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El diezmo através de las Escrituras

Por Osmany Cruz Ferrer publicado originalmente en CONOZCA edición 2010.1

Introducción

Ante la llegada a nuestro país de literatura con una interpretación bíblica incorrecta acerca de
las enseñanzas sobre el diezmo para el Nuevo Testamento, y estando persuadidos de las
posibles confusiones que esto pudiera traer, es que nacen estas cuartillas.

El diezmo antes de la ley de Moisés

En el libro Cómo interpretar la Biblia uno mismo, Richard Mayhue asegura que el diezmo es un
dogma que hemos tradicionalmente colocado entre nuestras creencias bíblicas para hoy. Esto
–según el ya citado autor- es a causa de una interpretación rígida de las Escrituras desde el
concepto predeterminado de una doctrina o una tradición establecida sin el fundamento
necesario. Mayhue declara: “Mucha gente aporta con fidelidad el diez por ciento de sus
ingresos porque creen que la Biblia enseña que debe diezmarse hoy”1. Para refutar
concluyentemente las enseñanzas sobre el diezmo, Mayhue hace un breve análisis del diezmo
en tiempos de la ley, pero yerra al olvidar que la práctica del diezmo es desde mucho antes.

Veamos el siguiente versículo: Y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu
mano. Y le dio Abram los diezmos de todo. (Gn 14:20)

Esta es la primera cita en la Biblia donde aparece la voz “diezmo”. Este vocablo proviene de la
palabra hebrea ma´aser que significa literalmente “una décima parte”. Nadie sabe como
Abraham recibió la indicación de diezmar, pero el hecho que la Biblia registre este suceso y no
exista reproche divino por este respecto, sin dudas afirma al diezmo como aprobado desde la
lejana etapa patriarcal.2

El intérprete bíblico Harold Willmington, comentando sobre este pasaje dice: “Algunos creen
que la práctica de diezmar (el dar de nuestro dinero a Dios) era algo para ser hecho solamente
por el pueblo de Israel que vivía bajo la ley y, por tanto, no tiene nada que ver con nosotros
hoy. Pero este no es el caso. Abraham diezmaba mucho antes que Israel llegara a ser nación y
como 400 años antes que la ley fuera dada.”3
La segunda ocasión que se menciona el diezmo está relacionada, no con el advenimiento de la
ley, sino cuatro centurias antes de la misma. Otra vez es un patriarca quien lo menciona, Jacob.
“Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el
diezmo apartaré para ti.” (Gn 28:22) En esta ocasión como la anterior el diezmo está
relacionado con una actitud de agradecimiento a Dios por un bien recibido o por recibir. Luego
la ley ratificaría y legislaría sobre el diezmo, pero nunca fue ella la primera en enseñarlo.

El diezmo en la ley de Moisés

Sus prescripciones fundamentales:

Se debía diezmar de todo cuanto el israelita recibiera, del fruto de la tierra, de los animales e
incluso del fruto de los árboles; reconociendo así que todo lo que hemos recibido viene de
Dios y nada podemos tener a menos que venga de su mano. En caso de que un judío quisiera
retener algún producto en particular de su cosecha debía entonces dar el equivalente
monetario y añadirle una quinta parte de ese valor al total, no así de los animales que no
podían ser rescatados. (Lv 27:30-33).

