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“Timón, que es discípulo de Pirrón, dice que quien desea ser feliz debe tener en
cuenta tres cosas: 1ª) cuál es la naturaleza de las cosas; 2ª) qué actitud
debemos adoptar respecto a ellas; 3ª) y finalmente qué resultará de tal
actitud.” (Aristocles, en Eusebio, Praeparatio evangelica, XIV, 18)
“No existe un bien ni un mal por naturaleza, sino que estas cosas son juzgadas
por la inteligencia en relación al hombre, de acuerdo a lo que afirma Timón
(Sixto Empírico, Adversus mathematicus, XI, 140) Pues si algo fuese bien o
mal por naturaleza, debía ser para todos bien o mal, como la nieve es fría para
todos; pero contrariamente a eso, no existe bien o mal que sea común para
todos; luego no existe bien o mal por naturaleza… Pues la misma cosa es
estimada un bien por uno (como el placer por Epicuro), un mal por otro (como
por Antístenes): de ahí se derivará, pues, que la misma cosa es bien y mal.”
(Diógenes, IX, 101)
“En efecto, Pirrón afirmaba que nada es bello ni feo, justo ni injusto, y,
análogamente, en cada cosa no existe nada en la realidad, sino que en virtud
de la convención y del hábito de los hombres se producen todas (estas
determinaciones), pues cada cosa no posee tal carácter más que tal otro.”
(Diógenes Laercio, IX, 61)
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la moderación de las afecciones en las derivadas de la necesidad.” (Sexto
Empírico, Hypotiposys pirronicas, I, 25,-30)
“Aquel que afirma que los escépticos suprimen los fenómenos, me parece que
no ha logrado entender lo que nosotros decimos: pues no destruimos las
afecciones que se derivan de las representaciones que nos conducen
involuntariamente al asentimiento, como ya hemos dicho, y éstos son los
fenómenos. Pero cuando investigamos si el objeto es tal como aparece,
admitimos que aparece, pero indagamos no sobre el fenómeno, sino sobre
aquello que se dice sobre el fenómeno mismo, lo cual es distinto a la
indagación sobre el propio fenómeno. Así, por ejemplo, admitimos que la miel
parece darnos la sensación de lo dulce, porque tenemos la sensación de lo
dulce. Pero si también es dulce, he aquí lo que investigamos por medio del
razonamiento, lo cual no constituye el fenómeno, sino lo que se dice en torno
al fenómeno.” (Ibid., 19-20)
“Por lo cual, cuando digo: a todo discurso se le opone otro igual, afirmo algo
equivalente a lo siguiente: a todo razonamiento examinado por mí en tanto
intenta fundamentar una aserción dogmática, me parece que se le opone otro
discurso, que también pretende fundamentar una proposición dogmática, y
posee igual valor para su credibilidad o no credibilidad: de manera que ésta no
es la expresión dogmática de un discurso, sino la enunciación de un estado de
ánimo del sujeto humano, es decir, aquel que se presenta en quien es afectado
por él.” (Sexto Empírico, H. p., I, 203)