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Instituto Gral.

San Martín
Trabajo y Ciudadanía
Pablo Izzo
Lucía Rodríguez (43317246)
Agustina Luvoni (43246275)
Entrega 10/4
2018
“Daniel Arroyo y la inclusión de los jóvenes como política de Estado”
En este texto, Daniel Arroyo, ex Secretario y Ministro en Desarrollo Social y Presidente de la Red
de Prioridades Argentinas, hace hincapié en que el Estado debe encargarse más de los jóvenes, ya
que ellos son quienes tendrán el país –de cierta forma– en sus manos próximamente, y los que más
dificultades tienen al insertarse en el “mundo productivo”.
Comienza haciendo una introducción en la que refiere al deterioro pronunciado de los indicadores
nacionales en los años pasados, y luego señala un crecimiento y cierta reducción de los niveles de
pobreza, por lo que comienza a enfocarse en los problemas de la sociedad argentina joven y la
escasa oportunidad de integrarse que tienen al terminar sus estudios (si es que tienen la suerte de
estudiar).
Luego menciona que los jóvenes de la actualidad viven en un mundo en constante cambio, por lo
que en los empleos se presentan mayores requisitos para los postulantes, pero ese no es su único
problema, sino que previo a la inserción en el mercado laboral existe la deserción escolar, las
“changas”, y remarca que los sueños y esperanzas de esta porción de la sociedad deberían ser
más oídas por el Estado y el Mercado, y que a partir de esta atención prestada a la misma, ambos
organismos generen espacios específicos para lograr su participación.
“Se hace necesario la creación de espacios específicos para promover su participación en los
diversos ámbitos, debido a su necesidad de ejercer protagonismo y, por otro lado, a la necesidad
de las sociedades de su aporte e ideas innovadoras en un mundo signado por el cambio. En este
sentido, son los jóvenes quienes tienen mayor capacidad de adaptación a las nuevas tecnologías y
cuentan con la posibilidad de crear nuevas utopías que guíen el camino del desarrollo” (Arroyo,
2014, P.91)
Él siente que hay una necesidad de aprovechar el contexto actual para motivar a los jóvenes ya
que cita a Ernesto Rodríguez, quien afirmó que “se notará hacia mediados de este siglo un problema
del envejecimiento de la población, lo que significará un desafío para los integrantes de la tercera
edad y consecuencias en términos económicos, sociales y previsionales.”1
Posteriormente, dedica otra parte de su texto a dar ciertas definiciones básicas de la juventud,
citando nuevamente a Rodríguez y explicando que “durante este momento de la vida el niño se
hace adulto y hay diversos cambios –tanto físicos como psicológicos–” en él, y, además, hay una
“creciente interacción con la sociedad". Habla sobre que el mismo vive una transición de la
dependencia a la autonomía e interactúa más con los adultos, quienes “cierran”, de alguna forma,
la puerta a nuevos integrantes de su mundo: las generaciones que vendrán después de ellos. Ya
acercándose a expresar las dificultades del joven para integrarse socialmente, termina por escribir
que el INDEC consensuó (según biología y psicología del ser humano) en Argentina, que el período
de la juventud se comprende entre los 18 y 29 años de edad.

