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La cultura y la ciencia están históricamente ligadas entre sí a pesar de que este

concepto sea más bien reciente, pues sabiendo con certesa que la ciencia es el
conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el
razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen
principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables
experimentalmente, y que la cultura constituye el conjunto de modos de vida y
costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial,
en una época, grupo social, etc., así como el conjunto de conocimientos que
permiten a alguien desarrollar su juicio crítico; podemos decir que el
conocimiento obtenido en momentos anteriores a través del desarrollo científico
es hoy parte del conocimiento cultural de la humanidad.

Quiere decir que, por ejemplo, el descubrimiento de la electricidad, que fue un


paso gigante de avance para el mundo y, en su momento, de uso casi
exclucivo, hoy forma parte de nuestra cotidianidad y, por tanto, de nuestra
cultura. Además a partir de esta se han producido nuevos descubrimientos que
en sus inicios fueron puramente científicos y hoy complementan nuestro día a
día: el televisor, los electodomésticos, los teléfonos y teléfonos móviles, etc..

En el artículo La ciencia y la cultura, se habla de una globalización de las


ciencias, pues al ser estas fenómenos sociales, el método de investigación
científica debería poder ser también una herramienta de las masas. Además
hablan de que este hecho tiene una posibilidad real, pues sitando el mismo
ejemplo utilizado en el artículo, hace unos pocos siglos atrás la capacidad de
leer y escribir era privilegio de unos pocos, pero con el devenir de las décadas
y el repentino “BOOM” científico y tecnológico que trajo consigo el
Renacimiento, fue necesario adquirir una mano de obra culta, declarándose el
preparación escolar como derecho humano, el resto es historia. Entonces la
pregunta es ¿podrá suceder lo mismo con la investigación científica? Pues en
el artículo se muestra, sino convicción, una fuerte inclinación al sí.

Sin embargo en nuestro mundo moderno, y como se dice vulgarmente, “no hay
dos sin tres”, y en la tercera punta de este asunto se encuentra la economía.

Economía, ciencia y cultura forman un nudo indisoluble que desgraciadamente


los más desafortunados no ven y del que los poderosos se aprovechan. En el
artículo antes mencionado se nos facilita el entendimiento de este hecho. De
toda la vida la producción económica se ha valido de los avances científico-
tecnológocos para ser más apetecibles ante los deseos de las masas; en un
momento el punto de esta relación estuvo en la velocidad con la que se podía
aplicar la ciencia a la producción económica, sin embrago actualmente, en una
época en la que apenas se termina el producto ya está siendo producido
masivamente y utilizado por la población (la parte que pueda permitirselo), el
problema está en la renovación constante del producto, disminuyendo así el
tiempo de caducidad y provocando la compra y remplazo constante de la
mercancía.

En un mundo así, podemos decir, con lo que se comercia es el conocimiento, y


si entendemos que hay dos puntos de adquisición de conocimiento, uno a
través del descubrimiento científico y otro a través de la acumulación cultural,
tenemos la Santísima Trinidad del mundo moderno.

Llegados a este punto debemos entender que se ha comercializado, no solo la


ciencia, sino también la cultura, demostrando que los límites económico-
culturales, o bien son demasiado difusos, o bien no existe. Con la
“contaminacíon” de estos campos a aparecido algo que se ha desarrollado
desde el siglo XIX, el consumismo: la tendencia inmoderada a adquirir, gastar o
consumir bienes, no siempre necesarios. El artículo “Cultura del consumo”, nos
muestra como el avance del capitalísmo y de la globalización neoliberal está,
básicamente, apoyado en esta tencencia.

Con la espectacularización de la mercancía, las empresas crean la inconciente


necesidad de “tener” al pueblo, convirtiéndo con este objetivo a TODO en
propaganda, creando un simbolísmo basado en la mentalidad de “soy mejor, si
tengo más”. “La novia de Jhonny Deep solo usa GUCCI”, “el presidente tiene
un Rolex”, “todos los artístas cepillan sus dientes con Colgate”…, la necesidad
humana de ser admirado y ganar relevancia ha pasado de adquirir
innumerables conocimientos con los que poder impresionar al mundo a adquirir
objetos caros e imprecionar a tu vecino, para poder satisfacer a nuestro ego al
sentir que estamos más cerca de la fama que el resto. Todo esto está
condicionado por las empresas capitalísta, las cuales necesitan de nuestra
necesidad de aceptación y falta de autoestima, y se aprovechan de la debilidad
de nuestras mentes ante la frase “si haces esto serás más admirado”. Mientras
tanto la mayor parte del mundo se hunde en la pobreza y el hambre, pero no
podems verlo o no nos importa porque el Iphon que compramos el mes pasado
ya es obsoleto y tenemos que trabajar durante un año y ponernos de deudas
hasta el cuello para poder tener el más moderno, que será obsoleto el mes
siguiente.

No tengo nada en contra de que un país utilice su cultura y su ciencia para


generar ingresos y poder desarrollar su potencial en el mundo. Lo que me
preocupa es que unos pocos paises abarquen todo el capital mundial volviéndo
a sus pueblos y al resto del mundo zombies sedientos de mercancía inútil.
Claro, no pretendo culpar solo al mercado neoliberal por este fenómeno; la
impsibilidad humana de darse cuenta que de que se está undiendo en arena
movediza solo cuando se está ahogando juega un papel esencial en este
proceso. Si solo pudieramos girar un poco la cabeza a la derecha, nos
daríamos cuenta que nuestro campo visual se ha reducido considerablemente.

Elizabeth de la Caridad Méndez Feitó

1º de letras

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