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Культура Документы
y
emoción
David
Freedberg
(En
The
Artful
Mind.
Cognitive
Science
and
the
Riddle
of
Human
Creativity)
Traducción
revisada
por
Mauricio
Vargas
En
The
Power
of
Images
(1989),
describí
algunos
de
los
síntomas
recurrentes
de
las
respuestas
emocionales
a
las
pinturas
y
esculturas
a
lo
largo
de
la
historia.
Aquí
llevo
el
problema
un
paso
más
allá
y
sugiero
que
una
de
las
tareas
del
futuro
trabajo
interdisciplinario
entre
las
neurociencias
y
la
historia
del
arte
podría
ser
examinar
la
relación
entre
cómo
se
ven
las
imágenes
y
las
respuestas
emocionales
que
provocan.
Este
capítulo
rechaza
la
idea
de
que
tal
relación
puede
ser
demasiado
desigual
para
pensarla.
En
él,
doy
algunos
ejemplos
de
la
historia
de
la
pintura
y
la
historia
de
la
música,
donde
se
han
realizado
esfuerzos
para
conectar
composiciones
particulares
con
estados
emocionales
particulares.
La
propuesta
de
Poussin
(1647)
sugiere
posibilidades
futuras
para
la
investigación
en
esta
área.
¿Cuáles
son
los
protocolos
para
conducir
un
experimento
sobre
las
relaciones
entre
la
composición
pictórica
y
la
respuesta
emocional?
Detrás
de
esta
pregunta
está
el
problema
de
establecer
y
definir
correlaciones
entre
tipos
particulares
de
composiciones
y
respuestas
emocionales
particulares.
En
un
grupo
preliminar
de
experimentos
realizado
por
Pietro
Perona
y
yo
en
mayo
de
1999,
intentamos
establecer
la
posibilidad
de
llegar
a
conclusiones
sobre
la
relación
entre
la
percepción
inmediata
de
una
imagen
y
las
respuestas
emocionales
a
ella.
El
contexto,
por
supuesto,
condiciona
y
contamina
la
respuesta,
pero
nos
preocupamos
por
las
respuestas
que
puedan
surgir
de
una
visión
limitada
por
el
conocimiento
circunstancial
anterior
y
lo
menos
contaminadas
posible
por
factores
contextuales,
ya
sean
individuales,
sociales
o
históricos.
Reconocimos
dos
conjuntos
iniciales
de
dificultades.
El
primero
tenía
que
ver
con
el
aislamiento
de
las
características
de
composición
de
todo
lo
demás
en
una
imagen
(color
y
tema,
por
ejemplo)
que
desempeña
un
papel
en
la
evocación
de
la
emoción;
el
segundo
se
refiere
a
la
definición
de
tipos
de
respuesta.
Continuamos
evaluando
los
problemas
de
los
criterios
evaluativos;
de
modos
y
modalidad;
de
procesamiento
1
paralelo;
y
el
problema
más
general
de
pasar
de
los
aspectos
de
la
visión
(por
ejemplo,
los
patrones
del
ojo
sacádico
y
el
problema
de
la
prominencia)
a
la
emoción.
El
último
movimiento
es
el
quid.
Tomamos
dos
tipos
de
composiciones
amplias:
las
geométricas
relativamente
simples
y
las
más
complejas,
como
las
pinturas.
Algunas
pinturas
del
pasado
contienen
elementos
de
composición
tan
claramente
salientes
que
pueden
ser
comparados
útilmente,
en
términos
de
las
respuestas
que
evocan,
con
composiciones
geométricas
más
simples
desprovistas
de
color
o
iconografía.
Por
lo
tanto,
ofrecen
la
posibilidad
de
probar
las
correlaciones
entre
la
composición
y
la
emoción
de
manera
más
satisfactoria
que
las
imágenes
donde
los
elementos
de
la
composición
son
menos
obvios
o
menos
abiertos
por
el
artista.
El
trabajo
del
pintor
francés
del
siglo
XVII
Nicolas
Poussin
ofrece
una
gran
cantidad
de
ejemplos
posibles.
Muchas
de
sus
pinturas
tienen
estructuras
compositivas
tan
claras
(y
tan
conscientemente
concebidas,
como
sabemos
por
sus
escritos,
sus
dibujos
y
sus
propios
experimentos
en
composición1)
que
los
elementos
de
su
geometría
parecen
mucho
más
fuertes,
y
dejan
una
mayor
impresión
duradera
en
la
mente,
que
aquellos
en
la
mayoría
de
las
otras
pinturas
figurativas
en
la
historia
del
arte.
