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XII

Alsasua, 1934-1940

Ministerio con la Orden Tercera de San Francisco


En Alsasua empecé a ejercer mi ministerio sacerdotal. Me dedicaron a atender las
Ordenes Terceras que había en los pueblos de la Barranca1.
Una vez que conocí el espíritu de la Orden Tercera, la cogí con entusiasmo e ilusión. Vi
en ella, en la Orden Tercera, el bien que se podía hacer a las almas y creo que trabajé con ilusión
dentro de mi pequeñez y miseria.
Cada sábado ordinariamente iba a un pueblo o a otro. Fue también el confesonario uno de
los apostolados que más ejercí en esos tiempos - a veces bastantes horas - pero con ilusión.
Me sucedía en algunas ocasiones que, al terminar la tarea del día y regresar al convento,
me invadía una especie de tristeza un tanto misteriosa, que me llevaba a Dios con cierta
suavidad.
Durante la semana de ordinario me dedicaba a preparar los sermones del domingo y
reanudé también la lectura de la "Mística Ciudad de Dios" con provecho para mi alma. Una de
las impresiones fuertes y saludables fue el relato de la Encarnación, que tan admirablemente
describe la Madre Agreda a la luz del Espíritu Santo, que me sirvió de elevación espiritual
durante una semana.

Reprimenda del P. Guardián


Al principio del año 1936 - era el mes de enero - yendo a un pueblito llamado Torrano, en
el camino me cogió una tempestad y me mojó, y a causa de ello cogí una gripe fuerte. Aquella
enfermedad me valió unas fuertes reprensiones del que entonces era Guardián del convento de
Alsasua, el P. Salvador de Vitoria. Creyó él que un servidor, por no ir en tren, me había mojado.
En verdad que tenía el gusto de andar a pie. Creo que en aquella ocasión fui un rato en el tren,
después bajé y seguí caminando a pie y me mojé. Este incidente ha pasado a la historia.

Acción de gracias de la Misa


En este tiempo que digo, estando en la convalecencia, uno de los días - 9 o 10 de febrero
- después de celebrar la Santa Misa, subí a la habitación. Estaba en acción de gracias de la
Sagrada Comunión, pero medio distraído, sin mayor atención. En esos momentos recibí como
una reprensión interior, pero no con palabras sensibles; como que me decía Jesús: "¡Qué poca
importancia das a un acto tan importante!" o algo parecido que es difícil explicar con palabras.
Lo cierto es que desde aquella hora el rato de la acción de gracias se me convirtió en una delicia.
Era el rato de unión íntima con Jesús, de coloquios amorosos y de confianza, de petición, etc. Un
trato de amigos entre sí.
Advierto que esto me ha durado a través de toda la vida en general. A veces con más

1
Los pueblos donde estaba establecida la Orden Tercera y el número de hermanos y hermanas
inscritos presentaba esta estadística: Alsasua 137, Arbizu 317, Arruazu 299, Bacaicoa 100, Echarri-
Aranaz 308, Huarte-Araquil 77, Irañeta 104, Iturmendi 117, Lizarraga 77, Torrano 76, Unanua 70.
Véase: Historia de un pobrecillo, pp. 48-51.
efusión de afectos y coloquios, pero siempre he dado mucha importancia al acto de acción de
gracias después de la Santa Misa. Por eso me desagrada que me molesten en esos momentos por
cualquier motivo que sea.

La oración, el frío
En Alsasua la oración de la mañana ordinariamente me era dificultosa; me encontraba en
un estado de impotencia. Y no solo en el convento de Alsasua; después también. Creo que en
parte se debe a mi temperamento nervioso. Más fácil me es entrar en contacto con el Señor, con
la Virgen María, paseando o andando.
En el convento de Alsasua me tocó pasar bastante frío durante el tiempo de invierno.
Antes también en Pamplona y después en Fuenterrabía, los años que permanecí en aquel
convento. Creo que uno de los sufrimientos físicos más fuertes ha sido el frío, dado mi
temperamento. No menos sufrí, primero en Alsasua y después en Fuenterrabía, el ayuno
eucarístico, que entonces era desde las 12, a media noche. Para mí las misas tardías eran casi un
tormento, sobre todo de las 10 de la mañana en adelante. No precisamente porque sentía el vacío
del estómago, sino una debilidad tan grande en la cabeza que no era capaz de hacer nada. Así el
tiempo se me hacía interminable. Fue, sin duda, mi buen Jesús, que me pedía aquel sacrificio,
pero fue duro para mí.

La guerra civil
Por el mes de julio de 1936 estalló la guerra en España. Pasados los primeros días de
expectación pude continuar mi ministerio de apostolado por los pueblos, aunque me tocó sufrir
por las opiniones tan encontradas que había que escuchar y por los desastres y lamentos de más
de una familia, etc.

Amistad espiritual con Fray Vicente de Villafranca


En aquel mismo verano llegaron del Colegio de Estella dos estudiantes de filosofía,
afectados por la tuberculosis. Uno de ellos era de Legarda, que murió pronto 2. El otro fue Fr.
Vicente de Villafranca de Oria, con quien trabé una amistad íntima espiritual. Se confió entera-
mente a un servidor; era muy devoto de la Virgen María. Con la santa ilusión de ser Misionero, a
toda costa quería recuperar la salud. Con este motivo escribió con ingenuidad dos cartas a la
Santísima Virgen. La respuesta que obtuvo fue que se empeoró. Comprendí que ni el Señor ni la
Santísima Virgen le querían conceder la salud. Procuré conducirle por el camino de la resigna-
ción y conformidad con la voluntad del Señor y a que se ofreciera como una pequeña víctima a
imitación de Santa Teresita del Niño Jesús, de quien era devoto. Aceptó mi proposición y recuer-
do que hicimos el acto de ofrecimiento el 4 de septiembre de 1936, que fue Primer Viernes de
mes. Desde entonces cambió la disposición de su ánimo. Aceptó la enfermedad y en ella la
voluntad del Señor, a pesar de su anhelo de ser misionero. No estuvo largo tiempo conmigo. Fue
trasladado de nuevo a Estella y luego a Sangüesa. Continuó nuestra comunicación espiritual por
correspondencia epistolar.
Consumido por la enfermedad y en las manos del Señor terminó su vida en Sangüesa el
25 de agosto de 1938 con estas palabras: Ya soy feliz3.
2
Se trata de Fr. Juan de Legarda (Juan Ursúa), que murió el 11/II/1937. "Víctima de rápida
enfermedad dejaba esta vida a los 23 años de edad y 3 de religión" (Necrologio, p. 54).
3
Véase Necrologio, p. 240 (25/VIII/1938) y el libro del sacerdote Carmelo Tecedor Hernáez,
Misionero de vanguardia, Beasáin 1954.
Durante el año 1936 no recuerdo otras cosas especiales hasta la primavera del año 1937.
XIII
1937-1940

Un nuevo impulso por el bien de las almas; peregrinación a la Ermita del santo Cristo en
Alsasua
Llegada la primavera del año 1937, empecé a sentir una novedad en mi vida espiritual,
como un nuevo impulso de trabajar por el bien de las almas, de entregarme enteramente al
apostolado, etc.
Recuerdo que aquel impulso me llevó al propósito y deseo de querer renovar las Ordenes
Terceras que entonces existían en aquellos pueblos, y que se encontraban algún tanto caídas.
Ese mismo ánimo espiritual me impulsó a preparar - a pesar de mi humilde condición -
una peregrinación de penitencia de todos aquellos pueblos de La Barranca en favor de la paz y de
desagravio.
Es verdad que tuve algunas dificultades y sufrí algunas humillaciones, pero se consiguió
y se realizó. El día 19 de septiembre de 1937 una gran multitud de fieles llegaba a la Ermita del
Santo Cristo de Alsasua - cuyo nombre no recuerdo en estos momentos. Para ello conseguí que
vinieran varios confesores a los pueblos, a fin de prepararlos a la recepción de los Sacramentos.
Esta peregrinación de penitencia se repitió los años 1938 y 1939, aunque no al mismo lugar, sino
a lugares distintos.

Amor y veneración al Papa, Vicario de Cristo


Creo que fue por el año 1935 - no recuerdo bien - que empecé a sentir una veneración y
atención especial por el Vicario de Cristo sobre la tierra. En aquellos años estaba en la "Cátedra
de San Pedro" el Papa Pío XI. ¿Cómo empezó aquella veneración?
El motivo creo que fue me mandaron en el convento recoger, para formar un ramillete
espiritual, las oraciones, misas, comuniones etc., que se habían de ofrecer al Santo Padre. Lo
cierto es que despertó en mí una atención especial hacia la persona del Santo Padre. Se me
presentaba, en verdad, como Vicario de Cristo sobre la tierra, que merece toda atención, respeto,
amor y obediencia. Aquella luz o impresión entonces recibida me ha durado a través de la vida,
hasta el presente.

