Es evidente que el desarrollo económico debe tener como propósito la disminución de la
pobreza y la erradicación de la miseria o pobreza extrema. Desde ningún punto de vista puede aceptarse que los países progresen con el crecimiento de sus economías, si ese crecimiento no conduce a que a que el número de pobres e indigentes se reduzca, para que así las condiciones de desigualdad se corrijan y se minimicen. Nada justificará que el PNB de un país exhibiera cada año índices superiores de crecimiento, si los porcentajes de pobreza e indigencia no disminuyen simultánea o paralelamente y si no se logra una distribución del ingreso más equitativa. Con relativa frecuencia y desde diferentes centros o sectores, se discute sobre el efecto real que el proceso del desarrollo produce en las condiciones y la calidad de vida de la población. Para algunos analistas y estudiosos del tema, en varios de los países en desarrollo, principalmente latinoamericanos, ese proceso no ha contribuido a la disminución de la pobreza ni a la distribución más justa del ingreso, en las proporciones y medidas esperadas y necesarias. Varias de esas personas piensan que el crecimiento de esas economías continúa beneficiando a un porcentaje muy reducido de la población, porque esta continúa presentando índices de pobreza, miseria y desigualdad nada satisfactorios. En términos generales y en promedio, el 10% de la población más rica continúa recibiendo entre el 40% y el 50% del ingreso nacional y la población que vive bajo el umbral de la pobreza continúa siendo entre el 45% y el 50% del total. Datos y aspectos del desarrollo. Ante estas apreciaciones es importante exponer algunos conceptos y dar a conocer varias cifras (absolutas y relativas) que contribuyen a aclarar dudas y a formar criterios más serios y aceptables o confiables. En primer lugar, se justifica recordar lo siguiente: cuando un país tiene un proceso de desarrollo real, ascendente y continuo, su economía, en términos macroeconómicos, exhibe aumentos en la producción y comportamiento de todos sus sectores. Aumenta la producción agrícola, ganadera, industrial y minera. Se construyen más viviendas, oficinas, obras públicas de infraestructura y más locales comerciales. Aumentan y se amplían los servicios financieros, de transportes, comunicaciones, públicos y profesionales. Además, se presentan incrementos notorios en la inversión agregada, en los índices de educación en todos sus niveles, en el mejoramiento de la salud y en la prestación de todos los servicios profesionales. Simple y escuetamente, esos resultados tienen que involucrar y llegar, en mayor o menor grado, directa e indirectamente, a la gran mayoría de los habitantes del país. Una economía en la cual se invierte más y que demanda más mano de obra, más tierra, más recursos naturales y más servicios tiene que generar más empleos directos e indirectos, más ingresos y más bienestar a muchas personas que antes de presentarse esta etapa de recuperación y crecimiento no era posible que los tuvieran. Es preciso recordar que el crecimiento del aparato productivo de un país (parte real del proceso de desarrollo), da origen a una oferta más grande y más variada de bienes y servicios destinados a satisfacer las necesidades de toda la población o de su inmensa mayoría. La producción total de alimentos, de zapatos, camisas y vestidos, así como la construcción de muchos miles de nuevas viviendas no queda en manos de los dueños o accionistas de las empresas productoras. El aumento tan considerable de las ventas de vehículos automotores, años tras años, se presenta gracias a que periódicamente también hay más compradores. Adicionalmente, si entre los años 2000 y 2006 el cubrimiento de la educación básica primaria pasó del 87% al 92% y el de la educación secundaria aumentó de un 70% a un 78%, es porque el proceso de desarrollo lo ha hecho posible. Si en los últimos siete años se están construyendo en Colombia entre 65.000 y 70.000 viviendas de interés social anuales, es porque también el desarrollo de su economía lo ha permitido y un número igual de familias, antes desposeídas de vivienda, lograron adquirirlas. Siguiendo con el ejemplo colombiano, en los años transcurridos entre 1998 y 2006, el número de personas suscritas y beneficiadas por el sistema general de seguridad social aumentó de 8 millones a 23 millones. Todo lo anterior se apoya en las estadísticas oficiales y en los estudios que realizan continuamente los organismos especializados, nacionales y extranjeros. El problema de la pobreza y de su evolución, por ejemplo, lo analiza el PNUD, entidad de la ONU presente en varios países en desarrollo. Véanse los cuadros correspondientes en los anexos.