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FACULTAD DE CIENCIAS EMPRESARIALES Y EDUCACIÓN

ESCUELA PROFESIONAL DE CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN

CASO KETIN VIDAL

CURSO:
Periodismo de Investigación

PROFESOR:
Victor Esteban Campos Urbano

PRESENTADA POR:
Pérez Portocarrero, Claudia Pilar Cristina.

LIMA - 2017 - PERÚ


¿QUIÉN ES KETIN VIDAL?

Antonio Ketín Vidal Herrera, es un detective de la antigua Policía de Investigaciones del Perú y que
actualmente es teniente general PNP en situación de retiro, político y abogado peruano. Fue Director de
la Dirección Contra el Terrorismo (DIRCOTE), de 1991 a 1992; Director General de la Policía Nacional
del Perú (PNP), de 1996 a 1997; y Ministro del Interior del Perú, de 2000 a 2001. El logro más destacado
durante su gestión como Director de la DIRCOTE fue la captura de Abimael Guzmán, líder de Sendero
Luminoso (1992).
Nació en la provincia de Marañón, departamento de Huánuco. Cursó su educación primaria en Trujillo y
la secundaria en Lima, en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, donde ocupó el primer
puesto, en todos los años lectivos. Se especializó en inteligencia en diversos centros del extranjero.
Luego de una destacada labor como oficial de policía, en 1985 fue intempestivamente pasado a retiro,
por su supuesta vinculación con la banda de narcotraficantes de los Rodríguez López. Llevó a la justicia
su caso, logrando un fallo favorable de la Corte Suprema, que dispuso su readmisión en julio de 1988.
En el ínterin, concluyó estudios de Derecho en la Universidad de San Marcos, graduándose y
colegiándose como abogado. Por esos años trabajó en el estudio de abogados de su ex compañero de la
Escuela Militar, Vladimiro Montesinos, especializado en la defensa de narcotraficantes.
Se afirma que fue su vínculo con Montesinos lo que le llevó a las altas esferas del gobierno, bajo el gobierno
de Alberto Fujimori. Fue jefe de contrainteligencia de 1990 a 1991, pasando luego a la Dirección Contra el
Terrorismo (DIRCOTE), primero como director ejecutivo (abril de 1991) y luego como director (noviembre
de 1991).
Durante su gestión contra los grupos terroristas hubo un logro importante gracias al Grupo Especial de
Inteligencia (GEIN), cuyo jefe era el entonces mayor PNP Benedicto Jiménez Bacca, que luego de una
labor impecable de inteligencia consiguió el 12 de septiembre de 1992 la captura de Abimael Guzmán
Reynoso, líder de Sendero Luminoso, quien cayó junto con sus principales lugartenientes y una densa
documentación comprometedora. Ello le valió a Vidal su ascenso al máximo grado de la policía, el
de teniente general, así como ser merecedor de varias distinciones y condecoraciones. Se recuerda
también su gesto de donar la parte que le correspondía del millón de dólares de la recompensa ofrecida
por la captura de Abimael Guzmán, en beneficio de los niños huérfanos de Ayacucho. Tiempo después,
se abriría la polémica sobre a quién en realidad correspondía el mérito de la llamada “captura del siglo”,
si solo al GEIN encabezado por Benedicto Jiménez o también a Vidal. Este último arguye que fue solo
con su llegada a la DIRCOTE cuando se empezaron a realizar cambios radicales en esta, tanto en
aumento de personal como en mejoras de infraestructura, todo lo cual permitieron al GEIN realizar con
éxito su labor.
Tras la caída de Fujimori y el ascenso del gobierno transitorio de Valentín Paniagua, en noviembre del
2000, Vidal fue convocado para ocupar el cargo de Ministro del Interior, en el gabinete presidido por el
embajador Javier Pérez de Cuellar. En tal ejercicio, le correspondió ubicar y capturar al
prófugo Vladimiro Montesinos, su antiguo camarada y amigo, el cual, con la ayuda de la Interpol, fue
ubicado en Caracas, Venezuela, siendo tramitada su captura el 23 de junio de 2001. El mismo Vidal se
encargó de traer a Montesinos a Lima y entregarlo a la justicia.
Finalizado el gobierno transitorio de Paniagua, Vidal se retiró de la política. Estuvo voceado para
encabezar nuevamente el Ministerio del Interior tras el triunfo electoral de Ollanta Humala, pero ello
no se concretó.

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KETÍN VIDAL Y VLADIMIRO MONTESINOS

La relación entre Ketín Vidal y Montesinos es no solo antigua, sino que cruzó a través de los momentos
más controvertidos y reveladores en la vida de ambos, sobre todo en la de Vidal.

Ambos se conocieron muy jóvenes, como cadetes, en el primer año de la Escuela Militar de Chorrillos,
en 1962. Vidal abandonó la Escuela Militar a fines de año y pasó a la de la entonces Policía de
Investigaciones del Perú (PIP). Luego, como oficial de la Policía, se especializó en inteligencia.

Montesinos, que terminó controlando todo el país empezó el proceso controlando el Servicio de
Inteligencia (SIN). Tuvo ahí a Vidal como jefe de contrainteligencia hasta 1991, cuando fue enviado a la
Dincote, primero como subdirector y luego como director.

Ahí, gracias a los logros del GEIN, Vidal estableció una cierta autonomía y luego un gran prestigio propio
cuando los policías bajo su comando capturaron a Abimael Guzmán.

La visión que tuvo la gente del general ‘demócrata’, no fue obstáculo para que, como queda dicho, Vidal
defendiera a Montesinos en 1996 de una acusación que él tenía que saber que era cierta.

Ni fue obstáculo tampoco, para que, a fines de diciembre de 1999, le asegurara a su amigo ‘Vladicito’
haber trabajado “con lealtad, siempre”.

Antes que pasaran dos años desde ese momento, cuando el entonces fugitivo Montesinos fue capturado
en Caracas, Vidal, convertido en ministro del Interior del régimen democrático de Valentín Paniagua,
fue a Iquitos, a darle alcance al vuelo que traía a Montesinos.

Una noche, cuando Montesinos era ya un prófugo sin poder, pidió que buscaran a Ketín Vidal. Uno era
el hombre más odiado del Perú. El otro, en cambio, había sido nombrado ministro del Interior del
gobierno de transición que siguió a la renuncia de Fujimori. Todos querían al general. Era como la
personificación de la honestidad. La mujer que lo acompañó en su fuga cuenta que en el velero que los
alejaba del Perú, Montesinos estaba paranoico y juraba que lo iban a matar. Recuerda que la llamó a la
sala privada del velero y que le pidió que, si algo le llegaba a suceder, buscara al general y le rogara
cuidar a la última de sus hijas. Según le dijo, la niña era ahijada de Vidal. Ella dice que cuando Montesinos
se enteró de que al general le habían dado el cargo de ministro, soltó una risa de alivio. «Me debe
mucho», recuerda que le dijo entonces.

Después de permanecer un tiempo oculto en Venezuela, el tipo que le cuidaba las espaldas, su protector,
lo delató. Temía por su propia vida. El propio presidente de Venezuela, Hugo Chávez, había negado la
presencia de Montesinos en su país, pero el FBI ya sabía de su paradero. Antes de que lo capturasen, el
guardaespaldas lo entregó a la Dirección de Inteligencia Militar de Venezuela. El general Ketín Vidal se
enteró del arresto cuando escuchó al presidente venezolano dar la noticia. Era el domingo 24 de junio
de 2001. Luego se embarcó a ese país para recogerlo. Hay otro video, uno de cuando ambos están dentro
del avión que traía al ex asesor de vuelta a Lima. Allí Vidal aparece sentado en primera fila, y parece casi
paralizado, con la cara de quien sabe que ha cometido un error. Montesinos lo mira desde su butaca, al
fondo, con las manos esposadas. Está sonriendo, como si se burlara de él.

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EXTRACTO DE ENTREVISTA DEL DIARIO CORREO A CARLOS PAREDES

C: ¿Cómo se involucró Vidal con Montesinos?

CP: La relación se remonta a la expulsión de Vidal de la PIP tras el sonado caso "Villa Coca" por sus vínculos
probados con Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino. Montesinos se convirtió en su abogado y no sólo
logró excluirlo del proceso penal, sino que lo puso a trabajar en su estudio (Vidal culminó estudios de
Derecho) ayudando en la defensa de grandes narcotraficantes, como Perciles Sánchez Paredes o el
colombiano Evaristo Porras Ardila, el principal contacto de Pablo Escobar en el Perú. Luego, en los últimos
días del primer gobierno aprista, Montesinos logró que Agustín Mantilla firmara su reposición, con pago
de haberes devengados incluido. El propio Vidal está inmortalizado en un video de la salita del SIN
agradeciendo a su mentor por todos esos favores.

C: ¿Y cómo logra gozar de tan buena prensa y reconocimiento?

CP: Porque se supo ganar la confianza de muchos periodistas independientes dándoles información
clasificada cuando fue jefe de la Dincote. Pero cuando su "jefe" lo disponía, supo armar buenos sabotajes.
Por ejemplo, él fue quien le llevó a César Hildebrandt un supuesto manual de cómo asesinar a un terrorista.
Hildebrandt no se dio cuenta de que era un documento apócrifo y le terminaron cerrando su programa.
También supo administrar "primicias" para distraer la atención del régimen de Fujimori.

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KETÍN VIDAL EN LOS VLADIVIDEOS

El futuro les iba a deparar una conmoción todavía mayor. El 25 de diciembre de 1999, cuando ya todo
estaba dicho, violentado y, sobre todo, robado, Ketín Vidal y Montesinos se reunieron en la sala con
truco del SIN. El video grabado subrepticiamente quedaría luego registrado con el número 1809 en el
Congreso. Ahí, los viejos conocidos se hablan en diminutivo (de ‘Antoñito’ a ‘Vladicito”), rajan de
enemigos comunes, coinciden en la aparente inevitabilidad de la re-reelección de Fujimori.

Una parte del diálogo es memorable:

– Y sobre todo trabajé con lealtad, con lealtad, siempre – dice Ketín Vidal.

– Solamente hay dos cosas que no nos pueden decir, hermano –repone Montesinos –, ni que somos
homosexuales ni que somos rateros.

MONTESINOS A VIDAL: LAS CARTAS ESTÁN ECHADAS PARA LOS 15 AÑOS DE FUJIMORI

El siguiente fragmento pertenece al mismo vladivideo publicado en el post anterior, registrado como
“Video N.° 1806”, que registra una reunión entre el ex jefe de la Dincote, Ketín Vidal, y el asesor
presidencial del gobierno de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos.

Durante esta reunión, ocurrida el 25 de diciembre de 1998, Montesinos y Vidal discuten temas
relacionados al quinquenio de Alberto Fujimori. En un momento de la charla, Vidal se pregunta qué
cosas podrían ocurrir para evitar la tercera elección de Fujimori. Ante esto, Montesinos responde:
"Nada, hermano, absolutamente nada, ya ahí las cartas están echadas hermano, como decía Julio César,
ya están las cosas echadas".

La suerte estaba echada. Dos años después, el primer vladivideo se tumbó el tercer gobierno de Alberto
Fujimori.

https://www.youtube.com/watch?v=etK1zL6AhaQ

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A continuación, la transcripción del fragmento mencionado.

El señor MONTESINOS TORRES. — Tú sabes que me lleva para un lado para otro, pero en cambio ellos
miden con la pasión, con el odio, tú te das cuenta por ejemplo ahora cómo Andrade está con odio, con
cólera, o sea, hacen la política con cólera hermano.

El señor VIDAL HERRERA. — Pero esa es una desventaja.

El señor MONTESINOS TORRES. — Total pues porque incluso.

El señor VIDAL HERRERA. — (?)

El señor MONTESINOS TORRES. — Claro.

El señor VIDAL HERRERA. — El Presidente sale con una (?).

El señor MONTESINOS TORRES. — Bueno, pues, es que sale ganándose a la gente.

El señor VIDAL HERRERA. — Ahí ha aprovechado.

El señor MONTESINOS TORRES.— No, bueno, pero esto sí es una década (?) es como si tú tuvieras tres
personas, uno tiene 10 años que ha pasado por la universidad y tiene título profesional y otros recién están
pretendiendo ingresar a la universidad y están los tres haciendo un concurso para entrar a un puesto en
una empresa “x”, si tú eres el empresario (?) a quién pues hermano, al que tiene título profesional después
de 10 años o al que recién aspira a ingresar a la universidad porque quiere ocupar el puesto, no lo piensas
dos veces hermano.

El señor VIDAL HERRERA. — Claro.

El señor MONTESINOS TORRES. — Y el pueblo pues es hábil (?) el Presidente que está con cuarenta y pico
(?).

El señor VIDAL HERRERA. — (?) va subir porque hay un sector (?) que lo acompaña, entonces hay
inauguraciones, hay novedades, porque va haber inversión.

El señor MONTESINOS TORRES. — Esto en 30 días hermano, esto se dispara así.

El señor VIDAL HERRERA. — Pero va a ganar en primera vuelta

El señor MONTESINOS TORRES. — En 30 días hermano.

El señor VIDAL HERRERA. — Yo no sé qué algo nuevo pueda ocurrir como para que cambien las cosas, ya
no.

El señor MONTESINOS TORRES. — Nada, hermano, absolutamente nada, ya ahí las cartas están echadas
hermano, como decía Julio César, ya están las cosas echadas. Oye, hermano, para el quinquenio tenemos
que trabajar en dos ejes centrales. En el plano externo y en el plano interno.

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KETÍN VIDAL DEFENSOR DE VLADIMIRO MONTESINOS

En 1996, el narcotraficante Demetrio Chávez Peñaherrera sorprendió a todos con su estentórea


confesión en el juzgado, de los sobornos mensuales que había tenido que pagar a Vladimiro Montesinos
desde julio de 1991 hasta junio de 1992, cuando éste quiso duplicar el cupo de 50 a 100 mil dólares
mensuales.

El gobierno de Fujimori quedó aturdido en medio del resonante escándalo. Mientras encerraban a
Vaticano y lo ‘preparaban’ para que saliera días después a retractarse, con la cara de zombi y la
pronunciación de quien ha pasado por sesiones de electroshock sin transformador, varios de los
personajes del régimen de Fujimori y Montesinos salieron a defender a éste. Blanca Nélida Colán, la
entonces fiscal de la Nación, fue una de ellos.

Pero hubo un personaje cuya defensa de Montesinos sí que sorprendió. Fue el general PNP Antonio
Ketín Vidal, entonces jefe de la Policía, quien salió a respaldar a Montesinos en una entrevista hecha con
el entonces periodista de televisión Gonzalo Quijandría.

“A mí me parece francamente inverosímil [la acusación de Vaticano]” dijo Vidal, “… yo no puedo pensar
que una persona que tiene una responsabilidad tan alta en el país [como el doctor Montesinos] esté
involucrado en estas cosas”.

Quienes veían entonces –y hasta vieron después– a Ketín Vidal como una suerte de alternativa
democrática al montesinismo, tuvieron entonces lo que caritativamente se puede llamar una disonancia
cognitiva.

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KETÍN VIDAL Y EL NARCOTRÁFICO

El escándalo "Villa Coca"

Reynaldo Rodríguez López fue detenido el 12 de noviembre de 1985 en Ancón, donde se


escondía tras la explosión del laboratorio clandestino de cocaína que funcionaba en una de sus
lujosas propiedades, en la urbanización Higuereta, el 24 de julio de ese año, por lo que este
proceso recibió el nombre de "Villacoca". Entonces, como ahora, "El Padrino" había estructurado
una compleja organización que le permitía introducir ilegales a Estados Unidos. La organización
obligaba a estas personas a llevar cocaína entre sus pertenencias, como pago por llegar al
"paraíso americano". Hasta el momento se desconoce si su nueva incursión en el tráfico de
ilegales también vaya de la mano con la droga. Aunque también en esa oportunidad, la fachada
para sus actividades era una empresa de venta de pasajes aéreos y paquetes turísticos que fue
lo que precisamente le permitió relacionarse con políticos, policías y militares. Durante mucho
tiempo se especuló que desde la prisión Reynaldo Rodríguez continuaba dirigiendo su
organización, pero eso nunca fue probado. El 28 de junio de 1989, el desaparecido Sexto
Tribunal Correccional de Lima condenó a Rodríguez López a 25 años de prisión y a penas
menores de 18 años a sus cómplices, entre los que se encontraban sus hermanos Manuel y
Alberto Rodríguez y el ex jefe de la desaparecida Policía de Investigaciones del Perú (PIP),
general PNP (r) José Jorge Zárate.

En 1985, cuando era un coronel PIP, Vidal fue comprendido en la investigación a la que quizá haya sido
la mayor organización peruana de narcotráfico, la de Reynaldo Rodríguez López. Ninguna otra
organización llegó a penetrar tanto a las autoridades del Estado, sobre todo a la Policía y, en especial, a
la de Investigaciones.

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El atestado policial describe las responsabilidades de Vidal en las páginas 85 y 86. Ahí está no solo la
evidencia de una relación continua entre Vidal y Rodríguez López, documentado en la agenda de éste,
sino hasta gestiones realizadas por Vidal pidiendo visas para Estados Unidos a gente designada por
Rodríguez López.

Gustavo Gorriti dice: “Me consta que Vidal tuvo una relación cercana con Rodríguez López y con los
cómplices policiales de éste. Yo investigué por cerca de tres años a la organización de éste hasta que la
explosión del laboratorio de cocaína en 1985, forzó a adelantar por varios días la publicación programada
en la revista Caretas, donde trabajé todos esos años.

En el derrame informativo que siguió a nuestra primera publicación, vi que Vidal, quien había sido una de
mis fuentes durante el largo y difícil proceso de investigación, había informado a la vez sobre el desarrollo
de ésta a los generales de la Policía cómplices de Rodríguez López (sobre todo a José Jorge) y a éste.
Confrontado con los hechos, Vidal lo reconoció, pero me dijo que lo había hecho porque no tenía
alternativa.”

Le dieron de baja. Y pasó a trabajar en el estudio de su ex compañero de la EMCH, Vladimiro Montesinos,


quien entonces ya llevaba algunos años como abogado especializado en la defensa de narcotraficantes.
En el caso de la organización de Rodríguez López, Montesinos se convirtió en su estratega de defensa,
en lo legal y fuera de ello. Y defendió a Vidal quien por un buen tiempo trabajó en el estudio de
Montesinos.

Aunque Montesinos afirma que Vidal pudo reingresar a la Policía gracias a sus gestiones, eso no me
consta. Lo cierto es que trabajó muy cerca de él desde la victoria de Fujimori en 1990.

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Paredes habla sobre el nexo entre ambos:

En 1985, Ketín Vidal fue implicado y dado de baja de la entonces Policía de Investigaciones del Perú
(PIP) por sus vínculos probados con Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino, uno de los grandes
capos del narcotráfico peruano. Fue parte de los procesados en el juicio llamado Villa Coca. Permaneció
cinco años fuera de la PIP hasta que, en los últimos días del primer gobierno aprista, su abogado y amigo
Vladimiro Montesinos Torres logró que Agustín Mantilla firmara su reposición. Previamente había
logrado excluirlo del proceso penal. Mientras estuvo fuera de la Policía, trabajó en el estudio de
Montesinos, ayudando en la defensa de grandes narcotraficantes como Perciles Sánchez Paredes o el
colombiano Evaristo Porras Ardila, el principal contacto de Pablo Escobar en el Perú.

RESPUESTA A LA QUERELLA DE KETÍN VIDAL POR CARLOS PAREDES (DETALLADO EN PÁGINAS


INFERIORES)

“El general Ketín Vidal se convirtió en abogado cuando lo expulsaron de la ex Policía de


Investigaciones del Perú. Ahora dice que no fue así, que se debió a un error, a una injusticia, que a
él jamás debieron expulsarlo. Pero pocos saben que la verdadera historia de ese episodio dice lo
contario” pág. 22.
Es verdad que el Antonio Vidal Herrera se graduó de abogado cuando fue separado de la ex Policía de
Investigaciones del Perú (PIP), después de verse involucrado en el escándalo de narcotráfico llamado el
caso “Villa Coca”, en julio de 1985. Su grado de compromiso con la organización internacional de
narcotráfico que dirigía Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino, quedó claramente establecida en
el Atestado Ampliatorio Número 498-D-DINITD (La entonces Dirección Nacional de Investigación de
Tráfico de Drogas de la PIP).
Posteriormente, ya en el proceso penal del llamado caso “Villa Coca”, ante el 25 Juzgado Penal de Lima,
Vidal Herrera acepta que ha recibido una serie de prebendas, regalos y canonjías de El Padrino, (Folio
10147 del Expediente Judicial que en 25 Juzgado Penal de Lima fue signado con el número 375-86.
Luego pasó al Cuarto Tribunal Correccional de Lima y, después, este mismo expediente cuando subió a
la Corte Suprema llevó el número 876-89. Incluso hubo una denuncia ampliatoria del Fiscal del caso que
derivó en otro proceso, el que en el Once Tribunal Correccional de Lima llevó el número 108-88); que
mantenía una estrecha amistad con él (Folio 7653 del mismo expediente judicial); que supo, un año
ocho meses antes de que se descubra la organización de El Padrino, que este sujeto dirigía una
organización internacional de tráfico de drogas (fue porque recibió una nota informativa del Servicio
Nacional de Inteligencia, la nota Número 1111-100 SIN, fechada el 24 de diciembre de 1983). La
explosión de la llamada “Villa Coca” en Higuereta, Surco, –que es cómo se descubre la organización que
dirigía Reynaldo Rodríguez López, fue 24 de julio de 1985–; y que, aún así, mantenía su amistad con él,
lo frecuentaba y le seguía pidiendo favores (Folio 7453); que solicitó a Reynaldo Rodríguez López que
le “prestara” la línea telefónica número 41-6468, a nombre de El Padrino y pagada por él –cuando en
Lima tener una línea fija era muy caro y casi imposible por la escasez de líneas cuando el servicio era

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administrado con la estatal Compañía Peruana de Teléfonos– (Folio 10147); que en los archivos de El
Padrino se encontró copias de numerosos documentos que recibía o procesaba el entonces Comandante
PIP Vidal Herrera, como jefe de la División de Procesamiento de la Dirección de Inteligencia de la PIP
(Folio 7405); entre otros hechos puntuales que el nuevo gobierno (el primer gobierno aprista 1985-
1990), tomó en cuenta para incluirlo en la llamada “reorganización de la PIP”, una manera expedita y
administrativa que ordenó el flamante presidente Alan García para acabar con el escándalo mayúsculo
que era el caso “Villa Coca”.
Años después, el mismo Vidal Herrera, en una entrevista que concedió a la periodista Rosa María
Palacios, el martes 4 de julio del 2006, en el programa televisivo Prensa Libre, de América TV, aceptó
haberle pedido al narcotraficante Reynaldo Rodríguez López que le comprase medicinas y una casaca
de cuero para su esposa, que no se vendían en el país, dijo. Pero, añadió, Rodríguez López nunca cumplió
con traerle su “encargo”.
Adicionalmente, su abogado, en ese caso, y amigo Vladimiro Montesinos Torres, más de una vez ha
contado los pormenores de su defensa en el tema “Villa Coca”, sobre todo cómo hizo para reponer a
Vidal Herrera en la Policía, en las postrimerías del primero gobierno aprista, y cómo, después, le confió
cargos muy importantes para el régimen donde Montesinos era el segundo hombre de más poder y el
encargado de manejar a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. Una de esas veces quedó inmortalizada
en un “vladivideo” que el mismo Montesinos mandó grabar en su oficina del SIN. Es el vladivideo número
1292, rotulado como “Reunión Doctor-Joy Way-Cucluiza” y tiene como fecha de grabación el 5 de enero
de 1999. Este video fue transcrito y difundido por el Congreso de la República, por lo tanto no es un
secreto, fue de público conocimiento. Dentro la conversación, registrada por este video, en la parte
concerniente a Vidal, Montesinos le dice a la entonces alcaldesa de San Borja, Luisa María Cuculiza,
quien luego conversó con el presidente Fujimori y el ex Ministro del Interior Juan Briones Dávila, que él
(Montesinos) fue abogado de Ketín Vidal en el caso “Villa Coca”, que logró reponerlo como oficial activo
en la Policía, que logró que le pagaran sus sueldos devengados por casi cinco años y que Vidal Herrera
trabajaba como analista de inteligencia en su estudio de abogados (que en ese entonces defendía a
grandes narcotraficantes, como el colombiano Evaristo Porras Ardila, el hombre del cártel del Medellín
de Pablo Escobar en el Perú, cuyo expediente judicial se “perdió” en el Poder Judicial).
Años después, exactamente en el 2009, el mismo Vladimiro Montesinos Torres, detalló estos hechos en
un libro que escribió bajo el título SIN Sendero: alerta temprana, (Ezer Editores, Lima, noviembre del
2009) donde expone lo que considera su papel en la lucha contra el terrorismo cuando fue asesor de la
alta dirección del Servicio de Inteligencia Nacional. En este libro, en la página 113, Montesinos relata,
después de explicar que conoce a Vidal Herrera desde que ambos eran pre-cadetes de la Escuela Militar
de Chorrillos, en 1962, y que él, en 1990, ya repuesto en la Policía, lo llevó como Jefe de
Contrainteligencia del SIN, que él, Montesinos Torres, fue el abogado de Vidal Herrera cuando a este lo
sacaron de la PIP en 1985, como consecuencia de su relación con el escándalo “Villa Coca”. Textualmente
Montesinos dice:

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“Por estos hechos (se refiere al caso Villa Coca) el coronel Vidal, y otros miembros de la Policía, fueron
procesados ante la Vocalía de Instrucción del Consejo Supremo de Justicia Militar en cuya causa ejercí su
defensa técnica, hasta que al resolverse la contienda de competencia entablada, la instrucción pasó a
conocimiento del Fuero Común por disposición de la Corte Suprema de Justicia” (pág. 113).
Más adelante, en el mismo libro, Montesinos escribió lo siguiente sobre Vidal Herrera:
“A comienzos de diciembre de 1990 se llevó a cabo el proceso de ascensos en la PNP para oficiales
subalternos y superiores y luego efectuó el proceso para oficiales generales de esta institución. En dicha
ocasión el coronel PNP Ketín Vidal Herrera se presentaba por primera vez a fin de poder ascender al grado
de general de la Policía Nacional, en virtud de lo cual me pidió que lo recomendara ante el presidente
Fujimori a efecto de que éste interpusiera sus buenos oficios ante el ministro del Interior y el director
general de la Policía Nacional. En esa oportunidad el ingeniero Fujimori, luego de despachar con el
ministro del Interior, general de división EP Alvarado Fournier, me refirió que ello no era posible por dos
razones (según lo señalado por el teniente general Cuba y Escobedo, en su calidad de DIRGEN) –Director
General de la Policía Nacional– : la primera, el haber estado desde el 28 de julio de 1985 varios años en
situación policial de retiro, y si bien había retornado años después a la actividad, tenía como un
antecedente el estar comprendido en un atestado policial del que ya hemos hecho mención; (se refiere al
atestado Número 498-D-DINTID del caso “Villa Coca”); y la segunda, porque era la primera presentación
y figuraban otros coroneles con mayor antigüedad en el cuadro de mérito y con una excelente trayectoria,
de modo que podía esperar un año tranquilamente. Ante tales argumentos no había nada que hacer, pensé
dentro de mí. Al comunicarle este parecer al coronel Vidal Herrera, lejos de sentirse amilanado invocó la
amistad que teníamos y recordó el año que estuvimos juntos en la Escuela Militar de Chorrillos. Invocando
persistentemente este hecho, me pidió que solicitara al presidente Fujimori reconsiderara su posición,
tanto más que ya no tenía ningún antecedente policial. Reconozco que me convenció su insistencia, la que
trasladé yo ante el ingeniero Fujimori, quien para evitar seguir tocando el tema del pedido de ascenso del
coronel Vidal a general, ordenó al general Alvarado lo incluyera en la nómina de ascendidos a general de
la Policía para su remisión al Senado de la República a efecto de la ratificación respectiva” (páginas 129 -
130).
Esto que dice Montesinos reiteradamente no es una fantasía, como siempre ha señalado Vidal, él mismo
(Antonio Ketín Vidal Herrera) en una conversación privada que sostuvo con su ex abogado, amigo y
protector, Vladimiro Montesinos Torres, el 25 de diciembre de 1999, en la famosa salita del SIN (oficina
privada de Montesinos), reconoció todos los favores que le había hecho Montesinos, especialmente en
el problema que tuvo por el caso Villa Coca. Le dijo que él (Vidal Herrera) sería muy agradecido por esos
favores y que había sido fiel a Montesinos, que los unía una gran amistad. Esta conversación quedó
registrada en otro vladivideo, que fue transcrito y proyectado por el Congreso de la República. Es
el vladivideo signado con el número 1809, rotulado como “Reunión Doctor – Ketín Vidal 2”. En esa
conversación Montesinos le decía a Vidal Herrera “Antonito”, y éste le respondía “Vladi” y a veces
“Vladicito”. Esta conversación es pública, la vieron y escucharon miles, quizá millones de peruanos.

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Entonces pretender decir ahora, cómo ha sostenido el querellante Vidal Herrera subestimando la
inteligencia nacional, que él no dijo lo que dijo o que era una estrategia de inteligencia, es risible.

B.- “El Padrino (cumplía en realidad dos papeles: podía ser un generoso capo del narcotráfico o un
ahijado de lo más mimado. En el otro extremo de esa relación de ida y vuelta), había oficiales de la
Policía de Investigaciones que lo habían protegido a cambio de dinero y regalos. (Algunos de esos
agentes acabaron en prisión.) A otros los expulsaron. Ketín Vidal, en ese entonces coronel, fue uno
de ellos.’.
Además de lo señalado en la respuesta anterior debo explicar que el caso “Villa Coca” fue ampliamente
cubierto por los medios de comunicación desde el día que explotó el laboratorio de refinación de
clorhidrato de cocaína que la organización de tráfico internacional de drogas, liderada por Reynaldo
Rodríguez López, tenía en un conjunto de casas de la urbanización Higuera, en Surco, que la prensa
bautizó precisamente como “Villa Coca”. En este caso hubo muchos oficiales de la ex PIP procesados y
hasta sentenciados por sus vínculos estrechos con esta organización. Uno de ellos fue el general José
Abraham Jorge Zárate, a quien entrevisté hasta en dos oportunidades, y quien me explicó el grado de
compromiso de Vidal Herrera con la organización de El Padrino que, según me dijo, era mayor que la
que pudo haber tenido él, incluso. Él, que fue sentenciado a 7 años de prisión. Concluyó la entrevista con
esta frase: “¿Sabes por qué Vidal no fue a la cárcel? –me preguntó– Porque Vladimiro Montesinos fue su
abogado y no el mío. Desde aquella época se sabía en la Policía y en los corrillos del Poder Judicial, quién
era y cómo trabajaba el abogado Vladimiro Montesinos Torres.
Respecto a los regalos que pedía Vidal Herrera a El Padrino, él mismo lo aceptó en su instructiva como
procesado en el caso penal. (Folios 7653, 7667 y 10147 del expediente judicial referido anteriormente)

C.- “Ésta fue en verdad la mayor explosión: El Padrino tenía diecisiete empresas para ocultar su mafia. La
más importante, una agencia de viajes, se llamaba Servicios Turísticos Internacionales, Setur-In”.
Pág. 25
Aunque es intrascendente y vago, que el querellante cuestione que Reynaldo Rodríguez López tenía una
agencia de viajes como fachada de su negocio ilegal de tráfico de drogas internacional, para efectos del
supuesto agravio a su honor y reputación, a nadie, que haya leído aunque sea algo del caso “Villa Coca”,
le queda duda de que el centro de operaciones de El Padrino era su oficina en Setur-In, ubicada en el
distrito de Jesús María. En esas oficinas la Policía, en compañía del fiscal que investigó el tema, encontró
una serie de documentos que comprometían a Vidal Herrera con El Padrino, como sus agendas de los
últimos años donde el ex Jefe de Procesamiento de la Dirección de Inteligencia de la PIP, aparece 22
veces mencionado. En unas lo llama “Antonio”, en otras se refiere a él como “Ketín”, y en las demás lo
señala como “Coronel”. En la agenda de El Padrino del año 1981, en la hoja correspondiente al día 7 de
septiembre de ese año, está escrito el primer apellido de Vidal Herrera al costado de una cifra: 100,000.
Dice “Asunto Vidal”. Unas hojas más adelante, en esa misma agenda de Reynaldo Rodríguez López,
exactamente en la hoja correspondiente al 24 de septiembre están escritas dos cifras juntas? “Ketín –

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130,000 y 30,000”. El ex Fiscal de la Nación, César Elejalde Estensoro, quien dirigió el proceso de
investigación, y a quién entrevisté, me enseñó las copias fotostáticas de esas agendas y me dio copia de
las transcripciones oficiales, las mismas que forman parte del Atestado 498-D-DINTID, el que a su vez
es parte del voluminoso expediente judicial del caso “Villa Coca”

D.- “De hecho, hay una boleta de Setur-In por dos pasajes a nombre de Antonio (Ketín) Vidal
Herrera” pág. 26
En el expediente judicial del caso “Villa Coca”, se encuentra esta boleta de la empresa Servicios
Turísticos Internacionales (Setur-In), de propiedad de Reynaldo Rodríguez López, donde se consigna
que se emitieron dos pasajes aéreos nacionales a nombre de Antonio Vidal Herrera de “cortesía”. (Folios
7653 y siguientes). En el mismo expediente judicial, también se consignas declaraciones del mismo
Vidal Herrera, donde el querellante, acepta haber enviado una tarjeta personal a El Padrino en la que “le
da mil gracias por los favores recibidos”. Admite, asimismo, que el 9 de marzo de 1985 –unos meses
antes de la explosión de Villa Coca, y 15 meses después que él como jefe policial estaba notificado
oficialmente, a través de la nota de inteligencia número 1111-100 del SIN, que El Padrino era
narcotraficante– envío una tarjeta personal al Cónsul de México en Lima solicitándole que les otorgara
una visa de turista para ese país a dos hombres de la organización de El Padrino. Vidal firmó la tarjeta
como “Jefe de la División de Investigación de Rentas Fiscales de la Dirección de la Policía Fiscal”. Los
recomendados por el jefe policial (Vidal Herrera) eran Eddie Roberto Calagua Manco y Roberto Agustín
Calvo Mazuelos, ambos hombres de confianza de Reynaldo Rodríguez López, miembros de su
organización.
E.- “Según el expediente judicial 375-86 del 25 Juzgado Penal de Lima, Ketín Vidal aceptó haber
recibido regalos de Reynaldo Rodríguez López”. Pág. 26.
Ésta es la nota de pie de página número 4 del libro. Repito, en el Atestado Ampliatorio número 498-D-
DINTID (Dirección de Investigación de Tráfico Ilícito de Drogas en la entonces PIP), que consta de 178
páginas y 229 anexos en los que se adjuntan pruebas contundentes como las agendas personales de El
Padrino, las tarjetas de agradecimiento que recibía, fotografías y videos caseros de las reuniones que
organizaba periódicamente con sus amigos y miembros de su organización (como la fiesta por el
matrimonio de su hija realizado el 14 de junio de 1985, es decir, un mes antes de la explosión de “Villa
Coca” y un año y medio después de que Vidal Herrera conociera oficialmente que El Padrino era la
cabeza visible de la organización más grande del narcotráfico peruano hasta ese momento). Este
atestado luego pasó a formar parte del expediente judicial del caso, el número 375-86 del 25 Juzgado
Penal de Lima. En esta instrucción penal el procesado Vidal Herrera amplió sus declaraciones y, por
ejemplo, en el Folio 10147, Vidal acepta que le pidió a Rodríguez López que le “prestara” una línea
telefónica, la misma que usaba, hasta después que estallara el escándalo “Villa Coca”, en su oficina de la
Policía Fiscal. En el Folio 7667 del mismo expediente Vidal Herrera declara que Reynaldo Rodríguez
López trataba de demostrarle su amistad posiblemente para utilizarlo. Reconoce que frecuentemente

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se comunicaba por teléfono con él, y admite haberle pedido que “le comprara medicamentos para su
esposa, casetes para equipos de video, un sacón, discos y otros”.

