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TEMA 19.- EL PODER JUDICIAL.

1. PERSPECTIVA HISTÓRICA DE LA NOCIÓN DE JURISDICCIÓN.

En Derecho Romano, «Jurisdicción», iuris dictio, hace referencia a ius dicere,


decir el Derecho, en un sentido del término «decir» que no es el actual, sino que implica
la acción de decir con carácter imperativo.

Durante la Edad Media, dado que el Derecho consuetudinario prevalecía sobre el


Derecho escrito y dado que el Derecho natural prevalecía (en teoría) sobre el Derecho
positivo, la forma de manifestación del poder político es precisamente la de ejercer la
función jurisdiccional. Aunque quedara reservada al Rey la Alta Justicia, no radicaba en el
Rey el monopolio del ejercicio de la función jurisdiccional, sino que ésta
se hallaba dispersa, en manos de los titulares de los diferentes señoríos, de las
corporaciones, de los municipios. En la medida en que se implanta el «Estado moderno»,
el Rey asumirá el Poder legislativo, conseguirá que las leyes prevalezcan tanto sobre el
Derecho consuetudinario como sobre los privilegios preexistentes, e incluso centralizará
el poder de administrar justicia en sus manos o en órganos comisionados. En España,
como en general en la Europa continental, la separación del Poder judicial respecto del
Poder ejecutivo no fue nítida.

La Constitución de 1812, aplicación de las teorías de MONTESQUIEU acerca de


la división del poder, estableció la separación entre Poder ejecutivo y Poder judicial.

Pero no fue ésta la tónica dominante en nuestro siglo XIX. Los historiadores
señalan que en nuestra historia el poder judicial ha tenido escasa fortaleza, ha estado
considerablemente condicionado por el Poder ejecutivo y no ha tenido influencia alguna
en el Poder legislativo (cuyos actos no podían revisar).

La relación, entre nosotros, entre Administración Pública y Poder judicial se ha


basado en el principio de autotutela de la Administración Pública: los actos de ésta son
ejecutivos (no precisan de una sentencia declarativa ni ejecutiva) y puede ejecutarlos por
sí misma (sin necesidad de solicitarlo del Poder judicial).

En cambio, la posición del ciudadano frente al Poder Público se ve fortalecida por


el desarrollo de la jurisdicción C-A, que llega a ofrecer las mismas garantías que la
ordinaria, hasta integrarse en la misma (si bien con carácter especializado).

Nuestra vigente Constitución está inspirada en el principio de división del poder


aunque no lo formule de manera expresa. Crea el C.G.P.J. con funciones de gobierno y
administración de la jurisdicción. Por lo demás, no le entrega funciones de control de
constitucionalidad de las leyes al Poder judicial, sino que concentra tal función en un
Tribunal Constitucional.
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2. LA JURISDICCIÓN COMO FUNCIÓN ESTATAL.

Exclusividad de la jurisdicción.

La jurisdicción es aquella función del Estado que consiste en resolver los litigios
que ante ella plantean las partes, mediante unos órganos especialmente instituidos para
este fin (Juzgados y Tribunales) y un proceso con una serie de garantías. Se distingue,
por tanto, de la función ejecutiva, aun cuando ello no sea pacífico ni siquiera en la
actualidad.

Nuestra Constitución dice en el art. 117.3 que «el ejercicio de la potestad


jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutarlo juzgado,
corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales de terminados por las leyes».
En el art. 117. 4 establece que « los Juzgados y Tribunales no ejercerán más funciones
que las señaladas en el apartado anterior y las que expresamente les sean atribuidas por
ley». Así, por ejemplo, junto a funciones de tipo jurisdiccional ejercen también las propias
del Registro civil.

El Poder judicial, sin embargo, no es el único en nuestro Ordenamiento que ejerce


funciones materialmente jurisdiccionales. Ejercen también funciones jurisdiccionales el
Tribunal Constitucional, la jurisdicción militar y el Tribunal de Cuentas, que no son
órganos judiciales.

