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Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González
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Anatomopolítca y cuerpos sexuados... Isabel Fernández González
oykos-polis, del que parte Agamben para explicar la modernidad como la época de la
biopolítica, y que puede resumirse en el título de uno de los capítulos de su libro, El
hommo sacer I (2003): “La politización de la vida”. Muy brevemente, podemos resumir
el posicionamiento de Agamben en que el oykos, el hogar, esfera de la vida privada, se
ha politizado paralelamente al desarrollo de los derechos sexuales, del derecho a la vida
o a la salud, por ejemplo. Así, y paradójicamente, al regular y legislar los derechos
individuales, se produce una ampliación del campo de los dispositivos políticos de
poder, que llegan al oykos: la polis absorbe al oykos, la política se adentra en la zoe.
Sin embargo, estos planteamientos chocan de frente con las teorías feministas
radicales, que pueden resumirse en el ya mellado slogan “Lo personal es político”
(Hanish, 1970). Para defender que cualquier relación entre dos personas es política, y
que incluso en el ámbito “privado” del oykos, existen relaciones de poder, estén éstas
politizadas o no, debemos acercarnos a teorías constructivistas que mantienen que el
lenguaje y las prácticas cotidianas producen y a su vez son producidas por un conjunto
de relaciones de poder.
Siguiendo con la revisión de la obra de Agamben, en un estado previo a esa
politización de la vida, a la penetración de la polis en el oykos, no podemos afirmar en
ningún caso que esa vida no esté regulada y controlada por estructuras de poder
culturales, sociales, discursivas, de subjetivación, etc. La politización de la que hablan
las teorías que unen biopolítca y modernidad, es la politización institucional, y olvida
que las esferas de la vida -la zoe, el oykos, las relaciones y prácticas “privadas”- que
escapan del poder legislativo, están igualmente enmarcadas dentro de un sistema social
y cultural de control de los cuerpos, de las relaciones sexuales, de la dominación
masculina en el oykos. Por ello no tiene sentido limitar la biopolítica, el biopoder o los
conceptos de nuda vida a la modernidad o a la expansión del campo de intervención de
la política, los derechos y las leyes, si no que se debe entender el biopoder como un
sistema de relaciones sociales que siempre ha generado jerarquizaciones y regulaciones
de la vida en su máximo significado. El control de los cuerpos y de las poblaciones ha
existido siempre.
Entendiendo estas tensiones, cobra sentido dotar de un enfoque de género a la nuda
vida, y sostener que incluso cuando la biopolítica no establece dispositivos legales de
control de los cuerpos de las mujeres existe un biopoder que ha supeditado
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Traducido al español como “pensamiento homosexual”.
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fármacos como las prácticas sexuales consideradas pornográficas, dentro del marco del
capitalismo y el consumo, se orientan a producir cuerpos sexualizados y normativos 3.
Entre otras aportaciones, su novísimo desarrollo teórico-práctico ha llevado a Paul B. a
auto-administrarse testosterona con el objetivo de producir autónomamente cuerpos
resistentes al régimen farmacopornográfico: cuerpos no sexuados binariamente ni
estables, cuerpos que buscan el placer liberándose de la anatomopolítica.
CONCLUSIONES
Lo primero que se puede derivar de este artículo, es la falta general de enfoque
feminista en la teoría sociológica, incluso en las corrientes hermenéuticas y de filosofía
de la sospecha, y la necesidad de construir un cuerpo teórico con enfoque de género que
revise las principales teorías sobre el poder. En segundo lugar, reconocer un nuevo
(pos)feminismo que, a partir de las teorizaciones en torno al poder de subjetivación y lo
que podemos denominar la muerte del sujeto, ya no reivindica la igualdad de género-
sexo, sino que va más allá y reconoce los conceptos mujer y hombre como meros
constructos del pensamiento que producen una falsa ilusión de materialidad. El análisis
de los mecanismos de biopoder y anatomopolítica, lleva al surgimiento de nuevas
corrientes que se centran en la capacidad productiva del poder, y que entienden el
género como una estilización del cuerpo que se inmoviliza con el tiempo para crear una
apariencia de sustancia, de ser natural, que naturaliza el sexo y enmascara su carácter
construido. La anatomopolítica, a través de diversos dispositivos de subjetivación,
produce y reifica cuerpos sexuados binarios que se presentan como realidad y,
tradicionalmente –podríamos decir, asumiendo los riesgos de una generalización tan
fuerte, que hasta la revolución sexual- ha negado la sexualidad activa y propia de los
cuerpos-mujer. Pero incluso tras la supuesta liberación sexual de “las mujeres”, sus
cuerpos siguen presentándose como objetos de placer en base a una diferenciación
sexual construida y enmascarada.
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Sería objeto de otro trabajo investigar cómo operan estos mecanismos en la producción de cuerpos
sexuados
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BIBLIOGRAFÍA
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