Las cartas de San Pablo


También fue por aquellos años,¿sería el año de 1935 en verano o sería el año de 1937?
No recuerdo bien, lo cierto es que leyendo las Cartas de San Pablo, en particular la Carta a los
Romanos: ¡Qué luz tan grande encontraba, se puede decir en cada una de sus frases! ¡Qué
encanto encontraba en su meditación! Con todo uno se siente incapaz de comunicar aquello que
percibe y gusta. Las otras cartas de San Pablo no me llamaron tanto la atención como la Carta a
los Romanos. Más tarde he meditado y reflexionado sobre la Carta a los Hebreos - que se sabe
no ser de San Pablo -, un servidor se inclina a creer que es de San Bernabé Apóstol - ¿será
porque llevo su nombre? Lo cierto es que esa Carta encierra grandes tesoros que, a mi pobre
entender, no se han explotado todavía.

Oración en forma de coloquios


Probablemente fue el año de 1938, empecé a tener una forma distinta, en cierto modo, de
oración, en forma de coloquios con Jesús, mi Señor. Sin duda dentro del alma se forman estos
coloquios, en forma de conversación entre amigos. ¿En qué consisten? En que el alma habla a
Jesús y como si Jesús responde al alma, no con palabras perceptibles, ni con locuciones
interiores. Es una forma de mutuos afectos, de confianza, abandono, etc., que pueden extenderse
por algún tiempo, a veces mucho rato. No es que el Señor haga nuevas revelaciones o cosa
parecida. Generalmente estos coloquios se encierran dentro de las frases del Evangelio, pero
tienen un sabor especial, un gusto espiritual de mucha suavidad que enfervorizan el alma, y en
algún modo la enajenan. No depende del alma formar estos coloquios cuando ella quiera. Es
difícil reproducir estos coloquios, una vez pasan, no se sienten. ¿Misericordias del Señor?
Seguramente.

Otros recuerdos espirituales de 1938 y 1939


¿Otras cosas particulares para los años 1938 y 1939? Creo que no. En el mes de mayo de
1938 me encontraba en un pueblo llamado Irañeta tres días antes de la Ascensión del Señor a los
cielos, que en aquel tiempo eran rogativas. Recuerdo que en aquellos días me encontré en un
estado tan raro de impotencia como si hubiera estado fuera de mí. Luego se me pasó.
Otro detalle deseo exponer en este lugar. Y duró durante bastantes años, que cometía
alguna falta, v. gr. haber tomado alguna cosa fuera de hora, haber charlado en alguna ocasión
más de la cuenta, haber sido demasiado condescendiente con alguna persona y cosas parecidas,
me quedaba un malestar, una desazón de infidelidad al Señor. Y de ordinario no recuperaba la
paz, sino después de acusarme de la falta.
Más tarde llegué a cierto estado en que tales miserias no me causaban inquietud. Me
hacía esta consideración: ¿Qué otra cosa se puede esperar de esta miseria que soy yo? Pidiendo
perdón al Señor, quedaba tranquilo y en paz.
Llegó, pues, el año de 1940, continuando en mi ministerio de las almas en la forma que
he descrito. En el año de 1940, después de haber terminado los trabajos de Cuaresma, llegó la
hora de ser trasladado al convento de Fuenterrabía, que durante la guerra de 1936 al 1939, fue
Cuartel de soldados.
XIV
En el convento de Fuenterrabía, 1940-1958

Destino a Fuenterrabía; la Orden tercera


Así pues, fuí destinado al convento de Fuenterrabía a principios de abril de 1940 junta-
mente con el P. Alfredo de Oco, que marchó de mala gana, y fue destinado para Director de los
filósofos, que se pensó o pensaron los superiores dar al convento de Fuenterrabía el destino de
Colegio de Filosofía, como antes había sido. En el convento encontré al P. Higinio Gamboa y al
P. Pío de Estella, con quien trabé una amistad espiritual bastante íntima mientras permaneció en
dicho convento. Pasados los primeros meses en los que en compañía del P. Higinio Gamboa
empecé a visitar las Ordenes Terceras de alrededor, que durante la guerra se habían
desconcertado. Pasados, pues, los primeros meses, tuvieron lugar los santos Ejercicios del 1 de
septiembre al 8 de septiembre.

Experiencia de la Pasión del Señor en el costado (septiembre 1940)


El 8 de septiembre, que en aquel año cayó en domingo, después de haber celebrado la
Santa Misa, estaba en el coro en la acción de gracias de la Santa Misa, sentí un dolorcillo, no
muy fuerte, en el costado izquierdo, en el lado del corazón. Pasó sin más. Creo que aquella
mañana fue un tanto desolada. Al domingo siguiente, que era el 15 de septiembre, festividad de
los Dolores gloriosos de la Virgen, así como el 8 había sido la festividad de su Nacimiento,
estando en el coro en el mismo lugar, también en acción de gracias después de la Santa Misa, y a
la misma hora del domingo anterior, se renovó de nuevo el dolor con más fuerza. Esta vez me
duró unos tres días y sentía dificultad para andar; luego la espalda apareció como tostada. Pero a
nadie le dije nada ni a mi Director Espiritual, que lo continuaba siendo el P. Antonino de
Caparroso. Así pasó. Es el primero a quien cuento. ¿Qué fue aquello? ¡No lo sé!
Muchos años más tarde, estando en Ecuador - creo que fue en el mes de enero o
principios de febrero del año 1964 - me sucedió una cosa parecida, pero en forma distinta y en
sueños. Se me presentó durante la noche, como un altar con nicho donde se encontraba el
Seráfico Padre S. Francisco sonriente y cariñoso. Bajó del nicho; traía en sus manos un no sé qué
instrumento y empezó a afilar mientras cantaba el "Requiem" de la Misa de los Difuntos - que en
tiempo se cantaba -. Luego hizo el ademán de atravesar el pecho con aquel instrumento. Empecé
a sentir el dolor en la parte del corazón. Le dije: me vas a quitar la vida; e hice el ademán de
sacar el instrumento. En este momento desapareció todo. No recuerdo si me desperté enseguida.
Esta vez sí le comuniqué a mi segundo Director, que por entonces era el P. N.N4.
¿Para qué digo estas cosas? ¡No lo sé! Si son manifestaciones de la Bondad del Señor, ¡el
sea bendito por los siglos! Eso sí, desde entonces se renueva el dolorcillo de vez en cuando, pero
no es muy fuerte5.

4
Indica el manuscrito el nombre del director espiritual.
5
Aquí se requiere al experto en la teología espiritual. Este es el único episodio con manifestaciones
"exteriores" que se registra en las vivencias del P. Bernabé. Parece que él quiso quitarle toda
importancia, pues ni siquiera lo manifestó al director espiritual. La calidad de su fe y las operaciones
progresivas del Espíritu hay que estudiarlas en la transformación interior que él iba teniendo. Nos
atrevemos a interpretar de modo positivo ese dejar fuera el fenómeno al que alude.
Navidad de 1940: sufrimiento por la hora tardía de la misa
Recuerdo que en aquel año de 1940 la víspera de Navidad fue para mí de mucho sufri-
miento. Había costumbre de subir al santuario de la Virgen de Guadalupe en Fuenterrabía para
las misas encargadas por los pescadores. Aquel día hacía mucho frío; estaba helado. Subió
también un servidor, y como la celebración de la Santa Misa era hacia el mediodía, creí que no
podría resistir. Seguramente me quejé, y me adelantaron la hora de la Misa.
Como he dicho al principio, empecé a recorrer los pueblos donde había Ordenes Terceras
y a reanimarlas, porque algunas estaban bien decaídas.

Dificultades con el P. Guardián


En el año de 1942 hubo cambio de superiores. Vino de Guardián al convento de
Fuenterrabía el P. Dionisio de Unanua. Durante su guardianato, que fue hasta el año de 1945, me
tocó sufrir bastante. Su carácter, su modo de ser y de proceder no se acomodaba. No era riguroso,
era bondadoso, a pesar de ello ¡cuantas incomprensiones6!
Sencillamente me hacía sufrir su manera de ser y de proceder. Para hacer comprender por
qué sufría, solo un caso voy a poner. Después de la Semana Santa de 1943, empecé a preparar
una gran peregrinación de la Orden Tercera de todos los distritos a nosotros encomendados, para
reunir a todos en el Santuario de Aránzazu y consagrar la Orden Tercera al Inmaculado Corazón
de María. Por aquel entonces el Papa Pío XII había ordenado que se consagrarán todas las
Diócesis al Inmaculado Corazón de María, para conseguir la paz de las naciones en guerra
cruenta. Ese había sido también mi proyecto e ilusión.
Parece que el P. Dionisio no comprendió la finalidad de aquella peregrinación. Cuando ya
todo estaba preparado, dio a conocer que no sería posible marchar a aquella peregrinación,
porque había compromiso en aquel día, que era domingo. A mí me cayó como una bomba
aquella noticia; echaba por tierra todos mis planes. Pasé días de angustia, dado mi temperamento.
Creo que algunos notaron, aunque servidor no dijo nada. Era la incertidumbre de lo que podía
suceder. Llegado el día, sucedió que no solo fueron algunos de casa, sino otros de fuera que
habían acudido. También fue un servidor como organizador, pero después de pasar muchas
amarguras. A estilo de este acontecimiento, otros parecidos me hicieron sufrir durante la
Guardianía del P. Dionisio de Unanua.

