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Pensamiento complejo y marxismo


(Hacia una hermenéutica cualificadora de dos cosmovisiones con fundamentos
comunes)
Prof. e Inv. Titular Consultante Rigoberto Pupo Pupo
ripup@ffh.uh.cu
Dr. en Filosofía. Dr. en Ciencias
Universidad de La Habana

El marxismo es una filosofía, un método y una cosmovisión de naturaleza compleja por el


elan cultural, holístico y transdisciplinario en que se despliega como sistema abierto y
flexible. Una filosofía que siguiendo la lógica particular del objeto especial y las
diferencias específicas, deviene metáfora de la vida.
Marx, junto a Nietzsche y Freud está considerado como filósofo de la sospecha y
superador en gran medida del paradigma de la racionalidad moderna. Y esta superación
crítica de la simplicidad paradigmática de la modernidad, tiene lugar con la asunción
dialéctica de la actividad como base de la cultura. Una dialéctica de la mediación práctica
del hombre en relación con la naturaleza y la sociedad que la hace compleja. Por eso se
estatuye y funda en su advenimiento y devenir como filosofía de la praxis, de la
subjetividad. Las tesis sobre Feuerbach, sientan los fundamentos que desarrollará en su
obra posterior. En La Ideología Alemana se sistematiza como visión compleja del hombre y
la sociedad. Sencillamente, la conciencia no es otra cosa que el ser consciente y el ser de
los hombres, un producto de su vida real y práctica. Ha emergido una teoría cosmovisiva
compleja, acompañada de una hermenéutica analógica y una epistemología de segundo
orden.

