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PRESENTACIÓN
En este trabajo presentaremos varios tópicos relacionados con la memoria semántica.
Comenzando por su definición pasaremos a explorar las explicaciones psicológicas que
se han dado a los procesos de atribución de significado, a la comprensión de su esencia
y a los fenómenos de su propagación en la mente. Repasaremos luego las teorías
clásicas que se han propuesto para modelar la forma en que se organiza la memoria
semántica y cómo ella funciona, para ingresar luego en los modelos más actuales y
complejos, y en las contribuciones que se han realizado desde disciplinas afines. En la
segunda parte analizaremos el modo en que este sistema de memoria se constituye a lo
largo del desarrollo psicológico. Particularmente analizaremos de qué diversas formas
se organiza la información semántica a lo largo de la vida y qué modificaciones se
producen durante ese recorrido. Para ello acudiremos a las perspectivas tradicionales y
también a otras más actuales, sostenidas por investigaciones empíricas rigurosas.
CV Autores:
Jorge Vivas Radakoff:
Doctor en Psicología y Magister en Psicología Social Organizacional. Director del
Centro de Investigación en Procesos Psicológicos Básicos, Metodología y Educación de
la Universidad Nacional de Mar del Plata – Argentina.
Profesor Titular de las Cátedras de Teorías del Aprendizaje y Psicología Cognitiva de la
Facultad de Psicología de la UNMDP. Investigador Categoría I del programa nacional
de Incentivos de la Secretaría de Políticas Universitarias.
Área de investigación: Estudio de la categorización semántica en niños, adultos jóvenes
y adultos mayores de acuerdo al modelo de Cognición Situada.
Ha escrito 24 libros y capítulos de libro y 57 artículos en revistas de comunicación
académica. Presentó trabajos en más de 70 reuniones de difusión científica.
Ha dirigido 10 tesis doctorales en Argentina y en México. Ha dirigido más de 40
becarios de diferentes categorías y jurisdicciones financiados por diversos órganos de
promoción científico tecnológicos.
Es miembro de las Comisiones de Evaluación de la UNMDP y del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas -CONICET- de Argentina.
Doctora en Psicología por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP). Becaria
post-doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) de Argentina. Miembro del Centro de Investigación en Procesos Básicos,
Metodología y Educación de la UNMdP.
Docente de la cátedra Teorías del Aprendizaje de la Facultad de Psicología de la
UNMdP.
Área principal de investigación: Psicología del Desarrollo y Psicología Cognitiva, más
específicamente en los temas de desarrollo de la flexibilidad conceptual y de los
procesos inhibitorios en niños escolares.
Principales publicaciones: Yerro, M., García Coni, A., Vivas, L., Comesaña, A. y Vivas,
J. (2013). Análisis de los atributos semánticos en función de la categoría y la
familiaridad. Resultados preliminares para la confección de normas. En V. Jaichenco y
Y. Sevilla (Comps.), Problemas actuales en el procesamiento del lenguaje. Homenaje a
Juan Seguí (pp. 45-54). Buenos Aires: Colección Saberes. Editorial FFyL, UBA, y
Vivas, L. y García Coni, A. (2013). Relaciones conceptuales: definición del constructo,
bases neuroanatómicas y evaluación. Revista Actualidades en Psicología, 27(114), 1-18.
OBJETIVOS DIDÁCTICOS
Que los alumnos:
• Puedan caracterizar a la memoria semántica desde la especificidad del tipo de
información que procesa y diferenciarla de otros sistemas de memoria.
• Conozcan los principales modelos que dan cuenta de la memoria semántica.
• Conozcan las características de los procesos de atribución y construcción de
significados.
• Se introduzcan en las nociones de propagación y priming.
• Comprendan los fenómenos y procesos que se deben considerar en todo modelo
de memoria semántica.
• Conozcan las diversas formas en que se organiza la información a lo largo de la
vida.
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Idea clave 1:
Las memorias semántica y episódica componen en conjunto la categoría denominada
memoria declarativa, que es una de las dos divisiones principales en memoria. La
contraparte de la memoria declarativa o explícita es la memoria procedimental o
implícita. La perspectiva tradicional considera a la memoria semántica como un
sistema amodal y modular, donde la situación, el afecto, el contexto y el tiempo quedan
neutralizados.
al mismo tiempo? ¿Cómo dos hablantes que atribuyen a ciertas ideas un significado
muy particular y diferente pueden, al mismo tiempo, comprenderse mutuamente y creer
saber a lo que se están refiriendo? La figura a continuación nos puede ayudar a
comprender la magnitud del problema. Si a dos personas se les solicita que nos digan
cuáles son las propiedades que para cada uno mejor caracterizan una mesa, podemos
encontrar una respuesta como la siguiente:
Vemos que coexisten en sus respuestas atributos que son de carácter taxonómico
(mueble) con otros que aluden a aspectos situacionales y cuya vinculación es temática
(coexisten espacial o temporalmente con la comida, la pinta o con ver televisión).
Es más, si a vosotros que lo estáis leyendo les solicitara hacer algunos
comentarios sobre el sujeto 1 y el sujeto 2, bien pronto encontrarían que algunos
atributos ofrecen pistas sobre el género, otros sobre la edad y hasta hay algunas señales
sobre sus gustos y preferencias. Es decir, cada palabra nos permite hacer inferencias,
construir hipótesis y adelantar el significado de lo próximo reorganizando lo anterior.
Es que el significado de un concepto no parece emerger directamente sólo de las
propiedades intrínsecas del mismo (Murphy, 2002). El significado no trata de una
propiedad que deba ser descubierta como si fuese inherente al objeto, ni la labor de la
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persona (que podría ser un alumno o un terapeuta) consiste en develar dicho significado.
