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Kl presente volum en reú n e u n a selección de los ensa-

y<)s <le* Thom as M ann, sin d u d a u n a de las figuras cen-


ii .ilcs de la lite ra tu ra del siglo x x . Poco conocida en
España, la ingente o b ra ensayística de este au to r -los
volúm enes publicados después de su m u erte sum an
mas de dos mil p ág in as- constituye u n análisis pene-
li anle c imaginativo de la cultura europea. A lrededor
d< c■■.io loma i cutral se a g ru p a n otros com o la rela-
i ion del ai lisia i on la sociedad, la com plejidad de la

: dSs8
0 alidad y di I tiem po o las seducciones de la espiri-
tiialnlad. el eros y la m uerte. Los textos que aquí pre­
vi m u.... . suponen una ellcaz aproxim ación al ideario
. su in o de M ann en cam pos com o la m úsica -«la pa-
-i<oí pm la las» ¡liante o b ra de W agner acom paña mi
1nía dt sde i |iie la vislumbre p o r p rim era vez»-, el tea-
in>, paiiia de i oda esp iritu alid ad sensual y de to d a
a nsualidad «-spiritual», y la literatura. Es en este último
apai lado donde se encuentran algunos de los ensayos
mas pen epiivos y profundos de su autor, en to rn o a
gi ancles figuras de la lite ra tu ra universal: desde u n
•Vían pm m a ic o n D on Quijote» -g en ial com entario
i I r la i >1a a de Cervantes escrito en el barco que le lle­
vaba a Estados Unidos en 1934 huyendo de los nazis-
ha-, ia el con m o v ed o r ensayo sobre Chéjov, pasando
poi Cocí he, / o l a o la A n n a Karenina de Tolstoi.
( ¡IÄflicos M odernos

ff Milus ni iginairn: Rede über das Theater, Der alte Fontane,


M m té h it mit t ,“>i Quijote, Richard Wagner u n d der R in g der Nibelungen,
Hit k u n u th f Romans, A n n a Karenina, Dostojewski m it Massen,
\ugiisi Suiuiibeig, Vhantasie über Goethe, Fragment über Zola,
Ift »thh obre '¡\cher.how, Versuch, über Schiller.

í • «it Id tradntt I6n: Genoveva Dieterich, 2002

«>.!» <>§1* edición: A lb a E d it o r i a l , s .l


( lump« i Fahrés, 3-11, 4.“
08006 Barcelona
www.albaeditorial.es

C' Diseño: Moll de Alba I n d ic e


i’iim eia,edición: julio de 2002

ISBN: 84-8428-154-X
Depósito legal: IV21 694-02 .
D iscurso sobre el t e a t r o _______________ ___ ____ _____ ___ _________ 11
implosión: I .ibrr'dúplex, s.l. El viejo F o n t a n e ______ ;___________________________________________ 35
(¡cmstltuclón, 19 t
08014 Barcelona V iaje por mar con D o n Q u ijo t e _________________________________ __ 51

Im plólo en España R ichard Wagner y E l a n il l o d e l N ib e l u n g o ----------------------------------------------113

E l arte de la novela ____ _______________________________________ _— 147

A n a K a r e n i n a ______ _________________________________________________ 165

D ostoievski con m ed ida __________ 189

A ugust Strindberg --------- ---------------------------------------------------------------- 213


Fantasía sobre G oethe __________________ __ ________________________ 217
F ragmento sobre Z o l a _________________________ __ ____________ ___ 271
E nsayo sobre C h é jo v ___ 1 __________________________________________275

E nsayo sobre S c h iller ______________________________________________ 309

(h ied a ilgiunsam cntc


pm lithida, iln la autorización
S#í tita tía In* lit ulule* <lcl Copyright,
bajii la* «atu Iones establecidas p or las leyes,
la 11:| ti mi tu i lón parcial o total (le esta obra por
■odltpiiei tuf illo o proredim iento, com prendidos
la i api ngt alia y el tratam iento inform ático, ** *
y la ilUlt llnif ido de ejemplares m ediante
aliptiler o préstamo públicos.
bién he soñado durante la noche, en el desacostumbrado
silencio sin máquinas, y busco mi sueño que procedía de mi
lectura de viaje. Soñé con Don Quijote, era él mismo y yo
hablaba con él. Así como la realidad cuando nos sale al
encuentro se diferencia de la idea que nos hacemos de ella,
así también su aspecto era diferente al que muestran los
grabados: tenía un bigote voluminoso y espeso, frente alta y
R ic h a r d W a g n e r
huidiza y, bajo cejas igualmente espesas, ojos grises casi cie­
gos. No se presentó como Alonso Quijano el Bueno, sino y E l A n i l l o d e l N i be lu n g o
como Zaratustra. Era, ahora que le veía ante mí en perso­ (1 9 3 7 )
na, tan delicado y cortés que recordé con indescriptible
emoción las palabras que había leído el día anterior sobre Damas y caballeros,
él: «Porque... en tanto que Don Quijote fue Alonso Quija­ en la conferencia sobre Richard Wagner con la que hace ya
no el Bueno, a secas, y en tanto fue Don Quijote de la Man­ casi cinco años me despedí de Alemania, sin saberlo ni sos­
cha, fue siempre de apacible condición y de agradable pecharlo, en el Auditorium maximum de la Universidad de
trato, y por esto no sólo era bien querido de los de su casa, Munich, utilicé estas' palabras: «La pasión por la fascinante
sino de cuantos le conocían». Dolor, amor, compasión e obra de Wagner acompaña mi vida desde que la vislumbré
infinita devoción me embargaron por completo, mientras por primera vez y empecé a conquistarla, a explorarla con
recordaba esta caracterización, y vibran en mí como un el conocimiento. Nunca olvidaré lo que le debo como este­
sueño en esta hora de la llegada. ta y como estudioso, nunca olvidaré las horas de profunda
¡Una dirección de los sentimientos y pensamientos de­ y solitaria dicha en medio de la muchedumbre del teatro,
masiado europea y demasiado vuelta hacia atrás! Enfrente horas repletas de temblores y exaltaciones de los nervios y
los rascacielos de Manhattan se despegan lentamente de la del intelecto, de iniciación a trascendencias conmovedoras
niebla matutina, un fantástico paisaje colonial, una amon­ y grandiosas como sólo las concede este arte». -A través de
tonada ciudad de gigantes. las palabras citadas habla una admiración que jamás ha
|M‘:r sido turbada o siquiera tocada por el escepticismo, y tam­
\\ H

poco por cualquier arbitrariedad hostil a que se presta su


gran objeto: ¡afortunadamente! Pues la admiración es lo
mejor que poseemos -en efecto, si me preguntaran qué