La praxis como núcleo esencial de la actividad humana


La determinación del status filosófico de la actividad y su asunción como objeto específico de la
reflexión filosófica, se revela como un momento esencial del contenido revolucionario que inaugura el
marxismo en la historia de la filosofía. Un elemento esencial que supera la simplicidad de la
racionalidad moderna para expresarse como pensamiento complejo. Por eso Marx, junto a Nietzsche y
Freud, está incluido entre los filósofos de la sospecha que critican el paradigma moderno
La Filosofía Clásica Alemana, y especialmente Hegel, otorgó una dimensión cosmovisiva a
actividad y la fijó como instrumento teórico-metodológico de su sistema filosófico, sin embargo, el
carácter idealista de su concepción del mundo le impidió concebir la práctica como núcleo
determinante de la actividad. En Hegel, la actividad corno tal, refiere al movimiento de concreción del
principio espiritual, y la práctica, la forma fenoménica del autoconocimiento y determinación del
absoluto; es decir, el filósofo clásico alemán no fue capaz de revelar la determinación práctico-material
del pensamiento y toda la vida espiritual del hombre.
En el marxismo, por primera vez en la historia de la filosofía, las categorías actividad-práctica-
reflejo, se imbrican indisolublemente en un proceso de mediación dialéctica compleja del devenir
objetivo - subjetivo, donde lo ideal resulta expresión de lo material, mediado por lo práctica. Esta
nueva perspectiva de análisis dio la clave para explicar sobre bases científicas el proceso de
objetivación y desobjetivación de la actividad mana, así como concebir a esta última, como expresión
categorial que sintetiza los aspectos objetivo y subjetivo de la realidad social.
El hombre en su actividad práctica humaniza la naturaleza, la convierte en el objeto del conocimiento y
la valoración, en dependencia de sus necesidades e intereses. En este proceso ininterrumpido el hombre
asume la realidad y la integra a su ser esencial como existencia humana realizada, devenida objeto en y
por el hombre. Al mismo tiempo este proceso, mediado por la práctica, el trabajo, en su integridad,
condiciona la elevación del hombre como ser mediato, como sustancia social que posee fines e ideas
capaces de proyectar el resultado que la necesidad exige, así como guiar la práctica en su realización
efectiva.
La actividad, como modo de existencia y desarrollo de la realidad social y síntesis de lo objetivo
y lo subjetivo, posee una connotación cosmovisiva y metodológica general, lo cual determina un lugar
específico en el objeto de la filosofía marxista y con ello además, un elemento esencial a tener en
cuenta en la definición de la naturaleza y especificidad del conocimiento filosófico y su relación con las
ciencias y las formas valorativas de la conciencia social y la práctica.
La determinación cosmovisiva de la actividad humana, nucleada en torno a su fundamento
esencial: la actividad práctica, no conduce en modo alguno hiperbolizar su lugar, ni hipostasiar del
objeto de la filosofía otros momentos esenciales de la realidad, ni tampoco sustituir todo el rico
universo que asume la filosofía a través de su sistema categorial, incluida la actividad . Se trata ante
todo, de determinar en el marco del sistema categorial del marxismo aquel eslabón o categoría-célula
que sintetiza y compendia su contenido fundamental, es decir, la relación entre lo ideal y lo material,
mediado por la praxis y concretado en la cultura.
Esto no significa la negación de la primacía de lo material respecto a lo espiritual. Todo a
contrario, fija el principio monista marxista de que todo lo que existe es material o expresión de su
desarrollo. El problema es otro: ubicar el lugar de una categoría en el sistema teórico marxista. Revelar
la esencia de la consecución categorial y sus relaciones recíprocas en la aprehensión-refleja de la
realidad, hasta desentrañar la categoría que sirva de punto de partida para explicar el movimiento de la
teoría en la asunción aprehensiva de la realidad.
En esta empresa es necesario, por supuesto, fijar la atención en Marx. Ya desde la tesis sobre
Feuerbach define la vida como esencialmente práctica y exige abordar la realidad subjetivamente, así
como la necesidad de asumir la práctica racionalmente, y en La Ideología Alemana conceptúa la
conciencia como el ser consciente y el ser de los hombres como un resultado de su vida real y práctica,
en tanto es en la praxis, como relación esencial sujeto-objeto, donde lo ideal y lo material se convierten
recíprocamente. La actividad en su determinación efectiva, en su expresión esencial, como práctica,
como trabajo, media y sintetiza los aspectos material y espiritual de la realidad natural y socio-cultural.
Y en esta dirección, condiciona todo el proceso de aprehensión teórico-práctica de la realidad. La
relación entre lo ideal y lo material, se revela y con creta en la relación sujeto-objeto, como expresión
determinada de la relación hombre-mundo. Es en la relación sujeto-objeto, en la que se resuelve la
contradicción dialéctica entre lo material y lo espiritual, a través de un proceso de conversión recíproca
e interpenetración de los contrarios, cuyo devenir se funda en la actividad práctica.
Es en esta lógica de razonamiento que Lenin expresa y fundamenta la tesis de que materia y
conciencia son contrarios antitéticos absolutos sólo en un campo muy restringido, es decir, en la
prioridad gnoseológica de lo material respecto a lo espiritual. Fuera de estos límites la contraposición
resulta relativa. La definición leninista del carácter relativo de la contraposición entre lo ideal y lo
material, tiene como fundamento la asunción de la actividad práctica y su mediación dialéctica en la
relación sujeto-objeto y sujeto-sujeto. La intelección de este problema conduce inexorablemente a la
tesis de que lo conciencia no sólo refleja a materia sino que la crea; en la medida que el hombre en su
práctica social convierte la realidad de “cosa en sí”, en cosa para nosotros, es decir, la integra a su
mundo social.
Al asumir la tesis marxista del carácter creador de la conciencia generalmente en la literatura
filosófica se reduce a su independencia relativa, determinada por la continuidad del desarrollo de las
ideas en su nexo históricamente hereditario, por la posibilidad de retrasarse o adelantarse a la realidad
existente y por el papel activo de la ideología. Sin embargo, hay derivaciones metodológicas profundas