En lugar de ello, el significado de un ente, fenómeno o proceso parece emerger del peso
relativo de todas y cada una de las relaciones fácticas, intelectuales o emocionales que
logremos establecer a partir de nuestra historia con el objeto de referencia. La
información que provee un significado puede así ser comprendida como el producto de
una construcción social e histórica, la urdimbre de la vida en buena medida entramada
por la lengua. Construcción que implica la regulación semiótica resultante de la
interacción con los otros y con la interpretación de las consecuencias de las
manipulaciones realizadas sobre los objetos a partir de una base semántica
permanentemente actualizada.
De este modo, si comprendemos que el significado de un símbolo no es una
propiedad intrínseca, sino que emerge de un acto interpretativo, podemos presumir sin
temor a equivocarnos que el significado puede no ser estático ni permanente, ya que las
personas o las comunidades lo modifican según sus circunstancias, sus necesidades e
intereses, sus conveniencias e ideologías. Así entendidos, los significados de las
palabras podrían admitir tantas variaciones como personas que interpretan se hallen en
una situación. Debido a que dos personas nunca concuerdan unívocamente en su
experiencia, la memoria semántica construida en su historia promueve fenómenos de
conectividad diferencial que naturalmente resultan en interpretaciones y comprensiones
de diferente alcance. Es por ello que cada relación comunicativa entre dos hablantes
implica siempre un acto de interpretación y una negociación de los significados.
De este modo resulta claro que no puede existir un signo sin una cosa u objeto
designado, pero el símbolo siempre evoca algo más, nunca sólo a sí mismo, de lo
contrario dejaría de ser signo. Se produce, por supuesto, un proceso de abstracción de
rasgos distintivos y de propiedades que se etiquetan con el nombre del objeto. Más,
como este proceso abstractivo, con su consecuente evocación e interpretación de
relaciones con otros conceptos, es establecido por el intérprete, las diferentes
configuraciones previas guían la construcción y la interpretación en un proceso local
donde cada estado depende del estado anterior del sistema. La acción de interpretar un
signo, vincularlo con su referente, necesariamente se produce con la presencia de un
intérprete poblado de significados, cuanto más profusa y extensa sea su base de
relaciones y significados más completa y refinada será la interpretación.
La palabra es un signo socialmente compartido. Su naturaleza se asienta en la
puesta en relación, la negociación y el intercambio. El significado no es abstracto, se
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Idea clave 2:
La comprensión de un signo tiene un componente tanto interno como externo al sujeto.
Es interno en tanto los procesos de percepción, codificación, almacenamiento,
evocación e interpretación son individuales y se estructuran en función de los otros
signos existentes en la memoria semántica. Es externo en tanto un signo no puede ser
separado de su situación social sin perder su naturaleza semiótica. El significado de un
signo no es un hecho sino un proceso. Las propiedades del ejercicio exegético no son la
estabilidad y la permanencia, sino el movimiento y la flexibilidad. El signo siempre está
orientado hacia alguien y, por tanto, es un elemento constitutivo de un proceso de
negociación que le pertenece por igual al que lo emplea y a quien va dirigido.
Cuando una persona estima la similitud semántica entre dos o más ideas, lo hace
a partir de establecer entre ellas diferentes tipos de relaciones semánticas. La
proximidad semántica puede estar dada porque ambos conceptos presentan entre sí una
relación inferencial, de modo que evocar un concepto supone la propagación del
pensamiento hacia otro concepto con el que se halla vinculado lógicamente (relaciones
de pertenencia, taxonomía, coordinación, etc.). Pero también puede suceder que ambos
conceptos compartan numerosos atributos por medio de los cuales se establezcan
relaciones no lógicas. Así, las semejanzas en los atributos compartidos entre dos
conceptos pueden promover las relaciones analógicas, identificaciones por el predicado,
o aún en un caso particular, relaciones por similitudes fonológicas.
Del mismo modo y tal como lo han señalado algunos estudios sobre relaciones
semánticas (Bejar, Chaffin, & Embretson, 1991; Mayor & López, 1995), a través del
mismo mecanismo se puede comprender la conformación de relaciones parte-todo,
contraste, causa-propósito, etc. De hecho, estos estudios recuperan trabajos que
proponen taxonomías de al menos trece sistemas de clasificación diferentes.
Se denomina priming al mejoramiento, respecto de una línea de base apropiada,
en el desempeño en una tarea cognitiva, como producto del contexto o de una
experiencia anterior. En este marco, el efecto de priming semántico ha recibido una gran
atención desde su demostración original en la década de los 70. Este efecto puede ser
presentado sintéticamente como el fenómeno que hace que una palabra sea reconocida
más rápidamente si es precedida por una palabra semánticamente relacionada con la
primera, que si es precedida por otra no relacionada.
El priming semántico, particularmente, se operacionaliza como una mejoría en la
velocidad de respuesta o una mayor exactitud para responder a un estímulo cuando éste
es precedido por un estímulo semántico relacionado con él que cuando no lo es (por
ejemplo, perro-gato contra perro-avestruz). El estímulo sobre el cual se producen las
respuestas se denomina blanco u objetivo, y el estímulo precedente se denomina prime.
Otra clase de priming es el de repetición, que refiere a la mejoría en la velocidad o
exactitud para responder a la segunda ocurrencia de un estímulo presentado con
anterioridad. El priming semántico y el de repetición son causados, probablemente, por
mecanismos diferentes o por diversos estados de procesamiento (Durgunoglu, 1988).
El aspecto semántico del priming semántico está implicado en que el priming es
causado por relaciones de significado como las que existen, por ejemplo, entre los
conceptos perro y caballo (ambos son mamíferos, cuadrúpedos, tienen piel, etc.). En la
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práctica, la denominación también se utiliza para referirnos al priming causado por una
mezcla de relaciones semánticas y asociativas. El priming producido entre conceptos
como perro y gato involucra tanto relaciones semánticas como las mencionadas, como
relaciones puramente asociativas (ambos conceptos aparecen fuertemente vinculados en
relaciones topológicas espaciales y temporales). En cambio, avestruz casi nunca aparece
asociada con perro.
