Вы находитесь на странице: 1из 3

Cuentos de ciencia ficcion

DESDE UN PLANETA LEJANO


La tripulación estaba a bordo. Los ocho ocupantes de la nave tenían instrucciones
precisas. La misión debía cumplirse sin el más mínimo error.
Cuando la cápsula salió de la nave nodriza, los ocho comandos kuarek tenían delante un
planeta que habían visitado antes pero nunca habían intentado aterrizar y mucho
menos entrar en contacto con los alienígenas.
La nave nodriza se veía imponente con sus 957 mesurks de eslora y sus 455 dors de
manga. La luz megatónica que alimentaba sus reactores tenía un brillo que a pesar de la
distancia que se hacía cada vez más grande, mantenía su brillo contrastante con el
negro vacio del espacio.
A bordo, el sistema de navegación ya estaba programado. El destino en pantalla, la zona de aterrizaje predeterminada y los kuarek
sólo debían esperar trescientos ochenta dazors antes de colocarse los trajes que mantuvieran no sólo su temperatura sino la
provisión exacta de hidrógeno para sostener la vida en las condiciones tan agrestes de aquel planeta un tanto gris y caliente.
El comandante kuarek había cumplido 6 misiones de reconocimiento previas y su record de burla a los sistemas de detección de los
alienígenas era casi perfecto. Fue en la misión del tiempo de Cardón en la conjunción de luna de Harum y la estrella Tazm, cuando su
nave fue detectada en el momento que procedían a recolectar muestras de litio en el Desierto Blanco de las Altas Montañas cerca
del Pico Mayor de la Cordillera. Los alienígenas de pieles multicolores estaban como preparados para el contacto pues todos
miraban hacia arriba y portaban reflectores circulares como espejos que apuntaban en dirección de la nave pero sin disparar nada
simplemente apuntando repetidamente como queriendo captar su imágen. Evidentemente fueron descubiertos pero acelerando a
velocidad 5D y usando propulsión de emergencia pudieron superar la línea de fuego que cubría el planeta.
El comandante había podido recorrer la gran masa azul salpicada de territorio elevado donde antes se distinguía un tono verde que
ya había casi desaparecido. A cambio, la zona oxigenada se había teñido de un gris profundo y resultado de ello la actividad biótica
de seres minúsculos era mínima. Constantes explosiones, detectadas por su sistema de rastrillaje remoto de actividad nuclear y de
fusión electrónica, habían contribuido a ese deterioro de la costra planetaria que en la misión 1 y la misión 2 era notoria.

El naufragio del Crisantemo

La primera vez que leí sobre un naufragio fue cuando tenía trece años. Vivía en un
pueblecito de la costa, todas las tardes iba al puerto y me sentaba para ver las naves que
volvían de faenar. Fue a principios de siglo, quizá 1901 o 1902. Recuerdo que era una
historia de Jack London sobre un muchacho sin experiencia, como yo, que se enfrentaba
a una terrible tempestad. Era un cuento corto, de un par de páginas, pero me causó una
honda impresión y, por complicado que parezca, creo que aquel relato marcó el rumbo
que tomaría mi vida más tarde. No, no me convertí en un marinero, al menos en un
sentido estricto, pero es cierto que nunca me he separado del mar. Durante treinta años he conocido y recogido muchas historias
parecidas a las de London como corresponsal naval. Sin embargo, ninguna ha logrado cautivarme tanto como la de aquella revista,
cuando tenía trece años. Ninguna, salvo la del Crisantemo.

El Crisantemo, desaparecido en una tormenta, un oscuro misterio rodea su tragedia. Tan solo sobrevivieron cuatro marinos. Dos de
ellos ya han muerto. Otro se encuentra en paradero desconocido, se cree que en alguna isla de la Micronesia. El último, ya muy
viejo, vivía en una casa aislada en un promontorio de las costas de Escocia. He viajado mucho y navegado por todas las latitudes, y
de todos los lugares en los que he estado, creo que Escocia es sin duda el más bello y triste; sus acantilados, sus prados, sus infinitas
bahías recónditas e inaccesibles, esa bruma que cubre todo varias veces al año. Aunque son quizá sus gentes, cargadas de hombros y
de insondable mirada, las que parecen llevar consigo esa suerte de melancolía allá donde van. Se dice que el viejo nunca habló del
asunto. Lo cierto es que, una vez, yo estuve allí con él.