1
Rodríguez, Ernesto. Políticas públicas de juventud en América Latina (2003).
También afirma que se debería intentar conocer a este grupo etario, no tener una definición
automática del mismo y prejuzgarlo, ya que cada generación tiene su expresión y sus formas.
Después de esta afirmación, menciona tres ejes temáticos de las juventudes: se constituyen a
partir de vivir y sobrevivir a la tensión que la sociedad adulta les impone, tienen sus propios modos
de agruparse en el espacio, y sus opiniones antipáticas a la forma burocrática y egoísta de la política
en los tiempos posteriores a la globalización (además de sus formas de intentar combatirla).
Al final de la página 95, comienza a adentrarse en cómo se les complica insertarse en la sociedad
“útil” por decirlo de alguna manera, dependiendo de varios factores del contexto en el que viven,
tanto a nivel Estado y políticas públicas, como la familia en la que les tocó nacer y sus ingresos, o
la situación económica que atraviesan en el momento de la mutación joven-joven adulto.
Todas estas cuestiones serán explicadas, pero se comenzará por la última mencionada
anteriormente, porque es a la que más importancia le da Arroyo en su texto.
Los ingresos de los jóvenes en proceso de “convertirse” en adultos no logran cubrir la Canasta
Básica Total2 y un 10.2% de este grupo etario no alcanza a acceder a la Canasta Básica
Alimentaria3, es decir, a los alimentos indispensables a los que debería tener acceso. Arroyo se
cuestiona entonces cómo, si su salario no les permite hacerse de lo indispensable para vivir, los
jóvenes podrían tener perfectamente solucionado el problema habitacional: ¿a dónde se van a ir a
vivir al –por fin– lograr dejar la casa de sus padres? Muy probablemente, a alguna pensión u hotel
en donde se encontrarán en condiciones de hacinamiento.
Por otra parte, el Presidente de la RPA4 hace referencia a aquellos novicios que no tuvieron la
suerte de educarse previo a esta etapa de transición, o que llegaron, con suerte, a tener acceso a
la educación pública (que cada vez está más alejada de llamarse “de calidad”). En esta última, a
veces, no se encuentra un tutor ni familiar que motive a los alumnos, por lo cual, a nivel alumnado,
siempre presenta un mayor porcentaje de deserción que la educación paga, en la cual se encuentra
un espacio de socialización y educación que adapta más a sus estudiantes a las exigencias del
mundo laboral al que deberán insertarse luego. En cambio, quizá, un alumno de escuela pública ya
se insertó antes que los anteriores, en alguna “changa” para ayudar en el progreso de su familia o
su propio desarrollo, y, es muy seguro que termine prefiriendo el trabajo a finalizar sus estudios.
Pero aquí se presenta el problema: el joven pobre, aquel que no tiene las mismas posibilidades
que un joven que tiene de todo (en lo material) y su futuro más o menos asegurado, ciertas veces,
termina por rendirse ante otras “salidas fáciles”, más fáciles que emplearse. Su falta de estudios
posterior a la pérdida de esperanzas (sumado a que con hambre no se puede pensar) y la escasa
experiencia laboral obstaculiza su llegada a un empleo formal, o con salario digno.

