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RELACIÓN ENTRE ESTADO Y RELIGIÓN

En este ensayo hablamos sobre la tolerancia entorno a un tema muy candente en la época y al que
damos mucha importancia a la tolerancia, a pesar de que se manifiestan temas religiosos, ya que lo
que pretende es enseñar al Estado a relacionarse y a tratar asuntos comprometidos que puedan
ocasionar disputas como son los relacionados con las creencias. Locke nos enseña que el Estado
es el que tiene que conseguir la seguridad y la prosperidad de la sociedad mediante las leyes que
son aplicadas por los magistrados en contraposición con lo que persigue la Iglesia, que es la
salvación del espíritu mediante artículos de fe enseñados por los "curadores de almas". Por tanto los
objetivos de ambas instituciones son opuestos pero no por ello tienen que estar enfrentados.

Autores anteriores a Locke mantenían que el Estado debe velar por el bien de sus súbditos y que
por lo tanto, si el Estado considera que la salvación está garantizada por alguna religión en concreto
tenía no solo el derecho sino también la obligación de imponerla. El filósofo inglés refuta esta teoría
afirmando que aunque sea cierto que el Estado deba velar por el bien de sus súbditos ese cuidado
no es extensible al cuidado de las almas ni tan siquiera al daño que en el ámbito privado se puedan
ocasionar los súbditos a sí mismos. Es decir, el Estado debe velar para que todos los miembros del
cuerpo social tengan acceso a alimentos pero no puede imponer una dieta saludable; ni, tampoco,
que quien lo decida viva en la molicie y la pobreza. Aunque creamos que es mejor vivir de una
determinada manera no se la imponemos a nadie, siempre que la vida que deciden llevar nuestros
conciudadanos no perturbe el orden social. Por lo tanto, mucho menos derecho tiene el Estado de
inmiscuirnos en el cuidado de las almas, que es, en definitiva, una cuestión personal. Locke llega a
plantear la hipótesis de que quizás para la salvación del alma del hombre existen diversos caminos
y no solo uno. Si analizamos los conflictos entre las sectas cristianas vemos que sus diferencias son
por frivolidades, la esencia es cierto concepto de la virtud moral y del amor debido a Dios Para Locke
ninguna y por tanto, carece del derecho de imponer su peculiar concepto de la salvación a otros
hombres que, en definitiva, tienen la misma capacidad de juicio que él. Lo mismo que es aplicable a
las sectas cristianas es aplicables a las otras religiones como la musulmana, la judía o incluso la
idolatría. Sin embargo, fomentar el odio contra las otras religiones sí daña la paz social y las
religiones que lo hagan serán convictas de un delito de intolerancia y, por tanto, perseguidas
justamente. No obstante, la libertad de culto para Locke no es equiparable a la libertad de
pensamiento ya que, por ejemplo, cree que el ateísmo no debe ser tolerado por el gobierno. El ateo,
según el autor empirista y muchos otros contemporáneos, carece de preocupaciones espirituales y
su moralidad interna no tiene freno, por lo tanto, el ateo no es un ser moral y es un peligro objetivo
para la convivencia.

Lo más importante de Locke a mi parecer es haber razonado que el Estado no nos puede imponer
la religión ni interpretar la Biblia a su antojo o como ellos mejor le parezca ya que cada ser humano
lo puede interpretar a su manera. Nosotros y nuestro libre albedrío somos los que lo hacemos
libremente y criterio personal. Es el origen del fundamento de la dignidad humana. Comprendo
mucho mejor porque existe la libertad de religión en algunos países, pues el Estado le está prohibido
obligar a que determinada sociedad sea partidario de seguir tal secta o religión. De ser obligado sus
ciudadanos atenta contra la libertad. Pero al mismo tiempo están obligados a someterse dócilmente
al castigo que la ley imponga a una tal desobediencia; pues por este medio podrán asegurarse de
que no están arriesgando sus grandes intereses en el otro mundo y tampoco están perturbando la
paz de este; no están violando sus deberes para con Dios o para con el rey, sino que están dando a
ambos lo que se les debe, quedando a salvo el interés del magistrado y el suyo propio.

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