Es interesante señalar, para nuestros propósitos, la distinción propuesta entre
priming semántico automático y estratégico. Posner y Snyder (1975) y Nelly (1977)
distinguieron empíricamente dos tipos de estrategias utilizadas por las personas en
tareas de priming estratégico: la generación de expectativas prospectivas y la
verificación de relaciones retrospectivas.
La generación de expectativas prospectivas se produce cuando la persona
anticipa, al serle presentado el prime, posibles pares de objetos relacionados con el
prime. De este modo, el efecto priming se ve amplificado, pues la persona genera
posibles cadenas con términos relacionados, no utilizando cadenas con términos no
relacionados.
La verificación de relaciones retrospectivas se produce cuando la persona evalúa
la relación prime - objetivo una vez que han sido presentados, pero antes de producir la
respuesta. En tareas de decisión lexical, la evaluación de una relación significativa entre
prime y objeto funciona como clave para facilitar la respuesta.
Idea clave 3:
Priming es el término utilizado en psicología cognitiva para designar el efecto causado
por la experiencia repetida de un estímulo. El efecto de la exposición repetida a un
estímulo produce la facilitación o inhibición, una preactivación de un estimulo
posterior después de la exposición repetida. El priming semántico se produce a partir
de las relaciones semánticas entre palabras.
memoria semántica como una jerarquía o taxonomía semántica. En este modelo, Collins
y Quillian propusieron vínculos de dos clases: los isa, que representan relaciones
jerárquicas o categoriales entre conceptos, y los propiedades, que son características
específicas que se asocian con los conceptos particulares. Con estas definiciones, el
modelo ha permitido hacer predicciones específicas de modo rápido y sencillo. Esas
predicciones se operacionalizaron contando el número de “operaciones” que una tarea
pudiese requerir de acuerdo con la teoría y luego verificando si los datos empíricos del
tiempo de ejecución arrojaban resultados consistentes con dichas predicciones.
Este modelo jerárquico promovió una gran aceptación en la comunidad
cognitiva de su época, incluso halló alguna evidencia neuropsicológica, ya que se
encontraron demencias que parecen perder información subordinada (del nodo inferior)
antes que información supraordinada (del nodo superior). Warrington y Shallice (1984),
trabajando sobre casi 2000 casos de agnosias específicas, hallaron dobles disociaciones
en las que ciertos pacientes podían identificar cosas inanimadas pero no podían
identificar cosas animadas y a la inversa. Estas disfunciones podían ser explicadas por el
modelo, a partir de la pérdida de los rasgos “es animado” / “es inanimado”. Sin
embargo, se encontró sistemáticamente una falla en el modelo que se dio en llamar
Efecto Típico. En ciertos casos, dos nodos subordinados a igual distancia del nodo
superior mostraron diferencias significativas en el tiempo de respuesta. El ejemplo
canónico es el de canario y avestruz. Ambos se hallan a la misma distancia de ave. Sin
embargo, aunque la predicción del modelo es que ambos deberían tomar el mismo
tiempo, las personas demoran sustantivamente más cuando deben verificar avestruz.
Conrad (1972) sugirió que el acceso a un concepto, visto por el tiempo de respuesta,
depende más de la frecuencia con que dos conceptos aparecen juntos que de la posición
que cada uno ocupa en la jerarquía semántica.
Idea clave 5:
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estable de activación entre las unidades. Ese patrón particular, ejemplificado a través de
un sistema de unidades de respuesta a una entrada, tales como ver un objeto o escuchar
una palabra, es determinado por los pesos de las conexiones entre las unidades. La
memoria es, por lo tanto, codificada en los pesos.
En el procesamiento de una palabra, las unidades de proceso cooperan y
compiten entre sí de acuerdo con el peso de sus conexiones, hasta que la red como un
todo alcanza un estado de estabilidad en un patrón de actividad. Este estado se
corresponde con la representación del significado de una palabra.
Una característica distintiva de los modelos distribuidos es que pueden explicar
más que cualquier otro pues poseen la facilidad del aprendizaje. Una red puede ser
entrenada para producir una salida particular, tal como el significado de una palabra en
respuesta a una entrada particular, tal como el patrón ortográfico de la palabra. El
entrenamiento implica un ajuste incremental de los pesos entre las unidades para
mejorar la capacidad de la red de producir la salida apropiada.
Los modelos distribuidos se han aplicado a muchas conductas humanas que
involucran la memoria semántica, incluyendo la adquisición del conocimiento genérico
desde experiencias específicas (McClelland & Rumelhart, 1985), denominación de
palabras y toma de decisión lexical (Kawamoto, Farrar, & Kello, 1994; Seidenberg &
McClelland, 1989), y déficit en la lectura y uso de significados después de un daño
cerebral (Farah & McClelland, 1991; Plaut, McClelland, Seidenberg, & Patterson,
1996).
Idea clave 6:
Los modelos neoconexionistas de memoria semántica poseen tres características clave
distintivas: su unidad de análisis es sub simbólica, en su procesamiento intervienen
múltiples procesadores que actúan en paralelo y la memoria no es un almacén
independiente sino que se constituye según el estado actual de las conexiones del
sistema.
asociativas no necesariamente semánticas. Por otra parte, estos autores sugieren que este
efecto constituye un proceso relativamente tardío, pues para construir la Clave
Compuesta deben haber sido procesados tanto el prime como la palabra objeto.
