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éQlTO&ÍÁL
© Copyright by EDITORIAL QUETZAL, 1964
S eolio el depósito que marca la ley 1172$
Tocios los derechos reservados
IMPRESO E N LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA
LA CONCEPCION MONISTA DE LA HISTORIA
Siguiendo el criterio de la edición soviética, envia
mos al final las “ N otas” y “ ^Referencias" de este
libro, figurando bajo la primera las correspondientes
a Plé;ianov y bajo la segunda las correspondientes a
la edición crítica soviética.
PREFACIO A LA SEGUNDA Y TERCERA EDICIONES RUSAS
—tan en alto grado interesante que hasta hoy día no ha sido apre
ciada según se merece— de explicar la evolución social e intelectual de
la h um anidad por sus necesidades materiales. Esta tentativa ha ter
minado —además, por muchas causas no podía dejar de terminar—
en el fracaso. Pero pareciera que esta tentativa quedara como legado
para los pensadores del siglo siguiente que desearan continuar la
obra de los materialistas franceses.
Capítulo Segundo
ter del pueblo. Pero, en este caso, la filosofía histórica de Sismondi tro
pieza con nuestra ya conocida contradicción que había confundido a
los enciclopedistas franceses: eJ. modo de -vida de un pueblo determi
nado, depende de su estructura política; esta última depende del
modo de vida. También Sismondi había revelado poca capacidad para
resolver esta contradicción; igual que los enciclopedistas se había vis
to obligado a tomar, alternativamente, como base de sus razonamientos,
ya a uno, ya a otro miembro de esta antinomia. Pero, sea como fuere,
una vez optado por uno de ellos, precisamente por el que reza que
el carácter de un pueblo depende de su Gobierno, había atribuido al
concepto de “ Gobierno" una significación exageradamente amplia: se
gún ¿1, este concepto englobaba decididamente todas las peculiarida
des del medio ambiente social en cuestión, todas las particularidades
de las relaciones sociales dadas. Será más exacto decir que, según él,
decididamente, todas las peculiaridades del medio ambiente social dado,
son obra del “ Gobierno” , resultado de la estructura política. Este
es el punto de vista del siglo X V III. Cuando los materialistas fran
ceses quisieron expresar, concisa y enérgicamente, su convicción con
respocto a la influencia omnipotente del medio ambiente sobre el hom
bre, dedán: c’est la législation qui fait tout (todo depende de la legis
lación). Y cuando se ponían a hablar de la legislación tenían ante
la vista casi exclusivamente la legislación ‘política, la estructura de Es
tado. Entre las obras del famoso J. B. Vico hay un pequeño articulito
bajo el título “ Ensayo de sistema de jurisprudencia, en el que el dere
cho civil de los romanos se explica por sus revoluciones políticas” 21.
Aún cuando este “ ensayo” había sido escrito en el mismo comienzo
del siglo X V III, el criterio que expresa con respecto a la relación del
derecho civil con el régimen del Estado, imperó hasta la Restauración
francesa. Los enciclopedistas habían reducido todo a “ política” 22.
Pero la actividad política del “ legislador” es, en todo caso, una
actividad conscientef aun cuando, tampoco siempre, por supuesto,
conveniente. La actividad consciente del hombre depende de sus
“ opiniones”. Así . pues, los enciclopedistas franceses, en forma des
apercibida para ellos mismos, habían retornado al pensamiento refe
rente a la omnipotencia de las opiniones, incluso cuando quisieron ex
presar patentemente la idea de la omnipotencia del medio ambiente.
Sismondi aún sustenta el criterio del siglo XV’I I I 23. Los his
toriadores franceses más jóvenes ya sostienen otros criterios.
El curso y el desenlace de la revolución francesa, con sus sorpre
sas que situaron en un atolladero a los pensadores más “ ilustrados” ,
fue la refutación, patente hasta el extremo, del pensamiento acerca
de la omnipotencia de las opiniones. Fue entonces cuando muchos se
decepcionaron totalmente de la fuerza de la “ razón” , y los otros, que
no so habían decepcionado, comenzaron a manifestar tanto más la pro
pensión a aceptar la idea de la omnipotencia del medio ambiente como
al estudio del curso de desarrollo de este último. Pero también el medio
ambiente comenzó a ser examinado, durante la Restauración, con un
22 G. PLEJANOV
¡?;ón habrán de ser iguales” . Ciertamente sucede que los hombres las
tergiversan (les altérent). “ Pero todo hombre que razona correctamen
te, habrá de arribar, ineluctablemente, a determinadas ideas, tanto en
la moral, como asimismo en la matemática. Estas ideas representan
la deducción necesaria de la verdad incontrovertible de que los hom
bres son seres que sienten y raciocinan” 46. E n realidad, los criterios
sociales de los enciclopedistas franceses no fueron deducidos, por su
puesto, de esta más que justa verdad, sino dictados por el medio am
biente en que vivían. El “ hombre” , del cual ellos pensaban, se distin
guía, no tan solo con la facultad de sentir y raciocinar : su “ naturaleza”
reclamaba un determinado orden burgués (las obras de Holbach re
sumen justamente estas reclamaciones que, posteriormente, fueron lle
vadas a la práctica por la Asamblea Constituyente) ; fue esta “ natu
raleza” la que preceptaba la libertad de comercio, la no-intervención
del Estado en las relaciones patrimoniales de los ciudadanos (¡ laissez
faire, laissez passer!) 4T, etc., etc. Los enciclopedistas miraban a la
naturaleza humana a través del prisma de las necesidades y relaciones
sociales en cuestión. Pero no sospechaban que es la historia quien ha
bía colocado delante de sus ojos cierto prism a: se imaginaban que
por sus bocas estaba hablando la mismísima “ naturaleza hum ana” ,
comprendida y apreciada, al fin, por los representantes iluminados de
]a humanidad.
Is’o todos los escritores del siglo X V III tenían igual noción acerca
de la naturaleza humana. A veces discrepaban muy vigorosamente en
tre sí a raíz de este problema. Pero todos ellos, de igual modo, es
taban convencidos de que sólo un criterio correcto con respecto a
esta naturaleza puede ofrecer la clave para explicar los fenómenos
sociales.
Antes hemos dicho que muchos de los enciclopedistas franceses ya
habían notado que el desarrollo ele la razón humana estaba sometido
a ciertas leyes. Fue, ante todo, la historia de la literatura, la que les
había infundí do el pensamiento acerca de la existencia de estas leyes:
'“ ¿cuál es el pueblo —preguntaban—, que no haya sido antes poeta y
recién después pensador?” 48. ¿Cómo se explica, pues, esta sucesivi-
cad? Por las necesidades sociales que son también las que determinan,
incluso, .el desarrollo del lenguaje, contestaban los Enciclopedistas.
‘ ‘ E>1 arte de hablar, como también todas las artes, es el fruto de las ne
cesidades e intereses sociales” , había demostrado el abate Arnaud, en
un discurso, que acabamos de mencionar en una nota al p ie 49. Las
necesidades sociales cambian y por eso cambia también el curso del
desarrollo de las “ artes” . Pero, ¿qué es lo que determina las nece
sidades sociales? Estas últimas, las necesidades de los hombres que in
tegran la sociedad, están condicionadas por la naturaleza humana; por
consiguiente, es en esta última donde cabe buscar también la explica
ción de éste, y no de otro curso, del desarrollo intelectual.
La naturaleza humana, para poder desempeñar el papel de mó
dulo supremo, tenía que haber sido considerada como algo dado de una
30 G. PLEJANOV
doctrina que estima que los éxitos de los conocimientos —por con
siguiente, de la actividad consciente del hombre— eran el resorte fun
damental del movimiento histórico.
Pero prosigamos.
Si la clave para comprender la historia la suministrara la natu
raleza del hombre, lo que reviste importancia, no es tanto el estudio
de los hechos de la historia, sino la correcta comprensión, precisamen
te, de esta naturaleza humana lo que importa para nosotros. Una vez
en posesión de un certero criterio con respecto a dicha naturaleza del
hombre, yó pierdo casi todo el interés por la vida social, tal como ella,
es, para concentrar toda mi atención en 3a vida social, tal como ella
debe ser de eoformidad con la naturaleza humana. El fatalismo en la
historia no está reñido, en absoluto, con una actitud utópica frente a
la realidad en la práctica. Todo lo contrario, la facilita al romper el
hilo de la investigación científica. El fatalismo, en general, no raras
veces, marcha memo a mano con el subjetivismo más extremista. El fa
talismo, a cada paso, proclama su propio estado de ánimo, como ley
irrevocable de la historia. Con respecto a los fatalistas vienen preci
samente bien las palabras del poeta:
Was sie den Geist der Geschichte nennen
Jst nur der Herren heigner Geist 09.
Los saintsimonistas aseveraban que la cuota del producto social
que los explotadores obtienen del trabajo ajeno va reduciéndose pau
latinamente. Tal reducción, según ellos, constituía una importantísi
ma ley que presidía el desarrollo económico de la humanidad. Para
probar esta afirmación, aducían la disminución gradual de ha tasa de
interés y la de la renta del suelo. Si, en este caso, hubiesen aplicado
los procedimientos de la investigación rigurosamente científicos, ha
brían hallado las causas económicas del fenómeno que señalaban, y,
para este fin, hubieran tenido que estudiar atentamente los procesos
de la producción, de la reproducción y de la distribución de productos.
Al haberlo hecho así, habrían visto, posiblemente, que la baja de la ta
sa de interés y hasta de la renta del suelo, si ésta efectivamente se es
taba operando, no probaba, ni muchísimo menos, la reducción de la cuo
ta que pasaba a poder de los propietarios. Su “ ley” económica habría
obtenido, entonces, por supuesto, una formulación completamente dis
tinta. Pero no tenía interés en esto los saintsimonistas. La fe que ha
bían depositado en la omnipotencia de leyes misteriosas, derivadas de
la naturaleza humana, marcaba el rumbo a la labor de su pensamien
to en una dirección totalmente diferente. La tendencia, hasta hoy pre
dominante en la historia, no podrá sino acrecentarse en el futuro, de
cían ; la constante disminución de la parte que les toca a los explotado
res, acabará, necesariamente por desaparecer del todo, esto es, la desa
parición de la propia clase de los explotadores. Frente a tal perspecti
va, ahora mismo, decían, los .utópicos, habremos.de idear las nuevas for
mas de una organización social en ía que no haya ya, en absoluto, nin
gún lugar para los explotadores. Basándose en las otras peculiaridades
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 37
ruso era un feto muerto antes de nacer. Pero para algo sirvió que
el señor V. V. siguiera viviendo once años más. Al cabo de los cuales tuvo
que reconocer, aun cuando no “ en voz alta ” , que el capitalismo, esta
“ criatura nacida m uerta” se estaba desarrollando cada vez más y
más, resultando que el desarrollo del capitalismo había llegado a
ser, tal vez la más incontestable “ ley que rige el desenvolvimiento
económico de Elisia” , en vista de lo cual, el señor V. Y. “ alargó el
paso” para “ cambiar la casaca” de su “ filosofía de la historia” :
él, que anduvo a caza de la “ ley” comenzó a argüir que semejante
brísquecla era un pasatiempo totalmente inútil. 331 utopista ruso se
muestra entonces; dispuesto a apoyarse en la “ ley” , pero de inme
diato abjura de ella, tanto como el apóstol Pedro había negado a Jesús.
Tan pronto comprueba que la “ ley marcha de contramano” al “ ideal” ,
él tiene necesidad de apuntalarla, no tanto por temor, cuanto sí por
razones de conciencia. Además, el señor V. Y. tampoco ahora “ había
roto para siempre sus amistades” con la “ ley” . “ La tendencia
natural a sistematizar las concepciones —escribe el señor V. Y.—
habría de llevar a la intelectualidad rusa a construir un esquema
independiente del desarrollo de las relaciones económicas que corres
pondan a las necesidades y condiciones del desenvolvimiento de nuestro
país; esta labor, sin duda alguna, será cumplida en el futuro más
cercano” (Nuestros rumbos, pág. 114). La intelectualidad rusa, al
“ construir” su “ esquema independiente” habrá de entregarse, evi
dentemente a la misma tarea a la que se había entregado el señor
V. Y. en “ Destinos del capitalismo ruso” euando iba en busca de
la “ le y ” . Cuando el esquema será hallado —-y el señor Y. Y. “ pone
a Dios por testigo ’? que esto ha de suceder en el futuro más próximo—,
nuesi.ro autor hará la paz con la vigencia de leyes,como había hecho
la paz el “ padre de los Evangelios con su hijo pródigo” . ¡Gracioso!
De por sí se entiende que incluso cuando el señor Y. Y. aún
estaba buscando 3a “ ley ” , no se había dado clara cuenta del sentido
que esta palabra podía tener, para su empleo en los fenómenos socia
les. Contemplaba la “ ley” del mismo modo como la habían contem
plado los utopistas de la década del 20. Sólo así se explica el que
abrigara la esperanza de descubrir la ley de desarrollo de un solo
país, de Rusia. Pero, ¿qué motivo tiene para achacar sus propios
procedimientos de pensamiento a los marxistas rusos? Se equivoca si
piensa que en su concepción relativa a la vigencia de leyes de los
fenómenos sociales, los marxistas rusos no habían avanzado más que
los utopistas. Y de que piensa así, lo muestran todas las objeciones
que contra ellos viene formulando. Sí, y no es el único que piensa así,
de igual modo piensa el propio “ profesor de historia” , señor Kareiev;
lo mismo piensan todos los adversarios del “ marxismo” . Comienzan
por im putar a los marxistas un criterio utópico de la vigencia de
leyes de los fenómenos sociales, para después term inar en la tentativa
de destrozar dicho criterio, eon un éxito más o menos dudoso. ¡Una
auténtica batalla contra molinos de viento!
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 43
L A FILO SO FIA ID E A L IS T A A L E M A N A
tiene otra filosofía y ve bien los defectos del sistema liegeliano; pero
haye que reconocer que los principios expuestos por Hegel, efectiva
mente estaban muy próximos de la verdad, y algunos de sus aspectos
habían sido expuestos, por este pensador, con un vigor verdaderamen
te sorprendente. P e estas verdades, algunas constituyen el mérito per
sonal. de Hegel, Las otras, aún cuando no son patrimonio exclusivo de
su sistema, ya que lo son de toda la filosofía alemana a comenzar des
de ICíint y Pichte, tienen la virtud de que nadie antes que él las había
formulado con tanta nitidez y proferido con tanto vigor, como Hegel
en su sistema.
Señalaremos, ante todo, el principio más fructífero de todo pro
greso, el que, tan expresiva y espléndidamente distingue a la filosofía
alemana, en general, y, sobre todo, al sistema de Hegel, de los criterios
hipócritas y pusilánimes que habían imperado en esa época (princi
pios del siglo X IX ) entre franceses e ingleses: “ La vex-dad es el
objetivo supremo del raciocinio, busquen la verdad, ya que en ella re
side el bien ; no importa cual fuera la verdad, ella está mejor de todo
Jo no verdadero; el primer deber de un pensador es no retroceder ante
ningunos resultados; debe estar dispuesto a sacrificar sus más favoritas
opiniones a la verdad. E l error es la fuente de toda perdición; la ver
dad es el bien supremo y la fuente de todos los demás bienes” . P ara
apreciar la excepcional importancia de esta demanda, común de toda
la filosofía alemana, iniciada desde Kant, pero pronunciada con particu
lar energía por Hegel, es menester recordar las extrañas y estrechas
condiciones que habían limitado la verdad del pensador de otras escue
las de aquel entonces; no se dispusieron a filosofar sino para “ justi
ficar sus queridas convicciones” , esto es, no buscaban la verdad, sino
un punto de apoyo para sus prejuicios; cada uno tomaba de la verdad
sólo lo que le agradaba y rechazaba toda verdad que no le era agrada
ble, habiendo reconocido descaradamente que un extravío agradable
le parecía muchísimo mejor que una verdad imparcial. Esta manera
de preocuparse, no por la verdad, sino para corroborar los prejuicios
gratos, fue aprobado por los filósofos alemanes (sobre todo Hegel)
“ raciocinio subjetivo” . (¡Por todos los Santos! g,No sería por eso que
nuestros pensadores subjetivistas tildan a Hegel de escolástico? El au
tor) . Un filosofar por placer personal, y no para la necesidad viva de la
verdad. Hegel puso rudamente al desnudo este entrentenimiento hueco y
nocivo (¡ Oíd ! ¡ Oíd !). Hegel, como medio preventivo necesario contra la
tentación de rehusar la verdad, para complacer los deseos personales y
filosofar por placer personal, y no para la necesidad viva de la verdad.
Hegel puso rudamente al desnudo este entretenimiento hueco y nocivo
(¡Oíd! ¡Oíd!). Hegel, como medio preventivo necesario contra la ten
tación de rehusar la verdad, para complacer los deseos personales y
los prejuicios, presentó el famoso “ método dialéctico del pensamien
to ’ La esencia de este último radica en que el pensador no debe darse
por satisfecho con cualquier deducción positiva, sino que ha de inqui
rir si el objeto sobre el cual piensa, no posee cualidades y fuerzas
opuestas a las que exhibe a primera vista. De este modo, el pensador
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 65
pie arla a todo fenómeno ¡oh!, con qué serenidad calificará con pro
babilidad de éxito lo que a otros les produce confusión, etc” 131.
“ El cambio eterno de las formas, la reprobación perpetua de la
forma, nacida por cierto contenido” . .. los dialécticos, efectivamente,
consideran tal cambio, tal “ reprobación de las formas” , como una
ley grandiosa, perpetua, universal. Esta convicción no la comparten,
en la actualidad, con los dialécticos solamente los representantes de
algunas ramas de la ciencia social, carentes de valor para m irar di
rectamente la verdad de frente, y que se esfuerzan por mantener,
aunque sea con ayuda de extravíos, sus queridos prejuicios. Con tanta
más razón hemos de apreciar los méritos de los grandes idealistas
alemanes, que ya desde los principios mismos del presente siglo repi
tieran incesantemente, acerca del cambio eterno de las formas, de su
perpetua reprobación, como resultado del acrecentamiento del conte
nido que había dado vida a estas formas.
Antes habíamos dejado un “ por ahora” sin examinar la cuestión
«cerca de que si es exacto que todo fenómeno se convierte, como lo pen
saban los idealistas dialécticos alemanes, en su propio contrario. Ahora,
así lo esperamos, el lector habrá de concordar con nosotros que, esta
cuestión, propiamente hablando, se puede dejar de examinar en ab
soluto. Cuando empleen el método dialéctico al estudio de los fenómenos
es menester que recuerden que las formas cambian eternamente como
resultado “ del superior desarrollo de su contenido” , Este proceso de
reprobación de las formas lo deben seguir observando en toda su ple
nitud, si es que quieren agotar el objeto. Pero si la nueva forma
habrá de ser opuesta a la vieja, esto lo mostrará la experiencia, y
saberlo por anticipado no tiene, absolutamente, ninguna importancia.
Es cierto que, precisamente, sobre la base de la experiencia histórica
de la humanidad, todo jurista entendido en la materia dirá que toda
institución jurídica, tarde o temprano, se convierte en su propio con
trario: hoy esta institución facilita la satisfacción de ciertas nece
sidades sociales; hoy es útil, necesaria, precisamente ante la vista de
estas necesidades. Después comienza a ser cada vez peor y peor para
satisfacer esas necesidades; finalmente se convierte en un estorbo para
su satisfacción: de necesaria se convierte en perjudicial y entonces
queda destruida. Tomen lo que quieran —la historia de la literatura
o la de las especies-—, y, por doquier donde hay desarrollo verán
idéntica dialéctica. Pero, de todos modos, si hubiera alguien que,
queriendo penetrar en la esencia del proceso dialéctico, comenzará,
precisamente, por ía verificación de la teoría de los contrarios de los
fenómenos, que se encuentran situados unos al lado de otros en cada
proceso dado de desarrollo, habría abordado la cuestión desde e]
punto menos adecuado.
En la elección del ángulo de miras para tal verificación, siempre
hubiera tendo mucho de arbírario. Hay que abordar esta cuestión des
do su costado objetivo, dicho en otras palabras, hay que adquirir cla
ridad acerca de ¿qué es el cambio ineludible de las formas,
68 G. PLEJANOV
-mente, tan sólo en la esfera del espíritu 14r\ Resulta que la avena crece
“ según Hegel lo indica” , como nos lo asevera Van-Tieghera, pero Hegel
piensa de la avena, según lo indica el señor Mijailovski, como nos lo
garantiza la “ Enzyklopadie der philosophischen Wissenschaften im
Grwndisse” UG. \ Un milagro, y nada más que un milagro! “ Ella lo
manda a él. y el me lo remite a mí, y yo se lo despacho al cantinero
P'etrusha ” . . .
El otro ejemplo, copiado de Engels por el señor Mijailovski para
la persuasión de los “ no iniciados” , se refiere a la doctrina de Rou
sseau u \
“ En el estado natural y salvaje, los hombres eran iguales; y . ..
Rousseau. . . tiene perfecta razón cuando aplica el criterio de la igual
dad de los anim ales.., también a los hombres-bestias. Pero estos hom
bres-bestias . . . llevaban a los demás animales la ventaja de ser seres sus
ceptibles de perfeccionamiento, y aquí es donde reside la fuente de
la desigualdad. Rousseau v e. . . en el nacimiento de la desigualdad, un
progreso. Pero este progreso era antagónico” . “ Todos los progresos pos
teriores . . . fueron otros tantos pasos dados aparentemente hacia la per
fección del individuo humano, pero, en realidad, hacia la decadencia
de la especie. . . La elaboración de los metales y la agricultura fueron
las dos: artes, cuyo descubrimiento provocó esta gran revolución” . . .
Para el poeta, el oro y la plata, para el filósofo, el hierro y el trigo, civi
lizaron al hombre y arruinaron al género humano. Ciada nuevo avance
de la civilización es, a la vez, un nuevo avance de la desigualdad y lle
van. . . hasta un punto en que la desigualdad, agudizada hasta el má
ximo , . . se trueca de nuevo en lo contrario de lo que es: ante el déspota,
todos los hombres son iguales, pues todos quedan reducidos a cero. De
este modo, la desigualdad se trueca de nuevo en igualdad. . . en la
igualdad del contrato social” .
Así transmite el señor Mijailovski el ejemplo citado por Engels.
Como por sí mismo se entiende, para el señor Mijailovski, también esto
“ se apresta a ser discutido” .
“ Se podría formular algún, reparo, con motivo de la exposición
de Engels. pero para nosotros es importante saber qué fue, precisamente
en el tratado de Rousseau (“ Discours sur Vorigine et les fondements
de V inégalité parmi les Jiommes” ) 149, lo que Engels aprecia. El 110
se refiere a la cuestión de que si Rousseau había comprendido correcta
o incorrectamente el curso de la historia, a Engels sólo le interesa que
Rousseau “ raciocina dialécticamente” : apercibe la contradicción en
el contenido mismo del progreso y dispone su exposición de modo de
poder ajustarla a la fórmula hegeliana de la negación y de la nega
ción de la negación. Y, en efecto esto es posible, aun cuando Rousseau
no conoció la fórmula dialéctica hegeliana” .
Esta es tan sólo la primera ofensiva, de vanguardia, contra el
' ‘hegelianismo ’’ representada por Engels. A continuación sigue el
ataque sur íouie lajigne 1B0.
“ Rousseau, sin haber conocido a Hegel, piensa como éste lo indica,
dialécticamente. ¿Por qué, precisamente, Rousseau, y 110 Voltaire, y
74 G. PLEJANOV
lización, por una regresión moral. No. No solamente eso había señalado
Rousseau. P ara él, el progreso intelectual fue la causa de la regresión
moral. De ello se podría convencer aun sin haber leído las obras de
Eousseau; bastaría recordar, a base del extracto citado anteriormente,
el papel que él había atribuido a la elaboración de los mietales y a
la agricultura, que provocaron una gran revolución, habiendo aniqui
lado la igualdad primitiva. Pero quien haya leído al propio Rousseau,
no habrá olvidado, por supuesto, el siguiente pasaje de su “ Discours
sur Vorigine de Vinígalité” 154: “ II me reste á consi<derer et á rappro-
cher les différents hasards qui ont pu perfectionner la raison húmame)
en déteriorant Vespéce, rendre un étre méóhaní en le renclant socia
ble. . ( Me queda por considerar y reunir, los diferentes casos fortui
tos que ha podido perfeccionar la razón humana deteriorando la espe
cie y produciendo de este ser malo, un animal sociable. . . ) .
Este pasaje es particularmente formidable, por cuanto arroja una
excelente luz respecto del criterio de Rousseau relativo a la facultad
de la especie humana para el progreso. Acerca de esta peculiaridad ha
blaron no poco sus “ coetáneos” también. Según Eousseau, esta facul
tad “ jamás hubiera podido desarrollarse de por s í”. P ara desarrollarse
tuvo -necesidad de constantes impulsos desde el exterior. Esta es una
de las importantísimas peculiaridades del criterio dialéctico con res
pecto al progreso intelectual, comparado con el criterio metafísica,
Aún tendremos que hablar de ella posteriormente. Ahora lo que con
sideramos importante es que el pasaje citado expresa, del modo más
manifiesto, la opinión de Rousseau con respecto a la conexión causal
de la regresión moral, con el progreso intelectual155. Y ello es muy
importante para dilucidar el criterio de este escritor referente al
curso de la civilización. Según el señor Mijailovski resulta que
Eousseau había señalado simplemente la “ contradicción” y hasta,
posiblemente había derramado algunas generosas lágrimas con este
motivo. En realidad, Eousseau consideraba esta contradicción, el re
sorte fundamental del desarrollo histórico de la civilización. El fun
dador de la sociedad civil y, por lo tanto el sepulturero de la igualdad
primitiva, había sido el hombre que, habiendo cercado una parcela
de tierra, se le ocurrió decir “ esto es m ío” ; dicho en otras palabras,
la basí- de la sociedad civil la forma la propiedad que provoca tantos
pleitos entre los hombres, suscitando en ellos tanta codicia, deteriora
su moral. Pero la aparición de las propiedad presupone cierto desa
rrollo de la “ técnica y de los conocimientos” (de 1'industrie et des
lumiéres). Así, pues, las relaciones primitivas habían perecido pre
cisamente en virtud de este desarrollo; pero en tanto, este desarrollo
había conducido al triunfo de la propiedad privada. Las relaciones
primitivas de los hombres, por su parte, ya se hallaban en un estado
tal, que la continuación de su existencia se había vuelto imposible. 150.
Si hemos de juzgar a Eousseau por la manera como presenta el señor
Mijailovski, la “ contradicción” señalada por aquél se podía pensar
que el famoso ginebrino no fue más que un “ sociólogo subjetivo”
76 G. PLEJANOV
llorón que, en el mejor de los casos, fue capaz de idear una “ fórmula
de progreso” altamente moral, para remediar con ella las calamidades
humanas. En realidad, Rousseau aborrecía, más que todo, precisamente
esta clase de “ fórmulas” y las batía toda vez que se le presentaba la
oportunidad.
La sociedad civil había brotado sobre los escombros de las rela
ciones primitivas, que resultaban incapaces de continuar existiendo.
Estas relaciones llevaban implícito el germen de su propia negación.
Rousseau, al probar este postulado, ilustró anticipadamente un pen
samiento de Hegel: todo fenómeno se destruye a sí mismo, se convier
te en su. contrario. E>1 razonamiento de Rousseau acerca del despo
tismo, puede considerarse una nueva ilustración de este pensamiento.
Juzgad vosotros mismos de cuánta comprensión de Hegel y de
Rousseau revela el señor Mijailovsld, al decir: “ evidentemente, el ra
ciocinio dialéctico no tiene, decididamente, nada que hacer aquí” , T
suponiendo, igualmente, que Engels había incluido, arbitrariamente,
a Rousseau en el bando dialéctico, basanclose únicamente en que és
te usaba los términos de “ contradicción” , “ círculo” , “ retorno al pun
to de p artid a” , etc.
Pero, | por qué Engels había invocado a Rousseau, y no a ningún
otro? “ ¿Por qué precisamente a Rousseau y no a Yoltaire, no al primer
hombre de la calle? Pues porque, todos los hombres, por su propia na-
turaleza, piensan dialécticamente” . . .
Se equivoca, señor Mijaiiovslci, no todos, ni muchísimo menos; a
ustedes, Engels jamás los habría aceptado por dialécticos. Le bastaría
con echar una lectura de su artículo *‘ Carlos Marx ante el tribunal del
señor Zhuovsld” 157 paar englobarlos, rotundamente, entre los meta físi
cos incorregibles.
Engels, refiriéndose al raciocinio dialéctico', dice: “ El hombre
pensó dialécticamente mucho antes de saber lo qué era dialéctica, del
mismo modo que habló en prosa, mucho antes de que existiera esta pa
labra. Hegel no hizo más que formular nítidamente por vez primera
esta ley de la negación de la negación, ley que actuá en la naturale
za y en la historia, como actuaba también inconscientemente en nues
tras cabezas, antes de que fuese descubierta” 138. Como puede ver el
lector, aquí se trata del raciocinio dialéctico inconsciente, que dista
aún muchísimo del consciente. Cuando decimos que los “ extremos se
tocan” , sin percatarnos de ello, estamos enunciando un criterio dia
léctico de las cosas; cuando nos desplazamos, una vez más sin sospe
charlo, nos dedicamos a una dialéctica aplicada (antes ya hemos di
cho que el movimento es una contradicción realizada). Pero, ni el
movimiento, ni los aforismos dialécticos, aun no nos resguardan de
la metafísica en la esfera del sistema de pensamiento. Todo lo con
trario. La historia nos muestra que a lo largo de mucho tiempo, la me
tafísica se iba fortaleciendo cada vez más —y necesariamente tenía
que haberse fortalecido—, a costa de la dialéctica ingenua prim iti
LA. CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 77
nuevo orden, el carácter auténtico del cual aparecerá, otra vez, nítido
ante los hombres sólo después de haber cumplido su papel histórica:
la lechuza de Minerva emprenderá nuevamente su vuelo de noche163.
Ni que hablar que los periódicos viajes nocturnos de esta ave de la
inteligencia, son sumamente útiles, son hasta completamente necesa
rios. Pero aún así nada explican, necesitando ellos mismos ser expli
cadlos, y seguramente están sujetos a una explicación, ya que ellos
también tienen su propia vigencia de leyes que los preside.
El haber reconocido que el vuelo de la lechuza de Minerva está
sometido a la vigencia de leyes sirvió de base para una concepción
completamente nueva en la historia del desarrollo intelectual de la
humanidad. Los metafísieos ele todos los tiempos, de todas las naciones
y de todas las corrientes, una vez hecho propio cierto sistema filosófico,
lo estimaban incondicionalmente verdadero, y todos los demás absolu
tamente falsos. Sólo conocían la oposición abstracta entre ideas abs
tractas: la verdad, el error. Por eso, la historia del pensamiento no
fue, para ellos, sino una concatenación caótica de errores en parte tris
tes, en parte divertidos, cuya danza salvaje continuaba hasta el mo
mento feliz en que será ideado, finalmente, el auténtico sistema filosó
fico. Así contemplaba la historia de su ciencia, ya J. B. Say, este
metafísico de metafísieos. No aconsejaba estudiarla, ya que en ella no
hay nada fuera de extravíos. Los idealistas dialécticos veían la cuestión
de un modo distinto. La filosofía es la expresión intelectual de su
tiempo} decían; cada filosofía es auténtica para su tiempo y errónea
para ¡otro.
Pero, si la razón gobierna el mundo, solamente en el sentido
de la vigencia de leyes de los fenómenos; si no son las ideas, ni el cono
cimiento, ni la “ ilustración” los que dirigen a los hombres en su, por
así decirlo, construcción del edificio social y en su movimiento histó
rico, ¿dónde está, pues, la libertad del hombre? ¿Cuál es el campo
en el que el hombre “ juzga y escoge” , sin divertirse, cual niño con ún
pasatiempo inútil, sin servir de juguete en manos de una fuerza ex
traña, aunque posiblemente, tampoco ciega?
La vieja pero eternamente nueva cuestión de la libertad y la
necesidad se planteó ante los idealistas del siglo XIX , igual como
se había planteado ante los metafísieos del siglo anterior, igual
como se debía planteado, terminantemente, ante todos los filósofos
que habían abordado l¡os problemas relativos a la relación entre la
existencia y la conciencia. Esta cuestión, cual una esfinge, decía a
cada uno de estos pensadores: ¡descíframe, o devoro tu sistema \
La cuestión referente a la libertad y la necesidad, fue también el
problema, cuya solución, aplicada a la historia, fue considerada por
Schelling como la más grandiosa tarea de la filosofía transcendental.
¿Lo resolvió él como lo resolvió esta filosofía?
Y fíjense: para Schelling, igual que para Hegel. este problema
ofrecía dificultades en su aplicación, precisamente, a la historia. Desde
80 G. PLEJANOV
cial, cosa que viene sucediendo siempre, aunque no con igual celeridad
ni mucho menos, ante los hombres se plantean nuevos objetivos indivi
duales. Su actividad consciente libre adopta, necesariamente, un nuevo
aspecto. Be la esfera de la necesidad, pasamos, nuevamente, a la de la
libertad.
Todo proceso necesario, es un proceso sujeto a leyes. Los cambios
de las relaciones sociales, imprevistos para los hombres, pero nece
sariamente resultantes de sus acciones, se llevan a efecto, de conformidad
a leyes definidas. La filosofía teórica debe descubrirlas.
Evidentemente., también los cambios introducidos en los objetivos
vitales, en la actividad libre de los hombres, están sujetos a leyes por
las relaciones sociales cambiadas. Dicho en otras palabras: el paso
de la necesidad a la libertad, también se efectúa de conformidad con
determinadas leyes, que pueden y deben ser descubiertas por la filo
sofía práctica.
Y una vez que la teoría filosófica cumpla esta tarea, suministrará
una base completamente nueva e inconmovible a la filosofía práctica.
Una vez que conozca las leyes que rigen el movimiento histórico social,
podré influir sobre él en corcondancia con mis objetivos, sin desconcer
tarme, ni por los chascos de los atómos locos, ni por las consideracio
nes de que mis compatriotas, en tanto que seres dotados del libre
albedrío están disponiendo contra mí y en cada momento, de montones
de las más asombrosas sorpresas. Yo, por supuesto, no estaré en. con
diciones de tener una garantía por cada compatriota individ.ua!, sobre
todo si pertenece a la “ clase intelectual ” , pero, en líneas generales,
conoceré la tendencia de las fuerzas sociales, y solamente me faltará
confiar en que su resultado logre mis objetivos.
De tal manera, que si puedo llegar, por ejemplo, al grato conven
cimiento de que en Rusia, a diferencia de otros países son los “ funda
mentos de la sociedad” los que habran de triunfar, será solamente en
la medida en que logre comprender las acciones de los gloriosos “ rusos” ,
como acciones sujetas a leyes, consideradas desde el punto de vista
de la necesidad, y no desde el de la libertad únicamente. “ La historia
universal es el progreso en la conciencia de la libertad, dice Hegel
un progreso que debemos comprender en su, necesidad” 170.
Prosigamos. Por más bien que estudiáramos la “ naturaleza del
hombre” , aun así estaremos todavía muy distantes de comprender los
resultados sociales que brotan de las acciones de los hombres individua
les. Supongamos que, juntamente con los economistas de la vieja
escuela, hubiéramos reconocido que la tendencia al lucro es el rasgo dis
tintivo principal de la naturaleza humana. ¿Estaremos en condiciones
de prever las formas que habrá de revestir esa tendencia? Con rela
ciones sociales determinadas, definidas y que conocemos, sí. Pero estas
relaciones sociales determinadas, definidas y que conocemos, habrán
de cambiar ellas, mismas bajo la presión de la “ naturaleza hum ana’’,
bajo el influjo de la actividad adquisitiva de los ciudadanos. ¿E n qué
dirección habrán de cambiar? Esto será tan poco conocido como esa
LA. CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 85
pin tropezar a cada rato con dicho siste m a".,. Aquí se presenta el
asunto como si Hegel, supuestamente, se contagiara directamente de
los físicos el “ misticismo galvánico” . Pero, el sistema de Hegel no re
presenta sino la continuación del desarrollo de las concepciones de
Schelling; está claro que el contagio debía haber surtido algún efecto
antes sobre este último. Había surtido efecto también, responde se
renamente el señor Mijailovski, o el señor Filippov, o Frazer: “ Sche
lling y, sobre todo algunos médicos., anteriores discípulos de él, ha
bían llevado la teoría de la polarización hasta el último extremo” .
Biesi, pero el predecesor de Schelling, como se sabe, fue Fichte, ¿que
efecto había surtido sobre él contagio galvánico? De esto no nos dice
nada el señor Mijailovsld, probablemente porque piensa que no hubo
ningún efecto. Y tiene completa razón, si es que así piensa: para con
vencerse de ello, basta con echar.una lectura a una de las primeras
obras filosóficas de Fichte: “ Grundlage der gesammten Wissenscha-
ftslekrc ’\ Leipzig 1784 m . En esta obra, ningún microscopio será
capaz de descubrir el influjo del “ galvanismo” , mientras que allí tam
bién figura la famosa “ tría d a ” , que, a juicio del señor Mijailovski,
constituye el signo distintivo principal de la filosofía hegeliana cuyo
abolengo, Frazer, supuestamente, “ con una considerable pizca de ver
d ad ” deriva de “ los experimentos de Galvani y V olta” . . . Hay que
confesar que todo esto es sumamente extraño, aun cuando no se puede
dejar de reconocer que, de todos modos, Hegel, etc. etc.
El lector ya sabe cuál fue la opinión de Schelling con respecto al
magnetismo. E) defecto del idealismo alemán no reside, en absoluto,
en haber tenido per base, una pasión, supuestamente excesiva, in
fundada, que había adoptado una forma mística, por los descubrimien
tos científico naturales de ese tiempo, sino, precisamente al revés, en
que todos los fenómenos de la naturaleza y de la historia se había
esforzado por explicar con ayuda del proceso de pensamiento que
había personificado.
Como conclusión, una agradable noticia. El señor Mijailovski ha
encontrado que “ la metafísica y el capitalismo se hallan en la cone
xión más íntima entre s í ; que empleando el lenguaje del materialismo
económico, la metafísica es una necesaria parte integrante de la “ su
perestructura” de la forma capitalista de producción, aun cuando, a
la vez, el capital absorbe y adapta a sus conveniencias todas las apli
caciones técnicas de una ciencia —hostil a la metafísica—, basada en
el experimento y la observación.” El señor Mijailovski prometí perorar
acerca de “ esta curiosa contradicción” en alguna otra oportunidad,
i Verdaderamente curiosa habrá de ser la investigación del señor Mi
jailovski! Pensadlo un poco: lo que él califica de metafísica, había
obtenido un brillante desarrolo en la antigua Grecia, y en la Alemania
del siglo X V III y de la primera mitad del XIX. Hasta ahora se creía
que la antigua Grecia no fue, en absoluto, un país capitalista, y en
la Alemania del período señalado el capitalismo acababa de comenzar
a desarrollarse. La investigación del señor Mijaiiovslci habrá de mos
90 G. PLEJANOV
E L M ATERIALISM O CONTEMPORANEO
a una fuerza extraña a ella, situada fuera de ella. Los jóvenes he-
gelianos, al sublevarse contra la idea absoluta, lo hicieron, ante todo, en
nombre de la actividad independiente de los hombres, en nombre de
la razón humana final.
“ La filosofía especulativa —escribía Edgar Bauer— se equivoca
muchísimo cuando habla de la razón como de alguna fuerza abstracta,
absoluta... La razón no es una fuerza objetiva, abstracta, en relación
a la cual el hombre representa únicamente algo subjetivo, fortuito,
pasajero; rso. el hombre mismo, la conciencia ele su ser, es, precisamen
te, lg¡ fuerza imperante, mientras que la razón no es sino una fuerza
de esa conciencia del hombre. Por consiguiente, no existe ninguna ra
zón absoluta, sólo hay una razón que va variando eternamente a me
dida del desarrollo de la conciencia; esta razón no existe, ni muchísimo
menos, en forma definitiva, sino que va cambiando perpetuamente” 1T5.
Así, pues, no hay una idea absoluta, ni una razón abstracta, sino
solamente la conciencia de los hombres, la razón ^humana, eternamente
mutable. Ello es completamente ju sto ; en contra de ello no se pondría
a discutir r.i siquiera el señor Mijailovski, para quien como ya lo sa
bemos “ todo se presta a ser discutido” . .. con un éxito más o menos
dudoso, Pero ¡una cosa rara! Cuanto más vamos acentuando este
pensamiento justo, más difícil se va volviendo nuestra situación. Los
viejos idealistas alemanes habían sincronizado la idea absoluta, con la
vigencia de leyes de todo proceso en la naturaleza y en la historia.
Surge el interrogante, ¿con qué vamos a sincronizar esta vigencia de
leyes, habiendo aniquilado su depositaría., la idea absoluta? Supongamos
que en relación a la naturaleza, se puede ofrecer una respuesta sa
tisfactoria en un par de palabras: la sincronizamos con las peculia
ridades de la materia. Pero, en relación a la historia, la cosa resulta no
tan simple, ni mucho menos: la fuerza imperante en la historia re
sulta ser la conciencia del hombre, perpetuamente mutable, la razón
humana final. ¿Existe alguna vigencia de leyes en el desarrollo de
esta razón? Edgar Bauer hubiese contestado, por. supuesto, afirmativa
mente, puesto que para él, el hombre y, por consiguiente, también la
razón de éste, no era, en absoluto; como lo vimos, algo fortuito. Pero
si le solicitáramos al mismo Bauer que nos dilucidara su concepto acerca
de la vigencia de leyes en el desarrollo de la razón humana, si le
preguntáramos, por ejemplo, por qué en una época histórica dada, la
razón se había desarrollado de una manera, y en otra, de otro modo,
no obtendríamos de él, propiamente hablando, ninguna respuesta. Nos
hubiera dicho que “ la razón humana, permanentemente en desarrollo,
es la que crea las formas sociales” , que “ la razón histórica es la
fuerza motriz de la historia universal” y que, por este motivo, todo
régimen social dado resulta caduco tan pronto la razón da un nuevo
paso en su desarrollo m . Pero todas estas y otras similares asevera
ciones, no habrían servido de respuestas, sino que hubieran significado
divagar en torno de la cuestión de qué es lo que hace que la razón
human a de nuevos pasos en su desarrollo y el porqué los da en una
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 93
derecho más moderna, si no fuera por que nuestro erudito reveló una
confusión de ideas bastante considerable y muy nociva por sus
consecuencias.