que no se deducen en toda su concreción, en su fundamento esencial. El problema es más profundo,
pues la conciencia es ante todo ser consciente de los hombres, donde la subjetividad humana, sus ideas,
sus fines devienen leyes de la actuación del hombre, que engendrados en un proceso práctico-objetivo,
estimulan y dirigen la actividad práctica del hombre.
Esto no niega el determinismo dialéctico-materialista. Todo lo contrario, lo presupone. Se trata
de concebir la realidad objetiva como contenido del mundo espiritual, pero al mismo tiempo, asumir el
reflejo en su mediación práctico-creadora. La tesis marxista-leninista en torno al carácter relativo de la
contraposición materia-conciencia, fundada en el papel y las funciones derivadas de la práctica social,
afirma el principio del monismo dialéctico-materialista. La conciencia, el mundo espiritual del hombre
no constituye un ente separado de la realidad sustancial, es su producto superior, engendrado en el
trabajo creador.
La conciencia del hombre, la posibilidad de aprehender o reflejar la realidad a través de
imágenes subjetivas, tanto desde el punto de vista histórico genético, como lógico encuentra su
explicación y su fundamento en la actividad práctica social. La génesis de lo ideal, concebida en su
proceso, como resultante de la actividad práctica del hombre, del trabajo creador, reafirma el principio
del desarrollo de la materia en su transitar evolutivo de formas inferiores a formas superiores. Proceso
regular que en correspondencia con la complicación estructural de la materia engendra formas nuevas
de reflejo, hasta la aparición de lo ideal, como reflejo social, propio del hombre y expresión suprema de
su actividad práctica.
Al mismo tiempo, el fundamento práctico de lo ideal no sólo se explica en su determinación
histórico-genética, sino también en sus consecuencias lógicas, en su expresión conceptual. Las
categorías, como síntesis-refleja del contenido esencial aprehendido de la realidad, encarnan la
actividad práctica milenaria de los hombres. En la actividad práctica social el hombre transforma la
realidad, la convierte en objeto del conocimiento y de la valoración, y mediante los sistemas
categoriales la fija y concreta en su esencialidad. En este sentido, las categorías son expresión de las
leyes reveladas por el hombre en su actuación práctica, es decir, formas lógicas que reflejan y
compendian la propia historia del conocimiento y la práctica social del hombre.
La actividad humana, en su determinación esencial, desplegada como práctica, como trabajo,
media la relación sujeto-objeto, y sujeto-sujeto, y al mismo tiempo deviene como síntesis de lo ideal y
lo material en su transición dialéctica compleja, para encarnarse en la cultura. Este proceso no se opera
a manera de una negación metafísica que implique la destrucción de un polo de la contradicción, sino
corno superación dialéctica que se traduce en una síntesis concreta rica en determinaciones; expresada
como devenir social en el proceso y los resultados de la actividad práctica del hombre, cuya revelación
efectiva aparece como medida del conocimiento y la universalidad del hombre, en la cultura.
De lo expuesto se deduce el lugar preeminente de la categoría práctica en el sistema filosófico
marxista-leninista, es decir, su ubicación como categoría que sirve de punto de partida en el
movimiento lógico-conceptual de la teoría en la asunción y aprehensión de la realidad.
Las posibilidades teóricas inherentes a lo categoría de la práctica en la explicación de la teoría
marxista se fundan en la naturaleza de la práctica humana, corno actividad material adecuada a fines,
cuyo proceso deviene síntesis de lo ideal y lo material, que se traduce y completa en un resultado
objetivo. Esta especificidad, propia de la actividad práctica determina la singularidad de la producción
humana, cuyos resultados, primero se encauzan en su proyección ideal y después en su determinación
efectiva, real y objetiva.
Al mismo tiempo, estas posibilidades en su expresión teórica categorial afirman a la práctica
como eslabón fundamental en el sistema categorial del marxismo, es decir, como punto de partida para
explicar la génesis, el desarrollo y, en fin, el devenir dialéctico del aparato categorial con que opera la
teoría. La realidad objetiva es la fuente, el contenido de la teoría y las categorías que la constituyen. Sin
embargo, la actividad práctica es condición y premisa de su aprehensión y fijación categorial. Esto
determina el carácter histórico - cultural de las categorías y su constante renovación y enriquecimiento.
Las múltiples determinaciones en que se manifiesta y revela la actividad práctica avalan su
valor teórico-metodológico en la investigación del sistema filosófico marxista. El análisis del objeto,
funciones y especificidad del conocimiento filosófico al margen de la consideración de la actividad
humana resulta estéril. Excluir este aspecto reduciría la filosofía marxista-leninista a los sistemas
tradicionales ya superados. Marx en las Tesis sobre Feuerbach, arremete contra la especulación y la
metafísica en sus diversas representaciones, proclamando a título de exigencia insoslayable, nuevas
premisas y perspectivas de análisis, las cuales revela una nueva concepción del mundo y el papel del
hombre en su acción transformadora, a partir de una profunda comprensión de la actividad humana, en
sus momentos objetivo y subjetivo. En la concepción de Marx no basta sólo con reconocer el carácter
primario del ser respecto al pensar- principio asumido por el materialismo anterior-, sino además,
concebir el pensar como ser consciente, es decir, como reflejo productivo, activo, humano, social,
mediado por la práctica.
Las nuevas premisas que inaugura el marxismo superan dialécticamente tanto al materialismo
como al idealismo. Si ciertamente Feuerbach comprendió el momento sensorial, material de la
actividad humana desde el punto de vista antropológico, fue incapaz de fijar el momento subjetivo,
creador, del hombre. Por el contrario, el idealismo concibe el aspecto subjetivo de la actividad, pero
desconoce la actividad materia, real, concreta, como tal. Sólo el marxismo resuelve el problema a partir
de una comprensión sistémica de la actividad que penetra en su estructura y ubica la actividad material
práctica como el núcleo en torno a la cual interaccionan los restantes elementos de la actividad humana.