Consagración del mundo al Corazón de María (1942) y Mensajes de Fátima (1943)


Con todo, no todo fue sufrir. En la festividad del Inmaculado Concepción de la
Bienaventurada Virgen María en 1942 el Santo Padre Pío XII consagró solemnemente a toda la
humanidad, al mundo que se encontraba en el fragor de la guerra, al Inmaculado Corazón de
María. Y luego quiso que se consagraran todas las Diócesis de la Iglesia Católica.
Con este motivo, al principio del año de 1943 se divulgaron los mensajes de la Santísima
Virgen en Fátima, en los que se hablaba del Inmaculado Corazón de María y de la conversión de
Rusia. fue una novedad y un respiro para algunos, al abrirse el nuevo horizonte de que algún día
Rusia se convertiría. Desde entonces tomé con mucho interés el propagar la devoción al
Inmaculado Corazón de María.

Jesús sacramentado (1944)


6
La semblanza del P. Dionisio de Unanua (1889-1964) la encontramos en el Bol. Of. 19 (1964) 153-
154. Nada negativo se insinúa en ella -no es el caso-, pero sí tenemos alguna ligera referencia verbal
que pudiera favorecer el sentimiento que emite el P. Bernabé. Aparte de que la vida diaria lleva
roces y rarezas..., santos incluidos.
En el año 1944 tuve unos contactos especiales con Jesús Sacramentado. ¿En qué forma?
No lo sé. Después, por los años de 1945 y adelante quizás, tuve intimidades con el Prisionero del
Sagrario; sería seguramente en forma de coloquios, afectos amorosos, etc.

María Purificación Olaiz, Purita: vivencias sacerdotales


En el mismo año de 1945 llegué a conocer a una señora, casada, sin hijos y muy
enferma7. Su Director espiritual le había prohibido salir de casa, y así estuvo cerca de un año sin
poder asistir a la Santa Misa los domingos.
Después cambió de director espiritual, porque su Director no podía atenderla por el
mucho trabajo o por lo que fuera. Y paso a paso se puso bajo mi dirección. Un servidor cambió
de parecer y le permitió asistir a la Santa Misa, no solamente los domingos, sino también los días
de labor, ya que había una capilla cerca de su casa.
Empezó, en esta capilla, a recibir luces sobrenaturales acerca de la Santa Misa y la digni-
dad del sacerdote. Es de advertir, como entonces se celebraba la Misa en latín, ella asistía a ella a
través de la meditación o contemplación de la pasión del Señor. Así pues, empezó el Señor a
manifestarle el misterio de la Santa Misa, relacionado con el Ministerio del Altar, el Sacerdote.
En cierta ocasión se le representó a Cristo dentro del sacerdote. Todas las ceremonias que
exteriormente realizaba el Sacerdote realizaba Cristo dentro del Sacerdote celebrante. En verdad,
el sacerdote era un instrumento - voluntario se entiende - utilizado por Cristo.
En otra ocasión se le representó al sacerdote como una nube pequeña, que la encerraba en
sí otra nube mayor, Cristo.
En cierta ocasión vio tal como es a los ojos de Dios. Se le representó toda la grandeza de
la dignidad sacerdotal. Le impresionó tanto, que le parecía que ella ni el alimento debía tomar.
Preguntándole un servidor por qué no hacía esas manifestaciones a los sacerdotes - a lo menos no
les concedía conciencia clara de su dignidad sacerdotal - la respuesta fue ésta: Si los sacerdotes
vivieran lo que son les sería imposible vivir. Paréceme que esto tiene alguna relación con lo que
se cuenta de Nuestro Padre San Francisco que el ángel le representó en un vaso purísimo la
pureza que era menester para que un sacerdote ejerciera dignamente su altísima dignidad.
Nuestro Seráfico Padre se echó atrás.
Me decía esta alma privilegiada que los sacerdotes, aunque no tengan esa luz clara de su
altísima dignidad, con todo pueden llegar a aquella santidad que el Señor les ha señalado a través
de la fe oscura y la fidelidad a las gracias sacerdotales.
Según ella, los ministros de Dios reciben toda suerte de gracias en su Ordenación
sacerdotal "como en depósito". De modo que pueden hacer uso de esas gracias sacerdotales a
7
La persona cuyo nombre no se da en esta Autobiografía es la Sra. María Purificación Olaiz
Querejeta, llamada familiarmente Purita. Nació el 9 de febrero de 1903. Estuvo casada con Agustín
Alzugaray Ibarra, el cual falleció el 30 de junio de 1959. El matrimonio no tuvo hijos, privación que
supuso vivo dolor para ella. A sus 28 años se consuma un proceso que ella llama "conversión" y
entra en una vida espiritual intensísima, cuajada de experiencias al parecer de auténtica mística,
viviendo en el crisol de la enfermedad. Los 13 últimos años de su vida los pasó en la residencia de
ancianos "La Inmaculada" de Lesaca (Navarra), donde murió el 28 de octubre de 1976. Pertenecía
en la sección de Cooperadoras a las Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote, obra fundada en
Irún por el sacerdote D. José-Pío Gurruchaga Castuariense, cuya causa de beatificación está
introducida. La semblanza y mensaje de esta santa mujer lo ha dado a conocer el director espiritual
de las Auxiliares Parroquiales, don Luis López Retenaga (Palencia), en 55 apretadísimos folios en
un boletín interno, en cuya portada se lee: Sección de Cooperadoras, "Santifícalos en la verdad".
Número extraordinario en el cincuentenario del Instituto [Núm. 79, año 1977]. María Purificación
Olaiz Querejeta: Víctima inmolada por la santificación de los sacerdotes. En las primeras líneas se
da esta noticia: "Un Religioso, misionero en Ecuador, me ha pedido que escriba algo sobre Purita".
través de su vida. Esto está indicando, a (mi) pobre entender: ¡cuánta atención, cuanta fidelidad
es necesaria de parte del sacerdote para corresponder a dicho cúmulo de gracias y dones de parte
del Señor! ¿Por qué han fallado y han vuelto atrás tantos y tantos en estos últimos tiempos? No
quiero entrar en ese laberinto tan oscuro y sin salida.
Sé que esta alma sencilla y privilegiada el efecto de la ordenación sacerdotal o mejor del
Sacramento del Orden es la realización del Matrimonio espiritual entre Cristo y el alma
sacerdotal. Se realiza una unión tan íntima, que es inseparable durante la vida mortal; pero si el
sacerdote tuviese la inmensa desdicha de acabar su vida mortal en enemistad con Dios, entonces
se rompe esa unión para siempre, sin remedio.
De esta suerte recibió otras luces sobre la dignidad sacerdotal.
¿Hicieron algún efecto en su alma todas estas luces y comunicaciones? Fue un alma muy
sacerdotal. Ofreció su vida en inmolación en favor de los sacerdotes. Toda su vida pasó en
continuo sufrimiento. Estuvo muchos años en la residencia de los Ancianos de Lesaca, después
que falleció su esposo. Creo que el Señor la probó con toda suerte de enfermedades. Conservó a
través de su vida un afecto especial por los Ungidos del Señor. Finalmente terminó santamente su
vida en 1976.
Un alma oculta y sencilla que pasó casi inadvertida por esta vida. Creo que aquí se
cumple una vez más aquella exclamación de Jesús en el Evangelio de San Mateo: "Te doy
gracias, oh Padre, porque has escondido los secretos del Reino a los sabios y entendidos, etc8.
También en un servidor hicieron efecto o mella aquellas luces que recibía esa alma
privilegiada. También un servidor sentía, además de encomendar muy especialmente a todos los
sacerdotes a la bondad divina, de exhortar a las almas buenas, de un modo especial a las almas
consagradas a Dios, a la oración, la necesidad de tener presentes a los ministros del Señor, con la
íntima persuasión del modo como son y se portan los ministros del Señor, así son los fieles en
general y los pueblos.