Una propiedad importante de HAL es que dos palabras pueden tener significados
muy similares porque ocurren en contextos similares sin que necesariamente aparezcan
con frecuencia en la misma oración. HAL es un modelo estructural de explicación del
significado pero no posee una arquitectura particular de proceso. La mayor parte de la
evidencia a favor del modelo consiste en demostraciones cualitativas o en las
correlaciones entre índices generados por el modelo y la conducta humana. Por ejemplo,
cuando las distancias entre los vectores que representan la palabra son calculados y
tratados con MDS (Escalamiento Multidimensional), las soluciones del escalamiento
indican que las palabras están agrupadas en categorías sensibles (Burgess & Lund,
2000). Otros experimentos han demostrado que las distancias entre palabras computadas
por HAL predicen el priming en la decisión léxica con una aproximación razonable.
Idea clave 7:
Los modelos de semántica computacional se constituyen representando los conceptos
como vectores en espacios n-dimensionales. Trabajan sobre grandes volúmenes de
bases de información electrónicamente soportadas. No pretenden simular el sistema
cognitivo humano.
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Ejercicios de autoevaluación:
1. La concepción tradicional caracteriza la memoria semántica como:
a) Un sistema de integral de memoria, basada y a partir de los sistemas
sensoriales, perceptivos y motrices.
b) Un sistema amodal y modular donde el contexto y el tiempo no se
registran.
c) Un sistema de que integra la memoria declarativa en la construcción de
significados.
d) Un sistema amodal que integra conceptos y procedimientos con
significado.
3. El priming semántico:
a) Es el efecto de facilitación o inhibición producida como efecto de la
exposición repetida a la relación entre significados.
b) Es el efecto de facilitación o inhibición producida como efecto de la
exposición repetida a un mismo estímulo.
c) Es el efecto de facilitación o inhibición producida como efecto de la
exposición repetida a la relación fonológica entre palabras.
d) Es el efecto de facilitación o inhibición producida como efecto de la
exposición repetida al intercambio de significados.
9. El Modelos HAL:
a) Son un modelo en el que los conceptos se representan como puntos en un
espacio unidimensional
b) Utilizan la co-ocurrencia global de una palabra en una selección muy
grande de texto
c) La semejanza semántica se mide por la distancia entre los puntos
correspondientes en el espacio
d) Las palabras semánticamente relacionadas coexisten menos
frecuentemente que las palabras no relacionadas
I. Visión clásica
Durante muchos años se consideró que el conocimiento conceptual de los niños
era radicalmente diferente al de los adultos y que esto se reflejaba en la existencia de
cambios drásticos en el desarrollo del conocimiento sobre los conceptos, en el sentido
de una reorganización global de la estructura conceptual.
Al respecto, Keil (1992) agrega que décadas de investigación han sugerido que
las representaciones conceptuales de los niños sufren modificaciones drásticas en una
amplia variedad de áreas que van desde la conservación hasta el pensamiento causal, la
clasificación y la seriación. La visión predominante de esta antigua tradición es que los
cambios son relativamente monolíticos y globales, y que las representaciones de los
niños pequeños son instancias limitadas, mientras que los niños mayores logran
liberarse de las instancias particulares para formar conceptos abstractos y lógicos.
Esta concepción del desarrollo conceptual ha sido la base de las obras de Piaget
y de Vigotsky, entre otros. La perspectiva piagetiana se enmarca bien en la visión
clásica por su postura explícitamente lógica, que asume que los objetos se dividen en
conjuntos bien definidos, y que el pensamiento sobre las categorías involucra el análisis
lógico o la combinación de esos conjuntos. Este enfoque requiere la capacidad de
especificar exactamente qué hay en cada conjunto, en tanto cada uno debe tener su
definición.
En tal sentido, Inhelder y Piaget (1967) definieron la intensión de una clase
como el conjunto de propiedades comunes a los miembros de una clase, junto con el
conjunto de diferencias que los distinguen de otra clase. De modo que asumían que hay
un número necesario y suficiente de propiedades para cada concepto. Para dar cuenta
del conocimiento conceptual, los niños debían dar definiciones adecuadas de los
conceptos y, además, responder preguntas lógicas sobre ellos, usando cuantificadores
del tipo “todos” y “algunos”. Tales capacidades aparecían en el período operatorio.
Más específicamente, en la tarea de inclusión de clases que estos autores
utilizaban se presentaba a los niños un conjunto de estímulos que debían clasificar de
maneras diferentes (por forma, color, etc.). Requería que los niños superaran su manera
natural o habitual de clasificar los estímulos, y que sostuvieran el foco en estímulos
subordinados sin perder de vista la clasificación superordinada -más amplia y general-.
Dicha tarea era correctamente realizada por primera vez durante el mismo rango general
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Idea clave 1:
Antes de cierto punto en el desarrollo, el niño tendría gran dificultad para representar
cualquier concepto en términos de definiciones y, después de ese punto, sería capaz de
hacerlo para la mayoría de los conceptos. Esta visión general de la metamorfosis en el
cambio conceptual es común a varias teorías del desarrollo, que postulan que el
formato usado para representar a los conceptos cambia de manera fundamental.
Idea clave 2:
La perspectiva denominada teoría-teoría postula que las creencias o teorías -y no
solamente, ni sobre todo, las propiedades perceptivas de los estímulos- inciden y
coadyuvan en el proceso de formación de conceptos y categorización, al punto de que
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incluso los niños pueden denominar y categorizar de acuerdo con sus conocimientos y
creencias, dejando de lado la apariencia superficial.
Del lado de quienes objetan el papel de las teorías, Sloutsky (2010) sostiene que
los primeros conceptos se construyen principalmente en función de información
observable. Podemos tomar, como ejemplo de este fenómeno, a los prototipos de las
categorías; existe evidencia que sugiere que los prototipos de muchos conceptos se
basan en experiencias específicas y, por lo tanto, no son inherentes. Por ejemplo, el
hecho de que para un niño de Wisconsin el prototipo de fruta sea una manzana, y para
un niño de México, un mango, se debe a la experiencia (Antonucci & Alt, 2011).
