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Epistemología II
Maestro Ernesto Canseco
Pidiendo una ilustración desde dentro
A Claudia, con cariño
Querido y alegre lector, usted que ha arrojado en nosotros, sus pocos estudiantes y
sus muchos alumnos, una luz, con la cual, nos podamos guiar en esta selva oscura llena
de confusiones y habladurías que vuelven ardua la labor de filosofar, quiero compartirle que
he decidido, con todo y sus riesgos, abordar el texto ¿Qué es la ilustración? Escrito
elaborado por el alemán Immanuel Kant. Es posible que usted llegue a preguntarse cuáles
son las razones para hacerlo y para tales cuestiones he preparado sutilísimas respuestas.
La primera de ella es que es un texto que pudimos abordar de manera completa, sin tantas
prisas y que tanto nosotros, sus estudiantes y alumnos, como usted, hemos podido
abordarlo con muchísima demora y utilizando nuestro esfuerzo para comprenderlo. A
diferencia de otros sistemas filosóficos plasmados en libros que apenas y tuvimos
oportunidad para cultivar tantas dudas como nos fuesen posibles.
La segunda de ellas es una causa íntima que provoca en mí un tipo de angustia y problema,
pues qué es la ilustración no me parece una época sólo situada, sino una actitud específica
que pudo florecer en una situación. Por ende esta segunda causa es investigar qué es a lo
que se le llama ilustración. Pues parece ser tan deseada tanto en otros momentos de la
historia como en éste.
Última y tercera causa es que leyendo un libro de Ortega y Gasset, que es una respuesta
a una petición que se le hizo para que hiciera algo por el centenario de Goethe, en donde
el filósofo pregunta si su época que pide ese centenario tiene la disposición para ello y al
no tenerla, su planteamiento es no abordar el tema (o a Goethe) como se ha hecho antes,
como una remembranza, como un algo exterior a su época sino revitalizar aquel momento
lejano (la vida de Goethe o lo que implica su vida) e impregnarlo de la situación de la época
que pide tal centenario. Un planteamiento parecido es que el que anida en mí y aunado a
ello, una preocupación semejante.
Uso este modo de escribir para que sepa que este ensayo es más bien una correspondencia
en donde puedo plasmar de manera íntima mis preocupaciones y mis dolosos
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pensamientos acerca de la tarea más difícil que un hombre puede tener a su cargo. Esta
labor es la filosófica. Más precisamente, pensar por uno mismo.
Seguramente, usted, lector, ya se habrá dado cuenta de lo que quiero decir arriba pues su
recorrido en la labor filosófica le dota de experiencia para confirmar como verdadero lo que
he expresado. Por eso, más que alejarme de mi sentir y de lo que puedo expresar para
convertirme en un hombre que escribe un ensayo el cual no le va implicar ni en él y mucho
menos va intentar ser tocante en esta época, he decidido hablar desde lo que yace en mis
pensamientos.
Quiero, mi estimado maestro, mostrarle algunos detalles que le pueden parecer curiosos
para que este librito pueda írsele aclarando y pueda conocerlo en amplitud y
posteriormente, si así lo desea, interpretarlo, criticar sus fundamentos o lo que le parezca
pertinente. Eso se lo dejo en sus manos. El título de este brevísimo escrito es Pidiendo una
ilustración desde dentro y podría relacionársele con otro título nada desconocido llamado
Pidiendo un Goethe desde dentro de Ortega y Gasset.
Que el título tenga ya una petición no es algo arbitrario, pues la exigencia de algo tal como
es la ilustración la convierte en una problemática que gira en torno a una pregunta como
¿es posible una ilustración en esta época? Para ello es pertinente saber si el pasado como
un padre que cultivó riquezas y métodos brillantes, tiene mucho o poco de su tesoro para
heredarnos a nosotros sus hijos, a esta época que pareciera estar envuelta en un naufragio.
Así que una última petición que expondré aquí es que tome este escrito como los
movimientos de los brazos agitados de un náufrago que se encuentra en medio del mar sin
algo de lo que pueda sostenerse, en una situación que implica su intento por ser y el mundo
en el cual está inmerso aquel sobreviviente. Que esta carta con rasgos de ensayo sea una
muestra de esta época por reconocer su lugar en la historia, por comprender su instante y
el esfuerzo de una semilla que intenta florecer aun acosta de los vientos fuertes que la
quieren arrancar.
Sin más, querido lector, responderé a las preguntas anteriores para que usted pueda juzgar
si estas palabras van a ser parte de su reflexión y crítica, pues estas ideas que dejan su
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nido para arrojarse al mundo tienen el propósito de encontrar un árbol en donde encuentren
refugio y frutos con los cuales alimentarse y seguir creciendo.