113
114 |. N,SAYOS S O B R E M Ú S I C A , T E A T R O Y L I T E R A T U R A R I C HAR D WAGNER Y EL A N I L L O DEL N IBE LU NG O 115

v IM-.iim, que relación emocional con las manifestaciones del voluntad artística», dice, «no es otra cosa que la satisfacción
ii mi ido, del arte y de la vida considero la más bella, dicho- del instinto nato de la imitación de aquello que actúa con
:.í | nt>vt ( liosa, imprescindible, contestaría sin dudar: es la más atractivo sobre nosotros.» Una frase muy característica
adinii .» ion. ¿Cómo podría ser de otra manera? ¿Qué sería del que la formula y de su genialidad personal que radica
r I ir i humano, y aún más el artista, sin admiración, entu- en lo actoral-imitatorio, pero al mismo tiempo también
'
mi i, lervor, entrega a algo que no es él mismo, que es una frase que contiene mucha verdad objetiva. Al carácter
demasiado grande para ser él mismo pero que siente como artístico le define, según Wagner -a diferencia del político
tlyi» sublime, afín y poderosamente atracdvo, que desea que refiere el mundo exterior únicamente a sí mismo y a
a p a - , lunadamente abordar, «explorar con el conocimiento» su provecho, pero nunca se refiere a sí mismo a ese
v i|»tupiarse? I .a admiración es la fuente del amor, es ya el m undo- que se entrega sin reservas a las impresiones que
aiuoi mismo -que no sería amor profundo, no sería pasión tocan simpáticamente su sensibilidad: impresiones de la
v, subte iodo, carecería de espíritu si no supiera también vida y, sobre todo, del arte; pues lo que determina al artis­
d u d a r -niltii por su objeto. La admiración es sumisa y, al ta como tal son sin duda las impresiones puramente artís­
mii-atio le m p o , orgtillosa, orgullosa de sí misma: conoce los ticas. El poder de éstas, sin embargo, se midejpor la fuerza
, , i- • la pieguuta juvenilmente desafiante: «¿Qué sabéis de la capacidad engendradora, que ha de estar saturada
vi ii. .ii i >. d. esio?». Ks al mismo tiempo lo más puro y lo más hasta una exuberancia extática con estas impresiones para
111 a 111. io, la minie la fiel y el acicate para la rivalidad, ense- poderse convertir en necesidad de comunicación. La
n a la maxima exigencia y es el estimulante más fuerte y potencia artística está condicionada por la plétora de esta
pedagogic ámente más riguroso para la propia contribu- exuberancia, de este entusiasmo; no es otra cosa que la
iiKii intelectual, es la raíz de todo talento. Donde falta, necesidad de devolver en la manifestación lo recibido pro­
donde se extingue, ya no brota nada, allí reina el empo- fusamente. Fuerza, fuerza vital y amorosa, fuerza de la
bre< ¡miento y el desierto. apropiación de lo afín y necesario, constituye la esencia del
I tamas y caballeros, con esta fe decidida en la admi­ genio, esa fuerza de concepción pues que en su potencia
ro ion como fuerza productiva, no soy más que un discí­ más completa desemboca en fuerza productiva.
pulo del monumental artista sobre el que hablé entonces Insisto, la verdad objetiva de esta confesión es indiscuti­
en Munich y vuelvo a hablar hoy. En la famosa Confidencia ble. Que el don de la admiración, la capacidad de amar y
a mis amigos Wagner ha relacionado directamente el talen­ de aprender, la fuerza de apropiación, asimilación, trans­
to artístico con el don de la admiración o, como él lo llama formación, recreación personal, subyace a todo gran talen­
«la fuerza de la capacidad engendradora». «La primera to es una constatación tan noble y bella como atinada. Y a
1 16 ENS AYOS S O B R E M Ú S I C A , T E A T R O Y L I T E R A T U R A R ICHARD WAGNER Y EL A N I L L O DEL N I BE L U N G O 1 17

nosotros, que nos hemos reunido para admirar una gran tar «desinteresadamente» de otra belleza. El elogio que le
obra, para prepararnos espiritualmente a su contempla­ dedica no necesita ya halagarle, confirmarle y defenderle a
ción solemne, nos corresponde sin dudá comenzar con un él mismo. El viejo maestro admira a Felix Mendelssohn, le
ho-rnenaje convencido a la admiración. llama «el ejemplo de un sentido reflexivo y comedido».
El creador de esta obra fue un gran admirador -n o sólo Son palabras encomiásticas que no son precisamente apli­
en la edad clásica del entusiasmo, la juventud, sino tam­ cables a él; se trata de admiración objetiva, exenta de ego­
bién, de acuerdo con su impetuosa vitalidad, hasta muy ísmo. Beethoven siempre fue lo más alto y más grande: «No
avanzada edad y hasta su fin mismo. Es sabido que durante puede hablarse de él -dice Wagner ya anciano- sin caer en
la última etapa de su vida en el palacio Vendramin de Vene­ un tono extasiado». Pero después de interpretar la sonata
cia, y, por cierto, ya con anterioridad en Bayreuth, Wagner Hammerklavier prorrumpe, arrebatado por esos «espectros
solía leer e interpretar ante su familia y amigos toda clase puros de la existencia», en estas memorables palabras:
de obras literarias y piezas musicales para entretenerles la «Algo así sólo es imaginable para piano -tocarlo ante la
velada: Shakespeare, Calderón y Lope, textos hindúes y multitud sería pura estupidez». Esto lo dice el gran artista
nórdicos antiguos, Bach, Mozart y Beethoven -intercalan­ teatral, conmovedor de masas, el héroe de la orquesta que
do comentarios, explicaciones laudatorias y caracterizacio­ siempre apeló de manera sublime a la multitud, y siempre
nes de entusiástica concisión. Emociona oírle hablar del la necesitó para cumplir su misión. Lo que dice sobre la
«delicado genio luminoso y amoroso de Mozart», al que sin sonata para piano ¿no es una concesión libre y generosa a
duda siempre admiró profundamente, pero al que quizá una intimidad y exclusividad del alma que no pertenecían
ahora, en la vejez contemplativa, cuando su propia obra, a su registro, la defensa amorosa, e incluso celosa, de una
mucho menos celeste, mucho más pesada y cargada, está categoría con la que él no se mide? ¿No es admiración por
terminada y a buen recaudo, es capaz de ensalzar con una completo desprendida?
entrega completamente pura y libre. En efecto, parece que Junto a Beethoven, Wagner sólo sabe colocar a Shakes­
la admiración de la belleza ajena, lejos de ser la prerrogati­ peare, junto al súmmum de idealismo, la máxima realidad,
va de los años activos y combativos, quizá se libera en la la terrible parábola de la vida. A los suyos les lee los dramas
vejez y se manifiesta con toda franqueza, una vez llevada a reales, Hamlet, Macbeth, y a veces el creador de Tristán tiene
cabo la propia labor, cuando el yo ya no necesita referirse que interrumpirse con lágrimas de fervor artístico en los
a esa belleza, reflejarse en ella y medirse con ella. «Bello es ojos. «¡Qué cosas vio este hombre! -exclama-. ¡Qué cosas!
-dijo Kant- lo que gusta desinteresadamente.» Aquel que ¡Es y será siempre el incomparable! ¡Sólo se le entiende
estaba destinado a crear grandiosa belleza bien podía gus- como milagro!» ¿Cómo? ¿El drama en palabras, «la crea-

