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En este blog trataré de ayudar a entender algunos temas científicos, sobre todo relacionados con la
Biología, que sean noticia y que resulten difíciles de comprender.
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El metamorfismo puede producirse en cualquier tipo de roca existente con anterioridad, cuando
cambian las condiciones en las que la roca era estable. La presión aumenta cuando la roca cambia de
profundidad, y la temperatura lo hace por proximidad a un magma. Ambos procesos suelen darse
conjuntamente, aunque también pueden ocurrir por separado.
Lo más habitual es que las rocas no pierdan ni reciban sustancias químicas, de modo que la mayor
parte de los cambios que se producen en el metamorfismo son mineralógicos: la roca en su conjunto
está formada por los mismos elementos químicos, pero distribuidos de forma distinta, en minerales
diferentes.
Si las condiciones en las que se encuentra el sistema (presión, temperatura) cambian, también
cambia la proporción de sus elementos, hasta que se alcanza un nuevo estado de equilibrio,
diferente del inicial.
Las rocas y los minerales son también sistemas fisicoquímicos, aunque algo más complejos que el
ejemplo del agua. Las rocas están formadas por uno o varios minerales, caracterizados por su
composición y por su estructura. En unas condiciones dadas de presión y temperatura la roca está
formada por una proporción determinada de minerales (que se están transformando unos en otros,
aunque a una velocidad extremadamente lenta), pero si esas condiciones cambian las proporciones
de los minerales que la forman cambiarán hasta que se alcance un nuevo equilibrio, en el que la roca
estará formada por una proporción diferente de minerales o por minerales distintos.
Lo más sencillo es considerar un único mineral, formado a su vez por una única sustancia química.
Un ejemplo de este caso sería el carbono puro, que puede cristalizar en dos sistemas diferentes: en
el hexagonal plano, dando lugar al grafito, y en el cúbico, dando lugar al diamante. Además, el
carbono podría encontrarse en estado líquido o en estado gaseoso.
Un diagrama de fases representa los estados de equilibrio de este sistema en diferentes condiciones
de presión y temperatura. La figura de la derecha representa, por ejemplo, las fases en las que se
puede encontrar el carbono puro. En las condiciones representadas por el punto A (1000 K,
aproximadamente 0,003 GPa), todo el carbono se encuentra en forma de grafito; si la presión
aumenta, hasta alcanzar las condiciones representadas en el punto B (1000 K, 1 GPa), las rocas
contendrán una mezcla de grafito y diamante, mientras que si llegan a alcanzar las condiciones del
punto C (1000 K, 100 GPa) todo el carbono se encontrará en forma de diamante.
Por ejemplo, observando la figura anterior, se puede apreciar que si encontramos en el campo
zeolitas, podremos deducir que se formaron en unas condiciones de metamorfismo de baja
intensidad (menos de 300º C, menos de 0,4 GPa), mientras que las eclogitas, por ejemplo, deben
haberse formado a mayor temperatura y, sobre todo, a mucha mayor presión. También se puede
observar que un metamorfismo térmico (de muy alta temperatura, pero de baja presión) dará lugar
a la formación de sanidinita, pero no de granulita, que necesita una presión más alta para formarse.
Como se ha visto hasta ahora, la presión y la temperatura son los factores que más influyen en el
desarrollo de los procesos metamórficos, aunque también se ven afectados por la presencia de
fluidos.
La presión aumenta con la profundidad a un ritmo aproximado de 0,3 Kg/cm2 por kilómetro en la
corteza continental, aunque ese gradiente varía de unas zonas a otras: es máximo en los bordes
destructivos y más bajo en los constructivos. Su magnitud depende de varios componentes: la
presión de confinamiento, que incluye el peso de la columna de rocas en un punto determinado
(presión litostática) y la fuerza ejercida por los fluidos contenidos en las rocas (presión de fluidos),
además de la presión tectónica, que es ejercida en dirección horizontal y que se debe al
plegamiento.
La temperatura aumenta también con la profundidad, aunque solo lo hace regularmente en los
primeros kilómetros de la litosfera. El gradiente geotérmico medio es de 30º C/km, pero es muy
variable: oscila entre los 6º C/km en las fosas oceánicas hasta los 90º C/km en las dorsales. También
se puede producir un aumento de la temperatura como consecuencia del rozamiento, en las zonas
de falla, o debido a la proximidad de un magma.
Los fluidos proporcionan agua e iones disueltos que hacen posibles las reacciones químicas. La
presencia de fluidos por sí sola no es suficiente para que tenga lugar el metamorfismo, pero sí que lo
facilita.
Tipos de metamorfismo
Pueden distinguirse dos grandes tipos de metamorfismo: el que se produce sin relación con los
bordes de placa y el que ocurre en los bordes de placa.