Por
lo
tanto,
Poussin
ofrece
un
caso
de
prueba
superior
para
los
efectos
emocionales
de
la
estructura
compositiva
general,
además
de
las
interferencias
de
color,
tema
y
elementos
estructurales
más
aparentemente
decorativos.
Todo
esto
puede
parecer
una
cuestión
de
meras
impresiones,
pero
no
es
necesario
decir
que
las
meras
impresiones
deben
tomarse
en
serio
cuando
se
trata
de
la
relación
entre
las
imágenes
y
los
efectos
mentales
potencialmente
correlativos
que
generan.
Además,
Poussin
ofreció
un
interesante
conjunto
de
reflexiones
sobre
el
problema
de
la
relación
entre
la
composición
y
la
activación
de
las
emociones
en
el
"alma
de
los
espectadores"
(como
él
mismo
lo
expresó).
Estas
reflexiones
formarán
el
texto
central
de
la
primera
parte
de
este
documento.
Ellos
giran
en
torno
a
una
vieja
noción
de
los
modos
musicales.
No
me
conmueve
el
argumento
de
que
los
tipos
de
imágenes
de
las
emociones
(y
de
la
música)
se
vuelven
demasiado
refinados
para
caer
dentro
2
del
alcance
de
las
neurociencias.
El
argumento
de
que
lo
máximo
que
podemos
decir
ahora
sobre
las
emociones
está
en
un
nivel
relativamente
burdo
no
debe
bloquear
la
investigación
sobre
las
correlaciones
entre
la
composición
visual
y
la
emoción;
no
obstante,
se
puede
afirmar
que
dicha
emoción
está
(o
está
contaminada
por
factores
contextuales
)
Mientras
tanto,
ofrezco
un
estudio
de
caso
en
la
historia
de
los
modos
que
me
parece
que
constituye
un
prolegómeno
interesante
al
problema,
no
solo
por
lo
siguiente:
*
Las
pinturas
de
Poussin
presentan
un
tipo
de
claridad
compositiva
que
no
se
encuentra
a
menudo
en
otras
imágenes
(en
ellas,
creo,
la
composición
es
tan
clara
que
es
menos
probable,
al
menos
en
el
contexto
de
la
visión
inmediata
o
"temprana",
estar
contaminado
por
cuestiones
de
color,
iconografía,
expresión,
etc.).
Pero
también
porque:
*
El
problema
histórico
de
los
modos
ofrece
una
forma
de
pensar
completamente
diferente
sobre
la
modalidad
a
partir
de
las
concepciones
actuales
de
esa
noción;
*
El
paralelo
histórico
con
los
modos
musicales
-‐vea
aquí
el
esqueleto
post-‐
lude
-‐
apunta
una
vez
más
al
único
tema
que
durante
tanto
tiempo
ha
obstaculizado
el
estudio
serio
de
las
relaciones
entre
los
objetos
estéticos
y
la
emoción,
es
decir,
que
las
emociones
son
demasiado
irregulares
para
ser
susceptibles
a
cualquier
tipo
de
regla
o
ley.
El
compromiso
aquí
es
la
creencia
de
que
el
trabajo
neurocientífico
(por
Damasio,
Le
Doux
y
muchos
otros)
puede
introducir
orden
en
la
irregularidad
general
de
hablar
sobre
la
emoción
y
contrarrestar
nuestra
tendencia
a
considerar
la
emoción,
especialmente
cuando
no
es
grosera
o
fuerte,
como
una
problema
psicoanalítico
en
lugar
de
uno
neural.
3
LOS
MODOS
La
idea
de
los
modos
en
el
arte
(y
en
la
pintura
en
particular)
no
era
común,
al
menos
hasta
mediados
del
siglo
diecisiete.
Pero
a
partir
de
entonces,
disfrutó
de
una
moda
bastante
larga.
Su
introducción
en
la
corriente
principal
de
la
historia
del
arte
se
debe
a
la
influencia
de
un
solo
hombre.
El
24
de
noviembre
de
1647,
el
pintor
francés
Nicolas
Poussin
escribió
una
larga
carta
desde
Roma
a
su
amigo
y
mecenas
Paul
Fréart
de
Chantelou
en
París.
