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¿PUROS O CRUZADOS...?

Por: Atilio Atencio - Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado


Decanato de Ciencias Veterinarias - Barquisimeto - Edo. Lara
Email: atilioatencio@cantv.net

La graciosa caricatura que encabeza este artículo la tomé prestada de una


ilustración comercial de la prestigiosa empresa DUPPS dedicada al ramo de equipos
y repuestos agrícolas. Con su venia, a mí me trae el grato recuerdo de las
conversaciones de nuestra sobre mesa familiar en la época en la que mis hijas eran
adolescentes y el tema hacía referencia a un modesto proyecto de cruzamiento
entre razas de ganado de carne que yo conducía, pues, ilustra, por así decirlo, la
imagen que ellas tenían de su resultado final. Su creativa imaginación no se
encontraba muy distante de un gran avance biotecnológico que a la vuelta de pocos
años revolucionaría la ciencia moderna: La producción de animales transgénicos
que no son más que el resultado de integrar segmentos de ADN provenientes de
una especie animal en el genoma de otra especie diferente. Hoy día, entre otras
muchas cosas asombrosas, es práctica común criar lechones a los cuales se les ha
alterado su ADN al ser introducido en su genoma un gen humano que produce una
proteína conocida como factor VIII el cual es un agente coagulante imprescindible
para curar a personas con hemofilia tipo A. Al llegar a adultas las cerditas, su leche
producirá el citado factor y se estima que el ordeño de unas 600 marranas puede
satisfacer su demanda en el ámbito mundial. Pero veamos el asunto desde una
perspectiva muchísimo más lejana:

De acuerdo a recientes estudios de genética evolutiva que utilizan ADN mitocondrial


para estudiar las migraciones humanas, los ancestros de los europeos vivientes se
remontan a la colonización de Europa por grupos de humanos modernos, lo cual
ocurrió hace unos 50 mil años. Historia reciente, si la miramos desde el punto de
vista evolutivo. Sin embargo, ese lapso puede dar a los lectores una somera idea
de lo remoto que debe haber sido el origen de las especies de animales domésticos
útiles a la especie humana. Sin duda alguna, es algo que se pierde por completo en
el tiempo y que va más allá de la historia documentada por el hombre. Visto desde
esa perspectiva prehistórica, no podemos negar nuestra enorme ignorancia con
relación a los grupos humanos que comenzaron el proceso de domesticación de
nuestras especies. Aún así, no deja de ser interesante destacar como se han
mantenido en el tiempo algunos criterios que tienen mucho que ver con la cría y el
manejo de los animales, tal como lo hacemos hoy día. La domesticación ha jugado
un papel preponderante en el desarrollo de la ganadería productiva.

De las muchísimas especies salvajes, solo algunas pocas, aquellas de mayor


mansedumbre y nacidas cerca de los núcleos humanos, empezaron a compartir su
vida cotidiana y a reproducirse entre sí, situación que dio origen a un proceso de
selección inconsciente y progresivo a través de muchas generaciones, que por el
solo hecho de ser mas mansos hacían más fácil su manejo. Ello nos permite intuir
que esos grupos humanos primitivos, precursores de la domesticación, nos legaron
los elementos fundamentales de lo que hoy llamamos ganadería moderna, los
cuales no son otra cosa que la selección y el manejo. La observación cuidadosa de
los animales día tras día, les permitió distinguir diferencias importantes entre ellos
y, además, observar que algunas de esas particularidades se transmitían de una
generación a otra. Distinguieron cómo algunos individuos les eran útiles y los
conservaban. Aquellos que no lo eran, los eliminaban. Ese simple procedimiento de
selección deliberada que se origina a partir de lo que consiguieron en la naturaleza
y a lo cual le daban una orientación de utilidad para su provecho personal, ha
constituido uno de los mecanismos evolutivos más trascendentales en el reino
animal. También descubrieron algo muy importante: Reconocer que existían
limitaciones en lo que al poder de su selección se refería y comienzan a respetar la
poderosa presencia de una fuerza impuesta por la naturaleza. De ese mágico
equilibrio entre la selección deliberada y la selección natural han surgido las
distintas razas de animales domésticos que hoy pueblan el planeta. En la medida
que han transcurrido los siglos, paulatinamente, se ha ido generando conocimiento
de algunas de las leyes que intervienen y controlan esas dos fuerzas, permitiendo
así, entender algunos de los innumerables problemas que existen en la cría y el
manejo de los animales útiles a la especie humana.

Ojalá que este apretado resumen del proceso de la domesticación de los animales
domésticos nos permita comprender que no hay ley alguna que establezca cuando
un individuo o una raza es pura y cuando no, pues de hecho todas las razas
existentes son producto del cruzamiento de poblaciones ya existentes. La formación
de razas es un proceso básicamente local o regional que obedece a un patrón de
eventos consecutivos muy parecido, y que, históricamente, se puede caracterizar
así:

1. Aislamiento geográfico. El primer paso en la formación de una raza


(llámense vacas, gallinas, perros o lagartos), es la circunstancia que ocasiona el
aislamiento geográfico. Los individuos ubicados en un territorio aislado, restringido,
inevitablemente terminan apareándose entre sí, de tal manera que la población se
perpetúa a expensas de los mismos individuos que la conforman en un proceso que
puede llevar varias generaciones. Esto es perfectamente comprobable en
numerosos ejemplos en todos los continentes que conforman el planeta. Por solo
mencionar algunos ejemplos ganaderos ilustrativos, podemos citar las razas Pardo
Suiza, Rubia Gallega, Andaluza, Asturiana, Frisona de Holanda, Merino Español, el
Ongole y el Guzerat de la India o nuestra raza Carora. Igualmente podríamos
mencionar cientos de razas íntimamente ligadas a una región geográfica, o
referirnos a casos muy particulares de lagartos o roedores que solamente se
encuentran en unas pocas islas de algún Océano. El solo hecho de ese aislamiento,
el cual causa desvíos al azar, da origen a tipos muy distintivos y peculiares como el
caso del Pony de las Islas Shetland, por mencionar solo uno.