El dinamometamorfismo se produce en zonas de falla, debido a la presión ejercida por los bloques
de roca que se desplazan. El rozamiento produce calor que puede, incluso, llegar a fundir las rocas.
El resultado es la formación de rocas fragmentadas que ocupan una anchura variable en el plano de
falla, y que recibe el nombre de brecha de falla. Si sus fragmentos son de tamaño microscópico la
roca recibe el nombre de milonita.
El metamorfismo térmico se produce en la zona alta de los orógenos y en las proximidades de los
puntos calientes, alrededor de las masas de magma que alcanzan la corteza. El calor del magma da
lugar a una aureola metamórfica, con zonas identificables por la presencia de minerales índice. Los
indicadores de estas zonas, de mayor a menor intensidad son la sillimanita, la andalucita, la biotita y
la clorita.
En los bordes de placa se dan dos tipos diferentes de procesos metamórficos: el metamorfismo de
fondo oceánico y el metamorfismo regional.
El metamorfismo de fondo oceánico tiene lugar en el entorno de las dorsales oceánicas. Se debe a la
circulación del agua del mar en las grietas de la corteza recién formada y aún caliente. Es el tipo de
metamorfismo más extendido geográficamente.
La intensidad del metamorfismo sufrido por una roca depende de la magnitud de la presión y la
temperatura a las que ha estado sometida. Las rocas que se han formado en condiciones semejantes
forman parte de la misma facies metamórfica.
El metamorfismo de mayor intensidad es el metamorfismo regional. Todas las rocas que se forman
en esas condiciones poseen una textura característica, la esquistosidad, que consiste en que se
rompen a lo largo de superficies aproximadamente paralelas.
El metamorfismo regional puede tener dos modalidades: de alta presión, localizado en el plano de
Benioff, y de alta temperatura, que ocurre a poca profundidad.
La textura granoblástica consiste en que la roca está formada por minerales cuyos cristales son de
tamaño parecido en todas las direcciones, con tendencia a adquirir forma hexagonal.
La textura nematoblástica consiste en que los minerales tienen forma de aguja y adoptan una
disposición orientada, situándose en paralelo.
La textura porfidoblástica consta de una matriz formada por minerales de pequeño tamaño entre los
que aparecen otros de tamaño mucho mayor, los pórfidos.
Los esfuerzos tectónicos que sufren las rocas durante el metamorfismo provocan también la
aparición de estructuras planares, definidas por la orientación de sus minerales, que reciben el
nombre de microestructuras. La esquistosidad es la característica de determinadas rocas de dividirse
en hojas o "lajas" en la dirección perpendicular a la del esfuerzo que soportan. Su aparición no
supone, necesariamente, que se haya producido metamorfismo, pero sí que la roca ha estado
sometida a un esfuerzo dirigido.
La foliación se da cuando las capas de la roca tienen composición diferente, y son más irregulares
que en el caso de la esquistosidad. Las rocas que la presentan han sufrido metamorfismo, que ha
provocado la recristalización de sus minerales.
Los micropliegues son deformaciones de pequeña amplitud que se producen en rocas con
esquistosidad que tienen minerales diferentes.
La esquistosidad es una de las características más distintitvas de las rocas sedimentarias, por lo que
se utiliza para clasificarlas.
Composición de las rocas metamórficas
Desde el punto de vista de la composición, se distinguen cuatro grupos de rocas en los que se
incluyen todas las rocas metamórficas:
La serie máfica se forma a partir de rocas como andesita o basalto e incluye anfibolitas, esquistos
verdes, esquistos con glaucofana y, en condiciones extremas, eclogitas.
Las rocas de la serie pelítico grauváquica se forman a partir de rocas sedimentarias compuestas por
cuarzo, feldespatos y silicatos laminares. Constituyen una serie muy bien definida, en la que se
aprecia perfectamente la intensidad del metamorfismo que ha tenido lugar. La serie empieza con las
arcillas, que realmente pueden considerarse un sedimento, y a medida que va aumentando la
presión que soportan, se forman lutitas, pizarras, esquistos y finalmente gneises. Condiciones más
rigurosas ya superan el ámbito metamórfico, y dan lugar a granitos de anatexia.
Las rocas de la serie calcosilicatada se forman a partir de rocas carbonatadas como calizas y
dolomías, que dan lugar a mármoles.
Principales rocas metamórficas
Las pizarras son rocas de la serie pelítico-grauváquica de grano fino y esquistosidad muy bien
definida debida a la disposición paralela de minerales laminares como clorita o moscovita. Se
producen como resultado de un metamorfismo regional de grado bajo de arcillas, y pueden
contener hidrocarburos, lo que hace que en algunos casos se haya intentado aprovechar esos
recursos mediante una técnica conocida como "fracking". El fracking consiste en inyectar en la roca
agua y ciertos productos químicos a presión, lo que hace salir el gas y el petróleo que pueda haber
en ella. Se trata de una técnica muy discutida desde el punto de vista ambiental, porque no se
conocen bien los efectos negativos que puede provocar, como contaminación o inestabilización del
terreno, a pesar de lo cual hay un considerable número de proyectos en marcha.
