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La relación del hombre con la sociedad

La esencia misma de la filosofía social la constituye el concepto de relación, en


cuanto la sociedad no es sino un conjunto de relaciones libremente constituidas
entre los hombres desde su remota antigüedad. Por tanto, la filosofía social se
centra en el estudio del hombre en cuanto ser libre y relacionable, pues su esencial
sociabilidad no puede sino proceder de la creatividad consustancial a su naturaleza.
Sólo desde su libertad se entiende la sociedad como una determinación de su
propia voluntad, y por ello es responsabilidad colectiva del grupo que la constituye.

Desde que nacemos entramos a un mundo peculiar, a un ámbito eminentemente


humano. Ello significa que vivimos compartiendo hábitos, costumbres, tradiciones,
lengua y sobre todo normas, valores y leyes con otros seres humanos. Y a este
mundo o ámbito humano se le llama también sociedad. Vivir en sociedad es en
suma, desde el punto de vista sociológico y antropológico: convivir con los otros.

Aristóteles, uno de los más importantes filósofos de la antigüedad griega, define al


hombre como un animal político, lo que en otros conceptos significa, que como
humanos necesariamente tenemos que vivir en sociedad. No cabe la menor duda,
nacemos humanos, pero lo humano no es meramente biológico, lo genéticamente
dado en cada uno de nosotros. Los demás seres vivos, nacen ya genéticamente
programadas para ser lo que son, y no pueden hacer otra cosa de lo que viene dado
en su programa biológico.

Los seres humanos, al vivir en sociedad, a diferencia de los animales, nos


educamos, nos transformamos para bien o para mal, ya que fuera del ámbito social
esto no sería posible. Por esta razón el mismo Aristóteles nos dice que fuera de la
sociedad sólo podrán existir los dioses o las bestias.

Se podría decir que la diferencia entre los seres humanos y los animales radica,
entre otras cosas, en el grado de inteligencia que desarrollan; sin embargo, la
inteligencia humana conlleva la capacidad de poder transformar el mundo. Marx
entendió esta capacidad humana productiva no solamente como una
transformación que genera bienes de consumo, sino también una capacidad
humana productiva no solamente como una transformación que genera bienes de
consumo, sino también una capacidad que nos permite producir valores culturales.
Un individuo requiere de la sociedad para poder formarse y proyectar como ser
humano. Podemos decir que las normas o reglas sociales permiten en gran medida
la convivencia, ya que regulan nuestra conducta y formas de relacionarnos con los
demás. La tolerancia, la justicia y la solidaridad, entre otros valores, se hacen
patentes en una comunidad integrada por seres humanos que ordenan sus vidas ya
en lo individual o en lo social, de acuerdo a formas de vida, principios, valores,
normas y leyes establecidas justamente para garantizar el bien común.

El mundo, para el hombre, es la sociedad. Por supuesto, el mundo más amplio es la


naturaleza, y la sociedad es la naturaleza transformada por el hombre. Pero en el
curso de la historia esta transformación fue tan completa que ahora la sociedad es
la parte más importante de nuestro mundo. La sociedad no es simplemente un
agregado de hombres; los hombres están conectados por relaciones determinadas,
no escogidas por su voluntad, sino impuestas a ellos por el sistema económico bajo
el que viven y en el que cada uno tiene su lugar.

La realización de la vida moral tiene lugar en la sociedad, por lo que el fin de la


sociedad, y del Estado por consiguiente, ha de ser garantizarla. De ahí que tanto
uno como otro consideren injusto todo Estado que se olvide de este fin supremo y
que vele más por sus propios intereses que por los de la sociedad en su conjunto.
De ahí también la necesidad de que un Estado sea capaz de establecer leyes justas,
es decir, leyes encaminadas a garantizar la consecución de su fin. Las relaciones
que se establecen entre los individuos en una sociedad son, pues, relaciones
naturales. Aristóteles estudia esas "leyes" de las relaciones entre los individuos
tanto en la comunidad doméstica, la familia, como en el conjunto de la sociedad,
deteniéndose también en el análisis de la actividad económica familiar, del
comercio y del dinero.