Hablando, en general, toda unión social tiende a elaborar un sis
tema de derecho que satisfaciera, de la mejor manera, sus necesidades,
que fuera lo más útil para ella en la época dada. El hecho de que un
conjunto dado de instituciones jurídicas sea útil o nocivo para la so
ciedad, no puede, en manera alguna, depender de las peculiaridades
de cualquiera “ idea", no importa quién sea el que la sustentara:
depende, como hemos visto, de los modos de producción y de las relacio
nes recíprocas que existen entre los hombres, relaciones que son crea
das por dichos modos de producción. En este sentido, el derecho no
tiene, ni puede tener una base ideal. puesto que su base es siempre real.
Pero la base real de todo sistema dado, no excluye una actitud ideal
ante él, de parte de los miembros de una sociedad dada. La sociedad,
tomada en su conjunto, no puede sino ganar de tal actitud de sus
miembros. Por el contrario, en sus épocas transitorias, cuando el siste-
Ina de derecho existente en la sociedad ya no satisface sus necesidades,
—brotadas del ulterior desarrollo de sus fuerzas productivas— la p ar
te de avanzada de la población puede y debe idealizar un nuevo sistema
de instituciones, que corresponda más al “ espíritu del tiempo". La
literatura francesa está colmada de esta idealización del nuevo orden
amaneciente de las cosas.
El origen del derecho en la “ necesidad", excluye el fundamento
“ ideal" del derecho, sólo en las representaciones de los hombres que
están habituados a englobar las necesidades en el terreno de la materia
grosera, y que oponen dicho terreno al “ espíritu" “ puro", ajeno a toda
clase de necesidades. En realidad, lo “ ideal" es sólo lo que es útil a
los hombres y toda sociedad, al elaborar sus ideales, se guía solamente
por sus necesidades. Las que parecen ser excepciones de esta regla ge
neral irrefutable, se explican por que debido a la evohtción de la
sociedad, sus ideales no raras veces están rezagados con respecto a sus
nuevas necesidades 2n.
La conciencia de la dependencia de las relaciones sociales, con
respecto al estado de las fuerzas productivas, va penetrando cada vez
más y más en la ciencia social contemporánea, pese al inevitable eclec-
tismo de numerosos científicos, pese a sus prejuicios idealistas. “ Igual
como la anatomía comparada había elevado al nivel de una verdad
científica el viejo proverbio latino de <cpor las garras reconozco al
león”, así también la. etnografía puede del armamento de un pueblo
dado, deducir exactas conclusiones acerca de su civilización", dice el
ya mencionado Oscar Peschel. 252 ‘ ‘ Con el modo de obtener los alimen
tos, se encuentra vinculada, del modo más íntimo, la desarticulación
de la sociedad. Por doquier donde un hombre se asocia con otro, apa
rece cierta autoridad. Los más débiles de todos son los lazos sociales'
entre las hordas nómadas, dedicadas a la caza, del Brasil. Pero también
ellos se ven en la necesidad de defender sus regiones y necesitan, cuan
LA. CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 117
sociales. EJ3a dista mucho de ser una causa primaria, ella misma
es un efecto, una “ función’', de las fuerzas productivas.
Y ahora siguen los puntos prometidos en la acotación. “ Tanto el
cuerpo, como también el alma tienen sus propias necesidades que
buscan su satisfacción y que sitúan a la personalidad individual en
diversas relaciones con respecto al mundo exterior, esto es, con res
pecto a la naturaleza y los demás hom bres... La actitud del hombre
ante la naturaleza, según las necesidades físicas y espirituales del
individuo, crea, por eso, por un lado, las artes de diverso género,
tendientes a asegurar la existencia material del individuo, por el otro
lado, toda la cultura intelectual y m o ral... ” 2G0. La actitud materia
lista del hombre ante la naturaleza tiene sus raíces en las necesidades
del cuerpo, en las peculiaridades de la materia. Es en las necesidades
del cuerpo donde hay que buscar “ las causas de la caza de fieras, de
la ganadería, de la agricultura, de la industria transformativa, del
comercio y de las operaciones monetarias” . Esto, por supuesto, es
así, guiándonos por un sano razonamiento: pues, si no tuviéramos el
cuerpo, ¿qué necesidad hubiéramos tenido del ganado y de las fieras
del suelo y la maquinaria, del comercio y del oro? Pero, por el otro
lado, cabe también decir eso: ¿qué es un cuerpo sin alma? No más que
una materia, y ésta, pues, es una cosa muerta, pues ella misma no
puede crear nada, si a su vez, no estuviera integrada por alma y
cuerpo. Por lo tanto, la materia caza fieras, domestica ganado, cultiva
la tierra, negocia y sesiona en los Bancos, no por su propio intelecto,
sino por indicación del alma. Por consiguiente, es el alma donde hay
que buscar la causa última de la aparición de la actitud materialista
del hombre ante la naturaleza. Por consiguiente, también 'el almla
tiene una doble necesidad por lo tanto, también el alma está integrada
por alma y cuerpo, y ello viene a ser, aparentemente, una cosa muy
absurda. Pero esto no es todo. Sin querer nos asalta una “ duda” , y he
aquí el motivo. Según el señor ICareiev resulta que, sobre la base de
las necesidades corporales brota la actitud materialista del hombre
ante la naturaleza. ¿Es esto exacto? ¿Unicamente ante la naturaleza?
El señor Kareiev recuerda, posiblemente, cómo el abate Guibert ana-
temizó a las comunidades urbanas, que aspiraban a liberarse del yugo
feudal. Estas comunidades eran, según él, instituciones “ aborrecibles” ,
cuyo único fin de existencia estaba basado, en el desvío del justo cum
plimiento de las obligaciones feudales. ¿Quién había sido el que ha
blaba por boca del abate Guibet: el “ cuerpo” o el “ alm a” ? Si fue
el “ cuerpo” , entonces repetimos que, por consiguiente, el cuerpo tam
bién está integrado por “ cuerpo” y “ alm a” , y si fue el “ alm a” , quiere
decir, por lo tanto, que también ella está integrada por “ alm a” y
“ cuerpo” , puesto que había revelado, en el caso examinado, muy poco
de esta actitud desinteresada frente a los fenómenos, la que, según dice
el señor Kareiev, constituye la peculiaridad distintiva del “ alm a” .
¡Vaya uno a descifrar este galimatías! El señor Kareiev dirá, posible
mente, que por boca del abate Guibert la que hablaba, fue, precisamente
el alma : pero lo hacía bajo la imposición del cuerpo, y que lo mismo
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 129
íar, para poder destacar de su seno a cierto sector de hombres que han
de dedicar sus fuerzas, exclusivamente a las tareas científicas y otras
de la misma índole. Luego, el criterio, antes mencionado, de JPlatón
y de Plutarco, está mostrando que la orientación misma de la labor
intelectual en la sociedad, está determinada por sus relaciones de
producción. En lo que hace a las ciencias, ya Vico había dicho que
éstas brotan de las necesidades sociales. En cuanto a una ciencia, como
la Economía Política, ello es evidente para todos aún para quienes no
sepan más que un poco de su historia. El conde Pecchio hizo notar
justamente que la Economía Política, en particular, confirma la regla,
según la cual, la práctica siempre y por doquier antecede a la cien
cia 252. Esto, por supuesto, se puede interpretar también, en un sentido
muy abstracto; se puede decir: “ bien, se entiende que la ciencia nece
sita de la experiencia, y cuanto mayor es esta última, tanto más completa
es aquélla” . Pero no se trata de esto. Comparen los criterios econó
micos de Aristóteles o de Jenofonte, con los de Adam Smith o de
Ricardo, y verán que entre la ciencia económica de la antigua Grecia,
por un lado, y la ciencia económica de la sociedad burguesa, por el
otro, no sólo existe una diferencia cuantitativa, sino también una
cualitativa una concepción completamente distinta, una actitud to
talmente diferente ante la materia ¿Cómo se explica esta diferencia?
Se explica, simplemente por el cambio de los fenómenos mismos: las
relaciones de producción de la sociedad burguesa no se parecen a las
relaciones de producción antiguas. Las diversas relaciones existentes
en la producción crean diversos criterios en la ciencia. Más aún.
Comparen los criterios de Ricardo con los de cualquier Bastiat, y
verán que estos hombres consideran, de modo distinto, las relaciones
de producción, las cuales, por su carácter general, no habían cambiado
—son relaciones burguesas de producción. ¿A, qué se debe esto? Se debe
a que en la época de Ricardo, estas relaciones acababan de florecer,
apenas terminaban de consolidarse, mientras que en la época de
Bastiat, ya se encaminaban hacia la decadencia. Los diferentes estados
de las mismas relaciones de producción tuvieron que haberse refle
jado en las concepciones de los hombres que las estaban defendiendo.
O tomemos la ciencia del Derecho Político. ¿Cómo y por qué se
había desarrollado la teoría de ese Derecho? “ La elaboración cien
tífica del Derecho Político —dice el profesor Gumplovich— se inicia
tan sólo cuando las clases dominantes entran en un conflicto entre
sí, a raíz de la delimitación de las órbitas de autoridad de cada una.
A.sí, la primera gran lucha política que encontramos en la segunda
mitad del medioevo europeo, la lucha entre el Poder seglar y el cle
rical, la lucha entre el Emperador y el Pontificio, imprime el primer
impulpo al desarrollo de la ciencia alemana del Derecho Político. El
segundo problema litigioso de tipo político, que había provocado una
bifurcación entre las clases dominantes y que imprimió un impulsó
a la elaboración publicística de la respectiva parte del Derecho Cons
132 G. PLEJANOV
Hace falta persuadirse de que ¡ ¿ estas son las fruslerías más con
sumadas ?! Cuando Marx dice que una teoría dada corresponde a tal
o cual período del desarrollo económico de la sociedad; no quiere de
cir con ello, en absoluto, que los pensadores, que representaban a la
clase gobernante de ese período, ajustaran, conscientemente, sus con
cepciones, a los intereses de sus benefactores más o menos acaudalados,
más o menos generosos.
Impostores hubo, por supuesto, siempre y por doquier, pero no
fueron ellos los que hicieron avanzar la inteligencia humana. Y los que
verdaderamente lo hicieron, se preocuparon por la verdad, y no por
los intereses de los poderosos de este mundo'256.
“ Sobre las diversas formas de la propiedad, —dice Marx—, sobre
3as condiciones sociales de existencia, se levanta toda una superestruc
tura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de
vida diversos y plasmados de un modo peculiar. La clase entera los
crea v los plasma, derivándolos de sus bases materiales y de las rela
ciones sociales correspondientes” . E l proceso de generación de la su
perestructura ideológica se opera de un modo imperceptible para los
hombres. Estos no consideran esta superestructura como un producto
pasajero de relaciones temporarias, sino como algo natural y obli
gatorio, por su propia esencia. Los individuos sueltos, cuyos modos de
pensar y sentimientos se forman bajo el influjo de la educación y, en
genera), de las circunstancias circundantes, pueden estar colmados de
la actitud más sincera y completamente abnegada ante las opiniones
y formas de vida en comunidad que habían brotado, históricamente,
sobre la base de más o menos estrechos intereses de clase. Otro tanto
sucede también con partidos enteros. Los demócratas franceses de 1848
expresaban las aspiraciones de la pequeña burguesía. Esta última, como
es natural, tendía a defender sus intereses de clase. Pero, “ no vaya
nadie & formarse la idea limitada —dice Marx— de que la pequeña
burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase.
Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su eman
cipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser
salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco
debe creerse que los representantes democráticos son todos tenderos
o gente que se entusiasma con ellos. Pueden estar a un mundo de
distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que
los hace representantes de Ja pequeña burguesía es que no van más
allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en
sistema de v id a ; que por tanto, se ven teóricamente impulsados a los
mismos problemas y a las mismas soluciones que impulsan a aquéllas:
prácticamente, el interés material y la situaeión social. Tal es, en ge
neral, la relación que existe entre los representantes políticos y
literarios de una clase y la clase por ellos representada” 257.
Esto lo dice Marx en su libro sobre el coup d ’état 258 de Napoleón
III 2515. En otra de sus obras, Marx, posiblemente nos aclara aún me
jor la sicología dialéctica de las clases. En dicho libro se trata del papel
134 G. PLEJANOV
vida, y, por lo tanto, también del desarrollo cultural, cada uno de los dos
países intercambiantes puede asimilar algo del otro. E-jemplo: la li
teratura francesa, al influir a la inglesa, recibió, a su vez, la influencia
de ésta.
La literatura seudoclásica francesa 268, estaba, en su tiempo, muy
del gusto de la aristocracia inglesa. Pero los imitadores ingleses jamás
pudieron elevarse a la altura de sus modelos franceses. Ello es debido
a que, pese a todos sus esfuerzos, los aristócratas ingleses no han
podido trasplantar a su país las relaciones sociales que habían dado
lugar al florecimiento de la literatura seudoclásica francesa.
Los filósofos franceses admiraban la filosofía de Locke. Pero
ellos habían avanzado muchísimo más allá que su maestro. Ello es
debido a que la clase cuyos representantes ellos eran, en Francia había
avanzado ya muchísimo más en su lucha contra el antiguo régimen,
que la misma clase de la sociedad inglesa, cuyas aspiraciones hallaban
su expresión en la filosofía de Locke.
Cuando existe —como, por ejemplo, en Europa, durante la edad
moderna— todo un sistema entero de sociedades, que se influyen mu
tuamente, de un modo extraordinariamente vigoroso, la evolución de
las ideologías en cada una de estas sociedades se complica tan pode
rosamente, como se complica su desarrollo económico, bajo el influjo
del constante intercambio comercial con los demás países.
E n un caso así, es como si tuviéramos una sola literatura, común a
toda la humanidad civilizada. Pero, igual como la familia zoológica se
subdivide en especies, así esta literatura universal se gubdivide en
literaturas de los diversos pueblos.
(Cada corrientes literaria, cada idea filosófica adopta su matiz
particular, a veces casi un sentido nuevo, en cada uno de los diversos
países civilizados) 2Gí).
Cuando Hume llegó a Francia, los “ filósofos” franceses lo salu
daron como a su correligionario. Pero, he aquí que una vez, almor
zando en casa de Holbach, este indudable correligionario de los
filósofos franceses entabló una conversación acerca de una “ religión
n atu ra l” . “ En lo que atañe a los ateístas —dijo—, yo no admito su
existencia; yo jamás he conocido a ninguno” . “ Hasta ahora, no ha
tenido suerte —le replicó al autor de “ Sistema de la Naturaleza”'—,
Por primera vez, ve usted aquí, en la mesa, nada, menos que a dieci
siete ateístas” , Este mismo Xííume ejercía una decisiva influencia
sobre Kant. al que había despertado, según lo reconocía éste último,
de su somnolencia dogmática. Pero la filosofía de Kant difiere conside
rablemente de la de Hume. El mismo caudal de ideas conduce al ateísmo
militante de los materialistas franceses, a la indiferencia religiosa de
Hume, a la religión “ práctica” de Kant. La cuestión consiste en
que el problema religioso en Inglaterra de esa época, no desempeñaba
el mismo papel que en Francia, y en Francia, no el que desempeñaba
en Alemania. Y esta diferencia en la significación del problema reli
gioso, estaba condicionada por el hecho de que, en cada uno de estos
140 G. PLEJANOV
esta enfilado contra las ideas que sirven de expresión de los aspectos
más nocivo®, en la época dada, del régimen caduco. En relación a
estos aspectos, los ideólogos revolucionarios sienten un invencible de
seo de “ contradecir” a sus antecesores. E n cambio, en relación a las
demás ideas, aun cuando habían brotado del suelo de las antiguas re
laciones sociales, los revolucionarios permanecen, a menudo completa
ra eiite indiferentes, y, a veces continúan sustentando, por tradición,
dichas ideas. Así, por ejemplo, los materialistas franceses, al librar
Ja lucha contra las ideas filosóficas y políticas del antiguo régimen
(o sea, contra el clero y 3a monarquía aristócrata), dejaban casi sin al
terar las antiguas tradiciones literarias. Ciertamente, también aquí, las
teorías estéticas de Diderot fueron la expresión de las nuevas relacio
nes sociales. Pero, en este terreno, la lucha fue muy débil debido a
haberse concentrado las fuerzas principales en otro campo “7S. Aquí
la bandera de lucha la izaron tan sólo después, y, además, hombres que,
al haber simpatizado ardientemente con el antiguo régimen derrocado
por la revolución, debieran haber, al parecer, simpatizado también con
los criterios literarios que se habían formado en la edad de oro de dicho
régimen. Pero esta extrañeza aparente se explica por el principio de la
‘*contradicción ’ \ Cómo quieren, por ejemplo, que un Chateaubriand
simpatizara con la vieja teoría estética, si Yoltaire —¡este odioso y
maléfico Y oltaire!— fue uno de sus representantes.
JDer Widerspmch ist das Fortleiiends 27°. dice Hegel. La historia
de las ideologías, muestra una vez más, que el viejo “ metafísico” no
se había equivocado, Esta historia confirma, al parecer, también la
transformación de los cambios cuantitativos en cualitativos. Pero ro
gamos al lector que no se amargue por eso y que nos escuche hasta
el final.
Hasta ahora habíamos dicho que, una vez dadas las fuerzas pro
ductivas de la sociedad, está también dada su estructura, y, por con
siguiente, también su sicología. Sobre esta base se nos podría atribuir
el pensamiento de que, ele la. situación económica de una sociedad de
terminada, se puede, con toda exactitud deducir también la conforma
ción de sus ideas. Pero, esto no es así, puesto que las ideologías de
cada época dada, siempre se hallan en el más íntimo vínculo —positivo
o negativo— con las ideologías de la época precedente. E l “ estado de
las mentes” de toda época dada se puede comprender tan sólo en
relación con el estado de las mentes de la época anterior. Desde- luego,
ninguna clase se dejará seducir por las ideas que contradicen sus as
piraciones. Cada clase adapta siempre, aun cuando inconscientemente,
sus “ ideales” a sus necesidades económicas. Pero esta adaptación puede
llevarse a cabo de diversa manera, y el motivo del por qué se efectúa
así y no de otro modo, no »e explica por la situación ele la clase ten
cuestión, tomada por separado, sino por todas las particularidades de
la actitud de esta clase ante su antagonista (o ante sus antagonistas).
Con la aparición de las clases, la contradicción se vuelve, no solamente
un principio motriz, sino también formativo 280.
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE L a HISTORIA 147
Kareiev. ¿Qué quiere que llagamos, si no todos los hombres son conse
cuentes hasta el final?
“ Pero permítasenos —nos interrumpe el señor Mijailovski— citar,
también por nuestra parte algunos ejemplos. Acudiendo. . . a l . . .
libro de Blos3U, vemos que es una obra muy respetable y que, sin
embargo, carece, en absoluto, de huellas especiales de una revolución
básica en la ciencia histórica. Acerca de lo que Blos dice con respecto
a la lucha de clases y las condiciones económicas, (relativamente, no
mucho) aún no se deriva que construya la historia, basada en la auto-
evolución de las formas de la producción y del intercambio: eludir
las condiciones económicas al relatar los sucesos de 1848, habría sido
hasta difícil. Supriman del libro de Blos, los panegíricos que prodiga
a Marx, como autor de una revolución en la ciencia histórica, y, además,
unas cuantas frases convencionales en las que emplea la terminología
marxista, y ya no se les ocurriría pensar que están en presencia de
un partidiario del materialismo económico. Diversas buenas páginas
de contenido histórico en las obras de Engels, de Kautski, y de algunos
otros, también podrían haber prescindido de la etiqueta del materia
lismo económico, puesto que en ellas, prácticamente, se toma en con
sideración todo el conjunto de la vida social aun cuando prevaleciendo
la cuerda económica en este acorde” 312.
E l señor Mijailovsld, evidentemente, recuerda el proverbio de
“ ITsted dio en llamarse hongo, ahora métase en el cesto” . T discurre
asir “ Si usted es un materialista económico, habrá de tener presente lo
económico, y no referirse a todo el conjunto de la vida social, aun
cuando prevaleciendo la cuerda e c o n ó m ic a Pero, nosotros ya le hemos
probado al señor Mijailovski que la tarea científica de los marxistas
estriba, precisamente, en que, después de iniciar con la “ cuerda”
debe seguir explicando todo el conjunto de la vida social. ¿Cómo pre
tende que ellos a la vez de renunciar a esta tarea, sigan siendo
marxistas? Ciertamente, el señor Mijailovsld jamás profundizó en el
sentido de esa tarea, pero la culpa de ello, no recae, desde luego, sobre
la teoría histórica de Marx.
Nosotros entendemos que, hasta tanto no renunciemos a esa tarea,
el señor Mijailovski se verá, frecuentemente, situado en una posición
muy difícil: muy a menudo, tras de leer “ una buena página de con
tenido histórico” , estará distante del pensamiento (“ ¡no se le ocurri
ría ! ” ) de que haya sido escrita por un materialista “ económico” .
Esta es una posición, que podríamos llamar: caer en una situación
sin salida. Pero, ¿tendrá Marx la culpa, si el señor Mijailovski cayera
en' esa difícil situación?
El Aquiles de la escuela subjetiva se figura que los materialistas
“ económicos” tienen que hablar tan sólo de la “ autoevolución de las
formas de la producción y del intercambio” . ¿Qué es la “ autoevolu
ción” ?, penetrante señor Mijailovski, Si cree que, a juicio de Marx,
las formas de la producción pueden evolucionar “ de por s í” , está
terriblemente equivocado. ¿Qué son las relaciones sociales de produc-
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 161
I
LA. CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 183
lugar tan sólo en los países industriales. Los Estados agrarios no las
conocen. Pero, el estado de cosas, creado por la libre competencia es
extraordinariamente peligroso para la sociedad (fiir áie Gesellschaft).
y, por eso, la sociedad no puede permanecer indiferente ante este estado
de cosas. ¿Qué tiene que hacer, pues, la sociedad 1 Aquí Buhl recurre
a la cuestión, colocada, por así decirlo, -en el ángulo delantero de su
obra: ¿Está en condiciones, en general, cualquier Unión de desarraigar
Ja pobreza de la clase obrera?
La Unión local berlinesa de auxilio a la clase obrera se había pro
puesto a la tarea de “ no tanto eliminar la miseria existente, cuanto
estorbar su nacimiento en el fu tu ro ” , A esta Unión acude ahora Buhl.
¿Cómo van ustedes a prevenir, pues, el nacimiento de la miseria en el
porvenir, pregunta; qué van a hacer para este fin'? La miseria del
obrero contemporáneo procede de la insuficiencia de demanda del tra
bajo. El obrero no necesita una limosna, sino trabajo. ¿De dónde sacará
trabajo la Unión? Para que aumente la demanda del trabajo, es preciso
que aumente también la demanda de los productos del trabajo. Y esta
demanda va descendiendo merced al descenso del salario de la masa
trabajadora ¿O, puede tal vez, la Unión descubrir nuevos mercados?
Buhl considera esto imposible. Arriba a la conclusión de que la tarea
que se había propuesto la Unión berlinesa no era sino una “ bondadosa
ilusión” .
Buhl aconseja a la Unión berlinesa profundizar mejor en las
causas de la miseria de la clase obrera, antes de emprender la lucha
contra ella. No atribuye ninguna importancia a los paliativos. “ Las
bolsas de trabajo, las cajas de ahorro y de pensiones y otras del mismo
género, pueden, por supuesto, mejorar la situación de unas cuantas
personas individuales, pero 110 arrancarán las raíces del m al” . “ Ni-la
asociación las arrancará” . “ Tampoco las asociaciones pueden evitar la
pesada necesidad (dura necesitas) de la competencia” .
En qué veía, exactamente, Buhl, el medio para excluir el mal, es
difícil deducirlo de su folleto. Parece como si sugiriera que para
remediar el mal, era necesaria la intervención del Estado, añadiendo,
sin embargo, que el resultado de tal intervención sería dudoso. Sea
como fuere, su folleto produjo una fuerte impresión en la intelectua-
/idad alemana de entonces. Y no, ni mucho menos, en el sentido de
la decepción. Todo lo contrario, veían en dicho folleto una nueva
prueba de la necesidad de organizar el Trabajo.
He aquí lo que la revista “ Der GesseUsckaftsspiegel” dice acerca
de este folleto de Buhl®86.
“ E l conocido escritor berlinés L. Buhl publicó una obra con el
título «Andeutiingen», etc. Este escritor piensa —y nosotros com
partimos su opinión— que las calamidades de la clase obrera proceden
del exceso de las fuerzas productivas; qiie este -exceso es la consecuen
cia de la libre competencia y de los más recientes descubrimientos e
inventos en la física y en la mecánica; que el retorno a los gremios
y las corporaciones sería tan nocivo como lo sería el entorpecimiento
LA C O N C E P C I Ó N MONISTA DE LA HISTORIA 195
fría se suele discutir solamente los problemas sociales que 110 son im
portantes, en absoluto, de por sí, o que aún no han llegado a ser
problemas inmediatos de un país dado y de la época dada, motivo por
el cual sólo despiertan el interés de un puñado de hombres pensadores
de gabinete. Y una vez que este o u otro gran problema social se
haya vuelto de actualidad, despierta de inmediato las grandes pasio
nes, por más que los partidaiüos del comedimiento reclamaran
serenidad.
La cuestión relativa al desarrollo económico de nuestro país, es,
precisamente, este gran problema social que no puede ser discutido
ahora entre nosotros con moderación, por la sencilla ra&ón de que
Se ha vuelto un problema que está en la orden del día. Esto no quiere
decir, desde luego, que tan sólo ahora la economía adquirió el valor
decisivo en nuestra evolución social. Esta importancia primordial la
tuvo siempre y por doquier. Pero, entre nosotros, como en todas par
tes, esta importancia no estaba en la conciencia de los hombres que
se interesan por los asuntos sociales, razón por la cual, estos hombres
concentraron la fuerza de su pasión en los problemas que afectan a
la economía, solamente del modo más distante. Recordemos aunque no
sea más que nuestra década del 40. Ahora es distinto. Ahora hasta los que
se sublevan vehementemente contra La “ estrecha’' teoría histórica de
Marx, tienen conciencia del valor básico y grande de la economía. Ahora
todos los hombres que piensan, tienen conciencia de que todo nuestro
porvenir se habrá de formar según como se resuelva la cuestión de nues
tro desarrollo económico. De aquí que concentren en este problema toda
la fuerza de su pasión, incluso los pensadores, en absoluto, “ estrechos” .
Pero, si no nos es posible discutir ahora esta cuestión con mesura,
podemos y debemos preocuparnos ahora por que haya ausencia de
disolución, tanto en la definición de nuestros propios pensamientos,
como también en nuestros procedimientos polémicos. Contra esta exi
gencia, nada, decididamente, es posible replicar. Los hombres de Oc
cidente saben muy bien que la pasión sei’ia excluye todo libertinaje.
Entre nosotros, ciertamente, se suele suponer, a veces, que la pasión
y la licencia, son hermanas carnales, pero ya es hora de que nosotros
también vayamos civilizándonos.
E n lo que hace a nuestro decoro literario, ya nos hemos civilizado,
en apariencias, muy considerablemente, al extremo de que nuestro
hombre “ de avanzada” , el señor Mijailovski les echa sermones a los
alemanes (a Marx, a Engels, a Dühring), porque en sus polémicas se
pueden hallar, supuestamente, cosas “ o del todo inútiles o que llegan
hasta a tergiversar la materia y que repelen por su grosería” . El
señor Mijailovski saca a relucir la observación de Borne de que los
alemanes siempre “ fueron bruscos en la controversia” . “ Y yo me
temo —añade— que. junto a otras influencias alemanas, se haya
infiltrado entre nosotros esa tradicional ordinariez alemana, compli
cando aún más nuestro propio salvajismo, y la polémica se convierte
así en la réplica que el conde A. Tolstoy puso en boca de la princesa
210 G. PUSJANOV
saber callar a tiempo y dónde terminar, como con toda razón, había
observado el señor Mijailovski.
A este último tampoco le agradan los procedimientos polémicos
del señor Beltov: “ El señor Beltov es un hombre de talento —dice el
señor Mijailovski— y no le falta ingenio, pero lamentablemente dicho
ingenio a menudo se transforma en sus manos en payasadas desagra
dables” 418. ¿Por qué en payasadas? Y, ¿a. quién, exactamente, le son
desagradables estas supuestas payasadas del señor Beltov?
Cuando en la década del 60, el “ Contemporáneo” había puesto
en ridículo, por ejemplo, a Pogodin seguramente a éste le debía haberle
parecido que la revista se había entregado a unas payasadas desagra
dables. Y no solamente a Pogodin le pareció esto, sino a todos los que
estaban habituados a admirar a este historiador moscovita. ¿Poco se
había atacado entonces, entre nosotros, a los “ caballeros de los albo
rotos” ? ¿Poco se escandalizó la gente por estas “ extravagancias pue
riles de los rechifladores” ? 410.
A nuestro juicio, sin embargo, el brillante ingenio de los “ sil
badores” jamás desembocó en desagradables payasadas, y, si la gente,
ridiculizada por ellos, pensaba de otro modo, se debe tan sólo a la
debilidad humana, en virtud de la cual Amos Piodorovich Lapkin-
Tiapkm encontró que fue “ demasiado largo” la carta en la que lo
trataban de “ grandísimo palurdo” 4105'.
“ ¡Ah, ahí lo tienen ustedes! De modo que quieren insinuar que
¡ el señor Beltov posee el ingenio de un Dobroüubov y de sus colabora
dores de “ E l Silbato ” Si Esto ya es el colmo!5 exclaman las gentes que
no “ simpatizan” con los procedimientos polémicos del señor Beltov.
Aguarden un poco, señores. Nosotros no comparamos al señor
Beltov con los “ silbadores” de la década del 60; solamente decimos que
el señor Mijailovski no es quién para juzgar de si se transforma y
dónde, precisamente, se transforma, en una desagradable payasada
el ingenio del señor Beltov, ¿Quién puede ser juez y parte a la vez?
Pero el señor Mijailovski no sólo reprocha al señor Beltov las
“ payasadas desagradables” , be lanza una acusación sumamente seria.
Para que el lector pueda, con mayor facilidad, orientarse sobre qué se
trata, concederemos la palabra al señor Mijailovski para que él mismo
exponga la mencionada acusación:
“ Bu uno de los artículos publicados en “ Russkaia Mysl” , recordé
mi amistad con el difunto N. X. Sieber dando a conocer, entre otras
cosas, que este venerable científico, en sus coloquios sobre los destinos
del capitalismo en Rusia, empleó toda clase posible de argumentos, pero
oí menor peligro se escudaba al amparo del irrevocable e inapelable
desarrollo dialéctico trinómico. Al citar estas mis palabras, el señor
Beltov escribe: Tuvimos la oportunidad, más de una vez, de conversar
con el finado, y ni una sola vez hemos oído de él, referencias al de
sarrollo dialéctico; más de tena vez, él mismo declaró desconocer com
pletamente el valor de Hegel en el desarrollo de la economía más
moderna. Claro está, sobre los muertos se puede descargar todo, y el
216 G. PLEJANOV
Schelling, habla casi por doquier con las propias palabras de estos pen
sadores■: así. por ejemplo, su caracterización del pensamiento dialéc
tico representa una versión, casi literal de las anotaciones y de la
primera adición al párrafo 81 de la primera parte de la “ Enciclope
d ia ’7.; después traduce, casi literalmente, algunos pasajes del prefacio
a “ Philosophie des Rechts” y de (' Philosophie der Geschichte”
444. Pero este hombre que tan cuidadosamente cita a toda clase de filó
sofos, como Helvecio, Enfantin, Oscar Peschel, etc., casi ni una sola vez
no señala, exactamente cuáles, obras ele Schelling y de Hegel y cuáles
son los pasajes de dichas obras que tiene a la vista en su exposición.
¿Por qué, pues, en este caso, se ha apartado de su regla general? A
nosotros nos parece que aquí el señor Beltov ha echado mano de una
argucia militar. Creemos que ha razonado de la siguiente manera:
“ nuestros subjetivistas proclamaron que la filosofía idealista alemana
era una metafísica, dándose, con ello, por satisfechos; no la han estu
diado, como lo hizo ya. por ejemplo, el autor de los Comentarios sobre
Mili. Cuando yo he de señalar algunos formidables pensamientos de los
idealistas alemanes, los señores subjetivistas, al no ver ninguna referen
cia a las obras de dichos pensadores, creerán que yo mismo fabriqué
esos pensamientos o los he tomado de Engels, y comenzarán a vociferar:
¡esto está sujeto a ser discutido!, rne atrevo a firmar, etc. Entonces he
de poner al desnudo su ignorancia, y, ¡será para destornillarse de
risa!” Si el señor Beltov, efectivamente, empleó, en su polémica, este
pequeño ardid militar, hay que confesar que le ha rendido un resultado
insuperable: ¡el regocijo se armó, efectivamente, y no pequeño!
Pero prosigamos. “ Todo sistema filosófico que afirmara —simultá
neamente con el señor Beltov— que “ los derechos de la razón son infi
nitos e ilimitados al igual que sus fuerzas” , y que, por eso, había des
cubierto la esencia absoluta de las cosas, —sea ésta la materia o el
espíritu— es un sistema metafísico. . . De que este sistema, además,
llegara o no hasta concebir la idea del desarrollo de la esencia —que él
mismo ofreció— de las cosas, y de haber llegado, asignara a este desa
rrollo una vía dialéctica o cualquier otra ruta, es, desde luego, muy
importante para definir la ubicación de dicho sistema dentro de la his
toria de la filosofía, pero sin modificar su carácter metafísico” (“ Russ-
koie B-ogatstvo ’\ enero, 1895, pág\ 148). En cuanto se puede juzgar
por estas palabras del señor Mijailovski, éste, huyendo del raciocinio
metafísico, no cree que los derechos de la razón sean ilimitados. Es de
esperar que, en compensación, el señor Mijailovski habrá de contar con
los elogios del príncipe Meshchersld. E l señor Mijailovski, evidentemente,
tampoco cree que las fuerzas de la razón sean ilimitadas e infinitas. Ello
puede parecer algo sorprendente de parte de un hombre que, más de
una vez, venia asegurando a sus lectores, que la raison finit toujours par
avoir raison 4'!5r a saber, con las fuerzas limitadas (y ¡ hasta ios derechos
también!) de la razón, esta certeza es apenas probable qne sea oportuna.
Pero el señor Mijailovski, de todos modos habrá de decir que cree en el
triunfo definitivo de la razón, tan sólo en cuanto se refiere a la vida
práctica, pero que, en cambio, duda de sus fuerzas, cuando se trata del
226 G . PLEJANOV
sis no existe”. ¿Será verdad que no existe, señor N.-onf Ante todo,
pongámonos de acuerdo acerca de los términos que se emplean. ¿Que
es lo que ustedes entienden por análisis? El análisis, ¿suministra nue
vos datos para formar un juicio acerca de una materia, u opera con
los datos ya existentes y obtenidos por otra vía? Afín a riesgo de ser
inculpados de “ metafísico ” , nosotros sostenemos la vieja definición,
según la cual,, el análisis no presenta nuevos datos para formar un
juicio, sino que manipula los datos ya existentes. De esta definición se
desprende que los discípulos rusos de Marx, en su análisis de la vida
interna rusa, pudieran no presentar ninguna observación indepen
diente sobre esta vida, sino darse por satisfechos con el material ya
recogido, por ejemplo, por la literatura populista. Si llegaran a sacar
de este material una nueva conclusión, esto ya hubiera significado que
habían sometido estos datos a un nuevo análisis. Ahora surge el inte
rrogante : ¿ cuáles son los datos referentes al desarrollo del capitalismo
que existen en la literatura populista, y si es cierto que los discípulos
rusos de Marx sacaron de dichos datos una nueva conclusión? Para
responder a esta pregunta, tomemos, aunque no sea más que el libro
del señor Dementiev, “La fábrica, lo que ella da a la población y lo
que toma de ella”. En este libro (página 241 y siguientes) leemos:
“ Nuestra industria, antes de haber adoptado la forma de la produc
ción fabril capitalista, tal como la vemos ahora, atravesó por todas las
fases de desarrollo, al igual que en Occidente. . . Una de las causas
más poderosas que determinaran que nos quedáramos rezagados con
respecto a Occidente, fue el régimen de servidumbre. Merced a este
régimen, nuestra industria recorrió un período más prolongado de-
producción artesana y doméstica. Tan sólo a p artir de 1861, el capital
adquirió la posibilidad de llevar a efecto la forma de producción la
cual en Occidente, casi un siglo y medio antes, había pasado, y sola
mente a comienzos de este año es como se inicia la caída más acelerada
de la producción artesana y doméstica y su transformación en produc
ción fabril. .. Pero, a lo largo de los treinta años (transcurridos desde
la época de la abolición del régimen de servidumbre) todo había cam
biado. Nuestra industria, habiéndose encaminado por la ruta —común
con Europa Occidental— del desarrollo económico, inevitablemente,
de una manera fatal, tuvo que adoptar —y ha adoptado— la misma
forma de la que en Occidente se había revestido.
El otorgamiento de tierras a Ja masa popular, que con tanto agrado
.se suele invocar como prueba de la imposibilidad de existencia en nues
tro país de una clase especial de obreros desposeídos de todo -—clase
que representa un satélite inevitable de la forma contemporánea de
la industria— ha sido y sigue siendo hasta hoy día, sin duda alguna, un
poderoso elemento dilatario, pero, sin embargo, no tan poderoso ni
mucho menos como suele pensarse. La muy frecuente insuficiencia
de las parcelas de tierra y la plena decadencia de la economía agraria,
por una parte, y las acrecentadas preocupaciones por parte del .Gobierno
por desarrollar la industria transformadora, como elemento necesario
para el equilibrio del balance económico, por la otra, son las condicio-
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA
nudoso del curso del desarrollo económico? (aquí hay algo que no
■está claro, señor N.-on: las exigencias de la necesidad de un estudio
minucioso). Ahora resulta que todo esto es algo de segundo orden,
■que lo principal, no es la proporción do los conocimientos, sino el
propio punto de vista” .
Eí señor N.-on, como se ve, gusta decir, de vez en cuando, algo
risible. Pero le aconsejamos no olvidar el sentido común cuando desea
hacer reír a la gente. De lo contrario, los que ríen no estarán de su
parte.
El señor N.-on no ha comprendido al señor Beltov. Trataremos de
■sacarlo del punto. E n el mismo cuaderno de “ Russkoie Bogatstvo” .
donde se publicó el comentario del señor N.-on, en el artículo “ ¿Qué es
un hombre culto?”, del señor P. Moldevski (página 33. Acotación),
hemos encontrado las siguientes líneas, aleccionadoras para el señor
N.-on: “ Un sabio árabe dijo a sus discípulos: “ Si alguien les dijera que
las leyes de la matemática son erróneas, y, como prueba de su afir
mación, convertirá una vara en una serpiente, no deben considerar su
ficientemente convincente esta prueba. Eiste es un ejemplo típico. Un
hombre culto impugnará tal prueba, aun cuando, a diferencia del sabio,
3)0 conociera las leyes de la matemática. D irá : la conversión de una vara
■en una serpiente es un milagro poco habitual, pero de dicho milagro aún
no se desprende que las leyes de la matemática sean erróneas. Por otra
parte, es indudable que toda 3a gente inculta lanzará de inmediato a los
pies de tal milagrero, todas sus convicciones y creencias’'.
Alguno de los discípulos del sabio árabe podía haber tenido más,
y otro, menos extensos conocimientos matemáticos, pero ninguno de
ellos, probablemente, habría caído a los pies del milagrero, ¿Por qué?
Porque cada uno de ellos había pasado por una buena escuela; porque
aquí no se trataba de la extensión de los conocimientos, sino del punto
de vista, por el cual, la conversión de una vara en una serpiente, no
puede servir de refutación de las verdades matemáticas. ¿Está claro
para ustedes, señor N.-on? Esperamos que así sea, puesto que se trata
de una cosa del todo simple, hasta absolutamente elemental. Ahora,
si lo comprenden ustedes mismos pueden darse cuenta ya, de que las
palabras del señor Beltov, con respecto al punto de vista, etc. no eli
minan, en absoluto, la exigencia, que él mismo planteó, de mantenerse
en el terreno de la realidad.
Pero seguimos temiendo que ustedes aún no han comprendido
cabalmente de qué se está tratando. Les daremos otro ejemplo. Ni Dios
sabe cuántos conocimientos económicos tienen ustedes, pero, de todos
modos, son mayores que los que tiene el señor V. V. Ello no obstante
no les impide, sin embargo, sustentar uno y el mismo punto de vista.
Ustedes dos son utopistas. Y cuando alguien se ponga a caracterizar
los puntos de vista que a ustedes dos les son comunes, pasará por alto
la diferencia cuantitava dé sus conocimientos, y dirá: la cuestión radica
en el punto de vista de estos hombres, el cual lo han tomado de los
«topistas del tiempo del rey que rabió.
238 G. PLEJANOV
[
NOTAS
96 De conformidad con ello, tam bién los planes prácticos del señor N.-on
representan una repetición casi literal de las “ reivindicaciones” que, desde hace
mucho y a y, por supuesto, com pletam ente estéril, presentaron nuestros utópicos*
p o p u listas, por ejem plo, en la persona del señor P ugavin. “ E n cam bio, a los
o b jetivos y tareas fin a les de la actividad social y del Estado (como ven, aquí
no se olvida, ni la sociedad, n i el E s ta d o ), en el terreno de la econom ía fabril,
deben servir, por una parte, el rescate, en favor del E stado, de todos los instru
m entos de trabajo, y su concesión ai pueblo en usufructo provisorio, por un
arriendo; por otra parte, la instauración de una organización ta l de condiciones
de produceción (el señor P ugavin quiere decir sim plem ente, la producción, pero,
según el hábito de todos los escritores rusos, encabezados por el señor M ijailovski,
em plea la expresión “ condiciones de producción” , sin comprender lo que esto
s ig n ific a ), cuya base la form arían la s necesidades del pueblo y del E stado, y
no los intereses del mercado, de la ven ta y de la com petencia, como ocurre bajo
la organización m ercantil cap italista de la s fuerzas económicas del p a ís ” (V , $.
P u g a vin , E l artesano en la Exposición, Moscú, 1882, pág, 15). Que el lector
-compare este pasaje con el que hemos citado antes del libro del señor N.-on.
08 T. I, p. 140. ( “ E l P rod uctor” , t. I , pág. 140).
90 A cerca do esta organización, véase en “ G lobe” loo de 1831-1832, donde
h ay una exposición detallada, con reform as preparatorias y transitorias.