Unidad jurisdiccional

La unidad de la jurisdicción lo que exige es que toda función jurisdiccional sea


ejercida por Jueces y Magistrados independientes, inamovibles, responsables, sometidos
únicamente al imperio de la ley. Nuestra Constitución reconoce que el principio de unidad
jurisdiccional es básico en nuestra organización judicial (art. 117.5). Según el art. 117.6,
«se prohíben los Tribunales de excepción».

Cabe también mencionar la prohibición de que la Administración civil pueda


imponer sanciones que consistan en privación de libertad. En definitiva, se trata de evitar
que subsistan residuos de jurisdicciones corporativas o gremiales contrarias al monopolio
estatal de la jurisdicción.
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3. LA JURISDICCIÓN Y LOS DEMÁS PODERES DEL ESTADO

Deslinde respecto del poder legislativo

Según la Constitución, las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del


Estado (art. 66). Por lo tanto, sólo ellas pueden aprobar leyes. Por su parte, los órganos
jurisdiccionales están sometidos a las leyes en los términos vistos.

Una posible superposición entre la función de Jueces y Tribunales y la de las


Cortes Generales o Poder legislativo se plantea con motivo de las Comisiones de
investigación que tienen poderes de investigación similares a los del Poder judicial; sin
embargo, sus conclusiones no son vinculantes para los Tribunales, sin perjuicio de que
el resultado de la investigación sea comunicado al Ministerio Fiscal para el ejercicio,
cuando proceda, de las acciones oportunas.

Diferencias con el poder ejecutivo

La diferenciación entre función jurisdiccional y función ejecutiva presenta mayor


dificultad. Estuvieron confundidas en los orígenes del Estado moderno. Como las dos
implican un proceso de concreción de las normas o, más exactamente, aplicación de
normas -abstractas- a casos concretos.

Y probablemente comparadas con el suficiente grado de abstracción, en efecto,


no difieran. Pero la diferenciación de las mismas es coesencial al Estado de Derecho.
Una característica esencial de éste es precisamente la posibilidad que tiene el ciudadano
de acudir ante Tribunales independientes frente a los actos de la Administración Pública y
del Gobierno.

La función ejecutiva consiste en la aplicación de la ley a casos concretos, para


perseguir el interés público dentro de los márgenes previstos por la ley; aplicación que se
lleva a cabo por funcionarios integrados en una organización jerárquica. En cambio, la
función jurisdiccional consiste en aplicar las normas abstractas a un caso concreto a
iniciativa de los particulares, por parte de jueces independientes e inamovibles.

Por otro lado, esta separación entre el Poder ejecutivo y el Poder judicial podría
dar lugar, a que un mismo hecho fuera castigado dos veces. Pues bien, el art. 25 de
nuestra Constitución ha servido de base a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional
para que se reconozca el principio non bis in idem, conforme al cual no es posible una
duplicidad de sanciones (administrativa y penal) por el mismo hecho.
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4. LA INDEPENDENCIA DEL PODER JUDICIAL .

Del principio de separación de poderes se ha derivado como principio


característico del Estado liberal la necesidad de que los órganos investidos de la función
jurisdiccional sean distintos de los titulares de las decisiones políticas que constituyen el
poder legislativo y el poder ejecutivo.

Ahora bien, se suele hablar de independencia orgánica con referencia a la


ausencia de intromisión del Gobierno en la organización y administración de los
Tribunales. La independencia funcional, por su parte, es la esencia misma de la función
jurisdiccional.

La modalidad de garantía de independencia varia en función del modelo


organizativo del Poder judicial. Atendiendo a los criterios adoptados para la selección de
los Jueces y Magistrados se pueden distinguir dos: el modelo del Common Law de
selección político-profesional y el modelo del Civil Law o de selección burocrática.

Comenzando por los ordenamientos del Common Law, la independencia de los


jueces se intenta garantizar, valorando su capacidad profesional y sus antecedentes. Así,
en Gran Bretaña y en Estados Unidos.