Este diezmo sería usado para alimentar a los que servían en el ministerio del tabernáculo de
reunión y posteriormente el templo. “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los
diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del
tabernáculo de reunión” (Nm 18:21). Esta era la manera adecuada que Dios proveyó para que
fuesen sustentados los que por su ocupación espiritual y por reclamo divino no disponían de
otro tiempo para tener haciendas, cosechar frutos, o criar ganado. Este diezmo que recibían
era la remuneración por el servicio que prestaban a Jehová. “Y lo comeréis en cualquier lugar,
vosotros y vuestras familias; pues es vuestra remuneración por vuestro ministerio en el
tabernáculo de reunión” (Nm 18:31). Dios entregó en Deuteronomio 12:19 una solemne
advertencia a los israelitas sobre no descuidar la atención a los levitas. Sin embargo, no
siempre se obedeció a Dios en este aspecto con puntualidad. En las ocasiones que la nación
olvidó el cuidado de los que ministraban en las cosas sagradas vino la decadencia y el
descontento de Dios hacia la nación. Cuando este mandamiento era desoído Dios siempre
mostraba su reproche ante la avaricia y el egoísmo de su desobediente pueblo (Mal 3:8-9). En
tiempos de Nehemías fue tan descuidada la nación en este menester que los levitas tuvieron
que abandonar el servicio en la casa de Dios e irse a labrar la tierra y ganar dinero en cualquier
forma para no morir de hambre, suceso que Nehemías reprendió oportunamente (Neh. 13:10-
12). Reunió luego a los levitas y los colocó en sus respectivas funciones. Ezequías hizo lo mismo
en su reinado y gracias a esta y otras reformas, el pueblo experimentó un despertar espiritual
como desde los días de Salomón no vivían.

El diezmo también cubría las necesidades de viudas, huérfanos, extranjeros y pobres (Dt 14.28-
29).

Los levitas al recibir el diezmo, debían apartar la décima parte del mismo y presentarlo a Dios
como una ofrenda mecida. Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Así hablarás a los levitas, y les
dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra
heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos.
Y se os contará vuestra ofrenda como grano de la era, y como producto del lagar (Nm 18.25-
27).

Además de diezmar con fidelidad, los israelitas debían participar de la adoración a Dios y el
sistema cultual operante con distintos tipos de ofrendas. Las ofrendas expiatorias (Lv 6.6-7), La
ofrenda por el pecado (Lv 5.6-13), el holocausto (Lv 1; 6.8-13), la oblación (Lv 2) y las ofrendas
de paz (Lv 3). Conjuntamente a estas ofrendas preordenadas meticulosamente, los israelitas
debían entregar las primicias de sus cosechas, de su lana y de su aceite para mantenimiento de
sacerdotes y levitas (Deuteronomio 18.4). De igual forma, seis años labraría la tierra y el
séptimo la dejaría libre al igual que su viña y su olivar para que comieran los pobres y se
alimentaran las bestias (Ex 23.11). No debía recoger las espigas que los cosechadores dejaran
al segar los campos, ni recoger los frutos caídos de sus viñas, para los pobres y los extranjeros
se dejaría (Lv 19.10). Podía ofrecer también ofrendas voluntarias al Señor (Lv 22.18-23).

Todo esto pudiera en un principio parecer agravante a nuestros ojos, pero alguien que vivió
bajo la ley y practicó cuidadosamente cada detalle aseguró: “Joven fui, y he envejecido, y no
he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Sal 37:25). También el
hombre más sabio de la tierra, quien le tocara vivir en tiempos de la ley dijo: “Jehová no dejará
padecer hambre al justo” (Pr 10:3).
Las prescripciones sobre el diezmo buscaban perfeccionar el temor a Dios (Dt 14:22-23) quien
es dador de toda buena dádiva. El cumplimiento de las mismas atraería bendiciones que
aventajarían largamente la dádiva del oferente o del diezmador (Mal 3:10-12). Eran
mandamientos que propiciaban una cobertura para la gratitud y la generosidad que daba lugar
al buen funcionamiento de la nación de Israel en los aspectos religiosos y sociales.

Estas ordenanzas respecto al diezmo tenían además, un propósito futuro que nos alcanzaría a
nosotros. Romanos 15:4 nos dice: “Todo lo que está escrito en la Biblia es para enseñarnos. Lo
que ella nos dice nos ayuda a tener ánimo y paciencia, y nos da seguridad en lo que hemos
creído”.4 Mediante la lectura de pasajes como Lv 3; 5:6-13; 6:6-7; 27:30-33; Nm 18:21; y Dt
14.28-29 la iglesia debiera aprender y consolidar un ánimo dadivoso y una voluntad generosa a
favor de la obra de Dios. (Véase también las declaraciones de Pablo en 1 Co 9.8-10).

