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Si del arquetipo y de la cosa se tratara, un nombre sería único, una palabra estaría
atada a su significado, la letra estaría muerta, el inconsciente no encontraría jamás su
génesis en el mal entendido, en las letras de rosa estaría la rosa y la flor en la palabra
flor, pero jamás una Flor de dos maridos. La posibilidad de matar el signo, por tanto,
es dar vida a la letra.
La estructura del significante necesita que este sea articulado, es decir, que
mínimas unidades se concatenen entre sí según un orden preestablecido y regulado
por cada lengua. Se trata de los fonemas, dice Lacan. En realidad, más que los
fonemas, es una cuestión de fonos, ya que los fonemas son la representación abstracta
de los sonidos en el papel y los fonos los sonidos reales que se pronuncian en la
oralidad. La letra entonces, aquí será: “la estructura esencialmente localizada del
significante.” ¿Instancia en el inconsciente? Continúo la cita: “Con la segunda
propiedad del significante de componerse según las leyes de un orden cerrado, se
afirma la necesidad del sustrato topológico del que da una aproximación el término
de cadena significante que yo utilizo ordinariamente: anillos cuyo collar se sella en el
anillo de otro collar hecho de anillos”.
Volvemos a Jakobson de la mano de Lacan. Esa cadena que rige ciertas leyes
del significante serán la metáfora y la metonimia. Figuras de estilo o tropos que
muestran cómo el sujeto pone en marcha el carácter doble del lenguaje: selección y
combinación. En el ejemplo que Lacan recorta sobre las 30 velas que referirían a una
flota, ilustra como la relación entre vela y barco, (que es la palabra que quedaría por
fuera de la oralidad pero con una presencia por asociación), es una relación de
significante a significante. La parte tomada por el todo que Lacan define aquí como
metonimia, en realidad, si seguimos a Gerard Genet en el libro Figuras III, nos
encontramos con que refiere más precisamente a otro tropo que es la sinécdoque, la
metonimia sería más bien la selección de otro significante dentro de un mismo sema
o familia de significantes. De cualquier manera, quedarnos en eso podría hacernos
caer en una discusión que nos quite de lo importante y es que no se trata de una
relación de cosa o partes de cosa, no es el significado lo que está en juego, sino los
significantes y en todo caso, el efecto de significación que se decanta de su
articulación. En relación con la metonimia, cito a Lacan: “Designaremos con ella la
primera vertiente del campo efectivo que constituye el significante, para que el
sentido tome allí su lugar.” La metáfora, es decir, la sustitución de un significante por
otro, deberá, para alejarse de la definición general de todo tropo, sumar un plus de
sentido o más bien, encontrar en ella la amalgama que el sentido busca para
completarse en el decir. Cada vez que un analizante utiliza una metáfora en el
consultorio, cabría preguntarse si el significante que quedó por debajo de la barra en
la sustitución no sería develador de la falta de sentido, o un otro sentido, que la
premisa busca soportar.
Una precisión de Isidoro en lo que lee de Lacan, afirma que este toma a la letra
como viniendo de lo real, Isidoro completa: de lo real de lo simbólico. ¿No es lo real
lo que no comparte registro con el sentido? ¿Cómo se escribe lo real si este no cesa
de dar cuentas de que no se escribe? Que no se escriba no significa que no pueda
localizárselo. El nudo borromeo es un ejemplo de ello. La letra quizás sea otro.
Cuando nos disponemos a escuchar a un analizante, nos abrimos a la
experiencia de una escucha que va mucho más allá de lo que el paciente literalmente
está diciendo. La selección de las palabras, su combinación, las irrupciones que el
inconsciente hace en su decir, los modos que busca para llenar de sentido lo
disruptivo de un lapsus, etc. Leer a la letra, a mi entender, se refiere justamente a
escuchar qué del sinsentido se aloja en el universo de sentido del decir. Es tocar un
soporte sintomático, gozoso. ¿Por qué hablo del sinsentido? No porque se trate de
algo ilegible o incomprensible, es porque remite a un signo deberá ser borrado como
tal, por sostener un goce no acotado, fijado en una significación que trae más pesar
que placer. Frente a la noticia de que me ausentaré durante dos semanas por
vacaciones, una analizante me dice: “Me dejás mal parada”, momentos antes de
volver a referirse al dolor que está sintiendo en las piernas, principalmente cuando se
agacha y necesita volver a levantarse, para lo cual siempre debe recurrir a alguien que
la ayude. Este “me dejás mal parada”, en una relación de transferencia que acusa al
otro de un abandono, dice de la letra que está en juego soportando esos significantes,
dice de la relación pulsional inaugurada en el decir del Otro y en la suposición de su
gozar.
