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Nacen las expectativas en mi mente, al leer el título de este libro. Confieso, que
páginas una opinión personal de cada capítulo, al nacer nuevas ideas a medidas que
absorber la mayor cantidad de conocimiento posible. Ángel Ossorio, en este libro trata
de realzar los valores de los abogados y de guiar a los nuevos jóvenes que están
A pesar de sus muchas ediciones, y que su primera edición fue en el año 1919,
sus acertados postulados. Nos habla de sucesos comunes entre los abogados de hoy
de Derecho.
falta de ética y moral, actos que desprestigian y afectan a los abogados en general.
El trabajo
La profesión de la abogacía es simplemente maravillosa, y no lo digo porque esté
estudiando para ser abogada, puesto que en realidad lo hago porque me parece que
es indispensable saber un poco sobre todo y es eso lo que hace esta profesión. Te
hace leer tanto sobre diversos temas, pues cada caso es totalmente diferente y
necesita una preparación diferente. Realmente está en cada abogado decidir qué
clase de aboga quiere ser, porque si bien es cierto que la mayoría de las personas a la
hora de buscar un abogado quieren al de más renombre, porque tiene un gran don de
la palabra y de persuasión, o porque tiene un currículo sumamente impresionante
donde se nota su gran educación, o por su gran sentido de honradez, o simplemente
por la cantidad de casos ganados.
Éste es un trabajo que necesita de mucha dedicación y esfuerzo, pero más que todo
necesita ser amada. Involucra muchos sacrificios, como el dedicarle muchísimas de
nuestras horas de sueño, aunque el autor nos dice que es preferible que le
dediquemos las primeras horas de la mañana porque así el entregamos nuestros
primeros esfuerzos y no las de la noche en la que simplemente le entregamos los
residuos. Y vuelvo a decir que esta profesión o se ejerce apasionadamente o no se
ejerce, añadiendo que dichosos son los que tienen la posibilidad de ejercerla, porque
no son muchas las profesiones que nos retan tanto como esta, que siempre nos piden
más y nos hacen crecer muchísimo como individuos de una sociedad.
En cuanto a la manera de trabajar sería osado querer dar consejos, pues sobre tal
materia es tan aventurado escribir como la del gusto. Sin embargo doy una opinión
personal. Parece lógico que antes de coger la pluma se haya agotado el estudio en los
papeles y en los libros. Seriamente, así debe hacerse y no es recomendable ningún
otro sistema.
En fin, todas las reglas del trabajo pueden reducirse a ésta: hay que trabajar con
gusto. Logrando acertar con la vocación y viendo en el trabajo no sólo un modo de
ganarse la vida, sino la válvula para la expansión de los anhelos espirituales, el trabajo
es liberación, exaltación, engrandecimiento. De otro modo es insoportable esclavitud.
La palabra
La palabra es un don, que muchos aún no hemos aprendido a utilizar; al mismo tiempo
puede ser un arma, ya que si no la utilizamos correctamente tanto otras personas
como nosotros podemos salir heridos. Es cuestión de darle el uso correcto y también
del mérito respectivo, pues de no ser por ella muchos de nosotros seriamos salvajes,
ateos sin motivo de existencia alguna, ya que gracias a la palabra es que al pasar de
los años se fueron difundiendo todas nuestras creencias, explicaciones de existencia,
se concretan negociaciones, etc.
Ha como el autor se expresa sobre el uso de la palabra en la abogacía, me da a
entender, por muy tosco que suene, que sobre todo debemos utilizarla correctamente
para la comodidad del juez. Puesto que nos dice que debemos ser breves, para que
no se aburra porque ya ha escuchado tantos argumentos a lo largo de subida que si
es corto hay más posibilidades que falle a t favor; que hay que ser claros para que
hasta el portero nos entienda, además de que el juez esta fatigado y no quiere oír
tantos adornos en las historias; y así pues, no es que no esté de acuerdo con esto que
acabo de mencionar, solo que me parece que no era necesario decir que es para
facilitarle la vida al juez, aunque así sea.
Y de igual forma me parece que Ángel Osorio acierta mucho a la hora de explicarnos
por decirlo de algún modo la clave para el buen uso de la palabra. Porque si bien es
cierto que tanto la cordialidad hacia las otras personas, ya sea el otro abogado, o el
juez; el uso correcto del léxico, mas no tan rebuscado pues lo que se intenta es que se
entienda lo que queremos transmitir; y la amenidad, pues es muchísimo más
agradable escuchar a es apersona que nos habla con calidez y sencillez a la que nos
habla de manera tosca.