F.- “Por ejemplo, según el atestado policial del caso Villa Coca, Vidal sí sabía que Rodríguez López era
un narcotraficantes. Tres días después de la Navidad de 1983 recibió una nota del Servicio de
Inteligencia. Era confidencial. Allí se detallaba que El Padrino era el jefe de una de las
organizaciones más grandes del narcotráfico en el Perú”. Páginas 26 y 27
El querellante deliberadamente, no consigna, en esta edición antojadiza que hace del libro, que el
periodista está citando la fuente de su información (la parte no resaltada en negritas), que en este caso
es un Atestado Policial. Y respecto a que él (Vidal Herrera) recibió un día de noche buena (el 24 de
diciembre de 1983) un documento confidencial del Servicio de Inteligencia Nacional (la nota
informativa Nº 111-100-SIN), donde se le advertía textualmente que “Reynaldo Rodríguez López estaría
realizando actividades de narcotráfico”, es una verdad tan grande que él mismo en diversas entrevistas
periodísticas lo ha explicado. Es más, siempre dice que él no se cruzó de brazos con es información
(como jefe de la División de Procesamientos de la Dirección de Inteligencia de la PIP), sino que actúo en
consecuencia. Elaboró, lo ha explicado Vidal Herrera hasta la saciedad, otra Nota Informativa firmada
por él (la N-027-DIRINT) la cual repite, sin mayor análisis, ni contexto, ni mayores detalles de las
actividades ilícitas de El Padrino, casi textualmente la nota informativa del SIN que recibió. Estas
declaraciones públicas de Vidal Herrera demuestran cabalmente lo que escribí en su momento: que el
querellante sí sabía que Reynaldo Rodríguez López era narcotraficante. Lo sabía oficialmente desde la
navidad del año 1983, sin embargo lo siguió frecuentando, le siguió solicitando favores, prebendas y
canonjías. Tanto lo seguía frecuentando que asistió a la misa y posterior fiesta del matrimonio de la hija
de El Padrino el día 14 de junio de 1985.
Otra evidencia de la estrecha relación entre el querellante y Reynaldo Rodríguez López y su
organización es lo que me contó personalmente el ex Coronel PNP Hermes Huaroto Sumario de algo
que pasó en marzo de 1984 (res meses después de que Vidal Herrera supiera, por medio de la nota
informativa del SIN, que su amigo El Padrino se dedicaba a actividades de narcotráfico). Huaroto Sumari
me explico (en una entrevista propalada en Frecuencia Latina, Canal 2 de Lima) que fue a la oficina de
Rodríguez López para exigirle que le devuelva el pasaporte de su hermana Delia, quien había pagado a
Setur-In para que la lleve de ilegal a Estados Unidos vía México. El Padrino, después de responderle
malcriadamente, dijo que él tenía una gran amigo que era un oficial superior a él (en ese momento
Huaroto Sumari era Mayor PIP). Para sorpresa del Mayor PIP Hermes Huaroto, recibió la visita del
entonces Coronel PIP Antonio Vidal Herrera y éste lo recriminó por haber “osado” ir a reclamarle a El
Padrino por el caso de su hermana. (Este testimonio salió publicado en un reportaje especial sobre los
vínculos del querellante Vidal Herrara y la organización de El Padrino, en el programa Sétimo Día, de
Frecuencia Latina, en junio del 2004)Así que no sólo es el Atestado Policial del caso “Villa Coca” el que
contiene pruebas y testimonios que prueban la estrecha relación de un alto oficial de la Policía de
Investigaciones (Vidal Herrera) que se supone combatía el narcotráfico, con un gran narcotraficante

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(Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino), sino que hay muchos testimonios más que corroboran la
investigación que en su momento hizo el equipo especial de colegas del querellante Vidal Herrera,
encabezados por el General PIP Raúl Chávez Gonzáles.
G.- ¿Sabes por qué Vidal no fue a la cárcel? –me pregunta Jorge Zárate cuando estoy por partir–. Sólo
los faros del auto pueden cortar la sólida oscuridad de su casa campestre. –Porque Vladimiro
Montesinos fue su abogado y no el mío”.
Ésta es una declaración del general PIP José Jorge Zárate, que fue jefe y mentor de Vidal Herrera por
mucho tiempo, el que lo presentó con Reynaldo Rodríguez López, cuando el querellante era Mayor PIP
y el oficial de más alta graduación comprometido con la mafia de El Padrino (según declaró José Jorge
Zárate en una entrevista grabada para este libro). Las declaraciones del General José Jorge Zárate
coinciden con lo comentado y escrito por el ex abogado del querellante en este caso, el hoy preso
Vladimiro Montesinos Torres. Pondré, en su debida oportunidad, a consideración del Juzgado, una copia
en DVD de una de las entrevistas que me concedió José Abraham Jorge Zárate, y sus respectivas
transcripciones para que se procese en una diligencia de visionado de la misma.

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POLICÍA VINCULA A KETÍN VIDAL CON LOS SÁNCHEZ PAREDES

MIÉRCOLES, 12 DE ENERO DE 2011

ROBERTO MORE CHÁVEZ

El ex ministro del Interior, Antonio Ketín Vidal Herrera, es un personaje emblemático cuando se habla
de la captura del líder máximo de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán Reynoso. Sin embargo, un
documento al que tuvo acceso Diario 16, lo relaciona a la familia Sánchez Paredes, procesada en el
mayor caso de lavado de dinero de la historia peruana.
En marzo del 2010, la Unidad de Inteligencia de la Policía Nacional, envió al Ministerio del Interior, un
“Informe Confidencial” que vincula a Vidal Herrera con Fidel Sánchez Alayo, gerente de Minera San
Simón y uno de los seis procesados en el juicio por lavado de activos producto del narcotráfico que se
ventila en el Poder Judicial.
“El ex ministro del Interior Tnte. General PNP Ketín Vidal Herrera,en el mes de Julio del 2009, se reunió
en una oportunidad con un integrante del Equipo de Investigación en un restaurante céntrico y pidió
que le informe sobre el estado de la investigación de cuatro personas relacionadas con Carlos Alberto
Sánchez Alayo. Una fuente humana informó posteriormente que este general estaría vinculado
directamente con Fidel Sánchez Alayo y le habría ayudado a ‘limpiar’ sus antecedentes en México”, cita
el documento.
Fidel Sánchez Alayo, hijo de Manuel Sánchez Paredes, es uno de los involucrados en el atestado policial
del crimen de Rancho Luna (México), donde murió acribillado su tío Segundo Simón Sánchez Paredes y
a quien le encontraron un laboratorio de cocaína. Sánchez Alayo estuvo prófugo de la justicia mexicana
hasta enero del 2008 cuando regresó a tierras charras para solicitar la prescripción del delito de
narcotráfico por el que estaba requisitoriado.
Diario 16 intentó comunicarse con el Gral. Vidal para escuchar su versión de los hechos pero no fue
posible.
No es la primera vez que Vidal es ligado a los SánchezParedes. Hace menos de una semana, el periodista
peruano Carlos Paredes Rojas, quien escribió el libro “La caída del Héroe- La verdadera historia del
general Ketín Vidal”, publicó una columna desde México denominada “El Pasado de Ketín Vidal”. La
publicación se hizo a raíz de la noticia que publicó Gustavo Gorriti donde se mencionó que Vidal Herrera
estaba voceado como candidato a la vice presidencia de Alejandro Toledo lo cual se frustró porque el ex
policía tiene un partido político (Fuerza Nacional) lo que pudo haber propiciado la tacha de toda la
plancha presidencial.
En dicha columna Paredes también relaciona al ex líder del GEIN que capturó a Guzmán Reynoso con el
narcotráfico a través de estas líneas: “Ketín Vidal fue implicado y dado de baja de la entonces Policía de
Investigaciones del Perú (PIP) por sus vínculos probados con Reynaldo Rodríguez López, alias ‘El
Padrino’, uno de los grandes capos del narcotráfico peruano. Fue parte de los procesados en el juicio
llamado Villa Coca. Permaneció cinco años fuera de la PIP hasta que, en los últimos días del primer
gobierno aprista, su abogado y amigo Vladimiro Montesinos logró que Agustín Mantilla firmara su
reposición. Previamente había logrado excluirlo del proceso penal.
Mientras estuvo fuera de la Policía, trabajó en el estudio de Montesinos, ayudando en la defensa de
grandes narcotraficantes como Perciles Sánchez Paredes o el colombiano Evaristo Porras Ardila, el

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principal contacto de Pablo Escobar en el Perú. Vidal siempre ha negado esta huella indeleble de su
pasado, pero ahí están los documentos, expedientes, testigos y pruebas. Está también su mentor
Montesinos, quien en varias oportunidades ha contado detalles de todo esto. Y está, por último, el propio
Vidal, inmortalizado en video en una salita del SIN, agradeciendo a Montesinos por todos esos favores,
además de reiterarle su lealtad. El sol no se puede tapar con un dedo”.

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REVELACIONES CENSURADAS

El 22 de enero de 1993, el entonces encargado de negocios (DCM, en las iniciales en inglés) de la


embajada de Estados Unidos en Perú, Charles Brayshaw, envió un cable secreto al Departamento de
Estado, en el que reseñó la conversación con un visitante que poseía el tipo de información privilegiada
sobre el tormentoso Perú de entonces, que Brayshaw necesitaba captar y transmitir a su gobierno.

Fue tan interesante y delicado lo que se habló que cuando el cable fue parcialmente desclasificado nueve
años después, se le borró párrafos y páginas enteras.

Pese a ello, la información que quedó es todavía muy reveladora.

Además, como sucedió en otros casos, el trabajo del censor fue más extenso que meticuloso y si bien
borró la información que se puede inferir más candente y comprometedora, se olvidó de borrar en
alguna línea el nombre de la fuente.

Charles Brayshaw, ex encargado de negocios de la embajada de los Estados Unidos en el Perú.

Quien habló con el experimentado Charles Brayshaw fue el entonces general PNP Antonio Ketín Vidal,
quien, apenas cuatro meses después de la captura de Abimael Guzmán, se encontraba en el pináculo de
su prestigio nacional e internacional. En tanto se conocía entonces muy poco sobre la historia y la
organización del GEIN, se le acreditaba a Vidal el mérito de la captura que había cambiado el curso de
la guerra y llevado a la derrota de Sendero Luminoso.

Brayshaw, un diplomático experimentado, que había servido y continuaría luego sirviendo en puestos
difíciles en naciones en crisis, fue uno de los representantes más notables entre los funcionarios que
Estados Unidos envió a su embajada en Lima en esos años de violencia e incertidumbre. Casi todos
tenían experiencia en guerras internas y conflictos irregulares.

Desde Joseph McBride, que abandonó la embajada de Estados Unidos en Saigón trepando a un
helicóptero desde la azotea, mientras el Vietcong y Vietnam del Norte conquistaban la ciudad; hasta,
Steve McFarland, luego embajador en Guatemala, que trabajaba bajo un retrato de José Carlos
Mariátegui en su oficina. Fue quizá el grupo más experimentado, interesante y en algunos casos
pintoresco en servir en la embajada de Estados Unidos en Lima en muchos lustros. Así como ellos
escriben sobre nosotros, creo que valdrá la pena recordar y retratar en el futuro a varios de ellos en
conexión con los cables de Wikileaks y Bigwood que vayamos revelando. Pero ahora volvamos a la
conversación entre Brayshaw y Vidal.

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La censura del cable secreto cubrió, como vemos, hasta el sumario de la conversación. Pero quedó la
opinión de Vidal de que “Fujimori comprende bien teóricamente la importancia de los Derechos
Humanos, pero en los hechos está dispuesto a sacrificar principios para lograr una rápida victoria
contra el terrorismo”. A Montesinos, Vidal lo describió como “consumido por la ambición”. Finalmente,
Vidal dijo que el “equipo Fujimori/Montesinos” está poseído por una “obsesión por resultados rápidos
que con frecuencia llevan a acciones políticas desacertadas (‘unwise’)”. La masacre de Barrios Altos,
finalizó Brayshaw con un tono de seca ironía, era “demasiado caliente para [que Vidal se animara a]
tocarla”.
Las dos primeras páginas del reporte de Brayshaw están borradas por el censor, excepto tres líneas al
final, que revelan que parte de lo que se discutió fue, entre otras cosas, la práctica de torturas. “[él] veía
esto como el mejor mecanismo de reclutamiento que tiene Sendero Luminoso. Cada persona abusada,
dijo, resulta en 10 nuevos reclutas para SL”.

Brayshaw trató de espolear la elocuencia en Vidal utilizando argumentos polémicos. ¿Acaso Fujimori
no había dado muestras de entender la necesidad de los derechos humanos? ¿No lo indicaba así en sus
discursos? Claro que quizá no se hacía lo suficiente, ¿no pensaba Vidal que ese era un punto de vista
correcto?

Luego de reconocer lo de la comprensión ‘teórica’ de los Derechos Humanos por parte de Fujimori, Vidal
repuso que Fujimori está dispuesto a “tolerar cualquier método que le permita destruir a Sendero
Luminoso y el MRTA dentro de su período de cinco años” [sic].

“El presidente” continuó Vidal en la versión de Brayshaw, “está convencido que la única manera de
erradicar a Sendero Luminoso es por la eliminación física de los miembros de la organización; la política
contraterrorista global del Gobierno así lo refleja”.

Vidal declaró que ese punto de vista era errado. Sendero, dijo, “es un movimiento con profundas raíces
y no puede ser derrotado fácilmente (…) lo que se necesita es acciones políticas de largo plazo, no
arreglos superficiales (‘quick fixes’)”.

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Cuando Vidal se alistaba para retirarse, Brayshaw le preguntó cómo veía el papel de Vladimiro
Montesinos en “los programas de contraterrorismo del Gobierno”.

Vidal dijo conocer a Montesinos desde [blanqueado por el censor]. Probablemente mencionó la Escuela
Militar de Chorrillos donde ambos entraron como cadetes el mismo año antes de que Vidal decidiera
pasarse a la entonces Policía de Investigaciones.

Mencionó Vidal también que Montesinos trató de “asociarse al poder desde muy temprano”, y dijo no
conocer la razón por la que fue expulsado del Ejército en 1976.

Una vez en libertad y con el título de abogado, contó Vidal, “Montesinos se enfocó en una sola cosa: el
Poder, político y económico. (…) eso lo llevó a los narcotraficantes, que siempre pagaban bien”.

Vidal prosiguió contando, desde el cercano conocimiento que su estrecha relación con Montesinos le
había permitido tener, las partes más conocidas de la biografía de Montesinos: su camino de la infamia
al poder a través de un fiscal de la Nación (Denegri) corrupto, mediante el cual pudo utilizar la Fiscalía
en el encubrimiento de la masacre de Cayara, para volver al Servicio de Inteligencia y de ahí a
convertirse en asesor de Fujimori en 1990 a quien, dijo Vidal, Montesinos le ofreció el Ejército “como
su base política”.

Elocuente y desinhibido por un momento, “[Vidal] describió a Montesinos como una persona lista y
hábil [‘a clever and able man’], con muchas ideas pero sin concepción estratégica. Él se orienta a la
acción, quiere que las cosas se hagan rápidamente”.

“En esto” dijo Vidal, “Fujimori y Montesinos son casi idénticos. Al enfrentar el problema de Sendero,
ellos lanzan ideas al problema sin pensar en las consecuencias o tener una visión estratégica”.

“[Vidal]” observó Brayshaw, “claramente no tiene una alta opinión … del equipo Fujimori/Montesinos”.

Otra característica clave de Montesinos, dijo Vidal, era “los celos extremos en su relación con el
Presidente. [Montesinos] no quiere que otra persona disfrute del acceso que él tiene y sistemáticamente
impide que los contendientes para el [acceso a] el proceso deliberativo del Presidente [‘thinking
process’] puedan contactarlo”.

Vidal –quien presumiblemente fue uno de los afectados por los celos de Montesinos, junto con, por
ejemplo, Hernando de Soto– consideró que eso era “altamente peligroso, principalmente porque
Fujimori se lo ha permitido. El régimen, por eso, queda amarrado a los cálculos de corto plazo y las

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improvisaciones políticas que ambos desarrollan”.

En ese momento, Brayshaw le hizo la pregunta más importante de esa conversación a Vidal. Recordando
la discusión previa sobre la opinión real de Fujimori sobre los derechos humanos, Brayshaw le preguntó
cuál era el “significado de [la masacre de] Barrios Altos y si Montesinos tenía vinculación con ella”.

Ahí se acabó la elocuencia de Vidal. “Ese es un asunto muy sensible” dijo, “quizá pueda ser discutido en
alguna otra ocasión”.

Algo más agregó, porque las siguientes dos páginas, hasta el final del documento, están completamente
borradas.

La fecha prevista de desclasificación del documento es el 29 de enero de 2019.

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MEDALLA DE LA INFAMIA DE SAN MARCOS: A KETÍN VIDAL

POR GABRIEL ADRIÁN.

15 de febrero de 2013

El lumpen Pedro Cotillo, rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos ha otorgado la Medalla
de Honor Sanmrquina a Ketín Vidal Herrera, otrora jefe del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la
policía antisubversiva que capturó a Abimael Guzmán Reynoso. Ketín Vidal ha pasado a la Historia
reciente del Perú por haber dirigido el grupo de inteligencia policial que capturó a Abimael Guzmán
Reynoso, jefe del Partido Comunista del Perú, conocido como Sendero Luminoso, el 12 de setiembre de
1992. Ketín Vidal pretende pasar a la Historia como un policía íntegro que capturó a la cúpula de la
guerrilla maoísta sin derramar una gota de sangre. Lo cierto que es la biografía de Vidal muestra que
por sus manos corren sangre de cientos de peruanos y peruanas que fueron torturados por órdenes o
con conocimiento de Vidal. Ketín Vidal fue, además, uno de los personajes del régimen Fujimori-
Montesinos, uno de los más corruptos y opresores de la Historia del Perú republicano.

Ketín Vidal fue director de la Dirección Nacional contra el Terrorismo (DINCOTE) que era el grupo
encargado de combatir las guerrillas peruanas. En la DINCOTE se torturaba para “extraerle”
información a los presuntos terroristas. Se utilizaban los más sofisticados métodos de la tortura,
muchos de los detenidos eran torturados hasta el borde de la muerte, las mujeres violadas brutalmente,
muchos de los detenidos quedaban con secuelas irreversibles, como semiparalíticos, cojos, semi-ciegos.
Tan evidente era que en la DINCOTE se torturaba que la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos con sede en Costa Rica admitieron muchas demandas que se sustentaban en la denuncia por
torturas en la DINCOTE. Incluso la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que fue creada para
investigar las violaciones de derechos humanos en el marco de la guerra interna y que se ha esforzado
por minimizar las torturas y asesinatos de las fuerzas militares y paramilitares, hace referencia a las
torturas en la DINCOTE. Y el ejemplar policía Ketín Vidal, premiado por Cotillo, fue jefe de este palacio
de la tortura.

El periodista Carlos Paredes Rojas ha sido uno de los que ha investigado más a profundidad la carrera
de Ketín Vidal. En su libro “La Caída del Héroe”. La verdadera historia del General Ketín Vidal” Paredes
Rojas destapa una serie de casos de corrupción en los que ha estado envuelto este personaje del régimen
fuji-montesinista. Paredes Rojas relata, por ejemplo, que Ketín Vidal fue separado de la policía en 1985
por sus vinculaciones con la banda de narcotraficantes de los Rodríguez López. El tiempo que estuvo
separado de la policía, Ketín Vidal trabajó con el estudio de Vladimiro Montesinos defendiendo a
narcotraficantes como Perciles

Sánchez Paredes o el colombiano Evaristo Porras, contacto del jefe del Cartel de Medellín en Perú Pablo
Escobar. Su abogado y amigo, Vladimiro Montesinos, logró que lo reincorporen a la policía después de
5 años de ausencia. Más recientemente, en el año 2011, Ketín Vidal ha sido vinculado con la banda de
narcotraficantes de los Sánchez Paredes. Informes confidenciales de la policía que fueron filtrados a la
prensa dan fe de esta información.

Vidal ha sido sindicado innumerables veces de haber estado involucrado también en casos de
corrupción institucional. Cuando Ketín Vidal era jefe de la DINCOTE se apropió con la mayor parte de
las partidas secretas destinadas a apoyar las labores de inteligencia. Como estas partidas eran secretas

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no había mayor control externo sobre las mismas. Habrían sido alrededor de 2 millones de dólares. Esta
información fue confirmada en el año 2002 por el otrora Contralor de la República Genaro Matute ante
el periodista César Hildebrant. Ketín Vidal también se hizo famoso por adquirir inmuebles de manera
ilegal a través de testaferros.

En el año 2001, la Fiscal de la Nación le abrió una investigación por informaciones que recibió del
Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de América respecto a “transacciones sospechosas”
entre Ketín Vidal y Vladimiro Montesinos, eje de la corrupción del gobierno de Fujimori, en bancos de
ese país. Vidal negó esta acusación. Pero que interés tendría el Departamento de Estado yanqui de
mancillar la figura del “héroe” Vidal.

La vinculación delincuencial entre Ketín Vidal y Vlademiro Montesinos está fuera de toda duda. Después
de la caída del régimen de Fujimori salieron a la luz una serie de videos y grabaciones que
comprometían a casi toda la clase política y empresarial peruana. En una de las grabaciones que ha sido
incluso presentada en el Congreso peruano, Vidal le agradece a Montesinos por todos los favores
recibidos y le asegura una y miles veces su lealtad. En esta grabación se escucha que Vidal lo llama a
Vladimiro Montesinos “Vladi” y “Vladicito”. Corría el año 1999, cuando el régimen Fujimori-Montesinos
se caía a pedazos por casos de corrupción y violaciones de derechos humanos.

Su lugarteniente en el GEIN, Benedicto Jímenez Baca, se ha encargado en los últimos años también de
denunciar los actos de corrupción de Ketín Vidal. Por lástima, Jímenez Baca es tan o más mafioso que
Vidal. Esto le quita, por lástima, crédito a sus acusaciones, aunque el 90% de estas sean ciertas. Ketín
Vidal ha pretendido en innumerables ocasiones de defenderse atribuyendo todas las acusaciones en
casos de corrupción a la envidia de sus enemigos. Tal prontuario criminal que se remonta a los años 80
no puede ser obra tan sólo de la envidia de antiguos subalternos o compinches.

Sólo en una República Bananera como el Perú, con élites políticas, empresariales y militares que expiden
hedores de cloaca, un personaje con tal prontuario criminal como Ketín Vidal Herrera puede ser
Ministro del Interior. Vidal fue ministro en el gobierno del acciopopulista Valentín Paniagua. Para no
quedarse atrás, Ketín Vidal apoyó al hoy presidente Ollanta Humala en su campaña electoral, esperando
quizás algún puesto político con otro torturador, “el Capitán Carlos”. Y ahora el Rector de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos mancilla esta honorable casa de estudios para darle una condecoración
a Ketín Vidal cuya trayectoria ha estado plagada de torturas y corrupción. El lumpen Cotillo pasará a la
Historia sanmarquina como un rector de pacotilla que intenta de hacer de la Decana de América una
universidad al servicio de las élites y de criminales de toda monta.

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Publicado: 2011-07-08

MI RESPUESTA A LA QUERELLA DE KETÍN VIDAL


CARLOS PAREDES

EXPEDIENTE: 05046-2009-0-1801-JR-PE-57
SECRETARIO: JAIME DAVID PORTILLA SALAZAR
CUADERNO: PRINCIPAL
ESCRITO: 04
SUMILLA: RESPONDE QUERELLA POR PRESUNTO DELITO DE DIFAMACION AGRAVADA
PRESENTADA POR ANTONIO VIDAL HERRERA.

SEÑOR JUEZ DEL VIGESIMO SEXTO JUZGADO ESPECIALIZADO EN LO PENAL DE LA CORTE


SUPERIOR DE JUSTICIA DE LIMA:

JOSE CARLOS PAREDES ROJAS, en la Acción Privada Querella que se me sigue en supuesto agravio
de Antonio Ketín Vidal Herrera a usted atentamente digo:
Que, conforme al artículo 314 del Código de Procedimientos Penales, una vez enterado plenamente de
la denuncia por presunto delito de difamación agravada interpuesta contra mi persona por Antonio
Vidal Herrera, respondo al fondo del asunto, en el plazo de ley, con los siguientes fundamentos de hecho
y de derecho:

FUNDAMENTOS DE HECHO:
Como preámbulo a las respuestas puntuales, debo explicarle, Señor Juez, el contexto en el que se dio
una investigación periodística de más de tres años, la que se publicó en varias entregas (Tres reportajes
televisivos, en Panamericana Televisión - Canal 5 de Lima y Frecuencia Latina - Canal 2 de Lima,
respectivamente; en un extenso reportaje en la revista peruana Etiqueta Negra; y, finalmente, en un
libro publicado por el sello editorial español Planeta). Fue una investigación periodística responsable,
rigurosa, que se tomó todo el tiempo posible para indagar, cruzar información, verificar datos, hallar
expedientes perdidos y entrevistar a un centenar de personas que tenían algo que ver con el pasado del
general Ketín Vidal Herrera. No publiqué nada hasta no estar completamente seguros de la información.
Ésta no es una declaración retórica o de buenas intenciones, fue la manera de trabajar que ha sido
reconocida no sólo en el Perú, sino en el extranjero.
Es de resaltar que en la investigación periodística materia de este proceso, siempre se buscó la versión
del querellante Antonio Ketín Vidal Herrera, aunque por alguna razón –supongo yo por estrategia–, sólo
contestó una vez a nuestros requerimientos y dio su versión en vivo en un programa televisivo (en
marzo del 2002 en el programa Panorama de Canal 5). Las demás veces se negó rotundamente a
responder nuestras preguntas, como dejamos constancia en su oportunidad. Prefirió ir a programas

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periodísticos para ser entrevistado por otros periodistas amigos suyos, aunque en algunos casos se vio
en aprietos. Para el libro materia de la presente querella, hemos recogido su versión de todas las
entrevistas (que son más de 10) a lo largo de los cuatro años que conocimos el tema y que el se vio
obligado a responder diferentes cuestionamientos que no salían del autor del libro, sino de las
autoridades judiciales, del Ministerio Público y de la Contraloría General de la República.
Este trabajo se hizo atendiendo a la función social del periodismo que es vigilar el poder público en
nombre de la gente, de la opinión pública. Y la actuación pública del querellante Vidal Herrera fue de
absoluto interés público, pues desempeñó cargos de relevancia en la sociedad peruana en la última
década del siglo XX. En la Policía Nacional (Jefe de la DINCOTE, Director General) y en el Ministerio del
Interior, llegó a ser su titular. Su actuación como funcionario público no estuvo exenta de escándalos,
cuestionamientos y procesos penales abiertos en su contra. Fue público y notorio los cuestionamientos
que se hicieron en varios temas: desde sus antiguos vínculos con una organización de narcotráfico
internacional (la de Reynaldo Rodríguez López, como oficial de inteligencia de la PIP) hasta el proceso
de enriquecimiento ilícito abierto en su contra por la justicia anticorrupción peruana, pasando por
auditorías de la Contraloría General de la República que hallaron gastos no justificados por sumas
millonarias, mientras el querellado se desempeñó como jefe de la Dirección Contra el Terrorismo de la
Policía Nacional (PNP). Todo esto no es nada nuevo, en su oportunidad fue publicado por diversos
medios de comunicación y periodistas especializados. (revista Caretas, diarios Liberación, Correo, La
República, Perú 21, diversos canales de televisión como Canal 2, Canal 4 y Canal 5, entre otros), incluso
hasta se han escrito varios libros que incluyen capítulos dedicados a revisar la actuación pública del
querellante Vidal Herrera: El espía imperfecto: la telaraña siniestra de Vladimiro Montesinos, de Sally
Bowen y Jane Holligan (Editorial Peisa, Lima 2003), Tras la huella de Montesinos, de la periodista
venezolana Patricia Poleo (Caracas, Planeta, 2001) o Montesinos: su derrota en Venezuela, investigación
periodística de Adriana Cortés (Caracas, Libros de El Nacional, 2001). Así que, gran parte de toda esta
historia ya estaba escrita. Quizá el único mérito de mi trabajo ha sido ordenar cada una de las
piezas de este complicado rompecabezas, ponerlas en contexto, verificar y ampliar cada dato
periodístico, cada testimonio, cada historia que se había publicado, por otros periodistas, al
respecto, yendo a las fuentes y protagonistas. Muchas de las cosas que acá se cuentan, no es producto
de una investigación periodística, es la consecuencia del trabajo de las autoridades competentes: grupos
especiales de la Policía, Fiscales Anticorrupción, auditores de la Contraloría y Magistrados de diversas
instancias del Poder Judicial.
Lo curioso y, a la vez sintomático, de esta denuncia son dos cosas: 1.- Que ha sido presentada 7 años
después de que el querellante Ketín Vidal Herrera anunciara tal medida en el programa del Sr. Nicolás
Lúcar (Programa La Revista Dominical del 17 de marzo del 2002). Y mucho tiempo después (tres años)
de la publicación del libro. Cualquier persona que se considera agraviada, calumniada, difamada y
vejada, no espera 7 años para hacer valer su derecho en el Poder Judicial, lo hace inmediatamente. Si a
mi me acusan de ladrón, y no lo soy, denuncio de inmediato al que lo hizo, al periodista difamador. Eso
lo haría alguien que tiene la consciencia limpia. El querellante Vidal Herrera, quizá piensa que como

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hace 4 años trabajo y vivo en el extranjero no tendría capacidad de defensa, la que se ve mermada por
una medida arbitraria ordenada por su despacho (orden para conducirme de grado o fuerza a su
juzgado). ¡Después de 7 años descubrió que lo he difamada!
2.- Que el querellante Vidal Herrera me ha demandado por la versión final de mi trabajo de investigación
periodístico, el libro publicado por editorial Planeta en setiembre del 2006, y no ha puesto, como suelen
poner todos los supuestos agraviados en delitos de imprenta, como tercero civilmente responsable a la
casa editorial, la que se supone se coludió con el autor para publicarle semejante barbaridad. ¿Será que
piensa que Planeta sí podría contratar un bufete de abogados en Lima, mientras que el periodista,
viviendo lejos y sin los recursos para gastos judiciales, no? Otra curiosidad, sólo me demanda por 5 de
los 7 capítulos del libro. Los otros dos no lo ofendieron. Coincidentemente ambos tienen que ver con su
estrecha y siempre subordinada relación con su ex abogado Vladimiro Montesinos Torres (no demandó
por el Prólogo del libro, que explica su cuestionada actuación como jefe de la DINCOTE entre los años
1991 y 1992, tampoco por el capítulo “El héroe también dice que capturó a Montesinos”, que como su
nombre lo indica, abunda en detalles de la negligencia del querellante Vidal Herrera en la ubicación y
captura de su ex abogado Montesinos Torres en Venezuela entre noviembre del 2000 y junio del 2001.
Montesinos, finalmente fue entregado por su celador en Caracas, en junio del 2001, un mes antes de que
Vidal Herrera deje el cargo de ministro del Interior.
Sin cuestionar el derecho que tiene el querellante Vidal Herrera de ejercer su defensa cuándo quiera y
en la instancia que desee, paso a las respuestas de fondo a la presente querella:

I- El querellante, en su denuncia presentada en diecisiete fojas, con fecha 12 de febrero del 2009, se
limita a entrecomillar algunos párrafos y frases del libro”La caída del héroe: la verdadera historia del
general Ketín Vidal” -de mi autoría- sacados de contexto o incompletos, a los que califica, sin demostrar
por qué, de “FALSAS Y DIFAMATORIAS”. Aunque el libro “La caída del héroe”, por primera vez en el
periodismo peruano, incluye todo un capítulo llamado “LAS FUENTES DE ESTE LIBRO” (páginas 139 a
la 160), donde se explica detalladamente de dónde procede la información de cada caso real, fáctico,
incontrastable y comprobable, de la vida pública del querellante, quien ocupó cargos relevantes en la
Policía (Director General) y en el ministerio del Interior (Ministro), responderé cita por cita, frase por
frase, capítulo por capítulo, cuáles son las fuentes, los documentos, los testimonios y demás elementos
que me permitieron reconstruir cada una de las historias, del pasado del querellante, como funcionario
público, que se cuentan en el libro.

