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Diversas técnicas o pruebas proyectivas son utilizadas en los campos de ejercicio profesional (como el
comunitario, el educativo, el clínico, etc ) con fines variados: cuidado y promoción de la salud (piensen en su
uso en talleres comunitarios, por ejemplo); terapia de afecciones emocionales (la “cura por la palabra”, o “por
el juego” si pensamos en el psicoanálisis y los niños, en sí misma constituye un espacio vincular y
proyectivo), y también, de diagnóstico. No siempre es posible diferenciar en forma tajante estas funciones en
la práctica profesional, si bien a los fines de la enseñanza suelen diferenciarse fuertemente. En su trabajo
institucional en un equipo interdisciplinario, la psicopedagoga Alicia Fernández nos dice “Uno de los clisés
(…) que tuvimos que desarmar es el que consideraba el diagnóstico y el tratamiento como dos momentos no
simultaneizados. Como si el necesario tiempo de observación que debe darse el terapeuta ante una situación
recién conocida por él pudiera aislarse del vínculo transferencial. Se confundía así una necesidad del
terapeuta con una necesidad del paciente. No es el paciente el que necesita un diagnóstico, sino el terapeuta
para poder intervenir.” De este modo denuncia una de las funciones emocionales que puede cumplir
diagnosticar para los profesionales intervinientes, entre los que se encuentran psicopedagogos, la de disminuir
su propia angustia, calmar ansiedades y protegerse frente a la sensación de ineficiencia personal sometiéndose
a un esquema técnico/maquinico de encuentro con quien padece un problema de aprendizaje, ubicando a este
sujeto sufriente en el lugar del que “permanentemente se examina, se mide y al que poco escuchan”.
(Fernandez, 1987, p. 25, 26). Considerando esta lectura es que rescato las palabras de Maud Mannoni, cuando
nos cuenta que para ella los tests son solo un medio y no un fin en sí mismos, y agrega “Los utilizo en un
diálogo en cuyo transcurso intento desentrañar un sentido, por supuesto en función de un cierto esquema
familiar. Por lo tanto, tengo especialmente en cuenta el discurso del sujeto.” (Mannoni, 1996, pag. 115)
En síntesis, las técnicas proyectivas son instrumentos que no sólo cumplen funciones diagnósticas y permiten
construir hipótesis sobre la personalidad (su dinámica psicoafectiva, social, madurativa y valorar sus transformaciones
a lo largo de todo el ciclo vital) de un consultante. También constituyen herramientas terapéuticas en sí mismas, dado
que su implementación favorece que algo de lo inconsciente "no sabido" se materialice, se exprese y en este punto
favorece uno de los fines terapeúticos del psicoanálisis: "Hacer consciente lo inconsciente" o bien, que “Allí donde el
ello era, el yo advenga”, con vistas a que el olvido o la represión (así como otros modos de defensas psíquicas) deje de
producir padecimientos sintomáticos.
Como una primera aproximación a este constructo complejo podemos decir que la personalidad constituye
una organización única, singular (no hay dos personalidades iguales, dos personas podrían transitar cuadros
clínicos semejantes –como lo son las neurosis, las psicosis, etc- pero sus comportamientos o manifestaciones
serán diversos). La personalidad posee un basamento orgánico, biológico. Ahora bien serán los factores
ambientales, sociales y vinculares aquellos que –sobre esa base orgánica dada- favorezcan o bien,
obstaculicen su conformación. La personalidad se construye en un largo proceso logrando cierta estabilidad al
final de la adolescencia. Ahora bien, su estabilización no supone que el sujeto no esté abierto a cambios, ya
que la identidad se construye y reconstruye a lo largo de todo el ciclo vital.