Aquella tarde, la tempestad azotaba los acantilados sobre los que se supendía la casa del viejo marino, solitaria en medio de ese
páramo baldío. El hombre estaba de espaldas, de pie junto a la ventana, mirando hacia fuera, hacia el mar. Su voz llegaba hasta mí
distorsionada por el concierto celeste y, cada cierto tiempo, se producía un sonido que acallaba incluso la tormenta y el oleaje. Este
fenómeno era causado por las aguas que, a causa de su envite, se elevaban decenas de metros, de modo que, cuando caían, se
precipitaban con tal fuerza que la espuma chisporroteaba como pólvora que se prende. Un rugido que parecía propagarse por la
eternidad. Cuando así sucedía, el viejo callaba, pues no era posible escucharle. Aunque sospecho que había algo más.

Y lo cierto es que la gente tenía razón, porque nada de lo que me dijo fue acerca del naufragio del Crisantemo. Pero yo estuve allí,
con él, en medio de la tormenta, en la casa del acantilado, mientras el mar, abajo, se revolvía furioso. Vi su rostro crisparse, su
mirada de odio, pero también ese temor respetuoso que sentí yo por primera vez al leer acerca de un naufragio, el de aquella
historia cuando era niño. Quizá es que el viejo callara para tratar de distinguir las voces de sus compañeros, los que lograron subir al
bote pero cayeron al abismo en medio de la tempestad. Quizá sus únicas palabras al respecto las pronunciara en el momento en que
las aguas caían, cuando solo el mar podía escucharlas. Tal vez, el viejo vivía allí con la esperanza de que algún día el mar le contara
qué sucedió.

Al cabo de algunos años escuché que el viejo había desaparecido. La casa sigue allí, en el promontorio, y allí estará hasta que lo
quieran los elementos.

Martin y el extraterrestre
Cierta noche, Martin observó desde su ventana, una estela de luz que caía desde el cielo, la velocidad de la luz
aumentaba cada vez más y más por lo que Martin sentía miedo y al mismo tiempo curiosidad. La luz aterrizó en
un terreno abandonado a pocos metro de su casa, así es que se armó de valor y fue a investigar el origen de
aquella luz tan grande y luminosa.

Encontró un gran cráter en el lugar del choque y justamente en el centro había algo en forma de disco, que sin
duda era un platillo volador o una nave extraterrestre. La puerta de ésta comenzó a abrirse y el chico no tuvo
tiempo ni de correr, cuando de ella salió una criatura de lo más extraña. Era de un color jade oscuro con orejas
enormes que llegaban hasta el piso, media aproximadamente 60 centímetros y tenia la piel arrugada, Martin se
las arregló para reprimir un grito cuando la criatura comenzó a hablar.

– Hola, me llamo Stalisky, soy de un planeta muy lejano, mi nave se estropeo, por lo que no pude completar mi
viaje a Venus y caí en este planeta.
– Yo soy Martin – dijo el chico estrechándole la mano – ¿cómo es que sabes hablar nuestro idioma?
– Nuestra raza ha aprendido las culturas e idiomas de los 25 planetas habitables que hemos encontrado por el
espacio. Te agradecería mucho que me ayudaras a reparar mi nave, ya que nuestra tecnología para corregir
errores no funciona en el planeta tierra.

Martin aceptó encantado, por varias semanas fue hasta el lugar en donde estaba la nave a ayudar en la
reparación. Él y Stalisky se convirtieron en muy buenos amigos, y compartieron conocimientos mutuamente.
Martin aprendió que no se debe juzgar a nadie ni nada por su apariencia ni por su raza, sino que debemos
ayudar a todos en lo que podamos.

Cuando llegó la hora de partir, se despidieron con un abrazo y unas bellas palabras, Martin no pudo evitar que
las lagrimas corrieran por su rostro al mismo tiempo que la nave de Staisky tomaba altura y se alejaba cada vez
más de la tierra.