Los jueces, como el resto de los trabajadores, acumulan cansancio durante el día y a
lo largo de la semana, por lo que la capacidad oratoria de los letrados es fundamental
para captar su atención, algo en lo que se están formando estudiantes de quinto de
Derecho de Granada.
El estilo forense
Como ya he mencionado antes la abogacía es una profesión para ser amada, de no
ser así hay que ir considerando otras profesiones. Es necesario sentir esa pasión por
la Justicia y por querer hacer justicia. Pues estoy totalmente de acuerdo cuando el
autor nos dice que "se puede vivir sin belleza, sin riqueza, hasta sin salud, mas no sin
justicia". Es que en definitivas es algo primordial en la vida de toda persona, pues de
prevalecer la justicia, podríamos decir que las riquezas estarían bien repartidas, que la
belleza la hallaríamos en todas las cosas y que las condiciones de salud serian
muchísimo mejores.
El abogado debe ser un artista, quizás no lo sea desde su nacimiento, pero ha de
prepararse hasta lograr perfeccionar el arte de la escritura y la oratoria. Aparte de esto
también necesita adecuar sus capacidades como narrador, historiador, novelista,
psicólogo, dramaturgo.
Me agrada el hecho que ahora si se hace la aclaración de que no hay que caer en
adular al juez, si bien es cierto él es el que tiene la última palabra, pero así como
nosotros tenemos que prepararnos tanto él tiene que estar dispuesto a escuchar y
prestar atención por más cansado que esté de escuchar largos argumentos, es su
trabajo al fin y al cabo, ¿o no?; y de igual forma está en nosotros captar su atención
por medio de nuestras palabras.
Elogio de la cordialidad
En mi percepción lo que el autor nos quiere transmitir con este capítulo es que a pesar
de lo que se dice de los abogados y de los jueces, eso que crea desconfianza entre
ellos, hay que dejarlas a un lado para un mejor desenvolvimiento entre todos. Además
de que nosotros no somos quien para juzgar a los demás.
A fin de cuentas todos, tanto Magistrados como abogados tenemos la misma misión,
la de trabajar por la justicia. Tanto es así que podríamos ser comparados con químicos
y biólogos, tomando en cuenta que el bufete y el estrado vendrían siendo nuestros
laboratorios de trabajo.
A este tema no le encontré mucha relación con el título de "elogio de la cordialidad"
pero voy a resumir lo que quiso decir Ossorio al lector.
Al comienzo habla de los abogados y los jueces. De cómo se tiene ya la mala y
errónea idea de que el juez hace favoritismos y el abogado miente. Permítanme
explicarlo de una manera más clara. El juez piensa del abogado: " En qué proporción
me estará engañando y el abogado piensa del juez: ¿A qué influencia estará sometido
para frustrarme la justicia?"
Conceptos arcaicos
Todos los pueblos han evolucionado a lo largo de los años, pero no necesariamente
sus leyes a su paso. Y claramente nos podemos dar cuenta de esto al leer el ejemplo
que nos hace Ángel Osorio. La verdad, es muy lamentable que después de haber
ocurrido el incidente, se haya modificado la ley. Lo cual, sinceramente, no me
sorprende, pero tan siquiera es un avance; pues se dieron cuenta de que había que
reformar la ley.
Casualmente, en Panamá, existe una ley que en pocas palabras nos dice que no se
puede juzgar a alguien utilizando una ley que no exista en el momento, o sea que haya
sido expedida después de haber cometido algún delito (Constitución de la república de
Panamá, Título III, Capítulo I, Artículo 31 – Solo serán penados los hechos declarados
punibles por Ley anterior a su perpetuación y exactamente al acto imputado).
Para los jueces cumplir la regla al pie de la letra es, en muchas ocasiones, criminal; y
si los jueces no han de hacerse cómplices de corrupciones o abandonos, deben usar
su criterio para obtener resultados satisfactorios en un juicio, ya que en muchas
ocasiones los reglamentos son oscuros y faltos de verdad y humanismo. Así que el
juez debe resolver los casos como lo juzgue mejor y no tal y como lo dicen Códigos y
autos.
El arte y la abogacía
Si bien es cierto, el arte se desarrolla por medio de las pasiones y de los sentimientos.