Los esquistos también son rocas de la serie pelítico-grauváquica, formadas por un metamorfismo de
mayor intensidad que el responsable de la formación de las pizarras. Son rocas de grano medio a
grueso, formadas por minerales apreciables a simple vista. No conservan texturas sedimentarias, y
en ellos la materia orgánica se ha transformado en grafito. Se rompen en capas con relativa facilidad
debido a que los minerales planares que los forman, fundamentalmente micas, están dispuestos
paralelamente entre sí.
Las corneanas son rocas formadas como resultado de metamorfismo de contacto, por lo que tienen
grano fino y no presentan foliación.
Metamorfismo y tectónica
Las condiciones que se dan en los bordes constructivos son baja presión, temperatura no muy
elevada y presencia de fluidos ricos en minerales. En estas condiciones el metamorfismo que se
produce es el de fondo oceánico. El proceso más importante que tiene lugar en él es la sustitución
de los minerales máficos por otros estables a menor temperatura.
Las zonas de intraplaca y los bordes pasivos también son ambientes metamórficos. En ellas se
producen, por una parte, metamorfismo de enterramiento, que tiene lugar en las zonas más bajas
de la corteza continental por efecto del peso de los sedimentos y por otra metamorfismo de
contacto, resultado de la intrusión de masas de magma. En los bordes pasivos, además, se
encuentran fallas transformantes en las que se produce dinamometamorfismo.
Yacimientos metamórficos
Talco: es el resultado del metamorfismo de minerales magnésicos. Se usa como relleno en el papel,
en lacas y pinturas, en cosmética, industria cerámica y fabricación de gomas y plásticos.
El esmeril es una mezcla de corindón y magnetita formada por metabolismo de contacto que se usa
como abrasivo para pulir metales.
El asbesto está formado por fibras minerales asociadas a anfibolitas o serpentinas. Se utilizó como
aislante, formando el amianto, pero dejó de utilizarse para este propósito al descubrirse su carácter
cancerígeno.
Los silicatos de aluminio como la andalucita, la sillimanita o la distena se usan en cerámica y como
materiales refractarios de alto grado.
Publicado por Francisco Luis Alda en 15:40 1 comentario: Enlaces a esta entrada
Existen dos tipos fundamentales de procesos que dan lugar a rocas magmáticas: el plutonismo y el
vulcanismo. La diferencia entre ambos está determinada por la velocidad a la que se produce el
enfriamiento del magma, lo que tiene influencia en la textura de las rocas que se forman en cada
uno de ellos.
El plutonismo es el enfriamiento lento de una masa fundida, que tiene lugar en el interior de la
corteza, y que da lugar a una masa de rocas magmáticas "introducida" en una masa de rocas
"encajantes" también denominadas "caja". El hecho de que los magmas se introduzcan en otras
rocas preexistentes explica que también sean denominadas, en ocasiones, rocas intrusivas.
Lo más normal es que el magma penetre en las rocas encajantes por su parte inferior, mediante
inyección, disolución de la roca encajante o hundimiento de la misma. Otra posibilidad diferente es
que la roca encajante sufra granitización o metasomatismo, que es la transformación de una roca
preexistente en granito por aumento "in situ" de la presión y/o de la temperatura. Técnicamente, el
metasomatismo se considera una etapa del metamorfismo; en la actualidad se considera que este
proceso es el responsable de la formación de la mayor parte de los granitos.
Los plutones pueden clasificarse en dos grandes grupos, según la relación que guarden con los
estratos encajantes que tienen a su alrededor. Los plutones concordantes son aquellos en los que las
masas de magma se disponen paralelamente a las rocas encajantes. Algunos de los tipos más
representativos de este grupo son los filones capa o sill, masas tubulares paralelas a los estratos, los
lacolitos, que tienen forma de lenteja y el techo abombado y los lopolitos, también lenticulares pero
de gran extensión y el suelo convexo.
Los plutones discordantes son masas de magma que atraviesan estratos de rocas preexistentes. Los
diques son masas tubulares que se extienden en dirección secante a los estratos. En ocasiones
pueden encontrarse agrupados, formando enjambres. Los batolitos son masas de grandes
dimensiones, pudiendo alcanzar incluso miles de kilómetros cuadrados, lo que hace que su
composición pueda ser variable de unas zonas a otras. Un stock es una masa más pequeña que un
batolito. Los filones y los diques tienen interés económico, porque son la forma en que suelen
encontrarse los minerales de interés en algunas minas.
