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EL SENTIDO TRADICIONAL DE LA GUERRA

Evola (primero a la derecha) en la Primera Guerra Mundial

El guerrero verdadero ve en la guerra el fin en tanto que ve en la misma la


realización de su modo de ser, que lo hace digno de su propia casta, los demás
ven en la guerra un medio. Cuando en cambio el fin se encuentra en otra parte
y la guerra se convierte en un medio, entonces no se hable más de guerreros:
habrá sí soldados, militares pero no guerreros, o bien tendremos a exaltados, a
fanáticos que padecer. Nosotros no nos batimos por un pedazo de tierra, sino
que nos batimos porque la guerra es un bien, de esta manera es como suena
nuestra moral aristocrática. Que para hacer una guerra haya que producir un
montaje esforzándose en ver en cualquier pequeño incidente una 'ofensa' y una
'provocación', dramatizando en forma conmovedora el 'grito de dolor de la
tierra irredenta', vociferando con la palabra 'patria'. apegándose ad usum
delphini a las ideas absolutamente democráticas del 'derecho' y de la 'justicia',
todo esto nos parece francamente cosa de impotentes. Un verdadero guerrero
tiene la fuerza suficiente como para prescindir de todo esto, para saber lo que
quiere y para querer lo que quiere: y tiene la suficiente grandeza como para
saber combatir sin odiar a su enemigo. Los hombres pequeños vendrán luego
y les darán a los guerreros el 'reconocimiento de la patria'. Pero con tal
'reconocimiento' el guerrero no sabe qué hacer: lo deja para quien pueda
vanagloriarse con el mismo, porque en cuanto a él sabe de haber hecho sólo lo
que debía hacer; lo que 'debía' no en el sentido de un 'deber' de corte moderno,
es decir como ofrenda a una cosa que se encuentra por encima o afuera de él,
sino porque ésta es la vía de su naturaleza, porque éste, diría un Oriental, es su
dharma. Y si en el fondo bien poco le importaba 'vencer' o 'perder', mucho
más en cambio le importaba combatir.
Julius Evola, La Torre Nº 8.

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