Apostolado de la entronización del Corazón de Jesús


En Fuenterrabía empecé un apostolado particular, que anteriormente en Alsasua me había
llamado la atención pero no había tenido la oportunidad para ejercerlo. Fue el apostolado de la
entronización del Sagrado Corazón de Jesús en las familias. Al principio lentamente, es decir,
primero empecé a hacer la propaganda por las familias, después, más tarde, tomó mucho auge. El
buen Jesús me deparó una mujer piadosa en Irún, que trabajaba por las familias en prepararlas
para el acto. llegada la tarde del domingo se realizan dos, tres y hasta cuatro entronizaciones. Y
no sólo era la ceremonia de colocar la imagen del Sagrado Corazón y recitar el acto de
consagración. De antemano se exhortaba a las familias a prepararse con la recepción de los
Sacramentos9. Estoy persuadido de que este acto de la Entronización hacía mucho bien en
general a las familias cristianas10.
En Fuenterrabía pude ejercer algún apostolado entre los estudiantes en el confesonario.
8
Según nos ha referido verbalmente el citado don Luis López Retenaga hay algo que se rompió
entre Purita y el P. Bernabé: malentendido, desentendimiento o, en fin, algo que también
dolorosamente ocurre entre las almas santas. Entre las numerosas cartas del P. Bernabé no hay
correspondencia con María Purificación Olaiz Querejeta, pero sí referencias a ella en sus cartas
desde Ecuador, por ejemplo, cuando en carta Carmen Ostiz del 10/V/76 le dice: "Si alguna vez
visita a Purita, saludos de parte del P. Bernabé".
9
Véase, por ejemplo, el folleto número 18, recensionado en: R. M. GRÁNDEZ - J. A. IZAGUIRRE,
Escritos del P. Bernabé de Larraul para la predicación (Colección OPI, 10). Burlada, Curia
provincial de capuchinos, febrero 1993.
Mi apostolado consistió especialmente en inculcarles la devoción mariana de la santa esclavitud.
Hoy decimos la consagración al Inmaculado Corazón de María. Algunos de los estudiantes
acogieron con mucho interés e hicieron progresos notorios. Más tarde por las circunstancias y
otros motivos creo que no perseveraron en la práctica de esa santa devoción, alguno sí.

El sueño y el confesonario
Sería, más o menos, por los años 1947 y siguientes, me empezó a atacar el sueño durante
algunos actos del día. Algunos creyeron y dijeron que era por falta de sueño. Yo creo que no fue
tanto por falta de sueño como por otros motivos. Por este tiempo tenía sin duda la enfermedad de
la urea, como se descubrió después. Padecía bastante sed, que es síntoma de urea etc. Lo cierto
es que aquellos años fueron para mí de bastante sufrimiento y humillación. Sobre todo, donde
más sufrí fue al tener que ir a confesar a los Colegios. A cierto tiempo de ponerme a confesar,
sentía sobre mi cabeza un peso que me abrumaba, y me era de mucha molestia, y tenía que hacer
un gran esfuerzo para mantener la atención que no siempre conseguía.
De todos modos quiso sin duda el Señor que pasara por esta prueba.

Visitas especiales del Señor


Pero al mismo tiempo en estos tiempos recibía de vez en cuando algunas visitas
especiales del Señor. El año. - no lo sé exactamente - era la fiesta de San Ignacio de Loyola. Iba
un servidor de camino hacia las montañas de Oyarzun, y escuché la campanada de la
consagración en la Parroquia de Oyarzun (por entonces se tocaba la campana de la torre durante
la consagración. En aquel momento, aquel acto de la consagración lo relacioné con el misterio de
la Encarnación. No sé en qué forma. Lo cierto es que elevó mi espíritu de un modo singular.
Proseguí el resto del camino con aquella luz en forma de coloquios y afectos sabrosos.
En otra ocasión, que era el segundo domingo de Cuaresma y el Evangelio es de la
Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor, iba de camino un servidor. Se me presentó la escena
de la Transfiguración con una luz especial. Jesús, glorificado en su humanidad en aquel
momento, se le presentaba la Pasión del Monte Calvario, que luego había de tener lugar, como
una cosa muy deseable, ya que a través de aquella Pasión dolorosa iba a glorificar plenamente al
Padre; había de satisfacer plenamente la deuda contraída con la Justicia Divina y luego les haría
participantes a los hombres de aquella misma gloria que El entonces estaba gustando en su Hu-
manidad. Cuando el alma puede saborear estos misterios, y tienen un sabor especial , que no se
puede expresar con palabras.
Alguna vez, sobre todo en Cuaresma, recibía unas luces sabrosas sobre la Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo. ¿En qué forma? No sabría decirlo. Estas comunicaciones dejan al alma
elevada, en cierto modo transformada. ¡Sin duda son bondades del Señor con su pobre criatura
miserable!

El año 1954: muere el P. Antonino


Con esta variedad de pruebas y consolaciones y otros favores, llegó el año de 1954,
Centenario de la proclamación dogmática de la Concepción Inmaculada de la Bienaventurada
10
En noviembre de 1945 escribe el cronista del convento de Fuenterrabía, P. Carlos Argaya: "El P.
Bernabé, con su labor callada y abnegada, realiza un hermoso apostolado: además lleva ya
entronizado el Sagrado Corazón en más de 100 casas" (Crónica del convento de Fuenterrabía,
noviembre). Por la relación anual de ministerios en el Boletín Oficial de nuestra provincia religiosa
sabemos que en 1949 fue entronizado el Corazón de Jesús en 150 hogares, en 1951 en 115 y en
1954 en 50.
Virgen María.
Este año fue para mí un año de prueba por varios conceptos. Empecé el año con una gripe
que quedó mal curada. Después, por el mes de julio, murió mi Director espiritual, el P. Antonino
de Caparroso. Había sido operado y le amputaron una pierna. Se encontraba en una de las
clínicas de San Sebastián. Pude visitarle el 22 de julio de aquel año. Le encontré contento y
optimista. Me hizo una confidencia. Me dijo: "Entre 6 personas, a quienes he dirigido con
atención particular, uno de ellos ha sido Vuestra Caridad. Supongo que perseverará en el camino
emprendido". El día 31 del mismo entregaba su alma al Señor, habiéndosele producido una
embolia. Sé que durante su vida había temido a la muerte. El Señor le concedió que no pasara
por los temores de la muerte.
Mientras me dirigí con él recibí bastantes cartas. Puedo decir que el punto central de sus
cartas casi siempre era éste: "confiar en el Señor", "poner toda la confianza en el Señor". Más
tarde las cartas suyas entregué a mi segundo Director, el P. N. N 11., a petición suya. Ignoro si
todavía conserva dichas cartas12.

Nuevo guardián
Aquel año de 1954 hubo cambio de guardianes. El Guardián señalado para el convento de
Fuenterrabía no fue de mi agrado. Aunque bondadoso, era flojo. Por aquel tiempo había empe-
zado a descender notablemente la vida del coro, la oración y en general la vida regular. Por tanto
lo miraba todo con cierto pesimismo13.
Por el mes de noviembre empecé a sentir ciertos malestares, como dolores de cabeza, etc.
El Guardián me obligó a presentarme al médico de casa. Tenía la tensión muy baja, entre 10 y 11.
Lo que también era causa de decaimiento y sueño. En pocos meses se remedió aquel defecto.
Tengo la idea que en aquel año de 1955 recibí luces especiales sobre la Santísima
Trinidad, que luego han quedado grabadas en mi alma. Hay que entender que estas luces no
podían ser distintas de la doctrina que enseña la Santa Madre Iglesia sobre el misterio de la
Santísima Trinidad, sino el comprender con más claridad a la luz de la fe las procesiones o
relaciones mutuas que existen entre las Divinas Personas.
Creo que en este año conseguí el nuevo Director Espiritual14. Me fijé en él. Le rogué el
servicio de que quisiera dirigir a mi humilde persona en los asuntos espirituales. Al principio se
negó y resistió, luego aceptó. Así pues quedé bajo su dirección.

