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COMPORTAMIENTO DEL CONSUMIDOR

Prof. Omar D. Cueva Martínez


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Caso 03 : La Obsolescencia Programada

Se denomina obsolescencia programada u obsolescencia planificada a la


determinación, la planificación o programación del fin de la vida útil de un producto
o servicio de modo que tras un período de tiempo calculado de antemano por el
fabricante o por la empresa durante la fase de diseño de dicho producto o servicio
éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible.

Se considera que el origen se remonta a 1932, cuando Bernard London proponía


terminar con la gran depresión a través de la obsolescencia planificada y obligada
por ley (aunque nunca se llevase a cabo). Sin embargo, el término fue popularizado
por primera vez en 1954 por Brooks Stevens, diseñador industrial estadounidense.
Stevens tenía previsto dar una charla en una conferencia de publicidad en
Minneapolis en 1954. Sin pensarlo mucho, utilizó el término como título para su
charla..

Consecuencia

El potencial de la obsolescencia programada es considerable y cuantificable para


beneficiar al fabricante, dado que en algún momento fallará el producto y obligará
al consumidor a que adquiera otro satisfactor, ya sea del mismo productor (mediante
adquisición de una parte para reemplazar y arreglar el viejo producto o por compra
de un modelo más nuevo), o de un competidor, factor decisivo también previsto en
el proceso de obsolescencia programada.
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Prof. Omar D. Cueva Martínez
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Para la industria, esta actitud estimula positivamente la demanda al alentar a los


consumidores a comprar de modo artificialmente acelerado nuevos productos si
desean seguir utilizándolos.

La obsolescencia programada se utiliza en gran diversidad de productos. Existe


riesgo de reacción adversa de los consumidores al descubrir que el fabricante invirtió
en diseño para que su producto se volviese obsoleto más rápidamente a fin de que
los clientes recurran a la competencia y basen su elección en durabilidad y buena
calidad del producto.

Comprar de forma acelerada y artificialmente

Sin embargo, para la industria, la obsolescencia programada estimula positivamente


la demanda, al impulsar a los consumidores a comprar aceleradamente y sin
necesidad real, nuevos productos. ¿Qué opinarían los consumidores si descubrieran
que el fabricante invirtió una gran cantidad de dinero en traicionar los conceptos de
durabilidad y calidad del producto, al contrario de lo que pregonan?... Lo que ocurre
es que el empleo de la obsolescencia programada no siempre resulta fácil de
determinar.

Se complica con factores como:

 La constante competencia tecnológica o la sobrecarga de funciones, que si bien por


un lado amplían las posibilidades de uso del producto, por otro pueden hacerlo
fracasar rotundamente.
 Nuevos mercados o tecnologías sustitutivas, en las que la opción de los
consumidores acaba decidiéndose por una de ellas (prácticamente no tienen más
remedio) en perjuicio de otras. Por ejemplo el sistema de vídeo VHS frente al DVD, el
de los televisores de Plasma, OCl, Led etc...

Obsolescencia programada y producción

La etapa inicial de la obsolescencia programada se desarrolló entre 1920 y 1930,


cuando la producción en masa empieza a forjar un nuevo modelo de mercado en el
cual el análisis detallado de cada sector deviene en factor fundamental para lograr
buen éxito.

La elección de fabricar productos que se vuelvan obsoletos de manera premeditada


puede influir enormemente en la decisión de cierta empresa acerca de su
arquitectura interna de producción.

Así la compañía ha de ponderar si utilizar componentes tecnológicos más baratos


satisface o no la proyección de vida útil que estén interesados en dotar a sus
productos. Estas decisiones forman parte de una disciplina conocida como
ingeniería del valor.
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Desechos y contaminación

El objetivo de la obsolescencia programada es el lucro económico. Por ello otros


objetivos como la conservación del medio ambiente pasan a un segundo plano de
prioridades.

