a la moralidad en la justicia, en deshacerse de los siderado como primordial en comparación con lo social y lo político.
valores alienantes de la moral burguesa para adoptar una moral provi- A pesar de la óptica humanista de Marx, tenemos aquí un economis-
sional según la cual todo lo que es conforme a los intereses revolucio- mo o un naturalismo que tiende a reducir e! sentido del hombre a su
narios del proletariado es bueno.En cuanto a la liberación religiosa, im- actividad transformadora de la naturaleza. Ahora bien, bajo el aspecto
plica la destrucción de las ilusiones consoladoras que encierran al pro- estrictamente económico, la relación del trabajador con el mundo ma-
letariado en la resignación, supone, pues, en vistas a un humanismo au- terial es finalmente mucho más una relación del animal con la natura-
téntico, ese ateísmo militante de! que el siguiente texto de Marx indica leza que una relación del hombre con la naturaleza ". Es cierto que el
la importancia: «La abolición de la religión en cuanto felicidad ilusoria mismo Marx insiste en e! carácter propiamente social y típicamente hu-
del pueblo es la exigencia que formula su felicidad real. Exigir que re- mano del trabajo efectuado por e! hombre. Pero, precisamente, sólo si
nuncia a las ilusiones sobre su situación, es exigir que renuncie a una el marxismo renunciara a la prioridad materialista de lo económico so-
situación que necesita ilusiones. La crítica de la religión es pues en ger-
men la critica de este valle de lágrimas del cual la religión es la aureolav'", }1 Cf. KARL MARX, Manuscrits de 1844, París, Éditions sociales, 1972) p. 87.
J2 Nos inspiramos aquí en las reflexiones de GASTON FESSARD, De l'actualité his-
30 Ibid. torique, tomo r, p. 157.

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La vía cosmológica El marxismo

bre lo social y lo político y reconociera que lo que debe ser lo primero ción arqueológica. No obstante, como la cuestión de la religión es esen-
es la relación de! hombre con el hombre y no la relación de! hombre cial a nuestra problemática, terminaremos por una rápida visión de la
con la naturaleza, sólo entonces quedaría a salvo e! humanismo. Marx relación entre e! marxismo y la fe cristiana hoy. Como en e! debate
ha retomado de Hege! esta idea fecundísima de que el trabajo huma- con Freud, nos parece que la actitud a adoptar frente al pensamiento
niza y universaliza al hombre, pero ha olvidado que, en Hegel, e! ca- de Marx comporta, a grandes rasgos, las cuatro exigencias siguientes:
rácter propiamente humano del trabajo presupone el conflicto de las Aceptar la crítica. Las posiciones acerbas de Marx con respecto a
libertades con miras a un reconocimiento mutuo. Por ello se cree au- la religión exigen, en primer lugar, de parte de los cristianos, un exa-
torizado a hablar del trabajo y de su significación independientemente men de conciencia. Muy a menudo, y hasta hace muy poco tiempo, la
del sentido de la libertad, como si todo el alcance del trabajo humano espiritualidad cristiana ha subrayado unilateral mente algunos e!em~~-
se agotara en la relación de propiedad, de producción y de consumo tos de la fe que, aislados de su contexto, aparecen como «desrnovili-
que el hombre tiene con la naturaleza, cuando en realidad, como He- zantes». La religión se manifiesta en seguida como un «opio» si se acen-
gel lo había muy bien visto, la humanidad de! hombre reside primor- túa excesivamente el poder consolador de la oración, la espera de un
dialmente en la relación de libertad que le une y le confronta con los más allá o la salvación estrictamente privada de «mi" alma. Es verdad
demás hombres. En virtud de una lógica implacable, e! pensamiento que, tomados en sí mismos, estos diversos acentos son verdaderos, pero
de Marx ha llevado a la horrible fórmula que Enge!s, en su Anti-Düh- son parciales y necesitan otros puntos de vista complementarios. Por
ring, tomará de Saint-Simon para describir el funcionamiento de la so- su crítica virulenta de un cristianismo abusivamente privatizado e in-
ciedad comunista consumada: "el gobierno de los hombres deja paso dividualista, Marx ha contribuido a hacemos caer mejor en la cuenta
a la administración de las cosas y a la dirección de las operaciones de de muchas riquezas olvidadas del cristianismo. Gracias a Marx, la Igle-
produ~ción». ¿Se puede formular mejor la reducción arqueológica de sia evitará, de ahora en adelante, avalar interpretaciones de la fe que
lo sOClal.y de lo político a un puro economismo? Por otra parte, ¿no parezcan dispensar a los cristianos de una acción reformadora y cons-
ha descrito Marx la llegada de la sociedad comunista como un acto que tructora de la sociedad civil. De esta manera, la crítica marxista habrá
pon.e. f~n a la negatividad de la historia y sume al hombre en la pura permitido un retorno a las fuentes de un compromiso cristiano
positividad de la naturaleza?, ¿no habla él mismo de! comunismo como auténtico.
de un naturalismo acabado? y a pesar de sus reservas iniciales ¿no ha Volver a las fuentes originales de la fe. El mensaje cristiano se si-
concedido, finalmente, su «placer» al proyecto de Engels de escribir túa esencialmente más allá de! orden político, es transpolitico. Jesús ha
una Dialéctica de la Naturaleza donde el hombre ya no aparece sino hecho cuanto ha podido para evitar la confusión, que amenazaba con-
como una modificación -esencial, es verdad- de la naturaleza? El tinuamente, entre su mesianismo religioso y un mesianismo político.
economismo naturalista no puede ser sostenido hasta e! final, esto apa- El Reino que inaugura en este mundo no es de este mundo y no po-
rece .en el mismo Marx en la medida en que, para explicar el origen de drá, en ningún caso, coincidir con una soberanía terrenal. En este pun-
la alienación económica, debe recurrir, en El Capital, a una «acumula- to, la evolución que conduce del Antiguo Testamento al Nuevo es par-
ción primitiva», a una «violencia primitiva», a una «historia escrita con ticularmente significativa: va en el sentido de una despolitización cre-

I
letras de fuego y sangre», en una palabra: a una perversión de las li- ciente de la religión. Efectivamente, aunque tiene, de entrada, un en-
bertades humanas por la voluntad de poder. La alienación original de! foque religioso, la liberación realizada por el Exodo y la entrada en la
hombre es pues la que tiene su sede en la libertad misma de! hombre Tierra prometida tienen un aspecto político evidente e importante. Pero
y no la que pervierte su relación de producción con la naturaleza. a medida que se avanza en la revelación veterotestamentaria, se asiste,
Podrían hacerse otros muchos reproches al pensamiento marxista especialmente bajo la influencia de los grandes profetas Isaías, Jeremías
~apesar de su gr~n parte de verdad- y particularmente en lo que con- y Ezequiel, a una espiritualización de esta liberación y a una despoli-
Cierne su concepción de la economía, de la dialéctica y de la historia. tización de la esperanza religiosa. Este proceso se realiza en la revela-
Nos hemos limitado aquí a la crítica de su tendencia naturalista, por- ción cristiana cuyo carácter claramente transpolírico prohibe, en prin-
que es e! punto de vista que interesa en esta exposición de la explica- cipio, que pueda ser recuperada o anexionada por no importa qué or-

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La vía cosmológica El marxismo

den establecido o por una revolución política COntra este orden. Nin- establecido. Este silencio se explica por el contexto social y cultural de
gún modelo político, sea conservador o revolucionario, puede reivin- la época: los cristianos de entonces no podían plantearse las mis~as
dicar unívocarnenre el cristianismo ni exigir ser consagrado por él. cuestiones que nos planteamos nosotros hoy. Por eso, Pablo recomien-
Sin embargo, es necesario añadir enseguida que en e! Antiguo Tes- da a sus cristianos, que son esclavos, que se sometan a sus amos. Pero
~amento hay una inspiración profética -muy clara en Amós- que exi-
lo que ni Jesús ni Pablo, ni la .Igle~~aprimitiva han po~i~o intenta,r,
ge la justicia social con los pobres. La caridad cristiana que en el Nue- los cristianos de hoy tienen obligación de hacerla. La rrusion de J esus
vo Testamento toma el relevo de esta exigencia tiene ciertamente aná- era entregamos su muerte y su resurrección, ni más ni menos, y ha-
logas implicaciones: la epístola de Santiago las expresa con fuerza. Bre- bría comprometido esta misión única, si la hubiera asociado a otros ob-
vemente, el compromiso cristiano no puede agotarse, en e! orden po- jetivos. En cu~nto a noso:ros; ciertame?te, .debemos en pri~er lugar
lítico, pero incluye esencialmente una dimensión social y política!'. Va- vivir en su ongen y por SI mismo el rrusteno pascual de Jesus, pero,
rios documentos recientes de la Iglesia recuerdan con insistencia que en la lógica misma de la esperanza cristiana, debemos sacar las conclu-
la salvación cristiana implica como componente integrante un esfuerzo siones que de ella se desprenden en cuanto a las realidades económi-
de liberación del hombre que va hasta e! campo político y económi- cas, sociales y' políticas que condicionan parcialmente la dignidad del
co". Nada más normal ni más conforme a la lógica de! pensamiento ser humano. Por eso es una gracia para la Iglesia y para la sociedad ci-
cristiano, si queremos acordamos de que el cristianismo es: 1) una re- vil el tener entre sus miembros hombres políticos cuya fe esté a la al-
ligión de la creación, en la cual el mundo tiene una consistencia tan tura de su compromiso social y viceversa. Si la Iglesia, en el siglo pa-
grande que el acondicionarle da gloria a Dios; 2) una religión de la en- sado, hubiera tenido la iniciativa de haber formado mayor número de
carnación en la que la liberación del hombre es la prolongación del ellos, Marx no habría sido necesario y habríamos vivido la verdad del
amor de Dios desde e! momento en que e! mismo Dios se ha hecho marxismo sin tener que sufrir sus errores y, en particular, su descono-
hombre; 3) una religión de la resurrección, donde e! cuerpo humano cimiento del cristianismo.
está llamado a tal destino de gloria que salvar el hombre hasta en su Denunciar el desconocimiento del cristianismo. En Marx hay un
condición carnal más humilde y concreta recibe un premio infinito; profundo desconocimiento de la fe cristiana. Tiene en su favor que, en
4) una religión esencialmente histórica que, por lo mismo, pide que se aquella época, eran raros los cristianos que practicaban este «retorno
tome en serio el sentido de la historia.
a las fuentes» del que acabamos de hablar y que sacaban las consecuen-
Es cierto que la importancia del compromiso político no está ex- cias sociales correspondientes. Sin embargo, Marx y Eng~ls, no sin gran
plícitamente subrayada en el Evangelio. Este habla muy poco del pro- sorpresa por su parte, han encontrado cristianos como Etienne Cabet,
blema político y, cuando hace alusión a él, es, salvo muy raras excep- que, sobre todo en Francia, simpatizaban con las ideas sociales del co-
35
Ciones , en un sentido relativamente conformista y favorable al orden munismo, en nombre precisamente del cristianismo. Sabemos también
que el período en que Marx escribe es el momento que se desarrolla
}J Sobre este tema y sus implicaciones, d. el librito de HANS-URS VON BAl- en Francia el catolicismo social. Pero, repitámoslo, eran minorías y, en
THASAR,Duns l'engagement de Dieu, París, Apostolat des Édirions, 1973. todo caso, Marx no ha conocido movimientos comparables en Alema-

I
J4 Cf., por ejemplo, la Encíclica Populorum progressio, de Pablo VI y su carta al
nia, donde el luteranismo revestía frecuentemente la forma de un pie-
Cardenal Roy Octogesima adueniens, sobre la responsabilidad política de los cristianos.
JS Fuera del Apocalipsis, escrito en un contexto de persecución y, por lo mismo, tismo individualista adherido al poder político establecido. El caso de
muy hostil al orden romano (d. el terrible capítulo 18) el Nuevo Testamento más bien Engels es más alarmante aún. En el medio ambiente calvinista donde
simpatiza con las autoridades legítimas y recomienda que se las obedezca, Hay, no obs- creció, la doctrina aberrante de la predestinación era comprendida en

I
tante, un germen dc crítica social y política en la actitud negativa adoptada por Jesús
un sentido tan fatalista que excluía toda voluntad de transformación so-
para con el dinero ganado deshonestamente y para con la autoridad concebida como do-
minación (cí. Le 12, 24-17), en la crítica de Herodes Antipas (jese zorro!) y de otras
cial: si el obrero era oprimido era porque Dios le había predestinado
autoridades (escribas, legistas, etc.) así como en 'la voluntad de subordinar las institu- a ello, y no le quedaba otra solución que someterse a la voluntad di-

It
ciones al hombre y de dejar atrás los compartimentos sociales (el. la acogida de los pu- vina. En semejante contexto se comprende que el cristianismo está ex-
blicanos y pecadores).
puesto a ser desconocido por los que lo critican.

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La vía cosmológica El marxismo

En un punto, no obstante, es imperdonable este desconocimiento puede ser e! pecado original de la humanidad. En e! origen -y Marx
del cristianismo por parte del marxismo: cuando Marx interpreta la fe debe reconocerlo implícitamente- no puede haber sino una perver-
cristiana como una especie de proyección en la que se expresa la mi- sión de la libertad. Por no haberIo apreciado en su valor en nombre
seria del hombre alienado. Esto es, en primer lugar, olvidar que el cris- de un economismo impenitente, el marxismo se ha hecho e! reflejo
tianismo, salido del judaísmo, nace en un clima cultural y social que ideológico de una filosofía y de una teología truncada y se ha conver-
no tiene mucho que ver con la miseria proletaria de la civilización in- tido, con e! nazismo y el fascismo, en el proveedor de las mayores alie-
dustrial naciente. Es, sobre todo, olvidar que el cristianismo es una re- naciones humanas de nuestro tiempo. Por ello, los cristianos afirma-
ligión esencialmente histórica en la que la fe se impone bajo la presión rán siempre que la alienación económica sólo podrá ser vencida por
de hechos positivamente localizables. El cristianismo a diferencia de una conversión de las profundidades de! corazón humano, conversión
las grandes místicas religiosas, que podrían eventualmente explicarse que no basta por sí sola, sino que debe engendrar, con las técnicas apro-
en parte gracias a un mecanismo proyectivo, es mucho más la doloro- piadas, una transformación de las estructuras sociales y económicas
sa «introyección» en la humanidad de una Palabra divina de~concer- que respete la condición global de! hombre.
tante que la «proyección» consoladora de un mundo divino a partir de Otra crítica de la crítica concierne a lo que se puede llamar e! «rea-
la miseria humana. Cualquiera que examine honradamente los oríge- lismo» marxista. Para el marxismo, únicamente es válida la teoría que
nes del cristianismo, deberá admitir que en e! momento en que surge se verifica en la «praxis». Pero e! mismo marxismo peca contra este rea-
esta religión, y solamente en ésta, hay un acontecimiento central y fun- lismo cuando quiere descubrir la clave y la salvación de la historia hu-
dador, a saber, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Ahora mana en la misión universal del proletariado. En páginas sobrecoge-
bien, sabemos que los hechos no se proyectan aunque, ciertamente, pi- doras, que hacen pensar invenciblemente en Cristo crucificado, Marx
den una interpretaciórr'". Es, pues, un grave equívoco al presentar describe e! proletariado como esa clase que es universalmente porta-
como una consolación a la medida del hombre una religión que se de- dora de una liberación total, precisamente por estar absolutamente des-
fine esencialmente y que ha nacido históricamente como e! reconoci- pojada de toda posesión y porque su dignidad humana ha sido com-
miento, arrancado por e! acontecimiento, de una iniciativa divina: la pletamente aniquilada. Sólo que, e! proletariado no podría abrazar la
del Padre que ha resucitado a Jesús. miseria real de! hombre y triunfar efectivamente de ella por la revo-
Criticar la crítica. Es conveniente, en primer lugar, volver contra lución si no incorporase a la humanidad hasta en su muerte real (física
el mismo marxismo la teoría de la conciencia-reflejo que él enarbola y no solamente social y económica). Pero esta condición suprimiría al
contra la religión. Pues, si es verdad, que, en general, desde e! punto punto la tentativa revolucionaria. Sólo un Dios encarnado, muerto y
de vista marxista, la conciencia no hace más que reflejar las condicio- resucitado puede salvar al hombre concreto, es decir, al hombre peca-
nes materiales de la vida, entonces e! mismo marxismo debe lógica- dor y mortal. Al no integrar e! realismo cristiano, e! marxismo enmu-
mente interpretarse como el producto social de circunstancias sociales. dece ante el problema de la muerte del individuo humano. Por esto
Así pues, nos está permitido decir que, desde nuestro punto de vista aparta su mirada de la muerte real para ponerla únicamente en una
filosófico y teológico, el marxismo es también una ideología, a saber, muerte pensada, a saber, esa negatividad o esa nada por la que se de-
la ideología que refleja esta alienación humana, tan grave como la alie- fine el proletariado. De manera semejante, la resurrección que anuncia
nación económica, que consiste, precisamente, en pensar que .la alie- Marx no es la del hombre de carne y hueso condenado a la muerte,
nación fundamental del hombre es la alienación económica. Aquel a sino solamente la victoria política y social del proletariado, victoria,
quien su educación o su cultura llevan a comprender al hombre de la sin embargo, que no le librará de la muerte real y que no ofrece nin-
misma manera naturalista «proyectará» infaliblemente una teoría aná- guna salvación para las generaciones pasadas ni presentes. En realidad,
loga a la de Marx. Pero, lo hemos visto, la alienación económica no la escatología marxista se presenta finalmente como una ideología: se
promete una vida nueva, la cual, sin embargo, enmascara los aspectos
36 Remitimos, sobre este punto, a la crítica muy semejante concerniente a la teoría más decisivos de la condición efectiva del hombre. Al galvanizar así éli-
freudiana de la religión, que ha sido hecha más arriba. tes intelectuales con una ideología que les esconde lo que verdadera-

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La vía cosmológica El marxismo

mente se ventila en la existencia humana, el marxismo se revela hoy de la vía cosmológica, a saber, la que hemos llamado la filosofía de la
frecuentemente como el opio más potente de la clase cultivada. naturalezaJ7.
En lugar de anunciar, como la fe cristiana, que la muerte está ya
superada por la resurrección real del Hombre nuevo dado por Dios,
el marxismo aplaza para más tarde la salvación de la humanidad y no B. La filosofía de la naturaleza
resuelve más que en el pensamiento el misterio de la historia. Por esto
se expone a una tercera «crítica» teológica. Pocos pensamientos filo- La inspiración de esta nueva búsqueda sigue siendo, en cierto
sóficos son tan absolutistas como el marxismo, sobre todo en su for- modo, naturalista; la Naturaleza -y la Historia- continúan en el cen-
ma leninista: el proletariado es la llave del sentido inmanente de la his- tro de la perspectiva, pero, esta vez, de una manera que respeta mejor
toria y e! partido es la conciencia del proletariado. En una lógica se- la totalidad de! primer silogismo hegeliano Logos-Naturaleza-Espiritu
mejante, es difícil resistir a la tentación de! dogmatismo. Y este dog- y, por lo tanto, más verdaderamente «filosófica». La Naturaleza estará
marismo será tanto más peligroso y arbitrario cuanto que en él se pro- en e! centro, pero se la comprenderá como originándose en e! Logos
fetizará en nombre de un absoluto no real, el de la consumación de la divino. Conjuntamente, el Espíritu será presentado como e! término
historia. En efecto, en buena lógica marxista, solamente al término de del devenir cósmico, no como su producto, sino más bien como aque-
la historia (¿o en su verdadero principio?) será suprimida toda aliena- llo en lo que la Naturaleza se realiza sobrepasándose a sí misma. Por
ción, habrá una perfecta interpretación de la teoría y de la praxis, del esto, esta segunda búsqueda no tenderá ya a reducir sistemáticamente
sentido y del actuar en una humanidad a la vez creadora de sí misma la aventura espiritual de la humanidad a su basamento natural; mos-
y filosóficamente contemplativa. En la espera, e! sentido de la historia trará más bien en el mundo del espíritu e! fruto transcendente, unido
es descifrado de manera perentoria en nombre de un absoluto sola- verticalmente con el Logos, de la naturaleza y de la historia.
mente pensado. Cierto, la Iglesia está expuesta también al peligro de! Si prescindimos de la cosmología antigua y de las teorías fulgu-
dogmatismo: obispos y teólogos deben evitar el hablar a cada paso en rantes pero indisciplinadas del Renacimiento, encontramos el ejemplo
nombre de! Absoluto. Hay, no obstante, en algunas circunstancias pre- más eminente de una filosofía de la naturaleza en las especulaciones
cisas, una legítima pretensión de la Iglesia a la infabilidad. Esta legiti- . procedentes del Romanticismo alemán. Los nombres de Schelling
midad se apoya en la venida real de Dios hecho hombre en e! corazón (1775-1854) Y de Hegel (1770-1831) brillan con particular resplandor.
de nuestra historia. Aque! que es el Sentido transcendente de la histo- Estos dos gigantes del idealismo ven agitarse inconscientemente, en el
ria se ha encarnado en nuestra historia. Así se nos ofrece un sentido trabajo obscuro de la naturaleza, las mismas fuerzas que trabajan en la
real, sin que nosotros podamos «disponer» de él, pues nadie puede ma- conciencia. Interpretan el eterno devenir de la naturaleza como la odi-
nipular al Resucitado a la manera de una regla conceptual de interpre- sea del Espíritu que aspira penosamente a deshacerse de su exteriori-
tación. La pretensión cristiana de poder aclarar el sentido de la histo- dad para reencontrar la interioridad original del Logos divino. Des-
ria está sin embargo justificada desde el momento en que se apoya so- graciadamente, la tecnicidad de estas dos grandes filosofías de la natu-
bre el Absoluto realmente existente del Dios que se ha revelado ya his- raleza es tal que no podemos intentar exponerlas aquí. Ilustraremos,

I
tóricamente en Jesucristo. Por eso es posible y legítima en la Iglesia pues, este pensamiento filosófico con dos ejemplos más recientes y más
una autoridad doctrinal y moral que ningún partido puede reivin- accesibles, los de Henri Bergson y Pierre Teilhard de Chardin.
dicar.

Después de estas ilustraciones filosóficas de la explicación arqueo-


lógica, podemos pasar ahora a la segunda interpretación característica
I )7 Serían aún posibles otras ilustraciones de la explicación arqueológica. Pensa-
mos, por ejemplo, en la corriente neo-positivista nacida del empirismo lógico. Pero, ade-
más de que, en lo esencial, la actitud característica de esta corriente se encuentra ya en
el positivismo clásico, la exposición de este género de teoría exigiría una tecnicidad que
no es. propia de una obra de divulgación.

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La vía cosmológica Henri Bergson

es la última etapa del pensamiento de Bergson- está la humanidad, la


1. El vitalismo de Bergson única especie viva que no se agota en la actividad instinti va (como los
artrópodos) o inteligente (como los demás vertebrados) destinada a do-
Bergson (1859-1941) ha recibido una formación filosófica particu- minar la materia, sino que es capaz de tomar creativarnente el relevo
larm~nte marcada por e! positivismo y e! conjunto de su obra puede del impulso vital indivisible. Es, pues, en el campo propiamente hu-
considerarse como una enérgica reacción contra las tendenciasreduc- mano del arte, de la moral y de la religión donde de ahora en adelante
toras, antimetafísicas, de! pensamiento positivista. La idea central de la se extiende la meditación bergsoniana, especialmente en Las dos fuen-
filosofía bergsoniana aparece ya en su primera gran obra de 1889, el tes de la moral y de la religión (1932). Volvemos a encontrar ahí el dua-
Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia: se trata de la du- lismo habitual del pensamiento de Bergson. El filósofo distingue, en
ración. Bergson opone la duración interior de lo vivido, el flujo con- efecto, dos tipos de moral y de religión. Por una parte, la moral cerra-
tinuo e irreversible de la conciencia Íntima, al tiempo dividido en es- da, que no es más que un automatismo cuyo objeto es conservar las
pacios, recortado en momentos y medido por las agujas de los relojes. costumbres sociales, y una religión estática (mágica, totemica o mito-
En cuanto al acto que capta esta duración, Bergson lo llama la intui- lógica) dominada por la coacción y el miedo. Por otra parte, la moral
ción y opone esta intuición inmediata y unificante a la actividad dis- abierta, la de los héroes, animada por un impulso de amor que aspira
cursiva y parcelante de la inteligencia. Más tarde, en Materia y memo- a dilatarse a las dimensiones de la humanidad entera, y la religión di-
rza (1896), dará a su descubrimiento un alcance más metafísico -me- námica, la de los místicos y de los santos, que se adhiere al impulso
nos psicológico-- dando a conocer la existencia en el hombre de una creador y, por su poder de atracción, arrastra consigo la humanidad
memoria pura que, a diferencia de la memoria mecánica del hábito, re- hacia las más altas cumbres del espíritu. Hay, pues, dos fuentes en la
cibe los acontecimientos en su unidad y es relativamente independien- moral y en la religión. Una es la naturaleza yerta y la presión social,
te del orden psicológico. Mientras que, por la percepción pura, el es- emparentadas con la pesadez de la materia. La otra es el impulso crea-
píritu es sumergido en la materialidad, la memoria pura revela que lo dor, el puro surgir de la vida. Mientras que la moral cerrada y la reli-
psíquico sobrepasa lo cerebral y esto habla en favor de la libertad trans- gión estática se paralizan en la obligación muerta y en el ritualismo es-
c~~dente del espíritu y de la inmortalidad del alma. Pero lo que es de- téril, la moral abierta y la religión dinámica son la irrupción inmedia-
CISIVO para nuestro tema es la tesis sostenida en 1907, en La etolucion ta, en la humanidad, de este impulso vital del que la naturaleza misma
creadora, a saber, que la vida y el universo en su conjunto son, ellos no es más que una sedimentación. Ellas realizan e incluso transcienden
también, duración, con la condición, ciertamente, de que sean apre- la evolución cósmica, aunque se sitúan en su prolongación. Aquí el
hendidos por la intuición filosófica y no disecados por un método cien- pensamiento bergsoniano requiere algunas reservas críticas.
tífico unilateral. Lo que es notorio aquí es que la intuición de la du- A pesar de la amplitud de sus puntos de vista, Bergson sufre los
ración desborda el campo de la conciencia individual para extenderse límites inevitables de su punto de partida. En polémica con el positi-
progresivamente al universo entero. Esta duración cósmica es lo que vismo y el cientificismo, queda determinado por aquello mismo con-
Bergson llama la evolución creadora cuyo impulso vital, excluyendo tra lo que él reacciona. Esto da a su pensamiento, no obstante su pro-
todo mecanismo reductor y todo finalismo estrecho, atraviesa el uni- fundo espiritualisrno, un aire algo vitalista y biologizante, demasiado
verso asegurándole unidad y continuidad por la simplicidad que surge marcado aún por las ciencias naturales. Esto se manifiesta especialmen-
de él. Absolutamente simple en sí mismo, el impulso vital se diversi- te en su comprensión de la moral y de la religión, en la medida en que
fica y se paraliza provisionalmente al contacto con la materia, la cual estas, aun transgrediendo el orden cósmico evolutivo, sin embargo son
no es otra cosa que la caída de la impulsión creadora. El conjunto de concebidas excesivamente dentro de su prolongación y como su rele-
las formas naturales, en particular las formas vivientes, aparecen así, vo. Ahora bien, hay una gratuidad absoluta del valor moral (cf. Kant)
en una perspectiva evolucionista, como las creaciones sucesivas del im- y una libertad soberana de la revelación (cf. el cristianismo) que esca-
pulso vital en conflicto con la materia inerte que le sirve a la vez de pan a cualquier evolucionismo, por muy espiritualizado que sea.
obstáculo y de trampolín. En la cumbre de esta evolución creadora-y En una palabra, el pensamiento de Bergson no es «arqueológico»

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La vía cosmológica Pierre Teilhard de Chardin

ya que la evolución cósmica, aunque representa un papel central, es en- donde la revelación cristiana es justificada por su coherencia con la eta-
tendida como teniendo su origen en e! absoluto y como transcendién- pa precedente.
dose en la doble esfera de la moral y de la religión. Sin embargo, lleva Desde e! punto de vista fenomenológico, Teilhard distingue cuatro
consigo una tendencia reductora en e! sentido de que es propensa a no umbrales críticos en la evolución:
ver en estas altas esferas del espíritu más que el resultado de la evolu- a) El punto crítico de vitalización :Y de cerebración. Es el primer
ción universal y de su impulso creador. Encontraremos una ambigüe- umbral importante, en e! cual, por la complejificación de ciertas pro-
dad parecida en el evolucionismo cristiano de Pierre T eilhard de teínas, la materia deja aparecer la vida. En el caso de los vivientes su-
Chardin. periores, al ser el cerebro el órgano donde la vida se centra, e! curso
de la evolución podrá evaluarse por los progresos de la cerebración.
b) El punto crítico de reflexión o de hominización. Después de una
2. El evolucionismo de Teilhard de Chardin mutación cerebral «hominizante», aparece un viviente, e! hombre, que
no solamente sabe (a la manera como los animales aprehenden el mun-
Teilhard de Chardin (1881-1955) pertenece a la misma familia de do) sino que sabe que sabe. Una nueva vida comienza, cuyo sujeto, e!
espíritus que Bergson. Además, este último ha influido en él por me- hombre, es capaz de reflexión, es decir, es capaz de tener una opinión
dio de Edouard Le Roy. Como su pensamiento ha sido muy divulga- sobre sí mismo y sobre su saber y de poder decir «yo». De la biosfera,
do, nosotros nos contentaremos con recordado subrayando su dimen- hemos pasado a la noosfera, la esfera del espíritu.
sión cosmológica. Para hacerla, nos apoyaremos en un texto dirigido c) El desarrollo de la ea-reflexión o de la socialización. Al civili-
a Claude Tresmontant en 1954, texto que el Padre Teilhard de Char- zarse, los hombres interfieren unos con otros y así reflexionan unos
din consideraba como la exposición más corta y más clara de su con otros: es el fenómeno de la ea-reflexión que obedece también a la
posiciórr'", ley de complejidad-conciencia, pues, al hacerse compleja por una ex-
tensión siempre creciente de la socialización, la humanidad cae en la
El punto de partida de! pensamiento de Teilhard y la clave de todo
cuenta de nuevas dimensiones del Universo y de su propia existencia
su sistema es que, en el universo, además de lo infinitamente grande y
y, por ello, se hace capaz de tomar el relevo de la evolución cósmica
lo infinitamente pequeño, existe un tercer infinito, el infinito de com-
y de asegurarle lúcidamente la orientación. Actualmente estamos en
plejidad, por e! que la materia evoluciona hacia estados de adaptación
este punto crítico de autogestión de la evolución específicamente
cada vez más complicados, en dirección inversa a la entropía. El erecto
humana.
concomitante de esta complejificación es la concentración creciente de
d) Probabilidad de un punto crítico de ulira-rejlexion. Ahora se
la conciencia. En la materia, incluido en la más opaca se encierra, se-
trata de una hipótesis obtenida por extrapolación. La ea-reflexión pro-
gún Teilhard, un germen de conciencia. La evolución consiste en que
gresiva de una humanidad cada vez más unánime permite preveer la
e! fenómeno de la conciencia, gracias a la complejificación de la mate-
aparición de un nuevo umbral crítico en el que la humanidad, en el pa-
ria, se concentra y se desarrolla pasando por una serie de puntos
roxismo de la unidad, se pensará por encima de sí misma en dirección
críticos.
a un término transcendente. Teilhard llama «Punto Omega» a este ho-
En esta descripción de la evolución hay que distinguir dos etapas: gar de ultra-reflexión en el que la humanidad debe unificarse más allá
1) una etapa fenomenológica donde se describen positivamente el fe- (ultra) de sí misma y que polariza su devenir.
nómeno de la evolución cósmica y la aparición del mundo humano, A partir de este momento comienza el caminar apologético de Teil-
sin referencia a ninguna revelación religiosa; 2) una etapa apologética hard de Chardin. El punto Omega no podría orientar la evolución hu-
mana si no fuera más que un foco imaginario, un horizonte puramente
38 Se encontrará este texto en el florilegio siguiente: PIERRE TEILHARD DE CliAR-
conjeturado. Debe ser un centro cósmico real y personal. Para el cris-
DlN,je m 'explique, París, Éditions du Seuil, pp. 99-104, con el título -Un sommaire de tiano Teilhard de Chardin esta Omega es Cristo. Y por eso, si Omega
ma perspective phénoménologique du monde •. es verdaderamente un foco real y personal, es completamente verosí-

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La vía cosmológica Capítulo Segundo

mil y probable que la luz que de él emane se refleje ya desde ahora en


ENFOQUE TEOLOGICO
el hombre que camina hacia ella y que ilumine su ruta. De esta forma,
a partir de las sugestiones que se desprenden de la descripción feno-
menológica de la evolución, la revelación cristiana recibe un puesto.
Ella no sería otra cosa sino la Palabra que, incluso antes del término
de la evolución, el punto Omega, centro del devenir universal, dirige
al hombre que todavía continúa reflexionando, con el fin de iluminarle
la ruta a partir de su término. Por la revelación, la humanidad se fa-
miliariza anticipadamente con Aquel que es su última realización.
El pensamiento evolucionista del Padre Teilhard es un bello ejem-
plo de una «filosofía de la naturaleza», fiel a las exigencias del primer
silogismo hegeliano Logos-Naturaleza-Espíritu. Su «filosofía» es la de
un hombre de ciencia, de un paleontologista, cuya patria intelectual,
como para muchos de sus contemporáneos, es el mundo de las cien-
cias de la naturaleza. Sólo que este amor del mundo y de la ciencia,
lejos de conducir a Teilhard a puntos de vista positivistas reductores,
le lleva más bien a una visión equilibrada donde la evolución cósmica, Uno de los fines de la teología es demostrar la credibilidad de la
aunque representa un papel central, permanece arraigada en el Alfa del revelación cristiana, poner en evidencia que la Palabra de Dios en Je-
Amor creador y orientada hacia la Omega transcendente del Cristo pa- sucristo es digna de fe. En un contexto cultural en el que predomina-
rusíaco. Así la aventura espiritual de la humanidad y de la revelación se, en filosofía, la vía cosmológica, la reflexión teológica tenderá a de-
no se reduce a su infraestructura cosmológica; mas bien es la evolu- mostrar que la realidad de Cristo y su mensaje son dignos de fe en ra-
ción cósmica la que es concebida como transcendiéndose a sí misma zón de la función positiva que ejercen en favor del mundo y de la his-
en el surgir del espíritu y la acogida de la revelación. El pensamiento toria. Será la contribución aportada por la revelación cristiana a la com-
filosófico de Teilhard es unilateral y necesita el correctivo indispensa- prensión armoniosa de la evolución del mundo y del sentido de la his-
ble de las otras dos vías antropológica y metafísica. El espíritu no es toria, que se manifestará como la justificación decisiva de la fe en
sólo el coronamiento de la evolución, es también una especie de co- Jesucristo .
mienzo absoluto que, en cuanto tal, no puede ser engendrado a partir El pensamiento religioso de Teilhard de Chardin nos proporciona
de la naturaleza, y que, últimamente, no tiene su origen sino en el mis- una introducción perfecta a este enfoque cosmológico en teología. Pre-
mo Dios. Teilhard no habría negado estas resonancias antropológicas cisamente su preocupación ha sido hacer ver que el fenómeno cristia-
y metafísicas que evocamos aquí, pero no forman la parte central de no es una Palabra que aclara desde ahora el sentido de la evolución del
su pensamiento. Vamos en seguida a ver el valor y los límites de su mundo y de la historia humana; por ello, la Revelación cristiana es dig-
explicación cosmológica en el plano teológico estudiando ahora el im- na de fe para el hombre contemporáneo, fuertemente marcado por la
pacto ejercido sobre la inteligencia cristiana de la fe por una corriente dimensión científica e histórica de la existencia humana. Apasionada-
filosófica que tiene sus raíces en el doble mundo objetivo de la natu- mente enamorado de la Tierra, de la vida y de la ciencia y apasiona-
raleza y de la historia. Hasta aquí hemos intentado caracterizar la vía damente enamorado de Dios y de Jesucristo, Teilhard ha querido de-
cosmológica en el plano filosófico. En un segundo capítulo tendremos mostrar que estos dos amores son compatibles y que se refuerzan mu-
que examinar la actitud teológica correspondiente. tuamente. De ahí su esfuerzo continuo por asociar desde su punto de
vista evolucionista la fe en Cristo y la cosmogénesis. Tal es el alcance
de las bellísimas líneas por las que Teilhard termina el texto en el que
nos hemos apoyado más arriba: «desde este punto de vista... la

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La vía cosmológica Horizonte socio-histórico de la teología

Corriente Mística Cristiana tiene un significado y una actualidad ex- la dimensión cósmica e histórica a la vez de la Encarnación. «Cuando
traordinarios. Pues si es verdad que, según la necesidad energética, el (el Hijo de Dios) se ha encarna~o y se ha hecho hombre, ha recapitu-
proceso de complejidad-conciencia exige absolutamente, para concluir- lado en sí mismo la larga historia de los hombres y nos ha procurado,
se, el calor de una fe intensa, es igualmente cierto que ninguna fe es en compendio, la salvación, de manera que lo que habíamos perdido
actualmente capaz de asumir plenamente una cosmogénesis de conver- en Adán, es decir, el ser a la imagen y semejanza de Dios, 10 recobre-
gencia, salvo la fe en un Cristo «plerornizante. y «parusíaco», in qua mos en Cristo [esúsv'", Un esquema de pensamiento parecido subya-
omnia constant», ce también al tema patristico bien conocido según el cual la Revela-
Ahora tenemos que ilustrar y examinar criticamente esta vertiente ción del Nuevo Testamento no solamente corona el anuncio profético
teológica de la vía cosmológica. Lo haremos en tres tiempos. Comen- del Antiguo, sino que recapitula y acaba el conjunto de las religiones
zaremos por demostrar que esta explicación tiene sus credenciales en paganas llevando así a la perfección la idea misma de religión: es la fa-
la más auténtica tradición cristiana. El punto de vista más estrictamen- mosa justificación del cristianismo como clave de bóveda del edificio
te cósmico o natural de la vía cosmológica ha sido ya recordado a tra- de las religiones.
vés de Teilhard de Chardin; a continuación hablaremos del horizonte Ciertos aspectos del pensamiento cosmológico se encuentran en
socio-histórico de la teología, ilustrándolo con algunos ejemplos recien- Tomás de Aquino cuando este último en su Suma teológica, presenta
tes. Y, para terminar, indicaremos los límites incontestables junto con a Cristo como el centro del retorno a Dios de las criaturas. En la gran
el valor de este enfoque. curva descrita por el plan de la Suma, el teólogo parte de Dios para
llegar a la creación, de manera que Cristo aparece como Aquel por
quien la creación, salida de Dios, podrá volver a Dios. Cristo es así
A. Fundamento tradicional de una teología cósmica e histórica comprendido, funcionalmente, como el mediador y el instrumento de
la vuelta a Dios del mundo que de él procede.
La justificación cósmica o histórica de la fe en Jesucristo puede Bastan estas referencias para demostrar que la vía cosmológica tie-
fundarse en una muy larga y auténtica tradición cristiana que tiene sus ne, en teología, firmes fundamentos en la tradicción. Querríamos aho-
raíces en el Nuevo Testamento. Así, San Pablo atribuye a Cristo una ra apreciar el valor positivo de tal estudio ilustrándolo con el ejemplo
función cósmica, en términos cuya solemnidad -lo sabemos- ha im- de teologías modernas guiadas por una inspiración semejante.
presionado fuertemente al Padre Teilhard. La creación entera aparece
como sometida a la vanidad, pero conserva la esperanza de ser libera-
da de la corrupción en Aquel que es el Hijo de Dios en persona y el B. El horizonte socio-histórico de la teología
primogénito de la humanidad glorificada (d. Rm 8, 18-30). Pues la vo-
luntad del Padre es «recapitular», reunir el universo entero bajo un La explicación cosrnológica e histórica tiene, incontestablemente,
solo jefe: Cristo (d. Ef 1, 10), por quien y para quien todo ha sido un gran valor teológico. Lo hemos visto hace un momento, las fuentes
creado y en quien el universo tiene consistencia y coherencia (d. Col más originales de la fe atribuyen a Cristo una función cósmica e his-

I
1, 13-20 Y 1 Cor 8,6). Por eso San Pablo espera como salvador al Se- tórica. A partir de Cristo, una luz se proyecta sobre el sentido global
ñor Jesucristo «que transfigurará nuestro cuerpo de miseria para con- de la evolución del mundo. Y, por' ello, en nuestro tiempo tan sensible
formarle a su cuerpo de gloria, con esa fuerza que él tiene de poder a las ciencias de la naturaleza y al sentido de la historia, es capital va-
someterse incluso todo el Universo» (Flp 3,21). En el Prólogo de San lorar los aspectos correspondientes del cristianismo y demostrar que
Juan (jn 1, 1-5) Y en la introduccion de la carta a los Hebreos (Hb 1, la fe cristiana no sólo no se opone ni permanece ajena a estas dos gran-
1-4) se encuentran acentos cósmicos comparables. des dimensiones de la cultura, sino que es positivamente capaz de acla-
Entre los Padres de la Iglesia, San Ireneo es especialmente cono- rarlas, e incluso, de profundizarlas. Resumiendo, es esencial para la
cido por haber continuado y desarrollado la doctrina paulina de la re-
capitulación del universo y de la humanidad en Cristo, subrayando así 39 Aduersus Haereses, III, 18, 1.

124 125
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La vía cosmológica Wolfhart Pannenberg

Iglesia de hoy promover un cristianismo a las dimensiones del mundo de su [initud, se encamina hacia una superación de sí mismo que tro-
y de la historia, y allí donde sea aún necesario, salir del ghetto de una pieza inevitablemente con e! obstáculo de la muerte. El sentido de la
religiosidad unilateralmente pietista e íntima. Antes del último Conci- filosofía es desarrollar esta interrogación, pero sin poder darle una res-
lio, hemos conocido a veces una concepción demasiado individual o de- puesta. La respuesta, Pannenberg no quiere buscarla ni en la estructu-
masiado privada de la fe, con poca irradiación hacia e! mundo y hacia ra íntima de la subjetividad ni en una revelación concebida autorita-
la historia. Algunos de los enfoques teológicos recientes pueden ayu- riamente como un puro don sobrenatural que viene de arriba, sino en
damos a llenar estas lagunas. Hemos hablado de Teilhard de Chardin la historia de las religiones. Es pues sobre el fondo objetivo de la his-
y de sus puntos de vista cósmicos. Las páginas siguientes las dedica- toria religiosa de la humanidad donde planteará la pregunta de saber
remos a las perspectivas históricas y políticas de la teología con- si, en el fenómeno cristiano, Dios ha satisfecho efectivamente la espera
temporánea. del hombre. Ahora bien, entre todas las religiones, la de la Biblia es la
única que plantea expresamente en términos históricos la cuestión de
la revelación salvífica de Dios. Como lo afirma la primera tesis dog-
L Pannenberg y la teología de la historia mática de Pannenberg'", «según los testimonios bíblicos, la autorreve-
lación de Dios no se realiza directamente a la manera de una teoianía,
Teniendo en cuenta el objeto formal de nuestro estudio, sólo re- sino indirectamente, por las acciones históricas de Dios». El Dios bí-
tendremos de Wolfhart Pannenberg los aspectos de su pensamiento blico no se revela inmediatamente en una especie de espectáculo so-
concernientes a la concepción de base de la teología. Nos detendremos brenatural o en una comunicación privilegiada de tipo gnóstico, se re-
pues, más en la teología fundamental de este teólogo luterano que en vela indirectamente y con plena claridad en acontecimientos objetiva-
su cristologia''", El autor ha tenido la originalidad de pensar la religión mente localizables y sujetos al control del método histórico racional.
cristiana sobre el fondo de la historia universal y de justificar así la cre- Son los hechos los que son portadores de sentido y este sentido es in-
dibilidad del acontecimiento-Jesús a partir de la luz que, de un lado, manente a los hechos. Para descubrirle e interpretarle, basta con vol-
este acontecimiento proyecta sobre la historia del mundo y que, por ver a situar los hechos significantes en su contexto histórico global y
otra parte, él recibe de ella. De esta manera, según la célebre fórmula volver a buscarles su sitio dentro de la historia de las tradiciones en
de Pannenberg, "la historia es el horizonte más englobante de la teo- las que se insertan. Cualquier historiador fiel a las exigencias de su mé-
logía cristiana» 41. Veamos en qué sentido. todo es capaz de esta verificación del sentido revelador de la historia.
El hombre es esencialmente un ser que se pregunta. Consciente (,A diferencia de las apariciones particulares de la divinidad, la revela-
ción por la historia está abierta a cualquiera que tenga ojos para ver.
Tiene un carácter universal.s v' Pero, si la historia es ei lugar de la re-
40 De PANNENBERG, se leerá especialmente, desde este punto de vista, las contri-
buciones contenidas en Offenbarung als Gescbicbte, Góttingen, Vandenhoeck-Ruprecht, velación divina, somos, por esto mismo, remitidos al fin de la historia
1961, especialmente el artículo titulado «Tesis dogmáticas para la doctrina de la revela- para descifrar la revelación, pues es solamente en el todo acabado de
ción», pp. 91-114, así como la colección de artículos Grundfragen systernatischer Tbeo- la historia donde los acontecimientos particulares tendrán su sentido
logie, ibíd., 1967, de la que dos artículos merecen una atención particular: «Aconreci- definitivo. « La revelación se da no al comienzo, sino al final de la his-
miento de la salvación e historia», pp. 11-78, Y «Hermenéutica e historia universal», pp.
91-122. Sobre Pannenberg existe un pequeño librito muy claro y penetrante de IGNACE
toria revelante» 44. Aquí la figura de Jesús resalta con toda su brillan-
BERTEN, Histoire, réuélation et foi. Dialogue a'Vec Wolfhart Pannenberg, Bruxel- tez. En la apocalíptica judía, la espera de la revelación última de Dios
les, Éditions du Cep, 1969. Se encontrará también un buen resumen de las tesis de Pan- como Señor de la historia y Dueño de todo está unida a la espera de
nenberg y de los principales teólogos contemporáneos en la obra de divulgación de la resurrección general de los muertos. Por eso, la resurrección indi-
CLAUDE GEFFRt, Un nouvel age de la tbéologie, París, Éd. du Cerf, 1972. Léase tam-
bién PIERRE WARIN, Le cbemin de la théologie chez Wolfhart Pannenberg, Universitá
Gregoriana, Roma, 1981. 42 Offenbarung als Geschicbte, p. 91.
•• Heilsgeschehen und Geschichte, en «Grundfragen sysrernarischer Theologie-, p. 43 Es la tercera tesis dogmática: ibid., p. 98.
22. 44 Es la segunda tesis dogmática: ibíd., p. 95.

126 127
La vía cosmológica Wolfhan Pannenberg

vidual de Jesús se manifiesta como la «prolepsis» o la anticipación de esta fe histórica no es aún salvífica. Es sólo e! presupuesto indispen-
la revelación escatológica plenaria al final de la historia. En el aconte- sable (si no para cada individuo, al menos para la comunidad) para que
cimiento histórico de la resurrección, Dios se revela ya como Aquel la fe-confianza no sea ciega. Sólo esta última, sólo la fe fiducial por la
que tiene poder sobre la muerte, realizando así de una manera tan com- que yo me abandono incondicionalmente a Dios que ha resucitado a
prensible como imprevisible la esperanza de Israel. De ahí la conclu- Jesús y que nos resucitará a todos al fin de la historia, es en mí el fruto
.sión de Pannenberg: «La revelación universal de la divinidad de Dios del Espíritu y la fuente de salvación .
se ha efectuado no en la historia de Israel, sino únicamente en el des- La teología histórica de Pannenberg es liberadora en más de un as-
tino de Jesús de N azaret, en cuanto que en este destino ha venido de pecto. Se apreciará, en la pluma de un teólogo luterano, la afirmación
repente, de una manera anticipada, el final de todo acontecimiento» 45. de! papel capital de la razón natural en el acto de fe. Nos alegraremos,
Es verdad que el acontecimiento de la resurrección, aún anticipando sobre todo, de su insistencia sobre la función de la historia en la re-
el final de la historia, sigue siendo interior a esta historia y queda así velación y sobre la dimensión histórica de la fe y de la teología. Al ha-
abierto a un futuro que se nos escapa. Por este rechazo de todo saber cer esto, Pannenberg proporciona un excelente antídoto a estas teolo-
absoluto, Pannenberg se distancia de Hegel del que es, por otra parte, gías pietistas o existenciales, excesivamente Íntimas y subjetivas, de las
muy próximo en su concepción de la historia universal. O sea, que el que hablaremos en la segunda parte de este trabajo. Pannenberg se opo-
significado de! destino de Jesús, y particularmente de su resurrección, ne aquí especialmente a las opiniones de Bultmann. Pero, e! hacer hin-
queda abierto. Del mismo modo que, en cuanto al pasado, «el acon- capié sobre la historia es también para Pannenberg una manera de guar-
tecimiento de Cristo no revela la divinidad de! Dios de Israe! como un dar las distancias para con las teologías de la Palabra de Dios y, espe-
acontecimiento aislado, sino en cuanto que forma parte de la Historia cialmente, para con Barth, Lo que reprocha a este último es el suspen-
de Dios con Israel- ", así la revelación de Dios en Jesús sólo nos dará der el acto de fe a la autoridad vertical de una revelación que viene de
un conocimiento definitivo de Dios cuando la resurrección profética arriba y que transciende totalmente la objetividad de la historia. En
de Jesús se extienda a todos los difuntos al término de la historia. Hay esta misma línea, se opone a cualquier distinción cualitativa entre «his- .
que señalar finalmente que esta lectura de los acontecimientos revela- toria de la salvación» e «historia profana». Nosotros mismos hemos
dores se encuentra integralmente, para Pannenberg, en el campo del co- ya criticado el verticalismo excesivo de Barth y tendremos que volver
nocimiento histórico objetivo. Incluso la resurrección de Jesús es para sobre ello en nuestra tercera parte. Pero -y aquí pasamos a exponer
él un hecho histórico de la incumbencia del historiador (a condición, algunas reservas- Pannenberg ¿ no tiende a supervalorizar la impor- .
ciertamente, de no identificar el concepto de «hecho» con el aconteci- tancia de la historia? De las tres dimensiones de la reflexión filosófica
miento empírico directamente comprobable). La revelación de Dios en y teológica: objetiva, subjetiva y absoluta, nuestro autor apenas si va-
la historia es, pues, un libro abierto perfectamente accesible al simple loriza más que la primera, la dimensión histórica objetiva. Este prejui-
conocimiento histórico y a una hermenéutica basada en e! estudio de cio demasiado sistemático le lleva a subestimar e! papel subjetivo de la
las tradiciones. ¡Tesis sumamente original! que quiere decir que todo pre-comprensión existencia] en la asunción de la revelación histórica.
el aspecto cognoscitivo de la fe es de la incumbencia de la razón en- 1 Esta misma idea preconcebida le conduce paralelamente a tachar de

I
tendida, no como facultad a priori, sino como razón histórica que tie- «autoritaria» toda teología que recurra a la «autoridad» de la Palabra
ne cuidado de la exposición de los hechos y que vigila su facticidad. de Dios o a la «inspiración» de la Escritura, o a la «transcendencia»
Por lo tanto, forma parte de la ciencia histórica el saber que Jesús ha sobrenatural de la historia de la salvación. Y como la Sagrada Escritu-
resucitado, que Dios es su Padre, que él es el Hijo de Dios, etc. No ra se expresa ella misma en estas categorías autoritarias, Pannenberg lle-

I
existe más que el saber natural y la fe-conocimiento es un acto natural ga hasta proponer una «despositivación» de la Escritura, encargada de
de saber. No obstante, como buen luterano, Pannenberg piensa que expurgar la Biblia de esta mentalidad sujeta a una autoridad «positi-
va». Estas posiciones radicales nos parecen tanto más deplorables cuan-
45 Es la cuarta tesis dogmática, ibíd., p. 103. to que se apoyan en la aprobación ingenua de la filosofía de las Luces,
•• Es la quinta tesis: ibid., p. 107. según la cual el hombre moderno, llegado a la edad adulta, no puede

'128 129
La vía cosmológica Jürgen Moltmann

ya aceptar ninguna autoridad exterior a su propia inteligencia, DI Si- bido contrastándolo con el de Wolfhart Pannenberg'". Moltmann hace
quiera la autoridad de Dios. ¿Por qué esta apresurada concesión a un el reproche a éste último de haber propuesto solamente una nueva lec-
antropocentrismo que Hegel no vacilaría en calificar de «simpleza» in- tura de la historia en la cual el acontecimiento de la Resurrección es
telectual? ¿No habrá una concepción de la «autoridad» de Dios, en su interpretado sobre el fondo de la historia universal y en la cual el sen-
revelación, que sea compatible con la autonomía relativa de la razón tido de esta última está interpretado prolépticamente a la luz de la Re-
humana? Finalmente, la misma actitud conduce a Pannenberg, lo he- surrección. Moltmann quiere una teología que no se 'limite a interpre-
mos visto, a pensar que los acontecimientos reveladores pueden ser tar la historia, sino que modifique su curso. Haciendo alusión a la on-
captados como tales, como revelación de Dios, sin necesidad de la ilu- ceava tesis de Marx sobre Feuerbach, Moltrnann escribe: «el teólogo
minación del Espíritu Santo, por un simple conocimiento histórico'". no se contenta con interpretar de otra manera el mundo, la historia y
Por ello, puesto que la fe sobrenatural no es necesaria para la percep- la condición humana: él tiene que transformarlos, en la espera de la
ción de los hechos reveladores, Pannenberg llega, muy lógicamente, a transformación divina»50. Además, Pannenberg, según Moltmann, por
desviar excesivamente hacia el futuro de la promesa todo el peso de la haber abandonado las categorías de promesa y de realización, cae en
fe viva. Volveremos a encontrar este «futurismo», tan característico de una concepción cosmológica de la historia como «epifanía» o manifes-
la teología protestante, en el pensamiento, semejante en muchos aspec- tación de Dios, que es fundamentalmente pagana y griega. Es verdad
tos, de Jürgen Moltrnann. que no es el cosmos como tal quien, para Pannenberg, es revelación
La teología fundamental de Pannenberg tal como la hemos esbo- de Dios, es la historia, pero esta revelación histórica en lugar de ser
zado rápidamente y en razón misma de sus excesos nos parece una ilus- pensada como abertura dinámica de un futuro inagotable bajo el signo
tración muy sugestiva de la justificación cosmológica de la fe cristiana de la promesa, permanece concebida según el registro dellogos griego,
a partir de la historia. Esta perspectiva capital, pero unilateral, podrá como manifestación objetiva y totalizan te (aunque proléptica),
resumirse en una última cita: «La tarea de la teología protestante, ac- Como lo indica el subtítulo de la Teología de la esperanza, Molt-
tualmente, es sobrepasar los límites de una teología autoritaria de la re- mann ha querido estudiar los fundamentos y las consecuencias de una
velación y los de una piedad individualista, yeso con el fin de hacer escatología cristiana. Es dentro de este contexto decididamente escato-
valer la significación de la tradición cristiana para la humanidad. Por- lógico como hay que entender la insistencia de Moltmann sobre la di-
que es a partir del momento en que Cristo es comprendido como fuen- mensión del futuro en la comprensión de la historia y de la revelación:
te de esperanza y de libertad para el hombre, en el cuadro de la his- la teología de la esperanza será una teología de la historia elaborada en
toria del mundo, cuando el cristianismo está verdaderamente en con- función de la categoría temporal del futuro. Mientras que las teologías
diciones de poder intervenir en las discusiones sobre las decisiones his- de Barth, de Bultrnann e incluso la de Pannenberg reducen, respecti-
tóricas del presente y, en particular, de afrontar el reto que le lanza el vamente, la realidad escato lógica al ya-ahí siempre presente de la pa-
.
marxismo.» .
48

2. Moltrnann y la teología de la esperanza


I labra de Dios, de la existencia humana o del fin proléptico de la his-
toria, Moltmann subraya, al contrario, que el futuro es el tema central
del cristianismo y la dimensión esencial de la historia. Así, pues, el fu-

I
turo servirá de principio hermenéutica en la interpretación de la Es-
El pensamiento de Jürgen Moltmann, otro teólogo luterano de critura y en la elaboración de la teología. La religión biblíca, suspen-
nuestros días (nacido en 1926) sólo puede comprenderse como es de-
49 Teniendo. en cuenta nuestra explicación sistemática, nos apoyaremos especial-
mente en la gran obra aparecida, en alemán, en 1964: J. MOLTMANN, Tbéologie de /'es-
., Hemos hablado rápidamen te sobre las funciones respectivas de la luz sobrena- pérance, París, Cerf-Mame, 1973. Es aquí donde se manifiesta más claramente la dimen-
tural y del juicio racional de credibilidad en el acto de fe, en un artículo titulado: La foi sión histórica y política del autor. Al terminar la exposición, nos referimos también al
catholique comme systéme de médiations, en: La 'conjession de la [oi, París, Fayard, 1977, segundogran libro de MOLTMANN cuya versión original data de 1972: Le Dieu CTucifié,
pp. 191-226. París, Cerf-Marne, 1974.
~8 Nota final de W. PANNENBERG en la obra citada de 1. BERTEN, p. 105. so J. MOLTMANN, Théologie de l'espérance, p. 89.

130 131
La via cosmológica J ürgen Moltmann

dida de la promesa divina que abre el porvenir, en lugar de girar en presente y la exigencia activa de una transformación histórica de la exis-
torno al eterno presente de una epifanía cósmica o cíclica, se dirige tencia humana.
esencialmente al futuro de Dios. Mientras que los dioses paganos se Ahora se ve en qué sentido Moltmann, en el último capítulo de
manifiestan en la naturaleza, el Dios de Israel y de Jesús es el Futuro su libro, llama a la Iglesia cristiana una «comunidad en éxodo". «La
siempre nuevo que permanece para siempre «al frente» de los creyen- comunidad no es ni el refugio religioso de la subjetividad privada, ni
tes y orienta su historia. «La razón de ello es que la historia, para los una cálida asociación al margen de una sociedad fríamente tecnocráti-
judíos y los cristianos, es la historia de la salvación, historia divina de ea, ni una institución especializada en el tratamiento de las cuestiones
la promesa. No se contempla lo Divino como un ser perpetuo, dentro últimas, es, más bien, esta astilla en la carne de la sociedad, este grupo
de órdenes permanentes y subsistentes y dentro de estructuras que se inasimilable cuya misión es plantear siempre más lejos la pregunta del
repiten, sino que se le espera, de parte del Dios de las promesas, como sentido y asegurar al proceso histórico su movimiento y su elastici-
surgiendo del futuro (... ). La verdadera categoría de la historia, ya no dad?". Sin ir nunca a remolque de ningún orden establecido ni de nin-
es e! pasado ni lo pasajero, sino el futuro»51. guna revolución, la teología de la esperanza no tiene, lo hemos visto,
Moltmann interpreta la Resurrección de Jesús dentro de esta mis- una función únicamente interpretativa, es principio activo de novedad
ma perspectiva «tururista». Cierto que para él como para Pannenberg por su orientación hacia el futuro del Señor, trabaja, en la crítica del
la Resurrección de Cristo es el cumplimiento anticipado o proléptico mundo presente, por la realización de una experiencia escatológica de
de la promesa de Dios. Pero él insiste más que Pannenberg en el ca- justicia, de humanización de! hombre, de socialización de la humani-
rácter parcial de esta realización. La Resurrección no está detrás de no- dad, de paz en toda la creación- ". A partir de esta vocación (Beru-
sotros como un pasado en el que Dios se habría ya manifestado, está fung) cristiana, se proyecta finalmente una luz sobre las funciones so-
más bien delante de nosotros como un [iauro en el que Dios da nuevo ciales o las profesiones (Beruj} por las que los cristianos individuales
impulso a una promesa inagotable, inacabada aún. Aquí tienen su ori- y la comunidad escatológica en su conjunto encarnarán históricamente
gen las atrevidas palabras de Moltmann sobre «el futuro de Cristo re- algo de la esperanza cristiana y, en un mundo que ha perdido todo ho-
sucitadov'". Incluso las apariciones del Resucitado conservan esta di- rizonte, se esforzarán por abrir «el horizonte del futuro de Cristo cru-
mensión esencialmente mesiánica. «Pues estas apariciones, dejando ver cificado». «Esta es, concluye Moltmann, la tarea de la comunidad
algo del futuro escatológico del acontecimiento cristológico, suscitan cristianav'",
también la búsqueda y la interrogación sobre la revelación futura de La mayor ambigüedad de esta concepción de la teología es, evi-
este acontecimiento. El conocimiento de Cristo se convierte entonces dentemente, su excesivo futurismo, ligado a una oposición excesiva en-
en un conocimiento anticipan te, provisional y fragmentario de su fu- tre la «promesa» y la «epifanía».
turo, es decir, de lo que él será: en este sentido, todos los títulos cris- Moltmann tiende a subestimar el rasgo característico que distin- .
tológicos anticipan mesiánicamente.v'", gue la escatología cristiana de la esperanza judía, a saber, la proclama-
Lejos de conducir a una desmovilización de las energías, esta ten- ción del reino de Dios como ya presente en Jesús. La actualidad pre-
sión hacia el futuro da a la esperanza cristiana una orientación política. sente del Reino ha sido descubierta y valorizada en la segunda gran
En nombre de esta utopía anticipada que es la Resurrección de Jesús, obra de Moltrnann, titulada El Dios crucificado57• Allí, la figura de Cristo
la misión histórica de los cristianos es realizar progresivamente las vir- pierde su carácter excesivamente funcional, como si la Resurrección de
tualidades contenidas en el futuro de Jesucristo. La esperanza no es Jesús no fuera más que una garantía de la promesa divina dirigida ha-
pues solamente la espera pasiva de la transformación divina al final de cia el futuro, y adquiere una mayor densidad trinitaria: la historia de
los tiempos; es, en nombre del futuro prometido, la impugnación del
54 Ibid., p. 349.
51 lbid., p. 279. 55 Ibid., p. 354.
52 Ibid., p. 217. 56 Ibid., p. 365.
5) Ibid., p. 218. 57 Cf. más arriba la nota 49.

132 133
La vía cosmológica Johann Baptist Metz

Jesús, su muerte y su resurrección son leídos de ahora en adelante corn haber fomentado una concepción demasiado «privada» de la fe cristia-
un ac?ntecimiento d.e la vi.da trinitaria de Dios. A partir de aquí la cris~ na, privilegiando, en la comprensión de la Palabra de Dios, las catego-
t?!ogla ga~1aen con~lstencla absoluta al mismo tiempo que la crítica po- rías personales «< Yo- Tú») de la existencia individual o intersubjetiva.
!t.tI.case alimenta mas abundantemente de una presencia real, la del Cru- De aquí nace la denuncia, continuamente repetida, de una religiosidad
clfl~ado, y no sólo de una promesa utópica. Por fin, un camino se abre cristiana excesivamente intimista, cuyos ecos serían puramente priva-
hacia una nueva teología especulativa, ya que el tomar en serio la Cru dos, y la resonancia social nula. En reacción contra esta «privatiza-
como acontecimiento divino, impone una «revolución en la idea d Z ción», Metz se consagra a hacer resaltar los aspectos socio-políticos
Dios- ". e por los que la fe pueda alcanzar la cultura contemporánea. Para esto,
A pesar de lo interesante de sus explicaciones, no seguiremos aquí se inspira resueltamente en Moltmann y acentúa la dimensión escato-
a Moltmann en estas nuevas exposiciones, ya que volveremos a encon- lógica, vuelta hacia el futuro, de la esperanza cristiana. Los cristianos,
trar esta perspectiva más teológica, más centrada sobre la absoluta au- convirtiéndose al futuro de la promesa, dejándose reorientar por la fe
torevelación de Dios, en la tercera parte de esta obra, a propósito de en la resurrección hacia un porvenir absoluto del hombre, pueden en-
Barth y de Balthasar. frentarse positivamente con la preocupación mayor de la civilización
moderna: la construcción del futuro. Sin embargo su colaboración en
esta tarea política aparecerá necesariamente crítica: en nombre de la es-
3. Metz y la teología política peranza escatológica última, cualquier proyecto o realización política
que tiendan al absolutismo serán denunciados y devueltos a su esen-
El adj.etivo «político» que califica la teología de J. B. Metz -teó- cial precariedad. Brevemente, «toda teología escatológica debe volver-
logo católico contemporáneo y antiguo discípulo de Rahner- no debe se teología política en calidad de teología crítica (de la sociedadj-t''.
- 59 N Si la esperanza escatológica incluye este dinamismo histórico que
enganarnos . . o se trat~ e~ manera alguna de una teología «politiza-
~a" .. ~1.contrar~o, Metz insiste, con todo el vigor deseable, en la dis- debe empujar a los cristianos a trabajar, con los demás hombres, en la
tincron lr,r~ductlble entre.el orden político y la esfera del religioso: nin- transformación crítica de la sociedad, se comprende pronto que el cris-
guna po}lt1c.a puede confiscar a Dios en su proyecto. El autor se pro- tianismo esté expuesto, en la materia, a dos escollos principales. El pri-
P?ne ~as bien demostrar que la fe cristiana incluye esencialmente una mero consistiría en la politización de la fe: se daría una reducción de
dimensión política y exige precisamente la práctica de un cierto com- la fe a la política, de lo espiritual a lo temporal, como si la esperanza
portamiento soci~l. ~ast~,tal PU?to que según Metz, la Iglesia está lla- cristiana pudiera agotarse en la transformación social del mundo. El se-
mada, en cuanto mstitucron, a ejercer una función crítica y liberadora gundo consistiría en una concepción tan negativa de la «neutralidad»
e,n.favor de las socieda~es en las ,que se inserta. Además, la teología po- política de la fe que ésta última se encerraría en el ghetto de la vida
lítica, en esta perspectiva, es mas un aspecto omnipresente en toda la privada y se prohibiría cualquier preocupación política explícita. A
teología o ,una dimens}~n permanente de la teología fundamental que igual distancia de estas dos posturas, Metz afirma positivamente una
una teología de lo político (como habría una teología del trabajo o de responsabilidad política de la Iglesia: sin atarse nunca a una forma po-
los tiempos libres). lítica determinada -y aquí se manifiesta el carácter transpolítico de la
Es en. est~ ó~t!ca cómo .h~y ~ue comprender la campaña teológica fe cristiana-la Iglesia tiene realmente una misión de impugnación para
de «desprivatización- de! cnsuamsrno emprendida por Merz. El repro- con la sociedad; ella es, en su relación con el mundo, una «institución
cha en efecto a la teología reci~nte, y especialmente a Bultmann y a crítica socialv'". Cierto que, para una institución, no es cómodo el ser
Rahner --comprenderemos mejor e! por qué en la segunda parte- el un fermento de libertad y de espíritu crítico. Por eso, según Metz, es
capital que la Iglesia sea primeramente crítica para consigo misma y
58 J. MOLTMANN, Le Dieu crucijié, p. 178.
59. De J.
B. MEIZ se leerá esencialmente una serie de anículos titulada Pour une 60 J. B. METZ, Pour une théologie du monde, p. 134.
tbéologie du monde, París, Éditions du Cerf, 1971. 61 lb íd. , p.135.

134 135
La vía cosmológica [ohann Baptisr Metz

no sea negligente en aplicar a su propia condición institucional esa «re- carácter transpolítico del cristianismo y las exigencias sociales y polí-
serva es cato lógica» que prohibe absolutizar toda situación histórica ticas que derivan de la fe cristiana. Mas sencillamente, se trata de ex-
determinada. tender al campo de la política la actitud que Jesús ha adoptado con re-
Pero la Iglesia, liberándose cuidadosamente de todos los órdenes lacióna la salud y al bienestar de sus adeptos. Jesús no se prese~ta
e,s~ablecidos, ¿no será llevada s~ brepticiamente a sacralizar la crítica po- como un médico de la humanidad víctima de la enfermedad. Su p~ln-
lírica? Al rehusar ser la guardiana de cualquier sistema social, ¿no se cipal misión no es sanar el organismo. Sin embargo, evitando cuida-
hará la esclava de la ideología revolucionaria? El peligro es evidente. dosamente e! deseo excesivo por los milagros, Jesús cura enfermos y
Pero no hay que olvidar que aquí también -aquí especialmente- es resucita' muertos. Y esto porque ama al hombre concreto, al hombre
aplicable la «reserva escatológica-. En la medida en que su esperanza tal cual es. Aunque su misión primordial sea aportar a la humanidad
se nutre de la resurrección como futuro escatológico absoluto (y por la salvación completa y definitiva, a saber, e! perdón de los pecados y
lo mismo transpolitico) de la humanidad, la Iglesia debe conservar una la resurrección gloriosa, Jesús coge al hombre donde éste se encuentra
perpetua «reserva» hacia todo proyecto político, ya se trate de un sis- y, así, las curacion~s que realiza y que so~ :igno d.~s~ am?r por e~hom-
tema social establecido o de una ideología revolucionaria. Sin caer en bre forman parte integrante de la salvación mesiaruca Sin ser, sin em-
un apoliticisrno desencarnado e ilusorio, la fe cristiana evitará ser do- bargo, su elemento central. Si hacemos la transposición de esta actitud
minada por no importa qué ideología política, conservadora o progre- al orden político -y hemos visto antes por qué Jesús no lo ha hecho
siva. Al contrario, por medio de su reserva escatológica suspendida del él mismo-- diremos que la caridad cristiana para con el hombre con-
futuro absoluto del hombre, se esforzará por impedir la absolutización creto, es decir, condicionado políticamente (entre otras cosas), exige
de una ideología social cualquiera que podría así llegar a ser ídolo alie- positivamente un esfuerzo de. trans.formación y. de promoción de las
nante para la humanidad. Así, por ejemplo, la Iglesia tendrá la misión condiciones políticas de la existencia huma~a, Sin ,Poder nun~a redu-
crítica de denunciar todas las formas de totalitarismo, y particularmen- cirse a ellas. Esta es, así lo pensamos, la única actitud que evita con-
te el totalitarismo de la ganancia en los países capitalistas y el tota- juntamente los dos extremos entre l~s que se.d~viden a me~udo los cris-
litarismo del Estado en los países socialistas, ya que e! vicio funda- tianos: por un lado, el conservadunsm? r~h.glOso que qUl~re que ~aJe
mental del totalitarismo político en general es que pretende absor- no sea más que la fe, pregona como pnnClplO una neutralidad política
ber en el interior de un horizonte mundano la totalidad escatológica absoluta y, por esto mismo, corre en auxilio del orden o del desorden
de la historia. establecidos; por otro lado, el progresismo socializante que extenúa la
Como puede verse, la exigencia formulada por la teología política fe al absorberla en el horizonte de la acción social y política.
de Metz está matizada de tal manera -y hemos de alegramos de ello-- Sin embargo, lamentamos que la teología política de Metz limite
que pone a la Iglesia en una situación delicadísima y nada confortable. excesivamente la función política de la Iglesia a una simple función crí-
La Iglesia debe invitar continuamente a los cristianos a comprometer- tica, excluyendo prácticamente la elaboración de una doctrina social de
se más activa y más radicalmente en el servicio del mundo por un es- inspiración cristiana. «Lo que se pide a la Iglesia, escribe Metz, no es
fuerzo que tienda a anticipar en él, en cuanto sea posible, el Reino de una doctrina social sistemática, sino una crítica socialv'". Es cierto que
Dios, pero, al mismo tiempo, debe relativizar este compromiso evitan- la Iglesia no puede sacar de la Revelación un sistema sócial preciso,
d~ q.ue los cristianos sacralicen el orden político como si la esperanza pero la luz que la fe proyecta sobre la existencia human~ nos parece
cnsnana se agotara en la transformación del mundo y de la sociedad. que puede proporcionar los principales rasgos característicos cap~ces
En esta materia, sintonizamos con e! pensamiento de Metz, hasta de inspirar un proyecto de sociedad. ¿No es é.ste uno de los ~bJ~tlvos
el punto de que las tesis que acabamos de recordar coinciden prácti- tradicionales de la enseñanza social de la Iglesia? Además, al limitar la
camente con las que hemos desarrollado en nuestra crítica de! marxis- función política de la Iglesia a un papel de crítica social, ~no corre el
m062. Se trata para nosotros, como paraMetz, de mantener a la vez el riesgo de desembocar en un clericalismo irritante que autorice a la Igle-

6Z Cf. más arriba, el párrafo titulado Volver a las fuentes originales de la fe. 63 J. B. METZ, Pour une tbéologie du monde, p. 144.

