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Rubén de la Osa Ortega Prehistoria de la Península Ibérica

¿QUÉ CLASE DE CIENCA ES LA ARQUEOLOGÍA?

A continuación procederé a hacer un comentario crítico acerca del debate


generado por el artículo “Arqueología neo-procesual: ‘Alive and kicking’.
Algunas reflexiones desde el Paleolítico” de Manuel Domínguez Rodrigo, de la
Universidad Complutense de Madrid.
Como se puede comprender leyendo el resumen que realiza el autor, el artículo
se origina como una respuesta a una serie de críticas realizadas sobre la
arqueología procesual. El objetivo del artículo es debatir sobre la vigencia de
dicha vertiente en el ámbito del Paleolítico.
El artículo cuenta con sendas réplicas de Víctor Fernández y Almudena
Hernando, ambos de la Universidad Complutense de Madrid, y de Oscar Moro,
de la Memorial University of Newfoundland de Canadá. Para finalizar, el
artículo cuenta con una contra réplica del propio Domínguez respondiendo los
comentarios de los anteriormente citados.
El contenido de los artículos va más allá de posicionarse en un lado u otro,
puesto que se entra en temas más profundos en los cuales hay pequeñas
divergencias en algunos casos y grandes en otros, por tanto sería un error
intentar simplificar el debate como procesuales contra postprocesuales.
De este modo, este comentario irá enfocado a dar un breve resumen de las
posturas que defienden los autores, pero fundamentalmente a dar una opinión
acerca del debate y expresar mi posición en él, teniendo en cuenta la
prácticamente total ignorancia que tengo sobre gran parte de los contenidos
que se debaten.
A diferencia de la costumbre que se tiene de dar la valoración al final de un
comentario, voy a expresarme acerca del artículo antes de empezar a opinar
sobre mi posición en él, para así no mezclar mi opinión sobre el escrito, con mi
opinión ideológica generada a partir de él.
Mentiría si hablara sobre un interés personal en el tema del artículo, así como
decir que tenía conocimientos previos sobre el contenido o del mismo debate,
pues nunca había estudiado este temario, a pesar que tiene pequeños detalles
que sí pueden ser relacionados con la actual materia, y he tenido que
documentarme bastante para poder comprender no sólo los conceptos
expuestos sino el propio conflicto que se puede apreciar entre procesuales y
postprocesuales.
No sé hasta qué punto el tema tratado puede tener relación con el temario
impartido, pero hay fragmentos en que se acerca a lo estudiado y otros en los
que encontrar una similitud es casi una quimera.

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Siguiendo el argumento original del artículo de Domínguez, considero que tiene


razón cuando defiende que la arqueología procesual no está de capa caída. Es
evidente que cada uno usará los datos y fuentes que favorezcan su postura,
pero los gráficos mostrados en su contra réplica muestran una fuerte presencia
en las revistas de mayor importancia en los años 2005, 2006 y 2007, siendo
mayor el número de artículos publicados que en el caso de los procesuales.
Además, defiende que en la arqueología prehistórica de los países anglosajones
como Estados Unidos tiene una importancia muy significativa. Por ello yo creo
que a primera vista Domínguez tiene razón.
Ahora hay que mirar qué opinan los demás participantes del debate.
Oscar Moro sorprende ya de inicio con un título, cuanto menos, llamativo. “Por
una arqueología “moderna posmoderna”. No puedo juzgar sino desde la
ignorancia, pero haciendo uso de la lógica llego a la conclusión de que vuelvo a
estar de acuerdo con Domínguez, cuando en las notas de su contra réplica
habla de lo incongruente que resulta usar en la misma frase los términos
moderna y posmoderna, puesto que a nivel léxico parecen contradecirse. Una
vez leído el texto, he llegado rápidamente a la conclusión de que Moro y
Domínguez ya han coincidido en algún otro debate o han hablado acerca de sus
ideas, porque reflejan cierto conocimiento el uno del otro. Es más que evidente
el desacuerdo que hay entre ambos, siendo la postura de Moro claramente
postprocesual y atacando contundentemente al procesualismo. Si bien coincido
con Moro en afirmar que la reconstrucción del pasado puede estar fuertemente
influenciada por el presente y la visión de cada uno, creo que es en lo poco que
coincido con él. Una persona del siglo XXI que vive en Nigeria no va a opinar lo
mismo sobre el pasado que una persona del siglo XIX de Francia, incluso si
fueran dos personas coetáneas, la visión personal influye en nuestra manera de
entender las cosas. Ahora bien, me parece que atacar al método científico es
dar un paso atrás.
Creo que esta última afirmación merece un párrafo aparte puesto que es una
de las bases del conflicto entre procesuales y postprocesuales. El método
científico es una de las bases de muchos descubrimientos, algunos de ellos
asombrosos, y merece crédito. Aunque desde la perspectiva arqueológica me
surge una disyuntiva. Por un lado, la ciencia nos aporta información
imprescindible como puede ser la datación de un yacimiento, resto u objeto,
nos aporta muchísima información sobre el entorno de fauna y flora, que
resultan realmente útiles para intentar comprender las acciones de los
homínidos en la Prehistoria por ejemplo. Pero en el momento en que
estudiamos a ser humano se debería, o por lo menos eso me dice la lógica,
utilizar una cultura más humanista ya que los seres humanos no mantienen un
comportamiento fijo que permita generalizar, ya que la actividad encontrada en
un yacimiento no tiene por qué repetirse en todos. Además, uno de los
mayores problemas que presenta en este ámbito el método científico es la
imposibilidad de repetir el experimento en cualquier lugar o momento, puesto