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118 EN S AY O S S O B R E M Ú S I C A , T E A T R O Y L I T E R A T U R A l i l i . K A K I ) WÁ O N E R Y E L A N I L L O D E L N I B E L U N G O 119

ción literaria», como dijo en otro tiempo, aveces con acen­ sucede jamas, que yo sepa; es un fenómeno memorable, el
to negativo, ha producido por una vez lo incomparable, el encuentro de estas dos esferas tan opuestas, tan jpolarmen-
milagro? ¿Qué fue del mensaje redentor de la obra de arte te lejanas la una de la otra; esta experiencia nos tranquiliza
total, la única capaz de hacer cristalizar el arte y a la que y hace felices, ver de pronto amistosamente próximas dos
pertenecería el futuro? Aquello era dialéctica de combate, formidables y contradictorias expresiones del espíritu ale­
propaganda, apasionada e ineluctable, de sí mismo. Puede mán universal, la nórdica-musical y la meridional-plástica,
quedar grabada en letra impresa. Pero verbalmente Wag­ la sombría-moralista y la iluminada-celestial, la legendaria
ner, que está realizado por completo y ahora es libre de primitiva popular y la europea, Alemania como el senti­
dejarse colmar por otros, celebra con simples palabras las miento más potente y Alemania como espíritu y virtud.
cimas de la creación del mundo y de la humanidad que, Pues estos dos extremos somos nosotros mismos -Goethe y
ciertamente, ve por encima de sí mismo, como también Wagner, ambos son Alemania. Son los nombres más excel­
Goethe declaró verlas por encima de sí durante toda su sos para dos almas en nuestro pecho que quieren separar­
vida. se, cuya lucha sin embargo debemos aprender siempre de
¿Y Goethe mismo? También nos encontramos con él en nuevo a sentir como eternamente fértil, como fuente vital
estas veladas venecianas, y también le vemos encontrarse de riqueza interior; para la doble identidad alemana, para
con la disposición admirativa del anciano maestro, precisa­ la disensión alemana, que tiene siempre lugar en el inte­
mente en un terreno muy característico. Lo que el gran rior del alma del hombre alemán superior, y que con gran
creador de mitos lee con preferencia en aquel círculo ínti­ satisfacción vemos aquí superada por un momento gracias
mo es La noche de Walpurgis clásica de la segunda parte de a la admiración desprendida del viejo Wagner por la fan­
Fausto, sobre la que se deshace en manifestaciones de sim­ tasmagoría griega de Goethe.
patía admirativa. «Esto es sin duda lo más original y artísti­ Naturalmente no es casualidad que el mito sea el terre­
camente más perfecto que Goethe creó jamás», solía decir. no del encuentro. El viejo creador e intérprete de mitos,
«Una recreación tan singular de la Antigüedad en forma que declaró ya después de El holandés errante que en ade­
libérrima, con tal humor magistral y una vitalidad tan lante sólo contaría cuentos, está encantado de encontrar a
genialmente vista, en un lenguaje labrado artísticamente su muy urbano rival en este ámbito primigenio, su terreno
con el máximo refinamiento», exclamaba una y otra vez, más congenial, y no se cansa de regocijarse y admirarse de
«es un prodigio incomparable». Da una gran satisfacción la gracia sutil e intelectualmente superior con la que éste se
ver aquí, en el círculo privado, inclinarse al genio wagne- mueve en él. En efecto, qué diferencia entre la manera
riano ante el genio de Goethe -pues en los escritos esto no wagneriana y la goethiana de manejar el mito -incluso
RICHARD WA GN ER Y EL A N I L L O DEL N IBE LU NG O 121

haciendo abstracción de la diferencia de las esferas míticas, riedad verdaderamente alemana -este camino, esta evo­
es decir, del hecho de que Goethe no puebla su teatro espi­ lución, son siempre dignos de una reflexión, siempre serán
ritual con dragones, gigantes y enanos, sino con esfinges, sumamente curiosos y memorables. Pero también el inte­
grifos, ninfas, sirenas, psilos y marsos, o sea: no con seres rés humano del proceso es grande, pues a sus motivos e
germánicos sino europeos, sin duda no suficientemente impulsos estético-artísticos van unidos otros morales, social-
alemanes a los ojos de Wagner para ser aptos para la músi­ éticos y artístico-morales que le transmiten su verdadero
ca. Y en total -¡qué antagonismo en la actitud y la convic­ pathos-, se trata de un proceso catártico, un proceso de puri­
ción artísticas! Grandeza, indudable grandeza, en un caso ficación, de depuración y espiritualización, que humana­
y en otro. «Figuras en grande, en grande los recuerdos.» mente tiene tanto más valor cuanto que fue la naturaleza
Pero la grandiosidad de la visión goethiana carece de todo más apasionada, sacudida por violentos y oscuros impulsos
acento patético y trágico; Goethe no celebra el mito, bro­ en pos de formidable efecto, poder y placer, la que se some­
mea con él, lo trata con humor afectuoso y confianzudo, lo tió a él y en la que tuvo lugar.
domina hasta lo más mínimo y recóndito, y lo hace visible Sabemos cómo el ansia de esta naturaleza artística, dota­
en la palabra alegre e ingeniosa con una escrupulosidad da hasta un grado peligroso de múltiples talentos, se lanzó
que tiene más de comicidad, incluso de parodia cariñosa, primero sobre la gran ópera histórica, y cómo halló con
que de exaltación. Se trata de un divertimento mítico, muy Rienzi en la forma dada y familiar al público un éxito que
de acuerdo con el carácter de la creación fáustica como hubiera determinado a cualquier otro a seguir durante
revista universal. Sin embargo, nada puede ser menos wag- toda su vida en este cómodo camino. Lo que se lo impide
neriano que la manera irónica de Goethe de conjurar el a Wagner es la profundidad de su conciencia artística, su
mito, y al joven Wagner, aún empeñado en su propia obra, capacidad para sentir repugnancia, su rechazo instintivo,
La noche de Walpurgis clásica poco o nada tenía que decirle. todavía no clarificado, del papel superficial y lujosamente
Unicamente su inteligencia artística, ya liberada para la complaciente que juega el teatro musical en la sociedad
contemplación puramente objetiva, es capaz de admirarla. burguesa que le rodea; es especialmente su relación con la
El camino personal de Wagner hacia el mito, es decir: su música, de la que tiene una idea demasiado ferviente,
evolución partiendo de la ópera tradicional para convertir­ demasiado alemana, en un sentido antiguo y sublime del
se en el revolucionario del arte y el descubridor de un término, como para no sentir su íntima esencia maltratada
nuevo tipo de drama nacido del mito y de la música, desti­ por la gran ópera: le parece demasiado valiosa, simple­
nado a elevar inmensamente el rango espiritual y la digni­ mente, como para servir de adorno sonoro a un espectá­
dad artística de la escena operística, de concederle una se­ culo pomposamente burgués, en Wagner la música añora
1 22 ENS AY O S S O B R E M Ú S I C A , T E A T R O Y L I T E R A T U R A l ' I C I I A K l l W A d N E R Y Mí. A N I L L O D E L N I B E L U N G O 123