El vulcanismo
Un volcán es una estructura geológica a través de la cual el magma llega hasta la superficie de la
Tierra durante un proceso denominado erupción. La actividad de un volcán es variable a lo largo con
el tiempo; normalmente alternan periodos de reposo con épocas de actividad, pero incluso cuando
se produce, una vez que se inicia la erupción ésta puede ser continua o discontinua, o interrumpirse
durante algún tiempo. El ascenso del magma se produce porque se establece una diferencia de
presión o de densidad entre la masa fundida y las rocas encajantes. La forma en que tiene lugar la
erupción depende de la viscosidad del magma y esta, a su vez, es consecuencia de su composición,
del volumen de gases que contiene, de la temperatura a la que se encuentra y del volumen de agua.
Puesto que el magma es una masa heterogénea, en la que están presentes tanto gases y líquidos
como materiales sólidos, los productos que arrojan los volcanes se encuentran también en los tres
estados de la materia.
Los gases emitidos por los volcanes son los principales responsables de la explosividad de las
erupciones volcánicas, porque son la fracción del magma que posee una mayor cantidad de energía.
Suelen ser los primeros productos volcánicos en alcanzar la superficie, aunque en muchas ocasiones
siguen emitiéndose durante toda la erupción. Su composición depende de la temperatura a la que
son emitidos.
Algunos elementos volcánicos, como las fumarolas, emiten solamente gases. Se trata de pequeños
orificios que pueden continuar activos después de que finalice la erupción principal. En los volcanes
submarinos, los humeros negros emiten vapores cargados de minerales. Se supone que estas
emanaciones han tenido un papel importante en la evolución de los primeros organismos,
proporcionando energía y nutrientes.
Las lavas son magmas parcialmente desgasificados que fluyen a lo largo de las laderas del volcán. Su
comportamiento depende de características como su composición, su temperatura y el volumen de
gases que contiene, siendo especialmente importante la viscosidad, que puede definirse como la
resistencia del material a fluir. Aumenta con la concentración de SiO2 en el magma y disminuye con
la temperatura. Los magmas ácidos producen lavas viscosas y explosivas, debido a su riqueza en
gases, mientras que los magmas básicos dan lugar a lavas fluidas y poco explosivas.
Una colada de lava es el manto de lava emitido durante una erupción volcánica. Su aspecto depende
de las características del magma que la ha formado.
Las lavas cordadas o pahoehoe son lavas
fluidas, de solidificación lenta. Cuando emanan del volcán se enfían empezando por la capa en
contacto con el exterior, por lo que se forma una costra superficial fina por debajo de la cual sigue
fluyendo la lava. Esto provoca que la superficie tome un aspecto característico de cuerdas alineadas,
de donde reciben su nombre. Las lavas Aa, por su parte, son viscosas, de solidificación rápida. Por
ese motivo dan lugar a costras rígidas de gran espesor. Son coladas de poco recorrido, con
superficies muy irregulares que reciben el nombre de malpaís. Las lavas almohadilladas, por su
parte, se forma cuando la lava entra en contacto con el agua. El centro de la almohadilla se enfría
más lentamente, por lo que es más cristalino que el resto. En ocasiones se forman prismas de forma
hexagonal (disyunción columnar de los basaltos) que dan lugar a paisajes conocidos como "calzadas
de los gigantes".
Las erupciones volcánicas se clasifican utilizando el índice de explosividad volcánica, que mide la
magnitud de una erupción combinando varios factores: la altura de la columna eruptiva, el volumen
de los materiales arrojados y la periodicidad de la actividad. Se usa para clasificar erupciones, y no
volcanes, porque a lo largo de la vida de un volcán las características de sus erupciones pueden
variar. El índice de explosividad volcánico (i.e.v.) es especialmente interesante porque permite
evaluar el riesgo que cada proceso eruptivo puede comportar.
Las erupciones de tipo hawaiiano se caracterizan porque el magma presenta baja viscosidad y carece
de piroclastos. Los gases se liberan lentamente y en el cráter se forma un lago de lava. Cuando esta
fluye por las laderas forma coladas de gran extensión.
En las erupciones estrombolianas se emite también lava poco viscosa, pero más que la producida en
las erupciones hawaiianas. En estos volcanes se producen erupciones rítmicas, pero no continuas, y
se arroja una cierta cantidad de piroclastos que se intercalan entre las coladas de lava formando
capas alternativas de lava y ceniza.
En las erupciones peleanas la lava es extremadamente viscosa y se consolida con gran rapidez,
llegando a tapar por completo el cráter. La salida de los gases a presión arranca el tapón,
provocando la formación de una aguja rocosa vertical o la destrucción de la ladera del volcan.