El diezmo en el Nuevo Testamento

El diezmo aparece ocho veces en el Nuevo Testamento, siempre en un contexto ilustrativo o


histórico (Mt 23:23; Lc 11:42; Lc 18:12; Hb 7:2,5,9), nunca como una ordenanza específica para
la iglesia. Esto no infiere necesariamente que se ha de abolir, por el contrario, todo cristiano
debiera con alegría y total fidelidad participar en el mantenimiento de la obra del Señor, no
con la décima parte de sus entradas sino con mucho más.

Ciertamente son muchos los que sostienen que no se debe diezmar. Creen encontrar un
argumento cuando aseguran que el diezmo pertenece a la ley. Pero hemos visto que cuatro
siglos antes ya nuestro padre Abraham en la fe y otros patriarcas diezmaban con solicitud. La
ley no introdujo el diezmo, solo legisló sobre él para el pueblo de Israel. Si decimos que no
debemos diezmar hoy porque la ley hace alusión al diezmo, podríamos decir que no debemos
casarnos hoy porque la ley de Moisés también legisla en este respecto.

Jesucristo en su magisterio terrenal nunca atacó la enseñanza del diezmo, lo que censuró fue
la inadecuada prominencia que los fariseos le habían dado sobre otros requerimientos divinos
más importantes como lo son: la justicia, la misericordia, y la fe. Esto lo demuestra Jesús en
Mateo 23.23 al sentenciar en la última oración de este versículo: “Esto era necesario hacer [la
justicia, la misericordia, y la fe], sin dejar de hacer aquello” [diezmar].

Los que reclaman que debemos dejar de diezmar porque estamos bajo la gracia y no bajo la ley
debieran reflexionar que si el judío bajo la ley daba el diez por ciento de todos sus ingresos con
acción de gracias, ¿cómo el cristiano bajo la gracia que ha recibido todos los beneficios del
nuevo pacto sellados con la muerte de Cristo no va a entregar para la obra del Señor, no el diez
por ciento, sino mucho más? El estilo de vida de dar del judío bajo la ley no debiera ser algo
que desechemos como ritualista y caduco, mas bien, debiéramos imitar y sobrepasar con
creces su acción por cuanto estamos bajo una dispensación más excelente.

En el Nuevo Testamento se nos insta a dar. Se prescriben actitudes para hacerlo (2 Co 9:6-7),
pero nunca se limita la forma en que se puede dar. Entregar la décima parte de todas nuestras
entradas forma parte de la herencia histórica espiritual que nos legó nuestro padre Abraham;
imitar esta acción no sería más que una de las tantas formas de cumplir el mandamiento de
Jesús de dar (Lc 6.38) (Hech 20.35). Nadie tiene el derecho de estorbar a un creyente que con
gratitud y generosidad quiera diezmar, traer primicias de su cosecha u ofrendar para el Señor.

Intentar mutilar la enseñanza del diezmo para nuestros días, sería desproveer a la iglesia de
una cobertura para sustentar la obra de Dios y para expresar la gratitud por lo mucho que
hemos recibido del Señor.
La avaricia, la incredulidad y no el apego a las enseñanzas del Nuevo Testamento son las
razones que mueven a algunos a despreciar el diezmo como una forma adecuada, aprobada y
funcional para honrar a Dios (Pr 3.9) y sustentar la obra del Señor.

El dar, sea en la forma que se haga (entiéndase diezmos, ofrendas, primicias) como cualquier
otra actividad dentro del cuerpo de Cristo se hará en una actitud de fe (Ro 14:23) y teniendo
en cuenta, no un mandamiento Antiguo Testamentario, sino el ejemplo de nuestro Señor
Jesucristo quien por amor a nosotros se hizo pobre (2 Co 8:9). Esto es mucho más exigente que
una ley escrita.

Dar fielmente para la obra de Dios es además, prueba de nuestro amor por su obra . “No hablo
como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la
sinceridad del amor vuestro” (2 Co 8:8). Dar es un privilegio no una carga (2 Co 8:4). Diezmar
en la obra de Dios no es una ordenanza legalista, sino una oportunidad hermosa para servir a
Dios y a los santos.