136 137
La vía cosmológica Valores y límites

sia a criticar todas las sociedades existentes sin presentar siquiera gar el motor de la evolución universal o el principio dinámico del pro-
' , aun-
que no f uera mas que en esbozo, un modelo social? greso social. El es, ante todo, el Hijo eterno de Dios, este Hijo amado
T ~nem~s. aún que hacer otras observaciones a este proyecto de una del Padre que merece ser reconocido y amado por Sí mismo.
teología política, pero como afectan también al conjunto de los . No negamos que, desde el punto de vista de la fe cristiana, Cristo
ló . caml-
de i cosmo oglcos e~ teología, preferimos situadas en la tercera sección ejerce efectivamente este cometido de revelador y motor con relación
e nuestra exposición consagrada a los límites de esta postura. al devenir cósmico e histórico, pero afirmamos que cualquier tenden-
' I . para ser.completo, deberíamos hablar aún de Ia recren,
De hecho, . cia a restringir el sentido de Dios y de Cristo a esta función constitui-
te tea logla auno-amencana de la liberación Pero el valor . ría una «reducción cosmológica» del cristianisrno'v. Porque, repita-
. l I . propIamen-
te mte ectua de e.s~ateología es tan pobre que no nos creemos en el moslo, Cristo es algo más que una pieza, aunque fuera capital, del rum-
deber de hacerle sino aquí. Ciertamente que la tarea huma . . bo evolutivo del universo o de la socialización humana. El es primor-
d 1 lib . '. na y cnsna-
na e a I ~raclOn es de una Importancia capital y, desde este punto dialmente Alguien: el Hijo personal de un Padre también personal él
de Vista, es mcontestablemente útil desarrollar explícitamente d mismo; y, como toda persona, tiene, ante todo, una explicación por sí
de una teolo«¡ Id" , entro mismo y no por su cometido o su función.
e un~ tea ogra ge~era el-Remo de DiOS, el tema concreto de la li-
beración, Pero los Intentos actuales están de tal forma orie t d h . El ejemplo del prójimo lo mismo que el de lo bello pueden ilumi-
ía d . . n a os acia
una «teo 1ogla e la situación; (teología para la América 1 ti f namos. La existencia de toda persona humana tiene como base un me-
d d . a lOa, en a-
vor e una eterrninada cla~e soci~l, a imitación del análisis sociológi- dio ambiente natural e histórico. Cada uno se explica, en cierto senti-
co ~arxlst~,. erc.) que la umve:sahdad propia de la teología católica y do, por su herencia, sus orígenes, su medio afectivo, su inserción so-
el ngor cntl~o de su pensa~lIento están gravemente en peligro. La cial, etc, Y, sin embargo, una persona humana es más que el suelo que
transcendencia de la revelación corre el riesgo de quedar co la sostiene o que la tradición que ella asume. Por eso, si yo amo ver-
id Ir" mprome-
u a po: os ,1I~Jtes que le Imponen el regionalismo teológico y la ten- daderamente a alguien, le amaré por lo que es él mismo, por su per-
dencia IdeologlCa de esta forma de pensamienrov" A ' sonalidad propia, y no, en primer lugar, en función del medio ambien-
., . SI, pues, pasamos
ya a 1a tercera seccion de nuestra exposición. te en el que ha vivido y del cual es quizás el más bello florón. Igual-
mente, la obra de arte no existe desprovista de una encarnación en un
material ni sin tener sus raíces en una tradición histórica. No obstante,
C. Valores y límites de esta búsqueda ella es más que el producto de este material y de esta tradición y no
puede quedar reducida a ellos. Hay en ella una dignidad, una suficien-
Hemos, pU~sto en ev!dencia los fundamentos tradicionales del pen- cia, una libertad que constituyen su propia irradiación y que no se ago-
saml~nt~ cosrruco e hIs:onC? en teología y hemos subrayado su valor tan en los condicionamientos naturales e históricos de la obra.
c?nfIrma?dolo con -:anos e!emplos. Pero si esta vía tiene sus creden- De manera semejante, el cristiano puede pensar que Cristo ejerce
ciales y SI su fecundidad es Incontestable tiene también sus l' . . una función cósmica e histórica en el centro del Universo -incluso es
d ' ...' trrutacto-
n.es y no po n~mos privilegiaría sin peligro. Continuamente corre el capital que lo haga resaltar- pero si se quiere evitar el reducir el sen-
nesga de reducir a Cristo a su función cósmica o histórl'ca como . tido de Cristo y de la fe cristiana a esta dimensión, por muy impor-
" , SI su
ser se agotase en esta f uncion. Ahora bien, Cristo no es en primer [u- tante que sea, es necesario ser prudentes, sin lo cual se correría el ries-
go de caer en la reducción cosmológica del cristianismo tomando a
M
.
S ' l
e encontrara una exce ente exposición de las esperanzas y de las d T l d Cristo excesivamente como catalizador y símbolo de la evolución y del
suscitadas por la teología de la liberación en MICHEL SCHOOYANS Ch . I ICU la es
progreso universales. Es cierto que la mayor parte de los autores de
d L hé 1 . d l libé . , emtns et Lmpasses
e ateo ogte e a L eration, «Esprit et Vie», n° del 10 de febrero 1977 S b l los que hemos hablado al ilustrar la vía cosmológica en teología evitan
bl 1" f d . o re e pro-
erna reo ogico. un arnental planteado por la teología de la liberación f ll .
, l d H U . e . e urrunoso
arricu o e ANS- RS VaN BAL THASAR, Considération5 sur l'histoire du salut A O
de la théologie de la libération, «Nouvelle Revue Théologique» J'ulio-ago~to p~9~07s 6S -La reducción cosrnológica-: este es el título del primer capítulo del libro de
pp. 518-531. ' "
HANS-URS VON BALTHASAR, L'amour seul est digne de foi, París, Aubier, 1966 .

138 139
La vía cosmoló.gica

con acierto el escollo de esta reducción. No entran en la perspectiva


reductora de la explicación arqueológica sino más bien, en la línea de
una sana filosofía de la naturaleza o de la historia. Pero, aún en este
caso, su manera de pensar tiene algo de unilateral y, por lo mismo, de
empobrecedor. Para demostrarlo, recordemos brevemente dos ejem-
plos precedentes. La intención de Teilhard de Chardin no es, en ma-
nera alguna, reducir a Cristo a las dimensiones de la evolución cósmi-
SEGUNDA PARTE
ca. Es, incluso, todo lo contrario lo que es verdad: Cristo es, para Teil-
hard de Chardin, el punto Omega que solamente se inscribe en el de-
venir evolutivo y lo finaliza transcendiéndolo. Sin embargo, la Reve- LA VIA ANTROPOLOGICA
lación pierde una parte de su riqueza al ser excesivamente abordada
sólo a partir de su poder iluminador de la evolución universal. El co-
razón de la Revelación tiene movimientos secretos que escapan a todo
enfoque de este género. Para decido de una vez, hay en el misterio del
mal y en el misterio (más oculto aún) de la Cruz, abismos que no pue-
den medirse ni siquiera con las más vertiginosas honduras de la aven-
tura cósmica e histórica. Es de un orden distinto. Igualmente, la teo-
logía política de Metz se propone explícitamente mantener a distancia
toda politización de la teología y, por lo tanto, toda reducción de la
fe a su dimensión política. No obstante, a pesar de estas precauciones,
esta teología política, tan ampliamente extendida hoy, toma fácilmente
un aire utilitarista: tiende a «explotar» el Evangelio en función de su
rentabilidad social. Ahora bien, si es legítimo apreciar los aspectos de
la Revelación que coinciden con las preocupaciones actuales de nues-
tra civilización, hay que evitar a todo precio que esta actualización dé
la impresión de que nuestros proyectos contemporáneos de sociedad
son la medida del sentido del Evangelio. Aquí de nuevo existe en la
Cruz del Hijo y en su Resurrección una gratuidad --el don absoluto
del Amor- que, sin desconocer la dimensión política de la existencia
humana, la transciende infinitamente. Es de otro orden.
Resumiendo, la vía cosmológica es, en teología, la que podría ex-
presarse en la oración siguiente: "Yo creo en ti, Señor Jesús, porque
tú das un sentido al mundo y a la historia. Sin ti, la gran aventura del
universo iría a la deriva sin origen conocido y sin objetivo fijo. Te doy
gracias porque eres la estrella hacia la que, aún sin saberlo, caminan I
los pueblos».
Esta oración es perfectamente cristiana, pero es posible que no sea
la última palabra de la oración cristiana.
Hay que explorar aún otros caminos del pensamiento y de la fe,
I
!l

a cuyo examen pasamos ahora.


I
140

I
Capítulo Primero
PERSPECTIVAS FILOSOFICAS

Tres puntos principales de referencia permiten estructurar el con-


junto de lo real y articular el pensamiento filosófico que se esfuerza
en penetrarlo: el Logos, la Naturaleza y el Espíritu. Una primera ac-
titud filosófica consiste en comprender el enlace de estos tres términos
tomando como polo central el polo objetivo de la naturaleza y de la
historia. Esta concepción de lo real y este estilo filosófico correspon-
den al primer silogismo hegeliano «Lagos-NaturaLeza-Espíritu»: el
mundo de la naturaleza y de la historia desempeñan en él el papel de-
terminante mientras que el Lagos divino aparece como un presupues-
to del cosmos (su lugar de enraizamiento metafísico) y el Espíritu como
su punto de desenlace (su producto transcendente)". Era la vía cosmo-
Lógica, la que casi siempre toma el espíritu humano en primer lugar,
pues la primera mirada de la conciencia espontánea no está vuelta pri-
meramente hacia la conciencia misma, sino hacia el mundo objetivo
que nos rodea.
El segundo silogismo hegeliano corresponde a otro aspecto de lo
real y lleva consigo una nueva manera de concebir la filosofía. Se ar-
ticula según la estructura Naturaleza-Espíritu-Logos. Es el Espíritu,

1 Es así, al menos, como se presenta la versión más rica de la vía cosmológica, la


que hemos llamado «Iilosoiía de la naturaleza». Pero existe otra versión de la que se ha
hecho desaparecer la referencia al Logos divino y en la que el espíritu es comprendido
únicamente como una superrestructura reductible a sus condicionarnientos naturales; he-
mos llamado a esta visión reductora «la explicación arqueológica".

143
La vía antropológica René Descartes

esta vez, quien ocupa el puesto central y quien por lo mismo determi-
na el punto de vista a partir del cual es pensado el conjunto de lo real. A. Los pioneros
Es la vía filosófica, que, sobre todo desde el Renacimiento y los tiem-
pos modernos, es familiar a los espíritus que son sensibles ante todo Cosa extraña: la vía antropológica es relativamente moderna en fi-
al universo interior de la subjetividad humana. Por eso la llamamos la losofía. Es cierto que los antiguos, griegos y latinos, no ignoraban la
vía antropológica en cuanto que está centrada, no ya en el cosmos na- dimensión subjetiva de la libertad humana. Sin embargo, la interiori-
tural o histórico, sino en la conciencia y la libertad del hombre. Los dad de la conciencia no es nunca, para ellos, e! punto de vista para ex-
otros d.os términos del silogismo siguen estando presentes, pero están plicar lo real. En su conjunto, ~l pens.amiento an~iguo es más bien cos-
subordinados al polo espiritual central: todo lo que pertenece a la es- mológico o metafísico. Está primordialmente orientado hacia el mun-
fera de la naturaleza y de la historia se concebirá como el basamento do natural que le rodea o hacia la esfera transcendente de lo divino y,
del que se desprende y en el que a la vez se apoya la libertad, y todo más frecuentemente, hacia los dos a la vez y en simbiosis. En cambio,
l~ que pertenece a la esfera de! Lagos (el arte, la religión, la verdad; el apenas si se preocupa de escrutar e! dominio interior de la conciencia.
bien, etc.) aparecerá, en cierta manera, como e! producto del espíritu Esto se revela claramente en e! plano literario. Los antiguos no habla-
humano, como el fruto de su libre creatividad. ban mucho de sí mismos. Las particularidades de! sujeto se eclipsan en
Brevemente puede decirse que la vía antropológica es como la es- beneficio de la obra objetiva. Las Confesiones de San Agustín son, des-
f~ra que englo.ba todas las explicaciones elaboradas desde el punto de de este punto de vista, una notable excepción, pues aquí estamos ante
vista de! espíritu humano y a partir de su libertad. Fuera del mundo alguien que confiesa la misericordia de Dios confesando las aventuras
c~entífic.o:s, con mucho, el camino empleado más corrientemente hoy sinuosas de su vida interior. Una fibra tan íntima sería apenas imagi-
día. Quizás no lo sea siempre en el pensamiento filosófico técnico que, nable en un autor pagano. Es la fe cristiana la que ha ayudado al es-
actualmente, está dominado más bien por el estructuralismo y el neo- píritu humano a penetrar en los repliegues más secretos de la subjeti-
marxismo, pero sí ciertamente en las ideas difusas o incluso en los slo- vidad, allí donde se vive el drama de la acogida o del rechazo de la gra-
gans que trab~jan la sociedad y la Iglesia". En todo caso, gran parte de cia. En el ámbito cristiano original este descubrimiento de la subjeti-
nuestras reacciones espontáneas está marcada por esta manera de pensar. vidad permanece subordinado al misterio más grande del ser y al abis-
Para familiarizamos con la vía antropológica en filosofía, comen- mo, todavía más insondable, del amor divino. Es necesario esperar al
zaremos por e.studiar algunos grandes pensadores del pasado (Descar- Renacimiento y a los tiempos modernos para que e! sujeto humano lle-
tes, Kant y Klerkegaard) que, por distintos conceptos, son los inicia-
dores de esta manera de filosofar. Después de esto, hablaremos de la
fenomenología y del existencialismo contemporáneos, y finalmente de
algunas de las características más difundidas y más generales de la cul-
I gue a ser el foco central del pensamiento filosófico y teológico. El pri-
mero en dar un buen paso en esta dirección fue Descartes.

tura actu al.

II
l. Descartes y e! descubrimiento del Cogito

2 Cuando decimos que el pensamiento filosófico técnico está dominado principal.


René Descartes (1596-1650) es e! primer filósofo que ha atribuido
mente por el estructuralismo y el neo-marxismo, hacemos abstracción de esa corriente al yo pensante del hombre un papel decisivo en la edificación del sa-
moderna que llaman «los nuevos filósofos» (B. H. LÉVY, C. JAMBET>G. LARDREAU, J. ber. Sin embargo, la llamada a la subjetividad tiene en él proporciones
M. BENOIST>J. P. DOLLÉ, PH. NEMa, M. CLAVEL>A. GlUCKSMANN>etc ... ) y que, des.
pués de haber pasado por el estructuralismo y haber deshecho el engaño del marxismo,
i muy modestas. Pues Descartes es primeramente un matemático, un fí-
sico y un biólogo cuya preocupación principal es descubrir un método
parece que abre camino a un nuevo humanismo, no anrropocéntrico, sino abierto a la
transcendencia. Es demasiado pronto para detenemos en esta manera de pensar todavía seguro que permita a la ciencia hacer de los hombres los «señores y
balbuciente, cuando nuestro propósito es indicar sumariamente los grandes caminos del poseedores de la naturaleza». Una naturaleza que, para Descartes, ya
pensamiento filosófico de hoy y de siempre más bien que hacer un informe sobre la ac.
tualidad filosófica.
I no encierra, en principio, ni secretos ni misterios (le gusta repetir que

I
la Naturaleza no es una diosa ... ), sino que es únicamente, incluso en

144 145

f
--- - ----------- --~--- --- -,----~--

La vía antropotógica Irnrnanuel Kant

el más alto nivel del organismo, un simple mecanismo cuyo conoci- espíritu son «objetivas» y, así, vuelven a enviamos a alguna realidad
miento exacto debe entregamos la soberanía del mundo. Desde este exterior al yo. La primera superación del Cogito consiste en la afirma-
punto de vista, la mentalidad técnica del hombre contemporáneo es, ción necesaria de Dios. Efectivamente, por e! hecho mismo de! que
en línea recta, heredera del cartesianismo. El antropocentrisrno carte- duda, el yo pensante se da cuenta de su imperfección. Pero ¿ de dónde
siano es, pues, menos directamente teórico que práctico: Descartes hace saca él la idea de perfección con relación a la cual se declara imperfec-
resaltar el Cogito humano no con el fin de exaltar la subjetividad de la to? N o de él mismo, puesto que es imperfecto y lo más no puede salir
conciencia como tal, sino con miras a cimentar metódicamente el sa- de lo menos, sino de un ser perfectísimo que ha puesto en él esta idea,
ber que pone la naturaleza en manos del hombre. Lo que busca Des- es decir, de Dios. Descartes se eleva desde la substancia pensante o del
cartes, es, efectivamente, un método seguro en la edificación de la na- alma hacia la vertical, hacia Dios. Y desde allí él puede volver con toda
ciente ciencia moderna. Este es el origen de su famoso Discurso del mé- seguridad al mundo físico. Ya que Dios nos engañaría -cosa que no
todo. Seducido por las matemáticas «a causa de la certeza y de la evi- puede darse, pues él es perfecto-- si los cuerpos no existieran objeti-
dencia. de sus r~~ones», quiere alcanzar una seguridad comparable para vamente cuando nuestras sensaciones nos inclinan invenciblemente a
el conjunto unificado de todas las ciencias. La célebre «duda cartesia- afirmar su existencia. Después del alma pensante y de Dios, es pues el
na- está totalmente orientada hacia este fin. No se trata en manera al- mundo, a su vez, quien escapa a la duda inicial: en tanto que se somete
guna de la duda escéptica de quien pone todo en tela de juicio en nom- a las ideas claras y distintas del movimiento y de la extensión (exclu-
bre de su subjetividad privada. Se trata más bien de la duda metódica, yendo las cualidades sensibles) el pensamiento mecánico del universo
(hoy diríamos incluso: metodológica) de quien, apasionado por la ver- tiene una garantía de infalibilidad, y es a esto a donde Descartes quería
dad, pone en tela de juicio los saberes ilusorios o precipitados con el llegar.
fin de descubrir el fundamento inconmovible de la ciencia y el método En la medida en que Descartes es un matemático atento a las ex-
seguro de su desarrollo. Este deseo de rigor conduce a Descartes a una plicaciones técnicas de la ciencia antes que un teórico del Yo, la vía an-
duda hiperbólica o excesiva por la que supone metodológicarnenre que tropológica permanece en él relativamente tímida. Esto no impide que,
son erróneas las simples opiniones dudosas e incluso las proposiciones por primera vez, se construya un sistema filosófico sobre la base de la
más evidentes de las matemáticas. evidencia del pensamiento humano y que así se coloque el espíritu fi-
La iluminación cartesiana consiste en darse cuenta de que hay una nito en el centro del saber. La moral de Descartes -de la que no ha-
evidencia que resiste a la duda, a saber, la de la existencia del pensa- blaremos aquí- confirma esta orientación haciendo de la simple de-
miento. que duda. Pues, para dudar, hay que pensar, y para pensar, hay cisión del libre arbitrio en favor del bien la cumbre sumamente volun-
q~e exrstir. Yo no puedo poner realmente en duda mi propio pensa- tarista de la generosidad ética.
miento como tal, pues, en el acto mismo de dudar de él, se afirma in- En la filosofía de Kant, volvemos a encontrar las mismas tenden-
defectibl~mente su existencia. Es el célebre Cogito ergo sum. (<<pienso, cias, pero esta vez desarrolladas en un sistema de una prestigiosa
luego existo»). Con él, Descartes tiene el fundamento inquebrantable complejidad.
que buscaba.
Así, pues, por primera vez en la historia de la filosofía se coloca
el yo pensante como fundamento del sistema de la ciencia. El criterio 2. Kant y la revolución copernicana
de la verdad se busca, no en el objeto que hay que conocer, sino en
e.l ~cto del espíritu que le aprehende. Todas las afirmaciones que par- Dada la importancia, la amplitud y la dificultad del pensamiento
ncipen de la evidencia originaria y fundadora del «yo pienso» serán ver- kantiano, le dedicaremos una exposición bastante larga. Lo haremos
daderas. Sin embargo, queda que esta primacía del sujeto pensante so- en un lenguaje lo menos técnico posible.
bre cualquier objeto pensado caracteriza únicamente el punto de par- Immanuel Kant (1724-1804) ha' estado vivamente impresionado,
tida de la metafísica. Apenas Descartes se ha asegurado del yo pensan- desde su juventud, por el triunfo de la ciencia moderna, y especialmen-
te y ya está buscando salir de él. Además, todas las ideas de nuestro te por el éxito de la física newtoniana: ¡una simple ecuación que ex-

146 147
La vía amropológica Irnrnanuel Kant

presa la única ley a la que .obedecen todos los fenómenos de la grave- tesis que enuncia sólo puede derivarse de una comprobación empírica.
dad terrestre y de! movimiento de los astros! Con Galileo, T orricelli Yo no puedo saber de antemano que tal triángulo es equilátero, para
y Newton, era la física quien conseguía e! estatuto de una ciencia au- saberlo debo medir sus lados o sus ángulos. Casi todos los juicios de
téntica, a continuación de la lógica y de las matemáticas. En cambio la vida ordinaria son juicios sintéticos a posteriori ("el cielo está cu-
cuando se trata de la metafísica, es decir, cuando se discute de la liber~ bierto»; «el perro del vecino ha sido aplastad?», ~tc.). Nos enseñan
tad, de la in~ortalidad del alma, de la eternidad de! mundo o de la exis- algo nuevo, pero no constituyen por eso una ciencia. ... "
tencia de DIOS, la filosofía da e! triste espectáculo de un perpetuo cam- . . El discurso científico se compone esencialmente de JUICIOSsinte-
po de batalla donde los adversarios no llegan nunca a ponerse de acuer- tices a priori. Un juicio sintético es a priori en la medida en que la sín-
d.o. ¿Cuá! es el motivo.p~r e! que las ciencias lógica, matemática y fí- tesis que él realiza, aunque concierne a la experiencia, desborda lo que
sica consiguen la unanimidad y son coronadas por e! éxito, mientras se da en la experiencia y goza así de una «prioridad» con relación a
q.ue la metafísica, a pesar de sus pretensiones científicas, desemboca cualquier verificación experimental. ASÍ, por ejemplo, «la suma de los
sl.empre en la incoherencia? Para responder a esta pregunta es conve- ángulos de un triángulo es igual a dos rectos» es un juicio sintético a
niente preguntarse antes sobre la naturaleza de! saber científico. priori: puesto que, sin tener, e incluso sin poder verificarlo en todos
Una ~i~n.cia es, c?mo todo discurso, un conjunto de proposicio- los triángulos existentes, afirmo a título universal y necesario que la sín-
nes o de JUICIOSdel tipO: S (= sujeto) es P (= predicado). Por ejem- tesis así enunciada es verdadera para toda clase de triángulo. La pro-
plo: «Los cuerpos celestes (S) son tales que se atraen con una fuerza posición «todos los acontecimientos de! mundo están ligados entre sí
proporcionada al producto de su masa e inversamente proporcional al por la ley de causalidad» es un juicio sintético a priori (un juicio de
c~adrado de su distancia (P)>>(ley de Newton). Sin embargo, los jui- "física pura» o a priori, dirá Kant), ya que él «anticipa» cualquier ex-
CIOSque componen el saber científico son de un tipo particular: se tra- periencia posible y por lo tanto no se funda en una comprobación. In-
ta de juicios sintéticos a priori. Esto exige algunas explicaciones. cluso en los juicios de la física experimental, hay algo de a priori: «el
Kant llama analíticos a los juicios en los que basta con «analizar» agua hierve a 100° a tal altura» es, ciertamente, un juicio sintético que
o descomponer Jo que está ya contenido en el concepto de! sujeto para presupone una base experimental, yo no puedo formulario enteramen-
obtener el predicado. Por ejemplo, el juicio «todo triángulo tiene tres te a priori. Sin embargo, también este juicio sintético tiene un aspecto
án?ulos» es un juicio analítico, puesto que, en el concepto mismo del a priori, ya que, alenunciarlo, me creo autorizado a afirmar que cual-
su~et? «t~lángulo», está ya incluido por definición que esta figura geo- quier agua hervirá necesariamente a 100· a tal altura, aun cuando yo
metnca tiene tres ángulos. El predicado se limita a expresar e! análisis no lo he verificado experimentalmente en todas las aguas que existen.
del concepto del sujeto. Los juicios analíticos, evidentemente, son Este juicio sobrepasa pues el dato estrictamente empírico.
siempre verdaderos, pero en cieno sentido, faltos de interés, pues no Todas las ciencias (las matemáticas, la física, etc.) están compues-
nos enseñan nada nuevo. tas esencialmente por juicios sintéticos a priori. La metafísica también,
En cambio, Kant llama sintéticos los juicios en los que el predica- puesto que ninguna de sus proposiciones sintéticas (<<Dioses un juez
do añade algo al concepto del sujeto formando así con él una «sínte- justo», «el mundo ha sido creado en e! tiempo», «el alma humana es
sis» o una composición nueva. Así, e! juicio «este triángulo es equilá- inmortal», etc.) puede proceder de la experiencia por la sencilla razón
ter?;, no está conteni~o.p.or identidad en el concepto mismo del sujeto de que los objetos de los que trata (Dios, e! mundo, e! alma) no son
«triángulo». Por este jUlCIOyo añado el predicado «equilátero- al con- realidades empíricamente comprobables.
cepto del sujeto «triángulo» y formulo con ello un juicio sintético. La pregunta de Kant: «¿por qué las ciencias triunfan mientras que
Dentro de los juicios sintéticos, Kant distingue aún los juicios sin- la metafísica se atolla en sus disputas?» se reduce, pues, a la cuestión
téticos a posteriorl y los juicios sintéticos a priori. Un juicio sintético siguiente: «Cómo y en qué condiciones son posibles los juicios sinté-
es a posteriori si es totalmente «posterior» a la experiencia y si se en- ticos a priorii»
c~entra así totalmente a remolque de una comprobación. El juicio "este La intuición genial de Kant es pensar que hay que buscar e! fun-
tnángulo es equilátero» es un juicio sintético a posteriori, ya que la sin- damento de la posibilidad de los juicios sintéticos a priori , no en los

148 149
La vía antropológica Irnrnanuel Kant

objetos conocidos, sino en e! sujeto que conoce. Es aquí donde se abre ejemplo, hacer imaginativamente e! vacío de todas nuestras intuiciones
la vía antropológica kantiana, pues e! fundamento de la ciencia y hasta empíricas externas. Podemos muy bien lograrlo, pero permanecerá in-
e! de! orden de! mundo, lo vamos a ver, estará situado en el espíritu vencible mente una intuición sensible, la de! espacio, pues, no podemos
humano. representamos, ni siquiera la nulidad de cualquier intuición, sino es en
¿Cómo demostrar esto? Para hacerlo, Kant emprende una inves- la forma pura del espacio y de sus tres dimensiones. Lo mismo sucede
tigación que él llama transcendental ya que se trata de «transcender» con el tiempo. Podemos, imaginarivamente, hacer e! vacío de todas
o de sobrepasar e! «hecho» de que haya juicios sintéticos a priori para nuestras intuiciones psicológicas internas (pensamientos, deseos, ale-
preguntarse «en derecho» sobre sus condiciones de posibilidad. Tal es grías, etc.). Peto este vacío interior total tampoco podemos represen-
e! objeto de la gran obra de Kant titulada Crítica de la razón pura, tárnoslo sino es en e! flujo temporal con sus tres momentos: e! pre-
pero cuyo título completo debería ser «Crítica de la razón pura teóri- sente, el pasado y el futuro. ¿Por qué estas dos intuiciones sensibles,
ca», porque la cuestión allí debatida es la de! conocimiento de lo que y sólo ellas, lo queramos o no están siempre presentes a priori ? Res-
es: «¿qué puedo conocer?». puesta de Kant: porque no nos son dadas desde fuera, sino que son
La Crítica de la razón pura (ulteriormente comprenderemos me- dos formas o estructuras constitutivas de nuestra propia sensibilidad.
jor e! sentido de! título) distingue en e! hombre tres grandes facultades Una comparación trivial puede ayudar a comprender esto. Cuando
de conocimiento: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. contemplamos un paisaje, el espectáculo que se nos ofrece está deter-
La sensibilidad es la facultad de tener intuiciones. A través de ella minado por los objetos que vemos, pero también por nuestra vista. Si
percibimos impresiones (colores, sonidos, formas, etc.) en el espacio y nuestro ojo cambiara, veríamos e! mundo de otra manera, no en razón
en e! tiempo. Como en griego «sensación» se dice aistbésis, la investi- de la modificación del objeto visto, sino precisamente a causa de un
gación transcendental sobre la sensibilidad se llamará la estética tras- cambio en el órgano mismo de la visión. Pues bien, según Kanr, hay
cendental (j ninguna re!ación directa con e! problema de lo bello !). que decir, analógicamente, que las intuiciones puras de! espacio y del
El entendimiento es la facultad de pensar por rriedio de concep- tiempo pertenecen no a aquello que se ha intuido sino al sujeto que in-
tos. El inventario o e! análisis de los conceptos a priori del entendi- tuye. No somos nosotros quienes estamos en el espacio y en el tiem-
miento se llamará la analítica transcendental. po, son e! espacio y el tiempo los que están en nosotros. Ellos son las
La razón (pura) es la facultad de producir Ideas relativas a lo su- formas mismas de nuestra sensibilidad, formas enteramente puras O a
pra-sensible (el alma, e! mundo, Dios). Por razones que aparecerán más priori ya que las llevamos con nosotros, por decido así, antes que cual-
tarde, el estudio crítico de la razón se llamará la dialéctica transcen- quier experiencia dada.
dental. Puesto que existe lo a priori, hasta en e! nivel de la simple sensi-
Tomadas juntas en su común oposición a la sensibilidad, el enten- bilidad, se comprende entonces, dice Kant que, ya en este estado, sean
dimiento y la razón pura constituyen e! poder de pensar en general. posibles dos ciencias: la geometría, ciencia pura de! espacio, y la arit-
Por esto, la analítica transcendental y la dialéctica transcendental for- mética, ciencia pura de! tiempo y, por lo tanto, del número, ya que e!
man unidas la lógica transcendental. Examinemos rápidamente cada tiempo es e! número de! movimiento. La geometría y la aritmética pue-
una de estas tres grandes secciones de la Crítica de la razón pura. den contener juicios sintéticos a priori (todos los teoremas de la ma-
La mayor parte de las intuiciones de la sensibilidad son intuiciones temática) porque no trabajan sobre intuiciones empíricas dadas a pos-
empíricas que se dan a posteriori. Yo no puedo anticipar a priori los teriori, sino sobre intuiciones puras o a priori. Es por lo que sus pro-
colores, los sonidos o las formas que se me ofrecen en la experiencia, posiciones son universal y necesariamente válidas. Descubrimos aquí
únicamente puedo acogerles pasivamente. Entre las intuiciones de la una primera ilustración de la vía antropológica kantiana, ya que la Crí-
sensibilidad, hay dos, sin embargo, que tienen como originalidad el no tica de la razón pura encuentra el fundamento de las entidades mate-
ser empíricas sino puras, es decir, en e! lenguaje de Kant, libres de toda máticas y de la ciencia matemática, no en un orden absoluto, sino en
experiencia dada, o también presentes a priori . Estas dos intuiciones la estructura misma de! sujeto que conoce.
puras, presentes a priori , son el espacio y e! tiempo. Intentemos, por Pero el hombre que conoce no es sólo sensibilidad, es también en-

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La vía antropológica lmmanuel Kant

tendimiento O poder de pensar por medio de conceptos. Aquí se sitúa A partir de un estudio de las doce formas clásicas de juicio, Kant
la famosa «revolución copernicana» llevada a cabo por Kant, Del mis- se esfuerza por demostrar que esta actividad estructurante del enten-
mo modo que Copérnico revolucionó la astronomía de su tiempo al dimiento se ejerce a través de doce conceptos, siendo la causalidad el
sugerir que es la Tierra la que gravita alrededor del Sol y no lo con- más importante de ellos. No se trata de conceptos empíricos, como
trario, así Kant quiere cambiar completamente la teoría clásica del co- los de animal, planta o mesa, sino de conceptos puros o a priori los
nocimiento. Según ésta, es e! objeto quien tiene el papel central y de- cuales estructuran siempre previamente nuestra experiencia, dado que
terminante en la relación de! sujeto que conoce y de! objeto conocido. no hay otra experiencia para nosotros que la que pasa a través de su
En conformidad con la vertiente objetivista o cosmológica de! pensa- molde inteligible. Estos doce conceptos puros son los que Kant llama
miento espontáneo, e! objeto es considerado como central y se ve al las categorías del entendimiento '.
sujeto como un simple satélite que gravita alrededor de él: e! objeto Sobre esta base, Kant puede explicar sin gran trabajo la posibili-
está allí, con su estructura, su forma y sus cualidades propias, y noso- dad de nuevos juicios sintéticos a príorí . En efecto, desde el momento
tros, sujetos damos vueltas alrededor de él y nos esforzamos por co- en que los fenómenos llevan la marca del poder estructurante del en-
piar/e fielmente. Esta es la concepción tradicional que Kant quiere tras- tendimiento, el mundo de los fenómenos posee una legalidad que pue-
tornar afirmando que es al contrario, que es e! sujeto que conoce quien de ser determinada a priori, puesto que es la de nuestro propio espíri-
es determinante mientras que los objetos nos obedecen: nosotros so- tu. Por consiguiente, es posible una física pura, totalmente a príorí
mos e! centro inteligible del universo y los objetos gravitan a nuestro que enuncie los principios que se deriven de la aplicación de las cate-
alrededor. gorías al dato sensible. Por ejemplo: todos los fenómenos del mundo
¿ Cómo puede sostenerse una tesis tan desconcertante? En efecto, se suceden en el tiempo según la ley de la causalidad. De la misma ma-
la argumentación expuesta por Kant es, en el fondo, extremadamente nera, podemos comprender las pretensiones universales de las leyes de
simple. Nosotros no conocemos nunca las cosas, hace notar Kant, tal la física empírica, puesto que la universalidad de los encadenamientos
como ellas son en sí, sino solamente tal como son para nosotros. ¿ Quién de los fenómenos es la misma que imprime inevitablemente nuestro en-
puede saber lo que es la luna prescindiendo del sujeto humano que co- tendimiento a los objetos que experimentamos. La legalidad de la na-
noce?, ¿qué es la luna para un ángel o para Dios? ¿qué puede signifi- turaleza no es sino el espejo de la legalidad de nuestro espíritu. Las
car su masa, su forma, su color, etc., para un espíritu distinto del nues- ciencias físicas quedan así transcendentalmente justificadas: deletrean-
tro? Por definición, nosotros no conocemos nunca las cosas en sí, tal do progresivamente el orden inteligible del mundo, la ciencia no hace
como serían si no las conociéramos o tal como las conocería un espí- más que poner en evidencia la coherencia y la legalidad que el espíritu
ritu puro, precisamente porque somos nosotros quienes las conoce- humano ha introducido activamente en el universo de los fenómenos.
mos. Nunca conocemos las cosas sino tal como son para nosotros, que
las conocemos. En resumen: ¡jamás conocemos las cosas en sí o en
otros términos, los noúmenos (del griego nous = espíritu), es decir, las , Según su función lógica, distinguimos: 1) según la cantidad, los juicios singula-
cosas tal como las comprende un espíritu puro, sólo conocemos los fe- res (Sócrates es mortal), particulares (algunos hombres son felices) y universales (todos
los hombres son mortales); 2) según la calidad, los juicios afirmativos (Sócrates es grie-
nómenos (de! griego phainesthai = aparecer), es decir, las cosas tal go), negativos (Sócrates no es impío) e indefinidos (Sócrates es no-galo); 3) según la re-
como nos aparecen a quienes las conocemos con nuestro entendimien- lación, los juicios categóricos (Sócrates es un animal racional), hipotéticos (Si Sócrates
to limitado unido a nuestra sensibilidad. A partir de esto, es perfecta- es un hombre, entonces es mortal) y disyuntivos (Sócrares o es célibe, o está casado o
mente comprensible que el espíritu humano marque con un sello todo viudo); 4) según la modalidad, los juicios asertorios (Sócrates, efectivamente, es mortal),
problemáticos (quizás Sócrates, es sabio) y apodícticos (Sócrates es necesariamente mor,
lo que conoce. Llegamos aquí a la idea central de Kant: en el conoci-
tal). A estas doce formas lógicas de juicio, corresponden, según Kant, doce conceptos
miento, el pensamiento humano, sin ser creador, no es tampoco pasi- puros del entendimiento: 1) según la cantidad: unidad, pluralidad, totalidad; 2) según la
vo, sino activo; no solamente experimenta un dato, le imprime tam- calidad: realidad, negación, limitación; 3) según la relación: substancia y accidentes, cau-
bién su sello. O sea e! sujeto que conoce es parte interesada en él cono- sa y efecto, acción recíproca; 4) según la modalidad: existencia y no existencia, posibi-
cimiento, trae algo consigo: el horizonte y la forma del objeto conocido. lidad e imposibilidad, necesidad y contingencia.

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La vía antropológica lrnrnanuel Kan!

El orden que descubrimos en el mundo no es otro que el que nosotros entendimiento, en los doce conceptos puros en los que se expresa la
hemos puesto. El garante de la inteligibilidad del mundo no es ya el actividad sintética a priori de! Yo transcendental. .
entendimiento divino creador, sino el entendimiento estructurante del Al afirmar que es la unión de estos dos aspectos lo que constituye
'sujeto humano. iEsto es lo que constituye un enorme salto hacia de- auténtico conocimiento, Kant hace la síntesis de las dos grandes
un l . li
lante en el camino antropológico de la filosofía! o corrientes que le precedían en la filosofía moderna: e ra~lOna isrno y
Cierto, el Yo de! que aquí se trata no es e! yo empírico del sujeto el empirismo. El racionalismo, salido de Descartes, sub~stlma el recur-
individual. El Cogito que ordena a priori el mundo de la experiencia so 'a la experiencia y no se fía más que de las dedu.cclOnes pura~ de!
no es en manera alguna el «yo pienso» de la conciencia psicológica, entendimiento. El empirismo, de inspiración anglosaJ?n~, desconft~, al
sino el «yo pienso» del sujeto transcendental. Por «sujeto transcenden- contrario, de lo a priori y piensa que el único conoclmlent~ accesible
tal» hay que entender el acto primero de! yo, el poder unificante ori- es el que prudentemente induce a partir de los hechos expenmentales.
ginario de! pensamiento, acto y poder que, por definición, no son nun- Kant unifica estas dos corrientes opuestas, sobrepasándolas. Supera el
ca empíricamente conscientes, puesto que son ellos lo que hacen po- empirismo en la medida en que f~nda l~ posibilidad de j~icios sintéti-
sible toda experiencia consciente. El yo psicológico es consciente, por- cos a priori marcados por una universalidad y una neceslda~ qu~, por
que él mismo no es más que un fenómeno objetivo (del sentido inter- definición, nunca pueden ser inferidas a partir de una exper.lencl~ que
no) constituido, como todos los demás, por el acto inobjetivable y me- siempre es limitada. Por este medio, Kant se acerca al .raclO.nahsmo.
taempírico de! yo transcendental. Es este, y no el yo empírico, quien Pero, inversamente, Kant limita las pretensiones del racionalisrno: de
r es responsable de la legalidad de la experiencia y quien está en la base suyo, la actividad sintética del entendim~ento no es más que una. for~a
de la ciencia. vacía y su utilización solamente es legítima y fecunda en la aplicación
Al final.de la estética y de la analítica transcendentales, la conclu- de las categorías a un dato empírico. Al hacer esto, Kant reconoce par-
sión mayor que Kant saca de este estudio de la sensibilidad y del en- te de verdad de lo a posteriori defendido por e! empirismo. La con-
tendimiento, es la siguiente: el único conocimiento válido es e! que re- junción kantiana del entendimie~to y de la se~~ib~l,idad es d~ esta. ma-
sulta de la unión de la sensibilidad y de! entendimiento. Lo que e! hom- nera, históricamente, una tentativa de reconciliación de! racionalisrno
bre puede conocer efectivamente son los fenómenos sensibles ordena- y del empirismo. . ..
dos por la actividad sintética a priori del entendimiento. Los dos son No obstante, el hombre que conoce no es sólo sensibilidad y en-
necesarios. Primeramente se necesitan las intuiciones empíricas que tendimiento. Es también razón pura. El estudio de esta tercera facul-
puedan dar lugar a una experiencia sensible. Así pues, sólo serán cog- tad es el objeto de la dialéctica transcendental. La razón pu.ra es el en-
noscibles los objetos correspondientes a una experiencia posible. Pero tendimiento en cuanto que quiere liberarse de toda referencia a una ex-
las intuiciones no bastarían por sí solas para un conocimiento verda- periencia posible y prete~de conoc:r. ~bjetos supra~~nsibles ~or sus
dero: e! entendimiento tiene aún que ponerlas en orden y legalizarlas propios medios, sin recurnr a la sensibilidad, O también, la razon ?ura
por medio de su actividad estructurante. Dicho de otra forma: e! co- es el entendimiento que, insatisfecho de no conocer ~ás que. f~nome-
nocimiento válido es el que organiza por medio del entendimiento una nos físicos condicionados, parte a la búsqueda de lo incondicionado,
experiencia posible gracias a la sensibilidad. Las intuiciones, sin las ca- del absoluto, dejándose llevar en las alas de la metafísica. En uno de
tegorías, son ciegas; y las categorías, sin las intuiciones, están vacías, los raros pasajes poéticos de la Crítica de la razón pura", Kant com-
no son más que pura forma. para e! proyecto de la metafísica co~ e! impulso ~e una palom~. La pa-
Es conveniente, pues, distinguir dos aspectos en el conocimiento: loma, dice Kant, que surca e! espacio, pero que siente que e! alr~ frena
un aspecto material y un aspecto formal. El aspecto material está cons- sus alas, imagina que volaría mucho mejor en el vacío. Pero el aire que
tituido por la pura diversidad de las intuiciones empíricas de la sensi- la frena es al mismo tiempo el aire que la sostiene. En e! vacío, en vez
bilidad. El aspecto formal es e! elemento organizador y esrructurante
que viene del espíritu humano y consiste, en el nivel de la sensibilidad, • IMMANUELKANT, Crítica de la Razón Pura (trad. francesa de Trcmesaygues et
en las dos intuiciones puras del espacio y del tiempo y, en el nive! del Pacaud), París, P.U.F., 1950, p. 36.

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La vía antropológica lmmanuel Kant

de poder planear más rápidamente, se caería y se estrellaría COntra el entendimiento se embala y trabaja de balde, puesto que quiere cono-
suelo. Lo mismo sucede con el entendimiento. El poder a priori del cer objetos suprasensibles a los que, por definición, no puede corres-
entendimiento, en su uso científicamente válido, está estrictamente vin- ponder'ninguna experiencia. Efectivament~, ¿qué intuic.ión me daría la
culado con. el campo de una experiencia posible. Es ciertamente una realidad de! alma, de! mundo como totalidad, o de DIOS? Kant con-
limitación. Mas esta humilde unión con el orden empírico es también cluirá diciendo que la razón pura puede pensar estas Ideas, pero no pue-
la garantía de la eficacia y de la seriedad de! conocimiento. Sin embar- de conocer/as, porque no respeta la regla normal de un conocimiento
go, P?r ~n instinto metafísico que no se puede desarraigar y que es válido.
constitutivo de! hombre, el entendimiento se imagina que podría co- Aquí encuentra su sitio e! célebre tema de! agnosticismo kantiano.
nocer infinitamente más y mejor si se liberase de esta referencia em- Este tema tiene dos aspectos: negativo y positivo. Negativamente, -y
pírica para volverse libremente, puramente a priori , hacia objetos me- es el aspecto que se subraya más a menudo-, e! agnosticismo kan tia-
taernpiricos o suprasensibles. Si cae en esta tentación, e! entendimiento no afirma que e! hombre no puede conocer e! absoluto. Sus facultades
se transforma en razón pura, trabaja de balde, como simple forma a de conocimiento no están destinadas a hacer metafísica, sino a practi-
priori y lo mismo que la paloma, en lugar de alcanzar su grandioso car las ciencias (matemáticas, física, química, etc.). La patria de! inte-
fin, cae en la ilusión: la ilusión transcendental de la metafísica. Hacién- lecto humano es e! mundo de la experiencia sensible. Y este mundo
dose cargo del sentido peyorativo de la palabra «dialéctica» que indi- -Kant no es un empirista-, e! entendimiento puede conocerlo cien-
caba, para Aristóteles, un razonamiento engañoso, Kanr denuncia esta tíficamente, es decir, dejando atrás e! dato .estrictamente em~íri.co y
ilusión metafísica de la razón en una «dialéctica» transcendental. yendo hacia los juicios universales y necesanos. Pero e! conocimiento
En su impulso metafísico, la razón pura pretende elevarse al co- del absoluto desborda e! poder de la razón finita. Positivamente, e! ag-
nocimiento de tres objetos suprasensibles y así produce tres Ideas, lo nosticismo kantiano tiene una significación más susil y muy descono-
cual deja ver que la dialéctica de la razón lleva consigo también una cida. La convicción última de Kant es que e! absoluto de la libertad
connotación platónÍca. Estas tres grandes Ideas de la razón son: e! alma, humana y de Dios es demasiado grande para ser «conocido». Conocer
el mundo y Dios. Desde siempre y para siempre, la razón ha sido y es, en cierta manera, dominar un objeto construyéndolo a priori . Sea-
será metafísica, es decir: ha pretendido y pretenderá conocer objetos mos, pues, modestos y no pretendamos encerrar e! misterio de Dios y
a los que no pueden corresponder intuiciones empíricas. Por eso, más de la libertad en la red del entendimiento. El corazón de! ser escapa a
allá de todos los fenómenos psíquicos de! sentido interno, la metafísi- la especulación, en primer lugar, no porque nuestro conocimiento sea
ca quiere hablar de! alma y afirmar que es libre, simple, inmortal, etc. finito y deficiente, sino porque el misterio ontológico excede e! orden
O también, más allá de todos los fenómenos físicos del sentido exter- mismo de! conocimiento en general. Tal es e! sentido de la frase pro-
no, la razón pura quiere discurrir sobre e! mundo tomado como tota- . funda de Kant: «he tenido que abolir el saber con el fin de dejar un
lidad, no sobre el mundo experimentable, sino sobre e! mundo consi- sitio a la fe»5. Kant ha limitado e! saber, ha demostrado que el hombre
derado como entidad metafísica, lo que es e! caso de los juicios tales que conoce sólo está en su casa en los fenómenos, objetos de la ciencia
co.mo: el mundo es finito (o infinito), el mundo ha sido creado por moderna, pero no se ha entregado a este trabajo crítico con e! único
DIOS, el mundo ha comenzado (o no ha comenzado) en e! tiempo, etc. fin de humillar a la razón pura, ha querido, sobre todo, hacer un sitio
Los metafísicos se sienten autorizados, finalmente, a emitir juicios so- a la fe, es decir, como vamos a verlo, reservar e! acceso al absoluto al
bre Dios como origen último de! alma y de! mundo: Dios existe, él es empeño ético de la razón. El primer resultado de la Crítica de la razón
e! creador de! mundo, él juzga con justicia las acciones humanas, etc. pura, e! más visible, es la limitación de! saber humano y la afirmación
Sobre estas tres Ideas de la razón, los metafísicos se pelean y se de que el alma, el mundo y Dios escapan al dominio de! conocimiento
c?ntradicen desde hace si~los. Este fracaso es perfectamente compren- racional. Pero si Kant tiene firmemente en mano las riendas de la ra-
sible desde e! punto de Vista de Kant, ya que los juicios sintéticos a zón pura, si le impone una crítica tan rigurosa, es, finalmente, para pre-
priori emitidos por la razón pura no disfrutan de la doble garantía de
los conceptos puros del entendimiento y del dato intuitivo. AqUÍ, el 5 Ibid., Prefacio de la segunda edición, p. 24.

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La vía antropológica Irnrnanuel Kant

servar el campo de la r~zón práctica o moral, la única capaz, según ¿Cuál puede ser ahora el imperativo moral salido de la razón? He-
Kant, de abrirse un camino hasta el ser. Veamos cómo. mos visto que la razón pura es la facultad de la universalidad absoluta
A la razón práctica no le interesa lo que es, si no lo que debe ser. e incondicionada afirmada enteramente a priori. La única orden que
La pregunta ya no es: «¿Qué puedo conocer?» sino «¿Qué debo ha- puede emanar de ella será, pues, la de actuar de una manera racional,
cer?», Kant ha desarrollado este tema en su segunda gran obra, la Crí- es decir, universal. «Obra de tal manera que puedas querer que la máxi-
ttca de la razón práctica. En comparación con la primera Crítica, en- ma de tu acción llegue a ser una ley universal." Esta es la célebre for-
~ontramos un cambio total de situación. En efecto, la conclusión más mulación del imperativo categórico o incondicional procedente de la
Importante de la Crítica de la razón pura era que la razón teórica sólo razón pura. El único criterio, enteramente formal, para saber si yo obro
es fecunda ~i r~nuncia a su pure-:-a y se liga m.odestamente al campo bien al hacer talo cual cosa, es el de preguntarme ¿puedo querer ver-
de la expenenCla. En el campo etico, en cambio, la preocupación de daderamente, sin contradicción, que la línea de conducta que yo voy
Kant es demostrar que la razón práctica sólo es verdaderamente moral a adoptar se extienda a todos y llegue a ser una ley universal ? Tal es
s~ es. pura, ~s decir, si está totalmente libre de la experiencia. Por con- la exigencia ética de la razón pura. .
s~gUlente, SI, ba)? el punto de vista teórico, la razón pura debía ser cri- Lo que nosotros llamamos familiarmente la voz de la conciencia
ticada, en cambio, en el aspecto práctico, quien debe ser severamente no es otra cosa, para Kant, que este imperativo de la razón pura que
criticada es toda razón práctica que no sea pura. ¿Por qué? El primer se dirige a nuestra voluntad empírica interesada ordenándole someter
~un?an:ento. del «purismo» ético kantiano es que la moral no habla en sus móviles egoístas a la universalidad incondicional de la razón. Así,
In~lcatlvo SInO en imperativo. No describe lo que es, .sino que pres- pues, la razón pura, que era impotente para conocer en el plano cien-
cnbe lo que debe ser. Ahora bien, una norma moral, una exigencia éti- tífico, es, en cambio, la única ley válida y eficaz de la acción en el pIa-
~a, nunca s~n, en cuanto tales, un hecho dado a posteriori, sino un no ético. Ilusoria en metafísica, la razón es, por el contrario, el único
Ideal que se Impone a priori. Una moral basada en la experiencia sería fundamento de la moralidad.
una contradicción. Los hechos no proporcionan nunca una regla ética. Lo que es decisivo desde el punto de vista que nos ocupa, es que,
S?lo puede ser auténticarnente práctica la razón pura, que legisla a prio- basándose en esta ley práctica de la razón, Kant va a postular tres gran-
rz, El segun~o fundamento del purismo de Kant reside en el rigor de des afirmaciones metafísicas inseparablemente unidas a la exigencia éti-
sus concepciones morales. Según Kant, en efecto, desde el momento ca. Son los tres famosos postulados de la razón práctica. Se trata de pro-
en que se obra por motivos empíricos procedentes de la sensibilidad, posiciones teóricas que no pueden demostrarse por la razón especula-
desde el momento en que se actúa por interés o por deseo de eficacia tiva pero cuya verdad es requerida por la razón práctica a fin de que
se está fuera del orden moral. Cualquier moral fundamentada empíri- el imperativo de esta última no sea incoherente".
camente sería no solamente contradictoria, sino incluso, inmoral. Sólo El primer postulado de la razón práctica es el de la libertad. En
actúa moralmente quien obra únicamente en beneficio de la razón sin el plano teórico no podemos probar que somos libres. Por el contra-
ningún móvil sensible, sólo por obedecer a la razón pura. ' rio, cada una de nuestras acciones, en el nivel de los fenómenos, tiene
Además, el sentimiento popular ¿no se acerca a la filosofía cuan- que ser interpretada como un fenómeno unido causalmente a otro fe-
do esti~~ que alguien ha obrado bien si la intención que le ha movido nómeno. El entendimiento científico no alcanza nunca más que el de-
a la accron era buena y solamente en este caso, es decir, si estaba im- terminismo estricto de los fenómenos, no puede sino ignorar la liber-
pulsado por la intención de cumplir su deber, únicamente por ser su tad. En cuanto a la razón especulativa pura, ella puede «pensar» me-
deber, y no por in~erés? El comerciante que no engaña con sus precios tafísicamente que nuestra alma está dotada de libertad, pero es incapaz
y sus balanzas a fID de no perder su clientela, no obra moralmente, de «conocerlo» dernostrativamente. Mas la razón en nosotros no es so-
cumple su deber materialmente, pero no formalmente, él actúa en con- lamente teórica, es también práctica. En cuanto que es práctica me or-
formidad con su deber, pero no por deber. Sólo será auténticamente
honrado cuando haga eso mismo únicamente por respetar la ley pro- 6 1MMANUEL KANT, Crítica de la Razón Práctica (trad. francesa de F. Picavet,Pa-
cedente de la razón. rís, P.U.F. 1943) p. 132. Para el enunciado sucinto de los postulados. d. p. 142.

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La vía amropológica Immanuel Kam

dena actuar de manera puramente racional, en una completa indepen- licidad para ser él mismo con toda su plenitud y que precisamente se
dencia del mundo de los sentidos. Pero obrar así, es precisamente ser hace digno de esta felicidad por la virtud, es decir: por esta disposi-
libre, es determinarse por sí mismo conforme a la razón. La voz prác- ción a obrar bien que se burla de la felicidad para buscar solamente el
tica de la razón en mí me obliga a afirmar que soy libre. A partir de deber en cuanto tal. En otras palabras: e! deseo de la razón es la rea-
la evidencia primera del deber moral, a partir de este hecho racional lización del soberano bien, que consistirá en el acuerdo entre la virtud
primordial que es el imperativo categórico, yo debo postular la liber- y la felicidad que la virtud ha merecido. Aho,ra bien, de hecho, este vín-
tad. De otro modo, la razón práctica me impondría un deber irreali- culo no sólo se encuentra raramente -icuantos JUstos son desgracia-
zable, lo que quiere decir que, al contradecirse ella misma, sería irra- dos y cuántos impíos prosperan!- sino que ni siquiera está en poder
cional. La coherencia de la razón consigo misma exige, pues, la reali- de la humanidad el realizar eficazmente e! bien supremo desde el mo-
dad de mi libertad. «Debes, luego puedes", afirma e! célebre adagio mento en que la felicidad depende de la buena suerte, es decir, a fin
kantiano, tú debes hacer tu deber, pero tú sólo puedes hacerla si eres de cuentas, de un orden natural que, en sí, no tiene nada que ver con
libre, luego tú estás autorizado por la razón a postular prácticamente la moralidad. Por esto, a menos de contradecirse a sí misma, la razón
que eres realmente libre. De esta manera, por su exigencia moral ab- nOSimpone la obligación de postular prácticamente la existencia de un
soluta, la razón práctica me revela que yo no soy solamente un fenó- autor sabio de la naturaleza capaz de realizar e! bien supremo, es de-
meno determinado unido al conjunto de la naturaleza, sino una reali- cir, que moralmente nos hace admitir la existencia de Dios.
dad metafísica inteligible, un noúmeno que, como cosa en sí, está do-
tado de libertad.
El segundo postulado de la razón práctica es el de la inmortalidad
del alma. La razón práctica me obliga a ser santo, es decir, a obrar úni- El pensamiento de Kant ha ejercido una influencia incalculable en
camente por deber, en una obediencia perfecta a la ley moral que la nuestro tiempo. Ya hemos señalado más arriba la marca antropológica
libertad racional se da a sí misma. Ahora bien, en la medida en que yo de su teoría de! conocimiento, según la cual e! orden de la naturaleza
soy en este mundo un ser racional sumergido en el mundo sensible, es solamente un espejo de la legalidad del espíritu humano. Esta ten-
soy incapaz de deshacerme totalmente de los intereses egoístas de mi dencia se confirma)' se intensifica en e! coronamiento ético de la obra
sensibilidad para obrar por puro respeto a la ley. Y, sin embargo, la crítica.
razón no me ordena por ello menos imperiosamente el cumplir el de- La concepción kantiana de la moral constituye primeramente una
ber por el deber, descartando toda búsqueda de un éxito empírico. A nueva revolución copernicana. En efecto, clásicamente, la moral está
menos que la razón misma sea irracional -lo que es imposible- yo fundada en la metafísica: el hombre obra bien si asume y promueve
debo postular la posibilidad de un progreso hasta el infinito en direc- en su conducta el orden de lo real descifrado por la metafísica. Aquí,
ción a esta santidad moral. Mas este progreso indefinido sólo es posi- en cambio, la conciencia moral del hombre no descansa más que en sí
ble si mi personalidad racional persiste indefinidamente en el ser, más misma; no tiene que someterse a leyes externas; al obedecer al impe-
allá de la muerte que afecta a mi existencia fenomenal. Brevemente, la rativo categórico, obedece a su propia coherencia interna. Así, pues,
exigencia moral de la razón me obliga a postular prácticamente la in- la racionalidad de la acción está lejos de depender de una metafísica pre-
mortalidad de mi alma y, por lo mismo, la posibilidad de acercarme via, es más bien la razón humana la que es la primera y quien, por me-
indefinidamente al ideal moral. dio de los postulados prácticos, abre e! campo de la metafísica. No es
El tercer postulado es el de la existencia de Dios. Sobre este pun- el ser quien determina el sentido de! hombre, sino el hombre ético
to, como sobre el de la inmortalidad de! alma, la razón teórica era in- quien decide el sentido de! ser.
capaz de proporcionarme e! más mínimo conocimiento. Pero la razón Esto es especialmente claro en el problema de Dios. En Kant, Dios
práctica tiene entrada allí donde la especulación se manifiesta impo- está situado en la prolongación del dinamismo del ser humano. Está
tente. Efectivamente, la razón -y no sólo el egoísmo humano-- con- al término de las demandas del espíritu; su existencia es exigida para
sidera que un ser racional como es e! hombre tiene necesidad de la fe- que la razón humana no sea incoherente en su deseo racional de feli-

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La vía antro po lógica . Sóren Kierkegaard

cidad. Esto es e! sentido verdaderamente antropológico de! tercer pos- cil al ser, la realidad misma de lo qu.e Dios es. ~n sí y p.ara sí.
tulado de la razón práctica: Dios es postulado como aquel que garan- Resumiendo: Kant ayuda al pensamlent? ftlosof¡~o y teológico a
tiza hasta e! final la consistencia de la libertad humana. Este tema ten- ar a la reducción cosmológica del sentido de DIOS al demostrar
escap 1 '. d
drá éxito. que no hay que colocar el ;;'~soluto en la pro ongacion e ~uestro sa-
Finalmente, es importante señalar e! carácter esencialmente ético ber científico de! universo físico: relega a un puesto subordmado cu.al-
del antropocentrismo kantiano en materia metafísica. La afirmación de . físico-teología7. Pero está e! reverso de la medalla: por haber 10-
quier 1 b . 'f'
Dios no es e! broche final del impulso científico del hombre, sino de debidamente identificado e! saber humano con e.. sa er Cle?~1ICOto-
su esfuerzo moral. El acceso a Dios está al final de nuestro corazón mando como modelo de conocimient? las mat~matlcas y la Iísica, K~nt
y no de nuestro cerebro. La posición metafísica del Absoluto no es ne- excluye todo conocimiento especulativo de DIOS. Y esto con la mejor
cesaria para que e! conocimiento humano se realice -pues la patria intención del mundo: él se niega a someter el absoluto al esquema cons-
del saber son los fenómenos condicionados del mundo-, más bien es tructor y dominador de la ciencia moderna. ~ero este rechazo de un
la acción de! hombre quien la exige para poder conseguir e! supremo acercamiento especulativo a Dios le lleva lógICamente a no encontr~r
bien al que está destinada y que, sin embargo, no está a su alcance. La apoyo para la afirmación metafísica fuera de!. orden moral y a red ~c.lr
única medida de la santidad moral es la razón humana, pero el hombre así la teología a una ético-teología8• Kant aleja e! ~ehgro del dom~mo
necesita de Dios para que la santidad le haga feliz. Volvemos a encon- científico sobre el concepto de Dios, pero 10 sustituye. por e! ~ehgro
trar las consecuencias remotas de esta manera de pensar en Schleier- . más sutil de un utilitarismo refinado, de un morahsmo universal
aun 1 di .
mide el sentido del ser por su impacto en e marmsmo euco e
.' d 1
macher (a cuyo propósito volveremos a hablar de Kant), en e! protes-
qu e . li d 1
tantismo liberal y hasta en algunos aspectos de! catolicismo contem- hombre y subordina la afirmación de DIOS al cump rrniento e a.mo-
poráneo. Mas, en general, podemos reconocer la influencia de! kantis- ralidad. Como veremos ulteriormente, en la tercera parte de este hb:o,
mo siempre que, en la afirmación de Dios, e! conocimiento es minus- sólo el reconocimiento de un enfoque metafísico real de! ser y. de DIOS
valorado en favor de! obrar. Asimismo, e! slogan moderno de la pri- da al pensamiento una gratuidad y una ~i~ertad cap.ac.es de evitar con-
macía de la ortopraxia (obrar correctamente) sobre la ortodoxia (pen- juntamente e! doble escollo ?e la reducción co~mologlCa y de la reduc-
sar rectamente) tiene su origen en la supremacía kantiana y rousseauia- ción antropológica. Pero deJamo~ esto para.mas tarde. Por .el momen-
na de la razón práctica sobre la razón teórica: «tuve que suprimir el to vamos a referimos a otra versión muy diferente, d~ la v~a ~ntropo-
saber para hacer sitio a la fe». Se dirá que, para ir a Dios, lo esencial lógica en filosofía, la que ha abierto un pensador «exlstenClahsta» por
es practicar la justicia, y no e! saber las verdades sobre Dios, olvidan- adelantado, Sóren Kierkegaard.
do así que la primera justicia es permitir a Dios ser lo que es, y res-
petar su verdad.
La herencia rousseauiana y kantiana, según la cual la virtud es más 3. Kierkegaard y la subjetividad religiosa
importante que el saber, tiene ciertamente su parte de verdad, puede
incluso hasta encontrar cierta garantía en la mejor tradición cristiana, Sóren Kierkegaard (1813-1855) es un~ «excepci~~». en el m~n?o
pero a fuerza de repetir que Dios está al término de una acción moral de los filósofos, ya que es una especie de filósofo antifilósolo. Cns~la-
coherente y no de un pensamiento metafísico riguroso, ¿no se corre el no de fe ardiente y apasionada, Kierkegaard es ~n pensa?~r esencial-
riesgo deinducir a una nueva reducción de! cristianismo y, más en ge- mente contestatario: todo su pensamiento filosófico y religioso es u.na
neral, a una perversión sutil de! sentido de Dios? Comprender la exis- inmensa protesta contra la doble impostl~ra. q~e con.stituye a sus OJos
tencia de Dios -y su revelación en Cristo- bajo un punto de vista el sistema enciclopédico hege!iano y e! crisnarusmo Insulso de la Igle-
únicamente ético, como postulado necesario para la feliz consumación
de la moralidad humana, corresponde, es verdad, a un aspecto de lo 7 Cf. IMMANUELKANT, Crítica del Juicio (trad. francesa de A. Philonenko), París,
real, pero solamente a un aspecto parcial: de hecho se desdeña total- Vrin, 1968,91, pp. 285-286.
mente e! tomar en consideración, en un pensamiento gratuitamente dó- 8 lbíd.

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La vía antro po lógica Sóren Kierkegaard

sia luterana danesa. Para él, la única verdad reside en el encuentro exis- sistencia de las satisfacciones finitas buscadas por el esteta frente a la
tencia! de la subjetividad, del Individuo, con la paradoja absoluta del infinitud de la exigencia ética 11.
Dios completamente Otro encarnado en Cristo. En el sistema hegelia- E! estadio ético es el de la universalidad moral. Mientras que la sub-
no -que él conoce bien- Kierkegaard denunciará la absorción de la jetividad estética juega consigo misma y con todo sin tener en cuenta
existencia personal dentro de una totalidad universal que ignora su uni- las reglas éticas, el hombre del deber es, en cambio, el apologista de lo
cidad irreductible. Y, en la Iglesia protestante oficial, criticará sin cesar general. Su ideal es la fidelidad a la ley. El esteta donjuanesco corre de
la perversión por la que se creen autorizados a hacer hipócritamente amante en amante. El ético exalta la grandeza del matrimonio y en-
carrera en el cristianismo y a disecar la Escritura como si se tratase de cuentra su felicidad en el cumplimiento del imperativo categórico. En
un simple cuerpo de textos históricos. El verdadero «caballero de la la segunda parte de La A lterna tiva 12, Kierkegaard ha caricaturizado
fe" no será nunca un filósofo hegeliano, ni un teólogo oficial, ni un mediante los rasgos de un asesor, el asesor Wilhelm, el niño demasia-
predicador titular: «el verdadero caballero de la fe es un testigo, nunca do moderado, el estudiante ejemplar, el buen funcionario, esposo fiel
un rnaestro-".
y padre entregado, que ilustran la grandeza y los límites de la esfera
«La subjetividad es la verdad" 10. Este grito de Kierkegaard ha te- ética. De hecho, Kierkegaard aprecia verdaderamente la figura kantia-
nido éxito, porque expresa maravillosamente la pasión que le habita: na del hombre ético, que en vez de abandonarse al instante fugaz, des-
permitir que el Individuo se apropie subjetivarnente la realidad trágica cubre la eternidad en el tiempo y somete su caprichosa subjetividad a .
del Dios crucificado. Lo que importa, no es la amplitud enciclopédica la seriedad de una tranquila y cotidiana fidelidad. Pero es precisamen-
de nuestros sistemas teológicos, es que yo, con toda mi subjetividad, te el pecado del ético: un exceso de seriedad. Kierkegaard aprecia en
reciba en la fe la paradoja absoluta de Cristo y lo refleje, profética- él la superación del estetisrno; le reprocha, en cambio, que es prisio-
mente, por la paradoja de mi propia existencia. Por esta exaltación de nero de su buena conciencia, inaccesible a la inquietud, esclavo de las
la verdad vivida, Kierkegaard anuncia algunos rasgos del existencialis- ideas generales. Las debilidades de la esfera ética son puestas al descu-
mo contemporáneo. No obstante, sería totalmente erróneo interpretar bierto por medio del humor, que pone el dedo, a veces dolorosarnen-
este alegato en favor de la subjetividad en un sentido subjerivisra y pu- te, en la fragilidad de la acción moral, demasiado humana todavía en
ramente Íntimo. Para comprender bien el estatuto exacto de la subje- su ingenua seguridad y en su excesiva confianza en sí. Es la experien-
tividad kierkegaardiana, lo mejor es recorrer los tres célebres estadios cia trágica de Job, modelo del justo, pero que por una especie de hu-
en los que Kierkegaard describe «esferas de la existencia" al mismo mor divino, se encuentra totalmente desprovisto delante de su Dios,
tiempo que deja en ellos su autobiografía. obligado a pasar, por fin, del estadio ético a la experiencia religiosa.
El estadio estético es el del vagabundo entregado a la fugacidad del El estadio religioso es el de la confrontación trastornadora del In-
momento presente. El estera es un diletante que ignora la fidelidad y dividuo único con la Persona única e incomparable del Dios comple-
la duración. Es el hombre de las sinceridades sucesivas, no el guardián tamente Otro. El esteta se quedaba más acá de la universalidad ética.
de la verdad. Su verdad es la aventura siempre nueva que excluye la El caballero de la fe, el hombre religioso, la deja atrás desde arriba. Su
repetición; aventura viajera simbolizada por el Judío errante, aventura subjetividad no descansa tranquilamente en la satisfacción del deber
intelectual representada por el personaje de Fausto, aventura afectiva cumplido, gesticula patéticamente hacia la paradoja absoluta del Dios
y erótica encarnada por Don Juan yendo de mujer en mujer en la bús- hecho hombre. En Temor y temblor, Kierkegaard ha ilustrado deteni-
queda imposible de «la. Mujer ideal. La vanidad de la esfera estética damente la diferencia entre la esfera ética y la esfera religiosa de la exis-
se manifiesta en la experiencia de la ironía que hace ver la falta de con- tencia con una comparación entre Agamenón y Abraham. Retenido en

9 SOREN KIERKEGAARD, Crainte et tremblemem, París, Éditions de l'Orante, vol. 11 Para el estadio estético de la existencia, hay que referirse especialmente a la pri-
S, 1972, p. 170.
mera parte de L'alternative, Éditions de l'Orante, vol. 3.
10 SOREN KIERKEGAARD, Post-scriptum définitif et non scientifique aux miettes pbi- 11 Éditions de l'Orante, vol. 4, particularmente pp. 141-302, sobre L'équilibre de
losopbiques, Éditions de l'Oranre, vol. 10, pp. 170 Y ss.
l'estbétique et de l'éthique dans la formation de la personnalité.

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La vía anrropológica Sóren Kierkegaard

Aulis po~ los vientos contrarios que le impedían zarpar para Troya, de una falta moral, es la rebelión del Individuo contra su Dios. Pero,
Aga~enon, rey de Argos y de Micenas, sacrifica, según la orden d por eso mismo, la experiencia del pecado es una experiencia religiosa
lo~ .d~oses, su ~ija !figeni~ y obtiene así los vientos favorables que per~ que sólo puede pertenecer a una existencia vivida ante Dios. Además,
mrtiran a su ejercito arribar a Troya. Aparentemente la aventura de el pecador ¿no es el único capaz de comprender algo de lo que escapa
Abraham es muy semejante; Abraham no tiene más que un hijo Isaac totalmente al moralista y al estera, a saber: el escándalo de la cruz y
e! herede:~ de la promesa y he aquí que, por una orden de Dios, é¡ del Hijo ensangrentado?
~ebe sacrificarle en e! monte Moria, Abraham obedece, pero en el úl- Kierkegaard es ciertamente e! pensador de la subjetividad. Esta
tJm~ ~.omento, un ángel retiene su mano y su hijo es sustituido en el subjetividad, sin embargo, no tiene nada de subjetivismo confortable.
sacnflCl? por un carnero. j Qué diferencia, sin embargo, entre los dos Cara a cara con e! Dios vivo, una exigencia temible ha convocado al
personajes! Agamenón es un héroe ético que sacrifica su individuali- sujeto kierkegaardiano, se le provoca a la confianza absoluta.
dad y la de su hija por el bien común. Actúa como un caudillo de
guerra consciente de sus responsabilidades: subordina la particularidad
de, s~ amor .p~t.ernal a la universalidad del Estado y de su ley. Con su
tragico sacrificio, Agame~ón tranquiliza su conciencia, mientras que Cuando estudiemos la vertiente tea lógica de la vía antropológica
t~dos comprenden y admiran su valor. A Abraham, sin embargo, na- tendremos ocasión de volver sobre la repercusión del pensamiento kier-
die puede comprenderle. Abraham no puede decir nada. Durante los kegaardiano en la manera de comprender la fe cristiana de éste. No obs-
tres días de la .ascensjón a~~oria, se calla. El lenguaje es excelente para tante, ya desde ahora, podemos presentir su rica ambigüedad. En su
expresar la universalidad etrca, pero ¿cómo decir lo absurdo? Abraham Posdata definitiva y no científica a las migajas filosóficas (título admi-
no encarna la fidelidad a la ley. El es la Excepción, el Individuo, él no rable), Kierkegaard repite hasta la saciedad que e! Individuo existente
obedece ~ su deber, sino.a la sola Palabra de su Dios que cae sobre él no puede ir a Dios más que por la vía subjetiva: no son los libros de
en la ve.ruca~ ,de la EternId~~, en un instante absolutamente incompa- erudición ni las perspectivas de la historia universal quienes pueden
rable. Situación tan paradójica que la ley ética «<no matarás») cesa en dar acceso a la verdadera fe cristiana, sino la profundización subjetiva
favor d.e ~a confianza ciega en la voluntad del Completamente-Otro. de la existencia personal. Lo que importa no es el «qué" del cristianis-
El sufrimiento de Abraham no es ni siquiera el de la renuncia. Es el mo sino e! «cómo» del cristiano. Pues saber lo que es e! cristianismo
héroe ético que es capaz de la virtud de la resignación. Abraham sabe está al alcance de todos -es sólo cuestión de erudición- pero ser y
-perQ,en la fe en e! absurdo- que Isaac le será devuelto, aunque ig- hacerse cristiano, eso es lo que nos hace entrar en el camino estrecho
nora como. El pueblo llora por Agamenón y celebra su entereza; a de la existencia 13. Esta insistencia sobre la apropiación subjetiva es de
Abraha?;, en su camino solitario, no puede acompañarle ninguna una importancia capital: no basta con estar bautizado en la Iglesia vi-
compasion. sible y con profesar la doctrina dogmática de! cristianismo para ser exis-
«La subjeti:id.a~ es la :e.rdad», cierto, pero para Kierkegaard se tencialmente cristiano. Pero, a fuerza de subrayar este aspecto y a pe-
trata de esta subjetividad religiosa que no tiene nada que ver con el jue- sar de los matices que añade a veces 14, Kierkegaard termina por dar la
go ~e! es::ta o con la seriedad de! ético. Por eso puede comprenderse impresión que e! tomar en serio e! «cómo» de! cristiano lleva consigo
su irritacron frente a la tentativa kantiana de reducir el sentido de la un cierto desinterés por e! «qué" de! cristianismo. En efecto, los dos
r~ligión. a los límites de la razón práctica. Kant quiere reducir las con-
tJ~genclas de la religión positiva a la pura universalidad de la ética.
Kler~egaard busca ~ransgredir la generalidad de la moral hacia la pa- 13 Cf. en el Post-scriptum, Éditions de l'Orante, vol. 11, las maravillosas y vigo-
rosas páginas 60-81, sobre el problema de la introducción, no al cristianismo, sino al de-
radoja, Esta paradoja no es sólo la del Dios crucificado, es también la
venir cristiano.
de mi subjetividad pecadora. Porque si la subjetividad es la verdad ella 14 Cf., en el mismo texto indicado arriba, la nota de las páginas 76-77, donde Kier-
se revela al :uismo tiempo, y contradictoriamente, como subjeti;idad kegaard muestra bien que no quiere negar la existencia de una doctrina cristiana, sino
opuesta a DIOS, entregada al pecado. Y el pecado es algo muy distinto solamente afirmar que lo esencial es existir según esta doctrina.