Por eso el marxismo es ante todo, una filosofía de la praxis, de la subjetividad.


El marxismo concibe la actividad como modo de existencia de la realidad social y al mismo tiempo fija
la práctica como esencial relación su jeto-objeto, y sujeto – sujeto, que posibilita la transición recíproca
de lo ideal y lo material en el devenir social. Este nuevo enfoque del problema descubierto por la
filosofía del proletariado que fija a la actividad humana, y con ella al hombre en relación práctica con
el mundo, como centro del que hacer filosófico, revolucionó la filosofía, y aportó nuevas premisas
metodológicas para la investigación del objeto y funciones de la filosofía.
La consideración de la actividad práctica como núcleo de la actividad humana y en calidad de
premisa de partida en el análisis de la filosofía marxista, se convierte principio metodológico
insoslayable en la intelección y solución del problema. Es imposible abordar el objeto de la filosofía
marxista, la especificidad del saber filosófico, sin tener en cuenta la actividad humana. La propia
estructura de la actividad (conocimiento, praxis, valor y comunicación) y las condiciones generales en
que se realizan (necesidad, interés, fin, medios, condiciones, hasta el resultado final), integran a manera
de síntesis concreta lo ideal y o material en su acción recíproco, aspecto central en el objeto de la
filosofía marxista, y elemento definitorio en la determinación de la especificidad cualitativa del saber
filosófico -integrador, con elan cosmovisivo- cultural.
Las leyes más generales de la dinámica y el desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el
pensamiento, devienen, se fijan, como reproducción teórico - práctica de la realidad. Su universalidad
no se determina por la suma cuantitativa de la realidad que abarca, sino por el nivel de concreción y
esencialidad con que aprehende la realidad en relación con el hombre. El saber filosófico y el universal
concreto en que se funda y refiere su objeto, aparecen corno la síntesis de lo ideal y lo material, lo cual
se fija en la estructura lógica de la teoría en calidad de principios, leyes y categorías. Cada principio,
ley, categoría, resulta una reproducción teórico-refleja de la realidad, sobre la base de la actividad
práctica.
El reconocimiento de la relación interna de la filosofía marxista con la actividad humana y, ante
todo, con la actividad práctica, constituye el fundamento esencial para penetrar en la propia estructura
compleja del sistema teórico marxista y revelar las múltiples determinaciones que asume en la
aprehensión de la realidad, así como su sentido social, en tanto autoconciencia teórica de la clase
portadora del progreso, que es al mismo tiempo ciencia e ideología y núcleo teórico de la concepción
científica del mundo. Estas determinaciones y funciones se revelan y encuentran su explicación
racional sólo en la medida en que se asuma la actividad humana, y su núcleo integrador: la actividad
práctica, como momento esencial del objeto de la filosofía, en tanto expresa el sistema de relaciones
hombre-mundo, sujeto-objeto, sujeto-sujeto, y su concreción como síntesis de lo material y lo ideal.
La asunción consciente del lugar de la actividad humana en el objeto de la filosofía marxista
deviene principio metodológico insoslayable en la determinación de la especificidad del saber
filosófico. La propia actividad en tanto tal, refiere a la relación hombre-mundo, y en su modo de
existencia social, aparece corno relación sujeto-objeto, donde el sujeto no representa a un ente o
principio portador de cualidades, sino al hombre sociohistóricamente determinado, portador de la
práctica social; y el objeto como aquella realidad humanizada por el hombre, e integrada a su actividad.
La relación intrínseca entre la filosofía y la actividad humana se hace evidente e inteligible en
todos los dominios del quehacer social, pues el propio saber filosófico, como expresión teórica de a
realidad está mediado por la práctica. El saber filosófico y el sistema categorial que lo integra en la
reproducción de la realidad se manifiestan corno síntesis de la actividad cognoscitiva, valorativa,
práctica y comunicativa, donde conocimiento y valor se penetran recíprocamente y devienen
desprendimiento de la propia práctica social.
La especificidad cualitativa de la filosofía marxista de ser saber científico e ideología, se funda
en su propio objeto y en el modo como lo refleja y aprehende. La aprehensión-refleja de la realidad en
la filosofía marxista, no refiere sólo al conocimiento, al aspecto gnoseológico que conduce a develar la
esencia de las cosas, a la verdad científica, sino además al valor, al momento valorativo que revela la
significación de las cosas para el hombre, en relación con las necesidades e intereses siempre en
ascenso de los hombres. La reproducción teórico-práctica de la realidad por el hombre siempre integra
de modo concentrado los momentos cognoscitivo y valorativo de la actividad humana en su unidad
dialéctica, en su síntesis. Ciencia e ideología en la filosofía marxista-leninista están estrechamente
vinculadas, pues los intereses del proletariado, engendrados en las necesidades prácticas alcanzan su
máxima expresión en los valores ideológicos, los cuales coinciden con el curso general de la ciencia, la
estimulan y aceleran, siempre que expresen su ser esencial.
La categoría actividad en su determinación fundamental, como práctica, cumple una función
teórica y metodológica con significación de principio en la filosofía, en la medida que penetra la
esencia del devenir histórico en estrecha vinculación con el mundo natural que el hombre convierte de
modo ininterrumpido en realidad social, en naturaleza humanizada. Todo el mundo social en sus
aspectos material y espiritual encarna la actividad milenaria de los hombres, hasta concretarse en la
cultura. “En el proceso de su actividad -escribe- V. Mezhuiev los hombres producen, ante todo las
condiciones materiales de su existencia: medios de vida y medios de trabajo. Simultáneamente
producen las formas de relaciones correspondientes a estas condiciones: económicas, políticas, etc.
Conjuntamente con la producción de la vida material los hombres producen su conciencia: ideas,
representaciones, conocimientos. En otras palabras, en el proceso de la producción social los hombres
crean toda la conjunción de premisas materiales y espirituales de su existencia en la sociedad, crean la
propia sociedad y por consiguiente, su existencia social.”1
Además, en el devenir práctico-espiritual del hombre aparecen las grandes ideas que señalan
horizontes y las grandes utopías con pensamiento alado. Las ideas, su inagotable riqueza, la fuerza y
vitalidad con que operan se fundan en la actividad práctica y al mismo tiempo recíprocamente las
impulsan y actualizan. El valor de las ideas se revela en la actuación práctica del hombre y da cuenta
del movimiento direccional en que se despliega la dialéctica necesidad histórica-actividad consciente

1
Mezhuiev, V. La cultura y la historia. Editorial Progreso, Moscú, 1980, p. 115.
de los hombres en el tránsito de la necesidad a la libertad. La libertad como posibilidad real del hombre
de poner los fines, deviene como asunción práctica de la necesidad en el proceso de aprehensión de la
realidad.