El individuo aislado no puede existir. El ser humano siempre aparece relacionándose


con otros seres humanos. Donde encontremos seres humanos los hallaremos
viviendo en sociedad.

Posición de los griegos clásicos

La organización político-social característica de la Grecia clásica fue la polis


compuesta por un núcleo de población urbana y varias aldeas vecinas.

Platón pensaba que las virtudes y la felicidad de los individuos coinciden con las
virtudes y la felicidad del estado. un estado es justo cuando establece la debida
relación entre las distintas clases sociales permitiendo la participación de todos los
individuos en los bienes comunes, de acuerdo con sus “capacidades”, el individuo
debe ordenar adecuadamente su propia vida dentro del estado, de tal manera que
sus distintas inclinaciones y tendencias aparezcan ordenadas y dirigidas por la
razón.

Aristóteles insistía en que la polis es, por su naturaleza, anterior al individuo. De


este modo, la polis es una sociedad perfecta que posee en si las capacidades para
satisfacer todas las necesidades, mientras que el individuo, separado, no se basta a
sí mismo. El hombre es por naturaleza un animal social.

Posiciones individualistas

Estas posiciones tienden a resaltar la realidad y los derechos individuales en


decremento de los aspectos sociales y colectivos. Defienden que los individuos
humanos son anteriores e independientes de la sociedad.

HOBBES señalo que el ser humano es radicalmente egoísta y antisocial.

Por otra parte filósofos británicos (LOCKE, HUME) y franceses (MONTESQUIEU,


ROUSSEAU) mantuvieron posturas análogas e influyeron en el pensamiento liberal
de los siglos XVIII Y XIX, según el cual el individuo humano es anterior a toda forma
de sociedad y toda organización social depende exclusivamente de las voluntades
de los individuos.

Posiciones actuales

Las tendencias organicistas y totalitarias que propenden a defender la primacía de


la sociedad sobre las personas.

Posiciones humanistas que intentan establecer una adecuada armonía entre


personas y sociedad, y defienden que el individuo solo se desarrolla y adquiere sus
cualidades propiamente humanas en la sociedad. Pero insisten en que la sociedad
no puede ignorar la realidad de las personas, pues todos los elementos que
encontramos en ella proceden de los seres humanos.

En definitiva las personas poseen entidad o naturaleza propia y distinta a la de la


sociedad; pero personas y sociedad son intrínsecamente inseparables.
La sociedad es el conjunto de personas que conviven respetando unos mismos
principios y que persiguen un mismo fin. En sentido amplio puede referirse a la
totalidad de las formaciones y de los hechos humanos, en sentido restringido,
sociedad es sinónimo de asociación voluntaria.

La comunidad es una forma de sociedad caracterizada por el predominio de los


lazos afectivos o la convivencia continua y estable de determinados seres humanos
unidos por sentimientos comunes. La asociación consiste en una organización
artificial que persigue ciertos fines consciente y racionalmente determinados.

Podemos decir que el proceso de socialización es, al mismo tiempo, un proceso de


personalización, es decir una transformación en la que el individuo humano va
adquiriendo su personalidad. PIAGET señala que solo gracias a la vida en sociedad
llega el individuo humano a apercibirse de las capacidades reflexivas de su propia
mente; DURKHEIM concibe la personalidad como una respuesta a las presiones
recibidas del medio social, y G. ROCHER pone de relieve que no existe oposición ni
ruptura entre persona y sociedad, entre lo individual y lo colectivo, sino mas bien
continuidad e interpretación; esto es, la mentalidad individual se desarrolla en la
medida en que va recibiendo el influjo cultura de la sociedad.

Se entiende por agentes de socialización aquellas entidades colectivas que de un


modo u otro contribuyen a la transformación de la cultura social y al reforzamiento
de la conciencia de pertenencia a un grupo o a una cultura. En este sentido, resulta
evidente que algunas entidades procuran transmitir sus valores de forma
intencionada, por ejemplo, las religiones, los partidos políticos, etc,: mientras que
otras los transmiten, predominantemente, de una manera inintencionada, por
ejemplo, la pandilla, un club, el estado, etc.

Algunos agentes de socialización importantes son la familia, la escuela, los grupos,


el mundo del trabajo, los mas media.

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