"Esos
buenos
griegos
antiguos",
dijo
en
un
momento,
"los
inventores
de
todo
lo
bello,
encontraron
varios
modos
por
medio
de
los
cuales
produjeron
efectos
maravillosos"
(Poussin
1911,
372-‐73)2
¿Qué
entendía
Poussin
por
"modos"
y
qué
significado
podrían
tener
para
nosotros?
3
En
1647,
Poussin
pintó
el
Hallazgo
de
Moisés
para
Jean
Pointel
(véase
http://theartfulmind.stanford.edu),
uno
de
los
varios
que
hizo
sobre
este
tema
comparativamente
inusual,
y
una
escena
de
Ordenación
(parte
de
un
ciclo
de
la
Siete
Sacramentos)
para
Paul
Fréart
de
Chantelou
(ver
http://theartfulmind.stanford.edu).
Pointel
y
Chantelou
fueron
los
mecenas
franceses
más
importantes
de
Poussin,
aunque
ciertamente
no
tan
importantes
para
su
arte
como
Cassiano
dal
Pozzo
en
Roma,
para
quienes
pintó
la
primera
serie
de
Sacramentos
justo
antes
de
su
breve
regreso
a
París
en
1641-‐1642.
Pointel
era
banquero
y
soltero,
y
finalmente
poseyó
veintiuna
de
las
pinturas
más
hermosas
de
Poussin.
También
fue
el
más
privado
de
los
hombres,
a
diferencia
de
Chantelou,
quien
junto
con
su
hermano
Roland
Fréart
de
Chambray
fue
instrumental
en
lo
que
podría
llamarse
la
clasicización
del
arte
francés
bajo
Richelieu,
Mazarin
y
Colbert.
No
es
sorprendente
que
Chantelou
haya
encargado
una
serie
de
los
Siete
Sacramentos
(un
tema
extremadamente
inusual)
en
emulación
directa
del
conjunto
anterior,
pintado
para
Cassiano,
en
el
cual
Poussin
mostró
su
famoso
conocimiento
de
la
arqueología
de
los
dos
primeros
cristianos
y
de
la
antigüedad
clásica.
Pero
Chantelou
evidentemente
no
estaba
satisfecho
con
su
pintura
de
Ordenación.
Estaba
constantemente
mirando
por
encima
del
hombro,
y
como
4
aprendimos
de
una
famosa
carta
de
Poussin
a
él
en
noviembre
de
1647,
parece
haber
sentido
que
el
Hallazgo
de
Moisés
de
Pointel
era
la
mejor
descripción.
Los
historiadores
del
arte
pueden
pensar
que
esto
es
un
poco
como
comparar
manzanas
y
naranjas,
y
obviamente
Poussin
también
lo
creía
así.
Muy
exasperado
por
las
quejas
de
Chantelou,
quería
resolver
el
problema
de
una
vez
por
todas.
''
[Es]
fácil
disipar
tu
sospecha
de
que
te
honro
menos
y
de
que
soy
menos
devoto
de
ti
que
de
los
demás
'',
escribió
en
una
carta
petulante
a
Chantelou.
Si
esto
fuera
así,
¿por
qué
debería
haberte
preferido,
durante
un
período
de
cinco
años,
a
tantas
personas
de
mérito
y
calidad
que
deseaban
fervientemente
que
hiciera
algo
por
ellos
y
que
me
ofrecían
sus
bolsos?
¿Por
qué
estaba
satisfecho
con
un
precio
tan
modesto
que
ni
siquiera
aceptaría
lo
que
tú
mismo
me
ofreciste?
Y
por
qué,
después
de
enviarte
la
primera
de
las
imágenes
compuesta
de
solo
dieciséis
o
dieciocho
figuras
-‐
de
modo
que
podría
haber
hecho
las
otras
con
el
mismo
número
o
menos
para
poner
fin
a
un
trabajo
tan
largo-‐,
¿por
qué
las
enriquecí
aún
sin
pensar,
excepto
para
obtener
tu
buena
voluntad?
Si
encuentras
tan
atractivo
el
cuadro
del
Hallazgo
de
Moisés
en
las
aguas
del
Nilo,
que
le
pertenece
a
M.
Pointel,
¿es
esta
una
razón
para
pensar
que
lo
hice
con
mayor
amor
del
que
pongo
en
tus
pinturas?