Es necesario reconocer la profunda aprehensión hermenéutica con sentido clasista


realizada por Marx en la Crítica al Programa de Gotha, pues si ciertamente, “toda lo que
tiene una significación viva, no completamente inmediata y clara, es susceptible de
interpretación. Y es donde se plantea la necesidad y vigencia de la hermenéutica”, hay que
advertir que la revelación de sentidos y significaciones plurales de Marx es extraordinaria.
Porque Marx, además de su alta sensibilidad humana y el magno elan cogitativo de su
discurso, posee alma política comprometida con la clase del proletariado. Esto le permite
seguir la lógica especial del objeto particular, sus diferencias específicas, y con ello, ver
más lejos. Revelar esencias, donde para otros son simples apariencias, encontrar verdades
encubiertas o negadas por malezas ideológicas, acercarse al ser sin quedarse en él, y en
fin, soñar para elevarse, siendo.

Su hermenéutica no sólo busca sentido en general para comprender y explicar, sino para cambiar
revolucionariamente, porque se siente sujeto dentro de la tragedia humana y no fuera de ella. Su
filosofía de la praxis, de la subjetividad, hizo mucho, dijo más y seguirá diciendo.
La producción intelectual de Marx y el marxismo creador, que dio continuidad a su obra, como
filosofía de la praxis, de la subjetividad, del cambio, está penetrada de sentido histórico-cultural y
complejo. Por eso en ella los conceptos enajenación, praxis y cultura, devienen totalidad dialéctica
inseparable para explicar la realidad actual y cambiarla humanamente. Una realidad donde la
aprehensión cultural del hombre resulta quimérica, en la medida que la enajenación impuesta separa al
hombre de su obra y lo convierte en “objeto”.

Similitud entre los principios del pensamiento complejo y del marxismo


Hay similitud entre el marxismo auténtico, original, de Marx, Lenin, Gramsci y otros creadores, con el
pensamiento complejo. En gran medida porque el propio Edgar Morin, fundador de la teoría del
pensamiento complejo, proviene del marxismo. A veces con otras denominaciones categoriales,
muchas de sus ideas son congruentes en su esencia. Al igual que Marx, pero en otro contexto, es un
crítico de la modernidad y un humanista que cree en un mundo mejor, pero con la condición que hay
que construirlo.
No se trata en modo alguno de asumir la modernidad desde posiciones nihilistas y hacer de ella
y sus conquistas una tábula rasa. Ella misma con todos sus paradigmas y utopías, históricamente fue
conciencia crítica que dio respuestas a su tiempo histórico, en correspondencia con el estado de las
ciencias y la práctica social. Pero históricamente las nuevas realidades exigen rupturas, cambios y
transformaciones como expresión de la quiebra de principios que se consideraban invariables.2 El

2
“El conocimiento científico moderno tiene por objeto el disipar la aparente complejidad de los fenómenos a fin de revelar
el orden simple al que obedecen. A lo largo de los últimos tres siglos se han adquirido conocimientos sobre el mundo
basados en los métodos de verificación empírica y lógica. También han progresado los errores derivados del modo
mutilador de organización del conocimiento incapaz de reconocer y aprehender la complejidad de lo real. El conocimiento
científico moderno opera mediante la selección de datos significativos y rechazo de los no significativos: separa (distingue)
y une (asocia), jerarquiza y centraliza. Estas operaciones son comandadas por paradigmas.
El paradigma científico por excelencia es el de simplificación, que está regido por los principios de disyunción, reducción y
abstracción y formulado por Descartes, que separó el sujeto pensante y la cosa extensa, separando así la filosofía de la
ciencia. Este paradigma ha permitido los enormes progresos del conocimiento científico y de la reflexión filosófica desde el
siglo XVII. Al disgregar conciencia y ciencia, el conocimiento generado no está hecho para ser reflexionado sino para ser
modelo paradigmático de la modernidad, caracterizado por la simplificación y concretado en los
principios de disyunción, reducción, abstracción y el determinismo mecánico tiene que ceder paso a
nuevas perspectivas epistemológicas para aprehender la complejidad de lo real.
La teoría de la complejidad y el pensamiento complejo asume “(…) la heterogeneidad, la
interacción y el azar”3… como totalidad sistémica, fundada en tres principios: “el dialógico, la
recursividad y el principio hologramático:
1. El dialógico: No asume la superación de los contrarios, sino que los dos términos coexisten sin
dejar de ser antagónicos. Valora en grado máximo la conexión como condición del sistema.
2. Recursividad. El efecto se vuelve causa, la causa se vuelve efecto; los productos son
productores, el individuo hace cultura y la cultura hace a los individuos.
3. El principio hologramático. Este principio busca superar el principio de holismo y del
reduccionismo. El holismo no ve más que el todo; el reduccionismo no ve más que las partes. El
principio hologramático ve las partes en el todo y el todo en las partes.”4

