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GABRIELE MORELLI
Universidad de Bérgamo
3 Prólogo, G. DIEGO, cit., p. 10. Sobre el carácter colectivo de la Antología, cf. también A. PABA, Le
antologie collettive della poesia spagnola del Novecento. Tesis de Doctorado de Filología Española,
Bologna, 1989, pp. 27-29.
4 Ibidem.
5 Ibidem.
6 Poesía Españold (Contemporáneos), Madrid, Sig,no, 1934.
7 Ibidem, p. 22.
ALGUNAS CARTAS INÉDITAS DE VICENTE ALEDCANDRE 113
Dato curioso: en la prŭnera carta mandada a Diego, la del 14-3-1931 en la que Aleixandre envía
los datos esenciales de su biografía —el propio poeta parece reacio a comunicar su fecha de
nacimiento, acudiendo a la ingenua y conmovedora mentira de quitarse, como también hará Lorca,
dos arios (ambos nacen en 1898 y no en 1900 como intentan hacer creer, al menos en un primer
momento). Escribe Aleixandre a Diego: •Creo haberte dicho que nad en 1900, el 26 de y
subraya la fecha indicada para dar mayor crédito a sus palabras. Diego, frente a tan explícita
declaración, no tiene ninguna reserva y registra fielmente el año indicado por Aleixandre (a propósito
puede observarse que en la edición modema de la Antología revisada por Diego —Madrid, 1979, 8 ed.)
el error aparece corregido en la relación con la edición de 1932, constituyendo así un falseamiento
histórico, considerando sobre todo las declaraciones del editor, siempre Gerardo Diego, que de buena
fe asegura al lector que en tal reedición •se respeta el texto hasta en sus mínirnos errores —pequeños
olvidos bibliográficos, algunas inexactitudes». En cambio, en la edición reciente (que acaba de salir
estando estas páginas en prensa), A. Soria Olmedo corrige el error poniendo la fecha justa de 1900, así
como había escrito Aleixandre en su lejana carta al antólogo.
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que de alguna manera se cierra el circuito en otros ojos y en otro espíritu, tan nece-
sarios y tan queridos. No parecer un loco o un tonto, no dar sólo latazos, es decir no
darlos, no resultar dándolos con lo que uno ama —ama u odia— es necesario. No sólo
de sí mismo se vive, y la voz en soledad o muda para otros oídos sensibles acaba
sonando como rebotando contra uno mismo, ingrata, odiada porque no le traduce
como debiera a uno traducirle. Es todo el problema de publicar los libros o no pu-
blicarlos. yara qué publicarlos, si nadie va a enterarse como debiera enterarse, si
otros accidentales motivos de éxito auaerán los ojos a lo más fácil, a lo[s] más chillón
y agradable, y precisamente seducidos por lo accesorio? Se siente desdén porque se
sabe que es inŭtil el esfuerzo. Quienes se alzan con la escasa pŭblica curiosidad sa-
bemos que lo alcanzan por motivos gratuitos, es decir que lo tienen por lo que no
es más que lo «circundante», prendido, pliegue o adorno: accesorio, en suma. Lo cae-
dizo dura poco y aquí desde lejos hemos de ver derrumbarse muchas cosas. Y no
me remito a ninguna remota justicia: ni la espero ni la busco, ni tampoco estoy se-
guro de merecerla, ni de cual sea. Otras cosas hay más injustas que piden repara-
ción, que no las mínimas sobrestimaciones literarias. Mariana, al mundo le importa-
rán otras cosas, y después de todo, allá él.