La ilustración, es una época que está colocada en un pedestal con muchísimas flores y
adornos, la cual también ha sido objeto de bellísimos poemas y otros tantos escritos que
hablan de aquella Ilustración, tan deseada, tan amada y elogiada. Sin embargo, aquel
pedestal y aquella reliquia han perdido su valor, no por voluntad propia sino a causa de que
en estos momentos se cree que quedarnos parados desde esta lejanía gritando el regreso
de un pasado distante, va volvernos ilustres.
Las ideas que florecieron en aquel entonces y los métodos para llevar a cada hombre a su
más grande manifestación han sido los frutos que han caído de ese tan hermoso árbol pero
nosotros no somos quienes saborean esos deliciosos manjares sino unos pobres
hambrientos que siguen buscando entre las piedras llenas de tierra. Y aunque posiblemente
ya varios se dieron cuenta de que esa búsqueda está destinada al fallo, no se han atrevido
a decir ¡Ya basta!
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Todo niño, mientras lo es, intenta ejercer una libertad de la cual aún no es consiente pero
que apenas en sus primeras labores se topa ya con cadenas fuertemente puestas y
elaboradas. En esa etapa el infante no va tener la suficiente voluntad para ejercer una
presión con la cual liberarse. A este primer momento se le puede llamar sin ningún problema
la minoría de edad. Esto lo quiero aclarar por un motivo. El cual es que la resistencia sólo
es tal cuando hay una fuerza que se le opone, o sea, una presión. Por lo tanto, las cadenas
no son ninguna resistencia cuando no hay alguna fuerza que se le oponga, como la labor
filosófica.
Por lo tanto, en ese primer momento de la minoría de edad puede conocerse que hay
cadenas pero pronto queda en el olvido, entonces tales cadenas parecen dejar de existir
pues no hay presión alguna y por tanto ninguna resistencia por parte de ellas. Sin embargo,
hay una etapa en la cual el infante obtiene una fuerza de voluntad tal que es capaz de
libertarse, y puede que en un momento se dé cuenta de ello, pero por estar ya tan
acostumbrado a esas cadenas, crea que ni siquiera es necesario ejercer su libertad pues
quizá hasta cree que ya la ejerce. Es en esos instantes donde un hombre tiene que dejar la
minoría de edad y tiene que hacerse responsable de su existencia.
Esta es una época encadenada que pide a gritos que otros hombres que lograron concluir
en su temporalidad su labor filosófica, vengan a desencadenarlo. Pero la responsabilidad
de dejar la minoría de edad no es responsabilidad de algún otro, sino de uno mismo, de
una elección que conlleva sus propios riesgos así como la misma decisión de seguir siendo,
en actitud, un infante. Por lo tanto, en estos momentos de la historia se puede ver a un niño
que llora porque alguien se haga responsable de él, pero no es que esta época sea una de
los primeros comienzos sino una que no quiere hacerse responsable de su
irresponsabilidad.
Con todo lo anterior no quiero que usted, feliz lector, crea que las cadenas son sólo lo que
hay que enjuiciar, criticar, despreciar y poner en su significado, lo que convierte a una época
o a un hombre en ignorante e incapaz. Quiero más bien dar a entender que las cadenas
son parte de la misma existencia de una época o de un hombre, pues son el mundo, son
las generaciones anteriores, las ideas que surgieron antes, la fe que logró sobrevivir y los
deberes que terminaron siendo impuestos. No es, pues, un pecado tales cadenas.
Es la decisión de una época o un hombre de ser un menor de edad o llevar a cabo una
labor filosófica a donde se dirige toda crítica que yace en esta carta. Pues creo que en estos
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momentos se tiene ya la voluntad de dejar de pedir entre llantos y lamentos la Ilustración y
comenzar a ejercer presión sobre las cadenas con las que hemos nacido, comenzar a
pensar por nosotros mismos.
Si miramos detenidamente las cadenas que nos envuelven, ya sea a una época como la
nuestra, o a un hombre, veremos por dónde tenemos que comenzar. Y la primera presión
se encuentra aquí, en estas palabras, en este librito que ha dejado el lugar del cual nació y
comenzó a volar por cuenta propia hasta sus manos.
Por esa razón, creo, amigable lector, no se trata ya de seguir elogiando aquello que se ha
vuelto una fantasía sino ponernos bajo toda resistencia y ejercer la presión sobre aquellas
cadenas. Usted, sin embargo, tiene una labor aún más ardua, pues es lograr que quienes
tengan contacto con su enseñanza logren ejercer su libertad, su labor filosófica en cada
una de sus resistencias para entonces sí, comenzar a guiar hacia ese camino de la tan
amada Ilustración.
Tengo la idea de que lo más fácil que se puede hacer es escribir acerca de un tema, de una
cosa. Y seguramente usted, lector, va hallar muchos textos que hablen acerca de esto o de
aquello, apenas rodeando pero este librito intenta hacer su esfuerzo desde dentro, haciendo
uso de todas sus herramientas para cumplir su propósito. Y deseo que así haya sido.