1.- “EL HEROE PROTEGE A UN NARCOTRAFICANTE”


A.- “El general Ketín Vidal se convirtió en abogado cuando lo expulsaron de la ex Policía de
Investigaciones del Perú. Ahora dice que no fue así, que se debió a un error, a una injusticia, que a
él jamás debieron expulsarlo. Pero pocos saben que la verdadera historia de ese episodio dice lo
contario” pág. 22.

27
Es verdad que el Antonio Vidal Herrera se graduó de abogado cuando fue separado de la ex Policía de
Investigaciones del Perú (PIP), después de verse involucrado en el escándalo de narcotráfico llamado el
caso “Villa Coca”, en julio de 1985. Su grado de compromiso con la organización internacional de
narcotráfico que dirigía Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino, quedó claramente establecida en
el Atestado Ampliatorio Número 498-D-DINITD (La entonces Dirección Nacional de Investigación de
Tráfico de Drogas de la PIP).
Posteriormente, ya en el proceso penal del llamado caso “Villa Coca”, ante el 25 Juzgado Penal de Lima,
Vidal Herrera acepta que ha recibido una serie de prebendas, regalos y canonjías de El Padrino, (Folio
10147 del Expediente Judicial que en 25 Juzgado Penal de Lima fue signado con el número 375-86.
Luego pasó al Cuarto Tribunal Correccional de Lima y, después, este mismo expediente cuando subió a
la Corte Suprema llevó el número 876-89. Incluso hubo una denuncia ampliatoria del Fiscal del caso que
derivó en otro proceso, el que en el Once Tribunal Correccional de Lima llevó el número 108-88); que
mantenía una estrecha amistad con él (Folio 7653 del mismo expediente judicial); que supo, un año
ocho meses antes de que se descubra la organización de El Padrino, que este sujeto dirigía una
organización internacional de tráfico de drogas (fue porque recibió una nota informativa del Servicio
Nacional de Inteligencia, la nota Número 1111-100 SIN, fechada el 24 de diciembre de 1983). La
explosión de la llamada “Villa Coca” en Higuereta, Surco, –que es cómo se descubre la organización que
dirigía Reynaldo Rodríguez López, fue 24 de julio de 1985–; y que, aún así, mantenía su amistad con él,
lo frecuentaba y le seguía pidiendo favores (Folio 7453); que solicitó a Reynaldo Rodríguez López que
le “prestara” la línea telefónica número 41-6468, a nombre de El Padrino y pagada por él –cuando en
Lima tener una línea fija era muy caro y casi imposible por la escasez de líneas cuando el servicio era
administrado con la estatal Compañía Peruana de Teléfonos– (Folio 10147); que en los archivos de El
Padrino se encontró copias de numerosos documentos que recibía o procesaba el entonces Comandante
PIP Vidal Herrera, como jefe de la División de Procesamiento de la Dirección de Inteligencia de la PIP
(Folio 7405); entre otros hechos puntuales que el nuevo gobierno (el primer gobierno aprista 1985-
1990), tomó en cuenta para incluirlo en la llamada “reorganización de la PIP”, una manera expedita y
administrativa que ordenó el flamante presidente Alan García para acabar con el escándalo mayúsculo
que era el caso “Villa Coca”.
Años después, el mismo Vidal Herrera, en una entrevista que concedió a la periodista Rosa María
Palacios, el martes 4 de julio del 2006, en el programa televisivo Prensa Libre, de América TV, aceptó
haberle pedido al narcotraficante Reynaldo Rodríguez López que le comprase medicinas y una casaca
de cuero para su esposa, que no se vendían en el país, dijo. Pero, añadió, Rodríguez López nunca cumplió
con traerle su “encargo”.
Adicionalmente, su abogado, en ese caso, y amigo Vladimiro Montesinos Torres, más de una vez ha
contado los pormenores de su defensa en el tema “Villa Coca”, sobre todo cómo hizo para reponer a
Vidal Herrera en la Policía, en las postrimerías del primero gobierno aprista, y cómo, después, le confió
cargos muy importantes para el régimen donde Montesinos era el segundo hombre de más poder y el
encargado de manejar a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. Una de esas veces quedó inmortalizada

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en un “vladivideo” que el mismo Montesinos mandó grabar en su oficina del SIN. Es el vladivideo número
1292, rotulado como “Reunión Doctor-Joy Way-Cucluiza” y tiene como fecha de grabación el 5 de enero
de 1999. Este video fue transcrito y difundido por el Congreso de la República, por lo tanto no es un
secreto, fue de público conocimiento. Dentro la conversación, registrada por este video, en la parte
concerniente a Vidal, Montesinos le dice a la entonces alcaldesa de San Borja, Luisa María Cuculiza,
quien luego conversó con el presidente Fujimori y el ex Ministro del Interior Juan Briones Dávila, que él
(Montesinos) fue abogado de Ketín Vidal en el caso “Villa Coca”, que logró reponerlo como oficial activo
en la Policía, que logró que le pagaran sus sueldos devengados por casi cinco años y que Vidal Herrera
trabajaba como analista de inteligencia en su estudio de abogados (que en ese entonces defendía a
grandes narcotraficantes, como el colombiano Evaristo Porras Ardila, el hombre del cártel del Medellín
de Pablo Escobar en el Perú, cuyo expediente judicial se “perdió” en el Poder Judicial).
Años después, exactamente en el 2009, el mismo Vladimiro Montesinos Torres, detalló estos hechos en
un libro que escribió bajo el título SIN Sendero: alerta temprana, (Ezer Editores, Lima, noviembre del
2009) donde expone lo que considera su papel en la lucha contra el terrorismo cuando fue asesor de la
alta dirección del Servicio de Inteligencia Nacional. En este libro, en la página 113, Montesinos relata,
después de explicar que conoce a Vidal Herrera desde que ambos eran pre-cadetes de la Escuela Militar
de Chorrillos, en 1962, y que él, en 1990, ya repuesto en la Policía, lo llevó como Jefe de
Contrainteligencia del SIN, que él, Montesinos Torres, fue el abogado de Vidal Herrera cuando a este lo
sacaron de la PIP en 1985, como consecuencia de su relación con el escándalo “Villa Coca”. Textualmente
Montesinos dice:
“Por estos hechos (se refiere al caso Villa Coca) el coronel Vidal, y otros miembros de la Policía, fueron
procesados ante la Vocalía de Instrucción del Consejo Supremo de Justicia Militar en cuya causa ejercí su
defensa técnica, hasta que al resolverse la contienda de competencia entablada, la instrucción pasó a
conocimiento del Fuero Común por disposición de la Corte Suprema de Justicia” (pág. 113).
Más adelante, en el mismo libro, Montesinos escribió lo siguiente sobre Vidal Herrera:
“A comienzos de diciembre de 1990 se llevó a cabo el proceso de ascensos en la PNP para oficiales
subalternos y superiores y luego efectuó el proceso para oficiales generales de esta institución. En dicha
ocasión el coronel PNP Ketín Vidal Herrera se presentaba por primera vez a fin de poder ascender al grado
de general de la Policía Nacional, en virtud de lo cual me pidió que lo recomendara ante el presidente
Fujimori a efecto de que éste interpusiera sus buenos oficios ante el ministro del Interior y el director
general de la Policía Nacional. En esa oportunidad el ingeniero Fujimori, luego de despachar con el
ministro del Interior, general de división EP Alvarado Fournier, me refirió que ello no era posible por dos
razones (según lo señalado por el teniente general Cuba y Escobedo, en su calidad de DIRGEN) –Director
General de la Policía Nacional– : la primera, el haber estado desde el 28 de julio de 1985 varios años en
situación policial de retiro, y si bien había retornado años después a la actividad, tenía como un
antecedente el estar comprendido en un atestado policial del que ya hemos hecho mención; (se refiere al
atestado Número 498-D-DINTID del caso “Villa Coca”); y la segunda, porque era la primera presentación
y figuraban otros coroneles con mayor antigüedad en el cuadro de mérito y con una excelente trayectoria,

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de modo que podía esperar un año tranquilamente. Ante tales argumentos no había nada que hacer, pensé
dentro de mí. Al comunicarle este parecer al coronel Vidal Herrera, lejos de sentirse amilanado invocó la
amistad que teníamos y recordó el año que estuvimos juntos en la Escuela Militar de Chorrillos. Invocando
persistentemente este hecho, me pidió que solicitara al presidente Fujimori reconsiderara su posición,
tanto más que ya no tenía ningún antecedente policial. Reconozco que me convenció su insistencia, la que
trasladé yo ante el ingeniero Fujimori, quien para evitar seguir tocando el tema del pedido de ascenso del
coronel Vidal a general, ordenó al general Alvarado lo incluyera en la nómina de ascendidos a general de
la Policía para su remisión al Senado de la República a efecto de la ratificación respectiva” (páginas 129 -
130).
Esto que dice Montesinos reiteradamente no es una fantasía, como siempre ha señalado Vidal, él mismo
(Antonio Ketín Vidal Herrera) en una conversación privada que sostuvo con su ex abogado, amigo y
protector, Vladimiro Montesinos Torres, el 25 de diciembre de 1999, en la famosa salita del SIN (oficina
privada de Montesinos), reconoció todos los favores que le había hecho Montesinos, especialmente en
el problema que tuvo por el caso Villa Coca. Le dijo que él (Vidal Herrera) sería muy agradecido por esos
favores y que había sido fiel a Montesinos, que los unía una gran amistad. Esta conversación quedó
registrada en otro vladivideo, que fue transcrito y proyectado por el Congreso de la República. Es
el vladivideo signado con el número 1809, rotulado como “Reunión Doctor – Ketín Vidal 2”. En esa
conversación Montesinos le decía a Vidal Herrera “Antonito”, y éste le respondía “Vladi” y a veces
“Vladicito”. Esta conversación es pública, la vieron y escucharon miles, quizá millones de peruanos.
Entonces pretender decir ahora, cómo ha sostenido el querellante Vidal Herrera subestimando la
inteligencia nacional, que él no dijo lo que dijo o que era una estrategia de inteligencia, es risible.
B.- “El Padrino (cumplía en realidad dos papeles: podía ser un generoso capo del narcotráfico o un
ahijado de lo más mimado. En el otro extremo de esa relación de ida y vuelta), había oficiales de la
Policía de Investigaciones que lo habían protegido a cambio de dinero y regalos. (Algunos de esos
agentes acabaron en prisión.) A otros los expulsaron. Ketín Vidal, en ese entonces coronel, fue uno
de ellos.’.
Además de lo señalado en la respuesta anterior debo explicar que el caso “Villa Coca” fue ampliamente
cubierto por los medios de comunicación desde el día que explotó el laboratorio de refinación de
clorhidrato de cocaína que la organización de tráfico internacional de drogas, liderada por Reynaldo
Rodríguez López, tenía en un conjunto de casas de la urbanización Higuera, en Surco, que la prensa
bautizó precisamente como “Villa Coca”. En este caso hubo muchos oficiales de la ex PIP procesados y
hasta sentenciados por sus vínculos estrechos con esta organización. Uno de ellos fue el general José
Abraham Jorge Zárate, a quien entrevisté hasta en dos oportunidades, y quien me explicó el grado de
compromiso de Vidal Herrera con la organización de El Padrino que, según me dijo, era mayor que la
que pudo haber tenido él, incluso. Él, que fue sentenciado a 7 años de prisión. Concluyó la entrevista con
esta frase: “¿Sabes por qué Vidal no fue a la cárcel? –me preguntó– Porque Vladimiro Montesinos fue su
abogado y no el mío. Desde aquella época se sabía en la Policía y en los corrillos del Poder Judicial, quién
era y cómo trabajaba el abogado Vladimiro Montesinos Torres.

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Respecto a los regalos que pedía Vidal Herrera a El Padrino, él mismo lo aceptó en su instructiva como
procesado en el caso penal. (Folios 7653, 7667 y 10147 del expediente judicial referido anteriormente)
C.- “Ésta fue en verdad la mayor explosión: El Padrino tenía diecisiete empresas para ocultar su mafia. La
más importante, una agencia de viajes, se llamaba Servicios Turísticos Internacionales, Setur-In”.
Pág. 25
Aunque es intrascendente y vago, que el querellante cuestione que Reynaldo Rodríguez López tenía una
agencia de viajes como fachada de su negocio ilegal de tráfico de drogas internacional, para efectos del
supuesto agravio a su honor y reputación, a nadie, que haya leído aunque sea algo del caso “Villa Coca”,
le queda duda de que el centro de operaciones de El Padrino era su oficina en Setur-In, ubicada en el
distrito de Jesús María. En esas oficinas la Policía, en compañía del fiscal que investigó el tema, encontró
una serie de documentos que comprometían a Vidal Herrera con El Padrino, como sus agendas de los
últimos años donde el ex Jefe de Procesamiento de la Dirección de Inteligencia de la PIP, aparece 22
veces mencionado. En unas lo llama “Antonio”, en otras se refiere a él como “Ketín”, y en las demás lo
señala como “Coronel”. En la agenda de El Padrino del año 1981, en la hoja correspondiente al día 7 de
septiembre de ese año, está escrito el primer apellido de Vidal Herrera al costado de una cifra: 100,000.
Dice “Asunto Vidal”. Unas hojas más adelante, en esa misma agenda de Reynaldo Rodríguez López,
exactamente en la hoja correspondiente al 24 de septiembre están escritas dos cifras juntas? “Ketín –
130,000 y 30,000”. El ex Fiscal de la Nación, César Elejalde Estensoro, quien dirigió el proceso de
investigación, y a quién entrevisté, me enseñó las copias fotostáticas de esas agendas y me dio copia de
las transcripciones oficiales, las mismas que forman parte del Atestado 498-D-DINTID, el que a su vez
es parte del voluminoso expediente judicial del caso “Villa Coca”
D.- “De hecho, hay una boleta de Setur-In por dos pasajes a nombre de Antonio (Ketín) Vidal
Herrera” pág. 26
En el expediente judicial del caso “Villa Coca”, se encuentra esta boleta de la empresa Servicios
Turísticos Internacionales (Setur-In), de propiedad de Reynaldo Rodríguez López, donde se consigna
que se emitieron dos pasajes aéreos nacionales a nombre de Antonio Vidal Herrera de “cortesía”. (Folios
7653 y siguientes). En el mismo expediente judicial, también se consignas declaraciones del mismo
Vidal Herrera, donde el querellante, acepta haber enviado una tarjeta personal a El Padrino en la que “le
da mil gracias por los favores recibidos”. Admite, asimismo, que el 9 de marzo de 1985 –unos meses
antes de la explosión de Villa Coca, y 15 meses después que él como jefe policial estaba notificado
oficialmente, a través de la nota de inteligencia número 1111-100 del SIN, que El Padrino era
narcotraficante– envío una tarjeta personal al Cónsul de México en Lima solicitándole que les otorgara
una visa de turista para ese país a dos hombres de la organización de El Padrino. Vidal firmó la tarjeta
como “Jefe de la División de Investigación de Rentas Fiscales de la Dirección de la Policía Fiscal”. Los
recomendados por el jefe policial (Vidal Herrera) eran Eddie Roberto Calagua Manco y Roberto Agustín
Calvo Mazuelos, ambos hombres de confianza de Reynaldo Rodríguez López, miembros de su
organización.

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E.- “Según el expediente judicial 375-86 del 25 Juzgado Penal de Lima, Ketín Vidal aceptó haber
recibido regalos de Reynaldo Rodríguez López”. Pág. 26.
Ésta es la nota de pie de página número 4 del libro. Repito, en el Atestado Ampliatorio número 498-D-
DINTID (Dirección de Investigación de Tráfico Ilícito de Drogas en la entonces PIP), que consta de 178
páginas y 229 anexos en los que se adjuntan pruebas contundentes como las agendas personales de El
Padrino, las tarjetas de agradecimiento que recibía, fotografías y videos caseros de las reuniones que
organizaba periódicamente con sus amigos y miembros de su organización (como la fiesta por el
matrimonio de su hija realizado el 14 de junio de 1985, es decir, un mes antes de la explosión de “Villa
Coca” y un año y medio después de que Vidal Herrera conociera oficialmente que El Padrino era la
cabeza visible de la organización más grande del narcotráfico peruano hasta ese momento). Este
atestado luego pasó a formar parte del expediente judicial del caso, el número 375-86 del 25 Juzgado
Penal de Lima. En esta instrucción penal el procesado Vidal Herrera amplió sus declaraciones y, por
ejemplo, en el Folio 10147, Vidal acepta que le pidió a Rodríguez López que le “prestara” una línea
telefónica, la misma que usaba, hasta después que estallara el escándalo “Villa Coca”, en su oficina de la
Policía Fiscal. En el Folio 7667 del mismo expediente Vidal Herrera declara que Reynaldo Rodríguez
López trataba de demostrarle su amistad posiblemente para utilizarlo. Reconoce que frecuentemente
se comunicaba por teléfono con él, y admite haberle pedido que “le comprara medicamentos para su
esposa, casetes para equipos de video, un sacón, discos y otros”.
F.- “Por ejemplo, según el atestado policial del caso Villa Coca, Vidal sí sabía que Rodríguez López era
un narcotraficantes. Tres días después de la Navidad de 1983 recibió una nota del Servicio de
Inteligencia. Era confidencial. Allí se detallaba que El Padrino era el jefe de una de las
organizaciones más grandes del narcotráfico en el Perú”. Páginas 26 y 27
El querellante deliberadamente, no consigna, en esta edición antojadiza que hace del libro, que el
periodista está citando la fuente de su información (la parte no resaltada en negritas), que en este caso
es un Atestado Policial. Y respecto a que él (Vidal Herrera) recibió un día de noche buena (el 24 de
diciembre de 1983) un documento confidencial del Servicio de Inteligencia Nacional (la nota
informativa Nº 111-100-SIN), donde se le advertía textualmente que “Reynaldo Rodríguez López estaría
realizando actividades de narcotráfico”, es una verdad tan grande que él mismo en diversas entrevistas
periodísticas lo ha explicado. Es más, siempre dice que él no se cruzó de brazos con es información
(como jefe de la División de Procesamientos de la Dirección de Inteligencia de la PIP), sino que actúo en
consecuencia. Elaboró, lo ha explicado Vidal Herrera hasta la saciedad, otra Nota Informativa firmada
por él (la N-027-DIRINT) la cual repite, sin mayor análisis, ni contexto, ni mayores detalles de las
actividades ilícitas de El Padrino, casi textualmente la nota informativa del SIN que recibió. Estas
declaraciones públicas de Vidal Herrera demuestran cabalmente lo que escribí en su momento: que el
querellante sí sabía que Reynaldo Rodríguez López era narcotraficante. Lo sabía oficialmente desde la
navidad del año 1983, sin embargo lo siguió frecuentando, le siguió solicitando favores, prebendas y
canonjías. Tanto lo seguía frecuentando que asistió a la misa y posterior fiesta del matrimonio de la hija
de El Padrino el día 14 de junio de 1985.

32
Otra evidencia de la estrecha relación entre el querellante y Reynaldo Rodríguez López y su
organización es lo que me contó personalmente el ex Coronel PNP Hermes Huaroto Sumario de algo
que pasó en marzo de 1984 (res meses después de que Vidal Herrera supiera, por medio de la nota
informativa del SIN, que su amigo El Padrino se dedicaba a actividades de narcotráfico). Huaroto Sumari
me explico (en una entrevista propalada en Frecuencia Latina, Canal 2 de Lima) que fue a la oficina de
Rodríguez López para exigirle que le devuelva el pasaporte de su hermana Delia, quien había pagado a
Setur-In para que la lleve de ilegal a Estados Unidos vía México. El Padrino, después de responderle
malcriadamente, dijo que él tenía una gran amigo que era un oficial superior a él (en ese momento
Huaroto Sumari era Mayor PIP). Para sorpresa del Mayor PIP Hermes Huaroto, recibió la visita del
entonces Coronel PIP Antonio Vidal Herrera y éste lo recriminó por haber “osado” ir a reclamarle a El
Padrino por el caso de su hermana. (Este testimonio salió publicado en un reportaje especial sobre los
vínculos del querellante Vidal Herrara y la organización de El Padrino, en el programa Sétimo Día, de
Frecuencia Latina, en junio del 2004)Así que no sólo es el Atestado Policial del caso “Villa Coca” el que
contiene pruebas y testimonios que prueban la estrecha relación de un alto oficial de la Policía de
Investigaciones (Vidal Herrera) que se supone combatía el narcotráfico, con un gran narcotraficante
(Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino), sino que hay muchos testimonios más que corroboran la
investigación que en su momento hizo el equipo especial de colegas del querellante Vidal Herrera,
encabezados por el General PIP Raúl Chávez Gonzáles.
G.- ¿Sabes por qué Vidal no fue a la cárcel? –me pregunta Jorge Zárate cuando estoy por partir–. Sólo
los faros del auto pueden cortar la sólida oscuridad de su casa campestre. –Porque Vladimiro
Montesinos fue su abogado y no el mío”.
Ésta es una declaración del general PIP José Jorge Zárate, que fue jefe y mentor de Vidal Herrera por
mucho tiempo, el que lo presentó con Reynaldo Rodríguez López, cuando el querellante era Mayor PIP
y el oficial de más alta graduación comprometido con la mafia de El Padrino (según declaró José Jorge
Zárate en una entrevista grabada para este libro). Las declaraciones del General José Jorge Zárate
coinciden con lo comentado y escrito por el ex abogado del querellante en este caso, el hoy preso
Vladimiro Montesinos Torres. Pondré, en su debida oportunidad, a consideración del Juzgado, una copia
en DVD de una de las entrevistas que me concedió José Abraham Jorge Zárate, y sus respectivas
transcripciones para que se procese en una diligencia de visionado de la misma.
2.- EL HEROE TRABAJA PARA VLADIMIRO MONTESINOS
A.- “La primera parte, según ellos, fue ésta: otro de los que tenían que investigar a Montesinos era el
entonces director de la Policía Nacional, el general Ketín Vidal. Revisando archivos de video, ese
mismo domingo de agosto de 1996 en que la fiscal fue a defender a Montesinos en un canal de televisión,
el general Vidal había ido por la mañana a otro canal. El programa se llamaba Contrapunto. Play. El
general Vidal aparece vestido con su uniforme de gala y dice:
-El señor Vladimiro Montesinos, como todos sabemos, es asesor en asuntos de inteligencia en la lucha
contra la subversión y narcotráfico. Me resulta difícil creer que alguien con tanta responsabilidad en el
país esté involucrado con un delincuente”

33
Nuevamente, el querellante cita frases sueltas y descolgadas de su contexto, para dar la impresión de
que el periodista lo ha calumniado, (nótese que de este párrafo, por ejemplo, sólo ha citado la parte
sombreada en negro) cuando lo que está haciendo el autor del libro es únicamente citar sus propias
palabras, palabras comprometedoras que las dijo en una entrevista televisada (Entrevista con el
periodista Gonzalo Quijandría, programa Contrapunto - agosto de 1996), es decir, de público
conocimiento. Esta entrevista la dio el querellante Vidal Herrera, como Director General de la Policía
Nacional, cuando el narcotraficante Demetrio Chávez Peñaherrera, alias “El Vaticano”, capturado en
Colombia, denunció públicamente que pagaba mensualmente 50 mil dólares americanos al asesor de
inteligencia Vladimiro Montesinos Torres (amigo y ex abogado del querellante Vidal Herrera) por cada
avioneta repleta de clorhidrato de cocaína que sacaba desde una pista clandestina de aterrizaje, ubicada
en la localidad selvática de Campilla, hasta Colombia. Era agosto de 1996, y la prensa local
(especialmente la revista Caretas) había publicado una serie de reportajes que describían el pasado
sinuoso y delictivo, sobre todo su relación como abogado de grandes narcotraficantes, del entonces
todopoderoso asesor presidencial Vladimiro Montesinos Torres. El domingo 18 de agosto de 1996, el
querellante Vidal Herrera, vestido con el uniforme oficial de la Policía Nacional, se presentó en los
estudios del programa Contrapunto de Frecuencia Latina, para, usando su supuesto prestigio como el
Policía que capturó a Abimael Guzmán, defender a Vladimiro Montesinos de las acusaciones graves del
narcotraficante Demetrio Limonier Chávez Peñaherrera. Fue tan directa la defensa a Montesinos del
jefe de la Policía, (el querellante Vidal Herrera) que, se supone, era la autoridad máxima de una de las
instituciones que debería haber investigado esta denuncia, que el entrevistador le replicó si no estaba
defendiendo a su amigo Montesinos. Más, todavía, lo que hizo el querellante Vidal Herrera en la mañana
de ese domingo, lo repitió en la noche, en otro programa de televisión, otra autoridad máxima de una
institución que también debería haber investigado esa denuncia: la Fiscal de la Nación Blanca Nélida
Colán Maguiña. La diferencia entre ambos es que el querellante Vidal Herrera, después fue nombrado
ministro del Interior, la ex Fiscal de la Nación fue a dar a una celda del penal Santa Mónica de
Chorrillos. Por coincidencia, me tocó trabajar como reportero del programa Contrapunto unos meses
después de haberse realizado esta entrevista, supe entonces, de boca de los jefes periodísticos del
programa, cómo había sido tramitada la presentación pública del querellante Vidal Herrera para
defender groseramente a Montesinos. Me contaron que había ido personalmente al canal uno de los
testaferros de Montesinos, Víctor Alberto Venero Garrido, a solicitar la entrevista en Contrapunto con
el Director General de la Policía. (Cosa que posteriormente se denunció en el mismo canal, cuando el
régimen decidió perseguir al accionista mayoritario de Frecuencia Latina Baruch Ivcher Broinstein).
Es decir, según los prolegómenos de la entrevista, Montesinos ordenó a su ex defendido, amigo y
hombre de confianza, el querellante Vidal Herrera, que vaya a defenderlo públicamente, vestido con el
uniforme oficial de la Policía, como parte de su estrategia de defensa frente a las graves acusaciones de
un narcotraficante. El querellante Vidal Herrera, que siempre dice haber sido digno y autónomo,
obedeció la orden tal y como se la dio su jefe real, ex abogado y amigo.

34
Esto lo ha reconocido el mismo querellante Vidal Herrera, en una conversación privada que tuvo con
Montesinos Torres (transcrita por el Congreso de la República) Se trata del Vladivideo Nº 1806, rotulado
por los secretarios de Montesinos como “Reunión Doctor - Ketín Vidal”, donde el querellante dice
textualmente, según la transcripción oficial del Congreso de la República, “Tú tienes que estar seguro,
Vladi, por ese lado, seguro de que siempre me portaré como amigo”. Ese día, renunciando
dolosamente a su función de Jefe de la Policía, el querellante Vidal Herrera, se portó como amigo, e
indirectamente, cómplice, del sentenciado por crímenes de lesa humanidad, asesinatos, corrupción de
funcionarios, entre otros muchos delitos, Montesinos Torres.
B.- “La voz en off del reportero que consiguió la foto decía que Montesinos y la policía del Perú,
dirigida por el general Vidal, habían apresado juntos a Vaticano. Eran socios y trabajaban en
equipo. De modo que parecía insensato creer que un capo del narcotráfico hubiese podido sobornar a uno
de sus captores. Tiempo después, Vaticano habría de retractarse de su acusación. Dijo que jamás le había
pagado nada a Vladimiro Montesinos. Ese día fue llevado al tribunal tambaleándose, como si lo hubiesen
drogado. Casi ni podía hablar”. Pág. 33
Esta cita se refiere al reportaje que hizo para el programa Panorama de Panamericana Televisión (Canal
5) el reportero Alejandro Guerrero. Dicho reportaje también fue coordinado por Vladimiro Montesinos
a través del Sr. Genaro Delgado Parker, entonces socio de la televisora, quien asignó la tarea al periodista
Guerrero. Esto me consta personalmente porque en ese momento (primavera del año 1996) yo era
reportero del programa Panorama y estuve en la reunión donde el Sr. Delgado Parker dio instrucciones
al Sr. Guerrero para hacer el reportaje favoreciendo a Montesinos (no sólo me consta a mí, en esa
reunión también estuvieron periodistas destacadas, que hoy cumplen labores importantes en los
medios, como Pamela Vertiz, Verónica Insaústi, Viviana Melzi, entre otros. Las que no me dejaran
mentir). Esto se ha explicado abundantemente en los medios con motivo de analizar la relación de
Delgado Parker y Montesinos. El reportaje salió al aire el domingo 8 de setiembre de 1996. Es decir,
unas semanas después de la presentación del querellante Vidal Herrera en otro canal de televisión,
donde defendió abierta y contundentemente al cuestionado Montesinos. Era, como me dijeron, años
después, los secretarios de Montesinos, Mario Ruíz Agüero y Wilder Ramos Viera, la tercera fase de la
estrategia de defensa del jefe de facto del Servicio Nacional de Inteligencia (SIN).
C.- “Siempre que alguien le pregunta por su relación con Montesinos, el general Ketín Vidal dice que nadie
escoge a sus compañeros de promoción. En verdad, sólo estuvieron juntos en la desaparecida escuela de
precadetes para el Ejército, porque de los casi doscientos alumnos que estuvieron allí, Vidal no
logró calificar entre los cien primeros. Eso lo eliminó para el Ejército. Y entonces se hizo policía”.
Es una verdad incontrastable, tan monumental como el edificio de la Escuela Militar de Chorrillos, que
el querellante Vidal Herrera quiso ser oficial del Ejército Peruano y no pudo. Se postuló en el año 1961
a la Escuela de Oficiales, sólo que en esa época había un filtro previo: la escuela de precadetes. Como
consta en los archivos académicos de la dicha escuela, Vidal Herrera no calificó entre los 100 primeros,
de los 200 precadetes, y no pudo seguir como aspirante a oficial del Ejército. Posteriormente ha dicho
que tuvo un problema de salud, que no está acreditado, pero quizá fue ese problema de salud el que no

35
le permitió estudiar y calificar entre los cien primeros precadetes. Haya sido como haya sido, lo concreto
y la verdad es que no calificó entre los cien primeros precadetes. Claro, es entendible que nadie, menos
un supuesto pro hombre de la sociedad peruana, quiera aceptar un fracaso académico en el pasado.
Pero la verdad es única. Vladimiro Montesinos Torres, su ex abogado y amigo, en el libro que referimos
líneas arriba, da su versión de esta anécdota:

“Este me preguntó (se refería al general del Ejército Edwin Díaz Zevallos) sobre la hoja de vida
profesional de Vidal y yo le informé que lo conocía, porque habíamos sido compañeros de estudios
en la Escuela Militar de Chorillos (EMCH) en el año de 1961. Por circunstancias de la vida, Ketín
Vidal no estuvo entre los cien primeros alumnos que pasaron de ser precadetes a cadetes de primer
año en 1962, razón por la cual tuvo que salir de la EMCH para postular a la entonces Escuela de
Oficiales de la PIP, a la que logró ingresar, graduándose años después como oficial de
investigaciones” Pág. 112.
D.- “Años después ambos habrían de encontrarse vestidos de civiles. A Ketín Vidal lo habían despedido
de la policía en 1985. Para ese tiempo, a Montesinos también lo habían expulsado del Ejército y era un
abogado de narcotraficantes” pág. 33
El escándalo ‘Villa Coca” se destapó en los últimos días del gobierno del presidente Fernando Belaúnde
Terry y fue la primera vez que se encontraron evidencias de que, no sólo altos jefes policiales, sino
asesores del ministro del Interior, militares y hasta políticos, estaban involucrados con una
organización internacional de tráfico de drogas. El escándalo fue tan mayúsculo que el nuevo
presidente, Alan García Pérez, en su primer mensaje a la Nación, el día que asumió el mando (28 de julio
de 1985) anunció la “reorganización de la Policía”, una medida administrativa y rápida para separar a
los oficiales involucrados en el escándalo "Villa Coca”, para no tener que esperar que se les declare
judicialmente culpables de haber sido cómplices de un delito tan grave para un policía como tráfico
ilícito de drogas. (Un juicio, como Usted, señora Jueza, lo conoce mejor, puede durar en el Perú tres o
cuatro y hasta cinco años). Era la vía administrativa más rápida. Esto lo ha reconocido en varias
entrevistas de la época el ex Ministro del Interior del primer gobierno de Alan García, Agustín Mantilla
Campos. Aunque el querellante Vidal Herrera, siempre presenta como un certificado de buena conducta
una carta que le firmó el mismo Mantilla, el 15 de enero de 1997, diciendo que fue un error sacarlo y
que luego “la historia demostraría la bondad de esta acción subsanatoria” (se refiere a cuando, en las
postrimerías del gobierno aprista, lo repuso el mismo Mantilla por gestión de su abogado y amigo
Vladimiro Montesinos). Más allá de que esta extraña carta en sí misma contiene una gravísima
contradicción –primero dice que pasaron al retiro a los oficiales PIP atendiendo la propuesta del
comando de la institución (que se supone recomendó “invitar al retiro por renovación” a oficiales que
algo tenían para no seguir en ejercicio) pero que en su caso “en ningún momento recibieron
informaciones o insinuaciones que pusieran en tela de juicio su integridad moral o su solvencia
profesional”. Entonces la pregunta es muy simple: ¿por qué el comando de la PIP incluyó el nombre del
querellante Vidal Herrera en la lista de oficiales no deseados, “invitados al retiro” si era tan probo,

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honesto, profesional y eficiente y no tenía ninguna mancha en su legajo, como insinúa la carta de
Mantilla?. ¿Quizá porque era bajito de estatura, porque había nacido en la lejana provincia de Marañón,
en Huánuco, o porque sus padres eran humildes profesores de escuela rural, o, más bien, porque hasta
ese momento todavía no era padre de familia? No, evidentemente. Pero eso no es lo más grave. El hecho
que el querellante Vidal Herrera haya solicitado dicha carta, en la fecha y las circunstancias en las que
se encontraba el firmante Agustín Mantilla Campos, viola un artículo del Código Penal vigente. El 15 de
enero de 1997, fecha en la que se firma la carta, el ex ministro aprista, Agustín Mantilla Campos, estaba
preso en un cuarto del Hospital Militar de la avenida Brasil, procesado, entre otros delitos, por tenencia
ilegal de armas de guerra, y el querellante Vidal Herrera era Director General de la Policía Nacional. Es
decir, el funcionario jerárquicamente máximo jefe de todos en la Policía le pidió que firmara un
documento que lo favorecía a un procesado por la justicia que purgaba sentencia en un recinto que él
controlaba. Es como si el director de un penal le pidiera a un preso de máxima seguridad que le firmara
un documento para que lo exonere de sus controvertidos antecedentes del pasado. Eso es un delito.
(Abuso de Autoridad, Artículo 376 del Código Penal)

Lo mismo ha hecho el querellante Vidal Herrera con un Juez y un Fiscal que investigaron el caso “Villa
Coca”, papelitos que exhibe como verdaderos certificados de santidad, cuando cualquier estudiante del
primer semestre de Derecho sabe que los jueces no expiden certificados de buena conducta, sino
resoluciones o sentencias que deben ser motivadas, sustentadas de acuerdo a derecho, y que los fiscales
son los titulares de la acción penal, no auxiliares de una escuela secundaria para dar certificados de
buen comportamiento.

