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Con el paso de los años, las diversas Iglesias anabaptistas, quizás por su atractivo y

colorista credo, quizás por su impacto emotivo, quizás por su fuerte proselitismo, se
convierten en una de las confesiones importantes del mundo protestante. Pero sin perjuicio
de reconocer los valores cristianos que aportan a la vida familiar y social, a mi entender la
falta de sentido y responsabilidad por el Estado y la carencia de principios dogmáticos,
hace que el anabaptismo no posea coherencia institucional, y aparece dividido en multitud
de corrientes y facciones, en ocasiones pintorescas o excéntricas, que caminan
inexorablemente a la secularización.

4. Protestantismo y principios doctrinales del Estado moderno: la libertad


religiosa como presupuesto de la libertad política.
La experiencia histórica enseña que las organizaciones políticas son muy
frágiles, constantemente convulsionadas por las disensiones internas, por las intrigas
palaciegas, por las revoluciones políticas, por las agitaciones sociales y por los enemigos
exteriores. Las sociedades fundadas en la injusticia viven en el caos: donde no hay justicia
solo hay ruinas. La pluralidad religiosa es una de las causas mas frecuentes de graves
tensiones políticas dentro de una organización política, y encontrar la justicia en la
diversidad religiosa es especialmente difícil. La persecución por las creencias y las guerras
de religión en Europa es un buen ejemplo.
La sociedad democrática parece haber tenido su génesis histórica como
instrumento para superar los estériles conflictos religiosos entre cristianos. Muchas
corrientes protestantes se gestan entre dolores de parto, y se asiste en muchos lugares a una
fuerte tensión social y política entre distintas creencias, con el espectáculo cotidiano de
guerra, represión y persecución. Confesiones y grupos cristianos, demostraron capacidad de
constituirse y sobrevivir como grupos minoritarios, a veces a pesar de una enconada
persecución de la confesión establecida o mayoritaria. La beligerancia religiosa, además de
costosa y dolorosa, era injusta e inútil. Después de años de enfrentamientos y guerras
religiosas, queda claro que ninguna de las creencias cristianas es capaz de prevalecer de un
modo absoluto en el escenario Europeo.
La paz de Westfalia afirma el Estado confesional, pero este Estado, por
razones prácticas, se tiene que mostrar indulgente con las minorías religiosas. Tras la
tormenta y la reacción de los primeros tiempos, cuando las aguas se reposan, y cuando una
confesión esta políticamente establecida, en lo que podemos llamar la segunda fase de la
Reforma, la dificultad ya no estriba en el problema clásico de encontrar una forma social y
jurídica para las nuevas ideas religiosas, sino también en sentar las bases jurídicas y
políticas para la integración de los disidentes, esto es para convivir con grupos minoritarios
cristianos, considerados desleales, fanáticos o idólatras.

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