Las erupciones plinianas son grandes eventos explosivos que forman columnas de cenizas y
piroclastos que se extienden hasta la estratosfera, por lo que pueden tener efectos sobre el clima a
escala global. Las lavas son ácidas, de tipo riolítico, y dan lugar a una gran emisión de pumitas,
piroclastos de color claro, gases tóxicos y aerosoles. Los productos gaseosos, o que se mantienen en
suspensión en la atmósfera, forman nubes ardientes en forma de hongo que pueden ocasionar
lluvias de cenizas tóxicas. Una explosión de este tipo sepultó Pompeya y Herculano, causando la
muerte del historiador romano Plinio el Viejo. Dicho acontecimiento fue registrado y descrito por su
sobrino, Plinio el Joven.
Las erupciones volcánicas, al emitir materiales a la superficie de la Tierra, actúan como elementos
constructores de relieve. Las formas de relieve de mayor tamaño que se producen como resultados
de las erupciones volcánicas reciben el nombre de edificios volcánicos.
Los edificios volcánicos mejor conocidos son los estratovolcanes. Son montañas de aspecto
aproximadamente cónico formados por capas alternantes de lavas y cenizas, de donde reciben su
nombre, que pueden alcanzar varios miles de metros de altura. Su configuración es el resultado
tanto de los procesos de depósito de materiales como de la erosión.
Los escudos volcánicos son estructuras convexas aplanadas y anchas, que van creciendo por
acumulación de lavas muy fluidas. Pueden llegar a alcanzar enormes dimensiones, como ocurre en el
caso de los volcanes hawaianos, que se elevan unos 9.000 metros desde el fondo del océano.
Los conos de piroclastos son acumulaciones de escoria y ceniza, con poca cantidad de lava. No
alcanzan grandes alturas, y pueden aparecer en el entorno de otros volcanes mayores. Los
materiales que emiten suelen salir a través de las grietas, porque las paredes del cono son muy
débiles.
Los domos volcánicos son montículos de forma aproximadamente cónica, formados por lava muy
viscosa, que pueden crecer en el interior de otros edificios volcánicos. Pueden ir aumentando de
tamaño lenta y progresivamente, o sufrir erupciones explosivas. Si colapsan cuando aún contienen
roca fundida en su interior pueden dar lugar a flujos piroclásticos.
Las calderas volcánicas son grandes depresiones formadas como resultado de la destrucción de un
edificio volcánico. Pueden alcanzar grandes dimensiones y contener varios conos más pequeños en
su interior. Su formación puede deberse a diferentes procesos: hundimiento, erosión, explosión o
derramamiento de lava.
Además de los volcanes propiamente dichos existen también otras formas de relieve producidas por
este tipo de fenómenos:
Las mesetas basálticas son grandes capas horizontales de este tipo de rocas formadas a partir de
erupciones fisurales. El ejemplo más destacado de este tipo de relieve es el propio fondo oceánico.
Los pitones volcánicos son salientes de lava solidificada situados sobre un cráter o domo volcánico.
Las chimeneas exhumadas son antiguas chimeneas en cuyo interior se solidificó la lava.
Posteriormente, el edificio volcánico se erosionó por completo, quedando solo al descubierto el
relleno de lava del antiguo conducto.
Los maares son lagos que ocupan cráteres volcánicos, y que han sido formados por erupciones
freáticas.
Magmatismo y tectónica de placas
La distribución de los fenómenos magmáticos está íntimamente relacionada con los procesos
tectónicos: por una parte, todos los volcanes activos en la actualidad se encuentran localizados en
dos tipos de áreas, bien en las zonas de expansión (dorsales oceánicas y rifts continentales), bien en
las zonas de subducción. Las excepciones, por último, se localizan en los puntos calientes. Por otra
parte, toda la producción de magma que tiene lugar en nuestro planeta sucede en las zonas
tectónicamente activas. La mayor cantidad de magma se produce en las dorsales oceánicas, por
encima de las zonas de subducción.
Los tipos de magmas y los fenómenos magmáticos son, además, diferentes en función de los
procesos tectónicos que los producen.
En los bordes constructivos se forman magmas toleíticos, debidos a la fusión parcial de peridotitas.
Sin embargo, existen diferencias entre los magmas que se forman en las dorsales oceánicas y los que
se generan en las zonas de rift continental, relacionadas con el grado de fusión de las rocas
originarias: en las dorsales la fusión afecta hasta al 30% de las peridotitas, lo que da lugar a la
producción de magmas básicos a partir de los cuales se forman gabros y basaltos, mientras que en
los rifts continentales la fusión solo llega a afectar a un porcetaje menor de las rocas, entre un 5% y
un 15%, lo que provoca la formación de basaltos alcalinos.
En estas zonas la emisión de magmas se produce a través de fisuras que cambian de situación de
modo bastante aleatorio. También se forman fluidos ricos en minerales, que dan lugar a yacimientos
de interés económico. El vulcanismo es poco explosivo y espaciado en el tiempo.
El magmatismo que se produce en los bordes destructivos es mucho más complejo. En estas zonas
se aprecia un gradiente de composición magmática, dependiente de la profundidad a la que se
produce la fusión. Los más profundos son los magmas potásicos, mientras que los calcoalcalinos se
forman a una profundidad intermedia y dan lugar a los arcos insulares. La presencia de este tipo de
magmas determina la llamada "línea de la andesita", que corresponde al límite de la subducción.
