Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
TEMA 34
INTERPRETACION, INEFICACIA Y REVOCACION DE LAS
DISPOSICIONES TESTAMENTARIAS.
La llamada “cuestión de voluntad” (quaestio voluntatis), estudiada por los retóricos y aplicada ante el
tribunal de los centumviros, fue tratada por los juristas en la interpretación del testamento para salvar
una voluntad que no podía manifestarse de nuevo. El pretor concede la expceptio doli cuando el
legatario solicita la ejecución de una disposición testamentaria que va contra la voluntad del difunto.
-Si el error se refiere a la capacidad para testar del disponente que juzga que es incapaz, aunque no lo
sea realmente, el testamento es nulo, porque falta la firme y seria voluntad del disponente.
-Si el error afecta a la declaración de voluntad la disposición es nula. Así ocurre “ siempre que
queriendo un testador nombrar heredero a alguien, hubiese nombrado a otro, por error en la
designación de personas, diciendo por ejemplo, en vez de “mi hermano”, “mi patrono”; se entiende
que no es el heredero el que se nombró porque no era ésa la intención ni tampoco el que se quiso
nombrar porque no se nombró”. El error sobre la denominación de la persona o cosa no influye en la
validez, siempre que no cambie la decisión sobre lo querido por el testador. También en el legado, si el
testador quería dejar una bandeja y lega un vestido no se debe ni una cosa ni otra.
-Si el error se refiere a la condición que el testador quería poner, pero no lo hizo, la institución del
heredero es nula, pero si la puso sin querer la institución es válida, como si fuese pura e incondicional.
-Testamento no confeccionado conforme al derecho (nom iure factum), cuando no se respeta la forma
legal establecida, o falta la capacidad o testamentifactio para testar en el heredero o en el testador.
-Testamento irrito (fit irritum o infirmatur) o inicialmente válido que se hace posteriormente nulo,
cuando el testador después de la confección del testamento sufre una capitis deminutio, o cuando el
heredero pierde la capacidad para recibir. Si se recupera la capacidad antes de la muerte, el pretor
concede la bonorum possessio conforme al testamento. Si el testador ha muerto en cautividad, la ley
Cornelia dispone la validez del testamento mediante la ficción de que ha muerto en el momento de caer
prisionero.
En el régimen del derecho civil, la nulidad de la institución de heredero supone la ineficacia de todo el
testamento; en cambio, si otra disposición del testamento fuese nula no influye sobre las restantes
decisiones del testador. Por las medidas en favor del testamento del pretor y de la legislación imperial,
se consideran las disposiciones con cierta independencia de la institución de heredero. Justianiano
decide que la ineficacia de la institución de heredero no afecta a la validez de las otras disposiciones.
La disposición testamentaria se revoca por otra posterior válida. Es necesario que el testamento
posterior sea válido, y no sirve para la revocación un testamento nulo, excepto en el caso del
testamento militar. Sin embargo, el testamento se considera revocado por otro posterior, aunque
renuncie el nuevo heredero o no cumpla la condición impuesta. A diferencia de los legados, existe una
regla por la que “no puede quitarse al heredero la herencia que se le da”, por lo que no es necesario
un nuevo testamento que deje sin valor ni efecto al anterior.
Si el testamento es válido sólo por derecho pretorio, cuando faltan las formas requeridas por el derecho
civil, se admite una revocación que resulte de hechos tales como la destrucción por el testador de las
tablillas del testamento o su apertura o la ruptura de los sellos. El pretor, por esa revocación, concede
la bonorum possessio sine tabulis .
A partir del siglo II d.C. la jurisprudencia atribuye una mayor relevancia a la declaración del testador
que quiere revocar su testamento. El codicilio confirmado en el testamento que después se borra no es
válido. Alejandro Severo admitió que era suficiente una simple carta de revocación de una institución
de heredero. Honorio estableció un plazo de diez años para la validez del testamento. Teodosio II y
3
Valentiniano III ordenaron que un segundo testamento nulo, si instituye a los que pueden ser herederos
legítimos, sirve como revocación del primero, con tal de que intervengan cinco testigos.
Justiniano admite que si el testador borra el nombre del heredero, la institución de éste no existe. Si
rompe las tablas o documentos, o los sellos o hilos, se considera el testamento revocado. Aunque
deroga el plazo de diez años, establecido por Honorio, dispone la validez de la declaración del testador
cuando la realizase ante una oficina pública o en presencia de los testigos y hayan transcurrido diez
años desde que confeccionó el testamento.
El legado puede ser nulo inicialmente si falta la capacidad para recibir del legatario, por ser de objeto
inmoral, ilícito o imposible, o por recaer sobre una cosa propiedad del legatario; también, cuando la
cosa específica -no la genérica que puede siempre sustituirse-, se ha perdido sin culpa del heredero. La
nulidad inicial también se produce por no adaptarse a las formas imperativas del legado, cuando no
puede convalidarse por el SC. Neroniano.
El legado puede ser objeto de revocación como toda disposición testamentaria. La revocación del
legado (ademptio legati) se puede efectuar en el mismo testamento mediante declaración contraria o
por medio de un nuevo testamento o en una disposición particular y autónoma referida al legado
dispuesto.
La revocación tenía lugar por una declaración expresa, en la que se utiliza una formula contraria a la
establecida para atribuir el legado: no doy y no lego, para el legado vindicatorio, y no dé para el
legado damnatorio. Posteriormente se admitió que la intención de revocar se manifestase con cualquier
palabra o podía resultar de la misma condición del legado.
La translación del legado (translatio legati) es el cambio de un legado por otro. Mientras que la
revocación produce el efecto de extinguirlo, la translación tiene los efectos de atribuir o dejar uno
nuevo en lugar del anterior.