uniones dramáticas más puras, más acordes. En El holandés Así Wagnci se convirtió en revolucionario. Lo fue como
errante, en Tannhäuser y Lohengrin le vemos empeñado con artista, porque se prometía de la transformación de todas
creciente éxito en conquistar para la música esas uniones las cosas condiciones más favorables para el arte, para su
más dignas. Su concentración productiva en lo romántico- arte, el drama nacional mí tico-musical. Siempre negó ser
legendario equivale a la conquista de lo puramente huma­ realmente un hombre político, y nunca disimuló su aver­
no que, a diferencia de lo histórico-político, considera sión a las maquinaciones de los partidos políticos. Si acep­
como la verdadera esfera de la música; al mismo tiempo tó la revolución de 1848 y participó en ella se debió a una
también significa el alejamiento de un mundo burgués de simpatía revolucionaria general y no a sus objetivos con­
decadencia cultural, de falsa cultura, plutocracia, erudi­ cretos, que los verdaderos sueños y deseos de Wagner deja­
ción estéril y aburrimiento sin alma, y la búsqueda de un ban muy atrás, pues iban más allá de la misma época burguesa.
espíritu popular, de un populismo, que le parece cada vez Hay que comprender claramente que una obra como El
más el elemento social y artísticamente futuro, redentor y anillo del Nibelungo, que Wagner concibió después de Lohen­
purificador. grin, está dirigida y escrita contra toda la cultura y la edu­
Wagner vivió la cultura moderna, la cultura de la socie­ cación burguesas, como predominaban desde el Renaci­
dad burguesa, a través del medio y en la imagen del siste­ miento, y que en su mezcla de lo primario y lo venidero se
ma del teatro de la ópera de su época. La posición del arte, vuelve a un mundo aún inexistente de populismo sin cla­
o al menos de aquello que era artísticamente su empeño, ses. Las resistencias con las que chocó, la indignación que
en este mundo moderno se convirtió en su criterio del despertó, se dirigían no tanto contra lo revolucionario de
valor de la cultura burguesa en general -¿cómo extrañarse su forma y contra el hecho de romper con las reglas de un
de que aprendiera a despreciarla y a odiarla? Vio el arte género, la ópera, del que a todas luces se salía. También se
degradado a opulento estimulante, al artista degradado a salía de otro orden de cosas. El hombre alemán formado
esclavo del poder del dinero, vio frivolidad y perezosa ruti­ en Goethe, que conocía de memoria su Fausto, alzó en con­
na, donde añoraba gravedad sagrada y bella dedicación, vio tra su protesta furiosa y despectiva -una protesta respeta­
con furia el despilfarro de enormes medios -n o para el ble, que procedía de la conexión aún existente con el
efecto sublime sino para aquello que como artista odiaba mundo formativo del clasicismo y del humanismo alema­
más: el efectismo; y como no vio sufrir a nadie como él nes del que esta obra se desdecía. El ciudadano culto ale­
sufría con este estado de cosas lo achacó a la abyección de mán se rió del wagalaweia y de toda aquella aliteración
la situación política y social que lo producía -y concluyó como si se tratara de un capricho bárbaro, y si hubiera exis­
que era necesaria su transformación revolucionaria. tido ya entonces el término hubiera tildado a Wagner de
12 4 ENS AYOS S O B R E M Ú S I C A , T E A T R O Y L I T E R A T U R A RICHARD WAGNER Y EL A N I L L O DEL N I BE L UN GO 125

bolchevique cultural -n o sin razón. El enorme, puede escrita más tarde en Suiza, que es uno de los escritos más
decirse que planetario éxito que por fin el mundo burgués, reveladores que debemos al placer comunicativo de este
la burguesía internacional, concedieron a este arte, gracias gran artista. En él explica cómo no hubiera podido tratar
a ciertos estímulos sensuales, nerviosos e intelectuales que el tema de Barbarroja, que le atraía como asunto del pasa­
éste les ofrecía, es una paradoja tragicómica y no debe do alemán, más que en la forma del drama hablado, preci­
hacer olvidar que este arte estaba destinado a un público samente por su carácter político-histórico, y que se hubiera
completamente distinto y que desde un punto de vista visto forzado a renunciar a la música que, sin embargo,
social y moral se proyecta, dejando atrás el orden capitalis­ necesitaba para completar y culminar su creación. En la
ta-burgués, hacia un mundo humano fraternal, liberado época de Rienzi, cuando aún era compositor de óperas,
del ansia de poder y del dominio del dinero, fundado en la hubiera podido intentar poner música a un drama en
justicia y el amor. torno a Federico Barbarroja. Pero ya no era un compositor
El mito es para Wagner el lenguaje del pueblo todavía de óperas y no podía desear volver a esa etapa ya que siem­
poéticamente creativo -p o r eso lo ama y se entrega por pre equiparaba con total ingenuidad su destino artístico
completo a él como artista. Mito significa para él ingenui­ personal al arte mismo y estaba convencido de que tanto la
dad, simplicidad, dignidad, pureza -en una palabra, aque­ ópera como el drama hablado, después de que él los había
llo que él llama lo «puramente humano» y que, al mismo superado, tenían que desaparecer para siempre, de que lo
tiempo, es lo exclusivamente musical. Mito y música, eso es nuevo que él traía, a saber, el teatro musical mítico, era la
el drama, es el arte mismo, pues sólo lo puramente huma­ obra de arte del futuro. Para ésta, sin embargo, sólo servía
no le parece ser capaz de crear arte. Wagner no compren­ como asunto lo pura y ahistóricamente humano, libre de
de hasta qué punto lo histórico-formal y relativo -opuesto toda convención, -y qué feliz se sentía por lo tanto Wagner
a lo pura y eternamente hum ano- no sirve para el arte, o de que en la penetración del tema por el que se había deci­
para lo que él entiende como arte, hasta que se ve ante la dido, la leyenda de Sigfrido, podía expulsar más y más
elección entre dos asuntos que ya se habían apoderado de ganga histórica, liberar el asunto de las capas de posterio­
su imaginación durante la composición de Lohengrin, Fede­ res elaboraciones y remontarse hasta donde había surgido
rico Barbarroja y La muerte de Sigfrido. Se produce una larga del alma poética del pueblo, prístino, en su imagen más
lucha, mezclada con mucha cavilación teórica, por la deci­ puramente humana. Este extraño revolucionario era tan
sión entre estos .dos temas, y cómo en esta lucha vence el radical con respecto al pasado como en las cosas del futu­
mito primigenio del héroe sobre la historia imperial nos lo ro. La leyenda no le bastaba: tenía que ser el mito primi­
relata Wagner mismo en la gran confesión a sus amigos, genio. La canción de los Nibelungos medieval -eso ya era

I
1 26 ENS AYOS S O B R E M Ú S I C A , T E A T R O Y L I T E R A T U R A R I C HAR D WAGNER Y EL A N I L L O DEL NI BE LU NG O 127