100* '' Unsere Nationallconomen streb en m it alien K r tifien D eutschland a u f
■die S tu fe der In du strie zu beben, von welcher herab England j e t z t die andern
L a n d er nooh beherseht. E n glan d is t ih r Id e a l. G ew iss: E ngtm ui sie rt sieh gern
schon a n ; JSngland hat seine B esitzu n gen in alien W eltth eilen , es w eiss sem en
B in flu ss aller O rten gelten d su machen, es hat die reich te H an dels — und
K r ie g s flo tte , es w eiss bei alien H an d elstralc t a i en die Geg enlcún ira lient en im m er
Jiinters L ic h t m fiihren, es hat die speh u lativsten K a u fle u te , d ie bedeu ten dsten
K a p ita liste m , die erfin du n gsreich sten K d p fe , die p ra e h iig sten Eisenbahnen, die
(jrosüartigsten M aschinenanlagen; gew iss, E nglan d is t, -von dieser B eüe b eiracM et,
ein glücicliches L and, aber —• eslasst sieh auch ein anderer G esichtspunht bei
é e r Schatzung E nglands gew innen m .d u n ter diesem m ochte doch ivohl das GMcTs
desselben von seinem üngliiclc bedeu ten d iiberw ogen w erden. E n glan d is t .rntch
das L and, in welchem das E lend a u f die lio d is te S p its e g eirieben is t, in welchem
jiih rlich S u n d e rtd n oíon sch H ungers sterben , in welchem die Á rb e ite r m
F ü nfaigtausenden su arbeiten verw eigern, da sie trotó a ll’ih rer Miihe -und eLiden
n ich t so viel verdienen, dass sie n otltdiir f t i gleben Iconnen. JSngland is t das L and,
in welchem d ie W oh lth atigh eit durch di$ A rm m ste u e r zm n üusseriichen G esets
g em ach t w erden m usste. S eh t doch ih r, N a tio n a l okonomen, in den F abrihen Me
w ankenden, gebiiclcten und verwachsenen G est alien, seh t die hleiehen, áb gehárm ten
schw inüsüchtigen G esiehter, seht a ll ’das g e istig e und das leibliehe E lend, und
ih r w o llt D eutschland nooh m einem zw site n E n glan d machen? E n glan d Iconnte
nur durch Ungliich und Jam m er z% dem Sóhenpunlct der In d u strie gelangen,
a u f dem es j e t z t ste h t, und D eu tschlan d Icomúe nur durch d ie se lb m O pfer
ühnliche R esu ltá is erreichen, d. h. errreiclien, dass die Jieiehen noch reicher und
d ie A rm en noeh drm er w e rd e n ” . “ T riersehe Z e itu n g ” , 4 M ai, 1848, reimpreso
«n el primer tomo de revista, publicada bajo la redacción de M. H ess, bajo el
títu lo de “ D er G esettsokaftsspiegel, D ie gesellsch afilich e Z ustdn de der cim lsierten
W e l t ” , 13and I, Isertolvn und JSlberfeld, 1 8 4 6 .( “ N uestros econom istas tienden,
con todas la s fuerzas, a elevar a A lem ania al nivel del desarrollo industrial,
desde el cual Inglaterra im pera ahora sobre los demás países. In glaterra es su
ideal. Claro está: In glaterra se siente m uy satisfech a de sí misma. Inglaterra
tien e sus posesiones en todas partes del mundo, sabe afirm ar por doquier su
in flu en cia, es dueña de la m ás rica flo ta m ercante y de guerra, sabe como
in filtra r sus agentes en la ftoneextaeión de lo s tratados comerciales 3 es poseedora
de los comerciantes m ás diestros, de los m ás grandes capitalistas, de la s cabezas
con m ás inventivas, de los m ás suntuosos ferrocarriles, de los equipos técnicos
m ás perfeccionados. D esde luego, si se ha de considerar a Inglaterra, desde este
punto de vista, es un país feliz, pero existe también otro ángulo de m iras, desde
-el cual, la felicidad de ese país, tal vez, en m edida considerable, queda eclipsada
LA. CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 247
por su desventura. Inglaterra es, al mismo tiem po, el p aís, en el que la miseria
ha alcanzado su lím ite máximo, en el que, anualmente, como es notorio, centenares
de personas perecen de hambre, en el que los obreros, por decenas de miles son
despedidos del trabajo, puesto que y pese a todo su trabajo y sufrim ientos,
no llegan a ganar lo suficiente para asegurarse una existencia de las m ás modes
tas. Inglaterra es un país en el que la beneficencia, en form a de una contribución
en favor de los pobres, hubo que convenir en una ley form alizada. F íjen se, pues,
econom istas, en las figu ras vagabundas, encorvadas, retuertas, fíjen se en sus ros
tros pálidos, tristes, tuberculosos, fíjen se en toda esta, pobreza, espiritual y corpo
ral y digan, ¿es que quieren, después de todo, hacer de Alem ania una segunda
Inglaterra? Sólo a través de ia calam idad y la. desventura, pudo In glaterra llegar
al actual florecim iento de la industria, y solam ente por medio de igu ales sacrificios,
podría Alem ania alcanzar análogos resultados. Dicho en otras palabras, alcanzar
que los ricos sean más ricos y que los pobres se vuelvan m ás pobres de lo que
so n ” . ( ‘ ‘ Gaceta de Tri'er” , del 4 de mayo de 1 8 4 6 ) ...
101 “ S o ü te es den Consiítutionellen. gelin gen , -—d ijo B échner— die d&wtsche
Bigeerungen m ctürsen und eine allgem eine M onarclúe oder Bepublilc einzuflühren,
so bekormnen w ir hier einen G eldaristohratism us, w ie in FreinlcreieJi, un Ueber solí
es bleíbcn, m e es je ta s ¿ si” . Véase Georg Büchners sam m tliohe WerJce, ed it. bajo la
redacción de Frunzo se, 8. 123, ( “ Si ios constitueionalistas lograran derrocar los
Gobiernos germ ánicos e instaurar una m onarquía general o una República, tendría
m os una aristocracia del dinero, igu al que en F rancia, y es m ejor que las cosas
sigan como hasta ahora” . Véase G eorg Büehner, Obras com pletas, ed. bajo la re
dacción de Franzose, pág. 122).
102 (del aborrecible interés de lo s m ercaderes),
ios ( “ del pueblo de A lb ió n ” io s).
104 (' ‘ Opiniones filosóficas, literarias y económ icas” ),
lou ( ‘ 'E l P roductor” ).
107 ‘ ' C onsidérations sicr les sciences e t les sa v a n ts” , en el primer tomo d¡e
“ P roducteur” . ( “ Consideraciones sobre las ciencias j los sab ios” , en el primer
tomo de “ E l P roductor” , págs, 355-356).
io s Idem., pág. 304.
ioo “ L iteratura y V id a ” , “ Russkaia M y sl” . ( “ Pensam iento ru so” ) , 1891,
libro IV , pág. 195,
n o Obras de N . K . M ijailovski, t. IV , segunda edición, págs. 265-266.
n x Idem ., págs. 186-187.
112 Idem., pág. 1S5.
H3 Adem ás, las expresiones m ism as de “ método o b je tiv o ” , “ método subje
t iv o ” representan una inmensa confusión, cuando m enos, term inológica.
“ L e vra i sens du systém e de la n a tu re ” , é L on dres 1774, p. 15. ('“ E l
verdadero sentido del sistem a de la n atu raleza” , Londres, 1774, p ág. 1 5 ).
l i s “ D e l ’H om m e” , Oeuvres com pletes de H elvetiu s, P a ris, 1818, t. I I , p. 130,
( “ Acerca del H om bre” , Obras com pletas de H elvecio, P arís, 1818, t. I I , pág. 120).
l i s E n la tem pestad de la acción, en la s olas de la vida / Yo asciendo / Yo
desciendo. . . / La muerte y el nacim iento / una mar eterna; / L a vida y el m o
vim iento / en la eterna v asted ad . . . ¡ A sí en el telar de lo s tiem pos perecederos /
Un manto vivo tejo a los Dioses.
n o (L a ju sticia suprema es la máxima in ju stic ia ).
121 A l señor M ijailovski le parece inconcebible este imperio eterno y om ni
presente de la dialéctica; todo cam bia, con excepción de las leyes del movimiento
dialéctico, dice con un escepticismo m alicioso. Sí, esto es precisam ente así, contes
tam os nosotros, si quiere impugnar esta opinión, habrá de recordar que tendrá que
refutar el punto de vista fundam ental de las ciencias naturales contemporáneas.
P ara convencerse de ello, le baste con recordar las palabras de P layfair, que Lyell
había tomado como ep argífe para su afam ada obra “ P rin cipies o f G eology” :
“ Á m id th e revolutions o f th e globe, th e econom y o f N a tu re 1tas been un iform and
her law s are th e only th in gs th a t have re sistid th e general m ovem en t. The rivera
a n d th e róeles, th e seas and th e con tin en ts have be en changed in all th eir p a rts ;
b u t th e law s which dvrect the se changes, and th e rules to which th ey are sublaw s
248 G. PLEJANOV
which d irect these canges, and the ru les to which th ey are su ject, have rem ained
in va ria b ly the s a m e ( “ Los P rincipios de la G eología” : “ E n tanto que el globo
terráqueo soportó las m odificaciones, la estructura de la naturaleza permaneció
uniform e, y sus leyes fueron las únicas en resistir el m ovimiento general. Los ríos
y la s rocas, los mares y los continentes cambiaron en todas sus partes; m ás las
leyes que presiden estos cambios y las normas a que éstos están subordinados, con
tinuaron, invariablemente, unas y las m ism a s" ).
122 ‘ 'W issen sch a ft der L ogilc” . ( “ Ciencia de la L ó g ica ’ '), prim era edición,
parte I, libro I, p ágs. 313-314.
123 “ Soñando en abrazar la p rofesión de abogado — relata el señor M ijai
lovski—• con fervor, aun cuando sin seguir ningún orden, me había dedicado a
la lectura de diversas obras jurídicas. E ntre ellas, figuraba el Manual de Derecho
P enal del señor Spasovicb. En esta obra hay un sucinto resumen de los diversos
sistem as filo só ficos en su relaeión con la crim inalidad. Me he quedado sorprendido,
sobre todo, por la afam ada triada de H egel, en virtud de la cual, la pena va lle
gando a ser, de modo tan gracioso, la reconciliación de la contradicción existen te
entre el derecho y el delito. Y a se sabe lo seductivo que es esta fórm ula trinómica
de H egel en sus más variadas ap licacion es. . . no es de extrañarse que me cautivara
en el Manual del señor Spasovich. N o es de asombrarse que posteriorm ente sintiera
atracción, tanto de H egel, como de muchos o t r o s ... ( “ Busskaia M y s l'’, 1891,
libro I I I , sec. II , pág. 188). Lástim a, mucha lástim a, que el señor M ijailovsld no
señalara las proporciones en que había dado satisfacción a ésta su atracción “ d/e
H e g e l" . A juzgar por todo lo que se ve, no había avanzado muy lejos en este
aspecto.
124 E l señor M ijailovski asevera que el finad o N . Sieber, al probar, en sus
discusiones con él, lo inevitable del capitalism o en Busia, ' ‘ empleó toda clase posible
de argum entos, pero al menor peligro se escudaba al amparo del irrevocable e inape
lable desarrollo dialéctico trinóm ico’ ( “ Busskaia M y sl" , 1892, libro V I, sec. I I ,
pág. 196). También asegura que toda la profecía de Marx — como él se expresa—
con respecto al desenlace del desarrollo cap italista, se apoya tan sólo en la “ tría
d a ” . E n lo que concierne a Marx, hablarem os m ás adelante, pero en cuanto a
Sieber se refiere, haremos constar que nosotros tuvim os la oportunidad, m ás de
una vez, de conversar con el finado, y ni una sola vez hemos oído de él referencias
al “ desarrollo d ialéctico’ Más de una vez él mismo declaró desconocer comple
tam ente el valor de H egel en el desarrollo de la economía m ás moderna. Claro está,
sobre los muertos se puede descargar todo, y, por eso, el testim onio del señor M i
ja ilovsk i es irrefutable.
120 V éase su “ S yste m der crworlíenen JRechte” , zioeite A u flage, L eip zig , 1880,
Vorrede, S. 8 . X I I -X I 1 I . ( “ Sistem a de los derechos adquiridos” , segunda edición,
Leipzig, 1880, P refacio, págs. X I I - X I I I ) .
127 (D e ti están difundiendo fá b u la s).
128 Chernishevsld: “ Esbozos del período gogoliano de la literatura ru sa” .
San Petersburgo, 1892, págs. 258-259. E n una acotación especial, el autor de los
“ E sb o zo s” , aclara excelentem ente, qué es, propiam ente, lo que denota este examen
do todas las circunstancias de las cuales depende un fenóm eno dado. Citamos aquí
tam bién ésta, su acotación. “ Por ejem plo: una lluvia, ¿es un bien, o un mal? E sta
pregunta es abstracta; es im posible contestarla de una manera definida, a veces
una lluvia reporta utilidad, a veces, aun cuando más raramente, ella causa un
daño; hay que hacer la pregunta en form a m ás determ inada: Después de haber
finalizado la siembra del trigo, en el curso de cinco horas ha llovido fuertem ente,
esta lluvia, ¿fue ú til para el trigo? Sólo aquí, la respuesta es clara y tien e sentido:
“ esta lluvia fu e muy ú t il” . “ Pero en el mismo verano, cuando llegó el momento de
la recolección del trigo, toda una semana llueve torrencialm ente, gesta lluvia es
ú til para el trig o ? ” Tam bién aquí cabe una respuesta clara y ju sta: “ N o, esta llu
via fu e d añ ina” . Exactam ente igu al se resuelven todas las cuestiones en la filo so fía
hegeliana. “ L a guerra, ¿es perniciosa o b en éfica ? ” . E n general no es posible con
testar a esta pregunta de una manera term inante: es m enester saber de qué guerra
se está tratando; todo depende de las circunstancias del tiempo y del lugar. Para
los pueblos salvajes, el daño de la guerra es m enos sensible, siendo más palpable
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 249
su utilidad; para los pueblos cultos, la guerra suele ocasionar menos utilidad y
más daño. .Pero, por ejem plo, la guerra de 1812 fue una guerra de salvación, para
el pueblo ru so ; la b atalla de Maratón 129 fue el suceso m ás benéfico en la historia
de la humanidad. Tal es el sentido que tiene el axiom a “ no existe ninguna verdad
abstracta; la verdad es siempre con creta" ; el concepto acerca de un objeto es con
creto cuando éste está representado con todas sus cualidades y peculiaridades y
en las condicones en las cuales existe, y no abstraído de estas condicones y de sus
particularidades vivas (como suele representarlo el pensam iento abstracto, cuyo
juicio, por este m otivo, carece de sentido para la vida real) " 130.
133 “ Busskoie B o g a tstv o " , 1894, libro 2, sec. I I , pág. 150.
135 ( “ L a subversión de la ciencia por el señor Eugenio D üh rin g' ’).
136, “ Busskoie B o g a tstv o " , libro citado, sec. I I , pág. 154-157.
138 (nosotros hemos cambiado todo esto ).
133 Exactam ente hablando, E ngels se refiere a un grano de cebada, y no de
avena, pero ello, desde luego, no es esencial.
140 Federico Engels, A nti-P üliring, págs. 126-127, Ed. H em isferio, Buenos
Aires, 1956.
142 (toda determinación, es a la par una negación).
144 “ T ra ité de B o ta n iq u e' ’ p ar Fh. Van~Lieghem, ~-me édition, prem iére p&r-
íie, P a ris, 1891, p. 84. ( “ Tratado de B o tá n ica ” , por F. Van-Tieghem , segunda edi
ción, P arís, 1891, pág. 24).
145 1' Entsylclopadie' ’, E rster T«il, párrafo S30, Z u sa tz ^ 8 ( “ E nciclopedia” ,
Primera parte, párrafo 230, A d ieión ).
146 ( “ Enciclopedia de ciencias filosóficas en un esbozo su scin to " ).
iw ( “ Discurso acerca del origen y los fundam entos de la desigualdad entre
los h o m b res" ).
iso (a lo largo de toda la lín ea ).
151 ( “ Discurso acerca de la d esig u a ld a d " ).
isa Todos estos extractos están tomados del ya mencionado cuaderno de
1' Busskoie Bogatstvo ’
154 ( “ Discurso acerca de la d esig u a ld a d " ).
155 P ara los dudosos existe todavía el siguiente pasaje m ás: “ J ’ai assigne
ce prem ier degré de la décadence- desmoeurs a% prem ier viom ent de la culture des
lettres dans tous les pays du m o n ée” . L e ttr e & M. ¡‘abité B aynal, Oeuvres de
Rousseau, P a ris, 1820, t. I V , p. éS, ( “ Y o había atribuido este primer grado de la
decadencia de las costumbres al primer momento de desarrollo de la ciencia en todos
los países del m undo". Carta al señor A bate Baynal. Obras de Bousseau, P arís,
1S20, t. IV , pág. 4 3 ).
156 V éase el comienzo de la segunda parte de “ Discours sur 1 ’in é g a lité " .
( “ Discurso acerca de la d esig u a ld a d " ),
153 “ Fterm Eugen D ühring ’s ü m w alsun g, etc," , 8, A u fl. S. 184. ( “ Anti-
Dühring, pág. 133, Ed. H em isferio, Bs. A ires, 1956).
160 Idem ., págs. 2-2-24
162 Que nuestro lector nos perdone por la cita que transcribim os de la “ B ella
E le n a " . H ace poco hemos vuelto a leer el artículo del señor M ijailovsld, “ E l dar-
wm ism o y la pequeña opereta áe O ffen b aeh " , y aún estam os bajo la fuerte im pre
sión que nos ha producido.
163 (en sí y para sí).
168 (la razón, en últim as cuentas, siempre resulta tener la razón).
1T4 ( “ Fundam entos de la teoría cien tífica com p leta" , Leipzig, 1794),
175 “ D er S tre it der K ritilc m it E ireh e tm d S ta a t ” , von E d g a r B auer, Bern,
1 8 4 Í, S. 184. ( E d g a rd Bauer, “ L a controversia de la crítiea con la Ig lesia y el
E sta d o " , Berna, 1844, pág. 184).
176 L. c., S. 185 (Obra citada, pág. 185).
i?s> Es lo mismo que la idea absoluta.
180 E l lector no habrá olvidado la expresión deH egel antes m encionada, de
que el búho de Minerva emprende su vuelo tan sólo de noche.
181 Bruno Barrer, hermano mayor del antes mencionado Edgar Bauer, autor
250 G. PLEJANOV
-de la, en su tiempo, célebre “ K r itik der evangelisehen Gesohiohte der 8ynoptiTcer’
( “ Crítica de la historia evangélica de los sin óp ticos” ) .
182 “ 'Die heilige F am ilie oder Kribilc d er ¡crtíisohen IcritiJc, Ge gen Brm io B auer
und C on sorten ” von F . E n gels und K . M arx. Frarilcfurt a. M-ain- 1845, S . 126-188.
( “ La sagrada fam ilia, o Crítica de la crítica crítica. Contra Bruno Bauer y Con
sortes ” , por F . 'Engels y C. Marat, F ran lífu rt sobre el M am e, 1845, págs. 126-128).
E ste libro representa una recopilación de artículos de E n gels y Marx dirigidos con
tra las diversas opiniones de la “ crítica critica ” . E l p a sa je citado está tomado do
un artículo de M arx *84, contra Bruno Bauer. También, es de Marx el p asaje cita
do en el capítulo anterior ( Carlos M arx-Federico E n gels, “ L a Sagrada F am ilia,
y otros escrito s" , págs. 151-152 y 122-124, Ed. Grijalbo, México, 1958). (3ST, del T .).
18 -t Carlos M arx-Federico Engels, “ L a S agrada F am ilia, pág. 177. (Editorial
Grijalbo, México, 1958. (N. del T .). ,
183a La ciudad rusa de Suzdal ten ía fam a por su producción de iconos. Los
iconos se producían allí en gran escala, a precios bajos, pero eran copias tosca
m ente im presas y carentes, en absoluto, de todo arte. L a acepción de “ suzdaliano”
llegó a convertirse, en Rusia, en sinónimo de obra de chapucería. (K , del T .).
187 “ So íhoroughly is the use o f tools th e exclusive a ítrib n te o f m an, th a t
ihe diseovery o f a single a riific ia lly shaped f lm t in th e d r if t or cme'breücia, is
deem ed p r o f enougk th a t man has be en t h e r e “ P reh istoria Maní” , i y D aniel
W üson, val. I, p . 151-153, London, 1876. ( “ E l empleo de herram ientas es, por do
quier, una peculiaridad tan exclusivista del hombre, que el descubrimiento, en los
aluviones o en los boquetes de las cavernas, aunque no fuera más que una piedra
artificialm en te labrada, se considera prueba su ficien te de que allí había vivido
un hom bre” . “ E l hombre p reh istórico’ ', por D an iel W ilson, t. I, págs. 151-152,
Londres, 1876).
18 S “ L ohn arbeit und K a p ita l” . ( “ Trabajo asalariado y C apital” , por Carlos
M arx 180 , en C. Marx y F . Engels, Obras escogidas, pág. 54, Ed. Ca;r tago, Bs. A i
res, 1&57. (N . d d T .).
ioo Idem . 103 .
102 “ L a descendanae de Vhomme, e t c .” , P aris, 1881, p. 51. ( “ E l origen del
hombre, e tc .” , P arís, 1881, pág. 51).
103 En el conocido libro de von M artius referente a los prim itivos pobladores
del B rasil ios, se pueden hallar algunos ejem plos interesantes que muestran la im
portancia de que las peculiaridades, — al parecer m ás iasig n ifica tiv a s, que las loca
lidades— tienen en el desarrollo de los contactos m utuos entre sus moradores.
ios Además, en lo que hace al mar, es preciso hacer constar que éste no
siempre aproxima a los hombres. Eatzel. (' ‘ A ntropo-G eo graph ie ’ 7, S tu ttg a r t, 188$,
p . 9 3 ” ) . ( “ A n trop o-geografía” , S tu ttgart, 1882, pág. 9 2 ), hace notar con razón
que en una cierta fa se de desarrolllo, 'el mar constituye una frontera absolu ta, esto
es, hace im posible cualquier contacto entre los pueblos que separa. P or su parte,
los contactos, cuya posibilidad está, originariam ente, condicionada, de modo exclu
sivo, por las peculiaridades del medio geográfico, im prime su sello sobre la fisonom ía
de las tribus prim itivas. Los insulares se distinguen vigorosam ente de los mora
dores continentales. “ D ie B evólber ungen der Inseln sind in einigen F allen vóllig
án d ete ais die des nachsi gelegnen F estlan des Oder der n a ch stm grossern I n s é lj
aber auch wo sie ursprünglich derselben Tíasse oder V óücergruppe angehoken, sind
sie im m er w e it con derselben versclúeden ; u n d zw a r Icann man hinzuseízen, in der
Jiegel w e iter ais die ents-prechenden fesílan disch en A bzw eigu n gen dieser B asse oder
Gruppe untexeinander” . (R a tse l, 1 c., S. 9 6 ). ( “ Los pueblos que habitan las islas,
en diversos casos, se distinguen com pletam ente de lo s del continente más próximo
o de la isla mayor m ás próxima.; e incluso allí donde, originariam ente, pertenecie
ran a la mism a raza o grupo de pueblos, difieren, de todos modos y siempre muy
pronunciadam ente, de dicha raza. Añadam os que, eomo norma, se distinguen m ás
los unos de los otros, que las correspondientes ram ificaciones de esta raza o grupo
que viven en el con tinente” . (Ratmel, obra citada, p ág, 96)< Aquí se repite la misma
ley que rige en la form ación de la s especies y variedades de animales.
196 M arx, “ D as K a p ita l” , D r itte A u fla g e, 8 . 5%4-586197, (M arx, “ E l Ca
p it a l” , 3." edición, págs. 524-526). (P á g . 409', Ed- Cartago, B s. Aires, 1956). E n la
L,A CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 251
n ota sil pió de p ágin a (pág. 409 de Eá. C artago), M ax añade: “ U na de las bases
m ateriales en que descansaba el poder del estado indio sobre los pequeños organis
mos de producción incoherentes y desperdigados, era el régim en del suministro de
aguas. Los dominadores m ahom etanos de la In d ia supieron ver esto m ejor que sus
sucesores in gleses ’ \ Confrontam os con la opinión de Marx citada en el texto, la
•opinión de una investigación m ás reciente: ‘ ‘ XJnter dem , wasclie lebende N a tu r dem
Menschen an Gaben b ie te t, i s t niaht der B eicktm n <m S to ffe n , sondern der a-n
S to ff e n , sondern der an K r á fte n oder, besser g esa g t, K rd ftea n reg u n g en am hoehsten
zu schatzen-’ ’, (R a tze l, 1, c i t S . 848) . ( “ E ntre todos los dones quer la naturaleza
viva ofrece al hombre, el m ayor valor no la tiene la riqueza m aterial, sino la de
las fuerzas, o, expresándose m ejor, la de los acicates al desarrollo de las fu e rza s" .
(R a tzel, obra citada, pág. 3 4 3 ).
io s “ Tenemos que precavernos — diee L. Geiger— , de no atribuir a la delibe
ración, una participación demasiado grande en el origen de las herramientas. El
-descubrimiento de la s prim eras herram ientas, en alto grado im portantes tuvo lugar,
■desde luego, de una manera acidental, al igu al que muchos grandes descubrimien
to s de los tiem pos modernos. F ueron, por supuesto, m ás bien halladas que inven
tadas. A esta conclusión había arribado, sobre todo, en virtud del hecho de que
los nombres de las herram ientas nunca tienen relación con su elaboración, que
se les da. A sí, en alemán Seheere (tije r a s ), Scige (serrucho), S a c h e (a za d a ), son
objetos que cortan ( scheeren), aserruchan (siigen ) , pican (Jmclcen). E sta regla de
locución ha de llam ar tanto m ás la atención, cuanto que los nombres de los im
plem entos que no son herram ientas, se forman, por vía genética, pasiva, del m a
terial o del trabajo, de los cuales o a cuya merced, aparecen. Por ejemplo, una p iel,
•«orno odre para el vino, en muchas lenguas sign ifica, originariam ente, una piel
arrancada de un anim al: a la palabra alem ana Schlcmch, corresponde la in glesa
slough, que quiere decir p iel de serpiente. L a palabra griega aseos, sign ifica, si
m ultáneam ente, piel, en el sentido de odre, y piel de una fiera. Aquí, por tanto, el
'lenguaje nos muestra, en form a com pletam ente palpable, cómo y de qué había sido
elaborado el aparejo, llamado piel. Ñ o ocurre lo mismo en lo que a las herramien
t a s se refiere; tampoco éstas, s i hem os de basarnos en el idioma, habían sido, ori
ginariam ente, elaboradas, en absoluto; así, el primer cuchillo pudo haber apare
cido, accidentalm ente descubierto, y yo diría, una piedra afilad a puesta en acción,
.ju gan d o" . ( L . Geiger, D ie U rgcsekiehte der M ensehheit im liohte der Sprache. H it
besonderer B esichung au f die E n stelm ng des Werlczeugs, S. 86-87, E n la recopila
ción “ Z ur E n tm clceh m gs gesehichte der M ensehheit, S ivM gart, 1878), (L . Geiger,
" H isto r ia prim itiva de la humanidad a la luz del idioma, en la que se presta una
atención especial ai origen de los im plem entos del trabajo, págs. 36-37. E n la re:
«opilación “ Contribución a la historia de desarrollo de la hum anidad", Stutt-
gart, 1878).
109 Sus fundadores (de esta m ecán ica), Eudoxio y Arquitas, dotaron a la geo
m etría de un contenido m ás pintoresco y m ás interesante, dando la espalda a sus
problemas abstractos y que no se dejaban representar en form a gráfica, prefirien
do las aplicaciones, directam ente tangib les y técnicam ente más im portantes, de esta
■ciencia. Y cuando P latón, indignado, les reprochara haber aniquilado la grandeza
de la geom etría, distanciándola de los objetos incorporales y abstractos y ap li
cándola a los objetos sensuales que requieren una elaboración artesana vulgar, la
mecánica, viéndose expulsada de las m atem áticas, se separó de ellas y, al no gozar,
durante largo tiempo, de ninguna atención de parte de la filo so fía , se convirtió en
una de las ciencias auxiliares de la s artes bélicas. (P lu tarco, “ V ida de M arcelo " ,
edición de Teubner, L eipzig, 1833, cap. X IV , págs. 135-136). Como puede ver
■el lector, la opinión de Plutarco no era nueva, n i mucho menos, en esa époea.
200 Se sabe que durante un largo período, los propios campesinos rusos podían
disponer (y disponían no raras veces) de siervos de la gleba. L a condición de servi
dumbre no podía ser agradable al campesino. Pero, con el estado, de entonces, de
la s fuerzas productivas en Rusia, ningún campesino pudo considerar anormal dicha
•condición. U n “ m u jik " que reuniera algún dinero, comenzaba a pensar, de un
modo tan natural, de la com pra de siervos, como el manumiso romano tendía a la
^adquisición de esclavos. Los esclavos que, bajo la jefa tu ra de Espartaco, se su-
2-52 G. PLEJANOV
blevaran, libraban la guerra contra sus amos, pero 110 contra la esclavitud; si hu
biesen legrado conquistar su libertad, ellos mismos, en las primeras condiciones f a
vorables, con la conciencia más tranquila, se habrían convertido en esclavistas. Sin
querer vienen a la memoria, en esta oportunidad, adoptando un nuevo sentido, las
palabras de Sclielling: L a lib erta d debe ser necesaria. L a historia m uestra que la
libertad, en cualesquiera de sus form as, aparece únicam ente allí donde liega a
ser una necesidad económica.
202 V éase “ El materialismo económico en la h isto ria " . “ V iestoik E v r o p y " ,
agosto 1894, pág. 601.
204 ( “ Las leyes de desarrollo de la h u m a n id a d " ).
206 ( “ líos y lío s " ) .
207 (hombre que raciocina).
205 ( “ El origen de la f a m ilia " ).
200 Citamos según la edición francesa de 1874.
210 “ S tn d ies in ancient M story, — prirn itive m a rria g e ” , by John F erg Mac-
L ennan, y. 75, (Jorn F erg M ac-Lennan,“ Investigaciones de historia antigua, el
m atrim onio p rim itivo" , pág. 75).
212 “ V iestnik E v ro p y " , julio 1S94, pág. 12.
213 “ Vom B eru f unserer Z e ít fü r G esetzgebnng m id R ech tsw issen sch aft” , von
L \ F riedrich Cari von S avign y. D r itle A u fgabe, H eidelberg, 1840. (D . Federico
Carlos von S a vig n y, “ De la vocación de nuestra época para la legislación y la
ciencia ju r íd ica " , tercera edición, H eidelberg, 1840). (Prim era edición, 1814) S. 14.
2X4 ( “ Sistem a del derecho romano con tem p orán eo" ).
215 F rste r Band, S. 14-15. (Prim er tomo, págs. 14-15). (E dición berlinesa
de 1840).
216 Ibid., S. 22. (Idem ., pág. 22).
217 Ibid., S. 18. (Idem ., pág. 16).
218 “ Cursus der In s titu tio n e n ’ ', E rster B and, L ep sig , 1841, 3 , $1. ( “ Curso
de Instituciones, primer tomo, pág. 3 1 ). En una acotación, P uchta se pronuncia,
enérgicam ente contra los eclécticos que tienden a conciliar las opiniones opuestas
con respecto al origen del derecho, y se pronuncia con tales expresiones que, sin
querer, surge el interrogante: ¿no habría previsto la aparición del señor K areiev?
P ero, por otra parte, hay que decir que la Alem ania de la época de P uchta, tenía,
b astante con sus propios eclécticos: fa lta s e lo que faltare, pero m entalidades de esta
índole, abundan siempre y por doquier.
219 Ibid., S. 28. (Idem ., pág. 2 8 ).
220 “ Tales and T radition s o f th e Fshimo , by D r, H en ry M nh, p . p. 9
an d SO. ( “ Leyendas y tradiciones de los esquim ales", por Dr. Enrique Eink, págs.
9 y 3 0 ).
221 (palabras hueras) (modos de h ab lar).
222 M. K o va lw vsld , ‘ ‘ T ablean des origin es e t de l ’évolu tion de la fa m ille e t
de la p ro p r ié té ’ % StocTcholm, 1890, p.p. 58-53. {M , KovalevsJci, “ Cuadro del origen
y de la evolución de la fam ilia y de la prop ied ad ", Stoeolmo, 1890, págs. 52-53).
E n el libro del difunto N . Sieber “ Esbozos de la cultura económica p rim itiv a " ,
puede el lector encontrar una m ultitud de hechos que m uestran de un modo insu-
parable que los modos de la aprobación están determinados por los de la producción.
224 Ibid., /p . 95, (Idem ., pág. 9 o ),
225 Ibid., p. 57. (Idem ., pág. 5 7 ).
226 ib id ., p. 93. (Idem ., pág. 9 3 ).
227 g e sabe que la conexión. íntim a entre el cazador y su arma existe entre
todas las tribus prim itivas. “ D er J a g er d a rf sich Iteiner fre m d e r W a ffe n bedienen' \
( “ E l cazador no debe usar ninguna arm a a j e n a " ) , dice N artius, refiriéndose a
los prim itivos moradores del B rasil, aclarando a renglón seguido el origen de esta
“ co n vicción " entre los salvajes: “ B eson ders behaupten d iejen ig en W ilden, die m it
dem B lasrohr scMessen, dass dieses Geschoss durch den Gebrauch eines Frem den
verdorben werde, und geben es n ich t m s iiiren H á n d e n ( “ Von dem Rechisz-ustan-
de u n ter den Ureimoolmern B m silie n s” , Milnchen, 1833, S. 5 0 ). ( “ Sobre todo los
sa lvajes armados de cerbatanas afirm an que este arm a se echa a perder si la usa
la. c o n c e p c ió n m o n ist a de la h is t o r ia 253
2 tc ( a lo la r g o de tocia la lín e a ) ,
278 E n Alem ania, la lucha entre las opiniones literarias, como se sabe, se libró
con muchísima mayor energía, pero allí, la lucha p olítica no había atraído la
atención de los innovadores.
270 (la contradicción es la que hace avanzar),
280 Podría parecer que, ¿qué relación con la lucha de clases puede tener la
historia del arte, por ejem plo, digam os, la arquitectura? Sin em bargo, tam bién
ella está íntim am ente vinculada con esta lucha. Véase E d . Corroier, L ’architecture
goth iqu e (L a arquitectura g ó tica ), sobre todo, la cuarta parte: “ L ’arcM tecture
c iv ile ” . ( “ L a arquitectura c iv il” ) ,
2 8 1 “ H in íro d u it dans le m onde d es idées e l des sen tim en ts, des ty p e s %ou-
vea u x ” . ( “ L ’a rt a% -point de vae sociologiqu e’ P a ris, 1889, p. S I ) . ( “ E l in
troduce en el mundo de las ideas y de los sentim ientos, los nuevos tip o s ” . ( “ E l
arte, desde el punto de vista sociológico” , P arís, 1889, pág. 3 1 ),
282 Dicho sea de paso, es solam ente en el sentido form al que existe aquí el
doble carácter de la influencia. Toda reserva de conocim ientos dada, había sido
acopiada, precisam ente debido a que las necesidades sociales incitaron a los hom
bres a su acumulación, orientaron su atención haeia el correspondiente rumbo.
283 Y h asta qué grado, las propensiones estéticas y los juicios estéticos de to
da d a se dada, dependen, de su situación económica, lo sabía ya el autor de “ L as
relaciones estéticas entre el arte y la realid ad ” . Lo bello es la vida, — deeía— y
aclaraba su pensam iento con las siguientes consideraciones:
“ L a vida buena, la «vida, tal como ella debe ser», para el pueblo simple, es
trib a en comer opíparamente, vivir en una buena morada, dormir exuberantem ente;
pero, al mismo tierfipo, el labrador, en su concepción de la «vida» siem pre engloba
tam bién al concepto dei trab ajo; no se puede vivir sin trabajar, sería una vida
tediosa. Resultado de la vid a en abundancia, trabajando rudamente, sin. llegar, no
obstante, a la extenuación, es que el joven labriego o la muchacha aldeana tengan
un color extraordinariam ente fresco en el rostro y rosadas las m ejillas, condición
prim era de la belleza de acuerdo con los conceptos del pueblo sim ple. S i trabaja
mucho teniendo una vigorosa contextura, la muchacha aldeana será suficientem ente
maciza, ésta tam bién es una condición indispensable de una beldad aldeana; la
«bella mujer etérea», mundana, le parece al aldeano, decididam ente, «poco agracia
da», lo produce incluso una impresión desagradable, puesto que está habituado a
considerar la «flaqueza», como consecuencia de un estado enferm izo o de un
«amargo» pasar, Pero el trabajo no deja engordar: si la muchacha cam pesina es
obesa, es una especie de enfermedad; es un signo de una configuración «floja»,' y
el pueblo estim a un defecto la gran corpulencia; la beldad aldeana no puede tener
pequeñas manos y pies, puesto que trab aja mucho, y de estos atributos de la
belleza tampoco se hace m ención en nuestras canciones populares. E n una palabra,
en las descripciones de una beldad, en las canciones populares no se halla ni un
sólo signo de belleza que no- fuera expresión de una salud florecien te y de un
equilibrio de fuerzas en el organismo, consecuencia habitual de la vid a en su fi
ciencia, con un trabajo constante y serio, pero no exorbitante. Cosa completam ente
d istinta es la beldad m undana: ya varias generaciones de sus antecesores habían
vivido sin hacer ningún trabajo m anual; con llevar una vida sin trabajar, la san
gre afluye escasam ente a las extrem idades; con cada nueva generación, los múscu
los de las manos y de los pies se van debilitando, los huesos se vuelven m ás fin os;
pequeñas manos y pies constituyen una consecuencia inevitable de todo esto, son
el signo de una vida que se parece como tal, solam ente a las clases superiores de
la sociedad, una vida sin trabajo físico ; si una m ujer mundana tien e grandes m a
nos y grandes pies, es una señal de que está mal conform ada, o que no procede
de una fam ilia demasiado r a n c ia ... La salud, ciertam ente, jam ás puede dejar de
ser apreciada por el hombre, ya que, aun en la abundancia y en el h ijo es m al vivir
cuando se carece de salad, por eso, unas m ejillas rosadas y un frescor floreciente
de salud sigu e siendo algo atractivo tam bién para la gen te m undana; pero un
«stado enferm izo, la debilidad, la flacidez, la languidez, también tienen para la
g en te mundana la cualidad de belleza, tan pronto parezcan ser el resultado d© una
vida ociosa y lujosa. L a palidez, la languidez, el aspecto enferm izo tienen aun otro
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 257
sign ificad o para las gentes mundanas: si el hombre rústico, trabajador, está de
seando y . busca el reposo y la tranquilidad, las gentes de la sociedad culta, que no
pasan necesidades m ateriales y no tienen cansancio físico, pero que, en cambio, se
sienten aburridas de no hacer nada y de la fa lta de preocupaciones de tipo m ate
rial, están buscando «fuertes sensaciones, emociones, pasiones», que habrán de dotar
de color, de diversidad, de atractividad a la vida mundana, sin ellos m onótona e in
colora. Y la s fuertes sensaciones y las im petuosas pasiones hacen que el hombre se
desgaste rápidamente. Y, ¿cómo no decepcionarse de la flacidez y de la palidez do
una beldad, si sirven de señal que esta m ujer y a es v ie ja ? ” . (V éase en la recopi
lación “ E stética y p o esía ” , págs. 6-8) 285.
284 (con nuestros queridos amigos los enem igos).
286 D ie OrganisaUon der Á rb e it der MJmschheít und die K u n st der Ges-
schichtschreibung S ch losser’s, G ervin ius’s, Dahlmian’s itnd Bruno B a u er’s, von Sse-
liga. Charlottenburg, 1846, S. 6. (S zeliga, L a organización del trabajo de la hu
m anidad y el arte de la historiografía de Schlosser, Garyinius, Dahlsm an y Bruno
Bauer, Charlottenburg, 1846, pág. 6 ).
287 (“ La sagrada familia” ).
2 SS (el llevar hasta el absurdo).
.2S» “ Di e H elden der Masse. CharalcteristiTcen1 H erausgegeben von Thcodor
O p itz, G-rünberg, 1848, S. <3-7. ( “ Loa héroes de la masa. C aracterísticas” . Editado
por Teodoro Opits?. Grünberg, 1848, págs. 6-7). Aconsejam os mucho al señor M ijai
lovski que lea esta obra. H abrá de hallar en ella una m ultitud de sus propios pen
sam ientos originales.
200 Dicho sea de paso, no, no todos: a nadie se le había pasado por la m ente
dejar derrotado a Marx, señalando que “ el hombre está integrado por alm a y
cuerpo” . S I señor K areiev es original en dos aspectos: 1) nadie, antes que él,
discutió de este modo con Marx, 2) nadie, después de él, seguramente, «o habrá
de discutir con él de esta manera, De esta nota, el señor V. V. podrá ver que sa
bemos rendir pleitesía a su “ p rofesor” .
292 (Materia sensible).
236 (“ Nueva Gaceta Renana” ) .
207 ( “ E l dieciocho Brumario de Luis B on ap arte” ).
209 “ A lie diese versckiedenen Z ioeige der Enwiclcelungsgesokiohte die j e t zi
nc oh teü w eise ioeit auseinanderliegen und die von den verschiedensten em pirischen
Erhenntnisquellen ausgegangen sind, w erden von j e t s t om, m it dem steigenden Be-
w usstsein ihres einheitliclien Zusam m enhhnges sich hoher entwiclcehi. A u f den
verschiedensten em pirisohen W egen wandelnd und m it den m a n n igfattigsten M etho-
den a ro eiten d w erden sie doch alie au f ein und dasseXbe Z ie l hinstreben, au f das
g rosse E n d ziel einer universalen m onistisclien Entw iclcehm gsgeschicM e ’ \ (E . Mae-
clcel, “ Z ie le und W&ge der hev-tigm Entw io'kelungsgesticM cM e” . Jena, 1875, S. 96).
( “ Todas estas diversas ramas de la historia del desarrollo que aún hoy d ía están
d istan tes una de la otra y que proceden de las más diversas fuentes delconoci
m iento, habrán de recibir desde hoy en adelante un desarrollo m ás superior, en re
lación con la creciente conciencia de los lazos que la s unen. Marchando por los
más diversos senderos empíricos y empleando los m ás variados m étodos, habrán
de tender, de todos modos, a un solo objetivo, a l gran objetivo fin a l: una historia
m onista universal del desarrollo-". E. Kaeclcel, “ F in es y vías de la historia con
temporánea del desarrollo” , Jena, 1875, pág. 9 6 ).