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La vía antropológics Edmund Husserl

aspectos no se excluyen, más bien se completan y se requieren mutua- rado tentado primero por una especie de psicologismo naturalista que
me~te: y esto i?~luso desd~ el p.unto de vista de Kierkegaard; pues la derivara las significaciones de su génesis empírica dentro de! psiquis-
sU~JetIvldad rehglOs~ no existe smo en su referencia estática a la para- rno. Pero su formación matemática le ha cortado pronto este camino:
doja absoluta de Cnsto. Pero ¿cómo sería posible esta referencia sin el rriánzulo del que habla el geómetra no es ni la figura que yo veo en
una cierta aprehensión de "lo que es» Cristo, a saber: el Dios que se el table~o ni la imagen mental que yo reproduzco de él, sino la esencia
hace hombre en la historia y que muere, abandonado, en la Cruz? y del triángulo. El problema de la significación es el problema de las ese~-
¿qué es la d?ctrina cristiana (el «qué» del cristianismo) sino el conjun- cias y no e! del origen empírico. Y el act? que, más allá de ~odo. PSI-
to de enunciados que preservan de cualquier reducción el misterio in- cologismo, reduce así la cuestión del sentldo.a la ~e ~a esencia (eidos)
sondable de la Encarnación con todas sus ramificaciones? Desde este es la reducción eidética. No obstante, las esencias objetivas no son Ideas
punto de vista, la objetividad del dogma es el presupuesto indispensa- platónicas o cosas en sí; ~on «fenómenos» esencialm~nte relativos a la
ble. de una existencia religiosa auténtica, es decir, expuesta a la para- conciencia que los examina. Por una reserva, una «époche», que au-
deja absoluta. El acento demasiado unilateralmente antropológico del menta la duda metódica de Descartes, Husserl se niega a tomar posi-
pensamiento de Kierkegaard no le permite valorar suficientemente este ción filosóficamente sobre la realidad substancial de las esencias obje-
aspecto de las cosas. Al caballero de la fe le basta con hacerse indivi- tivas, lo mismo que rechaza el tratar el yo de la conciencia como algo
dualmente, a través de la fe subjetiva, el contemporáneo de Cristo, sin pensante o como una realidad empírica, y, como, finalmente, pone en-
pasar por la mediación objetiva del dogma, de la historia y de las ins- tre paréntesis la cuestión de Dios: él quiere atenerse metódicamente a
tituciones. No nos extrañaremos, pues, del espacio anormalmente li- lo que aparece, a lo que se manifiesta auténticamente, sin llegar a una
mitado que ocupa la Iglesia en el pensamiento religioso de Kierke- construcción científica, psicológica o teológica. El residuo de esta vuel-
gaard. Cuando la Iglesia, precisamente por su objetividad histórica e ta al fenómeno puro, de esta reducción fenomenológica, es el dato ori-
institucional, ofrece de hecho al cristiano la garantía de no confundir ginario, dotado de una evidencia irrefutable, a saber: el lazo irrompi-
nunca su propia subjetividad con la paradoja transcendente que la coi- ble entre el Yo puro y sus objetos (entre ellos la conciencia empírica).
ma ~ la s~byuga. T~opezamos aquí con los límites inherentes al punto Después de haber partido de un naturalismo psicológico, el autor de
de vista kierkegaardiano. Volveremos a encontrar estos límites, pero se- las Meditaciones cartesianas se ha elevado hasta el Cogito. Sin embar-
gún un registro completamente diferente, en las corrientes nacidas de go, existe un mundo de diferencia entre el Cogito husserliano y el de
la fenomenología y del existencialismo contemporáneos. Descartes. No solamente porque el Yo transcendental de Husserl "es
una pura función de significación y no una substancia pensante, sino
también por q~e el. Yo de la fenomenol~gía, lejos de ~star' encerrado <
B. La fenomenología y el existencialismo de Sartre en el universo mterior de sus representaCIOnes, es esencialmente inten-
cional, es decir, que está vuelto o encaminado hacia las significaciones
que pretende. En pocas palabras: lo que es dado originariamente en
L Husserl y los problemas de la conciencia constituyente una evidencia apodíctica, no es sólo ego cogito (yo pienso), sino ego
cogito cogitata (yo pienso las cosas pensadas): la conciencia como con-
El pensamiento de Edmund Husserl (1859-1938), padre de la fe- ciencia de algo. A partir de esto, Husserl se deja arrastrar por e! viejo
nomenología, es demasiado frondoso y tupido para que podamos in- demonio de! idealismo kantiano. Puesto que todas las significaciones
tentar exponerlo aquí ni siquiera de una manera sumaria. Nos conten- dadas son dadas a la conciencia y para la conciencia, ¿no hay que con-
taremos con indicar algunas tendencias cuya referencia es preciosa para cluir que están constituidas por ella? Es e! tema capital de la conciencia
lo que seguirá.
constituyente. Este tema tiene a veces en Husserl resonancias claramen-
.. EI.~robl~rr:a planteado por Husse~1 e.s.eI d.el fundamento de la sig- te idealistas, como cuando sugiere que los objetos significantes están
mfIcaclOn. VIVImos en un mundo de slgmfICaclones. ¿Cuál es su regla? constituidos por la conciencia y que e! mundo depende así de la crea-
Llegado a la filosofía por el camino de las matemáticas, Husserl ha es- tividad de la conciencia. No obstante, en contextos diferentes, Husserl

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La vía antropológica Jean-Paul Sartre

parece que~er afirmar solamente que los objetos son constituidos ara
2. El existencialismo de Sartre y la creación de los valores
la ~onc.I~nCla. El problema de la constitución se limita entonces a I~10-
calización de lo~ procesos .Illtencionales que han engendrado la mira
podríamos ilustrar la tendencia esencial del existencialismo con di-
de t~1 o cual objeto (por ejemplo: ¿cuál es la serie de operaciones in-
versos ejemplos históricos y especialmente con las filosofías de Jaspers,
~en~~onales por las que yo apunto este objeto cultural que es la Revo-
de Merleau-Ponty y con algunos aspectos del pensamiento de Heideg-
ucion francesa?). Sea lo que sea de ello, la conciencia 'es vista en tod
caso por la fe~o:nenología como e~ lugar de las significaciones. y e~ ger. Per? I~ilustrac~ón más químicame~te pura ~e la ló~ica i~terna del
existenClahsmo estricto nos la proporcIOna la pnmera filosofía de Sar-
por !o que, senalemo,sl? de paso, existe una oposición tan viva entre la
tre, la que precede a su acercamiento reciente -y muy discutido-- al
c.orn~nte fenomenologlca ~ la corriente estructuralista, ya que esta úl-
tima Intenta arrancar al SUjeto consciente el poder de Ias slgm
' ·f'reacio-
. marxismo en su última gran obra filosófica de 1960, la Crítica de la
.
nes para transfenrlo a una red de relaciones puramente ob ieti razón dialéctica. Nuestra interpretación se apoya primordialmente so-
El 1" d I
aspecto antropo OglCO e pensamiento fenomenológico ap _
J ivas. bre este «clásico» de! existencialismo que es El Ser y la Nada (1943)
ce ~uy claramente en la similitud de su desarrollo con el seg d ar~ y sobre su presentación divulgada en El Existencialismo es un Huma-
I h li un o Sf- nismo (1946).
~glSl.n0 ege rano Naturaleza-Espíritu-Logos, En el centro está la con-
~lencla transc.en~ental com~:endida e~ su pureza de acto espiritual le- Con la primera filosofía de Jean-Paul Sartre (1905-1980), tenemos
JOSde cu.alq~ler mterpretacrón naturahsta o psicologizante. y esta mis- e! paroxismo de la vía antropológica y la explotación más rigurosa-
ma conciencia es comprendida como el lugar de donde d mente sistemática de las posibilidades incluidas en el segundo silogis-
I . ·f . surgen to as
mo hege!iano Naruraleza-Espíritu-Logos. En Sartre, la conciencia hu-
~s slgm Ica~lOnes y por lo ,ta~to, ~om? el centro de todo Logos. Es
CIerto que, m~luso en su mas idealista mterpretación, el Yo transcen- mana se define esencialmente por su oposición a todo lo que viene de
~ental ~usserhano es menos Imperialista que el Yo transcendental kan- la naturaleza. En términos sartrianos, la conciencia es un para-sí libre
nano: el no construye los fenómenos sino que los fija y los ilumina en radicalmente opuesto al en-sí de los seres naturales. El en-sí designa la
~na actitud que es a la vez atención al dato y constitución de su sen- esfera de todo lo que es vulgarmente idéntico a sí mismo, de todo lo
tido: Queda que, a pesa.r de este carácter esencialmente abierto o in- que está estúpidamente allí, pegado a sí mismo, en la tosca opacidad
tencional de la conciencia fenomenológica Husserl fund " de lo que coincide consigo. En una palabra: «el ser en sí es lo que
d I id ' ,a una ciencia
e . semi o cuya base fundamental es '1como dicen las Med 'taciones' es,Y. Globalmente se trata del mundo de las cosas. En cambio, e! hom-
car-
tesut7sas, «una plena, entera y universal toma de conciencia de sí mis- bre, en lo que tiene de propiamente humano, se caracteriza por la li-
mo» . Y !"fusser~, algunas líneas más adelante, al terminar sus Medi- bertad del para sí. Y el para-sí se define «como siendo lo que no es y
tactones, cita el celebre texto de Agustín: «N oli (oras ire in te di no siendo lo que es»!", La conciencia es libertad, está distante de las
omtne h a biitat oeruas»!".
tn t ertore homi JI , re 1, In cosas, huye siempre de ellas, es distancia, negación, movilidad inase-
Ulteriormen~e ~endremos ocasión de examinar las consecuencias quible; perpetua no-coincidencia con las cosas y consigo. Si el nombre
rem~t~s del movlmle?to f~nomenológico, particularmente en materia propio del en-sí es e! ser, entonces hay que decir que la subjetividad
teolózica. es e! no ser, es decir, poder de despegar de sí y de introducir el juego,
I .Pero sus. virtualidades
.. antropológicas quedarán m anl'f·lestas
en a co~nent~ ~xlstenclahsta salida de la fenomenología y sobre todo lo negativo, la negación en la consistencia bruta del en-sí. De aquí e!
en el existencialisrno de Sartre. título de la célebre obra: El Ser y la Nada. La libre subjetividad del
para-sí es como un «vacío», una «nada», un «no ser>' en la plenitud obs-
cena de! ser. El para-sí es como una «decompresión» del en-sí, el re-
lámpago sutil y fugitivo que rompe su identidad repugnante y que, al

15 EDMOND HUSSERL, Méditations cartésiennes París Vrin 1953 134 17 ]EAN-PAUL SARTRE,L'étre et le néant, París, Gallimard, 1943. p. 33.
1" N b f ' , , , P: ,
« o usques uera, entra en ti, la verdad habita en el hombre In . t enor..
' 18 Ibid.

170 171
'--~.-. - ~--

La vía antropológica
J ean- Paul Sartre

introducir la negatividad, le constituye propiamente en «mundo». En


último análisis, el hombre no es otra cosa que esta nulidad pura. Como la subjetividad. Con el hombre, este vacío en el en-sí, este no-ser en
en H usserl, la subjetividad es, para Sartre, intencional: está ordenada el ser, es con quien se manifiestan estas rea)¡d~de.s.de ~a nada, estas su-
al en-sí del cual es la negación, está orientada hacia el ser del que es aciones ideales del ser bruto que son las significaciones y los valo-
e! no ser. r=
res del mundo cultural. Sartre ha desarrollado b n'11antemente este tema
-y de una manera muy sencilla- explicando que, en .eI caso de! s~r
La vida misma de Sartre ilustra bien esta concepción a la vez épica
y adolescente de la libertad como puro poder de desprenderse de todo humano «la existencia precede a la esencia-/". Sartre entIen?~ m,uy clá-
lo que se le presenta. Sartre ha rehusado siempre el dejarse definir, el sicamente, por «esencia», la naturaleza de una cosa, su definición. Por
ser algo, el estereotipar su personalidad en una etiqueta estable. Por «ex-istencia» entiende, en el sentido etimológico de Ja. ralabra, el sur-
eso rechaz.a~ por ejemplo, .el «premio Nobel», pues le habría consagra- gimiento por el que una realidad sale de la mera poslbllIdad.y es p~es-
do y petrificado en una Imagen bien delimitada definida por otros. ta o se pone actualmente. Para hacer res~ltar c.en toda claridad con:o
En esta perspectiva, se comprende bien la repulsión apasionada de lo propio del hombre es que ~n él la existencia precede ~ la esen.Cla,
Sartre a explicar e! hombre por algo que no sea su libertad. Es lo ca- Sartre compara y opone la realidad humana y la de un o.bJeto Iabrica-
racterístico de la mala fe: aprovechar que el ser humano está en e! pun- do. Pongamos el ejemplo de la pluma con ~aque .yo escnbo: Esta plu-
to de encuentro de! conflicto del para-sí y del en-sí para trasladar a la ma existe porque, antes de existir, su esencia ha Sl~~ concebida por un
facticidad bruta de un en-si lo que es competencia de la libre trascen- técnico; éste ha formado primeramente, en su espmtu, la esencia de la
dencia del para-sí. El hombre de mala fe, el sinvergüenza, es el que pre- pluma y es este modelo preex~stent~ el que por el pr?ceso de la pro-
tende explicarse a sí mismo por una necesidad externa al ejercicio de ducción ha sido llevado a la existencia. En lo que concierne al hombre,
su liberta? Sarrr~ va mur lejos e~ esta dirección, hasta pretender pre- el existencialismo quiere apostar -y es ese el sentido profun~o de la
sentar el IOconsClente pSicoanalítico como un auto-engaño de la con- palabra «existencialismo»-:-- que la situació~ es exac~amente la lO.ver~a,
ciencia, como un producto de la mala fe, como la cosificación misma que la existencia es lo pnmero, y la esencia lo denvado. Est? indica
l9 que, en e! hombre, la fuente de todo «lo que» él será, es d,eclr, ~e su
de la mala fe . Su firme oposición al estructuralismo es también de
esta misma vena. Como en el psicoanálisis, Sartre denuncia la abdica- esencia, está en e! proyecto por el que la libertad sale. ~~ SI, ex-~ste o
ción de la libertad, la dimisión por la que la conciencia se miente a sí se pro-yecta delante de sí, es decir, que n~ ~a'y definición pre:'la de!
misma al 'querer explicarse por oscuros mecanismos situados fuera del hombre, ni naturaleza de! hombre; éste sera umcarnente lo que el haga
para-sí. de sí mismo por la creatividad de su libertad. En otras palabras, e~hom-
Después de haber puesto de manifiesto de esta manera la trascen- bre es e! único existente que es e! inventor de su propia esencia, No
dencia absoluta del para-sí espiritual con relación al orden natural del se puede soñar, lo estamos viendo, una aruest~ n:ás atrevida en favor
en-~í, .le. que~a la tar,ea, al existencialismo puro, de demostrar que la de la libertad humana. Esta apuesta, e! existencialisrno de Sartre se es-
subjetividad libre esta en el ongen de cualquier logos, es decir, de todo fuerza por sostenerla hasta el final. Ya. se trat~ de mi situac!ón geo-
sentido y de todo valor. La filosofía de Sartre reproduce aSÍ, a su ma- gráfica o cultural, de mi pasado, o de mi herencia, se desvelara ror de-
nera, e! camino del segundo silogismo hegeliano N-E-L. Para ello, el mostrar que todos estos elementos de mi situación ~e Jacto reciben su
existencialismo sostiene apasionadamente la tesis de que las significa- significación de mi libre elección actual: la montan~ es abrumadora
ci~nes y los valores .no ~on .nunca datos completamente hechos que para mí porque yo me encu~ntro al pie de ~lla y qUler? escalarla; I~
se Imponen a la concrencia, SIOOque son integralmente el producto de que determina e! carácter estimulante o paralizante de mi ~a.sado es rru
la libertad humana. El Hombre sartriano vive en el mundo natural proyecto presente; es mi decisión de hacer una carrera militar lo que
como en un desierto de sentido, pues, tomado en sí mismo, el en-sí me hace experimentar mi cuerpo como enclenque o débil, etc. 21. Exac-
está desprovisto de significación, no contiene ninguna información para
20 Cf. jEAN-PAUL SARTRE, L'existentialisme est un hurnanisme, París, Nagel, 1968,
19 CL ]EAN,PAUL SARTRE, L 'étre el le néant, pp. 90-93. pp. 16-24.
21 jEAN-PAUL SARTRE, L'étre el le néant, pp. 561-638.

172
173
La vía antro po lógica ]ean-Paul Sartre

tamente lo mismo en el plano ético. No existe una constelación de va- la idea de Dios contradice, según e! e~istenc.ialismo. estricto, la existen-
lores inscritos en los cielos. Es e! agente moral quien es «e! ser para . isrna de la libertad Porque SI DIOs existe y SI nos ha creado, en-
. . l 1
qUien existen os va ores»
22 C'
. iertamente, hay una «facticidad. de mi
c~ml' .
e s existe fuera de nosotros alguien que nos ha concebido y pro-
libertad. Yo ~o he inventado el hecho de que yo soy libre, e! para-sí tanc . .. '. d 1
en ese caso hay en el espíritu divino una representaclOn e a
no es su propIO fundamento. Según la bella fórmula de Sartre: «somos yecta do , ., . 1 l'
esencia humana y la existencia de! hombre no es mas que a rea Iza~
una libertad que escoge, pero no escogemos el ser libres: estamos con- ción de esta naturaleza ideal bosquejada por el supremo ~rtesano. SI
~enados a !a ~ibertad»23. Pero, fuera de esta única significación que se
O·lOS existe , e! hombre no es más que una pluma perfeccionada. cuya .
~mp~ne objetivamente, t.odos los demás valores son creados por la sub- cia precede a la existencia. La virulencia del ateísmo sartnano esta
jetividad en una exaltación de la libertad que lleva a su paroxismo la esen . . d d l lib d
así unida constitutivamente con la aíirmación apasIOna a e alerta
rev?,lución copernicana de Kant en materia moral: no es porque una
humana.
accion sea ~uena por lo q.ue debo hacerla, sino que es buena porque
yo la hago libremente. Objetivamente, no hay ni bien ni mal en sí mis-
mos. Al contrario, todo está permitido y «podemos escoger todo, si
est~ en el plano delcompromiso libre,,24. Pues no existe otro fin que ¿ Qué juicio podremos emitir sobre este pensamiento ta~ vigor~-
se Imponga a la acción moral que la libertad: «la libertad a través de samente provocante? En un primer momento, no podemos smo adrni-
cada circunstancia concreta no puede tener otro fin que e! de quererse
,. 25 S' b la grandeza y la tenacidad de la apuesta que se hace en favor de la
a SI misma» . 10 em argo, esta apoteosis de la libertad creadora no rar
libertad. El hombre de hoy tiene demasiada ten denci encia a exp liIcarse. a SI.
implica, a los ojos de Sartre, una permisividad absoluta en el plano mo- mismo por determinismos obscuros y a practic~r así, e~ su dlgmdad
ral: tO?O me está permi~ido, cierto, pero con la condición temible y propia de sujeto, la reducción cosmol~gica. El ~XI:t~~Claltsmo es un re-
angustiosa de que lo quiera a fondo y de que asuma sin reservas mis medio excelente contra estas tendencias a la dimisión '. Igualment~, no
responsabilidades.
hay mejor antídoto que el :artrismo ~~~tra to~as.las l.nterpretaclOnes
Siendo la libertad en sí misma el único valor objetivo, e! sueño del serviles de la moral como Simple surrusion rnecamca a Imperatlv~s e~-
hombre es apoderarse de esta libertad}' poseerla como una cosa. El trínsecos. Pero, en un segundo momento, hay que tomar conciencia
sueño del para-sí es de no ser solamente e! fundamento de sus valores de los límites graves de la concepción sartria~a de la. libe:tad y reco-
sino también el fundamento de su propia Iacticidad. Pero, según Sar- nocer que la grandeza misma de la apu~~ta eXIst.enClaltsta tiene su co~-
tre, esta idea es contradictoria, pues es la de un en-sí-para-sí, es la idea dición de posibilidad en una reducción mutilante de la existencia
monstruosa de un para-sí que estaría paralizado como una cosa, o de
humana.
un en-sí 'que se alejaría de sí para fundarse él mismo y así ya no sería Para ir directamente a lo esencial, diríamos que la laguna may.or
~n en~sí. Es la idea misma de Dios como reconciliación imaginaria e de la libertad sartriana es la de detinirse por su negatividad. La subje-
I~usona del en-sí y del para-sí, La prosecución de esta quimera con s- tividad se afirma por la supresión y la negación, nunca por el poder
~ltuye la ~randeza del hombre -la de una perpetua superación de sí-, de consentir o por el carácter positivo de! «sí". Vemos aquí, en ~l es~
incluso SI está condenada al fracaso: «el hombre es una pasión inútil», tado puro, el resultado al que pued~ conducir la vía antrop~l~glca ~I
la pasión de ser Dios, «pero la idea de Dios es contradictoria y nos per- la llevamos lógicamente hasta sus últimos extremos. La subjetividad li-
demos en vanov'". Por otra parte, además de su contradicción interna, bre acaba por tener un papel tan central y ta~ determinante, que todas
las coordenadas de la existencia están reducidas a la libertad o com-
22 lbid., p. 722. prendidas exhaustivamente a partir de ella. De esta manera, la hb:rtad
23 Ibid., p. 565. sartriana es una libertad no engendrada, una libertad SIn padre ru ma-
24 JEAN-PAUL SARTRE, L'existentialisme estun humanisme pp. 88-89. dre, una libertad que sólo dice «sí" a sí misma y que .~o debe nada de
2S Ibid., p. 82. '
sí a ningún otro. El espíritu es .definido por l~ negaclon d~ la natura-
lb ]EAN-PAUL SARTRE, L'étre et le néant p. 708.
leza, e! en-sí no es más que el CIOCel de! para-SI, el trampolin de su ne-

174 175
La vía antropológica Algunos slogans

g~tividad. Por eso, los determinismos naturales e históricos son perci- _ -él, e incluso contra él, como yo me afirmo, al máximo, como subjeti-
bidos undateralmente como amenazas para el sujeto cuando, en reali- vidad inalienable. Su libertad es e! teatro indispensable de la mía: su
dad, son también, en muchos aspectos, el soporte y el instrumento de para-sí, en el sentido químico de la palabra, es e! «revelador» .de mi res-
la libertad concreta. Toda idea de un consentimiento sereno a la nece- ponsabilidad absoluta y, así, e! comprom~so en favor ~e su libertad no
sidad que precede a la libertad y la sostiene, está decididamente des- es, a fin de cuentas, más que un dar tesnmoruo de mi propia sobera-
cartada. Igualmente, toda conformidad con valores que transcienden nía, ya que es en la confrontación con su libertad cuando yo descubro
la libertad y que la fecundarían desde arriba es rechazada en nombre la profundidad vertiginosa y angustiosa de la mía. Volveremos a en-
de la prioridad absoluta de la existencia sobre la esencia. La libertad contrar más tarde, en la tercera vía, otras concepciones de la libertad,
sartriana sólo recibe su sentido y su destino de sí misma, su fecundi- infinitamente más ricas, donde el prójimo no es ya comprendido en pri-
dad no presupone ningún don. Esto es, ciertamente, desconocer una mer lugar, paradójicamente, como siendo a la vez el rival y el instru-
dimensión decisiva de la libertad humana, aquella por la que ella mis- mento de mi libertad, sino donde el otro es aprehendido conjuntamen-
ma se recibe de los otros y se enriquece con todo lo que ella no es. te como la fuente positiva de mi propia existencia y como el término,
~o obstante~ no hay lugar en el universo sartriano para esta perspec- querido por sí mismo, de mi agradecimiento generoso y benevolente.
tiva reconciliada: la autarquía de la negatividad ha acabado con todo Por el momento, vamos a ver cómo el camino antropológico que
el sentido positivo del sí y de la acogida. hemos ilustrado con el pensamiento de algunos grandes autores, no
.. Esto es particularmente sensible en la concepción sartriana de! pró- está únicamente presente en los filósofos de oficio, sino igualmente, de
jimo. Este tiene un papel capital en la comprensión existencialista de manera difusa, en muchos temas de la cultura ambiental.
la libertad. La subjetividad es esencialmente intersubjetividad. «Para
obtener una verd~d ~ualquiera sobre mí, es necesario que yo pase por
otro. El otro es Indispensable a mi existencia y al conocimiento que C. Los temas antropocéntricos de la cultura ambiental
yo tengo de mi»:". Pero es importante comprender bien e! alcance de
esto puesto eminente reconocido al prójimo. Este último no es de nin- Un mismo hilo enlaza sutilmente los grandes filósofos de los que
gún modo, en S~rtre, e! término de una benevolencia gratuita y gene- hemos hablado. Ya se trate de Descartes o de Kant, de Kierkegaard,
rosa. Al contrano, él es comprendido primeramente como una ame- de Husserl o de Sartre, el acento recae siempre sobre la importancia
~aza par~ mi libertad: e! otro es aquél que, por su mirada objetivante, decisiva de la subjetividad. No obstante, las diferencias de perspecti-
Intenta siempre paralizar mi libertad y transformarme en una cosa". vas, son, a veces, enormes y, en todo caso, más que diferencias de ma-
Sartre insiste vigorosamente, en sus teorías y en su práctica, sobre el tices. La subjetividad que Kant exalta es la de la razón universal co-
compromiso en favor de la libertad de! otro. «Al querer la libertad des- mún a toda la humanidad y, desde esta visión, mi libertad está en se-
cubrimos que ella depende enteramente de la libertad de! prójimo, y gundo lugar, apenas sí es algo más que un postulado exigido por la co-
que la libertad. de los demás depende de la nuestra»; de tal modo que, herencia intrínseca de la razón. En cambio, para Sartre, la evidencia pri-
«desde que existe un compromiso, estoy obligado a querer la libertad mera es la de mi libertad singular de la cual procede toda universalidad
de los demás al mismo tiempo que la mía, sólo puedo tomar como ob- -1 (toda esencia, todo valor). En Sartre, la exaltación de la subjetividad
jetivo mi libertad si al mismo tiempo tomo también como objetivo la implica un ateísmo estricto, mientras que, para Kierkegaard, es sola-
libertad de los demás»29. Sin embargo, en el corazón mismo de este mente ante Dios, en la esfera religiosa, donde la existencia alcanza su
compromiso, el prójimo permanece esencialmente como e! instrumen- 1 verdad auténtica. Y así todos.
to de mi libertad. El prójimo es el testigo de mi libertad. Es frente a Al pasar de la filosofía técnica a la cultura ambiental, volvemos a
encontrar, grosso modo, los mismos acentos antropológicos pero, la
l7 ]EAN-PAUL SARTRE, L 'existentialisme est 'un b urnanisme, pp. 66-67. mayoría de las veces, sin los matices. Las oposiciones señaladas más
28 ef.los célebres análisis dedicados a la mirada, en L'étre et le néant, pp. 310-364. arriba se esfuman en provecho de algunas de las grandes tendencias
29 jEAN-PAUL SARTRE, L'existentialisme est un b urnanisme, p. 83.
que forman la herencia común de nuestra cultura.

176 177
La vía antropológica Algunos slogans

La efervescencia de la subjetividad ha encontrado en nosotros Un esta cuestión central. Es verdad que un método didáctico unilateral-
céleb~e ex~torio en el snobismo existencia lista de después de la guerra mente vertical amenaza con ahogar la iniciativa intelectual. Pero es aún
y, mas reCIent~ y vlol.entamente, en los acontecimientos de mayo de mucho más cierto que el recelo sistemático de! dato magistral y la exal-
1968 en Fra.ncla. Es.c~erto -se ha dicho bastante- que un objetivo tación ingenua de la creatividad de los alumnos no pueden desembo-
generoso animaba inicialmente «el gran follón", se trataba de protestar car sino en una perfecta esterilidad. Sólo la escucha previa autoriza a
contra los aspectos asfixiantes de la terrible «sociedad de consumo». tomar la palabra creadora.
Pero los temas liberadores divulgados con motivo de esta contestación El slogan de la espontaneidad es cercano al de la creatividad. El
tienen como característica común el buscar e! remedio al mal en un rasgo positivo de la espontaneidad es que expresa el impulso sin re-
mal todav.ía mayor, a saber: la exaltación unilateral de la subjetividad servas del corazón y de! espíritu, e! don sin arrepentimiento de todo
en el sentido más superficial que existe. Veamos algunos de estos as- el ser. Pero, en cuanto tal, la espontaneidad permanece vacía: todo de-
pectos que aún están de moda. pende de! contenido que transfigura y al cual se entrega. Pues se pue-
Y, en primer lugar, la exaltación de la libertad entendida como ne- de ser espontáneo tanto en e! error como en la verdad, en e! mal como
gación de todo vínculo. Prejuicio corriente entre los jóvenes, pero de- en el bien. El culto abstracto de la espontaneidad se trasluce cultural-
~~gógicamente ratifica.do a veces por algunos adultos. Esta concep- mente de mil maneras. Recordemos dos formas especialmente ponde-
CIO~ adolescente de la libertad presupone que esta última está compro- radas en nuestros días: la búsqueda de la fiesta y e! gusto del testimo-
metida desde e! momento en que se le presenta un objeto exterior. En nio inmediato. La humanidad ha festejado desde siempre y la fiesta es,
e! fondo es la repetición, en lenguaje de todos los días, de la tesis sar- efectivamente, un elemento esencial de la cultura. Pero las grandes fies-
.triana según la cual la libertad no puede afirmarse sino en el rechazo tas son las que celebran algo grande y donde el entusiasmo subjetivo
de toda referencia extrínseca. Cuando la experiencia más fundamental está subordinado al objeto que lo inspira. La idolatría de la esponta-
de la existencia humana es, sin duda, que la libertad crece en la medida neidad comienza en el momento en que la efervescencia festiva se toma
ex.acta de su receptividad y de su disponibilidad a algo distinto de sí narcisísticamente a sí misma por objeto en detrimento de lo que en rea-
misma. Acoger un nuevo universo cultural, darse a una persona, abrir- lidad se festeja. El sentido de la fiesta desemboca entonces de una ma-
se a un verdadero valor moral, es ampliar el campo de la libertad li- nera contradictoria en e! culto «sistemático» de la «espontaneidad».
b.erando sus potencialidades ocultas. Mientras que ciertas emancipa- Idéntica perversión de la subjetividad es el apetito inmoderado de «tes-
cienes empequeñecen, existen vínculos que son liberadores. Esto es lo timonio». Ciertamente, la verdad sólo es verdaderamente elocuente en
que ignora la mitología de la libertad pura. los testimonios vividos. Pero, inversamente, los testimonios no dicen
Otro mito procedente de la vía antropológica: el tema omnipre- nada si no encarnan esa verdad que les desborda y de la que toman su
sente de la pura creatividad. Es cierto que la idea tiene un valor irre- consistencia. Muchas revistas para jóvenes creen que han hecho pro-
batible: es verdad que la libertad humana es esencialmente creadora. gresar la verdad si pueden añadir debajo de un título las reacciones es-
L~ conciencia no es un apar~to de grabación: ella reinventa lo que asi- pontáneas de Claudio, Eve!ina, Thierry y Solange. Pero, poco me im-
rnila, transfigura lo que recibe; basándose en la tradición que la sos- porta lo que Sergio o Chantal, Alejo o Brígida puedan pensar si sus
tiene y la fecunda, la conciencia se abre a un porvenir inédito. Pero, I declaraciones son solamente «opiniones» subjetivas y no testimonios
precisa~ente: la cr.eatividad verdadera supone un suelo que le asegure
la subsistencia y SIn el cual se marchitaría. Los grandes creadores lo
I de una verdad objetiva que les transciende y de la cual viven.
Una última ilustración de la vía antropológica en e! campo de las
saben: sólo un largo, paciente y dócil aprendizaje han hecho posible ideas en curso: la reducción del sentido moral a la autenticidad o a la
su holgura y su originalidad. Evidentemente, esta creatividad de los
maestros no tiene nada de común con el simple culto de una creativi-
I sinceridad. iCuántas veces, en los debates de moral sobre e! respeto de
la vida o sobre la ética sexual, se oye decir: ¿por qué fijar una norma
~ad inmed.iat~ e in~~lta cuyo resultado más claro es hacer que la sub- objetiva, por qué no dejar que cada uno tome conciencia de sus res-
jetividad gire indefinidamente en torno a su propio vacío interior. Gran ponsabilidades en una total sinceridad consigo mismo? j Como si e!
parte de los debates actuales sobre la enseñanza gravita alrededor de problema moral se redujera a ser fiel a sí mismo, cuando en realidad

178 !I 179
J.
I
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La vía amropológica
Capítulo Segundo
se trata, ante todo, de ser fieles a una exigencia que nos precede, nos ENFOQUE TEOLOGICO
desborda y nos solicita! La sinceridad es, sin duda alguna, una gran vir-
tud que demuestra que yo me comprometo enteramente en lo que
hago. Sin embargo, tomada en sí misma, de una manera abstracta, con-
tinúa siendo una virtud formal, porque yo puedo eventualmente com-
prometerme auténricarnenre, sinceramente, en una mala dirección. Re-
sumiendo: la sinceridad es una condición necesaria, pero insuficiente,
de la moralidad. No basta con que yo haya actuado auténticamente,
es decir, siendo fiel a mí mismo, para que automáticamente, mi acción
sea válida, es decir: fie! a la exigencia del bien. La verdad es siempre
más valiosa que la sinceridad. Pero es evidente que la verdad no con-
vence plenamente si no se la vive de una manera auténtica. '81,&\.-IOTECA
Todos estos temas de la creatividad, de la espontaneidad y de la
autenticidad tienen actualmente un éxito enorme en la vida de la Igle-
sia. Tendremos ocasión de hablar de ello al examinar las orientaciones
tea lógicas correspondientes a la vía antropológica.
Para terminar este recorrido de los temas antropológicos de la cul- En filosofía, la vía antropológica designa la actividad intelectual
tura ambiental, señalemos una vez más su característica común. Todos
que coloca en el centro del pensam~ento ~l.espíri~u hum,ano con su lI-
tienen sus raíces en uno u otro aspecto de las grandes filosofías esbo-
bertad y su subjetividad. Es el espmtu [inito qUien esta en el centro.
zadas en las páginas precedentes, y, muy particularmente, en el exis-
La naturaleza y la historia le sirven únicamente de marco y de tram-
tencialismo. Sin embargo, la mayoría de las veces sólo retienen de es-
polín, mientras que la esfera dellogos o del sentido es concebida como
tas formas de pensamiento los rasgos más superficiales y los reducen el producto de su creatividad, el resultado de su esfuerzo o el fruto de
a una alergia a la verdad objetiva: es verdad lo que me «dice» algo o
su reflexión.
lo que yo he inventado mientras que lo que no me «habla» inmedia-
En teología, el camino antropológico consistirá en demostrar que
tamente o lo que se me impone como un dato parece no tener ni valor
la palabra de Dios en Jesucristo es digna de fe porque respo~d~. a la
ni significación. Esta reacción subjetivista se explica sin duda por el ob-
estructura y al dinamismo de la subjetividad hu~ana. La ~redlbllIdad
jetivismo demasiado grande de la cultura, de la enseñanza y de la mo-
de la Revelación se fundará en su correspondencia con los Ideales y las
ral en la época precedente, pero no se arregla un exceso con otro.
aspiraciones de la libertad. Mientras que el camino cosmológico, en
Volvemos a encontrar la misma ambigüedad de la vía antropoló-
teología, intentaba justificar el cristianismo partiendo de su ver~ad, .es
gica, con sus méritos y sus lagunas, en el dominio de la teología y de
decir, a partir de su poder iluminador para co~ .e!mundo y la hlsto.na,
la práctica cristiana.
la apologética antropológica se esfuerza por legitimar la figura de Cnsto
en función de su bondad, es decir, en función de su poder estimulante
en relación con la libertad. Jesús es digno de fe porque es un «bien» para
el sujeto humano. Ahora bien, para nosotros, una cosa es «buena» en
doble sentido: porque nos colma y porque nos atrae. Una cosa que es
buena, un valor auténtico, nos colma en la medida en que responde a
nuestra espera, a nuestras necesidades, incluso,'y las sat~sface; n~s atrae
en la medida en que, a la vez que nos proporCiona un Ideal, orienta el
esfuerzo de nuestra libertad. En una palabra: lo bueno aporta una ple-
nitud al mismo tiempo que suscita un impulso. Encontraremos de nue-
180
1
I
181
La vía antropológica La vía de inmanencia

vo este doble movimiento, del objeto al sujeto, y del sujeto al objeto, _ noS hiciste para Tí y nuestro corazón no descansa hasta que re-
nor, ' . .
en la elaboración teológica de la vía antropológica. . e en Tí". Hemos sido hechos para El; nuestro espmtu, nuestra m-
pos . d "
El camino teológico de inspiración antropológica puede ser desig- teligencia, nuestra voluntad, nuestra hb.erta y nuestro corazon estan
nado globalmen.% .con el término de inspiración blondeliana -volve- orientados hacia El desde su ongen y, finalmente, es solament.e por El
remos' so~te"eUo má~tarde- de vía de inmanencia. Es «inmanente» uien son atraídos y colmados. En El el desencadenamiento de
por q . bl . d d
lo que está en .~) interior de otra realidad. En teología, la vía antropo- nuestro deseo y en El su descanso en una i~~aCla. e saCl~ ~ .
lógica cori.s¡st~,ién basar la credibilidad de la Palabra cristiana en su afi- A través de los siglos, la más pura espintualidad cnsnana h~ he-
nidad c09~t ; fl-. igencias internas de la subjetividad. cho eco ampliamente a esta «vía de inman.enci~" ~ubrayando la inde-
;:,:C()~t s <~. pór demostrar que esta actitud tiene su fundamen- fectible resonancia de la revelación en .la mtenondad del SUjeto cr~-
to éri'~It?;'~ .. Jca tradición cristiana. A continuación presentare- yente. Se puede pensar, por. ejemplo, en e! bello texto d~ A~ge!us SI-
mos lái 'éx'f1,(u.ici;onesmás importantes en el medio protestante y en el lesius, místico alemán del Siglo XVII, sacado de un pasaje celebre de!
medio:ta.t6lic0.!JJ~'f;a terminar subrayaremos a la vez, los valores y los Peregrino q uerubínico:
límites de esto.
«Si Cristo nace mil veces en Belén,
pero no en ti, quedas perdido para siempre ...
A. Fundamento tradicional de una teología antropológica La cruz del Gólgota no puede liberarte del mal,
si no está también levantada en ti»30.
La vía de inmanencia no es, sin más, una invención de los tiempos
modernos, ni siquiera en teología. Mucho antes de que la filosofía des- La objetividad de! contenido de la fe es capital, pero no basta. Es
cubriera la subjetividad, la Iglesia la ha practicado desde siempre y así necesario que resuene en lo íntimo de la subjetividad. Cristo puede na-
puede jactarse de una tradición que se remonta a los orígenes mismos cer mil veces en Belén, si no nace en mi corazón, en el seno mismo de
del cristianismo. mi libertad su nacimiento histórico es inútil, no me cambia. Y ¿para
El mismo Evangelio no presenta a Jesús como un puro Objeto di- qué sirve 1;cruz levantada en e! C~lva~io en .tiempos de Tiberio, si no
vino, como un aerolito espiritual caído del cielo: entre Jesús y el co- está plantada hoy en la carne de mi existencia?
razón del hombre existe una afinidad tal que el Señor aparece como el Si la via de inmanencia consiste global mente en acercarse a la fe a
único capaz de colmar la espera humana. «Venid a mí todos los que partir y en función de la interiorid~d espir~t~~l, p~d~mos decir que tie-
estáis cargados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo y apren- ne sus cartas credenciales en la mejor tradición cristiana. Tenemos que
ded de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis e! des- ver ahora los frutos que ha dado en el campo del pensamiento teoló-
canso.» (Mt 11, 28-29) «¿Adónde vamos a ir Señor?, tú tienes palabras gico articulado. Para mayor claridad, te~ien~o en ,cuenta las grand,es
de vida ererna.» (]n 6,68) San Pablo ha señalado e! aspecto íntimo de diferencias de orientación, debemos distinguir aqUl entre la tradición
la presencia de Cristo y de su Espíritu en el alma cristiana: «que crez-
ca en vosotros e! hombre interior: que Cristo habite en vuestros co-
I teológica protestante y la católica.

razones por la fe» (Ef 3, 16-17), porque «el Espíritu da testimonio a B. La vía de inmanencia y la exaltación protestante
nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (...); y el Espíritu viene de la interioridad
¡.
en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos orar como
conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos El protestantismo, aún cuando practica resueltamente la via de in-
inefables» (Rm 8, 16-26). manencia, no llega nunca a un inmanentismo teológico integral. Que-
San Agustín ha expresado de manera sin igual la maravillosa da siempre un aspecto de exterioridad -lo vamos a ver-, y esto en
correspondencia entre el Dios de Jesucristo y e! movimiento profundo
del alma humana cuando escribe al comienzo de las Confesiones: «Se- 30 ANGELUS SlLESIUS, Le Pélenn chérubinique, París, Aubier 1964, 1, pp. 61-62.

182 183
J.
I
La vía antropológica Martin Lutero

grados diversos, aunque la dimensión de interioridad de la existencia excesiva de la transcendencia de Dios termina en una supervaloriza-
cristiana se encuentra a veces exageradamente subrayada. Esta polari- ción del aspecto inmanente de la fe. Lutero oscila así peligrosamente
dad tiene su origen en la teología de Lutero. entre la proclamación de la objetividad liberadora de la Palabra de Dios
y la exaltación del momento subjetivo o íntimo d~ la fe. , ,
Históricamente, y ya en Lutero, la balanza se inclinará la mayona
1. Lutero y la justificación por la fe
de las veces en favor de la subjetividad con detrimento de la objetivi-
El pensamiento del gran reformador (1483-1546), lo mismo que dad dogmática eclesial o sacramental. Conocemos la exclamación sig-
su persona, está lleno de contrastes que constituyen su riqueza. Desde nificativa de Lucero: «Con tal de que yo me salve ¿qué me importa
e! punto de vista que nos ocupa, hay que señalar, sobre todo, la ten- que Cristo tenga dos naturalezas?" ¿Qué importancia tienen las «rea-
sión entre dos orientaciones de la doctrina luterana, que, sin embargo, lidades» cristianas desde el momento en que «yo» me salvo en el acto
están unidas entre ellas. de fe en la pura gracia de Dios? Una línea recta une estas palabras de
La primera es la fuerte acentuación de la transcendencia absoluta Lutero con el adagio kierkegaardiano: «Ía subjetividad es la verdad»,
de Dios. Es en la afirmación apasionada de que Dios sobrepasa infi- según el cual el «cómo» del cristianismo es más decisivo que el «qué»
nitamente la condición y las obras del hombre donde hay que buscar del cristianismo. Al hablar de Kierkegaard, habíamos señalado la am-
e! origen de las famosas exclusivas luteranas .Ó« Soli Deo gloria» «<a Dios bigüedad de esta actitud. Esta ambigüedad explica que la herencia lu-
sólo la gloria»): Lutero huye como de la peste de toda forma de hu- terana se encuentra históricamente atraída y dividida entre dos tenden-
manismo, pues la glorificación del hombre hace la competencia a la glo- cias mayores, una que insiste primordialmente en la transcendencia ab-
ria que pertenece sólo a Dios .•. Sola Scriptura» «<nada más que la Es- solutamente vertical de la Palabra de Dios, y otra que destaca en pri-
critura»): pues sólo la Escritura está inspirada por el Espíritu santo y mer lugar los aspectos subjetivos, existenciales y, por decido todo, an-
nos habla verdaderamente de Jesucristo, con exclusión de la tradición tropológicos de la fe. El representante más ilustre de la primera ten-
completamente humana de la Iglesia y de su magisterio. «Sola gratia»: dencia es Karl Barth, del que hemos hablado en la Introducción y que
sólo la gracia gratuita de Dios salva al hombre y no sus presuntos mé- volveremos a encontrar en nuestro camino en la tercera vía de la teo-
ritos, menos aún las indulgencias comercializadas con vistas a cons- logía. En cuanto a la segunda tendencia, está principalmente represen-
truir San Pedro. «Sola fide»: e! hombre se «justifica», es decir, se hace tada, en el siglo pasado, por Schleiermacher y por el protestantismo li-
justo a los ojos de Dios, únicamente por la fe, y no por sus obras. En- beral y, en nuestros días, por Bultmann y su escuela. Esta tendencia
frentando a San Pa~b ("el justo vivirá por la fe») contra Santiago «<la antropológica, unilareralmente atenta a la resonancia existencial del
fe sin las obras es una fe muerta»), Lutero exalta el puro don vertical mensaje cristiano, es la que vamos a explicitar un poco aquí.
de la fe por la que el hombre reconoce que Dios le salva gratuitamente
y presiente la autoglorificación perversa del humanismo en la impor- 2. Schleiermacher o la reducción de la fe
tancia concedida a las obras meritorias. al sentimiento religioso
Pero, paradójicamente, en razón misma de la importancia decisiva
concedida al acto de fe en la «justificación» del hombre, una segunda La influencia teológica de Schleiermacher (1768-1834) ha sido
orientación, con acentos vivamente personalistas, viene a sobreponerse enorme. Por eso merece la pena hablar de ella con cierto detalle. Para
a la primera. Decir que la fe sola justifica es, por una parte, exaltar el captar su importancia, es conveniente conocer el contexto en el que
don gratuito de Dios, pero es también, y por eso mismo, subrayar la este pensamiento ha germinado.
importancia de la apropiación personal de ese don en el acto existen- . Las premisas hay que buscadas en la interpretación kantiana de
cial de la fe. Conjuntamente, la subestimación de las obras, al mismo la religión cristiana. ¿De qué se trata? Recordamos el agnosticismo
tiempo que permite atribuir a Dios sólo la salvación del hombre, des- adoptado por Kant en el nivel de la razón teórica: el hombre no puede
plaza el centro de gravedad de la vida cristiana del actuar externo a la «conocer» a Dios. Sólo la razón práctica abre la entrada a lo suprasen-
interioridad de la fe. Se obtiene así la paradoja de que la acentuación sible mediante los postulados morales exigidos por la ley universal de!

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La vía antropológica F. D. E. Schleiermacher

deber. Estas son las cumbres éticas y metafísicas a las que puede con- su «unión con nosotros puede ser considerada como un estado de hu-
ducir la filosofía de la razón práctica. Pero esta doble severidad, moral millación del Hijo de Dios». En fin, como este Ideal de perfección mo-
e intelectual, es difícil para el hombre empírico, para el ser de carne y ral exige de la humanidad carnal el sacrificio de sus inclinaciones sen-
hueso, reconoce Kant. Tanto más cuanto que una especie de mal ra- sibles, la única manera sensible de representarnos su encarnación en la
dical -de pecado original, diríamos nosotros- inclina a la mayoría a humanidad es bajo la forma de un hombre que «estaría dispuesto a to-
seguir las instigaciones de la carne y del interés. Aq ui, el filósofo aco- mar sobre sí todos los sufrimientos, hasta la muerte más ignominiosa,
ge la religión con reconocimiento, como un precioso auxiliar de la mo- por la salvación del mundo y en f~vor de sus ene~igos. El hon:bre,
ral. Kant se esfuerza por demostrar que la razón filosófica es capaz de añade Kant, no puede hacerse una Idea del grado ni de la potencIa de
integrar la religión con la condición de ver en ésta el instrumento de una fuerza como la de la intención moral a no ser que se la represente
la razón. Es el sentido de la célebre obra de Kant, cuyo título es evo- luchando contra los obstáculos y triunfando de ellos pese a las mayo-
cador: La religión en los límites de la mera razón. La idea central es res tentaciones posibles.» ¡He aquí la deducción ética del misterio de
fácil de entender. En el hombre, la inclinación al mal es más fuerte que la Cruz! Fácilmente se puede continuar en esta dirección. Al final, la
la pura exigencia racional del bien. Si se quiere liberar al hombre del religión se reduce a ser la moral del pueblo.
.principio malo que lo corrompe, hay que dar al bien una mayor capa- Bajo muchos aspectos, la interpretación del cristianismo dada por
cidad de atracción para restaurar su fuerza primitiva de principio bue- Schleiermacher es muy próxima, en sus resultados, de la que acabamos
no. La función de la religión cristiana es ésta precisamente. Ella per- de ver en Kant. De una y otra parte, la subjetividad sirve de patrón
sonifica la idea del «buen principio» moral, construye el modelo ideal para una exégesis reductora del dogma cristiano. La única y gran di-
de ésta en la figura de Cristo, y así puede animar, de manera elocuente ferencia es que Schleiermacher, aunque ratifica el agnosticismo teórico
para la imaginación de los hombres, una comunidad moral donde las de Kant y la autonomía absoluta de su moral racional, es frustrado en
gentes sencillas (los que no leen la Crítica de la razón práctica) se sos- sus aspiraciones románticas por esta especie de racionalismo ético al
tendrán mútuamente en la práctica de la virtud. Todo el dogma cris- que Kant reduce la religión. Es verdad que son sobre todo las pr?lon-
tiano puede reinterpretarse en esta perspectiva. Nada más fácil. gaciones fichteanas de la tentativa kantiana las que han advertido a
Tomemos como ejemplo la Encarnación. Para Kant, es un delirio Schleiermacher del peligro de empobrecimiento al que exponía el idea-
teórico el pensar que Dios tiene un Hijo y que este Hijo divino entra lismo transcendental en e! sentido religioso. Efectivamente, en Kant el
en la historia para encarnarse, sufrir y morir, etc. En efecto, eso no dinamismo moral de! sujeto conduce todavía, por vía de postulado
son más que modos de hablar adaptados a las necesidades de la comu- práctico, a la afirmación de una subjetividad absoluta, la de Dios, que
nidad ética. Como la Idea acabada de la perfección moral de la huma- no se confunde con la subjetividad humana. En e! joven Fichte, en cam-
nidad es el único fin posible de la creación, el solo objeto racional de bio, la distancia entre el sujeto finito y el Absoluto tiende a reducirse
la voluntad del Ser supremo, podemos decir que esta Idea existe en a la diferencia entre el Yo finito (el sujeto empírico de Kant) y el Yo
Dios desde toda la eternidad y que no es una cosa creada, sino más absoluto (el Yo transcendental de Kant) con la condición de compren-
bien una emanación de su ser y, en este sentido, el Hijo único de Dios. der bien que el Yo absoluto no existe detrás de nosotros como una rea-
y como este Ideal, que nos transciende, habita en nosotros y nos in- lidad actual sino delante de nosotros como un Ideal que realizar por
cita al esfuerzo moral, podemos decir que este modelo o «este arque- el esfuerzo moral el cual, en el fondo, no es más que la tendencia del
tipo ha bajado del cielo hacia nosotros, y que ha revestido la humani- Yo finito a suprimir su propia finitud y a engendrar así el Yo infinito.
dad»?'. Mucho más, como este Ideal de la razón práctica está presente De esto a pensar que Dios no es más que el horizonte último del im-
en nuestra voluntad inclinada al mal (cí. la voz de nuestra conciencia), pulso ético, la simple ley de realización del orden moral, no hay m~s
que un paso. Este paso ha sido dado alegre~ente por la censur~ ofi-
cial; hay que confesar que Fichte daba ampliamente lugar a esta mter-
Jl IMMANUEL KANT, La religión en los limites de la mera razón, (trad. francesa
por J. Gibelin), París, Vrin, 1952, pp. 85-86. Las dos citas siguientes están tomadas del pretación. Kant había tenido ya problemas con la censura en 1793 cuan-
mismo pasaje. do publicó La religión en los límites de la mera razón, pero, esta vez,

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La vía antropológica F. D. E. Schleiermacher

las cosas fueron más lejos: acusado de ateísmo, Fichte tuvo que renun- cerse una imagen del Universo. Mientras se forma esta figura amada y
ciar, en 1799, a su puesto de profesor en la universidad y dejar Jena. siempre buscada, mi alma vuela a su encuentro, yo la estrecho entre
Instruido por estos acontecimientos, Schleiermacher tenía moti- mis brazos no como una sombra, sino como el ser santo. Descanso en
vos de sobra para mostrarse prudente. Además, el divorcio kantiano el seno del mundo infinito (... ). Este momento es la floración suprema
entre la razón teórica y la razón práctica no le satisfacía. Por esto, para de la religión. Si yo pudiera hacéroslo experimentar, sería un dios
evitar el doble callejón sin salida del agnosticismo y del moralismo, -quiera el destino sagrado perdonarme el haber tenido que revelar
pero reconociéndoles su verdad dentro de su propio orden, el joven misterios más que eleusianos»:".
Schleiermacher intenta, muy románticamente, arrancar la religión de En esta perspectiva ¿qué puede quedar del cristianismo positivo?
la esfera de la metafísica y de la moral para situarla en otro nivel, el Schleiermacher da una explicación de ello en las seis últimas páginas
del sentimiento instintivo. En los célebres Discursos sobre la religión de los Discursos sobre la religión. Puesto que la intuición del Univer-
de 1799, resume así su concepción: «La religión, para entrar en pose- so, que constituye la religión, consiste en captar cada cosa finita como
sión de su bien propio, renuncia a toda pretensión sobre todo lo que un momento del Infinito, la intuición central del cristianismo, consi-
pertenece a la metafísica y a la moral y restituye todo lo que le han derado como la religión más elevada de la humanidad, «no es otra que
incorporado a la fuerza. No intenta determinar ni explicar el universo la de la oposición universal de todo lo que es finito con relación a la
según su propia naturaleza como hace la metafísica; no busca perfec- Unidad del todo, la de la manera que tiene la Divinidad de tratar esta
cionarle y terminarle por el desarrollo de la libertad y del divino li- oposición, de atenuar con mediaciones esa hostilidad hacia ella, y de
bre-arbitrio del hombre como hace la moral. En su esencia, no es ni limitar el alejamiento creciente, sembrando el conjunto de puntos ale-
pensamiento ni acción, sino contemplación intuitiva y sentimientos+. jados, que participan a la vez de lo finito y lo infinito, de lo humano
En cuanto al objeto de esta intuición, se le indica muy vagamente como y de lo divino» 35bis• Dicho de otra manera, existe en el mundo y en
el Universo: «¡Intuición del Universo! Yo os lo pido; familiarizaos con la historia una tendencia egocéntrica a separarse del Todo. A esta
esta noción en un sentimiento de amistad; ella es el eje de todo mi dis- corrupción debe responder un rescate, a esta hostilidad una mediación
curso, la fórmula más general y más alta de la religión»:". El Universo conciliadora. El carácter único de la religiosidad de Jesús, lo que hace
del que se trata aquí es menos la suma de las realidades materiales y que constituya una mediación que no requiere ya otra mediación más
físicas del mundo que la totalidad formada por estos fenómenos y por elevada, "es la magnífica claridad que ha revestido en su alma la gran
la substancia espiritual que sub yace en ellos. idea que él había venido a representar, la idea de que todo lo que es
Resumiendo: como los demás románticos alemanes, Schleierma- finito tiene necesidad, para unirse con la Divinidad, de mediaciones su-
cher quiere dejar atrás el idealismo transcendental en dirección de un periores»:". Claridad tan grande que Jesús, en calidad de mediador su-
cierto panteísmo religioso, el del U no-Todo inspirado directamente en premo, "debe pertenecer a los dos reinos: debe participar de la natu-
Spinoza. Por eso, «tomar cada cosa particular como una parte del raleza divina, de la misma manera y en el mismo sentido que participa
Todo, cada cosa limitada como una presentación del Infinito, eso es la de la naturaleza finita,,37.
religión»:". Para describir este momento fugitivo de comunión amo- La cristología del joven Schleiermacher se para aquí. Muy próxi-
rosa del ser finito con el infinito del Universo, Schleiermacher no se mo, él mismo, de la incredulidad, había soñado con reconciliar con el
echa atrás ante un cierto erotismo sentimental: «Con una rapidez que cristianismo «aquellos que lo desprecian y que son espíritus cultos».
tiene algo de prodigio, un fenómeno, una circunstancia crece hasta ha- Nadie duda que, en este amplio espíritu de tolerancia sin fronteras,
haya conseguido interesar por la religión a algunas inteligencias ins-
truidas, pero está claro que es a expensas del contenido dogmático del
}2 FRIEDRICH DA'NIEL ERNST SCHLEIERMACHER, Discours sur la religion ti ceux de
ses contempteurs qui sont des esprits cultivés (trad. francesa por l. J. Rouge), París, Au- 35 Ibid., pp 1(,(,-1(,7.
bier, 1944, pp. 150-151. Jsbis Ibid., p_ 309.
33 lbíd., p. 154. 36 /bíd., p_ 31(,.
H Ibid. }7Ibíd.,p.317.

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La vía antropológica F. D. E. Schleiermacher

cristianismo, Con Kant, ha querido disociar la religión de la teoría' [gual que en 1799, Schleiermacher tiene interés en distinguir este
contr~ Kant y contra Fichte, ha querido preservarla de la reducció~ «sentimiento» de cualquier conocimiento especulativo y de cualquier
moral.lsta, pero el rec~rso .a la intuición romántica, si bien garantiza actividad práctica, aunque este «sentimiento piadoso» sea el origen de
una cierta efervescencia religiosa, en lo esencial desemboca en la mi _ una cierta objetivación dogmática y la fuente de cierto actuar cristia-
ma extenuación del cristianismo que la crítica kantiana. s no. Esta doctrina del sentimiento de dependencia absoluta constituye,
~o~ Discursos, de Schleiermacher sustituyen «la religión dentro de de hecho, un progreso real en las concepciones religiosas de Schleier-
l~s .lImltes de l~ s~mple razón (moral)» por «la religión dentro de los macher, pues tenemos en ello la experiencia muy rica de un enraiza-
limites del sentimiento», pero el resultado es el mismo. miento originario de nuestro ser profundo en el ser mismo de Dios,
Más tarde, vuelto juicioso por la experiencia, Schleiermacher ha fo- anterior a cualquier iniciativa de nuestra libertad. Por eso, Hegel, el ri-
~e~tado una religión que se acerca un poco más al contenido del cris- val triunfador de Schleiermacher en Berlín, ha cometido una gran in-
narusmo .ortodoxo. Por lo menos ésta es la impresión que se saca del justicia cuando con mala intención se ha burlado de él diciendo que,
gran ~SC~ltode 1821 (reeditado en 1830), titulado La fe cristiana según si el teólogo tenía razón, entonces, en este mundo, el mejor cristiano
los prm~lplOs de. la Jglesi~ ev~ngélica. Schleierrnacher ya no habla aquí es el perro, pues es quien posee al máximo el sentimiento de depen-
del Universo SInO de DIOS, Incluso si este Dios sigue siendo tan im- dencia de su arno". Este sentimiento de pasividad absoluta con rela-
personal como en 1799. Igualmente, el aire panteísta de los Discursos ción a Dios es efectivamente una experiencia de la que cruelmente ca-
se esfuma, aunque la distinción entre Dios y el mundo está insuficien- rece la especulación hegeliana, incapaz de valorar las categorías del en-
temente subrayada. En el plano de la cristología, la evolución es com- gendramiento, como la paternidad o la filiación. Queda, sin embargo,
parable: mientras que, en los Discursos, Cristo era simplemente el horn- que esta experiencia, pese a su profundidad, sirve de principio a una
br~ 9ue, en un grado eminente, tuvo la intuición del Universo, La fe temible reducción del cristianismo a las dimensiones subjetivas de la
crtsttana le reconoce más resueltamente una cierta divinidad de orden experiencia vivida. El lugar a partir del cual se interpreta la fe es, como
moral, a saber: el hecho sobrenatural de que él escapa a la ley univer- se ha dicho más arriba, nuestra «conciencia de nosotros mismosv'",
sal del pecado, Pero fuera de estos tímidos progresos, Schleiermacher Esto es muy claramente afirmado en lo que se refiere al sentido de
perpetúa a su manera la postura kantiana: todos los dogmas molestos Dios: «Todos los atributos que damos a Dios tienen que ser entendi-
(la consubst.a,ncialidad de Cristo con el Padre, la redención por la cruz, dos como caracterizando una particularidad, no de Dios, sino de la ma-
la re~urreccIOn de ]e.sús y su Ascensión, la virginidad de María, etc.) nera cómo nosotros referimos a él nuestro sentimiento de dependencia
lo mismo que los milagros evangélicos, son cuidadosamente elimina- absoluta» 41. No podríamos enunciar de manera más tajante la reduc-
dos, expurgados o declarados inútiles, en el mejor estilo de la «reduc- ción existencial del sentido de Dios. Exactamente lo mismo sucede con
ción antropológica» del cristianismo. La gran novedad es que el crite- la cristologia. Schleiermacher admite, en el plano moral, cierta divini-
rio antropológico que sirve de piedra de toque a la crítica del cristia- dad sobrenatural de Jesús, pero queda claro que el único testimonio
nismo ya no es la intuición romántica del universo, sino el sentimien- válido de esta divinidad es su resonancia existencial en el alma piadosa
to, más propiamente religioso, de la dependencia absoluta de Dios. con la exclusión de todo acontecimiento histórico objetivo. Como lo
Como nuestro autor lo declara en el famoso parágrafo 4 de La Fe cris- hace notar oportunamente Hans-Urs van Balthasar'", Schleiermacher,
=« «lo que tienen en com~n todas las manifestaciones de la piedad, en La Fe cristiana, expone tres veces todas las principales proposicio-
por diferentes que sean, consiste en que tenemos conciencia de noso- nes del Credo, proyectándolas de tres maneras: como expresiones de
tros mismos como absolutamente dependientes o, lo que es lo mismo
como en relación con Dios,,38. ' 39 G. W. F, HEGEL, s/orrede zu Hinricbs' Religionsphilosophie, en Berliner Schrif-
ten 1818-1831, Hamburg, F. Meiner Verlag, 1956, p. 74.
40 Cf. la cita de la nota 38.

.. 38 F. D. E. SCHLH~RMACHER. Der christlic.he Glaube, en Schleiermachers ausge- 4l F. D. E. SCI-ILEIERMACHER, La FOl chréuenne (adaptación por D. Tissot), París,
wahlte Werke In vI.er Banden, Dritter Band, Leipzig, Fritz Eckardt Verlag 1910 p . E. de Boccard, sin fecha, 50, 1, p. 242.
641-642, ' , P 4' HANS-URS VON BALTHASAR, L'amour seul est digne de [oi, 45, nota 6.

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La vía an tropológica Rudolf Bultmann

los afect?s de.l individuo piadoso (cf. nuestra <,vía antropológica>,), en parte, de Schleiermacher: comparte su escepticismo hipercrítico con
como atirmaciones sobre e! estado del cosmos (Cf.nuestra «Vía cos- respecto a la historicidad de los relatos evangélicos. Pero en calidad de
mológica»), y como afirmaciones sobre Dios (Cf. nuestra «Vía meta- teólogo, Bultmann pertenece a una familia de espíritu muy diferente:
fisica»), y en una carta dirigida a Lücke, Schleiermacher precisa que en contra de la teología liberal que disuelve la Revelación cristiana en
la segunda y tercera forma derivan de la primera y «hablando estric- un moralismo religioso totalmente inmanente en la libertad humana,
tamente, son superfluas». A partir de esto, una lógica implacable con- Bultmann sostiene vigorosamente, con Karl Barth y los demás repre-
duce a nuestro teólogo a pervertir la esencia misma de! cristianismo: sentantes de la «teología dialéctica-":', el carácter objetivo y transcen-
este, en efecto, apenas si es otra cosa que una disposición del hombre dente de la Palabra de Dios. Es decir: entre las fuentes del pensamien-
una inclinación de su corazón, una determinación de su sentirnienrr, to bultmanniano, hay que nombrar no solamente el antropocentrisrno
de depe~~encia .absoluta. Es cierto que Schleiermacher reconoce que de Schleiermacher y el criticismo de la escuela liberal, sino también el
la subjetividad piadosa se ha desarrollado de [acto bajo la impulsión his- verticalismo de Kierkegaard y de su paradoja absoluta. Existen, sin em-
tóric~ de J e~ús de Nazaret, pero esta Iacucidad del acontecimiento ape- bargo, dos maneras de escapar de las consecuencias vulgarmente re-
nas si es mas que una ocasión o pretexto subordinados a la intimidad ductoras de la crítica histórica liberal. La primera consiste en situar la
de la conciencia piadosa, pues, como simple «disposición" de la sub- Palabra de Dios en una verticalidad pura cuyo carácter absoluto intan-
jetiv.idad, la fe se pone, de hecho, a la «disposición» de! hombre y el gible domina a la vez el campo de la historia y el de la subjetividad.
sentido de sus proposiciones dogmáticas se mide de ahora en adelante Es la solución adoptada por Karl Barth: la Palabra de Dios es allí su
por la resonancia en la interioridad del corazón humano. Todo lo que· propia y única intérprete. La segunda consiste en transcender el do-
no pertenece a esta dimensión de la experiencia vivida será, natural- minio contestable y contestado de la historia en dirección de la Pala-
mente, considerado como insignificante. bra soberana, pero buscando la clave de la interpretación de los testi-
La doctrina teológica de Schleiermacher ilustra maravillosamente monios históricos sobre esta Palabra en las estructuras fundamentales
los puntos muertos a los que puede conducir e! aspecto pietista e in- de la existencia humana. Es la solución retenida por Bultmann. Por
timista de la herencia luterana. Queda también claro que muchas de . este lado, Bultmann depende sin duda alguna de la vía arnropológica'".
las desviaciones actuales en la interpretación de la doctrina y en la prác-
tica litúrgica no son sino una divulgación (inconsciente) de las tesis de 4' Se llama así un movimiento aparecido en los años 1920 en el seno de la teología
Schleiermacher; volveremos más adelante sobre ello. Históricamente, protestante. En oposición al antropocentrisrno de la teología liberal, los representantes
este último está, en parte, en el origen del protestantismo liberal de! de la teología dialéctica (Barth, Brunner, Bultmann, Gogarten) denuncian la impostura
por la que el hombre intenta perfeccionarse y tranquilizarse a sí mismo en una religión
siglo XIX y principios de! xx. Efectivamente, si la teología liberal ha humanista. Ellos subrayan, al contrario, que la situación fundamental del hombre es la
podido entregarse tan alegremente a una excesiva crítica histórica de «crisis» revelada por la distancia infinita entre Dios y el hombre. Lejos de reducir esta
los evangelios y deshacerse de todos los dogmas que le estorban, es por- crisis, la religión cristiana la acentúa al mostrar, a través de la cruz y de la resurrección
que la teología de! sentimiento, al pretender que e! corazón de la fe no de Cristo, la repudiación del hombre por Dios. La única salvación hay que buscarla pre-
cisamente en esta irrupción vertical del rnundo nuevo en nuestro mundo antiguo. Sal-
tiene finalmente nada que ver con la historia ni con la metafísica, le ha-
vación que el hombre debe recibir siempre como puro don, sin pretender nunca con-
bía dejado el campo libre.
vertirse en su propietario.
Pero el más significativo resurgimiento del pensamiento de .4 Sobre BULTMANN, se podrá leer el magnífico estudio, de una gran claridad, de
Schleiermacher es la teología de Bultmann. Pasamos inmediatamente a LÉOPOLD MALEvEz, Le message chrétien et le mythe. La théologie de Rudolf Bultmann,
dar un vistazo a sus temas principales. Bruselas, Desclée de Brouwer, 1954. cr. también RENÉ MARLÉ, Bultmann et l'interpré-
tation du Nouueau Testament, París, Foi vivante, 1967. Del mismo BULTMANN, se po·
drá leer un pequeño artículo que resume muy bien lo esencial de su proyecto teológico
en RUDOLF BULTMANN, A propos du probléme de la démythologisation, en Foi et com-
3. Bultmann o la reducción existencia] del cristianismo
prébension, vol. II, trad. por A. Malet, París, Seuil, 1969, pp. 384-393. Para una torna
de posición frente a BULTMANN, no podemos sino remitir al texto vigoroso, profético
Como exégeta del Nuevo Testamento, Rudolf Bultmann (1884- de KARL BARTH, Rudolf Bultmann, Un essai pour le comprendre, en -Comprendre Bulr-
1976) está en estrecha dependencia de la escuela liberal que proviene, rnann», París, Seuil, 1970, pp. 133-190.

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La vía antropológica Rudolf Bultmann

En un sentido, la solicitud de! teólogo de Marbourg ha sido de Or- de unos presuntos hechos sobrenaturales históricos. Ahora bien, la úni-
den pastoral ¿ cómo la Palabra de Dios puede resonar en la existencia ca objetividad que Bultmann está dispuesto a reconocer a la .Palabra de
de! hombre de hoy? Con este fin hay que vencer un gran obstáculo' Dios, la única que, a sus ojos, es digna de la transcend~n~l~ dIVIna. y
e! c~rácter mítico. del Nuevo Testamento y de la predicación cristian~ de la historicidad móvil de la libertad humana, es la obJetlv~dad exis-
?abnu.al. Por «mito» hay que entender aquí> en sentido propio, toda tencial, es decir: la que la Palabra reviste en el encuentr~ VIVidocon la
irrupción de una potencia transcendente dentro del mundo humano fe. Señalaremos más adelante la ambigüedad de ~sta a~titu~;
en la medida en que esta irrupción es presentada bajo la forma de un Sin embargo, las razones últimas de la desmitologización hay que
acontecimiento intra-rnundano comparable a los demás acontecimien_ buscarlas en las posturas teológicas luteranas, típicam~nte protestante~,
tos de la historia. Así, según Bultrnann, pertenecen al mito la encarna- de Rudolf Bultmann. Lo que aquí cuenta es la crítica de la «segun-
ción de! Verbo preexistente, la virginidad de María, los milagros de ]e- dad". Con el mito, el hombre se tranquiliza doblemente. Por una par-
sús, la Cruz como redención de los pecados del género humano, la re- te, proyecta idolátricamente ante sí una fuerza divina to~o-pod.e~osa
surrección corporal de Jesús, etc. Y toda esta mitología es insorporta- que actúa en e! mundo y que es capaz de colmar sus propias deflC~~n-
ble al creyente de nuestros días por razones científicas, filosóficas y te 0- cias humanas. Por otra parte, objetivando los hechos de la s~lvaclOn,
lógicas a la vez. cosificándoles miticamente, el hombre se concede sobre ellos Cierto do-
Primeramente por razones científicas. En efecto, la ciencia moder- minio que le autoriza a manipular acontecimientos y dogmas. en lugar
na supone que el universo forma un todo coherente que obedece a una de dejarse volver del revés existencialmente por el escándalo 1Odom~s-
estricta legalidad determinista, Excluye, por sistema, toda intervención ticable de la Palabra. En este sentido, el pensamiento de Bultmann qUie-
de potencias sobrenaturales en el mundo. Por esto, hay que reinter- re ser un eco fiel de la doctrina luterana referente a la justificaci?n por
pretar todo lo que, en el mensaje cristiano, se presenta como irrupción la sola fe y no por las obras. Renunciar a las seguridades del mito, es,
de! más-allá en el más-acá. El radicalismo de Bultmann es lo que debe en el nivel del conocimiento, renunciar a las obras de la ley. Es ~om-
ponerse aquí en tela de juicio. Es cierto que la imagen de! mundo trans- prender que lo que salva, n.o s~n los falsos escándalos de. las aíirma-
mitida por el Nuevo Testamento ha sido trastornada por la ciencia mo- ciones míticas sobre las penpeclas del Verbo encarnado, s100 la reso-
derna y ya no podemos comprender en un sentido ingenuamente es- nancia, en la existencia humana, del único escándalo, el de la Pala?~a
pacial el descenso del Señor a los infiernos o la subida al cielo. Pero que Dios me dirige a través de la Cruz de Jesús que me desquicia
Bultmann cede, él también, a un «mito», el de la «ciencia moderna» completamente. .
cuar:do, en nombre de la metodología científica, erige en principio me~ Por eso, Bultmann no se cuida de «desmitificar- el Evangelio y la
tafísico de la naturaleza un determinismo estrecho y rechaza a priori predicación cristiana suprimier:do el. elemen~o mítico, como. haría el
la eventual asunción del curso habitual del universo en un orden su- ateísmo, sino que intenta «desmirologizarles- interpretando extsten~lal-
perior revelador de la trancendencia divina. No obstante, es este el sen- mente el elemento mítico. Dicho de otra forma: hay que descub:lf el
tido teológico del milagro: manifestar en un acontecimiento de! mun- verdadero sentido de las afirmaciones míticas refiriéndolas a la piedra
do, 10 que transciende todo acontecimiento de! mundo. Por su recha- de toque, no del sentimiento, como en Schleiermacher, sino de la
zo de principio, en nombre de la ciencia, de toda intervención divina existencia.
de este orden, Bultmann va más allá de las exigencias de una 'crítica Como lo expone el P. Malevez en un~ sín~es.is muy iluminado-
sana y se junta al simplismo de todos los que estiman ingenuamente ra45, la interpretación existencial del mensaje cnstiano comporta una
que en una época en la que basta con apretar un botón para obtener triple exigencia.
la luz, no es decente e! creer que Dios haga milagros ... La primera exigencia: retener del Nuevo Testa~ento solamente
Pero las razones de la desmitologización bultmanniana son también los elementos relativos a la inteligencia de nosotros mismos. Lo que es
filosóficas. En lugar de preservar la transcendencia de! Transcendente
y de avivar la autenticidad de la existencia humana, la mitología cris-
tiana dirige la atención de los creyentes hacia la objetividad mundana 45 LÉOPOLD MALEVEZ, Le message cbrétien et le mytbe, pp. 28, ss.