Este proceso geológico se descubrió antes del establecimiento de la tectónica de placas. Los magmas
más superficiales son de naturaleza toleítica, pero se trata de materiales que aparecen tardíamente,
y que no siempre están presentes.
En estas regiones el ascenso del magma es un proceso lento, que se extiende a lo largo de decenas
de miles de años, lo que permite una compleja diferenciación magmática. El resultado es la
formación de una gran variedad de rocas, desde las más básicas a las más ácidas.
Yacimientos magmáticos
Los procesos magmáticos pueden dar lugar a yacimientos de considerable interés económico.
Existen diferentes tipos de yacimientos minerales, dependiendo de la fase de diferenciación
magmática en la que se hayan originado:
Los yacimientos de segregación se forman durante la fase ortomagmática por separación de
minerales de la fase fluida en el interior de la cámara magmática. Incluyen yacimientos de hierro,
cromo, titanio, níquel o platinoides.
Los yacimientos pneumatolíticos se forman mediante impregnación de la roca encajante por fluidos
a presión que escapan del magma. Pueden contener minerales de niobio, tántalo, berilio o
diamantes.
Publicado por Francisco Luis Alda en 17:08 No hay comentarios: Enlaces a esta entrada
Un magma es una mezcla compleja de material rocoso total o parcialmente fundido. Además de la
fase líquida, que es la característica, contienen gases y minerales sólidos dispersos. Los minerales
más abundantes en su composición son los silicatos.
Al tratarse de mezclas, y no de sustancias puras, los magmas no tienen puntos de fusión concretos,
sino que sus diferentes componentes se funden o solidifican a lo largo de un intervalo de
temperaturas. La temperatura inferior de este intervalo, a partir de la cual empiezan a fundirse los
primeros minerales, se denomina punto de solidus, mientras que la temperatura por encima de la
cual todos los minerales están fundidos es el punto de liquidus. Entre ambos valores el magma se
encuentra en un estado de "fusión parcial", con una parte fundida menos densa que las rocas sólidas
que también forman parte de él y una parte gaseosa que ejerce presión sobre las rocas que lo
rodean y que tiende a escapar a través de posibles grietas y hendiduras.
Los factores físicos que condicionan la fusión de un magma son la presión y la temperatura. El
aumento de presión dificulta la fusión, mientras que el aumento de temperatura la facilita. Tanto
una como la otra aumentan con la profundidad; la presión se debe, fundamentalmente, al peso de
los materiales del magma tienen sobre ellos, y se incrementa a un ritmo aproximado de 0,3
atmósferas por cada kilómetro, mientras que la temperatura se incrementa de acuerdo al gradiente
geotérmico, es decir, unos tres grados centígrados por kilómetro. Esto hace que en las zonas
profundas de la corteza la temperatura tome valores entre los 500ºC y los 700ºC, mientras que a
unos cien kilómetros de profundidad puede llegar hasta los 1500ºC.
Teniendo en cuenta esos valores y su variación con la profundidad, se llega a la conclusión de que las
condiciones de la corteza profunda o del manto no son adecuadas para la formación de magmas. El
factor que hace posible la fusión de las masas rocosas es la presencia de agua, aunque sea en
pequeña cantidad, que rebaja en gran medida el punto de fusión de los silicatos. A pesar de este
factor facilitador, los magmas son un fenómeno bastante extraño en condiciones normales.
Los magmas son un estado esencialmente inestable de las rocas. Desde el mismo momento en que
se forman empiezan a enfriarse, dando lugar a la formación de nuevos minerales, lo que va
alterando su composición. El cambio en la composición de un magma debido a procesos de
enfriamiento, mezcla, combinación, etc., recibe el nombre de diferenciación magmática.
Uno de los factores más importantes de la diferenciación, y que más influye en el resultado final, es
la velocidad con la que se produce el enfriamiento. Si ocurre lentamente, los componentes del
magma se solidifican dando lugar a cristales de tamaño considerable; los primeros en formarse son
los de los minerales de mayor punto de fusión, y como se encuentran inmersos en una masa líquida
pueden crecer sin ningún tipo de restricción. Por el contrario, si el enfriamiento ocurre rápidamente
los minerales no llegan a cristalizar, sino que solidifican en estado vítreo. Los componentes gaseosos
escapan de la mezcla sin llegar a enfriarse y no participan en la cristalización. Entre las rocas vítreas y
con vesículas resultado de la desgasificación y las que están formadas por cristales bien formados y
de gran tamaño cabe toda una gama de situaciones intermedias, que dependen del ritmo de
enfriamiento y de los posibles cambios que experimente.