Una de las fuentes de evidencia más comúnmente citadas sobre la primacía de
las propiedades perceptivas en los conceptos de los niños es la de las extensiones
lexicales. Cuando los niños pequeños deben identificar un referente de una palabra
nueva entre objetos que son taxonómica, temática o perceptivamente similares al objeto
target, suelen escoger el objeto que es perceptivamente similar.
En este sentido, el hecho de que tanto bebés de 3-4 meses de edad, primates
superiores, monos, ratas y aves puedan aprender una variedad de categorías perceptivas
es un fuerte indicador de que la entrada perceptiva no es tan pobre o insuficiente como
señalan quienes toman partido por la teoría-teoría. Si lo fuera, uno debería asumir
necesariamente que todas las especies tienen los mismos sesgos teóricos que los seres
humanos, lo cual no parece plausible (Sloutsky, 2010).
Idea clave 3:
La visión opuesta a la de la teoría-teoría afirma que la entrada sensorial no es pobre ni
insuficiente para la formación de conceptos; aun más, sostiene que los primeros
conceptos se construyen principalmente en función de información observable y, por
ende, no sería necesario establecer supuestos a priori.
Una postura conciliatoria entre ambas admite que tanto la estructura típica como
una serie de creencias coherentes y más profundas son esenciales para entender la
estructura conceptual (Gelman & Meyer, 2011). En este sentido, Inhelder y Piaget
(1967) nos muestran que los niños pequeños son altamente sensibles a los aspectos
perceptivos del contexto, guiándose por la configuración espacial en vez de usar un
núcleo conceptual coherente. Sin embargo, Piaget (1978) también observa que los niños
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Idea clave 4:
Una visión conciliatoria entre la que pone énfasis en las creencias y la que enfatiza la
entrada sensorial propone que a la vez que las habilidades perceptivas maduran
también lo hacen las habilidades conceptuales, y que dependiendo de la actividad
conceptual se resalta uno u otro aspecto.
Relaciones taxonómicas
Se considera que el conocimiento semántico está representado por conceptos que
se relacionan de diversas maneras. Cuando se organizan de manera jerárquica desde
niveles menos inclusivos a niveles más inclusivos, o viceversa, la relación que los une
es taxonómica. De este modo, una relación taxonómica vincula a un concepto con otro
de nivel jerárquico superior (“perro-animal”), con un concepto de nivel inferior o
subordinado (“perro-collie”), y con un concepto del mismo nivel jerárquico (“perro-
gato”).
Mientras las relaciones superordinadas y subordinadas tienen una estructura
vertical, las coordinadas o de nivel base -mismo nivel- tienen una estructura horizontal
(Lin & Murphy, 2001). Las superordinadas (“animal”) se componen de instancias más
abstractas y menos observables (no hay ningún animal en la realidad que incluya hiena,
delfín, pantera, etc.), y las categorías subordinadas (“collie”), de instancias específicas y
más detalladas. Así, las categorías de nivel base (“perro”) capturan un nivel intermedio
de generalidad que es más útil que el de las categorías muy amplias o específicas. Las
relaciones taxonómicas permiten anticipar las propiedades que tendrá un nuevo
elemento que se incluya dentro de una categoría; unifican dos o más objetos diferentes,
de modo tal que sean percibidos como la misma clase de cosa y subsumidos en una sola
etiqueta clasificatoria (Ford, 2003).
Los conceptos que pertenecen a una categoría taxonómica se relacionan con
todos los otros miembros en virtud de las características que comparten, de modo que se
basan en las propiedades mismas de los objetos (Mirman & Graziano, 2012) y, como
consecuencia, tienden a parecerse entre sí (Estes et al., 2011). Conocer estas relaciones
constituye un aspecto crítico del significado de las palabras. Saber, por ejemplo, que un
collie es un tipo de perro permite hacer ciertas inferencias (los collies deben heredar
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todas las propiedades de los perros) y saber que algunos perros son mascotas (y
viceversa) posibilita hacer distintas inferencias (que pueda haber propiedades
compartidas). Finalmente, saber que los perros no son gatos permite otras inferencias.
En suma, las categorías taxonómicas incorporan información con una masa
crítica de características superpuestas, de modo tal que los miembros de una categoría
particular (gorrión, águila, etc.) comparten todas las propiedades de la categoría
(pájaros) junto con algunas propiedades diferenciales. En consecuencia, la densidad de
conocimiento almacenado para cada miembro se reduce significativamente, haciendo
más económico el almacenamiento de la información (Ford, 2003).
Idea clave 5:
La organización del conocimiento taxonómico permite a los individuos procesar
información de una manera económica y sofisticada, facilitando su recuperación para
futuras aplicaciones, permitiendo hacer analogías y resolver problemas, e impulsando
el desarrollo de más conocimiento.
Relaciones temáticas
Se caracterizan por enlazar a un concepto con otro poniendo de relieve su
coocurrencia en un evento o situación, es decir, en un “tema” común. Incluyen
relaciones espaciales y temporales, así como relaciones entre agentes, objetos y víctimas
de una acción (Borghi & Caramelli, 2003; Estes et al., 2011). Permiten organizar
contextualmente la experiencia así como establecer predicciones frente a situaciones
futuras similares.
Las relaciones temáticas son externas en el sentido de que ocurren entre
múltiples objetos, conceptos, personas o situaciones (e.g., que los perros persigan a los
gatos es una propiedad externa de los perros porque no puede ocurrir sin su concepto
complementario gatos). Por ende, las propiedades clave de las relaciones temáticas son
(1) externalidad – las relaciones temáticas ocurren entre dos o más cosas, y (2)
complementariedad – esas cosas deben desempeñar diferentes roles en un tema dado.