Año de fríos (1956); la enfermedad


El año de 1956 fue un año de intensos fríos desde el 1 de febrero a principios de marzo.
Seguramente aquellos fríos afectaron a mi salud, que no era muy buena. Hacía algún tiempo que
devolvía de vez en cuando. Ignoraba la causa. Sufría bastante o mucha sed. Tenía urea elevada y
no lo sabía.
11
En el manuscrito se pone el nombre.
12
El aludido director ha conservado dichas cartas. Por su parte el P. Antonino de Caparroso
conservó hasta su muerte (1954) las cartas a él dirigidas por el P. Bernabé, y al ocurrir el
fallecimiento del P. Antonino fueron a parar a la Curia provincial de capuchinos, donde han
permanecido en el Archivo secreto, recogidas en un sobre lacrado.
13
El guardián al que se refiere el P. Bernabé es el P. Francisco de Lazcano (1911-1967), a propósito
del cual encontramos una amplia y cariñosa nota necrológica en Bol. Of. 22 (1967) 218-224.
14
En dos líneas no transcritas identifica a este director espiritual.
Terminado el tiempo cuaresmal de aquel año, creo que me sentí mal. Lo cierto es que el
Guardián se propuso llevarme a un especialista de San Sebastián, aun cuando un servidor era
reacio a los médicos.
Se creyó que era defecto de estómago. El doctor, después de haberme examinado, aunque
encontrado algún defecto viejo en el estómago, sospechó que había otra cosa de mayor gravedad.
Nos remitió a su doctor, especialista en enfermedades renales.
Después de varios exámenes resultó que un servidor tenía cálculos en los riñones, urea
muy elevada, etc.
XV
Las dos operaciones (1956) y sucesos de 1957 y 1958

Entra en la clínica; visita del Señor en sueños


Tengo presente; era el 26 de abril. Un servidor se encontraba en la huerta. Subió el doctor
a la huerta, y me dijo con cierta severidad: -"¿Qué hace aquí? Usted está muy enfermo, pero muy
enfermo. Tiene esto y esto. Inmediatamente a la clínica. Vamos a ver si podremos hacerle algo".
Aquella misma tarde - y creo en su mismo coche - me internó en la clínica de Nuestra Señora del
Pilar en San Sebastián.
Me pusieron a un régimen muy riguroso para hacerme bajar la urea. De paso digo que en
este trance de mi vida me encontraba tranquilo y en paz. Había dejado en las manos del Señor mi
porvenir. En uno de aquellos días, estando en la clínica, durante la noche tuve un sueño extraño:
Me encontraba en la basílica del milagroso Santo Cristo de Lezo. Los fieles pasaban por el
camarín besando al Santo Cristo. Cuando me llegó el turno, le besé en la llaga del costado. Se
encontraban también el Párroco y Coadjutor, a quienes un servidor les asistió en la muerte. El
Coadjutor estaba achacoso y el Párroco era ya anciano.
El Señor, desde el Crucifijo, primero preguntó al Coadjutor: "¿Cómo te encuentras?".
"Mal - Señor -mal", le respondió con cierta tristeza. Luego le hizo la misma pregunta al Párroco.
El también respondió entre dientes como que se encontraba mal, pero luego corrigió la frase y
dijo: "Yo no entiendo de estas cosas". A la postre me preguntó a mí: "Y tú ¿cómo te encuentras?"
Un servidor le respondió: "Me encuentro como tú quieres". Entonces el Señor le dirigió a este
pobre pecador una frase de mucho encomio15.
Luego hacia la sacristía se presentó como Niño. Un servidor corrió a abrazarle, pero El,
apartándome de Sí, me mostraba un confesonario. Creo que era el confesonario donde confesaba
a los fieles, puesto que a temporadas solí acudir a Lezo para oír las confesiones de los fieles.
Tengo que decir humildemente que aquel sueño me hizo ilusión.

La primera operación; experiencias espirituales en la clínica


Habiéndose normalizado la urea, el doctor se decidió a operar el riñón derecho, que era el
más sano. La operación tuvo lugar el 11 de mayo, el día siguiente de la Ascensión del Señor.
Tengo el recuerdo que en los primeros días después de la operación me era doloroso y difícil
cualquier movimiento. Deseaba permanecer en la postura en la que me encontraba. Todos
aquellos días, desde el mismo día de la operación, me fue posible rezar el santo rosario,
acompañado de alguna persona.
Pasados los primeros días de cierto enajenamiento y modorra, en la que uno se encuentra,
empecé de nuevo mis coloquios con mi buen Jesús.
Una mañana de aquellos días, después de la Sagrada Comunión, sentí que me subía a la
boca como coágulos de sangre. Tuve miedo de que pudiera devolver la sagrada forma que había
recibido. Le rogué a Jesús que no pasara nada. Así fue. Lo tragué aquello que se me había subido
a la boca y no pasó nada.
15
Psicólogos y espirituales han investigado sobre los sueños. Desde los tiempos de la Biblia Dios
habla en sueños. Véase la obra del jesuita Mariano BALLESTER, Meditar un sueño. Dimensión
religiosa del mundo onírico. (Colección "Acanto" de espiritualidad, 9). Madrid PPC 1987. En todo
caso como resultado del sueño hay "una frase de mucho encomio", que permanece como
experiencia sabrosa. "Tengo que decir humildemente que aquel sueño me hizo mucha ilusión".
En el mes de diciembre del año anterior de 1955 llegó a mi conocimiento un librito
llamado: "El Corazón de Jesús al Mundo16", donde se habla de una Religiosa Capuchina, Sor
Consolata Betrone, muerta en Italia en olor de santidad, en 1946, a quien él mismo le quiso
enseñar el acto incesante de amor: "Jesús, María, os amo o te amo. Tú sabes que te amo", y voy
repitiendo con una espontaneidad que me va saliendo de dentro. No es siempre. Es a ratos,
cuando no estoy ocupado en alguna ocupación exterior, que me lleva la atención. Volviendo a lo
de antes, creo que esa jaculatoria o plegaria durante mi estancia en la clínica la repetía con
frecuencia.
Después de transcurridos unos 15 días, cuando empecé a levantarme, fui visitado del
buen Jesús con una suavidad y elevación de espíritu, semejante a lo que he descrito en casos
anteriores. Permanecí en este estado bastantes días.
Después que regresé al convento, continué en la vida espiritual durante mi convalecencia,
se puede decir todo aquel verano de 1956, hasta una segunda operación en el riñón izquierdo que
era el más enfermo.
Un detalle. Tanto el doctor como el superior de casa me habían prohibido administrar el
Sacramento de la penitencia. Si alguno venía furtivamente y se confesaba conmigo y luego se
enteraba el superior o el doctor, recibía un reprimenda por desobediente.

La segunda operación
La segunda operación tuvo lugar el 19 de octubre de aquel año de 1956, festividad de San
Pedro de Alcántara, que cayó en viernes, como el 11 de mayo, día de la primera operación.
Me había mejorado bastante, y el doctor Esnal se decidió a operarme el segundo riñón,
que era el más enfermo. Dicen los que estuvieron presentes en la operación que el doctor estuvo
vacilante de extirparme el riñón o dejarme y que decía bromeando:- "¿Debía de ser yo el que me
tenía que llevar a este frailecito a las puertas de San Pedro?" Por fin se decidió dejarme el riñón:
"Quizás pueda funcionar todavía".
He comprendido que fue una providencia del Padre el dejarme el riñón. No hubiese
podido vivir con un solo riñón.
En esta segunda operación la convalecencia fue más larga y costosa. Quizás porque luego
sobrevino el temporal de invierno. También en esta segunda operación -que tuvo lugar en la
misma clínica que la primera - después de transcurridos los primeros días y cuando empecé a
levantarme, tuve una visita del Señor, semejante (a la de) después de la primera operación.
Por el mes de noviembre tuve una pequeña recaída y pasé todo el mes de noviembre
encerrado en la habitación de la enfermería, pero en la paz del Señor.

Meditaciones de un convaleciente (1957)


A principios del año de 1957, llegada la festividad de la Presentación del Niño Jesús en el
Templo, estuve leyendo el misterio de la Presentación en la "Ciudad Mística". Aquel capítulo fue
para mí de mucha ilustración. Paréceme que cada frase me daba una nueva luz. Lo cierto es que
se me quedó muy grabado todo el misterio con una santa impresión. Desde entonces esta

16
Véase: P. Lorenzo SALES, Misionero de la Consolata, El Corazón de Jesús al mundo. De los
escritos de Sor M. Consolata Betrone, monja capuchina. Ediciones Paulinas [sin fecha], 205 págs.
Las secciones del índice son las siguientes: En la Escuela de Santa Teresita - La vida de amor y las
virtudes cristianas - La vida de amor y la perfección cristiana - La actuación de la vida de amor en el
incesante acto de amor - La perfección de la vida de amor en la perfección del incesante acto de
amor - El incesante acto de amor en la vida espiritual de Sor Consolata _ Un fruto del divino
Mensaje: La Obra de las Pequeñísimas - Resumiendo.
festividad tiene especial importancia para mí. Me gusta celebrarla con solemnidad.
Los primeros meses de aquel año de 1957 los continué en mi vida espiritual a través de
meditaciones y lecturas de libros espirituales. Me reprochó el enfermero que el día de Viernes
Santo de aquel año lo había pasado en una continua meditación de la Pasión del Señor. Sin duda
los misterios de la Pasión del Señor Jesús llamaban preferentemente mi atención.
Llegado el tiempo de primavera, me encontré bastante restablecido, de modo que por el
verano pude reanudar paso a paso mi ministerio. Recuerdo que preparé unos días de retiro y les
di a unas religiosas de Oyarzun en el mes de septiembre, y luego comencé a acudir a los pueblos.