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que no podemos generar unos restos de un homínido extinto que han sufrido la
actividad carroñera de un animal por poner un ejemplo. Al presentarse esa
problemática, la solución utilizada es la creación de hipótesis mediante
deducciones, que si bien muchas veces se acercan mucho a la realidad, no
siempre tienen un método de comprobación fiable del todo. Por ello creo que
el método científico debe limitarse a aspectos comprobables por el mismo y
utilizar la antropología para el estudio del ser humano.
Esto no implica que me oponga a la arqueología procesual, es más, si tuviera
que decantarme por una u otra escogería la procesual. Pero al no tener los
conocimientos suficientes como para ser plenamente consciente de la elección
tomada y de lo que ello implica, utilizo mi lógica. Esto me lleva a un sinfín de
contradicciones porque no creo en el determinismo, ya que el ser humano es
impredecible, igual que muchos factores que le rodean, que pueden su propia
existencia en un instante por casualidad y no creo que todo sea por causalidad.
Es evidente que con mi enorme desconocimiento del tema es normal que no
sea capaz de excluir una de las dos vertientes de la arqueología, pues no me
puedo quedar solo con una ya que en ambas veo problemas y beneficios para
el estudio, pero sí que es cierto que para el temario de clase, en este caso de
las primeras etapas del Paleolítico, el método científico de la arqueología nos
aporta más información de lo que ninguna otra disciplina hace. Recrear el
pasado es un ejercicio muy arriesgado y teórico, en el que debemos hacer uso
de suposiciones y deducciones a partir de la información contrastada, por el
método científico, de la que dispongamos, para así estar lo más cerca posible
de la realidad. Hay que asumir que nunca se podrá representar la totalidad del
pasado, pues la historia del ser humano está marcada por la espontaneidad de
este y una enorme diversidad en los actos. Pero esto no debe hacer renegar del
método científico ni tampoco creer que este nos conducirá a una verdad
universal. En mi humilde opinión, yo utilizaría aspectos de ambas corrientes y
aceptaría ambas, puesto que el éxito de una no obliga al fracaso de la otra,
dejando de discutir sobre si la arqueología es una ciencia o una disciplina de la
historia, y trabajando realmente en tratar de entender, que no reproducir, los
hechos del pasado, mediante un estudio del ser humano, con la antropología
como gran aliada, y del entorno en el que este vive, ya que influye mucho en
las acciones que ejecuta, siendo el método científico muy útil en este aspecto.
Creo que en el debate hay varias intenciones que dificultan la comprensión total
del contenido. La voluntad de Domínguez de defender a capa y espada la
arqueología procesual, que a su entender está sufriendo ataques muy duros, le
conlleva a entrar en un discurso con cantidades ingentes de referencias
filosóficas, que si bien permiten ver que no hay una única visión procesual
complican más la comprensión al lector no familiarizado con estos temas. La
posible existencia de una dura discrepancia ideológica entre Moro y Domínguez
también marca bastante las líneas de desarrollo del artículo, mientras que
Hernando y Fernández, de la misma universidad que Domínguez, muestran

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posturas más cercanas y menos agresivas, sin dejar de especificar que hay
temas menores en los que discrepan con él.
Es posible que gran parte de mis deducciones hayan sido erróneas y peque de
falta de conocimiento, pero tampoco he querido entrar demasiado en el tema, a
riesgo de quedarme en la superficie de la cuestión, para no complicarme a la
hora de expresar mi opinión crítica.

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