A diferencia de los ordenamientos del Common Law, otros ordenamientos, en


particular los europeos continentales, se caracteriza por la presencia de jueces
funcionarios nombrados previo concurso público con garantía de inamovilidad y de
promoción en su carrera destinados a ejercer sus atribuciones por tiempo indeterminado.
Queda reservada a organismos distintos del Poder ejecutivo la actividad de gestión de los
intereses de la Magistratura. Estos órganos de autogobierno de la Magistratura están
previstos por la Constitución española de 1978.

Después de la segunda guerra mundial los países europeos occidentales tienden


a implantar un órgano de autogobierno de la Magistratura. Y así el art. 122 de nuestra
Constitución, en su apartado 1, dice que la Ley Orgánica del Poder Judicial determinará
la constitución, funcionamiento y gobierno de los Juzgados y Tribunales, así como el
estatuto jurídico de los jueces y magistrados de carrera, que formarán un cuerpo único, y
del personal al servicio de la Administración de Justicia.

El sistema de selección de los jueces y, por tanto, de organización del Poder


judicial, depende, en principio, de la concepción que se tenga de la función jurisdiccional.
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a) La concepción de la aplicación de la ley como un silogismo que presupone el


conocimiento de la misma se ha correspondido, en la práctica, con el carácter
profesional, apolítico, de la magistratura.

b) Actualmente, se reconoce que, dada la abstracción de la ley, los casos concretos


admiten varias soluciones igualmente legales. La constatación o reconocimiento
de este hecho ha de desembocar en el cultivo de la imparcialidad de los jueces y
magistrados.

Pero, por otra parte, el reconocimiento de este hecho aboga por la conveniencia
del reforzamiento del principio democrático en la selección de los sujetos que intervienen
en la administración de justicia: fiscales electivos, jueces electivos, introducción del
jurado.
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5.- EL GOBIERNO DEL PODER JUDICIAL

El consejo general del poder judicial : composición

Nuestra Constitución en el art. 122 establece, en el apartado 2.º, que el Consejo


General del Poder Judicial es el órgano de gobierno del mismo. La Ley Orgánica
establecerá su estatuto y el régimen de incompatibilidades de sus miembros y sus
funciones. En el apartado 3.º se establece su composición. «El Consejo General del
Poder Judicial estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que lo presidirá, y
por veinte miembros nombrados por el Rey por un periodo de cinco años. De éstos, doce
entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales, en los términos que
establezca la Ley Orgánica; cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados, y cuatro a
propuesta del Senado, elegidos en ambos casos por mayoría de 3/5 de sus miembros,
entre abogados y otros juristas, todos ellos de reconocida competencia y con más de 15
años de ejercicio en su profesión ».

Se entendió por los constituyentes que la alusión del art. 122.3 (doce entre Jueces y
Magistrados) quería decir por Jueces y Magistrados. Y ésta fue la interpretación que llevó a efecto
la Ley Orgánica del Consejo General del Poder Judicial. Sin embargo, la Ley Orgánica del Poder
Judicial con posterioridad derogó la Ley Orgánica del Consejo General del Poder Judicial y
entregó al Parlamento la elección de la totalidad de los vocales, basándose en una interpretación
literal del apartado 3.º del art. 122.

Ello suponía una enorme influencia del Parlamento (y del partido mayoritario) en el
Consejo General del Poder Judicial. Semejante interpretación, que contradecía el espíritu
de la Constitución, fue confirmada por el Tribunal Constitucional.

El consejo general del poder judicial : atribuciones

1) Proponer por mayoría cualificada el nombramiento del Presidente del Tribunal


Supremo y del propio Consejo General.
2) Proponer por igual mayoría el nombramiento de dos miembros del Tribunal
Constitucional.
3) La inspección de Juzgados y Tribunales.
4) La formación y perfeccionamiento, provisión de destinos, ascensos,
situaciones administrativas y régimen disciplinario de jueces y magistrados.
5) Por último, el nombramiento de jueces y presentación de los nombramientos
de Magistrados del Tribunal Supremo, de Presidentes y de Magistrados para
que sean nombrados por Real Decreto.

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