Año 1958: desolaciones espirituales


En el año de 1958, a principios de Cuaresma precisamente, empecé a sentir molestas
tentaciones: pensamientos impuros, imaginaciones, impresiones, etc. Me molestaron bastante
durante toda la Cuaresma sobre todo. Pasada la Cuaresma, precisamente cuando empezaba el
tiempo Pascual, me invadió una especie de tristeza, que no sé explicar. No era la vez primera.
Creo que en años anteriores me había sucedido cosa parecida, precisamente después de la
Cuaresma, que procuraba pasarla un servidor en recogimiento, en silencio y en meditar los
misterios de la Pasión del Señor.
Anteriormente - sería por los años de 1947 y en adelante - había empezado a tener
algunas temporadas, como de un mes o más, de aridez, de impotencia, un estado raro, como
ausencia del Señor. En esta ocasión que digo de 1958 me sucedió otro tanto; los meses de abril y
mayo, sobre todo, fueron de desolación, como un desengaño de todas las cosas.

Destinado a la fundación de Rentería


En el mes de mayo de aquel año supe que había sido señalado para la nueva residencia de
Rentería, que se iba a inaugurar después de la larga ausencia de los primeros Capuchinos en la
Villa de Rentería. Recibí con cierta ilusión la noticia.
Para decir la verdad, en el convento de Fuenterrabía no me encontraba en mi ambiente
propicio. A mi pobre entender había aflojado bastante la vida conventual, empezando por el
superior, lo que para mí era causa de sufrimiento.
XVI
Rentería, 1958-1962

Representación viva de la coronación de espinas


Así pues, me trasladé con cierta ilusión a Rentería. Se tomó posesión de la nueva
residencia el 12 de julio de 1958, por la tarde, con la presencia del P. Florencio de Artabia, que
era el Ministro Provincial.
Por el mes de septiembre de aquel año tuve una representación viva de la escena de la
coronación de espinas de Jesús en el Pretorio de Pilatos. Se me presentó con viveza de cómo se
encontraría Jesús en aquel lugar. No sé cuánto tiempo me duró aquella imagen17.

Mi principal apostolado en Rentería, el confesonario


En los años que pasé en Rentería, desde 1958 hasta el 12 de junio de 1962, pienso que mi
apostolado principal estuvo en el Confesonario. Me dediqué con entusiasmo y hasta con
emulación. A lo menos hubo de mi parte cierta emulación. Me dediqué, pues, con empeño,
interés y asiduidad.
No por eso abandoné otros oficios, como el visitar las familias. Continué entronizando el
Sagrado Corazón de Jesús en algunas familias y también el Inmaculado Corazón de María. Traté
de formar una asociación piadosa en honor de Nuestra Señora de Fátima, con una comunión
general cada primer domingo de mes, como era costumbre entonces en las cofradías y asociacio-
nes piadosas. Se hicieron varias peregrinaciones piadosas, entre ellas una a Fátima.

Peregrinación a Fátima
Esta revistió una circunstancia particular. Después de preparar la Peregrinación, que era
al Santuario de Fátima en Portugal, hubo que pedir licencia al P. Provincial. El superior de casa
se había interesado en tomar parte en la Peregrinación. El P. Provincial comunicó que si no había
tantos varones como mujeres, no nos era posible acompañar a la Peregrinación. Como sucede de
ordinario en estas ocasiones había menos hombres que mujeres. Así pues, nos resignamos en
quedarnos en casa. En nuestro lugar designamos a un Obispo misionero retirado que residía en
Fuenterrabía. Llegado el día de Ramos, recibí una noticia inesperada. Una señora -no sé qué
manejos hizo - lo cierto es que consiguió del P. Provincial que un servidor fuera a Fátima con la
peregrinación, ¡cómo secretario del Obispo! Supongo que tal determinación no le habría gustado
nada al P. Guardián.
La peregrinación, que duró ocho días, fue muy piadosa; durante el trayecto hicimos la
Novena. Cada día se rezaban las tres partes del rosario. En Fátima no me faltó un disgusto que
me dió bastante sentimiento. El Obispo Mons. Ignacio Larrañaga, que había sido expulsado de la
Misión de Pingliang por los comunistas, tenía sin duda (ganas) de hablar con Sor Lucía, que era
Carmelita Descalza en Coimbra. Se pidió al Arzobispo de Coimbra. No lo concedió, diciendo
17
El dato de sorprenderle al P. Bernabé con la corona de espinas en la cabeza en el coro de
Fuenterrabía es un dato constatado por diversos testigos. Pero es el mismo P. Bernabé el que escribe
al director espiritual (1941): "Además de esto tengo como una corona hecha con unas ramas de mata
o zarza, y cuando estoy en la celda me pongo en la cabeza, pero no crea que me mortifica mucho,
más bien es una ceremonia" (El corazón del Padre Bernabé, p. 97). Nada extraño que esa gracia de
"una representación viva de la escena de la coronación de espinas" vaya unida al ejercicio de este
signo de solidaridad con Jesús.
que era preciso acudir a Roma, a la Santa Sede.

Trabajo con los muchachos


Trabajé también con la juventud masculina. Traté de formar un grupo y procuré
conducirlos por el camino de la vida cristiana, a través de conferencias, recepción de los
Sacramentos. Debo decir que hubo quienes respondieron bien y continuaron algunos por
correspondencia epistolar18.

Vía Crucis
Durante el tiempo que estuve en Rentería tuve pocas elevaciones espirituales, alguna que
otra sí. En ese tiempo procuraba recorrer todos los días las estaciones del Vía Crucis, a veces con
más penetración, otras, menos.
En mi estancia en Rentería no me faltaron contrariedades y ciertas humillaciones. Alguno
hasta pudo creer que salí de Rentería para evitar las dificultades con que a veces tropezaba.

Vocación misionera
No fue así. Por el mes de diciembre de 1961 o poco antes había empezado a leer un libro
titulado "Da mihi animas". No recuerdo ahora el nombre del Autor. Era un misionero
comboniano que había estado algunos años en Africa.
El capítulo IV de la obra19 decía así: ¿Por qué no se convierte el mundo infiel? La
respuesta que daba era ésta: "No hay misioneros suficientes". Aquella frase hizo mella en mi
ánimo. Me hizo reflexionar una y otra vez: Yo, inútil criatura, ¿no podría poner un granito de
arena? ¿No podría contribuir en algo en favor de las Misiones? Contribuir con mi persona, y
empezó la lucha. Era el 4 de diciembre, al día siguiente de la fiesta de San Francisco Javier.
Me pareció locura el pensar en marchar a las misiones. Apenas habían pasado 6 años que
había sido operado de una enfermedad grave. Estaba a régimen. ¿Cómo pensar en decir nada a
los superiores? ¡¡Locura!!
Pero estas razones no me aquietaban. Fui a la presencia del Sagrario y le dije: En caso de
que sea cosa tuya, aquí me tienes, no quiero negarme. Continuaba la lucha con otras
consideraciones. Le pedí una señal al Señor. En caso de que se mostrare favorable el P.
Provincial en la visita canónica, será la señal de tu voluntad.
Creo que continué en estas peticiones o parecidas durante el mes de diciembre.
En el mes de enero llegaba el P. Provincial, Florencio de Artabia, para la visita canónica.
Le expuse mi caso y razones. No le pareció mal, pero se contentó en decirme que podría ser un
año o dos después. Lo que me produjo cierta desilusión. La cosa quedó así. Tengo que decir la
verdad; que hice alguna diligencia con algún misionero del Ecuador para acelerar la cosa. Mi
sorpresa fue cuando el 3 de marzo de 1962 recibía una carta del Secretario provincial, en la que
se me decía: "Que hubo una reunión de definidores, que un servidor con otros había sido
destinado para la Custodia del Ecuador y que la expedición tendría lugar en junio". Aquella
noticia fue para mí, además de sorpresa, de grata alegría. Quise que la noticia estuviera oculta y
así pedí al P. Guardián, aunque después se divulgó.
18
En el Archivo de la Viceprovincia de Ecuador (Quito), donde quedan los papeles dejados por el P.
Bernabé hay correspondencia que parece ser de los muchachos aquí aludidos.
19
Es la obra de Enrique FARÉ, FSCJ, Misionero Comboniano, Da mihi animas. Meditaciones
misionales para seminaristas. Trad. Luis Murugarren Zamora. 2ª edición. Madrid, Ediciones
Combonianas 1966, 366 pp. Para más detalles, véase: El corazón del Padre Bernabé, p. 48, nota 23.
Esto, pues, fue el motivo verdadero para que un servidor dejara la residencia de Rentería
y me marchara al Ecuador.
Después me enteré que hubo bastantes oposiciones para que un servidor marchara al
Ecuador. Seguramente me consideraban un enfermo inútil. Así me dijo el doctor Esnal, que me
había operado, cuando le comuniqué la noticia:
-"¿Usted a las misiones? ¿En qué está pensando? Usted no va a ir a ayudar a los misione-
ros, sino a dar trabajo a los misioneros. No se le ocurra tal disparate. ¿En qué piensan sus
superiores?, etc".
También se opuso el Obispo misionero que estaba en Fuenterrabía, como después supe.
A pesar de ello, se logró. Sin duda, el Señor quería. He pasado 21 años en el Ecuador. Y
si es del agrado del Señor, estoy dispuesto a vivir en el Ecuador todo el tiempo que el Señor
disponga.
Amo a mi querida grey. Amo a las ovejas de mi rebaño que el Buen Pastor me las ha
encomendado.