Freud ha concebido dos modelos estructurales (y un tercero cronológico) a partir de los cuales pensar la
personalidad. Primera y segunda tópica conforman dos estructuras topológicas, con una dinámica y una
economía particular. El primer modelo que en la persona no sólo habitan procesos conscientes, manifiestos o
racionales, sino también procesos inconscientes, latentes que responden a una legalidad diversa de la razón
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En el desarrollo del espacio de inclusiones recíprocas lo externo incluye lo interno y viceversa. El sujeto y el objeto están fusionados y por lo
tanto no hay espacio “propio”, independiente, ni alteridad o diferencia. Es llamado tambien espacio de distancias abolidas, ya que constituye una
forma de espacialidad narcisista originaria, constituye el armado de un espacio corporal indiferenciado en el que no están constituidas las
categorías yo-no yo, objeto-sujeto, afuera-adentro. Es una espacialidad bidimensional, sin espesor/dimensión tercera. Cuando luego de constituir
una superficie continua, se comienza a hacer lugar a un cuerpo como tubo, la relación contenido-continente es reversible (una boca que come y a
la vez puede ser comida…., una cartera que guarda un objeto que a la vez puede guardar a la cartera…). Entonces la estructura continente-
contenido no está articulada al par interno-externo, ya que el par no está establecido e incursiona uno en el otro: el continente se puede convertir
en contenido y viceversa. Momento previo al armado de un Yo-piel, que se irá conformando cuando en torno al ideal de la bipedestación el cuerpo
se “engolfe”. Llegar a conformar esta unidad, proyectarla en el espacio (imagen especular) es un logro psíquico complejo. En el arte ha dejado
plasmado cómo la indiferenciación yo-no yo (Freud), el magma arcaico (Tosquelles), la no integración originaria (Winnicott), o bien el espacio de
inclusiones recíprocas (Sami-Ali), constituyen vivencias emocionales básicas que conforman nuestro primer modo de relación con el
mundo…”Las experiencias emocionales son viscosas y turbulentas y esa turbulencia puede ser muchas veces mejor expresada en los tejidos de la
pintura que en la racionalidad lógica que exige la palabra” extraído de Waisman en Aproximaciones psicoanalíticas al juego y al aprendizaje.
lógica. En su segunda tópica, pensará la personalidad como estructurada en tres instancias: ello, yo y superyó.
El modelo cronológico situará la historia libidinal singular como conformada en dos tiempos: el infantil y el
adulto, el pregenital y el genital, momentos interrumpidos por el período de latencia.
Primera tópica.
Sistema inconsciente: proceso primario de pensamiento (no contradicción, condensación,
desplazamiento, no representación del otro como diverso, principio de placer).
Sistema preconsciente: alberga contenidos temporalmente fuera de la conciencia, pero que luego
los puede volver accesibles por medio de la instrospección.
Sistema consciente: proceso de pensamiento secundario (de tipo lógico, en que el principio de
contradicción tiene lugar, principio de realidad, organizado en torno a coordenadas espacio
temporales objetivadas y a la concepción del semejante como diverso del yo –en cuerpo y mente)
Segunda tópica
Ello, reservorio de la energía pulsional que pulsiona por lograr la satisfacción del deseo de forma
inmediata
Yo, mediatiza la satisfacción de los deseos respetando el principio de realidad, gracias a la
utilización del lenguaje, que propicia el proceso de simbolización y de pensamiento.
Superyo/Ideal del yo: representa por un lado la censura y la adaptación a las normas sociales que
se internalizaron y por otro, la construcción de ciertos ideales que traccionan la construcción de la
dimensión de futuro, de proyecto vital.
Entonces, la personalidad se concibe como una “estructura”, como un “todo” cuya configuración es mucho
más que las parte que la componen. Se concibe de forma holística, global (a diferencia de otros modelos que
la conciben como un conjunto separado de rasgos) y por lo tanto considera las conductas que un sujeto lleva
adelante, como indicadores de esa forma genérica, singular, particular, personal que tiene el sujeto de
responder frente a diversos estímulos que se le presentan. Se trata de la hipótesis del determinismo psíquico,
también llamado de la causalidad psíquica. Es decir, toda respuesta o producción subjetiva está
causada/determinada/motivada por procesos psíquicos no sólo conscientes, racionales, sino por procesos
también inconcientes, reprimidos, no sabidos, ignorados. Es importante señalar que cuando se habla de
causalidad psíquica, no se está pensando en un modelo lineal, ni mecánico, no es una relación directa entre
una causa (anterior) y un efecto (posterior). La resignificación o retroacción es una operación desde el
presente (lo posterior) hacia el pasado (lo anterior). Ya que una vivencia presente puede resignificar un evento
pasado dándole el estatuto de traumático y originando de este modo, la emergencia de un síntoma. La
causalidad psíquica es circular. La hipótesis del determinismo psíquico es solidaria de la idea de “series
complementarias” que intervienen en la etiología tanto de las patologías psíquicas como del equilibrio
emocional –contingente siempre.
