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Llegó a proponer consideraciones terribles acerca de la población pobre, las cuales no

estarían acordes a su formación sacerdotal. Entre ellas Malthus señaló: "Un hombre que nace
en un mundo ya ocupado, y si sus padres no pueden alimentarlo, y si la sociedad no necesita
su trabajo, no tiene derecho alguno a reclamar una parte cualquiera de la alimentación y
está demás en el mundo. En el gran banquete de la naturaleza no hay cubierto para él. La
naturaleza le exige que se vaya, no tardará ella misma en ejecutar la orden." El consideraba
que los pobres se multiplicaban por su propensión a ser presas del vicio y del instinto de
reproducción, sin obstáculos suficientes, y aun en condiciones de miseria, entre otras cosas
por su irresponsabilidad, fomentada por las "leyes de pobres inglesas" que daban ayudas y
subsidios a los pobres, lo cual Malthus consideraba como una carga innecesaria para el
Estado de ayudas a padres e hijos que supone como costos innecesarios. En otras palabras,
reducir o eliminar a los pobres. Basándose en los planteamientos de Malthus sobre los
pobres, el gobierno inglés promulgó leyes para que se considerara la indigencia como una
consecuencia de la pereza y la vagancia y el desempleo una situación que debía hacerse lo
más penosa posible.
"Nos sentimos obligados por la justicia y el honor a negar formalmente que los pobres tengan
derecho a ser ayudados". Robert Malthus, autor de esta afirmación, había llegado a pensar
seriamente que era necesario extinguir a los pobres, que constituían una amenaza contra el
equilibrio social, por medio de la reducción de su natalidad. No se trataba de combatir la
pobreza, sino a los pobres: los derechos de las personas no se contemplaban en su política
económica.
Entre ellos destacó Thomas Robert Malthus (1766-1834), pastor de la iglesia anglicana y
exponente de la teoría maltusiana de la población. Su tesis defendía que la cantidad de
alimento producido no vendría acompañado con la demanda del crecimiento poblacional,
contribuyendo para el aumento de la miseria y del hambre. Entonces, él propuso una
solución: el control radical de la natalidad, con relaciones sexuales después del matrimonio,
aunque hubiese una economía estable. Como Malthus era pastor, no aceptaba el uso de
anticonceptivos, que resultó en un incremento de la demanda real de la producción. La
recuperación de las ideas de Malthus dio lugar a la teoría neomalthusiana, que explica que
la pobreza, la miseria y el hambre son el resultado de una gran población. Así que la solución
estaría en el control demográfico. Para los neomaltusianos, los gastos realizados con una
población numerosa creciente impiden el crecimiento económico y la posibilidad de mejoría
de vida, condenándolos al subdesarrollo.
De esa actitud respecto a los frenos preventivos contra el crecimiento de la población,
podemos sacar tres conclusiones. Primera: Malthus abogaba por la renuncia temporal o total
al matrimonio, sistema que no podía dar buen resultado. Segunda: se oponía a los medios
anticonceptivos, único sistema que podía resultar eficaz. Tercera: quería que una numerosa
población venciese la “indolencia” del género humano. Seguramente, no pensaba en la
indolencia de los nobles terratenientes, los cuales le eran simpáticos, como luego veremos;
lo que temía era la indolencia de los leñadores y de los aguadores, quienes, si tenían pocos
hijos, no querrían trabajar tan duramente y ganando tan poco.
Los obstáculos positivos que ponía Malthus al crecimiento de la población eran los que
aumentaban el número de muertes: hambre, miseria, epidemias, guerras. Los elevaba al
rango de fenómenos o leyes naturales, males necesarios y requeridos para limitar la
población. Estos frenos positivos eran – según él – castigos a los que no cumplían la
contención moral. Y sostenía que si de algún modo pudieran superarse esos obstáculos
positivos, la gente se moriría de hambre, pues la población crecería con enorme rapidez
mientras los víveres aumentarían muy lentamente, en el mejor de los casos.
Así que, según Malthus, la pobreza y la miseria son los castigos naturales que les están
reservados a las “clases bajas” que no restringieron sus facultades de reproducción.
De ello saca Malthus la siguiente conclusión, tan significativa: el Gobierno nunca debe
ayudar a los pobres. Prestarles auxilio equivaldría a estimularles a tener más hijos o a
que sobrevivieran más de ellos, con lo que en último término empeoraría el problema
del hambre.
En los tiempos de Malthus, las condiciones en que se hallaban las fábricas y las
ciudades eran frecuentemente espantosas. Por ejemplo, en 1819, los niños a quienes
pagaban menos en las sederías de Coventry sólo podían comprar siete libras de pan
con los jornales que cobraban a la semana por 96 horas de trabajo. Sin embargo,
Malthus consideraba que estos fenómenos formaban parte de una gran ley natural.
El Estado nada debía hacer para aliviar esa miseria.