(Poussin
1911,
371-‐72)
Entonces
él
tuvo
una
idea.
Intentaría
explicarle
algo
muy
básico
sobre
las
imágenes
a
Chantelou.
Sin
embargo,
no
teniendo
los
argumentos
correctos
a
mano
para
pintar,
recurrió
a
un
ejemplo
de
la
teoría
de
la
música
para
explicar
lo
que
puede
parecernos
obvio:
que
diferentes
sujetos
requieren
diferentes
tratamientos.
Pero
fue
aún
más
lejos
que
esto,
sugiriendo
que
diferentes
tratamientos
podrían
tener
diferentes
efectos
en
el
espectador.
¿No
puedes
ver
que
es
la
naturaleza
del
sujeto
y
su
estado
de
ánimo
[disposición]
lo
que
ha
causado
este
efecto,
y
que
los
temas
que
represento
para
ti
requieren
un
tratamiento
diferente?
Todo
el
arte
de
pintar
yace
en
esto.
Perdona
mi
libertad
si
digo
que
has
sido
demasiado
apresurado
en
tu
juicio
sobre
mis
obras.
Juzgar
bien
es
muy
difícil
a
menos
que
uno
tenga
un
gran
conocimiento
tanto
de
la
teoría
como
de
la
5
práctica
de
este
arte.
Nuestros
sentidos
por
sí
solos
no
deberían
ser
el
juez,
sino
la
razón
también.
Es
por
eso
que
quiero
decirte
algo
de
gran
importancia
que
te
hará
ver
lo
que
se
debe
observar
al
representar
los
temas
de
las
pinturas.
Esos
antiguos
griegos,
inventores
de
todo
lo
bello,
encontraron
varios
modos
por
medio
de
los
cuales
produjeron
efectos
maravillosos.
Esta
palabra
''
modo
''
significa,
correctamente,
la
relación
o
la
medida
y
la
forma
que
utilizamos
para
hacer
algo,
lo
que
nos
obliga
a
no
ir
más
allá,
haciéndonos
trabajar
en
todas
las
cosas
con
un
cierto
curso
medio
o
moderación.
Y
entonces,
esta
mediocridad
o
moderación
es
simplemente
una
cierta
manera
o
un
orden
determinado
y
fijo
en
el
proceso
por
el
cual
una
cosa
preserva
su
ser.
Los
modos
de
los
antiguos
se
componían
de
varias
cosas
juntas;
y
de
su
variedad
surgieron
ciertas
diferencias
entre
los
modos;
y
de
ellos
se
podía
entender
que
cada
modo
conservaba
en
sí
mismo
un
cierto
carácter
distintivo,
particularmente
cuando
todas
las
cosas
que
entraban
en
la
composición
se
juntaban
en
proporciones
tales
que
surgía
la
capacidad
y
el
poder
para
despertar
el
alma
de
los
espectadores
a
diversas
emociones
[
énfasis
añadido].
Observando
estos
efectos,
los
antiguos
sabios
atribuyeron
a
cada
modo
efectos
particulares
que
surgen
de
cada
uno
de
ellos.
Por
esta
razón
llamaron
Dorián
el
modo
que
era
estable,
grave
y
severo,
y
lo
aplicaron
a
asuntos
graves,
severos
y
llenos
de
sabiduría.
Y
pasando
de
esto
a
cosas
agradables
y
alegres,
usaron
el
modo
Frigio
porque
sus
modulaciones
fueron
más
refinadas
[más
menús]
que
las
de
cualquier
otro
modo
y
su
aspecto
más
nítido.
Estas
dos
maneras
y
ninguna
otra
fueron
elogiadas
y
aprobadas
por
Platón
y
Aristóteles,
quienes
consideraron
que
los
otros
eran
inútiles;
tenían
en
alta
estima
este
modo
vehemente,
furioso
y
altamente
severo
que
impresiona
a
los
espectadores
con
asombro.
Espero
dentro
de
un
año
pintar
algo
en
este
modo
frigio;
guerras
espantosas
proporcionan
temas
adecuados
para
esta
manera.
Además,
consideraron
que
el
modo
Lydian
era
el
más
apropiado
para
los
sujetos
tristes
porque
no
tiene
ni
la
simplicidad
de
Dorian
ni
la
severidad
del
Frigio.
El
modo
Hipólidiano
contiene
dentro
de
sí
una
cierta
suavidad
y
dulzura
que
llena
de
alegría
el
alma
de
los
espectadores.