Queda claro, entonces, que el entonces coronel PIP Antonio Ketín Vidal Herrera fue uno de los
investigados, dados de baja y procesados judicialmente por el caso “Villa Coca”. Eso, que fue separado
de la PIP, lo ha reconocido él mismo en diversas entrevistas, sólo que dice que fue por un error, casi un
castigo divino, una mala suerte en su carrera.

E.- “La explosión de aquel condominio donde se fabricaba cocaína había permitido saber que algunos
oficiales de policía protegían a El Padrino. A unos cuantos los enviaron a la cárcel. A otros, como al
entonces coronel Vidal, sólo los expulsaron”. Pág. 34
Precisamente uno de los altos oficiales de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), sentenciado a
siete años de cárcel, José Abraham Jorge Zárate, ha explicado en una larga entrevista concedida para
este libro, cómo era que el grado de complicidad del querellante Vidal Herrera con la organización de
Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino. Lo que está ampliamente explicado y documentado en el
expediente judicial respectivo al cual hemos hecho referencia muchas veces líneas arriba.
F.- “Entonces un día, de repente, me tocan el timbre de mi estudio. Pasó y me dijo medio llorando:
“Hermano, me han pasado al retiro. ¿Y ahora qué voy a hacer?”. Montesinos cuenta lo que él le respondió,
y luego se enorgullece: El abogado fui yo. Yo fui el abogado del juicio que duró cinco años y logré que
lo repusieran en la Policía y que le pagaran la famosa indemnización por tiempo de servicios. En

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diciembre del noventa hablé con el presidente Fujimori para que lo ascendieran a general”. Páginas 35 -
36
Exactamente como ha hecho en las citas anteriores, el querellante Vidal Herrera, extrae palabras y
frases sueltas de todo una narración (en este caso sólo cita las palabras resaltadas en negritas). Y
precisamente lo que omite el querellante Vidal Herrera son las referencias, las fuentes, que el autor del
libro señala para atribuir dichas palabras o comentarios. Éstas citas no son sino lo que dijo su ex
abogado y amigo Vladimiro Montesinos Torres, alias “El Doc”, en una conversación que tuvo con el ex
ministro del Interior Juan Abraham Briones Dávila y la alcaldesa del distrito de San Borja, Luisa María
Cuculiza Thorne, diálogos que han quedado registrados en los vladivideos números 880 y 881. Lo que
dijo en aquella oportunidad Vladimiro Montesinos, el 29 de abril de 1998, lo ha repetido con más
detalles en el libro que publicó 11 años después, ya preso en la Base Naval del Callao. En este caso el
autor del libro sólo se ha limitado a referir lo que dijo Montesinos, quien conoce mucho más que el
querellado de esta causa, a Antonio Ketín Vidal Herrera.
G.- “La alcaldesa Cuculiza lo interrumpió para comentar: Le puede decir entonces “papá Montesinos”. Es
la persona que más he ayudado en estos años –admitió Montesinos–. Unos minutos después dice que el
general Vidal trabajó con él: Durante esos cinco años yo lo incorporo a mi estudio. Le digo: mira, como
tú eres policía y yo soy abogado penalista, trabaja conmigo y ayúdame. Yo tengo mucho contacto con la
Policía para la solución de mis clientes. Tú me ayudas y, bueno, compartimos honorarios. Cinco años estuvo
trabajando en mi estudio de abogados. Era mi ayudante” pág. 36
Independientemente de que ésta es versión de Vladimiro Montesinos Torres, versión sostenida en el
año 1998, y repetida por escrito en el 2009, a través de su referido libro, ésta coincide con otros dos
testimonios que el autor del libro ha consultado, entre otros tantos testimonios, para corroborar este
dicho. El primer testimonio coincidente es de Sergio Cardenal Montesinos, primo hermano del ex
abogado del querellante Vidal Herrera (Montesinos Torres) y el que fuera una de las primeras víctimas
de Montesinos Torres. En una entrevista grabada en video, que formó parte de un especial propalado
sobre el tema en Frecuencia Latina, Canal 2, Cardenal Montesinos dice que “Era un colaborador
(cuando se refiere a lo que hacía Vidal Herrera en el estudio de Vladimiro Montesinos Torres)
Una especie de cliente que pagaba por su juicio ayudándolo con sus trámites porque quería
volver a la Policía”. Luego añade: “Investigaba las informaciones que llegaban desde
Colombia”. (Programa Sétimo Día, Frecuencia Latina, junio 2004)
El otro testimonio que coincide con Montesinos Torres es el que Matilde Pinchi Pinchi, cajera y mujer
de más confianza que tuvo el ex asesor presidencial en su inexpugnable oficina del Servicio de
Inteligencia Nacional (SIN), le dio al autor Pinchi Pinchi, en una entrevista grabada en video, dice que a
ella le consta que el querellante Vidal Herrera trabajaba en el estudio de Montesinos, ella frecuentaba
esta oficina ubicada en un edificio de la primera cuadra de la avenida Paseo de la República, en el centro
de Lima, porque Vladimiro Montesinos era su abogado en un caso de contrabando por el cual le habían
solicitado orden de captura. (Esta historia, la de la relación de Pinchi Pinchi con Montesinos, el autor la
ha publicado en la revista Etiqueta Negra, número 28, en el 2005)

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Por su parte el querellante Vidal Herrera ha tenido versiones contradictorias sobre este tema (que
trabajaba en el estudio de abogados Montesinos Torres como “analista de inteligencia” defendiendo a
grandes narcotraficantes). En una entrevista con el periodista Jaime De Althaus, en Canal N, en el año
2004, negó haber trabajado en el estudio de abogados de Vladimiro Montesinos. Unos años después, en
otra entrevista televisada, aceptó que Montesinos fue su abogado. (Entrevista en el programa Prensa
Libre de Canal 4 – América TV, con la periodista Rosa María Palacios en el 2006). Estas contradicciones
son una inequívoca señal que tanto Vladimiro Montesinos, como su irreconciliable primo hermano
Sergio Cardenal Montesinos y Matilde Pinchi Pinchi, convertida de mujer de mayor confianza de
Montesinos en su enemiga número uno, dicen la verdad sobre estos hechos. Tres testimonios de gente
que no pudo haber concertado cuando lo dijeron (porque en ese momento, años 2002, 2003 y 2004,
eran enemigos irreconciliables) contra uno contradictorio en sí mismo, que cambia año a año. (El del
querellante Vidal Herrera).
H.- Cuando Montesinos restableció su relación con los servicios de Inteligencia del Perú, a finales de
los ochenta, ya no era aquel traidor a la patria a quien habían expulsado del Ejército a fines de la década
del setenta por vender información confidencial. Era un hombre de confianza de Agustín Mantilla, el
último ministro del Interior del entonces presidente Alan García. A finales de la década del ochenta,
a ese ministro le pidió el favor de restituir a Ketín Vidal a la Policía. Como Montesinos mismo lo
dijo, consiguió que incluso le pagaran todos los sueldos que Vidal había dejado de cobrar desde su
salida” pág. 37
Además de la versión de Montesinos, como ya ha quedado claro en las respuestas anteriores, grabadas
en vladivideos y repetidas –con detalles– en el libro de su autoría, el tiempo se ha encargado de mostrar
los nexos estrechos y criminales que mantenían Montesinos con el ex ministro aprista Agustín Mantilla
Campos, quien pasó varios años en prisión sentenciado por haber recibido dinero, precisamente de
Montesinos en el año 2000, en las postrimerías del régimen fujimorista. (Exactamente fue el 13 de
marzo del 2000, en plena campaña electoral). Sobre esto el periodista Gustavo Gorriti Ellenbogen ha
escrito inextenso en varios medios del Perú y el extranjero. Uno de sus trabajos, “Montesinos, la sombra
del régimen”, publicado en la revista colombiana Gatopardo, en el 2001, explica al detalle la estrecha
relación Montesinos-Mantilla.
I.- “Meses después, Montesinos se convertiría en el principal asesor del presidente Fujimori. Era el
hombre más poderoso del Perú de aquella época. Empezó a manejar el Servicio de Inteligencia Nacional y,
como dicen sus colaboradores, buscaba a un hombre de su confianza para que espiara a sus espías.
Así fue como en sólo seis meses catapultó a Ketín Vidal de escandaloso coronel retirado a general
rejuvenecido. Una tabla de calificaciones policiales de diciembre de 1990 registra que entonces
había treinta y siete coroneles que postulan a tan sólo cuatro plazas de general. El coronel Vidal
aparece allí en el puesto treinta y tres. Un instructor de la Policía asegura que con esas
calificaciones es imposible que un coronel pretenda convertirse en general. Aun así, Ketín Vidal lo
consiguió”. Pág. 37

39
Según los archivos de la Dirección de Personal de la Policía Nacional del Perú (PNP), está claro que el
querellado Vidal Herrera, en 1990, cuando se presenta para ascender al grado de General de la PNP,
había pasado 5 años fuera de la institución (ahora sabemos que en esos años trabajó en el Estudio
Montesinos y terminó sus estudios de Derecho en la Universidad de San Marcos), no había realizado los
cursos especializados para los altos grados de la Policía, como por ejemplo el de Estado Mayor, (cursos
indispensables sólo para postularse a un ascenso a general) además tenía en su legajo personal la
mancha del caso ‘Villa Coca”. En condiciones normales no hubiera podido ser ascendido, fue sólo por
intervención de su abogado y amigo Vladimiro Montesinos Torres (entonces hombre de mucha
confianza del novato presidente Fujimori) que pudo ascender, contraviniendo un principio elemental
de meritocracia en la institución policial. No lo dice al autor del libro, lo explicó a posteriori, con lujo de
detalles el mismo Montesinos.

“Ese año de 1990, el entonces coronel PNP Antonio Ketín Vidal Herrera, se desempeñaba como Director
Nacional de Contrainteligencia del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), cargo que asumió debido a la
recomendación que yo le formulara –en su oportunidad– al jefe del SIN, general de división EP Edwin Díaz
Zevallos. “Este me preguntó sobre la hoja de vida profesional de Vidal y yo le informé que lo conocía, porque
habíamos sido compañeros de estudios en la Escuela Militar de Chorillos (EMCH) en el año de 1961. Por
circunstancias de la vida, Ketín Vidal no estuvo entre los cien primeros alumnos que pasaron de ser
precadetes a cadetes de primer año en 1962, razón por la cual tuvo que salir de la EMCH para postular a
la entonces Escuela de Oficiales de la PIP, a la que logró ingresar, graduándose años después como oficial
de investigaciones” (pág. 112)
“A comienzos de diciembre de 1990 se llevó a cabo el proceso de ascensos en la PNP para oficiales
subalternos y superiores y luego efectuó el proceso para oficiales generales de esta institución. En dicha
ocasión el coronel PNP Ketín Vidal Herrera se presentaba por primera vez a fin de poder ascender al grado
de general de la Policía Nacional, en virtud de lo cual me pidió que lo recomendara ante el presidente
Fujimori a efecto de que éste interpusiera sus buenos oficios ante el ministro del Interior y el director
general de la Policía Nacional. En esa oportunidad el ingeniero Fujimori, luego de despachar con el
ministro del Interior, general de división EP Alvarado Fournier, me refirió que ello no era posible por dos
razones (según lo señalado por el teniente general Cuba y Escobedo, en su calidad de DIRGEN) –Director
General de la Policía Nacional– : la primera, el haber estado desde el 28 de julio de 1985 varios años en
situación policial de retiro, y si bien había retornado años después a la actividad, tenía como un
antecedente el estar comprendido en un atestado policial del que ya hemos hecho mención; (se refiere al
atestado Número 498-D-DINTID del caso “Villa Coca”); y la segunda, porque era la primera presentación
y figuraban otros coroneles con mayor antigüedad en el cuadro de mérito y con una excelente trayectoria,
de modo que podía esperar un año tranquilamente. Ante tales argumentos no había nada que hacer, pensé
dentro de mí. Al comunicarle este parecer al coronel Vidal Herrera, lejos de sentirse amilanado invocó la
amistad que teníamos y recordó el año que estuvimos juntos en la Escuela Militar de Chorrillos. Invocando
persistentemente este hecho, me pidió que solicitara al presidente Fujimori reconsiderara su posición,

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tanto más que ya no tenía ningún antecedente policial. Reconozco que me convenció su insistencia, la que
trasladé yo ante el ingeniero Fujimori, quien para evitar seguir tocando el tema del pedido de ascenso del
coronel Vidal a general, ordenó al general Alvarado lo incluyera en la nómina de ascendidos a general de
la Policía para su remisión al Senado de la República a efecto de la ratificación respectiva” (SIN Sendero,
Vladimiro Montesinos, Ezer Editores Lima, 2009, páginas 129 -130).
J.- “Montesinos no podía perdonar que Vidal se hubiera atribuido la captura del líder senderista. El ex
asesor siempre quiso llevarse esos aplausos. Al saber que los agentes de aquel grupo de Inteligencia
estaban a punto de lograrlo, había ideado un plan para robarles la información. Primero, dijeron
los agentes, Montesinos les envió a sus hombres del comando paramilitar Colina, pero no resultó.
Entonces le envió al general Vidal. A Ketín Vidal lo habían nombrado subjefe –y más tarde jefe– de
la Dirección Contra el Terrorismo, la unidad que tenía la responsabilidad de apresar a los
cabecillas de Sendero”. Pág. 38
Los detalles exactos de cómo hizo el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la Dirección Contra el
Terrorismo de la Policía Nacional (DINCOTE) para capturar a Abimael Guzmán Reinoso, el sábado 12
de septiembre de 1992, han sido ampliamente explicados por sus protagonistas, el Coronel PNP (r)
Benedicto Jiménez Baca y el General PNP (r) Marco Miyashiro. Para el libro “La caída del héroe”, el autor
entrevistó a una veintena de ex agentes del GEIN, con algunos se reunió más de 10 veces. Producto de
estas indagaciones el autor publicó hasta 7 reportajes previos al libro (tanto en Televisión como en
prensa escrita), donde los protagonistas detallaron cada uno de los momentos que llevaron a la captura
del considerado enemigo número uno del país. Está probado, no porque lo diga el autor, sino por
múltiples documentos, gráficos y testimonios, incluso recogidos por la Comisión de la Verdad de
Reconciliación (CVR), que los integrantes del escuadrón de la muerte “Colina”, como son, entre otros,
los oficiales del Ejército Carlos Pinchilingue y Santiago Martín Rivas, llegaron al GEIN de la DINCOTE
como “analistas”, enviados por Montesinos para sustraer información clave porque una de las
obsesiones del entonces todopoderoso Montesinos era erigirse como el “cazador” de Abimael Guzmán
Reinoso. Al fracasar esta “misión secreta” de los Colina, Montesinos preparó su plan B: poner a uno de
sus hombres de confianza como jefe de la DINCOTE (este era el querellante Vidal Herrera, que en ese
momento era nada menos que Jefe de Contrainteligencia del SIN, a las órdenes reales de Montesinos)
Pero la estrategia de Montesinos presentó un escollo en el camino: el jefe de la DINCOTE en ese
momento, el General PNP Héctor Joh Caro, había hecho buena gestión, precisamente apoyando a los
hombres del GEIN (que para ese entonces ya habían capturado a importantes miembros de los grupos
de apoyo de Sendero Luminoso y habían logrado encontrar el famoso video llamado “Zorba el griego”,
que no era otra cosa que el registro fílmico del primero pleno del Comité Central de Sendero, presidido
por Abimael Guzmán Reinoso. La difusión de este video había despertado alerta entre los senderistas.
El mismo GEIN estuvo a punto de capturar al Guzmán Reinoso en una residencia alquila por un alto
oficial de la Marina en una exclusiva zona de Lima). Por todo esto, no era tan fácil botar al general Jonh
Caro. Vidal Herrera, en 1991, llegó trasladado del SIN, que controlaba Montesinos, como Sub Jefe de la
DINCOTE, cargo que nunca había existido, como tampoco nunca hubo dos oficiales Generales en una

41
misma dirección policial. Cosa inaudita. Pocas semanas después un extraño robo al interior de la
DINCOTE (robo del dinero de la planilla de los oficiales, en esa época se pagaba en la misma dependencia
y en efectivo), provocó un escándalo que dio justificación para remover al general Héctor John Caro. (El
mismo general Héctor John lo que declarado en diversos medios, consultado al respecto) Esto está
ampliamente explicado en varias publicaciones, tanto de medios periodísticos como libros (como uno
titulado “La verdadera historia de la captura del siglo”, escrito por el fundador del GEIN, el Coronel
Benedicto Jiménez Baca y un segundo, titulado “Ocaso y persecución”, escrito por Augusto Bresani, un
relacionista público que trabajó para Montesinos difamando a periodistas y, que por ese papel,
precisamente, conoció de cerca de todas las tropelías que Montesinos hacía en el SIN). El autor del libro,
materia de esta querella, lo que ha hecho es ordenar y dar contexto a las múltiples y probadas versiones
al respecto. Nada más.

K.- “La noche de la traición, es decir, la noche que detuvieron a Abimael Guzmán, el general Vidal
llamó a una televisora para darle la primicia y después entregó a una periodista amiga un
videocasete en el que el fundador de Sendero Luminoso aparecía derrotado frente a él”. Pág. 38.
Por haber trabajado como reportero y productor periodístico (Subdirector) de un programa dominical
de reportajes y noticias en Frecuencia Latina, Canal 2, en dos épocas diferentes (1997 y 2003-2006) he
podido escuchar de boca del fallecido ex director del noticiario “90 Segundos”, Ricardo Miuller, y del
accionista mayoritario del canal, Sr. Baruch Ivcher Bronstein, que el querellante Vidal Herrera, llamó
personalmente al Sr. Ivcher, aquella noche del sábado 12 de septiembre de 1992, para darle la noticia
de la captura de Abimael Guzmán. Esa noche de sábado, fue el noticiario “90 Segundos” el que dio la
primicia y unos minutos después toda la prensa local y muchos corresponsales extranjeros (esa época
el terror indiscriminado y asesino de Sendero Luminoso había concentrado a muchos enviados
especiales de medios de comunicación de todo el mundo en el Perú) estuvieron con sus cámaras
apostados en la puerta de la Prefectura de Lima, para conocer detalles de la captura, ya denominada
como “La captura del siglo”. Fue una maniobra del querellante Vidal Herrera para impedir que
Montesinos le quite a Abimael Guzmán Reinoso, como en efecto intento hacerlo, enviando a un hombre
de su confianza, el coronel del Ejército Pinto Sánchez. Sobre la filtración de las primeras imágenes de la
captura del líder senderista, hecho que causó grandes problemas a los hombres del GEIN, especialmente
a Marco Miyashiro, (a quien se le acusó injustamente de dicha filtración, no se le dio la recompensa
económica y se le sancionó disciplinariamente), por boca de la ex periodista Cecilia Valenzuela de Hume,
pude saber, en 1997, cuando trabajaba con ella en el programa Sin Censura del canal 9 de televisión, que
fue el querellante Vidal Herrera el que le dio a esta ex periodista (Valenzuela de Hume) los tres minutos
famosos donde se le ve parado enfrente de un irascible Abimael Guzmán. Estas imágenes fueron
enviadas al mundo por la BBC, donde la ex periodista colaboraba como productora de campo con un
equipo de la televisora británica que estaba realizando un documental sobre la violencia desatada en el
Perú por el terrorismo senderista. Este hecho es de público conocimiento entre los periodistas
especializados y de la época, aunque la señora ex periodista lo haya negado oficialmente. (Tiene derecho

42
a no revelar su fuente, si así lo estima conveniente, pero la verdad es la verdad y ella se lo ha contado
no sólo a mí, a otros colegas también). Coincidentemente la ex periodista Valenzuela de Hume es, quizá,
–con algunos otros casos de esquizofrenia editorial–, la periodista que ha apoyado y defendido
abiertamente, a través de los programa que ella dirigía, al querellante Vidal Herrera, cada vez que
brotaba una nueva denuncia o cuestionamiento contra este ex funcionario público. Esta conducta
editorial sólo se puede explicar por la gratitud eterna que puede tener una reportera al hombre que le
dio la única exclusiva de su ya fenecida carrera.
L.- “Luego Montesinos se ocuparía de su venganza: a Vidal lo cambiaron de puesto a fin de año. Además,
se desactivó el Grupo Especial de Inteligencia.Los ochenta y dos agentes de la unidad especial que había
apresado al líder de Sendero sabían quién había dado esa orden. Y sabían por qué”. Pág. 39
Ésta es una muestra más de cómo el querellante Vidal Herrera cita frases sueltas, fuera de su contexto
narrativo, para pretender decir que mi libro lo agravia. El mismo querellante, Vidal Herrera, ha
explicado cómo es que se desactivó el Grupo Especial de Inteligencia, que fundara Benedicto Jiménez
Baca, después de la captura de Abimael Guzmán. Es por eso, entre otras razones, que unos años después,
en 1996, el Movimiento Revolucionario Túpac Amarú, cuando el querellante Vidal Herrera era el
Director General de la Policía Nacional y, por lo tanto el máximo responsable de la seguridad en el país,
tomó de manera espectacular la residencia del embajador de Japón en Lima, el día que éste había
organizado una recepción por el natalicio del Emperador de su país. La ausencia de inteligencia
antiterrorista en la policía especializada ese día fue patética. No lo dice el autor del libro, es parte
incontrastable de la historia reciente de nuestro país.

LL.- “Emma Mejía Guzmán, la mujer que acompañaría cinco años más tarde a un prófugo Montesinos en
su fuga a Venezuela, ha declarado que si Vidal se acercó a Pérez de Cuellar fue por encargo de
Montesinos”. Pág. 39
Una vez más, queda al descubierto la maniobra simple del querellante Vidal Herrera, de citar una frase
suelta y no considerar lo que el autor del libro puso: de dónde viene o quien dijo esa afirmación. En este
caso todo lo previo a la frase resaltada en negritas es importante porque el autor del libro atribuye una
declaración, sin eso, da la impresión de que es una afirmación del periodista y no de una testigo clave
en el caso Montesinos. La declaración corresponde a Emma Aurora Mejía Guzmán, la compañera de fuga
de Montesinos, y es una declaración que está corroborada por la realidad. La candidatura de Pérez de
Cuellar fue desinflada, anulada y aniquilada por el régimen de Fujimori, más concretamente por el
Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), cuyo jefe de facto, era el ex abogado y amigo del querellante
Vidal Herrera, Vladimiro Montesinos. El ex Secretario General de Naciones Unidas llegó al país con una
intención de voto por encima del 40% y terminó, en las elecciones de abril de 1995, con muchísimos
menos votos. Toda una proeza de Montesinos con sus espías perfectos estratégicamente ubicados.
M.- “Según aquella mujer (Emma Aurora Mejía Guzmán), al haber aceptado esa nueva orden, Ketín Vidal
había logrado amistarse con quien antes lo había castigado. Un año después, a Vidal lo nombraron
director general de la Policía. Todos los que han trabajado cerca de Montesinos, incluido su primo

43
Sergio Cardenal, dicen que estos cargos sólo los aprobaba el ex asesor. Es decir, que así premiaba la
lealtad y los favores de quienes, al fin y al cabo, estaban a su servicio”. Pág. 40
Es testimonio de la señora Emma Aurora Mejía, que como dice el querellante Vidal, además de ser
cercana al régimen mantenía una relación sentimental con un hombre clave de Montesinos, el Coronel
de la Policía, Manuel Aybar Marca, quién, según la señora Mejía, también en la intimidad, le contaba
secretos del régimen donde su ex abogado y amigo, Montesinos Torres, era hombre de mucho poder.
Además del testimonio de Mejía, el autor ha entrevistado ampliamente al Dr. Sergio Cardenal
Montesinos, declaraciones que se citan textualmente en este capítulo del libro (las que coinciden con
las de la compañera de fuga de Montesinos).

N.- “La mujer que acompañó a Montesinos en su fuga recuerda que en el velero que los alejaba del Perú, el
ex asesor estaba paranoico y juraba que lo iban a matar. Dice que lo llamó a la sala privada del velero y
que le pidió que si algo le llegaba a suceder, buscara al general y le rogara cuidar a la última de
sus hijas. Según le dijo, la niña era ahijada de Vidal” Pág. 41
Es, reitero, la versión de Emma Aurora Mejía. La testigo Mejía se refiere a la hija que Montesinos tuvo
con la ciudadana estadounidense Grace Riggs Broussen, quien fue acusada de enriquecimiento ilícito y
purgó condena en una cárcel de Lima. Como muchas cosas que el ex asesor hacía en su vida pública y
privada, (recordemos los obscenos contratos firmados con algunos dueños de canales de televisión
privada o los argumentos risibles que esgrimió para tapar con un dedo su pasado de traidor a la patria)
Esteffani, la su última hija, mientras él era el todopoderoso jefe de facto del SIN, nunca llevó su apellido,
sólo el de su mamá (Grace Riggs), como consta en los archivos del colegio San Silvestre donde estudió
la niña. De igual manera no hay documento que pruebe que la niña sea ahijada de Vidal, se trataría de
un vínculo afectivo. Esta información aclaratoria quedó consignada en la nota de pie de página número
6 del libro, que se puede leer en la parte inferior de la misma página 41, a la que hace referencia el
querellante Vidal Herrera. Como ha sido una constante en esta querella, de manera parcial o
escondiendo de manera deliberada parte clave del texto, el querellante quiere dar a entender mala
intención o juicios de valor del autor del libro.

O.- “Luego de permanecer un tiempo oculto en Venezuela, el tipo que le cuidaba las espaldas, su
protector, lo delató. Montesinos temía por su vida. El propio presidente de Venezuela, Hugo Chávez, había
negado su presencia en ese país, pero el FBI ya sabía de su paradero. Antes de que lo capturasen, el
guardaespaldas lo entregó a la Dirección de Inteligencia Militar de Venezuela” Pág. 41
Ésta es la versión de José Luís Núñez Pérez, el hombre que por encargo de José Guevara Chacón, cuidó
a Montesinos la mayor parte de los días que pasó escondido en Caracas. Núñez fue entrevistado por el
periodista Miguel Seminario Reyna en la capital venezolana. Toda la investigación que inició el FBI
desde Miami por denuncia directa de un funcionario del Pacific Industrial Bank, que por coincidencia
era ciudadano peruano, me contó al detalle uno de los protagonistas, precisamente el denunciante ante
el FBI, Luis Pércovich Bambaren. El mismo que, posteriormente, presentó una demanda ante un juzgado

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civil de Lima para cobrar la recompensa que el Estado peruano ofreció en su momento por la captura
de Vladimiro Montesinos Torres (cinco millones de dólares). Los detalles de esta entrega fueron
explicados en el libro de la periodista venezolana Adriana Cortés, titulado: Montesinos: su derrota en
Venezuela (Caracas: Libros de El Nacional, 2001). En este caso el autor del libro no sólo ha recogido la
versión del venezolano Núñez Pérez, o lo que escribió una periodista seria y rigurosa en Venezuela, sino
que fue a la misma fuente (entrevistó a uno de los protagonistas Luis Pércovich Bambaren) para
corroborar información. Eso, en la doctrina periodística, se llama rigor.
P.- El general Ketín Vidal se enteró del arresto cuando escuchó al presidente venezolano dar la
noticia. Era el domingo 24 de junio del 2001” Pág. 41
Me consta que cuando la mañana del domingo 25 de junio del 2001 el presidente Hugo Chávez,
aprovechando una reunión de la Comunidad Andina de Naciones en Caracas, rompió el protocolo y
anunció a los periodistas apostados en las inmediaciones que la Inteligencia Militar venezolana acababa
de capturar a Montesinos, la producción del programa Reportajes, donde yo era el productor
periodístico, llamó de inmediato al entonces Ministro del Interior, el querellante Vidal Herrera, y éste
no sabía bien qué es lo que estaba pasando, pidió unos minutos para salir al aire y, cuando lo hizo, sólo
dijo generalidades y ningún detalle de la captura de su ex abogado y amigo Vladimiro Montesinos Torres
(está la grabación correspondiente del programa correspondiente al domingo 11 de junio del 2001) Si
hubiera participado o conocido, como sostiene, de la captura de Montesinos (en verdad fue una entrega
y no una captura) hubiera, en ese momento, dado detalles o, quizá, hubiera hablado desde Venezuela y
no desde su casa en la calle Tasso 285 del residencial distrito de San Borja, en Lima.
3.- “EL HEROE ROBA EL TERRENO A UNOS JUBILADOS”
A.- Tienen que comprender, muchachos: este dinero es para mi jubilación. El agente Ardilla
recuerda que esto solía responder el general Ketín Vidalcada vez que sus oficiales le comentaban
algo sobre su extraño negocio. En verdad, eran dos los negocios de Vidal. Uno era el alquiler de su
auto a la unidad policial que él comandaba. El otro era enviar a reparar todos los coches de esa
unidad a un taller de mecánica que administraba su hermano, Waldir Vidal. Sólo por alquilar su
auto, el general Vidal le añadía mil dólares mensuales a su sueldo” Pág. 45
Independientemente que el querellante, una vez más, en su cita arbitraria y antojadiza de una parte del
libro, saca la frase en la que el autor refiere la fuente de dicha información (en este caso los oficiales del
GEIN), existen múltiples testimonios de ex miembros del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) que el
autor ha recabado para reconstruir este pasaje. El que cita en el libro es la versión del ex oficial del GEIN
Julio Becerra Camino, el agente Ardilla, el hombre de la Policía que fue el primero, junto con la
suboficial Gaviota, en ingresar a la casa donde se escondía Abimael Guzmán la tarde del sábado 12 de
septiembre de 1992. Además, según diversos testimonios de los vecinos de esa calle del distrito de
Pueblo Libre, efectivamente en un terreno, que después supe, era de propiedad del señor Carlos
Iparraguirre Blondet, funcionaba un taller de mecánica informal de propiedad de Waldir Vidal Herrera,
hermano del querellante Antonio Vidal Herrera. Es más, el mismo regente del taller de mecánica
informal o clandestino y hermano del querellante, en una declaración ante la Policía y en presencia de

45
un representante del Ministerio Público, como parte de la demanda que hizo el dueño del terreno Carlos
Iparraguirre, confirmó que en ese terreno instaló un taller de mecánica, aunque el municipio de Pueblo
Libre no le dio permiso de funcionamiento. Esa declaración forma parte del expediente judicial 191-92
del Cuarto Juzgado Civil de Lima. En los registros de propiedad vehicular de Lima aparece un auto
Toyota, color blanco, el mismo que refiere el oficial Becerra, a nombre del querellante Antonio Vidal
Herrera.
B.- “Becerra conserva el mismo recuerdo que casi todos los policías que conocen a Vidal: un hombre
inteligente y hábil para encontrar pistas secretas en documentos clasificados, con el tono de voz de un
predicador de la Biblia, pero también con el aspecto de alguien que jamás ha corrido detrás de un
ladrón de carteras” Pág. 45
Como ha sido la constante en sus citas, el querellante Vidal Herrera, omite deliberadamente toda la
explicación previa antes de lo que él subraya (resaltado en negritas en este párrafo) para dar la
impresión de que el autor está haciendo juicio de valor sobre el protagonista de su libro, cuando lo que
ha hecho el autor es simplemente referir la opinión de un testigo, de un oficial que trabajó bajo la
dirección del querellante por varios años (el entonces Capitán Julio Becerra Camino). Una opinión que
es entera responsabilidad del que la dice, no del que la reseña. Pero que además está corroborada con
otros, por lo menos diez, testimonios de oficiales del GEIN.