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La vía antro po lógica Rudolf Bultmann

significativo en el mensaje cristiano, no son las representaciones meta- en cuanto ser-allí, a diferencia de los demás existentes, es ser-en-el-
físicas sobre lo que Dios pueda ser en sí mismo (la Trinidad) ni los re- mundo: está abierto no sólo al entorno familiar de sus utensilios coti-
portajes míticos sobre las aventuras históricas de un Dios hecho hom- dianos, sino al universo de posibilidades que se perfila en e! horizonte
bre, sino únicamente esta proclamación de la Palabra, este «kerigma» de sus proyectos. Asimismo, a diferencia de los otros existentes, el
(en griego), que nos revela a nosotros mismos al ponemos frente a fren- hombre ea-existe esencialmente con el prójimo hasta el punto de que
te con el juicio y el perdón de Dios. el mundo al que se refiere está constitutivamente determinado por este
La segunda exigencia completa la primera precisando que la inter- segundo existencia]: el ser-con-el-prójimo. Descubrimos aún otros exis-
pretación existencial tendrá como tarea el manifestar la corresponden- tenciales en un análisis más profundo de! ser-con-el-prójimo-en-el-
cia del mensaje con los existencia les constitutivos del ser humano. Bult- mundo. En primer lugar, la facticidad o el hecho, para el Dasein, de
mann emplea aquí una terminología tomada de la filosofía de Martín encontrarse allí como un ser arrojado al mundo sin su consentimiento,
Heidegger del que hablaremos más adelante en la tercera parte. Ex- embarcado ya para siempre en la existencia, y por ello, entregado a la
pongamos, no obstante, ya desde ahora, lo que es necesario para una angustia. A continuación la comprensión, es decir, esta relación global
buena comprensión de Bultmann. Los existenciales son, para Heideg- con el mundo por lo cual, en calidad de proyecto, el hombre se supera
ger, las determinaciones más generales que constituyen el Dasein, es a sí mismo y es esencialmente un poder-ser tendido hacia posibilida-
decir: .el hombre en cuanto relacionado con el ser. Dasein es una pa- des que él anticipa y que tiene la intención de realizar en el momento
labra alemana que, en el lenguaje ordinario, significa sencillamente que las «comprende». Por fin el decaimiento -sobre. el que volvem.os
«existir». Heidegger la emplea en un sentido técnico basado en la eti- en seguida- que consiste en que el hombre no comienza por la exis-
mología de este verbo: ser-allí. Este ser-allí hay que entenderlo en do- tencia auténtica, en consonancia con el ser, sino por la existencia inau-
ble sentido. El hombre es el «ser-allí», primeramente en el sentido de téntica, donde, entregado a los existentes, se pierde en el mundo y en
que él es presente. El hombre es aquel que, en el sentido propio, está el prójimo. Subyacente a todos estos existenciales, está, a fin de cuen-
allí, es decir, es "presente-a». Una cosa no es presente a las demás co- tas, el ser-en-el-tiempo o la temporalidad. En efecto, el ser-allí es un
sas, no está allí verdaderamente para ellas, está allí solamente de una ser-que-se-ocupa-de, un ser-de-solicitud que, en el hecho único de ha-
manera tonta; el hombre, en cambio, ejerce una verdadera presencia cerse cargo de ellos, reúne los tres existenciales precedentes: la Iacti-
para con el mundo y para con el prójimo. El hombre es el único exis- cidad, la comprensión, y el decaimiento. Como lo sugiere Heidegger,
tente que es «presente-a». Pero, más profundamente el hombre es el el ser-allí es un ser que anticipa (el. la comprensión) que está ya echa-
«ser-allí» porque es el único «allí» del ser, el único lugar del mundo do y abandonado en un mundo (cf. la facticidad) en el que se ha per-
en el que se plantea la cuestión del ser. El es el ser-allí, o mejor e! «ser- dido (cí. el decaimientoj'". Ahora bien, como facticidad, e! ser-allí está
el-allí» en cuanto que es el único animal que puede interesarse en las vuelto hacia el pasado; en cuanto que está caído, está entregado al pre-
preguntas últimas y, eminentemente, en la pregunta del ser. Los otros sente; y como comprensión y proyecto, tiende hacia el porvenir que
animales no se preocupan del ser, se contentan con los existentes: un es así la dimensión más importante del tiempo, ya que corresponde al
gato se interesa por los otros gatos, por los ratones, por su platillo de poder-ser esencial del ser-allí. Este último está existencialrnente deter-
leche y esto le basta. No sucede lo mismo con el hombre. Si él lleva minado por la temporalización y la historicidad, de suerte que es so-
una existencia auténtica, los existentes no le bastan. Ni siquiera la suma lamente sobre e! fondo de! tiempo y a partir del horizonte de la his-
de todas las cosas le llenaría. Es que e! hombre no está consagrado so- toricidad como puede revelarse el sentido del ser al ser-allí. El título
lamente a los existentes por muchos y muy prestigiosos que sean, sino
al ser mismo. El hombre es -o, por lo menos, puede ser- el allí del
'6 CL MARTIN HEIDEGGER, L'étre et le temps (trad. francesa por A. de Waelhens
ser, el solo lugar en el que el ser se revela como ser en su diferencia
y W. Biemel),París, Gallimard, 1964, pp. 234-236. Todo el análisis precedente de los exis-
con los existentes: es e! ser-allí, e! Dasein. En este contexto, los exis- tenciales se inspira en esta obra maestra de Heidegger. Se encontrará una presentación
tenciales no son otra cosa que las determinaciones constitutivas del ser- breve y fácil en MAURICE CORVEZ, La philosophie de Heidegger, París, P.U.F., 1961,
allí como tal. Recordemos rápidamente algunas de ellas. El hombre, pp. 1-54.

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La vía antropológica Rudolf Bultmann

de la obra de Heidegger que ha inspirado a Bultmann: Ser y Tiempo, el que se refieren, no al ser sino a los existentes. El ser de! mundo co-
lo indica también. mienza siendo únicamente e! universo manejable de mis utensilios. El
Después de haber dicho esto, el segundo principio de la herme- otro comienza por no ser más que el «pronombre indefinido» anóni-
néutica bultmanniana del mensaje cristiano es: no retener del Nuevo mo (Man) en e! que se disuelve mi existencia personal. Yo estoy ori-
Testamento más que los elementos que pueden ser interpretados exis- ginariamente acechado por esta decadencia primordial en la que e! cui-
tencialmente, es decir, aquellos de los que se puede demostrar que dado se corrompe en preocupación agitada, el lenguaje en charlatane-
corresponden a una posibilidad inscrita en los existenciales del ser hu- ría, el proyecto en curiosidad febril, etc, La existencia auténtica co-
mano. Los datos bíblicos que no se presten a esta interpretación no se- mienza cuando el Dasein supera esta tentación de estancamiento tran-
rán más que un mito inasimilable. Así, por ejemplo, el nacimiento vir- quilizante y alienante en el presente para dirigirse hacia la posibilidad
ginal de Jesús, considerado como un acontecimiento histórico, es, se- extrema que le abre su porvenir, a saber: su ser-para-la-muerte, es de-
gún Bultrnann, una representación mítica insoportable para el hombre cir: la finitud y la contingencia radicales de su proyecto de existir. Bult-
moderno y desprovista de toda significación existencia!' Pero, desmi- rnann se ha apoderado de este aspecto trágico de la filosofía heidegge-
tologizada, es decir, restituida al proyecto humano de existir y espe- riana, ha acentuado su tinte desesperado, descubriendo en ella una es-
cialmente al encuentro existencia! con el prójimo, esta afirmación es pecie de precomprensión filos~fica del tema típicamente protest.ante de
una invitación a no fijarse demasiado en los orígenes carnales de Jesús, la corrupción innata de la existencia humana, totalmente alejada de
a no explicarle por su ascendencia o su medio sociológico, sino a ver Dios y entregada al pecado. Se comprenderá fácilmente la importancia
en él algo distinto, otra cosa que no entra en el mundo de mis posibi- hermenéutica de esta opción gracias a un ejemplo particularmente re-
lidades, a saber: la palabra decisiva que Dios, el Completamente-Otro velador. La Cruz, presentada como la pasión de un Dios preexistente
dirige a la humanidad. pero encarnado, que sufre en lugar de los hombres y que ~arga con
La tercera exigencia de la hermenéutica existencial se sitúa en la sus pecados, no puede ser, según Bultmann, más que un mito escan-
prolongación inmediata de la segunda. Consiste en la opción de Bult- daloso para una inteligencia crítica. Sin embargo, referido a la deca-
mann por esta forma determinada de análisis existencial que es la filo- dencia profunda de la existencia humana, el mensaje de la cruz puede
sofía de Martín H eidegger. hacerme tomar conciencia de mi desgracia y despertarme a una exis-
Bultmann espera de ella lo que él piensa que no podría encontrar tencia auténtica frente al perdón de Dios.
en ninguna de las antologías clásicas, a saber: una filosofía del ser que Después de haber establecido estos principios hermenéuticos, ¿ qué
no se pierda en la manipulación conceptual de las esencias objetivadas, comprensión de! cristianismo se deducirá de la interpretación existen-
sino que vuelva a poner constantemente la importancia de la vida hu- cial y desmitologizanre a la que se entrega Bultrnann? Muchos comen-.
mana en la decisión personal en favor de una existencia auténtica. Bult- taristas del pensamiento bultmanniano han pensado que desembocaría
mann está tanto más predispuesto a privilegiar la analítica heideggeria- inevitablemente en un subjetivismo total. El Cristo histórico no habría
na del ser-allí cuanto que él ha encontrado en ella un tema susceptible sido más que la ocasión extrínseca -el pretexto por decido así- de
de ser orientado en un sentido próximo a las concepciones luteranas, un mensaje de conversión bajo cuyo impulso la libertad humana sería
el del decaimiento (Verfallenheit). Por esto volvemos un momento so- provocada existencialmente a la conversión. Habría habido. una e~pe-
bre este existencial heideggeriano. Al hablar de la existencia caída, Hei- cie de inspiración ejemplar indispensable que tendría su ongen lejano
degger se refiere a este existencial desconcertante, pero inexorable, se- en el Jesús de la historia, pero lo esencial residiría en la subjetividad
gún el cual el ser-allí no empieza por la existencia auténtica, sino que del creyente, a saber: en e! encuentro existencial, presente, entre la gra-
sólo puede llegar a ella libremente, arrancándose de una existencia pri- cia puramente íntima de Dios y la libertad interior del hombre, un
mero inauténtica. El secreto último de esta decadencia es que, necesa- poco así como el sentido de un texto surge solamente en e! acto s~b-
riamente, el ser se disimula dentro de los 'mismos existentes en los que jetivo de su lectura. Es cierto que algunos escritos de Bultmann, al pnn-
se manifiesta (d. el árbol no deja ver la selva), de manera que todos cipio de su carrera sobre todo, se inclinan fuertemente en esta direc-
los existenciales comienzan por pervertirse al ser reducidos al nivel en ción. Sin embargo juzgamos más matizada y más justa la interpreta-

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La vía antropológica Rudolf Bultrnann

ción mucho más objetivista que el P. Malevez ha dado a la des mito- Dios hecho hombre, los pecados del mundo fuesen, por decirlo así, lle-
logización, apoyándose, entre otros, en dos artículos de Bultmann: vados de una manera substitutiva y borrados. Pero queda que, cierta-
Nuevo Testamento y mitología (1941) y A propósito del problema de la mente, es con motivo de la cruz histórica y gracias al kerygma apos-
desmitologización (1951). tólico que ha nacido objetivamente de ella y por medio de la predica-
En efecto, el principio de la interpretación existencial no implica ción de la Iglesia que toma el relevo del kerygma, como la Palabra ob-
en manera alguna un inmanentismo radical. La Palabra cristiana no jetiva y transcendente de! perdón divino alcanza hoy mi existencia y,
puede ser deducida de la existencia humana como si fuera un simple en la intimidad de la fe, adquiere toda su resonancia existenciel. En
producto de esta última solamente porque el mensaje cristiano no sea este sentido, la cruz histórica de Jesús (y no sólo el kerygma que la
significante más que en su correspondencia con la existencialidad hu- anuncia) sería e! comienzo objetivo de la notificación de la salvación.
mana, con la exclusión de cualquier objerivación mito lógica. Es nece- Hemos visto que el hecho de que sea solamente «con ocasión de» la
sario recordar aquí la distinción que ha hecho Bultmann entre lo exis- cruz como me es notificado el perdón de Dios puede favorecer una in-
tencial y lo existenciel. El análisis existencial nos da las estructuras ge- terpretación subjetivista de la hermenéutica existencia!' Pero creemos,
nerales del ser-allí con relación a las cuales únicamente el kerygma pue- con Malevez, que Bultmann escapa parcialmente a ella. Pues lo que
de ser auténticamente significante, pero esta forma existencia] no im- Bultmann rechaza es solamente que se objetive míticamente la salva-
plica aún el contenido real del encuentro de mi' libertad con la Palabra ción en acontecimientos que, tomados en su facticidad histórica (bis-
de Dios, solamente determina una posibilidad (existencial) que no se torisch), tendrían un valor sagrado, pero reconoce plenamente que la
hace real sino en la decisión efectiva (existenciel) de mi libertad con- cruz histórica de Jesús es el lugar fechable y localizable con ocasión
frontada con la Palabra transcendente de Dios. Así, pues, si Bultrnann del cual se produce un acontecimiento historial (geschichtlich) que cam-
rechaza como mítica cualquier idea de una irrupción histórica de lo di- bia e! horizonte de mi existencia y que además sólo es elocuente den-
vino en el mundo de los fenómenos, no se opone sin embargo a la idea tro de mi decisión existenciel de conversión, y este acontecimiento his-
más amplia de una intervención objetiva de Dios en la existencia hu- torial es que Dios, en una Palabra objetiva y transcendente, me hace
mana. Desde nuestro punto de vista, esta objetividad existenciel es in- saber el juicio de favor que a la vez me condena y me salva.
suficiente, pero no autoriza, por tanto, a ver en Bultmann el partidario Resumamos. Lo esencial de la fe, para Bultmann no puede ser nun-
de un puro inrnanentismo teológico. ca un acontecimiento histórico, y todavía menos un acontecimiento
¿Qué es lo que hay exactamente? Nada lo aclara mejor que el to- metafísico, sino el acontecimiento existenciel en e! centro de la liber-
mar un ejemplo relevante, el de la interpretación existencia] de la cruz tad. Por esta opción, Bultrnann entra decididamente en la vía antro-
de Jesús. Primeramente, la cruz es un acontecimiento histórico (bisto- pológica. No obstante, el acontecimiento que resuena en la existencia
risch) en el sentido de que es un hecho localizable por la ciencia his- humana no le es puramente inmanente. Por una parte, es acogida de
tórica. Bultmann no niega esto. Pero la cruz tiene particularmente una una Palabra transcendente de Dios y, por otra, está en relación de efec-
significación historial (geschichtlich) en cuanto que abre un nuevo cam- to a causa con e! kerygma histórico y, a través de éste último, con la
po de sentido a la existencia temporal del hombre. En efecto, para la muerte de Jesús de Nazaret. Es de aquí, y sólo de aquí, de donde pro-
fe -y sólo para la fe, pues ese sentido escapa a una mirada simple- - cede e! impulso liberador que cambia por completo mi existencia. Sin
mente histórica y objetivante-la cruz significa e! juicio liberador pro- embargo, en la perspectiva de Bultmann, lo que importa más que nada
nunciado por Dios sobre la condición pecadora de la humanidad. A es este impulso y no los acontecimientos históricos que han sido su
través de la cruz, Dios nos hace conocer, nos «notifica» nuestro esta- punto de partida. Además, es únicamente la fe que el kerygma ha des-
do de pecadores y nos dice: «sois hombres caídos, sois hombres con- pertado la que descifra esta significación a partir de los hechos de la
denados, pero si reconocéis vuestra impotencia, seréis regenerados por historia. Sólo la actitud mírica puede imaginar que los acontecimientos
mi perdón misericordioso». Eso es todo. El mito comienza cuando el históricos podrían constituir en sí mismos una especie de islote sagra-
mensaje historial, existencial y existenciel de la cruz es proyectado en do donde Dios se haría fenoménicamente presente al mundo. En este
la historia empírica (Historie) como si en Jesús, comprendido como un punto, Bultmann se une, a su manera, a Schleiermacher. Para éste úl-

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La vía antropológica
Rudolf Bultmann

ti,mo, recordémoslo, el alcance metafísico y cosmológico (e incluso his-


existencia de! hombre, Bultmann ha contribuido a reequilibrar la .teo-
tórico) de los dogmas podía ponerse entre paréntesis. Lo único que im-
logía protestante. Pero el precio que hay que pagar po.r este reajuste
portaba era la repercusión de la fe en el sentimiento del alma piadosa.
es enorme, porque Bultmann corrige los exceso~ barthianos cayendo
En Bultmann encontramos exactamente la misma COsa.Las afirmacio_
en e! extremo opuesto. La interpretación existenc,al., ~n efecto; no con-
nes de la fe no tienen para él ningún alcance cosmolÓgico. Propiamen-
·gue justificar el cristianismo ni demostrar su credibilidad mas que en
te hablando, no. tienen ningún alcance histórico puesto que no se lee sil·· d
l edida en que éste corresponde a la estructura y a movirruento e
en La historia misma e! contenido del kerygma de! que ella es ocasión. a m . .bl
la existencia humana. Es por lo que, en esta perspectiva, es ImpOSI e
Probablemente. no tienen siquiera un alcance teológico ni metafísico,
alcanzar la plenitud de la objetividad cristiana. A lo más que se puede
porque no nos informan sobre la naturaleza de Dios en sí mismo, sino
llegar, y ya es mucho, es a la v~rd~d tra~scenden~e ~~ la Palabra de
solamente sobre nuestra existencia en su relación con Dios (sobre este
Dios en cuanto que resuena en mi existencia, a la o?Jetlvlda~ ~el keryg-
punto, Bultmann está muy próximo a Kant). Por ello, como dice Baltha-
47 ma, y, corno máximo, a la autenticidad de! mensaje tran.smlt.,do a par-
sar , lo único que finalmente cuenta es «captar, en la palabra de la
. y con ocasión de Jesús de Nazaret, pero nunca al rrusteno real de!
predicación, la fe. que ya nos ha captado». En otras palabras, lo que tir b D· L
Verbo encarnado, nunca a la verdad concreta de! Hom re- ~os. a po-
cuenta es que partiendo de la predicación eclesial y teniendo como base
sición de Bultrnann obedece aquí a la lógica del protestantismo. Es~
el kerygma del cual ella es eco, dejemos crecer en nosotros la fe. Así
último, en su pasión por la transcendencia divi~~, tie~e tendencia a su-
pues, la medida de la fe cristiana radica ciertamente en la existencia del
bestimar la Encarnación. Esta tendencia se verifica bien en Bultmann,
hombre, aunque e! mensaje no se reduzca al contenido de la libertad
que está muy al corriente de lo que. Dios puede o no puede h~cer~ él
ni sea producido por ella. Y el único milagro del cristianismo es la re-
sabe que e! más-allá no puede manifestarse en este lado de a,c~, m e!
generación de la existencia humana por la Palabra de Dios que el keryg-
eterno en el tiempo, etc, Resumiendo: los presupuestos metaflSlcos. ~e
ma me da a conocer y del cual la muerte de Jesús es la ocasión. Con
Bultmann prohiben a Dios encarnarse. Este recha:o de la Encarn~clon
ello, Bultmann no hace más que ofrecemos un comentario moderno
permite a la teología bultrnanniana subrayar conjunta ~ c?~tradlcto-
de la célebre frase de Melanchton, uno de los artífices de la Reforma:
riamente la transcendencia abstracta de la Palabra y e! pnnClplO de una
ho~ est Christum cognoscere, beneficia etus cognoscere», «conocer a
interpretación existencial inmanente de! Nuevo Testamento, puesto
Cristo es conocer sus beneficios» es decir, su resonancia en el alma
humana. que e! lazo vivo que debía unir los dos polo~ con:ra~tados, a saber: e!
misterio personal de! Verbo encarnado, ha SIdo eliminado totalmente.
Por ello, los dos polos, transcendente e inmanente, se separan e! .uno
del otro, evolucionan cada uno por su cuenta y ya sólo están unidos
. E! camino tomado po~ Bultmann es, por una parte, teológicamen- por un lazo puramente ocasional: con «ocasión» de J.esús de Nazaret
te mdlspensable, pero, al fin de cuentas, es un camino sin salida. Con- y de su muerte histórica, la Palabra t.ransce~de,n~e de DIOSalcan,za nue~-
tra el verticalismo excesivo de Barth, Bultmann ha hecho valer los d e- tra existencia Íntima. Por tanto la figura histórica total de Jesus cruci-
rechos legítimos de la subjetividad y de la existencia. En su justa reac- ficado y resucitado ya no es e! lugar .concreto y personal en e~ que
ción COntra .el inmanentismo de Schleiermacher y de la teología liberal, Dios ha penetrado la historia para habitar realmente en el corazon de
Barth, efectivamente, había ido demasiado lejos en el fideísmo radical los hombres.
s~gún el cual la Palabra de Dios nos alcanza simplemente en vertical, Este es el punto decisivo. Es cierto, lo hemos visto, que B~~tma~n
SIO presuponer ninguna adaraja en la subjetividad humana. Al subra- sostiene una cierta objetividad histórica en e! centro de la salvación cns-
yar a la vez la importancia del mensaje y de su resonancia actual en la tiana. Jesús de Nazaret es ocasión de! keryg';la que anuncia a la hu-
manidad su ruina y su salvación. En este sentido, la avent.ura terre~t:e
de Jesús marca una fecha en la historia hu~ana, la de la mtervencion
47 HANS-URS VON BALTHASAR, L'amour seul est digne de foi, Col!. -Foi vivanre »,
París, Aubier, 1966 p. 45. de Dios en la existencia de los hombres. BaJO este aspecto -pero so-
lamente bajo este aspecto-e- e! Cristo histórico sigue siendo para Bult-
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203
Rudolf Buhmann
La vía antro po lógica

. tencia humana, temporal, terrestre, material que es precisamente la


mann e! lugar decis.ivo de .n~es(ro encue.ntro con Dios ya que, si jesús
ra que en la fe no estamos obligados a contentamos con una re-
de Nazaret no hubiera eXlstld~, no hubiera ~abido t~mpoco el keryg- nu est , "d .
lación con no importa qué ser divino, lejano, desconocí o, mtempo-
ma. Pero, aparte de esto, e! Cristo bultmanniano no tiene otra función
ral, supramundano, no objetivo, sino que podemos ll~gar, en el espa-
que la d~ ser la ~casión de! ~ensaje, lo que importa es e! mensaje, no
'0 de nuestra existencia a reconocer y a poseer aqUl y ahora en Je-
el ~ensaJero. Cristo en sí mlsmo.y por sí mismo no tiene ningún in- CI ' di S-
teres para Bultmann. La perspectiva que adopta es estrictamente fun- sucristo que en otro tiempo murió y res~citó,. a nuestro Ivm? .enor
a nuestro hermano humano, en su distancia y en su proxlmld~d:
cional: Cristo no tiene otro sentido que ser aquel cuya muerte ocasio-
~quel que, incluso antes ?e nue.stra fe, incluso sin ella, en. contra, m-
na y fomenta. el ke,ryi5.ma que nos d~ a conocer e! perdón de los peca-
c1uso, de nuestra incredultdad, vive para nosotros y nos g?blerna, aquel
dos ', Para deCl~lo tecrucamente, la cnstología (la doctrina sobre Cristo)
en quien Dios nos ha amado e! primero. ¿Se puede decir esto con un
ha sido absorbida por la soteriología (la doctrina referente a nuestra sal- liíi d . 1" ) 49
vación). Desde este momento, la persona de jesús pierde todo su in- lenguaje distinto del que Bultmann ca I ica e mito ogicor» .
terés y todo su misterio propios. De aquí también la poca importancia
que Bultrnann concede a la resurrección de Jesús, no sólo porque ésta,
C. La vía de inmanencia y el recurso católico
segú? él, no puede ser más que un mito, sino porque, desde su punto
a la subjetividad
de Vista, lo ~ue sucede personalmente a Jesús carece de importancia.
~o que apaSlOna a Bultrnann es la vida de! mensaje que, en dependen-
La llamada de la subjetividad no se ha hecho solamente en el am-
cia de Jesús, llega a nuestra existencia y le anuncia e! perdón. Eso es
biente protestante. También dentro de la Iglesia católica, la preocupa-
lo que c~enta.' y n? la suerte del mensajero. La preocupación por la
resonancia existencia] ha matado el sentido de la adoración. Mientras ción por hacer accesible la fe al h~mbre modern~ ha llevado, a. num~-
que la Iglesia se prosterna delante de jesús como ante su Señor y su rasos pensadores a recurrir a las nquezas de la via a~tropologlca. Sin
embargo, en el mundo católico, los resultados conseguidos por este me-
Salvador, Bultrnann, al término de su reducción existencial de! cristia-
nismo, no puede celebrar otra cosa que la presencia, en e! mensaje, de dio no han tenido el aspecto reductor que hemos hecho r~s~lta~ en las
la Palabra liberadora de Dios. Forzada a fondo, la vía antropológica corrientes antropológicas de inspiración protestante. La .logl~a mtern.a
del catolicismo, respaldada por la vigilancia de un ~aglsteno auto:l-
abandona el Verbo encarnado para volver a una simple religión de la
Palabra. Según la bella fórmula del P. Malevez, Bultmann ha sustitui- zado, permite escapar casi siempre a excesos de es~ tipo. El modemis-
mo católico es la única excepción notable. Ademas, en el orden cro-
do «la adoración de! Dios hecho hombre por la presencia de! keryg-
ma»48. A fuerza de interpretar existencialmente el Nuevo Testamento nológico, es necesario empezar por él.
a golpes de desmitologización, Bulrmann termina por vaciar de tal
modo e! contenido concreto de! mensaje que quiere hacer resonar en 1. El modernismo y la glorificación de la necesidad
e! espíritu del hombre moderno, que este hombre que él, en su eleva- religiosa
do celo pastoral, había querido alcanzar se encuentra, a causa de las
aplicaciones de semejante teología, privado de su Señor, incapaz de vol- El modernismo es un movimiento de ideas que se ha desar:ollado
ver a ponerse de rodillas ante Jesús y de musitar en e! reconocimiento a principios de! siglo xx en. ciertos medi?s intelectuales. c~tóhcos de
de la adoración: «y e! Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». Francia, Gran Bretaña e Italia. Su tendencia general consistta en adap-
Pues como pregunta Barth -y con esto terminamos- en todos estos tar e! catolicismo a la cultura moderna, liberándole del peso ~uerto ~e
elementos, supuestamente rnirológicos, del Nuevo Testamento ¿se tra- un pensamiento teológico fosilizado y abriéndole a las conquistas mas
ta de otra cosa que de demostrar que no estamos solos en esta exis-

49 KARL BARTH, Rudolph B"ltmann. Un essai po"r le comprendre, en .Compren-


48 LÉOPOLD MALEVEZ, Le meHage cbrétien el le mytbe, Bruxelles, Desclée de
dre Bultmann», París, Seuil, 1970, pp. 167-168.
Brouwer, 1954, p. 121.

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La vía amropológica Rudolf Bultmann

rec!entes del método científico, especialmente en los campos de la his- carácter híbrido y desordenado de la vía de inmanencia practicada por
tona y de la exégesis. En Francia, e! modernismo se ha hecho particu, los modernistas'". Pese a la imprecisión de las fórmulas modernistas,
larmente célebre con los nombres. de Alfred Loisy (1857-1940), están todas unidas por un mismo hilo conductor que justifica la sín-
Edouard Le R~y (1870-1954) Y Lucien Laberthonniére (1860-1932). tesis hecha por Pío X bajo la rúbrica general de agnosticismo y de in-
En Gran Bretana retendremos los nombres de! barón Friedrich VOn manentismo. Efectivamente, ya se trate de la naturaleza de la Revela-
Hügel (1852-1925) y de George TyrreIl (1861-1909). En cuanto a Ita- ción o de la inspiración de las Escrituras, de la persona de Cristo o del
lia, hay que citar Giovanni Semeria (1867-1931), Romolo M urri origen de la Iglesia y de los sacramentos, de la Tradición eclesial o de
(1870-1944) y Ernesto Buonaiuti (1881-1946). la autoridad del magisterio, el criterio de interpretación adoptado por
~o mismo que ~n Schleiermacher o en Bultmann, podemos des- los modernistas es e! de la necesidad religiosa interior. Será recibido
cub~I.r en e! modernismo una preocupación apologética perfectamente todo lo que, al menos indirectamente, la exigencia inmanente del su-
posinva: ¿cómo hacer e! catolicismo digno de fe teniendo en cuenta la jeto pueda recuperar; se rechazará como objetivación dogmática im-
nueva cultu~a que se ha desarrollado fuera de la Iglesia y que se ha im- posible de recibir todo lo que parece que tendrá que quedar fuera de
puesto consIderablemente en contra de ella? La similitud con la pro- las llamadas y de las esperas de la subjetividad.
blemática actual es patente. Según la bella fórmula de Balthasar, «resumida en una palabra, la
H~y que. buscar los orígenes remotos de! modernismo en el pro- afirmación central de este movimiento es que la proposición dogmáti-
te~tantlsmo liberal alemán. Kant había reducido ya la religión a los lí~ ca objetiva tiene como norma su facilidad de acceso, su beneficencia y
mrtes de la moral, Schleiermacher la había reducido al sentimiento de su aptitud para colmar y perfeccionar e! sujeto religioso (... ); cualquier
dependencia de! Absoluto. Siguiendo sus huellas, Albrechr Ritschl verdad que Dios por su gracia le revele, debe ser de tal naturaleza y
(1822-1889), el fundador de la escuela de Góttingen, había sostenido debe estar dicha de tal manera que la subjetividad pueda asimilada para
que la religión es cuestión de sentimiento y de revelación interior mien- crecer gracias a ella»51. En cuanto que e! modernismo busca en la sub-
tras que los dogmas y las instituciones son únicamente deformaciones jetividad religiosa la medida de la admisibilidad de la verdad cristiana,
objetivantes. Todos estos pensamientos alemanes no habrían encontra- merece bien la etiqueta de «inrnanentismo» que le otorga la Encíclica
do ec? en Francia si no los hubier~ divulgado y propagado e! teólogo Paseendi, y en la medida en que e! modernismo, receloso de la razón,
frances protestante, Auguste Sabatier (1839-1901), gracias sobre todo define esta subjetividad religiosa como un movimiento de! corazón que
a su célebre obra de 1897: Esbozo de una filosofía de la religión según no tiene nada que ver con la claridad de! concepto se le puede con ra-
la psicología y la historia. zón designar como una forma de! «agnosticismo-.Tal es, en efecto, la
. Es difícil resumir las posiciones de! modernismo porque no han convicción más importante de! modernista: la presunta revelación his-
sido nunca expuestas por sus partidarios. Esta falta de rigor confirma tórica a~Dios a la humanidad, en e! fondo, no es más que la forma
una de las lagunas fundamentales del movimiento: la ausencia de una objetivada de una necesidad religiosa inmanente que se ha como cris-
cabeza verdaderamente especulativa que haya pensado la ola desorde- talizado de manera privilegiada en los grandes profetas y, de manera
nada de nuevas intuiciones. Quienes han puesto en marcha el moder- eminente, en Jesucristo. Lo primero y más importante es el sentimien-
nis~o han ~ido principalmente exégetas o historiadores y es bien co- to profundo y espontáneo, salido del subconsciente religioso. En lo
nocida la dificultad que este género de espíritus experimenta para en- que se refiere a las expresiones dogmáticas, no tienen sino un valor
trar en una problemática filosófica o teológica (y viceversa). En reali- muy relativo, ya que, desde este punto de vista, no son más que una
dad, la única presentación sintética que se ha dado del modernismo en racionalización empobrecedora de las tradiciones, objetivantes también
su momento de apogeo es la que encontramos en la Encíclica Pascendi ellas mismas, en las que se ha petrificado la palabra viva de los porta-
do~de fue solemnemente condenado por Pío X en 1907. Algunos his-
t?nadores han reprochado a esta síntesis su carácter artificial, pero es 50 GIOVANNl GENTIlE, 11 modernismo e i rapporti Ira religione e filosofía, Bari,
Sintomático que un filósofo tan radicalmente inmanentista como Gio- 1909, p. 63.
vanni Gentile la haya calificado de «magistral» en comparación con e! 51 HANS.URS vONBAlTHASAR, L'amour seul eSI digne de foi, pp. 46-47.

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~-_... - -----------~-~----------~~~--~

La vía amropológica El modernismo

dores de la «revelación». Según la formulación, inspirada en Loisy, de Al terminar, conviene reconocer primeramente los aspectos posi-
la proposición 54 condenada por el decreto Lamentabili, «los dogmas, tivos de las intuiciones esenciales del modernismo. No sirve de nada
los sacramentos, la jerarquía, no son, en lo que atañen a su noción o la evangelización si, en la presentaci?n y el anuncio del :nensaje cris-
a ~u .realidad, más que interpretaciones y desarrollos del pensamiento tiano no se tiene suficientemente CUidado de la resonancia de la fe en
cnsnano, cuyo crecimiento ha enriquecido y perfeccionado el peque- el corazón del hombre. Desde esta perspectiva, las preocupaciones an-
ño germen escondido en el Evangelio-V. Tyrrell resume admirable- tropológicas de los modernistas tenía~ ~l?o de lib~rador y d: ~aluda-
mente la intuición central del modernismo cuando afirma que, en la Re- ble. Hay que recordar la falta de ~enslbl~ldad de cierta ,esc~lasuc~ de-
velación, no es Dios quién habla al hombre, sino el hombre quien se cadente de principios de siglo, las ingenuidades de la exegesis comente
habla a sí mismo+'. A esta tesis se refiere el decreto Lamentabili, cuan- y el retardo científico que acusan en esta época las disciplinas eclesiás-
do condena la proposición 20 según la cual «la revelación no ha podi- ticas para comprender lo que tenía de fundamenta~mente sano la v~-
do ser otra cosa que la conciencia que el hombre ha adquirido de su luntad modernista de tomar en serio los descubrimientos de la ciencia
relación con Dios- ". iNinguna novedad con relación a Schleier- histórica y de referir a las exigencias y a las as~iraciones de .Ia subjeti-
macher! vidad las fórmulas teológicas habituales, excesivamente fosilizadas en
En un contexto semejante, ¿en qué se convierte la figura de Jesús? su objetividad. .
~s evidente que,. de ac~erdo con sus principios inmanentistas y agnós- Lo malo es que, por falta de formación filosófica, la mayor parte
tiCOS,el modernismo solo puede ver en Jesús un ser humano como los de los modernistas no consiguen armonizar su legítima solicitud an-
demás. Es cierto que la necesidad religiosa que habita el corazón del tropológica con el sentido de la objetivi~~d t~ansc~ndente e his~ó~ica
hombre se expresa en él de manera eminente e incomparable. y es por de la Revelación. Escapan así de un callejón Sin salida y se preCipitan
lo que el sentimiento religioso de la humanidad ha encontrado en su en otro aún peor: el que termina por hacer del sentimiento religi.~so
persona un catalizador único de su dinamismo profundo. Pero esta de la humanidad la medida, e incluso la fuente de la Revelación.
«transfigu:ación» religiosa que ha terminado divinizando a Jesús y que ea crisis modernista, en un sentido, es todavía actual. Se ha am-
ha conducido a las formas dogmáticas de Calcedonia sobre las dos na- pliado, únicamente. En lugar de limitarse al peq~:ño y relativamente
t~ralezas de Cristo, para los modernistas, no es sino una «desfigura- inofensivo mundo de los intelectuales de profesión, alcanza, en ade-
ción» del Jesús de la historia. También el criterio de interpretación de lante, el dominio público de la liturgia y de la catequesis. Por eso ten-
est~s form~laciones no hay que buscarle en su contenido conceptual dremos que volver a hablar de ella cuando, después de haber tratado
objetivo, SInO en su resonancia práctica, que, por otra parte, es siem- algunos grandes pensamientos antrop?l~gicos (Blon~el, Du~éry, Rah-
pre inestable, en el nivel del sentimiento religioso. El decreto de 1907 ner), busquemos sus huellas en las practicas y en las ideologías que co-
apunta a esta hermenéutica subjetivista y moralizante cuando condena múnmente agitan hoya la Iglesia en Occidente.. .,
la proposición 26 según la cual «hay que conservar los dogmas de la Los excesos del modernismo exigían una reacción del magisteno
fe únicamente en su significación práctica, es decir, como regla pre- autorizado de la Iglesia. La que patrocinó Pío X fue particular~ente
ceptiva de la acción, pero no como regla de la fe»55.. severa. Es cierto que era necesario hacer algo, pero, por desgracia, en
vez de abordar el fondo del problema y de tratado con la amplitud
que merecía su importancia, las instancias oficiales ap.elaron a medidas
disciplinares, y esto en un clima de delación que no dice mucho en ho-
nor de los personajes eclesiásticos de aquel tiempo. No falta.r~n las ~a-
52 Cf. GERVAIS DUMEIGE, La Foi catholique, París, Éditions de l'Orante, 1975,
p. 267. .
niobras, las asechanzas, las intrigas, para lograr la condenación de cier-
53 Cf. GEORGE TYRRELL, Scylla and Charybdis, Londres, 1907, p. 281. tos modernistas. Lo más grave es que el absceso no había reventado ver-
54 Cf. GERVAIS DUMEIGE, La Foi catbolique, París, Éditions de I'Orante, 1975, daderamente con estos procedimientos. Es verdad que Pío X, con las
p.55. dos condenaciones de 1907 y con la imposición del juramento antimo-
ss Ibid.
dernista en 1910, consiguió reducir al silencio a los modernistas; pero

208 209
La vía antropológica Maurice Blondel

no por eso estaba solucionado el asunto y, después de un período de recuperar las antiguas posiciones de la teología gracias a un nuevo mé-
tregua, no podía por menos que reaparecer de manera más aguda, Como todo. En realidad, Blonde! mantiene, en este debate, una postura per-
lo vemos hoy. Despachada precipitadamente por Roma a principios fectamente equilibrada. El no es modernista, pues rechaza tanto el his-
del siglo, la cuestión permanece, punzante y devastadora, hasta que re- toricismo de Loisy como e! subjetivismo que haría de la religiosidad
ciba una respuesta apropiada: la existencia humana y el dinamismo de humana la norma de la revelación; pero no es tampoco «extrinsecista»
la libertad ¿son o no son, o hasta qué punto son la medida de la rea- puesto que rechaza igualme~te la idea integrist~ según la cual el con-
lidad y del sentido de la Revelación cristiana? tenido dogmático de la fe se Impondría pura y simplemente desde fue-
En el debate lleno de trampas que estuvo en el centro de la crisis ra, y de manera inmutable, a la obediencia de la fe. Por eso, podemos
rnodernista, emerge una figura excepcional y ejemplar, cada vez más afirmar que, en e! diálogo de sordos que dividía dolorosamente los par-
actual, la del filósofo Maurice BlondeL A su posición, muy matizada, tidarios apasionados de las nuevas ideas y los campeones, casi siempre
dedicaremos el apartado siguiente56. mal ilustrados, de la ortodoxia, la voz de Maurice Blondel fue, con mu-
cho, la más inteligente por ser la más matizada.
La originalidad de Blondel consistió en buscar el principio de una
conciliación entre la autonomía de la razón y e! vasallaje de la fe y de
2. Blonde! y «el método de inmanencia»
la teología a una autoridad externa, en una realidad viva que relacione
y englobe los dos campos de la razón y de la religión, a saber: ~a di-
No podemos presentar aquí el conjunto de la obra, infinitamente námica concreta de la acción. Por otra parte, Blondel había dedicado
sutil, de Maurice Blondel (1861-1949). Aunque Blondel es un filósofo, al problema de la acción su célebre tesis de 1893, La Acción, que tiene
nosotros no retendremos más que el aspecto teológico de su pensa- como subtítulo Ensayo de una crítica de la vida y de una ciencia de la
miento, aquel por el que ha estado mezclado en la crisis modernista y prácticaS 7. Lo que Blande! ha intentado demostrar es que la razón y
que es importante para nuestro estudio sobre las repercusiones apelo- la religión no son dos entidades abstractas, monolíticamente separadas
géticas de la vía antropológica. Encontraremos en su «método de in- una de otra y produciendo cada una un cuerpo autónomo de doctri-
manencia» una forma muy precisa y perfectamente ortodoxa de lo que nas. La racionalidad científica y filosófica ha nacido en el medio am-
hemos llamado, muy en general, la vía de inmanencia en teología. biente vivo de la acción, y sólo dejándose instruir y fecundar por ella
La reflexión filosófica y teológica de Blonde! nace de la pregunta puede elucidarla; de la misma manera, la religión y la teología que ex-
central de la crisis modernista: ¿cómo conciliar la autonomía científica plica su contenido, tienen como matriz una experiencia vivida que, an-
de la razón filosófica e histórica con la obediencia de la fe y la sumi- tes de ser formulada -indispensablemente- en una teoría, se concre-
sión a una tradición y a un magisterio eclesiales? A pesar de su sim- tiza en la práctica. Así, la acción puede ser e! lazo de unión vivo que
patía por la problemática de los modernistas, y de Loisy en particular, une la razón y la fe. El fallo de! integrismo extrinsecista es que pre-
Blande! se ha dado cuenta en seguida de los callejones sin salida del tende aplicar a las realidades de la historia científica y de la existencia
modernismo. Por ello ha tenido que luchar COnstantemente en dos vivida una dogmática estereotipada, separada de su génesis histórica y
frentes: por un lado, contra los integristas que le reprochaban el haber existencia!' Y el fallo del historicisrno moderno, a la Loisy, es que ig-
adoptado las opiniones historicistas y subjetivistas de los modernistas nora e! movimiento vivo de la Tradición y, por ello, considera como
y, por otro lado, contra estos últimos, quienes sospechaban que quería sobreañadidas las interpretaciones teológicas de los hechos históricos,
como si e! enfoque científico de la historia agotara su realidad onto-
lógica. Tanto en un caso como en otro, la vida o la tradición, como
'6 En lo que concierne el modernismo se podrá leer la vasta obra de ÉMILE Pou
mediación englobante de la historia y del dogma, se pierde de vista de
LAT, Histoire, dogme el critique dans la crise moderniste, Tournai, Casterrnan, 1962. Nos
referiremos también a la contribución de ROGER AUBERT, La crise moderniste, en la Nou- tal modo que los dos términos que hay que mediatizar se separan uno
ve/le Histoire de l'Église, vol. 5, L'Église dans le monde moderne, París, Seuil, 1975, pp.
200-218. S7 Cf. MAURICE BLONDEL, L'Action de 1893, París, P.U.F., 1950.

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La vía antropológica Maurice Blonde!

de otro y son, primero uno y después otro, indebidamente ab- una respuesta suficiente a la llamada creadora de un corazón ávido.,,58.
solutizados. El callejón sin salida en e! que desemboca la vana pretensión de la su-
Blande! ha expuesto las consecuencias de su pensamiento en ma- perstición obliga a la acción a una opci~n frente a ~~a alternativa cu-
teria teológica en dos estudios capitales: Carta sobre las exigencias del yos dos términos serán o .la muerte q~enda de la acclO~ o su v~d~ tam-
pensamiento contemporáneo en materia apologética y sobre el método bién necesariamente quenda. En e! primer caso, la accion se SUICidaes-
de la filosofía en el estudio del problema religioso (1896) e Historia y piritualmente en su voluntad de autosuficiencia. En el segundo caso,
dogma. Las lagunas filosóficas de la exégesis moderna (1903). Estos dos ella comprende que su lógica interna le impone e! tener que acabarse
escritos, sobre todo e! segundo, se hacen eco directamente de la pro- por un don, el no poder satisfacer el deseo de su dinamismo natu~al
blemática del modernismo. Sin embargo, lo esencial de! método estaba más real, sino es por una consumación venida del Absoluto, es decir,
ya contenido en la obra monumental de 1893: La Acción. Recordemos sobrenatural. Sólo la desposesión total de sí misma puede permitir a
su idea maestra. la acción igualarse a sí misma poseyendo a Dios. "Para encontrar la
La obra despliega pacientemente una especie de "dialéctica" de la ecuación de la acción, ella (la crítica de la vida) está llamada a abrazar
acción humana cuyo principio de desarrollo, pese a las grandes dife- y a sobrepasar todo el orden natural. Sin traer de fu~ra ninguna o~li-
rencias de contenido, hace pensar irresistiblemente en la Fenomenolo- gación ni ningún postulado, y solament~ con la energía de la fuerza 10-
gía del Espíritu de Hegel. Después de haber demostrado que el pro- -terior de la voluntad humana, ella obhga al hombre a abnrse al don
blema de la acción es inevitable y que no puede sino recibir una solu- de una vida más alta, o a condenarse, si se encierra en sí mismos ". Es
"
ción positiva -más allá de cualquier presunta voluntad del no ser-, la célebre «hipótesis de lo sobrenatural», al final de La Acción, hipó-
Blondel sigue el despliegue de la acción a partir de su nivel más ínfi- tesis que, según la demostración hecha por Blonde!, es filosóficamente
mo, el de los fenómenos sensibles en el que querrían encerrarla las cien- «necesaria».
cias positivas, hasta la acción social en la familia, la patria, la humani- , Cada palabra tiene aquí una importancia particular. La hipó~e~is ,
dad, pasando por la conciencia, la operación voluntaria, la acción del de lo sobrenatural es necesaria. Contra todas las formas de agnosncis-
cuerpo y la acción individual. En cada etapa, se trata de descubrir la mo,de racionalismo, de positivismo o de inmanentismo -no hay que
insuficiencia del nivel de desarrollo alcanzado por la acción desde el olvidar que escribía en una época dominada por e! pensamiento de Au-
momento en que se da un divorcio entre la infinitud de la voluntad guste Comte- Blande! ha probad~, con absoluto rigor filosófic?, que
que quiere, es decir, de la voluntad profunda que precede a la reflexión, la acción sólo puede querer la plenitud que la mueve y a la que tiende,
y la particularidad restringida de la voluntad querida, a saber, la que si entra en la hipótesis de una liberalidad divina capaz de consumarla
se refiere lúcidamente a un objeto determinado, por extenso que sea. más allá de sí misma. Así, pues, la acción humana llega a abrirse a la
Al término -provisional- de esta dialéctica, el hombre se esfuerza realidad hipotética de un don sobrenatural a causa de una lógica in-
por igualar con sus propios recursos el contenido de la voluntad que- manente. Por este camino de una coherencia ejemplar, Blondel alcan-
rida con el dinamismo insaciable de la voluntad que quiere. Es la ten- zaba dos objetivos: por una parte, imponía silencio a las negaciones in-
tación idolátrica de la acción supersticiosa, falsamente religiosa, por la genuamente ami-religiosas del cientificismo o del inm~nentismo, ya
que el hombre intenta consumar su acción y bastarse a sí mismo ha- que demostraba que su superación, lejos de estar dogmátlcamente afir-
ciendo infinito lo finito y finito lo infinito. Esta es la ambición, casi mada, era exigida por la lógica interna e integral de la misma acción.
mágica, del acto ritual. Entonces, "lo que el hombre no puede abarcar, Por otra parte, proporcionaba un remedio al extrinsecismo de la apo-
expresar ni producir, lo proyecta fuera de sí para hacerla objeto de cul- logética clásica que pensaba que podía demostrar la realidad de la r~-
to, como si, en la impotencia de entrar en relación directa con ello, es- velación por una argumentación casi exclusivamente externa (la reali-
peraba poder alcanzarlo mejor colocándolo en el infinito. Y, por un zación de las profecías, los milagros de Jesús, las grandezas de la Igle-
movimiento contrario, pero igualmente sorprendente, es lo mismo que
pone por encima de sí lo que pretende dominar, acaparar y absorber, S8 Ihid., p, 306.
como si sólo lo hubiera divinizado con el fin de exigir imperiosamente 59 1bid., p. 487.

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!
La vía anrropológica Maurice Blondel

sia, etc.). Establecer que la hipótesis de la gracia es una hipótesis ne- e! hombre no podría prescindir de él sin culpabilidad y sin pérdida-r''.
cesaria es indicar, en efecto, que, si la revelación existe ella no será Tal es e! admirable «método de inmanencia» actualizado por Mau-
pese a su transcendencia de don gratuito, una realidad ~ura y simple~ rice Blondel, Es todo lo contrario de un inmanentismo reductor pues-
mente exterior, impuesta por alguien desde fuera, de manera abstrac- to que su objetivo esencial es abrir, desde dentro, la libertad humana
t~mente autoritaria, sino que responderá infaliblemente a la espera ine- al don incircunscriptible de Dios. La inmanencia, en Blondel, no es
vitable del hombre, a su deseo más profundo y más íntimo. Pero al ideológica sino metodológica. Por esto, si el método blondeliano per-
mismo tiempo, lo que se reconoce como filosóficamente necesario' no tenece a la vía antropológica, la intención de su pensamiento y su ul-
es aún más que una hipótesis. La filosofía debe hacer necesariamente terior desarrollo sistemático corresponden igualmente bien a la vía me-
la hipótesis de lo sobrenatural, pero no puede, por sí misma, demos- tafísica como lo manifiesta claramente la tetralogía elaborada en su an-
trar su realidad, y menos todavía disponer del don, si él es real. Al ha- cianidad: El Pensamiento (1934), El Ser y los seres (1935), La Acción
c.er esto, Blondel preserva la gratuidad libre de lo sobrenatural y la rea- (nueva versión de 1937), Y El Espíritu cristiano y la filosofía. Un poco
lidad transcendente y, en este sentido, externa, de! don que le corres- lo mismo que, en Hegel, e! pensamiento antropológico de la Fenome-
ponde. De esta manera, toma sus distancias con relación a cualquier nología del Espíritu desemboca en el desarrollo metafísico de la Enci-
forma de modernismo que tendería a recuperar lo sobrenatural dentro clopedia, así e! método de inmanencia, después de haberse adherido a
d.e,la subjetivid;ad ?umana haciendo de la revelación la simple proyec- la lógica interna de la libertad, abre ésta al orden englobante de! ser.
cron de las. aspiraciones del corazón del hombre, en cuyo caso la Pa- Pero esta apertura, en lugar de imponerse desde fuera, se hace en e!
la?ra de DIOS queda~ía reducida a un .diálogo de la humanidad consigo interior de la acción y por aquí Blondel se incorpora con mucho acier-
misma. ¡No!, la realidad de la salvación escapa a las garras de la filo- to a una exigencia permanente de! pensamiento contemporáneo. Es del
sofía. El «es» .último, que afirma la realidad de! don gratuito y discier- corazón mismo de la libertad de donde brota la espera de la supera-
ne su presencia e.n la Iacticidad histórica de la revelación, no pertenece ción que la colma desde más allá de sí misma.
ya al acto de la filosofía, aún cuando ésta anticipa idealmente su nece- Pero, como señala Balthasar'", si Blande! representa un maravi-
si.dadh~potética; sólo resuena en la opción de la fe. Pero ésta, por muy lloso punto de equilibrio en la vía antropológica y si, en él, esta vía se
discontinua que sea en comparación con e! despliegue anterior de la ac- abre sin dificultad de acceso a la vía metafísica, queda no obstante que
ción en cuanto que le abre a una realización que le viene de más allá su pensamiento alcanza la perfección sólo de un género determinado,
d~ sí. misma, está, no obstante, en una continuidad perfecta con la ló- e! de! método antropológico, precisamente. Por matizado que sea e!
gica inmanente de la libertad. procedimiento empleado, a pesar de todo, no consigue más que una
Brevemente: "la ciencia puede demostrar la necesidad de esta obra justificación antropológica de la revelación. El método de inmanencia
de vida y de salvación: ella no la realiza, ni siquiera la comienza. La establece que lo sobrenatural, si se presenta al hombre, es digno de fe,
~c~i?n. hu~ana debe preparada y cooperar con ella: pero no tiene la que interesa profundamente al hombre. ¿Por qué? Porque sólo él pue-
irucianva ru tampoco el éxito; no es e! hecho de cavar el cauce de un de consumar el dinamismo de la acción que, sin él, se perdería. Lo so-
río lo .que le llena de agua. La crítica racional y la práctica moral tie- brenatural está respetado en su gratuidad y en su especificidad, pero
nen~ clertame~te, un papel de nivelación y de preparación; pero la fuen- eso no impide que encuentre su justificación en e! hecho de que su idea
te viva no esta en ellas. Incluso después de haber establecido el orden viene a insertarse en la lógica dinámica de la libertad humana. En una
so~renatur~l c?mo un postulado científico, a título de hipótesis nece- palabra: él es, para el filósofo, I~ hipótesis necesariamente exigid~ ~ara
sana, se evitara e! creer que podría probarse la verdad real por e! de- la realización del obrar. El camino es perfecto, pero es antropológico.
sarrollo de sus consecuencias o por sus conveniencias internas. Afir- Por eso quedan abiertos otros caminos, los que, como veremos en la
mar que existe, esta confesión no procede nunca de nosotros solos. Ya
es bastante poder alejar todo lo que le haría aparecer falsamente irn-
60 lbíd., pp. 491-492.
pos~ble, ~ostrar todo l? que lo hace justamente necesario, probar que 61 HANS-URS VaN BAlTHASAR, L'amour seul est digne de [oi, Coll. «Foi vivante»,
la filosofía no puede ru establecerlo ni excluido, y que, sin embargo, París, Aubier, 1966, pp. 47-48.

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La vía antropológica Henry Duméry

tercera parte, acogen el don de la revelación en la pura gratuidad de un alcance judicativo, es decir: a emitir un juicio de valor y, a este tí-
su autornanifestación generosa y soberana. Más allá de su método fi- tulo, ocupa un puesto en el capítulo teológico de esta parte de nuestra
losófico propio, es probablemente ahí donde el mismo Blondel, en su obra. .. . .
purísima piedad personal, tenía su más íntima patria espiritual'". .Cómo es posible esto? El contenido sobrenatural del cnsnams-
mo ~no escapa, por principio, a la investigaci.ón filosófica o, en to~o
caso, a su apreciación crítica? No hay que olvidar .que como buen, dis-
cípulo de Husserl y de Blo~del, Dum~ry no considera y con razon el
3. Duméry y la crítica antropológica de la religión
objeto religioso como un Simple en-si. Aunque tran.scendente, el ~b-
jeto religioso nunca es un dato puro. C0r.n0 todo o?Jeto cultural, solo
Nacido en 1920, Henry Duméry ha marcado el fin de los años cin- tiene significación en relación con un sUJe~o o, ~eJor, con una «con-
cuenta al publicar, una tras otra en 1957 una serie de obras importan- ciencia constituyente», empleando la terrninología de Husserl: A este
tes, algunas de las cuales fueron puestas en el índice al año siguiente título, el objeto religioso lleva inevitablemente el sello del SUjeto .q~e
en 1958. Citemos: La fe no es un grito (París, Castermanj'<; Crítica y tiende hacia él. Encontramos aquí una simple extensión, en el dominio
religión. Investigaciones sobre el método en la filosofía de la religión de la religión, de la revolución copernicana realizada po~ Kant e.n.~a-
(París, Editions Descartes); Filosofía de la religión. Ensayo sobre la sig- temáticas y en física. Por lo tanto, es perfectamente posible un JUICIO,
nificación del cristianismo (2 vol., París, P.U.F.). Rota cuando estaba a la vez respetuoso y crítico, del cristianismo: ~o se trata de pronun-
en pleno impulso, esta obra era rica en promesas pese a las lagunas in- ciarse sobre la verdad en sí de los dogmas crrstianos, decretando que
negables que hacen comprender su condenación. Hoy en día, en que unos serían verdaderos y otros falsos, se trata más bien de poner en
la Iglesia se tambalea en medio de crisis infinitamente más graves, ha evidencia el proceso de constitución de las afirm.a,ciones .de la k y de
quedado un poco anticuada; no obstante, continúa siendo un monu- decir sí o no, y en qué medida, esta estructuraClOn ha Sido hecha en
mento del que desearíamos indicar las líneas rnaestras'". conformidad con las reglas de expresión del sujeto en general.
Henry Duméry es un discípulo de Maurice Blondel. Sin embargo, El proyecto es legítimo pero, a pesar de ello, ~iene a ser una a~~e:
su pensamiento ha sido marcado profundamente por otros filósofos ciación del cristianismo a la luz de una antropologia. Lo que perml:lra
como Plotino, Husserl y Sartre. El autor proyectaba hacer, en el plano al crítico de la religión juzgar de la calidad «intencional» (en el se~tld?
estrictamente filosófico de la razón natural, un estudio ciertamente res- husserliano de la palabra) de las expresiones de la fe, es una teona fI-
petuoso del cristianismo tal como él se presenta, pero desembocando, losófica de la conciencia.
no obstante, en una apreciación crítica. En otros términos: para Du- Esto nos lleva a hablar un poco de la concepción que tiene Du-
méry, la filosofía de la religión no es solamente una descripción Ieno- méry del sujeto humano constituy.e~te. Grosso r:zodo, la antropol~gía
menológica de la fe cristiana vivida, sino que aspira también a poseer de Duméry es de inspiración plotiniana y sartnan~ a la vez, .conslste
I. en distinguir, en el sujeto humano, dos ~iveles. ~rIn:ero, ~l ~Ivel me-
ta-psicológico, más profundo que cualquier conciencia .0~Jetl:ante, .en
62 A propósito de BLONDEL se puede leer HENRI BOUILLARD,Blondel et le cbris- el cual el espíritu, en cuanto fuente oculta de todo objetivo intencio-
tianisme, Paris, Seuil, 1961; HENRY DUMÉRY, Blondel et la religion, París, P.U.F., 1954 nal está en contacto inmediato con el Absoluto, extrayendo su ener-
y Raison et Religion dans la philosophie de l'action, París, Seuil, 1963. gía' de la perfecta libertad de Dios, que es aq~í pensad? como el Uno
63 Esta obra ha sido reeditada en las Éditions du Seuil, en una versión revisada y
aumentada después del debate que suscitó.
de Platino como unidad pura, absolutamente indeterminada. Esta teo-
64 Para un estudio fácil y rápido del conjunto de la obra, ver GEORGESVAN RIET, logía neg:tiva, que rechaza en ~ios cual~uier determi~ación (¿ q~é
En relisant Henry Duméry en Philosophie et religion, «Bibliotheque philosophique de ocurrirá con la Trinidad?), permite a Dumery dar un caracter s~rtna-
Louvain», n" 23, Louvain-París, 1970, pp. 273-294. En cuanto al pensamiento filosófico no a su concepción del sujeto transcendental. .Dado que en D.lOs no
de Duméry, d. la brillante obra de LÉOPOLD MALE.VEZ,Transcendance de Dieu et créa-
hay ninguna multiplicidad, quie.n está en el ong~n de las esencias de-
tion des valeurs. L'absolu et l'homme dans la philosophie de Henry Duméry, Paris-Lou-
vain, Desclée de Brouwer, 1958. terminadas y de los valores particulares es el coguo. Impulsados por la

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La vía antropológica Henry Duméry

energía infinita pero indeterminada del Uno, los sujetos transcenden_ de Dios como e! U no) y de la antropología filosófica. Desde el punto
tales .son creadores de es~ncias! de valores. De esta manera, Duméry de vista de Duméry, si se quiere respetar a la vez e! Uno y el hombre,
consigue armonizar la afirmación de DIOS y la tesis de una creatividad no se puede decir, sin más precisiones, que Dios habla. Ateniéndose
~bsoluta del espí.ritu. A esta creatividad, a este poder del espíritu de al rigor de los términos, hay que decir, incluso, que no habla, puesto
Inventar su propia esencia, Duméry lo designa con el término técnico que el Uno está más allá de cualquier multiplicidad y, por lo mismo,
de «acto-ley»: en el nivel transcendental, el sujeto humano es un «acto" de cualquier discurso articulado. Dios no habla, pero e! espírit~ hu-
que, procedente de la simple actualidad del Uno, se vuelve hacia ella mano, engendrado y movido por e! Absoluto, expresa su lazo inex-
dándose a sí mismo su propia «ley». El segundo nivel de! sujeto es e¡ presable con el Uno proyectando esta unión en acontecimientos de la
de la conciencia psicológica o empírica cotidiana, en el que se difracta historia (por ejemplo: la alianza de Israel con Dios) y en palabras hu-
!a ~nidad espiritual del acto-ley. Puesto que no es acto puro, libertad manas (por ejemplo: las invitaciones de los profetas a una religión es-
infinita, en una palabra: "puesto que no es e! Uno, el acto-ley no pue- piritual). El Uno es mudo, por exceso de pl~nit~d y ~e simplicida~,
de, en efecto, realizarse a sí mismo, más que proyectándose objetiva- pero el hombre, habitado por el Uno, enuncia discursivamente y di-
mente en un cuerpo expresivo dentro de un mundo, de una sociedad fracta en palabras reveladoras su lazo vertical con el Absoluto.
de u~a. historia. Llegamos así a la siguiente situación paradójica: por Idéntica actitud en cuanto a la cuestión espinosa de la divinidad
ser finito, el acto-ley no puede realizar la fe espiritual que le une al de Jesús. El filósofo no tiene que pronunciarse sobre la verdad de! dog-
Uno más que objetivándole en un sistema de representaciones; la ex- ma de Calcedonia. Su papel es apreciar críticamente e! camino inten-
periencia religiosa profunda es la de! invisible, la de lo indecible: por cional (en e! sentido husserliano) que desemboca en esta afirmación.
eso, el acto-ley no puede apropiársela, en su finitud, más que dándole Se trata de saber si hoy podemos volver a hacer nuestro e! juicio va-
expresiones objetivamente localizables. La religión concreta será e! lorativo emitido por los primeros cristianos sobre e! hecho de Jesús, y
conjunto de acontecimientos, de motivos culturales, de significaciones de determinar si la afirmación de! hombre-Dios es críticarnente admi-
en las que la conciencia constituyente proyecta e! lazo que la une a sible. La respuesta de Duméry es positiva: por su fe espiritual en Dios,
Dios. La fe espiritual, inexpresable en su fondo, se expresa histórica- los apóstoles han descubierto en Jesús un indicador de! Absoluto, un
mente en los diversos objetos religiosos en los que proyecta los valo- mode!o que orienta tan bien hacia Dios y le reve!a hasta tal punto que
res verticales y eternos de lo sagrado. en él se identifican e! revelador y lo revelado. Es eso lo que expresa la
Hay que decir que, a los ojos de Duméry, esta teoría no conduce afirmación de la divinidad de Jesús: Jesús revela tan perfectamente a
a ningún subjetivismo: constituidos por el acto-ley, los objetos re!i- Dios que en él Dios se hace presente en persona. Esta es, según I?~-
giosos son, por esta misma razón, recibidos por la conciencia psico- méry, la fe constituyente que surgió en Pentecostés, fe que el Concilio
empírica como un dato objetivo. de Calcedonia ha repetido en términos metafísicos afirmando la con-
A partir de esta antropología, evidentemente es posible una apre- junción de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la perso-
ciación crítica de las expresiones religiosas. Se tratará de ver si las for- na de! Verbo.
mulaciones de la fe son conformes a la expresividad general de la con- La antropología de Duméry nos permite reasumir críticarnente la
ciencia y, particularmente, si no se confunden equivocadamente los di- fe constituyente de Pentecostés y sus prolongaciones dogmáticas, con
ferentes niveles de la subjetividad constituyente y expresiva en sus re- la condición de volver a hacer su génesis intencional.
laciones con el Uno.
. :Aq~í, algu.nos ejemplos podrán aclarar la actitud de Duméry. El ;!- ::- ::-

cnstrarnsrno afirma que Dios se ha revelado, que nos ha hablado en la


historia. El papel del filósofo no es negar esta afirmación que forma Al empezar esta exposición lamentábamos que la obra de Duméry
parte esencialmente de la fe cristiana, tal como ella se presenta. Su ta- haya sido interrumpida en lo mejor de su carrera. Pero después de .Ia
rea es preguntarse en qué condiciones esta afirmación es críticarnente rápida ilustración que hemos dado de ella: podemos preg~ntarn,os, .sm
aceptable, es decir, responde alas criterios de la henología (doctrina duda, si no es mejor que haya quedado macabada. ¿Que habna Sido

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J
I
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La vía antropológica
Henry Duméry

la continuación sino una fatigante repetición de los mismos criterio trata de las preguntas últimas, ¿es o no es?; el Verbo eterno ¿se ha he-
"
pr.oposItO d e to dIas as verdades de la fe?, a saber: ¿son críticamente ad-
sa
cho hombre en Jesús? ¿ sí o no?, la filosofía religiosa de Duméry tro-
n:lslbles?, es decir, más concreta~ente, ¿son conformes en sus expre- pieza inexorablemente con los habituales callejones sin salida del idea-
sienes, a las reglas de la henologla y de la antropología de Oumér ~ lismo subjetivo y de la vía antropológica en general. Pues, ¿por qué e!
. . El resultado habría sido muy empobrecedor para la fe , empob re y~ juicio valorativo de la conciencia constituyente cae sobre este hech? y
cumento proporcional al simplismo relativo de la metafísica de O _ no sobre aquel otro? ¿por qué ha sido en Jesús y no en otrO en qUien
méry. Esta consiste ~n articular una teología excesivamente negati~a se ha reconocido la identidad entre el revelador y lo revelado? Por qué,
con una antropo~ogla desmesuradamente adicta al existencialismo. en definitiva, sino porque realmente, anterior a cualquier iniciativa y
Cuando se ha vaciado a Dios de todo contenido, cuando se le ha re- a cualquier examen retrospectivo de la conciencia humana constituyen-
ducido al Uno indeterminado e indecible, se está evidentemente ten- te, Dios mismo, de una manera real, ha actuado en la historia y se ha
tado ?e hacer de la libertad creadora del cogito el origen de todas las encarnado libremente en Jesús. Mas el Uno de Duméry está irreme-
e~e.nclas y de todos los valores. Entonces se puede juntar sin la menor diablemente demasiado alejado de! mundo para soportar el peso de este
dlflculta~ con e! prometeísmo del existencialismo ateo. Lo que confir- realismo liberador. Pues, para amar verdaderamente al hombre y para
ma la tesis que tanto ama Claude Bruaire --del que volveremos a ha- salvarle concretamente, es necesario que el Absoluto sea la transcen-
~Iar m~s t~rde- según la cual u~a teología unilateralmente negativa dencia determinada y determinante del Dios vivo y libre y no la trans-
tiende inevitablemente a confundirse con el ateísmo. Cuando se con- cendencia indeterminada del Uno plotiniano. Fuera de esta perspecti-
cibe a Dios únicamente como e! Uno sin contenido, se le hace tan ex- "

va, es imposible justificar hasta el final la parte irreductible de dato que


traño al mundo que es exactamente como si no existiera. La «concien- hay en la Revelación: ésta corre el riesgo de no ser ya Palabra de Dios,
cia constituyente". puede entonces representar alegremente el papel sino palabra del hombre que enuncia discursivamente su trato mudo
cn;ador q~e tradicionalmente se le reconoce a Dios. Es cierto que Ou- con el Uno.
mery s~stlene con fuerza que el acto-ley solamente crea por la energía Por esto, a pesar de las distancias que ha tomado con relación a
que recibe. del Uno, pero, como esta dependencia es una pura forma Bultmann -la teoría de la conciencia expresiva justifica plenamente el
SIn contenido, un lazo inexpresable, las determinaciones concretas de recurso al lenguaje mítico- Duméry llega al mismo resultado: el cre-
la Alianza entre Dios y el hombre pertenecen de nuevo totalmente a yente -si es crítico- no puede ya adorar verdaderamente en Jesús la
la creatividad expresiva del acto-ley. presencia real de Dios en el mundo. A pesar de sus intenciones respe-
Las. consecuencias teológicas de esta antropología son enormes. En tuosas, a pesar de su flexibilidad y su complejidad infinitamente más
un sentido, Duméry respeta todas las afirmaciones de la fe. Pero, en abiertas que las de un Bultmann, la tentativa de Duméry, en razón de
adelante, e! creyente -si quiere ser crítico- no podrá celebrar la ac- su lógica filosófica interna, conduce, así lo creemos, a una nueva for-
ción real de Dios en los acontecimientos de la salvación, ni venerar en ma, más sutil, pero igualmente peligrosa, de modernismo.
la Sagrada Escritura la Palabra de Dios, ni adorar en Jesús, en toda la
crudez.a .del término, la presencia corporal del Verbo eterno, ya que,
4. Rahner y la antropología teológica
en la lógica de la henología y de la antropología dumeryanas, todas las
determinaciones de la fe cristiana deben finalmente atribuirse al acto- Con Karl Rahner (1904-1984), uno de los grandes teólogos cató-
ley y a su expresividad creadora. Sólo se refiere a Dios e! lazo vertical licos del siglo, apenas si salimos del dominio de la filosofía de la reli-
(y sin contenid?) de la fe espiritual. La fe cristiana, sin embargo, afir- gión, ya que la teología rahneriana, vigorosamente especulativa, está
ma que es precisamente Dios mismo quién ha entrado en este mundo. hondamente marcada por la filosofía. Como en e! caso de Durnéry, en-
La antropología de Duméry no puede dar cabida a esto en su estre- contramos aquí un pensamiento que tiene como centro una antropo-
chísimo cuadro metafísico. El método de Ouméry es muy sugestivo logía filosófica. Sólo que, mientras Duméry se refería principalmente
cuando se trata de volver a tomar la génesis fenomenológica de las afir- a Plotino, Blondel, H usserl y Sartre, Rahner se inspira en Tomás de
maciones dogmáticas en el interior de la fe subjetiva. Pero cuando se Aquino, en Heidegger y, sobre todo, en Kant.