300 “ Russkoie B o g a tstv o " , enero 1894, sec. I I , págs. 105-106.
301 ( “ En torno a la critica de la economía p o lítica ” ).
303 ( “ B l origen de las esp ecies” ) .
304 (E l arte es largo, y nuestra vid a es corta).
306 E s interesante que los adversarios de Darwin venían afirm ando durante
mucho tiem po, y aun hasta hoy día no han dejado de hacerlo, que la teoría de este
natu ralista adolece, precisamente, de un “ Monte B la n co ” de hechos probatorios. En
este sentido, eomo. se sabe, se pronunció Virchow en el Congreso de naturalistas y
m édicos alem anes, celebrado en Munich, en septiem bre de 1877. Haeekel, contestán
dole, hizo notar justam ente que si la teoría de Darwin no es probada por los he
258 G. PLEJANOV
chos que y a conocemos, ningún nuevo hecho habrá de decir nada en favor de
esa teoría.
30T 1‘ B usskoie Bog&tstvo ’ enero 1S94; secc. I I , págs. 115-116.
308 ( “ L a comuna urbana a n tig u a ” ) .
S09 V éase su libro “ D u d ro it de p ro p riété á Spo/rte” . ( “ Acerca del derecho
de propiedad en E sp a rta ” ) . A nosotros, aquí, nos es com pletam ente indiferente
la opinión, que, entre otras cosas, contiene este libro con respecto a la historia, de
la propiedad prim itiva.
■310 “ 11 est assez visib le pou r quicongue a observé le d éía il (precisam ente, el
d éta ü , señor M ijailovsk i) e t les tex tes, que ce sou t les in té ré ts m atéritels fie plu s
g ran d nom bre q-ui en ont étá le vra i m o b ile” , ete. ( “ S is to v r e , des m stitu tio n s poli-
tiqu es de Vancienne France. L es origines du systém e féo d a V ’, F arris, 1890, y . 94) ,
( ‘ ‘ E s harto evidente para el que estudia los hechos en sus detalles concretos [pre
cisam ente, en sus detalles concretos, señor M ijailovski] y los textos, que fueron pre
cisam ente ios intereses m ateriales de la m ayoría de los hombres la verdadera causa
m o triz” , etc. [ “ H istoria de la s instituciones p olíticas de la antigua Francia. El
origen del sistem a fe u d a l” , P arís, 1890, pág. 9 4 ] ) .
312 “ Kusskoie B o g a tstv o ” , enero 1894, sec. I I , p ág. 117.
215 E n lo que hace a la aplicación de la b iología para resolver la s cuestiones
sociales, estas “ nuevas p alab ras” del señor M ijailovski, se remontan, como hemos
v isto, por su “ tip o ” , a la década del 20 del presente siglo. ¡Son m uy respetables
m atusalenes estas “ nuevas palabras del señor M ijailovski! E n estas palabras, “ la
in telig en cia rusa y él espíritu ru so ” , verdaderam ente, “ re p ite n v ie ja s lecciones
aprendidas y , ¡'mienten d o b lem en te!’ *.
s i s Idem , pág. 108.
S20 Idem , págs. 113-114.
321 (por especialid ad ).
322 (certificad o de pobre).
323 (la razón es, en últim a instancia, la que habrá de triu n fa r).
324 Montesquieu dijo: dado un medio geográfico, están dadas las peculiarida
des de la unión social: en un medio geográfico sólo puede existir im despotism o,
en otro, únicam ente pequeñas sociedades republicanas independientes, ete. N o, re
p lica V oltaire, en uno y el mismo medio geográfico, con el correr de los tiem pos,
aparecen diversas relaciones sociales, por lo tanto, el medio geográfico no ejerce
in flu en cia sobre el destino histórico de la hum anidad: todo radica en la s opinio
nes de los hombres. Montesquieu veía un. aspecto de la antinom ia, V oltaire y sus
correligionarios, el otro. E sta antinom ia solía resolverse solam ente por la in ter
acción, E l 'm aterialism o dialéctico reconoce, como vemos, la existencia de la inter
acción, pero, adem ás, la explica señalando el desarrollo de la s fuerzas productivas.
L a antinoom ia que los enciclopedistas, en el m ejor de los casos, sólo podían escon
der en el bolsillo, es resuelta de un modo m uy sencillo: tam bién aquí, la razón d ia
léctica se m uestra in fin itam en te m ás vigorosa que el sen tido común (e l “ entendi
m ien to ” ) de los enciclopedistas,
325 Después de todo lo dicho es evidente, así lo esperamos, la actitu d de la
teoría de Marx ante la teoría de Darwin. E ste había logrado resolver la cuestión
relativa a cómo se originan la s especies vegetales y anim ales en la lucha por la
existencia. Marx acertó a solucionar el problem a referente al origen de la s diferen
tes form as de relaciones sociales, en la lucha de los hombres por su existencia. La
investigación de M arx comienaa, lógicam ente, allí donde, justam ente, term ina la
de Darwin. L os anim ales y los vegetales se hallan b ajo el in flu jo del m edio físico.
E n cuanto al hombre, como ser social, e l m edio físico in flu ye sobre él, por inter
medio do la s relaciones sociales que brotan sobre la base de las fuerzas producti
vas, las cuales se habrían desarrollado, originariam ente, en form a m ás o menos
acelerada según el medio físico. Darwin exp lica el origen d e la s especies, no por
una tendencia al desarrollo supuestam ente in n a ta al organism o animal, como y a lo
había hecho Lamarck, sino por la adaptación del organismo a la s condiciones que
se hallan fuera de él; no por la n atu raleza del organism o, sino por el in flu jo de la
n atu raleza exterior. Marx explica el desarrollo histórico de la hum anidad, no por
la n atu raleza del Ttombre, sino por la s particularidades de las relaciones sociales
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 259
que existen entre los hombres, las cuales brotan por la acción que el hombre social
ejerce sobre la naturaleza exterior. E l espíritu de investigación de ambos pensa
dores es, decididamente, uno y el mismo. E s por eso que se puede decir que el mar
xism o es la aplicación del darwinismo a la s ciencias sociales (sabem os que, crono-
lógicam ente, esto no es así, pero eso no es lo im portan te). Y esta es su única apli
cación cien tífica , puesto que las deducciones que del darwinismo habían sacado al
gunos escritores burgueses, no fueron en su aplicación cien tífica al estudio del
desarrollo del hombre social, sino una sim ple u topía burguesa, una prédica moral
de contenido no bello, igu al como los señores su b jetivistas se dedican a las prédi
cas de contenido bello. Los escritores burgueses, invocando a Darwin, en realidad,
habían recomendado a sus lectores, no los m étodos cien tíficos de D arw m , sino sola
m en te los in stin to s bestiales de los anim ales que Dar-cvin había estudiado.. Marx
concuerda con D'arivin, los escritores burgueses concuerdan con las fieras y los m i-
m ales que D w w in había estudiado.
■326 (¡ta n to podemos, cuanto sab em os!).
■327 Em pleam os el término de ‘ ‘ m aterialism o dialéctico ’ que es el único
que puede dar una caracterización correcta de la filo so fía de M arx H olbach y
H elvecio fueron m aterialistas m etafísicas. Combatían al idealism o m eta físico. Su
m aterialism o cedió el lugar al idealism o dialéctico, que, a su vez, fu e vencido por el
m aterialism o dialéctico. La expresión “ m aterialism o económ ico” es extrem ada
m ente desacertada. Marx jam ás se había calificado de m aterialista económico.
•32S (A l principo fue la acción).
329 “ L a vida social es, esencialm ente, p ráctica. Todos los m isterios que dis-
sorrían la teoría hacia el m isticism o, encuentran su solución racional en la prác
tica humana y pn la comprensión de esta p rá ctica ” . (M arx) 239a.
®30 (Luí!, más lu z ).
331 “ M it der Gründlichheit der geschchtlicJien A ctio n w ird der TJmfang der
M as se Buneh?nen, der en A c tio n sie i s t ” . M arx. “ D ie H ilig e F a m ilie” . S. 120.
( “ Con la profundidad de la acción histórica aumentará, por tanto, el volumen
de la m asa cuya acción e s ” . Maree, “ L a Sagrada F a m ilia ” , pág. 148, Ed, Gri-
jalbo, M éjico, 1958. [N . del T. ] ) .
833 jy-. Sieber, “ A lgunas observaciones a raíz del artículo delseñor lu . Zhu-
k o sv k i” , “ Carlos Marx y su libro relativo alc a p ita l” ( “ Memorias p a tr ia s” , 1877,
noviem bre, pág. 6 ).
334 ( “ E n torno a la crítica de la econom ía p o lítica ” ).
335 ( “ E n torno a la crítica ” ) .
336 Obras de N. K . M ijailovski, t. I I , pág. 356.
■337 E n este pasaje, Marx expone su concepción m aterialista de la historia,
333 íd em , págs. 353-354.
339 Idem , pág, 357.
340 Idem , págs. 357-358.
341 (E n resumidas cu en tas).
3á2 “ Russkoie B o g a tstv o ” , febrero 1894, secc. I I , págs. 150-151.
1343 E l mismo artículo, pág. 166.
344 “ Bosquejos del período gogolia.no de la literatura ru sa ” . San Peters-
burgo, 1892, págs. 24-25.
318 “ Di e B elden des deutschen K o m m im ism u s’ ’, Bern, 1848, S. 81. .(“ Los
héroes del comunismo alemán ’ ’¡ Berna, 1848, pág. 21 ).
549 Ibid., p. 22. (Idem ,, pág. 2 2 ),
350 ( “ los reidores” ).
«52 ib id ., p. 22. (Idem , pág. 22).
333 (sin saberlo ellos m ism os).
355 “ Russkoie B o g a tstv o ” , diciembre 1893, secc. I I , pág. 189),
35~ En este borrador de esbozo de una carta, que fu e elaborado d efinitiva
m ente, Marx no se dirige al señor M ijailovsk i, sino al director de “ Memorias
P a tr ia s” . Marx habla del señor M ijailovski en tercera persona,
•359 (R íe bien el que ríe ú ltim o).
3tío V éase el artículo “ Carlos Marx ante el juicio del señor I. Zhukovski” ,
“ Memorias p a tr ia s’-’, octubre, 1877. “ E n el sexto capítulo de « E l Capital», hay
260 G. PLEJANOV
mi apartado que lleva por título ‘ 1La llam ada acumulación originaria ’ \ A llí Marx
tuvo en vista el bosquejo histórico de los primeros pasos del proceso cap italista
de producción, pero dio algo que es muchísimo m ás; toda una teoría filo só f ico-
h istó rica " . E sto, repetimos, son fru slerías: la filosofía histórica de Marx está
expuesta en el prefacio — no comprendido por el señor M ijailovsld—• a “ Z u r K ritü c
d er politischen O elconom-ie’ ( “ E n torno a la crítica de la economía p o lític a ” ) ,
en form a de ‘ ‘ unas cuantas ideas sintetizado ras, vinculadas entre sí del modo
m ás ín tim o " . Pero esto es sólo de paso. E l señor M ijailovski se ha dado maña
en no comprender a Marx hasta en lo que concierne a la form a ' ‘o b lig a to ria "
del proceso cap italista para Occidente. V io en la legislación fab ril u n a “ enm ien
d a " a la inexorabilidad fa ta l del proceso histórico. Figurándose que, según Marx,
“ lo económ ico” actúa de por sí mismo, sin ninguna intervención de los hombres,
procedió consecuentem ente al ver una enm ienda en cada intervención de los
hombres en el curso de su proceso de producción. Sólo que no sabía que, según
Marx, esta intervención misma, en cada una d e sus form as dadas, es un produc
to inevitable de las relaciones económicas dadas. Vayan a discutir acerca de
Marx, con gentes que se empeñan en no comprenderlo, ¡con una constancia digna
de m ejor causa!
se l (el maestro d ijo ).
367 ( “ sufrir hambre y morir de h a m b re " ).
372 (vuestro caso).
376 (U nión aduanera).
378 “ Der G esellseh aftssp iegel" , B an d I, S. 78, ( “ Espejo de la socied ad " ,
t. I, pág. 7 8 ). Correspondencia desde W e stfa lia .
381 “ Der G esellsch aftssp iegel" , B and I, S, 86. N otizen und Wachrichten.
( “ Espejo de la sociedad, t. I, pág. 86, N otas y n oticias).
382 Véase el artículo de H ess en el mismo tomo de esta voluminosa revista,
pág. 1 y siguientes. Confronte tam bién “ Ne ue A n ek d o ten ’ ’, herausgege'ben von
Cari Grün, Darm stadt, 1845, S. 220. ( “ N uevas an écd otas" , editadas por Carlos
Grün, Darm stadt, 1845, pág. 220). En Alem ania, por oposición a Erancia, a la
lucha contra el capitalism o so dedica tam bién la m inoría culta y “ asegura el triu n
f o sobre é l ” .
383 (organización del trab ajo).
384 ( “ Espejo de la so c ied a d " ).
385 ( “ Acerca de las necesidades de las clases trabajadoras y las tareas de
las asociaciones para m ejorar la situ a ció n " , Berlín, 1845).
886 ( “ Espejo de la sociedad").
388 (p o r e x c e le n c ia ).
389 Hombres como los N.-on los hubo muchos en la Alem ania de entonces,
y de las más variadas tendencias. Lo m ás form idable de todo, puede ser, que los
hubo de tendencias conservadoras. A sí, por ejem plo, el doctor Carlos V ollgraf,
ordentlicher P ro fessor der JRechie (Profesor, titular en D erecho), en un folleto
que lleva un título extraordinariam ente largo ( “ Von derií Hiter und untar ihr
no,tum o th w en diges M ass erveiierte-n im d he-ral»gedrtiickien Concurren^ in alien
Nahrungs-und Br-werbszweigen des bürgerl-iclien L ebens, ais der nachsten Ursache
des oMgemeinen alie K lassen m ehr Oder w en iger driiclcenden N oth stan des in
1Jeutschland, insonderheit des Getreidewuc.h.ers, sow ie von den M itteln zu ih rer
A b s te llu g ” . D arm stadt, 1 848). ( “ Acerca de la competencia en todas las ramas
de la producción de objetos alim enticios y en todas las ramas industriales que
atienden las am plias necesidades de la población, — competencia que rebasa los
marcos naturalm ente necesarios o que no los alcanzan—, como la causa m ás pró
xim a de la necesidad general en A lem ania, que presiona más o menos sobre todas
las clases, en particular, como también de la causa de la usura cerealista, asim is
mo acerca de las medidas para elim in arla" , Darm stadt, 1S48) pintó la situación
económica de la “ patria alem an a" , sorprendentem ente idéntica a cómo está pre
sentada la situación económica rusa en el libro ‘ ( Esbozos de nuestra economía
social desde la R eform a". V ollgraf tam bién presentó la cosa como si el desarro
llo de las fuerzas productivas y a condujera, “ bajo el in flu jo de la libre concu
rren cia " , a la reducción relativa del número de los obreros ocupados en la in
LA CONCEPCIÓN MONISTA DE LA HISTORIA 261
dustria. Con m ás pormenores que Buhl, p in ta la in flu en cia que el desempleo ejer
ce sobre el mercado interno. Los trabajadores de una rama industrial son a la
vez los consumidores de los productos de las otras ramas, pero, puesto que el
desempleo priva a los productores del poder adquisitivo, la demanda va dism i
nuyendo, a consecuencia de lo cual, el desempleo se vuelve universal y aparece un
completo pauperismo ( volliger P auperism u s) . . . “ Y pu esto que los cam pesinos se
ven arruinados, como resu ltado de la desm esurada com petencia, se produce un es
tancam iento com pleto en los negocios. E l organism o social se va desintegrando,
sus procesos fisio ló gicos d m m argen a la aparición de una m asa sa lva je, y
ham bre provoca en esta m asa una efervescencia, contra la cual se ven im poten tes
la represión esta ta l y hasta las a rm a s” . L a libre concurrencia lleva, en el campo,
al desmenuzamiento de las parcelas de los campesinos. E n ninguno de los hoga
res cam pesinos, la fu erza de tra b a jo halla su ficien te empleo durante todo el año.
A sí, pues, en m illares de aldeas, sobre todo en la s localidades de tierras poco
fértiles, casi com pletam ente como en Irlanda, los cam pesinos pobres se encuen
tran, sin trabajo y sin ocupación, a las puertas de sus casas. N inguno de ellos
está en condicones de ayudar a su prójim o, y a que todos poseen demasiado poco,
todos necesitan un salario que ganar, todos están buscando y no encuentran tra
b a jo ” . V ollgraf, por su parte, ideó una serie de " m e d id a s5’ para luchar contra
los efectos destructivos de la “ libre concurrencia”', aun cuando no en el e s p í
ritu de la revista socialista “ D'er G esellsch aftsspiegel’ \ ( “ E spejo de la so
ciedad” ) .
580 ( “ Con la profundidad de la acción histórica aumentará., por tanto, el
volumen de la masa cuya acción e s ” ).
■391 ( “ hechos sin el dueño” ).
302 (por excelencia).
£96 ‘ ‘ Eusskoie B o g a tstv o ” , octubre 1894, secc. I I , pág. 50.
sst íd em , p ágs. 51 y 52.
399 ( “ F ilo so fía de la h isto ria ” ) .
401 (gen eralid ad).
402 (particularidad o singularidad).
403 (gen eralid ad).
407 “ Rnsskoie B o g a tstv o ” , cuaderno I, 1895, artículo “ L iteratura y v id a ” .
409 (H a y una m edida en las cosas).
■lio ( . . . Y e o y apruebo lo m ejor, y ¡sigo lo p eo r!).
411 (L a razón, en últim as cuentas, resulta tener siempre razón).
413* (valeroso cornbatiente),
41^ Citamos según la versión rusa hecha por el señor Chizhov (págs. 191
y 192).
41(3 E n el tercer cuaderno de ‘ ‘ Busskaia M y sl' 1, el señor com entarista si
gue defendiendo esta opinión,- aconsejando, además, a los discordantes se f ija
rán ‘ ‘ aunque no sea m ás ’ en la versión rusa de 1‘ H istoria de la F ilosofía Mo
d ern a” , de U berw eg-íleinze. ¿Por qué no puede el señor com entarista fijarse
“ aunque no sea m á s” , en el propio H egel?
417 ( “ Ciencia de la ló g ic a ” ) .
421 ( “ L a subversión de la ciencia por el señor Eugenio D üh rin g” ) .
422 “ Eusskoie B o g a tstv o ” , 1895, enero, secc. I I , págs. 140-141.
423 ( “ L a subversión de la ciencia por el señor Eugenio D ü h rin g” ).
424 (Lo que está perm itido a! buey, no le está perm itido a J ú p iter),
423 (L a moral de la h istoria).
426 (Tom ó su bien donde lo h alló).
427 ( “ Ludwig Feuerbach” y “ L a subversión por D ü h rin g” ).
429 Sí, j esto tam bién a su propia manera especial, a consecuencia de lo
cual Louis Blanc desempeñó un papel tan deplorable en 1848. Entre la lucha de
clases, tal como la entendía, “ p o ste rio rm en te” , Marx, y la lucha de clases, según
Louis Blanc, dista todo un abismo. E l hombre que no se percibe do ello se parece
totalm ente al sabihondo que no notó al elefante en su v isita por el jardín zoo
lógico 422“.
430 A cotación a la edición de 1905.
262 0. PLEJANOG
fuesen, en algo, concordantes con las conclusiones económicas de los señores Bel
tov, Struve y Skvortsov ’ \ Los autores de las investigaciones a los que ustedes
señor N.-on aluden, suelen formular dos clases de deducciones: una, de confor
midad con la verdad objetiva y que reza que el capitalismo se está desarrollan
do y que los ‘‘fundamentos" vetustos se están viniendo al suelo; la otra, ' ‘sub-
je tiv a ” , que se reduce a que el desarrollo del capitalismo podría detenerse, sí,
etc., ete. En corroboración de esta últim a conclusión, jam ás se citan, sin embargo
ningún dato, de modo que sigue siendo una deducción de meras palabras huecas,
pese a la mayor o menor abundancia de material estadístico en. las investigaciones
con las que la mencionada conclusión suele adornarse. Los “ Bosquejos” del señor
N.-on adolecen de la misma debilidad; de una, por así decirlo, anemia de con
clusión “ s u b j e t i v a En realidad, ¿que ‘' análisis ” puede corroborar el pensa
miento del señor N.-on acerca de que nuestra sociedad podrá organizar ahora mis
mo la producción? Tal análisis no existe.
4Gí¡ No nos explayamos mayormente acerca del libro del señor P. Struve,
dado que dicho libro no es del agrado del señor N.-on. Pero en vano se empeña
éste en desva lorizar terminantemente el mencionado libro. En la disputa con el
señor N.-on, el señor Struve sabe más que bien volver por sí. En lo que hace al
“ análisis’' propio del señor N.-on, dejando de lado los lugares comunes, resta
de él muy poco cuando se lo quiere ' analizar ’ ’ desde el ángulo de miras de Marx.
Es de esperar que tal análisis no habrá de dejarse aguardar mucho tiempo más.
464 (‘'mamaíta’ ’)•
«5 (“ papaíto” ).
4C7 (“ pa paito” ).
4G71 La palabra rusa ‘‘proizvoditel' ’ es parónima y tiene dos significados:
1) “ productor” , y 2) “ caballo semental” , o “ grullo” . (N. del A.).
¿ss (Acotación a la edición de 1905). Hago recordar las palabras, citadas
anteriormente, de Puerbaeh acerca de cuál es, precisamente, el punto de vista que
distingue al hombre del mono.
wo (“ La ignorancia está menos distante de la verdad, que el prejuicio” ).
471 (verdad).
472 (p reju icio).
(ig n o r a n c i a ) .
474 (Que el Señor sea con vosotros).
R E F E R E N C IA S
191 Véase C. M arx y F . E ngels, Obras escogidas pág. 54, Ed. Cartago, Bs.
Aires, 1957. (N. del T.).
104 Plejanov tiene en vista el libro de M artíu s “ Von dem S ech tszu stan de
u n ter den U reinwohnern B ra silie n s ” , M ünchen, 1888. ("Acerca del estado de de
recho de los habitantes primitivos del Brasil, Munich, 1832).
137 Véase C. Marx, " E l Capital” , t. X, pág. 409, Ed. Cartago, Bs. Aires,
1956. (N. del T.).
201 En los complementos, no incluidos en la segunda edición, Plejanov desarro
lla estos pensamientos con considerable mayor plenitud. (Véase "Herencia literaria
de G. V. Plejanov” , recopilación IV, 1937, pág. 209).
20s Véase L. Morgan, La sociedad antigua, o investigación de la línea del
progreso humano, desde el salvajismo, a través de la barbarie, hacia la civilización.
Versión rusa bajo la red. de M. O. Kosven. Con el artículo de E. Engels "Contri
bución a la prehistoria de la familia (Bachofen, MacLennan, Morgan) ’ Lenin-
grado, 1935.
205 La publicación postuma del artículo de Plejanov contra Weisengrün, uno
de los primeros "críticos de Marx” , véase en "Herencia literaria de G. V.
Plejanov” , recopilación V, págs. 10*17.
211 E scuela histórica del derecho. Corriente reaccionaria en la jurisprudencia
alemana de fines del siglo XVIII y primera mitad del XIX, que se liabía mani
festado en defensa de la servidumbre y de la monarquía feudal y en contra de
las idens jurídico-estatales de la revolución francesa. Los principales representantes
de esta escuela fueron, Hugo, Savigny y Puchta.
223 Kovalevsbi cita en el libro, mencionado por Plejanov, al célebre jurista
francés, Lerminier. (Véase el libro citado de Kovalevski, pág. 54).
228 Se tiene en vista el libro de S . M n h , Tales an d íra d itio n s o f th e eshimo
w ith a slcetch o f th eir h abits, religión , lan gu age and oth er p eeu lia riiies, B dinbourgh
and L ondon, 1875. ( E . RvnTs, Leyendas y tradiciones de los esquimales, con un
breve esbozo de sus costumbres, religión, lengua y otras peculiaridades, Edimburgo
y Londres, 1875).
235 Véase C. M arx y F . E n gels, Obras escogidas, pág. 240, Ed. Cartago,
Bs. Aires, 1957. (ÍT. del T.).
236 Véase C. M arx, E l C apital, t. I, pág. 147, Ed. Cartago, Bs. Aires, 1956.
(N. del T.).
230 Véase Georg Büchner, Carta a la novia, primavera de 1834, Obras, Aca
demia, 1935, pág. 295.
242» Plejanov habla acerca del libro de L. I. Mechnikov “ L a eim lisation et
les grandes fleu ves historigues ’ A vec une fr e fa c e de M . E lisée Beclus, P aris, 1889.
(" L a civilización y los grandes ríos históricos” . Con un prólogo de Elíseo Keclus,
París, 1889). En la edición soviética de " L a Voz del Trabajo” , 1924.
244 Plejanov tiene en vista la objeeión formulada a Marx por Paul Barth©
en el libro “ Di e G esehiehtsphilodopM e S e g e ls u n d d er R e g elia n er Ms a u f M arx
und S a r tm a n n ” , L eip zig , 1890, B. 49-50. (" L a filosofía de la historia de Hegel
y de los hegelianos hasta Marx y Hartmann” , Leipzig, 1890, págs. 49-50).
■248 “ 'Dicho y hecho” d e l soberano, denominación convencional de la denun
cia política zarista en el imperio ruso del siglo XVIII. “ Pronunciar el dicho y el
hecho” , significaba, delatar los delitos de lesa majestad.
250 Cita del artículo de 1ST. I. Kareiev, " E l materialismo económico en la
historia” , "Mensajero de Europa” , julio de 1894, pág. 7.
259 Cita del artículo de Marx, " E l dieciocho bramarlo de Luis Bonaparte” .
(Véase C. M arx y F . E n gels, Obras escogidas, págs. 176 y 178, Ed. Cartago, Bs.
Aires, 1957). (N. del T.).
261 C. M arx y F . E n gels, "L a Sagrada Familia y otros escritos” , pága.
12-13, Ed. Grijalbo, México, 1958. (N. del T.).
266 Se tienen en vista las tragedias de Sumarokov, Kniazhnin, Joraskov y
otros dramaturgos rusos del siglo XVIII.
267 ( ‘ Glorious re vo lu tio n ” . ("Gloriosa revolución” ), el Golpe de Estado de
1688-1689 en Inglaterra; “ g re a t re b e llio n ” ("gran rebelión” ), la revolución
burguesa de Francia de fines del siglo XVIII.
LA CONCEPCIÓN M O N ISTA 'D E LA HISTORIA 27.1
SEÑOE:
El número 7 del “ Mensajero de la vida” del año pasado contiene
vuestra “ Carta abierta al camarada Plejanov” . lista carta revela que
está usted descontento de mí por diversas razones. La principal es, si
no me equivoco, que, según usted, hace ya tres anos que yo polemizo
“ a crédito” con el empiriomonismo, sin aportar argumentos serios con
tra él; y que esta “ táctica” —sigo citando sus propias palabras—
hasta ha llegado a alcanzar cierto éxito. Acto seguido me reprocha
usted el “ darle sistemáticamente el “ título” de “ Señor Bogdanov”.
Además, está usted descontento de mis informes sobre los libros de
Díetzgen “ L ’acquit de la philosophie” y “ Lettres sur la logique” .
Según usted, yo invito a mis lectores a adoptar una actitud prudente
y desconfiada hacia la filosofía de Dietzgen, porque se asemeja a veces
a la vuestra. Y señalaré todavía una razón más de vuestro digusto.
Usted afirma que algunos de mis partidarios le lanzan una acusación
casi “ crim inal” y opina que yo soy responsable en gran parte de esta
“ desmoralización” . Podría continuar todavía la lista de los reproches
que usted me dirige, pero no hay necesidad: los puntos que he men
cionado bastan ampliamente para abordar una explicación “ no des
provista de interés general” .
Comenzaré por lo que me parece, no ya una cuestión secundaria,
sino de tercer orden, pero que al parecer tiene para usted una impor
tancia capital: la cuestión de vuestro “ títu lo ” .
Cuando yo me dirijo a usted dándole el “ título” de señor, lo
considera como una ofensa que no tengo derecho a hacerle. A este
propósito, me apresuro a asegurarle, señor, que jamás tuve la inten
ción de ofenderle. Pero su invocación al derecho me lleva a pensar
que, según vuestras convicciones, mi deber social-demócrata sería lla
maros “ camarada” . Pero —¡que Dios y nuestro comité central me
juzguen!— yo no reconozco este deber. T no lo reconozco por la razón
clara y sencilla de que “ usted” no es mi camarada. Y no es usted mi
camarada porque “ yo y usted representamos dos concepciones del
mundo diametralmente opuestas” . E n tanto que se trate de defender
mi concepción del mundo, usted no es mi camarada, sino mi enemigo
más implacable, más encarnizado. ¿A qué, pues, hacer el Tartufo? ¿A
qué dar a las palabras el sentido que no tienen?
Ya-Boileau aconsejaba en otros tiempos: “ Al gato llamadle ga
to ” . Yo sigo este consejo razonable: yo también llamo al gato gato
280 G. PLEJANOV
SEÑOR:
La carta que os dirijo hoy se divide en dos partes. En primer
lugar me creo obligado a responder a las objeciones críticas que hace
usted a “ m i” materialismo. Después utilizaré mi derecho a pasar al
ataque y examinaré los fundamentos de la "filosofía” en cuyo nom
bre me hace usted la guerra y con cuya ayuda quisierais "com pletar”
a Marx, es decir, la filosofía de Mach. Sé que la primera parte aburrirá
enormemente a más de un lector, pero me veo obligado a seguiros, y
si nuestro paseo por su vergel "crítico ” no es de los más divertidos,
no será mía la culpa, sino del que plantó el vergel.
I
Critica usted " m í” definición de la materia que toma usted de
las siguientes líneas de mi libro " Crítica da nuestros críticos”.
" E n oposición con el espíritu, se llama materia lo que, obrando
sobre nuestros órganos de los sentidos, provoca en nosotros tales! o
cuales sensaciones. %Pero qué es lo que obra sobre nuestros órganos
de los sentidos? A esta pregunta respondo con K a n t: las cosas en sí.
Por consiguiente, la materia no es otra cosa que el conjunto de las
cosas en sí en tanto que estas cosas sean el origen de nuestras
sensaciones” .
Estas líneas le predisponen a usted a la jovialidad.
"Así. pues —ríe usted—, la materia (o " la naturaleza” en su
antítesis con el "e sp íritu ” ) se define por las "cosas en s í” y por su
propiedad de originar sensaciones. ¿Pero qué es eso de la cosa en sí?
"L o que hace nacer "sensaciones” . Esto es todo. No encontraréis otra
definición en el camarada Beltov. a menos de contar con la definición
negativa que, probablemente, está sobrentendida: "sin. sensaciones” ,
ni "fenómenos” ni "experiencia” . (" E l Empiriomonismo” , II I
página 13) ” .
i Espere un poco, señor! No clvide usted que *‘rira bien qui rira
le dernier” . Yo no defino en modo alguno la materia "p o r las cosas
en s í” . Afirmo solamente que todas las cosas en sí son materiales. Y
por materialidad de las cosas, entiendo —en eso dice usted la verdad—
su capacidad de obrar sobre nuestros sentidos, de una manera o de otra,
directa o indirectamente, y de hacer nacer en nosotros tales o cuales
296 G. PLEJANOV
se necesita, por otra parte, muc-ha audacia ni destreza. Los golpes que
usted me asesta son muy débiles y torpes, y no tienen nada de terribles.
Si yo defino la materia como el origen de nuestras sensaciones, se
engaña usted del todo al considerar como “ probable” que yo carac
terice la materia “ negativamente-” como la no-experiencia. ¡E s tam
bién muy extraño que usted se haya podido equivocar en este p u n to !
Las diversas páginas que cita usted de la Crítica de nuestros críticos
hubieran podido aclararle mi manera de interpretar la experiencia.
En una de mis notas a la edición rusa del Ludwig Feuerbach de Engels,
digo, al dirigirme a los kantianos: “ Toda experiencia y toda acción
productiva del hombre es su relación activa con el mundo exterior,
una provocación adrede de ciertos fenómenos. Y como el fenómeno es
el fruto de la acción sobre mí de la cosa en sí (K ant dice: el hecho
de ser afectado por la cosa en sí), yo obligo, al hacer una experiencia
o al producir tal o eual objeto, a que la cosa en sí afecte mi “ y o " de
una cierta manera, definida de antemano. Por consecuencia, yo conozco
al menos ciertas de sus propiedades: a saber, aquellas por las que yo
la hago obrar” . El sentido directo de esta frase es que la experiencia
supone 3a acción recíproca del sujeto y del objeto que se encuentra
fuera de él. Y esto prueba que yo me contradecirla del modo más im
perdonable si se me ocurriera definir el objeto negativamente, por
la palabra “ no-experiencia” . ¡Nada de eso, señor! ¡Es justamente
“ la experiencia” ! O más exactamente: una de las dos condiciones
necesarias de la experiencia”
Pasemos adelante.
Notemos, en primer lugar, que la expresión: “ las cosas en sí exis
ten fuera de nuestra experiencia” es muy desacertada. Puede significar
que estas cosas son del todo inaccesibles a nuestra experiencia. Así es
como lo comprendía Kant quien, sobre este punto, estaba en contradic
ción consigo mismo. Es así también como lo comprenden casi todos los
neokantianos, con los cuales está Mach de acuerdo en esta cuestión: las
palabras “ cosa en s í” evocan siempre en él yo no sé qué X que está
fuera de los límites de nuestra experiencia. Mach es completamente
lógico al declarar que la cosa en sí es un apéndice metafísico inútil,
añadido a nuestras nociones extraídas de la experiencia. Pero usted,
señor Bogdanov, no se puede imaginar un solo instante que haya
hombres que den a esas palabras “ cosa en s í” un sentido diferente
del que le dan los kantianos y los machistas. Así se explica su incapa
cidad para comprender que yo no soy ni neo-kantiano, ni machista.
Y, sin embargo, el asunto es demasiado sencillo. Aunque yo me
decidiese a emplear esa expresión desgraciada: “ las cosas en sí
existen fuera de toda experiencia ’ esto no significaría en modo alguno
para mí que las cosas en sí son “ inaccesibles” a nuestra experiencia,
sino que existen aún cuando nuestra experiencia no las alcance, por
una razón o por otra.
Cuando decimos: nuestra experiencia, queremos decir: la expe
rienciaí humana, Pero ya es sabido que hubo una época en que no
EL MATERIALISMO MILITANTE 299
mismas que nos parecen, es cleeir que no pueden ser tales como se
presentan a nosotros cuando se *traducen ’ ’ en nuestra cabeza. Nuestras
representaciones de las formas y relaciones de las cosas no son más
que jeroglíficos; pero estos jeroglíficos designan exactamente esas for
mas y esas representaciones, y esto basta para que podamos estudiar la
acción de las cosas en sí sobre nosotros, y, a nuestra vez, obrar sobre
ellas” 8.
¿De qué se trata en ese pasaje? De lo mismo de que hemos hablado
más arriba, señor Bogdanov. E l objeto en sí es \m& cosa; el objeto en
la representación del sujeto, otra. Ahora yo pregunto : ¿tenemos derecho
a reemplazar la palabra “ form a” por la palabra “ aspecto” que, según
usted, son sinónimas? Intentémoslo: “ Ya Thomas Hobbes sabía que
el espacio y el tiempo son aspectos de la conciencia y que su primer atri
buto es la “ subjetividad” y ningún materialista lo n eg a rá... ” \ Alto
a h í! ¿Qué es eso de los “ aspectos” subjetivos de la conciencia? P ara mí,
la palabra “ aspecto” significa la representación sensible del objeto
que existe en la conciencia del sujeto. Se trata de “ la intuición
sensible” del objeto; luego, en las líneas que analizamos, la expresión
“ aspectos de la conciencia” debe significar, si es que el término
“ aspecto” es sinónimo de “ form a” , la representación sensible que la
conciencia se hace de la conciencia. Dejo de lado la cuestión de saber
si tal representación es posible, llamo solamente su clara atención sobre
el hecho de que, en nuestro caso, la representación sensible que la
conciencia tiene de la conciencia sería el espacio y el tiempo; y esto
es un absurdo completo que ni Hobbes conocía ni ningún materialista
admitirá. ¿Pero qué es lo que le ha llevado a usted a esos absurdos?
La fe en su capacidad para comprender las nociones filosóficas. Usted
ha creído que .la palabra “ aspecto” era sinónima de la palabra
“ form a” ; usted ha reemplazado la una por la otra y, como resultado,
ha obtenido un absurdo que apenas se puede expresar. ¡No! La pala
bra “ aspecto” no es sinónima de la palabra “ form a” . Estas dos nocio
nes están lejos de tener el mismo sentido. Ya Hegel lo demostró en
su “ Lógica” : la forma no es idéntica al aspecto más que en un cierto
sentido mny superficial, en el sentido de la forma externa. Pero un
análisis más profundo nos lleva a comprender la forma como “ la ley
del objeto”, o, para expresarnos más exactamente, como su estructura.
Esta distinción, que Iíegel definió tan bien, era ya conocida en los
años veinte del siglo último. Lea, por ejemplo, el párrafo siguiente de
la carta de D. Vénétinov a la condesa N. N .: “ Verá usted ahora —dice
Vénétinov, que acaba de definir la noción de la ciencia—, que la
palabra “ form a” no expresa la forma exterior de la ciencia, sino la
]ey general a que se somete necesariamente” . (Obras de Vénétinov.
1855, pág. 125). ¡Es lástima, una gran lástima, señor Bogdanov, que
usted ignore todavía lo que sabían, gracias a Vénétinov, hace ya
ochenta años, ciertas mundanas rusas!
Y ahora otra pequeña pregunta: ¿En qué sentido he empleado yo
la palabra “ form a” en mi polémica con Conrad Sehmidt? ¿E n el
EL MATERIALISMO MILITANTE 303
no es más que una parte de la naturaleza, una parte del ser. Por eso
no ha lugar a la contradicción entre su pensamiento y su existencia” .
(Oirás, T. X, pág. 193).
E n otro sitio "contra el dualismo del cuerpo y del alma, de la
carne y del " e sp íritu ” hace notar lo siguiente: “ yo soy para otro un
objeto "psicológico” (O’bras, tomo II, páginas 348-349).
En fin, en otro lugar afirm a: " m i cuerpo como unidad es mi " y o ” ,
mi ser verdadero. Lo que piensa no es un ser abstracto, sino justamen
te ese ser real, ese cuerpo” . Pero si es así —y desde el punto de vista
materialista lo es— no es difícil comprender que las sensaciones subje
tivas no son otra cosa que la conciencia de sí del objeto, y al mismo
tiempo del Todo (el mundo exterior) a que pertenece. Un organismo
dotado de pensamiento existe no solamente " e n s í” y no solamente
"p a ra los otros” (en la conciencia de otros organismos), sino también
" p a ra s í” . Usted señor Bogdanov, no existe solamente como una cierta
masa de materia y solamente en la cabeza del bienaventurado Anatolio,
que lo tiene por un profundo pensador, sino también en su propia
cabeza, que se da cuenta de la masa de materia que lo constituye13.
Así pues, nuestro pretendido dualismo se revela indubitablemente co
mo un monismo. Es más, es el único monismo verdadero, es decir, el
único posible. Porque, ¿cómo se resuelve, en el idealismo, la antinomia
del sujeto y del objeto? E l idealismo declara que el objeto no es más
que la "sensación” del sujeto, es decir, que no existe por sí mismo,
pero, como .ya lo dijo Feuerbaeh, esto no es resolver el problema es sola
mente eludir su solución. (Comparad "L as cuestiones fundamentales
del Marxismo” ).
Todo esto es sencillo como B A, BA. Pero para usted no es sola
mente "desconocido” , sino también "¡incognoscible!” . Porque Mach,
la nodriza filosófica de usted, lo ha corrompido desde su adolescencia,
y porque después se ha hecho usted incapaz de comprender aún las ver
dades más sencillas, más claras del materialismo contemporáneo. Cuan
do usted encuentra una de esas verdades sencillas y claras, en mis
escritos, por ejemplo, toma en seguida en su cabeza un aspecto defor
me y, bajo la influencia de esa "sensación” , escribe usted como un
ganso salvando al Capitolio, y me ataca con objeciones que parecen, a
mil leguas a la redonda, la confusión más lamentable y fastidiosa.
E n el "Mercader de Venecia” , Bassanio dice de Graciano: "S us
reflexiones son como dos granos de trigo ocultos en dos medidas de
paja. Para encontrarlos, es preciso buscar toda una jornada y una
vez hallados, se apercibe uno de que no valían los esfuerzos de la re
busca 7’.
Es preciso ser justos, señor Bogdanov: usted no se parece a Gra
ciano; su paja no encierra un solo grano de trigo. Además, se pudre
en la granja filosófica hace más de ciento cincuenta años y empezó a
ser devorada hace mucho tiempo por las ratas, aunque usted, con
demasiado aplomo pretenda que es un producto de la última cosecha
"científica” . ¿Es agradable rebuscar en esta podredumbre? ¡Y toda
EL, MATERIALISMO MILITANTE 309
II
mente en el easo en que una concepción, que pueda ser empleada con
un fin especial estrechamente limitado, se convierte de antemano en
la base de todos los análisis. Esto sucede, por ejemplo, cuando exami
namos todas las sensaciones como efectos del mundo exterior que
llegan a la conciencia. Tenemos ya ahí todo un nudo de dificultades
metafísicas que parece imposible deshacer. Pero ese nudo desaparece
en cuanto examinamos el easo en un sentido matemático, es decir,
cuando nos damos cuenta que sólo tiene valor para nosotros el estable
cimiento de la naturaleza de las relaciones funcionales, de la dependen
cia existente entre nuestras sensaciones. Entonces aparece con toda
claridad que el establecimiento de relaciones entre nuestras sensacio
nes y ciertas incógnitas (cosa en sí) es puramente ficticio y ocioso” .