El reloj viejo

El reloj marrón pegado de moho, raído y envejecido, estaba adherida con


cinta adhesiva para disimular el vidrio rajado. Era la reliquia de la familia
Romañez guardado con mucho recelo mas de cuatro siglos. Roberto era
el único ser vivo de la familia que luchaba por salir de la terrible depresión
que le mantenía perdido en el mundo exterior. La gran fortuna se agotaba.
Inconscientemente se había dedicado viajar por todo el mundo; para
sanar de su enfermedad. Desde entonces empeoro su salud. La casa era
un mugrero nunca salía de día. Apenas algunas noches hacia su paseo
nocturno. Escuálido, ojeroso; Su cabello se había apoderado de su cuerpo.La suciedad de su piel escondía su piel blanca y
envejecida. Apenas quedaba nada de aquel hombre que fue aquellos años. Había intentado tantos suicidios fruto de su
desesperación; no ejecutándolas por su carácter débil y cobarde que le hundía cada minuto de su vida. El reloj estaba
maldito siempre le despertaba a las tres de la mañana., la cual le producía un profundo miedo de su soledad. Una noche
salio para no volver... al cruzar la calle tropezó con el borde de la acera dando un tras pies; cayendo de espalda. Su débil y
mugroso cuerpo fue lavado por la lluvia. Dejando sus huesos prominentes al descubierto.Aquella mañana; Mientras la
gente formaba un tumulto, las fuerza de seguridad acordonaba el área del suceso; el cadáver intento levantarse lanzando
un grito aterrador; cayo tieso, otra vez en un profundo sueño. Para nunca mas despertar.

El beso de la noche

El caballero con su corazón rebosante de amor; lleno de caricias a


la misteriosa dama de la noche. Con sus manos temblorosas
acaricio su bella cabellera azabache. Mientras ella le miraba con
sus bellos ojos negros azulados que brillaban fervorosos. Su
mirada cálida y angelical embeleso al caballero misterioso;
mientras la contemplaba deslizo sus manos en la brillante
melena; enredándose en ella. Desprendiéndose dejo caer sus
manos tocando su suave piel. Una lagrima broto como una gota
de lluvia en su bello semblante. Humedeciendo la barba espinosa de aquel hombre que no conocía su nombre. Era una
noche especial; eclipsado por cupido. Al fin cumplía su misión uniendo a dos seres en un profundo conocimiento de los
sentimientos mas puros del alma. La bella dama de la noche se despidió cerrando el pacto con un efusivo abrazo; ambos
se amaron aquella noche uniéndose a un solo ser; en aquel encuentro que el universo nos tiene preparado para cada
uno de nosotros.
Se acerca la tormenta, pronuncio la bella dama con la mirada llena de amor; mientras su corazón latía acelerado como
un caballo llegando a su meta. Finalizando con una voz débil, cayo estrepitosamente en la acera. El caballero misterioso
se arrodillo gritando su amor efusivamente a la bella dama; mientras la sostenía entre sus brazos. La apretó fuerte entre
su pecho besándola cálida e infinitamente. Con el sentimiento mas puro que broto de su ser.
La hermosa mujer volvió a la vida; abrió sus bellos ojos azulados que resplandecían como nunca. Así prometieron
amarse por siempre; sellando el pacto de amor eterno aquella noche tormentosa.
Cada uno, tenia que partir a cumplir una misión en la Tierra. La bella dama desde aquel día siempre esta arriba y brilla
como nunca; cada noche. Mientras el caballero misterioso se alejo a millas de distancia por una temporada. Hasta la
legada del equinoccio.
Ella permanece ansiosa esperando su retorno cada noche. Al final cuando termina la estación se unirán de nuevo para
eclipsar el amor que se prometieron aquella noche.
Hoy es un día especial; el universo esta feliz, todas las estrellas se alinearon para brillar mas. Hoy hay una gran fiesta en
el universo; ¿ me acompañas?, sera inolvidable. Porque es el día del amor.

Вам также может понравиться