El ejemplo puede servirnos como bisagra para retomar lo que de Lituraterre me
interesaba poner en discusión. Ese texto remite al año 71, en el que Lacan se
encontraba dando su seminario De un discurso que no fuera del semblante, seminario
18. Lacan vuelve en ese texto sobre la letra y la sitúa, en esa ocasión, como litoral
entre saber y goce. Que se trate del seminario 18, me parece importante para intentar
comprender esa premisa, dado que un año antes, en El psicoanálisis al revés,
seminario 17, se había abocado a la escritura y formalización de las cuatro fórmulas
que acabarían siendo su escritura de los cuatro discursos, continuados por un quinto,
el discurso capitalista. El discurso quizás más trabajado en ese seminario sea el del
Amo: S1 en el lugar del agente, debajo de él la barra, y debajo de la barra el sujeto
barrado en el lugar de la verdad. A la derecha, S2 en el lugar del otro, se trata del
lugar del saber, debajo de él la barra y bajo la barra el objeto a, la producción, el plus
de gozar. Discurso que Lacan asimilará al discurso analizante, es decir, un sujeto que
presenta a un otro sus significantes amo, apelando a un saber que supone en el
analista y que este le devuelve bajo la consigna Diga todo lo que se le venga a la
cabeza... ¿No es acaso esa barra a la derecha, entre el S2 y el objeto a, la que marca el
litoral entre el saber inconsciente y el goce? Las tres zonas de goce localizables en el
nudo borromeo, a saber: goce del Otro, goce fálico y objeto a (plus de goce),
comparten registro en lo real y las tres se circunscriben también a otro registro. El
goce, como anudamiento de lo real, automatiza, a mi entender, los significantes, los
pone en un orden que operaría como saber inconsciente, un saber productor a su vez
de goce. ¿Será la letra, la que se esconde en esta lógica que lo simbólico carga de
sentido y que revela, si se la escucha, lo real del goce y lo real de sus posibles
articulaciones? Quiero decir con esto: la letra es una herramienta para el analista, le
otorga una estofa con la que desarmar el signo y devolver al analizante la posibilidad
de ser usada en una producción distinta, un anudamiento fálico, por ejemplo, o letra
que es Sinthome en Joyce, su nombre de escritor, en tanto lo mantenga en esa escena.
Cito: “la letra [ha] dado pruebas de que produce todos sus efectos de verdad en
el hombre, sin que el espíritu intervenga en ello lo más mínimo. Esta revelación fue a
Freud a quien se le presentó, y a su descubrimiento lo llamó el inconsciente.”
En La interpretación de los sueños, Freud nos enseñó a tomar al sueño como un
rébus, es decir, una cosa sustituyendo a otra, donde los significantes que el sujeto va
eligiendo para relatar aquello que primeramente se le ha presentado como imagen,
dan cuenta del “deletreo” del mensaje literal que se esconde entre las figuras de su
decir. Que Freud compare el sueño con la escritura jeroglífica muestra claramente
como lo que está en juego no es en lo absoluto el significado que la imagen podría
alojar para esos significantes, ya que, como en el jeroglífico, la imagen solo tiene
valor como evocadora de fonos que remiten a otra cosa y que muestran, más que el
signo, su desdoblamiento por parte del significante en otra lógica bien distinta que ya
describí arriba. Vale decir que Lacan toma los conceptos trabajados por Freud en la
figuración del sueño y los reescribe sirviéndose, como vimos, de Jakobson y de la
lingüística. Freud colocaba la concatenación o superposición de imágenes como
condensación y allí Lacan leerá metáfora, mientras que en el desplazamiento, lo que
puede verse operando en el inconsciente en todo momento es la metonimia. Las
figuras de estilo parecen más adecuadas para escuchar los pliegues en el texto donde
la letra se aloja y dónde su escucha, produce cambios en el sujeto.
Queda por discutir la ruptura que la lectura de Lacan hace del sujeto cartesiano,
en tanto el orden del pensamiento, los significantes no representarían como
significado de existencia al sujeto, puesto que ese orden se desliza. Pienso, por lo
tanto existo, condensarían un signo que para Lacan no es tal, en tanto el sujeto está en
la metonimia, siempre en otro lugar.