C.- “Peor aún: un jefe capaz de traicionarlos” Pág. 45


Es, igual que la cita anterior, la opinión del oficial de la Policía Julio Becerra Camino. Esta opinión el
autor la recaba a través de varias conversaciones con el oficial miembro del GEIN después de una serie
de eventos que habían generado el interés de la prensa sobre el verdadero papel del querellante Vidal
Herrera en la captura de Abimael Guzmán Reinoso. Uno de los oficiales fundadores del GEIN, Benedicto
Jiménez Baca, había publicado un libro en dos tomos donde relataba, desde su punto de vista, cómo
había sido el proceso de investigación policial para lo que después se llamó la captura del siglo (el libro
se titula Inicio, desarrollo y ocaso del terrorismo en el Perú: el ABC de Sendero Luminoso y el MRTA
comentado, Editorial Sanki, Lima 2001). Becerra se refería a la traición básicamente por dos hechos que
los hombres del GEIN lo supieron varios años después: 1.- Que el querellante Vidal Herrera había
recibido partidas secretas en cheques girados a su nombre (por ser el jefe de la Dirección Nacional
Contra el Terrorismo – DINCOTE) por un monto aproximada de dos millones de dólares de la época
para financiar las labores de inteligencia, dinero que ellos no sabían a dónde fue a parar porque siempre
se les negó viáticos y demás gastos de logística para sus arriesgadas labores de inteligencia e
investigación en el campo. Esto no lo dice ni Becerra ni el autor del libro, lo explicó y confirmó el
Contralor General de la República Genaro Matute en una entrevista que concedió al periodista César
Hildebrandt la primera semana de junio del 2002 en el programa A las 11 con Hildebrandt de América
Televisión, Canal 4.). Según los oficiales del GEIN, Vidal se quedó con buena parte sino el total de este
dinero que cobró, en el Banco de la Nación, en cheques a su nombre y, como eran partidas secretas,
nadie más se enteraba. 2.- Que el querellante Vidal Herrera, cuando Abimael Guzmán permaneció

46
detenido en una celda de la DINCOTE, después de su captura en septiembre de 1992, se dirigió al jefe
senderistas con mucha cordialidad y hasta le dijo cosas en voz muy baja, como si le estuviese dando
algunos secretos para salir bien librado de los interrogatorios de los hombres del GEIN. Dicen que no se
trataba de una estrategia de inteligencia, como después intento explicar el querellante Vidal Herrera,
porque las grabaciones de esos encuentros revelan una patética actuación del que en ese momento era
el jefe de la DINCOTE. (Parte de las conversaciones amicales de Vidal con Abimael Guzmán, grabadas
por los hombres del GEIN sin que supiera ninguno de los dos, fueron propaladas en un reportaje que
elaboró el autor del libro para el programa Reporte Semanal de Frecuencia Latina titulado “La captura
del siglo: 14 años después”, emitido el domingo 10 de septiembre del 2006.
D.- “Becerra recuerda que visitó muchas veces ese taller. Dice que quien lo atendía era Waldir Vidal y que,
así como él, todos los agentes sabían que era el hermano del jefe. El lugar era una factoría improvisada
en un terreno vacío del distrito de Pueblo Libre, una antigua zona agrícola de Lima donde por entonces se
empezaban a construir nuevas urbanizaciones. Afuera no había un solo cartel que indicara que allí se
reparaban los vehículos de los policías más amenazados del país. Pero lo que podría parecer una medida
de seguridad, en realidad escondía un fraude” Pág. 46
Otra vez, el querellante Vidal Herrera omite todo el contexto del párrafo. Es, como el caso del párrafo
anterior, la opinión del oficial de la Policía Nacional Julio Becerra Camino. Y respecto al alcance que
añade el autor del libro, de que se trataría de un fraude, es porque el querellante Vidal Herrera, como
jefe de la DINCOTE, era el titular del pliego presupuestario y, por lo tanto, de acuerdo a la legislación
vigente, está impedido de contratar consigo mismo o con familiares hasta el tercer grado de
consanguinidad, como es el caso de su hermano Waldir Vidal Herrera. Tampoco podría alquilar su viejo
automóvil Toyota, por las mismas normas legales que regulan el uso y destino del presupuesto público.
La palabra fraude, en este caso, se ha utilizado como sinónimo de delito, de violar un artículo del Código
Penal y otros tantos de las leyes administrativas que regulan el comportamiento de los funcionarios
públicos que administran dinero de todos.

E.- “Según esos documentos firmados por un notario, Carlos Iparraguirre Blondet y su esposa
terminaron de pagar aquel terreno en 1990, después de diecinueve años de haberlo comprado a
una inmobiliaria.” Páginas 46 y 47.
“Para Iparraguirre, un jubilado octogenario, el general Vidal y su hermano Waldir son unos
delincuentes. Jura que le han robado ese terreno. Al principio, me pareció una exageración.”. Pág.
47
“No conozco al señor Iparraguirre. Nunca he conversado con él –dijo Ketín Vidal en una entrevista
televisada–. Lo negó ante las cámaras de televisión, luego de que en un reportaje el jubilado lo volviera a
llamar ladrón. Pero la verdad es que Vidal sí lo conocía. Años atrás, en uno de los varios juicios que han
enfrentado a los hermanos Vidal con Carlos Iparraguirre, el general reconoció delante de una fiscal que se
habían reunido dos veces para buscar una solución al problema que tenían. Pero esa noche en el estudio
de televisión, cuando la conductora que lo entrevistaba se lo recordó, el general Vidalcambió de tema. –

47
No entiendo las lágrimas del señor –dijo–. No sé por qué hace todo esto. Se de mí dependiera, si el terreno
fuera mío, gustoso se lo obsequio. Pero es de mi hermano. En esto al menos no mentía. Para la época de
esa entrevista, marzo del 2002, su hermano ya se había adueñado de los doscientos cincuenta
metros cuadrados del jubilado” Pág. 47
Pero lo que el héroe de la policía evitó declarar esa noche por televisión fue que la familia Iparraguirre
había tardado dos décadas en pagar ese terreno, yque él y su hermano lo habían invadido para
instalar allí un taller mecánico, cubierto tras un cerco de arbustos”. Pág. 47
“Un día, Iparraguirre quiso remover el desmonte que creía se estaba acumulando adentro. Acababa de
jubilarse y tenía un dinero con el que pensaba por fin empezar a construir. Pero ese día se encontró
con una sorpresa: un hombre llamado Waldir Vidal lo recibió con amabilidad y hasta le ofreció sus
disculpas por haber instalado allí un extraño taller de mecánica” Pág. 48
“Dice que Vidal también le pidió disculpas (el texto se refiera a Carlos Iparraguirre Blondet, legítimo
propietario del terreno) y le aseguró que encontraría una solución. Pág. 49
“A las semanas, y por insistencia de su hijo, Carlos Iparraguirre decidió ir a la inmobiliaria que les había
vendido el terreno. Quería estar del todo seguro de que el lote que le habían ofrecido los hermanos Vidal a
cambio del suyo de verdad les pertenecía. Fue cuando el anciano descubrió la mentira: el general
tampoco era dueño de ese otro terreno.” Pág. 49
“El jubilado recuerda que Vidal fue breve y que les dijo por segunda vez que él no tenían la menor
intención de quedarse con sus terreno, que no había por qué llegar tan lejos, que él era un hombre de
palabra, que sus abogados encontrarían una solución justa. Tiempo después comprendería que aquella
reunión sólo había sido parte de una estrategia del general para ganar tiempo” Pág. 50
“Sin que los Iparraguirrre sospecharan, los hermanos Vidal habían iniciado una demanda conocida como
“prescripción adquisitiva de dominio”, una figura legal que permite que alguien se apropie de un terreno
con sólo demostrar que lo ha ocupado de manera pacífica por diez años y sin que nadie lo haya
reclamado. Los hermanos Ketín y Waldir Vidal usaron esta figura en agosto de 1992, es decir, un
mes después de que el anciano iniciara sus reclamos. Todo fue secreto y de allí el fraude:
Iparraguirre jamás fue notificado de que alguien estaba quitándole su propiedad. Esos
expedientes tienen direcciones falsas, procedimientos omitidos, fechas imposibles y hasta
contradicciones entre los propios hermanos Ketín y Waldir Vidal. Lo dice el jubilado y lo demuestra
con documentos”.
Aquella mañana calurosa, cuando el general los recibió en su oficina por segunda vez, ya tenía montada
su trama legal para arrebatarles el terreno sin que ellos se dieran cuenta a tiempo. De allí en
adelante, los juicios que ha debido iniciar y soportar Iparraguirre durante una década son como un
descenso al infierno, sólo que peor”. Páginas 50 y 51.
“Al final los Vidal lograron su propósito. Un juez los declaró únicos dueños del terreno del
jubilado. Cuando la justicia iba a confirmar esa sentencia, el general renunció a su parte y dejó que su
hermano se convirtiera en el único propietario”. Pág. 51

48
Todos estos párrafos, citados de manera incompleta para dar a entender que son elucubraciones o
juicios de valor del autor del libro y no testimonios, referencias o descripción de documentos judiciales
y hasta declaraciones del mismo querellante Vidal Herrera en medios periodísticos. Todo no es más que
extractos sacados de la serie de denuncias judiciales y periodísticas que el Sr. Carlos Iparraguirre
Blondet, dueño del terreno en cuestión, hizo contra el querellante Vidal Herrera y contra su hermano
Waldir Vidal Herrera. El autor la recogió de un diario de circulación nacional donde ya había sido
publicada. El diario Liberación de Lima, edición del miércoles 12 de julio del 2000, dirigido entonces por
el periodista César Hildebrandt Pérez Treviño, publicó un reportaje al que tituló: “El general Antonio
Ketín Vidal nos debe una explicación”, la periodista que investigó el tema fue la reportera Rossana
Cueva. Tomando como punto de partida este reportaje de denuncia, hecho por una reportera seria, el
autor del libro indagó más y pudo tener acceso a una denuncia penal que el Sr. Iparraguirre presentó
ante la Duodécima Fiscalía Provincial Penal de Lima contra los hermanos Antonio y Waldir Vidal
Herrera por presunto delito de usurpación. También ubiqué copia del expediente judicial tramitado por
los hermanos Vidal Herrera ante el Cuarto Juzgado Civil de Lima (Expediente 191-92) para adueñarse
de un terreno ajeno usando dolosamente la figura de la prescripción adquisitiva de dominio. Además,
hay otro expediente judicial relacionado al tema, el que tramitaron los esposos Iparraguirre Vásquez
ante el decimocuarto Juzgado Civil de Lima solicitando la regularización del “tracto sucesivo del terreno
en el Registro de Propiedad Inmueble de Lima”. El expediente es el número 769-92 de dicho juzgado. Y,
finalmente, hay otro expediente judicial que contienen piezas de este caso, es el número 386-94 del
Noveno Juzgado Especializado Civil de Lima abierto a raíz de una demanda del querellante Vidal
Herrera contra los ancianos Iparraguirre Vásquez pidiéndoles una indemnización millonaria por
supuestos daños a su imagen y reputación pública por haberlo demandado por el delito de usurpación.
Los documentos contenidos en estos expedientes judiciales demuestran por lo menos cuatro cosas: 1.-
Que el querellante Vidal Herrera mintió flagrantemente al decir públicamente (en una entrevista en el
programa Panorama de Panamericana Televisión del domingo 10 de marzo del 2002) que él ni siquiera
conocía al Sr. Iparraguirre Blondet. (Existe, entre varios documentos oficiales, un acta fiscal donde el
querellante reconoce, ante una fiscal, que se ha reunido por lo menos dos veces con Iparraguirre para
“tratar de solucionar le problema que tenían”, (se refiere al reclamo que hacía el dueño legítimo del
terreno). 2.- Que el terreno fue comprado a plazos por los esposos Carlos Iparraguirre Blondet y su
esposa Luz Amada Vásquez. 3.- Que tanto sabía el querellante Vidal Herrera y su hermano Waldir, que
ese terreno no era de ellos que iniciaron un proceso de “prescripción adquisitiva de dominio” (que
permite hacerse de un terreno, cuyo dueño no aparezca o que nadie lo reclama si se demuestra que lo
habita de forma pacífica por varios años y que ha cumplido con pagar los servicios de este. Obviamente
esta figura legal sólo se usa cuando uno no es propietario de un inmueble, como era el caso, sólo que
esta vez se hizo de manera fraudulenta, porque el querellante Vidal Herrera y su hermano sí sabían
positivamente que ese terreno tenía dueños, y que, además, esos legítimos dueños les estaban
reclamando su devolución (por eso que los recibió hasta en dos oportunidades en sus oficinas, la
primera vez en la DINCOTE y la segunda en la Inspectoría General de la Policía Nacional), después de

49
descubrir que habían sido usurpado ilegalmente. 4.- Que el querellante Vidal Herrera, sí tuvo que ver
con los procesos judiciales que, entre otras cosas, terminaron otorgándole ilegalmente la propiedad de
un terreno que no era suyo. Tanto participó, que en la primera sentencia a su favor se consigna el
nombre de los dos hermanos (Antonio Ketín y Waldir Vidal Herrera) como demandantes de la figura de
prescripción adquisitiva de dominio. Sólo cuando el agraviado (Carlos Iparraguirre Blondet) apeló y el
expediente subió a la instancia superior, el querellante Vidal, renunció a sus “derechos” y salió del
proceso. (Para ese entonces ya era el respetado y famoso general Ketín Vidal que había capturado a
Abimael Guzmán) Todo esto forma parte de dos reportajes que el autor del libro hizo para el
programa Panorama de Panamericana Televisión, que fueron emitidos los domingos 10 y 17 de marzo
del 2002.
4.- EL HÉROE GASTA MEDIO MILLON DE DOLARES EN CASAS.
A.-“Luego entendí de qué se trataba: un corredor de bienes denunciaba al general Ketín Vidal por
haber comprado por lo menos cinco casas valiéndose de testaferros” Páginas 55 -56.
La historia de las casas es, quizá, la única revelación estrictamente exclusiva de la investigación
periodística del autor que tiene ver con la gestión pública del querellante Vidal Herrera. Como suele
pasar con las grandes historias de corrupción política o del crimen organizado, un cómplice decidió usar
a la prensa como mecanismo de presión para cobrar un dinero que se le debía por sus comisiones como
corredor de bienes raíces del querellante Vidal Herrera. Este hombre, Zócimo Venturo Acuña Ramírez,
tal vez en su desesperación porque pensaba que era imposible cobrarle al querellante, acudió a la
prensa (llevó su carta primero al diario La República de Lima y después a Panamericana Televisión –
Canal 5 de Lima), pero no como un cómplice arrepentido que quería, a través de la prensa, colaborar
con la justicia anticorrupción que, en esos años, pasaba por su mejor momento en el Perú, sino con la
esperanza de que un solo amago (que los reporteros lo llamen a su respetado deudor) hiciera que el
querellante Vidal Herrera finalmente le pagué los 7 mil dólares que reclamaba. Antes, le había mandado
una carta notarial contundente. Por una coincidencia de la vida, el reportero con el que se encontró en
el lobby del edificio de Panamericana Televisión fue el autor del libro. No es la primera vez que se
intenta usar a la prensa como un mecanismo de presión, pero en este caso, tanto el denunciante sin
escrúpulos como el querellante Vidal Herrera, no imaginaron que se encontrarían con un reportero
obsesivo que no iba a parar hasta descubrir la verdad de los hechos.
B.-“A primera vista, lo que aquel hombre trataba de decirme era que había sido estafado por un
héroe. Le pedí fotocopiar la carta para investigar por mi cuenta, pero de súbito me la arrancó”. Pág. 56
Desde el primera vez que vi al corredor de bienes raíces Venturo Acuña Ramírez, su denuncia me causó
dudas, no sólo porque no quiso dejarme la carta notarial que decía haber mandado al querellante Vidal
Herrera, reclamándole el pago de unas comisiones, sino porque, además, el Perú vivía la época post
caída de Fujimori y Montesinos y las acusaciones, algunas gratuitas, iban y venían de todos los sectores.
Los periodistas teníamos que tener mucho cuidado con las filtraciones. En el equipo periodístico del
programa Panorama, donde recibimos la denuncia o amago de denuncia de Acuña Ramírez, decidimos
empezar a investigar el tema con dos hipótesis posibles, ambas de sumo interés público y muy sencillas:

50
1. Que el general Ketín Vidal Herrera no era tan honesto y probo como se esforzaba en hacer creer y
que, como suele pasar en las vendettas del crimen organizado, alguien de los suyos dio un paso sin
retorno y lo delató, quizá obligado por las circunstancias. 2. Que alguien interesado quería desprestigiar
a un honesto ex Ministro y ex Director General de la Policía y, ese alguien, podría ser el mismo Vladimiro
Montesinos, preso en la cárcel de la Base Naval del Callao porque Vidal Herrera había ido a traerlo una
vez entregado por su cuidador en Caracas. Conocedores de la antigua relación del general Ketín Vidal y
Montesinos, esta hipótesis periodística se sustentaba porque Montesinos, ya preso en la Base
Naval, podría sentirse traicionado por un hombre al que ayudó tanto y que no supo corresponder (en
su lógica perversa y corrupta, obviamente). La investigación periodística se empezó por lo más simple:
investigar cuántos inmuebles a su nombre tenía el general Vidal y, si fueran muchos, preguntarle cómo
hizo para adquirirlos. Si no tuviera casas o departamentos a su nombre o a nombre de su esposa, indagar
dónde vive el general Vidal, si tiene oficina privada. Si fuera así ésta dónde queda y cómo la financió.
Estas preguntas de sentido común nos abrieron toda una “caja de Pandora” pues encontramos muchas
sorpresas y datos contundentes que inclinaban el trabajo hacía la primera hipótesis: que el querellante
Vidal Herrera tenía varias cosas que explicar sobre los inmuebles relacionados a él (donde vivía, donde
tenía su oficina o departamentos que visitaba con regularidad). Nos sorprendió más su reacción cuando
ubicamos al primo pobre que en el papel era dueño de dos inmuebles (ambos avaluados en más de 350
mil dólares). En lugar de responder, como lo hace alguien que tiene la conciencia limpia, fue a
extorsionar al gerente de Panamericana Televisión, Federico Anchorena. Prácticamente diciendo que él
tenía información que comprometía al entonces dueño del canal, Ernesto Schutz Landázuri, con
Montesinos. En el lenguaje cifrado, en el que se suele manejar, exigía que no publiquemos nada a cambio
de su silencio. Esa fue la pista que nos convenció a seguir en la investigación.
C.- “Me dijo que había sido corredor inmobiliario de Ketín Vidal desde 1993 y que, utilizando el
nombre de su propio hijo, se había prestado a comprar una casa para que el general se la regalara
a una de sus supuestas amantes. Agregó que Vidal lo había traicionado: le debía dinero. Pág. 56
La casa está ubicada en el número 1535 de la calle González Olaechea, en la urbanización Elio, en el
cercado de Lima. Según la partida electrónica número 46505107 del Registro de Propiedad Inmueble
de la Oficina Registral de Lima, ese inmueble fue comprado en 1999 por Randolph Acuña Pérez, un joven
de 19 años sin oficio ni beneficio que no podría explicar de dónde había sacado los 60 mil dólares que,
según la Escritura Pública respectiva, costó la casa. En este primer caso, la versión del corredor de
bienes inmuebles sin escrúpulos (Venturo Acuña) estaba corroborada. Incluso hay una entrevista
periodística, que no la hizo el autor del libro, donde el hijo de Acuña dio detalles de cómo fue esta
transacción o negociación dolosa con el querellante Vidal Herrera (Programa La Revista Dominical,
domingo 17 de marzo del 2002, reportaje del periodista Miguel Zegarra)
“Casi tres años después, una investigación fiscal reunió pruebas para acusar al general Ketín Vidal
por haber comprado al menos cuatro casas que no se explican con su sueldo de policía retirado”.
Pág. 57

51
En realidad la investigación contra el querellante Vidal Herrera por presunto delito de enriquecimiento
ilícito no empezó por la investigación del programa Panorama, donde en marzo del 2002, el autor del
libro “La caída del héroe” publicó las primeras investigaciones del caso Vidal Herrera. Fue antes, en
septiembre del 2001, cuando la Fiscalía de la Nación recibió de la Oficina de Inteligencia Financiera del
Departamento de Estado norteamericano un informe que relacionaba al querellante Ketín Vidal Herrera
y a Vladimiro Montesinos en un extraño depósito de doce mil dólares. Decía, el informe confidencial de
los estadounidenses, que la operación había sido efectuada a través del Minorka Check Cashing el 24 de
julio de 1995, cuando Vidal Herrera era Inspector General de la Policía. La operación fue cifrada con el
número 19952296726130. Cuando trascendió este informe a la prensa, el querellante Vidal Herrera era
el ministro del Interior del gobierno de transición y, por lo menos en teoría, una de sus principales
obligaciones era ubicar y capturar al prófugo más importante del país en ese momento: Vladimiro
Montesinos Torres, su viejo amigo, abogado y benefactor. (Hay una columna escrita por el prestigioso
periodista Gustavo Gorriti en la revista Caretas donde explica con datos rigurosos por qué, en ese
momento, el querellante Vidal Herrera no era la persona indicada para dirigir la búsqueda y captura de
Montesinos –sus probados y estrechos lazos con el prófugo–). En marzo del 2002, cuando el querellante
Vidal Herrera ya no era ministro de Estado y su amigo y abogado Montesinos estaba preso en la Base
Naval del Callao, ésta investigación estaba a punto de archivarse (no se había podido revelar los detalles
de ese depósito debido a que las autoridades judiciales de Estados Unidos, donde estaba el banco,
exigían un exhorto judicial para levantar el secreto bancario, cosa que a su vez, sólo se podía hacer por
la vía judicial, es decir, abriendo un proceso penal por el tema, y para abrir un proceso penal a Vidal
Herrera, previamente se tenía que haber comprobado que realmente había recibido el dinero. Un
verdadero círculo vicioso sin salida, como decían las fiscales que investigaban el tema). Pero todo
cambió la noche de ese domingo 10 de marzo del 2010, una fiscal que investigaba el caso (la Dra. Carmen
Ibáñez) vio el reportaje sobre la casas del querellante Vidal y decidió reabrir la investigación. Dieciséis
meses después, en junio del 2004, con serios altibajos en la investigación del Ministerio Público (por las
presiones que sacaron del caso a dos fiscales probas), una fiscal anticorrupción, la Dra. Cristina Huamán
García, denunció por presunto delito de enriquecimiento ilícito a Antonio Ketín Vidal Herrera y otro,
entre ellos, su corredor de bienes raíces Zócimo Venturo Acuña Ramírez. Así que lo escrito en el párrafo
escogido por el querellante no es opinión del autor del libro, sino una reseña a la investigación de la
fiscalía anticorrupción.
“Venturo me repitió la historia de su carta: durante años le había vendido casas al general Vidal y
éste lo había estafado con más de siete mil dólares” Pág. 56
“En el mundo real del dinero, esta cifra no significa nada. Apenas un pasaje de ida en primera clase de
Nueva York a Tokio. ¿Por qué un hombre con la celebridad del general Vidal podía exponerse a un
escándalo por tan poca cosa? Pero la pregunta más evidente era otra: ¿de dónde había sacado un
general de policía medio millón de dólares para comprar casas? Pág. 58
Después de que la Contraloría General de la República, en un examen de auditoría especial (el número
010-2002-CG/B392) descubrió que el gobierno de Fujimori entregó al querellante Vidal Herrera, a

52
través de partidas secretas y en cheques que sólo él podía cobrar, dos millones quinientos mil nuevos
soles (unos dos millones de dólares con el tipo de cambio de la fecha) entre 1991 y 1992. Dinero que
supuestamente era para financiar los trabajos de inteligencia contra el terrorismo de Sendero Luminoso
y que, según los oficiales del GEIN, nunca se gastó para ese propósito. Para la Fiscalía de la Nación, ésta
sería una de las fuentes del enriquecimiento ilícito del querellante Vidal Herrera, y por eso lo
denunciaron penalmente. Las presunciones de las fiscales anticorrupción que lo investigaron es que, las
por lo menos cuatro casas que compró (usando como intermediario al corredor Venturo Acuña Ramírez
y a diversos testaferros como su primo Efraín Vidal Dávila o como el joven hijo del corredor Randolph
Acuña Pérez) y un carro BMW de lujo, con placa BIB-784 que estaba a nombre de la esposa de Vidal
Herrera, Gladys Tambini, tienen una explicación en estos dineros apropiados del erario público.

“Me enteré de que la casa de Tasso donde vivía el general Vidal tenía dos dueños. Según el municipio
del distrito (el autor se refiere a la Municipalidad de San Borja) le pertenecía a un tal Wilfredo Adolfo
Núñez Reynoso, alguien a quien el general habría de reconocer luego como su benefactor y primo lejano.
Se trata de un empresario quebrado, como él mismo reconoció, y con deudas por cientos de miles de dólares
a varios bancos peruanos. Pero en los registros públicos su nombre no asomaba por ningún lado” Pág. 59
Como el sol no se puede tapar con un dedo o, mejor, no hay crimen perfecto, el querellado Vidal Herrera
siempre sostuvo la peregrina tesis de que el vivía en una residencia de la zona más cara de San Borja
gracias a la generosidad de un primo suyo, Wilfredo Adolfo Núñez, que está probado no tiene ningún
vínculo de parentesco con Vidal Herrera, tan probado, como que estaba en quiebra total cuando
supuestamente le cedió gratis su casa. Simplemente por sentido común nadie que está quebrado va
ceder su casa para irse a vivir a un departamento pequeño y alquilado de un distrito menos residencial
de su propia casa. La verdad de las cosas salió a relucir en la investigación por presunto enriquecimiento
ilícito que abrió la Fiscalía de la Nación. Aunque todos, el supuesto primo millonario y generoso, el otro
primo pobre pero que aparece como el verdadero dueño del inmueble avaluado en por lo menos 300
mil dólares, etc., dieron una versión coordinada en el Ministerio Público, pero no calcularon algo. La ex
esposa de uno de los hijos de Wilfredo Núñez, no se prestó al juego por razones personales pues ya
estaba separada de su marido, y contó la verdad: que la casa siempre fue comprada con dinero del
querellante Vidal Herrera, para que viva él y que su ex suegro le había pedido de favor que se prestaran
a la simulación, incluso contó detalles cómo fue que el mismo Vidal Herrara había pasado a recogerlos
en el vehículo Volvo que lo trasladaba en esos años, ya como famoso general jefe de la Dincote que había
capturado al monstruo Abimael Guzmán Reinoso. Esto no lo dice el autor, está en el expediente judicial
Nº 217-2004 del 16 Juzgado Penal de Lima.

“Una noche, en medio de una conversación que decaía, Venturo me soltó un nombre clave: Fredy Efraín
Vidal Dávila, un primo hermano del general a quien tiempo después hallaría trabajando de guardián en
un terreno baldío. Con el nombre de Vidal Dávila encontré dos propiedades: una en la calle Tasso y otra en
la urbanización Elio, un barrio residencial cerca de la zona industrial de Lima. Allí vivía una suboficial

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de policía, Luz María Grecco Portocarrero. Las pistas que se le habían escapado al corredor
inmobiliario empezaban a cuadrar mi rompecabezas” Pág. 59
“De ser cierto lo que Acuña había contado la primera vez, esa mujer debía ser una de las amantes
del general Ketín Vidal.
Bingo. Quien compró la casa de la urbanización Elio había sido un hijo de Venturo Acuña. Así lo decían los
archivos de los registros públicos. Había pagado por esa casa sesenta mil dólares al contado. Fue en 1998,
cuando aquel muchacho acababa de cumplir diecinueve años”. Pág.59
Ha quedado probado, según la investigación del Ministerio Público, que la casa donde por cinco años
vivió la sub oficial de la Policía Nacional Luz María Grecco Portocarrero y su hija Catherine Valverde
Grecco, (Calle Gonzáles Olaechea 1553, Urbanización Elio, Cercado de Lima) fue comprado
originalmente por el hijo del corredor, como ya hemos dicho un joven de 19 años que no tenía de donde
sacar sesenta mil dólares y que, además nunca vivió en ella, ni siquiera la conoció, pues sólo fue a firmar
algo que su padre le pidió. Eso no lo dice el autor del libro, lo ha dicho el corredor de bienes raíces del
querellante Vidal Herrera, lo ha dicho su el hijo de éste, y lo han probado con la ficha respectiva de los
Registros Públicos de Lima (Partida Electrónica Nº 46505107). El autor del libro conversó con los
anteriores dueños del inmueble, en entrevista grabada con una cámara de video, y ellos les contaron
cómo habían sido las negociaciones y transacción con el corredor Venturo Acuña. También quién vivió
posteriormente en esa casa (Luz María Grecco Portocarrero y su hija) porque más de una vez, según su
versión, fueron a pedirle que les entregue correspondencia que todavía les llegaba a esa dirección. En
marzo del 2002 visité esa casa con el equipo de cámaras del programa Panorama. En la puerta pregunté
por el supuesto propietario Fredy Efraín Vidal Dávila. Al otro lado del intercomunicador me contestó la
suboficial Grecco, quien me dijo que allí no conocían a ningún Vidal Dávila. Después nos quedamos
haciendo guardia en las inmediaciones y pudimos grabar cómo minutos después la misma suboficial
Grecco salió por su ventana para ver si ya nos habíamos ido. Todo eso está grabado en video. Para
entonces, los vecinos del barrio sabían que el general Ketín Vidal visitaba esa casa. Una vez que la casa
fue mostrada por televisión, Luz María Grecco Portocarrero y su hija Catherine Valverde Grecco se
mudaron. El inmueble permaneció varios meses sin ocupantes y con un letrero en el segundo piso que
decía “se vende”. Volver a insinuar que esa casa no fue comprada por el querellante con participación
de su corredor de confianza (quien usó a su hijo) y que después ahí vivió la sub oficial Grecco
Portocarrero (a quien se le relacionó sentimentalmente con el querellante) es volver a mentir
flagrantemente.
“No hay informante sin interés y eso lo sabemos muy bien los periodistas. El interés de Venturo Acuña
era que alguien le pagara todo el dinero que le debía el general Vidal. Ni yo me había ganado su
confianza ni él tenía la mía. Cada pista que el corredor inmobiliario dejaba caer con aparente ingenuidad
debía verificarla cuanto antes. Era como un pacto sin firma, la condición para una nueva cita. Acuña debía
pensar que mientras más pruebas podía yo acumular en contra del general Vidal, más posibilidades
tendría él de cobrar su deuda” Pág. 60

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En el equipo de investigación periodística del programa Panorama, cuando empezamos a trabajar el
caso del querellante Vidal Herrera, tanto el director Eduardo Guzmán Iturbe, como el productor, el autor
del libro, y todo el equipo de reporteros investigadores, teníamos claro de que no íbamos a pagar un
solo dólar al corredor Acuña Ramírez por ninguna información. Es por eso que nuestra estrategia fue ir
sonsacándole poco a poco información e ir corroborándola por nuestra cuenta. El proceso duró
aproximadamente tres meses y los resultados fueron claros: tenía razón el hombre que había trabajado
para el querellante Vidal Herrera.
“Otra noche, en una pizzería, Acuña me contó que la oficina que tenía Vidal en San Isidro –el distrito
financiero de Lima– también la había comprado a su nombre. Pág. 60
“Pero me dijo más: –Vidal tiene una empresa constructora que incluso ha ganado licitaciones en la
Policía cuando él era jefe. Al día siguiente ubiqué la oficina de esa empresa, que en verdad era una
casa y muy elegante” Pág. 60
“Constructores Andinos. Ésa era la empresa que había pagado por la casa de cuatrocientos metros
cuadrados que sirvió de oficina a Ketín Vidal. La primera fiscal que habría de investigar el caso Vidal
descubrió que los dueños de esa compañía eran un jubilado empobrecido y un tipo de unos treinta
años que no tenía siquiera una tarjeta de crédito. Por coincidencia era la misma constructora que
había ganado dos licitaciones para realizar obras para la Policía y una de ellas en el mismo tiempo
en que Vidal había llegado al cargo de ministro del Interior” Pág. 61
Si, por un criterio básico de sentido común, era difícil creer que un supuesto primo, que en verdad no
era primo y que estaba totalmente quebrado, le “prestaba” su casa para que el querellante Vidal Herrera
viva a cambio de nada, más difícil era creer que un par de personas pobres (el anciano Jaime Villarreal
Tarazona y el desempleado Omar Cuadrado Domínguez) sean dueños de una empresa constructora que,
a su vez, era dueña de una casa, de casi cuatrocientos metros cuadrados en una de las zonas más caras
de San Isidro, el centro financiero de Lima. Esta casa también le fue “cedida” al querellante Ketín Vidal
para que ahí instale su cómoda oficina privada a cambio de nada, o, como el mismo Vidal dijo, a cambio
de “una renta simbólica’. (Lo dijo en el programa Panorama del 10 de marzo del 2002). Como lo
descubrió la fiscalía anticorrupción en su momento, se trataba de una típica maniobra de testaferraje
para ocultar propiedades que no se pueden justificar con los ingresos lícitos de un ex funcionario
público que ganaba el sueldo de un policía. Pude conversar con los propietarios originales del inmueble,
ubicado en la calle Las Garzas 288-290, los señores José Curet Velit y Mercedes Torres. Ellos me
atendieron en su nuevo domicilio, un departamento ubicado en Miraflores, y me explicaron con lujo de
detalles que el intermediario para la compra del terreno fue el mismo corredor Venturo Acuña Ramírez,
quien logró que rebajaran el precio de venta a ciento cincuenta mil dólares, pero que el comprador fue
la empresa Constructores Andinos Sociedad Anónima, evidentemente una empresa de fachada. Otra
maniobra que advirtió la investigación de la fiscalía anticorrupción fue que el mismo día que el
querellante Vidal Herrera se enteró de la investigación del programa Panorama (el 7 de marzo del 2002,
tres días antes de que saliera el reportaje al aire, día en que fue a extorsionar al gerente de
Panamericana) la casa de la calle Las Garzas (su oficina privada) fue “vendida” a los esposos Arturo

55
Melgarejo Peñaherrera y María Teresa Ruesta Peña. (Quienes, según indagación de la Fiscalía de la
Nación, serían paisanos del querellante Vidal Herrera). Nuevamente una maniobra burda y desesperada
pretendiendo tapar el sol con un dedo. (Esto no lo dice el autor del libro, está en la respectiva Partida
Electrónica Registral del inmueble, que en el Registro de Propiedad Inmueble de Lima tiene el número
41308206).
“Cuando la fiscal quiso levantar el secreto bancario de Constructores Andinos, un hombre la buscó
para ofrecerle dinero. Una semana después, la cambiaron de puesto”
Esta es la versión de la fiscal adjunta Mónica López Borda, quien accedió a una entrevista grabada un
año después de que la retiraran de la investigación, motivo por el cual renunció al Ministerio Público.
Cuando fue entrevistada para el libro se desempeñaba como abogada independiente. (Existe un video
que registró esta entrevista).

