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El coronel se ocupa del gallo mientras siente un malestar en el estomago y su

esposa es atormentada por el asma, dice él que es por ser octubre y por ser
temporada de lluvias. Pasó varias noches en vela esa semana.

El viernes en la tarde los compañeros de Agustín de la sastrería en la que


trabajaba fueron a examinar el gallo. Estaba en forma y se rumoraba en el pueblo
que era el mejor gallo del departamento, cosa que le parecía curiosa a la esposa
del coronel, pues decía que no entendía qué era lo que le veían a ese gallo feo
con cabeza pequeña y patas grandes. Lo cierto, es que dicho gallo era la herencia
de su hijo antes de morir acribillado en la gallera por haber divulgado información
clandestina y eso justificaba que el coronel lo mantuviera por lo menos hasta
enero que empezaban las peleas.

Ese viernes, como lo venía haciendo desde hace quince años, el coronel fue al
puerto a ver llegar la lancha del correo, le gustaba seguirle la pista al
administrador de la correspondencia hasta la oficina de correos, lugar en el que se
encontraba con el médico del pueblo para hablar de noticias mientras esperaban
su turno. El coronel vigila atentamente cada movimiento del administrador,
esperando que alguna de las cartas que esta ubicando alfabéticamente sea para
él. El médico termina de recibir y revisar su paquete de periódicos y se da cuenta
que el coronel no recibió ninguna correspondencia, el coronel le dice que no
estaba esperando nada, pero en realidad mentía y terminó diciendo que él no
tenía quién le escribiera.

De regreso se fueron caminando juntos, el uno leyendo los periódicos y el otro


mirando el suelo. El coronel le pregunta al médico sobre las noticias, a lo que éste
responde con un comentario relacionado a la censura y a su incredulidad en los
medios de información. Le da un par de periódicos al coronel y le dice que se los
regrese mañana luego de que los lea.

Los viernes en la noche el padre Ángel solía proyectar una película y anunciaba su
clasificación moral con un número de campanadas a eso de las 7 pm. La esposa
del coronel contó doce campanadas, comento que era "mala para todos" y agregó
que hacía como un año las películas eran "malas para todos". El coronel amarro el
gallo a la pata de la cama, encendió una lámpara y se acostó en la hamaca a leer
los periódicos. A las once de la noche sonó el clarín del toque de queda, el coronel
terminó de leer los periódicos y se preparo para dormir, su esposa que estaba aún
despierta, le pregunta si habían noticias acerca de los veteranos pensionados, el
coronel le responde que no y se acuesta en la hamaca a dormir. Desde hacía
cinco años que no decían nada acerca de los pensionados en el periódico.
Esa madrugada el coronel estuvo inquieto, sentía malestar en el estómago y una
gotera no lo dejaba dormir, al parecer tenía fiebre y pasó las siguientes horas
revolcándose en la hamaca delirando acerca de sus épocas de revolución junto al
coronel Aureliano Buendía. Amaneció estropeado, pero al segundo toque para
misa saltó de la hamaca y volvió a la realidad. Se levantó con la cabeza dándole
vueltas y se dirigió al baño con intenciones de vomitar, pero era una falsa alarma a
la que luego justificó con un viejo malestar que siempre le daba en octubre. Volvió
al cuarto por el gallo y la esposa le comentó haberlo visto ardiendo en fiebre, el
coronel le dijo que eso no era fiebre, que solo era una pesadilla.

La esposa en el trascurso de la mañana hizo el almuerzo y arregló la casa. Luego


de almorzar el coronel y su esposa esperaban la visita del médico mientras
tomaban un café. Al poco tiempo llegó e inmediatamente la esposa se fue al
cuarto a prepararse para el examen mientras el coronel hablaba con el médico en
la sala. Cuando la esposa anunció que estaba lista, el médico le dio al coronel un
sobre y se dirigió hacia la paciente, el coronel suponía el contenido del sobre, se
trataba de un resumen de las ultimas noticias nacionales que según el médico; no
mostraban los periódicos.

Cuando el coronel terminó de leer, el médico salió de la habitación expresándose


positivamente acerca del asma de la esposa y se puso a escribir la receta para los
medicamentos que le estaba entregando. La esposa aprovechó para comentarle al
médico sobre la fiebre de su esposo, pero inmediatamente el coronel argumentó
diciendo que no era fiebre y que no se sentía para nada mal. El médico leyó la
receta en voz alta y luego agradeció por la hospitalidad. Cuando fue el momento
de despedirse, el coronel le pregunto en voz baja cuanto se le debía pero el
médico le respondió que luego hablaban de eso, cuando ganara el gallo.

En la tarde, la mujer se puso a coser y crear nuevas prendas a partir de ropa vieja
y solo levantó la cabeza al anochecer cuando el coronel volvió a la casa luego de
haber estado con los compañeros de Agustín hablando sobre las noticias
clandestinas que el médico le había dado en la mañana. La esposa le mostró al
coronel el vestido que estaba creando y al sonar las campanas de la misa de seis
se puso a rezar en su habitación, el coronel conversaba con los niños que recién
salían de la escuela y habían ido a contemplar el gallo cuando recordó que no
había maíz para el día siguiente y entró a la habitación a pedirle dinero a su mujer.

Solo quedaban algunos centavos y el coronel sabía que solo alcanzaba para el
maíz. La esposa le dijo que el gallo tenía que esperar, el coronel le dijo que si
fuera por él haría un sancocho con ese gallo pero no podría ya que todos en el
pueblo habían ahorrado para apostarle al gallo y confiaban en él. La esposa
finalmente accedió y confiando en Dios le dio el dinero al coronel.

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