2. Consanguinidad. Al comenzar los apareamientos entre los individuos que


conforman una población aislada geográficamente, inevitablemente, comienza un
proceso de consanguinidad progresiva. Ese apareamiento entre familiares
incrementará la homocigosis en todos los pares de genes que conforman la fórmula
genética de cada individuo. Este mecanismo es el que permite que se “fijen” ciertas
características muy distintivas entre los individuos, tales como presencia de
manchas, ciertos patrones de coloración en la capa o pelaje o la presencia o la
ausencia de cuernos. Es decir, rasgos muy particulares que los distinguen y los
diferencian claramente de otras poblaciones.

3. Asociación de criadores de la raza. Cuando el proceso no ocurre dirigido por


las fuerzas de la naturaleza, sino que interviene la mano del hombre, es típico notar
que en la formación de todas las razas se distinguen algunos criadores notables que
conjugan sus esfuerzos e intereses y deciden formar una asociación de criadores de
la “raza”. En muchos casos se distinguen por su extraordinaria habilidad de modelar
y perfeccionar un tipo de animal para hacerlo más uniforme y más caracterizado a
sus propósitos y así poder diferenciarlo de las demás razas, estableciendo lo que se
denomina un Patrón Racial, en el cual solamente tienen cabida aquellos individuos
que cumplen o llenan las particularidades exigidas por el grupo de criadores.

4. Libro genealógico de la raza. Una vez que los criadores establecen dicho
Patrón Racial, el proceso continúa con la inscripción formal de los animales que
cumplen con los requisitos exigidos y se comienza por inscribir a los animales
fundadores en un libro genealógico o lo que se denomina en inglés Herdbook. Valga
el siguiente comentario: El primer libro genealógico pecuario conocido en el mundo
fue el célebre Coates Herdbook abierto para la raza Shorthorn en 1822, seguido por
el de la raza Hereford en 1846 e iniciados muchos años después que ambas razas
habían alcanzado notable prestigio entre los criadores y se pensara en considerarlas
como razas puras. Es necesario aclarar que las decisiones para considerar a un
individuo como “puro” de una determinada raza son arbitrarias, empíricas y
subjetivas por parte del grupo de criadores que las imponen, sin que por otra parte
exista nada que impida a otros criadores establecer decisiones opuestas. Tal es el
caso de la raza Aberdeen Angus, que en su libro genealógico de 1862 solo permitía
la inscripción de animales de pelaje negro e impedía hacer lo propio con los de
pelaje rojo por considerarlos “impuros”, lo cual se debe pura y simplemente al
hecho de tener en su fórmula genética un par de genes que los hacen rojos en
lugar de negros. A ellos se les impedía el registro sin tener en cuenta que sus
padres, aún teniendo el pelaje negro, pero siendo portadores del gen rojo, podrían
considerarse tan “impuros” como su progenie. Hoy día la población de animales
Angus Rojo es tanto o más productiva y numerosa que la de sus antecesores de
color negro.

5. Formación de registro selectivos o registros de renombre. El último paso que


observamos en la mayoría de los casos modernos, es cuando el proceso culmina
con la elaboración de registros selectivos o de renombre a los cuales solamente
accede una elite de individuos que se destaca por sus méritos genéticos o
productivos, lo cual trasciende el decadente concepto de pureza racial y la
popularidad de los campeones de feria y que obedece al esfuerzo mancomunado de
un grupo de criadores por lograr el verdadero mejoramiento productivo de ese
grupo de animales o de esa población por encima de los aspectos puramente
estéticos.

Conclusión

El concepto de raza es relativo. No es lógico verlo como algo absoluto. A la luz de


estos planteamientos, hoy día resulta estéril discutir si un individuo o una raza es
más “pura” que otra, como si se tratara de un mandato divino en el sentido que
unos individuos nacieran predestinados y que, por lo tanto, su variación utilitaria se
debiera a una suerte de designio celestial y que cada raza hubiese sido creada
independientemente, por separado y con un propósito especial, con unos rasgos y
atributos de su sola y exclusiva propiedad. Cuando la escogencia de los padres que
habrán de producir la próxima generación es hecha en forma deliberada, nos
resulta más fácil comprender lo relativo del concepto racial dada su íntima
vinculación a las decisiones y, por lo tanto, a los errores humanos. Es cuando
tomamos cabal comprensión de que no existe ley genética alguna ni de ningún otro
tipo que determine cuando un individuo o una raza es pura y cuando no lo es. Esa
es, como hemos dicho antes, conceptualmente hablando, una decisión tomada por
un grupo de criadores, que de manera empírica, a través de un proceso de ensayo
y error y a partir de algunos animales fundadores, segregados de una población,
que ostentan ciertas características particulares que los distinguen de los demás,
son apareados entre sí, sin permitirles mezclarse con los otros animales de la
población de la cual provienen. Dichos criadores deciden asociarse y determinan
cuales son esas características distintivas sin las cuales no se permite su
inscripción; los registran en un libro genealógico y a todos los descendientes de
dichos individuos optan por llamarlos puros, dándoles un nombre o una
denominación de origen. Como a los vinos o a los quesos. Cosas del veleidoso dedo
del destino. Más nada.

Venezuela Bovina - Edición No. 55 - Página 31


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