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Así que...
En el Evangelio de Juan, Jesús nos enseña acerca de la obra del Espíritu Santo. Él es
nuestro consolador. Jesús prometió no dejarnos huérfanos, y por su Espíritu se nos
recuerda continuamente acerca de nuestra adopción, clamando “Abba, Padre!” El
Espíritu es el agente divino que hace posible que permanezcamos existencialmente en
la Vid. No solamente eso, sino que el Espíritu magnifica a Jesús. Él inspira la Palabra,
ilumina la Palabra, y trae convicción a la Palabra. Él es quien apropia la obra de Jesús en
nuestras vidas. Finalmente, el Espíritu no es dado para ayudarnos a dar testimonio de
Jesús, proveyéndonos tanto las palabras como la audacia necesarias para permanecer
firmes ante un mundo hostil.
Pienso que Debemos experimentar a Jesús (existencial). Debemos obedecer a Jesús
(normativa). Y debemos sufrir como Jesús (situacional). Juan 15 es un pasaje de la
Escritura increíblemente rico, y me ha ayudado a ver cómo cada uno de estos párrafos
me llevan a Jesús y las maneras en que su Espíritu mora en mí para capacitarme a
conocer a Jesús, creer en Él, y seguirlo.