Se
presta
a
asuntos
divinos,
gloria
y
paraíso.
Los
antiguos
inventaron
el
jonio
que
emplearon
para
representar
bailes,
bacanales
y
fiestas
debido
a
su
carácter
alegre.
Los
buenos
poetas
han
usado
gran
diligencia
y
maravillosa
artificia
para
adaptar
la
elección
de
las
palabras
a
sus
versos
y
disponer
los
pies
de
acuerdo
con
la
corrección
[conveniencia]
del
habla.
...
Entonces,
cuando
[Virgilio]
está
hablando
de
amor,
él
ha
6
escogido
hábilmente
ciertas
palabras
que
son
dulces,
agradables
y
muy
amables
para
el
oído.
Cuando
canta
una
hazaña
o
describe
una
batalla
naval
o
un
accidente
en
el
mar,
ha
elegido
palabras
que
son
duras,
nítidas
y
desagradables,
de
modo
que
al
oírlas
o
pronunciarlas
suscitan
temor.
Si,
por
lo
tanto,
te
hubiera
pintado
una
imagen
en
la
que
se
siguiera
esta
manera,
te
imaginarías
que
no
te
quería.
Si
no
fuera
que
equivaldría
a
componer
un
libro
en
lugar
de
escribir
una
carta,
me
gustaría
llamar
tu
atención
sobre
varias
cosas
importantes
que
deberían
tenerse
en
cuenta
en
la
pintura,
para
que
puedas
darte
cuenta
plenamente
de
cuánto
me
esfuerzo
para
servirte
bien.
.
Aunque
estás
muy
bien
informado
en
todos
los
asuntos,
me
temo
que
la
compañía
de
tantas
personas
insensibles
e
ignorantes
del
tipo
que
te
rodea
puede
corromper
tu
juicio
por
contagio.
Sigo
siendo,
como
siempre,
tu
muy
humilde
y
fiel
servidor,
Poussin.
(Poussin
1911:
373-‐74)
Obviamente,
hay
mucho
aquí
que
requiere
comentarios
(la
relación
entre
la
razón
y
los
sentidos,
por
ejemplo,
y
los
paralelos
predecibles
entre
la
pintura
y
la
poesía);
pero
quiero
concentrarme
en
lo
que
puede
parecer
la
parte
más
misteriosa
de
la
carta,
a
saber,
la
parte
en
la
que
Poussin
habla
de
los
modos
y
sus
extrañas
referencias
a
la
tumba
Dorian,
el
Frigio
agudo
y
guerrero,
el
Hipólito
suave,
el
Jónico
alegre
,
y
así.
¿De
dónde
viene
todo
esto?
Viene,
como
Anthony
Blunt
descubrió
en
1933,4
de
la
teoría
de
la
música
antigua.
De
hecho,
lo
que
escribió
Poussin
sobre
los
modos
es
poco
más
que
un
plagio
directo
de
las
Instituciones
Armónicas
de
Gioseffe
Zarlino,5
publicado
por
primera
vez
en
1553
y
reimpreso
muchas
veces
durante
el
resto
del
siglo.
Pero
esta
no
es
una
razón
para
no
tomar
sus
ideas
en
serio.
Después
de
todo,
aunque
la
mayoría
de
nosotros
puede
reconocer
la
posibilidad
de
que
diferentes
tipos
de
música
puedan
agitarnos
de
manera
diferente,
la
idea
de
que
diferentes
tipos
de
imágenes
nos
muevan
de
diferentes
maneras
parecería
más
resistente
a
la
formulación
de
una
manera
clara
o
sistemática.
De
hecho,
los
estudiosos
de
Poussin
han
evitado
el
tema
por
completo.
El
enfoque
habitual
de
esta
carta
ha
sido
o
bien
desestimarlo
como
simple
plagio
o
verlo
en
términos
de
las
doctrinas
gemelas
del
decoro
y
del
affetti.6
Es
decir,
se
ha
entendido
que
Poussin
está
haciendo
la
afirmación
bastante
convencional
de
que
la
expresión
de
las
7
emociones
dentro
de
las
pinturas
debería
de
alguna
manera
ser
apropiado
para
el
tipo
de
sujeto
que
se
representará.