Mach declara categóricamente que es absurdo considerar nues
tras sensaciones como el resultado de la acción del mundo exterior que
alcanza a nuestra conciencia. Nosotros creemos a Mach y decimos: si,
en un momento dado, nuestra "sensación” consiste en que oímos la
vos de otro hombre, nos engañaríamos de medio a medio proponiéndo
nos explicar esta "sensación” por la acción sobre nosotros del mundo
externo, es decir, de la parte de ese mundo representada por el hombre
que nos habla. Toda suposición de tal acción es (Mach lo garantiza)
metafísica trasnochada. Nos queda por suponer que oímos la voz de
otro hombre, no porque hable (y obra sobre nosotros por la vibración
del aire), sino porque nosotros tenemos una sensación gracias a la cual
nuestro interlocutor parece hablarnos, T si nuestro interlocutor oye
nuestra respuesta, esto también se explica, no porque el aire puesto
en vibración por nosotros provoque en él ciertas sensaciones auditivas,
sino porque tiene una sensación consistente en que le parece que nos
otros respondemos. Esto, en efecto, está muy claro y no hay realmente
en ello "ninguna dificultad metafísica” , pero es i oh, espanto!, justa
mente la teoría de la armonía preestablecida que Mach llama
monstruosa u ,
Mach nos demuestra que lo que nos importa es solamente el
establecimiento de las relaciones funcionales, es decir, de la depen
dencia existente entre nuestras sensaciones. Llegamos a un acuerdo con
él y nos preguntamos de nuevo: desde el momento en que no se trata
más que del establecimiento de la dependencia funcional entre
nuestras sensaciones, no tenemos ningún derecho a reconocer la exis
tencia de otros hombres independiente de nuestras sensaciones. Tal
confesión crearía todo un nudo de "dificultades metafísicas” . Pero
no es esto todo: las mismas consideraciones nos persuaden de que no
podemos (sin pecar contra la lógica) reconocer la existencia de "ele
mentos que no pertenecen a nuestro " y o ” y que forman el "no-yo” ,
el mundo exterior. No hay, pues, nada fuera de nuestras sensaciones.
Todo lo demás es pura invención metafísica” , ¡Viva el solipsismo! 15.
Si Mach espera desembarazarse de esta "dificultad indubitable”
por su distinción entre el " y o ” en un sentido más estrecho y el " y o ”
en un sentido más amplio, se engaña cruelmente. Su "yo ampliado”
316 G. PLEJANOV
xistas rasos, que nos atormentamos desde hace años con esta filosofía
machista y a los que se nos aconseja con mucha insistencia que unamos
esta filosofía inexistente a las enseñanzas de Marx. Pero lo que es
todavía más importante es que 110 puede haber filosofía a lo Mach,
o más bien a lo Berkeley o a lo Fichte, libre de contradicciones irre
solubles. Sobre todo actualm ente: el idealismo subjetivo era ya en el
siglo X V III un aborto de la filosofía, pero en la atmósfera de las cien
cias naturales contemporáneas no puede ya respirar. He aquí por qué,
aún aquellos mismos que hubieran querido hacerle revivir, tienen que
renunciar a ello. Lo repito: la lógica tiene sus derechos.
Y ya puedo despedirme de usted, señor Bogdanov. No haré más
que otra observación. Se queja usted en la carta abierta que me dirige
de que mis amigos filosóficos de Rusia le acusan de toda clase de ab
surdos. Usted tiene la culpa. No intentaré convencerle de que los
hombres qne usted acusa de deformar conscientemente sus pensamien
tos, son demasiado honrados para permitirse tales actos. Consideraré
el asunto desde el punto de vista del simple cálculo y preguntaré: ¿Es
necesario deformar sus pensamientos, cuando su reproducción exacta
íe perjudica a usted más que toda deformación?
Crea usted en mi sincera compasión por esta posibilidad, ¡ay!
demasiado segura.
C ARTA TERC ERA
SEÑOR:
II
III
IV
Pero, sea como sea, usted se defiende del solipsismo. Usted reconoce
la existencia de “ otros hombres” . Yo lo tomo en consideración y digo:
si “ tal o cual individuo existe no solamente en mi imaginación, sino
que tiene igualmente una existencia independiente, eso significa que
existe no solamente “ para m í” , sino igualmente en “ sí” . Este indi
viduo aparece, pues, como un caso particular de la famosa “ cosa en
s í” . ¿Y qué dice usted, señor, de la “ cosa en sí” ?
Dice usted lo siguiente: “ cada parte dada de un complejo puede
faltar en nuestra experiencia en un cierto momento y sin embargo,
“ el objeto” es para nosotros la misma cosa que el complejo entero.
¿Es que eso no significa que se pueden rechazar todos los “ elementos” ,
todos los “ signos” de la cosa y que. sin embargo, esta cosa seguirá no
ya como hecho, sino como “ substancia” ? Esto no es más que un viejo
error lógico: se puede arrancar cacla cabello separadamente y el pa
ciente no se quedará calvo, pero sucederá si se los arrancan todos a
la vez. Es el mismo proceso por el cual se crea la “ substancia” que
Hegel llamaba el “ eaput mortuum de la abstracción” . Si se recha
zan todos los elementos del complejo no habrá ya complejo; no quedará
más que la palabra que le designa. Esta palabra es la “ cosa en s í” .
(Ibid, Lib. X).
¿De manera que la “ cosa en sí” no es más que una palabra
vacía, sin ningún contenido, el capupt mortuum de la abstracción? Estoy
de acuerdo, porque soy un “ individuo” conciliador. La “ cosa en sí”
es una palabra vacía. Pero si esto es cierto, el individuo en sí es una
palabra vacía igualmente y, por lo tanto, los “ individuos” no existen
más qne en mi imaginación. Pero en tal caso, yo estoy solo en el
mundo y . .. llego irrevocablemente al solipsismo en filosofía. Pero
precisamente usted, señor Bogdanov. se defiende del solipsismo. ¿ Qué
es ésto? Me va pareciendo que el culpable de esas palabras vacías, sin
ningún contenido, es usted “ ante todo” y no los otros “ individuos” .
De esas palabras vacías ha llegado usted al largo artículo que intitu
la, como para burlarse- de sí mismo: “ El Ideal del Conocimiento” .
¡Sí que es ciertamente un ideal muy elevado!
Se desenvuelve usted muy mal en las cuestiones filosóficas, señor
Bogdanov, dicho sea entre nosotros. Por eso voy a intentar explicarle
mi pensamiento por medio de un ejemplo.
Usted probablemente habrá leído la comedia de Hauptmann
“ ¡Und Pippa ta n a t!” (“ ¡Y Pilla baila!” ). En el segundo acto, Pippa
al salir de su desvanecimiento, pregunta: “ ¿Dónde estoy?” , a lo que
Hellrigel responde: “ ¡En mi cabeza!” .
Hellrigel tenía razón: Pippa existia realmente en su cabeza. Pero
surge una pregunta: ¿no existía más que en su cabeza? Hellrigel que
ha pensado, al verla, que él C 'iraba, ha supuesto en seguida que
Pippa no existía realmente más que en su cabeza. Pero, naturalmente,
ella no podía estar de acuerdo con esta idea y replicó: “ ¿Pero no ves
que soy de cai*ne y sangre?” .
Hellrigel cedió poco a poco ante sus argumentos. Aplicó la oreja
336 G. PLEJANOV
contra sil pecho como haee un médico, y exclamó: "¡P ero si estás
viva! ¡Tienes un corazón, P ip p a !”
¿Qué es lo que había pasado? E n primer lugar, Hellrigel tuvo
“ un complejo de sensaciones” basado en el cual pensó que Pippa sólo
existía en su imaginación; en segundo, algunas nuevas “ sensaciones”
(los latidos del corazón, etc.), vinieron a añadirse al primer complejo;
en consecuencia. Hellrigel se convirtió inmediatamente en un “ meta-
ñsieo” en el sentido erróneo que usted da a esta palabra. Reconoció
que Pippa existía más allá de su “ experiencia” (de nuevo en vuestro
sentido, señor Bogdanov), es decir, que tenía una existencia propia,
independiente de sus sensaciones. Esto es sencillo; continuemos.
Así que Hellrigel se dio cuenta de que no eran sus sensaciones las
que, al unirse entre sí de una cierta manera, creaban a Pippa, sino
que era Pippa la que provocaba esas sensaciones, ca7 0 inmediatamente
en lo que usted llama, por incomprensión, eí dualismo. Pensó que
Pippa no tenía solamente una existencia en su imaginación, sino igual
mente una existencia en sí. Pero ahora quizá usted mismo haya podido
adivinar que no había allí ningún dualismo y que si Hellrigel hubiese
negado la existencia de Pippa en sí, habría llegado al mismo solipsismo
de que usted intenta en vano zafarse.
¡ He aquí las ventajas de hablar popularmente! Con este ejemplo
de la comedia de Hauptmann, comienzo a creer que habré sido al fin
comprendido por la mayor parte de vuestras lectores, gracias a los
cuales se han difundido en grandes ediciones vuestras obras “ filo
sóficas” sobre la gran faz de la tierra rusa.
VI
achicado el asunto. Excluye usted del mundo objetivo a todos los hom
bres en general, y por consiguiente a los “ individuos" que cita usted
al defenderse del solipsismo. No tenia usted el menor derecho lógico
para ello, porque para cada individuo el mundo objetivo es el mundo
exterior, al cual pertenece con los demás hombres, ya que éstos no
existen solamente en la imaginación de ese único individuo. Ha olvi
dado usted todo por la sencilla razón de que su punto de vista sobre
la experiencia es el punto de vista del solipsismo 5. Pero me siento de
nuevo reconciliador y admito que usted tiene razón, es decir, que los
“ individuos" no pertenecen al mundo objetivo. Le suplico únicamente
que me explique cuáles son las relaciones de esos individuos entre sí.
Espero que esta pregunta 110 le dará ninguna preocupación, sino al
contrario, alegría, porque le proporcionará la ocasión de descubrirnos
una de las facetas más “ originales” de su concepción del mundo.
Usted toma, naturalmente, por punto de partida para el examen
de esta cuestión la noción del hombre como “ un complejo de sensa
ciones inmediatas". Pero para otro hombre el primero aparece más
bien como una percepción entre otras percepciones, como un complejo
visual-tactil-auditivo entre toda una serie de otros complejos. (Ibid,
L¡. I). Yo podría recalcar todavía que si para el hombre A, el hom
bre B no es más que an complejo visual-tactil-auditivo, ese hombre A
no tiene el derecho lógico de reconocer la existencia independiente del
hombre B, a no ser que este hombre A no sea un adepto de vuestra
teoría (es decir, de la de Mach) sobre la experiencia. Pero si se adhiere
a ella, debe al menos tener la honradez de confesar que, al declarar al
hombre B existente independientemente de él, del “ individuo" A,
expresa un pensamiento metempírico, es decir metafísico (empleo
estos términos según el sentido que usted les da) o dicho de otro
modo, que rechaza toda la base del machismo. Pero ~io quiero insistir
aquí sobre este punto, porque supongo que el lectox ve ya demasiado
claramente su inconsecuencia en el asunto. Ble importa ahora explicar
de qué manera “ un complejo de sensaciones inmediatas” (hombre B)
parece a otro complejo de sensaciones inmediatas (hombre A), como
“ una percepción entre otras percepciones” , o como un cierto complejo
visual-tactil-auditivo entre otros complejos.
En otros términos, quiero comprender el proceso gracias al cual
“ un complejo de sensaciones inmediatas” puede “ sentir inmediata
m ente" a otro “ complejo de sensaciones i n m e d i a t a s La cuestión
parece extremadamente obscura. Es cierto que usted intenta aclararla
un poco explicando que un hombre se convierte para otro en la coordi
nación de sensaciones inmediatas, gracias al hecho de que los hombres
se comprenden mutuamente por sus juicios. “ En fin, gracias al hecho
de que los hombres se comprenden unos a otros por sus juicios, el
hombre se convierte, para los otros también, en la coordinación de
sensaciones inmediatas, en un “ proceso psíquico, e tc ... (Ibid, Lib. I).
Confieso que no se os puede dar las gracias por ese “ gracias al
hecho” , porque “ gracias" a ese término, la cuestión no está ni mucho
338 G. PLEJANOV
lución indicada, ¿de qué manera pudieron cumplirse los procesos del
mundo? ¿De qué modo han podido aparecer las cosas, aparte de los
complejos aislados de sensaciones inmediatas surgidos no se sabe de
dónde?
Quinta, ¿Qué es lo que esos complejos podían “ experimentar” en
una época en que no había nada 7 en que, por consiguiente, nada
había que “ experimentar’'?
V II
YIII
CARTA SE G U N D A
saeiones que hace nacer en nosotros. N aturalm ente, usted no lia, comprendido esto,
señor Bogdanov. ¡H e ahí las consecuencias de comenzar por Maeli el estudio de la
filo so fía !
W N o quiero con esto decir en modo alguno que m is críticos tendrían razón
si yo me atuviese todavía a m i antigua term inología. N o, ni aun en este caso, sus
objeciones serían fundadas, como no lo son ninguna de las hechas por los idealistas
a los m aterialistas. N o puede haber diferencia m ás que en el grado y es preciso re
conocer que m is honorables adversarios han mostrado un grado extremo de de
bilidad. N o dudo de que es precisam ente el abandono de uno de m is antiguos tér
m inos el que atrajo por prim era vez la atención de esos señores sobre lo que ellos
consideran como el lado m ás débil de “ m i ” m aterialism o. Celebro haberles dado
ocasión de distinguirse, pero lam ento vivam ente qne hasta. un adversario de idea
lism o, V. L lin, haya creído necesario hablar en su libro E l M aterialism o contra
m is jeroglíficos. ¿Qué necesidad había de ponerse en esta ocasión al mismo nivel
que los que han probado su ficientem ente que no han inventado la pólvora^
11 U na eosa tiene pro piedades; estas son prim eram en te sus relaciones deter
m inadas con o t r a s ... pero seguramente, la eosa es en s í . . . tiene la propiedad de
provocar ta l o cual efecto en otra, y de exteriorizarse en sus relaciones de una m a
nera original. (H egel, Ciencia de la L ógica, T. I, libro IX, págs. 148-149).
12 Ahora, ciertos partidarios de Mach, Petzokl por ejemplo, quieren separar
se de Vervorn, declarándole ellos mismos idealistas. Vervorn es realm ente un idea
lista , pero no m ás que Mach, Avenarius y P etzold. Es solamente más consecuente
que olios, N o teme las conclusiones id ealistas que asustan todavía a ios otros, y de
las que intentan defenderse con los sofism as más ridículos.
13 Según las enseñanzas de Spinoza, el objeto (res) es un cuerpo (corpus) y
al mismo tiempo la idea del cuerpo (id ea corporis). Pero, como el que tiene con
ciencia de sí tiene al mismo tiem po conciencia de su conciencia, el objeto es ol cuer
po (corp u s), la idea del cuerpo (id ea corporis) y, en fin , la id ea de la idea del
cuerpo (idea ideae corporis). Se ve por esto cuán próximo está el materialismo de
feu erb a eh a las doctrinas de Spinoza.
14 E n otro lugar ( A n álisis de las S en sacion es). Mach dice: “ L as diver
sas sensaciones de un hombre, así como las sensaciones de diversos hombres, se en
cuentran en una dependencia determ inada las unas de las otras. Es esto en lo que
consiste la “ m a te ria ” . Es posible. Pero surge otra pregunta: ¿puede haber desde
el punto de vista de Mach, otra dependencia que la que corresponde a la armonía
preestablecida?
15 H ans Cornelius, que Mach considera como partidario suyo, confiesa que
no conoce n i una refutación cien tífica del solipsism o (ver su Introducción a la F i
losofía, Leipzig, 1903, y sobre todo la n ota de la p ág. 323).
1(5 N aturalm ente, M ilite no es el único que hace esta distinción. Se im ponía,
por decirlo así, p o r sí misma, no solam ente a tocios los idealistas, sino a los so-
lipsisia s.
1 7 D igo “ sólo puede tener sentido bajo la plum a de un. m aterialista” , por
que esta frase de Mach supone que la conciencia, es decir, entre otras, “ las ma
n ifestacion es de la volu n tad " , se determ ina por “ el se r ” (por la construcción m a
terial de los organismos en que aparecen esas m anifestacion es). Es, por consiguien
te, absurdo decir que el ser no es m ás que un entes representado o sentido por los
individuos que poseen voluntad. E s necesariam ente al mism o tiempo “ el ser en
s í ” . Pero, según Mach, la m ateria no es m ás que uno de los estados ( “ de sensacio
n e s ” ) de la conciencia, y, por otra parte, la m ateria (es decir, la construcción m a
terial del organism o) es por sí m ism a, la condición de la s sensaciones que nuestro
pensador llam a las m anifestaciones de la voluntad.
18 E xisten ciertas “ condiciones químicas y v ita le s” . L a adaptación del or
ganism o a esas condiciones se m an ifiesta, entre otras, en el gusto y el olor, es de
cir, en el carácter de sensaciones propias a este organism o. Se preguntará si se pue
de decir, sin caer en la m ás escandalosa contradicción, que estas “ condiciones quí
m icas y v ita le s” no son otra cosa que el com plejo de sensaciones propias de ese m is
mo organismo. Parece que no. Pero, según Mach, no solam ente se puede, sino que
se debe. Mach se aferra firm em ente a aquella convicción filo só fic a de que la tierra
352 G, PLEJAJtsTOV
reposa sobre las ballenas, las ballenas nadan en el agua y el agua se encuentra
sobro la tierra. E sta convicción le ha conducido al gran descubrimiento que tanto
ha entusiasmado a mi joven am igo F . V . Adler (ver su folleto Die enadeclcung der
W eltelem ente. Sonderebdruck aus N .u 5 del Zitschrif t K am pf). Sin embargo, no
pierdo la esperanza de que con el tiem po mi joven am igo, una vez que h aya reflexio
nado más sobre las cuestiones fundam entales de la filo so fía , se reirá él mismo de
su actual entusiasmo ingenuo por Mach.
19 P ara “ el lector penetrante ” , contra el cual com batía en otros tiempos
Chernichevsky en su novela ¿Qué hacer?, añadiré Ja observación siguiente: “ No
quiero en modo alguno decir que Mach u otros pensadores de su género «espiritua
les» de la burguesía. En este caso, la adaptación de la conciencia social (o do cla
se), se hace, en general, sin que los individuos se aperciban de ello. Adeznás, en el
caso que nos interesa, la adaptación de la conciencia al ser se ha hecho mucho
antes de que Mach comenzase sus «paseos dominicales» por el dominio de la filo so
f ía . Mach sólo ha pecado por m ostrarse incapaz de considerar críticamente la ten
dencia filo só fica dominante en su tiem po. Pero es éste un pecado muy corriente
entre hombres aun mucho mejor dotados que é l" .
-0 ¡Oh cosa en sí
C uánto t e am o!
¡Oh tú, cosa de todas las cosas!
CARTA TERCERA
1 P seudón im o de P le ja n o v .
2 No añadiré aquí más que una pequeña indicación: Engels en su prefacio a
la segunda edición del Á n ti-D ü hrin g decía: “ Marx y yo hemos sido los únicos en
transportar la dialéctica consciente de la filo s o fía id ealista alemana & la concepción
m aterialista de la. naturaleza y de la h isto ria ” . (P . Engels, F ilosofía, economía po
lítica, socialism o, 1907). Como ve usted, la explicación m aterialista de la naturale
za era a los ojos de E ngels una parte tan indispensable a una concepción ju sta
del mundo como la explicación m aterialista de la historia. Esto es lo que olvidan
con demasiada frecuencia y demasiado voluntariosam ente los que se inclinan ai eclec
ticism o o, lo que viene a ser igual, al “ revisionism oJ' teórico.
3 Usted conoce mal la historia de las concepcones esparcida en la ciencia so
ciológica del siglo X IX . Si usted la hubiese conocido, no habría usted aproximado
Maeh a Marx por la única razón de que M ach explica el origen de la ciencia “ por
la s exigencias de la vida p r á c t ic a ... ia técn ica ” . E sto está lejos de ser una idea
nueva. L ittré escribía ya h acia 1840: *‘ Toda ciencia proviene de un arte corres
pondiente del que se destacó poco a poeo; 3a necesidad sugirió las artes, y más tarde
la reflexión sugirió las ciencias. A sí es como la fisiología, mejor denominada bio
lo gía, nació de la m edicina. Después gradualmente, las artes recibieron de las cien
cias más que éstas recibieron de a q u éllas” . (Citado por A lñ e d D 'E spinas. L os
orígenes de la tecon ología” , París, 1897, pág. 12),
4 En su artículo “ La conciencia de sí de la filo s o fía ” dice usted: “ Nuestro
universo es ante todo un mundo experim ental. Pero no solam ente un mundo de ex
periencia in directa. N o, es mucho m ás ex ten so ” . (Em piriom onism o, lib, I I I ) . En
efecto ¡y tan mucho más extenso! Tan extenso que la “ filo s o fía ” , que dice apo
yarse sobre la experiencia, se basa, en realidad, en una doctrina puramente dogmá
tica de 1 ‘ elem entos ” , y se encuentra en la relación m ás estrecha con la m etafísica
idealista.
5 Cuando yo d igo: “ exp erien cia” quiero decir: o lie n mi propia experiencia
o 'bien no solamente mi propia experiencia, sino tam bién la de los otros hombres.
E n el primer caso, soy un solipsista, porque m e encuentro siempre solo en mi pro
p ia experiencia (solus ip s e ), En el segundo caso, evito «1 solipsism o al rebasar los
lím ites de la experiencia individual. Pero, al reconocer la existencia independiente
de los otros hombres, afirm o por eso mismo que tienen una existencia en sí, in d e
pendiente de m i representación, de m i experiencia in dividu al. E n otros términos, al
reconocer la existencia de otro hombre, declaramos, usted y yo, absurdo lo que dice
EL MATERIALISMO MILITANTE 353
usted contra el ser en si, es decir, que echamos abajo toda la filo so fía del “ machis-
m o '', del “ em p iriocriticism o", del ‘ ' em piriom onism o? etc.
<> En el mismo libro afirm a usted, por el contrario, eorno yo he dejado in
dicado más arriba, que la acción recíproca “ de seres v iv ien tes" ( “ com p lejos" ellos
tam bién) no se efectú a directamente. E sa es una da vuestras innumerables contra
dicciones, que sería superfino seguir examinando.
7 “ E l objeto, es decir, el otro «yo», hablando en térm inos de Fichte, es dado
no a mi «yo», sino m i «no yo»; porque es solam ente ahí donde yo me transformo, de
«yo» en «tu», es solam ente ahí donde yo siento que nace la representación de una
actividad existente fuera de mí, es decir, de la objetividad. Pero sólo por medio de
los sentidos el «yo» se convierte en el «no y o » " , (FPerice, I I , pág. 322).
8 Digo que usted escapa, por un instante, a la s contradicciones inconciliables,
porque no le es dado escapar a ellas por un tiem po un poco largo. En efecto, si
el mundo inorgánico en si es un caos de elem entos, m ientras que “ en nuestro cono
cimiento se transform a en un sistem a arm onioso", tiene que ocurrir una de dos
cosas: o bien usted mismo no sabe lo qué se dice, o bien -es que usted, que se consi
dera un pensador independiente últim o modelo, vuelve de la manera más vergonzosa
ai punto de vista del viejo K an t, afirm ando que la razón dicta sus leyes a la na
turaleza exterior. E n verdad, en verdad os digo, señor Bogdanov, que hasta el fin
de vuestros días flotaréis sin gobierno de una en otra contradicción. Comienzo a
sospechar que es precisam ente vuestra filo so fía ese caos de elementos que, según
usted, constituye el mundo inorgánico.
o N osotros no podemos “ se n tir " nuestra “ sensación " m ás que por el re
cuerdo de lo que hemos ya se n tid o .. . Pero -eso no es en absoluto de lo que se trata
en lo que usted dice, señor Bogdanov.
Usted ha averiguado que al reconocer en lo “ fís ic o " y en lo “ p síq u ico"
dos géneros separados, Mach y Avenarius, reconocían a una cierta “ d u alid ad " .
U sted ha querido elim inar ésta. Los m últiples y profundos “ porqués" que dirige
usted a Mach y a Avenarius son una alusión transparente al hecho de que usted
conocía el secreto para evitar esta desagradable dualidad. Y hasta lo ha declarado
usted francam ente. Sabemos ahora en qué consiste vuestro secreto: declara usted
lo “ f ís ic o " mía otra form a de lo “ p síq u ico" . E sto es, en efecto, monismo. No
tiene más que un inconveniente: es idealista.
i* H e puesto entre com illas las tres expresiones que usted mismo emplea, con
el fin de im pedir toda ten tativa por parte de los lectores para comprenderlas en el
sentido directo, es decir, en su verdadero sentido. (V éase el Empiriomonismo, l i
bro I I ) .
12 En otra parle, dice usted: “ A toda célula viviente corresponde, desde nues
tro punto de vista, un cierto complejo de sensaciones, por in sign ificante que se a " .
Los que piensen que al decir esto hace usted alusión a las “ almas celu lares" de
Maeckel, estarán en un gran error. Según usted, la concordancia entre la “ célula
v iv ien te " y el “ com plejo de sensaciones por in sign ifican te que s e a " , consiste en
que esa célula no es más que un reflejo de ese com plejo, es decir, solam ente otra
form a de su ser.
13 W illiam Jam es dice, apoyando su punto de vista religioso: “ La realidad
concreta se compone exclusivam ente de experiencias ind ivid u ales". (La exper iciir
cía Religiosa, París-G-enéve, 1908). E sto equivale a la afirm ación de que en la
base de toda realidad hay ‘ ‘ com plejos de sensaciones inm ediatas ’ Y Jam es no
se engaña al pensar que tales afirm aciones abren de par en par la puerta a la
superstición religiosa.
REFERENCIAS
II
i
366 G. P LEJA N O V
la razón divina la que dieta al mundo las leyes que lo rigen *. E l idea
lismo no establece la unidad del ser y del pensamiento y no puede
establecerla, sino que, al contrario, la rompe. El punto de partida de
la filosofía idealista -—el yo, como principio filosófico fundamental—,
es totalmente erróneo. E l punto de partida de la verdadera filosofía
debe ser no el yo, sino el yo y el tú. Solamente así se puede llegar a
una comprensión justa de las relaciones entre el pensamiento y el ser,
entre el sujeto y el objeto. Yo soy “ yo” para mí mismo y simultanea-
mente “ t ú ” para otro. Soy, al propio tiempo, sujeto y objeto. Es nece
sario además dejar constancia que “ y o ” no es el ser abstracto con el cual
opera la filosofía idealista. Yo soy un ser real; mi cuerpo pertenece
a mi esencia; aún más, mi cuerpo, considerado como un todo, es pre
cisamente mi yo. mi verdadera entidad. No es el ser abstracto el que
piensa, sino precisamente este ser real, este cuerpo. De ello resulta que,
contrariamente a lo que afirman los idealistas, es el ser material, real,
el sujeto, y el pensamiento, el atributo. Y es exactamente en esto en
lo que consiste la fínica solución posible de esta contradicción entre
el ser y el pensar que ha querido ser resuelta por el idealismo, sin
resultado. E n el caso que tratamos no se suprime uno solo de los
elementos de la contradicción: los dos son conservados, poniendo de
manifiesto su verdadera uvÁdad. “ Lo que para mí, o sea subjetiva
mente, es un acto puramente espiritual, inmaterial, no sensible en sí,
es objetivamente un acto material sensible” **.
Notad bien que diciendo esto Feuerbaeh se aproxima a Spinoza,
cuya filosofía exponía ya eon tanta simpatía en la época en que su
propio divorcio con el idealismo apenas se dibujaba, es decir, cuando
escribía su historia de la nueva filosofía 7. E n 1843 hacía notar muy
sutilmente en sus Grundsatze, que el panteísmo es un materialismo
teológico, una negación de la teología, negación que se mantiene dentro
de un punto de vista teológico. E-s en esta confusión del materialismo
con la teología en donde residía la inconsecuencia de Spinoza, lo que
no le impide, sin embargo, encontrar la “ expresión justa, por lo menos
en su tiempo, para los conceptos materialistas de la época moderna” ,
Así Feuerbaeh llamaba a Spinoza “ el Moisés de los librepensadores y
materialistas modernos En 1848, Feuerbaeh plantea la siguiente
cuestión: ‘c¿ Qué es lo que Spinoza llama, lógica o metafísicamente,
sustancia, y teológicamente Dios?” Y él responde categóricamente: “ No
es otra cosa que la naturaleza” . Señala como el principal error del spi-
nozismo el que “ la esencia sensible, antiteológica de la naturaleza toma
en él el aspecto de un ser obstraeto, metafísico ’\ Spinoza ha suprimido
el dualismo de Dios y la Naturaleza porque él considera los fenomenos
naturales como actos de Dios. Pero precisamente porque los fenó
menos naturales son ante sus ojos los actos de Dios, es que éste
permanece como un ser distinto de la naturaleza y sobre el eual ésta
* O bras, I I , p á g , 295.
** Ibid., pág. 3-50.
*** Obras, I I , pág. 2-91.
EL MATERIALISMO M ILITANTE 367
* ( iEl pensar —dice— está precedido por el ser; antes de pensar la calidad,
tú la sientes." (Obras, I I , pág. 253).
E L MATERIALISMO MILITANTE 369
III
IV
del pensamiento dialéctico son confirmadas, según él, por las pro
piedades dialécticas del ser. Aquí todavía, el ser condiciona el pensar.
Sin entrar en una caracterización más detallada de la dialéctica
materialista (sobre sus relaciones eon la que se puede llamar lógica
elemental, paralelamente a la matemática elemental, ver nuestro pre
facio a nuestra traducción del folleto Ltidivig Feuerbaeh) *, recordare
mos al lector que la teoría, que no veía en el proceso de la evolución
más que modificaciones progresivas, y que dominó en el curso de estos
últimos veinte años, ha comenzado a perder terreno aun en el domi
nio de la biología, donde era casi universalmente reconocida.
A este respecto, los trabajos de Armando Gautier y de Hugo
De Vries parecen marear una época. Basta decir que la teoría de las
mutaciones de Vries no es otra cosa que la teoría de la evolución
de las especies por saltos. (Ver su obra, en dos tomos, Die
Mutationstheorie, Leipzig, 1901-1903; su informe Die Mutationen
und die Mutationsperioden bei der Entstehung der Arten, Leipzig,
1901, así como sus conferencias en la Universidad de California, edi
tadas en traducción alemana, con el título de Arten und Variataten
und ihre Entstehung clurch die Muttion, Berlín, 1908).
Según la opinión de este eminente naturalista, el lado débil de
la- teoría de Darwin sobre el origen de las especies es presisamente la
idea de que tal origen puede ser explicado por cambios graduales **.
Muy interesante y justa es igualmente la observación de De Vries
cuando comprueba que la teoría de los cambios graduales que domina
en la doctrina del origen de las especies ha ejercido una influencia
desfavorable sobre el estudio experimental de las cuestiones de esta
naturaleza ***,
Conviene agregar que en los medios naturalistas modernos y muy
particularmente entre los neo-lamarcldanos, se observa una difusión
rápida de la teoría de la materia animada, considerada por algunos
como en oposición directa con el materialismo (ver, por ejemplo, el
libro de R. H. Francé: Der heuíige Stand der Darwin ?schen Prage,
Leipzig. 1907), que no representa, en realidad, si es comprendida de
manera justa, sino la traducción en el lenguaje naturalista moderno,
de la doctrina materialista de Feuerbaeh, ele la unidad del ser y del pen
sar, del objeto y del sujeto ****. Se puede afirmar con toda certidumbre
que Marx y Engels habrían demostrado el más vivo interés por esta co
rriente que se manifiesta en las ciencias naturales, y que, a decir
verdad, está todavía, por el momento muy insuficien tement e estudiada.
Alejandro Herzen dijo, con razón, que la filosofía de Hegel, con
siderada por muchos como conservadora, a primera vista, es una ver-
55 Publicado en este volumen eon el títu lo : " D ia lé c tic a y ló g ic a ” . (1ST. del T .).
D íe M utationen, p ágs. 7-8.
»** Arten, etc., pág. 421.
**** Sin hablar de Spinoza, es necesario no olvidar que muchos m aterialistas
franceses del siglo X V III, se inclinaban hacia la teoría de la “ m ateria an im ad a” .
EL MATERIALISM O MILITANTE 379
VI
* Ver nuestro artículo " B ielin sk i y la realidad racion al' ’ en V ein te años
(O bras, t. X ) .
-** y er e| prefacio del libro “ Zur K ritik der Politischeti Oekonomie” .
380 G. P LE JA N O V
* Como ya. lo hemos dicho, Feuerbaeh no iba en este caso más lejos que Ilegel.
** D ie U rgeseilschaft. S tu ttgart, 1891, págs. 20-21.
*** D ie Indianer Nordamerikas, pág. 91.
»»*«■ coeur c] e l 'Afrique, t. I, pág. 209.
EL MATERIALISMO M ILITANTE 381
V II
sobre todo sobre la im aginación, y una, im aginación fuertem ente desarrollada en
gendra supersticiones, las que a su vez entorpecen el desarrollo del saber. L a fre
cuencia de los temblores de tierra en el Perú al actuar sobre la imaginación, do los
indígenas ha ejercido también su in flu en cia sobre su régim en político. S i loa espa
ñoles y los italian os son supersticiosos ello se debe tam bién a loa temblores de la
tierra y a las erupciones volcánicas. (Ib id ., págs. 112-113). E sta acción directamente
psicológica es particularmente fuerte en los prim eros estadios del desarrollo cultu
ral. Sin embargo, la ciencia moderna establece una sem ejanza m uy notable entre
las creencias religosas de las razas prim itivas colocadas en el mismo nivel de des
arrollo económico. Las opiniones de Bunckle, que tom a de los escritores del siglo
habían sido y a expresadas por Hipócrates (ver D es airs, des emix et des lieux, /tra
ducción de Coray, P arís, 1800, párrafos 76, 85, 88, etc.).
* P a ia todo lo que concierne a la raza, véase el trabajo interesante de J. F inot:
L e préju g ó des races. P arís, 1905. W aitz dice: " A lg u n a s tribus negras ofrecen un
ejem plo notable de 3a relación que existe entre la ocupación principal y el carácter
n a cio n a l” . (Ant'hropologie des N atwvóVker, I I , pág. 107).
386 G. P LEJA N O V
V III
* P ara lo que se refiere a la in flu en cia ejercida por la economía sobre la s re
laciones sociales, ver E n gels: D er U rsprung der Fa-núlie, des P ñ v a te ig e n tlm v is und
des S ta a ts. 8.11 edición, S tu ttgart, 1900; B. H ild eb ran d : E eoht und S itie au f vers-
cM edenen K ult-urstufen, 1.a parte, Jen a, 1896. D esgraciadam ente, Hildebrand no
sabe utilizar bien los datos económicos. E l interesante trabajo de T. A chelis:
JKechtsentstehung und RecJitsgescliichie, L eipzig, 1904, trata del derecho como pro
ducto del desarrollo social, pero no profundiza la cuestión de saber qué es lo qu®
condiciona este desarrollo. En el libro de i í , A . V accaro: L es bases sociologiques du
d ro it e t de l ’E ta t, P arís, 1898, se encuentran dispersas m uchas observaciones de de*
ta lle que aclaran ciertos aspectos de la cuestión; pero, en suma, el autor mismo no
se ha hecho una idea ju sta del asunto. Ver igualm ente T eresa Labriola: B evison e
C ritica delle p iíí recen ti teorie sulle origin i del D iritto , Roma, 1901.
*'* D er U rsprung d er Spraohe, M aguncia, pág. 331.
*** Ibid., pág. 341.
**** Ib id ., pág. 347.
***** Ibid., pág. 369.
E L MATERIALISMO M ILITANTE 387
IX
álgebra hay lugar tanto para los “ saltos” —de la época de revolución
social— como para las transformaciones graduales. Las transformacio
nes graduales que se producen desde el punto de -vista cuantitativo, en
las propiedades de un orden de cosas dado, llegan, finalmente, a una
transformación de la calidad, es decir, de la desaparición del antiguo
modo de producción —o de la antigua formación social, según la
expresión empleada por Marx en este caso— y a su reemplazo por un
nuevo modo de producción. Según Marx, los modos de producción
antiguo, oriental, feudal y burgués contemporáneo pueden ser conside
rados, de manera general, como épocas consecutivas (“ progresivas” )
de la evolución económica de la sociedad, Pero es necesario creer que
después de haber conocido el libro de Morgan sobre la sociedad p ri
mitiva, Marx ha modificado su concepción de la relación existente en
el modo de producción antiguo y «1 modo de producción oriental. En
efecto, la lógica del desarrollo económico del modo feudal de producción
ha llevado a la revolución social que ha mareado el triunfo del capita
lismo, Pero la lógica del desarrollo económico de la China o del Egipto
antiguos, por ejemplo, no ha conducido en modo alguno a la aparición
del modo antiguo de producción. En el primer caso existen dos fases
del desarrollo, apareciendo la una a continuación de la otra y siendo
ésta engendrada por aquélla, en tanto que el segundo caso nos presenta
más bien dos tipos coexistentes de desarrollo económico. La sociedad
antigua ha sucedido a la organización social por clanes, mientras que
ésta ha precedido al advenimiento del régimen social oriental. Oada
uno de estos dos tipos de organización económica hizo su aparición
como resultado del crecimiento de las fuerzas productoras que se había
efectuado en el seno de la organización social basada en el clan y que,
debía, finalmente, traer la descomposición de esta organización. T si
estos dos tipos difieren considerablemente el uno del otro, sus signos
distintivos principales se han formado bajo la influencia del medio
geográfico. En un primer caso, éste imponía a la sociedad, que había
alcanzado un grado determinado de desarx*ollo de las fuerzas produc
toras, un determinado conjunto de relaciones de producción y, en el
segundo caso, otro muy distinto del primero.
E l descubrimiento de la organización en clanes está llamado evi
dentemente a jugar el mismo papel que el de la célula en biología.
Hasta tanto Marx y Engels no tuvieron conocimiento de la organiza
ción del clan, su teoría de la evolución social no podía dejar de pre
sentar lagunas importantes, como lo ha reconocido luego Engels
mismo.
Pero dicho descubrimiento, que por primera vez permitía com
prender los estadios inferiores de la evolución social, no ha sido más
que un argumento nuevo y poderoso en favor de la interpretación
materialista de la historia y no en contra de ella. Tal descubrimiento
ha permitido comprender mucho mejor el proceso de las primeras fases
del ser social, así como la manera cómo este último determinaba en
tonces el pensamiento social, y por ello mismo ha iluminado de modo
392 G. PLEJANOV
cabo, cualquiera que sea la influencia ejercida sobre ellas por las de
orden político e ideológico, una acción decisiva, y constituyen el bilo
conductor que permite comprender el conjunto del sistema’'.
E ntre la gente que interpreta la doctrina histórica de Marx y En
gels, en el sentido de que “ hay un efecto automático de la situación
económica” , se encontraba igualmente, como acabamos de verlo, el
señor Bernstein, en la época en que era todavía ‘ ‘otrodoxo ’\ Entre
ella es necesario enrolar también a un gran número de “ críticos” de
Marx, que han retrocedido “ del marxismo al i d e a l i s m o Estos espí
ritus profundos dan prueba de una gran suficiencia cuando descubren
y demuestran a esos espíritus “ unilaterales” que son Marx y Engels
que la historia la hacen los hombres y 110 el movimiento automático de
la economía. Hacen así a Marx la ofrenda de un bien que a éste sólo
pertenece, y no sospechan aún, en su increíble ingenuidad, que el Marx
que ellos “ critican” nada tiene de común, excepto el nombre, con el
verdadero Marx, pues aquél 310 es sino el producto de su propia incom
prensión que es en ellos verdaderamente “ m ultilateral” . Ep natural
que los “ críticos” de esta especie hayan sido absolutamente incapaces
de “ completar” y “ corregir” en alguna forma el materialismo histó
rico. Por eso no nos ocuparemos más de ellos, prefiriendo vérnosla con
aquéllos que formularon las bases de esta teoría.
Es de mucha importancia dejar constancia de que cuando Engels
repudiaba, poco antes de su muerte, la manera “ automática” de con
cebir la acción histórica de la economía, no hada sino repetir —casi
en los mismos términos-— y comentar lo que Marx había ya escrito en
1845, en la tercera tesis sobre Feuerbaeh, que hemos reproducido más
arriba. Marx reprochaba al materialismo anterior a él, haber olvidado
que “ si de un lado los hombres son un producto del medio, éste es, por
otra parte modificado precisamente por aquéllos” . La tarea del mate
rialismo en el dominio de la historia, tal como Marx la concebía,
consistía, por consiguiente, en explicar de qué manera el “ medio” puede
ser modificado por los hombres, que son ellos mismos, producios de
este medio. Y Marx encontraba la solución de este problema precisando
las relaciones de producción que se establecen bajo el dominio de con
diciones independientes de la voluntad humana, Las relaciones de
producción son las que se establecen entre los hombres en el proceso
social de la producción. Decir que las relaciones de producción se han
modificado, es decir que las relaciones existentes entre los hombres en
el proceso en cuestión se han modificado. E l cambio de estas relaciones
no puede cumplirse “ automáticamente” , es decir, independientemente
de la actividad humana. porque esas relaciones son de aquéllas que se
establecen entre los hombres en el proceso de su actividad.
Pero estas relaciones pueden transformarse —y se transforman, en
efecto, frecuentemente-- en una dirección muy distinta de aquélla en
que ios hombres quisieran modificarlas. E l carácter de la “ estructura
económica” y el sentido en el cual se transforma, no dependen de la
voluntad humana, sino del estado de las fuerzas productoras y de la
naturaleza misma de los cambios que se realizan en las relaciones de
396 G. PLEJANOV
XI
sobre el desarrollo social. Pero Marx tiene p erfecta razón cuando dice que las
leyes abstractas de la m ultiplicación no existen m ás que para los anim ales y la s
plantas. E l crecim iento (o la dism inución) de la población en la sociedad humana
depende de su organización, la cual está, determ inada por la estructura económica
de la m ism a. N in gu n a " le y a b stra cta " de m ultiplicación explicará en nada el
hecho de que la población de la F ran cia actual casi no aumente. Gran error el de
aquellos sociólogos j econom istas, que ven en el crecim iento de la población, la
causa in icial del desarrollo social. (V er A. Loria, L a L egge di pop-ulasione ed il
sistem a sociale, Sienne, 1882),
* Comparar L es classes rurales et le régvnie dom anial en Franee au m oyen
age, por H enri Sée. P arís, 1901, pág. 554. Ver igualm ente P r. M eyer: D ie Stánde,
ihr Leben und Treiben. Marburg, 1882, p ág. 8 .
EL MATERIALISMO M ILITANTE 399
X II
permite reproducir otros ejemplos del análisis que él liace de las cau
sas que han determinado la evolución de la filosofía, aunque casi no
hay necesidad de hacerlo. Esperamos que el lector mismo se de cuenta
de la insuficiencia de este análisis. En realidad el proceso de la evo
lución de las ideologías es incomparablemente más complejo *. Leyendo
estas consideraciones tan simplistas sobre la influencia que la lucha
de clases ha ejercido sobre la historia de la filosofía hay que lamen
tarse que Eleutheropoulos no haya conocido el libro ya citado de
Espifras, cuyas manera unilateral, sumada a la suya, igualmente uni
lateral, habría llenado muchas lagunas de su análisis.