Mientras tanto te iré dando noticias de Emilio Prados. Te advierto que sé muy
poco. Nació en marzo de 1899, en Málaga, donde ha pasado la mayor parte de su
vida. En la Residencia de Estudiantes de Madrid estudió durante bastantes arios. Es
tan residente como Federico. Aquí hizo el bachillerato y aquí cursó varias carreras,
Filosofía y Letras, creo que Ciencias, y no sé si alguna más, y no acabó ninguna. En
Suiza por razán de salud pasó una larga temporada (quizás más de un año) y luego
residió algunos meses en Alemania. Viajó por Francia y luego se reintegró a Málaga,
de donde no ha salido desde hace unos cinco o seis arios más que para hacer algŭn
breve viaje a Madrid. Vive lo que la gente llama bastante solo, porque sólo acaso le
conoce la gente más inesperada. Ha influido mucho en los más jóvenes que él que
le han rodeado y, como t ŭ sabes, Manuel Altolaguirre se hizo a su lado y a él le debe
la Ilamada a lo que ha Ilegado a ser. Más descontento que nadie, ha dejado de escri-
bir por ahora, aunque sigue de cerca todo movimiento poético. Intranquilo entre to-
do, ha buscado para él nuevos medios de expresión, y una temporada ha hecho «co-
llages• y ha intentado cosas de artes plásticas, pero sin exponer. Ultimamente su
inquietud le llevó a una actividad política, por lo demás pasagera, actuando, antes
de la caída de la Monarquía espariola, enue el elemento obrero extremista de Mála-
ga. A todo se da con verdadera furia y de casi todo regresa. No se puede prever nun-
ca donde nos lo encontraremos mariana.
Ahí tienes unos cuantos datos. Me ha salido más bien semblanza que otra cosa.
Tŭ aprovecha lo aprovechable. Yo salvo mi responsabilidad de la exactitud. En
cuanto a los juicios son puramente personales míos. Quizás convendría decir que los
datos no los han lsicl proporcionado él y que, como recogidos en fuentes distirxtas,
no pueden ser más que aproximados.
Las dudas que tienes sobre algŭn detalle de versos rrŭos se resuelven así:
1) Sí es, en Adolescencia,
»de otro camino
a otro camino».
No hay error.
Ya veo los poemas escogidos. En general me parece bien. Alg ŭn poema discre-
pante en •Ambito» no es cosa mayor.
Ahora que has leído «Espadas como labios» te explicarás cómo yo decía que ese libro
era de poesía o no era nada.
Puedes quedarte por ahora con esos poemas. Si los necesitase ya te los pediría. Ten-
go otra copia, que está en poder de la Ciap desde hace un año. No sé si me la ha-
brán perdido.
Debes animarte a dejar ultimado tu libro sobre la poesía, del que te falta tan po-
co. Es necesario, aunque no sea más que para que no se quede así el de Valbuena
Prat. Después de lo que me dijiste la publicación está asegurada de todos modos.
Adiós Gerardo. Ñué más? Que no te den demasiada lata esos exámenes de este terri-
ble mes. El otro día vi a Federico, ajeno a tus datos. Ayer estuvo aquí Cemuda, más ajeno.
Me preguntó: Ñué dirá Gerardo sobre la fecha de mi nacimiento? Yo, seg ŭn tu reco-
mendación, callé. El nada sospecha de esa bomba.
Y adiós otra vez. Gracias por tu clara carta. A ti habría que Ilamarte el •Incorrup-
tible». En eso habría que llamarte como a Robespierre, sólo en eso. Para tu antología,
por ejemplo, has tenido que realizar multitud de ejecuciones de poetas, y no has va-
cilado. Te llamaremos «fiera».
Y adiós. Un abrazo cariñoso de Vicente.
L. DE Luis, Vida y obra de Vicente Aleixandre Madrid, Espasa Calpe, 1978, p. 144.
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currir a ti, todavia recurrimos a dos amigos más, que se decian con vara alta. Se
lo he de agradecer nominalmente al menos a ellos también, aunque supongo
que si Loriana recibió tu carta, él será el principal fautor del milagro, que tal re-
sulta, y que al fin me da tranquilidad para el próximo invierno. —A ver si él te es-
cribe diciéndote algo, aunque a lo mejor piense que iqué mejor contestación
que habernos puesto al teléfono!