modernidad, distorsión, disfraz, historia, en todo caso no por nada condicionada y limitada -el hombre indefenso,
suficientemente popular y musical para servir para el arte completamente centrado en sí mismo y viviendo por sí
que él pretendía hacer. Wagner tenía que remontarse hasta mismo, en plena libertad, que actúa inocentemente sin
las primeras fuentes y los comienzos, hasta el fondo del temor y cumple el destino, que por el sublime aconteci­
mito pre-alemán, escandinavo-germánico de la Edda -sólo miento natural de su muerte provoca el ocaso de viejas y
ahí se alcanzaba la profundidad sagrada del pasado que obsoletas potencias universales y redime el mundo eleván­
correspondía a su sentido del futuro. Aún no sabía que dolo a un nuevo nivel de conocimiento y virtud —a este
también dentro de esta su obra sobre los Nibelungos no hombre Wagner le convierte en héroe del drama destina­
conseguiría detenerse en un principio ya marcado de algu­ do a la música, que proyectó -ya no en versos modernos
na manera históricamente, y comenzar allí, entrar in medias sino en el lenguaje aliterado de su fuente nórdica antigua-
res como fuera; que también aquí se vería obligado de y llamó La muerte de Sigfrido.
manera maravillosa a retroceder hasta el origen y la prime­ No lo llevaría a cabo en la patria. Complicado en la
ra fuente de las cosas, hasta la célula madre, el primer con­ revuelta del año 1849 en Dresden, Wagner se encontró de
tra-mi bemol del preludio del preludio; que se le impon­ la noche a la mañana convertido en perseguido político y
dría erigir una cosmogonía musical, incluso un cosmos en el infortunio, es decir: en el exilio. Pero su infortunio y
mítico, y vivificarla con un bios inteligentemente orgánico: su pena no fue el exilio en Suiza, donde pronto encontró
el poema visual y sonoro del principio y el fin del mundo. amigos como no los había en con tracto todavía en Alemania
Pero sí sabía ya que en su insaciable remontarse hasta la y bajo cuya protección creó toda su obra posterior hasta
última profundidad y el primer alba había encontrado al Parsifal, sino Alemania, y sufrió con el fracaso de la revolu­
hombre y al héroe que ansiaba, al héroe al que, como ción, como más tarde sufrió con la victoria de Prusia sobre
Brünnhilde, amaba antes de que hubiera nacido, su Sigila­ Austria, y con la instauración de la hegemonía prusiana en
do, un personaje que inflamaba y satisfacía tanto su pasión Alemania. Toda la evolución política alemana hasta 1870 -y
por el pasado como su ardor de futuro, pues era intempo­ quién sabe si sólo hasta esa fecha- fue en contra de sus
ral: el hombre -utilizo sus propias palabras- «en la plenitud deseos, que por lo tanto habría que considerar deseos erró­
más natural y más alegre de su manifestación sensorial, el neos. Pero la reverencia ante los hechos no es una actitud
espíritu masculinamente encarnado de la eterna no arbi­ demasiado generosa ante la historia, y ésta no es algo tan
trariedad, única engendradora, el originador de verdade­ grandioso como para que tengamos que compadecer espe­
ras acciones, en la plenitud de su máxima, más directa fuer­ cialmente a los pequeños pueblos que no participan casi
za y más indudable amabilidad». A esta mítica figura de luz, nada o nada en ella, o para que no honráramos los deseos
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de hombres superiores que fueron desbaratados por la his­ con los Maestros cantores -y ambas obras, por otra parte,
toria. Quizá, quién sabe, a Alemania le irían mejor las cosas tomadas como simple diversión del minucioso y gigantesco
y también a Europa si la historia alemana se hubiera confi­ edificio de ideas del Anillo -eso sí que es maravilloso. Es la
gurado según los deseos de Wagner, o sea en el sentido de obra de una erupción de talento y genio absolutamente
la libertad, -deseos que compartió con muchos alemanes única, es la obra profundamente seria y embrujadora de
superiores, y cuyo fracaso desterró al autor de La muerte de un mago tan impetuoso como embriagado de sabiduría.
Sigfrido a Suiza. Haber protegido y hospedado a este hombre tan extra­
No vamos a lamentarlo. En ninguna parte, tampoco en ordinario durante tanto tiempo ha de serle tenido muy en
la patria, su obra se hubiera desplegado mejor que aquí, y cuenta a Suiza, y una representación completa del Anillo
no faltan los documentos que atestiguan que él era cons­ del Nibelungo como la que proyecta ofrecer ahora el
ciente de ello con gratitud. «Dejadme seguir trabajando «Stadttheater» de Zurich es una ocasión viva para recordar
tranquilamente», escribió en otoño de 1859 a Otto Wesen- las relaciones de esta obra con esta ciudad, relaciones de las
donck. «Dejadme crear aún las obras que concebí allí, en que ninguna otra ciudad puede vanagloriarse. Si es una
el pacífico, espléndido país suizo, allí, con la mirada sobre casualidad, diremos que es una casualidad pertinente y
las gloriosas montañas coronadas de oro: son obras mara­ digna de aplauso. En efecto, es justo y bueno que esta
villosas, y en ningún otro lugar hubiera podido concebir­ audaz obra del espíritu alemán, que habría de conquistar
las». -Obras maravillosas- es hermoso con qué sinceridad todo el mundo, surgiera en la atmósfera libre y congenial
lo expresa en su trágica dicha, que tan alto precio le costa­ de esta ciudad, una metrópoli no por su tamaño pero sí
ra, sencillamente porque es la pura verdad. Ningún epíte­ por su situación y su actitud que siempre fue benigna a
to caracteriza mejor estas insólitas manifestaciones del arte, todo lo vagamente europeo-vanguardista, y esperemos que
y con ningún otro fruto de la historia del arte encaja mejor siempre lo será. Aquí vivió Wagner en los años cincuenta
-exceptuando algunas creaciones máximas del arte arqui­ del siglo pasado, que vieron la terminación del libreto y
tectónico, quizá algunas catedrales góticas. Pero tampoco una gran parte de la elaboración musical; aquí en «la sala
pretendemos expresar con ello una cima insuperable: no inferior del anexo del Hotel de Baur» tuvo lugar en cuatro
estaríamos nada tentados de definir como «obras maravi­ veladas seguidas, del 16 hasta el 19 de febrero de 1853, la
llosas» otros bienes queridos e imprescindibles de la cultu­ primera lectura de los dramas a cargo del autor delante de
ra y el alma, como el Hamlet, la Ifigenia o también la 9 aSin­ un público invitado; desde aquí están datadas numerosas
fonía. Pero la partitura de Tristan -sobre todo en su cartas que dan noticia así del progreso de la obra, de sus
proximidad espiritual apenas comprensible y casi irritante interrupciones, de los entusiasmados esfuerzos, noticias
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programáticamente optimistas como esta de marzo de cionante que hay que oírsela contar para comprender lo
1854 a la sobrina Clara Brockhaus: «Desde noviembre he poco que sabe originalmente un artista de su obra, qué mal
empezado y terminado El oro del Rin: ahora lo estoy instru­ conoce al principio la voluntad propia de aquello en lo que
mentando. En el verano compondré La Walkiria; lo más se mete, -sin tener idea de lo que la obra realmente quie­
pronto en la primavera del año que viene pondré manos a re ser, de lo que tiene por necesidad que ser como obra
la obra en el Joven Sigfrido, de modo que en el verano no de suya, y ante lo que el artista con frecuencia se encuentra
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este año sino del siguiente pienso haber terminado tam­ con esa sensación de: «Esto no lo he querido, pero ahora
bién La muerte de Sigfrido...» Eso fue un cálculo inexacto. tengo que aceptarlo ¡con la ayuda de Dios!» -La lívida ambi­
Dónde y cuándo fue concluido El crepúsculo de los dioses está ción del yo no está en el origen de las grandes obras, no es
reseñado en la placa conmemorativa de la casa de Wagner su fuente. La ambición no es del artista, es de la obra que
en Triebschen. El maestro del Anillo era un artista extre­ desea ser más grande de lo que aquel creía poder esperar
madamente crítico y caprichoso que, como se expresa en y había de temer que fuera, y que le impone su voluntad.
otra carta, «sólo podía hallar satisfacción en su trabajo en Wagner no se había propuesto poner en escena una epo­
la medida en que cada mínimo detalle» (y su obra gigan­ peya universal que durara cuatro veladas para asombrar al
tesca es rica en «mínimos detalles») «se debiera exclusiva­ mundo. De que tenía que hacerlo se enteró con alegría ate­
mente a buenas ocurrencias». Eso no se consigue tan fácil­ rrada y, naturalmente, también orgullosa, por su propia
mente. Pero ahora que Zurich va a pasar revista una vez obra. Había hecho Lohengrin, ahora quería hacer La muer­
más a la obra del Anillo en toda su grandiosidad puede te de Sigfrido', ya la había creado -o semicreado, es decir en
decir, como decía el duque sobre el poema de Tasso en el palabras; ahora quexía terminarla como músico, pero
drama de Goethe: «Ylo declaro en cierto sentido mío». había dificultades, aún había dificultades. No podía pre­
De Zurich, o más exactamente de una excursión a Albis- sentar sin más la obra en el escenario ante el público de sus
brunn, data la gran carta a Liszt del 20 de noviembre de sueños, estaba obligado a prepararle para ella. ¿Cómo?
1851 en la que Wagner, por primera vez, expone y funda­ Con otro drama. El que tenía entre manos rebosaba de
menta al amigo y protector de Weimar el plan de su gigan­ pre-historia. En el fondo, sólo era el capítulo final de todo
tesca empresa. «Entérate -empieza con solemnidad-, un mito anterior a él, que o se integraba como información
según la verdad más estricta, de la historia del proyecto o había que dar por conocido. Lo primero significaba una
artístico en el que estoy envuelto hace un tiempo, y el giro incomodidad artística, lo segundo una exigencia a la cul­
que necesariamente ha tomado». Y entonces cuenta esa tura del público. YWagner odiaba las exigencias culturales.
historia extraordinaria y para él tan deliciosamente emo­ No era el hombre para plantearlas. Donde él se ponía a tra-