Se caracterizan por ser intrusivas: Se captan involuntariamente en tareas en las
que son irrelevantes e incluso contraintuitivas. Wisniewski y Bassok (1999) mostraron
que el procesamiento temático se entromete en tareas taxonómicas como las de realizar
ratings de semejanza y reconocer similitudes. También son muy frecuentes: Encontrar
un concepto familiar activa automáticamente los otros conceptos con los que es más
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Idea clave 6:
Las relaciones temáticas se caracterizan por ser intrusivas y muy frecuentes (suelen
activarse de manera incontrolable); brindan información sobre qué cosas se encuentran
juntas, qué objetos son utilizados en distintos eventos, qué esperar en determinadas
situaciones, etc. Por lo tanto, constituyen una forma de conocimiento general útil tanto
para niños como para adultos.
Por el contrario, otros autores (e.g., Lucariello, 1998; Luria, 1984) plantean que
el uso temprano de las relaciones temáticas es reemplazado más tardíamente por el del
conocimiento jerárquico taxonómico (tal es la idea que pregona la visión clásica de los
conceptos, desarrollada en el Apartado I). Quienes adhieren a esta perspectiva
consideran que el conocimiento de las jerarquías taxonómicas se desarrolla
gradualmente como una función de la maduración cognitiva, de modo que no proveería
una base estable para la organización de la información hasta después de comenzada la
educación formal (Inhelder & Piaget, 1967).
Esta transición cognitiva que plantean algunos investigadores, conocida como
“el giro de lo temático a lo taxonómico”, ha sido demostrada a través de numerosos
paradigmas sobre memoria y categorización. Por ejemplo, en las investigaciones de
Inhelder y Piaget (1967) los niños de menos de 7 años de edad usualmente no formaban
categorías taxonómicas basadas en las propiedades compartidas por los elementos, sino
que los agrupaban según relaciones temáticas (e.g., ponían juntos el juguete de un coche
y el de una mujer, argumentando que la mujer podía manejar el coche).
Idea clave 7:
Existe un debate acerca de si se produce una transición cognitiva en el desarrollo
conceptual, conocida como “el giro de lo temático a lo taxonómico”, que refleja el
espíritu de la visión clásica, o si los niños pequeños también utilizan el conocimiento
taxonómico, como puede observarse en el aprendizaje de palabras.
Como las relaciones temáticas vinculan elementos que suelen pertenecer a clases
drásticamente diferentes (e.g., mujeres/coches), no se ajustan a las categorizaciones
taxonómicas, que para muchos autores son típicas de los adultos. Pero si los niños
realmente creyeran que las mujeres y los coches son la misma clase de cosas, entonces
sus conceptos diferirían radicalmente de los conceptos de los adultos; es decir, si los
niños formaran una categoría que incluyera “perro” y “correa”, en su pensamiento y en
su lenguaje tratarían a ambos términos como si fueran equivalentes. Así, podrían
referirse casi indistintamente a ambos objetos o inferirían que algunas de las
propiedades de los perros se aplican también a las correas. Pero es extremadamente
inusual que algo así suceda; los niños no tratan a las correas como si fueran perros ni
viceversa (Fodor, 1972, citado en Keil, 1992).
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Surge entonces la pregunta de por qué los niños, a pesar de usar las palabras
según criterios taxonómicos, luego responden temáticamente en tareas de clasificación.
Son varios los estudios que muestran que los niños pequeños tienden a elegir una
opción temática sobre una taxonómica, y que dicha preferencia se mantiene
relativamente constante desde los 4 hasta los 7 años de edad. Por ejemplo, usando una
tarea de emparejamiento con la muestra1, Waxman y Namy (1997) les pidieron a niños
de 2, 3 y 4 años de edad que eligieran la opción que “va con” un concepto base, y
hallaron que los niños de 4 eligieron consistentemente la opción temática.
Para investigar el presumible giro conceptual durante el desarrollo, Smiley y
Brown (1979) tomaron niños de 4, de 6 y de 10 años de edad, y adultos de 20 y de 72
años de edad. Partiendo desde los grupos de menor edad hasta los mayores, el 65%, el
70%, el 15%, el 5% y el 70% de los participantes, respectivamente, exhibieron una
tendencia hacia las elecciones temáticas.
Examinando la estabilidad de esta preferencia temática en la adultez tardía,
Pennequin, Fontaine, Bonthoux, Scheuner y Blaye (2006) encontraron que tanto sujetos
de 45 como sujetos de 71 años de edad tendían a elegir opciones temáticas sobre
opciones taxonómicas en la tarea de emparejamiento utilizada. En el mismo sentido, en
un estudio reciente realizado por Maintenant, Blaye y Paour (2011) se encontró que para
las personas mayores son más salientes las relaciones temáticas, de modo que es más
difícil inhibirlas cuando así lo requiere la tarea.
Idea clave 8:
Algunas investigaciones aportan evidencia de una fuerte preferencia por el pensamiento
temático en la infancia temprana, seguida de una fuerte tendencia hacia el pensamiento
taxonómico en la infancia tardía y en la adultez temprana, y finalmente un
resurgimiento de la preferencia por el pensamiento temático en la adultez media y
tardía.
1
En estas tareas los participantes deben elegir primero, entre varios estímulos, el que hace mejor pareja
con un target, y luego deben elegir otras posibles parejas. Cada una de ellas mantiene una relación
temática o taxonómica con el target, o ninguna relación.
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estímulo base tiende a ser temática, la opción que surge de elegir algo “del mismo tipo
que” la base tiende a ser taxonómica (Waxman & Namy, 1997). Del mismo modo, pedir
a los participantes que elijan el dibujo que “es más como” la base evoca elecciones
temáticas, y pedir que elijan el dibujo que “es la misma clase de cosa que” la base evoca
elecciones taxonómicas (Nguyen & Murphy, 2003).