Al mismo tiempo, en Edgard Morin, estos principios están mediados por dos conceptos: el de
paradigma y el de sujeto. El primero lo define como la estructura mental y cultural bajo la cual se mira
la realidad y el segundo (el sujeto), lo conceptúa como toda realidad viviente, caracterizada por la
autonomía, la individualidad y por su capacidad de procesar información. Para él, el sujeto es el de
mayor complejidad5. “Sostiene que no se puede asumir esta noción de sujeto desde un paradigma
simplista. Es necesario el pensamiento complejo; aquel “pensamiento capaz de unir conceptos que se
rechazan entre sí y que son desglosados y catalogados en compartimentos cerrados” por el pensamiento
no complejo. No se trata de rechazar lo simple, se trata de verlo articulado con otros elementos; es
cuestión de separar y enlazar al mismo tiempo. Se trata pues, “de comprender un pensamiento que
separa y que reduce junto con un pensamiento que distingue y que enlaza”.6
La teoría de la complejidad no es excluyente. Sencillamente, escribe Edgar Morin: “Lo que
actualmente me importa es lo que llamo la reforma de los pensamientos; es decir, pienso cada vez más
que ejercemos pensamientos que mutilan la realidad, pensamientos que separan las cosas en lugar de
conectarlas entre sí. Creo también que este tipo de pensamiento nos lleva hacia una inteligencia ciega,
es decir, que cada vez tenemos más necesidad de conocer el conjunto de los procesos del mundo. Creo
que el objetivo de mi trabajo y del método corresponde a un pensamiento que sea capaz de conectar la
comprensión y que, por lo mismo, nos prepare para hacer frente a los problemas del futuro. Se trata

utilizado con ignorancia. Los sabios no controlan las consecuencias de sus descubrimientos ni controlan el sentido ni la
naturaleza de la investigación. La necesidad del pensamiento complejo surge a lo largo de un camino en el que aparecen los
límites, las insuficiencias y las carencias del pensamiento simplificador. La complejidad no sería algo definible de manera
simple para tomar el lugar de la simplicidad. La complejidad es una palabra problema y no una palabra solución. El
pensamiento complejo intenta articular dominios disciplinarios quebrados por el pensamiento disgregador y aspira al
conocimiento multidimensional pero no aspira al conocimiento complejo. Uno de los axiomas de la complejidad es la
imposibilidad de una omnisciencia. Por eso, el pensamiento complejo está animado por una tensión permanente entre la
aspiración a un saber no parcelado y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento. Aunque ya
Gastón Bachelard propuso en su libro “El nuevo espíritu científico” que lo simple no existe, sólo lo simplificado, la ciencia
moderna ha construido su objeto extrayéndolo de su ambiente complejo para ponerlo en situaciones experimentales no
complejas. Así, la ciencia no es el estudio del universo simple sino una simplificación heurística para extraer ciertas
propiedades y ver ciertas leyes. No es de extrañar por tanto, que el estudio de la complejidad ha sido poco desarrollado por
filósofos como Popper, Kuhn, Lakatos o Feyerabend interesados en el estudio del fenómeno científico”. (Francisco J.
Bedoya: “El pensamiento complejo: una introducción a la complejidad celular”, El Búho, Revista Electrónica de la
Asociación Andaluza de Filosofía. Pp.4-5. Disponible en http://www.aafi.es/elbuho/buho1/complejidad.pdf
3
Reyes Galindo, R. Introducción general al pensamiento complejo desde los planteamientos de Edgard Morin. Pontificia
Universidad Javeriana, Colombia, p.6
4
Ibídem.
5
Ibídem.
6
Ibídem.
entonces de un problema de conocimiento y también de un problema humano, pues esa necesidad, el
conocimiento del ser humano, tiene un aspecto antropológico y, si se quiere, lo que hago es algo _ esto
que yo llamo el desarrollo del pensamiento complejo, con todas las implicaciones que ello comporta”.7
La teoría de la complejidad y el pensamiento complejo no intenta en modo alguno constituirse
en método único, sino captar la realidad como sistema complejo, en sus diversas conexiones,
mediaciones y condicionamientos. Por eso no establece relaciones antitéticas entre orden y caos,
incertidumbre y certidumbre, entre las partes y el todo, etc.8 Admite la racionalidad, pero se opone a la
racionalización que simplifica, reduce y no aprehende la realidad en su contexto y complejidad.” Es
conocida la fórmula kantiana que dice: ¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué
puedo esperar? Es una cuestión fundamental que cada uno debe plantearse, y yo creo que finalmente el
conjunto de mi obra se esfuerza siempre por responder a estas preguntas, a veces en forma más intensa
pero siempre relacionadas. Pienso que este es el tono de mi obra y el sentido que toma mi voluntad de
practicar un pensamiento complejo y, por lo mismo, querer una reforma de los pensamientos que nos
permita conocer de manera más correcta a fin de sostener mejor nuestra acción. ¿Qué debo hacer? Y,
eventualmente, esperamos. Pero hacemos cosas, y el proceso de conocimiento nos exige plantearnos
preguntas, pero con vistas a restablecer nuestra individualidad como cognoscentes en el proceso de
conocimiento, y éste es, contra el diagnóstico del pensamiento simplificador, una reconstrucción, una
traducción; es decir, un proceso complejo”.9
En fin, desarrollado por Edgar Morin, el pensamiento es una forma de pensar lo humano, el
conocimiento y el mundo, en su unidad fundamental, a partir de la diversidad. En este sentido, la
complejidad, del latín complexus, “lo que está tejido junto”, hace alusión a una red interconectada de
fragmentos, de islas de saberes y conocimientos que posibilita la comprensión del mundo desde una
visión global y solidaria, pero no totalizadora. La noción de complejidad se une, a su vez, al origen de
un modo de pensar conocido como pensamiento complejo, cuyo método se funda sobre siete principios
o saberes necesarios para acometer la aventura humana de reconexión del conocimiento, a saber:
 La ceguera del conocimiento: el error y la ilusión. No se enseña el riesgo del error y la ilusión.
 Los principios del conocimiento pertinente: separación de las disciplinas, del objeto y el sujeto,
lo natural y social, separación del contexto, etc.
 Enseñar la condición humana. El significado de ser humano. No todas las ciencias enseñan la
condición humana. Enseñar la calidad poética de la vida, desarrollar la sensibilidad. Necesidad
de una convergencia de la condición humana.
 Enseñar la identidad terrenal. Conciencia de que se es ciudadano de la Tierra. Se comparte un
destino común y se confrontan problemas vitales. Identidad terrenal, paz, globalización…
 Enseñar a afrontar las incertidumbres. Las ciencias enseñan muchas certezas, pero no los
innumerables campos de incertidumbres.