Y a los abogados se nos es referido el don de la palabra, como arte la oratoria y la
escritura, que es la expresión artística más elevada y noble. Al igual que otros
profesionales desarrollan la química, la aritmética o el dibujo lineal.
Es de vital importancia aceptar la invitación, que es como me gusta verlo, que nos
hace el autor de leer más, de ilustrarnos. Pues como he mencionado antes, todo caso
es diferente, por tanto necesita una preparación diferente para llevarlo a cabo. Y es
por esto por lo cual todo abogado siempre se hallara leyendo e ilustrándose sobre
diversos temas.
Así mismo como no puede haber un doctor sin estetoscopio no puede haber un
abogado sin libros, ya que esa es nuestra herramienta de trabajo. Y es indispensable
que todo abogado tenga su propia biblioteca con revistas jurídicas, novelas, códigos,
libros jurídicos nacionales, crónicas, críticas, libros de historia, etc.
No es abogado quien no tiene una delicada percepción artística.
El abogado debe tener inexcusablemente:
Una revista jurídica de su país y otra extranjera.
Una mitad - según las aficiones - de todos cuantos libros jurídicos se publiquen
en su país.
Unos cuantos libros de novela, versos, historia, crónica, crítica, sociología y
política.
La clase
Es interesante ver como en una profesión como la abogacía existe esa indiferencia
hacia lo ajeno, y que al finalizar un juicio ambos abogados puedan ir a tomarse un café
sin molestia alguna. Y es que la gente tiene esta idea equívoca de que los abogados
deben vivir en constantes luchas y pelitos con todo el mundo y no es así, a pesar de
que hay cierto desdén, aunque, elegante.
Bastante lamentable es que el abogado trabaje junto a tantas personas y no tenga la
mínima idea de lo que ocurre en sus vidas. Esto se da en su mayoría porque el
abogado tiende a ser muy individualista, puesto que el abogado nunca estudia fuera
de sí mismo.
Aparte a esto, es de mucha relevancia mencionar que el autor nos dice que al hablar
de clases no quiere decir que existan niveles de superioridad o algo por el estilo, sino
que hay diferenciación a como cada persona realiza sus deberes sociales.
Los abogados, por lo mismo que nuestra misión es contener, cuando cesamos en ella
buscamos la paz y el olvido. No hay campañas de grupo contra grupo, ni ataques en la
prensa, ni siquiera pandillas profesionales como en otras profesiones. Al terminar la
vista o poner punto a la conferencia, nos despedimos cortésmente y no nos volvemos
a ocupar el uno del otro. Apenas y de vez en cuando nos dedicamos un comentario
mordaz o irónico. Nuestro estado de alma es la indiferencia; nuestra conducta, un
desdén elegante.
Las clases no implican desnivel personal sino diferenciación en el cumplimiento de los
deberes sociales.
Como se hace un despacho
Aunque el autor nos dice que en verdad tiene sus dificultades el asociarse con otros
abogados para formar un despacho, por las posibles diferencias de opiniones y por la
división del crédito de un juicio si a final de cuentas es solo uno el que se involucra; yo
opino que es una buena estrategia, aunque en definitiva, a la hora de asociarnos debe
de ser con quienes compartan nuestros mismos ideales.
Me parece que el anuncio no tiene nada de malo, siempre y cuando no caiga en
arrogancia o en ofensas hacia algún compañero letrado. Y al hablar de exhibición, solo
podría decir que si desde un principio no nos vamos involucrando en el medio jamás
podremos llegar a demostrar nuestras capacidades. En otras palabras habremos
estudiado por gusto, porque de no ejercer, no podemos llamarnos abogados.
La verdad me parece que todo lleva un orden y que para haber llegado a ser Ministro,
en un principio debió haber sido un gran abogado, porque sino de nada vale ejercer un
cargo tan importante y no estar lo suficientemente preparado.
La condición inexcusable para triunfar en una profesión es sabré ejercerla. Un tonto
puede prevalecer en lo que depende de la merced, mas no en lo que radica en el
crédito público.
Especialistas
Estoy totalmente de acuerdo con Ángel Osorio, pues un abogado debe de saber de
todo. Simplemente, sería algo inconcebible que se le preguntara a un abogado que
trabaja como asesor legal en un banco sobre algún problema penal y no sepa que
decir. Las especializaciones no son del todo malas pues siempre hay un aspecto de la
profesión que nos llama más la atención, sin embargo, tener conocimiento de todos los
aspectos que constituyen el campo de la abogacía es lo que nos lleva a ser abogados
completos.
