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Una leyenda es una narración tradicional que incluye elementos ficticios, a menudo
sobrenaturales, y se transmite de generación en generación.
Haz escuchado hablar de la llorona, de la Nahuala, la historia del callejón del beso, o
de la tumba del vampiro en el panteón de Belén. A estas historias se les llama
leyendas y son trasmitidas de los abuelos a los nietos y de los padres a los hijos.
Vamos a conocerlas en esta actividad.
Cuando Popocatépetl regresó victorioso supo lo que había sucedido y buscó a Iztaccíhuatl, la cargo
en sus brazos, tomó una antorcha encendida y salió del palacio y de la ciudad. Nadie volvió a verlos.
Después de varios días, todas las personas del valle de México se asombraron al ver dos montañas
muy altas que habían surgido de la tierra y lanzaban llamas hacia el cielo.
Se trataba de dos volcanes.
Cuando el emperador vio las montañas, dijo a su pueblo:
- Iztaccíhuatl y Popocatépetl murieron de tristeza porque no podían vivir el uno sin el otro. El amor
los ha transformado en volcanes y su corazón fiel arderá como una flama para siempre.
El poderoso Popocatépetl a veces se acuerda del amor y de su amada: entonces su corazón que
guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa un humo tristísimo…
Los xocoyoles
Cuentan los que vivieron hace mucho tiempo, que había un hombre que no creía en la palabra de
sus antepasados. Le contaban que al caer una tormenta con truenos y relámpagos salían unos niños
llamados xocoyoles.
Los xocoyoles son los niños que mueren al nacer o antes de ser bautizados. A esos niños les salen
alas y aparecen sentados encima de los cerros y los peñascos.
Cuentan que esos pequeñitos hacían distintos trabajos: unos regaban agua con grandes cántaros
para que lloviera sobre la tierra; otros hacían granizo y lo regaban como si fueran maicitos; otros
hacían truenos y relámpagos con unos mecates. Por eso oímos ruidos tan fuertes y nos
espantamos.
Pero el hombre no creía. Un día, después de una gran tempestad, se fue a cortar leña a un cerro de
ocotes. Cuando llegó vio a un niño desnudo, que tenía dos alas, atorado en la rama de un ocote.
El hombre se sorprendió, sobre todo cuando el niño le dijo:
- Si me das mi mecate que está tirado en el suelo, te cortaré toda la leña que salga de este ocote.
- ¿En verdad lo harás? - le preguntó el hombre.
- Sí, en verdad lo haré.
Como pudo, fue uniendo varios palos. Al terminar puso el mecate en la punta y se lo dio. Cuando el
niño tuvo el mecate en sus manos, le dijo al hombre que se fuera y regresara al día siguiente a
recoger su leña. El hombre se fue y el xocoyol comenzó a hacer rayos y relámpagos. EL ocote se
rompió y se hizo leña. Cuando el niño terminó su trabajo se fue volando al cielo a alcanzar a sus
hermanos xocoyoles.
Al día siguiente el hombre llegó al bosque y vio mucha leña amontonada; buscó al xocoyol y no lo
encontró por ningún lado.
A partir de ese día comenzó a creer lo que le decían sus abuelos.
Adaptación de una leyenda náhualt.