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Karl Rahner
La vía anrropológica

. Karl Rahner ha resumido lo esencial de su perspectiva antropoló- una verdadera teología. Es e! famoso tema, tomado de Heidegger, .de
gICa en teología en un denso artículo titulado precisamente: Teología la precomprensión: para que e! hombre pueda acog~~ la Palabra de DIOS
y antropologiat", Nuestra exposición será una especie de comentario es necesario que él posea ya en sí una cornprenston anticipada de lo
de la declaración con la que él abre este artículo: «La intención de esta que es Dios, sin la cual la Revelación seguiría siendo para él algo
modesta contribución es mostrar que la teología dogmática actual debe extrínseco. .
ser una antropología teológica, que este viraje antropocéntrico es ne- La precomprensión rahneriana es, sin embargo, más kantiana que
cesario y fructuosov'". Como lo indica el utilizar la palabra «actual- heideggeriana. Podríamos incluso caricaturizar .l~ teología d~ Rahner
la preocupación de Rahner, como lo era ya en cierto sentido la de Bult- diciendo que consiste en una laboriosa transposición de! kantismo a la
mann, es de orden pastoral: ¿cómo presentar la reflexión teológica para teología. La antropología a la que él se refiere es una antropología trans-
que pueda alcanzar al hombre de hoy? Ahora bien, el hombre de hoy cendental en e! sentido exacto en e! que Kant emplea esta palabra. Se
está modelado consciente o inconscientemente por la corriente antro- recordará que Kant llama «transcendental» a una investigación sobre
pológica salida de Descartes y de Kant. Por esto es imposible llegar has- las condiciones de posibilidad de! conocimiento a priori, es decir, so-
ta él sin pasar por la problemática de la filosofía transcendental. Ade- bre lo que, en la estructura de! sujeto que con.oce, es c?ndición de la
más, como ya Bultmann lo había señalado, muchos enunciados dog- objetividad de la experiencia. Como Rahner mismo escnbe: «una pr~-
máticos (por ejemplo: Jesús es el Dios encarnado) parecen míticos al blemática transcendental se pregunta sobre algo buscando las condi-
hombre de hoy porque, como escribe Rahner, estas «afirmaciones reo- ciones necesarias de posibilidad del conocimiento y de la acción en e!
lógicas no están formuladas de manera que el hombre pueda darse sujeto mismov'". La antropología de Rahner será transcendent~1 en
cuenta de que lo que ellas dicen tiene conexión con la comprensión de cuanto que se esfuerza en poner en evidencia todo lo que const!tuye
sí mismo que le da su experiencia» 67. Pero a estas justificaciones pas- formalmente el espíritu humano como tal y que es, por esta razo~, la
torales del «viraje antropológico» se añaden otras más intrínsecas, que condición de posibilidad de la experiencia en general y de la expenen-
provienen de las exigencias de la filosofía y de la teología. Rahner es- cia religiosa en particular. Es la i~ea ~antiana, muy fecund~, se~ú? la
tima que una cuestión teológica sólo está bien planteada filosóficamen- cual la intelegibilidad de la expenencla no es un puro en-st objetivo,
9
te si se refiere a la vez al objeto material y al sujeto que conoce, para sino que depende de la estructura del sujeto inteligenté .. .

quien se plantea la cuestión y que tiene el objeto a la vista. Además, En el plano teológico, la posición de Rahner será la sl.gUlente: la
la fe en la Encarnación, que está en el centro de la teología, lleva al dogmática cristiana debe elucidar el sentido d~ las ~flrmaclO.nes de la
mismo antropocentrismo: si es verdad que Dios se ha hecho hombre, fe a la luz de la antropología transcendental. SI el teologo qUIere tener
entonces es Dios mismo quien, no siendo ya solamente Dios en sí sino en cuenta al hombre de hoy, si quiere aclarar el sentido y asegurar la
Dios para nosotros, nos invita a comprenderle antropológicamente. 0, credibilidad de los enunciados dogmáticos, tendrá que referir las pro-
dicho de otro modo, la revelación cristiana se presenta esencialmente posiciones de la fe a las estructuras transcendentales del espíritu. hu-
como la salvación del hombre. Desde este momento, para poder en- mano. Esto es un enfoque de inspiración indiscutibler:nente kan~,ana.
tender auténticamente el mensaje de salvación se requiere primero una Algunos ejemplos nos permitirán comprender mejor el [unciona-
70
cierta comprensión de lo que es el hombre que hay que salvar. La an- miento del método. Comenzaremos por e! de la gracia . Se trata aquí
tropología filosófica aparece así como e! presupuesto permanente de de una noción que, frecuentemente, a los espíritus cultos de hoy, pa-

6S KARL RAHNER, Écnts tbéologiques, vol. 11, París, Desclée de Brouwer-Mame,


1970, pp. 191-218. Desde el puntO de vista que retiene aquí nuestra atención, es intere- 68 Ibid., pp. 192-193. .'
KARL RAHNER ha desarrollado su antropología en dos obras mas densas y mas
sante leer LÉOPOLD MALEVEZ, Présence de la tbéologie a Dieu et tÍ l'bomme, «Nouvelle
69

técnicas: L'esprit dans le monde, París, Mame, 1968; L'homme a l'écoute du Verbe, Pa-
Revue Théologique», octubre 1969. Hablaremos ulteriormente de este magnífico
anículo. rís, Mame, 1968. .. la
70 Cf., sobre esto, el artículo de KARL RAHNER, Pour la notion scolastique de
66 KARL RAHNER, op. cit. p. 191.
67 Ibíd., pp. 211-212.
grace incréée, en Écrits ihéologiques, vol. 3, pp. 37-69.

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La vía antropológica Karl Rahner

rece mitológica. Cuando afirmamos que Dios «habita» personalmente, afirmación tea lógica de la gracia increada (y, subsidiariamente,. de la
substancialmente, «en» el alma del creyente -doctrina de la gracia in- gracia creada) es digna de fe y crítica~ente aceptab~e. por estar Situada
creada- ¿qué es lo que eso significa? Y, cuando profesamos que a esta en la prolongación de una estructura interna de! espmtu humano pues-
«inhabitación» de Dios corresponde, en el hombre, una realidad acci- ta en evidencia por la antropología transcendental.
dental creada, a saber: el famoso «estado de gracia» del que habla el Otro ejemplo: el de la divinidad de jesús": ¿Cómo presentar.la
catecismo -doctrina de la gracia creada- ¿qué es lo que queremos de- fe cristiana en el Dios Hombre para que la afirmación «Jesús es e! Hijo
cir? Todo este lenguaje ¿no es demasiado cosista, «ontológico» en el de Dios hecho hombre» no aparezca como una proposición mitológi-
sentido peyorativo del término y, por ello, inadmisible para los espí- ca? Aquí también Rahner echará mano de los b~en?s servicios de la
ritus de hoy, más sensibles a las categorías personalistas? Rahner se pre- antropología transcendental. El hombre es, constltutlvamente, supera-o
gunta: ¿ Cómo hacer inteligible y creíble para nuestros contemporá- ción de sí, en cuanto que solamente es él mismo en su apertura a pnon
neos esta afirmación de la fe según la cual, por la gracia, Dios eleva al a la infinitud del ser: su ex-posición a un misterio transcendente es lo
hombre a un estado sobrenatural y le destina a la visión beatífica? La que le confiere su estatuto propio. Pascal ¿ no t~ní~ ~resente esta pa-
respuesta de Rahner es que hay que referir esta proposición teológica radoja cuando escribía que «e! hombre sobrepasa infinitamente al hom-
a la antropología transccndental y demostrar así que ella tiene sentido bre»? A partir de esta reflexión antro po lógica, R~hner esboza una. es-
en virtud de su similitud con la estructura formal del espíritu humano. pecie de deducción transcendent~l de la Idea de! DlOs-r:ombre. La Idea
Más concretamente, se tratará de establecer que la doctrina de la divi- de Cristo es, desde e! punto de vista transcendental, la Idea de un hom-
nización del hombre por la gracia divina se sitúa en la prolongación bre en e! que la superación de sí que define a la humanidad ha llegado
de la abertura constitutiva de! espíritu humano como tal. La tentativa a tal punto que este hombre ya no subsis:e en sí mi~mo, co~o persona
es relativamente fácil. Efectivamente, se puede demostrar sin gran di- humana, sino que está enteramente asumido por DIOS, reahzand? h~s-
ficultad que e! hombre es esencialmente apertura infinita, inagotable e ta e! extremo la referencia al Otro transcendente que es constitutiva
insaciable, y esto por estar a priori abierto al ser como tal en virtud de del espíritu humano. Desde este punto d: vista, la Encarnación repre-
la estructura constitutiva, inmanente, de su inteligencia y de su volun- senta la cumbre de la idea de la humanidad: ella muestra el estatuto
tad. Mientras que los animales (y el hombre también, a veces, cuando metafísico de un hombre abierto a Dios de tal manera que ya no es
vive superficialmente) sólo prestan atención a las cosas, a los objetos, este hombre quien subsiste en sí mismo sino que es la persona divina
a los «existentes», la inteligencia humana está, fundamentalmente, del Verbo la que subsiste en él. Y Rahner pregunta: ¿no es esto lo que
abierta a todo lo que es verdadero y, en resumidas cuentas, a la verdad dice la teología clásica cuando habla, a propósito de Jesús, de la «unión
misma del ser. Igualmente, con su voluntad, el hombre puede querer hipostárica». es decir: d.e la unión de la ~a~ural~za humana y)de la n.a-
todo; nunca le bastará algo empírico, algo particular, pues su deseo no turaleza divina en la uruca persona (o «hlpostasls») de! Verbo. Lo mis-
está hecho, finalmente, para los «existentes», por muchos y prestigio- mo que una asintota es una curva que, prolongada. al infini~o, tiende
sos que sean, sino únicamente para e! ser. Por esto mismo la voluntad a alcanzar una determinada recta, así podríamos decir que la idea de la
humana es últimamente insaciable: sólo la infinidad del ser puede lle- Encarnación se obtendría prolongando asintóticamente al infinito la
narla. La doctrina de la gracia divinizante se hace creíble si la antro- abertura indeterminada a Dios que define la naturaleza humana. Así,
pología transcendental ha podido establecer estas proposiciones. En la Encarnación aparece como la más elevada realización de la esencia
efecto, como el hombre está, por naturaleza, abierto al infinito del ser, humana, su más alta posibilidad: Cristo es la naturaleza hu~ana lleva-
se puede afirmar que Dios, como plenitud personal del ser, viene al en- da hasta tal punto que llega a ser la naturaleza humana de DIOS. L~ ven-
cuentro de esta abertura insaciable y, comunicándose al espíritu hu- taja de esta vía transcendental consiste en hacer creíble la doctnna de
mano, divinizándole, hace aún más profunda esta abertura constitutiva
y la llena más allá de toda medida. La doctrina de la gracia tiene sen- 71 Cf. KARL RAHNER, Problemes actuels de christologie, en Écrits théolog,iques, vol.
tido para el hombre porque éste, por la constitución transcendental de 1 (19S9), pp. 113-181; Réf/exions théologiques sur l'Incarnation, en Écrits theologtques,

su espíritu, está connaturalmente abierto al infinito. En conclusión, la vol. 3 (1963), pp. 81-101.

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La vía antropológica Karl Rahner

la gracia y ~e la Encarnación (y podrían multiplicarse los ejemplos) a sable, quizás/:'. Para que la revelación divin.a pueda ser recibi~~ por el
partir de la Idea de humanidad, proporcionando así una interpretación hombre, es muy necesario que éste tenga Cierta precomprenslon de la
de! dogma que está en continuidad con e! movimiento natural del es- Palabra de Dios, sin lo cual el sentido de esta Palabra permanecerá to-
píritu. ¿Cómo no aparecería Jesús como digno de fe para e! hombre talmente extraño para él. Solo que Balthasar, aun reconociendo ~sto,
contemporáneo, tan preocupado de su propia humanidad, desde el mo- sostendrá que la precomprensión proviene, no tanto d~ u~a cont:lb.u-
mento en que puede demostrársele que el Dios-Hombre no es Otra ción transcendental de la subjetividad humana al conocmuento cnstia-
cosa, en su idea formal, que la realización última de las capacidades de no, cuanto de un don que depende de la iniciativa divina: es Dios mis-
la naturaleza humana? mo quien, haciéndose hombre, decide lib.reme~te corresponder a las
Pero el interés mismo de este método nos obliga a señalar tarn- formas generales de pensamiento y de eXlstenc~a h~ma~~s y hace de
?ién su an:bigüedad. Es conveniente, en primer lugar, alejar las falsas la humanidad de Jesús la puerta de acceso al rrusterio divino, La pre-
mterpretaciones del pensamiento de Rahner. Sería, por ejemplo, cari- comprensión rahneriana, en un sentido, es ratificada por ~"althasar,
caturesco acusarle de una simple transposición del kantismo. Es cierto pero éste sube más alto y la considera como el fruto de la h6re auto-
que el método empleado es kantiano, puesto que el contenido de la re- manifestación divina. Es posible, sin embargo, que Balthasar no haga
velación se hace inteligible por su referencia a la antropología trans- suficientemente justicia al punto de vista transcendentalde Rahner. En
cendental, pero las conclusiones no lo son. El objetivo de Rahner no efecto, las dos perspectivas se completan, se presupon~n ~utuamente,
es, en manera alguna, reducir la teología a las proposiciones de la an- y así, cada una en su nivel, tiene alternativamente la. pnondad ~obre la
tropología transcendental, ni el contenido de los dogmas cristianos a otra. Continúa siendo verdad, como Rahner lo ha VIStomuy bien, que
las estructuras a priori del espíritu humano, como si, a través de la re- las realidades de la fe permanecerían como cuerpos extraños para el es-
velación, se nos devolviera únicamente la imagen objetiva de nuestro píritu humano si éste no las «pre-c~mprende» de alguna manera a par-
propio espíritu. Se puede incluso poner en duda el que esto sea así en tir de su estructura transcendental mmanente. Demostrarlo es una ta-
el sistema kant~ano, donde el espíritu encuentra bien su propia estruc- rea importante de la teología. .. /
~ura en la legalidad formal de la naturaleza, lo cual, no obstante, deja Pero en unión indisoluble con estos aspectos pOSltlVOSde la via
Intacto el asp.ecto puramente empírico del dato sensible. Es verdad que antropológica, el método transcendental.de Rahner no deja de presen-
Kant, en la filosofía de la religión, tiene tendencia a reducir el conte- tar aspectos inquietantes. Esto ha aparecido muy claram,e~te en el m~-
nido de la dogmática cristiana a las proposiciones de la filosofía moral mento de la polémica entre Rahner y Bal~hasar a pro?oslto d~l «cris-
pura. Pero en cualquier caso, en Rahner no puede tratarse de esa re- tianismo anónimo». Esta polémica se refiere a la tesis defendida por
ducción: la realidad concreta del Dios-hombre por ejemplo, desborda, Rahner, según la cual la salvación es ciertamente posibl~ ~,los que no
en ~u consistencia histórica (la única real), la anticipación formal que conocen a Cristo, con tal que vivan plenamente su condición de hom-
da Idealmente de ella la antropología transcendtntal. Queda, sin em- bres. Para apoyar esta conclusión, cuya importancia pastoral.es evi-
bargo, que la credibilidad de la Encarnación, como la de todos los de- dente Rahner hace valer su deducción transcendental de la Idea de
más dogmas, se funda en esta anticipación dada a priori por la estruc- Cristo: si es verdad que la realidad de Cristo no es, en cierto modo,
tura inmanente del espíritu. más que la prolongación asintótica de la naturaleza humana, ~esd~ ~l
En efecto, en este método hay una gran verdad y una gran misión momento en que un hombre es verdaderan:ente hUma~Q'i~S, Imphc~-
para la teología actual. Incluso Balthasar, que no hace mucho se mos- tarnente cristiano. Este «cristianismo anónimo- no dispensa a nadie
"
tra b~ muy c:lt~COpara c~n. Rha ner 7>', y que, de todas formas, sigue un de hace; lo posible por encontrar en el campo histórico la ~resencia
camino teológico muy distinto, reconoce, si se tercia, que en el méto- empíricamente objetiva (y no solamente rranscendental) de Cristo, pero
do antropológico de Rahner hay algo de legítimo, hasta de indispen-
73 Cf., por ejemplo, las concesiones que BALTHASARhace al método de inmane~-
72 Cf. HANS-URS VONBALTHASAR,Cordula ou l'épreuue décisiue, París, Beauches- cia blondeliana e incluso a la escuela de Bulrrnann en La glolre et la crOLX, tomo 1, París,
ne, 1968, pp. 79-80, 117-120. Aubier, 1968, p, 392.

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La vía an tropológica Karl Rahner

este excedente, aunque importante, no aparece como absolutamente la Reve!ación y no determina a priori su contenido. Si no, ¿cómo com-
irreemplazable. Balthasar se ha opuesto violentamente a esta teoría. No prender algunos textos, mag~íficos, de .Rahner, impregna?os de una
critica que la salvación cristiana se extienda más allá de las fronteras piedad purísima, com.o por.eJemplo: (~Sl, e.n un deseo ardlent~ de un
visibles de la Iglesia, pero rechaza con fuerza la idea de que el coraZÓn contacto plenamente inmediato con DIOS, Intentamos descubnr el Ju-
del misterio cristiano (la Encarnación) no sea más que el paroxismo de gar donde se ofrece esta proximidad, no en los postulados de! espíntu:
la esencia humana: ser cristiano no es reconocer en Cristo la realiza- sino en la carne y bajo los techos de nuestras casas, no se encontrara
ción de las posibilidades transcendentales de la naturaleza humana, es ningún otro fuera de Jesús de Nazaret, sobre quien brille la e.strella de
prosternarse ante el Verbo que se ha hecho carne y ha vivido entre no- Dios e! único ante e! cual tenemos el valor de doblar las rodillas y re-
sotros, es confesar el único «nombre» dado a los hombres por el cual zar con lágrimas de alegría: e! Verbo se hizo carne y habitó entre no-
han de ser salvados, lo que excluye, por definición, cualquier cristia- sotroS»7S. Aún así, la teología de Rahner tiene finalmente algo que can-
nismo «anónimo». Entre estas dos grandes figuras de la teología cató- sa, pues, aunque su antropología romísrico-kanriana no determina el
lica de lengua alemana, Henri de Lubac ha hecho de mediador y ha contenido de la Revelación, sin embargo, a sus OJos, ella le asegura su
propuesto un acuerdo, ratificado con entusiasmo por Balthasar, que es credibilidad y su importancia. De aquí, emana una per.spectiva u~i1a-
mucho más que una cuestión de terminología, pese a las apariencias?", teralmente antropocéntrica y narcisista según la cual DIOS y su miste-
Se trata de distinguir entre «cristiano anónimo» y «cristianismo anó- rio no son finalmente dignos de fe sino en la medida en que su reve-
nimo»: existen muchos cristianos anónimos, es decir que, fuera de la lación nos habla de nosotros mismos.
Iglesia visible y localizable, viven de la gracia de Cristo, pero no existe Un pequeño ejemplo, sabroso, para ilustrarlo: la forma que tiene
un cristianismo anónimo, extendido por todas partes en la esencia hu- la teología transcendental de hablar de los ángele~76. Mientras que. una
mana como tal, y que la venida de Cristo se limitaría a hacer pasar de teología libre y generosa se alegraría, por ellos mlsmos~ de que existan
lo implícito a lo explícito. e intentaría precisar su estatuto ontológico para maravillarse ante ello,
Lo que verdaderamente está en juego en esta polémica es mucho Rahner, partiendo de la idea de que la primera función de ~a.Revela-
más grave de lo que a primera vista parece. En el fondo, el peligro que ción es la de revelamos a nosotros mismos, pregunta muy lógicamen-
Balthasar ha temido en la antropología teológica de Rahner es que la te: « 'No debemos decir que lo que realmente es enunciado como tal
estructura transcendental del espíritu humano se convierta finalmente desde e! punto de vista de la revelación es, no la existencia ni la esencia
en la norma del sentido de la revelación; que, subrepticiamente, se eri- de los ángeles en sí mismos, sino la relación del hombre con ellos, cuya
ja al hombre como medida de la Palabra de Dios. Este riesgo de «re- existencia se supone?,,77. A fuerza de extenderse penosam.e,nte a t~da
ducción anrropológica» del cristianismo está inscrito efectivamente en la dogmática, el método transcendental de la precornprensron termina
el método kantiano de Rahner. No obstante, creemos que el gran teó- por irritar. ¿Es verdaderamente nece~aria toda esta pesada conceptúa-
logo alemán no sucumbe realmente a esta tentación. Estaría en este lidad formal para que el amor de Dios hable de manera aceptable al
caso si, llevando hasta el extremo el idealismo kantiano, Rahner pre- hombre de hoy? ¿El costado abierto del Crucificado no es bastante elo-
tendiera que la precomprensión transcendental de la Palabra de Dios cuente por sí mismo? En cualquier caso comprendemos la exaspera-
sería suficiente para damos todas las determinaciones del contenido de ción de Hans- U rs van Balthasar cuando acosa a Rahner con sus pre-
la Revelación. En estas condiciones, la dogmática cristiana no sería más guntas: «El culto del corazón de Jesús ¿es un com~l~mento categorial
que la objetivación de la estructura inmanente del espíritu humano, lo de una piedad transcendental? o bien, esta fuente ongmal del am?r ¿no
cual conduciría directamente al modernismo. De hecho, Rahner toma
claramente sus distancias frente a cualquier forma de modernismo: la
75 KARL RAHNER, Réflexions théologiques sur l'Incarrzation en Écrits tbéologiques,
antropología transcendental no hace superfluo el mensaje externo de
vol. 3, p. 101. . ..'
76 Cf. KARL RAHNER, Théologie et anthropologte, en Écrus théologiques, vol. 11,
7< Cf. HENRl DE LUBAc, Les religions bumaines d'aprés les Péres, en Paradoxe et pp. 194-196 ..
mystére de l'Église, París, Aubier, 1967, pp. 120-163. 77 lbid., p. 196.

228 229
La vía antropológica
.Algunos equívocos

pone un punto final a toda esta filosofía kantiana? ¿veo o no veo el


o del «acto-ley" de Duméry, o de la «antropología transcend~nt~I:> de
amor del Dios Trinidad en el corazón roto del Crucificado ?78.
Rahner. Al contrario, estas designaciones científicas de la subjetividad
profunda del hombre. s~n. reemplazadas ,por tér~inos que in?i~an más
bien lo que en la subjetividad hay de ma,s inmediato '7 d~ ~as inculto,
a saber: la espontaneidad, la sinceridad, I~exp~r~encla vI,vI.da,etc. No
. C?mo conclusión, nos parece que el camino seguido por Rahner vamos a exigir, ciertamente, que el lenguaje religioso cotidiano adopte
es indispensable, puesto que su deseo explícito es demostrar la conni-
la terminología técnica de los filósofos y. de los te~logos. Por eso; no
vencia profunda entre la Palabra de la Revelación y la estructura ínti-
criticamos aquí las palabras empleadas, sino el en.Clerro e~ la real,ldad
ma del espíritu humano. Rahner ha hecho un gran servicio a la teolo- demasiado pobre que ellas representan. Algunos ejemplos ilustrarán lo
g~a contemporánea al puntualizar esta forma renovada de apologética.
que hemos dicho. ",' . ,
Sm e~bargo, con:~ todos los demás, ~ste método tiene sus límites y El ejemplo más patente de una divulgación supe~flclal de la via an-
necesrta la correccion de otras perspectivas complementarias menos in-
tropo lógica es la oposición omnip:esente en .la Iglesia de hoy entre la
clinadas hacia la subjetividad. Eventualmente corre el riesgo, al menos
verdad dogmática objetiva y la sinceridad mdLVldu~l o colectLVa., ~e
en parte, de reducir la riqueza de la Revelación interpretándola siste-
dirá: poco importan las fórmulas tradicionales, poco Importa. la Trini-
máticamente en función de una antropología filosófica forzosamente
dad, el pecado, la Redención, lo que cuenta .es «lo que me dice a~go»,
incompleta. En efecto, desde que se hace de la antropología el criterio
y la acción concreta que de esto puede derivarse. T?da una sene de
de.cisivo de la .i~teligibilidad del mensaje cristiano, existe un peligro in-
equívocos tienen aquí su origen. Y sólo una grosera Impostura pu:~e
n:~nente d,e ~tLltzar la Palabra de ~ios imponiendo a su (pre) compren-
ponerlas bajo el patrocinio de Kierkega~rd o de o.tros grandes espm-
SLOnlos límites de nuestra propIa comprensión de nosotros mismos.
tus. Porque ¿qué es el dogma, con sus for~ulas, SI~LO una manera que
Ra~ner es~apa amplia~ente a este peligro. Por desgracia, no podemos tiene mi inteligencia de reconocer, en Iglesia, la realidad de lo que DIOS
decir lo mismo de las Ideologías y de las prácticas corrientes que, con
es y hace, y de preservar el misterio insondable contra todas las ~ere-
mucha menos prudencia y con mucho menos éxito, se inspiran en fuen-
tes análogas. jías reductoras? Es verdad que las ~órm~las de la fe no son un fm en
sí mismas, no son ni punto de partida m punto de lIe~ada; son el. re-
sultado del encuentro de nuestra libertad con la realidad del Dios-
5. Los temas antropológicos de la teología cotidiana Hombre y nos encaminan hacia el misterio del Dios siempre más gra~-
de. Pero su mediación es indispensable y, a pesar de una termLnolog~a
Las corrientes d~ pensamiento y los autores católicos de los que cambiante sus contornos concisos corresponden al carácter determi-
hemos hablado para Ilustrar la vía antropológica en teología son dig- nado, con~reto, de la revelación de Dios en la historia. La catequesis
nos de encomio por su seriedad y complejidad. Ya se trate de Loisy existencial, de la que tanto se habla actualmente, se preocupa acerta-
o de Blondel, de Duméry o de Rahner, nos encontramos siempre fren- damente de hacer resonar la verdad de la fe en lo que ella llama (abu-
te a pensamientos que, en grados diferentes, quieren estar suficiente- sivamente) «la vida concreta» 78'bIS, pero se eqUIvoca
. cuan doo consid
consi era
mente matizados para recibir la riqueza contrastada de la fe. No suce-
de 10 mismo cuando pasamos de esas altas producciones del espíritu, 78bi. Decimos «abusivarnente» porque ciertos especialistas de la catequesis se obs-
a los subproductos simplistas que los reflejan ideológicamente en los tinan a veces en confundir lo «concreto" con lo «inmediato», Es verdaderamente con-
slogans de la vida eclesial cotidiana. creto, como la palabra lo indica (concrescere = crecer juntos), l~ que se comprende en
su contexto total. Es abstracto, como indica la palabra, lo que esta separado, aislado. To-
En este nivel, ap~nas si se habla ya del «subconsciente religioso}) mada en su inmediatez espontánea, nuestra vida cotidiana es, la .mayor parte de las ve-
como en los moderlllstas, o de la «voluntad que quiere» blondeliana, ces, abstracta, pobre, por falta de referencia al sentido global y último de la ~:da (la mu~r-
te, el pecado, la Cruz de Jesús, la Trinidad, la vida eterna). Esa abst:accJOn de la VIda
cotidiana sólo podrá superarse si se vuelve a poner la expenencla VIVIda en el contexto
78, HANS-URS VON BALTHASAR, Cordula ou l'épreuue décisiue, p. 87.
más amplio y más concreto de la Revelación. Este es el fm de la catequesis: hacer pasar

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•• - - --'-- ""._- - -- --- .--' - o " _

La vía antropológica Algunos equívocos

la exper~encia vivida ~omo el ob~eto pri?cipa~ de la catequesis y, por que Dios ha hecho verdaderamente por nuestra salvación?) y el pre-
esta razon, desprestigia una ensenanza sisternanca del contenido d I supuesto de una praxis eclesial que sea verdaderamente cristiana (es de-
f~'. En realidad, el objeto de la catequesis es la Palabra de Dios qu: s: cir, inspirada en el contenido de la revelación de Dios en Cristo). Del
dmge al homb~e: ,Por ello, como esta Palabra tiene su coherencia in- mismo modo, la búsqueda y el caminar auténticarnente cristianos no
t~:na, la tra?Sml~l~n de su c?n~enido presupone no solamente una aten- proceden de nuestra incertidumbre, sino de que la revelación, de la
cion a las disposIcIOnes subjetivas de los catequizados, sino también cual estamos completamente seguros, abre a un misterio inagotable.
sobre todo, u.na a~eptación de la lógica intrínseca de la Revelación);: ¡Es muy distinto!'
Lo~ mismos slmpltsmos conducen a las oposiciones, continuamente re-
Otra expresión de la vía antro po lógica divulgada en el campo ecle-
petidas, entre la ortodoxia y ~a ortopra~ia, entre las verdades dogmá-
sial: el rechazo unilateral de la autoridad objetiva en provecho de la
ticas que dan una falsa segundad y la Incertidumbre liberadora de I
búu~que.d a y. del espontaneidad subjetiva. La alergia que experimentan muchos intelec-
e carni
car~unar, etc 80 . En efecto, la ortodoxia es el reflejo, ena
tuales cristianos por el magisterio de la Iglesia no es solamente reac-
la inteligencia eclesial, de la consistencia de la praxis divina (¿ qué es lo
ción de salud contra las formas bien conocidas de autoritarismo ecle-
siástico, sino que, la mayoría de las veces, es una reacción parcial que
d~ la abstracción de lo wtidia?o a lo concreto de la existencia cristiana. Esta existencia proviene de una impotencia para percibir el sentido cristiano de la au-
c~lstiana concreta referida a DIOs y a su revelación es, también, una experiencia vivida toridad (como mediación entre nuestra libertad y la libertad divina),
sol~ que e~ta vez se trata de una experiencia dilatada, aumentada, mediatizada, Se de- ¡hasta tal puntO se ha sobreestimado la importancia de la espontanei-
bería te~~mar lo antes posible con estos abusos de! lenguaje según los cuales Dios, la
dad personal con detrimento de lo verdadero y del bien !81.
Revelación, el dogma, todo esto es «abstracto» mientras que e! hecho de que yo escribo
e~ta fras: ahora en este papel, esto s.ería ¡:concreto»! I?e hecho, mi redacción presente Todavía otro ejemplo: la super valoración, en la manera de com-
solo sera verdaderament? concreta SI la VIVObajo la mirada de Dios y a la luz de la fe. prender los sacramentos, del aspecto de compromiso personal a expen-
DeJem?s, pues, de repetir que la misa es abstracta y que debería acercarse lo concreto
sas del acto objetivo de Cristo. En realidad, un sacramento, antes de
de la ~Ida ... Al contrario, debe ser la in~edi.atez abstracta de la vida cotidiana la que se
sumerja de nuevo en lo concreto de la lIturgia, allí donde estamos unidos, como Iglesia,
ser lo que yo hago de él o aquello a lo que me comprometo, es, en
ante :1 Padre, en torno al Cordero Inmolado, en la disponibilidad del Espíritu. primer lugar, un acto de Cristo y, de nuestra parte, una participación
Sobr~ eS,te problema de la catequesis, d. la obra ejemplar de JEAN LÉONARD, (activa y responsable) en un misterio de Jesús. Hoy, después del ob-
Pour une eatechese scolaire, Coll. «Le Sycornore-, París, Lethielleux, 1978. El autor, a jetivismo excesivo de la antigua pastoral, los sacramentos son a veces
la vez que hace u.n trabajo p~sitivo, desmo~ta los slogans que amenazan hoy con arran-
presentados de manera unilateralmente antropológica, casi exclusiva-
car a la catequesis s~ co~tefl1do. Las cuestiones de método catequético, en las que no
podemos entrar aquI, están tratadas con una gran claridad. mente bajo el aspecto de nuestro propio compromiso.
80 Se encontrará una compilación de todas estas oposiciones estériles en la obra De ahí el recelo sistemático de muchos frente al bautismo de los
de. JEAN-FRANCOIS SIX, Les jeunes, l'avenir et la [oi, París, Desclée de Brouwer-Bellar-
niños. De ahí una falsa percepción de la Eucaristía que es tenida en pri-
ml~, 197~. El autor designa el espomaneismo, la ausencia de memoria, la reclusión en
lo inmediato, es decir, muy literalmente, la «in-cultura; de ciertos jóvenes, con el nom- mer lugar como la reunión fraternal de los cristianos y la expresión de
bre pomposo de «nueva» o de «tercera cultura» (por oposición a la cultura humanista su comunión espontánea en vez de ser recibida como la actualización
y a la cultura clen~íflca). Se observará la facilidad con la que se atribuye -a los jóvenes»
en general una actitud presuntamente común que bautizan tanto más impunemente de
«nueva cultura. cuanto que reconocen que esta susodicha cultura no existe aún sino sucristo que debe colmada de alegría? Apostamos que si se quiere responder seriamente
que est.á en .plena ges.tació~. Es evidente que, en esta perspectiva, los enunciados' de la a estas cuestiones, volveremos a encontrar progresivamente el «depósito de la Revela-
fe son Identificados srn dificultad con las «verdades pre-fabricadas. que, todos lo sabe- ción», esas pretendidas «verdades pre-fabricadas» de las que tan mal se ha hablado an-
mos: SOn insoportables para «los- jóvenes. El autor no se deja intimidar por las contra- tes. Entonces ¿por qué todos esos anatemas y todos estos exclusivismos?
dlC~lOnes flagrantes a las. que conduce esta Ideología de la «brecha» (viva la falla, viva 81 'Las reacciones ~~g~(;v'a~ ~ priorí de ~u'~¡;~~'intelectuales católicos a la Encíclica
l~ diversidad pura, etc.); el escribe (p. 85): «sólo habrá porvenir para la fe de los jóvenes H umanae vitae o a la declaración Persona humana sobre las cuestiones de ética sexual
SI ~a Iglesia, en vez de. presentarse como la guardiana de un depósito, se muestra como son un buen ejemplo de esta actitud. Lo que suscita la oposición no es tanto los defec-
abl~rtaa Otro, Jesucnsto: de quien ella recibe todo con una alegría desbordante ». Esto tos reales de estos documentos cuanto el simple hecho de que la autoridad recuerda en
esta muy bien. Pero, ¿quién es ese Otro al que la Iglesia debe abrirse, quién es este Je- ellos unas exigencias que van a contracorriente de la espontaneidad individual o colectiva.

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La vía antropológica
Algunos equívocos

de! misteri~ pascual de Jesús y como la fuente verdadera de toda co-


mienzos de los años 70, por los libros de Marcel Légaut83, ha sido un
murudad cristrana, De a~í .ta.mbién la ligereza con que muchos crisria-
síntoma revelador e inquietante de la amplísima difusión de los slogans
n~s ponen en tela de JUICIOsus compromisos sacerdotales o ma-
tnmonlales. j antropológicos. La idea central -y muy exacta-s- del autor es que,
para ser verdaderamente cristiano, hay que ser pr~fundamente hom-
En efecto, si, en mi sacerdocio, veo primeramente el comprom'
· I ISO bre. Si el cristianismo vivido es a menudo tan mediocre, es porque la
que yo tengo con, DlOS.y con a Iglesia, en lugar de ver que objetiva- humanidad en donde está plantado no es suficientemente rica. El ac-
mente, por e! caracter Ind~leble de! sacramento, Cristo ha cogido mi
persona, entonces puedo fácilmenrs volver a diScutir mis promesas sa-
cerdotales. Todo .comprom~so humano ¿no es frágil por naturaleza?
I
I
ceso necesario para que el hombre llegue a su propia humanidad es bos-
quejado por Légaut en una be~la y ~rofunda me,ditación de las exp~-
I riencias fundamentales de la existencia: la fe en SI, e! amor, la paterru-
~n un.as ~uevas CIrcunstancIas ¿ no es necesario una nueva e imprevi- i dad y la filiación, la creación y la m.uerte. Todo es~o es .muy elocuente
sible fIdelIdad? En cambio, si por e! sacramento del orden, el Señor se I y muy enriquecedor, pese al lenguaje abstracto y sin bnllo qu~ e.mple~
ha apodera~o ~e mi, entonc~s estoy atado para toda la vida y soy lla-
el matemático pastor. Lo malo es que el fundamento antropológico aSI
mado a I.afIdelIdad ~asta el fmal. Puede decirse exactamente lo mismo
elaborado, en lugar de permanecer sencillamente como el terre~o aco-
del ma~nmofilo cnstiano. Si lo reducimos anrropológicamente al con-
gedor que debe recibir el don imprevisible de la Revelació?,. tiende a
trato blla:eral de. ~os perso~as movidas por un ideal cristiano, enton-
convertirse progresivamente en la norma de lo que es admisible en la
ces, tendra la fragilidad r:ropIa de cualquier compromiso humano. ¿ Por
q.u~ no se le P?dna revisar según las caprichosas fluctuaciones impre- I fe. Todo lo que no se puede recuperar partiendo del yo en busca de
su autenticidad, Légaut lo rechaza como «ideología». El peligro de re-
v~slbl~s ~e la lIbertad de los dos cónyuges? En cambio, si e! matrimo-
ducción antropológica es tanto más grande cuanto que la antropología
fila cristiano es en primer lugar e! acto por el cual e! Señor conforma 1
I existencial de Légaut es más bergsoniana que cristiana. La tesis central
el amor mur.uo del hombre y de la mujer al amar que El mismo tiene
es que la vida o la existencia es un movimiento ascendente y dinámico
por su Iglesia, entOnces el matrimonio es como si Cristo mismo te-
que lleva en sí mismo una tendencia inevitab~e a ir de lo ,c?ncreto a lo
m~s~ sobre sí ~: amor humano y una indisoluble mente a los cónyuges
c.nst~anos, haciéndo les ~ntrar en un misterio que los supera, el de la
abstracto, de lo único a lo general, de lo movible a lo estatIc.o. En =.
ción de este esquema dualista y casi maniqueo, Légaut consigue, sin el
fidelidad absoluta de DIOS para con la humanidad infiel.82.
menor esfuerzo, hacer pedazos la viva complejidad de la fe cristiana y
Podríamos multiplicar los ejemplos. El rechazo abusivo de la idea
de la Iglesia para instalar en ella una serie de oposiciones escuetas en-
de nat~r~Leza en mo:al procede de la misma exasperación de la vía an-
tre el espíritu que vivifica y la letra que .mata (e~tended: todo lo que
tropológica. y lo mismo la tendencia excesiva a concebir la oración
en el cristianismo tiene un contorno preciso), la VIda concreta y el pen-
como una. renovación de energías para mi libertad o como un medio
samiento nacional (las fórmulas concisas), la fe y las creencias (d. los
de. expansión y ?e unión para un grupo, cuando la oración es tambien
dogmas), la religión de llamada .(pur.amen~e profética) y !a religión.?e
e, incluso, en Fnmer lugar, reconocimiento gratuito de Dios por sí mis-
autoridad (ahogada por un magisteno objetivo), la Iglesia-Comunión
mo y adoración, llena de asombro y de admiración, de su misterio.
(puramente carisrnática) y la Iglesia-Institución (fija y legalista)~ etc. Es
El errtusrasrno de un buen número de intelectuales católicos a co-
verdad que Légaut mantiene que los dos e!ementos ~o~ n~cesa.nos pa~a
que haya un movimiento vivo. [No hay Impulso dlllamlC? sin obsta-
82 E bi 1h .
. .s ~am ten e acercaso orruso de la realidad objetiva, crisrológica, del matri- culo que lo frene y le sirva de trampolín! Pero esto no qurta para que
mon~o cnsuano .10 que expb~a que tamos cristianos aprueban las relaciones prematri-
rnorua les, es decir, la expreslOn en la carne de una realidad (a saber: que Cristo asume
83 Nos referimos especialmente a MARCEL LtGAUT, L'bomme ti la recherche de
en su carne e1.amor humano) que no está aún presente verdaderamente. Al situarse en
ron humanité, París, Aubier, 1971; Introduction ti l'intelligence du passé et de l'auenir
un punto de ~ISta untlateralmente existencial y subjetivo, se considera que el amor hu-
du christianisme, París, Aubier, 1970. Para un juicio matizado sobre Légaut, se podrá
man~ es el mlsn~o antes del matnrnomo que después, desconocido así el realismo del
leer MARCELLÉGAUT/ FRAN<;:OISVARILLON, Débat sur la foí (CCIF), París, Desclée de
macnmomo cnsuano corno una incorporación efectiva al misterio del amor fiel y fecun-
do de Cristo por su Iglesia. Brouwer, 1972, y HANS-URS VaN BALTHASAR,Le complexe antiromain, París, Aposto-
lat des Editions, 1976, pp. 118-128.

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La vía antro po lógica
Marcel Légaut

t~do lo que es ,d~terminado, objetivo, institucional, dentro det cristia-


rusrno sea percibido como carga pesada y obligación y no como el . lidad objetiva de los sacramentos y de la Iglesia. Así, por ej~mp~o, con-
bi d' slg- trariamente a los evangelistas, que sólo ven el jesús de la hl~tona a tra-
~o o jenvo e la presencia, en el corazón del mundo, y de nuestras'
lIbertades, de una Libertad que viene de mucho más allá de nosotros vés de la realidad decisiva de la Resurrección, Léga~t ~asl no presta
y ~el mundo, De ello se deduce una ideología del «caminar» y de la atención más que al Jesús pre-pascual porque los .alttbajos d: la fe ~e
«?usqueda» que reconduce a Marce! Légaut en línea recta al moder- los discípulos antes de la Pas~ua se. conforman ~eJo: .con su Ideolo~~a
rnsrno del que estuvo muy influido en su juventud, En una síntesis SOr- del caminar que la audacia afirmativa de la predicación po.stpascual .
prendente, el P. Varillon ha indicado, Con una lucidez tremenda dó _ Poco importa que, en adelante, jesús esté realmente re~~Cltado y ~ue
de conducía infaliblemente esta pendiente a Légaut y a sus adm¡ra~~_ nosotros vivamos efectivamente después de la resurreccion, lo que 10-
res'", Releamos esas gravísimas palabras dirigidas por Varillon a Lé- teresa a Légaut -sin negar de ninguna manera e! ~echo pascual- es
gaut en u~ debate ejempl~r: «Voy a poner en fila unas palabras terri- el Jesús terrestre, caminante por las rutas ~e P~lestlna. Igua~mente, 1~
bles -vanas de, ell~s en Ism~ con el único fin de indicarle, no el que retendrá la atención de Légaut en el m~steno de la IgleSIa, ,no se:a
lugar donde es:a: smo la pendiente en cuya cumbre se ha situado y la realidad objetiva y estructurada que Cnsto le h.a dado, seran, ,mas
por la cual, qutzas, se correna el nesgo de rodar si no se tuviera cui- bien, las comunidades de base concebidas a la medida de la sl~cendad
dado. Estas palabras, groseramente toscas y falsas, en cuanto tales, en clarividente de los pequeños grupos y de la franqueza de su busqueda
lo que se refi~re a Vd" pero indicadoras de una pendiente que consi- espontánea. ..
~e:o muy ~e/¡gr~sa, so~ la~ siguientes,: s~bjetivismo, dualismo, agnos- . Aunque la lista que ha hech~ el ~. Vanllon es larga ~ pertment~,
trcrsmo, pSlcol.oglsmo, fldelsmo, marClonlsmo (o menosprecio unilate- le ha quedado por señalar un peligro inherente al pensamiento de Le-
~al de Israel), .I~terpret~ción arriesg~da de la redacción de los Evange- gaut y que, precisamente Balthas~r ~a fuertemente .~ubrayado: la ten-
Íios, devaluación excesiva de los mIlagros de Jesús, interpretación re- dencia al donacianismo. El donacianisrno es la herejía de Donato con-
?uctora de la muerte de Jesús y de su Resurrección, interpretación tra la que tanto luchó San Agustín y seg~~ la cual,s.olo los puros, solo
Igualm~~te reductora de la Eucaristía COmo (simple) recuerdo activo, los espirituales entre los sace:dotes, a~~mlstran vahdam~nte los sacr~-
evocacion de los apóstoles como ideólogos que trabajan en «elaborar» mentos. Contra e! aristocratismo espiritual de los donatistas, Agust~n
una doct:in,a, reducción ~e l.a Tradición a sus consecuencias ideológi- sostiene que e! sacerdote es únicamente el instrument~ del sacer?ocI.o
cas, proximidad con el arnamsmo (que sólo ve en Jesús un hombre erni- objetivo y transcendente de jesucristo y que, por lo ~Illsmo, la eficacia
nen.t~): equívoco sobre la universalidad de Jesús y sobre su conciencia, de la función sacerdotal es independiente de la santidad. personal de!
orrusion del tema fundamental del perdón, subestimación del misterio sacerdote aunque, ciertamente, la exige, .en cu~nto sea posl?le, Encerra-
pascual como misterio de una transformación radical del hombre con- do en sus categorías rigurosamente eXlstenclal~sta.s y unilateralmente
cepción .de Dios .más bergsoniam que cristiana, aristocratismo :spiri- antropológicas, Légaut está incli~~do al dona~I~Olsmo: E~trapolando
tual, peligr?, en fm, de I.nclmarse de la crisis del lenguaje a la que quie- su propia experiencia de guía esplr~tual cansmatl~o, s: inclina a no re-
re encontrarse!e una salida, a una mutilación de la fe». conocer otra autoridad en la Iglesia que la que irradia de una per~.o-
Esta avalancha de ~a.lificaciones exigiría comentarios y precisiones nalidad espiritual potente, La historia n~s enseña que m~~has herejías
que no podemos permmmos aquí a propósito de un autor de menor y cismas han tenido su origen en esta actItu~ pUrista y eJ¡~lsta que ~es-
int~rés como Marce! Légaut. Señalemos, no obstante, que el hilo de! conoce el realismo humilde de la Encarnación y denuncia demasiado
Anadna que une todas estas tendencias hacia la herejía es el deseo de
buscar en ~I ~an:inar hacia la libertad la medida de lo que es interesan- ss Sea dicho de paso que negarse a tomar en consideración el Cristo de después
de Pascua -y por lo tanto, la voluntad de limitarse, en cnstologia, a lo que la historia
~e ~n e! C~IStlanISmo, De ahí la alergia de Légaut o, por lo menos, su
dice del Jesús pre-pasCI<al- es una de las muchas razones que h,acen que el libro de
mdIferencla por todo lo que se refiere a Jesús en sí mismo o a la rea- HANS KÜNG: Etre cbrétien (París, Seuil, 1979) a pesar de su mteres y de la leglt[[~lldad
de su punto de vista restringido (que no agota el de la fe eclesla!,aunque esta este fun-
84 Cf. MARCEL LÉGAUT / FRAN<;:OISVARILLON, Débat Sur la [oi, pp. 23-24. dada también históricamente) es una obra completamente «herética». Que se nos per-
done este lenguaje un poco crudo que llama al pan "pan» y al vmo «vino».

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237
La vía antropológica
Méritos y lagunas
f~cilmente y con excesiva altivez la mediocridad l .
cismo de las clases medias del sacerdocí E yde supuesto )uridi- te de cualquier catequesis seria. En efecto, así como los pedagogos ha-
ClO. stamos e acuerd L'
gaut en que a Ios candidatos al sacerdocio h " o COn e- cen notar que, para enseñar las matemáticas a Juan, hay que conocer
mente lo más posible pero 1 d ' a yque ~xIgldes espiritual_ las matemáticas y Juan, de la misma manera, e! anuncio de! Evangelio
. " por o emas, desconflem de los i-e
ros ... Fmalmente, se comprenderá ue ,. os e os cata- supone que se tiene en cuenta a la vez el contenido de la Revelación
ceda al Papa, por decido así . ~ , en esta 10glCa, Légaut no COn- y las disposiciones subjetivas de los que están llamados a recibida. Des-
que cuenta para él es ante todo 1
, rungun puesto en la Iglesi
id d
de
sia. uan o lo de el momento en que se pierde de vista uno de los dos términos de
visible presente en la ;elacI'o' " a. undl a dPuramente espiritual e in- la relación catequética, ésta queda cornprometida'": Puede decirse lo
. n autentlca e ca acre . di id
su DIOS, ¿qué utilidad podría el' yente In IVI ual COn mismo de la iniciación a la liturgia, de la pastoral de las vocaciones,
nCOntrar en a uflldad . ,
va, encarnada, que realiza objetiv l concreta, POSltJ- etc, En todos los casos, conviene tener simultáneamente en cuenta, por
. , ib aments e sucesor de Ped ;> S' 1 I l
sia es VISI le esta visibilidad '" ro. lag e- una parte, el contenido objetivo de la liturgia y las exigencias intrín-
. " I ' sera umcarnenr- la que res lt d 1
JunclOn úcida y espOntánea de 1 '1 . I . di ~ e e a con- secas de la vocación y, por otra, la situación existencial de aquellos y
mu
queda. -Pero dejemos Lé aut :n tJp :s In 1~I~uahdad:s en bús- aquellas a quienes se dirige. Si sólo se hace caso de los destinatarios se
volvamos a nuestro tema. g su anstocratlclsmo eXlstencial y corre el riesgo de mutilar la riqueza de la vida cristiana que nos pro-
pone la Iglesia y de halagar a buen precio las tendencias espontáneas,
~:- ::- ::-
sinceras, pero a menudo demasiado cortas, de la subjerividad'". Sin em-
bargo, si sólo se tiene en cuenta el contenido objetivo de la existencia
A través de los grandes representa di' . cristiana, entonces se corre el peligro de fijade en un en-sí totalmente
como a través de los slogans ue l ntes e a VI~ antropológica,
diana hemos podido d q a propagan en la vida eclesial coti- indigesto para los que deberían vivir de él. Es el problema de un justo
. ' ya amos cuenta de los I de las li equilibrio, problema omnipresente en todas las formas de enseñanza y
ciones de esta {arma de pensami Al .va ores y e as ltmna-
, arruenm, termmar t d de pastoral: el de tomar en serio la situación subjetiva de los destina-
namos ternarizar por última v " . es e examen esea-
1agunas. ez, smtetlcamente e t ' . tarios de la evangelización sin hacer de esta situación existencialla me-
' s os mento s y estas
dida, ni menos aún la fuente, del contenido de la evangelización. En
resumen: la condición antropológica del sujeto define el lugar de la ca-
D. Méritos y lagunas de esta búsqueda tequesis, su punto de inserción, pero de ningún rnodo su objeto o su
norma.
. .El mérito mayor de la vía antro oló g ica e . Si se pierde esto de vista, la vía antropológica se transforma al pun-
tiarnsmo en sintonía Con el co 'dP 1 h b s que presenta un cns- to en «reducción antropológica». La libertad humana no es ya sola-
razon e orn re ese ",
to» d el que habla Agustín E 11' '. «corazon IllqUle-
. n e a mas que en nmg
Contramos la preocupacl'o'n p d una otra parte, en-
d or emostrar que I f '. 87 Desde este punto de vista -y sólo desde este-- la encuesta de JEAN-FRAN<;OIS
e entusiasmar la libertad h a e crisnam es capaz
1a colma desde lo más íntimournana l
puesto que '.
' :n un mismo Impulso,
SIX a la que hemos aludido más arriba (Les jeunes, l'auentr el la [oi, París, Desclée de
Brouwer, 1976) no carece de interés. Es bueno saber cómo un 20% de la juventud fran-
y a atrae con un Ideal' E id
ternenra, esta solicitud es indis ensable b eXIgente. VI, en- cesa ve la cultura ambiental, la sociedad, la Iglesia, Sin embargo, hay que evitar el ex-
po. La tarea de la evan eliza . ~ , ~o re todo, en nuestro nern- trapolar los resultados de esa encuesta a toda la juventud en general y hacer de ella la
viera cuidado de esto ~ues ,~~n quedanaj'comprometida si no se tu- medida de lo que hoyes aceptable.
88 La sinceridad es una virtud importante, pero formal. Se puede ser sincero, ha-
aptitudes y las es eranz <: mo evange Izar s~n tener en cuenta las
Noticia86? Bajo es~e aspe~o~r~s:í~t~~t;: lord.estl{natarios de .la Buena
po oglca orma parte mtegran-
ciendo cualquier cosa si se está mal informado. Lo más importante es, finalmente, la ver-
dad de nuestras actitudes y no nuestra sinceridad subjetiva, aunque ésta deba acompa-
ñar, en cuanto sea posible, la verdad objetiva de nuestro comportamiento, Según testi-
u . . fica el evangelio de Juan, Jesús es, en cierto sentido, el ser más hipócrita que existe, ya
Pablo VI ha subrayado intensamente este unto d . que no expresa sus pensamientos, sino los del Padre que le ha enviado y a quien obe-
bre la evangelización EvaTlgelii nuntiand¿ de 197t Cf e Vl~ta en su exhOrtación 50- dece, mientras que el diablo sería el ser más sincero que existe, puesto que es su propio
. . especialmente los nOs 40 y 63.
fondo lo que expresa cuando miente,

238
239
_~-~.~---------------
-_ ..-~_..

Méri tos y lagunas


La vía antropológica

car de ella. Tiene en sí misma una libertad suprema, una necesidad in-
mente e! lugar de eclosión de la vida cristiana y la sede de una cierta
precornprensión de la revelación, desde ese momento queda erigida terior que transciende todo utilitarismo estético por refinado que sea.
como medida de la Palabra de Dios, que está también «reducida» a lo Asimismo, el cristiano puede y debe manifestar que Cristo, en
que el sujeto pueda percibir y recibir de ella a partir de su espontanei- conformidad con el método antropológico, corresponde a las esperan-
dad, es decir, lo más a menudo, de su incultura. ¡De qué riqueza de zas del alma humana y suscita en ella un impulso que prolonga el di-
pensamiento y de vida cristiana se priva frecuentemente a los jóvenes namismo espontáneo de la libertad, pero se impone una gran pruden-
cristianos de hoy al no revelarles de! misterio de Jesús más que lo que cia en este camino si se quiere evitar que la subjetividad humana se eri-
ellos pueden reconstruir a partir de su reducida experiencia personal! ja subrepticiamente en norma de la Palabra de Dios y que, de esta ma-
¿No olvidamos e! grito de San Pablo: «ni e! ojo vio, ni el oído oyó, nera, midamos con nuestro propio rasero la verdad de la Revelación.
I

ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le Brevemente: la vía antropológica es, en teología, la que podría ex-
I

I aman.» (1 Cor 2,9)? presarse en la oración siguiente: «Yo creo en ti, Señor Jesús, porque
1
Además de que, incluso cuando es practicada correctamente y con tú das sentido a mi vida, porque colmas mi esperanza y me atraes ha-
I
medida, la vía antropológica lleva siempre consigo una estrechez ine- cia un ideal que responde a mi deseo y que le prolonga hasta lo infi-
I
vitable. Ciertamente, la vía antropológica se esfuerza por demostrar nito. Sin ti, nuestra libertad no sabría dónde encontrar su descanso ni
1

1 que Cristo es digno de fe pNque responde a las esperanzas de la li- dónde dar nuevo impulso a su movimiento. Te doy gracias porque eres
1
bertad humana y le suministra un ideal de vida --este es su mérito. Sin e! centro personal hacia el que, a menudo sin saberlo, aspira el cora-
I
embargo, aunque es verdad que Jesús puede colmar el corazón del zón profundo del hombre».
hombre (<<Venida mí todos los que estáis cargados y agobiados y yo Esta oración es auténticamente cristiana, aunque quizás no sea la
os aliviaré») y que sólo él nos atrae en lo más íntimo de nosotros mis- última palabra sobre la oración cristiana.
J Tenemos aún que explorar un último camino del pensamiento y
mos (<<dónde iremos, Señor? Sólo tú tienes palabras de vida eterna»),
esto es un cometido que Cristo tiene para con nosotros, sin que po- de la fe que hemos quedado en llamar la vía metafísica o también, en
damos definirle por esta función. El Señor es más que el instrumento lo que concierne a la teología, la vía teologal. Ella nos llevará todavía
de nuestra plenitud, es el Hijo eterno del Padre, sumamente digno de más lejos en la aventura de la reflexión filosófica y teológica.
ser amado por sí mismo y no, en primer lugar, porque él colma nues-
tros deseos más allá de lo que nosotros podemos imaginar. Igualmente
la Revelación, si se la recibe tal como ella se ofrece, siempre será más
que un «tapaagujeros», por muy sublime que sea, del deseo del hom-
bre y de la búsqueda humana del sentido; es, con prioridad, la libre
manifestación de la gloria de Dios.
Aquí, el ejemplo del prójimo y el de lo bello pueden iluminamos
de nuevo. Si yo amo a una persona humana, es ciertamente, en un sen-
tido, porque me atrae y me hace feliz. Nada más legítimo. Y, sin em-
bargo, una persona humana es más que un medio para mi completo
desarrollo, más que el reflejo de mi libertad en devenir. Por eso, si yo
amo verdaderamente a alguien, le amaré por lo que él es en sí mismo,
por su propia personalidad, y no, en primer lugar, porque refleja mi
propia imagen y me abre un nuevo camino hacia mis íntimas profun-
didades. De la misma manera, la obra de arte no existe sin la irradia-
ción por la que ella me habla, me gusta y suscita en mí un eco espiri-
tual. No obstante, su sentido sobrepasa el provecho que yo pueda sa-
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240
TERCERA PARTE

] LA VIA METAFISICA

I
I

I
I

II
I
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Capítulo Primero
PERSPECTIVAS FILOSOFICAS

El Lagos, La Naturaleza y el Espíritu son los tres polos mayores


que permiten articular tanto la tOtalidad de lo real como la reflexión
filosófica que intenta justificarlo y expresarlo.
Un primer camino filosófico consiste en reflexionar sobre la unión
de los tres términos adoptando como polo central e! polo objetivo de
la naturaleza y de la historia. Esta manera de comprender lo real y de
concebir la filosofía corresponde al primer silogismo hegeliano: La-
gos-NaturaLeza-Espíritu: e! mundo de la naturaleza y de la historia tie-
ne aquí e! papel determinante mientras que el Lagos divino aparece
como un simple presupuesto de! cosmos, y e! Espíritu no es más que
su punto terminal. Era la vía cosmológica.
El segundo camino de la filosofía consistía en ver el encadena-
miento de los tres términos tomando como polo central e! polo sub-
jetivo del espíritu. Esta concepción de lo real y este estilo filosófico es-
tán ernparentados con el segundo silogismo hege!iano: Naturaleza-Es-
píritu-Logos: esta vez es e! dinamismo de la libertad humana quien de-
termina e! punto de vista para reflexionar sobre el conjunto de lo real,
así la esfera de la naturaleza y de la historia es concebida como un sim-
ple basamento de! espíritu y la esfera del Logos es representada, en cier-
ta manera, como el fruto de su propia creatividad libre. Era la vía
antropológica.
El tercer y último camino que nos falta por recorrer podemos lla-
marle meta-físico ( = más allá de la naturaleza, la «physis» en griego)
y también meta-no ético ( = más allá de! espíritu, e! «nous» en griego)

245
La vía metafísica Paul Ricoeur

porque articula los tres términos de la filosofía privilegiando el polo subjetividad humana tampoco puede constituir e! nudo final de lo real,
transcendente o absoluto de! Logos, entendiendo por Lagos la esfera pues e! espíritu finito permanece ligado a las estrecheces de la singu-
de todo lo que supera la naturaleza y e! espíritu humano y que vi laridad individual y su libertad no tiene la amplitud creadora para ser,
. 1 'd h ene,
por decir o aSI, e muc o más allá que de ellos mismos: lo bell 1 con toda verdad, el corazón del mundo. Sólo la universalidad absoluta
ver a ero, e ~roJlmo, e valor moral, e! ser, Dios. Para abreviar, la lla-o
d derov el nrói I o, de! Lagos en cuanto «universo» englobante de! ser y de! sentido es,
maremos sencIllamente la vía metafísica. Este nuevo caminar está 1- por definición, capaz de asegurar la conexión de! todo y de ser así e!
cado del tercer sil~gismo hegeliano: Espíritu-Logos-Naturaleza. ~~a secreto de la unidad original y última de lo real. En efecto, sólo lo que
ve.z es el Logos q~Ien ocupa e! sitio central y ejerce la función deter- es «universal" puede reunir en sí e! «universo" entero.
minante en el sentido de que los otros dos términos son concebid Por lo tanto, podemos entrever, ya desde ahora, que e! camino me-
. d '1 A ' . os a
~artlr e e. qUl, sin :mbargo.' el primer y e! tercer término respec- tafísico será e! más englobante y e! más rico, a condición, sin embargo,
tl~amente ya no son solo un simple presupuesto de! término central. de que integre explícitamente la verdad de los dos caminos preceden-
n.1su. p~nto de llegada, como en los silogismos precedentes. El Espí- tes sin poder permitirse nunca e! prescindir de ellos. Encontraremos
:ItU [inito y la Naturaleza deben ser comprendidos más bien como los en él estos enfoques filosóficos -actualmente bastante raros, es cier-
instrumentos subordinados de la revelación del Lagos en su eterna to-- en los que e! hombre consiente en descentrarse de sí no en direc-
b?ndad~ ,verdad y belleza, como los lugares de acogida de la autorna- ción de una esfera cosmológica que le reduce a sus condicionamientos,
niiestación soberana de! Absoluto. En términos más teológicos: el sino de un misterio transcendente que, al sobrepasarle y al abrirle a lo
hombre y la naturaleza aparecen como lo que Dios crea con el fin de que es mayor que él, le eleva.
revelar en el~os su generosidad gratuita y su gloria superabundante. Para familiarizamos con esta vía metafísica -la más difícil de ima-
¿ Por q~e esta nov¡dad en e! te~cer. camino filosófico? Es que ginar para e! hombre contemporáneo-s- dejaremos que nos introduz-
-como advierte Hege! -, el tercer sIlogIsmo no se añade sin más a can en ella algunas formas de! pensamiento filosófico actual que tienen
los dos precedentes, sino que efectúa su síntesis. En e! primer término como punto de partida la vía antropológica, pero que se orientan con
de! tercer sIlogIsm,o ~e enc,uen.tra contenida toda la esfera espiritual del más o menos audacia hacia el camino propiamente metafísico. Después
s~gu~do, y en su último termino toda la esfera natural del primero. El de esto pasaremos a la exposición de los grandes temas de la vía me-
silogismo E-~-N puede traducirse así: el espíritu finito del hombre es tafísica y de los principales autores que la representan.
p.uesto por DIOS ~omo un.a luz creada que, habitada por el Logos, dis-
cler~e s~ presencia transÍJgurada en la naturaleza salida de Dios y en
la historia. A. De la antropología filosófica a la metafísica
Queda por comprender por qué únicamente e! tercer silogismo
pued~ reali~ar l.a unidad viva de los otros dos. Hege! da la respuesta. A decir verdad, algunos de los autores estudiados a propósito de
El pnmer silogismo, centrado sobre la naturaleza, por indispensable la segunda vía habrían podido ilustrar, como introducción, este paso
que sea, no puede asegurar la ~ohesi.ón última de la filosofía, pues la de la antropología a la metafísica, en/la medida en que su filosofía, cen-
natur~leza es el m~ndo de la dispersión, de la partición y de la parti- trada en la aventura de la libertad humana, desemboca, no obstante,
culandad, como dice HegeI. Efectivamente, la Naturaleza está entre- en un misterio que precede, acompaña y desborda e! dinamismo de la
gada esencia~men.te a la exterioridad del espacio y de! tiempo, lo mis- subjetividad. Es e! caso eminentemente de Maurice Blondel, de! que he-
mo ~ue la historia está sometida a las contingencias de los condicio- mos dicho que había que buscar la patria espiritual en la vía metafísica
na~l1lentos ~eog~áficos y cronológicos. Por esto, ni la Naturaleza, ni si- a pesar de! estilo antropológico (pero no antropocéntrico) de su pen-
quiera la Historia pueden ser el centro unificante de! universo. Pero la samiento. Hemos preferido, sin embargo, ilustrar el paso en cuestión
con dos pensadores contemporáneos que, de manera muy diversa,
I GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL, Enciclopedia de las ciencias filosóficas plantean más explícitamente el problema de esta transición de la an-
(1830), par. 577. tropología a la metafísica. Se trata de Paul Ricoeur y de Claude Bruaire.

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·'1
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La vía metafísica Paul Ricoeur

En efecto, lo que Ricoeur se preocupa de demostrar es que la volunt~d


l. Ricoeur y la idea de una poética de la voluntad humana no es del todo transparente a sí misma, que el polo voluntano
de la acción está unido indisolublemente a un polo involuntario cuya
Aunque estamos lejos de considerar a Ricoeur como una cumbre opacidad le es difícilmente penetrabl~. Este descentramiento de la vo-
de la filosofía contemporánea, le dedicamos, no obstante, una exposi- luntad puede verificarse en los tres niveles que se descubren dentro de
ción bastante larga no sólo porque sus obras son muy solicitadas, sino un acto del querer. En primer lugar, querer es formar un 'proyecto y
porque su caminar intelectual, muy al corriente de las sinuosidades de tomar una decisión: etapa de la elección. Después, es realizar el pro-
la investigación filosófica actual, ofrece un itinerario de una honradez yecto encamándole concretame~te: et~p~ del esfuer.zo o de la moción
ejemplar, capaz de abrir progresivamente a la dimensión metafísica del voluntaria. Finalmente, es asumir los límites que se Imponen a nuestra
pensamiento a espíritus que permanecerían alérgicos a una empresa más acción y que escapan al dominio de nuestros esfuerzos y de nuestras
decidida y conquistadora como la de Bruaire, por ejemplo. De todos elecciones: etapa del consentimiento.
modos, su obra nos ayudará a comprender la necesidad de la vía me. En lo que se refiere a la primera etapa, sabemos que, en el hom-
tafísica y a situada claramente con relación a las otras dos. bre la elección voluntaria va siempre unida a motivos que legitiman la
Paul Ricoeur nace en 1913; en cuanto a la religión, pertenece a la acción y a través de los cuales entra en el querer toda una serie de ele-
Iglesia reformada (esto repercute en su estilo filosófico). Filosófica- mentos que escapan a la voluntad clara, es el caso de las motivaciones
mente, depende de la corriente fenomenológica, lo que quiere decir que salen del involuntario corp.oral: el hambr~, la ~e~, la búsqueda. ~e1
que, según la mejor tradición francesa, su pensamiento tiene sus raíces placer, la huida del dolor. Así, .1Oc1uso,e~ el nivel lucido d.e la e1eccl~n,
en el Cogito, en la presencia a sí mismo del sujeto espiritual. A prime- lo voluntario humano está Unido orgamcamente con lo involuntario.
ra vista habría que anexionarle, sin más, a la vía antropológica. No obs- El problema se complica cuando pasamos de la etapa de la elec-
tante, como lo esencial de su obra consiste en descentrar el Cogito y ción a la de la moción realizadora. Aquí también, el esfuerzo volunta-
en abrirle a todo lo que le precede y le engloba, su camino antropo- rio va acompañado de los poderes involuntarios que nos ofrece el cuer-
lógico, al mismo tiempo que retiene las experiencias de las ciencias hu- po y que poseen una espec~e de organización autonó~a. ¿Cómo po-
manas, despunta hacia la metafísica. dríamos obrar libremente sin e! apoyo del uso espontaneo que tene-
La obra principal de Ricoeur --en cierto sentido la única y aún mos de nuestro cuerpo, sin e! impulso afectivo de nuestras emociones,
inacabada-- es una Filosofía de la voluntad (una antropología) en la sin la ayuda de las costumbres que sostienen nuestros esfuerzos? Y,
que el autor se esfuerza por comprender el sentido de la existencia hu- sin embargo, no somos nosotros quienes nos hemos dado a nosotros
mana bajo el ángulo de la acción. mismos ni nuestra habilidad original, ni nuestras pasiones. En cuanto
El primer volumen de la Filosofía de la voluntad se titula Lo vo- a nuestras costumbres, aunque las hayamos creado libremente, termi-
luntario y lo involuntario (París, Aubier, 1950). En este volumen, Ri- nan por escapársenos, como costumbres ~~tere?~i~adas. Por ~o tanto,
coeur estudia la estructura de la voluntad en general, su estructura esen- la libre realización de! proyecto está también dirigida por un involun-
cial o eidética (en el sentido husserliano de la palabra). Para llegar a tario que la desborda. .'
alcanzar así la esencia pura de la voluntad, se h.:rp provisionalmente El peso de lo involuntario es mayor aún en el nivel del consenti-
una doble abstracción: Ricoeur comienza por poner entre paréntesis miento exigido por las condiciones que se imponen a nuestra acción,
el problema metafísico de la relación de la voluntad humana con la ac- como nuestro carácter, la organización biológica de nuestro cuerpo y
ción creadora de Dios y el problema teológico lleno de misterio del sobre todo nuestro inconsciente. En el consentimiento a la necesidad,
pecado que viene a corromper nuestra voluntad. En resumen: se trata, la voluntad demuestra todavía su iniciativa, pero es únicamente la ini-
primeramente, de escrutar la esencia neutra de la voluntad como tal, ciativa de la paciencia frente a la situación que hay que acepta~. Y,o .no
por medio de una abstracción puramente metodológica. Para llegar a tengo mucho ascendiente sobre ~i temperamento; el cur~o .blOloglco
esto, la filosofía de la voluntad debe partir del Cogito, de la concien- de mi existencia se me escapa casi totalmente desde el nacimiento has-
cia, pero (si podemos expresamos así) para alejarse en seguida de ella. ta la muerte; e! inconsciente que alimenta mis pensamientos está, por

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La vía metafísica Paul Ricoeur

definición, fuera del ca~po luminoso de mi libertad; y, sin embargo fines, al bien en general, al soberano bien (tomando la expresión de
y? no s0.r.l? que soy SI no a través de la ecuación personal de mi ca~ Kant), pero su apertura a la infinitud de la exigencia moral no se rea-
racrer, ~l[Jgldo. por una vida que apenas puedo controlar y habitado liza más que a través de la determinación restringida de un carácter
por un mcon~Clente rebelde a la claridad de la introspección. Ya se tra- dado. La voluntad se dirige hacia la totalidad de! bien, pero a través
te de l~ eleccion y de los motivos, del esfuerzo y de los poderes, del con- de la parcialidad de mi propio campo de motivación. Esta despropor-
sentimiento y ~e l~ necesidad, la paradoja de una libertad simplemente ción entre la infinitud de principio del deseo y la finitud del carácter
humana es la. siguiente: ella se ?a.ce acogiendo lo que ella no hace, ella explica la posibilidad del mal moral, segunda forma de la falibilidad.
e?, a la vez, imcianva y receptividad. En el centro de la acción brilla En el plano afectivo -en e! que somos capaces no sólo de com-
siempre la luz modesta, aunque invencible, del Cogito, pero es eviden- prender o de querer, sino también de amar- el ,homb~e está abiert.o
temente un Cogzto descentrado, constitutivamente abierto a otro. Est finalmente a la totalidad del amor, pero es a traves del angula reduci-
es la conclusión más importante de la primera gran obra de Ricoeur~ do de lo que Ricoeur llama el sentimiento vital y que se traduce en e!
Lo uoluntario y lo mvoluntario. .
apego visceral a sí mismo. Tenemos una capacidad infinita de am~r,
La fil~sofí~ de la voluntad tiene su continuación en un segundo pero amamos siempre a partir de la finitud de nuestro amor. p.r?plO.
gran trabajo titulado Finiiud y culpabilidad (París Aubier 2 vol En esta última distorsión se asienta una tercera forma de la falibilidad:
1960), en el que Ricoeur intenta hacer desaparecer la abstra;ción d~¡ la posibilidad del egoísmo. ..
pecado qu.e, ,e? atención ~l método, había hecho en la descripción pu- Ricoeur resume esta situación discordante que constituye la Iragi-
ramente eidética ~e la pnmera obra. La única voluntad humana que lidad de la voluntad diciendo que «el hombre es la Alegría de! Sí en la
concretamente existe es la que está infectada por el pecado. Para acer- tristeza de lo finito»2. La Alegría del Sí, pues, por la afirmación origi-
carse a este problema temible de la libertad viciada, Ricoeur procede nal que me habita, una especie de simpatía universal me capacita para
en dos etapas que corresponden a los dos tomos de Finitud y culpabi- conocer todo, querer todo y amar todo; pero en la tristeza de 1.0 !ini-
lidad, a saber: El hombre [alible y La simbólica del mal. to, pues yo estoy abierto al todo únicame?te a través d~ la parcialidad
.~l primer tomo, El hombre falible, permanece en el nivel de la re- de mi perspectiva, de mi carácter y de mi apego a la Vida. Este desa-
f1exlOn pura. Se trata de ver cómo el hombre, constitutivamente pue- cuerdo íntimo entre el polo de infinitud y e! polo de finitud explica la
d.e.pecar, cómo, en la naturaleza misma de la voluntad human~, hay vulnerabilidad constitutiva del hombre falible.
SItIo para la flaqueza del pecado. Antes de estudiar la caída, Ricoeur En e! segundo tomo de Finitud y culpabilidad, titulado La sim~~-
se esfuerza por der;tostrar que el hombre es falible puesto que, estruc- lica del mal, ya no es solamente el problema de comprender la falibi-
turalm.e~te, es atraído por dos polos, el polo de la infinitud y el polo lidad del hombre, sino de captar la realidad empírica del pecado por el
de l.a.fl.mtud. L~ v?l~ntad humana, en cuanto. que está habitada por la cual e! hombre incurre efectivamente en falta. A este cambio de regis-
positividad del infinito, es una afirmación original. Pero en la medida tro corresponderá un cambio de método. El mal .etectivo es realmente
en que est~ marc.a,da p~r .la finitud, e! hombre no coincide consigo mis- lo que no debería ser; es, en cierto sentido, lo i~inteligible, lo irracio-
mo. y la afirmación ongmal de su voluntad pasa por una serie de ne- nal. Si su realidad fuera perfectamente comprensible, entonces su parte
gacIOnes en los planos teórico, práctico y afectivo. trágica sería casi inmediatamente recuperada por e! bien. Por est~ Ri-
~n el plano teórico, el hombre está abierto a todas las cosas, a la coeur deja aquí la reflexión filosófica pura que, en su transparencia, es
totalidad de lo verdadero en. c~a~to tal, a la infinitud del Lagos, pero demasiado corta para alcanzar la opacidad misteriosa del mal. Un nue-
su apertura al campo de lo infinito no se realiza más que a través de vo método corresponderá a la ruptura que se produce cuando se pasa
la venta~~ estrecha de una perspectiva determinada y finita. Esta des- de la falibilidad al pecado; no se tratará ya de «comprender» e! peca-
proporcl~n.' en el plano teórico, entre la infinitud de principio del ver- do, sino de «sorprenderle» a partir de la declaración que la conc~encia
bo y la fmnud de la perspectiva explica la posibilidad de! error pri- hace de él en todas las formas de «confesión» de ese pecado que infec-
mera forma de la falibilidad. '
En el plano práctico, e! hombre está abierto a la totalidad de Los 2 PAUL RICOEUR,
L'homme faillible, p. 156.