Si el hombre es siempre esclavo de la misma tarea, se degrada.
En la abogacía, la especialización toca los límites del absurdo. Simplemente no se
puede ser especialista en una sola cosa, porque en la abogacía como en muchas
otras profesiones, en un solo caso, gran parte de las veces, se necesita de varias
materias de Derecho. Nuestro campo de acción es el alma, y esta no tiene casilleros.
¿Se concibe un confesor para la lujuria, otro para la avaricia y otro para la gula? ¡Pues
igual en nuestro caso!
Esta y no otra es la razón de que tan pocas veces un profesor en un buen abogado. El
profesor ve un sector de la vida, forma en él su enjuiciamiento... y todo lo demás se le
escapa.
Convenzámonos de que en el foro. Como en las funciones de gobierno, no hay
barreras doctrinales, ni campos acotados, ni limitaciones del estudio.
Para el abogado no debe haber más que dos clases de asuntos: unos en que hay
razón y otros en que no la hay.
La hipérbole
El autor nos hace un llamado de atención, diciéndonos que no es necesario hacer uso
de la hipérbole. Pues aquellos abogados que gozan de tener buen gusto, dignidad y
pudor, se dan cuenta que no es necesario llamar la atención exagerando las cosas. Ya
que con un buen argumento, sencillo, pero bueno, basta.
La exageración de la verdad, tan común entre los abogados, debe ser evitada. El buen
gusto suele correr parejas con la dignidad y el pudor. Quien sepa guardar su recato y
ocupar su puesto, de fijo no fraternizará con sus clientes en lo criminal ni los divinizará
en lo civil.
Antes de abrir los registros estruendosos, mire bien si el caso lo merece o no; y en
caso de duda, haya de la hipérbole y aténgase al consejo cervantino:
Llaneza muchacho, llaneza.
La abogacía y la política
Tomando como ejemplo Panamá, es muy común que la mayoría de los que ejercen la
política no sean Abogados, ni siquiera Licenciados en Derecho. Es por eso que vemos
que el país no avanza, porque simplemente nuestros dirigentes no están lo
suficientemente capacitados para hacerlo. En mi opinión muy personal, me parece que
para ejercer un cargo público tan importante como Diputado por ejemplo, debe ser
abogado.
Y así mismo como nos dice el autor, no es común que un político quiera ser abogado,
pero si se dan muchísimos casos en los que los abogados quieren ser políticos. Y es
de lo más normal pues es una de las cosas a la que todo abogado está llamado.
Libertad de Defensa
No me parece adecuado que un particular pueda defenderse por sí mismo. Sí, tiene
razón cuando dice que es vejatorio eso que le impongan pedir justicia por boca ajena,
pero ¿no es ese el motivo por el cual existen los abogados? Es tan absurdo como
decir que yo tengo derecho a gozar de buena salud y por eso yo mismo me voy a
prescribir los medicamentos que necesito, sin saber si funcionarán o no. Por algo
están los doctores que han estudiado bastante como para saber que medicamentos
debe prescribirle a la otra persona. Así mismo, me parece que no cualquier persona
tiene el vasto conocimiento de las leyes que tiene un abogado, y no solo eso, sino el
de saber cómo darle el correcto uso.
El particular debe ser libre para defenderse por sí mismo. Salvo en los casos en que
esa libertad puede dañar al derecho de las otras partes o al interés público.
Para el ciudadano es vejatorio que le obliguen a decir por boca ajena lo que podría
expresar con la propia, y que una cosa tan natural como el pedir justicia haya de
confinarla precisamente a un técnico. El pretorio debería tener sus puertas abiertas a
todo el mundo, sin atender a otro ritualismo que al clamor de quien solicita lo que ha
de menester.
Con ello los abogados ganaríamos en prestigio sin perder sensiblemente en provecho.
Lo primero, porque al no ser nuestro ministerio forzoso, sino rogado, se acrecentaría
nuestra autoridad. Lo segundo, porque serían pocos los casos en que se prescindiera
de nuestra tutela.
Pero se trata de una cuestión de principios, y aunque hubiera de desaparecer por inútil
nuestra profesión, esto sería preferible a mantenerla cohibiendo a la sociedad entera y
permitiendo que, en vez de buscarnos, nos soporte.