El Proceso Psicodiagnóstico
Se entiende al Psicodiagnóstico como un proceso de investigación en que se usan distintas técnicas para
recopilar datos de formas estandarizadas (como la entrevista, las técnicas proyectivas o las técnicas
psicométricas). Gracias a su interpretación y análisis es posible inferir un diagnóstico singular. El proceso se
inicia por pedido de alguien (una institución, un docente, un padre, el sujeto mismo que protagonizará el
proceso, etc). Esta demanda supone que algo no se sabe (por ejemplo como resolver o esclarecer algún
conflicto o pregunta particular) y que, conocer mejor la “personalidad” del sujeto podría ayudarlo a que
construya algunas respuestas. En este proceso se establecen roles bien definidos y diferenciados, constituye
en una situación bipersonal (terapeuta-paciente) o bien grupal (terapeuta-familia), tiene una duración limitada
y su objetivo es describir lo más profunda y completa –que sea factible- la personalidad del paciente, grupo
familiar, etc. En el campo educativo, se enfatizará la investigación de ciertos aspectos particulares según la
sintomatología y las características de la derivación (si la hubiera). Puede abarcar tanto aspectos pasados,
como presentes (diagnóstico) y futuros (pronósticos) de la personalidad.
Helena Lunazzi de Jubany (1992) sostenía que “El psicodiagnóstico representa por un lado, el desarrollo de
procedimientos técnicos para dar cuenta de las preguntas que lo demandan, y también, por otro lado, el
desarrollo del aparato conceptual para tratar y explicitar tanto la naturaleza de los datos y los fenómenos
que acontecen en su despliegue y sus relaciones con las inferencias clínicas”. En lo que sigue exploraremos
algunas de las hipótesis teóricas centrales del aparato conceptual que fundamenta el proceso.
En las técnicas proyectivas se presenta el mismo estímulo siempre de la misma forma. Se busca estandarizar
la situación experimental en todas las pruebas realizadas a fin de poder ponderar las respuestas diferenciales
que cada sujeto singular dará frente al mismo estímulo.
Algunas de las características que tienen que tener los estímulos para propiciar la proyección o apercepción
son: 1) el objetivo real del estímulo debe ser desconocido, no manipulable concientemente por el sujeto, 2)
No debe estar claramente estructurado, 3) Debe ser tipificado y estandarizado, 4) Los segmentos de
comportamiento a los que apunta deben ser claramente determinados. El supuesto será que las respuestas que
dé el sujeto frente a este tipo de estímulos estarán determinadas tanto por el estímulo presentado como por los
factores organizativos intrapsíquicos (su personalidad). ¿Qué significa que las respuestas estarán
determinadas intrapsíquicamente? Que la personalidad se manifestará vía proyectiva en aquellas actividades
o respuestas que elija, y que gracias a estas últimas podremos reconstruir los principios organizativos
específicos de la personalidad de un sujeto, podremos construir hipótesis sobre sus motivaciones, deseos,
conflictos fundamentales.
¿Cómo desde los observables arribar a los constructos teóricos y cómo usar la teoría como clave de lectura de
los observables? Sendín plantea una triple lectura de los datos u observables.
En cada propuesta que se le haga al sujeto, se lo va a invitar a que este despliegue distintas conductas (que
pueden ser verbales, no verbales, gráficas o lúdicas). Estas conductas las tengo que transformar en
indicadores de prueba y a su vez hay que transformarlos en indicadores psicológicos. La significación
psicológica otorgada es inferible a través de los observables vía análisis e interpretación. Estas hipótesis
deben ser corroboradas con informes médicos, educativos, documentos de otras hipótesis, etc. Sendín plantea
entonces el pasaje de una base empírica ofrecida a través de los indicadores arrojados por las técnicas a una
base conceptual a través de un proceso inferencial teórico. Al realizar un proceso psicodiagnóstico, la materia
prima son datos observables (como la edad, el sexo, la escolaridad, la ocupación y las conductas manifiestas
(gestuales, emocionales, gráficas, verbales, lúdicas)s que producirá como respuestas específicas frente a las
técnicas utilizadas), todos esos elementos son la materia prima a través de los cuales, vía proceso inferencial,
se vayan fundando las interpretaciones y los análisis que permitan construir algunos supuestos sobre la
“personalidad” de ese sujeto.
La hipótesis de la transferencia.