Sea lo que fuere, la tentativa frustada de Eleutheropoulos no deja
por eso de constituir un nuevo argumento en favor de la tesis —insó
lita para muchos— de que un conocimiento más profundo del materia
lismo histórico de Marx sería de mucha utilidad a algunos sabios
contemporáneos justamente para preservarlos de caer en la manera
unilateral de tratar las cuestiones. Eleutheropoulos conoce el materia
lismo histórico de Marx. Pero lo conoce mal. La prueba de ello es la
pretendida rectificación que encuentra necesario hacerle.
Observa que las relaciones económicas de un pueblo no condicionan
sino “ Za necesidad de su d e s a r r o l l o El desarrollo mismo sería un
asunto individual, de manera que la concepción del mundo de este
pueblo estaría determinada, en el primer lugar, por su carácter, y por
el país que h ab ita; por sus necesidades, después, y, finalmente, por
las cualidades personales de los hombres que hacen en su seno obra
de reformadores. Es en este sentido solamente, como lo hace notar
Eleutheropoulos, que se puede hablar de una relación de la filosofía
con 3a eeonomía. La filosofía satisfacía así las exigencias de su
tiempo, y ello conforme a la personalidad del filósofo.
Eleutheropoulos estima evidentemente que esta concepción de las
relaciones de la filosofía y de la eeonomía representa algo completa
mente nuevo frente a la concepción materialista de Marx y Engels.
Juzga, por eso, necesario dar un nombre nuevo a su, interpretación de
la historia, llamándola la teoría griega del devenir. Esto es simple
mente divertido y sólo cabe decir una cosa: este propósito, la “ teoría
griega del devenir” , que no es, en realidad, sino materialismo histó
rico mal digerido y expuesto de manera muy incoherente, promete,
sin embargo, mucho más de lo que Eleuthepoulos da, cuando pasa
de la característica de su método a su aplicación. Entonces se aleja
completamente de Marx.
E n cuanto concierne especialmente a la “ personalidad del filó
sofo ” y, en general a la de todo hombre que deja en la historia humana
huella de su actividad , es un grave error creer que la teoría de Marx
y Engels no permite uu lugar para ella. Es evidente que se lo asig
X IV
X IV
XV
* Ver entre otros a este propósito el artículo ele Engels mencionado más
arriba: D eber den historichen M aterialism-us.
** Recordar eon qué empeño se ju stifica b a Lamprechet del reproche de ma
terialista. Ved igualm ente cómo se defendía, del mism o cargo Eateel (D ie Urde
und d a s Lében, pág. 631). Y sin. embargo, el mismo K atzel escribe: 1' E l total de
las adquisiciones culturales, de cada pueblo, en cada etapa de su desarrollo, se
eompone de elem entos m ateriales y e s p ir itu a le s.. . E llos no son adquiridos con
410 G. PLEJANOV
* Ibid., pág. 37, ¿1 E l origen del cristianism o ’ de K autsky, por ser un libro
del mismo género “ extrem ista” , merece evidentem ente, según tíeligm an, ser
censurado.
** E i paralelo que vam os a exponer será extrem adam ente instructivo. Según
Marx, la dialéctica m aterialista al explicar lo que existe, explica a l mismo tiempo,
su desaparición in evita ble. E n ello ve M arx el lado ventajoso, el valor de esta
dialéctica desde el punto de vista del progreso. Pero Seligm an dice: “ E l socia
lism o es una teoría que se refiere al porvenir; el m aterialism o histórico, una teoría
que se re fiere al p a s a d o ’ ( I Md, página 108). E s únicam ente por está razón que
Seligm an estim a posible para él, defender el m aterialism o histórico. Lo que equi
vale a decir que se puede ignorar este materialismo en la m edida en que él explica
la desaparición inevitable de lo que existe, pero servirse de él para la explicación
de lo que ha existido. E llo es una de las numerosas variedades de la- “ contabilidad
por partida d ob le” en el dominio ideológico, contabilidad engendrada por causas
económicas.
412 G. PLEJANOV
* H errn Exigen V iih rin g ’s Um walzung der W issen sch aft, 5.a edición, p ág. 113.
** M eta física, libro V, cap. 5.
EL MATERIALISMO M ILITANTE 413
XVI
* A. B argy: L a religión dans la société aux Etats-U nis, P arís, 1902, pá
ginas 8S-89.
EL MATERIALISMO MILITANTE 417
* I b id ., p á g s. 97-98.
** Handworterbueh, pág. 736.
* * * Ibid., la misma página.
418 G. P LEJA N O V
zamos estas cosas para nosotros, som etem os a una prueba in fa lib le la veracidad
o falsedad de nuestras percepciones sensibles. S i ellas son falsas, nuestra apre
ciación sobre la manera posible de utilizar la cosa, debe serlo igualm ente, y nues
tra ten tativa debe conducirnos a un fracaso. Pero si logram os éxito en la tarea
que nos hemos asignado', si comprobamos que una eosa dada corresponde a la idea
que de ella nos habíamos formado, que responde al fin para el que la habíamos
destinado, entonces tenemos una prueba positiva de que nuestra percepción de la
cosa y de sus propiedades, corresponde, dentro de ciertos lím ites, a la realidad
exterior. Por el contrario, en todos los casos en que nos encontramos fren te a un
fracaso no tardamos, por lo general, en descubrir sus causas. Resulta entonces que
la percepción sobre la que habíamos fundado nuestra acción había sido hecha
superficialm ente, o bien falsam ente relacionada a lo s resultados de otras percep
ciones, y que, por consiguiente, nuestro razonamiento era erróneo. Pero si nos de
dicam os a entrenar y utilizar nuestros sentidos con precisión y a mantener nuestra
actividad en el cuadro de las percepciones obtenidas y empleadas de manera justa,
comprobaremos que el resultado de nuestros actos prueba el aeuerdo de nuestras
percepciones con la naturaleza objetiva de las cosas que hemos percibido. Por el
momento no se puede citar ningún caso que nos obligu e a concluir que nuestras
percepciones sensibles, científicam ente controladas, evoquen en nuestro espíritu ideas
sobre el mundo exterior que divergan, por su naturaleza misma, de la realidad, o
que exista una divergencia fundam ental entre el mundo exterior y nuestras percep
ciones sensibles.
" P e r o he aquí que un agnóstico neo-kantiano se presenta y declara: es posible
que seamos capaces de aprehender con exactitud la s propiedades de una cosa; pero
no estam os en condiciones, por un proceso sensible o m ental cualquiera, de apre
hender la cosa en sí. E sta “ cosa en s í ” se encuentra fuera de nuestro horizonte.
A esto ha respondido ya I-Iegel desde hace tiem po: “ Cuando conozcáis todas las
propiedades de una cosa, ésta os será conoeida; no queda sino el hecho de que la
cosa dada exista independientem ente de vosotros; y tan pronto como vuestros
sentidos os han enseñado esto habéis y a aprehendido el últim o résto de la cosa en
sí, la fam osa “ cosa en s í ” de K a n t” . A esto se puede agregar que en la época
de K a n t nuestra noción de las cosas de la naturaleza ten ía todavía un carácter
fragm entario, y K ant tenía derecho a sospechar que detrás de lo poco que sabíamos
de estas cosas se escondía en cada una de ellas la m isteriosa “ cosa en s í ” . Pero
todas estas cosas inaprehensibles han sido una tras otra aprehendidas, analizadas;
aún m ás ellas han sido reconstituidas gracias a los progresos gigantescos de la
ciencia. Y no se puede considerar como im posible de aprehender, todo aquello que
estam os en condiciones de reconstituir. D urante la prim era m itad del siglo X IX ,
las sustancias orgánicas eran para la química cosas m isteriosas de este género, en
tanto que ahora hemos aprendido a reconstituirlas, una tras otra, por la síntesis
de sus elem entos químicos, sin recurrir a la ayuda de procesos orgánicos. Los
químicos contemporáneos declaran que desde el momento en que la estructura
quím ica de un cuerpo cualquiera nos es conoeida, puede" ser reconstituido por
medio de sus elementos. Estam os todavía lejos, por el momento, de conocer la
composición de las sustancias orgánica superiores, los cuerpos albuminoideos, pero
no existe razón para que no podamos, aunque fu ese a l cabo de varios siglos, ad
quirir este conocim iento y llegar así a producir la albúmina artificial. Cuando
hayamos logrado ta l cosa, tendremos la posibilidad de reproducir la vida orgánica,
desde sus form as inferiores hasta las más elevadas, puesto que la vida no es otra
cosa que la form a normal de existencia de los cuerpos albuminoideos.
‘ 1Pero después de haber hecho estas reservas form ales, nuestro agnóstico habla
y actúa como un m aterialista ordinario que es en el fondo. Tanto como alcancemos
a saberlo, dirá quizás, la m ateria y el movimiento, como se dice ahora, la energía,
no pueden ser n i creados n i destruidos; pero no tenemos ninguna prueba de que
uno y otro no hayan sido creados en una época o en otra. S i ensayais serviros de
esta afirm ación contra él, en un caso particular cualquiera, os hará abandonar
rápidamente esta posición. A dm itiendo m a bstracto la ' posibilidad del esplritua
lism o, no quiere oír hablar de ello in concreto. Os dirá: Tanto como lo sepamos
o podamos saberlo, no existe creador o regente del U niverso; h asta donde podamos
EL MATERIALISMO MILITANTE 421
del yo determ in ado, ha puesto el “ ab solu to’ ’ indeterminado, dando así al idealis
mo un m atiz p a n teísta ” . (Ib id ., pág. 4 0 2 ).
5 E ngels escribía: “ L a evolución de Feuerbaeh es la tii/ansíorniacin de un
hegeliano (a decir verdad, nunca liabía sido un hegeliano perfectam ente ortodoxo)
en m aterialista. E n un momento determ inado de esta evolución, Feuerbaeh llegó a
la ruptura com pleta con el sistem a id ealista de su predecesor. Finalm ente ae es
tablece con él, eon fuerza irresistible, la conciencia de que la vida preexistente de
la “ idea ab so lu ta ” y de las “ categorías ló g ic a s" , cuya existencia, según H egel,
liabía precedido la del Universo, no es m ás que un extraño rezago, de la creencia
en un Creador supraterrestre; que el mundo sensible, accesible a nuestros sentidos
exteriores, al que pertenecem os nosotros, es el único mundo real y que nuestra con
cien cia y nuestro razonam iento son engrendrados por un órgano m aterial, por una
p arte de nuestro cuerpo — el cerebro— , aunque la una y el otro pertenezcan v isi
blem ente al mundo inm aterial. N o es la m ateria la engendrada por el espíritu, es
el espíritu el engendrado por la m ateria. E sto, evidentem ente, es m aterialism o
p u ro .” (Luclwig Feuerbaeh, Stufctgart, 1907, págs. 17-18).
6 F . L ange escribe: “ E l verdadero m aterialism o estará siempre inclinado a
mirar el conjunto de la naturaleza exterior y a no considerar al hombre m ás que
como una onda en el océano del m ovim iento entero de la m ateria. L a naturaleza del
hombre no representa para el m aterialism o sino un caso especial de la fisiología
general, así como el pensam iento no es m ás que un caso especial en la cadena de
los procesos psíquicos v ita le s " . (H istoria del materialismo, t. I I , pág. 74, L eipzig,
1902). Pero Teodoro Dezam y, en su Qódigo de la Comunidad (P arís, 1843) tom a
tam bién por punto de partida la naturaleza humana ( “ el organismo hum ano” ) y ,
sin embargo, nadie podrá dudar de que p articipa de la manera de ver del m ateria
lism o francés del siglo X V I II . D esde luego, L ange no m enciona para nada a De-
zam y, en tanto que M arx le coloca en el número de los com unistas franceses, cuyo
comunismo era m ás científico que el de Cabet, por ejem plo. “ Dezarny, Gay y los
otros com unistas franceses de la m isma orientación, dice Marx, desarrollan la doc
trina m aterialista como doctrina del humanismo real y base lógica del comunismo ’ \
(L a Sagrada Fam ilia). En la época en que M arx y E n gels escribían este libro, d i
vergían todavía en la apreciación de la filo so fía de Feuerbaeh, Marx le llam aba
un “ materialismo que coincide coa el hum anism o” (a sí como Feuerbaeh lo es en la
teoría, el socialismo y el comunismo francés e in glés son en la práctica m aterialism os
com eidentes eon el hum anism o). M arx consideraba en general el m aterialism o como la
base teórica necesaria del comunismo y del socialism o. Engels, por lo contrario, era
de opinión de que Feuerbaeh había acabado de una vez por todas con la v ieja opo
sición entre eí esplritualism o y el m aterialism o (L a Sagrada Fam ilia). Más tarde,
como y a lo hemos visto, señala tam bién en la evolución de Feuerbaeh, la que éste
realiza del idealism o al m aterialismo.
7 Y a en esta época Feuerbacli escribía estas notables líneas: “ Por opuestos
que sean, de un lado el realismo práctico propio al sensualismo y materialismo de
in gleses y franceses, realismo que repudia toda especulación, y de otro, el esplri
tualism o de Spinoza, tienen estos sistem as su b ase últim a en aquella concepción de
la m ateria que Spinoza ha expresado como m etafísico en su célebre fórm ula: “ L a
m ateria es la negación, de D io s ” . (K . Grün: Feuerbacr, t. I, págs. 324-325).
8 “ ¿Cómo aprehendemos el mundo exterior? ¿Cómo el mundo interior? |E s
evidente que no disponemos para nosotros de otros m edios que para los otros! ¿P ue
do saber algo sobre mí sin el interm ediario de los sentidos? §Es que yo existo si no
existo fuera de mí, es decir, fuera de m í pensam iento? ¿Pero de dónde sé que yo
existo? ¿Cómo sé que existo, no en nú im aginación, sino de u n a m anera accesi
b le a los sentidos, real, si no me percibo yo mism o por medio de loa sen tid os?”
(A forism os póstumos de Feuerbaeh, en el libro de Grün, t. I I , pág. 311).
9 Recomendamos particularm ente, en este punto, a la atención del lector aquel
pensam iento de Engels, según el cual la s leyes de la naturaleza exterior y last que
rigen la vida corporal y espiritual del hombre son “ dos grupos de leyes que poda
m os todávía séparar con :'todo Tigor e n 'la imágí¿"ación, pero' nunca en. la realid ad ”
(Anti-J)-ühririg). E s ¡a Doctrina de la unidad del ser y del pensar, del objeto y del
sujeto, de que hemos hablado m ás arriba. P or lo que se refiere al espacio y al
424 G. PLEJANOV
de una psicología, de una filo so fía que hace abstracción de la única objetividad
categórica e im perativa, fundam ental y sólida, la objetividad de la naturaleza f í
sica, y que va hasta situar la verdad absoluta, la perfección del espíritu, el fin
de los fin es de la filo so fía en el alejam iento com pleto d*e la naturaleza fí,
sica, en la subjetividad absoluta y no lim itada por ningún. ‘ ‘ no y o ” de Fichte, por
ninguna “ cosa en s í " de K a n t." (K . Grim, I, pág. 39 9 ).
i<> “ A pesar de su gradualidad, el paso de una form a de m ovimiento a otra
resulta siempre un salto, un cambio decisivo. Tal, por ejem plo, el paso de la me
cánica de los cuerpos celestes a la de las m asas más pequeñas sobre un solo astro
y el paso de la mecánica de. las m asas a la de las moléculas, la cual comprende
los m ovim ientos que estudiamos en Ja física : calor, luz, electricidad, m agnetismo.
Asim ism o, el paso de la física de las m oléculas a la de los átomos — a la quími
ca— se produce igualm ente por medio de un salto decisivo, y es más cierto toda
vía en lo que se refiere al paso de la acción química ordinaria, a la acción quí
m ica de la albúmina, que llamamos la vida. N o es sino después, en la esfera lim i
tada a la vida, que los ¡resultados se hacen cada vez más raros y menos percepti
bles. ” (E n gels, Ánti-Dii'hring).
17 Napoleón I d ijo: “ L a naturaleza de las armas decide de la composición
de los ejércitos, de los sitios de campaña, de las marchas, posiciones, órdenes de
batalla, trazados y p erfiles de la s plazas fuertes, lo que establece una posición
constante entre el sistem a de guerras de los antiguos y la de los hombres moder
n o s" . (Frecis des Guerrea de César, París, 1836, págs. 87-88).
is Mili decía ya, repitiendo las palabras de “ uno de los más grandes pensa
dores de nuestra ép o ca " : “ De todos los modos vulgares de sustraerse al estudio
de la acción ejercida sobre el espíritu humano por las influencias sociales y mora
les, el m ás vulgar es aquel que consiste en atribuir las diferen cias de actitud y de
carácter a diferencias naturales in n a ta s." {Principies of political Economy, t. I,
pág. 390}.
10 N o s permitimos señalar nuestro artículo, aparecido en la revista Sovrc-
mionny M w ( “ Las pretendidas corrientes religiosas en R usia” ), 1908, setietnbre
y noviem bre (Obras, t, X V I I ) . E n este artículo, hemos examinado igualm ente la
im portancia de la técnica para la evolución de las ideas religiosas.
20 Como se sabe, en el otoño de 1905 algunos m arxistas no eran de esta opi
nión. Consideraban posible en E usia la revolución socialista, como si las fuerzas
productoras de este país hubieran estado ya lo suficientem ente desarrolladas para
la revolución.
21 E n gels dice, en su obra sobre el origen de la fam ilia, que los pueblos
puramente cazadores no existen sino en la im aginación de los sabios. Las tribus
de cazadores se entregan habitualm ente a la recoleccin de frutos y plantas. Pero,
como lo hemos visto, la caza ejerce una in flu en cia considerable sobre la evolución
de las ideas y gustos de estas razas.
22 “ Decir que el arte — lo mismo que la literatura—° es un reflejo de 3a vida,
es expresar un pensamiento que, no obstante la verdad que encierra, es sin embargo,
muy vago. P ara comprender de qué manera el arte refleja la vida, es necesario com
prender la m ecánica de ésta. Pero es cierto que en pueblos civilizados, la lucha de
clases es uno de los más im portante resortes de esta mecánica. Y no es sino después
de haber examinado este resorte, de haber tomado en consideración la lucha de cla
ses y estudiado las peripecias en todas sus m últiples variedades, que estaremos
en condiciones de explicarnos de una manera un tanto satisfactoria la historia
‘ ' espiritual ’ ’ de la sociedad civilizada. L a marcha de la s ' ‘ ideas ’ ' de esta socie
dad refleja la historia de las clases de que se compone y los combates que estas
clases libran entre s í ." (Veinte años, págs. 323-324). (Obras, t. X I V ) .
23 Con m otivo de su polém ica con los hermanos Bauer, Marx escribió: “ La
filo so fía francesa avanzada y particularm ente el m aterialism o francés del siglo
X V I II , representaban una lucha, no solam ente contra la religión y la teología rei
nantes, sino también contra la m etafísica del siglo X V I I (y contra toda m etafí
sic a ), contra la de Descartes, M alebranche, Spinoza y L eibnitz, y, al mismo tiem
po, *' contra las instituciones políticas ex isten tes' E ste es un hecho reconocido uni
versalm ente al presente.
426 G. PLEJA NOV
24 Y a Spinoza había dicho (E tic a , tercera parte, segundo teorem a, n ota) que
muchos creen actuar librem ente, porque conocen, sus actos, pero ignoran las causas
de los mismos. “ A sí, el niño cree que quiere leche por su propia voluntad; el pe*
queño irritado, que quiere vengarse; el pusilánim e, que quiere h u ir.” E l mismo
pensam iento ha sido expresado por Diderot, en el cual la doctrina m aterialista era
un spinozismo desprendido de su envoltura teológica.
EL PAPEL DEL IN D IV ID U O EN LA HISTORIA
G. Plejanov, cuyo trabajo “ Eí papel del individuo en la Historia”
ofrecemos a la atención del lector, ocupa uno de los primeros puestos
entre los más destacados representantes del pensamiento ruso del siglo
X IX . En el primer período de m actividad (1883-1903) Plejanov
—fundador del primer grupo marxista ruso, el grupo “ Emancipa
ción del TrabajoT’— fue un brillante representante del marxismo, un
luchador contra el populismo ruso, contra el bernsteianÁsmo y sus
partidarios rusos, contra el idealismo filosófico.
Después de la escisión que tuvo lugar en el I I Congreso del Par
tido Obrero Bocialdemócrata de Rusia (P.O.S.D.'R.) en 1903, Plejá-
nov se pasó al mcnchevismo. Buen teórico, Plejanov, en el terreno
práctico de la labor de organización, no demostró poseer las cuali
dades que distinguen a un jefe proletario.
“ Jefes como Plejanov, ha dicho Stalin, gozan de popularidad
únicamente entre la capa superior del proletariado, y eso hasta cierto
momento; pero cuando llega una época revolucionaria y se exige de
los jefes consignas revolucionarias prácticas, los teóricos abandonan
el escenario, dejando el puesto a hombres nuevos**.
Plejanov no comprendió las nuevas tareas que se planteaban ante
el partido obrero en, una época nueva, la época del imperialismo y
las revoluciones proletarias. Por esta razón, en la segunda etapa de su
actividad (1903-1918), Plejanov no se mantuvo fiel al marxismo re
volucionario.
P,ero los anteriores trabajos de Plejanov, escritos por él en el
mejor período de su actividad, conservaran aún hoy su importancia.
Entre los otros trabajos de Plejánov, destinados a fundamentar
y defender el marxismo y a propagar la teoría marxista del desarrro-
llo de la sociedad el folleto “ E l papel del individuo en la Historia”
es uno de los mejores. Escrito con gran talento, imaginación e inge
nio, sigue hasta hoy estusiasmando al lector y contribuye a la com
prensión exacta del papel del individuo en el desarrollo de la sociedad.
Además de¡ contener una brillante exposición de la concepción
marxista del papel del individuo en la Historia, este trabajo asestó
430 O- P LEJA N O V
II
III
IV
VI
V II
V III
Ella es hecha por el ser social, que es su “ factor” único. El ser social
crea él mismo sus relaciones, es decir, las relaciones sociales. Pero si
en un momento dado, él crea precisamente tales relaciones y no otras,
esto no se hará, naturalmente, sin su causa y razón; se debe al estado
de las fuerzas productivas. Ningún gran hombre puede imponer a la
sociedad relaciones que ya no corresponden al estado de dichas fuer
zas o que todavía no corresponden a él. E¿n este sentido, él no puede,
efectivamente, hacer la Historia y, en este caso, sería inútil que ade
lantara las agujas de su re lo j: no aceleraría la marcha del tiempo, ni
lo haría retroceder. E n esto tiene plena razón Lamprecht: incluso
cuando se encontraba en el apogeo de su poderío, Bismarek no hubiera
podido hacer retroceder a Alemania a la economía natural.
Las relaciones sociales tienen su lógica: en tanto que los hombres
se encuentran en determinadas relaciones mutuas, ellos necesariamente
sentirán, pensarán y obrarán así y no de un modo diferente. Sería
inútil que la personalidad eminente se empeñara en luchar contra esta
lógica: la marcha natural de las cosas (es decir, la misma lógica de las
relaciones sociales) reduciría a' la nada sus esfuerzos. Pero si yo sé en
qué sentido se modifican las relaciones sociales en virtud de determina
dos cambios en el proceso social y económico de la producción, sé tam
bién en qué sentido se modificará a su vez la sicología social
por consiguiente, tengo la posibilidad de influencia sobre ella. Influir
sobre la sicología social es influir sobre los acontecimientos históricos.
Se puede afirmar, por lo tanto, que en cierto sentido, yo puedo, a pesar
de todo, hacer la Historia, y no tengo necesidad de esperar hasta que
la Historia “ se haga” .
Monod supone que los acontecimientos e individuos verdadera
mente importantes en la Historia, lo son únicamente como signos y
símbolos del desarrollo de las instituciones y de las condiciones econó
micas. Es un pensamiento acertado, aunque está expresado en forma
muy imprecisa. Pero precisamente porque es un pensamiento acertada,
no hay justificación para oponer la actividad de los grandes hombres
“ al movimiento lento” de dichas condiciones e instituciones. L a modi
ficación más o menos lenta de las “ condiciones económicas” coloca
periódicamente a la sociedad ante la necesidad de reformar con mayor
o menor rapidez sus instituciones. E:s ta reforma jamás se produce
“ espontáneamente” ; exige siempre la intervención de los hombres,
ante los cuales surgen, de este modo, grandes problemas sociales. T son
llamados grandes hombres precisamente aquéllos que, más que nadie,
contribuyen a la solución de estos problemas. Ahora bien, resolver un
problema no significa ser tínicamente “ símbolo” y “ signo” de lo que
ha sido resuelto.
Nos parece que Monod, ha opuesto estos dos puntos de vista, sobre
todo porque le ha gustado la simpática palabreja “ lentos” . Es una
palabreja preferida por muchos evolucionistas contemporáneos. Desde
el punto■de vista sicológico, esta preferencia se comprende: nace nece
sariamente en el ambiente bien intencionado de ía moderación y de
' E L PAPEL DÉL INDIVIDUO E N LA HISTORIA 459
II
públicas por los romanos ricos. Estos resisten a los Gracos. Se entabla
la luelia. Cada bando combate con ardor por sus objetivos. Si yo qui
siera describir esa lucha, podría presentarla como una lucha de las
pasiones humanas. Estas aparecerían, de ese modo, como “ factores”
de la historia interior de Roma. Pero tanto los Gracos como sus adver
sarios, recurrían en su lucha a los medios que les proporcionaba el
derecho público. Yo, naturalmente, no me olvidaré de ello en mi rela
to y, de ese modo, el derecho público romano resultará tamíbién un
factor del desarrollo interior de la República romana.
Hay más, los hombres que luchaban contra los Gracos estaban
materialmente interesados en que persistieran los abusos, que habían
arraigado profundamente.
Los que apoyaban a los Gracos, estaban materialmente interesados
en la supresión de estos abusos. También señalaré esta circunstancia,
merced a la cual la lucha descrita por mí aparecerá como una lucha de
intereses materiales, una lucha de clases, una lucha de pobres contra
ricos. Por consiguiente, ya tengo un tercer factor, y esta vez el más
interesante: el famoso factor económico. Si tiene tiempo y lo desea,
querido lector, puede discurrir largamente sobre el siguiente tema:
¿cuál de los factores del desarrollo interior de Roma dominaba, preci
samente, sobre todos los otros? En mi relato histórico, encontrarán sufi
cientes datos para apoyar cualquier opinión a este respecto.
Por lo que a mí se refiere, no iré por el momento más allá de mi
papel de simple narrador. No voy a acalorarme a cuenta de los factores.
Su importancia relativa no me interesa. Como narrador, no necesito más
que una sola cosa: presentar los acontecimientos de la forma más viva y
exacta posible. Para eso debo establecer cierta filiación entre ellos* aunque
sólo sea externa, y disponerlos en una perspectiva determinada. Si men
ciono las pasiones que agitaban a ambas partes en lucha o el orden im
perante entonces en Roma o, por último, la desigualdad patrimonial
reinante en ese régimen, lo hago únicamente en interés de una exposi
ción viva e hilvanada de los acontecimientos. Logrado este fin, me sentiré
completamente satisfecho, e, indiferente, dejaré que los filósofos resuel
van si son las pasiones las que predominan sobre la economía o ésta so
bre aquéllas, o. por último, si nada predomina sobre nada, ya que cada
“ factor” sigue esta sabia ley. “ Vive y deja vivir a los demás” .
Será así, siempre que yo no me aparte del papel de simple narra
dor, ajeno a toda inclinación de “ sutilezas” . Pero ¿qué sucederá si no
me limito a ese papel, si me pongo a filosofar a propósito de los aconteci
mientos que describo? En tal caso, ya no me limitaré a la simple
hilación exterior de los acontecimientos; en tal caso, desearé descubrir
sus cansas interiores, y esos mismos factores —las pasiones humanas,
el derecho público, la economía— que antes yo subrayaba y destacaba,
guiado casi únicamente por el instinto artístico, adquirirán ante mis
ojos lina nueva y enorme importancia. Se presentarán ante mí, preci
samente como esas causas internas que yo buscaba precisamente como
LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA 471
II I
miento intelectual del país, que, por su parte, está determinado por las
propiedades de la naturaleza humana (punto de vista idealista). E n
tonces sale fácilmente del círculo vicioso de la influencia recíproca y
crea una teoría más o menos ordenada y consecuente del desenvolvi
miento social. Más tarde, gracias a estudios ulteriores, es posible que él
vea que se ha equivocado, que no debe considerar el desarrollo intelec
tual de los hombres como causa prim aria de todo el movimiento social.
Al mismo tiempo que reconoce su error, advertirá probablemente que
le ha sido útil su convicción temporal del predominio del factor intelec
tual sobre todos los demás pues sin ese convencimiento no hubiera podido
salir del punto muerto de la influencia recíproca y no habría adelan
tado un paso hacia la comprensión de los fenómenos sociales.
Sería injusto condenar semejante intento de establecer tal o cual
jerarquía entre los factores del desarrollo histórico-social. A su debido
tiempo, era tan necesaria como inevitable la apaiición de la teoría
misma de los factores. Tiene razón Antonio Labriola, el cual analizó
esta teoría de un modo más completo y mejor que todos los demás
escritores materialistas, cuando dice que “ los factores históricos cons
tituyen algo muy inferior a una ciencia y muy superior a un craso
extravío” . La teoría de los factores ha contribuido por su parte al
progreso de la ciencia. “ El estudio especial de los factores histórico-
sociales ha servido —como todo estudio empírico que no va más allá
del movimiento aparente de las cosas— para perfeccionar nuestros
medios de observación y ha permitido encontrar en los fenómenos mis
mos, aislados artificialmente por la abstracción, el hilo que los une al
todo social” . Hoy., quien desee restablecer una parte cualquiera del
pasado de la humanidad, necesita conocer las ciencias especiales. La
ciencia histórica no iría muy lejos sin la filología. ¿ Es que los. romanistas
exclusivistas, que consideraban que el derecho romano era la razón
escrita no han prestado servicios a la ciencia?
Pero, por legítima y útil que en su tiempo haya sido la teoría de
los factores, hoy no resiste a la crítica. Fragm enta la actividad social
del hombre, convirtiendo sus diferentes aspectos y manifestaciones en
fuerzas particulares, como si ellas fuesen las que -determánanasen el
movimiento histórico de la sociedad. En la historia del desarrollo de la
ciencia social, esta teoría ha desempeñado el mismo papel que en las
ciencias naturales, la teoría de las fuerzas físicas aisladas. Los éxitos
de las ciencias naturales han conducido a la teoría de la unidad de esas
fuerzas, a la teoría moderna de la energía. Del mismo modo, los éxitos
de la ciencia social tenían que conducir a la sustitución de la teoría
de los factores, fruto del análisis social, por la concepción sintética de
la vida social.
La concepción sintética de la vida social no es algo exclusivo
del materialismo dialéctico de nuestros días. La encontramos ya en
Hegel, para quien la tarea consistía en la explicación científica de todo
el proceso histórico-social considerado en su conjunto, es decir, con
todos los aspectos y manifestaciones de la actividad del ser social, que
LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA 473
IV
VI
V II
V III
IX
¿ Cómo surgen las normas jurídicas? Puede decirse que cada una
de ellas representa la supresión o la modificación de alguna norma
vieja o de algún viejo hábito. ¿Por qué son suprimidos los viejos
hábitos? Porque cesan de corresponder a las nuevas “ condiciones” , es
decir, a las nuevas relaciones efectivas que se establecen entre los
hombres en el proceso social de la producción. E l comunismo primitivo
desapareció a consecuencia del incremento de las fuerzas productivas.
Pero estas fuerzas se desarrollan sólo gradualmente. Por eso se desa
rrollan también gradualmente las nuevas relaciones efectivas entre
los hombres en el proceso social de la producción. Por eso aumenta sólo
gradualmente la constricción de las normas y de las costumbres viejas
y, consiguientemente, la necesidad de aplicar la correspondiente expre
sión jurídica a las nuevas relaciones efectivas (económicas) entre los
hombres. La sabiduría instintiva del animal pensante sigue habitual
mente a estos cambios efectivos. Cuando estas viejas norm;as jurídicas
estorban a cierta parte de la sociedad para lograr sus finalidades en
la vida diaria, a satisfacer sus necesidades urgentes, esta parte de la
sociedad llegará con toda seguridad y de un modo fácil a la concien
cia de esa constricción: para esto hace falta un poco más de sabiduría
que para darse cuenta de que es incómodo llevar un zapato muy
estrecho o un arma demasiado pesada. Pero de la conciencia del
constreñimiento de una determinada forma jurídica a la aspiración
consciente a suprimirla, hay todavía, naturalmente, una gran distan
cia. Al principio, los hombres tratan simplemente de evitar aquélla en
cada caso particular. Recuerden lo que sucedía entre nosotros en las
grandes familias campesinas, cuando, bajo la influencia del capitalismo
naciente, surgían nuevas fuentes de ingreso que variaban para los
diferentes miembros de la familia. El derecho familiar consuetudina
rio se hacía constrictivo entonces para los afortunados que ganaban
más que los otros. Pero esos afortunados no se decidían tan fácil y
rápidamente a rebelarse contra las viejas costumbres. Durante largo
486 G. PLEJA NOV
XI
1 Carlos M a n .
2 M arxistas rusos.
3 Labriola lo llam a como Engels, materialismo lústórico.
4 L abriola, obra citada, pág. 144.
5 Uno do los reyes caldeos dice, hablando de sí m ism o: “ He estudiado los
m isterios de los ríos para el bien de los h o m b re s.. . l í e llevado el agua de los
ríos al desierto; he llenado con ella las acequias se ca s. . . H e regado las llanuras
desiertas; he llevado a ellas la fertilid ad y la abundancia. Las he convertido en el
p aís de la fe lic id a d ” . E n form a exacta, aunque jactanciosa, se describe aquí el
papel del Estado oriental en la organización del proceso social de la producción.
® Como tampoco le impide ser, en algunos casos, el fruto de la conquista
de un pueblo por otro. En la sustitución de unas instituciones por otras, desempeña
un papel muy acusado la violencia. Pero ésta no explica en modo alguno la posi
bilidad de semejante sustitución, ni sus resultados sociales.
7 V éase la introducción a la H isto ria del A r te de Guillermo Liibke.
8 Y éase M origen del hom bre, de Darwin.
9 N . Chernishevsld (1828-1889), gran hombre de ciencia y crítico ruso.
10 Léase i G. M arx. (N . de la R ) .
11 P ura y simplemente. (N , de la B .).
12 E n sayos, pág. 183-185.
13 M, K ovalevslú, en su libro L eyes y costum bres del Cávcaao, dice “ El
análisis de la s creencias religiosas y supersticiones de los ichaves nos hace llegar
a la conclusión de que b ajo el m anto oficia l de la religión ortodoxa, este pueblo
se encuentra hasta hoy en un estado de desarrollo que Tylor llama muy acertada
m ente animismo. Dicho estado va acompañado por lo general, como es sabido, por
una subordinación a la religión tanto de la moral social como del d e r e c h o ( T o m o
segundo, pág. 8 2 ). Pero la eosa está en que, según Tylor el animismo prim itivo
no ejerce ninguna in flu en cia n i sobre la m oral n i sobre el derecho. En esta fase
del desarrollo no hay relación recíproca “ entre la moral y el derecho, o esta
relación permanece en estado em brionarioJ El animismo salvaje carece casi por
completo del elemento m oral que a los ojos del hombre civilizado constituye la
esencia de toda religión p ráctica. . . , la s leyes m orales tienen su base particular,
etc. {L a oiviH sation pri-m itíve, P arís, 1876, tomo segundo^ páginas 483-464). Por
eso sería m ás exacto decir que las supersticiones religiosas se entrelazan con las
nociones morales y jurídicas sólo en una escala determ inada del desarrollo social,
relativam ente b astan te elevada. Lam entamos mucho que el espacio de que dispo
nemos no nos perm ita exponer aquí la explicación dada a esto por el materialismo
moderno.
i^ E . B . Tylor, L a c iv ilú a tio n p rim itiv a , P a r ís , 1S76, h X, pág. 82.
15 “ E l derecho no es, como las llam adas fuerzas física s naturales, algo oí1''
exista al margen de la acción dei hombre. Por el contrario, es un orden establecido
por los hombres para sí. E n el presente caso es in d iferente que el hombre, en su
actividad, obedezca ,a la le y .d e la casualidad o que obre librem ente, arbitraria
m ente. Sea'"como sea, el derecho, según Iá ley de la casualidad y según la ley de
la libertad, no se crea el m argen de la actividad del hombre, sino, por el contrario,
496 G. P LEJA N O V
Con los tres estudios que someto aquí a la crítica del lector alemán
quisiera contribuir a la comprensión y a la explicación de la concepción
materialista de la historia de Carlos Marx, una de las más grandes
conquistas del pensamiento teórico del siglo X IX .
Tengo plena conciencia de la modestia de mi contribución. S i se
quisiera demostrar el valor total y la importancia de esta concepción
de la historia, estaríamos obligados a escribir una historia completa del
materialismo. Como me es imposible hacerlo, debo limitarme a com
parar, con ayuda de monografías especiales, el materialismo francés
del siglo X V I I I con el materialismo moderno.
Entre los representantes del materialismo francés he elegido a
Holbach y a Helvecio, a quienes considero, por muchas razones, pen
sadores muy importantes, que hasta nuestros días no han sido suficien
temente apreciados.
Helvecio ha sido con frecuencia refutado y calumniado, pero no
se han tomado el trabajo de entenderlo. E n la exposición y crítica de
sus obras he trabajado, si así'puede decirse, en terreno virgen. Sólo
algunas vagas y fugitivas frases encontradas en Hegel y en Marx han
podido servirme de guía. No depende de mí juzgar si he sabido sacar
provecho de lo que estos dos grandes maestros me han legado en el te
rreno ele la filosofía.
Holbach como lógico era menos audaz, como pensador menos re
volucionario que Helvecio. Ya en su tiempo, fue considerado menos
(tchocante’f que el autor de T)e l ’esprit. Asustaba menos que éste últim o:
era juzgado más favorablemente y se le rendía con frecuencia justicia.
Pese a esto, también él fue comprendido a medias.
I'na filosofía materialista debe, como todo sistema filosófico mo
derno, proponer una interpretación en dos terrenos: por una parte,
el terreno de la naturaleza; por el otro, el del desenvolvimiento histó
rico de la humanidad. Los filósofos materialistas del siglo X V II I, por
lo menos los que se vinculan a Locke, poseían por igual una filosofía
de la historia y una filosofía de la naturaleza. Para convencerse basta
leer sus obras con mayor atención. La tarea indiscutible de los histo
riadores de la filosofía consistiría, por lo tanto, en exponer y en criticar
las ideas históricas de los materialistas franceses, así como expusieron y
500 G. P LE JA N O V
G. Plejanov.
Ginebra, í.° de enero ele 1896.
HOLBACH
cometa apagado y desplazado, que ocupaba antes otro lugar en las regio
nes del espacio 20.
Veamos ahora las consideraciones de Holbach sobre los orígenes
del hombre. Quizás la diferencia sea mayor entre el hombre primitivo
y el hombre actual que entre el cuadrúpedo y el insecto. Se pnede con
cebir al hombre, a todo lo que existe sobre nuestro planta y a todos
los otros cuerpos celestes como en evolución permanente. “ No existe
ninguna contradicción en la creencia de que las especies varían sin
cesar ” 21.
Esto tiene un estilo completamente evolucionista, Pero no debemos
olvidar que ésta hipótesis parece plausible a condición de que se admi
tan “ variaciones en la posición de nuestro glo'bo”, y que Holbach no
alude aquí al movimiento alrededor del sol, sino a un abandono de la
esfera del sistema solar actual.
Quien no admita esta condición, está obligado a considerar al
hombre como “ un producto de la naturaleza súbitamente aparecido
Folbach está lejos de sostener la hipótesis de la evolución de las
especies. : II
Si rechazamos todas las conjeturas precedentes, si se pretende
que la naturaleza actúa en virtud de -cierto número de leyes inmutables
y generales; si se cree que el hombre, el cuadrúpedo, el pez, el insecto,
la planta, e t c h a n existido toda la eternidad y han sido eternamente
lo que son; si se quiere que durante toda la eternidad los asiros hayan
brillado en el firmamento (según H-olbacK “ cierta suma de leyes inmu
tables y generales” excluyen toda evolución, (?. P.) ; si se dice que no
hay que preguntar porqué la naturaleza es tal como la vemos, o porqué
el mundo existe, no nos oponemos. Sea cual fuere el sistema que se
adopte, posiblemente responderá igualmente bien a las dificultades que
nos embarazan y que, consideradas de cerca, no afectan a las verdades
que hemos formulado de acuerdo a la experiencia. El hombre no puede
saberlo iodo; no puede conocer su origen; no le ha sido dado penetrar
en la esencia de las cosas ni remontarse a los primeros principios. . . '22.
Estas palabras de tm “ m aterialista” , ¿no podrían ser citadas con
alegría por algunos de los “ espiritualistas” más modernos?
Entre los problemas irresolubles por el hombre, Holbach incluye
este: “ ¿El animal ha sido anterior al huevo, o el huevo ha precedido
al anim alV ’ ¡Una advertencia a los sabios que gustan de extenderse
más allá de los límites infranqueables de la ciencia!
Todo esto nos parece casi increíble hoy. Pero no debemos olvidar
la historia de las ciencias naturales, Recordemos que largo tiempo
después de la publicación de Systems de la Nature, el gran sabio Cuvier
combatía con pasión toda idea evolucionista en las ciencias de la
naturaleza.
Hablemos de la moral de Holbach. En una de sus comedias, Palis-
sot. un escritor completamente olvidado hoy en día; pero que logró
notable éxito el siglo ptasado, hacía decir a uno de sus personajes
(V alere): “ E n el globo en que vivimos, déspota universal, no existe
508 ó'. p l e j a x o v
su organización. Por esto “ todos los errores de los hombres son errores
de física” 48.
A la medicina, o más bien a la fisiología, incumbe la tarea de
darnos la clave del corazón humano. La misma ciencia debe explicarnos
los cambios históricos de la humanidad.
E n una naturaleza en que todo está ligado, en que todo actúa y
reacciona, en que todo se cambia y se altera, se compone y se descom
pone, se forma y se destruye, no existe un átomo que no desempeñe
un papel importante y necesario; no hay molécula imperceptible que,
colocada en circunstancias favorables, no opere efectos prodigiosos...