La falta de una gestión adecuada de los productos manufacturados que se vuelven


obsoletos constituye un foco de contaminación. Es una consecuencia del sistema de
producción y económico contemporáneo, que promueve el consumo creciente. Por
ello, la sostenibilidad de este modelo a largo plazo es discutida.

La falsedad de la comercialización

Generalmente la obsolescencia la planifica el fabricante, estudiando el tiempo


óptimo para que el producto deje de de funcionar correctamente y necesite
reparaciones o su substitución, sin que el consumidor pierda confianza en la marca.
Otras veces crean un producto determinado, que más adelante se vende
(exactamente el mismo) únicamente cambiando su diseño. Esto se hace evidente en
la moda… Un año se llevan las rayas y al siguiente los cuadros, para que el usuario se
vea “obligado” a cambiar sus vestidos, perfectamente correctos y en buen uso.

Y otra manera más es la de comercializar productos incompletos o de menores


prestaciones, a bajo precio, para afianzarse en el mercado ofreciendo
posteriormente el producto mejorado (tal y como se pudo comercializar desde un
principio) y con la ventaja añadida de que el consumidor (a quien tratan como a un
tonto útil) se lleve la falsa imagen de empresa joven y novedosísima. En cualquier
caso de lo que se trata es que el fabricante gane más dinero, a costa de lo que sea.

Procedimiento y problema ambiental

El procedimiento suele ser el siguiente: uno de los aparatos electrónicos de uso


habitual falla. Cuando el dueño lo lleva a reparar, en el servicio técnico le dicen que
resulta más rentable comprar uno nuevo que arreglarlo.

Generalmente el precio de la mano de obra, las piezas estropeadas y el montaje


suelen costar un poco más que adquirir uno nuevo. Por ello normalmente el usuario
suele desechar el producto averiado y comprar uno nuevo. El problema se basa en
la gran cantidad de residuos que se originan actualmente al realizarse este
fenómeno una y otra vez, cada día, en todo el mundo.

En el orbe hay más de 7 000 000 000 de habitantes, y el número continúa creciendo:
hay un aumento poblacional de 210 000 personas por día. La generación diaria
promedio de basura «per cápita» es de 1 kg: alrededor del mundo, en tan sólo un
día se generan 7 000 000 000 kg de desechos.
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Una vasta cantidad de éstos no son biodegradables, y el tiempo que transcurre hasta
que se considere que ha ocurrido descomposición, al menos parcial, puede ser muy
prolongado. Además muchas veces los residuos son altamente contaminantes. Esto
incide negativamente tanto en la integridad del entorno como en la salud de sus
habitantes.

Los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) contienen materiales


recuperables, que evitan la explotación de nuevos recursos naturales, de modo que
si no se les trata adecuadamente pueden resultar dañinos para el ambiente.

Tales elementos electrónicos contienen materiales tan contaminantes como el


plástico, el polipropileno (PP), las baterías de plomo, etc. El plástico es el material más
lento para degradarse: de 100 a 1 000 años. Al aire libre pierde tonicidad, se
fragmenta y se dispersa. Enterrado dura más.

La mayoría está hecho de tereftalato de polietileno (PET), material duro de roer: los
microorganismos carecen de medios para atacarlos. El polipropileno tarda 1 000
años en descomponerse, contamina menos que el poliestireno (PS) pero también
tarda. Aun así el plástico queda reducido a moléculas sintéticas, invisibles pero
omnipresentes.

Una de las partes muy preocupantes es la relativa a baterías (o acumuladores) de


plomo, invento que remonta a 1889. Debido a su elevado contenido de plomo
implica grave peligro para el ser humano y para el ambiente. Respirar polvo o
emanaciones de vapor de este metal puede provocar graves perturbaciones para la
salud, incluida la muerte, además de perjudicar el entorno, advierte el PNUMA
(Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente).

Según los cálculos de este organismo internacional, de los 2,5 millones de toneladas
de plomo que se generan anualmente en todo el mundo, tres cuartas partes sirven
para fabricación de baterías, que se utilizan en automóviles, teléfonos y
computadoras portátiles o en las industrias.

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