Por otro lado, las preferencias de los participantes en dichas tareas son también
contexto-dependientes. Antes de una tarea de emparejamiento, Blaye y Bonthoux (2001)
les mostraron a niños de 3 y de 5 años de edad escenas diseñadas para que primara una
opción temática o una opción taxonómica. Así, al mostrar un dibujo que representaba un
tema de circo, los niños elegían el par temático (domador y látigo) como la mejor pareja
para el target “león”, pero al mostrar un dibujo que representaba un zoológico, los niños
elegían el par taxonómico (“pájaro” y “jirafa”).
Idea clave 9:
Se ha objetado que la mencionada transición cognitiva en el desarrollo conceptual
podría obedecer en realidad a problemas metodológicos, característicos de las tareas
de emparejamiento con la muestra, como ser el sesgo de las consignas.
esta tarea de asociación libre indican una preferencia por el pensamiento temático que
decrece levemente con el correr de la infancia.
Al respecto, de acuerdo con Estes et al. (2011), a pesar de que las relaciones
taxonómicas han recibido considerablemente más atención dentro de la psicología, las
relaciones temáticas también son esenciales en la cognición. Ambas facilitan el recuerdo
al promover una mayor elaboración durante la codificación y/o al actuar como claves
durante la recuperación. Los paradigmas de facilitación o priming, dentro de los cuales
se encuentran las tareas de denominación y de decisión léxica, proveen una medida
adicional de la organización conceptual (ver Parte 1) y corroboran la conclusión de que
las relaciones temáticas son altamente accesibles e influyentes en la cognición. En este
sentido, datos provenientes de la neuropsicología sugieren que ambos tipos de relación
conceptual involucran áreas cerebrales parcialmente independientes y que las relaciones
taxonómicas requieren la activación de áreas adicionales, lo cual ha sido interpretado
como evidencia de su mayor complejidad, dado que suponen un mayor nivel de
abstracción; también se ha interpretado que, en contrapartida, las relaciones temáticas
son menos costosas y más prominentes y, por ende, muy utilizadas (Mirman et al., 2011;
Schwartz et al., 2011).
Ambos tipos de relación son importantes. En el caso de las temáticas, nos permiten
saber, por ejemplo, cómo un sujeto debe comportarse si va a una consulta médica
aunque nunca haya estado en ese consultorio. Por otra parte, las jerarquías
taxonómicas son importantes por su poder deductivo que posibilita inferir, por ejemplo,
que si los animales respiran, los perros también.
Lo raro no es, entonces, que los niños sepan relaciones temáticas y las utilicen,
sino que a veces las prefieran -en vez de a las relaciones taxonómicas- cuando se les
pide que agrupen objetos del mismo tipo. Es probable, entonces, que esa preferencia se
deba al menos en parte a las críticas ya mencionadas a los estudios que conducen a esos
resultados. De todos modos, hay otras explicaciones posibles para ese hecho.
Por un lado, la mayor saliencia, fortaleza y automaticidad de las relaciones
temáticas en comparación con las taxonómicas, puestas en evidencia en numerosas
investigaciones desarrolladas tanto en población infantil como en población adulta (ver
Estes et al., 2011). Por ejemplo, Mirman et al. (2011) encontraron que los conceptos
relacionados temáticamente se activan automáticamente durante el procesamiento de
palabras, a pesar de que tal activación no es requerida por la tarea.
Otra explicación podría estar dada por los diferentes mecanismos cognitivos que
se ponen en marcha para establecer ambos tipos de relaciones conceptuales. Al respecto,
Wisniewski y Bassok (1999) consideran que las relaciones taxonómicas de nivel base
activan predominantemente un proceso de comparación entre objetos, mientras que las
relaciones temáticas activan un proceso de integración. En efecto, los objetos
relacionados taxonómicamente (“collie-pastor alemán”) comparten muchas dimensiones
en las que se los puede comparar (e.g., nombre, tamaño, forma, partes). Por el contrario,
los objetos relacionados temáticamente (“manzanas-canasta”) son más plausibles de ser
integrados en un mismo tema o escenario (e.g., poner manzanas en una canasta).
De acuerdo con dicha idea, dos estímulos que pertenecen a la misma categoría
taxonómica van a tender a ser procesados mediante estrategias de comparación,
mientras que dos estímulos con una relación temática van a ser compatibles con el
proceso de integración, independientemente de la consigna de la tarea. Así, una persona
puede responder la pregunta “¿en qué se parecen un hombre y una corbata?” mediante
la respuesta “se parecen en que el hombre se puede poner una corbata”. En términos
generales, tal respuesta suele ser considerada errónea; sin embargo, Wisniewski y
Bassok (1999) consideran que es la relación previa entre el par de estímulos la que
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promueve una respuesta temática ante una pregunta por la similitud. De todos modos,
los resultados de ese estudio también muestran que la comparación a veces es usada
para establecer relaciones temáticas y la integración, para relaciones taxonómicas.
Siegler y Shipley (1995), al respecto, plantean la existencia de un mecanismo de
selección responsable de generar desarrollo cognitivo a partir de fomentar el uso de
procesos que han demostrado ser útiles en condiciones particulares que el niño ha
enfrentado. En lo que concierne a la formación de conceptos, esto implicaría que a
cualquier edad, ambos procesos -comparación e integración- y relaciones -temáticas y
taxonómicas- se encontrarían disponibles. Así, los niños usarían predominantemente un
proceso de comparación y se apoyarían en las relaciones taxonómicas, o un proceso de
integración y se apoyarían en las relaciones temáticas, dependiendo de sus tendencias
individuales o de las situaciones específicas. Este enfoque adhiere a que hay una serie
de representaciones y competencias igualmente disponibles, y no un cambio cualitativo
de unos tipos de representaciones y competencias a otros.
que un grupo de adultos sin educación podía usar relaciones taxonómicas cuando no
competían con relaciones temáticas, como en tareas de memoria. De modo que la
preferencia por la elección de categorías taxonómicas sería resultado, al menos en parte,
de la educación occidental.