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La vía melafísica
Paul Ricoeur
ta la voluntad humana. Así, pues, el descentramiento del Cogito
, em, surrección de Jesús. Los mitos, al intentar sorpre.nder e! .fallo primor-
p.ezado en la~ obras precedentes, se prosigue así, puesto que, para des-
cifrar el sentido del pecado real, el filósofo abandona la Eidética pura dial que hace de nuestro mundo un mundo roto tienen, fmalme~te, ~n
de la voluntad y elabora COstosamente una Empírica de la voluntad b _ aspecto dramático: bajo la forma de un relato, evocan el ,drama m~s rrns-
sada sobre la confesión histórica de la conciencia. a terioso que pueda existir: la herida de! mal en e! corazon de la libertad
, E.n ~onfo~midad con e! método fenom~nológico preocupado de la y de la historia. .., . .
génesis l~tenclOnal de las sIgnIfIcacIOnes, RLCoeur no partirá de las for- .J
'1
Ricoeur bosqueja en La simbolica del mal una relectura de los di-
n: as
eru~Lta~, conceptualmente el.ab?:adas, del reconocimiento de! mal, ::j
, :-,
versos mitos de! comienzo y del fin tal como .se ,Presentan ~n las gran-
des religiones y culturas. Escoge los cuatro principales: el mito ~el dra-
S100, mas bien, de las formas prrmrtivas de la confesión. Irá desde lo
símbolos primarios en los que las religiones declaran la experiencia de~ ma, de la creación el mito del Dios malo, e! mito del alma exilada . y
pecado a los mitos ya más complejos en los que e! hombre intenta obs- el mito adámico, y se esfuerza por demostra~ cómo J~s .tres pnmeros
curamente exp!icarse la presencia del mal, para llegar finalmente a las se resumen dinámicamente en el último. El mito babilónico del drama
especulaClones intelectuales en las que filósofos y teólogos se han es- de la creación expone el origen del mal a part~r de la lucha de un dIOS
forzado por circunscribir conceptualmente el problema del mal. bueno contra e! caos original que le ofrece reSlS~e~cla: e.1mal es lo ~~e
~a simbólica del mal comienza por una repetición descriptiva de queda del caos después de esta lucha. Uo~ re~lOlscenCIa de este viejo
los SImbolos primarios de la falta tal como les encontramos, en la anti- mito está integrada en el texto del GéneSIS bajo la fo~ma de es.a con-
gua Grecia y en Israel. Ricoeur distingue tres que Son para él funda- fusión inicial que precede a la acción creadora de DIOS. El ~ltO del
mentales: el símbolo de la mancha donde se experimenta e! mal Como dios malo, tomado de la tragedia griega, hace remontar el ongen del
una man~ha que mancilla la libertad; el símbolo del pecado donde la mal hasta un dios malo (el Destino impersonal, Zeus, Prometeo) que
falta es vista como una desviación con relación a una ley; y el símbolo perturba el orden del mundo con su propia. perversión y hac~ que el
~e la culpabilidad en e! que se coloca la experiencia del pecado bajo el hombre se precipite en el pecado. Descubn~os un tema analogo al
sIgno de la condenación que pesa sobre la conciencia. Lo que se esbo- margen del relato bíblico en la figura de la serplent: que seduce al h?m-
za a través de esta simbólica primitiva es la idea de la libertad como bre desde fuera y le arrastra a la caída lo que. sU~le~e que el mal viene
alb~drío-esclavo, es decir, de la libertad como infectada (pero no des- de más lejos que e! hombre. En cuanto al miro órfico del ~lma exila-
tru~da) por un.a corrupción real que, aunque venga de fuera (por con- da como se encuentra en Platón, la fuente del mal es aqUl una .aven-
tagro o sedUCCIón), la afecta en lo más íntimo y la hace estar Como ata- tura del alma; ésta ha abandonado la contemplación ideal del BIen y,
da a sí misma, esclava de sí misma. a causa de esto, ha caído en un cuerpo en el que de ~~ora en adelante
La segunda etapa de la simbólica del mal consiste en una herme- está exiliada hasta la muerte. Esta problemática del exilio es un elem.en-
néutica o interpretación de los mitos referentes al comienzo y al fin del to subsidiario del mito adámico: Adán y Eva son expulsados del Jar-
mal. Los rrutos forman un universo mucho más complejo que el de los dí10,del Edén y como consecuencia de su falta original, . d.
están heridos
,
símbolos. Estos son estáticos. A través de ellos, el hombre confiesa sirn- hasta en su carne. Este rápido esbozo bastará para m icar en que sen-
plemente el pecado cuyo peso lleva. Los mitos tienen un aspecto uni- tido Ricoeur piensa que se puede descubrir lo que.es el pecado por me-
~ersal: tienden obscuramente a dar una explicación del mal que sea vá- dio de una reapropiación, en imaginación y. en Simpatía, de l~s gra~-
lida para toda la humanidad. Por ejemplo, el relato de la caída de Adán des símbolos y mitos religiosos y, muy partIcula:mente, de! mito adá-
y Eva intenta explicar universalmente el principio del mal. A la inversa mico -e! único qye propiamente hablando, concle~ne al hombre- ha-
de. los .símbolos pri~arios, los mitos tienen también un aspecto diná- cia el que convergen y en e! que se Integran, en CIerta manera, todos
mECO:Intentan explIcar el sentido y e! alcance de la falta insertándola los demás mitos. .
dentro de una historia, en un proceso que tiene un comienzo y un fi- No obstante, después de esta interpretación de la reflexló~ pura,
nal. Así en la perspectiva bíblica, el pecado tiene su origen en Adán y después de esta escucha acoged~ra de lo.s símbolos y. de los m~to~, es
es superado en el acontecimiento escatológico de la muerte y de la re- importante que la filosofía prosIga s~ discurso propl~, y c.onunue la
reflexión. La conclusión de La stmboltca del mal esta dedicada a las
252
253
La vía metafísica Paul Ricoeur

cU,estiones planteadas por la reanudación de este esfuerzo del esta última etapa nos la da la conclusión de la simbólica de! mal. No
m Ie n t o. A qUl'1 a preocupaclOn" d e R'rcoeur es de pensar efectl' pensa-
se trata de dejar libre curso a una especulación intelectual triunlalista,
a partir. dee los sí b I
os sirn o os y de los mitos sin yuxtaponer a los
vamente
I d no se trata de ensanchar el Cogito reflexivo transponiendo alegó rica-
de la si bóli resu ta os
e a sim o rca un pensamiento filosófico, Se reconocerá en esto I . mente los símbolos en conceptos. La tarea de la filosofía es más bien,
da do permanente de R'icoeur de «descentrar» el Cogito' la refl ,e. , CU1- f' como hemos visto, romper con e! privilegio de la reflexión y dejarse
l 'f . , exion l-
osa ica no cierra el paréntesis de la simbólica para volver a instruir por el símbolo, poner un freno a las especulaciones seudo-ra-
id . , " empezar
en segUl a como SI nada hubiera ocurndo, tiene que deJ'arse l' f cionales de inspiración gnóstica o inmoderadamente dogmática para
d de el i . " n armar
es e e intenor por los. datos slmbó!Jcos y míticos. Ricoeur lo señala bosquejar pacientemente, a partir de los símbolos, los conceptos exis-
al comen.tar una sentencia que le encanta: el símbolo da que pensar. En tenciales que constituyan una verdadera ontología de la voluntad finita
este afonsmo todas las palabras están llenas de significado P' y pecadora. Ahí se encuentra, según Ricoeur, la verdadera especula-
' b l . nmera-
me?t~ «e l sirn o o da quepensaf>~: la reflexión filosófica tiene algo ue ción, más humilde que la del idealismo, pero más justa. La idea direc-
recibir, realmente, del Universo simbólico, No hay filosofía sin q triz de una poética de la voluntad sería que es el Cogito quien está en
, " '1 ' '. presu-
posicion, Sin a acogida humilde del sentido que ellenguaJ'e mític el ser y no a la inversa. Lo que el símbolo ofrece al pensamiento es
h a constuuiituid o . id
y t.ranSmltl ? Pero, correlativamente,
o ya
«el símbolo da esta especie de revolución copernicana al revés. Pues todos los símbo-
que.pe~sar». E~ Cierto s~ntldo, ya está todo dicho, y dado en ellen- los de la culpabilidad y todos los mitos del caos, de la ceguera, del exi- ,
g~aJe VIVOdel símbolo. Sin embargo, a partir de este humilde enraiza- lio o de la caída sugieren que el ser del hombre está situado en el ser
miento, lo. que es dado a la reflexión que se incorpora a esta totalidad englobante de! mundo, Mientras que la vía antropológica pura sostie-
del lenguaje, es e! recobrar su esfuerzo crítico y el pensar en verdad, ne que el ser está en e! Cogito y quiere explicar el todo de lo real a
N? basta con enc,errarse en el mundo simbólico, como hace Mircea' partir del espíritu humano, una ontología de la voluntad vuelve a su-
~)¡ade, y de repetirlo sencillamente, hay que comprometerse también mergir el Cogito en e! ser. En el horizonte de esta tentativa empieza a
intelectualmente y dar nuevo impulso al discurso filosófico El _ desaparecer la abstracción de la transcendencia que se había hecho al
fl 'f' d . pro
y,ecto noso ICO . e Ricoeur será en adelante una apuesta: la de que el principio de! recorrido. Se trata de volver a sorprender la voluntad en
símbolo ~a efectivamente. que pensar. Para esto había que simpatizar su origen, de descubrir que procede de! don de! ser, de comprender
con los slmbolos. y los, mitos: había que volver a tomarles imaginan. que está constituida radicalmente por una presencia que la habita y que
varnente y con simpaua, habla que creer en ellos, en cierta manera, precede a cualquier auto-afirmación de su parte. Lo mismo que la poe-
par,a compr~nderlos y comprender a partir de ellos la tarea de la filo- sía (del griego poiesis = creación) recrea e! mundo porque está invadi-
sofía '. ~ero, Inversamente, ahora es necesario el austero esfuerzo de la da ella misma por una presencia creadora que la produce y la entusias-
reflexión y de la comprensión para poder volverse a poner hoya la es- ma, así la voluntad humana, en la perspectiva de una "poética de la vo-
cucha ~el sím?olo, comprenderlo y alimentar con él e! pensamiento, luntad»; sólo es considerada como auto-alirmadora en la medida en
e.n una IngenUld.ad reencontrada. Este vaivén entre la creencia y la crí- que se recibe a sí misma de la Transcendencia '. El descentrarniento de!
tica e~ .10 que Ricoeur ya~a el circulo hermenéutica, círculo que ya se Cogito es así conducido a su término, la voluntad escapa a sí misma
~a utilizado en lo~ anah~ls precedentes, puesto que los mitos no eran no solamente porque es arrastrada, como por abajo, por el basamento
simplemente repetidos, smo reasumidos con nuevos esfuerzos y orien- obscuro de lo involuntario, sino también y, sobre todo, porque una
tados hacia el mito adámico. presencia poética (en e! sentido etimológico de la palabra), que la crea
AqUÍ debería comenzar una nueva etapa en la Filosofía de la vo- y la penetra de parte a parte, la trabaja como por arriba,
lu~tad. I?espués ~e la Eidética, ~ura trazada en Lo voluntario y lo in- Pensar esto sería el fin de una Poética de la voluntad. Hablamos
v~luntarlO, despues de la Empmca de la voluntad desarrollada en Fi- en condicional, porque esta obra prometida está todavía en construc-
nitud y. culpabilidad con las dos partes de la reflexión pura en El hom- ción, Podemos, no obstante, conjeturar algunos aspectos de su conte-
bre faltble y de la hermenéutica de los símbolos en La simbólica del
mal, debería elaborarse una Poética de la voluntad. La orientación de 3 Cf. PAUl RICOEUR, Le volontaire et l'inuolontaire, pp. 31-36.

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La vía metafísica Paul Ricoeur

nido a partir de varios artículos de Ricoeur reunidos bajo el título: Le no es solamente lo que nosotros hemos comenzado, es también lo que
conflit des interprétations. Essais d'berméneutique (París, Seuil, 1969). nos precede como una necesidad trágica. Según el relato de! Génesis,
Un buen ejemplo de lo que significa para Ricoeur «pensar a partir la astuta serpiente está ya allí, antes que el hombre, para seducirle. Y
de los símbolos» es la interpretación que ha dado de esta especulación Kant mismo, en La religión dentro de los límites de la mera razón, se
intelectual tardía que, según él, es el dogma cristiano del pecado ha visto obligado a confesar e! carácter inescrutable del mal, desde un
original', punto de vista puramente ético, reservando un puesto, en su filosofía,
Su tesis es que e! concepto del «pecado original>, es un seudo-con- para la idea misteriosa de un mal radical.
cepro, una falsa racionalización del mito adámico que acaba por mez- El otro callejón sin salida es e! del pensamiento especulativo, aten-
clar monstruosamente una categoría jurídica de imputación y una ca- to a lo que la visión moral del mundo descuidaba y preocupado de in-
tegoría biológica de herencia. La significación auténtica de este dogma tegrar el mal y la falta en una especie de necesidad trágica ineluctable.
es más bien la que nos sugiere e! universo simbólico y mítico, a saber: La aventura de la libertad, de su flaqueza y de su salvación aparecería
que e! mal reside en la voluntad del hombre, pero que se encuentra en entonces como un proceso necesario en el interior de una totalidad
ésta como una casi-naturaleza, ya que la «naturaleza" (de! latín nas- más grande. Esta visión especulativa es favorecida por lo que Ricoeur
ci = nacer) es aquello con lo que se «nace". Esta es la paradoja que llama «105 símbolos del fin», es decir, los símbolos que evocan la vic-
hay que recibir de! mito evitando endurecerla en una conceptualidad toria escatológica sobre e! mal al fin de la historia. El apocalipsis cris-
híbrida: nosotros iniciamos un mal que ya existía antes que nosotros. tiano ha incorporado esta simbólica que concede, retrospectivamente,
Nuestra voluntad tiene la iniciativa y está en el origen de un mal que, una cierta necesidad al mal y que, incluso, hace de ello el feliz instru-
sin embargo, la precede como una casi-naturaleza. mento de un bien mayor. La «Ielix culpa» de! Exultet pascual perte-
El pensamiento especulativo auténtico que intenta legítimamente nece a este género literario: -: feliz la culpa que nos valió tal Reden-
impulsar de nuevo e! discurso filosófico a partir de la simbólica del mal tor!". En esta visión totalizante del pecado y de su salvación hay una
y más allá de la falsa especulación del «pecado original-", si no quiere gran verdad cristiana. No obstante, la tentación especulativa no está le-
volver a caer en la trampa de una conceptualidad intemperante, tendrá jos. Mientras que la visión ética del mal estaba amenazada por una re-
que evitar un doble escollo: el del pensamiento que reflexiona, ilustra- ducción alegorizante de los símbolos en el ejercicio puro de la liber-
do típicamente por la posición kantiana, y e! del pensamiento especu- tad, la visión trágica es acechada por la gnosis que disuelve el mal en
lativo, eminentemente representado por Hegel. una ley dialéctica y permite así que la razón humana controle su mis-
El pensamiento que reflexiona es el que, obnubilado por e! poder terio. Entonces el mal forma parte integrante de la economía de la gra-
reflexivo del Cogito y de la libertad, tiende a encerrar e! misterio del cia, es e! fondo de sombra que se requiere para que la luz aparezca con
mal en una visión puramente moral del mundo. La visión ética del mal todo su brillo. Pero ¿ quién no ve a qué facilidades puede conducir esta
sostiene que este último tiene todo su origen en la voluntad humana. teodicea demasiado apresuradamente conciliadora? Lo mismo que e!
Es la postura de los amigos de Job que, cueste lo que cueste, quieren pensamiento que reflexiona, e! pensamiento especulativo corre el ries-
vincular la desgracia que le aplasta a una debilidad culpable de su li- go de evacuar una parte de este misterio del mal evocado por los sím-
bertad. Es también la postura de Kant que sitúa el mal en una subver- bolos y los mitos. El primero es inhumano desde el momento en que
sión de la máxima moral por el libre arbitrio del hombre. Pero, final- quiere hacer recaer todo e! peso del mal sobre la frágil libertad del hom-
mente, el pensamiento que reflexiona se revela demasiado corto. El mal bre, y el segundo, a fin de cuentas, elimina lo verdaderamente trágico
del mal y la libertad gratuita del perdón de Dios al hacer, muy hege-
4 ef. PAUL RICOEUR, Le «pécbé originel»: étude de signification, en Le conjlit des Iianamente, del pecado y del mal un momento necesario del devenir
interprétations, pp. 26S-282, y Herméneuuque des symboles (I),ibíd., pp. 283-310.
del hombre y de la historia",
5 Recordemos que es Ricoeur quien habla ... Por nuestra parte, sostenemos que el
dogma del pecado original tiene en sí mismo un profundo alcance especulativo. Se en-
contrarán las líneas esenciales en GASTaN FESSARD,Dia/ectique des Exercices spirituels, 6 Sobre la cuestión crucial del mal se podrá leer el admirable librito de ÉTlENNE
vol. 2, París, Aubier, 1966, pp. 79-99. BORNE; Le probléme du mal, col!. «SUP", París, P.U.F., 19S8.

256 257
La vía metafísica Paul Ricoeur

Por esto, Ricoeur denuncia esas dos formas de conceptualizació En e! desarrollo ulterior de su pensamiento, Ricoeur ha persegui-
de! mal, que tienen e! fallo común de no pensar humildemente a parti~ do el descentramiento del 'Cogito, en conformidad con las exigencias
de los símbolos, como lo exige una poética de la voluntad. La respues- de una poética de la voluntad, pero, en lo sucesivo, en lugar de limi-
ta al escándalo del mal, no hay que pretender encontrada en una vi- tarse a una herrneneútica de los símbolos del mal, ha hecho este des-
sión estrechamente moralizante de la libertad, ni en una lógica univer- centramiento en el ámbito de la interpretación más amplia de los sím-
sal de! ser, más bien hay que buscada, modestamente, como a tientas bolos religiosos en generaF. La tensión precedente entre los símbolos
en una ~istoria sensata, una historia orientada hacia una escatología; del comienzo (caída original) y los de! fin (salvación escatológica) es
no domInada. por una ley dialéctica, una historia animada por la espe- reemplazada por una polaridad metodológica entre dos tipos de inter-
r~~:a de un .lIberadory ~o regida por el espíritu de un sistema. La po- I pretación de los símbolos: por una parte, la interpretación «por .ar.ri-
sicion de Ricoeur coincide aquí con e! más tradicional pensamiento I ba» propia de la hermenéutica fenomenológica de los símbolos religio-
cristia.nop~ra quien el misterio de! mal permanece indomable aunque I sos y, por otra parte, la interpretación «por abajo» que es característi-
1
un pnncipro de respuesta se ofrece ya en el acontecimiento histórico I ca de la hermenéutica psicoanalítica. El problema planteado por este
de la muerte y de la resurrección de Jesús. Venimos de una situación «conflicto de interpretaciones» se presenta de la manera siguiente. En
que ya estaba marcada por el pecado, pero, he aquí que, en el centro un sentido, e! Cogito es, para Ricoeur, e! centro de! hombre, la clave
de la historia, se nos ofrece un salvador que nos da la posibilidad de del enigma humano. Pero no es un punto de partida absoluto. No es-
esper~r que el mal será totalmente vencido, puesto que ya lo está pri- tamos de buenas a primeras instalados en la conciencia, tenemos que
mordialmente en la persona de Jesús. Pero no poseemos el secreto de acceder a ella. «La conciencia no es la primera realidad que podemos
esta victoria escatológica, no disponemos de la salvación como de una conocer, sino la últirna-". En resumidas cuentas: e! hombre no es in-
potencia que estuviera a nuestra discreción. Las categorías que hacen mediatamente transparente a sí mismo, debe interpretarse y descifrarse
int~ligible el significado de esta «historia sensata» serán, pues, menos pacientemente. Esta hermenéutica podrá orientarse en dos grandes di-
lógicas que histó.ricas. Ricoeur distingue principalmente tres: e! «a pe- . recciones. La primera es la del psicoanálisis, en la cual, como lo hemos
sar de», e! «gracias a» y el «cuanto más». visto al hablar de Freud, los símbolos religiosos son interpretados sis-
La esperanza tiene, en primer lugar, la forma de un mentís: ba- temáticamente como síntomas del inconsciente y, por lo, mismo, en e!
sándonos en el acontecimiento pascual, esperamos la reconciliación li- orden de lo primordial y según los cánones de una arqueología de la
beradora a pesar de! mal. La resurrección de! crucificado nos permite conciencia: se intenta buscar allí los fundamentos de! Cogito y, basán-
esperar que e! amor de Dios puede reinar a despecho del mal. dose en esta investigación, proporcionar una explicación funcional,
Segunda categoría de la esperanza: la de la pedagogía divina: Dios económica, de la religión. La segunda orientación de la hermenéutica
es lo bastante poderoso e inventiva para hacer triunfar e! bien gracias es la de la fenomenología, donde los símbolos religiosos son propria-
al mal, para hacer salir el Sí del No, aunque no nos autorice a traducir mente aprehendidos como símbolos de lo Sagrado, y por lo mismo, en
este arte divino en una ley dialéctica cualquiera. el orden de lo último y según los criterios de una escatología de la con-
La ~istoria sensata donde buscamos la superación de! mal respon- ciencia: siguiendo una génesis intencional del sentido, la descripción fe-
de, en fin, a la categoría del «cuanto más»: «allí donde abundó el pe- nomenológica discierne, en los símbolos de lo Sagrado, el porvenir de
cado, se ha multiplicado la gracia». La victoria obtenida sobre el mal la conciencia, e! Sentido futuro que la atrae hacia lo alto a través de
es infinitamente más rica en posibilidades que la monstruosa fecundi- toda una serie de figuras del espíritu, según la expresión hegeliana, Po-
dad del pecado. El «cuanto más» es la categoría de la sobreabundancia. demos resumir esta situación en un cuadro de! que daremos a conti-
En su conjunto, estas tres categorías esclarecen el alcance y la nuación un comentario más detallado.
orientación de la «historia sensata» en la que la esperanza entrevé la
derrota de! mal, pero no permiten la articulación de ningún saber ab- 7 Cf., particularmente, PAUL RICOEUR, Herméneutique des symboles (lI) en Le
soluto. Se contentan con situar el enigma de! mal en e! desarrollo de conflit des interprétations, pp, 311-324.
una historia y de rernitirle a una esperanza fundada. 8 Ibid. p. 318,

258 259
La vía metafísica
Paul Ricoeur

Perspectiva escatológica t vez se trata de una superación, de un desbordarse hacia arriba,


es a , . . S b '1
Orden de lo último : Hermenéutica hacia lo que orienta y finaliza ~l dev~nir de la con~l~ncla. e usca ,a
clave de la conciencia en las últimas fIguras del espmtu, que por enci-
fenomenológica
Símbolos de lo sagrado y figuras del espíritu a de las instituciones, y más allá de las culturas y del arte, atraen y
~cen subir religiosamente la conciencia ~aci~ la esfer~ ~e lo Sagrado.
+ SIMBOLOS RELIGIOSOS En esta línea de interpretación, las determinaciones religiosas ya no es-
tán reducidas a ser síntomas del inconsciente, si~o que son c~mpren-
Síntomas del inconsciente didas más bien como reveladoras del supra-cons~lent~: como sl~b.olos
Orden de lo primordial
f Hermenéutica de lo Sagrado, como flechas intencionales en dl:ecclOn de lo. ultimo.
Así, la religión anticipa el futuro de la conciencia, constituye su
Perspectiva
f
arq ueológica
psicoanalítica
«escatología».
Tanto de un lado como del otro, el sujeto humano no es un ~uro
Este esquema puede ilustrar clarísimamente el «descentramiento" Cogito, sólo tiene acceso a sí mismo a t~avés de un rode~. Es la I~ea
del Cogito que inspira toda la poética de la voluntad tal como la Com- misma de la hermenéutica de Ricoeur. NI la fenornenología pura m el
prende Paul Ricoeur. La idea central es que el hombre no se pertenece estructuralismo psicoanalítico tienen razó.n aisladamente. ~I h~mbre
totalmente a sí mismo. no es inmediatamente transparente a sí mismo, no llega a SI mas que
a través de la asunción de su arqueología inconsciente. Pero e~te de-
Por una parte, si podemos hablar así, su parte inferior se le esca-
pa, en dirección del inconsciente. El psicoanálisis subraya con razón, venir mediatizado de la conciencia no es posi.ble más que gracIas a ~a
aunque unilateralmente, este aspecto importante del descentramiento atracción ejercida sobre el sujeto por el espíritu que !e hab~a a t~aves
del Cogito. Ricoeur hace eco aquí a El porvenir de una ilusión, de' de los símbolos de lo sagrado. En otras palabras: la Idea directriz de
Freud. Desde un punto de vista estrictamente freudiano, la religión no la hermenéutica ricoeuriana es que el Cogito só.lo reco~rándose perpe-
aparece sino como un fenómeno compensatorio que hace soportable tuamente a sí mismo, fuera de su arqueología IOconsClent.e, puede ac-
la vida y su cortejo de frustraciones. La «ilusión religiosa» es, simple- ceder a sí, y que esta emergencia .s~pone. otro descentram~ent~, 9el que
mente, la emergencia, en el plano de la conciencia, de procesos psíqui- la escatología de los símbolos religiosos Impon~ a la conclen,c~a . Esto
cos cuya estructura y significación profunda están ocultas en el incons- vuelve a llevamos en línea recta a las perspecttvas de la poeuca de la
ciente. En esta línea de interpretación, los símbolos religiosos no son voluntad.
más que «síntomas» del inconsciente primordial y se terminará por La conclusión de Ricoeur es que «la conciencia no es inmediat~,
«sospechar» la religión de no ser sino el disfraz de una aventura cuyo 'no mediata no es una fuente sino una tarea, la tarea de hacerse mas
se~tido debe buscarse en otra parte, a saber en la «arqueología» del SI, SCI'ente ».10 Y este acceso a sí misma estará sIempre
con iemore marca. o por ,Ia
rnarcad
sujeto. humildad, pues, si el Cogito es presencia a, sí, él es en sí mlSI~o vacio
Por otro lado, el sujeto se transciende en dirección de la esfera de y sólo recibe un contenido de su arqueología y de su e.scatolo~la. Au~-
lo sagrado. Es el aspecto del descentramiento del Cogito que más su- que nosotros sepamos que somos habit~~os por un inconsciente, SI?
braya la fenomenología. Ricoeur se inspira aquí enla Fenomenología embargo, no llegaremos nunca a desmistificarlo totalmente. Correlati-
del Espíritu de Hegel. Desde el punto de vista hegeliano, la religión se
encuentra al final de la larga marcha que lleva al espíritu desde su nivel
más elemental -la conciencia sensible- hasta su perfección y su des- 9 En el plano del comportamiento religioso, ~sto significa que la religión,está siern-
bordamiento en el saber absoluto o metafísico. La fenomenología he- re amenazada por el prestigio del inconsciente, slempr~ expuesta a no se~ mas que una
geliana, lo mismo que el psicoanálisis, es una «metapsicología», puesto p, " '1 oria del miedo' sólo escapará a este peligro permanente SI se deja pun-
conjuracion 1 US, , 1 d d 1 '1'
que realiza un desbordamiento de lapsyche, de la conciencia. Pero,
ficar por la exigencia espiritual que la habita '!
la arrastra hacia e or en e o u timo.
I 10 PAUL RICOEUR, Le conflit des interprétations, p, 319.

260 II
261
\.
La vía metafísica
Paul Ricoeur

vamente, .somos bien conscientes de la aspiración re!i iosa u


pulsa hacia la Transcendencia, pero esta nueva toma d! Con q e ~os Im-
.
que apuntar en esta dirección y parece que la poética de la voluntad
ea puede transformarse en saber absoluto ciencia nun. deberá permanecer aún mucho tiempo en estado de proyecto y de es-
h d . , puesto que +--corn I bozo, En efecto, durante estos últimos años, Ricoeur ha multiplicado
a emostrado la sImbólica de! mal- el misterio de la lib o nos o
pecado y de su salvación es rebelde al' ', , errad, de su los rodeos que debían conducir, últimamente, hacia una vía de acceso
cua qUler sistemar .,
mente conceptual. Por esto Ricoeur I ' IzaClOn pura- al Cogito. Su obra hace pensar cada vez más en esos trabajos del ser-
. "a contrano que He geI h vicio de vías y obras públicas donde las desviaciones son tan numero-
que l:s fIguras del espíritu desemboquen en un saber b I , n? ace
los símbolos de lo Sagrado La di , d a so uro, sino en sas y tan complicadas que nadie llega al centro de la ciudad. Lar-
. con ICtOn mo esta del C ' f'

~:t
que emer.ge del inconsciente sin poder COntrolarle y oglt~ InItO ga desviación por el psicoanálisis en De l'interprétation. Essai sur Freud
(París, Seuil, 1965), Periplos sin fin en el mundo anónimo de la cultu-
s~grado s~n po~er disp?ner de él es ésta: ni saber abso~~~ re, ~ lo
ru dominio del inconscienre. Siempre a la escucha de eSpI,ntu, ra, a través del universo abstracto e impersonal de las estructuras lin-
tal como Ricoeur lo entiende accede a si . di su Otro, el sUJeto, güísticas en varios artículos del Conflit des interprétations y en La mé-
,1 In Irectamente pe taphore vive (París, Seuil, 1975). No podemos entrar en el detalle de
cuan d o en ese momento entra en posesión de sí' ,ro aun
ea el secreto de su propia aventura. mismo, no posee nun- estas problemáticas recientes cuya tecnicidad soportaría mal la divul-
gación. Pero el proyecto global sigue siendo idéntico: descentrar, am-
pliar la filosofía de la reflexión y, de ese modo, referir al Cogito el cam-
po cada vez más extenso de las estructuras objetivas. Esto le vale a
Paul Ricoeur, -y es buena señal- las críticas conjuntas de los feno-
menólogos puros y de los estructuralistas impenitentes.
, Concluyendo: el pensamiento de Ricoeur nos permite Queda que el autor, debido a la honradez del camino que ha em-
mas, comprender lo ,. , una vez
prendido, corre el riesgo de no llegar nunca a terminarlo. Efectivamen-
~~I~fgí~~a~:~i~d~/r¿R~;n~:~:~:e~:~~ae~~~~cti~~
og¡ o, icoeur es SIn embargo
~::~~~:n:í~s
'bl
f~~~~~~
l
te, cuando la filosofía se determina demasiado exclusivamente por el
cubrimientos de las ci . h . muy sensr e a os des- diálogo con las demás formas de la cultura, entonces ya no hay mane-
ra de hacerla renunciar a recorrer un trozo de! camino con e! mito o
cal que dan a c~n~c~~e~c:~~e~:~~e~PsS~j~:~ía, ~~ciologí~, lingüísti-
dimensión de transcenden .: " n e inconscienre y a la con las ciencias humanas o con las ciencias exactas, etc. Ella puede, in-
allá de sí mismo Esto expcllaque emPduJdaal SUjeto hacia adelante, más definidamente, explorar las nuevas vías de acceso al dominio de la me-
. rca su CUI a o po d I C . tafísica, pero con el peligro de no comenzar nunca verdaderamente su
por demostrar la fragilidad y la estrechez de r escentrar e oguo y
propia obra. Por eso ¿hay mucho que apostar a que la «Poética de la
~~~:t;:fe~;~~f~:'d d;;nl:s~~:ci::~~:~ado en la ~~~:~:~:~e~~~:~~:~:~~ voluntad» no aparecerá nunca? ... Es que si Ricoeur se cuida mucho de
subrayar la indispensable humildad del Cogito, está menos inclinado a
. En su debate crítico con las ciencias humanas R' , promover su no menos necesaria audacia. Cierto, nuestro autor sabe
slll~~1táneamente, el callejón sin salida al que cond' .I~oeur denuncia, muy bien que si el Cógito está en el ser, el ser está también en el Co-
una
tacion unilateralmente arqueológica de la . uc~na H Inter~re- gito puesto que éste es consciente de su descentrarniento hacia el ser.
, b' conciencia. emos VISto
~~~:o tobma a sus distancias frente a cualquier reducción cosmológica Lo que falta propiamente a la hermenéutica ricoeuriana es el compren-
m re. der que, como lo decía Hegel, el absoluto está ya cerca de nosotros,
, Ricoeur bosqueja una poética de la voluntad ue' que al ya-ahí de la conciencia del Cogito corresponde el ya-ahí meta-
vea metafisica, al indicar que el sujeto sólo pued' q apuntad hacia la físico, siempre actual, del ser en el sentido pleno, propiamente filosó-
¡, ,. . e emerger e su ar
GU~~aogla a~ont~a e In¡c<:nsciente dejándose aspirar hacia lo alto po~ fico, del acto mismo de existir. Lo que obliga a Ricoeur a quedarse per-
nscen encra que e Interpela y le inviste. . petuamente en el umbral de la metafísica es que no reconoce suficien-
temente que, en cierto sentido, el absoluto ya está dado, que no es so-
Desgraciadamente, la filosofía de Ricoeur apenas si hace algo más
lamente lo que se perfila en el horizonte móvil de la hermenéutica,
262
263
_._-_._----- ------

La vía metafísica
Claude Bruaire

sino lo que, ya, se revela y anima el mismo método hermeneúticoll.


de Bruaire, L 'affirmation de Dieu (París, Seuil, 1964), que articula el
Quizás este adventismo de Ricoeur, que difiere siempre al futuro el
paso de la antropología a la metafísica. En cuanto a las publicaciones
momento en el que el ser se da, esté ligado a las fuentes protestantes
ulteriores, no haremos más que indicar su significación.
de su pensamiento, si es que es cierto que el protestantismo es mucho
El primer esfuerzo de Bruaire es demostrar que la existencia hu-
menos apto que el catolicismo para comprender la realidad y la actua-
mana está constituida por tres potencias originales que la distinguen
lidad de la reconciliación. Sea lo que sea, la «filosofía de la voluntad»,
de las especies animales: la libertad, el lenguaje y el deseo. Por la li-
incluso si nunca llega a terminarse, indica bien el lugar de la metafísica
bertad, el hombre es una persona única, capaz de disponer de sí mis-
y analiza minuciosamente, a partir de la antropología filosófica, el ca-
ma y de determinarse a la acción gracias a iniciativas autónomas. Por
mino que conduce a ella. Desde este punto de vista -y para emplear
el lenguaje, es decir, por no importa qué sistema convencional de sig-
la expresión que él aplicaba al símbolo---, Ricoeur «da que pensar».
nos y de símbolos, el hombre expresa la universalidad racional y lu-
Pero es necesario llegar efectivamente a pensar. A esto nos invita la
obra fuertemente especulativa de Claude Bruaire .. minosa del sentido determinado, de la palabra rigurosa e impersonal.
Por el deseo, profundamente arraigado en el orden natural del cuerpo,
el hombre es arrastrado en la universalidad anónima e indeterminada
de un momento que le impulsa a colmar una carencia original. Cier-
2. Bruaire y la lógica de la existencia
tamente, tenemos también, en la existencia humana concreta, la vida
I natural del cuerpo que forma la individualidad de cada uno -y Bruai-
Con Claude Bruaire (nacido en 1932) nos encontramos frente a
re volverá sobre ello en su filosofía del cuerpo--- pero la esencia de la
un pensamiento menos modestamente sinuoso, pero mucho más rigu-
roso y substancial. Es una obra que está aún en plena elaboración y
su parte metafísica se está construyendo. Es por lo que, provisional-
I existencia, la lógica de la naturaleza humana, están determinadas por
estas tres potencias irreductibles unas a otras.
La «lógica de la existencia» consiste en ver cuáles son los lazos
mente, hablaremos de ello bajo la rúbrica del paso de la antropología
que unen estos tres elementos asegurando así la coherencia de la exis-
a la metafísica". Las fuentes de Bruaire son múltiples. Entre las prin-
tencia humana. Salta inmediatamente a la vista que el lenguaje asegura
cipales hay que citar a Hegel ya BlondeL De manera más discreta se
una mediación entre la libertad y el deseo, puesto que tiene en común,
percibe también la influencia de Fessard, de Weil y de Ravaisso . Pero
n con la libertad, la autonomía y la determinación (no la singularidad per-
todo es tomado de una manera nueva en una sistemática muy personal
sonal) y con el deseo, la abertura ilimitada y la coacción anónima (no
y en un estilo completamente original. Como lo que constantemente
la indeterminación obscura). Queda por explicar cómo el lenguaje pue-
tenemos en cuenta es el situar una forma de pensamiento indicando su
de referirse concretamente a la libertad y al deseo, cuando, por su uni-
importancia, sólo expondremos con cierto detalle la primera gran obra
versalidad impersonal, se opone resueltamente a la primera y, por su
reflexividad definida y luminosa, al segundo. La solución sería fácil de
11 El pensamiento de RICOEUR ganaría mucho si fuera fecundado por el de BLON.
encontrar si se pudiera demostrar que el deseo asegura entre el lengua-
DEL. Por eso no podemos sino lamentar la ironía Juera de lugar con que RICOEUR trata,
un poco demasiado olímpicamente, la paciente audacia de BLONDEL, cuando escribe: je y la libertad una mediación comparable a la del lenguaje entre la li-
«Después de todo, la obra de Maurice Blonde! quizás no sea solamente un método de bertad y el deseo. Y exactamente lo mismo en cuanto a la libertad, que
inmanencia, sino también un método de inocencia. Yo tengo a veces la impresión de sería mediadora entre el deseo y el lenguaje. Bruaire toma este camino
que a través de los rodeos de la Eidética, de la Empírica y de la Poética de la voluntad,
apoyándose, en lo que se refiere a la forma lógica del pensamiento, en
se busca una seguridad onerosa que se le da enseguida al maestro de Aix» (Le vOlontaire
el ¡'involontaire, p. 34). Un poco de esta acogida -más exigente de lo que se piensa-
la teoría hegeliana del silogismo tal como la hemos recordado al final
a lo que ya está <dado», es lo que necesitaría el maestro de la. Sorbona. del capítulo, en la Introducción de este libro.
12 Para hacerse una idea de las tesis principales. de BRUAIRE,se leerá su admirable Para mostrar el riesgo de esta lógica, e incluso de esta «silogística»
librito, Le droit de Dieu (París, Aubier, MOntaigne, 1974) que resume e! desarrollo ac- de la existencia, es importante indicar primero a qué dialéctica ruinosa
tual de su filosofía. El vigor y el rigor de esta obra son ejemplares y -hay que recono-
cerlo-- muy raros en el panorama de la filosofía contemporánea. conduce, en cada secuencia, la omisión del término medio. Llamamos
aquí «dialécticas» a las actitudes exclusivas en las que, habiendo orni-
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La vía metafísica
Claude Bruaire

tido una potencia, las otras dos se enfrentan e . .,


tructora donde cada una intenta anexi Inuna contradlcc¡on des- brillantemente con el panlogismo spinozista y sobre todo, hegeliano:
. d· ionarse a Otra El . el sujeto singular no es allí más que el portavoz de la razón universal.
acntu es exclUSIvas es el que procede de 1 di lé ." d pnmer par de
libertad. a ta ecttca el deseo y de la No obstante, se impone una pregunta: ¿cuál es la energía que sirve de
Empezamos por esta dialéctica por 1 lib d motor a la paciente elaboración del sistema absoluto, cuál es el dina-
la existencia humana y porq ue se des ie~~: aa / e.rta es el corazón de mismo que empuja a un individuo a construir el inmenso edificio ló-
s
deseo o, como diría Blondel a la Pl d rrusrna al despertarse al gico en el que se integra y desaparece, sino el del deseo que vuelve a
.,.
frontacion mmediata de la que se h ,vo Unta que quie E
luid 1 1 re. n esta COn- surgir victorioso después de su desposesión y que impide que el pen-
1 . ' a exc UI o e e eme t .
samiento se agote? Nos encontramos ya frente a un último enfrenta-
ogos, se inscriben dos posibilidades: 1) la lib d n o rac~onal del
deseo, subordinada completamente erra es absorbIda en el miento: la dialéctica del lenguaje y del deseo, en la cual, como la li-
. . a una voluntad . .
tana: es la voluntad de poder qu d .1 . cIegamente tOtah- bertad ha sido colocada fuera del juego, el lenguaje y el deseo se en-
ciertos aspectos del pensamiento e PdoNemos¡ hustrar fIlosóficamente Con frentan en una tensión abrupta. De esta dialéctica nacen dos actitudes
., . . e letzsc e y políti
paslOn h¡denana; 2) la libertad que id d I Icamente COn la exclusivas: 1) la primera es aquella en la que la palabra, en lugar de
'
d. e.s:o pueda realizarse, tiende inversamente es requen a e he h buscar una recuperación sistemática del pasado como en el lenguaje es-
a r . e o ~a:a que el
uucranva soberana: tenemos entonc I f 1 h educir este ultI~o a su peculativo, tiende a anexionarse el impulso indeterminado del deseo ha-
, 1 es e a so umanz5mo cia el futuro dentro de un lenguaje profético y mágico que piensa po-
gun e cual la libertad es d - d 1 d .
uena e eseo o ta b' . sartnano se-
el final de la reducción la doctri hi du¡ m I~n, SI vamos hasta der captar el deseo, dominar la historia venidera y transformar el mun-
id . . ,nna In uista y bud 1 do únicamente con el poder teórico (profecía) o práctico (magia) de la
leal SUICIdaen una libertad ab t t . rsta que co Oca su
cuado todo dinamismo de la v;l~~~ad. I~~~:r~nte, de la que.se ha eva- palabra. Pero, al querer recuperar el deseo, el lenguaje termina por en-
del deseo que la mueve la ll·bertad .. e su substancia, cortada cerrarse en el esoterismo de un gesto misterioso e inefable de manera
. ,exangue ya no p d f .
gu 1andad abstracta más que el. . ue e a rrrnar su sin- que, por una inversión que comienza a parecemos familiar, la palabra
ra
sujeto cuya libertad ya no estáne: cPoun ~~Iversallldad dIel l.enguaje. El se ha convertido en la presa del deseo obscuro que había querido
. . exion Con o rea af 1 anexionarse: 2) es la segunda actitud exclusiva, la que conduce al este-
menos su mtenoridad vacía cuando habl El 1 .' irma por o
excluido, reaparece e introduce así una a. engu~Je, que había sido ticismo y a la seducción. En la actitud estética pura, el lenguaje ha que-
de la libertad y del lenguaje e 1 n~eva.~lajectJca, la dialéctica dado reducido a ser el instrumento del querer anónimo, pierde su ri-
~ el lenguaje entablan un enfre:t:~~~t~x~:~~11 o el deseo, la libertad gor lógico para ser únicamente la evocación artística donde la libertad
mudes exclusivas· 1) la primera es II 1 que da lugar a dos ac- del artista es la víctima de la inspiración todopoderosa del deseo. Sin
poderosa, t.iende ~ subordinar la un~~~:sa~i~:d
rana uucianva, Este dominio sobre el b
~;tt la Ii~ertad, todo-
enguaJe a su sobe-
embargo, por muy dionisíaca que sea, la obra de arte lleva siempre el
sello particular del artista, el cual le impone una determinada forma.
juicio según la cual toda verdad tiene ::r f o conduce a .una filo5ofía d:l La libertad, que había sido primeramente evacuada de la dialéctica del
dad del pensamiento y de d . uente en la libre espontans.. lenguaje y del deseo, emerge de nuevo como el acto que da al deseo
d e esto en todas las filosofíassu modernas
acto e Juzgar Se .
u h encuentran eiemplos su efectividad y que, a través del lenguaje, intenta seducir las otras
S? de las significaciones y la esencia mis~: d:tf:n d:p~nder el ~flIver- libertades.
ndad del Yo transcendental e b' d d I g. ~Je de la sIngula_ Al término de esta triple serie de exclusivas contradictorias, lo que
'1 n usque a e a expreston p d ' .
mo. S o o que ;cómo podría el Y h 1 ura e SI rrus- se deduce negativamente de esta parte dialéctica es que la existencia hu-
. , o acer va er su su
s170 argumentando racionalmente y sometiéndose a~remac;a a
sa es de u~ lenguaje que sería idealmente el de un su. as reg as uOlver~
=
ía ab I
lita mana sólo escapará a estos sucesivos atolladeros si sus potencias cons-
titutivas, en lugar de enfrentarse abstractamente dos contra dos, se ar-
pues, la primera actitud exclusiva se invierte e Jeto absoluto? ASI ticulan en tres silogismos en el que cada término asegure, por turno,
u
gunda actitud exclusiva es aquella en la que la 17b: tC~ntrant= 2) et:a se- la mediación concreta de los otros dos. La lógica compleja de la exis-
r tencia impone así la constitución de tres secuencias, donde el exclusi-
tificarse Con un discurso absoluto: es la voluntad a se ec Ips~la iden-
de sistema lustrada vismo de las dialécticas precedentes desaparezca con la presencia de un
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Claude Bruaire
La vía metafísica
. . h ' 1 silogismo de!
ndo silo ismo de la existencia umana sera e . '
término medio que garantiza la relación armoniosa de los extremos gra- Elsegur r ~l deseo a la libertad: lenguaje-deseo-lzbertad, ln-
cias a las determinaciones contrastadas que él tiene en común con ellos. lenguaje unido p~. d con la libertad, el lenguaje está condenado
Este es el alcance de la parte especulativa de la obra. medlataIn:ente re ac~ona o o a absorberla en un discurso absoluto. La
El primer silogismo de la existencia humana será e! de la libertad a convertirse en su Juguete, lternati P r convenir
unida al deseo por medio de! lenguaje: libertad-Lenguaje-deseo. Con- mediación d~l deseo perm:~e esca~ar ~re:~ ~;~;~:i~:a~ u~ desarrollo
frontada inmediatamente al deseo, la libertad, de manera contradicto- tanto a la uOlversahdad de e~gudaJed'Pla libertad por su necesario es-
¡ · ' la concretltu e ,
ria, debe convenir con él y apoyarse en él para poder probar su ser tota l nano, cor:n0 ~, ea em u' a al sujeto singular a entrar en la
real, y liberarse de él a fin de poder afirmarse precisamente corno li-
I fuerzo de reallzaClon, e! ~~s , P J obliga al verbo lógico a actuali-
bertad. La mediación de! lenguaje, permite superar esta antinomia. Por !¡ verdad transcendente d~ .enguaJe y e! centro de nuestras vidas. Es
e! lenguaje, en efecto, la libertad refleja su autonomía en la inmateria- zarse progresiva e in~~hOlda~e~~e ;~r medio de la palabra, el sentido
lidad de! sentido, al mismo tiempo que se expresa exteriormente y se e! deseo el que nos o 19a a ac ~., 'él uien encarna a la fuerza la in-
1
realiza efectivamente. O en otras palabras, e! lenguaje acomoda uno al ! de nuestra existencia ~ es tam ien . qe to concreto de la existencia.
lid d d I udo en el movuru n
otro la libertad y e! deseo y les une concretamente porque tiene de co- tempora 1 ~ ,~sen es el de la historicidad Y el de la historia. ~on
mún con la primera la reflexividad y la determinación, y con e! segun-
do la perpetua superación de sí y la neutralidad impersonal y objetiva. ~t:~l~~f:o °d:ll~1~E~~di:::r;~ i;:~~i11~¡oS~e1Utli:::~~~~~~;:en~:~~
\ taba en su ternpora la, . 1 h anidad como el conjunto uru-
La libertad ilumina e! deseo y capta su energía a través de la palabra. !

Igualmente, gracias a la palabra, el deseo arranca a la libertad de su sin- su libertad, Con el del lenguaJe, es a um histori .ca sobre la
· do de los hombres la que se expresa en una istorra udm
gularidad y la universaliza. Este primer silogismo es también e! de la f LCa '1' d 1 ue todos y ea a uno cornu-
temporalidad y e! del tiempo. En efecto, la libertad es un absoluto que base de la universahdad de s.en~I,o en e ql l' dad de la liber-
. El 1 'e ensancha mhmtamente a rernpora l ,
se hace cotidianarnenre sin coincidir nunca con la fuerza infinita que mcan, engu,aJ di . , d historicidad. Esta historiCldad [or-
tad dándole asi una Imenslo n e di d ue el
vive en ella, lo mismo que la universalidad del lenguaje tampoco se da 1 1 llegará a ser historia concreta en la me I a en q
nunca totalmente a la manera de un discurso absoluto. Ella permanece ma o est~uctura . ismo de conjunto que arrastra a la huma-
tan infinitamente abierta como la ilimitación de! deseo. Por esto es por sujeto se incorpore al dinam .' ulsa vuelve y da nue-
lo que e! hombre existe en e! tiempo, que es así el medio y el obstá-
id d Pero es precisamente el deseo quien imp y l ori '1'
m a . , iento Por eso igual que en e pnmer SIOgLS-
culo de la libre realización de! deseo: obstáculo, puesto que traduce pulso a este movlml. , '1 d
vo l~ libertad sólo se hacía efectiva en el tiempo me uYden ~Isu, tern-
las demoras, que se imponen a la libertad; medio, ya que es el lugar rno, ~ . de! mismo modo, en el segun o, so o ms~r-
de su inscripción activa en la realidad. La libertad humana es, pues, pordalldadh~n el.te~~~a~~, el deseo obtiene una verdad p:opia~ent~ hdls-
temporalidad, o mejor, tiempo, porque la temporalidad designa una es- tan o su rstorici . ue e' erce e! deseo y su dmamlsmo m e-
tructura demasiado puramente inmanente de la subjetividad; ella es tórica. Este, papel miedhl.ador.q erroJanezca siempre abierta y rebelde a
arrastrada en el flujo huidizo de! momento. Dentro de esta perpetua f'uuid o exp 1LCaque a istona p d' cabarla y cerrarla en una f'll 0-
. 1" , ue preten iera a
huida que acongoja la libertad anhelante, el lenguaje va a ejercer su fun- cualquier tota izacron q 1 " 'e ida de otra parte
hi . A o ser que una reve acion \ n
ción mediadora y unificante haciendo posible la memoria. Al reconci- . sojia de la istoria. n d' hi " Pero en este caso
., . 1f dente del everur istorico.
liar en e! presente el pasado y e! futuro, la memoria de! lenguaje per- antlc~pase e m transcen I ía de la historia, Antes de examinar esta
mite un devenir concreto en e! cual el Yo se construye libre me n te sin estana~os frente a una ilia: o,g onsumada de la universalidad del sen-
disolverse en la dispersión del instante. Como medio de comunicación hipótesls de u~a reconCl la~l~ndc lmado al fin por un don de la
universal, el lenguaje no es solamente el lugar de la temporalidad sin- tido con la umversahdad e e~eo, ct osibilidades incluidas en una
gular de la libertad, es también e! espacio en e! que se desarrolla la his- libertad divina, tenemos q~le exp orar a: qPue por medio de la libertad,
toria de la comunidad. El lenguaje se convierte así en la base de un nue- última mediación, la del si oglsmo en e ~ Ideo'
vo silogismo en e! que, por la mediación del deseo, se acoge a la liber- se intenta hace~ la .recondcililació~ del l,en~~~::a ~:rá ;~es' el del deseo
El tercer silogismo e a eXlstenCla
tad de cada uno para dar origen a la historia de todos.
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La vía metafísica Claude Bruaire

unido al lenguaje ~or la !ibertad: deseo-libertad-lenguaje, Abandona_ deseo y de! lenguaje, sólo puede ser realizada por la mediación de una
dos a su Contraste inmediato, e! deseo y el lenguaje sólo tienden libertad. , '
1 . , a es-
e avizarse reciprocamenre. Aun cuando no se determine sino por I -Esta libertad que no puede series relativa, en su existencia ni en su
. '" d a pre-
cisron ngurosa e la palabra, e! deseo trabaja por recuperar estética- potencia, es una libertad absoluta, es Dios, Dios es quien hace que
mente la fU,erza del logos. y lo mismo el lenguaje, aunque sólo se de- nuestra libertad desee la perfección de! saber»!".
s~rrolle actlvame,nte pO,r la ener.gía de! apetito, tiende a la anexión má- O también de una manera más densa:
glc~ del deseo. Solo la hber~ad, Interp~niéndose entre el deseo y ellen- -«Nuestro deseo de lenguaje absoluto supone una libertad que le une
gua~e, es capaz ~e compaginarlos haciendo de mediadora, Sin ella 1
,,1, a la forma universal del discurso,
cla~ldad ~e! sentido quedaría paralizada en una universalidad sin c~n~
tenI~o mle.neras, que el deseo se encerraría en el mutismo de una cor-
,) -N uestra libertad, relativa a esta unión, no puede producida, sino úni-
, camente utilizarla en el ejercicio de la palabra.
poreidad SIn s~Jeto. Gracias a mi libertad singular, yo capto la energía -Esta libertad, mediadora de la relación original entre deseo y pala-
del deseo en mi voluntad y la someto a la exigencia lógica delleng , bra, es pues la libertad absoluta» 15,
y
= bi , '1'
ien, gr~clas a mi ibertad, es como yo pongo en movimiento la
u.D1versahdad Inerte del sentido para imprimirle un dinamismo propor-
uaje.
,

Después de la parte dialéctica dedicada al examen de las a~t1tudes


exclusivas, después de la parte especulativa q~e estable~e la lógica de
cioriado a las :speranzas desmesuradas del deseo, Solo que, si la liber- la existencia y termina en la afirmación de DIOS, Bruaire l!ega a u~a
~a~ es ne~esana para que el des~o se singularice y el lenguaje se realice, parte metafísica orientada hacia la idea del vínculo entre l~ [¡berta~ ~I-
(como, slen~o smgular y no universal, determinante pero no totalizan- vina y la libertad humana. ¿Qué puede esperar nuestra libertad finita
te, puede unir entre sí es~os dos univ,ers~les que la preceden, la englo- de esta libertad divina absoluta en la que reconoce su origen? Bruaire
ba~ ~ la desbord~n? A,qUl, el t,ercer sIlogIsmo se cambia en prueba on- se cuida primeramente de arrancar al concepto ¿e abso!uto la indeter-
tologlca d~ la exrstencia de DIOS. En efe~to, «Ía alianza de! apetito y minación en que querría encerrarle una teología excesivamente nega-
del lenguaje, del deseo y de la mtehgencJa, es más vieja en mí que el tiva, es decir, una teología demasiado unilateral mente c~tdadosa de pre-
uso regul~do qU,e yo pueda hacer de ella"13, Nosotros no hemos in- servar la transcendencia divina sobre la base de negaclOnes. Un abso-
ventado, m la uDlversalidad del lenguaje, ni la energía ilimitada de! de- luto que se define únicamente ~or negaciones termina,lógicamen,te en
seo y, Sin embargo, es un hecho que estos dos universos se anudan en la negación de! Absoluto y, al fin de cuen:as, en e,l atel,smo. Brual,re se
nosotros y ~OS?t:os usamos libremente de sus fuerzas conjuntas sin es- esfuerza por demostrar positivamente la ngurosa identidad ~e la hb~r-
tar ~n el prmcrpio de su asociación, Es que e! lazo que nosotros ac- tad y de la absoluteidad divinas. La ab:oluta transc~~denCla de D,lOs
tuah~amos con nuestra libertad ha sido ya realizado de antemano por no consiste en el vacío negativo de una indeterminación absoluta, SInO
~na libertad absoluta capaz de fundar creativamente la alianza del sen- en la plenitud positiva de una absoluta auto~eterminación. Entonces
tido y del deseo. Bruaire formula con una precisión no común este ar- se hace comprensible que Dios, absol~to :;:,lIbre" pueda entrar en r~-
gumento o,nto!ó,gico sacado de la lógica de la existencia humana: lación con el hombre (libre autodetermmaclon) mientras permanece .Sl,-
-«En e! eJerCICIOde la palabra, el hombre desea alcanzar el verbo multáneamente sin tener nada que ver con él (carácter absoluto): «DiOS
absoluto. conserva el dominio absoluto de sí mismo, su plenitud de independen-
-Ni este deseo, de esencia totalitaria, ni este lenguaje de forma uni- cia, dentro de la relativización que él se da, puesto que él sigue siendo
versal ~u~den ser asociados por nuestra libertad, singular y relativa a el iniciador, el origen y la actualidad de ella»!".
la asociación de ellos,
Sólo que, si Dios puede así, en su libertad. absoluta, entrar en re-
-Esta asocia~ión es pues dada, ofrecida a nuestra libertad para que lación con el hombre y comunicarse con él, tiene que tener algo que
pueda conducir su discurso efectivo.
-Sin embargo, esta asociación, a causa de los caracteres opuestos del
l4 CLAUDE BRUAIRE, l.'affirmation de Dieu, p, 165,
15 Ibid. , P: 166,
IJ CLAUDE BRUAIRE, Le droit de Dieu, p, 132.
16 lbid. p, 223,

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----=:::::::::::;;;;;;;;:=---~--;--._----_. --""-~~._~--------~-

La vía metafísica
Claude Bruaire

decir~e; ~s necesari~ p~es, ~ue Dios sea lenguaje en sí y para sí, por-
El método especulativo de Bruaire nos parece un e~c~lente ejem-
que .SI DIOs no se dice el mismo a sí mismo, tampoco puede hablamos
plo del camino que conduce de la antropología a la me.taflsl~a. Habien-
y, SI no puede hablamos, entonces su libertad no es verdaderamente
absoluta. do comenzado en los atolladeros dialéctico s de la existencia humana,
el pensamiento desemboca en un discu.rso pr?pi~~ente metafísico so-
El hecho de que Dios se diga a sí mismo en la infinitud de su Ver-
bre Dios. En el transcurso del razonanuento filosófico el centro de gra-
bo y de que sea capaz de dirigimos su palabra suprema dilata inrnen-
vedad del pensamiento se ha desplazado: la libertad., enredada rri~ero
samente el ca~po de la esperanza. En el alma humana empieza a nacer
en las contradicciones de su deseo y de su lenguaje, se cambia [inal-
un deseo IIt~ltado, n~ el deseo de ser Dios perdiéndose ávidamente en
mente en espera extática de la palabra libera~ora que podría llegarle
~n absoluto mdetermInad~, sino el deseo de Dios, el que espera de la
desde la libertad divina!", Por otra parte, Bruaire no se contenta, como
libertad y de la palabra divinas la promoción de nuestro lenguaje, y de
tantos otros con indicar el camino; señala todas las etapas y explora
nue~tra autonomla -nunca su aniquilamiento-- y, por ello, el resur-
con mucha ~udacia y rigor el campo metafísico, al cual se abre., ¿ Q~é
~Ir I~cesante de una sed siempre saciada y de nuevo constantemente
será cuando, reemprendiendo con nuevos esfuerzos, la ontologl~ clá-
~nsatlsf~~ha. Desde este .momento, el deseo de Dios desemboca en una
sica, Bruaire, según se lo propone, enriquezca su lógica de la existen-
Invoca~lOn ~ue es humilde demanda de la palabra de Dios. Afirmar
cia con todo el peso de una metafísica del ser? Desde este punto de
qu: I?lOS existe ya no es una simple cuestión teórica, es una actitud
vista el título de su último libro El ser y el espíritu (París, P.U.F.,
prac~lca que consiste en disponerse uno mismo y en disponer la co-
mUOldad. humana a la acogida de su posible palabra. 1983) parece muy prometedor. Además, el camino inaugurado en La
afirmación de Dios ha produ~ido sus frutos en dos obra~ notable~: Pht-
. El dlsc~rso del filósofo se detiene aquí, en el umbral del don gra-
losopbie du corps (París, SeUlI, 1968) y La ratson politique (Pans, Fa-
~UltOde. ~a hb~rtad divina, pues «para colmar la espera y desarrollar la
yard, 1974). No podemos exponer aquí el contenido de est.as obras, ya
l~voc~clOn, DIOS debe. ~evelarse, definir nuestro destino y asegurar la
que nuestra táctica es dar de cada autor el detalle de s~ sl~t~ma sola-
vrctorra del deseo, testificar que el amor, y el sacrificio que él implica,
mente en la medida necesaria para poder comprender el significado for-
tnunfa, demostrar desde este punto de vista la derrota de la muerte
mal de su pensamiento. Así pues, no haremos más que indicar la si-
Aqu~ '" se puede p.ro~oner nin?ún recurso intelectual, ninguna de~
ducción puede s.~bstltU1r a la ~~nlda de Dios,,I7. Por esto, inspirándo- tuación especulativa de los últimos ~rabaj?s. . ,
Desplegando «la lógica de la existencia», el fIlos.ofo d~senmascara
se en la conclusión de La Amon de 1893 y confirmando así la simili-
las dialécticas ruinosas en las que se pervertía la existencia humana.e
tud de su pensamiento con el de Blondel, Bruaire termina el discurso
indica positivamente, en los tres silogismos de la libertad, del lenguaje
metafísic? con la afirmación siguiente, que hace eco al «Es» del rnaes-
~ro ~e Aix: «Al terminar el discurso filosófico y situándonos fuera de y del deseo, las cond!ciones lógicas .que la hacen coherente y la abren
a la afirmación de DIOS y a la acogida de su don eventual. Pero, con
el, dlgan:~s que este lenguaje de Dios, que es Dios en persona, nos es
esto el filósofo no hace aún más que manifestar el diseño abstracto de
dado, inicialmente y para desplegarse por medio del Espíritu, a través
la existencia humana. Concretamente, ésta es la existencia de una li-
de la comunidad que él inspira dentro de la historia, en }esucristo» 18.
bertad que desea y que habla, unida orgánicamente al orden natural
del cuerpo, e incluso del cuerpo individual, ordenado al ~bsurdo d~ la
17 Ibid., p. 283. muerte. Concretamente, es también la existencia de una libertad unida
económica y socialmente a otras libertades ~, .por ello, entregada a las
. 18 Ibid. Del mismo modo, después de haber establecido filosóficamente la nece-
sidad de la h~pótesiJ ~e lo sobrenatural, Blondel concluía La Acción en estos términos: contingencias del orden político. No es s.uflclent~, con pron:over una
«Pero, SI esta perrnitido añadir una palabra, una sola, que sobrepase el dominio de la lógica general de la existencia, es necesa:1O tamb~e~ determinar, muy
cl.encla humana y la competencia de la filosofía, la única palabra capaz, frente al cristia- concretamente, las condiciones de una existencia lógica, tanto en el pla-
nrsmo, ~e expresar esta parte, la m.eior, de la certidumbre que no puede ser comunicada
porque umcarnenre surge de la Intimidad de la acción completamente personal una pa.
labra que sea ella misma una acción, hay que decir: Es» (p. 492). ' •• Empleamos el adjetivo «extático» en el sentido de «descentrado de sí y vuelto
hacia la libertad de otro».

272
273
I
La vía metafísica
Martin Heidegger

no d~1 cue~p.o y de su destino como en el de la vida social y sus exi-


gencIas poltucas. Este es e! doble fin pretendido por Bruaire en su d
s 1. Heidegger y la escucha del ser como verdad

I
grandes obras, Filosofía del c.uerpo y La razón política. Al hacer :St:
nuestro autor no prolonga sImplemente la lógica de la existencia ~ Al tratar de los existenciales, en la teología de Bultmann, hemos
puesta en La afirmación de Dios; Bruaire elabora una verdadera ex
I ' di" «on- aludido ya a algunos aspectos del pensamiento de Heidegger. .Cuando
e sUJe~o», e~ decir, una reflexión sobre el estatuto concreto,

I
to ogia expongamos la metafísica tornista del ser y la fi!osofía de Levtn~s. ten-
propIamente existencial, de la existencia humana en su substancialidad dremos la ocasión de discutir de cerca vanas tests centrales del filósofo
personal y en su realidad social e histórica. Por este medio, Bruaire
pone las bases de una ontología general, es decir, de una metafísica del r de la Selva Negra. Por eso, aquí nos limitaremos
líneas maestras del pensamiento heideggeriano ".
a trazar las grandes
.
ser. -y no solamente de una antropología- de la cual sus trabajos ul- Heidegger (1889-1976) es el pensador del ser por excelencia; se po-
tenores nos entregarán el contenido. ¡Que e! esbozo que hemos h h
aqul
í d .
e sus pnmeras obras baste para abrimos el apetiro-?í
ec o 1j dría decir que el único tema de su filosofía es e! de la diierencia ?nto-
lógica, es decir, la diferencia entre e! ser y ~l ente. En el pe~~amlento
J diario, lo mismo que en el técnico, apenas SI prestamo~ .atenclo~ a otra
1 cosa que a los entes que intentamos comprender y utilizar, olvldand?
B. Los caminos de la metafísica
j la pregunta decisiva: ¿Por qué hay algo en vez de nada? La .m~yo.na
I de las veces nos parecemos a paseantes que contemplan un paIsaje nco
. ~o propio d~ la ví~ metafísica en filosofía es que no es sensible t en formas y colores sin pensar nunca en la luz que le baña y que p~r-
principalmenre ni en pnmer lugar a la objetividad de! mundo natural
rnite la aparición de esta riqueza. Vivimos en un universo de cosas .Slg-
e hls~onco ~ue.la rodea, ni a la intimidad subjetiva del espíritu huma-
¡ nificantes que intentamos abarcar y explotar, pero no n~s maravilla-
n.o, SInO mas bien al carácter a.bsolu.to, transcendente dellogos, es de-
! mos de lo que, absolutamente hablando, allí haya de sentido en gene~
cI.r, d~ todo aquello cuyo sentido viene de más allá del cosmos, de la ral. Ahora bien, los entes se revelan, no permanecen encerrados en SI
1
hlstona. o de la l~bertad, como lo bello, lo verdadero, el bien, el ser, e! mismos en una especie de obscurecimiento onrológico impenetrable,
?t:~, DIOS. Las ftlosofías de Paul Ricoeur y de Claude Bruaire nos han
lntCI,ad~ en este cambio t~)(al I~berad?r, que descentra el pensamiento
I se manifiestan en el campo generosamente abierto del sentido, en el ho-
rizonte luminoso de la verdad. Heidegger se esfuerza por hacer que el
d~ SI rrnsmo y de su ambiente Inmediato para convertirlo al reconoci-
hombre contemporáneo preste atención a este misterio .~senc~al, pero
~le~to de un.ra-aquí que da sentido al mundo y que precede toda ini- constantemente olvidado. Entiende por «ser» la revelación misma del
ciativa de la libertad.
ente el fondo de sentido en el que se destaca toda realidad particular
. E:te nuevo campo del pensamiento puede ser explorado en varias significante. Y lo mismo que la luz no es un ?bjet? iluminado, así el
dl;ecclOnes. Nosotros nos contentaremos con tomar tres de estos «ca- horizonte del sentido no es una cosa del sentido nr el ser es un ente,
mInOS de la metafísica». El de Heidegger, vuelto hacia la escucha del
ni siquiera la suma de los entes. El ser no es una co.s~ ,verdadera;.es,
ser como verdad, e! de Levinas, orientado hacia la transcendencia del
más bien, el hecho mismo de la verdad. Con la condición de que esta
rostro .del prójimo y el del pensamiento rornista, en admiración ante
no sea comprendida escolarmente, como la adecua~ión recíproca de la
la plenitud del acto de ser.
inteligencia y de la cosa entendida, sino, en el sentido gnego de la p~-
labra, como «alétheiá», es decir, precIsamente como «des-velar» (a-le-
theia).

20 Se encontra.rá un~ breve presentación de las tesis principales de la Filosofía del


21 Para una rápida iniciación al pensamiento de HEIDEGGER se podrá leer MAURI-
cuerpo y de La. razon poliuca en la obra de síntesis mencionada en la nota 12, Le droit
CE CORVEZ, La philosophie de Heider..ger, Parí~, Py.F., 1966. Del mismo HEI~EGGER
de D~eu~ especialmenre en las páginas 134-151. Recomendamos vivamente la lectura de
este. librito, se leerá con cierta facilidad De l'essence.de la vente en QuestlOn5 1 y Lettre sur I huma-
nisme en Question5 IlI, París, Gallimard.

274
275
._----_._-~~-~._-~--- _.- -

La vía metafísica
Emmanuel Levinas

¿Cuál será el puesto del hombre en su relación con el ser? En con- su manifestación y de su ocultamiento en e! ente que él no es y que
tra de jean-Paul Sartre, que declaraba que, con el existencialismo, nos le oculta, pero sin e! cual no podría tampoco revelarse como se~6.
encontramos
. en un mundo donde lo primero es el hombre/? , H elid eg- Estos pocos rasgos bastarán para describir el ambiente «metafísi-
ger a f irma resueltamente que, con la idea del ser, estamos en un mun- co» del pensamiento de Heidegger, aunque él desconfía de este térmi-
do donde hay primero el ser23. Desde ese momento el hombre no se no, al cual vincula como vamos a ver un temible olvido de! ser. Según
comprenderá como señor de! sentido y dueño de la verdad sino ' nuestra propia terminología, calificamos de «metafísico» e! método hei-
bi , , mas
ren, para decirlo con la misma expresión admirable de Heidegge deggeriano porque, precisamente, descentra al hombre hacia un más-
24 r,
co~o "pastor d ~l se~» : ~s cierto que e! pastor va a la cabeza de! re- allá de su subjetividad y de su libertad. La exposición de las ideas me-
bano, es su concle~~la v~g¡)a~te y. su guardián ilustrado. Pero e! pastor tafísicas de Levinas y de Tomás de Aquino nos dará la ocasión de vol-
no asun:e est~ funclO~ directiva SI no es para servir al rebaño y atender ver sobre la actitud heideggeriana y de apreciar simultáneamente su
a sus exigencias esenciales. El hombre es así e! pastor del ser. Es el úni- grandeza y sus límites.
co ente ~n el que la ver~ad del ser se ilumina espiritualmente, y, en
est~ sentido, se le ha confiado la conducta del ser, la custodia de su mis-
teno. ~o para que se erij~ en soberano propietario de! ser y de su ver- 2. Levinas y la transcendencia de! rostro del otro
d.ad, SInOpara que, despojado de sí mismo, permanezca, en la obedien-
CIa, a la escucha de la verdad del ser25. La mayoría de los hombres hacen metafísica sin saberlo, lo mis-
Este descentramiento del hombre hacia e! ser se ha acentuado mo que, en Moliere, Monsieur Jourdain se expresaba en prosa y no lo
medida que se. afirmaba la originalidad del pensamiento heideggeriano~ sabía. Son particularmente metafísicos cuando tienen un verdadero sen- .
I?esde el c~mlenzo, de,sde su primera gran obra de 1927, El ser y el tido de la alteridad del otro, aunque esta aprehensión sigue siendo in-
tiempo, Heidegger habla elaborado una analítica existencial del ser-a- tuitiva y no esté casi nunca formulada. Efectivamente, en la medida en
llí, es dec,ir,. un examen de. la existencia humana como lugar de! ser, que e! otro exige que se respete su alteridad, impide que nos encerre-
pero era ~ntcamente con vistas a la cuestión de! ser, a una ontología. mos en un acercamiento puramente cosmológico o antropológico y
Queda, SIn embargo, que en esta época e! problema esencial de la di- nos empuja así a abrimos a una cercanía metafísica. El otro hombre
ferencia ontológica es abordado a partir del ser-allí y, por lo mismo, es, como cualquier ente, un ser del mundo: tiene su origen biológico,
~obre e! ~undamento de lo que tenemos que llamar una antropología, una inserción social determinada, es ciudadano de un Estado, etc. Bajo
incluso SI se trata de una antrop.ología muy poco anrropocéntrica, pues- este aspecto, puede ser abordado cosmológicamente, es decir, desde un
to ~ue e! hombre es comprendido, de entrada, como transcendiéndose punto de vista natural o histórico. Sin embargo, si se le respeta verda-
hacia el ser. Al avanzar, Heidegger subrayará e incluso endurecerá cada deramente en sí mismo, como persona, e! prójimo no puede quedar re-
vez más la tendencia no humanista (j No decimos «antihumanistas l) de ducido a este aspecto cosmológico. Es más que una pieza del mundo;
s~ pensamiento. lnsisti~á sobre la «vuelta de campana» (Kehre) me- es, por su libertad personal, un ser único e irreemplazable, él es él mis-
dla~te.l~ cual e! pensamiento abandona decididamente e! terreno de la mo. De la misma manera, el otro hombre despierta en mí una reso-
subjetividad para dedicarse pura y simplemente al acontecimiento del nancia, viene a llenar ciertas esperanzas de mi libertad o a darme ra-
ser como tal en su diferencia ontológica con el ente, en la paradoja de zones para vivir. Lo que él significa para mí tiene manifiestamente un
aspecto antropológico, perfectamente legítimo. Sin embargo, si yo le
amo de verdad, el otro es siempre más que un estimulante de mi li-
p.36.
22 CL ]EAN-PAUL SARTRE,L'existentialisme est un humanisme
'
París Nagel 1968
, , ,
bertad o que un instrumento de mi realización, él es, por encima de
cualquier reducción antropológica, aquel que merece ser amado en sí
~: Cf: M. HEIDEGGER, Lettre sur l'bumanisme (Questions nI) p. 106.
Ibid., p. 101 r 119.
25 .Hay que señalar el juego de palabras entre «escuchar» (audire en latín, horen
26 Sobre este tema de la «vuelta», d. especialmente los dos artículos de HEIDEG-
en aleman) y «obedecer>' (oboedire, gehoren).
GER, De l'essence de la oérué (1943) y Lettre sur l'humanisme (1947).

