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Pedagogía UNIDAD I

Durkheim: La educación, su naturaleza y función


Según Durkheim para que haya educación deben estar en presencia de una generación
de adultos y una generación de jóvenes, y una acción ejercida por los primeros sobre los
segundos. Define a la educación, precisamente, como una acción ejercida por las
generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado todavía el grado de madurez
necesario para la vida social. Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un
cierto numero de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la
sociedad política en su conjunto como el medio ambiente especifico al que esta
especialmente destinado.

La educación es, por tanto, un proceso de transmisión de conocimientos e ideología que


se da principalmente entre generaciones; se trata de un proceso esencialmente social. El
fin de la educación es construir nuestro ser social (el niño, al entrar en la vida, solo
aporta su naturaleza individual, la sociedad se encuentra en presencia de una tabla casi
rasa). El nuevo ser que la acción colectiva edifica representa lo que hay de propiamente
humano en nosotros: el hombre, en efecto, no es hombre mas que por vivir en sociedad.

Durkheim, contraponiéndose a Kant y James Mill, rechaza la existencia de un concepto


ideal de educación. Sostiene que, si se pregunta por la educación ideal, omitiendo toda
condición temporal y espacial, se admite, implícitamente, que un sistema educacional
no tiene nada de real en si mismo (los sistemas de educación deben ser comprendidos
históricamente). También sostiene que la educación debe ser esencialmente cosa de
autoridad. La autoridad moral es la principal cualidad del educador, pues la libertad es
hija de la autoridad: ser libre no es hacer lo que a uno le plazca, sino saber proceder con
la razón y cumplir su deber.

El estado no puede desinteresarse de la educación, por ser esta una función


esencialmente social. Todo lo que es educación debe estar sometido a su acción, aunque
sin monopolizar la enseñanza. No es admisible, por ejemplo, que la función de educador
sea desempeñada por alguien que no presente garantías especiales, de las cuales el
Estado es el único juez. La función del Estado es, por tanto, abrir paso a principios
esenciales como respeto, a la razón, a la ciencia, a las ideas y a los sentimientos que
están en la base de la moral democrática.

Kant
Según Kant, el hombre es la única criatura que debe ser educada. Entendiendo por
educación, los cuidados, la disciplina y la instrucción, junto con la educación. Por lo
cual el hombre es niño pequeño, educando y estudiante. Los animales, en cambio, no
necesitan ningún cuidado, pues lo son ya todo debido a su instinto. Como el hombre
carece de instinto, son los demás quienes deben construir el plan de su conducta.

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La disciplina convierte la animalidad en humanidad e impide al hombre apartarse de su
destino. Así, es considerada negativa, en la medida en que es la acción por la cual se
borra al hombre de la animalidad; mientras que la instrucción es, en cambio, la parte
positiva de la educación (la falta de disciplina será peor que la falta de instrucción, ya
que esta puede adquirirse mas tarde, mientras que la barbarie no se corrige nunca).

Es probable, según el autor, que la educación mejore, constantemente, y que cada


generación de un paso hacia la perfección de la humanidad; pues tras la educación esta
el gran secreto de la perfección de la naturaleza humana (el proyecto de una teoría de la
educación es por ello un noble ideal). Toda educación es un arte, porque las
disposiciones naturales del hombre no se desarrollan por si mismas. Un principio
fundamental del arte es que no se debe educar a los niños conforme al presente, sino a
un estado mejor de la especia humana. Por la educación el hombre ha de ser:
disciplinado (para que la animalidad no se extienda a la humanidad); cultivado (la
cultura proporciona la habilidad para alcanzar los fines propuestos); civilizado (para ser
querido y tener influencias); moralizado (para elegir los buenos fines).

Finalmente, Kant sostiene que la educación publica que la privada, puesto que es
frecuente que la educación domestica no corrija o aumente las faltas de la familia. Y
también que la educación debe durar hasta que se desarrolle en el hombre el instinto
sexual, el mismo pueda ser padre y deba educar (aproximadamente hasta los dieciséis
años).

Meirieu: Frankenstein o el mito de la educación como fabricación


La educación necesaria, o por que jamás se ha visto una abeja demócrata:

El pequeño humano llega al mundo provisto de potencialidades mentales que están muy
poco estabilizadas. Por lo tanto, tendrá que aprender todo lo necesario para vivir con sus
semejantes (debe familiarizarse con multitud de signos, acceder a su lengua materna,
inscribirse en una determinada colectividad, aprender a identificar y respetar los ritos,
costumbres y valores de su entorno).

Eso diferencia al hombre del animal: No hay abejas demócratas. Genéticamente, son
monárquicas, pues su sistema político va inscrito en ss genes y no se cuestiona. En
cambio, el hombre elige sus valores, ya sea tanto en el ámbito moral como en el social o
político. Todo hombre llega al mundo totalmente despojado, y por eso ha de ser
educado (se entiende así por educar el introducir a un universo cultural).
Pigmalión, o la fortuna pedagógica de una curiosa historia de amor:

El hombre es “hecho” por otros. Una o mas personas se encargan siempre de su


educación. El educador moderno aplica todas sus energías e inteligencia a una tarea que
juzga al mismo tiempo posible y extraordinaria: quiere hacer del hombre su obra.
Pigmalión permite comprender el mito de la educación como fabricación: todo educador
es un Pigmalión que quiere dar vida a lo que fabrica. Intenta crear un ser que no sea un

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simple producto pasivo de sus esfuerzos, sino que exista por si mismo (no hay casi
satisfacción a alguien que no sea mas que un resultado de nuestros actos). El educador
quiere que el otro escape a su poder para que se puede adherir a ese mismo poder
libremente, es decir, quiere el poder sobre el otro y quiere la libertad del otro de
adherirse a su poder.