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132 ENS AYOS S O B R E M Ú S I C A , T E A T R O Y L I T E R A T U R A
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bajar, empezaba el mundo desde el principio y nadie debía delante de él. Sin embargo este era el cáliz que había que
verse obligado a saber algo para comprender. Quizá intuía vaciar hasta el fondo. El recuerdo de lo no presente-lejano
ya que, precisamente aquí y esta vez, el mundo tendría que era bueno e incluso sería sumamente emotivo y significati­
empezar de verdad desde el principio, pero no quiso admi­ vo, de eso ya se encargaría él. Pero lo pasado tenía que
tirlo. Lo que sí admitió de momento era que demasiados haber sido una vez presente; había que recordarlo de ver­
conocimientos previos y demasiadas exigencias a la capaci­ dad, porque se había estado allí y bastaba con que la músi­
dad combinatoria del espectador contradecían el carácter ca lo evocara. Lo de Siegmund y Sieglind, y el dilema de
de ingenuidad primigenia mítica que quería dar a su obra, Wotan y Brünnhild, que se rebela contra Wotan actuando
y que debía escribir primero un Joven Sigfrido en el que la según el verdadero deseo de éste -todo ello tenía que salir

pre-historia había de plasmarse, en la medida de lo posible, a escena en una primera velada, aunque fuera una maldita
directa y simplemente. tarea y le costara unos cuantos años de vida. La Walkiria
Escribió la escena del bosque y la encontró encantadora. tenía que ser escrita. Y cuando Wagner lo comprendió,
Enseguida se dispuso a ponerle música, y la composición se supo inmediatamente que tres veladas no serían suficien­
le dio con facilidad. Pero de pronto se le ocurrió que tenía tes, y que en consecuencia tenía que precederlas una cuar­
que hacer algo por su salud y viajó a un balneario de aguas ta parte, un preludio en el que todo fuera presentado ante
frías. Se trataba de una huida a la enfermedad, la huida los sentidos ingenuos del pueblo hasta el final, es decir,
ante la obra. Wagner sentía el deseo más grande de traba­ hasta lo primero y más temprano, hasta el episodio primi­
jar y, al mismo tiempo, no tenía del todo gana -todavía no. genio: el robo del oro y las maldiciones de Alberich, la mal­
Había algo que no funcionaba, y ese algo no era su salud dición contra el amor y la maldición contra el oro, y el pri­
indudablemente delicada, en la que probablemente no mer resplandor de la idea de la espada en la cabeza de
hubiera siquiera pensado en otras circunstancias, sino su Wotan. En el principio fue el Rin.
conciencia. Se imponía una nueva autoconfesión: el Joven Así se lo escribió el atribulado a Liszt rogándole que no
Sigfrido no era suficiente, tampoco podía empezar con él. creyera que el delirante plan había surgido de un capricho
Demasiadas relaciones necesarias, todo lo que concedía el banal y calculador. Por el contrario, se le había impuesto
significado emocionante y de amplio efecto a la acción y a como la consecuencia lógica de la esencia y del contenido
los personajes de los dos dramas ya concebidos quedaba de esta materia que le obsesiona y le empuja a su total desa­
aún nebuloso y a cargo de la mera abstracción. No era ese rrollo. «Comprenderás que no fue la simple reflexión sino
el propósito de la obra, aunque sí fuera el del artista, un ser el entusiasmo el que me inspiró mi nuevo plan», escribe.
pusilánime que en el fondo siempre desea que el cáliz pase -Nada es más plausible a la vista de lo que fue surgiendo a
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lo largo de dos décadas: un non plus ultra de ingeniosidad mente en el hecho de que el genio de Wagner es una mez­
casi insondable y de abrumadora riqueza de significado. El cla por completo única de modernidad e intelectualidad
entusiasmo que produce, la sensación de grandiosidad que extremas con elementos de un populismo primigenio y
tan a menudo nos invade en su presencia y que sólo es mítico reposa su extraordinaria fascinación; y que en su
comparable a las sensaciones que despiertan en nosotros la caso y en el de su influencia no es aconsejable la separación
naturaleza más grande, las cimas de las montañas en la luz tajante entre reflexión y entusiasmo lo demuestra sobre
del atardecer o el mar encrespado, permite sacar conclu­ todo su relación con la música que fue extremadamente
siones sobre el entusiasmo de su concepción. Por otro lado, espiritual, incluso intelectual, y que determinó de manera
cuánta parte tenía y tiene la reflexión en este entusiasmo; decisiva la evolución del plan de los Nibelungos desde un
si precisamente aquí hay que separar con nitidez la refle­ drama hasta un mito tetralógico.
xión y el entusiasmo, la reflexión y la emoción, son cuestio­ De todo esto no se habla en la gran carta a Liszt. Y sin
nes diferentes para cuya respuesta creo que no debe uno embargo parece claro que no fue el drama como tal sino la
apoyarse sin reservas en afirmaciones de Wagner en el sen­ música la «culpable» de lo que le sucedió a Wagner con el
tido de que para él la emoción lo es todo, y la razón nada; material. ¿Por qué no se sentía autorizado para comenzar
que su arte sólo se dirige a aquella, y que esta no cuenta. con la acción de La muerte de Sigfrido sino que se vio obliga­
Hay automalentendidos de los artistas, y Wagner probable­ do a remontarse hasta el principio de todas las cosas? ¿Por
mente estaba más cerca de entenderse a sí mismo cuando qué el drama no quería admitir la prehistoria? Pero el
escribió: «No estimemos en demasiado poco la fuerza de la drama en sí no es en absoluto adverso a las prehistorias. Al
reflexión, la obra de arte producida inconscientemente contrario, a menudo se divierte en desarrollarlas, lo que se
pertenece a periodos que están muy lejos de los nuestros; llama el método analítico. El drama clásico antiguo y el
la obra de arte del periodo cultural más alto no puede ser drama francés utilizaban este método, e Ibsen lo utilizó,
producida más que en la conciencia». Estas son sus pala­ acercándose en esto al drama clásico. Si el medio artístico
bras. Y en efecto, en su producción -especialmente en la de Wagner hubiera sido sólo la palabra literaria podría
creación del Anillo- se hallan, junto a cosas que llevan en la haber hecho como ellos. Pero él no sólo era escritor sino
frente el sello de la inspiración y del arrebato ciego y embe­ también músico, y no lo uno junto a lo otro y aparte de
lesado, tantas otras pensadas con tino e ingenio, tantas alu­ ello, sino ambas cosas a la vez y en unión inicial: Wagner
siones, tanto tejido sutil, tanto inteligente quehacer de era músico como escritor, y escritor como músico; su rela­
enanos junto al trabajo de gigantes y dioses que es imposi­ ción con la literatura era la de un músico, de manera que
ble creer en una creación en trance y a oscuras. Precisa­ su lenguaje retornaba por la música forzosamente a un
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estado primitivo, y sus dramas sin música no eran más que prehistoria, en parte presentar ésta como ya conocida. En
semidramas; además su relación con la música no era pura­ la música no podía entrar, porque también ella tenía que
mente musical, sino literaria en el sentido de que lo espiri­ tener su prehistoria, tan profunda en el tiempo como el
tual, el simbolismo de la música, su sugestión significativa, drama, y ésa no se dejaba transmitir, el drama no se podía