La estabilidad de los minerales cambia cuando las condiciones ambientales que soportan son
diferentes de las condiciones que se daban en el momento en el que se formaron. Las dos
condiciones más significativas son la presión y la temperatura, de modo que cuando se alteran una
de las dos, o las dos, los minerales que se habían formado en un ambiente físico diferente pueden
sufrir cambios en su composición y/o en su estructura. El cambio sufrido por un mineral al dejar de
ser estable y que da lugar a la formación de minerales nuevos por disolución o por cambio de
composición se denomina reacción. A lo largo de los procesos de diferenciación magmática se
produce un conjunto de cambios que, considerados globalmente, reciben el nombre de series de
reacción.
En algunos casos las reacciones dentro del magma se producen sin que el mineral se destruya. La red
cristalina permanece, pero algunos de los iones que se habían incluido en ella son sustituidos por
otros. Un ejemplo de esto es lo que ocurre entre los feldespatos y las plagioclasas: los iones de calcio
que se depositan inicialmente son reemplazados progresivamente en los cristales por átomos de
sodio, debido a lo cual las rocas pueden tener una proporción variable de calcio y de sodio
dependiendo de la temperatura a la que se formaron. Este proceso constituye una serie de reacción
continua. El caso contrario se produce cuando un mineral, formado en unas condiciones de presión y
temperatura determinadas, deja de ser estable cuando cambian esas condiciones y reacciona con el
magma fundido. El mineral original desaparece, y es sustituido por otro diferente, estable en las
nuevas condiciones. El ejemplo más típico de esta clase de procesos, denominada serie de reacción
discontinua, es la formación del olivino; cuando el magma se enfría, el olivino se descompone, y en
su lugar se forman piroxenos. Más adelante, si el magma sigue enfriándose, los piroxenos también
dejan de ser estables y son reemplazados por anfíboles.
El geólogo norteamericano N. L. Bowen estudió los procesos de enfriamiento del magma y
determinó el orden teórico de formación de los minerales de un magma de composición media,
conforme disminuye su temperatura. Propuso que dichos minerales se forman mediante dos
conjuntos de reacciones: una serie de reacción discontinua y otra continua, procesos que a bajas
temperaturas, a medida que quedan pocos minerales fundidos, convergen en una serie única. Ese
conjunto de procesos se denomina, en su honor, series de Bowen.
El esquema de Bowen proporciona gran cantidad de información acerca de los minerales que se
forman durante los procesos de diferenciación de un magma. Los primeros que solidifican son los de
naturaleza más máfica, mientras que los minerales félsicos se forman a baja temperatura. También
la estructura de los minerales guarda relación con la temperatura a la que se forman: a
temperaturas altas, los silicatos comparten un número bajo de oxígenos entre los tetraedros que los
forman (nesosilicatos), mientras que conforme aumenta la temperatura se incrementa el número de
oxígenos compartidos, y se van formando progresivamente inosilicatos, filosilicatos y, finalmente,
tectosilicatos.
Otra información que puede obtenerse del diagrama de Bowen es la composición mineralógica
posible de las rocas magmáticas: para que una roca pueda existir sus componentes denben ser
estables en condiciones ambientales parecidas. Por ejemplo, los gabros son rocas formadas por
minerales que solidifican a temperaturas elevadas (y por tanto de carácter máfico). En su
composición mineralógica intervienen el olivino, los piroxenos y las plagioclasas cálcicas. Los
granitos, por el contrario, son rocas formadas por minerales que solidifican a temperaturas bajas. En
su composición intervienen el cuarzo, la biotita, los feldespatos potásicos y la biotita.
En realidad, las series de Bowen solo describen la primera fase de la consolidación magmática, es
decir, del proceso que conduce a la formación de rocas magmáticas a partir de un magma. Esta
primera etapa, llamada fase ortomagmática, se extiende hasta que el magma se encuentra a unos
500º C. Durante ese periodo se forman la mayoría de los minerales magmáticos más importantes,
pero aún quedan materiales en estado fundido, incluyendo una importante proporción de sustancias
volátiles. Hasta los 400º C transcurre la fase denominada pegmatítico-pneumatolítica, durante la que
se forman micas, feldespatos y cuarzo que dan lugar a un tipo de rocas características: las
pegmatitas. Finalmente, entre los 400º C y los 100º C queda una solución muy rica en agua,
mezclada con una proporción menor de vapores, que escapa a través de las grietas que rodean al
magma. Se produce entonces la fase hidrotermal, durante la cual se forman minerales como la
pirita, el cinabrio, el oro o la plata. A veces el líquido llega hasta la superficie formando géiseres o
fumarolas.
Los procesos físico-químicos que ocurren durante la diferenciación y que dan lugar a la formación de
los minerales magmáticos son los siguientes:
Cristalización fraccionada: conforme el magma se va enfriando, puede ocurrir que algunos minerales
cristalicen y se separen del mismo. Se forman entonces dos fases distintas, que darán lugar a
minerales completamente diferentes: la fase sólida está formada por los cristales que se han
separado del magma y la líquida por el magma residual, que contiene minerales disueltos pero en
proporciones diferentes a las del magma original.