2
La CBT (Canasta Básica Total) es aquella que incluye el transporte, salud, vestimenta, etc., a las que una persona o
familia puede acceder, pero no sus necesidades alimenticias.
3
Conjunto de alimentos indispensables para cubrir las necesidades de calorías de un hogar promedio, aunque representa
un mínimo alimentario de hogares de referencia y no una dieta suficiente en todos los nutrientes.
4
La Red de Prioridades Argentinas es un espacio plural e interdisciplinario integrado por distintas organizaciones de
la sociedad civil, que tiene el objetivo de promover un nuevo estilo de liderazgo para el desarrollo integral de la
Argentina.
Lamentablemente, aquí, el marginal tiene un gran desafío, “no sabe hacia dónde va”, no tiene un
proyecto de vida y en la sociedad ya formada e integrada al mundo laboral adulto no se acepta esta
situación, no se le da oportunidad alguna, y en muchos casos esta discriminación lo hace propenso
a desarrollar conductas violentas o adicción a las drogas, porque termina por preguntarse “¿para
qué seguir intentando?”.
En el caso de la mujer se suma otro problema: el embarazo adolescente5, que la frena aún más en
su intento por “formar parte”: en la mayoría de los trabajos, una mujer sin hijos es tomada en cuenta
antes que la que es madre, por lo que a la mamá joven se la deja de lado para trabajos de poca
calificación y bajo sueldo, como los domésticos.
Más tarde, Arroyo hace mención a otras razones por las que el joven difícilmente consigue trabajo
o rápidamente es desempleado: su despido es más barato ya que no posee una amplia antigüedad,
y no se los tiene en cuenta por su escasa o nula experiencia laboral. Más allá de esto, él sigue
expresando que se deberían repensar las políticas públicas destinadas a los jóvenes, ya que
además de ser el futuro de nuestra nación, son quienes más predispuestos están a los cambios y
quienes mejor se adaptan a las nuevas tecnologías que, progresivamente, se incluyen en los
puestos de trabajo.
Propone, como ejemplos de medidas a tomar, la capacitación y la mejora de la educación, y el
incentivo legal y tributario para incorporar a los jóvenes al mundo laboral de forma positiva y que le
permita continuar desarrollando sus conocimientos.
Entre otras, también se plantea la forma del Estado para llegar a los jóvenes mediante “tutores de
calle” que no permitan que el joven se frustre y se rinda, se desmotive, y a su vez, los ayuden a
elaborar un proyecto de vida para llegar al empleo digno, y con este, una manera digna de vivir.
Estos pueden ser vecinos del barrio del joven, que poseen sobre él la capacidad de persuadirlo
como no lo puede lograr un funcionario. Muchas veces son un maestro o un técnico del club barrial,
personas que se dedican a contribuir con el desarrollo de ciertas personas en determinadas
actividades o espacios de formación y capacitación, acompañándolos y sosteniéndolos mediante el
diálogo, el apoyo y la insistencia sobre ellos.
Cambiando de tema, Arroyo se cuestiona: ¿Qué hacer con los chicos que cometen delitos?
Primero que nada, explica cómo los mismos podrían haber llegado a tal situación: sin un motivo
para intentar superarse y desarrollarse educativa y profesionalmente, con una frustración fuerte
causada por la discriminación y la falta de oportunidades.
Luego señala que, en general, lo que más se debate sobre la delincuencia es la edad de
imputabilidad, sin tener en cuenta que los jóvenes delincuentes no son mayoría en torno a la
delincuencia, que suelen ser más violentos en lo que a delitos refiere porque tienen la sensación de
que la vida se les terminará pronto y no podrán conseguir lo que quieren, que a veces los motiva
gente mayor, que los Institutos de menores están colapsados y no le aseguran el futuro a ninguno

5
Según un informe de la OMS (Organización Mundial de la Salud), la tasa de fecundidad de niñas de 10 a 14 años en
Argentina para 2017 fue de 175.1 por cada 100.000.
de ellos, mucho menos a chicos que nunca fueron instruidos con la cultura del esfuerzo por nadie a
medida que iban creciendo.
Dedica, posteriormente, unas líneas en las que dice que no es sólo el Estado quien debe
responsabilizarse de ayudar a estos jóvenes, sino también las empresas, ONG6, y el mundo
académico dando su voluntariado a estos chicos para evitar la deserción y asegurar el éxito en el
ambiente educativo.
Las políticas integradoras de todos estos organismos deberían, según Arroyo, dar con alguna
solución. Para ello, sería necesario antes, intentar llegar a los jóvenes y conocer su mundo,
brindarles motivación y contención al capacitarlos para ingresar al terreno laboral, y recordar que
ninguno de ellos es igual a otro, ni en su contexto ni en sus intereses, por lo que al diseñar medidas
para este sector se deberían tener en cuenta el grado de carencia socioeconómica y cultural, su
género, la diferencia entre aquellos que viven en espacios rurales y en urbanos, y las brechas
jóvenes-adolescentes y jóvenes, creando un sistema que defina la calidad de cada formación e
instrucción en particular, que llegue a extenderse en todo el territorio para evitar complicar la
situación de quienes están en este proceso con una mudanza fuera de su lugar de crianza,
evaluando los incentivos presentados, definiendo el perfil de los instructores que se encargarán de
los jóvenes y valorando su compromiso, y llegar a conseguir una articulación más eficiente entre la
educación formal y la capacitación laboral.
Más que políticas modificadas, Arroyo propone medidas que reconstruyan el Estado desde cero,
“reescribir la hoja y no llenarla de rayas”, por decirlo de alguna manera.

6
Organizaciones No Gubernamentales destinadas al mejoramiento del desarrollo personal del joven, por ejemplo,
Junior Achievement Argentina o AIESEC Argentina.

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