su valor de recuerdo y su hechizo analógico determinaban alimentar espiritualmente de ella, no podía vivir musical­
decisivamente esta relación. Había sido su talento literario mente de sus recuerdos y no podía alcanzar los máximos y
musical el que le había impulsado a dejar caer, poco a más conmovedores triunfos de la nueva técnica de tejido y
poco, las formas tradicionales de la ópera y le había inspi­ asociación temáticos, si esta música primigenia no había
rado su nueva técnica de asociación temática y motívica sonado alguna vez de hecho y en conjunción actual con el
-nueva en la medida en que nunca con anterioridad había momento dramático. Ciertamente, para la muerte del
sido empleada en esta extensión significativa a lo largo de «héroe más excelso del mundo» y para sus honras fúnebres
un drama entero. Todo empezó con el Holandés, cuyo se podía escribir una música estremecedora, nacida del
núcleo y germen musical era la balada de Senta en el momento trágico, y que viviera de sí misma sin otra cone­
segundo acto: la imagen sintetizada del drama, cuya temá­ xión. ¿Pero no sería eso como en los viejos compositores de
tica se extendía luego como un tejido acabado sobre toda ópera que escribían números, y cuya inventiva se circuns­
la obra. En Tannhäuser y Lohengrin se desarrolló y perfec­ cribía siempre a una escena, sin relación con el todo y su
cionó este procedimiento musical-litérario gracias a un arte intención poética? ¿Qué sucedería si él ampliara extraordi­
cada vez más refinado en la transformación del material nariamente su método de extender el tejido de temas no
temático más allá de la simple reminiscencia que ya habían sólo sobre una escena sino sobre todo el drama, y no lo
utilizado otros compositores (recuérdese la emotiva repeti­ empleara sólo en un drama sino en una serie épica de dra­
ción del vals de la fiesta popular en la última escena de mas, en los que se representara todo desde el principio?
Margarita de Gounod) -y aquí, en el caso del mito de los Eso sería una fiesta de conexiones, todo un mundo de alu­
Nibelungos, esta técnica espiritual e ingeniosa prometía pla­ siones profundas e ingeniosas, una tal emoción y una gran­
ceres y efectos de una magnificencia y solemnidad nunca diosidad de la evocación musical que nadie podría retener
vistas: -bajo condiciones, que obligaron a Wagner a la cavi­ las lágrimas del entusiasmo -del entusiasmo que él mismo
lación y a la duda, porque no le pareció que estuvieran sentía con sólo imaginarlo, y del que escribía a Liszt. Enton­
cumplidas cuando pretendió entrar así por las buenas en la ces el lamento fúnebre por Sigfrido, la Marcha fúnebre,
composición de La muerte de Sigfrido. Podía desde luego resultaría algo muy diferente a una pompa fúnebre de
entrar en el drama y dejarle, en parte, sugerir su lejana ópera, por muy solemne que ésta fuera. Entonces aquello
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sería una celebración sobrecogedora del pensamiento y de sin igual como podemos decir sin exagerar y sin traicionar
la rememoración. La pregunta anhelante del niño por su a obras de arte de una esfera diferente, quizá incluso más
madre; el motivo heroico de su estirpe, que un dios sin pura, porque es sui geneiis, -una obra que aparentemente
libertad engendró para la hazaña libre e impía; el motivo se sale de toda modernidad y que sin embargo es por su
amoroso de sus padres hermanos, maravillosamente intro­ refinamiento, conciencia y plena madurez extremadamen­
ducido; la espada que salta poderosa de su vaina; la gran te moderna, una obra primitiva por su pathos y su voluntad
fórmula de su propio ser en las trompetas, escuchada en romántico-revolucionaria: un poema universal mezclado
tiempos lejanos por primera vez de la boca de la Walkiria con música y naturaleza profética, en el que los elementos
como una anunciación; el sonido de su cuerno ampliado primigenios de la existencia actúan, dialogan noche y día,
en formidables ritmos; la dulce música de su amor hacia la los tipos básicos de la humanidad, los luminosos y alegres
Walkiria que él despertó en su día; la antigua queja de las de cabellos de oro y los que cavilan en odio, rencor y rebe­
hijas del Rin por el oro robado y el sombrío hito sonoro de lión, se encuentran en intrincadas acciones legendarias. El
la maldición de Alberich: todas estas advertencias sublimes, antagonista de Sigfrido es Hagen, un personaje que supera
cargadas de sentimiento y de destino, pasarían entre tem­ en fuerza sombría a todas las caracterizaciones anteriores y
blores de tierra, truenos y relámpagos, con el cuerpo lleva­ contemporáneas, tanto al Hagen de la Canción de los Nibe-
do en andas -y éste era sólo un ejemplo de todo lo que se lungos como al de Hebbel. La fuerza caracterizadora dra­
anunciaba de solemnidad espiritual y exaltación mítica si el mática y poética de Wagner triunfa en la figura del semiel-
drama se convertía en epopeya escenificada. ¡Remontémo­ fo, engendrado en la envidia, como quizá en ningún otro
nos al principio, al principio de todas las cosas y de su músi­ lugar, y la palabra desempeña un poderoso papel en esta
ca! Pues la profundidad del Rin con el reluciente tesoro de caracterización: por ejemplo cuando Hagen, a la pregunta
oro con el que se deleitan sus bulliciosas hijas, era el ino­ de por qué no participa en el juramento de los hermanos,
cente estado primero del mundo, aún no tocado por la se autodescribe sarcásticamente:
codicia y la maldición, y con ello era también el principio de
la música. No sólo la música mítica: él, el músico poeta, ¡Mi sangre os estropearía la bebida!
daría el mito de la música misma, una filosofía mítica y un En mis venas no corre verdadera
poema creativo de la música, su edificación en un mundo y noble como en las vuestras;
de símbolos densamente trabado, a partir del acorde en mi empecinada y fría
bemol mayor de la rauda profundidad del Rin. se estanca en mí;
De este modo fue concebida la gigantesca obra, una obra no quiere enrojecerme la mejilla.
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Por eso me mantengo lejos Anillo es el símbolo de todo lo que provoca el terror, lo
de la fogosa alianza. horrible y disuasorio por excelencia, lo que protege la
roca: el fuego, que Sigfrido no temerá, sino que atravesará
He aquí una imagen, la máscara de un carácter escénico en sin aprender el miedo en ese trance. Al mismo tiempo
apretadas palabras. Hagen hablando en sueños, en diálogo asoma, insinuado oscuramente en el fondo de la música,
nocturno con Alberich; Hagen vigilando a solas la sala aquello que sí le enseñará el miedo: el recuerdo de la
mientras los hijos libres y los alegres compañeros van a bus­ mujer dormida, de la que no sabe nada, pero cuyo salvador
carle el anillo del dominio del mundo; y, sobre todo, está destinado a ser. El espectador y oyente se ve trasladado
Hagen como heraldo salvajemente humorístico de la desa­ al final de la velada previa, y comprende que en lo más
fortunada boda de Gunther -el teatro no conoce una esce­ hondo del alma de Sigfrido, tan obtusa en las cuestiones
na tan cercana a lo demoniaco. del miedo, se agita un presentimiento de aquello que de
Siempre me pareció absurdo poner en tela de juicio el verdad inspira miedo: el amor, que el incauto tampoco ha
talento literario de Wagner. ¿Hay algo más bello y más pro­ aprendido pero ha de aprender, junto al miedo, porque