7
Cue, Alberto: Por un pensamiento complejo. Entrevista con Edgar Morin. La Jornada semanal, 27 de julio de 1997,
México, p.2
8
“El principio dialógico, por ejemplo, permite desde mi punto de vista relacionar temas y conceptos antagónicos que tienen
sus límites en lo contradictorio; es posible unir dos lógicas distintas, dos principios, en una unidad que no hace desaparecer
la dualidad; es la idea de “unidualidad”', que he propuesto a veces. Importa superar las alternativas que se nos presentan: o
la unidad o lo múltiple; y la dialógica -que no pretende sustituir a ninguna lógica previa- es un recurso para salvar la
complejidad de los antagonismos. Así, me siento muy cerca de Heráclito, quien concibe la pluralidad en lo uno. Por ello, he
pensado que la unidad de un ser no se entiende mediante una lógica de identidades en la medida en que, en el proceso de
conocimiento, nos es necesario captar, establecer, con vistas a un sistema complejo, la diversidad de lo uno, lo mismo que la
relatividad de lo uno, la alteridad de lo uno, además de ese ordenamiento de los objetos y los seres como ambiguos,
antagónicos, indefinidos o escindidos, etcétera. Es decir, que a ese ser no puede definírsele intrínsecamente, pues requiere
siempre de su contexto y de un observador. Lo uno es complejo; la identidad de los seres es compleja”.( Ibídem, p. 3 )
9
Ibídem.
 Enseñar la comprensión. Enseñar a establecer un diálogo entre las culturas. Enseñar y explicar
cómo integrarnos al otro. Tolerancia. Empatía hacia el otro.
 Enseñar la ética del género humano. Una ética basada en valores universales. La humanidad
debe convertirse en verdadera humanidad y encontrar su realización en ella.

Fin del pensamiento complejo.


El fin del pensamiento complejo será el de religar los conocimientos humanos fragmentados, mediante
la aplicación de los siete principios. Lo anterior en un contexto de planetarización, en el cual se define
la aventura humana como un proceso de simbiosis gradual entre el destino de la especie y el devenir del
planeta y el cosmos.
Desde la perspectiva del pensamiento complejo, el hombre se convierte en un viajero del conocimiento
a la búsqueda del sentido de su existencia, éste último ligado irremediablemente a una compresión del
destino del planeta en el que habita y el cosmos del que es parte”.10

Conclusiones
Pensamiento complejo y marxismo son dos cosmovisiones con fundamentos comunes. Lo diferencia el
contexto en que cada uno se desarrolla y expresa.
La filosofía marxista como filosofía de la praxis y de la subjetividad humana, no sólo está en
condiciones de explicar el mundo, como hacía la filosofía anterior, en general, sino transformarlo, en
función de los intereses de las grandes masas, que son realmente las que hacen la historia y la cultura.
Complejidad, pensamiento complejo y dialéctica de la mediación son sinónimos, y sus principios,
aunque denotados con otros nombres, son similares.
Un enfoque complejo coincide en su esencia con la dialéctica marxista: En las últimas décadas las
perspectivas que hacen lugar a la complejidad han comenzado a tallar fuerte en la cultura y nos
proponen diversas alternativas para salir de Universo Mecánico de la simplicidad y adentrarnos en los
vericuetos de un Multimundo Vital en el que son compatibles la estabilidad y el cambio, la unidad y la
heterogeneidad.
Las perspectivas de la simplicidad nacen del enfoque analítico que reduce el mundo a la unidad y que
conciben la diversidad como mera combinatoria de unidades. Desde esa mirada a lo sumo puede llegar
a pensarse en términos de complicación (una gran cantidad de unidades relacionadas de manera
intrincada pero fija e invariante y por lo tanto finalmente descomponible). Sin embargo, la complejidad
es algo muy diferente de mera complicación, implica forjar un marco conceptual completamente
distinto que permita concebir sistemas multidimensionales nacidos en una dinámica relacional y que
nos llevan a pensar (nos) y a construir mundos de sentido muy diferentes a los que surgen de los
modelos de pensamiento basados en oposiciones binarias”.11 En esta misma dirección se enfatiza en la
necesidad: “de construir un abordaje que sea capaz de contener la dinámica de la vida y que permita
religar aquello que la simplicidad escindió: el cuerpo y la mente, el individuo y la sociedad, lo público
y lo privado, el hombre y la naturaleza. Consideramos que la salud debe pensarse en referencia al
itinerario que la misma vida fija, a los valores que el hombre construye, a las prácticas culturales que le
dan sentido. El desafío que enfrentamos es a la vez teórico y pragmático, social e individual, político y
ético. Salir del universo de la simplicidad implica adentrarse en los territorios de la diversidad y nos
lleva a considerar que el “arte dialógico” es fundamental para el desarrollo de nuevas perspectivas y
prácticas de salud que van mucho más allá del saber-hacer médico. La salud pertenece al ámbito

