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Las luchas de liberación del presente, insiste Benjamin (Tesis XII) se inspiran en el
sacrificio de las generaciones vencidas, en la memoria de los mártires del pasado.
Traduciendo esto en términos de la historia moderna de América Latina: la memoria
de Cuhahutemoc, Tupac Amaru, Zumbi dos Palmares, José Marti, Emiliano Zapata,
Augusto Sandino, Farabundo Marti... La propuesta de Benjamin sugiere un nuevo
método, un nuevo enfoque, una perspectiva "por abajo", que pueda aplicarse en
todos los campos de la ciencia social: la historia, la antropología, la ciencia política.
1492-1992
Escribir la historia "a contrapelo" –otra expresión que utiliza Benjamin- significa
rechazar toda identificación afectiva con los héroes oficiales del Quinto Centenario:
los conquistadores y misioneros, las potencias europeas que pretenden haber
aportado "religión, cultura y civilización a los indios salvajes". Esto implica también
considerar cada monumento de la cultura colonial –por ejemplo las soberbias
catedrales de México o de Lima – también como documentos de barbarie (Tesis VII
"Sobre el concepto de la historia"), es decir, como productos de la guerra, de la
conquista, de la opresión, de la intolerancia. Durante siglos, la historia "oficial" del
Descubrimiento, de la Conquista y de la Evangelización –con todas las mayúsculas-
ha sido no solo hegemónica, sino prácticamente la única en la escena política y
cultural. Incluso entre los primeros socialistas latinoamericanos, como el argentino
Juan B.Justo, encontramos al comienzo del siglo XX una celebración incondicional de
las guerras de conquista de los "civilizados" contra los pueblos indígenas "salvajes":
"con un esfuerzo militar que no compromete ni la vida ni el desarrollo de la masa
del pueblo superior, estas guerras abren a la civilización territorios inmensos.
¿Puede reprocharse a los europeos su penetración en África porque va acompañada
de crueldades? (…). ¿Vamos a reprocharnos haber quitado a los caciques indios el
control de la Pampa?". Justo concluye su análisis dibujando una grandiosa
perspectiva de futuro: "Una vez suprimidos (sic) o sometidos los pueblos salvajes y
bárbaros e integrados todos los hombres a lo que llamamos hoy civilización, el
mundo estará más cercano a la unidad y la paz, lo que se traducirá por una mayor
uniformidad del progreso" (Juan B. Justo, 1969, p. 136).
Medio siglo más tarde, Las venas abiertas de América Latina (1981), la célebre obra
de uno de los más grandes ensayistas vivos del continente, el uruguayo Eduardo
Galeano, traza, en una poderosa síntesis, el acta de acusación de la colonización
ibérica y de la explotación imperial, desde el punto de vista de sus víctimas: los
indígenas, los esclavos negros, los mestizos. Benjamin hablaba del "cortejo triunfal"
de los señores y amos, vencedores de la historia (Tesis VII "Sobre el concepto de la
historia"). Galeano describe también esta continuidad en la cadena histórica de la
dominación: en la historia del pillaje de América Latina, "los conquistadores sobre
sus carabelas se parecen a los tecnócratas en jets, Hernán Cortés a los marines
norteamericanos, los corregidores del reino a las misiones del Fondo Monetario
Internacional, los dividendos de los traficantes de esclavos a las ganancias de la
General Motors". En el curso del debate sobre el Quinto Centenario, Galeano
intervino, en términos casi benjaminianos –no se si ha leído las Tesis de 1940- para
llamar a la "celebración de los vencidos y no de los vencedores" y al salvamento de
algunas de las más antiguas tradiciones del continente, como el modo de vida
comunitario. Porque es "de nuestras más antiguas fuentes" de donde América
puede sacar sus fuerzas vivas más jóvenes: "El pasado nos habla de cosas que
interesan al futuro" (E. Galeano 1981, p.17).
Bibliografía
Notas
[ 0 ] Fuente: Revista A l´encontre (Suiza) http://www.alencontre.org.
Traducción: Faustino Eguberri