El amianto
No me parece justo que por ser abogado, no se pueda tener acciones en alguna
compañía o ejercer un cargo de administrador en ésta. Porque si bien es cierto, el
abogado ejerce para lograr la justicia y ecuanimidad entre las personas, sin embargo,
no por eso no significa que aparte de ejercer como abogado pueda ser un hombre de
negocios. Así mismo como un abogado puede escribir un libro, publicarlo y hacerle
publicidad, me parece que un abogado puede ser dueño de varias acciones.
Tengo a los financieros mucha consideración porque sin su capacidad de iniciativa, sin
su sed de oro, sin su acometividad y sin su ética maleable, muchas cosas buenas
quedarían inéditas y el progreso material sería mucho más lento. Mas no concibo al
Abogado Financiero, por la sencilla razón de que si es financiero no puede ser r
Abogado.
Si un abogado es Financiero, porque al serlo, estarían mezclando el interés propio con
el ajeno y poniendo en cada asunto el albur de hacerse poderosos, vienen a consagrar
inmensos pactos de cuota-bilis; una cuota-litis hipertrofiada.
Poder y riqueza, fuerza y hermosura, todas las incitaciones, todos los fuegos de la
pasión han de andar entre nuestras manos de abogados sin que nos quememos. El
mundo nos utiliza y respeta en tanto en cuanto tengamos la condición del amianto.
Los pasantes
No son muchos los pasantes que continúan ejerciendo la profesión de la abogacía,
después de haber visto cómo funciona el bufete. Y yo creo que en realidad esto se da
porque como el autor nos menciona hay verdaderos abogados que le piden al pasante
su opinión con respecto a un caso y como procederían; y a su vez hay otros que
hacen llamarse abogados pero en realidad no lo son pues limitan la capacidad del
pasante y lo hace pensar que como abogado debe defender al que le pague sin
importar lo demás, lo cual no debería de ser.
Siendo pasante es que en realidad podemos ver cómo funciona la verdadera
abogacía, puesto que en la Universidad aprendemos muchísimo sobre la abogacía,
pero es solo teoría, en la práctica muchas cosas pueden variar.
La enseñanza del bufete no tiene otra asignatura sino la de mostrarse al Abogado tal
cual es y facilitar que le vean sus pasantes. No hay lecciones orales, ni tácticas de
dómine, ni obligaciones exigibles, ni sanción. Si bien se mira, existe una fiscalización
del pasante hacia su maestro, pues, en puridad, este se limita a decir al otro. "entérese
usted de lo que hago yo, y si lo encuentra bien, haga usted lo mismo". Por eso el
procedimiento de la singular enseñanza consiste en establecer una comunicación tan
frecuente y cordial cuanto sea posible.
La defensa de los pobres
No debería haber diferenciación entre un pobre y una persona con más recursos,
refiriéndome a su defensa legal. ¿Por qué al litigante pobre le ponen a un fiscal o un
defensor público para que lo defienda? ¿Por qué no hacer que los grandes abogados
de renombre, y no solo ellos sino todos, en algún momento tomen casos particulares
con litigantes pobres? Por decirlo de cierta forma, sería como un pro bono.
El autor al final de este capítulo nos menciona unas breves medidas a aplicar, con las
cuales no estoy de acuerdo. Comenzando por la segunda que nos dice que si el
litigante pobre pierde deberá pagar un día de cárcel por cada 25 pesetas, esto me
parece absurdo porque estaría como estableciendo que ser pobre es un delito, que por
no poder pagar un abogado debe de pagar con cárcel ¿qué clase de insensatez es
esta? Pero de igual forma las otras dos nos e pueden quedar por fuera. No me parece
justo que el abogado o procurador encargados de la defensa del litigante pobre sean
los que deban cubrir los gastos, y no solo eso sino que si no lo hacen no pueden
ejercer. Les conviene muchísimo más no defenderlo.
Constituye la defensa de los pobres una función de asistencia pública, como el
cuidado de los enfermos menesterosos. El Estado no puede abandonar a quien,
necesitado de pedir justicia, carece de los elementos pecuniarios indispensables para
sufragar los gastos del litigio. Mas para llenar esa atención no hace falta, como
algunos escritores sostienen, crear cuerpos especiales, ni siquiera encomendarla al
ministerio fiscal. Los colegiados de Abogados se bastan para el menester, lo han
cubierto con acierto desde tiempo inmemorial, y debieran tomar como grave ofensa el
intento de arrebatárselo.