Se critica a Malthus que, en su Ensayo sobre el principio de población, de 1798, asumiera


una visión pesimista del crecimiento de la producción agrícola. Él creía en la existencia de
rendimientos cada vez menores en relación a la aportación de mano de obra. El crecimiento
demográfico permitiría disponer de más personas para trabajar en la agricultura, pero la
producción aumentaría proporcionalmente menos. Por lo tanto, el desenlace sería una crisis
por falta de alimentos. Dio a entender que mejorar la situación económica de los pobres era
inútil, puesto que cualquier mejoría daría como resultado un aumento de la fertilidad. Era un
reaccionario.

Dejemos a Malthus de lado. Recordemos a las neomalthusianas feministas de comienzos del


siglo XX (en Europa y Estados Unidos), un exitoso movimiento social internacional (con Emma
Goldman y Margaret Sanger en Estados Unidos y Paul Robin en Francia) se autodenominaba
neomalthusiano, pero al contrario que Malthus, consideraban que el crecimiento
demográfico podía ser detenido mediante decisiones voluntarias. Fue este un movimiento
feminista y proto-ecologista. Predicaban la libertad de las mujeres para decidir el número de
hijos que querían tener. El movimiento se preguntaba cuánta gente podría la Tierra
alimentar sosteniblemente. No apelaba al Estado para que impusiese restricciones al
crecimiento demográfico. Al contrario, se basaba en la libertad de las mujeres. En Francia,
esos neomalthusianos desafiaron a las autoridades políticas y religiosas de la época a través
de la idea de una “ huelga de vientres” (la grève des ventres), y también a través del
antimilitarismo y del anticapitalismo.

Según Malthus, las poblaciones humanas crecerían exponencialmente a menos que fuesen
controladas por las guerras y las plagas, o por la castidad y los matrimonios tardíos. La
producción de alimentos crecería menos que proporcionalmente al crecimiento de las
aportaciones de mano de obra, debido a la vigencia del principio económico de los
“ rendimientos decrecientes” . El resultado: crisis de subsistencias.

- Las neomalthusianas y neomalthusianos feministas de 1900 creían que las poblaciones


humanas podían regular su propio crecimiento mediante la anticoncepción. La “ procreación
consciente” era necesaria para evitar los bajos salarios y la presión sobre los recursos
naturales. Fue este un exitoso movimiento 'desde abajo', tanto en Europa como en América,
contra los Estados (que querían más soldados) y contra la Iglesia católica.

- Los neomalthusianos de las décadas de 1960 y 1970 predicaron una doctrina y una práctica
de arriba hacia abajo patrocinadas por organizaciones internacionales y algunos gobiernos.
Los Estados deben introducir métodos anticonceptivos, incluso sin el consentimiento previo
de las poblaciones (de las mujeres, especialmente).

"El hambre y las epidemias elevarán las tasas de mortalidad en la mayor parte del planeta";
y que la Humanidad se enfrentaría a la muerte de "muchos cientos de millones de personas
en hambrunas". Tampoco ha sucedido. De hecho, los seres humanos están mejor
alimentados que nunca. Y tienen mejores casas, y están mejor educados, y cuentan una
mayor esperanza de vida. Por lo general, el hambre, donde aún se padece, es consecuencia
de políticas gubernamentales deliberadas y no de fracasos agrícolas. En muchas partes del
mundo no es el hambre, sino la obesidad, el problema nutricional que más crece.

A pesar de todo esto, la idea de que un mayor número de gente implica más dolor y más
penuria sigue ahí, en el machito.
Estados Unidos cuenta hoy con una población tres veces superior de la que tenía en 1915.
Desde entonces, la calidad de vida americana se ha disparado. En salud y bienestar,
en tecnología y transportes, en ocio; en materia de vivienda, esperanza de vida,
productividad, etcétera, la mayoría de los americanos disfrutan de unos niveles que
no podrían haberse permitido hace un siglo ni siquiera los Rockefeller o los
Vanderbilt. Pero no hay manera de escuchárselo a los expertos.
Bono demográfico: La fase del bono o dividendo demográfico se expresa, precisamente,
en el incremento de la población en edad de trabajar como porcentaje de la población
total. Entre 2001 y 2014, dicho porcentaje creció a una tasa promedio anual del 1.1%
promedio anual, lo cual contribuyó a explicar el 46% de la tasa de crecimiento
promedio anual del PIB per cápita, que fue del 2.4%.

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