Los siervos de Dios, al igual que los levitas de antaño, necesitan que se les sostenga para
ocupar su mayor tiempo en los negocios del Padre Celestial (1 Co 9:7). Esto, además de ser una
necesidad, es un mandamiento de nuestro Señor Jesucristo: “Así también ordenó el Señor a los
que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (Corintios 9:14). Cuando el cuerpo de
Cristo cuida con fidelidad de sus ministros obedece a Dios y procede con sensatez: Si nosotros
sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si
otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros ( 1 Corintios 9:11). La
historia ha demostrado que cuando la iglesia por pobreza o por falta de visión no crea un
sostén adecuado a sus ministros, consigue que halla falta de eficacia y presteza en el servicio a
Dios de parte de los que presiden.

Colaborar con nuestros recursos para las necesidades del pueblo de Dios nos certifica una
recompensa en los cielos (Lucas 18:22). Dejar de dar para la obra de Dios mediante nuestros
diezmos y ofrendas, si bien no acarreará una maldición sobre nosotros como en días del
Antiguo Testamento, si traerá una pérdida de recompensa (2 Co 9.6,10). Muchos son los que
han dejado de hacerse tesoros en los cielos (Mt 6.19-21) por darle lugar a la incredulidad y a la
avaricia que es idolatría.

Faltar al mandamiento de Jesús de dar para el reino, es un acto de ingratitud y desamor por la
obra del Señor. Los que quieren medrar nuestra generosidad y agradecimiento a Dios sugieren
que abandonemos la práctica del diezmo que tanto bien le ha hecho a la iglesia durante veinte
siglos. Desoigamos estos reclamos.

Nuestra Organización en Cuba, en conformidad con lo que enseña el Nuevo Testamento


referente al dar, a entendido como convenientes medios de ingreso para el mantenimiento de
la obra en general, los diezmos y las ofrendas. De igual forma aprueba cualquier otra manera
de cooperación como lo son las primicias y donativos materiales que sean ofrecidos
voluntariamente.

Conclusiones

La ley de Moisés no introdujo la enseñanza sobre el diezmo en la Biblia; ya los patriarcas


diezmaban con gratitud, aún antes de que existiera propiamente la nación de Israel. Luego la
ley ratificaría y legislaría sobre el diezmo, pero nunca fue ella la primera en enseñarlo.

Las prescripciones sobre el diezmo tenían un doble propósito. El primero tenía que ver con la
nación israelita en su medio religioso y social. El segundo tenía un alcance futuro, el de
consolidar en el cuerpo de Cristo un ánimo dadivoso y una voluntad generosa a favor de la
obra de Dios.
El diezmo aparece ocho veces en el Nuevo Testamento, siempre en un contexto ilustrativo o
histórico (Mt 23:23; Lc 11:42; Lc 18:12; Hb 7:2,5,9), nunca como una ordenanza específica para
la iglesia. Esto no infiere necesariamente que se ha de abolir, por el contrario, todo cristiano
debiera con alegría y total fidelidad participar en el mantenimiento de la obra del Señor, no
con la décima parte de sus entradas sino con mucho más.

Si decimos que no debemos diezmar hoy porque la ley hace alusión al diezmo, tendríamos
también que decir que no debemos casarnos hoy porque la ley legisla en este respecto.

Jesucristo en su magisterio terrenal nunca atacó la enseñanza del diezmo.

Intentar mutilar la enseñanza del diezmo para nuestros días, sería desproveer a la iglesia de
una cobertura para sustentar la obra de Dios y para expresar la gratitud por lo mucho que
hemos recibido del Señor.

El estilo de vida de dar del judío bajo la ley no debiera ser algo que desechemos como ritualista
y caduco, mas bien, debiéramos imitar y sobrepasar con creces su acción por cuanto estamos
bajo una dispensación más excelente.

Entregar la décima parte de todas nuestras entradas forma parte de la herencia histórica
espiritual que nos legó nuestro padre Abraham; imitar esta acción no sería más que una de las
tantas formas de cumplir el mandamiento de Jesús de dar (Lc 6:38; Hch 20:35).