276
277
La vía metafísica Emmanuel Levinas

~ismo y por sí m~smo, senci,lIame~te por ser él. ¿Qué quiere decir est teridad inmanente, excluye, por otra parte, un verdadero alter ego, un
SITIOque el otr~ tiene una dlme~sló~ metafisic«; puesto que hay en ~ otro que sea radicalmente otro hasta e~ punto de s<:r '". «yo" a,utóno-
algo que transCIende toda aproxrmacior¡ cosmológica o antrop l' , mo, El ideal de la totalidad continúa Siendo la realización de SI por la
I 'd" o oglca,
a go que viene e mas leJOS que de! mundo o de mi Il'b d' interiorización del otro dentro de lo mismo.
N' Ingun
, filo f
laso o contemporáneo ha subrayado tanto esta
erta '
. La mayoría de las veces, el pensamiento, fil?sófico asocia el con-
, del nróii d presen-
cia e projimo, ent~o de la metafísica, como Emmanuel Levinas. D'- cepto del infinito al de totalidad: se busca e!1~fmlto en el o~den de la
C?O con ~uestra termmolo~ía, s~ intuición central es que el otro no ~s más englobante rotalización posible, Para Levinas, al contrario, el ver-
ru un objeto del mundo, ru un ITIstrumento de mi necesidad sino '1 dadero concepto de infinito no es de! mismo orden, procede de otra
. lib '
mismo», una I ertad que se revela a partir de sí misma y que exi e
«e
fuente y presupone precisamente una ruptur~ ~e la totalIdad: El ver-.
ser respetada. Veamos esto más de cerca. ' g dadero infinito se manifestará en un acontecrrruento que hara estallar
, ,Levinas' (nacido en 1905) es ,u~ pensador francés de origen judío, e! círculo de la interioridad egológica. Este acontecimiento único, ra-
dl~c~pulo de Husserl: ~u obra mas Importante sigue siendo la que pu- dicalmente nuevo con relación a la totalidad, se produce en una expe-
blicó en 1961: Totalité et Jnfm~, Essai sur l'extériorité (La Haye, Nij- riencia absoluta que es, según Levinas, «la epifanía de! rostro", es de-
hoff). P.odemos esbo~ar sumanamente su pensamiento filosófico can cir, la aparición (epifanía, en griego) del otro como rostro al desnudo,
~n, s<:ncllIo cO,m~ntano de las tres palabras claves de! libro: totalidad, Esto es, efectivamente, un acontecimiento incomparable. Pues, cuando
infinito, exterioridad (o transcendencia), el otro se revela tal como él es, aparece como completamente otro,
El término totalidad tiene en Levinas una connotación peyorari- como aquel que se niega a que le encierren en ~l círc~l,o de lo mismo.
, '1 d 1
va, se trata, segun e, e una categoría ego lógica, es decir, centrada en Es lo que resplandece principalmente en la manifestación de s,u rostro.
e! yo, en I~ cual se expresa el esfuerzo del sujeto por afirmarse a sí mis- En efecto en su misma desnudez, en la pobreza de esas facciones su-
mo .. EfectIvament,e, la voluntad de poder induce a la conciencia de sí yas física~ente insignificantes, e! rostro d<:1otro es una especie ~e in-
a afirmarse e!la ~Isma tota~izando todo en función y alrededor del yo. terpelación absoluta que se expresa emment,eme~te en Ja mirada.
En esta perspectI,va egológica, el otro sólo es el marco de! yo, un ele- Encontrar una mirada es encontrar una eXIgenCia que Irrumpe en
mento de la t?tahdad en la cual el yo se afirma y se encuentra a sí mis- e! ghetto de mi suficiencia, que rompe el cerco de la total~dad. Yo, pue-
n:o. El o.tro tiene su puesto en una filosofía de la totalidad, pero, como do adicionar objetos como a mí me parezca, puedo totalizarlos S10 re-
d.lce Levl~as, e~ tomado y comprendido dentro de lo «mismo», es de- sistencia, pero la mirada de otro es algo distinto de una cosa ~ se re-
CIr, ~n la identidad de! yo. El prójimo se convierte de este modo en siste a ser encerrado en e! horizonte objetivo que proyecta mi yo, es
un Simple, mon:ento de mí mismo, aquel a quien yo totalizo con miras como un relámpago inasequible que rasga la bóveda englobante de la
a la cOlTIcldencIa perfecta conmigo mismo, totalidad ego lógica. Levinas .ha dedicado páginas ?~llís~~as a la des-
~l ideali~mo al~~án ~y especialmente el sistema hegelian~ cripción de la completa altendad ~e! r?stro del. ~roJ1mo,' .
constrtuve la I1ustraclOn mas contundente de una filosofía de la totali- El carácter único de esta expenenCla se manifiesta mas preCisamen-
~ad. ~demás, Hege!, en el Prefacio de la Fenomenología del Espíritu, te al presentarse e! fenómeno del rostro como la aparición de una sig-
(no afirma que «lo verdadero es el todo» (das Wahre ist das Ganze)2 nificación sin contexto, Cualquier objeto del mundo está situado en
En efecto, en el sistema absoluto de Hege!, todo encuentra su sitio has- un contexto formado por otros objetos y sólo tiene sentido <:n rela-
ta la n:ás p~ofunda alteridad, pero dentro de lo Mismo y como ~edio ción con este contexto; en cambio, el rostro del otro -y espeClal~en-
de su Identidad ~onc:eta consigo, Por eso, el Lagos hegeliano sólo es te su mirada- sólo puede explicarse por sí mismo, Es una especie de
v,erd~d~rament~ <:1m~smo cuando incluye, en sí la naturaleza yel espí- comienzo primordial. Levinas expresa esta suficiencia del rostro con
ntu ftlll:O., L,o finito tiene su puesto en e! Sistema, pero únicamente den- un término técnico de la filosofía de Aristóteles: el rostro es kath' au-
tro del inhnito que lo totaliza, él es ese «finito» de quien el «infinito» to, vale «por sí mismo», independientemente de cualquier actitud que
n,ecesIta para ser concretamente «in-finito» negándole. Así pues, si e!
sistema egológico de la totalidad puede acoger en sí una especie de al- 27 Cf. sobre todo Totalicé et infini, pp, 168-195,

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La vía metafísica
Ernmanuel Levinas

~odríamos haber tomado para con él. Todo objeto mundano se mani-
fiesta en la luz prestada, que le llega de otra parte, mientras que el ser imagen tallada de Dios. Dios no puede ser encerrado e~ una i.magen
de! rostro brilla Con su propia luz. undana no se muestra más que por su huella. De ahí la dificultad
Esta experiencia del verdadero infinito es una experiencia esencial_ ;e conciliar la filosofía de Levinas con el cristianismo, en. e! cual el res-
mente m?ral o ética. El otro, al mirarme, me interpela. sus ojos me pre- eto absoluto de la transcendencia divina va unido a la Idea de !a en-
guntan SI yo voy a respetarle en su alteridad o a tratarle como una ~arnación que discierne en una existencia his~ó~ica la ~resencla ~el
cosa. En este sentido, e! rostro del otro se presenta como interroga_ Completamente Otro, aunque sea ~,na prese~cla irreductible a la his-
ción, e incluso co~o juicio: m.e cuestiona COn todo lo que yo soy y toria como lo testifica la resurrección de Jesus. .
ten~o y, con un CI~rtO ascendIente, me convoca a mis obligaciones, Según Levinas, a todas las filosofías egoló~cas de la totaltda? les
me Interpela y me Juzga. Es trascendente y anuncia al Trascendente. falta, necesariamente, la verdadera transcendencia, puesto que su. Ideal
Vamos a aclarar ahora este aspecto de trascendencia o de exterio- es siempre, de una manera o de otra, la reducción del Otro al ~Ismo.
ridad. Es el caso de todas las filosofías idealistas que, desd~ Ka~t, estan ba-
sadas en el Yo y reducen así la alteridad del otro a la identidad de! Yo,
~n ~l cara a cara de la epifanía de! rostro, e! ser se presenta como
extenondad o transcen.dencia. El rostro es exterior en e! sentido de que aunque sea el Yo transcende~tal e in.cluso el Yo. absoluto en "". del
no puede ser reabsorbido en e! círculo egológico de la interioridad. El Yo empírico. Como hemos Visto, el sistema .hegel~ano es la me!or Ilus-
prójimo es transcendente porque de antemano, se sitúa fuera del al- tración de esta tendencia a recuperar toda distancia, toda alter.ldad, .en
cance de cualquier te~ta.tiva de recup~ración en la totalidad cerrada por la inmanencia del infinito comprendido como totalidad. El existencia-
e! yo. Por esta exterioridad irreducribl-, e! rostro del otro me remite lismo sartriano va en la misma dirección ya que, a fin de cuencas, e~
a la transcendencia de! Transcendente. En la irrupción visible de su otro no es allí más que e! testigo, el espectador,! e! revelador de mi
transcendencia se manifiesta la transcendencia de! Completamente-O_ libre compromiso y así está reducido al papel de. mstru~ento y de g~-
tro, de! Invisible, de Dios. El prójimo, precisa Levinas, es la «huella» rante de mi libertad. Por eso, se comprende bien la VIOlenta OPOSI-
de! Completamente-Otr0 •
28
Su rostro es como e! vano que deja trans- ción de Levinas al idealismo alemán y al existencialismo antropocén-
parentarse al Transcendente sin cogerle en la inmanencia. En efecto tnco. 1 . .
¿ q ~é es. una huella sino la presencia, ya pasada, de alguien qUE'no está Ni siquiera la idea heideggeriana del ser pu~de colmar a. eXIgenc~a
alJ¡~ MIentras que e! efecto es homogéneo con la causa que lo ha pro- ética presentada por Levinas. .Cierta~ente, lo ml:~o que Levinas, Hel-
ducido y se sitúa en el mismo mundo que ella, la huella remite a una degger es, según nuestra terminología, un «met~f¡slco»,pues~o que des-
presencia ausente, a alguien que se ha retirado ya del mundo, que se centra al hombre de sí mismo y lo vuelve hacia un mas alla de! m~n-
ha absuelto de él y que es así «ab-soluto». El Transcendente se ha re- do, de los entes y de su propia libertad. Sólo que la transcend~ncla a
tirado ya, en su infinitud absoluta y es solamente en su huella, en la la que Heidegger abre el ser-allí es solamente la de! ser en. su d~fe~en-
huella del Completamente-Otro, donde brilla la alteridad del rostro. cia ontológica con el ente. Se trata de una transcendenc~a a~onIm~,
La a~teridad de otro hombre es así propiamente metafísica, puesto que puesto que la luz del ser heideggeriano no es la luz d.e nadie, SInO mas
refleja la alteridad única de Aque! que no pertenece ni al mundo ni a bien la de una iluminación impersonal, la de un horizonte neutro. Es
mi libertad: Dios. por lo que Levinas denuncia con ra~ón la ausenc~a ~~ una verdadera
Se observará aquí cómo el pensamiento de Levinas está marcado dimensión ética en la filosofía de Heidegger. ¿Que SItIOpuede ocupar
por el judaísmo. El hecho de que e! Completamente-Otro sólo se haga la moral en un pensamiento dominado por un lagos que n~ es la pa-
presente por una huella, el rostro del otro -de! extraño- que hay que labra de nadie? Bajo este punto de vista, lo sagrado en ~elde~ger es
respetar, alude a la prohibición veterotestamentaria de fabricarse una fundamentalmente pagano y los dioses que invoca SO? dioses sin ros-
tro, dioses impersonales «que tienen ojos y n~ ven, o:e¡as y no oyen __.»,
28 EMMANUEL LEVINAS, Humanisme de Í'autre homme, Montpellier, Fats morga-
dioses, que no podemos invocar. La Idea heldegge~lana del ser hunde
na, 1972, pp. 57-63. de nuevo la relación del mismo al otro en e! anonimato a~oral de la
totalidad. El ser no se produce como la exigencia ética nacida del ros-
280
281
La vía metafísica
El misterio del ser

tro del prójimo, sino Como la interpelación éticameme .


dad como hOrIzonte impersonal de la revel " d 1 neutra de la Ver- su misma proximidad, el otro me interpela con una alteza que refleja
ger a b re el ser-a lIí' a una transcendenci acion e os ent es, H·eldeg_ religiosamente la total alteridad del Altísimo,
di id d f' a, pero a una transce d ' Tendremos ocasión de matizar algunos aspectos de! pensamiento
Igm a es inalrnenre menor que la d l h b n encla Cuya
una verdadera e irreductible alteridad e orn re y que no es para él de Levinas en el transcurso de la exposición, Por el momento, basta
teridad del ser y no la alteridad ab lu puesto que es solamente la al- con haber ilustrado, gracias a su filosofía, un segundo gran camino de
Según L' , l so utamente Otra del Otro la metafísica, e! que descubre en el prójimo una palabra que viene de
evinas, SI a mayor parte ti 1 fI f '
alcanzan el verdadero concepto de t 'e .nd I o~o las occidentales no más lejos que el mundo y de más-allá de mi libertad, Nos queda por
d d ., ranscen encia es p descubrir -y ésta vez más extensamente- una última actitud filosó-
e to o, continúan siendo filosofías de la i iorid orque, a pesar
a mtenon ad d d 1 fica con aires decididamente metafísicos, la que ilustra maravillosamen-
~o e~ ver d ad eramente reconocido en su 1 id d . ' on e e Otro
identidad del mismo Esta d ' , d la ten a sino redUCido a la te bien la contemplación tornista del acto de ser..
, re UCClOn e a alt id d ' ,
que el otro se presenta al mismo co l té e:I a se manIfIesta en
de una necesidad y no de un deseo ~o e ~~rmmo de u,na carencia o
(adora, busca siempre satisfacerse a's' ~ra lebn,labnecesldad es asimi- 3, La admiración tornista ante el acto de ser
A'SI, e 1 h arnbre es una necesidad d I rnrsrna id
a Sor iend l
o a Otro en sí. j
e corru a que se l l' Querríamos dar aquí las líneas maestras de un camino metafísico
mentas que transformo en mi ' b ' ca ma con os all- 1
, d propia su stancia Ha d 1 1. centrado sobre la admiración ante el acto de ser. Volveremos a encon-
rruno e una necesidad es reducirle Ió .' cer e otro el tér-
, , l' cosmo oglcamem b di trar, aunque en un registro diferente, algunos temas ya esbozados a
rmperra isrno totalitario del yo S ' L' . e, su or marle al
verdaderamente en su alteridad' egun devmas, SI ,el ~tro es respetado propósito de Heidegger. Ciertamente, nuestra exposición se inspirará
id d'
' l
"
SI a , sino umcamenrz- de un d
, no pue e ser el termino d
eseo.
El d
eseo es res
e una nece- 1 en los grandes textos metafísicos de Tomás de Aquino sobre el ser. Sin
h acia e otro por él mismo si l petuoso, se vuelve embargo, será esencialmente una relectura en la que se tenga en cuenta
mp
cado en sí y por sí mismo' N ernente ~~rque vale la pena de ser bus- las interrogaciones metafísicas del pensamiento contemporáneo, Es de-
' o es posesivids.í ac d '
d a d generosa, y lejos de d iauad apara ora, sino bon- cir, concederemos un amplio espacio a la especulación metafísica ela-
que ar apacigua o e bi
cede con la necesidad el d hace vi on su o Jeto, Como su- borada en el ambiente neo-tomista. Sabemos que, a instancias del Papa
, eseo se ace siernp
cara con el otro, re mayor en un cara a León XIII, a fines del siglo pasado, muchos pensadores católicos han
Sólo habrá verdadera transcend ' '1 ', ' intentado vigorizar el pensamiento filosófico restableciendo la potente
tre e! SÍ-mismo y el otro evita d encllla SI a relaclon mstaurada en- síntesis de Santo Tomás, La corriente neoromista ha tomado, según los
' os esco os' e! de Id" d I
a 1 mismo (como en el idealismo) el de la f "
a re ~cclOn e otro países, diversas orientaciones, En Francia, por ejemplo, ha quedado
(como en algunas místicas orien~les d USIOr:de! mismo en el otro muy estrictamente ligada a la letra del Tomás del siglo XIII, En Bélgi-
verse en el Uno-Todo) L d d ' on,de el Ideal de! yo es disol- ca, con la obra del P. Maréchal, se ha desarrollado como un diálogo
' a ver a era actitur] e ( f'
d os términos en su separación or medio de s a ~~e Con rrrna los con el pensamiento crítico de Kant. Pero ha sido en Alemania, sobre
Esto recue,rda e! tema, tan queri~o de Teilhard l~ relaclO~ que los un~, todo, donde el neotornismo ha dado prueba de una amplia apertura in-
dad que diferencia» Esta unid d ' e Chardm, de «la UOl- telectual y de una auténtica fuerza especulativa, El pensamiento de To-
, 'a no es Il l recu '- i di ,
sino promoción recíproca de los dos térrni perac~on ru isolución, más es constantemente confrontado con el de los gigantes de la filo-
se la llame «religión", designando con ellommtt Levmas propone que sofía moderna y contemporánea: Kant, Hegel y Heidegger. ASÍ, en-
tre el Mismo y e! Otro' " «e azo que se establece en- contraremos en j.B. Lotz y en Karl Rahner un tomismo de aire kan-
" - ' srn constituir una toralid d,,29 L '
1a re 1rgion se realiza en la e 'f - d la, a esencia de tiano, pero con algunos pinceladas heideggerianas, mientras que el to-
-' P! ama e rostro corn did
C h o enco en e! que se abre al hombre 1 d' p,r:n I a co~~ un he- mismo de Gustav Siewerth y de Ferdinand Ulrich está más marcado
a imension de lo divino. En por una discusión con Hegel y Heidegger. La exposición siguiente hará
29 E eco especialmente a las tesis de Siewerth y de Ulrich, Se inspirará tam-
MMANUEL LEVINAS, Totalité el lnfim, p. 10.
bién, pero con una cierta libertad, en la bella síntesis metafísica bos-
282
283
La vía metafísica
El misterio del ser

quejada por Hans-Urs von Balthasar en la misma lí


to de Siewerth y de Ulrich '", mea del pensamien_ primera vez, se hace esta pregunta decisiva. Se puede intentar respon-
der cosmológicamente a la interrogación explicando el propio origen
en un plano biológico a partir de! ejercicio objetivo de la reproduc-
ción. Desde este punto de vista, el por qué de mi existencia se halla en
el encuentro de un óvulo y de un espermatozoide. Pero es evidente
Como ya decía Aristóteles, la metafísica empieza 1
y H~ld~gger, al principio de su Introducción a la me c~n e ~so~bro, que si así queda explicada la existencia de un organismo, no podemos
a L,elbmz, escribe que la cuestión fundamental de la ~afis~:a: siguiendo basar en ello la existencia de un «yo», de una conciencia, pues la inte-
que hay-entes en vez de no haber nada) 31 E eta ISlca es: ¿por rioridad única de un yo no puede justificarse nunca por un proceso ob-
y última del asombro filosófico: marav¡j¡~r;e ;;a ~se1; forma ori?inal jetivo en tercera persona. Y, sobre todo, ¿cómo este organismo es pre-
q cisamente «e! mío»? ¿Qué es lo que justifica que en la inmensa lotería
e~ vez de no existir y preguntarse por qué existen Est:s COsas existan
ptamente metafísica es de una profundid d ' pregunta pro- de la reproducción, sea «yo» quien exista en vez de otro? Yo me veo
, ' I a enorme aunque P a mi mismo como un ser único, irreemplazable, por decirlo así, pero,
tros espmtus marcados por el métod ' 'f" ara nues-
bi 1 o cienn ICOy por el tili ' en el plano de una explicación biológica, todo me dice que, en mi lu-
arn lenta, sea desconcertante E 1 ida cor-i , u I Itansmo
lb' , ' n a VI a comente lo gar, podrían muy bien haber existido otros mil. Entonces, no debe-
e tr~ laJo cle?tífico, apenas si nos interrogamos sobre e~;~mo q,u~1e,n"
mo e ser mismo de las cosas. Nos dedicamos is bi r ~u~ u n- mos buscar en este nive!la respuesta última a la pregunta de saber por
que son las cosas con e! fin de pode 1 d .mas ren a delirnira- lo qué existo en vez de no existir. Puedo también intentar fundamentar

I
. f r as omesttcar y expl t E l antropológicamente mi propia existencia a partir de mi libertad. Di-
guaje ¡]osófico, lo que retiene nuestra atenció loar. ,n en-
las Cosas (su naturaleza su def . " ) h n son as «esencias» de ciéndolo con e! lenguaje de Sartre, debo ciertamente aceptar e! hecho
, ,mlCLOn muc o más q .
cia», Una montaña es ' ue su «exrsten , ! de mi libertad, al menos, puedo esforzarme, en una apuesta desespe-
cuya" escalada es más ome nosotro~, la mayoría de las veces, «aquello I rada, por recobrar en la medida de lo posible esta libertad creadora.
cicio de los deportes de inv~~:n~~s~~le~r~~¡uellol que,> permite e! ejer-
sombra o frutas' un hombre es '1 es « o que» puede darrne
I Solo que esta apuesta alimenta una pasión inútil, una tentativa impo-
sible, la de encontrar en e! para-sí e! fundamento de su propio en-sí,
, «e que» ocupa t 1
enranajes, económicos y sociales del medio en ~u~ ~~~o
1