***

Hasta aquí, mi querido Padre, el trabajo que me ha encomendado20. Ya sé que encontrará


bastantes faltas. Tenga la bondad de corregirlas, si le parece conveniente.
Si encuentra algo bueno en estas páginas, lo sabe bien que son "Misericordias del Señor,
Bondades y ternuras del Buen Jesús y su madre amantísima". Todo lo demás - miseria, flaqueza
y necedad - eso es mío.
Pienso que para proseguir lo restante de mi vida, que ha sido en la misión del Ecuador,
necesito una nueva reflexión, porque en el Ecuador me he encontrado en ambiente distinto, con
personas del modo de ser distintas. He ejercitado cargo de Pastor de almas. Mis métodos no han
sido los mismos. Mi proceder distinto, etc.
En caso que quiera seguir escribiendo, lo tendré que hacer poco a poco, y en la Parroquia
de San Miguel Arcángel.

13 de julio de 1983, en Arizcun. L. T. D21.

N. B.- En este escrito empleo las palabras de antes: "El P. Guardián", "La Santa Misa" y
así otras palabras22.

20
Estas frases se corresponden con la Dedicatoria.
21
Interpretamos la abreviatura como "Laus Tibi, Deo", Gloria a Ti, oh Dios.
22
El buen P. Bernabé se atiene a lo tradicional, sin ostracismo, por supuesto: "P. Guardián", como
siempre se ha dicho, y no "Hermano guardián" como habría que decir según las nuevas
Constituciones: "llamémonos todos, sin distinción, hermanos" (84,3).
SEGUNDA PARTE

Mi permanencia en el Ecuador

Desde el mes de Julio de 1962, hasta el mes de Noviembre de 1983,


el mes en que empiezo a escribir esta segunda parte.
JHS
En el nombre del Señor y con la bendición de la Virgen María, deseo empezar a escribir
esta segunda parte de mi humilde historia. Que sea únicamente para la manifestación de la
bondad del Señor, si hay algo en ella que pueda manifestar esa bondad.

I
Llegada a Ecuador y primeros meses

Llegada y acogida
Llegamos a las costas del Ecuador el 7 de julio de 1962, después de 20 días de
embarcación.
Eramos 5 capuchinos y dos misioneras de la A.M.F. Dos de mis compañeros se
encuentran en la viceprovincia del Ecuador: el P. Matías de Torrano (José Angel Múgica) y el P.
Benito Andueza23.
A la llegada fuimos recibidos en el puerto de Guayaquil por el arzobispo, Mons. Antonio
Mosquera.
A no dudar, la figura de un servidor era la menos significante de los allí presentes; el
rostro macilento, los ojos amarillos, etc., de modo que alguno de los presentes podría decir en su
interior: ¿A qué habrá venido este individuo a estos lugares? ¿A evangelizar o a dar trabajo?
¿Cuánto tiempo permanecerá? Pasados los primeros días, en los que pude visitar algunas casas o
conventos de la viceprovincia y algunos santuarios, como el de N. S. de Lajas - que me causó
muy buena impresión y el Santuario de N. S. de Quinche- fui destinado a una pequeña parroquia,
llamada Gualea, dentro de la Montaña, en la parte Noroccidental de la provincia de Pichincha24.
Fui destinado como coadjutor del P. Félix de Gomecha, que permaneció poco tiempo en la
parroquia.
Gualea, primer destino
Llegamos a Gualea el 6 de agosto, festividad de la Tranfiguración del Señor. Dentro de
pocos días después, a principios del mes de setiembre, me encargaron una especie de misión en
una pequeña población arrinconada, llamada Mindo, en las faldas de la cordillera del Pichincha.
Esta pequeña población se componía de gente humilde y pobre de campesinos, desantendidos en
asuntos religiosos, que de vez en cuando les visitaba el párroco de Nono, distante 52 kms. Por
tanto, gente ignorante en la religión y con las consecuentes fallas.

23
El 27 de marzo de 1962 habían sido destinados a la Custodia del Ecuador los PP. Bernabé de
Larraul, Matías de Torrano (José Angel Múgica), Severino María de Pamplona y Hernando de
Arandigoyen (Benito Andueza); y en el mismo día para la Misión de Aguarico el P. Eladio de San
Sebastián (Véase Estadística de la provincia capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón, 1900-1979)
y fue notificado por el ministro provincial Florencio de Artabia el 30 de marzo (Bol.Of. 17, 1962,
49). Estos son los cinco misioneros que viajararon. Las dos misioneras de la A.M.F. (Acción
Misionera Franciscana), iniciada por el P. Matías de Torrano, eran Irene Guerola y Josefina Lecea.
24
Los recién llegados misioneros, en su recorrido visitaron, entre otras casas, los conventos de
Ibarra y Tulcán. Tulcán está en el límite con Colombia, y el santuario de Nuestra Señora de Las
Lajas -así llamado por las "lajas" o planchas de piedra donde está metido, en la hondonada- queda a
pocos kilómetros de Tulcán, en territorio colombiano. La Virgen del Quinche o Nuestra Señora de la
Presentación del Quinche, en El Quinche, a 40 kms. de Quito, es por excelencia el santuario de la
Virgen en la arquidiócesis. - El P. Bernabé habla de "Viceprovincia" de Ecuador; es la terminología
vigente desde el 17 de junio de 1970 a tenor de las decisiones del capítulo general de 1970.
En esa humilde población, compuesta de chozas, tuvo principio mi apostolado en las
tierras del Ecuador. Sin duda, todavía no me daba cuenta bien de la realidad de su situación, pero
en parte ¡sí!
Poco después, a mediados del mes de setiembre, fui requerido para visitar otro lugar
lejano, asimismo, el Camino de de Pachijal, extendido a lo largo del río que llevaba el mismo
nombre.
A este lugar se le visitaba ordinariamente una vez al año desde Gualea. Acompañado de
tres o cuatro personas emprendí el viaje el 17 de setiembre de aquel año de 1962.
Habiendo salido muy de madrugada de la población de Pacto, contigua a Gualea a 9
kms., llegamos a la cima de la loma, desde donde teníamos que encaminarnos hacia Pachijal, por
entre la selva camino de un día. En la loma llamada Campiña celebré la Santa Misa, en una casita
que había en aquel lugar. De allí emprendimos nuestro viaje. Por mi falta de experiencia y dando
tumbos por entre los árboles caídos, confieso que llegué deshecho, apoyado en los que me
acompañaban. A consecuencia de aquellas caídas me sobrevino una infección en la pierna
derecha, que me duró algún tiempo y que me causó alguna preocupación y me obligó a estar
retirado algún tiempo. Después desapareció, gracias al Señor.
En el Camino de Pachijal me encontré en circunstancias semejantes a las de Mindo: gente
sin instrucción religiosa y dada al licor, con las consecuencias que lleva consigo tal situación. A
pesar de ello se pudo realizar buenamente lo que era posible en aquel ambiente.

Lección de las dos primeras experiencias: Mindo y Pachijal


Estas dos experiencias en los lugares indicados fueron como un cuadro, en el que debería
trabajar en los años siguientes en la porción de la viña del Señor, que se me había encargado.
Tratándose de las personas de estos lugares, había en el fondo -en general- buena voluntad y con
la buena voluntad la religiosidad. Pero esta religiosidad adolecía de ciertos conceptos erróneos
acerca de la práctica de la vida cristiana, del culto que se ha de tributar a Dios en las fiestas
religiosas, en la celebración de los ritos sacramentales, etc. De ahí surgían pues las dificultades
en el apostolado, con los disgustos consiguientes. A veces desengaños y decepciones, hasta
amarguras en ocasiones. Choques con los feligreses en su comportamiento, etc. Pero no sólo era
la parte negativa, sí que también la parte positiva. Acabo de relatar que en el fondo de la mayoría
de las personas había buena voluntad, en medio de todas sus fallas.
Al comprobar el efecto de esa buena voluntad tanto en la estima del pastor como en
secundar sus amonestaciones, recibía uno ánimo y fortaleza para continuar su obra sin desmayo.
Creo, pues, haber trabajado en este ambiente durantes mis años de apostolado en las
tierras del Ecuador. Iré describiendo más adelante los hechos más salientes de cada año.
***
A lo que respecta a mi vida espiritual -aun cuando no recuerdo todo a detalle- creo
haberla continuado en los puntos esenciales con las flaquezas y deficiencias de mi pobre persona.
Iré anotando luego algunas manifestaciones de esa mi vida espiritual a través de los años.
Paréceme que esa mi vida espiritual hallarse más orientada que antes al apostolado.
II
Año de 1962

Ahora paso a narrar los hechos más salientes de cada año de mi permanencia en esta zona
noroccidental de Pichincha.