Demasiada acritud en la bilis de un fanático, una sangre inflamada en el
corazón de un conquistador, una digestión penosa en el estómaao de un
monarca, una fantasía {¿se tm ía también de una molécula$ G-. P.}
que cruza por la viente de una mujer, son cansas suficientes para pro
vocar guerras, para enviar a millones de hombres a la matanza, para
derribar murallas, para reducir ciudades a cenizas, para propagar la
desolación y las calamidades por una larga serie de siglos sobre la
superficie del globo
Se conoce el famoso aforismo del grano de arena, que alojado en
la vejiga de Cromwell, modificó la faz del mundo. Este aforismo no
contiene ni más ni menos que las reflexiones de Holbach sobre los
"átom os” y las “ moléculas” como causas de acontecimientos histó
ricos. Con la diferencia, de todos modos, que el hombre a quien debe
mos el aforismo era piadoso: según él, fue Dios quien hizo penetrar
el granito fatal en el cuerpo del Lord Protector. Holbach no quería
tener nada que ver con Dios. Pero no tenía nada que objetar contra
lo demás.
Los cierto es que hay “ un granito de verdad” en estos aforismos.
Pero esta verdad, con respecto a la realidad total, es lo mfcmo que el
“ granito” o la molécula con respecto a. la cantidad de materia presente
en el universo. Por eso, como es infinitesimal, esta verdad no nos hace
avanzar ni una milgada en nuestro estudio de los fenómenos sociales.
Si en la ciencia histórica no tuviéramos otra cosa que hacer, salvo es
perar la llegada del genio soñado por I-aplace, que nos revelará con
la ayuda de la mecánica molecular todos los secretos del pasado, del
presente y del porvenir d-e la humanidad, podríamos descansar por
largo tiempo en nuestras camas: ¡por qué este genio maravilloso no
llegará tan pronto I
Escuchemos a Holbach:
S i conociéramos los elementos aue forman la base del tempera
mento del hombre o. por lo menos, de gran número de los individuos
que componen un pueblo, sabríamos lo que les conviene, las leyes que
les son necesarias, las instituciones que les son útiles 50.
¿En qué se convertirían en este caso la “ moral universal” y la
“ política n atu ra l” ? Holbach no dice nada al respecto, pero comenta
con mayor celo todas las leyes morales, políticas y sociales que se dedu
cen necesariamente de la naturaleza del hombre considerado como ser
sensible, etc.
518 G. .P LE JA N O V
ejemplo, que los enormes impuestos para la ayuda a los pobres no Vían
podido y no podrán disminuir el número de menesterosos en ese p aís:
/ Verdad es que las naciones en que se encuentra mayor riqueza
son las que guardan un número mucho mayor de desdichados que de
dichosos! ¡Verdad es que el comercio no enriquece más que a algunos
ciudadanos y deja a otros en la miseria! 83.
Todos estos pensamientos pueden parecer —legítimamente— con
fusos y contradictorios. Pero, lo señalamos una vez más, no hay que
olvidar que Holbach es el teórico de la burguesía revolucionaria y, por
lo tanto, capaz de sentimientos nobles. La burguesía soñaba —mejor
dicho los mejores de sus hijos, aquellos que tenían corazón y espíritu
y “ reflexionaban” , para emplear un término de Holbach— soñaba
con un reino de la Razón, una dicha universal, un paraíso terrestre.
?'No era acaso posible que llegaran a detestar las consecuencias inevita
bles de sus propias tendencias sociales y, por disgusto de las conse
cuencias, llegaran a la contradicción con ellos mismos? Basta mostrar
a una muchacha bonita una m ujer vieja, sucia y fea, encorvada por la
vejez y las enfermedades. La muchacha quedará aterrada. Y, sin em
bargo, se lanzará a vivir, es decir, a envejecer y a ser aterradora a
su vez. Eis un vieja historia, que siempre será nueva.
Aquél que quiera tener una imagen más concreta de los filósofos
franceses del siglo X V III puede interrogar con gran beneficio a los
escritores liberales rusos de la época que se inicia con el fin del reinado
del zar Nicolás. Encontrará allí la misma falta de sentido histórico,
las mismas tonterías, las mismas contradicciones. Es verdad que entre
los escritores rusos de esa época existen socialistas, como Chernishevski.
Por el contrario, hay otros qúe sólo combaten a la burguesía como
resultado de un malentendido, porque no saben valorar el alcance de
sus propias exigencias. Con frecuencia muchos de nuestros escritores
qu’e se creen progresistas no desean más que lo que querían Holbach y
sus amigos. Candorosamente creen que eso es el socialismo. Los gran
des filósofos franceses hubieran jurado que se trataba de filosofía. En
lo que nos concierne, tenemos 1a. convicción de que tina rosa conserva
siempre el mismo perfume, sea cual fuere el nombre que se le
quiera dar.
Si en los problemas económicos Holbach está siempre de acuerdo
con los fisiócratas, de quienes siempre habla con elogios84, en otro
sentido no comparte la predilección de éstos por el “ despotismo legal” .
Es partidario convencido de un gobierno representativo. Para él,
el despotismo no era una forma de gobierno: no podía considerarlo
más que como “ un combate desigual entre un bandolero, o bandoleros
armados, y una sociedad sin defensa” fir>. V nuestro filósofo se hacía
ciertas “ preguntas naturales”, que hubieran encontrarlo amplia com
prensión en la Asamblea Constituyente francesa. Estos interrogantes,
muy característicos, son los siguientes:
¿ Deb^et'íoclo ceder ante la partef La voluntad de uñó, ¿debe
:prevalecer sobre la voluntad de todos f $Existe en cada sociedad algún
524 -— P L EJ ANOV
ser privilegiado que pueda ser dispensado de ser útil? ¿Sólo el rey está
Ubre de los brazos que unen a todos los otros f i, Puede un hombre atar
a todos los demás sin estar él atado por ningún lazo?
¿La posesión de un poder injusto en su origen, mantenido por la
fuerza, soportado por la debilidad, ¿es acaso un título que la justicia
la razón y la fuerza no puedan destruir jamás? 8G.
Esto recuerda la célebre frase: í£Cuando nos llegue el turno sere
mos conquistadores” .
El pasaje siguiente evoca otra escena de la historia de la Revo
lución Francesa:
E l poder soberano no es más que la guerra de uno contra todos,
a partir del momento en que el monarca franquea el límite que le
prescribe la voluntad de los pueblos 87.
¿Qué se hubiera respondido a esto en la sala del Juego de
Pelota?
Casi todas las obras de Holbach están animadas de un odio irre
ductible al despotismo. Se siente claramente que 110 hay ninguna teoría
abstracta, sino la triste realidad, en el fondo de lo que dice sobre el
tema. Tampoco es una teoría abstracta, sino una triste realidad, su
invocación a la libertad, “ hija de la honestidad y d<e las leyes”, “ ob
jeto del amor de todos los corazones”. Muchas veces parece haber te
nido el presentimiento de la tempestad política que se aproximaba:
“ E l ciudadano —dice— no puede negarse, — (sin negar sus deberes) —
a tomar partido por su país contra la tiranía que lo oprime”. ¿Quién
sabe? Tal vez estas palabras, antes de ser escritas, fueron pronuncia
das y discutidas en una de esas reuniones de filósofos en casa de
Holbach, donde se decían cosas que. según nos cuenta Morellet, hubie
ran provocado cien veces la caída del rayo sobre la casa, si las palabras
pudieran atraer el rayo.
Diderot estaba seguramente de acuerdo e iba más lejos. Tal vez
Grixnm. . . el pobre, que debía cambiar de idea cuando la tempestad
estalló, no en un salón ricamente amueblado, sino en el gran esc-enario
de la historia.
El mismo Holbach: ¿se hubiera comportado de otro modo después
del 10 de agosto? ¿Hubiera repetido, ‘en una asamblea de jacobinos,
que ££un tirano es el ser más odioso que pued*e engendrar el
crimen’'? 8S. Francamente, lo ignoramos. Pero lo más posible es que
no hubiera querido tener nada en común con esos republicanos ‘ ‘sal
va jes” , y que también los hubiera tratado de tiranos y de enemigos
de la patria, de fanáticos y de charlatanes políticos.
Holbach amaba la libertad, pero temía al “ tum ulto” y estaba
convencido ele que, “ en política como en medicina, los medios violentos
son siempre los más peligrosos”. De buena voluntad hubiera transado
con un rey que fuera un poco “ virtuoso” . Es verdad que afirmaba
que los príncipes de est entino eran meteoros muy raros. . . pero soñaba
siempre con “ún'sábio en efíron,o ’ En un momento, durante el minis
terio Turgot, creyó ver su sueño realizado. Había dedicado su libro
ESBOZOS DE HISTORIA. PKL MATERIALISMO 525
Para resolver las dificultades con que hubiera tropezado este ma
terialismo habría sido menester:
1.° Abandonar el punto de vista metafísico que excluye toda idea
de evolución y acarrea una lamentable perturbación en las concepcio
nes lógicas de los “'filósofos’’. Sólo con esta condición hubieran podido
“ saber” si en la ciencia de la naturaleza, como en la de la historia, el
huevo precede al animal o el animal al huevo.
2.° Llegar a la conclusiión inevitable ele que la “ naturaleza hu
m ana” , que interesaba a los materialistas del siglo XiVIII, no explica
en modo alguno el desarrollo histórico de la humanidad. Había que
adelantarse un paso al punto de vista de las ciencias naturales-. Había
que colocarse en el punto de vista de la “ ciencia social” . Había que
comprender que el medio social tiene sus propias leyes de desarrollo,
que no dependen del hombre considerado como “ un ser sensible, inte
ligente y r a z o n a b l e y que estas leyes tuvieron a su vez una influen
cia decisiva sobre los sentimientos, las ideas y los razonamientos.
Esta tarea iba a ser realizada por el materialismo “ dialéctico”
del siglo XIX. Pero, antes de abordar sus brillantes descubrimientos,
examinemos las ideas de un hombre que, mejor que otro, muestra con
su ejemplo y gracias a su lógica audaz la insuficiencia y la estrechez
del punto de vista del materialismo metafísico. Este hombre es Helvecio.
H E LV E C IO
Según él, “ los grandes hombres han querido lo que han hecho} y
han hecho lo que han querido” . Podría afirmarse la misma cosa, sin
duda “ en términos algo distintos” , de todos aquellos que han traba
jado en uno u otro terreno con mayor o menor éxito para el bien de
la humanidad, tal como ellos lo concebían. Se podría decir que “ este
punto de vista de la envidia” , tan detestado por Hegel, no nos hace
avanzar un paso en la comprensión y la valoración de las diferentes
épocas de la historia. Se podría decir que. . . en fin, se podría decir
muchas cosas, pero ¿seríamos escuchados? Se prefiere oír a las coma
dres. Se dice, por ejemplo, que Helvecio era un sofista peligroso, un
hombre vano y superficial; lo decimos y quedamos muy satisfechos de
nosotros mismos por la honestidad y la perspicacia qne hemos demos
trado. Y asunto concluido.
Los historiadores alemanes, en particular, maltratan, a Helvecio.
En Francia se hace alguna vez justicia a su carácter personal 3; en
Alemania se evita una afabilidad fuera de lugar en relación a un “ hom
bre peligroso” . En Alemania se difama más a Helvecio que a La Mat
ine. Este último es también bastante “ peligroso” ; pero, después de su
muerte, su majestad Federico el Grande tuvo la deferencia de pronun
ciar sobre él algunas palabras benévolas. Bueno, voluntas regis su
prema lex y los eruditos alemanes saben esto mejor que nadie, pre
cisamente por ser eruditos.
¡ Notable circunstancia! Aunque la tesis de Helvecio habían asus
tado a los “ filósofos” mismos, y aunque entre sus adversarios se
encontraba gente de la talla de Diderot, fue más combatido en Francia
después que antes de la Revolución. La Harpe reconoce que su refuta
ción de los “ sofismas” de Helvecio en 1788 estuvo lejos de producir
la misma impresión que nueve años más tarde, en 1797. Se había com
prendido ya, dice La Harpe, que la filosofía materialista era una
“ doctrina arm ada” , es decir, una doctrina revolucionaria. En 1797
la burguesía no necesitaba ya doctrinas de este tipo, que representaban
una amenaza continua para sus nuevas adquisiciones; había que hacer
tabla rasa del materialismo, y así se hizo, sin preguntarse si las demos
traciones de los sicofantes del tipo de La Harpe estaban tan bien
fundadas como ellos lo pretendían. Otros tiempos, otras aspiraciones;
otras aspiraciones, otras filosofías s.
En cuanto a las comadres, tienen todo el derecho de quejarse de
Helvecio. Pues raras veces lo comprenden. Y esto no se debe únicamente
a que los pensamientos de él sobrepasen el horizonte de ellas.
Helvecio presentaba sus teorías de una manera muy original y
apropiada para desorientar a las comadres. Menos que ningún otro
escritor de su tiempo respetaba lo que Nordau llama las mentiras
convenidas. Como hombre de mundo y fino observador, conocía muy
bien la “ sociedad” francesa del siglo X V III; como escritor mordaz y
satírico' no dejó pasar ninguna ocasión sin decir a esta sociedad algu
nas verdades duras de tragar, y qne no tenían nada en común con las
inocentes verdades que se acostumbra a decir “ tan bien” . De ahí una
538 0 . PLEJANOV
zas y una gran reputación, estos dos hombres trabajarán, cada uno por
su lado, el uno para acrecentar su riqueza, el otro su renombre. Pero,
si en el tiempo empleado para adquirir este dinero y este renombre,
envejecen, si han adquirido costumbres que ya no pueden quebrar sin
realizar esfuerzos que la edad ya no les permite, tanto el avaro como
el hombre de talento morirán, el uno sin su castillo, el otro sin su
querida 27.
Esto bastó para llenar de indignación a la “ gente honesta” de
todo el mundo, y explica porqué su mala reputación hizo fracasar a
Helvecio. Pero basta también para mostrar el lado débil de su “ aná
lisis” . Añadamos otra cita a las precedentes:
A l reconocer que nuestras pasiones tienen su origen en la sensi
bilidad física, se podría creer que, en el estado actual de las naciones
civilizadas, estas pasiones existen independientemente de la causa que
las ha producido. Por lo tanto, siguiendo la metamorfosis de las penas
y de los placeres físicos en penas y en placeres ficticios, demostraré que,
en las pasiones; como la avaricia, la ambición, el orgullo o la amistad,
cuyo objeto parece pertenecer menos al placer de los sentidos, es siem
pre el placer físico lo que buscamos o el dolor físico ele lo que
huimos 28.
Por lo tanto, no hay ninguna trasmisión hereditaria. Según Darwin
las aptitudes intelectuales y morales del hombre son variables, “ y
tenemos todos los motivos para creer que estas variaciones tienden a
ser hereditarias” . Según Helvecio las aptitudes del hombre son extre
madamente variables, pero jas modificaciones no se trasmiten de una
generación a otra, pues su base, la aptitud para la sensación física,
sigue inmutable. La mirada de Helvecio es lo bastante penetrante
para percibir los fenómenos de la evolución. Ve que “ la misma raza
de animales, según la naturaleza y abundancia de la alimentación, se
vuelve más débil o más fuerte, se eleva o retrocede” . Señala también
que ésto es válido para los “ robles” . “ Se ven pequeños, grandes, de
rechos, torcidos, pero ninguno que sea exactamente igual al otro” . ¿De
dónde proviene éstol “ Tal vez de que ninguno recibe exactamnte los
mismos cuidados, no ocupa el mismo lugar, no es agitado por el mismo
viento, no ha sido plantado en la misma capa de tie rra ” . Nada más
razonable que esta explicación. Pero Helvecio no se detiene aquí. P re
gunta: £‘ ¿ Lo, diversidad de los seres reside en los gérmenes o en su
desarrollo ?” No es el interrogante de un espíritu lerdo. Pero notemos
bien el sentido del dilem a: o en los gérmenes o en el desarrollo. Nuestro
filósofo no prevé siquiera que la historia de la especie pueda dejar hue
llas en la estructura de los gérmenes. ¿La historia de la especie? Exis
tía para él tan poco como para sus contemporáneos. E l sólo tiene en
vista al individuo, no interroga más que a la naturaleza “ individual”.
observa el “ desarrollo” individual. Estamos lejos de satisfacernos con
la opinión de Darwin sobre la trasmisibilidad de las “ disposiciones”
morales e intelectuales. Esta opinión no es más que la primera palabra
de las ciencias naturales evolucionistas. Pero sabemos muy bien qne,
546 G. PLEJANOV
tra los sistemas del materialismo y del egoísmo” . El mismo Smith. tenía
escasa simpatía por los sistemas morales de los materialistas. La teoría
de Helvecio había de pareeerle “ disoluta” , como la de Mandeville. Y
en realidad, a primera vista, la teoría de S-mith parece oponerse to
talmente a lo que encontramos en los escritos de Helvecio. Debemos
esperar que el lector no ha olvidado los términos en que este último
explica el pesar que experimentamos al perder un amigo. Leamos ahora
las líneas del célebre inglés:
Experimentamos simpatía inclusive por los m uertos,.. nos da pena
que estén privados de la luz del sol, de la visión y dtel comercio con
los hombres, que estén encerrados en una fría tumba y entregados a los
gusanos y a la descomposición, que estén olvidados del mundo y pier
dan lentamente el lugar que ocupaban en nuestro afecto, es decir, en
el recuerdo que guardan de ellos sus amigaos y parientes más
queridos. .. .E l hecho de que nuestra simpatía sea incapaz de ayu
darlos nos parece que aumenta asimismo su desdicha, etc.38.
He aquí, sin duda, algo completamente diferente. Pero conside
remos el punto más de cerca. ¿Qué es la simpatía de Adam Smith?
Por grande que sea el egoísmo que se puede -suponer en un. hombre,
responde, existen sin duda en su naturaleza ciertos principios que pro-
■vienen del interés que le inspira la suerte de sus semejantes y que con
vierte a la felicidad dé éstos en una felicidad para sí mismo, aunque no
obtenga de ello nada más que el placer de ser un testigo. . . E l hecho
de sentir uno mismo los dolores de otro es demasiado común para que
sea necesario demostrarlo.
La fuente de esta sensibilidad a los sufrimientos ajenos reside en
la facultad que tenemos de ponernos en el lugar de los otros por medio
de una imaginación, facultad que nos permite comprender o sentir, por
nuestra parte, lo que ellos experimentan39.
¿Es posible creer que no hay nada semejante a esta teoría de la
simpatía en los escritos de Helvecio 1 Eín su libro De Vhomme (sección
II, capítulo V II) Helvecio se pregunta: “ ¿Qué es un hombre huma
no 1>” Y contesta: “ Es el hombre para quien el ■espectáculo de la mise
ria ajena es un espectáculo doloroso** Pero ¿de dónde le viene al hom
bre esta facultad de sentir los sufrimientos del otro? Le viene de la
educación, que nos acostumbra a identificarnos con los otros.
¿Ha adquirido el niño la costumbre de identificarse con los des
dichados!? Una- vez que se adquiere esta costumbre, el niño se conmue
ve tanto más ante la, desdicha por el hecho de que, al lamentar la
suerte de estas personas, se conmueve por la humanidad en general y,
en consecuencia, por sí mismo en particular. Una infinidad de sen
timientos distintos se mezclan a este primer sentimiento y de las
combinaciones surgidas se forma el sentimiento total de placer que expe
rimenta un alma noble al socorrer a un miserable, sentimiento que no
siempre está en condiciones de analizar !>°.
Se reconocerá que Smith tiene exactamente el mismo> concepto de
la simpatía, punto de partida de sus deducciones. Lo cierto es que Hel-
ESBOZOS DE HISTORIA DEL MATERIALISMO 551
ticular para los “ grandes” y los “ ricos” y los “ ociosos”, que no ven en
«1 amor un medio de satisfacer una necesidad realmente imperiosa sino,
al contrario, una distracción, un medio de combatir el hastío. La pintu
ra de las costumbres conyugales de las clases parásitas de la sociedad,
como la ha hecho el conde León Tolstoi en La sonata a Rrimizer y, antes
de él, Fourier recuerda en 3o escencial lo que dice Helvecio sobre el
matrimonio y el amor de los “ ociosos”.
El carácter de un pueblo agricultor es necesariamente diferente del
de un pueblo nómade.
En cada país existe un cierto número de objetos que la educación
•ofrece por igual a iodos, y es esta impresión uniforme de toles objetos
que produce en los ciudadanos esa semejanza de ideas y de sentimientos
a la cual se le da el nombre ele espíritu y de carácter nacionales.
Pero se concibe fácilmente que estos “ objetos” , cuya influencia es
tan decisiva en el momento de la educación, no son los mismos en pue
blos situados en condiciones de vida tan diferentes como las creadas
—por ejemplo, por la agricultura y la caza— . También es evidente que el
carácter de un pueblo es variable. Se supone que el carácter de los fran
ceses es alegre. Pero no siempre lo ha sido. El emperador Juliano decía
que los habitantes de París “ me inspiran amor, pues su carácter,
como el mío} es austero y serio” 55. Consideremos a los romanos.
¡Qué fuerza, qué virtud, qué amor a la libertad, qué horror a la
servidumbre en tiempos de la "República! ¡ Y qué debilidad, qué cobar
día, qué ruindad a partir del momento en que los césares llegan al
poder! El mismo Tiberio se sentía asqueado de esta ruindad. Además,
el carácter de un pueblo no sólo varía en función de los acontecimientos
históricos. En una época dada, no es un pueblo el mismo en las diferen
tes profesiones. Los gustos y las costumbres de los guerreros no son los
del sacerdote; los gustos y las costumbres de los ‘‘ociosos ’ ’ no son los de
los agricultores y los artesanos. Todo esto depende de la educación. La
educación convierte a la mujer en un ser inferior al hombre. Y esta infe
rioridad no se manifiesta del mismo modo en todas las clases de la socie
dad. El genio de 1as princesas (de mujeres como Isabel I de Inglaterra,
Catalina I I de Rusia, e tc .)5e, no es inferior en nada al de los hombres. Lo
mismo puede decirse de “ las camareras, quienes son tan inteligentes
como sus esposos” . “ La razón de ello es que, en estas situaciones tan
distintas, los dos sexos han recibido una educación igualmente m ala” .
Las diferentes ideas que se tiene sobre la belleza provienen de
impresiones de infancia:
¿Siempre me han alabado el rostro de tal determinada m ujert
Este rostro se graba en mi memoria como un modelo de belleza. Y habré
de juzgar la belleza de las otras mujeres tan sólo de acuerdo al parecido
más o menos grande que tiene con este modelo 57.
Por lo tanto es un problema de costumbre. Pero como las costum
bres de un pueblo no siguen siendo las mismas, sus gustos y sus juicios
sobre la belleza de 3os objetos que ofrece la naturaleza y el arte se modi
fican igualmente 5S.
556 0 . PLEJANOV
Helvecio está muy lejos de m irar a los ingleses con la misma des
confianza que hacia ellos muestra Holbach. Helvecio pensaba que el
estado social y político de Gran Bretaña deja mucho que desear, pero
Ja respetaba como al país más libre y más esclarecido del mundo. Sin
embargo, esta libertad inglesa, tan amable, que a él tanto le gustaba, no
le parecía muy estable. Helvecio pensaba que la división de los intereses,
tan avanzada en Inglaterra, habría de producir tarde o temprano su
inevitable efecto: la aparición del despotismo. Es menester admitir que,
por lo menos en lo que se refiere a la historia d© Irlanda, no se puede
.contestar a esto con un franco desmentido.
Los puntos de vista de nuestro filósofo sobre " la multiplicación de
los hombres” demuestran una vez más hasta qué punto era poco original
la doctrina de IVfalthus, No deseamos criticar ahora estos puntos de vista,
del mismo modo que no deseamos criticar la doctrina sobre la historia
primitiva de la propiedad y de la familia. Nos bastará indicar aquí el
punto de vista general de Helvecio sobre la historia cs. Pero, en relación
a esto, y para caracterizarlo de un modo completo, hay que examinar
algunas otras consecuencias de la multiplicación de los ciudadanos o,
para decirlo mejor, de la desigualdad de las fortunas, siempre e inevita
blemente en aumento.
¡Nada hay más peligroso para una sociedad que los hombres sin
propiedad! P ara los hombres de empresa no hay nada más conveniente
que estos individuos, nada que esté más de acuerdo con sus intereses.
Cuantos más indigentes hay menos hay que pagar por el trabajo. Los
empresarios, pues, llegan a constituir a veces una verdadera potencia
en un país de comercio ” , E l interés público se Sacrifica al interés “ pri
vado” de ellos que es el móvil de sus acciones, el criterio de sus juicios.
Vemos esto en cada sociedad con sus intereses complicados y contradic
torios. Cada sociedad se divide en pequeñas sociedades que emiten jui
cios sobre la virtud, la inteligencia y el mérito de los ciudadanos, según
el punto de vista de sus intereses particulares. Al fin de cuentas, el inte
rés de los más poderosos es la voz más imperiosa y más escuchada en
una nación.
Sabemos ya que la corrupción de las costumbres siempre hace su
aparición cuando el interés privado está apartado del interés público.
La desigualdad siempre creciente de las fortunas debe engendrar y au
mentar siempre la corrupción de las costumbres. Es lo que ocurre en
realidad. E l dinero, que favorece los progresos de la desigualdad, pro
duce al mismo tiempo la decadencia de la virtud, En un país en el cual
“ el dinero no tiene curso”, la nación es la única y la justa dispensadora
de las recompensas. La consideración general, este don del reconocimien
to público, no puede ser acordado aquí nada más que a las ideas y a las
acciones útiles a la nación, y en consecuencia iodo ciudadano encuentra
que la virtud es necesaria
En los países en que el dinero tiene curso, la persona o las personas
que lo tienen pueden obtener y obtienen en general un máximo d'é place
res. Pero esta persona o estas prsonas no son siempre las más honradas.
560 G. PLEJANOV
Sus puntos de vista 110 eran por ello menos peligrosos para la
idea —tan difundida en el siglo X V III— de que el mundo está go
bernado por la opinión. Hemos visto que, según él, las opiniones de
los hombres son dictadas por sus intereses; hemos visto también que
sus intereses no dependen de la voluntad humana (recordad el caso
de los salvajes que matan a los viejos en razón de una necesidad econó
mica). “ Los progresos de las luces’%mediante los cuales los “ filó
sofos” creían poder explicar todo el movimiento histórico, lejos de ex
plicar ninguna cosa, se pusieron a exigir una explicación por su parte.
Encontrar una explicación habría equivalido a una verdadera revo
lución en -“ filosofía”. Helvecio da la impresión de presentir las con
secuencias de una revolución semejante y reconoce que, al estudiar el
avance del espíritu humano, muchas veces ha sospechado que iodo en
la naturaleza se prepara y llega por sí mismo a la madurez, y que ‘‘ tal
ves la perfección de las artes y de ios ciencias sea menos la obra del
tiempo que la obra del tiempo y la n e c e s i d a d El progreso “ uniforme”
de las ciencias, en todos los países, confirma a su modo de ver esta opi
nión.
Efectivamente. si en todas las naciones, como lo observa el señor
Hume, sólo después de haber escrito buenos versos se llega a escribir
buena prosa, una marcha tan constante de la razón humana da la
impresión de ser el efecto de una causa general y sorda m.
El lector conoce y& las ideas históricas de nuestro filósofo y se
mejante lenguaje le parecerá sin duda demasiado circunspecto y dema
siado indeciso. Pero justamente (Gerade) este lenguaje, lleno de inde
cisión, pone de manifiesto a qué punto eran oscuras las nociones que se
formaban en la cabeza de Helvecio con estas palabras, cuyo sentido le
perecía claro y no sujeto a dudas: el interés, las necesidades de los
hombres.
E n el fondo de las leyes y de las costumbres, por extravagantes
que nos parezcan, encontramos siempre “ la utilidad real o, por lo me
nos aparente”. ¿Qué es una utilidad apárentef ¿A' qué se refiere, cuál
es su origen? Evidentemente proviene de la opinión de los hombres.
Henos aquí de vuelta en este círculo vicioso del cual pensamos haber
salido: la opinión d e p e n d e del interés; el interés depende de la opinión.
Y lo que es aún más curioso, Helvecio no ha, podido dejar de entrar
en el círculo vicioso. Helvecio ha intentado vincular el origen de las le
yes, de las costumbres y de las opiniones más diversas y más extrañas a
las necesidades reales de las sociedades, pero al terminar su análisis
se encontraba siempre frente a un residuo que sus reactivos de meta--
físico no lograban reducir. Este residuo era, ante iodo? la religión.
Toda religión nace del temor a un poder invisible, de la igno
rancia de los hombres frente a las fuerzas de la naturaleza. Todas las
religiones primitivas se parecen entre sí. De dónde viene esta uni
formidad 9 De que en una misma posición los pueblos siempre han te
nido el mismo espíritu, las mismas leyes, el mismo carácter.
Como los hombres han estado movidos aproximadamente por el
566 G. PLEJANOV
Por m uy útil que haya sido en su época este trabajo, en nada hacía
progresar el estudio científico de las religiones. El idealismo, dialéctico
preparó este estudio. Basta comparar la Vida de Jesús de Stranss con. la
Historia crítica de Jesucristo de Holbaeh para apreciar los enormes pro
gresos efectuados por la filosofía de la religión bajo la influencia be
néfica del método dialéctico de H egel15.
Guando los “ filósofos” estudiaban la historia de la filosofía, lo
hacían tan sólo para extraer argumentos en favor de sus concepciones,
o para destruir los sistemas de sus antecesores idealistas. Hegel no com
bate los sistemas de su predecesores; los considera como los distintos
estadios de desarrollo “ de una sola filosofía” . Cada filosofía particu
lar es la hija de su tiempo y la última en llegar de las filosofías es el
resultado de todas las precedentes y debe contener, en consecuencia, los
principios de todas las otras; si realmente es una filosofía, debe ser la
más desarrollada, la más rica y la más concreta-10.
La “ legislación perfecta” era uno de los temas favoritos de la in
vestigación de los filósofos. Cada uno de ellos tenía su utopía. El idea
lismo dialéctico despreció esta clase de investigación.
Un Estado, dice Hegel, es una totalidad individual, en la cual no
es posible separar un aspecto particular, por importante que sea, como
la Constitución, con el propósito de discutirlo y efectuar una selección
después de un examen que sólo tome en cuenta dicho aspecto... El
espíritu del pueblo: del cual todo emana en el Estado, debe ser com
prendido; se desarrolla para sí y, en su evolución, una Constitución
determinada es necesaria, que no es un punto de elección, sino que debe
adaptarse al espíritu del pueblo... Por otra parte, y para generalizar,
es menester decir que la Constitución no está determinada tan sólo en
el espíritu del pueblo, sino que, por el contrario, este espíritu del pue
blo es él mismo un eslabón en el desarrollo del espíritu del mundo, del
cual se desprenden las Constituciones particulares1T.
E n una palabra, el idealismo dialéctico consideraba al universo
como una totalidad orgánica que “ se desarrolla a partir de su propio
conceptoJ\ Conocer esta totalidad, descubrir el proceso de su evolución:
ésta es la tarea que se ha planteado la filosofía. {Una tarea noble,
grandiosa, admirable! Una filosofía que se proponía este trabajo no
podía parecer “ g ris” o “ cadavérica” a nadie. Necesariamente era así.
Tal filosofía maravillaba a todo el mundo por la plenitud de su vitalidad,
por la potencia irresistible de su impulso, por la belleza de sus brillan
tes colores. Y sin embargo, la noble tentativa de la filosofía idealista
dialéctica quedó incompleta: no se llevó a cabo y tampoco podía hacerlo.
Después de prestar inapreciables servicios al espíritu humano, el idea
lismo alemán pereció, como si quisiera dar una prueba más en favor de
su doctrina y mostrar así, con su ejemplo, que “ lo propio de lo acabado
es negarse a sí mismo, transformarse en su contrario” . Diez años después
de la muerte de Hegel el materialismo reaparece sobre la escena de la
evolución de la filosofía y hasta nuestros días no ha cesado de ganar
victorias sobre su viejo adversario.
ESBOZOS DE HISTORIA DEL MATERIALISMO 5S1
¿Qué es éste concepto, esta idea absoluta, este espíritu del mundo
del cual hablaba incesantemente la filosofía alemana? ¿Existe un medio
de conocer esta esencia misteriosa que —según se creía— ponía en movi
miento y animaba todas las cosas"?
¡ Por cierto que s í ! Existe un medio, y es un medio muy sencillo.
Tenemos únicamente que examinarlo con una cierta atención. En tal
caso, se producirá una maravillosa metamorfosis. Esta Idea absoluta.
tan irresistible en su impulso, tan llena de savia y de fecundidad, madre
de todo lo que ha sido, es y será en los siglos venideros, palid-ece, se
inmoviliza, aparece eomo una pura abstracción y nos pide humilde
mente —lejos de explicar esto o aquello— una pequeña explicación de
sí misma. Bic transit gloria. . . ideae 18.
La idea absoluta, con todas sus leyes inmanentes, es tan sólo una
personificación del proceso de nuestro pensamiento. Cuando se echa
mano a esta idea para explicar los fenómenos de la naturaleza o de la
evolución social, se abandona el terreno real de los hechos y se entra
en el reino de las sombras. Es precisamente lo que ocurrió a los idealis
tas alemanes.
E n un libro publicado en Francfort del Mein en 1845 y que fue
escrito por dos hombres que llenaron con su renombre la segunda mitad
del siglo XIX, encontramos un notable desenmascaramiento " del secreto
del sistema construido por la especulación”.
Cuando, operando sobre realidades —manzanas, peras, fresas, ave
llanas— me formo la idea general de fruto ; cuando yendo más lejos, me
imagino que mi idea abstracta " e l fru to ’% extraída de los frutos reales,
es una entidad que- existe fuera de mí y que, más aún, constituye la
verdadera entidad de la pera, de. la manzana, etc., declaro, en- lenguaje
especulativo^ que " el fru to ” es la sustancia de la pera, de la manzana,
ele la avellana, etc. Digo entonces que lo que hay de esencial en la pera-
o en la manzana no es el ser pera o manzana. Lo que es esencial en
ellas no es su ser real, perceptible por los sentidos, sino la entidad que
he extraído abstractamente y que les he atribuido falsamente, la enti
dad de mi idea "e l fru to ”. Declaro entonces que la manzana, la pera,
la avellana, etc., son simples modos de existencia de " e l fru to ”. Mi en
tendimiento finito, sostenido por los sentidos, distingue, es cierto, una
manzana de una pera, y una pera de una avellana, pero mi razón espe
culativa'■declara que esta diferencia sensible es inesencial y sin interés.
Ve en la manzana la misma cosa que en la peraf y en la pera la misma
cosa que en la avellana, es decir "el fru to ”.
Ljüs frutos particulares reales no son más que frutos aparentes, cuya
esencia verdadera es " la sustancia”, " e l fru to ” M.
Pero el punto de vista de la sustancia no era, hablando propia
mente, el punto de vista de la especulación alemana. La sustancia abso
luta, dice Hegel, es lo verdadero, pero no es aún todo lo verdadero; es
menester también pensarla como activa en sí misma, viva y, justamente
por esto, debe determinarse en tanto que espíritu.
Veamos cómo se llega a este punto de vista más elevado y más
verdadero.
582 G. PLEJANOV
sas no sólo extrañas a las características físicas del país sino también
a su propia estructura social que el Papa, el jefe de la “ clase supers
ticiosa” debió la mayor parte de su poderío 00. Numerosas veces expul
sado por la población romana, “ el santo P adre” no pudo volver a la
ciudad eterna sino con la ayuda de los Estados transalpinos. La
situación absolutamente excepcional de Roma, residencia del jefe de la
Iglesia, debía ejercer una influencia considerable sobre el papel del
clero en toda Italia. Pero no se debe creer que el clero ha sido siempre
más poderoso en Italia que en otros países europeos, en Alemania, por
ejemplo. Esto sería un grave e rro rei.
Los estudiosos que se han dedicado a la historia de las religiones
se inclinan, aún en nuestros días, a mencionar las disposiciones ra
ciales cada vez que una particularidad les llama la a-tención en la
doctrina religiosa de un pueblo y que resulta difícil descubrir su ori
gen. Sin embargo, la evidencia los fuerza a admitir la semejanza
original de religiones en vigencia entre los bárbaros y los salvajes que
habitan regiones extremadamente diferentes62. Del mismo.modo, se ven
forzados a reconocer la influencia considerable que ejerce el modo de
vida y los medios de producción de cada pueblo sobre el carácter de
sus creencias63. E l rechazo de toda consideración vaga e “ hipotética”
referente a la influencia directa del medio geográfico sobre tal o cual
característica del “ espíritu humano” sólo puede ser provechoso a la
ciencia si se esfuerza en determinar qué parte toma ese medio en el
desarrollo de las fuerzas productivas —y por intermedio de esas fuer
zas— en el conjunto del desarrollo social y espiritual, en una palabra,
en el desarrollo histórico de los pueblos.
Continuemos:
En un cierto estadio de su desarrollo, las fuerzas productivas ma
teriales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de
producción existentes o, lo que es la expresión jurídica de lo mismo,
con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se habían movi
do hasta ese momento. De formas de desarrollo de las fuerzas produc
tivas que eran, estas relaciones se convierten en obstáculos. Entonces
se inicia una época de revolución social. El cambio en la base económica
trastorna más o menos rápidamente toda la enorme estructura. Cuando
se considera estos trastornos, se debe distinguir entre el trastorno ma
terial —que puede constatarse de modo científicamente riguroso— de
las condiciones de producción económica y las formas jurídicas, polí
ticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas
ideológicas en que los hombres toman conciencia de este conflicto y lo
llevan a término. Del mismo modo que no se juzga a un individuo por
la idea que tiene de sí> mismo, no se debe juzgar a una época de tras
tornos por la conciencia que tiene de sí misma; es menester, por el
contrario, explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida
material, por el conflicto que existe entre las fuerzas productivas, so
ciales y las relaciones de producción.c,i.
Todo lo finito tiende a destruirse a sí mismo y a transformarse
600 G. P LEJA N O V
dales. Muchas ele estas teorías parecen tener poco valor, si se deja
de laclo la facilidad con que se puede extraer deducciones que están
en desacuerdo monstruoso con el trabajo intelecUt-al que han costado
a su creador 7:l.
Sólo se puede desear que este anhelo se realice a la brevedad. Des
graciadamente, no es tan fácil como parece a primera vista. Mame dice
que “ un gran número y tal ves la mayor parte de las diferencias de
especies qne deben existir entre las razas arias inferiores son efectiva
mente diferencias de grado en la evolución’'. Esto es indiscutible. Pero
para que la clave principal de la teoría racial se vuelva superflua, es
menester sin duda saber captar correctamente los rasgos característicos
de los diferentes grados de evolución. Y esto es imposible si no media
una concepción de la historia exenta de contradicciones. Taine no la
tenía. Pero, ¿hay muchos historiadores y críticos que puedan hacer
uso de ella?
Tenemos en este momento bajo los ojos la Historia de la Literatura
Nacional Alemana del Dr. Hermann Kluge. Esta historia que, según
nos parece, goza en Alemania de gran popularidad, no tiene absoluta
mente nada notable en lo que se refiere, a su valor práctico. Pero los
períodos que el autor distingue en la literatura alemana merecen nues
tra atención. Nos encontramos con los siete períodos siguientes (pági
nas 1, 8 de la 14.a-edición):
1 . Desde los tiempos más remotos hasta Carlomagno, año 800.
Especialmente la época de los antiguos cantos populares pa
ganos y el período en el cual se constituyeron las antiguas
leyendas épicas.
2 . De Carlomagno hasta los comienzos del siglo XII, de 800 a.
a 1.100, En este período el viejo paganismo es vencido por
el cristianismo. La literatura está sometida esencialmente a
la influencia del clero.
3. Primer apogeo de la literatura alemana, de 1100 a 1300. La
poesía es cultivada y pi’acticada principalmente por los ca
balleros.
4. Desarrollo de la poesía por la clase burguesa y los artesanos,
de 1300 a 1500.
5. La literatura alemana de la época de la Reforma, de 1500
a 1624.
6 . La poesía de los eruditos, época de imitación de 1624
a 1748.
7. El segundo apogeo de la literatura alemana a partir de 1748.
E l lector alemán, más competente que nosotros, puede juzgar al
detalle esta periodización. A nosotros nos parece completamente ecléc
tica, es decir, que no está establecida de acuerdo a un principio, condi
ción necesaria de una división y de una clasificación científicas, sino
de acuerdo a diversos principios incompatibles entre ellos. Durante
el primer período la literatura parece desarrollarse bajo la influencia
exclusiva de las ideas religiosas. Despues vienen el tercero y el cuarto
606 G. PLEJANOV
n os, puede emplearse del mismo modo para todos los u so s apropia
dos, con vir ti en d onos así en dueños y señores de la naturaleza82.
Toda la filosofía de Descartes lleva la marca de este gran inte
rés- La finalidad de las investigaciones de la filosofía moderna pa
rece estar claramente definida a partir de este momento. Pasa un
siglo. El materialismo que, por otra parte, sea dicho de pasada, es
una consecuencia lógica de la doctrina cartesiana, se difunde amplia
mente en Francia: la fracción, más avanzada de la burguesía fran
cesa marcha bajo sus banderas, se suscita un violenta polémica, pe
r o . .. las fuerzas productivas son olvidadas: los filósofos materialis
tas no hablan casi de ellas ya: tienen otras ideas en la cabeza, la fi
losofía parece haber descubierto un tarea completamente distinta.
¿Cuál es la causa de esto? Las fuerzas productivas de Francia, ¿ya
estaban suficientemente desarrolladas? Los materialistas franceses,
¿desdeñaron este dominio de la naturaleza por los hombres, dominio
que hacía soñar a Bacon y Descartes? ¡Ni una cosa ni la otra! Pe
ro en la época de Descartes, para continuar hablando de Francia,
las relaciones de producción del país eran favorables aun al desa
rrollo de las fuerzas productivas, mientras que un siglo más tarde
se habían convertido en un obstáculo. E'ra menester suprimirlas, y
para suprimirlas había que atacar las ideas que las consagraban. To
da la energía de los materialistas, esta vanguardia de la burguesía, se
concentró en esta tarea, y toda la doctrina adquirió un carácter mili
tante. La lucha contra la “ superstición” en nombre de la “ ciencia”
y contra “ la tiranía”, en nombre del “ derecho natural” fue la tarea
más natural, la más “ práctica” (en el sentido cartesiano del término)
de la filosofía. E l estudio directo de la naturaleza, con el propósito de
acrecentar con la mayor velocidad las fuerzas productivas, pasó a un
segundo plano, Cuando se alcanzó el objetivo, cuando las relaciones
de producción arcaicas fueron suprimidas, el pensamiento filosófico se
orientó de otra manera, el materialismo perdió por mucho tiempo su
significación. El movimiento de la filosofía en Francia seguía los cam
bios que se habían producido en la economía.