Parte de los datos que se recopilarán se referirán al vínculo que se construye entre quien consulta y quien
implementa las pruebas diagnósticas. En esa situación, se establece siempre en algún grado un tipo de
relación que llamamos “transferencial”. Se trata de un proceso por el cual los deseos inconscientes de quien
consulta se actualizan sobre determinados objetos o personas (como el terapeuta o la situación del
psicodiagnóstico). Consiste en la asignación –debido a una repetición inconsciente- de prototipos infantiles (a
nuevos objetos) con una sensación de actualidad acentuada (el sujeto no recuerda sino que repite y actúa lo ya
vivido).
La contracara de este proceso afectivo en que se “trasporta” o proyecta un vínculo del pasado en el presente,
es la “contratransferencia”, es decir, las emociones y sensaciones que en el terapeuta despierta la asignación
de roles que lleva adelante el paciente. La posibilidad del manejo técnico de estas emociones será posible
gracias a la identificación proyectiva del terapeuta– que permitirá la comprensión empática de los procesos
afectivos experimentados por el consultante - como la posibilidad de la disociación instrumental –esto es
tomar distancia respecto de aquellos elementos proyectados sobre el terapeuta o la situación.
Resumiendo, cuando el psicólogo o psicopedagogo focaliza en las respuestas brindadas por el sujeto, lo hace
tomándolas como objeto de estudio tratando de inferir el significado a nivel psicológico a partir de los
observables señalados. Dijimos que para construir hipótesis interpretativas se hace foco en varios elementos a
la vez: 1) la relación transferencial-contratransferencial, 2) el proceso y 3) el producto (su forma y contenido).
Sobre estos tres componentes se irán articulando hipótesis, confirmando o rechazándolas en la medida en que
se pongan en relación y confronten. Los datos pueden confluir en un mismo significado, a esto lo llamamos
“recurrencia”. La recurrencia de significado tiene lugar cuando existe una semejanza de significados en
diversos ítems del proceso. Por otra parte, puede suceder que los datos difieran en el significado que es
inferido e incluso pueden ser contrarios. Ahora bien, estas diferencias son dinámicamente significativas.
Llamamos a esta divergencia de significado, pero que confluyen en un aspecto dinámico: “convergencia”. Si
estos datos, develan un significado contrario, pero que se complementa desde el enfoque dinámico, estas
convergencias están poniendo en evidencia conflictos. Los significados que se oponen entonces, revelan
conflictos emocionales. ¿Por qué el psicólogo o psicopedagogo le asigna a los datos observados
(transferenciales, del proceso y el producto realizado) un significado? Porque subyace a su tarea, el supuesto
básico o hipótesis de que los “datos” remiten, evocativamente, a lo no observable, es decir, al aparato
psíquico o estructura de la personalidad del sujeto.
Y finalizando, recordemos… los test son sólo un medio, no un fin en sí mismo. Una escusa, un medio para
otro fin: hacer lugar a un diálogo, a una escucha empática, a una espera atenta, a una producción (gráfica,
lúdica, etc) en que no sólo el profesional pueda “desentrañar un sentido” sino un espacio transicional en que
el sujeto pueda inventar, ser agente, ser autor ya sea de una palabra, de un gesto (lúdico), de un trazo… por el
que se sienta representado. Con vistas a no hacer de la “evaluación psicopedagógica” un proceso que surja
“la tristeza solemne con olor a formol”. (…) se torna valioso que “Si por diagnóstico entendemos lo que
etimológicamente la palabra quiere decir, diagnostikos, del griego, “que permite distinguir” (que, a su vez
deriva de gignosko, “yo conozco”), mirar a través de… (alguna determinada posición), entonces sí, los
psicopedagogos podemos realizar diagnósticos… entendidos como mirar través de… como algo que no
termina, como pregunta: abre espacios de crecimiento permitiendo nuestra alegría de pensar y la de nuestros
aprendiseñantes” (Alicia Fernandez, 2000, 171)
Bibliografía
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Siquier de Ocampo, García Arzeno y Grassano. Las técnicas proyectivas y el proceso psicodiagnóstico, cap. 1 “El proceso psicodiagnóstico” y cap. 12 “Las
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https://mmhaler.files.wordpress.com/2013/04/las-tecnicas-proyectivas-y-el-proceso-psicodiganostico-siquier-de-ocampo.pdf
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Veccia, Teresa Enfoque conceptual psicodinámico del Diagnóstico Psicológico. Facultad de Psicología UBA. Disponible en bibliopsi.org bajar de:
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%20Enfoque%20conceptual%20psicodinamico%20del%20Diagnostico%20psicologico.%20La%20necesidad%20de%20un%20marco%20teorico%20integrador.pdf