En apoyo a lo anterior, en el estudio de Smiley y Brown (1979) ya mencionado,
en el que se encontraron respuestas temáticas en adultos mayores americanos pero no en
estudiantes de college, al interrogar a los participantes los investigadores hallaron que
los sujetos conocían y podían establecer relaciones taxonómicas entre los estímulos
mostrados a pesar de no haberlas elegido. Aparentemente, consideraban que las
relaciones temáticas eran más salientes e interesantes. Esto sugiere, entonces, que la
preferencia temática o taxonómica se puede deber a la idea de los sujetos sobre cuál es
la mejor respuesta en determinado tipo de tarea. En palabras de Luria (1984, p. 64):
“Naturalmente [el criterio taxonómico] es el tipo de respuesta que predomina en los
estudiantes y en las personas con educación media y superior”.
comprender que los pingüinos pertenecen a la clase de las aves porque tienen pico, alas,
plumas, etc., y para ampliar su conocimiento sobre esa clase sumando el dato de que no
necesariamente todas las aves vuelan.
En suma, no sería esperable que el conocimiento taxonómico sustituyera al
temático, sino que ambos deben coexistir, activándose en los contextos en que resulten
apropiados. La escuela, por ejemplo, potencia el uso de las capacidades de abstracción
del niño, que no siempre se ponen a prueba en su vida cotidiana. Ambos modos de
pensar se desarrollan de manera independiente, pero en ocasiones se pueden cruzar; es
decir, en las relaciones temáticas los conceptos tienden a no asemejarse debido a que
tales relaciones se basan en roles complementarios y no en propiedades compartidas, a
diferencia de las relaciones taxonómicas. Sin embargo, los caballos y las vacas están
taxonómicamente relacionados porque pertenecen a la categoría MAMÍFEROS, a la vez
que temáticamente relacionados porque los caballos suelen usarse para agrupar ganado.
RESUMEN FINAL
La memoria semántica es aquella que nos permite construir, almacenar y acceder a los
recuerdos de los significados de los conceptos, a la comprensión de esos recuerdos y a
disponer de todo otro conocimiento basado en ideas sin tener necesidad de recuperar las
experiencias fácticas en las que las obtuvimos. Una característica definitoria de los
modelos tradicionales de memoria semántica es que, como observadores introspectivos,
no conocemos con seguridad su origen. Esta memoria no se representa en términos de
tiempos y lugares específicos. La memoria semántica refiere a nuestro conocimiento
sobre la lengua y los hechos sobre el mundo. Puede ser pensada como la confluencia de
un diccionario, una enciclopedia y un tesauro, todo ello en uno.
Comprender la relación entre el significado de una palabra y el mundo al que se
refiere, la relación entre esa palabra y la representación conceptual a la que sirve de
etiqueta y, finalmente, explicar la comprensión recíproca entre dos hablantes que
comparten esa misma palabra, no constituye un problema menor para los modelos de
memoria semántica. ¿Cómo puede una palabra ser la misma y aludir a tantos
significados diferentes? ¿Cómo dos hablantes que atribuyen a ciertas ideas un
significado muy particular y diferente pueden, al mismo tiempo, comprenderse
mutuamente y creer saber a lo que se están refiriendo? El significado de un concepto no
emerge directamente sólo de las propiedades intrínsecas del mismo. El significado no
trata de un atributo que se debe descubrir como si fuese una propiedad inherente al
objeto en cuestión, ni la labor del sujeto consiste en develar dicho significado. En lugar
de ello, el significado emerge del peso relativo de todas y cada una de las relaciones
fácticas, ideativas y emocionales que como personas hemos logrado establecer en
nuestra historia con el objeto al que la palabra hace referencia.
Para dar cuenta de estas cuestiones se han desarrollado en los últimos 40 años
diversos modelos que han tratado de explicar la organización estructural y el
funcionamiento de la memoria semántica y su relación con las otras memorias con
respecto a las cuales se ha logrado establecer su independencia funcional y,
recientemente, la base neurológica de sus circuitos.
Una forma comúnmente aceptada de validar las propuestas teóricas ha sido tratar
de encontrar evidencia clínica empírica respecto de los procesos psicológicos que se dan
durante el desarrollo y en la clínica neuropsicológica.
A partir de revisar los alcances y restricciones de diferentes posturas teóricas,
hemos abordado cómo se organiza la memoria semántica durante el desarrollo
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psicológico. Así, hemos visto que algunos investigadores consideran que los
significados se construyen a partir de nuestras creencias y conocimientos acerca del
mundo -por ejemplo, podemos comprender que un perro es de todos modos un perro a
pesar de no tener cuatro patas, porque hay algo “esencial”, más allá de lo observable,
que lo hace ser lo que es-. Otros enfatizan que la entrada sensorial -aquello que
percibimos- es suficiente para adquirir conceptos.
También hemos visto que si bien tradicionalmente se enfatizó que el desarrollo
implica un progreso hacia el pensamiento abstracto, que posibilita organizar
lógicamente la información que nos rodea, en la actualidad la evidencia indica que
incluso los adultos jóvenes educados -aunque en menor medida en ese último caso- se
valen del conocimiento temático, conformado por relaciones espaciales, temporales y
funcionales entre objetos y personas. Se ha interpretado que dicho conocimiento es tan
útil como el taxonómico, puesto que guía nuestro comportamiento en diversas
situaciones -por ejemplo, nos permite saber qué hacer cuando tomamos un transporte
público-. De modo que cumple una función organizativa esencial en la cognición, que
complementa el conocimiento taxonómico, caracterizado por simplificar nuestro
abrumador mundo perceptivo por medio de inferencias que, a partir de un objeto, se
aplican a otros no idénticos pero que comparten propiedades.
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