“Tiempo más tarde, Venturo Acuña me contó que el general solía mantener reuniones nocturnas con
una mujer que vivía en un apartamento que ella, claramente, no podía pagar. Una noche fui a
estacionarme enfrente. Quedaba en el distrito de San Isidro, en una zona residencial en la que hasta los
años sesenta funcionaba el aeropuerto de Lima. Gracias a un contrato que me enseñó Venturo supe que los
dueños recibían cuatrocientos dólares de alquiler mensual, una cifra que en el Perú es tres veces mayor al
salario mínimo de un obrero” Páginas 61 -62
Esta versión del corredor Venturo Acuña Ramírez fue investigada posteriormente por el reportero
Miguel Zegarra del programa periodístico La Revista Dominical, de América Televisión – Canal 4 de
Lima. En aquella oportunidad el periodista Zegarra y su camarógrafo indagaron por la suboficial Laura
Zavala Chumbiauca en el departamento 301 del elegante edificio ubicado en el número 395 de la calle
34 en Córpac, San Isidro. El vigilante privado del inmueble les confirmó que ahí vivía la señora Zavala
Chumbiauca y un menor hijo. El autor del libro entrevistó a la dueña del departamento, la señora Zoila
Castillo, quien le confirmó que, nuevamente, el intermediario para ese alquiler había sido el corredor
Ventura Acuña Ramírez y que también había tratado con el general Ketín Vidal Herrera. (En la Policía
todos los oficiales sabían que al querellante Vidal Herrera en algún momento se le vinculó
sentimentalmente con esta subalterna suya).
“De una de las esquinas apareció un Volvo gris a baja velocidad. Era el auto que conducía Ketín Vidal,
regalado por un grupo de empresarios como premio por haber capturado al líder de Sendero Luminoso.
Allí, con las dos manos sobre el volante, estaba él. Solo. No tuvo que bajarse para tocar el timbre ni
pedirle al portero que le abriera el garaje. El portón de rejas se elevó sin más misterio que un control
remoto, probablemente activado desde dentro del coche. Una vez estacionado, el general Vidal
descendió del auto, saludó al vigilante como un viajo conocido y desapareció por la escaleras. Se le
veía feliz. El general Vidal iba de vez en cuando a reunirse allí con una suboficial de la policía, Laura
Zavala Chumbiauca, un nombre que a nadie le importaría sino fuera por los treinta y cuatro mil
dólares que la fiscalía halló en una de sus cuentas cuando le levantó el secreto bancario. No se trata
de inmiscuirse en la vida privada de nadie: una de las amantes de Montesinos pasó varias

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temporadas en la cárcel por haberse gastado el dinero del ex asesor, que en realidad era dinero
robado al Estado. El adulterio no es un delito. Robar y disfrutar del dinero ajeno, sí”. Pág. 62
Ésta es una de las pocas referencias que el autor del libro hace de algo que fue testigo, que lo vio con sus
propios ojos. Como ya hemos explicado en la cita anterior, esta descripción coincide con dos versiones
más, la del corredor inmobiliario Venturo Acuña y con la de que recogió el periodista Miguel Zegarra
para el Canal 4 de Televisión. El trabajo de campo del autor del libro, en todo caso, corroboró lo que
antes le habían informado.

“Entonces Vidal contestó lo mismo que después ha repetido –casi palabra por palabra– en todas las
entrevistas en las que ha querido explicar su relación con el corredor inmobiliario. Dijo que era un
estafador buscado por la justicia y que fue el propio Venturo Acuña quien se le acercó para ayudarlo a
inscribir su partido político para las elecciones presidenciales del 2000. Al menos una de esas respuestas
de Vidal no es cierta: Acuña no tiene las quince requisitorias judiciales que se noche le atribuía el
general. Cuando la fiscal Carmen Ibáñez citó al corredor inmobiliario para que dijera lo que sabía, ella
pensaba que ese mismo día tendría que enviarlo a la cárcel. Pero no fue así: llamó a la policía, averiguó
sobre su situación legal y le dijeron que el corredor podía irse tranquilo a su casa. Ésa fue la primera
vez que la fiscal tuvo una prueba rotunda de que el general Vidal estaba mintiendo” Páginas 64 – 65
Una mentira más que el querellante Vidal Herrera ha dicho con respecto a esta investigación
periodística (que terminó en un libro). Y no es casualidad que actúe así, su formación en la antigua
escuela de espías de la KGB el temible Komitet Gosudarstvennoi Bexopasnosti (Comité para la Seguridad
del Estado) de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hace que el general Ketín Vidal, cada vez
que lo ponen al descubierto, actúe con al manual básico de sobrevivencia de un espía de la KGB: hacerse
a la víctima (y para eso su voz tenue de cura franciscano de provincia lo ayuda) y descalificar a su
detractor. En este caso, calificó de delincuente al hombre que hasta hacía muy poco le había hecho todas
sus compras inmobiliarias usando a testaferros. Dijo que había estado preso, que tenía 15 requisitorias
a nivel nacional, etc. Nada de eso fue verdad. No lo dice el autor del libro, lo comprobó, en su momento,
la fiscal anticorrupción Carmen Ibáñez. Lo que hizo con su ex hombre de confianza, el corredor Acuña
Ramírez, intentó hacerlo, en varias ocasiones y por todos los medios –a veces ayudado por algunas
periodistas venales o, en otros casos no menos sospechosos, por periodistas esquizofrénicos
editorialmente hablando– con el periodista que cumplió con su función de publicar asuntos de interés
público que contradecían su biografía de supuesto policía intachable, es decir con el autor del libro “La
caída del héroe: la verdadera historia del general Ketín Vidal”. Para su pesar, en el gremio periodístico
nos conocemos bien, sabemos quién es quién, y nunca ha podido mostrar una sola prueba de eso que él
llamaba “campaña de aniquilamiento moral en su contra” Y menos, de alguna conducta dudosa o
antiética, o delictiva, del autor del libro. Simplemente porque no la hay. (Ha gastado mucho dinero,
tiempo y paciencia para encontrarla con un rotundo fracaso). Primero dijo que fue una campaña
ordenada por Ernesto Schutz para impedir la captura de Montesinos, cuando se dio cuenta de que el
primer reportaje que publicó el autor del libro fue el 10 de marzo del 2002 (cuando él ya no era ministro

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del Interior y hacía 10 meses que Montesinos estaba preso en la Base Naval del Callao), cambió de
argumento, esta vez diciendo que el autor del libro era “Fujimontesinista”, porque había sido el único
reportero que entrevistó a Fujimori, cuando éste se fugó al Japón, argumento que, después supe, se lo
dio su asesora y defensora periodística, la ex periodista Cecilia Valenzuela de Hume.
“Una noche, Venturo Acuña me contó cómo había conocido al general. Me dijo que Vidal lo había
ubicado a través de un aviso que acababa de publicar en un diario. Era 1993, un año después de la
captura de Abimael Guzmán. Vidal estaba interesado en comprar una casa y quedaron en verse. Acuña es
un vendedor persuasivo que tiene la picardía y la falta de escrúpulos que se necesitan para ciertos negocios.
Es probable que el general haya visto en él, más que a un comerciante, a un socio confidente, siempre que
supiera mantenerlo satisfecho con lo único que suele importar en estos casos: el dinero”. Pág. 65
Queda claro que la lealtad que supo guardar el corredor de bienes raíces Venturo Acuña Ramírez con el
querellante Vidal Herrera se terminó el día que no le quiso pagar lo suyo. Acuña Ramírez no era un
loquito o un improvisado en las lides del corretaje con pocos escrúpulos, entre sus clientes están
algunos testaferros de Montesinos, como Víctor Alberto Venero Garrido, a quienes ha servido con la
misma fidelidad con la que sirvió al querellante Vidal Herrera, sólo que los otros sí le pagaron a tiempo
y todo lo que le correspondía por hacer transacciones oscuras con dinero de procedencia ilícita. Aunque
el mismo Acuña dice que Vidal lo contactó a través de un aviso que puso en el diario El Comercio, de
esos que ponen para alquilar o vender inmuebles, el autor del libro no descarta que en verdad haya sido
presentado por el mismo Montesinos pues Acuña ya era corredor inmobiliario de confianza de uno de
sus testaferros. Pero como esta versión no la pude confirmar no fue consignada en el libro materia de
esta querella.
“Era la época en que Vidal gozaba del estatus de héroe oficial. La captura del líder de Sendero
Luminoso no sólo le había dado la celebridad y la gratitud de todos los peruanos, sino también un
premio de cuarenta mil dólares, un Volvo de lujo y cientos de miles de dólares de un presupuesto
para la lucha antiterrorista que Vidal jamás llegaría a justificar” Pág. 65
En este párrafo, quizá el único que el querellante cita de manera completa, el autor se refiera al ya
comentado Informe Especial de Control número 010-2002-CG/B392, que la Contraloría General de la
República hizo a todo el sector del Interior para auditar los dineros públicos gastados entre 1990 y el
año 2000. Según el ex Contralor General, Genaro Matute, el general Ketín Vidal no pudo justificar
documentadamente cómo gastó dos millones y medio de soles de la época (1991-1992) que cobró
personalmente, en partidas secretas, cuando era jefe de la Dirección Contra el Terrorismo (DINCOTE)
de la Policía Nacional. Esto no lo dice el autor, lo dijo el Contralor Matute en una entrevista con el
periodista César Hildebrandt (Programa A las 11 con Hildebrandt, Canal 4, junio del 2002)
“En la carta notarial que le envió al general Vidal, Venturo Acuña dice que sus negocios con las
casas de Vidal se hicieron frecuentes a partir de 1995 y que él recibía el 5 por ciento de cada venta.
Hasta que un día Vidal dejó de pagarle. Una de esas casas fue la de la calle Tasso” Pág. 66
Esto está ampliamente explicado tanto en la carta notarial que le mandó Venturo Acuña Ramírez al
querellante Vidal Herrera, con fecha 22 de septiembre de 2001. Posteriormente el ex hombre de

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confianza del querellante Vidal Herrera declaró para el programa televisivo La Revista Dominical del
domingo 17 de marzo del 2002. Días después, presentó las pruebas de sus dichos ante la fiscal
anticorrupción Carmen Ibáñez.
“Durante a entrevista en directo, el general Vidal soltó otra mentira, y esta vez todos los reporteros de
Panorama fuimos testigos. Dijo que aquella casa (el autor se refiere a la casa de la calle Tasso,
número 290, en el distrito de San Borja) estaba a nombre de su primo Efraín Vidal, pero que su
auténtico dueño era un empresario tan generoso que, después de comprarla a nombre de otra
persona, se la había cedido a él a cambio de nada”. Pág. 66
La referencia que hace el autor en este párrafo es simplemente una reseña de lo que el mismo
querellante Vidal Herrera declaró en el programa Panorama del domingo 10 de marzo del 2002,
entrevistado por la periodista Mónica Delta Parodi. Posteriormente, la fiscalía anticorrupción, en el caso
específico de la casa donde vivió el general Vidal de la calle Tasso 290, en San Borja (entiendo que ahora
vive en un cómodo departamento ubicado en la exclusiva zona cercana al club de golf de San Isidro),
concluyó que había indicios razonables de que la casa había sido comprada por Vidal con dinero que
tendría que explicar de dónde lo sacó en una maniobra para ocultar dicha operación inmobiliaria, esto
se hizo con participación relevante del corredor Venturo Acuña Ramírez.
“Pero acababa de pronunciar la frase ‘Yo no soy propietario de ninguno de los inmuebles de los que se ha
hablado en el reportaje’, cuando a la conductora le avisaron que había una llamada telefónica del público.
Era una señora de apellido compuesto y voz de directora de colegio. Dijo haber reconocido a su viejo héroe
en televisión. Supongo que ya para ese entonces le parecía un héroe mentiroso’. Pág. 67
“Mi mamá era la dueña de la casa de Tasso que le vendió al señor Ketín Vidal hace diez años –
prosiguió la mujer–. Incluso recuerdo que no quería que le pagaran en efectivo, pero el señor llevó
ciento cuarenta mil dólares. Para ese instante, Vidal ya había recuperado la compostura y miraba
fijamente hacia la pantalla. La señora continuó: –Incluso el señor pagó tres mil dólares de más, que al
final se lo devolvimos–. ¿Usted declararía lo que acaba de decir ante un juez? –preguntó la conductora a
la señora. Ahora sí a Vidal se le descompuso el gesto. De pronto miraba a la cámara con la rigidez de un
muerto, como si en vez de un artefacto fuera una ventana por donde deshacerse de esa mujer que estaba
a punto de estropearle su hasta entonces intacta reputación de superhéroe. –He llamado porque me da
cólera que este señor venga a decir que no tiene casa –dijo ella¨. Páginas 67 - 68
Los dos párrafos anteriores resumen lo que fue la llamada espontánea e indignada de la señora Ursula
Pardo-Figueroa Flores cuando el querellante Vidal Herrera era entrevistado en vivo en el
programa Panorama. La señora Pardo-Figueroa, es hija de la dueña original de la casa de la calle Tasso.
Para mayores detalles solicitaré su comparecencia ante el juzgado como testigo, ya que, como es su
estilo, el querellante Vidal Herrera sostiene que en el programa Panorama se fraguó el testimonio de
esta señora. Solicitaré, en este mismo escrito, se le tome la declaración testimonial a la señora Pardo-
Figueroa Flores para probar que no se trató de ningún fraude.

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5.- EL HÉROE ENAMORA A LA MUJER DE UN SUBALTERNO.
“Era 1998. Para ese entonces Vidal había llegado a ser director general de la Policía. A pesar de que era
un oficial en retiro, aún lo envolvía la gloria por habérsele atribuido la captura del líder de Sendero
Luminoso. Valverde, en cambio, mantenía sus tres galones de eterno capitán. Por primera vez, dice
él,Ketín Vidal le pidió perdón. –Es verdad que nunca hice nada por ti. Dime qué necesitas ahora.
¿Quieres todavía tu ascenso? –recuerda que le dijo”. Pág. 76
“Así fue que Vidal lo mandó a buscar con su secretario. –Yo podría hacer que asciendas a mayor– le
ofreció el general” Pág. 77
“Valverde me contó que un emisario de Vidal lo había buscado para decirle que –ahora sí– el
general estaba dispuesto a ayudarlo. Le ofrecía diez mil dólares por su silencio. Además, dice
que le mandó a decir una frase que a él no le sonaba extraña: –Tú necesitas ayuda médica. El
general también podría ayudarte con eso–”. Pág. 77
“El capitán parece entender la historia de Vidal con su ex esposa como una traición a un código
de honor que existe entre policías: nunca se le roba la mujer a un subalterno” Páginas 77 y 78
“–El general ha cometido la más grave de la inmoralidades –dice“Pág. 78
En estas cinco citas que ha escogido, pertenecen al quinto capítulo del libro que trata del drama que le
tocó vivir a un oficial de la ex PIP (un subalterno del querellante Vidal Herrera), después que su mujer
iniciara una relación sentimental con el que fuera su jefe en la Policía, Ketín Vidal. (Según versión del
mismo Capitán Valverde Lind). El criterio periodístico para investigar esta historia no era inmiscuirse
en la vida privada de nadie, ni mucho menos, sino simplemente investigar si una suboficial de la Policía
(funcionaria pública) para saber si resultaba o no beneficiaria de una casa que, según una investigación
de la fiscalía anticorrupción, había sido comprada con dinero de un presunto enriquecimiento ilícito.
Estas citas corresponden al testimonio del Capitán PNP en retiro Rafael Valverde Lind, con quien me
reuní unas veinte veces, dos de ellas para entrevistarlo formalmente frente a una cámara de video o a
una grabadora de audio. Además me entregó una carta muy personal, firmada ante un notario público
de Lima con su huella digital incluida, en la que él relata su verdad. (Esta carta fue firmada por Valverde
el 5 de mayo del 2004 ante el notario Alejandro Ramírez Carranza y ya fue mostrada en el programa de
televisión En la boca del lobo, de Frecuencia Latina, que detallo líneas más abajo). Éste, según mis
informantes, gente del entorno del querellante Vidal Herrera, ha sido, quizá, el caso que con mayor
ahínco ha querido evitar que se publique. Para eso no ha escatimado en gastos, esfuerzos y hasta en
chantajes. Esto no lo dice el autor del libro, fue revelado por dos reportajes de la periodista Elizabeth
Rubianes en el programa En la boca del lobo, de Frecuencia Latina, Canal 2, que dirigía el periodista
César Hildebrandt (ambos emitidos en diciembre del año 2004) y donde queda claro que el querellante
Vidal Herrera ofreció hasta diez mil dólares americanos al pobre Valverde a cambio de su silencio. Lo
que no sabía Ketín Vidal es que ya era demasiado tarde. Sin embargo parece que Vidal sí entregó el
dinero ofrecido, antes de que se publique la versión de la revista Etiqueta Negra(agosto del 2004). A
cambio Valverde firmó una carta con su puño y letra en la que desmentía (supuestamente) su versión
anterior sobre la compra de la casa de la urbanización Elio a su ex esposa Luz María Grecco

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Portocarrero. Esta carta se firmó efectivamente el día 21 de julio del 2004 ante el notario Rafael Toledo
y, lejos de ser un certificado de buena conducta como lo presenta el querellante Vidal Herrera donde
puede, es una prueba contundente de otra infracción al código penal vigente.
II.- FUNDAMENTOS DE DERECHO:
Si bien es cierto, los artículos 130º al 132º del Código Penal instituyen los delitos de injuria, difamación
y calumnia como figuras que protegen el bien jurídico honor, es igualmente cierto que otra norma
importante, la Constitución Política, en su artículo 2º, numeral 4º, también reconoce y considera un
derecho fundamental común a todas las personas las libertades de información, opinión, expresión y
difusión del pensamiento mediante la palabra oral o escrita o la imagen, por cualquier medio de
comunicación social. Le solicito resuelva la presente Demanda Privada Querella, siguiendo los criterios
legales, jurisdiccionales y técnicos del “PLENO JURISDICCIONAL DE LAS SALAS PENALES
PERMANENTE Y TRANSITORIAS” de la Corte Suprema de Justicia de la República. (ACUERDO
PLENARIO Nº 3Ç2006/CJ-116, Concordancia Jurisprudencial. Art. 116º TUOLOPJ) que tienen
carácter vinculantepara todos los asuntos referidos a “Delitos contra el honor personal y derecho
constitucional a la libertad de expresión y de información”, como es el caso de la presente
demanda. (ANEXO 1)
PRIMER OTROSI DIGO: En virtud de que el querellante ha invocado el principio de la excepción de la
verdad, en aplicación del artículo 134, numeral 4, del Código Penal; y –como quiera que su despacho
mantiene una desproporcionada medida restrictiva a mi libertad de tránsito en el Perú, lo que no
permite viajar de inmediato al país, pues como ha quedado demostrado en el expediente, vivo y trabajo
en el extranjero desde enero del año 2007, lo cual impide que pueda recoger, de una caja de seguridad
de un banco local, los documentos, expedientes judiciales, atestados policiales, informes de Contraloría,
entrevistas, dictámenes periciales casetes de video y audio, etc., etc., que sustentan mi trabajo
periodístico en este caso– solicito a su despacho hacer las siguientes diligencias para probar la
verdad que todo lo que se señala en el libro “La caída del héroe: la verdadera historia del general
Ketín Vidal”, corresponde a la realidad de los hechos del pasado como funcionario público del
querellante Antonio Ketín Vidal Herrera:
I.- Para probar que todo lo que escribí en el capítulo titulado “El héroe protege a un narcotraficante”
corresponde a la verdad de los hechos, solicito que su despacho requiera de las instancias
correspondientes los siguientes documentos y/o copias de entrevistas periodísticas o programas
periodísticos:

1.- Solicitar a la instancia respectiva del Poder Judicial del Perú, copia certificada del expediente judicial
número 876-89 del 25 Juzgado Penal de Lima. Este mismo expediente fue rotulado como el número
876-89 en la Corte Suprema de Justicia. Especialmente copia del Atestado Ampliatorio número 498-D-
DINTID, de la Dirección de Investigación de Tráfico Ilícito de Drogas de la entonces Policía de
Investigaciones del Perú (PIP), que forma parte de dicho expediente. También es importante los Folios
7405, 7453, 7653 y siguientes, 7667 y 10147. En estos Folios se podrán leer las declaraciones del

61
querellante Vidal Herrera como procesado por el famoso caso “Villa Coca”, su relación con Reynaldo
Rodríguez López, las dádivas, favores o canonjías que recibió, declarado por el mismo querellante.

2.- Solicitar a la Oficialía Mayor del Congreso de la República, copias en DVD, acompañada de la
transcripción oficial respectiva de los siguientes “vladivideos”: A.- Vladivideo número 1292, rotulado
como “Reunión Doctor-Joy Way-Cucluiza”. B.- Vladivideo número 1809, rotulado como “Reunión Doctor
– Ketín Vidal 2”
3.- Solicitar a Compañía Latinoamericana de Radiodifusión, Frecuencia Latina, Canal 2 de Lima, una
copia en DVD del programa Sétimo Día, de abril del 2004, donde se propaló el especial sobre “El caso
Villa Coca y los nexos con el general Ketín Vidal”.
4.- Solicitar a Compañía Peruana de Radiodifusión, América Televisión, Canal 4 de Lima, una copia en
DVD de la entrevista que le hizo la periodista Rosa María Palacios al general Ketín Vidal Herrera en el
programa Prensa Libre del 4 de julio del 2006.
II.- Para probar que todo lo que escribí en el capítulo titulado “El héroe trabaja para Vladimiro
Montesinos” corresponde a la verdad de los hechos, solicito que su despacho requiera de las instancias
correspondientes los siguientes documentos y/o copias de entrevistas periodísticas o programas
periodísticos:

1.- Solicitar a la Dirección de Personal de la Policía Nacional del Perú, el legajo personal del Teniente
General en retiro, Antonio Ketín Vidal Herrera. Asimismo los detalles del concurso de ascenso del grado
de Coronel al de General de la Policía Nacional del año 1991, para saber en qué orden de mérito estuvo
el querellante Vidal Herrera y, de toda la lista de postulantes, cuántos ascendieron y quiénes fueron
estos oficiales. (Todos hombres de confianza de Montesinos que después tuvieron actuaciones
degradantes o controvertidas)

2.- Solicitar a Compañía Latinoamericana de Radiodifusión, Frecuencia Latina, Canal 2 de Lima, una
copia en DVD del programa Contrapunto del día domingo 18 de agosto de 1996, la entrevista que el
conductor Gonzalo Quijandría le hizo al entonces Director General de la Policía Nacional, el querellante,
Antonio Vidal Herrera, sobre las acusaciones del narcotraficante Demetrio Limonier Chávez
Peñaherrera al entonces asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos. La dirección de la empresa
televisiva es Av. San Felipe 968, Jesús María, Lima 11.
2.- Solicitar a Compañía Peruana de Radiodifusión, América Televisión, Canal 4 de Lima, una copia en
DVD del programa La Revista Dominical del domingo 18 de agosto de 1996, la entrevista que el
conductor Nicolás Lúcar de la Portilla le hizo a la entonces Fiscal de la Nación, Blanca Nélida Colán
Maguino, sobre las acusaciones del narcotraficante Demetrio Limonier Chávez Peñaherrera al entonces
asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos. La dirección de la empresa televisiva es Montero Rosas
1099, Santa Beatriz, Lima 1.
3.- Solicitar a Panamericana Televisión, Canal 5 de Lima, copia en DVD del reportaje sobre Vladimiro
Montesinos y Ketín Vidal, realizado por el reportero Alejandro Guerrero y emitido en la edición del

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programa Panorama del domingo 8 de setiembre de 1996. La dirección de la casa televisiva es Av.
Arequipa 1110, Santa Beatriz, Lima 1.
III.- Para probar que todo lo que escribí en el capítulo titulado “El héroe roba el terreno a unos jubilados”
corresponde a la verdad de los hechos, solicito que su despacho requiera de las instancias
correspondientes los siguientes documentos y/o copias de entrevistas periodísticas o programas
periodísticos:

1.- Solicitar a la instancia respectiva del Poder Judicial, copia certificada de los siguientes expedientes:
A.- expediente Nº 191-92 del Cuarto Juzgado Civil de Lima. B.- Expediente Nº 769-92 del Decimocuarto
Juzgado Civil de Lima. C.- Expediente Nº 386-94 del Noveno Juzgado Especializado Civil de Lima.

2.- Solicitar a Panamericana Televisión, Canal 5 de Lima, copia en DVD del programa Panorama de los
días 10 y 17 de marzo del 2002.
IV.- Para probar que todo lo que escribí en el capítulo titulado “El héroe gasta medio millón de dólares
en casas” corresponde a la verdad de los hechos, solicito que su despacho requiera de las instancias
correspondientes los siguientes documentos y/o copias de entrevistas periodísticas o programas
periodísticos:

1.- Solicitar a la Contraloría General de la República copia certificada del Examen de Control Especial
número 010-2002-CG/B302.

2.- Solicitar a Compañía Peruana de Radiodifusión, América Televisión, Canal 4 de Lima, una copia en
DVD del programa A las once con Hildebrandt, del día 7 de junio del 2002, donde el periodista César
Hildebrandt Pérez Treviño entrevista al Contralor General de la República Genaro Matute.
3.- Solicitar a la instancia respectiva del Poder Judicial, copia certificada, con todos sus anexos, del
expediente judicial Nº 217-2004 del 16 Juzgado Penal de Lima.

V.- Para probar que todo lo que escribí en el capítulo titulado “El héroe enamora a la mujer de un
subalterno” corresponde a la verdad de los hechos, solicito que su despacho requiera de las instancias
correspondientes los siguientes documentos y/o copias de entrevistas periodísticas o programas
periodísticos:

1.- Solicitar a la Dirección de Personal de la Policía Nacional del Perú, el legajo personal de la Sub-Oficial
en situación de retiro Luz María Grecco Portocarrero, para verificar si estuvo asignada como
“seguridad” del general PNP Antonio Ketín Vidal Herrera.

2.- Solicitar a la Dirección de Personal de la Policía Nacional del Perú, el legajo personal del Capitán PNP
en situación de retiro Rafael Valverde Lind.

63
3.- Solicitar a Compañía Latinoamericana de Radiodifusión, Frecuencia Latina, Canal 2 de Lima, una
copia en DVD del programa En la boca de del lobo, de noviembre del 2004, reportajes de la periodista
Elizabeth Rubianes sobre el caso del Capitán PNP en retiro Rafael Valverde Lind.
SEGUNDO OTROSI DIGO: Solicito se tome declaración testimonial a las siguientes personas, y se me
notifique con la debida anticipación para que mi defensa legal pueda participar en las diligencias de
toma de testimoniales.
1.- A Marco Miyashiro Arashiro, identificado con DNI 22974228, y a quien se le deberá notificar en el
siguiente domicilio: Calle 1 de Julio 339, Magdalena del Mar, Lima. El General PNP en retiro Miyashiro
conoce de cerca la actuación del querellante como director de la DINCOTE.

2.- A Gustavo Gorriti Ellenbogen, identificado con DNI 06148698 y a quien se le deberá notificar en el
siguiente domiciliado: Segundo Minchan Infantes 140, Dpto. 301, Urbanización La Aurora, Miraflores.
El prestigioso periodista peruano fue el que mejor investigó el caso Villa Coca y en su momento, como
lo hemos señalado líneas arriba, escribió sobre la relación de este escándalo con el querellante Vidal
Herrera.

3.- A Raúl Chávez Gonzáles, identificado con DNI 09870729, y a quien se le deberá notificar en el
siguiente domicilio: Av. Velasco Astete S/N, Santiago de Surco. Este General PIP en retiro encabezó el
equipo especial de la entonces Policía de Investigaciones del Perú que vio el caso “Villa Coca”, los
mismos que elaboraron el Atestado Ampliatorio número 498-D-DINTID.

4.- A Walter Iparraguirre Vásquez, identificado con DNI 06278465, y a quien se le deberá notificar en el
siguiente domicilio: Calle Los Madrigales 118, 2 piso, Urbanización Santa Felicia, La Molina, Lima. El
señor Iparraguirre Vásquez es hijo de los legítimos dueños del terreno, ubicado en Pueblo Libre, que
terminó adueñándose el querellante Vidal Herrera y su hermano Waldir. No puedo citar a sus padres
porque uno de ellos, Carlos Iparraguirre Blondet, falleció hace poco en Nueva Jersey, Estados Unidos,
sin poder recuperar el único patrimonio que pudo comparar en la vida.

5.- A Sergio Cardenal Montesinos, identificado con DNI 07814161, y a quien se le deberá notificar en el
siguiente domicilio: Avenida La Paz 434, Dpto. 303, Miraflores, Lima 18. El Dr. Cardenal Montesinos fue
testigo de cómo el querellante Vidal Herrera trabajo como “analista de inteligencia” en el estudio
Montesinos que, por coincidencia, estaba ubicado en el mismo edificio del estudio de él.

6.- A Zócimo Ventura Acuña Ramírez, identificado con DNI 07577879, y a quien se le deberá notificar
en el siguiente domicilio: Pasaje Tingua 145, Lince, Lima. Es, como hemos explicado ampliamente en
este escrito, el ex corredor inmobiliario del querellante Vidal Herrera.

7.- A Úrsula Lourdes Pardo-Figueroa Flores, identificado con DNI 07750227, y a quien se le deberá
notificar en el siguiente domicilio: Calle Uno, número 1064, Interior 303, Córpac, San Isidro, Lima. La
señora Pardo-Figuera es hija de la dueña original de la casa de la calle Tasso 290 en San Borja. Ella llamó

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al programa Panorama para contar la verdad de los hechos, el querellante ha dicho, y lo ha repetido en
su querella, materia de esto proceso, que ella nunca llamó, que todo se trató de un fraude de los
periodistas, entre los que incluye al autor del libro.
8.- A Luz María Grecco Portocarrero, identificado con DNI 43741108, y a quien se le deberá notificar en
el siguiente domicilio: Calle Lino Mendoza Mz. V, Lote 12, Urbanización Honor y Lealtad, Santiago de
Surco, Lima. La Sub Oficial de la PNP que vivió en la casa de la urbanización Elio.

9.- A Vladimiro Ilich Montesinos Torres, a quien se le deberá notificar en el siguiente domicilio: Base
Naval del Callao, en virtud de que cumple una condena por haber sido sentenciado por la justicia
anticorrupción del Perú. El señor Montesinos deberá responder por sus gestiones, que lo ha dicho
reiteradamente, hizo para ayudar al querellante Vidal Herrera en varias ocasiones, las que han sido
ampliamente explicadas en el presente escrito.

OTRO SI DIGO TRES: Reitero mi pedido, hecho en el escrito 2 de mi defensa, que habiendo cumplido
con apersonarse y señalar domicilio legal, solicito se deje sin efecto la Resolución Nº 06, de fecha 23
de Abril del presente año, emitida por su despacho que me declara REO AUSENTE,
suspendiéndose el mandato de ubicación y traslado compulsivo a su despacho. Medida que
considero desproporcionada y que atenta contra tres de mis derechos fundamentales: Derecho a la
defensa, Derecho al libre tránsito en territorio nacional y mi Derecho al debido proceso. Por no existir
ninguna causal para tal medida, máxime si con este escrito cumplo con responder el fondo de la querella
motivo de este proceso, señora Jueza le pido resuelva en consecuencia.
MÁS SI DIGO: El presente escrito se presenta a su despacho bajo el amparo del Artículo 290 del Texto
Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
José Carlos Paredes Rojas

DNI 07619363

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PUBLICACIÓN DE REPORTAJE EN ISSUU

https://issuu.com/etiqueta-negra/docs/ketin_vidal-las_mentiras_de_un_h_roe_oficial__en_

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LAS MENTIRAS DE UN HÉROE OFICIAL

PUBLICADO: 4 OCTUBRE 2008 EN JOSÉ CARLOS PAREDES

1. EL HÉROE PROTEGE A UN NARCOTRAFICANTE.

Shakespeare creyó que valía la pena conocer al general Vidal. Nicholas Shakespeare es un escritor
británico que por ese entonces trabajaba en THE DANCER UPSTAIRS, un proyecto de novela sobre la
captura del líder de Sendero Luminoso. El novelista estuvo en el Perú, donde se entrevistó con varias
personas que luego convertiría en personajes de ficción. Todos reconocían a Ketín Vidal como cerebro
y héroe de la captura del siglo. Tiempo después de publicada la novela, a Hollywood le interesó esta
historia y el actor John Malkovich debutó como director llevándola de la literatura al cine. En el filme
THE DANCER UPSTAIRS, el general Vidal es el agente Rejas. El personaje es un policía honesto. Sabe
hablar quechua, tiene una esposa frívola y se enfrenta a unos militares corruptos para poder capturar
al líder terrorista. Salvo una parte de la historia de la captura, casi todo lo demás es ficción en la ópera
prima de Malkovich. Aunque no del todo. Hay una escena en la que el policía se describe a sí mismo:

–Hace un tiempo era abogado –dice Rejas–. Así que estoy familiarizado con la corrupción.

Es verdad. El general Ketín Vidal se convirtió en abogado cuando lo expulsaron de la ex Policía de


Investigaciones del Perú. Ahora dice que no fue así, que se debió a un error, a una injusticia, que a él
jamás debieron separarlo. Casi nadie sabe que la historia de ese episodio dice lo contrario. Era el
invierno de 1985 cuando una explosión en Surco, un barrio residencial de Lima, hizo que se descubriera
por casualidad a una mafia de productores de cocaína. Era la organización de narcotraficantes más
sofisticada que se conocía hasta entonces, y la prensa bautizó a su cabecilla con el cinematográfico alias
de El Padrino. Y al lugar, lo apodaron Villa Coca.

El Padrino cumplía en realidad dos papeles: podía ser un generoso capo del narcotráfico o un ahijado
de lo más mimado. En el otro extremo de esa relación de ida y vuelta, había oficiales de la policía de
investigaciones que lo habían protegido a cambio de dinero y regalos. Algunos de esos agentes acabaron
en la prisión. A otros los expulsaron. Ketín Vidal, en ese entonces coronel, fue uno de ellos1.

****

–Vidal debió ir a la cárcel hasta por siete motivos más que yo.

Me lo dice José Jorge Zárate, un general de aquella policía de investigaciones que por diecinueve años
ha evitado hablar sobre este tema. Jorge es su primer apellido. Recuerda que cuando era jefe del
comandante Ketín Vidal, fue él quien le presentó El Padrino a su subalterno. Ahora que ya cumplió su
condena de siete años de encierro, el general Jorge Zárate acepta contarme algunos detalles. Lo hace
desde su retiro en una casa de campo en las afueras de Lima.

Para llegar hasta allí hay que atravesar el cauce de un río seco que no tiene puente. Es una mansión
amurallada de unos ocho mil metros cuadrados donde este ex jefe de policía ahora siembra hortalizas,
cría caballos, juega con sus perros labradores y tiene tiempo de sobra para leer. Ésta es la segunda vez
que lo visito. Antes de que me abriera la puerta, Jorge Zárate estaba sentado leyendo “El código Da
Vinci”. Sobre la mesa de su terraza al aire libre, hay vasos con agua de manzana, un cuaderno de notas
y un cenicero. También una grabadora de audio.

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–Nos conocemos muy bien, desde 1968 –recuerda–. Incluso lo recomendé para que pudiese ir a estudiar
a la KGB.

El general Jorge Zárate tiene la voz parsimoniosa y se le ve como un abuelo granjero. Viste un suéter de
botones y unos pantalones de lanilla, e imagino que así también lucirá el general Ketín Vidal cuando
cumpla los setenta años. Ambos se parecen en la estatura pequeña, en la simpleza de su ropa y en su
físico inofensivo de policías de oficina: delgados, sin músculos, lentos de movimiento, pero con una
habilidad para memorizar fechas, documentos y nombres.