so o 0'1 mas exactamente, el metafísico será precisamen~e a~uel I 0-


P~;:t~~~·t~s ¡
j la de ser Dios. La cimentación antropológica de mi existencia encuen-
tra así un obstáculo infranqueable: la contingencia que aqueja precisa-
mente a mi libertad.
~~~>os~:fa:t:~s:! h~:bre religioso, ~e interesa no solamente porq~l~ La cuestión metafísica de la existencia de! yo no recibe su respues-
q ue e as existan en vez deque
ll . ' se extasia ante su «ser» se asombra de
no existir. ' ta última ni en e! plano cosmológico ni en el antropológico. Por tanto

Esta pregunta fundamental de la metafísica' «' Por


en vez de nada?» cobra aún una mayor agudeza' si (
" d I nos
'h
lque ay a go
l
1
a p ante amos
I hay que buscar la respuesta en otra parte. Esta, como es el caso de to-
das las grandes cuestiones filosóficas, no está reservada «a, los sabios
ni a los inteligentes», sino que es dada a los «sencillos», Pues la vida
a.proPOStto e nosotros mismos: «¿por qué existo yo en d .
tiene en sí misma su propia luz y, antes de llegar a ser filósofos, los
tir?» Es ta bi
, ,
,
, .
m ien un aCOntecimiento en la vida del '-
vez e no exis-
d
rnno cuan o, por I hombres reciben de su misma humanidad la línea directriz de su exis-
~E '
!, tencia, Por eso, aun antes de que pueda plantear la cuestión de la exis-
n cuanto a GUSTAVSIEWERTH cf ' l l .
Sein als Gleichnis Gottes, Heidelber , K;rle ,~:~:cla mente e admirable opúsculo Das tencia con un mínimo de tecnicidad, un niño pequeño «es" esta pre-
el grueso volumen Homo Ab'\lssus Jas lVI • d gs' 1?58, Para ~ERDINAND ULRICH, cf. gunta a través de todo su ser y de todo su comportamiento. Su mirada
I 196 J ' wagms er emsfrage Einsi di] h
1. La síntesis metafísica de HANS URS B ' asombrada sobre el mundo circundante y sobre los adultos que le ro-
ag,
en H errlicbheu, Eine theologische Aesthe;ik lJ
deln, ]ohannes Verlag 1965 especialme ti'
;0; '3S'4
m
le e n, o annes Ver-
1 ALJ;ASAR, se le puede encontrar
aum der MetaphYSlk, Einsie-
dean expresa una viva interrogación «¿qué hago yo aquí, qué es todo
, 31 M " n e as pp. -370 Y 943-983 esto que hay en torno mío?». Y la respuesta le llega de una manera
p. 13. ARTIN HEIDEGGER, lntroduction ti la métaphysique, París, 'GalIimard, 1958, muy poco conceptual pero intensamente profunda, en su primera ex-
periencia de! mundo parental y, particularmente, .en e! rostro mater-
284
285
---------------~. ~~-"

La vía metafísica El misterio del ser

nal. Ahí está la respuesta al por qué de su existencia única e irre _ sión y no percibiría la diferencia entre. e! Yo ~ e! Tu como diferenc~a.
plazable. Si hay un sitio para él-precisamente para él- en el mune~ Lo que me es comunicado por esta cnsis inevitable, no es la negaclon
es porque, fu~ra de él, alguien. está allí inclinado hacia él, alguien qu~ de la fecundidad original descubierta en e! rostro materno, s~n~ su. ex-
le acoge sonnendo y le hace SitIO en e! mundo. Esta es, en princi . tensión y su profundización: la generosidad que ~e hace existtr viene
....
la ex~enenCJa l f pro,
ongma y undan:ental de todo ser humano, aquella que de más lejos que del universo familiar, aunque, finalmente, sea de la
podnamo~ lla~ar la primera diferencia metafísica, ~quella por la que misma naturaleza que la sonrisa materna.' .
yo capto mturnvamenre que hay, fuera de rru, alguien distinto de ' Esta superación de la primera diferencia metafís,ica, es decir d<:,la
que justific~ _mi inalienabilísima existencia personal. Esta experienc:: diferencia existencial inmediata entre el Yo y el Tu, esta superación
aunque elniño ~o la pueda fo~mular, no es por ello menos metafísica, que coincide con la comprensión de! mundo co.mo t~t~lidad que n,os
pues.to que consiste en descubrir que la verdadera explicación de la exis- precede y nos lleva en s~ seno puede exp,r~sarse slstematIca~:nte y tec-
terrera del yo está más allá de su libertad y de cualquier orden del mun- nicarnente en e! lenguaje de una metafísica de! ser. Los filósofos ex-
do, en un don que viene de arriba: es otro quien me ha dado a mí mis- presan así una experiencia radical que consi~te en d.escubnr que todo
mo y quien, por su benévola condescendencia, me ha abierto el cami- lo que existe debe su existencia a la [ecundidad universal d~1 ser: los
no de la libertad donde se me ofrece e! poder ser yo mismo. Por esto entes no son lo que son, e incluso, ellos no «son~, en e! sentido abso-
c~ando los niños son amados, juegan tranquilamente, porque saben: luto del término, sino en la medida en que partiCipan de la nqueza m-
Sto poder decirlo, que un amor compasivo cuida de ellos y les permite [initamente fecunda de! ser. Esta es la segunda diferencia metafísica, la
ser plenamente ellos mismos. que, con Heidegger, podemos llamar la diferencia. ~ntológica entre el
Todo e! desarrollo ulterior de la vida será la verificación continua- ser y el ente. Ella permite plantear en toda su extension la pregunta me-
mente profundizada de esta gran ley de la existencia humana según la tafísica por exce!encia: «¿ Por qué hay el ente en vez de no haber nada?»
cual e! Yo emerge de! mundo anónimo del Eso solamente cuando se Pues yo soy acogido en este mundo por un rostro amante,. ~ue me. re-
e.ncuentra con. e! Tú. Reconoce~~s aquí e! tema central del precioso
libro de Martin Buber, Yo y Tu ,que demuestra que es a través de
un diálogo con un Tú como el Yo llega a tomar conciencia de sí mis-
I conoce mi puesto en la existencia, pero mi madre es también acogida,
mi familia, los demás hombres, los animales, el mundo mismo, todos
somos acogidos en la luz protectora del ser. " )
mo. Esto es una experiencia humana esencial cuyo alcance es, a fin de
I ¿ Qué se entiende exactamente. ,en n:etaftslc.a ?or «:1 ser». Una
cuentas, religioso, si es cierto que, como dice Clavel, nosotros somos comparación facilitará la comprensión. SI un paIsaje esta envuelto en
«yo» sólo porq ue Dios nos tutea. La diferencia existencial entre el Yo la obscuridad, nada resalta, nada aparece, y, SIOembargo, aparecer es
y el Tú tiene así una amplitud metafísica. Por esto la experiencia ori- esencial a un paisaje. Este paisaje carece de valor. Surge la luz y en se- .
ginal que ha hecho e! niño no debe ser repudiada en la edad adulta+'.
Al c?ntrario, la vida verdaderamente adulta no será más que un ahon-
d~mlento de la experiencia infantil. Ahondamiento que es, además, in-
l· guida cada rasgo se dibuja y cobra vida, los ~bjetos.y las fo:~as to-
man sus contornos: todo sale a la luz y se despliega bajo su accion crea-
dora. Esta imagen, que muestra la relación que hay ~n un paisaje entre
dispensable para que la diferencia existencial aparezca en toda su rea- los objetos que se manifiestan y la luz que le~ permIt~ apare~er, puede
lidad. En e! período de la adolescencia, e! confortable universo de! amor ilustrar la relación establecida por e! pensamiento heldeggenano o to-
parental tiene que ser duramente puesto a prueba en una experiencia mista entre los entes y el ser. El ser no es algo que exis~e, es más bi.en
de ruptura y de soledad, sin la cual, al permanecer en contacto inme- aquello por lo que todo existe. No es algo verd~dero, SI~O, como dice
diato con la generosidad maternal, e! niño quedaría en la fase de la fu- Heidegger, el hecho mismo de la verdad, es decir, e! horizonte de sen-
tido en el que se destaca todo lo que de alguna manera n~s ?abla. Este
enfoque heideggeriano de! ser b~jo la forma del descubnmlent~ de lo
32 MARTIN BUBER,je el Tu, París, Aubier, 1969.
. 33 GUSTA V SIEWERTH ha puesto maravillosamente de relieve la significación meta- que se descubre está inspirado evidentemente en la fenornenología hus-
física de la experiencia infantil en su Metaphysik der Kindheit, Einsiedeln,]ohannes Ver- serliana en cuanto ciencia del aparecer como aparecer. En el contexto
lag, 1957. más realista del pensamiento tornista, el ser es más bien aprehendido

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'--==.:::.~~;;:::====----~--_._-~_._---_._--------

La vía metafísica El misterio del ser

como el ac:o ~~smo de e~istir (actus essendi). Sólo un esfuerzo perso- ser es, en cierto sentido, indiferente a cualquier participación: no ago-
nal de medltaCi?n metafí~lca permitirá comprender concretamente, si- taremos nunca la plenitud del ser adicionando los entes o coleccionan-
guiendo a Tomas de Aqumo, que en la menor brizna de hierba, lo mis- do las esencias. Por eso, en el mundo, hay siempre sitio para una no-
mo que e~ un animal o en el hombre, la primera y la última maravilla vedad imprevisible, para un futuro al que nada ni nadie podrá jamás
es qu: «exIstan,,? es su acto de existir. El ser tornista es pues la primera poner fin: el futuro del ser en su diferencia infranqueable con los en-
energIa que habita enel corazón de cualquier realidad existente y que teso De esta manera todo ente, incluso e! más humilde, en cuanto que
le per~I1'I~edesarrolla~se; se puede comparar con la luz que penetra en existe, en cuanto que encierra en sí la plenitud indivisible del acto de
un paisaje y le permite manifestar la riqueza de sus múltiples formas: ser, alberga un misterio insondable. Santo Tomás ha llegado a escribir
el es_l~_actualid~d última de cada cosa, su sí más profundo, su primera que ningún filósofo podrá jamás conocer a fondo la rea-lidad última,
aparicron, su triunfo sobre la nada, su luz interior. Santo Tomás lo lla- ni siquiera la de una mosca.". ¿Qué decir entonces del hombre en el
ma ~~ forma de todas las formas, el acto de todos los actos y la per- que la riqueza del ser-aflora a la conciencia, en quien la plenitud so-
Iección de todas las perteccionesé".
breesencial de! ser se hace presente a sí misma, como apertura ilimita-
El homb:e es e.l único ente del mundo que puede interesarse por da del espíritu? Es por lo que el hombre es un abismo más inagota-
el ser, percibir su nqueza y comprender su diferencia ontológica con blemente inagotable que cualquier otro ente: ¿quién penetrará el mis-
los e~tes. Los animales se contentan con encOntrarse con los entes y terio de un ser humano, siempre mayor que la suma de sus palabras
c?n slt_u~rse respect? a ellos, mientras que el hombre tiene esta capa- y de sus actos, siempre fecundo en novedad imprevisible?
cidad umca de no gIrar solamente en torno a los entes, sino de poder El pensamiento se hace metafísico cuando presta atención a este
maravillarse ante ~Iser mis~o de los ~ntes. Esto es lo que hace que el misterio del ser, cuando se abre a esta plenitud escondida y, sin em-
hombre sea, en CIerto sentido, un abismo infinito. Efectivamente, el bargo, omnipresente. No obstante, cuando el pensamiento ha llegado
hombre en cuanto que, en su conciencia y en su acción, está abierto a este grado de profundidad, la pregunta inicial de la metafísica se plan-
no sólo a los entes, por muy numerosos que sean, sino al ser, está do- tea con nueva agudeza: «¿por qué hay el ente en vez de no haber
tado de una inteligencia continuamente en estado de alerta y de una nada?». En efecto, la plenitud del ser, que es sobreesencial, no puede
v?luntad perfectamente insacia.ble. Dad al hombre un saber enciclopé- ser considerada como la responsable de la existencia de las esencias de-
dICOde los entes del mundo, SIempre buscará más lejos dónde mitigar terminadas: es imposible hacer derivar de la riqueza infinita del acto
su sed de conocer; dadle la suma de todos los bienes del universo su de ser las formas concretas de los entes. Una vez más, vemos que su-
deseo permanecerá igualmente insatisfecho. Es que el hombre, en c;an- cede con e! ser como con la luz. No podemos deducir de la plenitud
to hombre, está hecho para el ser y no para los entes, ni siquiera para de la luz la naturaleza y el número de los objetos que ella ilumina; la
la suma de todos ellos, por muy prestigiosa que pueda ser; él es el ser- luz es soberanamente indiferente a los objetos que ilumina, aunque es-
allí, es el «allí», el lugar del ser; sólo Dios podría reactivar infinita- tos sólo brillen con la claridad que reciben de ella. Así, los entes son
mente y, a la vez, colmar perfectamente el dinamismo inagotable de su lo que son únicamente por participación en la actualidad del ser, pe.ro
inteligencia y de su voluntad.
esta actualidad les es, al mismo tiempo, indiferente, por no ser del mis-
. Esta aper~u~a ilimitada del alma humana es como el reflejo espi- mo orden que las esencias. Por esto, la comprensión del ser como tal
ntual de la infinitud o, en términos técnicos, de la «sobreesencialidad» ,.
1

¡, no aporta aún la respuesta satisfactoria a la interrogación fundamental


del acto de ser. Esto indica que el ser no es reductible al orden de las de la metafísica y no amortigua el asombro original de la razón huma-
esencias, que su riqueza no puede asemejarse a la suma de los entes. na. Al contrario, de ahora en adelante, la estupefacción se produce pre-
~o ~ismo que la .luz es infinitamente más que la suma de los objetos cisamente frente a la enigmática relación de los dos términos de la di-
IlumInados, lo mismo que podría iluminar mil objetos distintos de ferencia ontológica: el ser y el,ente. La maravilla que provoca el asom-
aquellos a los que efectivamente presta vida y color, así la riqueza del bro es que, de una parte, el ente determinado no puede ser real más

H Cí, SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teologica, 1,4, 1,3 Y De Potenua, 7,2,9. 35 Cí. TOMÁS DE AQUINO, Comentario del Símbolo de los Apóstoles. Prólogo.

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El misterio del ser
La VLa metafísica

qu.e por. par~icipación en la plenitud actual de! ser que le pone en la plícita O explícita de los entes. Además, si nos quedamos en la. dife-
e~lstenCla mientras que, P?r otra parte, parece que esta plenitud nece- rencia ontológica, se hace imposible e! resolver la doble paradoja en-
sita de! ente para ser efectiva, puesto que no subsiste en sí misma . cerrada en la indigencia recíproca de los entes y del ser. Por una parte,
, . I S100
el ser es superior a los entes, ya que es plenitud infinita, mientras que
urucarnente en os entes. O también, dirigiendo esta vez su atenci
hacia el hombre, la maravilla que provoca e! asombro de la razó:oe~ los entes no son nunca más que tal existente determinado, limitado por
que, por un lado, el espíritu humano únicamente existe como espíritu su propia esencia. Pero, inversamente, los ent~s tienen sobre el s~r la
por su apertura al ser pero que, por otro, e! ser no accede a la ma .. superioridad de que ellos, por lo menos, subsisten: ellos «son» mien-
" b . 01 tras que el ser «no es», son algo que es, mientras que el ser es aquello
f estación y no su. siste en su desve!amiento sino gracias al espíritu hu-
ma~o que lo percibe como ser. Hay aquí algo así como una indigencia por lo que todo existe sin ser él mismo u~a cosa que ~xlste. Por otra
reClproca, sorprendente para la razón. La paradoja que está en e! cen- parte, entre el ser y el hombre reina la misma paradoja de una supe-
tro de este enigma es que la riqueza úeadora y omnipresente del ser rioridad recíproca alterna. El ser es superior al hombre, porque es una
es, al mismo tiempo, perfectamente humilde y discreta. Un poco a la riqueza absoluta que el hombre no podrá nunca ~got~r; por esto ,e!
manera de la luz, que produce incesantemente e! brillo tornasolado de hombre es solamente e! pastor del ser, no su propletano; e! guardlan
las formas y de los colores, pero sin iluminarse a sí misma. En un sen- de su misterio) no su señor. Pero, inversamente, e! hombre goza de
tid~, no ~s la luz la que brilla, sino aquello que por ella y gracias a ella una cierta superioridad sobre el ser porque él subs~stee, incluso, s~~-
recibe bnllo y contorno. Igualmente, e! ser, en cierto sentido, no «es». siste personalmente como un yo consciente, en calidad de lu~ar PrIVI-
Es verdad que es una plenitud soberanarnente real, absolutamente in a- legiado donde el misterio de! ser se hace transparente a sí mismo. En
gota~le e infinitamente rica, pero, como dice Tomás de Aquino, es una una palabra: el hombre puede decir "yo» mientras que el ser como tal,
plenitud que no subsiste en sí misma". Nadie se ha encontrado con el a pesar de su riqueza, no puede decir «yo soy» ¿Qué es, pues, ese ser
ser en la esquina de la calle como tampoco ha visto jamás la luz en sí más rico que todos los entes determinados, pero que, con todo, no sub-
misma y, sin embargo, e! ser que sobrepasa infinitamente todo «lo siste sino en ellos? Y ¿ qué es este ser que ningún espíritu humano pue-
que» es (a saber: la suma de los entes y todo orden de esencias) sólo de agotar y que, sin embargo, sólo en el hombre. es conscient.e ~e sí
puede ser encontrado en los entes. Lo mismo que la luz, cuya plenitud mismo? ¿Cómo explicar esta sorprendente paradoja de la superioridad
inagotable sólo resplandece en los objetos iluminados, sin estar redu- alterna de! ser y de los entes, de! ser y del hombre? Es comparable a
cida a la suma de ellos, o en e! ojo que la percibe sin poder, sin em- la paradoja de la luz: esta es la riqueza infinita gracias a la cual.toda
bargo, acaparada jamás, así e! ser sólo habita en los entes, y de manera forma viva puede aparecer y mostrar su resplandor, pero ella misma)
muy especial en el hombre, y, no obstante, está por encima de todos. en cuanto tal, no aparece y sólo subsiste como luminosidad en los ob-
. Percibir es~a ~isteriosa diferencia entre e! ser y el ente, a la que jetos que ella saca a la luz. Igualmente, la luz es la plenitud que .colma
Heidegger nos mvita, y captar e! enigma de su indigencia recíproca es el ojo humano y le da vida y actividad, pero, prec.isamente, s~ nqueza
una tentativa capital de! pensamiento metafísico, pero, si nos queda- no es percibida como tal más que en y por el OJO .el cual, sin po~er
mos ahí, la cuestión inicial permanece sin respuesta, se llega incluso a agotarla, ve) no obstante, esta luz que no se ve a sí misma y por lo mis-
un callejón sin salida que corre el riesgo de bloquear y de falsear la in- mo es superior a ella. '. . . .
vestigación ulterior del misterio de! ser. Efectivamente, como las esen- Para vencer esta paradoja, el pensamiento metafisico ha Ido Siem-
cias de los entes reclaman una explicación de su origen y como la úni- pre más allá de la simple diferencia ontológica entre el ser y el ente y
ca instancia fundadora de la que se dispone es e! ser, es grande la ten- se ha elevado hasta la afirmación de Dios. Este camino puede desper-
tación .de querer, a pesar de todo, hacer derivar las esencias de! ser y tar la sospecha de que Dios, así afirmad~, no .s~a ~ás que u~ tapa-~-
de olvidar así la sobreesencialidad de! ser reduciéndolo a la suma irn- gujeros metafísico encargado de llenar las msuf¡~le~~las de la Simple di-
ferencia ontológica. Hay que conceder a la objeción su parte de ver-
dad. Pertenece a la teología el hablar de Dios a partir de la manifesta-
36 Cf. TOMÁS DE AQUINO, De Potentia 1,1: «el ser indica algo más de plenario y
de simple, pero no subsistente».
ción de sí mismo que él hace en la revelación. La metafísica sólo puede

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La vía metafísica
El misterio del ser

e.le:varse efectivamente hacia Dios a partir de las paradojas de! mundo


nemos a la diferencia anta lógica, nos vemos obligados a hacer derivar
~lnt:O. ~as lo que la conduce del mundo a Dios no es únicamente la
las esencias del ser, lo cual contradice su sobre-esencialidad. En .cam-
mdl.gencla de los e~tes finitos, sino, más bien, e! hecho de que están
bio, en e! plano de la diferencia tea lógica, e! origen ~e las ese~cias se
habitados por una nqueza -la del ser- cuyo secreto no poseen ni con-
encuentra más bien en la inteligencia divina. Las esencias no estan.co~-
trolan. Así, pues, e! Dios de la metafísica no es exclusivamente un Dios
tenidas en el ser como tal, tampoco están inscritas en la substancia di-
tapa-agujeros; es exigido positivamente por la presencia, en el corazón
vina; son, primero, el fruto de la imaginación creadora de Dios en cuan-
d.e los ~ntes, ~e ~na plenitud que les transciende pero que no tiene sub-
srstencia en SI misma. to que éste conoce y quiere las múltiples fo.rmas en las que ~uede ser
participad a, o lo es ya efectivamente, la ple~ltud d~ s.u ser. ASI, l.aesen-
Afirmar a Dios en filosofía es llegar, por encima de la diferencia
cia de cada ente corresponde a un pensamiento divino que la inventa
onto.lógica: a una tercera difer~ncia metafísica, más profunda: la dife-
creativarnente y la pone generosamente en e! ser. . .
rencta teologzca entre e! ser y DIOS Y entre los entes y Dios:". Esta nue-
Contrariamente a lo que Heidegger afirma, este descubrimiento
va diferencia indica que, más allá de la plenitud no subsistente del ser
del ente, está el Ipsum esse subsistens, dicho con palabras de Tomás de de Dios no equivale a un olvido de! ser. Hacemos.alu:~ón aquí a I~ ~é-
lebre denuncia que Heidegger ha hecho de la «conS~ltUClOn. ontoteológica
Aquino, es decir: e! Ser subsi~tente ~ ~e.rsonal de Dios. Es volver, pero
de la metafisicav". Según esta crítica, la metafísica occid~ntal, des~e
esta vez en el plano del sentido defmItlvo de! universo a la intuición
los primeros comienzos de la filosofía grieg~, habría perdido el senti-
inicial de! niño que comprende, desde e! comienzo de su existencia
do del ser para volverse inmediatamente hacia el ente. En lugar de v:r
q,ue ~a generosid.ad q~e le hace ser es la de un rostro personal. En el e! ser en cuanto ser, habría visto únicamente el ente en su ser y habna
termino de la a{¡rmación metafísica comprobamos que e! origen últi-
confundido el ser, en cuanto que es pura presencia, con alguna cosa
mo de todos los ~ntes no e~ la plenitud no-subsistente e impersonal
del ~er del ente, Si~O la plenitud subsistente de una persona que es la que está presente, como, por ejemplo, la Idea platónica. ~sta perver-
sión dellogos del ser desemboca así en una IÓ~lca que olvida el ser" y
plenitud de! ser bajo la forma de un yo. Bajo este aspecto, las críticas
esto en una doble dirección, la de una onto-logía y la de una teo-logía.
que Levmas ha hecho a Heidegger son muy Oportunas. Efectivamente
La metafísica en cuanto onto-lógica, en el sentido peyorativo que le
en Heidegger el misterio ~e! ser se reduce a un acontecimiento imper~
sonal: e! puro «hay» (es gibt, en alemán) de! ente o, más exactamente, da Heidegger: se contenta con ver el ente en su, ~arco,. es decir, dentro
de su ser. Y, en calidad de reo-lógica, la metafísica echpsa de nuev~ el
el puro «es~?» (es! ~e! «hay», e! puro «es» de! «es gibr» (esto da), la
pura donación anoruma de! ente. Esta especie de estructuralismo me- misterio del ser haciendo depender los entes de un Ente supremo, DIOS,
tafísico que hace de! hombre el lugar impersonal de un acontecimiento que, por muy transcendente que sea, no por e:~ deja de ser un ente
que dispense de pensar e! ser como ser. Est~ c.rmca es ra~onable en la
anónimo, es uno de los .aspectos m~s 'pobres del pensamiento heideg-
genano sobre e! ser. Levinas denuncia Justamente la ausencia de la cues- medida en que muchas metafísicas son esencialistas, es deCir: q.ue aban-
tió.n ética y la reabsorción de la alteridad viva de la persona en la to- donan la riqueza escondida del acto de ser para ocuparse u~iCame?~e
tahdad. neutra d~1 acontecimiento del ser como tal. Decir que Dios es del orden sistemático de las esencias, ya sea en una perspectiva estan-
la plenitud subsistente y personal es, al contrario, abrir al hombre a ca, como es el caso de Spinoza, o en una perspectiva dinámic~ como
es el caso de Leibniz y, sobre todo, de Hegel. No obstante, Heidegger
una transcendencia viva, capaz de promover la consistencia ética de la .
persona, en vez de disolverla. Veamos ahora más detalladamente el al- es injusto con el pensamiento cristiano, y particul~r~ente con la me-
cance propiamente metafísico de esta afirmación de Dios. tafísica tornista, cuando, sin discernimiento, los asimila con las meta-
físicas esencialistas como si para los primeros Dios fuera solamente un
. El descubrimiento de la tercera diferencia metafísica permite, en
primer lugar, aclarar la cuestión de! origen de las esencias. Si nos ate- super-ente que viniera a ponerse sobre la cabeza de.l,os entes ~e1 mun-
do y que consagrara con ello el olvido de la cuesuon del mismo ser.
37 No entendemos, por -diferencia teológica», una diferencia que pertenezca al
campo de la teología, sino una diferencia en cuanto a la distinción entre el ser y Dios. 38 Cf. Sobre este tema, MARTÍN HEIDEGGER, Identité et différence, en Questions
1, París, Gallirnard, 1968, pp. 277-308.

292
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La vía metafísica El misterio del ser

Cuando Tomás de Aquino, por ejemplo, afirma que Dios existe, no tima de esta luz que da a todo objeto iluminado su resplandor propio.
lo coloca como un Ente supremo que vendría a sumarse a los entes fi- De manera semejante, el metafísico es aquel que se esfuerza por resol-

mtos. 39 D' lOSso 1amen te pue d e ser llamado un «ente» en la medida en ver la paradoja de la superioridad alterna del ser y de los entes, del ser
que subsiste, diferenciándose así de la plenitud no subsistente del ser y del hombre, ascendiendo hasta Dios: plenitu~ subs~stente y personal
como tal. Pero en cuanto que no «tiene" el ser, a la manera de los en- del Ser. Aquí, el hilo de luz que lleva a descubnr a DIOS como la fuen-
tes, en cuanto que, más bien, «es», por encima y más alla del ser in- te primera de este ser, que es la más íntima actividad de todo lo que
herente a los entes, la plenitud subsistente del mismo ser en su riqueza existe, es la riqueza del acto de ser.
fontal, Dios no puede ser nombrado como un «ente». Su nombre me- Es evidente que esta perspectiva filosófica se inscribe perfectamen-
tafísico es Ipsum esse subsistens, «el Ser subsistente». Resumiendo: Dios te en el marco propiamente metafísico del tercer silogismo hegeliano,
no es un ente, en la medida en que él es el ser que subsiste. personal- Espíritu-Lagos-Naturaleza. Se trata, en efecto, de u~a visión.del mun-
mente. Pero se asemeja a un ente, precisamente en la medida en que do en la que nuestra inteligencia se abre a una altendad rad.lcal al en-
subsiste, en que es algo o alguien a la manera de los entes y del ser-a- contrar su centro de gravedad en la afirmación del ser y, finalmenre,
hí. Además, como lo haremos notar en seguida, la afirmación de Dios en la afirmación de Dios. Desde este momento, nuestro espíritu y to-
no lleva consigo necesariamente el olvido del ser como acto común a das las esencias presentes en el mundo son concebidos .como lugares
todos los entes y que los transciende todos. Veremos, al contrario, conjuntos de una revelación que permite encontrar una nqu~za qu.e les
cómo el descubrimiento del ser subsistente de Dios presupone y pro- transciende. En esta perspectiva, el hombre no es comprendido pnme-
mueve constantemente la admiración ante la pura actualidad no sub- rarnente de manera cosmológica o antropocéntrica, se le ve primordial-
sistente del ser como tal. mente como el lugar del ser, como el lugar en el que se ~e,spliega pe~-
La afirmación metafísica de Dios es finalmente la única manera de sonalmente la riqueza del ser, en donde ésta se hace espiritual consti-
explicar la doble paradoja de la superioridad recíproca del ser y de los tuyéndose así en imagen creada ~e la vida ?ivina. Conjuntamente,. los
entes, del ser y del hombre. En efecto, lo que es superior en todo a seres naturales no son aprehendidos en pnmer lugar de manera CIen-
los entes no es el ser, que les transciende en cuanto que es riqueza in- tífica o técnica o según un enfoque estrechamente humanista o ora- n:
finita, pero que es inferior a ellos en cuanto que es no subsistente; es lizante; son reconocidos, en su variedad infinita, como un despliegue
Dios, en la medida en que une en sí juntamente la plenitud del ser y del ser en el que se manifiesta la inventiva soberanamente libre de la
la subsistencia de los entes. Y lo que sobrepasa completamente al horn- inteligencia divina. Por estas dos razones, el camino filosófico esboza-
~re no es el ser que le transciende por su plenitud pero que le queda do aquí es, en el mejor sentido de la pa.lab.ra, metafí~ico. Para mayor
Inferior por su carácter impersonal; es, de nuevo, Dios, cuya actuali- claridad podemos resumir las etapas principales haclend~ un cuad~o
dad incomparable reúne la plenitud insondable del ser y la subsisten- sintético de las tres diferencias metafísicas en las que se articula el mis-
cia personal presente en la conciencia humana. La analogía de la luz terio ontológico (cf. p. 302).
podrá ayudamos a ver las cosas más intuitivarnente. La paradoja de la Queda por estudiar una cuestión .decisiva si queremos extrae~ ~as
luz se resuelve cuando nuestra mirada se filtra a través de los objetos consecuencias últimas de una metafísica del ser y escapar a la cnnca
luminosos, a lo largo del curso invisible de la luz, hacia el sol que es heideggeriana de la ontoteología; es .la cue~tión d: ~aber si la difere.n-
su fuente. El sol reúne en sí la doble perfección de la luz y de los ob- cia ontológica es eliminada por la diferencia teológica o, al. contrano,
jetos iluminados: igual que la luz, es una plenitud inagotable; pero, al es confirmada por ella en su dimensión propia. En efecto, SI es verdad
igual que los objetos iluminados, subsiste, es «algo» luminoso; puede, que el origen último ~e los entes es Dios~ u~? está tentado de pregun-
a diferencia de la luz pura, ser visto y manifestarse como tal. Breve- tarse si aún es necesano pasar por la mediación del ser, puesto que, se-
mente: es la plenitud subsistente y casi personal de la luz; la fuente úl- gún parece, podemos incorporar in.mediatamen~e los, entes al acto crea-
dor de Dios. Cuando se ha descubierto que, mas alla de la luz no sub-
39 Cf. TOMÁS DE AQUINO, De natura genens 1: «Es más verdadero decir que Dios
sistente, es el sol qu~en, c~mo luz su~sistente, es la fu.en~: de toda lu;
esté por encima de cualquier ente, que decir que él es un ente». minosidad, ¿por que segUIr preocupandose de la mediación de la luz.

294 295
·T
La vía metafísica El misterio del ser

De hecho, Heidegger tiene toda la razón cuando nos invita a no el Ser subsistente de Dios y las substancias creadas. Recordemos la afir-
ah.ogar la diferencia ontológica en la diferencia teolÓgica. Este nive!a- mación límpida de Santo Tomás: «el ser indica algo de simple y de ple-
~T1lentoequivaldría, desde nuestro punto de vista, a una pérdida Con- nario, pero no subsistente» 41. En otra parte, Tomás tiene esta maravi-
Jun.t~ del sentido de Dios, del ser y de los entes. De nuevo, la cornpa- llosa fórmula: «el ser de las cosas emana del Verbo como de una fuen-
racion de la luz puede hacemos un gran servicio. Los objetos ilurni- te original y este flujo desemboca en el ser que tienen las cosas en su
n.ado~ no están directamente enchufados en e! sol y nuestro ojo no re- propia naturaleza» 42. El ser no es un mediador entre Dios y .los ~ntes:
cibe Inmediatamente su substancia ígnea. Y, ¡afortunadamente esto es emanando de Dios, es -si podemos expresado así- absorbido Inme-
así! de lo contrario, nuestras retinas quedarían ciegas y 105 objetos ani- diatamente por los entes cuya existencia es puesta por él según las di-
quilados. Así pues, unos y otros participan de la luz que emana de! versas esencias o formas inventadas por la imaginación creadora del
S?~' pero, SIn estar conectados directamente con él. En e! plano meta- pensamiento divino. Sucede con el ser como con la luz. Todos los ob-
fl~ICO,las cosas se presentan de una manera análoga. No participamos jetos del mundo toman de ella su brillo, y no directamente del sol,
dlre~tamente de! se~ mismo de Dios. Decir que los entes participan in- nuestra mirada bebe en la fuente de la luz y no directamente en la subs-
me~latamente ~n DI~s es s~stene~ la postura metafísica del panteísmo, tancia misma del astro de! día y, sin embargo, la luz no es un inter-
segun la cual solo existe DIOS, mientras que los seres finitos son sim- mediario entre el sol y todos los que se benefician de su claridad; no
ples aspe~tos limitados de su existencia. Perspectiva que tiene el doble es en sí misma una substancia luminosa que se situaría entre ellos a la
Inconvemente de comprometer la transcendencia de Dios, alestablecs- manera de una cosa que pone en comunicación otras dos cosas. La luz
una continuidad i~medi~ta entr.e e! ser divino y el de los entes, y de que emana del sol es pura mediación, es un flujo absolutamente trans-
acabar con la consistencia propia de estos últimos, al reducirlos a ac- parente que los objetos iluminados acaparan totalmente aunque estos
cidentes o a modos de la única substancia divina. El pensamiento me- no la agoten, sino que la reciban como una riqueza desbordante que
tafísico d~ inspiración tomis.ta nos invita más bien a sostener que Dios los obliga a irradiar generosamente la inagotable plenitud que les ha-
no crea directamente entes sl~gulares. El acto creador se refiere, en pri- bita. ASÍ, el ser que emana de Dios como su primera creación no se
mer lugar, al ser. Como escnbe Santo Tomás, «el ser es la primera de mueve entre Dios y los entes como un intermediario replegado sobre
las cosas creadas» ~~. Esta expresió~ es ambigua, pues podría sugerir sí. No es un mediador sino una mediación pura y solamente en los en-
que e! ser es también un ente que simplemente habría sido creado an- tes y en el hombre está presente como una plenitud que les transcien-
tes qu.e l?s demás. Por eso Santo Tomás precisa en seguida, en las lí- de y cuya inagotable superabundancia es en ellos el si~no de su origen
neas siguientes, que «cuando se dice que el ser es la primera de las co- divino. La diferencia asombrosa que se abre entre DIOS y el ser -la
s~s creada~, el ser no desi~~a un sujeto creado, sino la formalidad pro- diferencia teológica- no es la que puede separar dos substancias; es,
p.la del objeto de la creacion». La punta de esta afirmación de la prio- más bien, la diferencia totalmente fluida que distingue el donante y su
ndad, d~l ser sobre los entes en e! orden de la creación está en subrayar don. Dios es el Ser como dador de toda riqueza, mientras que el ser
que urncarnenre el ser, en cuanto plenitud, es el correlativo adecuado es esta misma riqueza como don, pero como don tan enteramente dado
de la ri9~eza infi~1ita del ser divino, y es dentro de esta plenitud donde que no subsiste en sí mismo y sólo manifiesta su transcendencia incir-
se manifiesta la Incalculable variedad de las esencias y de los indivi- cunscriptible en el seno de los beneficiarios de su ~on~ci~n de sí: en
duos. La difer~ncia teológica no borra la diferencia ontológica, sino el corazón de los entes y del hombre en su misteno Insondable.
q.~e, al contrar~o, la presupone y la promueve. Sólo que esta acentua- El pensamiento tornista nos invita en este sentido a disce.rnir .en el
cion de la función permanente del ser en medio de la relación entre los abismo del ser un misterio de riqueza y de pobreza. Un rmsterio de
entes y Dios no implica en manera alguna que haya que concebir el riqueza porque el ser es efectivamente, como acto primero de lo real,
ser como una especie de intermediario entre Dios y los entes. El acto la plenitud más profundamente escondida en medio del mundo y que
de ser no es un ente que subsistiría a la manera de una pantalla entre
41 Id., De Potentia, 1, 1.
40 Id., Suma teo/ógica, I, 45, 4, 1.
42 Id., Suma teológica, 1, 58, 6.

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-,r
~~1
,1

La vía metafísica
El misterio del ser

da a cada ente, incluso al más humilde, un valor infinito, Pero un mis-


la humildad de las relaciones recíprocas que le constituyen en tres per-
terio ,de ,Pobreza y de humilda~, porque el ser, en el sentido propio
sonas totalmente relativas unas a otras, de suerte que en el centro más
del terrruno, «no es»: todo subSiste por él, pero él mismo no subsiste
escondido de la Gloria brilla la indigencia de una insondable depen-
en cuanto tal. Todo es gracias a él, pero él no es un ente, La humildad
dencia, Y, al encarnarse, e! Verbo de! Padre traduce históricamente, en
de su no-subsistencia concede a la riqueza del ser la gracia de la po-
breza, La actualidad del ser es tan casta como la luz, La luz, en efecto e! lenguaje de la existencia hum~na, esta lógic~ parad~xal del ~mor
eterno como identidad de la glona y de la humildad, «el, que, slend?
es ,perf~ctamente humil~e: ?O se alumbra a sí misma, no se pone e~
rico, se hizo pobre para enriqueceros con. su pobreza» (2 Cor ,8,9), «el
eVI,dencla, no goza de SI rrusrna, Jamás la sorprendemos fuera de los
que, siendo de condición divina, se despojó de su ~ango y tomo la con-
objetos a los que ilumina, precisamente, porque no se alumbra a sí mis-
dición de esclavo, pasando por uno de tantos y aSI, actuando como un
rna; y ella ~ólo tiene conciencia de sí como luz, sólo es percibida como
hombre cualquiera, se abajó hasta someterse incluso a la muerte, y
tal en el OJO humano que se llena de ella gracias a este total olvido de
muerte de cruz» (Fil 2, 6-8),
sí misma. T~mada en sí misma, en el estado puro, no se la distinguiría
Esta maravillosa identidad de la riqueza y de la pobreza en el seno
de la obscundad. Es, además, perfectamente invisible en el vacío inte-
de la vida trinitaria, esta admirable unión de la gloria y de la cruz ,e~
gral. Así, pues, la luz que alumbra todas las cosas no da testimonio de
el centro de la Revelación ¿no la descifra el metafísico, como en Iili-
sí, mis~~j en pr~mer lugar, remite a aquellos que colma por su misma
grana, en la paradoja central del misterio o,ntológico, a sabe:: q~e el
discreción: el OJO humano y los objetos iluminados, A continuación
ser que emana de Dios como su efecto propIO no s~ hace ser e,l mismo
rem~te a su orige?, al sol, como a la fuente original de la luz y cuy~
gloria, r~splandeClente y generosa, consiste en ser para el mundo el cen- sino que únicamente manifiesta su gloria en la humilde fecundidad por
tro subsistente de toda luminosidad y resplandor. De esta manera en la que hace que todo sea?
cuanto mediación pura, el acto no subsistente del ser es una fluidez
completamente referencial: en primer lugar envía a los entes a través
de ,las esencias de los cuales accede a la subsistencia y al hombre en
quien vuelve sobre sí como espiritu; finalmente envía al Ser subsisten- Para hacer presentir a qué profundidad puede con?uci: una me-
ditación metafísica del misterio ontológico, nos hemos Inspirado, con
te de Dios del ,que .es la emanación primordial, la primera semejanza
creada. Este mls,teno desconcertante del ser como riqueza infinita y evidente predilección, en algunos de los tem~s más importantes ~e la
filosofía tornista y también -en menor rnedida=- en el pensarmento
COmo po?reza ejemplar hace decir a Tomás de Aquino que el «ser es
u~a semejanza de la bondad divina» 43. Por su humildad, llena de ol- heideggeriano del ser. ,
vido de sí, por su disponibilidad sin reserva, es un testimonio metafí- Si esta contemplación parece muy exigente, recordemos que, en
este mundo e! hombre es el lugar privilegiado de! ser y que por eso
sico de la pobreza creadora de Aquel que, por ser totalmente riqueza,
la manera ~ás inmediata de descubrir toda la plenitud del misterio ?n-
puede no aferrarse celosamente a su eterna suficiencia y hacer existir
~enerosamente fuera de él creaturas queridas por sí mismas y no como tológico es mirar a su ?ermano en ~,~manidad. Es P?r lo ~ue I~ f¡lo-,
Instrumentos de un «querer ser más» de su autor, sofía de Levinas, valonzando al proJLmo en su alteridad, Iba ~:ltrect~-
mente al centro de! pensamiento metafísico, Quizás iba demasiado di-
, Si.el filósofo abre su especulación a la palabra de la Revelación, el
rectamente, según un estilo excesivamente intuitivo qU,e,a fu~~za de re-
rrusteno ~~l Ser se le ma~ife~tará ~ntonc~s cO,mo la profecía, en el pla-
no rnetafisico, de un rrusterro analogo mscnro en la Intimidad de la chazar el rodeo de la ontología, termina por dar la impresión de un
vida divina. Pues el misterio trinitaria es también, en el corazón mis- golpe de estado filosófico que afirma a ~riori, c~s~ arbitrariamente, el
primado absoluto de la ética. El bos~ueJ~ metafísico que hemos pre-
mo del ?er ~ubsistente ?e Dios, un misterio de riqueza y de pobreza,
Es el rrusteno de un DIOS que sólo subsiste como infinita riqueza en sentado tiene la ventaja de estar mejor cimentado, y sobre una ,base
más amplia, pero conduce al mismo resultado: nos hace descubnr en
4J Id., De Veritate, 22, 2, 2, medio de lo real un misterio paradójico de riqueza y de pobreza. Ple-
, nitud del ser en cuanto acto sin límite, común a todo lo que es y trans-
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T
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I

El misterio del ser


La vía metafísica

habrían podido proporcionamos explicaciones igualm~nte convincen-


cendiéndolo todo. Humildad y pobreza en cuanto el acto de ser, al dar-
tes de la fecundidad de la vía metafísica en filosofía. Sin llegar al len-
se a los en~es, ~~ subsiste en sí mismo sino que se entrega sin reserva
guaje técnico de los filósofos o.por encima de él, muchas de las aspi-
a las esencias finitas de las cuales él es la más íntima actualidad. Este
raciones que se abren paso en CIertos sec.tores de la cult.ura contempo-
misterio de plenitud y de humildad se convierte, en el hombre en una
ránea, y especialmente en una parte de la Juventud, testifican qU,eel sen-
experiencia propiamente espiritual, puesto que el hombre es ~recisa-
tido metafísico de la existencia permanece vivo fuera del cenaculo de
mente el don del ser llegado a la conciencia de sí. Más que cualquier
los pensadores titulados. Es él quie~ está actuando siempre que los
otro .ente~ y de. una manera Incomparable, el hombre experimenta su
hombres de hoy redescubren el sentido del don gratu~to, de la con-
propIa existencia como plenitud y pobreza. Plenitud porque no se con-
templación o del misterio. En efecto, en todas estas actitudes, au.nque
t~nta sólo con recibir el ~o.n de la riqueza del ser, como cualquier ente,
sea de manera no-conceptualizada, se expresa la apertu,ra a u,na nque-
sino que es su pastor espiritual y puede percibir conscientemente la ri-
za transcendente que el hombre es invitado no a domesticar, .SIDO ~ aco-
queza de este don. Pobreza po~que sólo es el lugar del ser y porque,
ger. En cada uno de estos fe~ómenos,e~pirituales se da testImOnIO del
d,e nuevo, de una manera consciente puede experimentar su impoten-
esplendor discreto del misterio ontológico. ,
cia para agotar en sí mismo la fecundidad del ser y porque, instruido
Ahora nos queda por ver cómo, en el campo de la teología, un,a
por esta experiencia, es invitado, siguiendo el ejemplo del ser, a no re-
vía que llamaremos «teologal», sobrepasando todos los enfoques legl-
plegarse e~ sí ~ism~, a abrirse a otros distintos de sí y a compartir
timos de inspiración cosmológica y antropológica, corresponde a la
con ellos SID retICenCl.aes~a riquez~ ~ue jamás corre el peligro de ago-
forma metafísica del pensamiento filosófico.
tarse. A la luz del mrsterio ontológico, el amor que trabaja por pro-
rnocionar al otro por él mismo; haciéndose cerca de él el continuador
de la fecundidad generosa del ser, el amor propiamente metafísico del
prójimo aparece como la cumbre de la existencia humana, Despoján-
dose de sí en el amor al otro, el hombre acoge de una manera adecua-
da, ~n el reconocimiento y en el compartir, la infinita pobreza de la
plenitud del ser y, al acogerla, testifica la humildad infinita del Crea-
d~r quien, igual~ente, dado que es riqueza perfecta, no se aferra a sí
",llsmo y puede 1.lbremente hacer ser a otros entes fuera de él. Por esto,
SI el ser en ~Í. rmsrno podía ser considerado como una «semejanza de
la bondad divina», el hombre que vive espiritualmente del misterio on-
tológico puede ser llamado una viva «imagen de Dios,,44.
Otros. pensamientos contemporáneos habrían podido ayudamos a
hacer percibir las resonancias existenciales de un estudio auténticarnen-
te metafísico. Hemos privilegiado la actitud ejemplar de Levinas. He-
mos recordado la inspiración maestra de Martin Buber. Pero es evi-
dente que los grandes temas de la existencia como misterio y de la re-
la~i~n con el pr~jimo. como fidelidad, en Gabriel Marcel, o la proble-
manca de la reciprocidad de las conciencias, en Maurice Nédoncelle,

4. Sobre todos estos temas recomendamos especialmente a H~NS,URS VON BALTIlA-


SAR, Herrlichkeit l/l, l:fm, Ra~m der Metaphysik, Einsiedcln.Tohannes Verlag, 1965,
pp. 843-857. Cí., también del mismo autor, la admirable e inagotable Phénoménologie
de la vérité, París, Beauchesne, 1952.

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i~r-~
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La vía metafísica
Capítulo Segundo

CUADRO SINTETICO DE LAS TRES DIFERENCIAS


ENFOQUE TEOLOGICO:
METAFISICAS DEL MISTERIO ONTOLOGICO LA VIA TEOLOGAL

Terce~~ diferencia /
metaflslca '"
diferencia teo!óg ¡ea
I
Dios: el Ser como plenitud subsistente y personal
L. Intelecto divino _ tormas
(esencias de los entes)

.
Segunda diferencia
metafísica '"
diferencia onto!ógica
I
/"" "Se, (dd enrer: plenitud 0' subsistente
Impersonal

En el plano teológico, la vía cosmológica consistía en fundamen-


"'k, entes entre los cuales el hombre, q"' es el ser-ahí tar la credibilidad de la revelación cristiana en el poder que posee la
L. subsistentes I que s b .
u siste figura de Cristo para aclarar el sentido del devenir natural e histórico.
personalmente
En cuanto a la vía antropológica, intentaba demostrar que Jesús es dig-
no de fe porque responde a las esperanzas y a las exigencias del cora-
madre (padres) mundo ser zón humano en búsqueda de libertad y de superación de sí. ¿ Cuál será

P rimera diferencia
metafísica '"
L generosidad de tipO personal
en teología el camino correspondiente a la vía metafísica de la filoso-
fía? Esta última vía tenía como característica -en términos hegelia-
nos- que privilegiaba el Logos con relación a la Naturaleza y al Es-
/
diferencia existencia] píritu finito o, en otros términos, que sólo comprendía la doble aven-
(Y,~Tó, \ .~
tura del mundo y de la libertad en el marco de un misterio transcen-
denre que les precede y les engloba, a saber, esencialmente, el misterio
ntno del ser y de Dios. En el campo de la teología -que tiene como una
de las más importantes tareas el hacer ver la credibilidad de la revela-
ción- el punto de vista metafísico tenderá a encontrar en el contenido
ANALOGIA DE LA LUZ
mismo de la revelación, en la figura de Dios revelándose.en Cristo, el
So! '" luz subsistente criterio interno de su credibilidad: Dios y Cristo son, en sí mismos y
¡ Luz como tal (no subsistente)
Objetos iluminados y luminosos + ojo
por sí mismos, dignos de fe en su revelación de sí y no primeramente
en razón de su poder iluminador para descifrar el sentido del mundo
! y de la libertad humana. Proponemos que se llame teologal este cami-

I
Dios no teológico que tiene su centro de gravedad en la soberana manifes-
Ser tación de la gloria de Dios. Ciertamente, podríamos llamarle sencilla-
Entes + ser-ahí
mente: la vía metafísica en teología. Pero, como el término «metafísi-
I co», a diferencia de los términos «cosmológico» y «antropológico», ti e-
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iI
I 303
-~-----------~~-~-----------~---------~

La vía teologal La gloria divina

ne una connotación más estrictamente filosófica, preferimos bautizar del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad» (]n 1,14). Por
con un nombre especial elaspecto teológico de la vía metafísica. Nues- eso nos postramos con San Juan y, en la confusión llena de admira-
tro primer trabajo será el subrayar la originalidad de esta vía propia- ción del reconocimiento, confesamos: «de su plenitud todos hemos re-
mente teo-logal de la teología. cibido gracia tras gracia: porque si la ley se dio por medio de Moisés,
la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» Gn lo' :6-17).
y en esta contemplación histórica del Verbo encarnado, anucipamos
A. Originalidad de la vía teologal lo que el Apocalipsis nos describe como la inm~nsa postra~ión d: toda
la creación ante el Cordero inmaculado y resucitado en qUIen DlOS re-
El mérito esencial de la vía cosmológica en teología era demostrar vela el abismo sin fondo de su amor eterno: «y oí a todas las criaturas
que Cristo es verdadero en el sentido de que ilustra nuestra inteligen- que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar -todo lo que
cia revelándole el destino último de! mundo y de la historia. «Todo ha hay en ellos- que decían: Al que se sienta en el t~ono y al Co~dero,
sido hecho por él» (]n 1,3) Y es él «quien sostiene el universo por su la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los Siglos de los Siglos»
palabra poderosa» (Heb 1,3). (Ap 5,13).
En cambio, la virtud propia de la vía antropológica era subrayar Si, con los escolásticos, llamamos «transcendentales» los grandes
que Cristo es bueno en la medida en que estimula nuestra voluntad co- atributos del ser, a saber, la verdad, la bondad y la belleza, podremos
locándola en medio de un triple movimiento: decir que la originalidad de la vía teologal reside en la.exploración teo-
-el movimiento que, a través de él, viene del Padre hacia noso- lógica del tercer transcendental, el de la bellez.a. Efectl~amente, lo ~ro-
tros y nos colma, pues «si Dios está con nosotros ¿ quién estará contra pio de la vía teologal es afirmar que la revelación de DlOS en ]esucr.lsto
nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a posee en sí misma una evidencia objetiva que es el fundamento último
la muerte por nosotros ¿como no nos dará todo con El?» (Rm 8, de su credibilidad intrínseca. Ahora bien, ¿qué queremos decir cuando
31-32). declaramos que una realidad es bella sino precisamente que ella vale e~
-el movimiento que El suscita en nuestros corazones, de noso- sí y por sí? U:na cos~ ~n cuanto que es bella, s.e sustrae a la. p.r?~a un-
tros hacia El y, por El, hacia el Padre. Al ser el don último del Padre, litaria de la vida cotidiana. Pues, lo que es útil es, por definición, no
Jesús provoca al hombre a comprometerse y le proporciona un ideal esencial, puesto que sirve a otra cosa más importante que él. Lo esen-
de vida: «Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» cial, en cambio, es siempre inútil, desde el momento en que vale por
Gn 12,32). sí y que es un fin en sí mismo. Por esto lo bello pide, a quien se abre
-el movimiento de compartir, entre hermanos, e! amor con e! que a ello, una actitud de disponibilidad gratuita y desinteresada. Mucho
él nos ha amado en nombre de su Padre, pues «si Dios nos ha amado más que lo verdadero y lo bueno, tom~dos aislada~ente, e~presa el
de esta manera, nosotros debemos también amamos unos a otros» (1 fondo mismo del ser en su soberana plenitud, El realiza la unidad per-
Jn 4,11). De aquí su único mandamiento es: «arnaos los unos a los fecta y englobante de lo verdadero y de lo bueno sobrepasando sus res-
otros como yo os he amado» (jn 15,12). El Señor, a la vez que nos pectivas unilateralidades y corrigiendo así al uno con el otro. Lo bello
llena y nos atrae, nos confía los unos a los otros de manera que su bon- es bueno en la medida misma en que es verdadero, y es verdadero en
dad para con nosotros se realiza así en la comunicación fraternal de su la medida con que es bueno. Tiene la objetividad y la consistencia de
amor. lo que, siendo verdadero, se impone a la inteligencia, pero, al mismo
La originalidad de la vía teologal consistirá esencialmente en po- tiempo, tiene en sí un calor radiante que alegra el corazón. Inversa-
ner en evidencia que Cristo es bello, es decir, que seduce nuestro co- mente, lo bello colma el deseo sin dejarse asimilar por él: a la vez que
razón al resplandecer en él la gloria eterna de Dios como Amor. En resuena íntimamente en la subjetividad que él gratifica con su bondad,
calidad de Hijo único del Padre, el Verbo es, en efecto, «el resplandor conserva la suficiencia y la libertad de lo que tiene su verdad en sí mis-
de su gloria y la expresión de su ser» (Heb 1,3). Y «el Verbo se hizo mo y exige ser respetado en su dignidad trans~endente. Por e~?, lo be-
carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria: gloria propia llo no se dirige a una sola facultad humana, interpela al espmtu total

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La vía teologal La gloria divina

como unidad de la inteligencia y de la voluntad y pide ser saboreado de esta manera, la historia de la salvación se convierte en la grandiosa
en el movimiento respetuoso del amor. De manera semejante, lo bello ostentación de amor en la que Dios despliega su propio esplendor.
se refiere al existente en su consonancia total, es decir, en cuanto que Pero, como e! amor que ella revela ha querido precipitarse en el abis-
es a la vez, empleando e! lenguaje de Tomás de Aquino, esencia inte- mo de la muerte y del pecado, la seducción de la humanidad por el
ligible y acto plenario, especie y luz, forma y esplendor. Pensemos en amor divino ha tomado la forma dramática de un gigantesco combate
una obra de arte. Hay en ella, efectivamente, un aspecto de forma, de de ]acob entre el Creador y su criatura (d. Gen 32, 23-33).
esencia o de especie. Tiene un contorno preciso, posee unas caracte- La vía teologal de la teología no es una evasión fuera de la condi-
rísticas visibles que se prestan incluso a un análisis científico. Pero de ción humana. No es una invitación a planear beatíficamente por enci-
este plano objetivo surge otra dimensión: la de la irradiación por la ma de las obscuridades de! mundo. Al contrario -y es una segunda
que, activamente, la obra me inunda con su luz y me extasia. Puesto característica original de esta vía- la consideración de la Revelación
que, en e! nivel del ser, lo bello integra la verdad y la bondad, y que, desde e! punto de vista de la belleza permite hacer resaltar a la vez su
en e! centro de! espíritu, enlaza la inteligencia y la voluntad en la uni- transcendencia y su encarnación. Aunque de lo que es bello irradia una
dad del amor, y que, en el ente, realiza la armonía de la forma objetiva libertad que tiene su justificación en sí misma, sin embargo, la sufi-
y de! esplender radiante, lo bello es e! transcendental supremo que so- ciencia de lo bello únicamente resplandece en una forma visible y ob-
brepasa el carácter demasiado objetivamente explicativo de lo verda- jetiva y sólo en ella. Por eso, decir que Dios es bello en su revelación,
dero y el carácter demasiado subjetivamente interesado de lo bueno es, indudablemente, arrodillarse ante el misterio de su gloria. Pero, al
para asumirlos en el carácter absoluto de lo que vale en sí y por sí, Es mismo tiempo, es reconocer que actualmente nuestra única entrada en
por lo que, cuando antes hemos intentado hacer ver e! peligro de «re- este misterio insondable es la figura concreta de su revelación histórica
ducción» inherente a la vía cosmológica y a la vía antropológica en teo- en favor del hombre. Ver la historia de la salvación como un aconte-
logía, habíamos tomado e! ejemplo de lo bello -al mismo tiempo que cimiento de belleza nos lleva así a dejar de considerar la fe como un
e! de! prójimo- para sugerir que e! misterio de Cristo posee una dig- puro salto en el vacío, como un arriesgado echar a suertes en favor de
nidad y una suficiencia que no puede agotar ningún estudio inspirado lo invisible. Solamente a través de la figura histórica de la revelación
unilateralmente en el deseo de encontrar en él una explicación del mun- -figura insondable-, se transparenta visiblemente e! glorios.o carác-
do o un catalizador de nuestras libertades. Es cierto que el Señor de ter inconcebible del Dios siempre mayor. Antes de ser «negativa», an-
la Gloria ilumina el devenir cósmico e histórico de nuestro universo; tes de decir que Dios transciende absolutamente al mundo y al hom-
es verdad que él polariza las llamadas y los impulsos de nuestro cora- bre, antes de confesarle como el Completamente Otro, la teología debe
zón. Pero hay mucho más que eso en él: él es, en una grandiosa y ra- ser «positiva», debe dedicarse pacientemente a observar los contornos
diante gratuidad el ícono carnal del Amor eterno. En esta perspectiva, positivos de la historia de la salvación, debe aplicarse a hacer la exé-
la Revelación de Dios en Cristo ya no puede entenderse primeramente gesis del Verbo encarnado, porque es ahí, en esta aventura de carne y
como un medio ordenado utilitariamente a un fin extraño; ella es, pri- de sangre, donde brilla para nosotros, en todo su esplendor, la gloria
mordialmente, el testimonio que da e! Amor trinitario de su propia be- inescrutable del Completamente-Otro. 0, más exactamente, no se tra-
lleza. Pero ¡qué olvido de sí en esta autoglorificación de! Amor! pues- ta de una anterioridad cronológica de la teología positiva con relación
to que ha sido a través de los mortales callejones sin salida de un cos- a la teología negativa; la fe, en una misma y única mirada, abre los ojos
mos caído y de una humanidad prisionera de su egoísmo como la ino- hacia el Jesús de la historia y contempla en él, en su vida, su muerte
cencia divina ha tenido que hacer, al precio de la Cruz, la descomunal y su resurrección, al Verbo hecho carne, al Hijo hecho hombre, en el
apuesta de que un día Dios sería todo en todos. La Creación entera cual el Amor trinitario da testimonio de la gloria imperecedera de su
encontrará, finalmente, su hogar en la gloria divina, pero la luz que ser en su total alteridad4s.
inundará la «morada de Dios con los hombres» (Ap 21,3) se filtrará
para siempre a través de las llagas bienaventuradas de Aquel que será ,; La ausencia de esta visión conciliadora -pero ¡qué enorme trabajo supone esta
su luz eterna: el Cordero inmolado (d. Ap 5, 6 Y 21,23). Entendida conciliación!- explica el que muchos autores hagan resaltar excesivamente el contraste

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La vía teologal I Karl Barth

P~ra balbucir una maravilla tan grande, la teología debe hacerse publicados en seis volúmenes, dos de los cuales recogen las prédicas
proférica, en el más fuerte sentido del término. Su única preocupación dirigidas a los detenidos de una prisión de Basilea, Sabemos también
debe ser p~o.clamar la Palabra de Dios y su solo tormento: adorar al I que el servicio de la Palabra transcendente de Dios le ha llevado, en el
Amor crucificado. En e! centro de una teología teologal, estará siem- ambiente de la «Iglesia confesante», a oponerse con fuerza a las pre-
pre e1.f,ervor de la c~nte~plación, el celo por e! anuncio de! Evangelio, tensiones totalitarias del Estado hitleriano. Podemos imaginar lo que
I~ pasl~n ~e la predlcaclOn .. En esta teología no faltarán la conceptua- puede costar el proclamar contra viento y marea, que «Dios está en e!
lidad tecmc~ III las pe~spectlvas cósmicas, históricas y antropológicas, cielo y tú en la tierra» como Barth escribía en su comentario de la epís-
pero el conjunto del discurso se hará humilde profecía de un misterio tola a los Romanos en 1919. De esta afirmación verticalista de la trans-
que transciende toda palabra humana, el de la Palabra de Dios hecha cendencia absoluta de la Palabra de Dios, algunos han sacado, inge-
carr~e. Para ilustrar esta tercera vía de la teología recurriremos a dos nuamente, la conclusión de que, para Barth, Dios es todo y e! hombre
testigos proféticos de nuestro tiempo: Karl Barrh y Hans-Urs von no es nada. Es cierto que, en la primera fase del pensamiento barthia-
Balthasar. no, algunas expresiones muy fuertes van en esta dirección. No obstan-
te, lo que resalta en la inmensa Dogmática eclesiástica es una doctrina
B. Dos testigos de la reconciliación del hombre con Dios en Jesucristo. La Palabra de
Dios, en efecto, precede a cualquier iniciativa humana. Está por enci-
1. Barth y el verticalismo de la Palabra de Dios
ma de toda la impotencia del hombre para elevarse hasta Dios por sus
Seremos muy ~reves en lo que concierne a Karl Barth, puesto ya propias fuerzas. Pero, en la alianza eterna que él ha concluido libre-
hemos hablado vanas veces de é146• mente con el mundo, Dios ha hecho del hombre su compañero y nos
Karl Barth ha sido un teólogo predicador, Sus sermones han sido' ha revelado así su propia humanidad. Si es verdad que e! hombre no
es verdaderamente hombre sino como hombre de Dios, hay que aña-
entre una cristología «de arriba» (partiendo del Verbo que existe antes de su encarna- dir en seguida que, de ahora en adelante, en Jesucristo crucificado y
ción) y una cristología «.~e abajo". (que pa~e del Jesús de la historia para elevarse pro- resucitado, Dios ya no es Dios sino como Dios del hombre'". Es ahí,
?reslvarnen~e a la ~onfesl.on del HIJO de DIOS). De hecho, los dos caminos constituyen
incluso, donde revela al máximo su divinidad y su libertad todopode-
Juntos. un circulo irrompible. Un buen ejemplo de este falso dilema nos lo proporciona
el librito de CHRISTIANDuQuoc, JéSU5, homme libre. Esquisse d'une christologie, París, rosa, a saber, en el poder que él tiene de entregarse al dominio de la
Ce.r~, 1973. E~t~ ~bra tiene mucho.s v~lores, pero la habita un tal miedo de que la con- nada con el fin de dársela a sí mismo, abandonándose a su poder. Por
fesión de la divinidad de Jesús perjudique su humanidad que, a pesar de la fe incontes- eso, él Sí que Dios se dice a sí mismo en la Cruz de Cristo es, por iden-
table del autor en Jesús verdadero Dios y verdadero hombre, la acentuación de los ras- tidad, el Sí de Dios al hombre pecador y la base de la capacidad de
gos humanos d.e Cristo se hace en detrimento de la plena afirmación de su dignidad di-
este para pronunciar, en la libertad de la obediencia, el sí de la fe, de
vma. En cambio la vía teologal que bosquejamos aquí promoverá el uno a través del
otro,.y ésta será su originalidad, los dos aspectos contrastados de la cristología, dejando la esperanza y de la caridad.
de, mirarles ~e una m~nera conflictiva baj.o la forma de una competencia recíproca. Ade- En conformidad con la «concentración cristológica» que marca
mas ¿no es es~a .Ia mejor manera de ser flel.al Concilio de Calcedonia (en 451) que afir- cada vez más la obra barthiana a medida que se va desarrollando, es
ma que en el umco jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, «la unión de las na-
en la figura de Cristo, y en ella sola, donde se revela esta grandiosa pers-
turalezas no s~prime en manera alguna sus diferencias, sino que las propiedades de cada
una son más bien salvaguardadas y reunidas en una sola persona" (d. Textes doctrinaux pectiva de la acción reconciliante de Dios. En Jesús crucificado y re-
du Magistere ~e I'Église sur la [oi catbolique, traducción y presentación de GERVAISDu- sucitado es donde coinciden la kenosis y la exaltación, es decir, la hu-
MEIGE, París, E,ditions de l'Orante, 1969, p.190). A propósito del libro de Duquoc, leer millación de Dios que, para reconciliarse con el hombre pecador, des-
la estupenda critica hecha por LÉON RENWART,[ésus-Cbrist aujourd'bui, «Nouvelle Re-
vue Théologique", marzo-abril 1977, pp. 229-230. Sobre los problemas actuales de la
cristología, cf. el número de la revista «Comrnunio», [ésus «né du Pére avant tous les por R. VANDERGUCHTy H. VORGRIMLER,Tournai-París, Casterman 1970), tomo 2, pp.
siécles», enero 1977. .
707-718.
. .~ Para una rápida ojeada a la personalidad y a la obra de BARTH, se podrá leer el 47 Sobre este tema decisivo, cf., sobre todo, KARL BARTH, lntroduction ti la théo-
articulo Karl Barth, de Waltcr FÜRST en Bilan de la théologie du xx' siecle (dirigido logie évangélique, Ginebra-París, 1962.

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La vía teologal Karl Barth

ciende a la región de la nada y la elevación del hombre que, por el don volvemos a encontrar aquí" como en toda la teología barthiana, una
de esta reconciliación, es arrancado a la vanidad y accede a su verda- propensión típicamente protestante a no respetar suficienteme.n~e la
dera humanidad. En principio, escapamos aquí a la unilateralidad de consistencia propia de la naturaleza creada en general y de la actividad
una cristología que sería únicamente «de arriba» o únicamente de «aba- humana en paticular. Ya lo habíamos señalado más arriba al hacer ver
jo». Barth nos invita primeramente a contemplar en Jesucristo al Dios e! poco caso que hace Barth de la antropología filosófica. Se podría de-
que, en vistas a la reconciliación, se somete al juicio que pesa sobre e! cir lo mismo a propósito de su concepción unilateral de la Creación
, mundo y muestra su divinidad siendo Señor en calidad de siervo. Pero, como simple presupuesto de la Alianza: considerar el mundo como e!
a la vez, hay que reconocer en Jesús al hombre reconciliado que, exal- terreno casi pasivo de la elección divina es también una manera de mi-
tado por Dios en su resurrección, es siervo en calidad de Señor. Final- nimizar la autonomía que le confiere, precisamente, la Creación.
mente y sobre todo, Jesús, e! Hombre-Dios, es, en la coincidencia ab- En este contexto, se adivina que solamente gracias a una feliz al-
soluta de su obra y de su persona, de su ministeri¿ y de su ser, la prue- teración de su verticalismo habitual, Barth ha podido hacer un sitio
ba indefectible y e! lugar mismo de la conjunción indisoluble de! mo- -lo que es raro en el pensamiento protestante- a una teología de la
vimiento condescendiente por e! que Dios reconcilia consigo al hom- Palabra transcendente de Dios que sea al mismo tiempo una teología
bre pecador y de! movimiento ascendente por el que el hombre se con- de la belleza divina. Pues la belleza supone, lo hemos visto, una forma
vierte a su verdadera 'humanidad al volverse hacia Dios''". objetiva, implica una complacencia en una figura positivamente loca-
Si es verdad que, en principio, la cristología barthiana no se de- lizable, cosas que en sí mismas casan mal con un transcendentalismo
sarrolla exclusivamente «por arriba» como se le ha reprochado a me- demasiado riguroso. Uno de los aspectos por los que la teología bar-
nudo de manera caricaturesca, hay que decir, sin embargo, que las re- thiana de la Palabra de Dios se acerca más al pensamiento católico es
servas que habíamos emitido precedentemente en cuanto a la actitud el haberse engalanado de belleza y haberse presentado así bajo los ras-
de Barth con relación a la filosofía pueden transportarse, con los ma- gos de una teología de la Gloria resplandeciente de Dios. Es también
tices necesarios, al conjunto de su dogmática y, particularrnente.a su uno de los puntos de contacto que Balthasar, e! representante por ex-
cristo.logía. En la dógmatica de Barth, parece que todo ocurre un poco celencia de una estética teológica católica, se ha complacido en subra-
excesivamente como si fuera solamente Dios quien actuase en la his- yar con Iervor ".
toria de la salvación, sin ninguna cooperación humana". Bajo este as-
::. ::. ::-
pecto, Karl Barth está cercano a la antigua herejía monofisita que su-
bestimaba la humanidad de Jesús en beneficio de su divinidad, tiende
a no ver en e! acontecimiento histórico de la vida de Jesús más que la Hablar de Barth en unas pocas páginas es evidentemente irrisorio.
envoltura que cubre la acción única de Dios. La Cruz aparece menos Pero, como aunque añadiésemos algunas decenas quedaría igualmente
como la obra del Hombre-Dios que como la operación luminosa de desproporcionado frente a una obra tan inmensa, pensamos que c?n
Dios que, según la famosa fórmula luterana, «se esconde debajo de su lo que hemos dicho será suficiente, teniendo en cuenta nuestro fin.
contrario» (latet sub contrario) en la tenebrosa pasividad de la pasión. Esta misma observación es válida para la teología de Hans-Urs van
Hans-Urs von Balthasar, en su libro lleno de benevolencia hacia su Balthasar, a la que pasamos ahora. La «producción teológica» de Bal-
compatriota y amigo, ha llegado incluso a formular que la Cruz sería, thasar es cuantitativamente menos extensa quizás que la de Barth, aun-
en Barth, «un monólogo de Dios consigo mismo»so. En una palabra, que sea una de las más voluminosas de nuestro siglo, pero es infinit~-
mente más rica en ramificaciones tea lógicas, filosóficas, artísticas y li-
48 Cf., sobre esto, la bella síntesis de EMiLIO BRITO, Le modele bégélien des cbris- terarias de todo género. No podemos evocarlo sino traicionando la in-
tologies contemporaines, en «Cornrnunio», tomo 11, n° 2, marzo 1977, pp. 90-91. comparable complejidad en la que se despliega su purísima y bellísima
49, Cf. las penetrantes observaciones de H. BOUILLARD en su Karl Bartb, vol. 2,
París, Aubier, 1957, especialmente p, 115.
Sl Cf. H. U. VON BALTHASAR, La Gloire et la Croix, tomo 1, París, Aubier, 1965,
, so H. U. VaN BALTHASAR, Karl Barth. Darstellung und Deutung seiner Theolo-
gie, Colonia, Hegner, 1951 (2.' ed. en 1962), p, 380. pp. 44-47.

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\ Hans-Urs van Balthasar


La vía teologal

unidad. No explicaremos apenas más que un aspecto: precisamente el la luz de la fe, incluso este movimiento íntimo del alma es finalmente
de la estética teológica. suscitado por la irradiación seductora que emana. de la figura objet~va
de la Gloria de Dios encarnada en el rostro de Cristo. Pues, como dice
el Apóstol en un versículo citado a menudo por Balthasar, «el Dios
2. Balthasar y la estética teológica que dijo: "Brille la luz del seno de las tinieblas", es también el ~u~ ha
brillado en nuestros corazones, para hacer resplandecer el conocirruen-
La teología de Hans-Urs von Balthasar (nacido en 1905) procede to de la gloria de Dios, reflejado en Cristo» (2 Cor 4,6).
toda ella de la adoración de la Gloria de Dios. Es uno de los rarísimos En este contexto es donde se inscribe la infinita proliferación de
teólogos contemporáneos cuyos libros dan el gusto de arrodillarse para un pensamiento cuyo único cuidado es el de hac~r volve~ todo a.su cen-
r~zar a Aquél que es su solo tema. Pero como e! Amor que ellos in- tro: la majestad sumamente adorable de la Glona de Dios mamfes:ada
vitan a contemplar es e! Amor crucificado por mí y por e! mundo pe- en la cruz de jesús". A través de las grandezas y de los estancarruen-
cador, los libros de Balthasar son, a su manera, «comprometidos»: es- tos de la Antigua Alianza, se abre un espacio en donde podrá desple-
tán habitados por una pasión devoradora, la pasión de que la Iglesia, garse, en la Nueva Alianza, la revel~ción decisi~a de ~ios co~o Amor.
en virtud de una transparencia siempre mayor a su Señor humillado, y el lugar histórico de esta revelación es la existencia de Cristo: es El
sea la humilde continuación del compromiso dramático de Dios en fa- quien, en su vida, en su muerte y en su r~surrección, ~s la Palabr~ su-
vor de la salvación de la humanidad=. prema que Dios dirige al mundo, pues «SI la Ley se dio por ~edlO de
El lugar teológico de! pensamiento de Balthasar es el mismo que Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucnsto» (]n
hemos descrito precedentemente al indicar la originalidad de la vía teo- 1,17). En él, en la figura única de su persona concreta, se reunen los
logal. De hecho, hemos tomado por anticipado de la estética balthasa- rasgos aún inconexos de aquél que e! Antiguo Testamento 'anunciaba,
riana la descripción de esta nueva perspectiva, en la que e! centro de por encima de sí mismo, como su propia realización.
gravedad del pensamiento teológico está situado en la autoglorifica- En el centro de la existencia de Jesús brilla el misterio pascual que
ción, que se olvida totalmente de sí, de! Amor trinitario. De aquí e! es también e! foco más íntimo de donde irradia toda la teología de Bal-
tema central del primer volumen de La Gloria y la Cruz, titulado Apa- thasar'". El misterio pascual es, en cierto sentido, la conclusión lógica
rición: en la figura de Cristo «aparece» toda la profundidad del amor de la vida de Jesús -¡aunque nunca podrá adueñarse de él ninguna ló-
divino y esta figura tiene en sí misma su propia evidencia. En último gica gnóstica! En efecto, a tr~vés de sus. p.alabra~ y de s~s gestos, J e~~s
análisis no hay nada más evidente que pueda, desde fuera, fundamen- ha reivindicado un rango divino, ha emitido la insostenible pretenslOn
tar su credibilidad. Incluso la conversión de! corazón, por la que el es- de ser e! propio Hijo de Dios. Y esto en la humildad total del Enviado
píritu se abre activamente a la revelación, en la evidencia subjetiva de cuyo alimento es hacer la voluntad del Padre. L.a mu~~te d.e Jesús -su
condenación como blasfemo-- es la consecuencia casi mevltable de ha-
ber emitido semejante pretensión frente a un mundo enemigo de Dios.
52 Para una visión sintética de la obra de BAL THASAR será provechoso leer -en
francés- los artículos de HERBERT VORGRIMLER, Hans-Urs von Balthasar, en Bilan de
El Hijo del Dios vivo será llevado infaliblemente al absurdo de la muer-
la tbéologie du. xx: siécle, Tournai-París, Casterrnan, 1970, tomo 2, pp. 685-:06 y de te. El Inocente morirá como un maldito en solidaridad con los hom-
jEAN-MARIE FAUX, Un tbéologien: Hans-Urs von Baltbasar, «Nouvelle Kcvue Théolo- bres pecadores. El Verbo hecho carne, el Verbo de vida, será contado
gique», diciembre 72, pp. 1009-1030; Gloire et liberté. Sur quelques publicauons récen-
tes de H. U. van Balthasar, ibid, junio 1975, pp. 529-541 Y especialmente Retour al< cen-
tre: la théologie de Un von Balthasar, en «Catéchistes», n° 97, enero 1974, pp. 133-160.
~J cr. el título significativo de la obra traducida en francés con el título de Retour
Nos hemos permitido seguir muy de cerca esta última exposición en nuestra propia pre-
sentación de la estética tea lógica de Balthasar. Recordamos finalmente que la obra más au centre Desclée de Brouver, 1971.
~4 Balthasar ha consagrado al misterio pascual un largo estudio, el más sistemático
Importante de BALTHASAR, La Gloire el la Croix (París, Aubier, 1965-1975) consta, en
que ha salido de su pluma. Esta teología ~e «los t~es días» ha apar~cido bajo el título
francés, de g volúmenes. No expondremos aquí más que el primero, titulado Apparuion
Le mystére pascal en la colección «Mystenum Salutis», tomo 12, París, Cerf, 1972, cap.
y los dos dedicados respectivamente a la teología de L 'Anc;enne Alliance, y a una 1<"0-
logía de la N ouuelle Alliance. IX, pág. 9-275.

313
312

I
La vía teologal Hans-Urs von Balthasar

entre los muertos caídos en el abismo del que nadie regresa. Es enton- de la Cruz, se revela, no sólo e! abismo de! amor trinitaria, sino tam-
ces cuando la Resurrección aparece en el día de Pascua, como la res- bién la posibilidad de salvación de la humanidad de su propio abismo
puesta del ~adre al rechazo que la humanidad ha hecho de! Hijo. de muerte y pecado. Es preciso toda la tiniebla luminosa del Gólgota
«A9uel a qUien vosotros habéis crucificado, grita Pedro, Dios le ha re- para que el segundo abismo sea absorbido en el primero. Así, en la hu-
su.cItado de entre los m.uerto~» (Hech 4,10). Al glorificar a su Hijo hu- millación de la Pasión, Dios ha vencido al mundo entregado en manos
millado, el Padre acredita su Increíble pretensión de ser en este mundo de! Malo. «El estruendo del pecado ha desaparecido en e! silencio de!
la encarn~ción del.a~?r eterno. Al transfigurar a su Hijo desfigurado, amor. Este se ha hecho más sombrío, más flameante, más ardiente a
le da su figura definitiva, que ninguna crítica podrá jamás destruir, ya causa de la experiencia de lo que es el-mundo. Pero e! abismo menos
que es, en pleno centro de la historia de' los hombres, la Palabra deci- profundo de la rebelión ha sido absorbido por la misericordia inson-
siva y el Gesto último del amor de Dios. Quien se enfrenta con ella dable, y el Corazón divino reina apaciblemente con majestuosas pal-
se rompe. Quien intenta dividir y disolver este átomo indivisible en- pitacioness". El precio de esta paz pascual es el tormento del Viernes
cuentra la resistencia irreductible de su cohesión cada vez mayor. Pero y del Sábado Santos, es e! pozo sin fondo del abandono en que el Pa-
e! ojo sencillo, en la apertura de la fe, acoge amorosamente la luz que dre ha dejado al Hijo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has aban-
emana de la cruz y sabe que esta luz pascual es la de la Gloria de Dios. donado?» (Mt 27,46). Nadie podrá sondear jamás la profundidad de
¿Es necesario señalar que esta «estética teológica» no tiene nada este abandono, pues sólo quien es Dios puede experimentar verdade-
que ver con una teología estética o estetiz ante? La belleza de Dios no ramente lo que es estar lejos de Dios. Este fue el maravilloso hallazgo
es un~ belle,za fácil, no se puede encontrar su irradiación desgarradora del Padre: sin que el Hijo haya pecado (cf. Hb 4,15), Dios le ha deja-
expenmentandola como «agradable» o «bonita». Es una belleza que tie- do en esta oscuridad que es, si no el acto mismo del pecado, por lo
ne la seriedad y la gravedad de la sangre derramada. Una belleza tan menos el estado permanente y objetivo del pecador. Como dice Pa-
soberanamente transcendente que es capaz de integrar sin disolverla blo: «aquel que no había conocido el pecado, Dios le hizo pecado por
lo que ,ninguna estétic~ superficial se atrevería a asumi'r: la ignomini~ nosotros» (2 Cor 5}21). El desamparo del Hijo no tiene proporción al-
de! patíbulo. Pues aquel.que es el «resplandor de la Gloria de Dios y guna con la condenación que merece toda la suma de las iniquidades
la Im~gen de su substancia» (d. Heb 1,3) es también el que hemos vis- humanas, pues, a priori, no hay ninguna soledad del hombre pecador,
to «sin aspecto atrayent~, ~esp:eciado y evitado por los hombres» (1s lejos de Dios, que pueda compararse de alguna manera con la soledad
53, 2-3). Por eso, para distinguirla de cualquier belleza intramundana de Dios abandonado por Dios, con la pobreza del Hijo desamparado
Balthasar reserva a la Belleza inconmensurable de Dios el título de por e! Padre, con el descuartizamiento y la dislocación d~ la santa e
«Glo.ria}: (kabod en ~l Antiguo Testamento, doxa en el Nuevo). Esta indivisible Trinidad. Tal es el abismo insondable donde e! Hijo des-
Glona tiene en sí misma la medida de su belleza, pues ella es, según ciende en la oscuridad del Viernes Santo. Y, sin embargo, para son-
las palabras de San Anselmo frecuentemente citadas por Balthasar el dear lo insondable} hay que descender aún más hondo en la contem-
id qua maius cogitari non potest, «aquello de lo que ya no puede p~n- plación del misterio kenótico de la Gloria'". Pues, sufrir la muerte más
sarse nada m~yor». Se comprende entonces e! título que Balthasar ha absurda que exista es aún una forma de actividad. Y saborear hasta las
dado a la obnta en la que ha resumido muy densamente e! tema de su heces la copa amarga de la ausencia de Dios es también una especie de
estét~ca :~ológica: L'Amour seul est digne de foi (París, Aubier, 1966). experiencia activa, pero, por su muerte efectiva} por su sepultura y por
Y, anadIrl~m?s de buen grado: sólo ese amor es absolutamente digno la ausencia total de comunicación con el mundo de los vivos, la soli-
de fe en SI mismo. Un amor tan grande que ha atravesado el infierno daridad del Hijo con los hombres pecadores y mortales se acaba en e!
de la cruz y del sheol y que, incluso resucitado, lleva en su humanidad
gloriosa las huellas dolorosas de la pasión (cf. Jn 21, 19-30).
55 Citamos aquí la conclusión del admirable librito de Balthasar, el más «bello»,
La teología de Balthasar medita continuamente este misterio de!
a nuestro juicio, de los que ha escrito: Le coeur du monde, Desclée de Brouwer, 1976.
«~or siempre ma~or de Dios» con la obstinación de un gracias reco- 56 Recordamos que la -kénosis- designa en griego el acto de vaciarse de sí mismo.
nocido del pensarruenro y de! corazón. Es que, en el misterio glorioso Cf: el «se anonadó a sí mismo- de Fil, 2,7.

314 315
Hans-Urs von Balthasar

silencio absoluto de la muerte. El Verbo hecho carne -la Palabra de píritu se necesita un corazón acogedor, tiene que haber, de parte de la
Dios encarnada- es reducido al mutismo de los muertos, hundido en humanidad, un «sí» total que corresponda al «Sí» del Hijo y que sea
el universo sin forma en el que no existe ni sentido ni comunicación. como la encarnación de la respuesta del hombre al amor que le salva.
~al es el úl~!mo ab~smo de impotencia, el último infierno, al que des- Este «sí» es María, ella que, en una disponibilidad absoluta de corazón
ciende e! HIJO de DIOS: muerto entre los muertos, verdaderamente obe- y de cuerpo, ha concebido en su seno, por la fuerza del Espíritu, al
diente perinde ac cadaver (<<como un cadáver»), Este es e! mensaje li- Verbo de Dios. María, Virgen y Madre, es también e! símbolo perso-
berador que fue proclamado silenciosamente en el vacío del Sábado nal de la Iglesia, la garantía viva de que la Iglesia no será solamente
Santo y la solidaridad que él implica con los pecadores y con los muer- una concentración de pecadores, sino la Esposa inmaculada, la Madre
tos. basta para explicar el misterioso texto de Pedro que afirma que {ecunda que, en una abertura sin límites al Espíritu Santo, engendra
<?nsto «fue a proclamar su mensaje a los muertos» (1 Pe 3,19). A par- por inedio de los sacramentos la vida nueva del Resucitado en pleno
nr de este abismo, e! acontecimiento de Pascua cobra evidentemente corazón de la humanidad. Se comprende entonces que la cuestión de-
todo su significado: es la inauguración de un mundo nuevo que ha atra- cisiva para Balthasar en lo concerniente a la Iglesia no sea nunca: ¿qué
vesado el doble callejón sin salida de la muerte y del pecado. La hu- es la Iglesia? (sobreentendido: instituciones y estructuras) sino ¿quién
manidad glorificada de Jesús es la primera célula de un universo rege- es la Iglesia? En último término, la respuesta a la cuestión es María, y,
nerado. La Resurección, al mismo tiempo que colma de alegría al Hijo más ampliamente, la Iglesia como Esposa de Cristo y como Cuerpo
humillado -«yo te he engendrado hoy»- es la prenda de nuestra sal- vivo del Señor'". Esta visión pneurnática ~s decir, centrada sobre el
vación. El hombre ya no puede temer, en adelante, ningún abismo don- Espíritu Santo- y mariana de la Iglesia no implica en manera alguna
de. el Hijo no haya ya descendido; más aún, de antemano, el Hijo ha un desprecio de la «Iglesia-institución». Es cierto que el autor de Derri-
baJ.ado a una sima de soledad infinitamente más profunda que cual- bar los baluartes58 critica fuertemente la postura de una Iglesia que se
quier otra en la que pueda caer el hombre, y la Resurrección es la cer- encerrase en la fortaleza de sus cuerpos institucionales. Pero hay que
teza que e! Padre ofrece de que no hay ninguna miseria ni perdición leer también, salido de la misma pluma, Pneuma e Institución (Einsie-
~umanas que no puedan ser vencidas y superadas por e! amor de Dios, deln, Johannes Verlag, 1974) y El complejo antirromano (París, Apos-
SI e! ~?mbre .cons!e?te en ~ivir de! Espíritu qu.e procede de! Padre y tolat des Éditions, 1976), dos obras en las que las estructuras eclesiales
del HIJO, en inscribir su «SI» en el «SI» plenario de María, madre de esenciales -y particularmente el ministerio petriniano del Papa- son
la Iglesia. admirablemente restituidos en función del corazón marial de la Igle-
Es preciso que digamos aquí algunas palabras sobre el Espíritu, so- sia, Esposa de Cristo y Madre de los creyentes.
bre María y sobre la Iglesia en los que, según la teología de Balthasar, Volvemos así a lo que nos había servido de punto de partida en .
se. acaba la figura total de Cristo. Hasta llegar a este punto, e! pensa- esta exposición del pensamiento balthasariano: la evidencia subjetiva
miento de Balthasar no difiere radicalmente del de Barth. El carácter de la fe no es primordialmente el fruto de una cualidad antropológica,
típicamente católico de la dogmática balthasariana aparece, en cambio, sino que procede de la figura objetiva de la Revelación y es como en-
con todo su re!ieve, cuando se trata de la configuración de la humani- gendrada en nosotros por la acción conjunta del Espíritu Santo y de
dad a la figura incomparable de Jesucristo. En conformidad con la tra- la Iglesia, Madre de la fe.
dición más «humanista» de! catolicismo, Balthasar sostiene que la sal, Al terminar de esta manera, no hemos «cerrado» el «sistema» de
vación realizada por el misterio pascual sólo es realmente efectiva si lle- la estética teológica. La teología de Balthasar tiene efectivamente un
ga a penetrar dentro de la humanidad y si ésta la recibe en su seno. horror santo a cualquier forma sistemática que pretendiera encerrar en
«Derramado en los corazones» (d. Rm 5,5), e! Espíritu Santo es quien molduras conceptuales la fluidez inasequible del misterio siempre ma-
garantiza allí la presencia íntima y siempre actual del misterio pascual
de Jesús; es El quien transforma en realidad- inmanente al hombre, la
57 Cf. H. U. VON BALTHASAR, Wer ist die Kircbe, en Sponsa Verbi, Einsiedeln, Jo-
posibilidad de salvación que el Padre nos ha ofrecido al entregarnos a hannes Verlag, 1960, pp. 148-202.
su Hijo crucificado y resucitado. Para recibir este don Íntimo del Es- 58 En Dieu vivant, 25, 1953, pp. 17-32.

316 317
La vía teologal Valor y peligros

yor. Además, el esbozo que hemos hecho no es verdaderamente más dría no ser así? En principio, ninguna teología puede agotar la riqueza
que una simple evocación de una ínfima parte de la obra balthasariana. del misterio cristiano, ni siquiera una teología tan prodigios.amente
Solamente hemos indicado lo estrictamente indispensable, es decir,lo compleja y matizada como la de Balthasar. El reproche principal que
que era absolutamente necesario para hacer presentir el estilo comple- le haríamos es el de un cierto descuido pedagógico, de una cierta m-
tamente original de un pensamiento teológico auténticarnente teologal. diferencia por la cuestión de saber cómo los cristianos de hoy pueden
Después de haber subrayado la originalidad de esta actitud y de ser conducidos a incorporarse a su manera de ver las cosas. Balthasar
haberla ilustrado con dos ejemplos no nos queda sino poner de relieve escribe para la Iglesia de todos los tiempos, para la Igle~ia. eterna y, ~a-
una vez más todo su valor, discerniendo también los peligros in- nifiestamente, se preocupa muy poco de halagar las opiniones y las in-
herentes. terrogaciones de este tiempo particular. De ahí, una altura en el tono
que puede parecer a veces, equívocamente, una especie de desdén ha-
cia los lectores contemporáneos. Incluso en una obra como DIOS y el
C. Valor y peligros de esta búsqueda
hombre de hoy (Desclée de Brouwer, 1966), que es el mayor esfuerzo
Todo lo que hemos dicho ya sobre la vía metafísica en filosofía y de Balthasar por integrar explícitamente e! punto de vista antropoló-
la vía teologal en teología indica de manera suficientemente elocuente gico, incluso en esta obra planea aún ~~y alto, muy por enci~a .de las
que la tercera vía es, en general, la más rica, puesto que es la más apta interrogaciones habituales de los «cnsnanos de hoy". Por anadidura,
para integrar la verdad complementaria de los diversos caminos del . es el libro del que el autor se ha sentido más decepcionado ... Pensa-
pensamiento. En términos hegelianos -y en lo concerniente a la filo- mos, ciertamente, que en e! anuncio de la Palabra cristiana, tanto en ~a
sofía- sólo el tercer silogismo, el silogismo metafísico y rnetanoéti- catequesis como en la teología, hay un verticalismo que posee una efi-
C059, es capaz de asumir y de realizar la verdad de los dos primeros. cacia pedagógica y que corresponde al carácter transcendente de la Re-
En términos balthasarianos -y en lo que concierne a la teología- sólo velación en cuanto que ésta viene de Dios y no del hombre. Sucede a
lo transcendental de lo bello puede integrar, respetándola y llevándola veces que la mejor manera de llegar a la fe es una confrontación abrup-
a su perfección, la riqueza de los otros dos grandes transcendentales, ta con la belleza y la coherencia de su contenido total. Pero el pensa-
lo verdadero y lo bueno. Esta es la razón por la que la vía metafísica miento antropológico, que procede más inductivarnente a partir de!
y teologal permite evitar, tanto en filosofía como en teología, cualquier fondo exis~cial o tran~cendental, de la e.xperiencia huma~~, tiene tam-
forma de reducción cosmológica o antropológica. No nos extendere- bién su verdad. Resumiendo, sena preCiso poder reconciliar los pun-
mos más sobre los méritos de esta tercera y última vía. Más bien de- tos de vista divergentes pero complementarios de Balthasar y de un
bemos señalar honradamente los peligros que comporta. Karl Rahner, por ejemplo. El Padre Malevez se ha ocupado de esto en
En las dos primeras partes de esta obra, hemos denunciado el pe- un artículo importante al que vamos a referimos ahora?".
ligro siempre presente de una reducción cosmológica o antropológica En este artículo, el autor hace ver que la estética teológica no pue-
del cristianismo. Pero, la tercera vía, si se la profesa unilateralmente, de pasar enteramente por alto el tema rahneriano de la «precompren-
¿ no corre el peligro de operar una reducción teologal, metafísica o es- sión» de la Revelación a partir de las estructuras transcendentales del
tética de la fe cristiana? Creemos que sí, por lo menos si se dan ciertas espíritu humano. Recuerda la concesión hecha por Balthasar cuando
condiciones. Al hablar de Barth, hemos subrayado como se pone en escribe que la pre-comprensión «se da necesariamente por el hecho
peligro el equilibrio de la revelación cristiana cuando se acentúa hasta simple y objetivo de que Dios se hace hombre.y que, por esta. razó~,
ese punto el verticalismo de la Palabra de Dios. Pero la teología cató- corresponde a las formas generales de! pensamiento y de la existencia
lica de Balthasar, menos rígida que la de Barth, es también, desde cier-
to punto de vista, un pensamiento unilateral. Por otra parte, ¿ cómo po- 60 LÉOPOLD MALEVEZ, Présence de la théologie a Dieu et a l'homme, «Nouvelle
Revue Théologique-, octubre 1968, pp. 785-800. Se encontrará en este artículo una ex-
59 «Meta-físico» es decir, que va más allá de la «physis», del cosmos; «meta-noé- celentepresentación del sentido de la teología rahneriana concebida como antropología
rico», es decir, que va más allá del «noüs», del espíritu finito. transcendental.

318 319
La vía teologal Valor y peligros

hum.ana,,61. Además, observa Malevez, ¿ cómo percibir y expresar que que Dios se compromete dramáticamente en favor del mundo peca-
el rrnsterio de Jesús es divinamente bello si no lo he referido ya, de al- dor. No podemos entrar aquí en e! detalle de esta nueva dogmática en
guna manera, a una idea y a una norma de belleza inscritas en mí62? la que e! autor explota, con su erudición inaudita, todas las categorías
La estética balthasariana no es absolutamente rebelde a la perspectiva del teatro, en e! más amplio sentido, para dejar la escena libre a la ac-
de la antropología transcendenral, pero se contenta con hacerle una rá- tuación dramática del amor divino que se entrega a la humanidad en
pida concesión sin desarrollar temáticamente su verdad. Es que Bal- un espectáculo trágico'". Tampoco podemos bosquejar aquí la idea de
thasar teme -y lo comprendemos muy bien- que esta atención del la Theo-logik en la que -si puede llegar a terminarla- Balthasar mos-
hombre a las estructuras de su propio espíritu desvíe su mirada de lo trará e! contenido de la Revelación desde e! punto de vista de lo ver-
único necesario y le impida ver la radical novedad de la Revelación en dadero y con la cual concluirá la trilogía teológica más grandiosa y más
su imprevisible e irreductible belleza. De hecho, las dos actitudes for- modesta de nuestra época (e! autor no habla nunca de sí mismo; se
man un círculo irrompible, el círculo de cualquier interpretación, el fa- eclipsa completamente en su obra, para la mayor gloria de Dios). Pero
moso «círculo hemenéutico» que tanto ama Paul Ricoeur. Sólo pode- -volviendo a la Teodramática-, no creemos que haya que buscar en
mos comprender la Palabra de Dios porque ya, de alguna manera, la ella, a pesar de la novedad del enfoque, un camino que salga al en-
p.r~-comp:endemos a pa~ti~ de nosotros mismos. Pero en la percep- cuentro de las preocupaciones antropológicas actuales. Está más cerca
CIOn etectiva del dato objetivo se nos ofrece un contenido cuya rique- de ellas, pero no puede asumirlas totalmente. Esta parcialidad está vin-
za. desb.orda nuestra precomprensión abriendo así nuestro espíritu a culada al carácter propio del pensamiento teológico de Balthasar, Sin
evidencias nuevas que le habría sido imposible encontrar en sí mismo esta laguna, que otras teologías pueden y deben ayudar a llenar, esta
pero que, sin embargo, no le son totalmente extrañas. No hay modo teología no sería lo que es: la más bella y la más rica de este siglo. A
de sali~ de. esto'". La obra de Balthasar habría tenido quizás más re- pesar de sus méritos no igualados, la teología teologal, en resumidas
s?nancla SI hub;er~ tomado más en serio el aspecto antropológico del cuentas, no es más que una teología. Y -ya lo hemos dicho-- no po-
Circulo herrnenéurico, No obstante, hay que añadir, en favor de nues- dria ser de otra manera: Dios es demasiado grande, en su revelación,
tro autor, que su obra está inacabada. Ha acabado últimamente la ela- para poder acercarse a él por un solo camino, aunque sea el mejor y
boración de una inmensa Teodramática, es decir, de una teología he- e! más englobante.
cha bajo el aspecto de 10 bueno y no solamente de lo bello64. La Re- Haríamos, de buen grado, observaciones similares sobre los pun-
velación no es presentada tanto como una maravilla que haya que con- tos de vista cosmológico e histórico en teología. El primer cuidado de
te~plar c~anto c~~o una acción en la que, para garantizar nuestro la vía teologal-iY qué bien lo comprendemos!- es evitar que la rea-
«bien», DI.os manifiesta su «bondad» en un «drama» que tiene lugar lidad transcendente de la Revelación no sea «recuperada» cosmológi-
entre su libertad y la nuestra. Esta perspectiva estaba ya presente camente, como motor o coronamiento de la evolución natural, o his-
-aunque no explícitamente ~ematizada- en la estética tea lógica, pues- tórico-políticamente, como catalizador o símbolo de las luchas de la
to que, en medio de la glona que ella contempla, brilla la cruz en la humanidad por su progreso social. De ahí la desconfianza de un Bal-
thasar frente al teilhardismo y frente a ciertas formas de teología polí-
tica. Sin embargo, es perfectamente posible integrar la verdad teológi-
61 H. U. VON BALTHASAR, La Gloire et la Croix, r.I, Apparition, París, Aubier,
1965, p. 393. ea de los enfoques cosmológico e histórico-político sin caer fatalmente
62 CL L. MALEVEZ, op. cu., p. 797. en la reducción cosmológica, histórica o política de! cristianismo ya
6} Cf, L. MALEVEZ, op. cit., p. 800.
que el Dios que se revela y se entrega al mundo abraza la totalidad del
~. Para una idea de conjunto del primer volumen titulado: l. Prolegomena (1973), cosmos y, nada, ni siquiera un átomo, una planta, o e! animal más hu-
cf. jEAN-MARIE FAUX, Gloire et liberté. Sur quelques publications récentes de H. U. uon
Baltbasar, «Nouvelle Revue Théoiogique», junio 1975, pp. 529-541, especialmente las
pp .. 536-539.Las referencias de los Otros volúmenes son: !l. Die Personen des Spiels. 65 Lo mismo que Sólo el amor es digno de fe resumía las perspectivas de la estética
Teil 1: Der Menscb m Gott; Teil2: Die Personen in Christus; !lJ. Die Handlung· IV. teológica, así la tónica de la teodramática la encontramos en el opúsculo titulado muy
Das Endspiel, Einsiedeln, Johannes Verlag, 1977-1983. ' significativamente: Dans l'engagement de Dieu. París, Apostolat des Éditions, 1973.

320 321
• • ~--_._--- o _._____ - ----.-~--.--

La vía teologal

milde, es demasiado pequeño para su amor'". De la misma manera, el


í Valor y peligros

tirse en un «sistemas-e- las vías cosmológica, histórica y antropológi-


más obscuro de nuestros conflictos económicos, la más mezquina de ea, pero nunca se instalará en ellas, pues el hogar incandescente del
nuestras aventuras políticas tiene finalmente -aunque no siempre se- Amor crucificado la solicita demasiado insistentemente para que pue-
pamos cómo-- una relación con el Reino de Dios. ¡Qué decir enton- da permanecer mucho tiempo en el atrio del Templo. Quizá algún día
ces del conjunto de la historia universal! La vía teologal es, pues, com- surja un teólogo católico que desarrolle cada una de las tres vías de la
pletamente capaz de hacer un sitio a la verdad de estas perspectivas cós- teología con la misma atención, con el mismo rigor y con un gran cui-
micas e históricas. Pero corre el peligro de no hacérselo lo bastante ex- dado de enlazarlas. Pero, hablando con franqueza, no creemos que esto
plícitamente ni con la suficiente seriedad en el análisis de la situación. llegue a suceder. Pues si han sido necesarios cuatro evangelios (sin con-
Es verdad que un pensador corno Balthasar ha dado ya pasos hacia una tar el Antiguo Testamento, las Epístolas apostólicas, los Hechos y el
auténtica integración de estos puntos de vista en el cuadro acogedor Apocalipsis) para bosquejar el único rostro del Salvador, ¿cómo «una."
de la teología teologal. Lo ha hecho, por lo que se refiere a la óptica teología podría ser suficiente para abarcar intelectualmente el conten~-
cosmológica, en el último y admirable capítulo de Dios y el hombre do de la Revelación? Aquí abajo tenemos que contentamos con «mi-
de hoy, titulado De nuevo, un mundo, y cuyas dos secciones se lla- gajas reológicas», con pensamientos ricos pero fragmentarios. Cada
man, una: La gran Naturaleza y la otra: El mundo en el seno de la uno tiene su verdad con tal que quede abierto al Todo incircunscribi-
realidad. Allí se descubren perspectivas que superan en amplitud y en ble y, sin embargo, ya dado en la figura evidente e incaptable de Je-
profundidad las del mismo Teilhard de Chardin. Ha hecho un trabajo sucristo. Es Dios quien hará la síntesis final en el último día cuando,
idéntico sobre lo que concierne el problema de la historia y de lo po- en su Verbo encarnado, reúna por medio del Espíritu toda palabra hu-
lítico, en tres importantes obras. Una de ellas ha sido citada más arri- mana y sea, para siempre, todo en todos.
ba: se trata de En el compromiso de Dios. Las otras dos son: Teología Mientras tanto, la vía teologal de la teología nos invita, como las
de la historia (París, Fayard, 1970) y De la integración. Aspectos de una dos precedentes, a formular una oración que, respetando la verdad ~e
teología de la historia (Desclée de Brouwer, 1970). Una vez más, aun- las dos oraciones anteriores, es, en cierto modo, el más bello homenaje
que no podamos exponerlas en el contexto limitado de nuestro pro- que la fe pueda ofrecer a Cristo: «Te doy gracias, Señor Jesús, porque
pósito, las perspectivas abiertas por Balthasar sobre la correlación en- das un sentido al mundo y a mi vida, pero, ante todo, yo creo en ti
tre la historia profana y la historia sagrada -la evolución cósmica e porque me has amado y te has entregado al mundo y porque tu amor
histórica son para él como los vehículos autónomos del Acontecimien- crucificado es, en sí mismo y por sí mismo, sumamente digno de fe".
to divino que les transciende desde dentro-- estas perspectivas, deci-
mos, dejan muy atrás las vistas ya muy amplias de Pannenberg, Molt- Hemos cerrado estas reflexiones sobre el valor y los peligros del
mann o Metz. Y, sin embargo, la obra teologal y englobante de Bal-
pensamiento teologal poniendo de relieve la unidad ~ecesaria e impo-
thasar no hace superfluas las ópticas más limitadas de estos tres téolo-
sible a la vez de las tres vías de la teología. Para terminar esta obra de-
gos, como tampoco anula las tentativas de un Teilhard de Chardin o
searíamos aún evocar la difícil cuestión que plantea esta armonía in-
de un Karl Rahner. Es que Balthasar dirige finalmente toda su aten-
dispensable e irrealizable. Lo haremos en dos tiempos. Empezaremos
ción hacia el encuentro inefable que, en la Iglesia, el alma única de la
por presentar de manera sintética los resultados de nuestra reflexión h~-
persona singular hace con su Señor de gloria. Con todos los matices
ciendo ver que la conclusión que de ella se desprende es la de la uru-
necesarios, afirmaríamos que, en este aspecto, Balthasar es como el dad y la complementaridad de los tres caminos del pensamiento. In-
Kierkegaard católico. La fórmula es injusta y simplista, pero indica la dicaremos a continuación el alcance espiritual de esta conclusión a tra-
tonalidad secreta de la obra. La vía teologal balthasariana, en cierto sen- vés de un comentario del Prefacio de Navidad que se inspirará libre-
tido, es capaz de asumir todo, es susceptible de integrar -sin con ver- mente de algunas de las más bellas páginas de Balthasar en La Gloria
y la Cruz67.
66 Cf., sobre este tema, las maravillosas perspectivas abiertas por MICHEL DAMIEN
en su libro, L'animal, l'homme et Dieu, París, Cerf, 1978. 67 Cf. tomo 1, Apparition, pp.97-105.

322 323
II
1

CONCLUSION

LA UNIDAD Y LA COMPLEMENTARIDAD
D E LAS TRES VIAS
~ I

El objetivo de esta obra era ayudar a un discernimiento intelec-


tual cristiano. Hemos hecho este discernimiento en las páginas del ca-
pítulo teológico de cada parte, dedicadas a la crítica. No vamos a re-
petir lo que ya está dicho; por consiguiente, nos limitaremos, en un
primer momento, a dar una visión sintética de los resultados de nues-
tra investigación.
Tres grandes vías permiten resumir las principales orientaciones
del pensamiento filosófico: la vía cosmológica, anclada en el doble mun-
do de la naturaleza y de la historia y preocupada por explicar lo real
en función de esta perspectiva; la vía antropológica, injertada en el di-
namismo de la libertad y que se esfuerza por comprender la totalidad
de lo real partiendo del movimiento de la conciencia; y la vía metafí-
sica, centrada en este absoluto que transciende a la vez el medio am-
biente cósmico e histórico del hombre y la intimidad más profunda de
su subjetividad, y solícita por demostrar que la naturaleza y el espíritu
tienen su origen y su fundamento en la plenitud del misterio ontoló-
gico. A causa de la particularidad o de la parcialidad de su perspectiva
central, las dos primeras vías terminan frecuentemente en perspectivas
reductoras. La vía metafísica está menos sujeta a estas desviaciones, ya
que está organizada a partir de un punto de vista que es, precisamente,
el más englobante: el del ser. Así, la vía metafísica es la más apta para
integrar las otras dos. Sin embargo, esta integración sólo es auténtica
si preserva la verdad inalienable de las dos primeras vías. Efectivamen-
te, la tercera vía asume la verdad de las otras dos sin poder prescindir

327
Conclusión Conclusión

de ella. De lo contrario, deja de ser únicamente un enfoque incomple- en los ideales del corazón humano, Aquí, como en filosofía, es la ter-
to de la realidad y se convierte ella misma en una perspectiva parcial cera vía la menos expuesta a las desviaciones reductoras, porque el pun-
y reductora. En una palabra: las tres vías de la filosofía son comple- to de vista teologal en el que se coloca es, precisamente, el más englo-
mentarias, aunque sea la tercera la que hace la unidad y la que asegura bante, dado que e! hombre, la naturaleza y la historia son explícita-
así la armonía del conjunto. mente comprendidos como los lugares conjuntos de la autornanifesra-
El pensamiento teológico, en cuanto que se esfuerza por aclarar los ción de la gloria de Dios. No obstante, incluso una teología teologal
. misterios de la fe apoyándose especialmente en las luces de la razón, puede llegar a ser unilateral si desconoce la parte de verdad contenida
está necesariamente marcado por la filosofía ambiental en lo bueno y en las otras dos teologías. La vía teologal es la que mejor garantiza, den-
en lo malo. Si la teología permanece bajo la dependencia de la Palabra tro de ella misma, la cohesión de las tres vías, en la medida en que la
inextinguible de la Escritura y de la Tradición, si acepta la verificación belleza que ella pone en e! centro de su perspectiva se define, entre
del Magisterio vivo de la Iglesia, escapará al peligro de quedar encerra- otras, por su capacidad de integrar la verdad, que es e! corazón de la
da en una filosofía determinada, integrará en sí misma su riqueza sin primera vía, y la bondad, que es e! alma de la segunda. Sin embargo,
por esto someterse a ella, será parcial quedando sin embargo abierta al la tercera vía no puede bastarse a sí misma, ni menos erigirse en un sis-
conjunto de la Revelación. En cambio, si la reflexión creyente se deja tema englobante que absorbiera en sí todo e! contenido de las otras
influir demasiado pasivamente por una filosofía, corre el riesgo de alie- dos vías. No solamente porque e! misterio de! Dios siempre mayor no
narse y de ser no solamente incompleta, sino parcial. De todas las ma- puede ser guardado entre las mallas de una teología, por muy comple-
neras, tanto en un caso como en otro, el impacto de la filosofía sobre ja que sea, sino también porque la tercera vía de la teología, igual que
la forma y el contenido de la reflexión teológica tiene que ser evaluado la de la filosofía, sólo asume el valor de las otras dos cuando presupo-
críticamente en nombre de la integridad de la fe tal como está conte- ne la consistencia propia de cada una de ellas. Así pues, la vía teologal
nida en la Revelación transmitida por los Apóstoles y sus sucesores, de la teología hace la unidad de las vías cosmológica y antropológica,
vivida por la Iglesia entera, interpretada con autoridad por el Magis- pero esta unidad no la dispensa de tener que referirse constantemente
terio. Siguiendo las huellas de la cultura filosófica ambiental, la teolo- a la óptica específica de estos dos caminos. Por eso, las tres vías son
gía podrá acentuar, ya los aspectos cosmológicos, ya los antropológi- complementarias, aunque haya una, la vía teologal, que asegura la co-
cos, ya los metafísicos de la fe cristiana. Cada una de estas acentuacio- hesión formal del conjunto.
nes tiene sus méritos y sus peligros. Sus méritos, porque todas estas Para concluir, desearíamos señalar una vez más el alcance espiri-
dimensiones están presentes en la Revelación y tienen, por lo mismo, tual de esta unidad y de esta complementaridad a través de uno de los
un fundamento en la más auténtica tradición cristiana. Sus peligros más bellos textos de la liturgia que se hace eco, poéticamente, de las
también, pues existe siempre la tentación inminente de poner de relie- tres dimensiones de la Revelación cristiana: el Prefacio de Navidad.
ve un aspecto de la fe con detrimento de los demás y de! todo, de tal
manera que esta unilateralidad conduce a puntos de vista reductores.
Hemos señalado e! caso en el que las teologías de inspiración cosmo-
lógica o antropologica corren el peligro de una reducción cosmológica Así resuena e! prefacio de Navidad según su versión latina origi-
o antropológica; hemos indicado también cómo pueden evitarlo. Así, nal: «En verdad es justo y bueno darte gloria, ofrecerte nuestra acción
ver a Cristo como el coronamiento de! cosmos o como el motor de la de gracias, siempre y en todo lugar, a ti, Padre Santo, Dios todopode-
historia universal tiene todo su sentido, pero con la condición de que roso y eterno. Porque, gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la
la verdad de Cristo no sea reducida a esta función cosmológica. Igual- luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para
mente, ver en Cristo e! catalizador de nuestras libertades y, en la sub- que, contemplando a Dios bajo una forma visible, seamos atraídos al
jetividad, el camino privilegiado para acceder a su misterio, es también amor de lo que permanece por siempre invisible».
una tentativa indispensable y fecunda, con tal de que no se conciba la Nuestro comentario del texto se referirá a la segunda frase, intro-
idea de que la bondad de Cristo tiene su medida en las esperanzas y ducida por un «porque». En la proposición principal de esta frase, el

328 329
Conclusión Conclusión

centro de gravedad del pensamiento es «tu gloria», es decir, el esplen- Padre que es la Palabra hecha carne, 'nuestro corazón y nues~r~ libert.ad
dor del Padre Santo, del Dios todopoderoso y eterno invocado por el puedan ser «arrebatados por él en el amor» de la glon~ divina. DIOS
Prefacio de Navidad. En efecto, el rasgo característico de la vía teolo- sólo se revela como verdadero para atraemos por medio de su bon-
gal es que tiene su centro en el mismo Dios, en la Gloria eterna del Pa- dad. Tenemos aqui otra dimensión de lo bueno, aquella por la que no
dre. Pero, en su generosidad superabundante y gratuita, esta Belleza solamente colma nuestras aspiraciones, sino que además ofrece a nues-
divina brilló con un resplandor nuevo ante «nuestros ojos». Dios, en tra conciencia un ideal que la conquista y la hechiza. Este era uno de
sí mismo y en su revelación de sí, no es sólo bello, es también bueno, los puntos de vista que desarrollaba la vía antropológica en teología.
él es aquel que, iluminando nuestro espíritu, nos colma totalmente. La Pero, en resumidas cuentas, la manifestación histórica de la figura ob-
belleza de Dios se manifiesta en beneficio de la libertad que recibe así jetiva de Cristo y el encanto con el que esta figura cautiva nuestra sub-
la realización de sus más íntimas aspiraciones. De este modo, la pers- jetividad tienen como fin la glorificación, en el mundo y en. nosotros
pectiva teologal integra la perspectiva antropológica. Sin embargo, es mismos, de esta Belleza transcendente que, al ser la del mismo DIOS
únicamente a través del «misterio de la Palabra hecha carne» como la «permanece invisible para siempre». Las tentativas cosmológica y an-
irradiación de la Gloria ha podido iluminar nuestra conciencia, y es so- tropo lógica convergen en la vía teologal que las asume respetuosamen-
lamente en este misterio de carne y de sangre donde nuestra subjeti- te en su englobante perspectiva estética.
vidad reconoce la belleza visible que sosiega el deseo humano. Con Con la condición expresa de tomar en serio las dimensiones cos-
otras palabras, no es encerrándonos en nuestra conciencia y escrutan- mológica y antropológica que la fe católica presupone, integra y des-
do en ella las íntimas profundidades de nuestro espíritu y de su senti- borda -y es una tarea que nunca está terminada- una oración y un
do innato de lo divino como descubrimos la gloria del Padre. Al con- pensamiento teologal podrán ser su ~ás ~lta expresión., Pero pues,to
trario, es cuestión de abrir los ojos al misterio objetivo, positivamente que debe referirse siempre a la verdad inalienable de las otras dos Vl~S
visible, del Verbo hecho carne. Se trata de descifrar, a la luz de la fe, y que ella misma tiene sus raíces en el misterio insondable de la Glona
una figura concreta que se inscribe en toda la espesura de la naturale- divina, la vía teologal del Amor sólo es efectivamente la que «supera
za,' del mundo, de la sociedad y de la historia. Por eso, el intimisrno todas las demás» (ef. 1 Cor 12, 31) si permanece obstinadamente en
de una relación puramente vertical entre «mi alma y Dios» está pro- la humildad. Es por lo que, en su más alta verdad, culmina en la su-
hibido para el cristiano, ya que la aventura interior de su descubri- misión liberadora de la acción de gracias:
miento de Dios es indisociable de la aventura cósmica e histórica del , Quia per incamati Verbi mysterium novel mentis nostrae oculis lux
mundo en el que se ha encarnado la verdad del Verbo. Resumiendo: tuae claritatis infulsit, ut dum visibiliter Deum cognoscimus per bunc
la vía teologal no solamente integra la perspectiva antropológica sino in invisibilium amorem rapiamur (Prefacio de Navidad).
también la cosmológica.
La proposición subordinada (<<para que ... ») de la frase que
comentamos abre un horizonte teológico en el que volvemos a encon-
trar los mismos tres puntos de referencia. La gloria de Dios se ha de-
jado contemplar «visiblemente»; por consiguiente, Dios es verdadero
en sí mismo y en su revelación de sí. Con la encarnación de su Pala-
bra, llega hasta adquirir una figura que ilumina el devenir cósmico y
social en el que se inserta. Es la verdad que aprehende y explota la vía
cosmológica de la teología: imposible llegar a Dios sin pasar por la po-
sitividad de la naturaleza y de la historia y sin tomar en serio los as-
pectos cósmicos y políticos de la revelación. Pero ¿por qué este des-
pliegue de la belleza inaccesible de Dios en el doble mundo de la na-
turaleza y de la historia? Para que, seducidos por este ícono visible del

330 331
l
I

INDICE DE AUTORES
CITADOS

N.A. Los autores bíblicos fueron omitidos.


Los números en cursiva se refieren a las notas.

ALTHUSSER L., 95 CABET É., 113


ANSELMO,314 CALVEZ J. Y., 102
ARIST6TELES, 21-22, 29-30, 48, 51, 156, CALVINO,45
279, 284 CELSO, 25-26
AGUSTiN, 145, 182, 237-238 CLAVEL M., 30, 144, 286
CLEMENTE DE ALEJANDRíA, 31-32
BALTHASAR H. U. VON, 13, 48-50, 112, COMTE, A., 66-70, 213
138, 191,202,207,215,226-229,235, COPÉRNICO, 80, 152, 161, 174, 217, 254
237,284,300,308,310-323. CORVEZ M., 197, 275
BARTH K., 29, 45-50, 129, 131,185,193, COSTA DE BEAUREGARD O., 76
202,204,308-311,316,318 CUVIER,96
BENOIST J. M., 144
BERGSON H., 44, 73, 118-120, 235-236. DAlBIEZ R., 82
BERTEN l., 126, 130 DAMIEN M., 322
BLONDEl M., 36, 44, 182, 210-216, 221, DARWIN, 75-76
227, 230, 247, 264, 266, 272 DECLOUX S., 102
Borr F., 96 DE DUVE c., 75-76
BORNE É., 49, 257 DEMOCRITO, 70
BOUllLARD H., 45, 216,310 DESCARTES, 81-82,145-147,155,169-170,
177,222.
BRITO E., 310
DOLLÉJ. P., 144
BRUAIRE c., 25-26, 220, 247-249,264-274 DONATO,237
BRUNNER E., 193 DUMEIGE H., 44, 208, 308
BUBER M., 286, 300 DUMÉRY H., 44, 90, 209, 216-221, 230
BUlTMANN R., 129, 131, 134, 185, Duouoc c., 308
192-205,221-222, 227, 275
BUONAIUTI E., 206 ÉLlADE M., 254

333
Indice de autores citados

ENGELS, 107, 109-110, 113 LÉGAUT M., 235-238 RITSCHl A., 206 TEIlHARD DE CHARDIN P., 39, 73, 117,
LE GUILLOU M. J., 27, 28 ROUSSEAU, 162 120-127
FAGES l. B., 92, 94 LEIBNIZ, 284, 293 TERTULIANO, 29
FAUXJ. M., 312,320 LENINE,116 SABATIERA., 206 TOMAs DE AQUINO, 32, 38, 125, 221,
FESSARDG., 102, 109, 256, 264 LEON XIII, 283 SAINT-SIMON, 110 274-275, 277, 283, 287-290, 292, 294,
FEUERBACH, 102, 107, 131 LÉONARD A., 56, 60, 78, 130, 274 SARTRE J. P., 30, 170-177, 216-217, 221, 296-299, 306
FICHTE, 44, 197-188, 190 LÉONARD J., 132 225, 276, 281, 285 TORRICElLI, 148
FOSSION A., 102 LE Rov É., 120, 206 SAUSSUREF. DE, 91-92, 97-98 TRESMONTANT c., 120 .
FOUCAULT M., 95-96, 99 LEVINAS E., 274-283, 292, 299-300 SCHElLlNG, 44, 117 TYRRElL G., 206
FREUD, 28·31, 66, 80-91, 95, 111, 114, LÉVI-STRAUSSc., 93-94, 97-99 SCHlEIERMACHER, 162, 185-193, 195,
259-260, 263 LÉwB. H., 144 UlRICH F., 283-284
201-202, 206, 208
FÜRST W., 308 LOISY A., 206, 208, 211, 230 SCHOOYANS M., 138 VAN CANCH J. M., 102
LOTZ]. B., 283 SEMERIAG., 206 VAN RIET G., 43,216
GALlLEO, 80, 148 LUBAC H. DE, 228 SIEWERTH G., 283-284, 286 VARILLON F., 22,235,236-237
GEFmC., 126 LUTERO, 29, 45, 128, 164, 184-185, 192, SILESlUSA., 183 VERGOTE A., 87
GENTlLE G., 206, 207 195 SIX J. F., 232, 139 VORGRIMLERH., 312
GWCKSMANN A., 144 SPENCER,73
GOGARTEN F., 193 MALEVEZ L., 193, 195,200-201,204,216, SPINOZA, 21, 44, Si, 188,206,293 WARIN P., 126
GRASSÉ P. P., 76 222,319 STAFFORD-CLARK D., 80 WEILÉ., 264
GREIMASA. l., 92-93, 97 MARCEL G., 300
GRlTTI J., 101 MARÉCHAL j., 283
GUARDlNI R., 24 MARITAIN J., 21
MARl~ R., 193
HEGEL, 13,26,35,44,51, 55-61, 65, 73, MARX K., 28-30, 66,73,91,111-117,130,
77-78, 85,103, 107, 110 117, 122, 128, 136, 138
130, 143,164,170-172, 191,212,215, MElANCHTON, 202
245-246, 256-257, 259-266, 278, 281, MERlEAU-PONTY M., 171
283,293-295,303,310, 318 METZJ. B., 134-138, 140, 322
HEIDEGGER, 30, 37, 51, 171, 196-198, MOLTMANNJ., 130-134, 322
221~222, 273-277, 281-284, 287, MONOD J., 70-80
293-299, 301 MURRl R., 206
HÚGEL F. VON, 206
HÚSSERL, 30, 37, 83, 168-170, 177, NÉDONCELlE M., 300
216-217,221,248,278, 287. NEMOP., 144
NEWTON,147
IRENEO DE LYON, 28, 31, 38, 124 NIETZSCHE, 12,28-30,96,99,266

lAKOBSON R., 92 PANNENBERG W., 126-130,322


lAMBET c., 144 PASCAL.,38, 46, 225
JASPERSK., 171 PABLO VI, 112, 238
JUSTINo,30-31 PIO X, 206, 209-210
PLATÓN, 31, 169,253,293
KANT, 44, 55, 69, 77-78, 119, 144, PLI~ A., 87
147-163, 166, 170, 174, 177, 185-187, PlOTINO, 56, 216-217, 221
190, 202, 206, 217, 221-222, 227, POULAT É., 110
229-230,251,256,281, 283 PRlGOGINE L, 76
KIERKEGAARD, 144, 163-168, 177, 185,
193,231,322 RAHNER K., 38,40,134-135,209,221-230,
KÜNG H., 237 283, 319, 322
RAVAlSSONF., 264
LABERTHONNrERE L., 206 RENWART L., 307
LACANJ., 94-95, 98-99 RICARDO, 96
LADRIEREJ., 12 RICOEUR P., 44, 82, 84, 90, 98, 248-264,
LARDREAUG., 144 274,320

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