fundo, desde un punto de vista poético, que la relación de ambos son aquí lo mismo, psicológica y musicalmente.
Wotan hacia Sigfrido, la inclinación superior, paternal e -Antes, bajo el tilo, imagina soñando qué aspecto habría
irónica del dios hacia su destructor, la abdicación amorosa tenido su madre, su madre -una mujer. El motivo del amor
del viejo poder a favor de lo eternamente joven? Los ma­ femenino, el tema del «gozo y el valor» de la mujer del rela­
ravillosos sonidos que encuentra aquí el músico se los debe to de Loge en la segunda escena del Oro del Rin, es recor­
al poeta. Pero, por otro lado, ¡cuánto debe éste al músico, dado en este momento por la orquesta. Y de nuevo este
cuántas veces parece comprenderse a sí mismo sólo cuan­ complejo psicológico de imagen materna y amor femenino
do llama en su ayuda a su segundo lenguaje interpretativo se manifiesta en palabras cuando Sigfrido libera a la Walki-
y completador, que en él es realmente el reino del saber ria de su coraza y descubre: «¡No es un hombre ¡»-«¡Terror
soterrado, desconocido arriba, en el reino de la palabra! El candente se apodera de mis ojos, los sentidos se me nublan
intento de Mime de enseñar a Sigfrido el miedo, su torpe y vacilan! ¿A quién llamo para que me socorra? ¡Madre,
descripción de los escalofríos y temblores está matizada madre! ¡Acuérdate de mí!».
con la música del fuego, distorsionada oscuramente, y el Nada puede ser más wagneriano que esta mezcla de ata­
motivo, también desfigurado y con diferente color, de vismo mítico y modernidad psicológica, incluso psicoanalí-
Brünnhilde dormida. Acompañando, pues, la descripción tica. Es el naturalismo del siglo xix sacralizado por el mito.
que el enano da del miedo suena eso que en el mundo del En efecto, Wagner no es sólo un insuperable pintor de la
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naturaleza externa, de la tormenta y el vendaval, del mur­ que le distingue de otros espíritus nacionales y tipos euro­
mullo de las hojas y el refulgir de las olas, de la danza de las peos. Entre Zola y Wagner, por ejemplo, entre el naturalis­
llamas y del arco iris, también es un gran artista de la natu­ mo simbólico de las novelas de los Rougon-Macquart y el
raleza psíquica, del eterno corazón humano: en torno a la arte de Wagner, hay muchos elementos comunes que están
roca de la virginidad hace arder el fuego aterrador, que el en el tiempo -y no sólo pienso en el Leitmotiv. Pero la dife­
impulso masculino, empujado por su destino que es des­ rencia esencial y típicamente nacional es el espíritu social
pertar y engendrar, traspasa para al ver lo temerosamente de la obra francesa, el espíritu mítico y primitivamente poé­
deseado estallar en un grito que pide socorro a lo sagrado- tico de la obra alemana. La vieja y compleja cuestión de
femenino, de lo que él procede, a la madre. En el mundo «¿qué es alemán?» halla quizá con esta constatación su res­
y la obra de Wagner se trata exclusivamente de poesía pri­ puesta más contundente. El espíritu alemán no está esen­
migenia del alma, de lo primero y más simple, de lo pre­ cialmente interesado en lo social y lo político, en lo más
convencional, presocial, y sólo esto le parece ser apropiado hondo (y la obra de arte proviene de lo más hondo; se la
para el arte. Su obra es la contribución alemana al arte puede aceptar como norma) esta esfera le es extraña. Esto
monumental del siglo xix que en otros países se presenta no hay que valorarlo exclusivamente como algo negativo,
principalmente en la forma de la gran novela social. Dic­ pero si se quiere, puede hablarse aquí de un vacío, de un
kens, Thackeray, Tolstói, Dostoievski, Balzac, Zola -sus defecto y de una falla, y sin duda es cierto que en tiempos
obras erigidas con la misma tendencia a la grandeza moral en los que predomina el problema social, y la idea de una
son siglo XIX europeo, un mundo literario de crítica social. armonización social y económica, de un orden económico
La contribución alemana, la manifestación alemana de esta más justo, es sentida por toda conciencia despierta como la
grandeza, no sabe nada del elemento social y tampoco más viva y su realización como la tarea ética más acuciante
quiere saberlo; pues lo social no es musical, y no es capaz -es sin duda cierto que en estas circunstancias esta falla tan
de generar arte. Únicamente lo mítico y puramente huma­ a menudo fructífera sobresale no muy favorecedoramente
no, la poesía primigenia ahistórica y atemporal de la natu­ y conduce al desacuerdo con la voluntad del espíritu uni­
raleza y del corazón, es capaz de generar arte; al fin y al versal. Ante problemas históricos conduce a intentos de
cabo es el refugio ante lo social, el medio purificador con­ solución que son subterfugios y llevan la impronta del suce­
tra su depravación; y de su fondo el espíritu alemán crea dáneo mítico en sustitución de lo verdaderamente social.
quizá lo más sublime y convincente que el siglo puede ofre­ No es difícil reconocer en el actual experimento del estado
cer. Lo no social y primitivamente poético es, como sabe­ y la sociedad alemanes uno de esos sucedáneos míticos.
mos, su peculiar mito, su naturaleza nacional típica y dada, Traducido de la terminología política al terreno psicológi-
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co esto de hoy significa: «No quiero saber nada de lo social, tado de turbios pactos», es la melodía celestial que al final
quiero el cuento popular». Sólo que en el terreno psicoló­ del Crepúsculo de los dioses asciende del bastión en llamas del
gico el cuento se convierte en mentira. dominio terrenal y proclama en sonidos musicales lo
Si al principio hablé del abuso que se está cometiendo mismo que las palabras finales de ese otro poema alemán
con la gran figura de Wagner, sabía que tarde o temprano de la vida y del universo:
tendría que enfrentarme a este problema; pues me parece
imposible hablar hoy de Wagner y eludir condenar este Lo eternamentefemenino
abuso. Wagner como profeta artístico de un presente polí­ nos atrae hacia las alturas.
tico que pretende espejearse en él -pues bien, más de un
profeta se ha apartado horrorizado de la realización de su
profecía y ha buscado su tumba en el extranjero para no
ser enterrado en el lugar de tales realizaciones. Pero iría en
contra de lo mejor en nosotros, en contra de la admi­
ración, admitir que en este caso pueda siquiera hablarse de
realización, incluso en el sentido de la caricatura. Pueblo y
espada y mito y heroísmo nórdico son en determinada
boca sólo una vil usurpación del vocabulario del idioma
artístico de Wagner. Con su arte embriagado de pasado y
futuro el creador del Anillo no salió de la época de la cul­
tura burguesa para cambiarla por un totalitarismo de esta­
do asesino del espíritu. El espíritu alemán era para él todo,
el estado alemán nada -como ya lo testifica con la palabra
elocuente de los Maestros cantores'. «Si se disolviera en niebla
el Sacro Imperio Romano, siempre nos quedaría el sagra­
do arte alemán». En la gran obra que vamos a ver otra vez
Wagner enseñó la maldición del oro y condujo la ambición
de poder a la conversión interior, de modo que sólo puede
amar a su destructor libre. Su verdadera profecía no es «Ni
bienes y ni oro y ni boato señorial, ni la falaz alianza resul-

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