Asimilación y contaminación magmática: El
ascenso del magma hace que, a lo largo de su recorrido, se encuentre con rocas diferentes con las
que puede reaccionar, incorporando una parte de sus elementos a su propia composición. Este
cambio en la composición del magma se produce mediante tres procesos fundamentales: por fusión
de la roca que rodea al magma, con lo que sus minerales se incorporan a él, por transformación de la
roca encajante, pero sin llegar a fundirla y por inclusión de fragmentos de la roca encajante, que
pueden reconocerse como elementos distintos dentro de la roca magmática resultante (xenolitos).
Teniendo en cuenta su composición original, existen tres tipos de magmas que dan lugar a
diferentes tipos de rocas magmáticas. La característica fundamental a la hora de diferenciar unos de
otros es su contenido en sílice (SiO2):
Magmas toleíticos: Se forman en las dorsales oceánicas, cuando las rocas procedentes del manto
(peridotitas) se funden a escasa profundidad. Su porcentaje de sílice está en torno al 50% y son
magmas poco diferenciados, es decir, la composición final de las rocas que originan es bastante
similar a la composición del magma original. Dan lugar fundamentalmente a basaltos y gabros.
Magmas alcalinos: Son ricos en sodio y potasio, y su contenido en sílice se sitúa en torno al 45%.
Proceden fundamentalmente de la fusión parcial de peridotitas en zonas de rift continental y de
vulcanismo intraplaca. En ellos se produce ya una cierta diferenciación magmática. Dan lugar a
basaltos, traquitas, riolitas y sus rocas volcánicas equivalentes.
Magmas calcoalcalinos: Son magmas muy diferenciados, que se forman debido a la fusión a gran
profundidad de la corteza oceánica subducida. Dan lugar a riolitas, andesitas, dioritas y granitos.
Las rocas magmáticas representan aproximadamente el 80% del total de los materiales de la
corteza, ya que hay que recordar que toda la corteza oceánica tiene este origen. Para poder
clasificarlas se utilizan, fundamentalmente dos tipos de criterios: texturales y composicionales.
La textura de una roca magmática es el conjunto de características de dicha roca que guarda relación
con su grado de cristalización y con el tamaño, forma y disposición de los cristales en la roca:
Distribución de tamaños: los magmas no solidifican a una temperatura precisa, por lo que las
condiciones de cristalización varían de unos minerales a otros. Esto hace que en una misma roca
puedan observarse, en ocasiones, cristales de gran tamaño, formados en un enfriamiento lento y
otros de pequeño tamaño, resultado de un enfriamiento más rápido ocurrido posteriormente.
El grado de cristalinidad, es decir, el porcentaje de minerales de la roca que se encuentran en estado
cristalino, también depende de las condiciones en las que se ha producido el enfriamiento.
La composición química de las rocas distingue entre rocas ácidas, intermedias, básicas y ultrabásicas
según su contenido en sílice. En realidad, los nombres que se utilizan en esta clasificación resultan
de una confusión antigua, pero se han mantenido por tradición.
En cuanto a composición mineralógica, las rocas magmáticas tienen, como máximo, tres minerales
mayoritarios. Este hecho sirvió a Streckeisen para establecer una clasificación que se describe
mediante diagramas triangulares que llevan su nombre. Los minerales mayoritarios que componen
una roca magmática son, feldespatos potásicos o alcalinos, plagioclasas y cuarzo o feldespatoides,
pero cuando aparece el cuarzo en una roca nunca se presentan en ella los feldespatoides. Esto
permite representar los distintos tipos de rocas mediante un doble diagrama triangular: en uno de
los triángulos aparecen las rocas con cuarzo y en el otro las que tienen feldespatoides.
Los granitos y granodioritas son rocas claras, de textura granuda, ricas en cuarzo, feldespatos
alcalinos y biotita.
Las dioritas son rocas intermedias, formadas sobre todo por plagioclasas.
Los gabros son rocas oscuras, compuestas por plagioclasas, piroxenos y olivino.
Las peridotitas son rocas ultrabásicas en cuya composición predominan el olivino y los piroxenos.
Principales familias de rocas volcánicas: las
rocas volcánicas son difíciles de clasificar, debido a que muchas de ellas presentan texturas vítreas.
Las riolitas son el equivalente volcánico del granito. Presentan textura vítrea o de grano fino.
Las traquitas son ricas en feldespatos, y representan el equivalente volcánico de las sienitas.
Las andesitas están constituidas por plagioclasas y piroxenos, y presentan grano fino.
Los basaltos son rocas básicas de color negro, el equivalente volcánico de los gabros.
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