10
Abelardo Mancinas, Joaquín Enríquez Flores. Elementos para la transdisciplinariedad. Material de Multiversidad…
11
Denise Najmanovich. Dra. Vera Lennie. Pasos hacia un pensamiento complejo en salud. Disponible en:
http://www.fac.org.ar/fec/foros/cardtran/colab/Denise2.htm
comunitario en su conjunto y desde la complejidad no debe admitirse su clausura en un “coto privado”
de expertos”.12 Precisamente, Marx y el marxismo, como filosofía de la praxis y la subjetividad,
superaron dialécticamente el universo de la simplicidad, porque vieron actuar a los hombres en la
historia. Hombres capaces de transformar el mundo y construir el suyo. Las tesis sobre Feuerbach
marcan su nacimiento fecundo.
Las tesis sobre Feuerbach y otros trabajos de Marx se enfrentan a la racionalidad simplista
moderna: Un paradigma reduccionista, dicotómico y abstracto que se fue configurando históricamente.
“La separación del mundo experiencial en “apariencia “y “realidad” y la consecuente división
dicotómica del conocimiento en mera opinión (doxa) y conocimiento verdadero y fundamentado
(episteme) fueron las marcas de estilo de un modo de reflexión inaugurado en la Grecia Clásica que ha
configurando un tipo de paisaje cognitivo que privilegia la estabilidad y la determinación en todos los
ámbitos y arroja al devenir y la diversidad fuera del reino de la verdadera realidad.
A partir de Descartes se agregaron al listado de oposiciones centrales de nuestra cultura la
distinción radical entre Cuerpo y Mente, correlativa a la que este pensador estableció entre Sujeto y
Objeto. El pensamiento moderno adoptó un marco referencial único, estableció un cosmos fijo regido
por las inmutables “leyes” de la naturaleza que podía ser observado desde afuera por un sujeto (el
“científico objetivo”) al que se supone capaz de conocer un objeto radicalmente independiente de sí.
Desde luego que no es ésta la única forma posible de experimentar el mundo, ni de narrar nuestra
experiencia, pero es la que está implícita en los modelos regidos por el principio de simplicidad y por la
lógica clásica, que han sido los modelos hegemónicos dominantes del pensamiento occidental en los
últimos siglos”. 13
Son en sí mismas, epigramas con tono aforístico, pero de una profundidad tal, que resumen los
problemas de la filosofía, en su historia y mediaciones. Ellas muestran ante todo la esencia histórica,
cultural y compleja en que se funda la nueva concepción del mundo.
En las tesis… el concepto central en que se despliega y compendia el discurso, es la praxis,
concebida como esencial relación sujeto-objeto y sujeto-sujeto, donde lo ideal y lo material se
convierten recíprocamente, devienen idénticos. Sobre esta premisa esencial, y en radical crítica al
objetivismo y a la contemplatividad, propios de la modernidad, plantea la necesidad de abordar la
realidad subjetivamente, desde el prisma de la actividad humana, pues la filosofía, en general se ha
preocupado sólo por explicar el mundo, sin tener en cuenta la necesidad de cambiarlo en función de los
intereses y necesidades del hombre, particularmente, de las grandes masas, que son realmente las que
construyen el corpus de la historia y la cultura.
Con las tesis sobre Feuerbach, se sientan las bases de una epistemología de segundo orden, con
sentido cultural y complejo, en la medida que revela el lugar de la mediación práctica en todo el
proceso del conocimiento, y se enfoca la relación teoría-práctica, como un problema teórico-práctico y
práctico-teórico.
___________________________________
Prof. e Inv. Titular Consultante Rigoberto Pupo Pupo
Dr. en Filosofía. Dr. en Ciencias.
Universidad de La Habana

[En línea]
http://letras-
uruguay.espaciolatino.com/aaa/pupo_pupo_rigoberto/pensamiento_complejo_y_marxismo.htm
(Consultado el 15 de mayo de 2018)

12
Ibídem.
13
Ibídem.

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