El general me había contado antes que más de una vez pudo revisar el expediente de su juicio página
por página, algo más de catorce mil. Suficientes papeles como para fundar una imprenta casera.

–Espera un minuto –me interrumpe Jorge Zárate.

De la terraza ingresa a su sala a través de una mampara cubierta por una malla contra los mosquitos.
Transcurre un minuto. Ahora dos. Tres. Mientras aguardo que regrese, hojeo mis apuntes sobre Villa
Coca. A ver: el laboratorio de cocaína de El Padrino estalló un miércoles por la mañana en una casa de
la Urbanización Higuereta, en Surco. Fue el 24 de julio de 1985, cuatro días antes de que hubiera un
cambio de gobierno. Era una época de atentados terroristas, y algunos vecinos decidieron avisar a la
policía antes que a los bomberos. Pensaron que se trataba de otro ataque de Sendero Luminoso.

Villa Coca quedaba en una esquina. Los primeros que entraron en ella fueron unos agentes expertos en
explosivos. Uno de ellos describiría así la escena que encontró en el segundo piso: «Había bidones de
éter y una alfombra de cocaína». Había también un muerto y otras personas que habían tratado de
apagar el fuego y barrer el polvillo. Varias compartían dos apellidos: Rodríguez y López. A todas las
detuvieron.

Pero el estallido más violento vendría días después, cuando se descubrió que no se trataba de una
simple casa, sino de un condominio que ocupaba la mayor parte de esa serena cuadra del barrio
residencial de Surco. El mismo domingo de cambio de gobierno se transmitieron las imágenes por
televisión: eran ocho residencias conectadas entre sí que compartían una piscina, un baño sauna,
balcones con faroles que daban a un patio interior y dos salones de baile. El apodo del señor que reinaba
allí era perfecto: Reynaldo Rodríguez López, El Padrino.

La revista Caretas era la publicación a la que más se le podía creer en estos casos. En la edición que
dedicó al escándalo Villa Coca, un reportero describe que al enterarse de que habían capturado a El
Padrino y a sus hermanos, un oficial de baja graduación exclamó:

–Estos sí que son peces gordos. Pero ahorita salen.

Era un lugar común en el Perú: a los delincuentes que han conseguido corromper a la policía nunca les
esperan años de años de cárcel. De esta escena se deducía que algunos agentes sabían que la
organización de Rodríguez López había llegado hasta los altos mandos de la ex policía de
investigaciones.

Ésta fue en verdad la mayor explosión: El Padrino tenía diecisiete empresas para ocultar su mafia. La
más importante se llamaba Servicios Turísticos Internacionales, Setur-In. Era una agencia de viajes.
Meses antes del escándalo, un diario de Lima publicó que esa empresa enviaba inmigrantes ilegales
peruanos a Estados Unidos vía México.

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Extrañamente, el reportaje se frenó con el primer informe. Después se correría el rumor de que
Reynaldo Rodríguez López los había callado regalándoles pasajes de cortesía y sobornando a sus
gerentes. Cuando fue capturado, el propio capo de Villa Coca confirmaría ese rumor. Al parecer, lo hacía
con todo el mundo. Al menos, me consta que lo hacía con sus agentes protectores de la policía de
investigaciones. De hecho, hay una boleta de Setur-In por dos pasajes a nombre de Antonio Vidal
Herrera.

****

El general José Jorge Zárate regresa después de quince minutos. Me hace recordar que luego de nuestra
primera reunión me había enviado una carta. Ahora me la pide. Es una selección de citas del juicio sobre
Villa Coca referidas explícitamente al general Vidal. Jorge Zárate las había escrito a mano pero me había
prometido que me las enviaría por correo electrónico. Al cabo de unos días, cumplió su palabra. Él llama
a su carta una ayuda-memoria.

El general la toma en sus manos y lee.

–¿Ya ves? –dice–. Aquí está todo lo que hay que saber sobre el expediente.

Transcurre quizá un minuto. Jorge Zárate es de verdad un hombre parsimonioso. Quizá es lo que se
aprende cuando a uno lo obligan a pasar siete años de su vida encerrado.

–Esto lo transcribí directamente –suspira al fin–. Cuando leas el expediente, verás que no te miento.

Le creo. Las citas del general Jorge Zárate sólo sirven para confirmar lo que he podido averiguar por
otros medios. Por ejemplo, en el atestado policial del caso Villa Coca: Vidal sabía que Rodríguez López
era un narcotraficante. Tres días después de la Navidad de 1983, recibió una nota del servicio de
inteligencia. Era confidencial. Allí se detallaba que El Padrino era el jefe de una de las organizaciones
más grandes de narcotráfico del Perú. Lo había logrado con el apoyo de varios hombres importantes de
la policía.

Jorge Zárate toma bruscamente de la mesa sus apuntes. Acaba de recordar algo más.

Vidal, según él, reconoció haber visitado las oficinas de Setur-In a pesar de que sabía que podía tratarse
de la empresa-fachada de un mafioso. Es más, asistió al matrimonio de una hija de El Padrino apenas un
mes antes de que explotara Villa Coca. Entonces ya era coronel de la policía. Se puede ver a Ketín Vidal
celebrando en varias fotos y en un video. «Yo no asistí a ese matrimonio –deslinda Jorge Zárate–. Él tenía
más intimidad con Reynaldo». Pero sabe aún más.

Recuerda que El Padrino le compró de todo a Vidal: agujas para un tocadiscos, medicamentos para su
esposa traídos del extranjero, casetes para equipos de video, un sacón, discos y que hasta le instaló un
número de teléfono privado. Tres meses después del estallido de Villa Coca, esa línea telefónica pagada
por El Padrino seguía funcionando en la oficina del coronel Vidal. Todo esto está por escrito en el
expediente judicial del caso.

–Vidal veía a Reynaldo Rodríguez López mucho más que yo –repite Jorge Zárate.

Afuera ya es de noche.

–Era obsesivo, todo lo apuntaba –añade sobre El Padrino.

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El apellido «Vidal» aparece veintidós veces en la trascripción de las agendas personales del capo de Villa
Coca. En unas lo llama «Antonio». En otras se refiere a él como «Ketín» y en unas más «Coronel». En la
hoja del siete de septiembre de 1981 se menciona por primera vez una cifra: «García P.-100.000-Asunto
Vidal». El 24 de septiembre del mismo año, aparecen dos cifras juntas: «Ketín-130.000 y 30.000».

Nada nuevo: meses atrás, había entrevistado a ese fiscal de la Nación, César Elejalde, que dirigió ese
proceso. Él me mostró los mismos documentos. –¿Sabes por qué Vidal no fue a la cárcel? –me pregunta
Jorge Zárate cuando ya estoy por partir.

Sólo los faros del auto pueden cortar la sólida oscuridad del campo.

–Porque Vladimiro Montesinos fue su abogado, y no el mío.

2. EL HÉROE TRABAJA PARA VLADIMIRO MONTESINOS.

Una fotografía en blanco y negro los muestra con caras de adolescentes encerrados en un cuartel:
Vladimiro Montesinos y Ketín Vidal tienen en ella la mirada rígida, el pelo cortado al rape y el cuello
tenso de unas camisas que parecen almidonadas. De los dos, sólo el precadete Montesinos sonreía en
primer plano. Vidal ocupaba un lugar al fondo del aula, en una carpeta del montón. Esta fotografía fue
divulgada en el horario estelar de un programa de televisión un domingo de septiembre de 1996. La
calificaron de primicia periodística, pero apenas probaba que Montesinos y Vidal habían estudiado
juntos en una antigua escuela militar de Lima.

No era ninguna novedad para algunos que le seguían la pista a Montesinos. Varios de los hombres que
trabajaron en el gobierno de Fujimori para el ex asesor me contaron que la difusión de aquella imagen
había sido una noticia ordenada por el propio Montesinos. Algo típico en su manual de intrigante asesor
de inteligencia: entregar una fotografía, un video o una cinta de audio a un programa de televisión de
gran audiencia para tratar de distraer la atención con un nuevo escándalo. La difusión de esa fotografía,
me dijeron, había sido la tercera parte de un plan de Montesinos para defenderse a sí mismo de una
acusación por narcotráfico.

La policía de Colombia había apresado a un narcotraficante apodado Vaticano. Cuando lo trajeron al


Perú, Vaticano declaró a un juez que pagaba a Montesinos cincuenta mil dólares al mes para que le
permitiera enviar cocaína a Colombia. Montesinos era un funcionario del Estado, de modo que debían
investigarlo. Una de las responsables de hacerlo era la fiscal de la Nación Blanca Nélida Colán, pero
terminó apareciendo en el programa “La revista Dominical” sólo para protegerlo.

Según ex servidores de Montesinos, la presentación televisiva de la fiscal fue sólo la segunda parte de
un plan que el ex asesor de inteligencia utilizó para defenderse.

La primera parte, según ellos, fue ésta: otro de los que debían investigar a Montesinos era el director de
la policía de entonces, el general Ketín Vidal. Revisando archivos de video, ese mismo domingo de agosto
de 1996 en que la fiscal fue a defender a Montesinos en un canal de televisión, por la mañana el general
Vidal había ido a otro. Ese programa se llamaba CONTRAPUNTO. Play. El general Vidal aparece vestido
con su uniforme de gala y dice:

–El señor Vladimiro Montesinos, como todos sabemos, es asesor en asuntos de inteligencia en la lucha
contra la subversión y el narcotráfico. Me resulta difícil creer que alguien con tanta responsabilidad en
el país esté involucrado con un delincuente.

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–¿Usted está defendiendo a su amigo? –le pregunta el conductor del programa.

–Yo no soy defensor ni juez para defender o acusar a nadie.

Unas semanas después, un tercer programa habría de difundir aquella primicia de la fotografía de
Montesinos y Vidal en la escuela militar. Era, me dijeron sus ex servidores, la tercera parte del plan. La
voz en off del reportero que consiguió la foto decía que Montesinos y la policía del Perú, dirigida por el
general Vidal, habían apresado juntos a Vaticano. Eran socios y trabajaban en equipo. De modo que
parecía insensato creer que un capo del narcotráfico hubiese podido sobornar a uno de sus captores.
Tiempo después, Vaticano habría de retractarse de su acusación. Dijo que nunca le había pagado nada
a Vladimiro Montesinos. Ese día fue llevado al tribunal tambaleándose. Casi ni podía hablar.

****

Siempre que alguien le pregunta por su relación con Montesinos, el general Ketín Vidal dice que nadie
escoge a sus compañeros de promoción. En verdad, sólo estuvieron juntos en la desaparecida escuela
de precadetes para el Ejército, porque de los casi doscientos alumnos que estudiaban allí, Vidal no logró
calificar entre los cien primeros. Eso lo eliminó para el Ejército. Luego se hizo policía.

Años después ambos habrían de encontrarse vestidos de civiles. A Ketín Vidal lo despidieron de la
policía en 1985. Para ese tiempo, a Montesinos ya lo habían expulsado del Ejército y era un abogado de
narcotraficantes. Por coincidencia, la separación de Vidal tuvo que ver con el escándalo de Villa Coca.
La explosión de aquel condominio donde se fabricaba cocaína había permitido saber que algunos
oficiales de policía protegían a El Padrino. A unos cuantos los enviaron a la cárcel. A otros, como el
entonces coronel Vidal, sólo los despidieron.

Un día fui a conversar con Sergio Cardenal Montesinos, un primo hermano de Vladimiro cuya oficina
quedaba en el mismo edificio donde por esa época el futuro asesor había instalado su estudio de
abogados. Cardenal me contó que allí se citaban algunos defensores del caso Villa Coca. También me
dijo que Ketín Vidal empezó a frecuentar ese estudio.

–Yo llegaba a las ocho de la mañana y él ya estaba esperando afuera, en su Toyota destartalado –me dijo
Cardenal–. Subía y bajaba de la oficina de Montesinos.

El general Vidal siempre ha negado estas visitas. Al menos en público. Pero Montesinos tenía una
obsesión por los videos. Lo grababa todo: sus conversaciones con ministros, la entrega de dólares con
que sobornaba a algunos dueños de canales de televisión, las manías del hijo menor del presidente, la
intimidad de sus citas sexuales. A esa colección de videocasetes le pusieron el sobrenombre de
vladivideos.

Uno de los vladivideos está archivado en el Congreso del Perú con el número 1809. En la etiqueta del
casete, alguien ya le había colocado una identificación: «Reunión Doctor-Ketín Vidal 2». A Montesinos
le encantaba que lo trataran de doctor. Debajo, una fecha: 25 de diciembre de 1999. Play. Montesinos
llama a Vidal «Antoñito» por su primer nombre, y el general lo llama «Vladi» y a veces «Vladicito». Se
elogian mutuamente. Ketín Vidal le dice a Montesinos: «Tu inteligencia, tu generosidad te van a ayudar».
Antes, en la misma reunión, le había dicho:

–Vivo muy reconocido por todo lo que me has apoyado.

Y casi de inmediato:

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–Me has ayudado en mi carrera, yo no lo olvido.

–Claro –dice Montesinos.

Luego el general añade:

–Tú tienes que estar seguro, Vladi, por ese lado seguro de que siempre me portaré como amigo.

En otro de sus vladivideos, Montesinos es más explícito acerca de esta ayuda. Son las cintas 880 y 881,
del 29 de abril de 1998. Es una reunión del asesor de inteligencia con el presidente Fujimori y dos de
sus ministros. Para añadir suspenso al relato que está por iniciar, Vladimiro suelta una frase:

–Bueno, yo les cuento la historia de Ketín Vidal.

Empieza con sus calificaciones en la escuela militar. Se burla de él diciendo que estuvo entre los cien
que se fueron a su casa. Lo califica de bruto. Prosigue con un encuentro casual en la facultad de Derecho
de la Universidad de San Marcos, hasta que llega al año 1985 en que separaron a Vidal de la policía. Y
continúa:

–Entonces, un día de repente me tocan el timbre de mi estudio. Pasó y me dijo medio llorando: hermano,
me han pasado al retiro y ahora qué voy a hacer.

Montesinos cuenta lo que él le respondió, y luego se enorgullece:

–El abogado fui yo. Yo fui el abogado del juicio que duró cinco años.

Inclusive le pagaron la famosa indemnización por tiempo de servicios.

Unos minutos después dice que el general Vidal trabajó con él:

–Durante esos cinco años yo lo incorporo a mi estudio. Le digo: mira, como tú eres policía y yo soy
abogado penalista, trabaja conmigo y ayúdame. Yo tengo mucho contacto con la policía para la solución
de los clientes. Tú me ayudas y, bueno, compartimos los honorarios. Cinco años estuvo trabajando en
mi estudio de abogados. Era mi ayudante.

Cada vez que alguien le ha recordado al general Vidal esta familiaridad con que Montesinos se refería a
él, ha respondido que a éste no se le puede creer nada. Pero Sergio Cardenal coincide casi por única vez
con su primo. En una entrevista le pregunto:

–¿Qué era Vidal en el estudio de Montesinos?

–Un colaborador –me dice Cardenal–. Una especie de cliente que pagaba su juicio ayudándolo con sus
trámites porque quería volver a la policía.

Luego añade:

–Investigaba las informaciones que llegaban desde Colombia.

****

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Cuando Montesinos restableció su relación con los servicios de inteligencia del Perú, ya no era aquel
traidor a la patria a quien habían expulsado del Ejército a fines de los setenta por vender información
confidencial. Era un hombre de confianza del último ministro del Interior del entonces presidente Alan
García2. A finales de la década del ochenta, a ese ministro le pidió el favor de restituir a Vidal a la policía.
Como él mismo dijo, consiguió que incluso le pagaran todos los sueldos que había dejado de cobrar
desde su salida.

Meses después, Montesinos se convertiría en el principal asesor del presidente Fujimori. Era el hombre
más poderoso del Perú de aquella época. Empezó a manejar el Servicio de Inteligencia Nacional y, como
dicen sus colaboradores, buscaba a un hombre de confianza para que espiara a sus espías. Así fue como
en sólo seis meses, catapultó a Ketín Vidal de escandaloso coronel retirado a general rejuvenecido. Una
tabla de calificaciones policiales de diciembre de 1990 registra que entonces había treinta y siete
coroneles que postulaban a tan sólo cuatro plazas de general. El coronel Vidal aparece allí en el puesto
treinta y tres. Un instructor de la policía asegura que con estas calificaciones es imposible que un
coronel pretenda convertirse en general. Aun así, Ketín Vidal lo consiguió.

La captura de Abimael Guzmán, el líder de Sendero Luminoso, no fue sin embargo un motivo para
afianzar esta relación entre el general Vidal y Montesinos. Al contrario. Casi todos los oficiales del Grupo
Especial de Inteligencia que estuvieron allí en septiembre de 1992 me dijeron que esa fue la primera
vez que el asesor sintió que Vidal lo traicionaba. La prueba, según ellos, era que Montesinos lo castigaría
por haberlo hecho.

No podía perdonar que se hubiera atribuido la captura del líder senderista. El ex asesor siempre quiso
llevarse esos aplausos. Al saber que los agentes de aquel grupo de inteligencia estaban a punto de
lograrlo, había ideado un plan para robarles la información. Primero, me dijeron los agentes,
Montesinos les envió a sus hombres del comando paramilitar Colina, pero no le resultó. Recién luego,
recuerdan, Montesinos les envió al general Vidal. Lo habían nombrado subjefe –y luego jefe– de la
Dirección Contra el Terrorismo, la unidad que tenía la responsabilidad de apresar a los cabecillas de
Sendero.

La noche de la traición, es decir, la noche que detuvieron a Abimael Guzmán, el general llamó a una
televisora para darle la primicia, y después entregó a una periodista amiga un videocasete en el que el
fundador de Sendero Luminoso aparecía derrotado frente a él. Tan lejos había llegado el general que el
asesor Montesinos se enteró de la captura horas después estando en una playa a unos treinta kilómetros
al sur de Lima. Entonces cogió su teléfono y exigió que le llevaran al terrorista a su despacho para que
él pudiera convertirse en el vencedor de esa historia. Era demasiado tarde. Los peruanos tenían el
nombre de un nuevo héroe grabado en su memoria: Antonio Ketín Vidal.

Luego se ocupó de la venganza: al general Vidal lo cambiaron de puesto a fin de año. Además, se
desactivó el Grupo Especial de Inteligencia. Los ochenta y cuatro agentes de la unidad especial que había
apresado al líder de Sendero sabían quién había dado esa orden. Y conocían por qué.

****

Algunos peruanos tuvieron la iniciativa de convertir a su héroe en presidente de la República. Javier


Pérez de Cuéllar, el diplomático que había ocupado la secretaría general de las Naciones Unidas, y que
postuló en las elecciones presidenciales del Perú en 1995, trató de convencer a Ketín Vidal de unirse a
su lista.

Al final, el general Vidal se negó. Le explicó al prestigioso diplomático que no habían aceptado su
renuncia en la policía. Emma Mejía Guzmán, la mujer que acompañaría cinco años más tarde a un

73
prófugo Montesinos en su fuga a Venezuela, ha declarado que si Vidal conversó con aquel diplomático
fue por encargo de Vladimiro4. Pérez de Cuéllar podía representar un peligro para la reelección de
Fujimori. Según la mujer, el general volvió a amistarse con quien lo había castigado por haber aceptado
esta nueva orden. Un año después, a Ketín Vidal lo nombraron director general de la policía. Todos los
que han trabajado cerca de Montesinos, incluido su primo Sergio Cardenal, dicen que esos cargos sólo
los aprobaba el asesor.

–Yo lo reconocía por su voz –recuerda Wilder Ramos, un capitán del Ejército que trabajó como
secretario de Montesinos por esos años–. Antes de que él me dijera: «Soy Toño», ya sabía que era el
general Vidal.

Otro de los secretarios de Vladimiro Montesinos me contó algo más. Que cuando a su jefe se le ocurría
conversar con Ketín Vidal, mandaba a uno de sus agentes «a traerlo» de inmediato. Lo dice con estas
palabras, enfatizando que existía una relación de sometimiento. Como si Montesinos no olvidara que el
general había sido un ayudante de su estudio de abogados que defendía narcotraficantes: a fin de
cuentas, un tipo que le debía favores y que hasta se había atrevido a traicionarlo.

Una noche, cuando Montesinos era ya un prófugo sin poder, pidió que buscaran a Ketín Vidal. Uno era
el hombre más odiado del Perú. El otro, en cambio, había sido nombrado ministro del Interior del
gobierno de transición que siguió a la renuncia de Fujimori. Todos querían al general. Era como la
personificación de la honestidad. La mujer que lo acompañó en su fuga cuenta que en el velero que los
alejaba del Perú, Montesinos estaba paranoico y juraba que lo iban a matar. Recuerda que la llamó a la
sala privada del velero y que le pidió que si algo le llegaba a suceder, buscara al general y le rogara
cuidar a la última de sus hijas. Según le dijo, la niña era ahijada de Vidal. Ella dice que cuando Montesinos
se enteró de que al general le habían dado el cargo de ministro, soltó una risa de alivio. «Me debe
mucho», recuerda que le dijo entonces.

Después de permanecer un tiempo oculto en Venezuela, el tipo que le cuidaba las espaldas, su protector,
lo delató. Temía por su propia vida. El propio presidente de Venezuela, Hugo Chávez, había negado la
presencia de Montesinos en su país, pero el FBI ya sabía de su paradero. Antes de que lo capturasen, el
guardaespaldas lo entregó a la Dirección de Inteligencia Militar de Venezuela. El general Ketín Vidal se
enteró del arresto cuando escuchó al presidente venezolano dar la noticia. Era el domingo 24 de junio
de 2001. Luego se embarcó a ese país para recogerlo. Hay otro video, uno de cuando ambos están dentro
del avión que traía al ex asesor de vuelta a Lima. Allí Vidal aparece sentado en primera fila, y parece casi
paralizado, con la cara de quien sabe que ha cometido un error. Montesinos lo mira desde su butaca, al
fondo, con las manos esposadas. Está sonriendo, como si se burlara de él.

3. EL HÉROE LE ROBA EL TERRENO A UNOS JUBILADOS.

–Tienen que comprender, muchachos: este dinero es para mi jubilación.

El agente Ardilla recuerda que esto era lo que solía responderles el general Vidal cada vez que sus
oficiales le comentaban algo sobre su extraño negocio. En verdad, eran dos los negocios del general. Uno
era el alquiler de su auto a la unidad policial que el mismo Vidal comandaba. El otro era enviar a reparar
todos los coches de esa unidad en un taller de mecánica que administraba su hermano, Waldir Vidal.

Sólo por alquilar su auto, el general le añadía mil dólares mensuales a su sueldo. El nombre de Ardilla
es Julio Becerra y fue el primer policía que entró en la casa de Abimael Guzmán el día de su captura.
Conoce al general Vidal desde 1991, cuando éste fue destacado a la Dirección Contra el Terrorismo.

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Becerra conserva aún el mismo recuerdo del héroe que casi todos los policías que lo conocen: un
hombre inteligente y hábil para encontrar pistas secretas en un documento clasificado, con el tono de
voz de un predicador de la Biblia, pero también el aspecto de alguien que jamás ha corrido detrás de un
ladrón de carteras. Peor aún: un jefe capaz de traicionarlos. Lo que Ardilla no se explica es por qué un
tipo como Ketín Vidal podía haberse interesado en negocios que le daban tan poco dinero y le restaban
prestigio.

El agente dice que el auto que Vidal alquilaba para su unidad era un antiguo Toyota blanco que se
estropeaba de cuando en cuando. Lo mismo les ocurría a los otros coches de esa unidad policial, también
viejos y en malas condiciones. Cuando alguien iba a decírselo al general, Vidal los enviaba al taller de su
hermano. Esas cuentas, según Ardilla, las pagaba la policía.

Becerra recuerda que visitó muchas veces ese taller. Me dice que quien lo atendía era Waldir Vidal, y
que así como él, todos los agentes sabían que era el hermano del jefe. El lugar era una factoría
improvisada en un terreno vacío del distrito de Pueblo Libre, una antigua zona agrícola de Lima donde
por entonces se empezaban a construir nuevas urbanizaciones. Afuera no había un solo cartel que
indicara que allí se reparaban los vehículos de los policías más amenazados del país. Pero lo que podría
parecer una medida de seguridad, en realidad escondía un fraude1.

–Este terreno es mío –me diría Carlos Iparraguirre, un jubilado a quien una mañana acompañé a visitar
ese lugar.

Iparraguirre lloraba frente a mí. Me contó una historia que para él se resumía en unos papeles que ese
día llevaba en la mano. Según esos documentos que había firmado un notario, Carlos Iparraguirre
Blondet y su esposa terminaron de pagar aquel terreno en 1990, después de diecinueve años de haberlo
comprado a una inmobiliaria.

Para Iparraguirre, un jubilado que acaba de cumplir ochenta y tres años, el general Vidal y su hermano
Waldir son unos ladrones. Dice que le han quitado ese terreno. Al principio, me pareció una exageración.

****

–No conozco al señor Iparraguirre, nunca he conversado con él –dijo Vidal en una entrevista televisada.

Lo negó ante las cámaras de televisión, luego de que en un reportaje el jubilado le volviera a decir ladrón.

La verdad es que Ketín Vidal sí lo conocía. Años atrás, en uno de los varios juicios que han enfrentado a
los hermanos Vidal con Carlos Iparraguirre, el general reconoció delante de una fiscal, que lo había
recibido dos veces para conversar y encontrarle una solución al problema que tenían. Pero esa noche,
en el set de televisión, cuando la conductora que lo entrevistaba se lo recordó, el general Vidal cambió
de tema.

–No entiendo las lágrimas del señor –le dijo–. No sé por qué hace todo esto. Si de mí dependiera, si el
terreno fuera mío, gustoso se lo obsequio. Pero es de mi hermano.

En esto al menos no mentía. Para la época de esa entrevista, en marzo de 2002, su hermano ya se había
adueñado de los doscientos cincuenta metros cuadrados del jubilado. Pero lo que el héroe de la policía
evitó declarar esa noche en la televisión fue que la familia Iparraguirre había tardado dos décadas en
pagar ese terreno, y que él y su hermano lo habían invadido para instalar allí un taller mecánico,
cubierto tras un cerco de arbustos.

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Cuando Iparraguirre y su hijo me llevaron a ver su terreno, una semana antes de esa entrevista
televisiva a Vidal, los arbustos habían sido reemplazados por una pared de madera pintada de celeste
en la que destacaba una puerta angosta. La tocaron y abrió un desconcertado vigilante que no pudo
detener al hijo del anciano quien cruzó el umbral y exigió que pasáramos. Ambos volvían a pisarlo
después de varios años. Se los veía muy exaltados. Pero el terreno no estaba vacío. Había montículos de
tierra y trozos de ladrillos regados por todas partes, como si hubieran demolido una casa. Daba la
impresión de que alguien preparaba el terreno para una nueva construcción. Al fondo, al lado de una
caseta, quedaban algunos tubos de fierro, piezas antiguas, y hasta un automóvil desmantelado. «Éste es
mi lote», dijo Carlos Iparraguirre caminando con lentitud. Tirado en el suelo, había un ejemplar de la
revista de la policía en la que aparecía el general Vidal.

La pesadilla del jubilado empezó una década atrás, cuando Ketín Vidal estaba a punto de convertirse en
héroe por la captura del líder de Sendero. Era julio de 1992, y entonces Iparraguirre no sospechaba lo
que estaba sucediendo en su terreno. Durante años había querido construir allí, pero nunca pudo
hacerlo. Su salario de empleado en una minera apenas le alcanzaba para mantener a ocho hijos. Un día,
Carlos Iparraguirre quiso remover el desmonte que creía se estaba acumulando adentro. Acababa de
jubilarse y tenía un dinero con el que pensaba por fin empezar a construir. De pronto se encontró allí
con una sorpresa: un hombre llamado Waldir Vidal lo recibió con amabilidad y hasta le ofreció sus
disculpas por haber instalado en ese lugar un extraño taller de mecánica.

Le dijo que debía tratarse de un error, pues el lote del costado era de su hermano, un general de policía.
Si ambos estaban de acuerdo, dice que le propuso Waldir Vidal, quizá podrían intercambiarlos.
Iparraguirre recuerda que días después fue a buscar a Ketín Vidal en su despacho de la Dirección
Nacional Contra el Terrorismo. Recuerda que Vidal también le pidió disculpas y le aseguró que
encontraría una solución. «Soy un hombre honrado», le dijo el general esa mañana. Iparraguirre le
creyó, y se fue a su casa más tranquilo.

A las semanas, y por insistencia de su hijo, Carlos Iparraguirre decidió ir a la inmobiliaria que les vendió
el terreno. Quería estar del todo seguro de que el lote que le ofrecieron los Vidal a cambio del suyo, en
verdad les pertenecía. Fue cuando el anciano descubrió la mentira: el general tampoco era dueño de ese
otro terreno. Un mes después, Ketín Vidal se convirtió en el hombre más felicitado del Perú tras la
captura del líder de Sendero Luminoso. De pronto se volvió un hombre intachable, un héroe de carne y
hueso. Iparraguirre dice haber reclamado y reclamado, pero a esas alturas ya casi nadie podía creerle.
Incluso fue a la policía de su distrito, y el comandante a cargo no quiso recibirle la denuncia. Pero
Iparraguirre no se quedó tranquilo: fue a demandarlo donde un fiscal. El héroe había sido acusado de
usurpación.

El general Vidal se enteró y lo mandó a llamar a su oficina para calmarlo. Era verano en Lima. Dice que
él y su hijo lo esperaron en una sala por más de media hora.

Vidal se había convertido en un hombre poderoso y bastante más ocupado que antes. Entraron.
Iparraguirre recuerda que el general vestía impecable y que les estrechó la mano. Tomaron asiento y
discutieron unos quince minutos. El jubilado recuerda que Vidal fue breve y que les dijo por segunda
vez que él no tenía la menor intención de quedarse con su terreno, que no había por qué llegar tan lejos,
que él era un hombre de palabra, que sus abogados encontrarían una solución justa. Tiempo después,
comprendería que aquella reunión sólo había sido parte de una estrategia del general para ganar
tiempo.

Sin que los Iparraguirre sospecharan, los hermanos Vidal habían iniciado una demanda conocida como
«prescripción adquisitiva de dominio», una figura legal que permite que alguien se apropie de un
terreno con sólo demostrar que lo ha ocupado de manera pacífica por diez años y sin que nadie lo haya

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reclamado. Los hermanos Ketín y Waldir Vidal usaron esta figura en agosto de 1992, es decir, un mes
después de enterarse de que el anciano los había demandado. Todo fue un secreto, y de allí el fraude:
Iparraguirre jamás fue notificado de que alguien estaba quitándole su propiedad. Esos expedientes
tienen direcciones falsas, procedimientos omitidos, fechas imposibles y hasta contradicciones entre los
propios hermanos Ketín y Waldir Vidal. Lo dice el jubilado y lo demuestra con documentos. Un detalle
más: Iparraguirre recuerda que incluso ese mismo año, los Vidal ofrecieron comprarle el lote por una
suma irrisoria, exactamente la sexta parte de su precio de mercado. Era sólo otra forma de distraerlo.

Aquella mañana calurosa, cuando el general los recibió en su oficina por segunda vez, ya tenía montada
su trama legal para arrebatarles el terreno sin que ellos se dieran cuenta a tiempo. De allí en adelante,
los juicios que ha debido iniciar y soportar Iparraguirre durante una década son como un descenso a
los infiernos, sólo que peor. Al final los Vidal lograron su propósito. Un juez los declaró únicos dueños
del terreno del jubilado. Cuando la justicia iba a confirmar esa sentencia, el general renunció a sus
pretensiones, y dejó que su hermano se convirtiera en el único propietario. Waldir Vidal era dueño de
ese terreno con todas las de la ley.

El general de inteligencia tampoco se quedó quieto: prefirió proteger su reputación y entabló un juicio
a Iparraguirre. Lo acusaba de perjudicar su honorabilidad y su prestigio, y le exigía el pago de medio
millón de dólares. El dinero, según la demanda, iría a una inexistente asociación por los niños pobres
del Perú. Fue el único juicio que pudieron ganar los esposos Iparraguirre al general. Una victoria sin
importancia.

****

En un archivo de periódicos leo este titular: «El general Ketín Vidal ayudó a su hermano para que nos
robara». El titular estaba acompañado por una foto con la siguiente leyenda: «Carlos Iparraguirre hijo,
mostrando la escritura pública que de nada le sirvió a sus padres para reclamar lo que les pertenece y
les fue despojado en el Poder Judicial de Montesinos». Es el diario LIBERACIÓN del miércoles 12 de julio
de 2000. Por ese entonces lo dirigía César Hildebrandt, el periodista más influyente y con mayor
credibilidad en el Perú. Ahí ya se contaba esta historia, e Iparraguirre juraba que no se detendría hasta
recuperar su terreno.

Ahora vive con uno de sus hijos en New Jersey, Estados Unidos. Ha pasado más de una década y la familia
Iparraguirre ha perdido su lote y unos quince mil dólares en abogados. La última vez que estuvo de
visita en Lima lo acompañé otra vez a ver su terreno. Descubrió que ya no existe. En su lugar hay un
edificio de apartamentos de cinco pisos construido por una empresa ligada a la familia del general Vidal.
Ese día el señor Iparraguirre lloró otra vez. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya
admitió su demanda contra el Estado peruano.

4. EL HÉROE GASTA MEDIO MILLÓN DE DÓLARES EN CASAS.

–Disculpe. ¿Usted es reportero de Panorama, verdad?

El hombre de la voz ni siquiera me dejó responderle.

–Aquí le traigo una bomba –dijo sin detenerse.

Algunas personas que esperaban conmigo el elevador voltearon a mirarlo. Luego me entregó un fajo de
papeles.

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Como cada martes, yo había entrado corriendo al edificio de Panamericana TV. Iba retrasado para llegar
a la reunión semanal de PANORAMA, la revista de reportajes en la que entonces trabajaba. Tomé los
papeles y leí: «Carta notarial». Una fecha: 22 de septiembre de 2001. Más abajo, un destinatario en letras
resaltadas: «General Antonio Ketín Vidal Herrera». Recién entonces levanté la vista para prestar
atención a aquel desconocido al que los vigilantes del canal no le quitaban los ojos de encima. Era un
hombre flaco, de unos cincuenta años, un metro setenta y cinco de estatura, y lacios cabellos negros. Un
rostro andino, con ojos de gavilán y la nariz gruesa y quebrada. Estaba furioso.