Supongo en tu poder mi carta anterior. Desde entonces pocas novedades. La
principal, que ha vuelto a escribir poesia después de seis meses de silencio. Ahi
te mando el primer poema, escrito anteanoche.
Me doy algŭn ligero paseo por estos caminos. Leo bastante. La Historia de la
Literatura de Valbuena, que me gusta poco. Me acuerdo de ti, que eres quien
deberia escribirla. Eso o la Historia de la Poesia Española. Hablando con Benito
Rodriguez estos dias, me decia que su tio, hombre de América, editor rico (se-
gŭn él) de allá, que va a venir a instalar casas en Madrid y Barcelona, te propon-
dria, en las condiciones que t ŭ fijases, escribir para su editorial la Historia de la
Literatura Espariola, en manual o como premisas. T ŭ sabes que yo estoy desean-
do que escribas una cosa asi.
Tenemos más de 40 años. iAy! Y el tiempo vuela. Estamos en la mitad del ca-
mino, sino de la vida, si de esa meseta de [que] va de los 30 a los 50. Hay que
aprovecharla. Ya sé que no vale la pena, etc., etc. Pero si, en mi rige todavia la
oscura ansia de inmortalidad —que no quiere decir gloria— que me Ileva a una
cierta angustia ante el paso de los dias. No tengo hijos. Dejo esparcidos algunos
poemas en algŭn libro. Cuando me acomete alguna duda sobre las posibilida-
des, chances, de supervivencia, me tranquilizo rápidamente evocando las catás-
trofes de las culturas desaparecidas. Dentro de 5000 años todos calvos. Egipto
es para mi el mejor cordial.
Y todavia, todavia... Me interesa a veces hasta la suerte que corre un ejem-
plar de un libro mio. José Luis Cano me escribe hoy y me dice que ha visto y
comprado un ejemplar de •La destrucción o el mar• en la Feria del Botánico;
ejemplar con una flamante dedicatoria mia a una lectora, de cuya casa, desvali-
jada, fue robado. Conozco aunque muy poco a la que fue dueria, recuerdo
cuando me la trajo a firmar, y hasta sé qué fue de ella. Está lejos y sola.
A veces pienso en este irracional amor a todo lo que uno fue y es. No es que
yo ame toda la poesia que escribi, es que me siento a pesar del tiempo solidario
de ella, como si fuera hija de mi came. Esta forma de paternidad, que no es más
que el reflejo del amor a uno mismo, es puro instinto, ciego y soberbio, y a ve-
ces me parece de raiz animal y me merece desprecio; pero lo mismo que no
puedo arrancar de mi el corazón —una viscera—, tampoco puedo dejar de sentir,
por ejemplo en los primeros, en los más pálidos poemas de •Ambito», todavia
como un reflejo débil de una sangre que estuvo encerrada en mis venas, y cuyo
pulso aŭn siento, como el extremo de un miembro mio, remotisimo, del que de
pronto recobrara conciencia.
Pero, en fin, qué insistir? Demasiado sabes esto, demasiado me conoces.
De esto a pensar en las Escuelas de Artesania poética no hay más que un paso,
o;:jué enseriará esa artesania? En ŭltimo término pienso que será una buena es-
cuela de periodistas.
Te escribo echado en mi silla larga, en el pequerio jardin, sosteniendo en el
aire el papel contra un libro. Asi va la letra. Entiéndeme, t ŭ que siempre sabes
entenderme.
ALGUNAS CARTAS INÉDITAS DE VICENTE ALEIXANDRE 119
Adiós, Dámaso. Nada sé de ti. De los dos, sólo yo conozco la tendencia irres-
tañable en las cartas. Tŭ , hace años pasaste a la sobriedad que todo lo supone.
Puesto a suponer, supongo que Eulalia está ya bien, t ŭ en Madrid y tu huerto
Ileno de frutos. Aquí tenemos unas ciruelas magníficas, que te darían envidia.
Adiós. Escribirás? Por lo menos, una postal.
VICENTE