A diferencia de otros arquitectos, los sabios no trazan solamente
castillos en el aire, sino que construyen un cierto número de pisos
habitables antes de colocar la primera piedra del edificio ss.
Semejante procedimiento parece ilógico, pero encuentra su jus
tificación en la lógica de la vida social.
Si los filósofos del siglo X V III recordaban que el hombre es un
producto del medio ambiente social, negaban a la “ opinión pública” ,
la cual, según decían, regía al mundo, toda influencia sobre ese medio.
Su lógica tropezaba a cada paso con uno u otro aspecto de esta anti
nomia. El materialismo dialéctico la resuelve fácilmente. P ara los ma
terialistas dialécticos la opinión de los hombres dirige efectivamente el
mundo, puesto que en el hombre, como dice Engels, “ todas las fuerzas
■motrices de sus acciones deben necesariamente pasar por su cerebro,
transformarse en móviles de su voluntad” Si. Esto no impide que la
ESBOZOS DE HISTORIA DEL MATERIALISMO 613
raba un azar feliz. Oigamos ahora lo que dice otro filósofo de la mis
ma época.
Los principios más evidentes suelen ser los más sometidos a con
tradicción, pues deben combatir la ignorancia, la credulidad} la cos
tumbre, la terquedad y la vanidad de los hombres; en una palabra,
los intereses de los grandes y la estupidez del pueblo, que llevan a
aferrarse siempre a los viejos sistemas. E l error defiende su terreno
pulgada- a pulgada; tan sólo a fuerza de combates y de perseverancia
es posible arrancarle una insignificante concesión. No debemos creer
por esto que la verdad es inútil; su germen subsiste cuando ha sido
sembrado fructifica con el tiempo y, como esas semillas que antes de
germinar se mantienen largo tiempo bajo tierra, espera la circunstan
cia que le dará la posibidael de desarrollarse, . . Citando los soberanos
esclarecidos gobiernan a las naciones; la verdad produce los frutos que
tenemos el derecho de esperar. Por otra parte, cuando las naciones
están fatigadas de las miserias y las innumerables calamidades engen
dradas por sus errores, la necesidad las fuerzas a recurrir a la ver
dad, la única que puede ponerlas a salvo de las desgracias que la
mentira y el prejuicio les habían hecho sufrir durante largos años98.
¡Siempre la misma creencia en los “ príncipes esclarecidos! ¡Siem
pre las mismas dudas sobre el “ poder de la razón.” 1 Compárense estas
esperanzas ■vacuas y timoratas con la convicción vigorosa de Marx,
quien nos dice que no existe y no existirá ningún príncipe que pueda
í-esistir victoriosamente el desarrollo de las fuerzas productivas de
su pueblo y f en consecuencia, la liberación del pueblo del yugo de las
■instituciones arcaicas, y que nos digan quien cree más firmemente en
la fuerza de la razón y en su triunfo final. Por un,a parte, un “ quizá”
reservado; por la otra, una certidumbre tan inquebrantable como la
que puede proporcionar una demostración matemática.
Los materialistas sólo podían creer a medias en su divinidad, la
“ razón” pues esta divinidad, en su teoría, tropezaba con las leyes de
bronce del mundo material, con la ciega necesidad. “ El hombre llega
al termino de sú vida —dice Holbach— sin haber sido libre ni un
sólo instante desde el momento de su nacimiento hasta el de su muer
te ' ; 90. Un materialista debe formular esta afirmación, pues como dice
Priestley, “ la doctrina de la necesidad es la consecuencia directa de
la doctrina de la materialidad del hombre; pues el mecanismo es la
consecuencia indudable del materialismo ’J l0°. Mientras no se supo cómo
podía ser engendrada la libertad del hombre por esta necesidad, había
que ser inevitablemente fatalista. “ Todos los acontecimientos están li
gados los unos con los otros —dice Helvecio—. Un bosque talado
en el norte modifica los vientos, las cosechas, las artes de un país, las
costumbres y el gobierno” . Holbach hablaba de las consecuencias in
calculables que podía tener para el destino de un imperio el movimiento
de un solo átomo en el cerebro del déspota. E l deterninismo de los
“ filósofos” no iba más allá en la concepción del papel de la necesidad
•en la historia: ésta es la razón por la cual, según ellos, el movimiento
histórico estaba sometido al “ azar” , esta “ moneda” de la necesidad.
622 G. P LEJA N O V
E0L3J.CE
1 F . E n g e ls: L udw ig Feuerbaeh y el f in de la filo so fía clásica alem ana, en
K . Marx - F , E n gels: E tu d es philosophiqnes, p. 24, Eciitions Sociales, 1951.
2 Ib id ., pp. 25 y 26.
s Y er L e Bon sens pu isé daña la nature, m iv i du testam en t du curé M eslier.
Laa citas de esta obra son tom adas de la edición de Londres, 1777.
4 “ A sí la naturaleza en su sentido m ás extenso es el gran todo que resulta
de la unión de diferentes m aterias, de sus diferentes combinaciones y m ovimientos,
que vemos en el u n iverso" . (S y stém e de la nature, ou B es lois du m onde physique
e t du m onde m oral. E dition N aigeon, P arís 1820, I, p. 75),
s E n realidad H olbach, con el nombre de Mirabaud, publicó su S ystém e de
la nature, en 1770. (3SF. B .) .
# A sí, según Dam iron, la naturaleza no posee la facultad de pensar. ¿Por
qué? *'Porque la m ateria no piensa, no conoce, no a ctú a ’ (M ém ow es pour serví#
a l ’h istoire d e la pM losophie au X V I I I siécle, P aris, 1858, p. 40 9 ). ¡Adm irable
lógica! Por otra parte, V oltaire y Rouseau pecaban en este mismo punto en su
lu d ia contra los m aterialistas. V oltaire ha afirm ado que toda m ateria activa nos
revela una esencia inm aterial que actúa sobre ella. P ara Eousseau la m ateria es
inerte: jam ás pudo concebir una m olécula viva.
7 S y sttm e de la N atu re, I, p. 90.
8 L e to n sens, I , p. 129.
9 Systfhne de la N a tu re, I, p. 165, note 3.
10 S ystém e de la N atu re, I, p. 175. L a M ettrie tiene a estas hipótesis por
legítim as. Lange le im puta, sin m otivo, una opiiúón d iferente; para convencerse
basta leer el capítulo V I de T ra ité de V ám e; L a M ettrie cree incluso que, ‘ ‘ todos
los filó so fo s de todos los s ig lo s' ’ (con excepción evidente de los cartesianos) han
reconocido a la m ateria la “ facu ltad de se n tir” . (V er O em res, Amsfcerdam, 1764,
I, pp. 97-100 y Tesctes Choisis, Col. Classiques du Peuple, p. 71, E d itio n s S ocia
les, 1954).
i t L e Bon Sens, T, p. 129.
i s Oeuvres, de Jacobi, IV , p. 54.
13 H isto ire du m aterialism e, segunda edición, Iserlohn, 1873, I, p. 378.
14 S ystem e de la N a tu re, I I , p. 112.
15 Ibid., I I , p. 143.
16 Ibid-, I , p. 98.
i? E sta tesis de P lejan ov es errónea. N osotros no podemos considerar como
justo que “ nuestra razón, es decir, nuestra ciencia, sea capaz de descubrir por lo
menos cierta s cualidades de la s cosas en s í ’ \ E l error de Holbach reside en que él
lim itaba la cognoscibilidad del mundo a la posibilidad de no conocer más que al
gunos de sus aspectos. H olbach y otros m aterialistas franceses no comprendieron,
como m etafísicos que eran, el proceso, del conocimiento como un proceso histórico,
que va desde el no saber h asta el saber y el conocimiento de la esencia de las
cosas. (N . R .).
18 S ystém e de la N atu re, I I , pp. 133-138. Feuerbaeh decía lo mismo: su crítica
de la religión tiene, por otra parte, mucha analogía con la de Holbach. E n cuanto
628 G. PLEJANOV
a la transform ación de f ‘la cosa en s í ” en Dios no es in ú til señalar que los Padres
de la Ig le sia definen a su Dios exactam ente como los kantianos a la “ cosa en s í ” .
A sí, según San A gustín, D ios no entra en ninguna de las categorías: “ u t s%o
tiitelligm m is Dev/m, si possum us, quantum posssum us sine q u alitate boum, sine quan-
t ita te m agnvm , sin e in d ig en tia creatorem , sine situ preaedisen tem , sine loco ubique
to tu m , sine tem pore sem pitern u m ’ ’, etc. (Concibamos a D ios así, si podemos, en la
m edida en la que podam os; bueno sin calidad, grande sin cantidad, creador sin necesi
dad, reinante sin trono, om nipresente sin espacio y eterno fuera del tiempo-” . (N . K .).
(V er Fr. Uberw eg: M em en ts d ’h istoire de la philosophie, Berlín, 1881, I I , pp. 102-
1 0 3 ). Enviam os a H egel a los lectores que quieran conocer todas las contradicciones
de la “ cosa en s í ” .
io ¡Extraño! Diderot admira la m oral de H eráclito. Pero no dice nada do
su dialéctica o, si se quiere, sólo algunas palabras in sign ifican tes en ocasión de la
discusión sobre su físiea. ( Ouvres de Diderot, Paria, 1818, I I , pp. 625-626, Ency-
clop éd íe).
20 S ystém e de la N atu re, I, p. 150.
21 S ystém e de la N ature, p. 1»4.
22 Ibid., pp. 156-157.
23 Ver la comedia de P a lisso t ‘ 'L e s ph ilosoph es’ ' en Oeuvres, t. I I , pp, 19f>-
91-92, Liege, 1777
24 “ Los sofistas de la moral m aterialista son L a M ettrie y H elvecio”
(H ettn er: H isto ire U tteraire du X V I I I siécle, B runsw idí, 1881, II, p. 3 8 8 ), “ Lo
que hay de n efasto en el m aterialism o es que ayuda, alim enta y excita justamente
los instintos más bajos del hombre y la vulgaridad que los caracteriza” . (F ritz
S ch u ltze: L es idées fondam entales du m aterialism o et leur critique, Leipzig,
1887, p. 5 0 ).
25 L a P olitiqu e naturelle ou Discours sur les vrais prin cipes du gouvernem eni.
Por un antiguo m agistrado (H olb ach ), 1773, pp. 45-46.
26 Tomo V I II , p. 241.
27 S ysté m e social, o un P rin cipes natu rels de la m orale e t de la politique.
A vec un examen de l ’infl-vence du gouvernem ent sur les moeurs. Por el autor de
S ystém e de la Natu^'c, Londres, 1773, I, p, 36. Comparar con el prólogo a la M orale
U niverselle del mismo autor: “ N o hablaremos aquí de la moral religiosa, cuyo
objeto era llevar a los hombres por caminos sobrenaturales, sin reconocer en su
marcha los derechos de la razón ” . (Loe. cit., p. X I ) ,
28 S ystém e de la N ature, I, p. 432.
29 S ystém e de la N atu re, I, p. 425,
so S ystém e de la N ature, I, p. 434.
s i Ibid., p. 388.
32 No es sólo demasiado am plia, es también tautológica, pues expresa tínica
m ente que el hombre desea lo que desea, como lo señala Turgot altratar la moral
de Helvecio.
33 En las sociedades corrompidas es necesario corromperse para ser feliz.
S ystém e de la N atu re, I I , p. 292.
34 Del Vhomme, I, sección I I , cap, X V I.
35 M orale universelle, sección I I , cap. I.
36 S ystém e social, I, p. 56; ver también L a M orale universelle, I.
3? M orale universelle, sección I, cap. II.
38 P o litiq u e n aturelle, I , p. 14.
39 P o litiq u e naturelle, I, p. 14,
40 Ibid., I I , p. 10 (c f. S ystém e social, I I I , cap. I ) . V oltaire, por su parte,
no se cansaba de com batir la opinión de M ontesquieu que, por otra parte, no dijo
nada nuevo sobre el tema. No hizo más que repetir las opiniones de algunos autores
griegos y romanos. P ara ser justos, digam os que Holbach habla a veces de manera
mucho más superficial que Montesquieu sobre la influencia del clima. “ Pertenece a
la naturaleza de ciertos clim as, dice, ^ t^ S -i/stévie de la N atu re, producir hombres
organizados y desarrollados de tal manera que pueden ser muy útiles o muy nocivos
para la especie” .
ESBOZOS DE HISTORIA DEL MATERIALISMO 629
71 L ’EtJtocratie. p. 122.
72 P o litiq u e naturelle, I I , p. 145.
73 Ib id ., p . 150 (subrayado por G. P .) .
74 Ib id ., p . 151.
75 L ’E fh ocratie, c, viii, S ysté m e social, 111, p. 73.
76 V oir P o litiq u e N a tu relle. I I , p. 154.
77 Ibid.
78 L ’EthocraPie, p. 122 (n o te).
79 L ’E th ocratie, p. 117.
80 S ystcm e Social, I I , p. 67.
s i S ysté m e S ocial, XI, p. 75.
82 S ysté m e Social, p. 73.
83 L ’E th ocratie, pp. 146-147.
84 “ E scritores celosos y virtu osos” , “ buenos ciudadanos” ; “ nada puede
añadirse a los caminos ú tiles que les ha dictado el amor al bien público ’ L ’Etho-
cratie, pp. 144-145.
85 P o litiq u e N atu relle, I I , p. 44.
86 P o litiq u e N atu relle, I , pp. 117-118.
87 Ib id ., I. p. 120.
88 P o litiq u e N atu relle, I, p. 144. E n las citas sin referencias nos dirigim os
siempre a este libro, cuando se trata de las ideas p olíticas de Holbach.
89 P o litiq u e N atu relle, I I , pp. 238 y 240.
90 P o litiq u e N atu relle, I I .
91 P o litiq u e N atu relle, I , p. 184; Systiim e Social, I I I , p. 84.
Ver p. 380. Por otra parte, L ange no habla m ás que del “ S ystém e de la
N a tu r e ” . P arece que hubiera ignorado “ L a P o litiq u e N a tu re lle ” , ‘ ‘ L ’JSthocravie* ’
y el “ S ystém e S o cia l” o “ L a M oral U n iverselle” .
93 L ’E th ocratie, p. 6.
w La señora Tsebrikova preguntó al zar: “ ¿Qué dirá de usted la historia si
continúa gobernando como gobierna? ” “ Y a usted qué le im porta?' contestó el
zar al margen de la carta de la señora Tsebrikova.
95 Textualm ente: D ios (saliendo) do la máquina: expresión de! teatro antiguo,
en el que los dioses eran transportados sobre ia escena por medio de dispositivos
mecánicos (m áquinas) para desembrollar situaciones complicadas, aparentem ente
inextricables. (N . R .).
06 Cours d ‘etud.es pour l ’in stru ction du prince de P arm a, Ginebra, 1779,
IV , p. 112,
97 Cours d ’etudes pour l ’in stru ction du prin ce de P arm a,Ginebra, 1779.
98 JSssai sur les m oeurs, c. 53.
99 Ver el prefacio de su E ssai sur les m oeurs.
100 S ysté m e Social, I, p. 201,
101 S ysté m e de la N atu re, í , p. 70. Ver tam bién la introducción al S y sté
me Social.
102 L e C kn stian ism e dévoilé, p. 18.
103 S ystém e de la N a tu re , IX, p. 29,
io i S ystém e de la N a tu re, I I , p. 31,
105 L e Bon Sens P uisé dans la N a tu re, I, p. 66.
io<) Sucede con frecuencia que la mism a idea en boca de dos personas con
metas prácticam ente d iferentes tiene una sign ificación muy distinta. Según Holbach
la verdadera religión, en todos los p aís, es la religión del verdugo. E n el fondo
Hobbes no dice otra cosa. Pero ¡qué diferen te interpretación comporta este pensa
m iento en la filo s o fía de los dos hombres!
101 S ysté m e de la N atu re, II, pp. 269-270,
ios S ystém e Social, I, p. 1.6.
100 S ystém e de la N a tu re, IT, p. 368.
no ib id ., I I , pp. 363-364.
ni Ib id ., p. 362.
112 Systh ém e de la N a tu re, I I , pd 306 y p. 364,
113 L e Bon Scns, I, p. 42.
ESBOZOS DE HISTORIA DEL MATERIALISMO 631
H E L V E C IO
es tan sólo «na probabilidad' \ Todo pensador que hubiera expresado algo análogo
habría sido considerado por Lange en el número de los “ espíritus críticos” . Pero
ningún “ sentido crítico" puede rehabilitar a Helvecio y librarlo de esta marca do
“ su p erfic ia lid a d ” que, ante todo, saltaba a los ojos de este profundo historiador
del materialismo.
10 De V E sy r it, diseurs 1, cap. IV.
Ha sido manifiestamente esta semejanza io que llevó a que se atribuyera
a Helvecio L es progrés ele la raison- dans la reeherche &% vrai, obra que se reproduce
de nuevo en la edición parisina de 1808 de sus libros. Ni una sola página de este
trabajo es original. Por una parte constituye la traducción de algunas de las
L e ttr e s a Séréna de Toland, a las cuales se añaden algunos trozos del S ystém e dé
la N a tu re y otros libros más o menos conocidos de esa época. El todo está mal
compaginado por el “ autor desconocido" y muy mal comprendido. Helvecio nada
podía tener en común con una producción semejante. Existe también otro libro que
se le atribuye: L e vrai sens du S ystém e de la N atu re. Acaso le pertenezca, pero
no estamos seguros y no lo citaremos, dado que tal libro nada agrega a lo qne
se encuentra en L e l ’E s f r it y De l ’homine, [Indicaremos de pasada que Holbach
publicó en 1768, bajo el titulo de L e ttr e s philosophiques sur V origine des p ré j-u g és,.
una adaptación libre del libro de Toland, Cf. Holbach, T sxtes ehoisis, t. I, prefacio
de P. Charbonne!, p. 61, Ed. Sociales, 1957. (N . de la 3 .) j.
12 G eschichte des M aterialism u s (Historia del Materialismo), t. I, p. 37S.
Curiosamente, Lange encuentra en Robinet un elemento “ de la doctrina kantiana".
Pero Robinct dice de la eosa en sí nada más qne lo que dice Holbach y Helvecio.
No es menos extraño que el autor De la, n atu re sea citado por Lange entre los
materialistas, mientras que Helvecio es tan sólo puesto en su vecindad. í Extraño
criterio el de Lsnge!
13 Citado en De l ’homme,, sec. II, cap. 1.1, infinc (en nota). En la edición
de 1773 se dice que esta cita está tomada del TreaUse on the P rin cipies o f Chem istry,
No hemos podido encontrar este tratado. Pero puede agregarse aquí lo que dice
Priestley en su discusión con Pvico: “ A fin de aclarar aún más mí pensamiento
haré la siguiente comparación. La facultad de cortar de una navaja depende de
•una cohesión y una disposición particulares de las partes que la forman. Supon
gamos que esta navaja se disuelve completamente en un ácido: su facultad de
«ortar se perd erá sin duda o dejará de ser. a pesar de que ninguna de las partículas
del metal que constituía a la navaja han sido suprimidas en el proceso, y que su
fo rm a prim era, así como su fa cu lta d de cortar, pueden restablecerse una vez que
el metal se lia consolidado. Del mismo modo, cuando el cuerpo se disuelve por la
-putrefacción, cesa completamente su facultad de pensar". (A free discussion of
■the doctrin e o f m aterialism , etc. Londres, 1778, pp. 82-83), Este es justamente el
punto de vista del químico, que cita Helvecio. Nada tiene que hacer aquí la idea
religiosa, que Priestley sabía conciliar con su materialismo. Resulta igualmente inútil
■observar que las concepciones químicas de los materialistas del siglo pasado [el
XVIII] no son las de nuestro tiempo.
14 D e l ’honnne, sec. II, cap; X. Helvecio sabe muy bien que estamos dotados
•de memoria. Pero el órgano de la memoria es físico, dice, y su función consiste
en volver actuales las impresiones pasadas. Es por esto que la memoria debe des
pertar en nosotros sensaciones reales; todo vuelve así a la sensibilidad; todo en el
hombre es sensación.
is De l ’homme, cap. XVI, última observación de este capítulo.
io El bien del pueblo es la ley suprema. ( N . d e l a S . ) .
17 Darwin ha comprendido muy bien algo que los moralistas rara vez han
■comprendido: “ Los filósofos... han empezado por admitir que la moral se basa
en una forma de egoísmo; pero, más recientemente, han proclamado el principio
de la mayor felicidad". De todos modos sería más correcto considerar a este último
principio como la sanción y no como el motivo de la conducta". (L a descendancso
d e l ’homme et la sélection sexuelle. Edit. Sehleicher, Paris, p. 129).
18 S ystém e de la N atu re, t. Xj cap.'XVf'*
15) H isto ire du m aterialism e , i. I. p. 363.
20 H isto ire de la litté ra tu re du X V I I I siécle, Brunswick, t. II, p. 398.
ESBOZOS DE HISTORIA DEL MATERIALISMO 633
con una ley por la cual el bien o el m al nos son im puestos por la voluntad y el
poder del leg islad or’ 7. (N . de la R .).
83 “ L a virtud es aprobada en g en eral. . . por ser conveniente. . . Quien pase
una atenta m irada por la historia de la humanidad, y considere las diversas tribus
humanas, y estudie sus actos sin prejuicio, podrá convencerse de que no se puede
nombrar un principio de moral, o pensar en una regla de virtud (salvo únicamente
las necesidades para m antener la sociedad, y que asimismo suelen ser ignoradas
por las diversas sociedades) que no sea, en alguna- parte, despreciada y condenada por
el uso general de sociedades humanas enteras, que se gobiernan por opiniones prác
ticas y reglas de vida totalm ente op u esta s" , (N . d e la E .) .
8* Por otra parte, el po-p-ulus, cuya salus se buscaba, no siempre era el pueblo
laborioso y productor. Según V oltaire, el género humano no podría existir si no
hubiera “ una in fin id ad de hombres útiles qúe no poseen absolutam ente n a d a '5. . .
“ Se necesitan hombres que tengan tan sólo sus brazos y su buena v o lu n ta d ...
estos hombres son lib ie s para vender su trabajo o quien se los pague m ejor",
V. D iction n aire philosophíque, art. E g a lité y F ropriété.
85 D e Vhomme, sec. I I , cap. X X I I I (en n ota).
se En la fábu la de L a P on íam e “ E l león enam orado" no es la muchacha,
sino el padre de la muchacha, quien hace cortar las garras y limar los dientes
del león. '
87 Ver las “ Pensées et R éflex io n s" en el tercer volumen de su O emires
Com pletes, P aris, 1818, p. 314.
88 In vestigación sobre los prin cipios de la economía p olítica, ( N .d e l a R ,) .
89 E l modo de producción. (A', de l a ü .) .
90 Oposición. (N . d e l a E .) ,
91 D e Vhom m e, sec. X , cap. V II.
92 Subrayado por Plejánov.
93 D e Vhomme, sec. V I I I , cap. I, I I .
94 W illiam Penn, cuáquero em igrado a Am érica del N orte. ( U. de la, M. ) .
95 Manco-Capae, fundador del im perio del Perú hacia el siglo X, Sus des
cendientes fundaron la dinastía de los Incas. ( N .d e l a R .) .
96 De Vhomme, sec. V I I I , cap. X V I.
97 D e Vhomme, sec. I , cap. X (en n o ta ).
98 D e Vhomme, sec. I I , cap. X V (n o ta ). H elvecio llam a aquí asociación de.
las ideas nuevas a la in teligen cia y “ adquisición delas ideas y a conocidas por la
hum anidad" a la ciencia.
M ARX
32 Tinna y os sobre la h istoria de 'Francia, 10.® ed., pp. 73-74, P aris, 1860. La
primera edición de estos E n sayos apareció en 1822.
3S Tbid., pp. 75-76.
34 A ugustin Thierry: Oeuvres com plétes, libro V I, 10,° ed., P aris, 1866. El
artículo citado: " I d e a s sobre la s revoluciones de In g la terra ” se publicó en
L e censeur curopéen en 1817, es decir, algunos años antes de la aparición de los
Ensayos de Guizot.
35 A ugustin Thierry debía a S ain t Simón sus puntos de vista históricos más
lúcidos. Saint Simón hizo mucho por esclarecer el movimiento histórico de la hu
m anidad. Pero no llegó a determ inar la x de la que hablamos en el testo . P ara
él, es en t>l fondo la n atu raleza humana que constituye la causa su ficien te de la
evolución de la humanidad. Thierry com ete el mismo error de los filó so fo s m ateria
listas del siglo X V I II , Dicho sea de pasada, tenemos la esperanza de poder exponer
en un estudio especial el punto de vísta de S ain t Simón.
fConsultar al respecto: S ain t Simón, T e ste s choisis, presentados y comentados
por .Tean D autriy, Ed. Sociales, 1961. (N . d e l a Ü .) ] .
30 G u iso t: E n s a y o s ..., pp. 81 y 88. (P leján ov cita a Guizot, añadiendo los
adjetivos fo n ciers (territoriales) a las palabras p ro p riéta ires y propriété. (N . de
l a ’R .).
3" Los historiadores libéralos de la época de la ^Restauración suelen hablar
de la lucha d e clases y. m ás aún, la m encionan con mucha simpatía-. N i siquiera
se asustan de las efusiones de sangre. " L o repito, pues — exclam a Thiers en una
nota de su H isto ria de la R evolución F rancesa— , la guerra, es decir, la revolución,
era necesaria. D ios sólo ha concedido la ju sticia a los hombres al precio de los
com bates” . M ientras la burguesía no había term inado su lucha contra la aristo
cracia los teóricos de la burguesía nada habían tenido que objetar a la lucha de
clases. L a aparición en la escena histórica del proletariado en lucha contra la
burguesía m odificó sensiblem ente las ideas de esos teóricos que acabamos de m en
cionar. En la actualidad la lucha de clases es para ellos un punto de vista dem a
siado “ estrech o ” . T ém pora m u tan tn r et nos m u tam ur in Ülis! [L os tiem pos
cambian y nosotros cam biamos con ellos. (ÍT. de la 2 Í.)],
38 Plejánov dice con razón que la filo so fía , después de haber descubierto las
leyes del desarrollo de la sociedad, cesa de existir en tanto que hipótesis y espe
cularían. De todos modos ha de precisarse que la filo so fía del marxismo-leninismo
— el m aterialism o dialéctico e histórico—• en- tanto que la única concepción cien
tífica del mundo y único método crítico revolucionario, es el fundam ento universal
sobre el cual pueden desarrollarse todas la s otras ciencias de la naturaleza y de
la sociedad. ( N . d e l a l ?.).
30 K . Marx - P . E n gels: E stu dios filo só fico s, pp. 72-73, Ed. Soc., 1951.
•10 En los E nsayos ya citados Guizot invoca expresamente “ las necesidades
de la n atu raleza humana.” . Thiers se esfuerza por demostrar en el segundo capítulo
de su libro V e la p ropriété que " l a observación de la naturaleza humana es el
m étodo que ha ele seguirse para descubrir y demostrar los derechos del hombre
en la socied ad ” . N ingún filó so fo del siglo X V I I I habría tenido algo que objetar
a sem ejante " m é to d o ” . M ás aún, los u top istas com unistas y socialistas comba
tidos por Thiers no hubieran tenido que form ular ninguna observación contraria.
Cada una de estas dos concepciones de ia naturaleza humana servía constantem ente
para fundam entar sus consideraciones sobre la organización social. E n esto el punto
de vista de los u top istas no se distingue del de sus adversarios. N o es necesario
decir que esto no les im pedía " d e d u c ir ” de aquí unos derechos del hombre que
no eran los de Thiers, por ejem plo.
41 K . M arx: E l ca p ita l, libro primero, t. I.
42 Ibidem .
43 Ibidem .
4-1 fb id em . Subrayado por Plejánov. (N . d c la R .) .
45 Ib id em , i. I I .
46 Loo. c it ., Prim era época, ed. del año i l l , pág. 22.
'57 Por otra parte, los econom istas en nada cedían al respecto a los historia
dores de la civilización. Tomemos por ejem plo lo que escribe Míchel Chevalier
ESBOZOS DE HISTORIA DEL MATERIALISMO 639
sobre los progresos realizados por la fuerza productiva del trabajo. “ El poder
productivo del hombre se desarrolla de manera continua en ei encadenamiento
sucesivo de las edades de la civilización. E sta desarrollo es una de las numerosas
formas que reviste el progreso mismo de la sociedad, y no es la menos im presio
nante. ( ‘ ‘ Exposición Universal de 1856. Ra-pport du Ju ry InternationoA, Introduc
ción de Michel Chevalier, p. X I X ) . E n consecuencia, lo que empuja a la humanidad
hacia adelante es el progreso, una esencia m etafísica que, entre muchas otras form as,
reviste también la del desarrollo de las fuerzas productivas. Siempre es la m isma
vieja y eterna historia de la personificación idealista de los objetos del pensa
miento, de los productos de la abstracción; es siempre la forma arrojada por los
cuerpos en movimiento que debe, explicarnos los m isterios de su movimiento.
4S E l origen del h o m b r e ..., p. 50, cd. Schleicher.
49 E s horrible decirlo. (N . de la i?.).
so JSi capital, libro primero, t. I I , p. 187, Ed. Sociales. (ÍV. delaJR .). “ Es
así que, si los continentes tropicales poseen la s riquezas de la naturaleza, los con
tinentes templados ¡son los más perfectam ente organizados para el desarrollo dei
hom bre” . Géographie physique com parée considerée dans ses ra p p o rts aveo V h istoire
de i ’hmno/aité, por Arnold Guyot, nueva edición, P aris, 1888, p. 250.
51 Por grande que sea la im portancia del medio geográfico para el desarrollo
de las sociedades, esta im portancia no puede ser determ inante, pues el desarrollo
de las sociedades es mucho m ás rápido que la transform ación del medio geográ
fico. (N .d e la J R .).
52 S i C apital, libro primero, t, I I , p. 187, nota. ( N .d e l a R .) . En A sia, como
en E gip to, “ las civilizaciones se siguen desarrollando en las llanuras form adas por
aluviones, de cultivo f á c i l . . . y se forman, igualm ente junto a los grandes r í o s .. . ”
Guyot, op. éit., p. 277. (V er Mechnikov: L a civilización y los grandes ríos h istó
ricos, P aris, 1889).
33 E l mismo V oltaire negaba superficialm ente la influencia del medio geo
gráfico sobre las sociedades humanas, in flu en cia que, por su parte, era afirm ada
por Montesquieu. Hem os visto que Holbach, envuelto en las contradicciones traídas
por su método m etafísico, a veees la negaba y a veces la adm itía. En líneas gen e
rales, la confusión que ponen en el estudio de esta cuestión los m etafísicos de todos
los colores es una de la s ilustraciones más elocuentes de la debilidad de este método.
34 Sobre los aires, las aguas y los sitios. Traducción con texto en fren te de
Coray. P aris, 1S00, pp. 76-85.
35 “ A sí como el A sía oriental tiene una naturaleza física propia, también
está ocupada por una raza particular, la raza m ongólica. . . En los m ongoles el
temperamento m elancólico parece predom inar; la inteligencia, de alcance medio,
se ejerce sobre los detalles, pero no se rem onta hasta las ideas generales o hasta
las elevadas especulaciones de la ciencia y la filo so fía . Ingenioso, inventivo, lleno
de sagacidad para la s artes ú tiles y la s comodidades de la vida, el m ongol no
sabe, sin embargo, generalizar su empleo. V uelto enteram ente hacia- las cosas de
la tierra, el mundo de las ideas, el mundo espiritual, está cerrado para él. Toda
su filo so fía y su religión se reducen, a un código de moral social que se lim ita a
expresar los principios y las reglas de convivencia humana que deben observarse
a fin de que pueda existir la socied ad 1’. A. Guyot, op. cit., p. 269.
50 J listo ry o f C im lisation in IPngland. (L eipzig, 1865, Broclchaus, tomo I,
pp. <>6-37). Además, aquí como en todas partes, Buclde no dice nada nuevo. Mucho
antes do él, y mejor, el id ealista absoluto H egel supo valorar el efecto que ejerce
la lia tu r;\lesa sobre el hombre por interm edio de las fuerzas productivas y, espe
cialm ente, de la organización social. (V er al respecto su Curso de filosofía, d e l>i
]ii:doria). La hipótesis de una in flu en cia directa del medio geográfico sobre la
naíurakza humana o, lo que viene a ser lo mismo, sobre la naturaleza de la raza,
es tan d ifícil de sostener que quienes la utilizan se ven forzados a prescindir de
(‘lia a cada momento. A sí, Guyot añade a la s líneas citadas en la nota precedente;
‘ ‘ La sede principal de la raza mongol es la m eseta central del A sia. L a yida nómade
y las form as patriarcales de estas sociedades [la s constituidas por los m ongoles
(N . á í Ü . j ] , son la consecuencia'de la naturaleza estéril y árida de las regiones
que h a b ita n '’. Del mismo modo H ipócrates concede que la fa lta de valor de los
640 G. P L E J A N O V
asiáticos se debe, por lo menos en parte, a las leyes a las cuales están som etid os”
(op. d i . , p. 8 6 ). E l gobierno de los pueblos asiáticos es m onárquico; ahora bien,
“ se es necesariam ente muy cobarde cuando se está som etido a los rey es” (op. d t
p, 117) ; " u n a sólida prueba en apoyo de lo que sostengo lo da en el A sia misma
la existencia de todos esos griegos y bárbaros que, regidos tan sólo por sus leyes
y no som etidos a nn tirano, trabajan para si y son hombres de prom inentes virtu
des guerreras” (op. d t . , p. 8 8 ). No es toda la verdad aún, pero nos acerca-
mos a ella.
G7 H isto ry o f C ivilim tio n in Ungí and, p. 113.
58 Ib id e m , p. 114.
5f) ‘ ‘ En este terreno lim itado florecieron consumados artistas ¡ Leonardo da
V inei, Earael, M iguel A ngel, Andrea del Sarto, ÍVa Bartolommeo, Giogione, Tíciano,
Sebastián dei Piom bo, el Correggio. Y este terreno está netam ente lim ita d o : si lo
franqueáis por una lado o por otro encontraréis más allá un arte incom pleto, y
más acá un arte gastado. . . ” H, T aine: F ilo so fía del arte.
00 Sobre la s causas sociales que dieron nacim iento a la organización interna
cional véase la primera parte del excelente libro de K autski: Thom as More y
su utopia.
61 San Bernardo aconsejaba ya al papa Eugenio XII que abandonara a los
romanos y cambiara a Roma por el mundo (wrhem -pro orbe m u ta ia ),
62 Podríam os citar innumerables d iferencias que provienen de las residencias
y las disposiciones de una raza. Pero no podríamos descubrir ninguna diferencia
de principio. L a religión del hombre no civilizado — que se muestra ridiculam ente
prim itiva, o que m anifiesta un cierto desarrollo poético— es siempre la m ism a.
Naturism o, animismo, creencia en la brujería, fetichism o o idolatría, sacrificios,
presentim iento de una supervivencia después de la muerte [el autor que citam os es
un creyente. (N . del A .) ]. L a hipótesis de la supervivencia de las form as y da
las relaciones de la vida real, el culto de los muertos y el entierro de los d ifu n tos
de acuerdo a ta les creeencias los hemos encontrado en todas p a rtes” . L a religión
des peuples non d vilisés, de A. Béville, t. I I , pp. 221, P aris, 1883.
03 “ En el último peldaño se encuentra la religión de los comedores de raíces
de Australia, que practican la caza, aunque con poca fortuna, y la de los bosqui-
manos, que en buena parte viven del saqueo. Suave en. los hotentotes y en lo s
cafres, que se ocupan principalm ente de las cría de ganado, la religión se m uestra
en cambio sanguinaria y cruel en algunas tribus de negros guerreros, m ientras
que en los pueblos negros dedicados sobre todo a la industria y el comercia — que
por otra parte no descuidan la cría de ganado y el cultivo de la tierra— , el culto
de la divinidad adopta un aspecto mucho m ás humano y civilizado, el espíritu del
negocio se m anifiesta todo el tiempo a través de ciertos ardides en relación, a los
espíritus. Los m itos de los polinesios m anifiestan asimismo a un pueblo de agricul
tores y pescadores, e t c . . . ” (T iele: M anual de la h istoria de las religiones, P aris,
188 0 ). En una palabra, no se puede discutir que el ciclo de fiestas — que es la
consecuencia tanto de la religión de Jehová como la del Deuteronomio— se apoya,
en la agricultura, fundam ento igual de la vida, y de la relig ió n ” . (J , W ellhausen:
‘ 1Sacrifices et fetes des Isr a é lita s' S evn c de l ’Jástoire des re lig io m , tome II ,
p. 4 3 ). Podríam os acumular a voluntad esta clase de citas, cada una de ellas más
sig n ifica tiv a que la otra.
64 K, M arx: P refacio de la C rítica de la economía política.
Os Realizando los cambios necesarios. ( N . d e l a S . ) .
_ cc Citemos aquí, por ejemplo, lo que dice H egel de la pintura holandesa: " L a
satisfacción que les da la presencia de la vida, aun. en lo que ésta tiene de más
común e ínfim o, proviene de que han debido adquirir m ediante el trabajo, después
de duros combates y con el sudor de su fren te, lo que la naturaleza ofrece directa
m ente a otros p u eb los. . . Por otra parte, es un pueblo de pescadores, de bateleros,
de burgueses, de cam pesinos, fam iliarizado en consecuencia con el valor del lado
útil y necesario en todas las cosas grandes e in sign ificantes, y que sabe procurár
selo merced a una industriosa a ctivid ad ” . ( lis té tie a , t. I I ) .
07 F ilo so fía del arte.
os Sin mencionar el arte popular, la poesía de los campesinos y da ios pe-
ESBOZOS DE IIIS T O S IA DEL M ATERIALISM O 641
■qucños burgueses, diremos que los guerreros de la Edad Media no siempre eran
“ caballero?, enam o)ado$” . É l héroe de la célebre Canción de Solando sólo estaba
‘ ‘ enam orado” de su espada “ D u ran d al” .
oí> H istoria de la literau tra inglesa, Introducción.
'0 Mme. de Stael utiliza frecuentem ente esta analogía: “ A l examinar las
tres épocas diferentes de la literatura de los griegos, se percibe muy distintam ente
la marcha natural clel espíritu humano. Los griegos han sido en un principio, en
los tiem pos remotos de su historia conocida, ilustrados por sus poetas. Es Homero
•que car:¡eteriza, la primera época de la literatura griega. Durante el siglo de Pa
líeles se observan rápidos progresos del arte dramático, de la elocuencia, de la
moral, y ¡os comienzos de la filosofía. En la época de Alejandro un estudio más
profundizado de la ciencia filo só fica se convierte en la ocupación principal de
los hombres superiores en las letra s” (op. cit,, primera parte, cap. I ) . Todo esto
es exacto pero el “ progreso natural del espíritu hum ano” no muestra en absoluto
■el porqué de una evolución semejante.
t i H isto ria de la litera tu ra inglesa, p, X X III.
L ecturas on the early hintory o f in stiíu tion s, pp. 96-97.
T3 H e aquí, por ejem plo, el juicio de Charles Elanc sobre la pintura holan-
-desú: ‘ : En resumen, tres grandes ca u sa s: la independencia nacional, la democracia
y el protestantism o han dado su carácter a la escuela holandesa. U na vez libres
del yugo español las siete provincias tuvieron su pintura que, por su parte, se
liberó del estilo e x tr a n je r o ... La form a republicana una vez reconocida los libró
del arte puramente decorativo que solicitan las cortes y los príncipes, lo que se
llama la pintura, de aparato. Finalm ente, la vida de fam ilia que desarrolla el
protestantism o, en la cual todo padre es un sa c erd o te .. . creó los innumerables y
encantadores cuadros de género que han ilustrado para siempre a la pintura bátava,
pues fue necesario ornamentar los muros de estas íntim as moradas que se habían
convertido en los santuarios de la cu riosid ad ” . ( H istoria de los pin tores de todas
las escuelas. E scuela holandesa, tomo I, Introducción). H egel dice sensiblemente
lo m ism o: “ los holandeses eran — el punto es im portante— de religión protestante,
y tan. sólo el protestantism o pudo dar la capacidad de instalarse cómodamente en
la prosa de la existencia y perm itirle que, por sí misma, adquiriera todo su valor
y se expandiera en una libertad absoluta, independiente de la religión ” . ( 'Estética,
tomo 31). Sería fácil mostrar, con ayu da de cita s tom adas del m ism o H egel, que es
macho más lógica la creencia de que no ha sido el protestantism o que elevó el
nivel de “ la prosa de la ex isten cia ” si no, por el contrario, la “ prosa de la exis
tencia, burgu esa” que, después de haber alcanzado un cierto grado de desarrollo
y de vigor, dio nacim iento al protestantism o en el eurso de su lucha contra la
“ p ro sa ” — o si se quiere, contra la poesía del régim en feudal— . Si es así, no
debemos li mi taraos al protestantism o, considerándolo como causa suficiente del
desarrollo de la pintura holandesa. Es menester llegar hasta “ el tercer térm ino” ,
hasta el “ término superior” , que también ha dado nacim iento al protestantismo
de los holandeses y a su gobierno (la “ dem ocracia” de la cual habla Blanc)
como a su arte, etc.
tí “ T esis sobre F euerbacli” .
75 En francés en la edición alemana. ( N .d e l a U .) .
76 “ Los empleados, los artesanos, los tenderos, a fin de proclamar más
claramente su liberalism o, se creen obligados a oscurecer sus fisonom ías con. los
bigotes. Por su parte y ciertos detalles de la indum entaria esperan hacer ver
ciertos residuos de nuestro heroico ejército. Los pequeños vendedores de las tiendas
de novedades van más lejos aún y para hacer más com pleta su m etam orfosis, además
de los bigotes, apliean a sus zapatos sonoras espuelas que resuenan militarm ente
sobre los adoquines y las baldosas de los bulevares” . (A . P erlet: T/e l ’influenca
des moeurs sur la com édie, P aris, 1848, pp. 51-52). Tenemos aquí un ejemplo de
la influ en cia que ejerce la lucha de clases en un terreno que parece obedecer al
solo capricho. Sería muy interesante examinar en un estudio especial la historia
de las modas desde el punto de vista de la psicología de las clases.
77 En francés (eitoyens) en la edición alemana. (N . de la R .).
642 G. P L E J A N O V
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G. P L E JA N O V
OBBAS
E S C O G ID A S
Tomo I
Tomo XI ;