Pinocho, o las chistosidades imprevistas de una marioneta impertinente: un proyecto


paradójico.
Lo paradójico de la educación como fabricación es que la verdadera satisfacción del
educador seria que aquel a quien ha educado lo saludase como hombre libre y lo
reconociera como su educador sin ser, con ello, su vasallo. Pero ello es imposible, pues
la exigencia de se reconocimiento constituye una doble imposición: “te obligo a
adherirte libremente a lo que te propongo”. Esto es sumamente paradójico, pues o bien
uno obliga a otro y renuncia a que el otro sea libre, o bien asume el riesgo de la libertad
del otro y, entonces, no hay ninguna garantía de que se adhiera a nuestras posiciones.

Frankenstein y su criatura, o el sorprendente juego de espejos del “no soy yo, es el


otro”:

La compleja relación entre Frankenstein y su criatura expresa hasta que punto el


proyecto de “hacer” al otro es un callejón sin salida, para explicar la violencia de
quienes confunden la educación con la omnipotencia y no soportan que el otro se les
escape y no puedan dominarlo por completo.
Frankenstein, o la educación entre praxis y poiesis:
Toda empresa educativa esta marcada por la oposición entre praxis y poiesis. La poiesis
es una actividad que se caracteriza por tratarse de una fabricación que se detiene en
cuanto alcanza su objetivo. La praxis, al contrario, se caracteriza por ser una acción
cuya finalidad es ella misma: no hay objeto a fabricar del que se tenga una
representación anticipada. La educación no puede ser por entero una poiesis, aunque
tenga características que remiten a una imagen definida previamente (reducirla así seria
negar la educación y creer que el educador para estar “logrado” debe parecerse al
educador, y además, la poiesis exige una figura de Autor capaz de garantizar la
predictibilidad de sus operaciones de producción).

Julio Moreno: Ser humano


Moreno se pregunta sobre la diferencia entre el hombre y los otros animales: ¿Qué es lo
propio de nuestras especies, lo humano de lo humano? Para responder a esto distingue
dos tipos de funcionamiento mental, por asociación y por conexión. La realidad virtual,
donde la imagen es lo que representa, impone revisar el concepto de realidad. En la
dialéctica entre representación y presentación se fundamenta para Moreno todo el
desarrollo humano. La lógica de la asociación nos es bien conocida; la lógica conectiva,
en cambio, mucho más difícil de aprehender, es externa al sujeto, existe por fuera de

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quien la emplea. La conexión no trabaja con signos lingüísticos que se articulan sino
con rasgos que no entran en el comercio de la lógica formal.

Aquí aparece lo humano, que consiste en una capacidad de promover cambios desde
adentro, de autogenerar cambios en contacto con la inconsistencia, de cambiar por si
mismo. La máquina, la planta o el animal cambian, pero desde fuera, no pueden
acomodarse a lo contingente, a lo inconsistente: el ser humano es capaz de cambiar por
si mismo y en esto estriba lo humano del humano, que tiene la suerte y la desgracia de
tomar contacto con aquello que está más allá de lo que su lógica asociativa puede
comprender.

A partir de estas consideraciones se comprende que, según Moreno, resulte decisivo


para definir el fenómeno humano la permanente modificación que produce en el mundo
que habita. Esto es, lo humano de lo humano surge dentro de la especia no por un
cambio genético sino cultural, donde el registro de las experiencias y su trasmisión
desempeñan un papel primordial.

Silvia Serra: ¿Cuánto es una pizca de sal?


Para responder respecto de la alteración de los saberes sobre la educación, la autora
propone indagar en la alteración que el saber introduce en la realidad que nombra.
Además de la transmisión de unos saberes, hay también unos saberes sobre la
transmisión. En ellos nos encontramos con reglas e instrucciones que generación tras
generación hicieron perdurar determinadas prácticas.
Sin embargo, los saberes de la pedagogía no son solo reglas sobre un juego que ya esta
siendo jugado, sino también sobre el deber del juego. Por lo demás, la pedagogía
moderna no puede ser reducida a la idea de saber/regla. Esto presenta dos problemas:
por un lado, la explicitación de un juego con reglas implícitas modifica sustancialmente
el juego. El saber de la pedagogía podría pensarse entonces como un saber que altera a
los objetos de los que hablar, pero a la vez como un saber parcial o incompleto, en el
sentido de unas instrucciones insuficientes en relación con sus efectos. Por el otro, la
docente (aunque sirven son suficientes). El saber/regla de la pedagogía recuerda
continuamente que no hay juego sin reglas, pero olvida que no hay reglas sin juego. Se
equivoca en creer que, bien aplicado, muestra resultados automáticos que garantizan
siempre un buen resultado.

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