La carta tenía varias páginas, y comenzaba con un amigable y ceremonioso saludo: «De mi especial
consideración». Luego entendí de qué se trataba: un corredor de bienes raíces denunciaba al general
Ketín Vidal por haber comprado por lo menos cinco casas valiéndose de testaferros. A primera vista, lo
que ese hombre trataba de decirme era que había sido estafado por un héroe. Le pedí fotocopiar la carta
para investigar por mi cuenta, pero de súbito él me la arrancó.

Me dijo que él había sido corredor inmobiliario del general Vidal desde 1993, y que utilizando el nombre
de su propio hijo, le había comprado una casa para que el general se la regalara a una de sus supuestas
amantes. Dijo que Vidal lo había traicionado: le debía dinero.

–Son mis honorarios –dijo–. Se burla de mí porque se siente intocable.

Por lo menos esto último era verdad. Hacía dos meses que el general había dejado el cargo de ministro
del Interior con el prestigio intacto de haber capturado en Venezuela a Vladimiro Montesinos.

–Tengo que irme –le dije–. Déjeme la carta y llámeme mañana.

–No –respondió el hombre.

Para entonces lucía nervioso. Una muchacha, de quien no me había dado cuenta, había escuchado toda
nuestra conversación.

–Vámonos, Venturo –intervino–. Los periodistas sólo te usan. ¿Acaso ellos te van a pagar?

En una tarjeta le apunté mi teléfono. De él sólo me quedó su nombre: Venturo. De su carta, en cambio,
recordaba la descripción de una casa comprada por ciento cuarenta y siete mil dólares en la calle Tasso
de San Borja, un distrito de clase media de Lima donde hasta ahora vive el general Vidal. Intenté dar con
la identidad de Venturo y pregunté a los vigilantes: ninguno había registrado su nombre completo.

Al día siguiente timbró mi celular.

–Soy yo –dijo.

–¿Qué dice? ¿Cuándo nos vemos para conversar?

–No, el hombre es poderoso –replicó–. Me puede joder.

Y colgó. Al menos había dejado una huella: el número de un teléfono fijo. En la guía telefónica estaba el
nombre de Zócimo Venturo Acuña Ramírez. Los registros de identidad decían que era soltero, que tenía
educación superior y que había nacido en Sihuas, una provincia de la sierra norte del Perú. Su casa
quedaba muy cerca del edificio de Panamericana TV.

78
****

Ahora, casi tres años después, una investigación fiscal ha reunido pruebas para acusar al general Ketín
Vidal por haber comprado al menos cuatro casas que no se explican con su sueldo de policía retirado.
Es una casa menos de las que me había contado Venturo Acuña. Pero durante todo ese tiempo, el héroe
seguía siendo el héroe. Jamás ha sido fácil pescar a uno. Nadie quiere decirte nada. Luego vino lo peor
para mí: una semana después de la primera charla con Venturo Acuña, un video mostraba al entonces
dueño de Panamericana recibiendo cuatrocientos mil dólares en efectivo del ex asesor Vladimiro
Montesinos. Si todo reportero desea tropezarse con una gran historia, podía decir que ya tenía la mía,
pero sin sueldo: en Panorama, todos renunciamos en bloque después de ese video.

Por suerte había quienes sí conocían a Venturo Acuña. Alguien me dijo que solía publicar sus ofertas
inmobiliarias en la sección de clasificados del diario El Comercio. El domingo siguiente me pasé
buscando avisos de casas y apartamentos hasta que encontré varios con su teléfono. Lo llamé
haciéndome pasar por alguien interesado en un apartamento. Quedamos en vernos esa noche.

–Me estás siguiendo –dijo sorprendido, apenas me vio entrar por la puerta.

Lo acompañaba la misma muchacha de la primera vez.

Ella lo increpó para que se relajara y me mostró el lugar como si fuera un cliente. Al final llegamos a
conversar algo acerca de su relación con el héroe. Venturo me repitió la historia de su carta: durante
años le había vendido casas al general Vidal, y éste lo había estafado con más de siete mil dólares. En el
mundo real del dinero, esta cifra no significa nada. Apenas un pasaje de ida en primera clase de Nueva
York a Tokio. ¿Por qué un hombre con la celebridad del general Vidal podía exponerse a un escándalo
por tan poca cosa? Pero la pregunta más evidente era otra: ¿De dónde había sacado un general de la
policía medio millón de dólares para comprar casas? Ésa era mi pregunta. Fui a conversar con Venturo
Acuña otras seis o siete veces, hasta que al final me lanzó la única verdad que valía para él:

–Tú me das lo que él me debe, y te cuento todo, compadre.

No le di nada y tampoco él me contó todo. Empecé a grabar nuestras conversaciones telefónicas. Me


enteré de que la casa de Tasso donde aún vive el general Vidal tenía dos dueños. Según el municipio del
distrito, le pertenecía a un tal Wilfredo Adolfo Núñez Reynoso, alguien a quien el general habría de
reconocer luego como su benefactor y primo lejano. Se trata de un empresario quebrado, como él mismo
reconoció, y con deudas por cientos de miles de dólares a varios bancos peruanos. Pero en los registros
públicos, ese nombre no asomaba por ningún lado.

Una noche, en medio de una conversación que decaía, Venturo me soltó un nombre clave: Fredy Efraín
Vidal Dávila, un primo hermano del general a quien tiempo después hallaría trabajando de guardián en
un terreno baldío. Con el nombre de Vidal Dávila encontré dos propiedades: una en la calle Tasso y otra
en la urbanización Elio, un barrio residencial de clase media cerca de la zona industrial de Lima. Allí
vivía una suboficial de policía, Luz María Grecco Portocarrero. Las pistas que se le habían ido escapando
al corredor inmobiliario empezaban a cuadrar en mi rompecabezas. De ser cierto lo que me había
contado la primera vez, esa mujer debía ser una de las amantes del general. Bingo.

Quien compró la casa de la urbanización Elio había sido un hijo de Acuña. Así lo decían los archivos de
los registros públicos. Había pagado por esa casa sesenta mil dólares al contado. Fue en 1998, cuando
aquel muchacho que hasta ahora vive con su padre acababa de cumplir diecinueve años.

****

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No hay informante sin interés, y lo sabemos muy bien los periodistas. El interés de Venturo Acuña era
que alguien le pagara todo el dinero que le debía el general Vidal. Ni yo me había ganado su confianza
ni él tenía la mía. Cada pista que el corredor inmobiliario dejaba caer con aparente ingenuidad debía
verificarla cuanto antes. Era como un pacto sin firma, la condición para una nueva cita. Acuña debía
pensar que mientras más pruebas podía yo acumular en contra del general Vidal, más posibilidades
tendría él de cobrar su deuda.

Otra noche, en una pizzería, Venturo me contó que la oficina que tenía Vidal en San Isidro –el distrito
financiero de Lima– también la había comprado a su nombre. Pero me dijo más:

–Vidal tiene una empresa constructora que incluso ha ganado licitaciones en la Policía cuando él era
jefe.

Al día siguiente ubiqué la oficina de esa empresa, que en verdad era una casa y muy elegante. Si a Ketín
Vidal se le ha considerado siempre austero hasta la tacañería, aquella oficina debía haber significado un
cambio en la percepción que tenía de sí mismo. Quizá se debió a la vanidad que provoca el poder. O a
un nuevo amor. O a que un héroe debía aparecer mejor en las fotos de los libros de historia. Esa casa le
había pertenecido a un matrimonio de gente mayor que seguía figurando como dueños en los archivos
de la Municipalidad de San Isidro.

–Qué pena. Ya vendí la casa –lamentó el antiguo dueño cuando lo encontré.

Le había dicho que estaba interesado en comprarla.

–¿Recuerda a quién se la vendió?

–Era un señor Acuña, aunque creo que él era el corredor –me dijo a través de un intercomunicador–. La
dueña es una empresa, pero tengo entendido que se la ha alquilado o prestado al general que capturó
al jefe de Sendero.

Constructores Andinos. Así se llama la empresa que había pagado por la casa de cuatrocientos metros
cuadrados que hasta ahora sirve de oficina a Ketín Vidal. La primera fiscal que habría de investigar el
caso Vidal descubrió que los dueños de esa compañía eran un jubilado empobrecido y un tipo de unos
treinta años que no tenía siquiera una tarjeta de crédito. Por coincidencia era la misma constructora
que había ganado dos licitaciones para realizar obras para la Policía, al menos una de ellas en el mismo
tiempo en que el general Vidal había llegado al cargo de ministro del Interior. Cuando la fiscal quiso
levantar el secreto bancario de Constructores Andinos, un hombre la fue a buscar para ofrecerle dinero.
Una semana después, la cambiaron de puesto.

****

Tiempo más tarde, Venturo Acuña me dijo que el general solía mantener reuniones nocturnas con una
mujer que vivía en un apartamento que ella, claramente, no podía pagar. Una noche fui a estacionarme
al frente. Quedaba en el distrito de San Isidro, en una zona residencial en la que hasta los años sesenta
funcionaba el aeropuerto de Lima4. Gracias a un contrato que me enseñó Venturo supe que los dueños
recibían cuatrocientos dólares de alquiler mensual, una cifra que en el Perú es tres veces mayor al
salario mínimo de un obrero. De una de las esquinas apareció un Volvo gris a baja velocidad. Era el auto
que hasta ahora conduce Ketín Vidal, regalado por un grupo de empresarios como premio por haber
capturado al líder de Sendero. Allí, con las dos manos sobre el volante, estaba él. Solo. No tuvo que
bajarse para tocar el timbre ni pedirle al portero que le abriera el garaje. El portón de rejas se elevó sin

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más misterio que un control remoto, probablemente activado desde dentro del coche. Una vez
estacionado, el general Vidal descendió del auto, saludó al vigilante como a un viejo conocido y
desapareció por las escaleras. Se le veía feliz.

El general Vidal iba de vez en cuando a reunirse allí con una suboficial de la policía, Laura Zavala
Chumbiauca, un nombre que a nadie le importaría si no fuera por los treinta y cuatro mil dólares que la
fiscalía halló en una de sus cuentas cuando le levantó el secreto bancario. No se trata de inmiscuirse en
la vida privada de nadie: una de las amantes de Montesinos está en la cárcel por haberse gastado el
dinero del ex asesor, que en realidad era dinero robado al Estado. El adulterio no es un delito.

Robar o disfrutar del dinero ajeno, sí.

****

–Señor Paredes –dijo, llevándome a un costado–, no se meta con mi vida privada.

–No se preocupe, general. Por ahora ese asunto no le debe interesar a nadie.

Fue la noche del domingo 10 de marzo de 2002. Ese día Panorama iba a emitir el reportaje de media
hora que había estado preparando sobre las casas del general Vidal. Un día antes de que lo fuéramos a
buscar para pedirle su versión, Ketín Vidal había telefoneado al gerente del canal al haberse enterado
de la investigación. Quiso convencerlo de suspender el reportaje. Como le dijeron que no, exigió una
charla con los periodistas del programa: quería revisar el informe antes de aceptar una entrevista en
vivo. La cita fue un jueves y aquella vez lo grabamos con una cámara oculta.

Teníamos que estar preparados ante un riesgo real: que Vidal dijera una historia en privado y otra
distinta frente a las cámaras. Algo que habría de ocurrir. La noche de ese domingo el general Vidal llegó
temprano al edificio de Panamericana, una hora antes del programa. Lo extraño es que se equivocó de
piso y me encontró de casualidad saliendo de la sala de edición. Fue entonces cuando me llevó hacia un
rincón apartado del elevador y me pidió que no me entrometiera en su vida privada. Estaba pálido,
desencajado y más empequeñecido que de costumbre, como si hubiera vivido los últimos días
escondido en una casa pigmea y se le hubiera doblado la espalda. Daba lástima. O tal vez buscaba que lo
compadeciera.

Ya en la entrevista, Vidal habló durante casi media hora. Una de las primeras preguntas que la
conductora le hizo fue cómo había conocido al corredor inmobiliario Venturo Acuña.

–Déjeme explicarle –le respondió él–. Tengo derecho a hacerlo.

Varias veces he vuelto a ver esa grabación. El general vestía una camisa celeste de manga corta y cuello
blanco, pantalones oscuros, y cargaba un maletín estilo James Bond del que iba sacando documentos
oficiales como conejos de un sombrero de mago. Todo aparato de video tiene un cronómetro
incorporado, y fueron trece minutos los que se demoró en responder aquella pregunta. Trece. Mientras
evitaba hacerlo, se extendió en una aburrida perorata sobre la única casa que tiene a su nombre, y dijo
que sólo pudo pagarla gracias a un crédito de veintiún años con su sueldo de policía.

–Usted no me ha respondido, general –insistió la conductora–. ¿Cómo así conoció a Venturo Acuña?

Entonces él contestó lo mismo que después ha repetido, casi palabra por palabra, en todas las
entrevistas en las que ha querido explicar su relación con el corredor inmobiliario. Dijo que era un

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estafador buscado por la justicia, y que fue el propio Venturo Acuña quien se le acercó para ayudarlo a
inscribir su partido político que participó en las elecciones presidenciales de 2000.

Al menos una de estas respuestas de Vidal es mentira: Venturo Acuña no tiene las quince requisitorias
judiciales que esa noche decía el general. Cuando la fiscal Carmen Ibáñez citó al corredor inmobiliario
para que dijera lo que sabía, ella creyó que ese mismo día tendría que enviarlo a la cárcel. No fue así.
Llamó a la policía, averiguó sobre su situación legal y le dijeron que el corredor podía irse tranquilo a
su casa. Ésa fue la primera vez que la fiscal tuvo una prueba rotunda de que el general estaba mintiendo.

Una noche, Venturo Acuña me contó cómo había conocido al general. Me dijo que Vidal lo había ubicado
a través de un aviso que acababa de publicar en un diario. Era 1993, al año siguiente de la captura de
Abimael Guzmán. Estaba interesado en comprar una casa y quedaron en verse. Venturo Acuña es un
vendedor persuasivo que tiene la picardía y la falta de escrúpulos que se necesitan para algunos
negocios. Es muy probable que el general haya visto en él, más que un negociante, a un socio confidente,
siempre que supiera mantenerlo satisfecho con lo único que importa en estos casos: el dinero.

Era la época en que Vidal gozaba del estatus de héroe oficial. La captura del líder de Sendero Luminoso
no sólo le había dado la celebridad y la gratitud de todos los peruanos, sino también un premio de
cuarenta mil dólares, un Volvo de lujo y cientos de miles de dólares más de un presupuesto para la lucha
antiterrorista que Vidal jamás pudo justificar. De ser cierto esto, Vidal debía tener una buena cantidad
de dinero para empezar a gastarlo con la garantía de saberse un intocable. En la carta notarial que le
envió al general, Venturo Acuña dice que sus negocios con las casas de Vidal se hicieron frecuentes a
partir de 1995. Y que él recibía el cinco por ciento de cada venta, hasta que un día Vidal dejó de pagarle.

Una de esas casas fue la de la calle Tasso. Durante la entrevista en directo, el general Vidal soltó otra
mentira, y esta vez todos los reporteros de PANORAMA fuimos testigos. Dijo que aquella casa estaba a
nombre de su primo Efraín Vidal, pero que su auténtico dueño era un empresario tan generoso que,
después de comprarla a nombre de otra persona, se la había cedido a él a cambio de nada. Es más:
explicó que aquel benefactor era tan desprendido que alguna vez hasta le había regalado unas tarjetas
de crédito para que pudiese hacer sus compras familiares en el supermercado más caro de Lima.
«Pequeñeces», dijo Ketín Vidal. Pero lo que el general no mencionó ante cámaras fue que ese supuesto
benefactor es un empresario quebrado. Tampoco admitió lo que había reconocido en esa reunión que
habíamos grabado con una cámara oculta: que el empresario había inscrito la casa a nombre de su
primo, Efraín Vidal, porque así podría evadir a sus acreedores. Si esto último fuese verdad, y si no se
tratara de una coartada para negarse como el verdadero propietario de la casa de la calle Tasso, el
general Vidal ha estado durmiendo sobre un piso que ha servido para incumplir las deudas de su
benefactor. Y eso lo convertiría en cómplice de un delito.

Nada de esto que habíamos registrado con una cámara oculta fue lo que declaró Vidal en aquella
entrevista en Panorama. Acababa de pronunciar la frase «Yo no soy propietario de ninguno de los
inmuebles de los que han hablado en el reportaje», cuando a la conductora le avisaron que había una
llamada telefónica del público. Era una señora de apellido compuesto y voz de directora de escuela. Dijo
haber reconocido a su viejo héroe en televisión. Supongo que ya para ese entonces le parecía un héroe
mentiroso.

–Ese señor no puede decir que no tiene propiedades si mi mamá le vendió su casa –dijo la mujer desde
el otro lado de la línea.

La cámara enfocó al general Vidal: tenía la mirada clavada en su maletín, como si hubiese recordado que
debía hallar algo con urgencia. Estaba pálido, pero sereno.

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–Mi mamá era la dueña de la casa de Tasso que le vendió al señor Ketín Vidal hace diez años. Incluso
recuerdo que no quería que le pagaran en efectivo, pero el señor llevó ciento cuarenta mil dólares.

Para ese instante, el general ya había recuperado la compostura y miraba fijamente hacia la pantalla. La
señora proseguía:

–Incluso el señor pagó tres mil dólares de más, que al final se los devolvimos.

–¿Usted declararía lo que acaba de decir ante un juez? –preguntó la conductora a la señora.

Ahora sí a Vidal se le descompuso el gesto. De pronto miraba a la cámara con la rigidez de un muerto,
como si en vez de un artefacto fuera una ventana por donde deshacerse de esa mujer que estaba a punto
de estropearle su hasta entonces intacta reputación de superhéroe.

–He llamado porque me da cólera que este señor venga a decir que no tiene casas –dijo ella.

5. EL HÉROE ENAMORA A LA MUJER DE UN SUBALTERNO.

El capitán de policía Rafael Valverde detuvo su mirada en un cartel luminoso.

Era el Mango’s Café, un restaurante en pleno centro financiero de San Isidro. A unas cuadras de allí
estaba el edificio del Ministerio del Interior. En la calle hacía frío. Adentro, el general Vidal ya lo estaba
esperando.

–Siéntate, Valverde –lo saludó el general–. ¿Qué te sirves?

–Un whisky –dijo él.

Llamaron al camarero. El general sólo pidió una Coca Cola.

Era la tercera vez que se veían las caras. Este encuentro ocurrió la noche del 19 de agosto de 1998.
Ahora Rafael Valverde recuerda que quince años atrás ya había buscado al general con un revólver y
una granada de guerra.

La primera vez que se vieron, dice, había vuelto a Lima luego servir durante tres años como alférez en
Huamachuco, un pueblo de la sierra norte del Perú. Era 1980. Valverde dice haber regresado harto de
unos rumores que le advertían que su mujer estaba saliendo con un oficial de apellido Vidal. Recuerda
que incluso le habían enviado una carta anónima. «Cornudo», decía el papel escrito a máquina. Meses
después había recibido otra carta con una firma colectiva: «¿Hasta cuándo vas a dejar mal a la
promoción, Valverde?». Era de sus compañeros de la escuela de policía.

Valverde se había casado en 1977 con la suboficial Luz María Grecco Portocarrero, y al cabo de unos
meses a ella la enviaron a un curso de inteligencia en una oficina de información, algo así como el centro
de espionaje de la antigua policía de investigaciones. Allí Luz María Grecco había conocido al instructor
Vidal, y desde entonces, recuerda su ex esposo, se refería a él con cierta admiración. Al volver a casa le
contaba, por ejemplo, que Vidal había regresado de un entrenamiento en la KGB de la ex Unión Soviética,
y que sus clases eran para ella brillantes. A Valverde también lo impresionaron algunos profesores, así
que no le habían parecido extrañas esas reacciones de su mujer.

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Pero ya en Huamachuco los rumores no hacían más que atormentarlo. Luz María Grecco era una
muchacha de veinticuatro años, de caderas amplias y unos ojos pardos muy coquetos, una mezcla de
ascendencia italiana con rasgos de mulata costeña. No era descabellado sospechar que algún oficial con
mayor rango que él anduviera tras de ella.

Pero había algo más que hasta ese entonces Valverde no había considerado: Luz María era inquieta,
ambiciosa e inconformista, bastante más que otras chicas de su edad. Recuerda que ella provenía de una
familia en la que todas sus hermanas eran también suboficiales de la policía, y donde todas se habían
casado con oficiales que alcanzaron altos rangos. Estas ideas mortificaban a Rafael Valverde hasta que
un día, dice, decidió regresar en secreto a Lima y espiar a su mujer.

Al llegar de madrugada, el alférez se dio cuenta de que no tenía un plan para eso. Fue a la casa de unos
familiares, se duchó y salió de inmediato. A su mujer la llamaba La Negra. Sabía que trabajaba en una
estación de policía ubicada en el centro de Lima, y recuerda haber buscado un café cercano para
esperarla hasta el mediodía, cuando saliera a almorzar. Llegó la hora del refrigerio, pero ella no
apareció. Valverde aguardó entonces hasta la salida, y esta vez se ubicó en un lugar más próximo. El
portón de la oficina policial se abrió varias veces, incluso recuerda que se cruzó con algunos colegas que
lo saludaron afectuosamente. Dice haber detectado cierta mirada de compasión y vergüenza ajena en
aquellos que esa mañana se le acercaban para darle un abrazo.

Hasta que por fin la vio. Luz María Grecco estaba irreconocible: vestía una minifalda que él no le había
visto jamás, zapatos y cartera de cuero. En lugar de esperar el microbús en el paradero de costumbre,
atravesó la avenida, entró por una calle angosta y caminó hacia un sedán blanco. Alguien abrió la puerta
del automóvil y por ella subió su mujer.

A las seis de la tarde es simple perseguir un coche por el centro de Lima porque no tiene cómo escaparse.
Hay tantos que el tránsito se vuelve caótico y parsimonioso, como una muchedumbre en procesión.
Rafael Valverde recuerda que tomó un taxi y casi le gritó al chofer que siguiera a ese automóvil blanco.

Se detuvieron en un restaurante de pollos a la brasa. Valverde me cuenta que esperó a que la pareja
bajara del auto y que calculó el tiempo que les tomaría elegir una mesa, ordenar la comida y tal vez hasta
tomarse de las manos o darse un beso.

Recién entonces entró.

Los encontró sentados uno frente al otro, mirándose.

–¿Qué le pasa, Valverde? –lo recibió Vidal como si reprendiera a un subalterno por una falta.

El capitán recuerda haber cogido a su mujer del brazo y haberla jalado con violencia. Quería llevársela.

–Valverde –insistió Vidal sin levantarse de su silla–, te estás equivocando: sólo somos amigos. No sabes
cuánto estoy ayudando a tu esposa.

Pasada la sorpresa, y quizá aplomada por esa serenidad con la que Vidal estaba manejando las cosas,
recuerda que Luz María le repitió la misma explicación, pero esta vez con insultos.

Aquella tarde los tres salieron juntos del restaurante.

Valverde dice que días después tuvo que regresar al pueblo donde servía.

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Allí se quedaría aún tres años más –seis en total–, a pesar de que a los policías los cambian de zona cada
dos. Mientras tanto, Ketín Vidal había ascendido a comandante y proseguían los rumores sobre su
historia con Luz María.

****

La segunda vez que habría de encontrarse con él, Valverde recuerda haberse bajado del bus y
encaminado a la casa de Vidal. Consigo cargaba un revólver y la granada que se solía dar a los agentes
destacados en las zonas de emergencia. Era 1983, año en que Sendero Luminoso había iniciado con
intensidad sus ataques terroristas en la sierra del Perú. Esa noche Vidal le abrió la puerta.

–¿Usted no sabe respetar a una mujer ajena? –le dijo sin darle tiempo a saludarlo.

Valverde recuerda que Vidal casi ni se sorprendió. Al contrario, como si ya tuviera un gesto ensayado
para este tipo de encuentros, le puso la misma cara de sacerdote en confesión con que lo había recibido
la primera vez.

–Tranquilo, Valverde. ¿Qué te pasa? ¿Otra vez estás confundido?

–Conchatumadre. Ahora mismo te hago volar y nos vamos los dos, hijo de puta.

Valverde recuerda que para entonces había sacado la granada de su chaqueta.

Dice que Vidal le pidió que bajara la voz, que se tranquilizara, por favor, que adentro de su casa estaba
su esposa.

–¿Cómo crees que podría hacerte una cosa así, hijo?

El capitán Rafael Valverde ya no recuerda qué lo calmó. O no quiere decírmelo. Está ahora sentado en
la banca de un parque en el barrio de Miraflores, desde donde se ve el mar. Me ha repetido su historia
otra vez y siento que es un hombre fácil de convencer, alguien con esa tristeza de la gente que se resigna
a su mala suerte. Valverde me cuenta que esa noche se alejó de la casa de Vidal de la misma forma como
había llegado: a pie, con la espalda doblada y la mirada fija en el suelo. La misma postura que tiene ahora
que me lo cuenta.

Algunas semanas después de este encuentro con Vidal, el alférez Valverde recibió una orden:
trasladarse a un pueblo de Ayacucho, esa región donde murieron cuatro de cada diez personas del total
de víctimas de la guerra con Sendero Luminoso.

Valverde estaba casi seguro de que también iba allí para morirse.

****

Con esta historia en común, Valverde y Vidal se encontraron esa tercera vez en el Mango’s Café de San
Isidro. Era 1998 y para entonces Vidal había llegado a ser director general de la policía. A pesar de que
ya era un oficial en retiro, aún lo envolvía la gloria por habérsele atribuido la captura del líder de
Sendero. Valverde, en cambio, mantenía aún sus tres galones de eterno capitán.

Por primera vez, recuerda, el general Ketín Vidal le pidió perdón.

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–Es verdad que nunca hice nada por ti –reconoció–. Dime qué necesitas ahora. ¿Quieres todavía tu
ascenso?

–No –recuerda que le respondió–. Este año ni siquiera me he inscrito al examen.

Lo que Valverde quería en verdad era que lo dejaran en paz. Dice que sólo deseaba volver a Huancayo,
donde para entonces ya tenía una vida construida al lado de una maestra de escuela. Además, desde
hacía siete años, una sentencia judicial lo obligaba a entregar el treinta por ciento de su sueldo a su ex
pareja y a su hija, a quien él no había podido ver desde hacía tiempo. «Era un juicio de la época en que
querían joderme», dice el capitán. Es decir, de esa época en que el abogado de su mujer era un hombre
que había trabajado con Vidal en el estudio de Vladimiro Montesinos. Ese hombre luego sería
viceministro y ahora está en la cárcel.

Antes de este tercer encuentro con el general, Valverde recuerda haberle enviado una carta a su ex
esposa. Me cuenta que en ella le advertía que, si no lo ayudaba, él llamaría a la prensa para contar toda
la verdad. El capitán estaba seguro de que esa carta llegaría hasta el general, su verdadero destinatario.
Entonces el general Vidal lo había mandado a buscar con su secretario.

–Yo podría hacer que asciendas a mayor –dice que le ofreció.

–No – le dijo Valverde–. Sólo quiero que solucione lo del juicio y mi traslado definitivo a Huancayo.

Me cuenta que no hablaron más. El general, dice, pagó la cuenta del whisky y de una Coca Cola. Luego
se despidieron.

En menos de una semana, Valverde fue destacado a la ciudad de Huancayo. Ahora el capitán Valverde
vive allí. Con la maestra de escuela tiene dos hijos que sufren una enfermedad parecida al enanismo. Es
un hombre melancólico que a veces me busca sólo para conversar.

Hace unos días me volvió a llamar con insistencia. Algunos diarios habían difundido la historia de
aquella casa de la urbanización Elio que el general Vidal habría comprado para regalársela a Luz María
Grecco, su ex mujer. Valverde me contó que un emisario de Vidal lo había buscado para decirle que
ahora sí el general estaba dispuesto a ayudarlo. Le ofrecía diez mil dólares para que se quedara callado
de una buena vez. Además, recuerda, le mandó decir una frase que a él no le sonó para nada extraña:

–Tú necesitas ayuda médica. El general también podría ayudarte con eso.

Valverde admite haber padecido una crisis de depresión que una vez terminó en un intento de suicidio.
El capitán parece entender la historia de Vidal con su ex esposa como una traición a un código de honor
que existe entre policías: nunca se le roba la mujer a un subalterno.

–El general ha cometido la más grave de las inmoralidades –dice.

Si esa ayuda médica a la que se refería el emisario era atención psiquiátrica, y si Valverde ha aceptado
a estas alturas los diez mil dólares, quizá ahora el general esté celebrando una coartada. Podría llamarlo
demente. Como en una novela policial, esto aseguraría al menos que ésta historia continuará.

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6. LA HISTORIA DETRÁS DE MI HISTORIA.

El general Ketín Vidal no me ha contestado el teléfono. Mientras escribía este reportaje lo llamé diez
veces a seis teléfonos diferentes. No he tenido suerte, aunque no creo que esta vez haya sido la suerte
la que me impidió hablar con él. No es la primera vez que busco esta entrevista. Tengo una lista de
preguntas que he venido preparando desde hace tiempo. La más importante de todas es también la más
simple: ¿Por qué miente? Sé que lo hace y tengo suficiente información para afirmar y defender esta
convicción. Durante tres años he acumulado y sobre todo he tratado de entender y dar sentido a cientos
de documentos de todo tipo: investigaciones policiales y fiscales, de la Contraloría y del Poder Judicial,
videocasetes con entrevistas inéditas y fotografías que él preferiría quemar. He revisado más de setenta
mil papeles ignorados en el archivo del Palacio de Justicia. He entrevistado a unas cincuenta personas,
y con algunas de ellas me he llegado a reunir más de diez veces. He visitado las cárceles de Lima para
hablar con gente que lo conoció y trabajó con él. Algunos han preferido que no diga sus nombres. Las
razones por las que aceptaron contarme lo que sabían son diversas, pero se pueden resumir en dos: 1.
Los que quieren que se conozca la otra cara de Vidal, porque para ellos esta cara desconocida y no su
imagen pública es su verdadera naturaleza. 2. Los que simplemente reclaman justicia porque el general
de la policía les robó, estafó y abusó de su poder.

Todo lo que he escrito en este reportaje lo puedo probar: tengo cerca de treinta grabaciones de audio y
video con entrevistados, declaraciones firmadas y expedientes legalizados por notarios. Tengo también
una copia de parte del expediente judicial del caso Villa Coca que ha desaparecido de los archivos
policiales. Además, en todos los casos he contrastado los documentos con otras fuentes fuera de ellos.
Creo que de todos los videos en mi poder, hay sobre todo dos claves: un vladivideo de dos horas de
conversación entre el general Vidal y Montesinos, y su transcripción completa –que alguien censuró en
el Congreso de la República–. Y otro video de una entrevista con José Luis Núñez, el venezolano que
cuidó a Montesinos durante los seis meses que estuvo escondido en ese país, y a quien éste le había
contado al detalle su antigua relación con el general Vidal. Lo demás, todo lo que he escuchado de
fuentes muy confiables pero que por ahora no tengo cómo demostrar, he preferido callarlo. La historia
secreta del general Vidal, estoy convencido, es mucho más grave de lo que se puede leer en este relato.

Queda aún por responder otra pregunta: ¿Cómo ha conseguido mentirnos tanto el general Vidal?
Supongo que en parte aprendió bien el manual de la KGB, de cuando estuvo seis meses en la ex Unión
Soviética en un curso de inteligencia: hacerse la víctima y desacreditar a quien lo denuncia. Lo otro,
sospecho, es cómo nos hemos acostumbrado a percibir su imagen en la televisión desde el video que lo
consagra parado frente a Abimael Guzmán luego de su captura: lo ayuda a ser convincente ese aspecto
sereno y frágil, como de gran estratega de oficina y a la vez policía amigo de los vecinos. También ese
acento suyo pausado y humildemente provinciano que parece de alguien que habla poco y que siempre
te escucha. Pero además el hecho de que los peruanos necesitábamos un héroe de la misma envergadura
que ese inmenso enemigo que fue Guzmán. ¿Cómo no confiar en alguien así? ¿No dan ganas de dejarlo
vivir en paz? «Yo soy un hombre honorable», ha repetido más de una vez Ketín Vidal. Ningún periodista
tenía pruebas suficientes para desmentirlo.

Como la mayoría, yo también veía al general Vidal como el héroe que nos liberó del terrorismo sin caer
en la guerra sucia. Pero fueron primero el azar y luego la voluntad del trabajo de reportero los que me
pusieron en el camino historias que contradecían esa imagen original que conservaba de él. Hay gente
que me ha señalado que Ketín Vidal se ha convertido en mi obsesión. Mi respuesta es muy simple: creo
que es una obligación contar todo lo que he descubierto. Sostener esta convicción es complicado. Me ha
costado la amistad de algunos colegas honestos y respetables que me han acusado desde
fujimontesinista y sicario de la mafia, hasta de destructor de héroes a sueldo. Y los entiendo. No sería
tan fácil decirle a un niño que Supermán es un ladrón de bancos.

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Adivino que el general Vidal leerá este reportaje y reaccionará como siempre lo ha hecho: tal vez irá a
programas de televisión a mostrar los mismos papeles que siempre exhibe pero de los que nunca deja
copia, y dirá medias verdades que resultan ser grandes mentiras. En el curso de mi investigación, antes
de escribir este texto, publiqué tres reportajes de televisión sobre Ketín Vidal. En dos ocasiones, el
general amenazó con denunciarme penalmente. Hasta ahora no lo ha hecho. Y si bien no me emociona
la idea de dedicar mi tiempo a recorrer los pasillos enredados de las salas de justicia, sí me gustaría en
cambio dejar en un expediente todas las pruebas que he recogido durante los tres últimos años. Igual
no pierdo la esperanza de entrevistarlo.

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FUENTES:

IDL Reporteros
Crónicas Periodísticas
Revista Caretas
Diario Correo
Diario El Comercio
Gerónimo Inca
RPP
issuu.com

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