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Cultura Vial y Construcción de Identidades

La convivencia social, como dijimos, está atravesada por diferentes factores


entre los cuales los discursos imperantes, las publicidades, la industria
audiovisual, entre otros, no son ajenos.

Históricamente hemos ido construyendo diferentes modelos que hoy


constituyen las formas que tenemos al transitar. La llegada del automóvil es un
factor más que ha sabido perpetuar las grandes diferencias que se presentan
en el tránsito y, por ende, la causa de conflictos. La calle se fue construyendo
en base a estas diferencias: los señores y sus vehículos. Aún hoy, el vehículo
de alta gama tiene mayor poder, control y permiso en la calle que el auto de
una gama más baja.

Como es el caso de las mujeres, al ser la calle un lugar casi exclusivo para los
varones, la mujer tuvo que persistir para lograr un rol con mayor protagonismo,
como lo han tenido los hombres. De hecho, desde la infancia los hombres son
invitados a jugar con autos de juguete, como si se los preparara para salir a la
calle. Por el contrario, las mujeres juegan con muñecas y cocinas, como si se
las preparara para no hacerlo.

Así es como estas formas en la actualidad, aunque con valorables cambios,


han perdurado y son causantes de desigualdades en el transito que, como
dijimos, generalmente, se traducen en conflictos.

En todo esto, los discursos y lo que hace a la industria audiovisual tienen una
gran responsabilidad.

Tradicionalmente la publicidad de automóviles apela a valores simbólicos como


la potencia y la velocidad. El cine y los medios de difusión presentan sin cesar
imágenes violentas en las calles; corridas, persecuciones de automóviles,
choques, etc. Prácticamente no hay película de acción que no muestre estas
escenas y que, además suelen ser las más esperadas por el espectador.

La publicidad también es un ámbito fértil para el culto a la velocidad y a la


violencia suscitada por el automóvil. Con el fin de ilustrar la buena mecánica de
un modelo de automóvil, las publicidades muestran a los conductores
realizando maniobras sumamente peligrosas, acelerando hasta conducir a
velocidades temerarias, disfrutando de la compañía de una hermosa mujer
“último modelo”, al igual que el automóvil.

Actualmente en la sociedad convivimos con la idea del trabajador eficaz y


veloz, la hipercomunicación, el cambio rápido de una mercancía por otra que
acaba de ser lanzada al mercado, la música frenética, las imágenes
cambiantes de la publicidad, la lectura-veloz, la sexualidad veloz, el fast-food y

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hasta los fast-thinkers. La valoración de la velocidad del automóvil no es la
excepción, aún cuando se sabe que ocasiona miles de muertes por día.

El automóvil, objeto-signo, es valorado mucho más allá de su función utilitaria.


Pese a su carácter mortífero, el automóvil es un objeto de culto, un objeto
sagrado, un verdadero fetiche de metal sobre ruedas. (Roxana Kreimer, 2006)

Pese a que en Argentina la Ley Nacional de Tránsito, plenamente vigente,


prohíbe la publicidad laudatoria de conductas contrarias a la seguridad vial (art.
9, inc.e, ley 24.449), habitualmente los televidentes una y otra vez deben
presenciar publicidades que promueven conductas temerarias y peligrosísimas
en la vía pública.

Entonces, la calle termina siendo escenario donde se juega lo viril, la comedia,


el juego. En este sentido, insistimos en que los traslados en la vía pública no
son un juego.

Desnaturalizar la calle como “el lugar de los varones”.


Como ya se dijo, el espacio público es el lugar donde se cristalizan los valores sociales y las relaciones de
poder que determinan las maneras dominantes de movilizarnos. Además, es el espacio privilegiado
donde ocurre la socialización. Este proceso, que implica encontrar un lugar dentro de la sociedad, no
sucede de igual manera para mujeres que para varones, ya que responden a expectativas y estereotipos
diferentes.
Las formas de utilizar los espacios, de apropiárselos o la manera de moverse por ellos, son parte de la
escenificación de los modelos aprendidos que condicionan e implican desigualdades entre mujeres y
varones.
Históricamente el espacio público se configuró como un lugar masculino, donde se privilegian valores
asociados a una masculinidad hegemónica: la fuerza física, la competencia, la agresividad, etc. Valores
que, a su vez, los preparan para enfrentarse a los riesgos y violencias que supone el estar en las calles.
Estas diferencias que inician durante la infancia, en el patio de la escuela o en un parque, con los niños
jugando y corriendo en el centro y las niñas en los márgenes en posturas pasivas u observando, se
replica luego en las calles con jóvenes y adultos varones que tienen privilegio al circular, conducir
vehículos, y prácticamente la exclusividad para la conducción profesional (camioneros, colectiveros,
taxistas, etc.).
Poder desnaturalizar estas prácticas que sostienen y que legitiman el dominio masculino en el espacio
público es necesario no sólo para el pleno ejercicio de los derechos, sino también para para dar lugar a
otras formas más equitativas de habitar y relacionarse.

A continuación compartimos 3 publicidades que pueden ayudar a comprender


el tema.

https://www.youtube.com/watch?v=satoAmj3RsE

https://www.youtube.com/watch?v=4oJk4anDYvo

https://www.youtube.com/watch?v=Tj6Lf3E2eeI

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