A semejanza del fideicomisio, llegó a admitirse una revocación tácita del legado. Para tutelar esta
intención, el pretor concede una exceptio doli cuando el legatario pide el cumplimiento del legado
contra la voluntad del disponente. La jurisprudencia trató de interpretar si existe o no en supuestos
concretos la voluntad de revocar. El caso más importante, que refiere Gayo, es el de la enajenación de
la cosa legada y también el del cobro del crédito que se legó. Puede probarse que el testador ha
enajenado, obligado por la necesidad o reclamado el crédito para evitar la insolvencia del deudor o la
prescripción.
Derecho de acrecer
Cuando varias personas son llamadas a la misma herencia o al mismo legado, en el caso de que alguna
de ellas no llegue a adquirir, su parte pasa a los coherederos o colegatarios por derecho de acrecer (ius
adcrescendi).
4
El acrecimiento es una institución de carácter general que tiene lugar en caso de comunidad jurídica,
cuando el mismo derecho pertenezca solidariamente a una pluralidad de personas. Por ello el derecho
de acrecer se aplica también al condominio.
El derecho de acrecer tiene lugar tanto en la sucesión intestada como en la testamentaria, y en ésta se
aplica a la institución de heredero y a los legados. En la sucesión intestada o legítima el acrecimiento
se da siempre en los casos de pluralidad de herederos. En el supuesto de llamamientos de sui o de
agnados del mismo grado, cuando uno de ellos no adquiere, su cuota acrece a los restantes
coherederos. En la posesión hereditaria que concede el pretor, en la sucesión intestada, si concurren a
la herencia del causante dos hijos y dos nietos, hijos de otro hijo premuerto, y uno de los nietos no
solicita la posesión, su porción acrece al otro nieto, su hermano y no a los tíos. En la nueva cláusula de
Juliano, el hijo emancipado concurre con los hermanos a la herencia del padre, pero debe compartir su
cuota con sus propios hijos que estaban en la potestad del causante.
-Si el legado es vindicatorio, que atribuye al legatario la propiedad de la cosa legada, si no adquiere
uno de los colegatarios, la cuota o parte vacante acrece a los otros. Lo mismo ocurre en el legado
preceptorio (per praeceptionem).
-Si el legado es damnatorio, la obligación a cargo del heredero, se fracciona en tantas partes cuantas
sean los legatarios (damnatio partes facit). Por ello, si uno de ellos no adquiere, no tiene lugar el
acrecimiento de los otros legatarios, sino que su parte se queda en la herencia, es decir, el heredero no
tiene que pagarle.
-Si el legado es de tolerancia (sinendi modo), existió una controversia doctrinal en el supuesto de
atribución separadamente: “unos creen que el heredero debe a cada uno el todo; otros juzgan que
tiene preferencia el ocupante, desde el momento en que esa clase de legado el heredero sólo está
obligado a no oponerse a que el legatario tenga la cosa”.
Las colaciones
Se trata de aportaciones de los bienes del heredero, para evitar situaciones de manifiesta injusticia en
relación con otros herederos en potestad o con otros descendientes. Los distintos casos examinados por
los juristas se pueden agrupar en: colación de los bienes, colación de la dote y colación de los
descendientes. En los dos primeros supuestos del derecho clásico, la colación se da en la sucesión
5
intestada y contra el testamento; sólo en el tercer supuesto Justinaino extirende el deber de colación a
la sucesión testamentaria.
El pretor al llamar a la posesión hereditaria a los hijos emancipados, junto con los que permanecieron
en potestad, creaba una situación de desigualdad económica para éstos, ya que los emancipados
podían gestionar sus patrimonios y adquirir para ellos, mientras que los sometidos a potestad
adquirían para el padre. Por ello, a partir del siglo I a.C., el pretor obliga a los emancipados que
concurriendo con sui solicitan la posesión de los bienes hereditarios, a colacionar; es decir, a aportar
a la herencia los bienes adquiridos en el tiempo que transcurrió desde que fueron emancipados y hasta
la muerte del padre. Se excluían los bienes que el padre no habría adquirido, aunque el hijo hubiese
estado bajo su potestad, como eran el peculio castrense y la dote. El emancipado debía prestar una
caución o garantía, mediante estipulación de que entregaría los bienes. La caución podía sustituirse
con una entrega efectiva de bienes o con una garantía real. La colación sólo se produce a favor de los
sui o herederos de propio derecho y a cargo de los emancipados, pero nunca entre emancipados.
Al ser la dote un bien o patrimonio de la mujer, ésta, ya estuviera bajo potestad o emancipada, debía
aportar también o colacionar su dote al caudal hereditario, En esta colación se trata no ya de evitar
desigualdades entre herederos suyos o emancipados, sino entre los hijos en relación con la
liberalidades recibidas del padre. De acuerdo con esta finalidad, Antonino Pío impone la obligación de
colacionar a la mujer, que sucede como heredera, aunque pida la posesión hereditaria, Gordiano
obliga a la mujer a colacionar o aportar la dote profecticia, o proveniente del padre, a los hermanos
emancipados. Con ello la obligación de colacionar se limita a los bienes recibidos del padre.
En derecho postclásico, al permitirse a los hijos en potestar tener bienes propios, carecía de
justificación la colación de bienes a cargo de los emancipados. León estableció con carácter general
que los descendientes, que sucedían ab intestado o contra el testamento, debían colacionar, a favor de
los coherederos descendientes, la dote y la donatio ante nuptias que habían recibido de su padre o
ascendiente. Justiniano extendió la colación a cualquier donación hecha por el ascendiente al
descendiente y también en la sucesión testamentaria, pero el testador puede dispensar de la colación a
sus herederos.