La toga
Es algo lamentable que en nuestra actualidad, los abogados no usen la toga en los
juicios. Ya que así mismo como lo menciona Ángel Osorio, la toga inspira cierto grado
de respeto entre las demás personas, es una distinción entre el abogado al resto de
los presentes en el juicio o la corte. La imagen de quien porta la toga es de alguien
bueno y sabio.
Está en nosotros defender ese largo legado que ha dejado el usar la toga al paso de
los años. Es de suma importancia que le demos el uso correcto y comprendamos todo
lo que en realidad significa utilizar la toga.
La toga no representa por sí sola ninguna calidad, cuando no hay cualidades
verdaderas debajo de ella se reduce a un disfraz irrisorio. Pero después de hecha esta
salvedad, en honor al concepto fundamental de las cosas, conviene reconocer que la
toga, como todos los atributos profesionales, tiene para el que la lleva, dos
significados: freno e ilusión; y para el que la contempla, otros dos: diferenciación y
respeto.
La toga es freno, porque cohíbe la libertad en lo que pudiera tener de licenciosa. Es
ilusión, por nuestra función. Por nuestro valer. Por nuestra significación.
Es diferenciación, porque ella nos distingue de los demás circunstantes en el tribunal;
y siempre es bueno que quien va a desempeñar una alta misión sea claramente
conocido. Y respeto, porque el clarividente sentido popular, al contemplar a un hombre
vestido de modo tan severo, con un traje que consagraron los siglos; y, que sólo
aparece para menesteres trascendentales de la vida, discurre con acertado
simplicísimo: "ese hombre debe ser bueno y sabio".
El abogado que asiste a una diligencia en el local infecto de una escribanía, usa un
léxico, guarda una compostura y mantiene unas fórmulas de relación totalmente
distinta de las que le caracterizan cuando sube a un estrado con la toga puesta.
La mujer en el bufete
Debo ser honesta, antes de leer este capítulo me imaginaba que iba a desbordarse de
ofensas hacia la mujer y de razones por la cual las mujeres no deben trabajar en un
bufete. Pero terminé por encontrarme con muchas virtudes que poseen las mujeres. A
excepción de cuando menciona algo que me sonó un tanto despectivo y machista,
diciendo que la mujer debe reputar su función como nobilísima y admirable, auxiliarle
hasta donde sus fuerzas lleguen y el esposo necesite y ver los quehaceres de su
compañero por la faceta glorificada y no por el prosaísmo pecuniario.
Me parece que la época en la que el autor escribió el libro, que por cierto fue hace
unos noventa años atrás, influye bastante en como el autor ve a la mujer. Por esto
simplemente no voy a criticar al autor, pues creo que de haber escrito el libro en esta
época hubiese omitido el capítulo, pues no haría diferenciación entre hombres y
mujeres.
De igual forma, es muy interesante ver como se resalta la importancia del valor de la
familia para el abogado y como halaga a la mujer y sus instintos, que rara vez dejan de
acertar. También como menciona la importancia de una mujer en la vida de todo
abogado (hombre). Así mismo como exalta la tenacidad, la grandeza moral, el
desprendimiento de bienes materiales, el sacrificio y la abnegación de las mujeres que
son madres a la hora de defender a sus hijos, pues es muy acertado que una madre
haría cualquier cosa por el bienestar de su hijo.
Como el libro va dedicado a compañeros principales, les diré que importa mucho para
vestir la toga (cuya bolsa, por cierto, debe ser bordada por la novia o la esposa)
casarse pronto y casarse bien.
Es decir, tenerle sí que le tiene... y, naturalmente, no le está vedado usar de él. Pero
en su estudio y en relación con las mujeres que en él entran, ha de poner tan alta su
personalidad, de considerarla tan superior a las llamaradas de la pasión y al espoleo
de la carne, que su exaltación le conduzca a esta paradoja: el abogado es un hombre
superior al hombre. Esto lo digo en el caso de que a un Abogado le toque alguna
mujer muy atractiva como cliente. El abogado debe ver el atractivo del caso y no el de
la dama.
En pocas palabras, la mujer, con el sexto sentido que tiene, se convertirá, aparte de
nuestra pareja, en nuestra mejor consejera en nuestros casos. Por eso recomiendo
que exista entera comunicación del Abogado hacia su mujer. Claro, esto solamente
cuando la mujer está interesada.