En el Nuevo Testamento se nos insta a dar. Se prescriben actitudes para hacerlo (2 Co 9:6-7),
pero nunca se limita la forma en que se puede dar.
El dar, sea en la forma que se haga (entiéndase diezmos, ofrendas, primicias) se hará teniendo
en cuenta, no un mandamiento Antiguo Testamentario, sino el ejemplo de nuestro Señor
Jesucristo, quien por amor a nosotros se hizo pobre (2 Co 8:9). Esto es mucho más exigente
que una ley escrita.

Dar fielmente para la obra de Dios es prueba de nuestro amor por su obra.

Los siervos de Dios, al igual que los levitas de antaño, necesitan que se les sostenga para
ocupar su mayor tiempo en los negocios del Padre Celestial (1 Co 9:7).

Diezmar en la obra de Dios no es una ordenanza legalista, es una oportunidad hermosa de


servir a Dios y a los santos.

Dejar de dar para la obra de Dios mediante nuestros diezmos y ofrendas, si bien no acarreará
una maldición sobre nosotros como en días del Antiguo Testamento, si traerá una pérdida de
recompensa (2 Co 9:6,10).

Los que quieren medrar nuestra generosidad y agradecimiento a Dios sugieren que
abandonemos la práctica del diezmo que tanto bien le ha hecho a la iglesia durante veinte
siglos. Desoigamos estos reclamos.

Los que durante toda su vida de cristianos han participado con sus diezmos y ofrendas en el
sustento de la viña del Señor testifican del cuidado que Dios ha tenido con ellos no faltándoles
lo necesario para su soporte y el de su familia. Ratifiquemos esta práctica y como el poeta
comprobemos que:
Una cosa yo he aprendido

en mi vida al caminar,

no puedo ganarle a Dios

cuando se trata de dar5.

Bibliografía

Carson, D.A.; R. T. France, R.T., J. A. Motyer y G.J. Wenham, Nuevo Comentario Bíblico: Siglo
Veintiuno, El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1999.
“Constitución General de la Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba”, Asambleas de Dios.
Edición de 1998.

Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996. Empresa Editorial Herder S.A.,


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Diccionario de la lengua española, Larousse Planeta, S.A., 1996.

Douglas, J. D., Nuevo Diccionario Bíblico Certeza, Barcelona: Ediciones Certeza, 2000.

MacDonald, William. Comentario al Antiguo Testamento. Terrassa: CLIE, 1992.

MacDonald, William. Comentario al Nuevo Testamento. Terrassa: Editorial CLIE, 1995.

Mahoney, Ralph. “Los diezmos y las ofrendas”, El cayado del Pastor. Publicado por World MAP
2000.

Mayhue, Richard. “Cómo interpretar la Biblia uno mismo”. Editorial Portavoz, 1989.

Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe)
2000, c1998.

Nuevo comentario bíblico. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1999.

“Reglamento local de la Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba”, Asambleas de Dios. Aprobado


en la LVIII Conferencia General de la I.E.P de Cuba, celebrada los días 17 al 20 de enero de
2001.

Stamps, Donald, ed., “Diezmos y ofrendas”, Biblia de Estudio de la Vida Plena. Deerfield, FL:
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Vila, Samuel y Santiago Escuain Santiago. Nuevo diccionario bíblico ilustrado. Terrassa:
Editorial CLIE, 1985.
Vine, W.E., Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo,
Nashville: Editorial Caribe, 2000.

Willmington, Harold. Auxiliar bíblico Portavoz. Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1999.

1 Richard Mayhue. Cómo interpretar la Biblia uno mismo. (Grand Rapids: Editorial Portavoz,
1989), 131 y 132.

2 Algunos comentaristas sugieren que la práctica de diezmar de Abraham pudiera tener su


origen en las ofrendas de Abel (Génesis 4.4), pero solo es una conjetura.

3Harold Willmington. Auxiliar bíblico Portavoz. (Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1996), 62.

4Sociedades Bíblicas Unidas, Biblia en Lenguaje Sencillo, Miami: Sociedades Bíblicas Unidas,
2000.

5 Fragmento de la poesía “Dar”, autor desconocido.

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