Gualea; inauguración del Concilio (octubre 1962)


En el año de 1962, año de mi llegada al Ecuador, además de las dos semanas de una
pequeña misión en Mindo y Pachijal, di una semana de predicación en Gualea, en el mes de
octubre, con motivo de la inauguración del Concilio Vaticano I25I y también para conseguir la
reconciliación dentro del pueblo, que se había dividido en dos bandos.

Las primeras Navidades en Ecuador


Paso también a describir cómo pasé las primeras Navidades en el Ecuador. La Misa de
medianoche, del "Gallo", que celebré en Gualea; después de la procesión por la plaza con la
imagen del Niño Jesús en la cuna y el cielo claro y estrellado, como pocas veces, todo ello me
causaba paz y un ambiente de serenidad. Me había comprometido a celebrar una segunda Misa
(Misa de la Aurora) en la Parroquia de Nanegalito, distante de Gualea 18 kms. en dirección a
Quito. Ya se presentó el camión que me había de trasladar a dicha población. En el camino, al
llegar a Santa Elena, hubo un incidente desagradable.
También en Santa Elena habían esperado al padre para la Misa de Medianoche y que se
había comprometido a venir de Quito. No llegó dicho padre, llegó a la madrugada. Al pasar
nosotros por Santa Elena, se empeñaron los moradores, de modo particular los Priostes, en que
un servidor les celebrara primero a ellos la Santa Misa, y luego fuera a Nanegalito. La propuesta
me causó contradicción, ya que mi compromiso era con la parroquia de Nanegalito y no con los
moradores de Santa Elena. Además, ya conocía un tanto la índole de los moradores de
Nanegalito. Así pues, me opuse a su demanda. Ellos se empeñaron en que primero les celebrara a
ellos la Santa Misa, y luego fuera a Nanegalito. Un servidor les proponía lo contrario; que
primero celebraría en Nanegalito y luego regresaría y les celebraría a ellos. Se encapricharon e
impedían el paso del camión, hasta que bajé un servidor y empecé a caminar a pie (13 kms.)
(Si el caso hubiera ocurrido en las circunstancias en que estoy escribiendo el relato, no sé
qué hubiera preferido. Con todo en aquel entonces habría celebrado la Santa Misa con inquietud,
sin paz, con turbación).
Finalmente tuvieron que ceder y llegamos, aunque tarde, a Nanegalito y celebré la 2ª
Misa. Pero mi ánimo ya estaba alterado, o a lo menos entristecido por lo ocurrido en Santa Elena.
Con todo, llegada la madrugada traté de llegar a Santa Elena para celebrarles la Misa
tercera. No hubo carro, como pude, pidiendo caballo, llegué. Había muy poca gente. Les
reproché la conducta de la noche. Después que salió un servidor de la población debió de llegar
el padre de Quito que se había comprometido. Pero no nos encontramos.

Un hombre muere en Pacto


En aquel mismo día tuvo lugar otro incidente. En la víspera, en uno de los barrios de
Pacto, a un pobre hombre se le había disparado la escopeta y se había muerto.
25
La apertura del Concilio fue el día 11 de octubre de 1962 y la clausura el 8 de diciembre de 1965.
Al llegar al lugar de mi residencia, Gualea, me comunicaron la triste noticia. Llegué a
Pacto, y no pude asistir al entierro. Al darme cuenta que en la población de Pacto no habían
celebrado la Navidad, no habían tenido ningún acto religioso, me causó una impresión de
tristeza.
Así terminó la primera fiesta del Niño Dios que celebré en el Ecuador.
III
Año de 1963

Misiones en Pacto
A principios de 1963 vinieron desde Quito las Madres Doroteas en plan misional para
preparar unas primeras comuniones en la parroquia de Pacto. Se celebraron el 6 de enero,
festividad de la Epifanía, que en aquel año cayó en domingo. Revistió cierta solemnidad. Fue
como una compensación del día de Navidad, ya que en ella no hubo ningún acto religioso.
Llegado el tiempo sagrado de Cuaresma tuvieron lugar o se dieron en Pacto las santas
Misiones por el P. Feliciano de Andoáin, que residía en Quito. Tuvieron buen éxito. por vez
primera entraba un obispo en la zona, el Mons. Benigno Chiriboga, obispo auxiliar de Quito.
Con su asistencia se dio fin a las misiones. Bendijo la primera piedra de la futura iglesia, la que
hoy aparece en el centro de la población. No recuerdo bien si hubo confirmaciones.

La primera experiencia de un camino largo: El Chontal (julio 1963)


Por el mes de julio tuve -creo- la primera experiencia de un camino largo que me tocaría
recorrer en mi ministerio sacerdotal a través de los años. Al regresar de una correría en plan
misional de un lugar lejano llamado "El Chontal", me enteré de algunos desórdenes que tuvieron
lugar en la parroquia de Gualea, por causa del licor, lo que me hizo sufrir bastante. A la semana
siguiente, el 20 de julio, sucedió que en el lugar llamado "Tulipe" que hubo heridos y muertos
por motivo de bandos en cuestión de terrenos. Un nuevo disgusto para mí, que más tarde se
arregló en parte por medio de una semana de misión que se dio aquel año.
Viendo el buen resultado que daban las Misiones, me propuse recorrer las aldeas de mis
parroquias. Así lo hice empezando por el mes de setiembre de aquel año. En todos (los) lugares
que recorrí el resultado fue satisfactorio.

Gualea: Aquella noche del Santísimo expuesto


Por el mes de octubre determiné celebrar las "Cuarenta Horas" en honor de Jesús
Sacramentado en la parroquia de Gualea. Durante la noche del sábado al domingo, estando en
adoración en la presencia de Jesús Sacramentado expuesto, una impresión especial inundó mi
alma (que no me siento capaz de describirlo). Mientras los fieles allí presentes cantaban
canciones en honor de Jesús Sacramentado, hubiera deseado yo un profundo silencio, para
ponerme en comunicación con Jesús, allí presente en la Custodia. Era como de penetración en el
silencio con el que allí estaba presente. La impresión de aquella noche me duró durante el día de
domingo, que era la festividad de Cristo Rey26.

26
Cuarenta Horas. "Tengan muy presente todos nuestros Superiores locales la prescripción del
Derecho Canónico (CIC 1275) sobre el ejercicio de las Cuarenta Horas, cuya institución y
propaganda es debida a nuestra Orden Capuchina". Así leemos en el Manual Seráfico de los FF.
MM. Capuchinos de las Provincias de España y de sus Custodias y Misiones, Madrid 1948, núm.
160. Se ha conservado una hoja-programa de esta celebración de las Cuarenta Horas. Empezó el
viernes 25 de octubre a las 6 de la tarde con Misa solemne de exposición. Aquella noche "velación
del Santísimo por los fieles de Gualea"; la noche siguiente, de sábado a domingo, a la que se refiere
el P. Bernabé, "velación por los fieles de Pacto, Santa Elena y Tulipe"; en la mañana del domingo,
día de Cristo Rey, "velación del Santísimo por los fieles que vayan llegando de las parroquias
vecinas", para concluir a las 3.30 de la tarde con misa de reserva y procesión por la plaza.
Predicador de las Cuarenta Horas: P. Gabriel de Azqueta.
En la chocita de un carbonero
Terminó el año de 1963 con una peripecia, que tuvo lugar unos días antes de la
solemnidad de Navidad. Hacia mediados de diciembre, fui a Pachijal a visitar a los moradores de
aquel lugar. Al regresar hasta el punto donde se había quedado el jeep que nos había traído desde
Gualea, resultó que se atrancó en el lodo, y no hubo modo de sacarlo. Era viernes día 20 de
diciembre. Al día siguiente era preciso que estuviera en la parroquia. Se nos caía la noche
encima, en la soledad de la selva no teníamos donde pasar la noche. Pero la providencia amorosa
de Dios nos salió al paso para socorrer nuestra necesidad. Encontramos una chocita de un
carbonero que nos dio posada para pasar la noche. Al día siguiente se pudo sacar el jeep del lodo
en el que se había atrancado, y después de celebrar la Santa Misa en la casa de campo que tenía
un señor de Quito en su finca, regresamos a Gualea.
Al llegar a la parroquia, me encontré con el compañero que me habían destinado 27.
Naturalmente sentí alegría, aunque más tarde tuvieron lugar ciertos problemas.

27
Este compañero es el P. Gabriel de Azqueta que reside con el P. Bernabé hasta enero de 1965. Al
comienzo del capítulo V (Año 1965) el P. Bernabé tiene unas líneas, que concluye diciendo: "Fue un
malentendido". Tras la muerte del P. Bernabé, el P. Gabriel se ha preocupado de redactar, en forma
de memorias espontáneas, muchos recuerdos en torno al P. Bernabé, del que conserva, por lo demás,
veinte cartas personales.

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