El
propio
Poussin
escribió
en
1637
de
otra
pintura
que
hizo
para
Chantelou,
la
imagen
casi
ilegible
en
el
Louvre
de
The
Israelites
Gathering
the
Manna,
de
que
había
"ciertas
actitudes
naturales
dentro
de
ella"
que
permiten
a
uno
ver
en
los
israelitas
no
solo
la
miseria
y
el
hambre
a
los
que
fueron
reducidos,
sino
también
la
alegría
y
la
felicidad
en
que
se
encontraron,
el
asombro
por
el
que
fueron
tocados,
el
respeto
y
la
reverencia
que
tenían
por
su
líder;
con
una
mezcla
de
mujeres,
niños
y
ancianos,
y
de
diferentes
temperamentos.7
Fue
este
tipo
de
lectura
de
una
imagen
que
fue
retomada
en
las
famosas
Conférences
o
Conferencias
en
la
Academia
Francesa
de
Pintura
de
alrededor
de
1667
en
adelante;8
y
así
es
como
casi
todos
los
eruditos
han
intentado
lidiar
con
el
problema.
Gran
parte
de
la
literatura
sobre
Poussin
y
muchos
de
los
primeros
comentaristas
sobre
su
trabajo,
desde
finales
del
siglo
XVII
en
adelante,
han
dedicado
un
gran
esfuerzo
al
análisis
de
las
formas
en
que
uno
u
otro
de
los
modos
de
Poussin
se
expresaron
en
una
u
otra
de
sus
pinturas.
Se
han
derramado
grandes
cantidades
de
tinta
para
establecer
cuáles
podrían
ser
los
"modos"
particulares
de
las
pinturas
individuales,
y
si
un
tema
en
particular
se
expresó
de
una
manera
adecuada
o
adecuada
para
ese
tema.
Pero
esto
no
es
lo
que
pretendía
Poussin,
por
mucho
que
sus
descripciones
de
los
modos
lo
sugieran.
Por
supuesto,
puede
ser
que
percibamos
que
una
imagen
o
una
pieza
de
música
es
severa,
por
ejemplo,
pero
que
no
nos
hace
sentir
severos.
La
expresión
de
la
emoción,
sin
embargo,
no
es
el
verdadero
tema
de
la
carta
de
Poussin;
la
excitación
de
las
emociones
sí
lo
es.
La
expresión
está
evidentemente
ligada
a
más
de
lo
que
implica
la
composición
sola
(como,
por
ejemplo,
el
color
y
el
tema).
La
estimulación
de
un
sentimiento10
también
puede
depender
de
la
expresión
de
una
imagen,
pero
el
objetivo
del
proyecto
esbozado
aquí
(así
como
el
enfoque
central
de
la
carta
de
Poussin)
es
avanzar
hacia
el
establecimiento
de
correlaciones
que
preceden
al
contexto
de
información
de
la
cual,
en
gran
medida,
depende
la
expresión.
Sin
8
embargo,
este
no
es
el
lugar
para
ofrecer
distinciones
entre
la
expresión
y
la
excitación
de
la
emoción.
Volviendo
a
Poussin,
no
estaba
simplemente
señalando
la
dificultad
de
encontrar
los
modos
correctos
para
expresar
las
emociones
relevantes
de
los
actores
en
las
imágenes.
Tampoco
estaba
defendiendo
la
expresión
del
carácter
moral
y
emocional
(el
ethos,
como
se
llamaba
entonces)
de
una
imagen
o
sus
actores.
El
tema
básico
para
él,
como
lo
aclara
la
carta,
es
la
excitación
de
la
emoción,
no
la
expresión
putativa
de
las
emociones
dentro
de
una
imagen.
Tampoco
le
preocupaba
especialmente
la
cuestión
de
cómo
leer
correctamente
las
emociones
expresadas
en
una
pintura
o
por
sus
protagonistas.
Ver
la
carta
de
Poussin
de
cualquiera
de
estas
maneras
me
parece
ignorar
su
pasaje
más
crucial
e
interesante.
Después
de
todo,
él
mismo
observó
clara
y
articuladamente
que
"cada
modo
retuvo
en
sí
mismo
un
cierto
carácter
distintivo,
particularmente
cuando
todas
las
cosas
que
entraron
en
la
composición
se
juntaron
en
proporciones
tales
que
surgió
la
capacidad
y
el
poder
para
despertar
el
alma.
de
los
observadores
de
diversas
emociones."
Este
es
el
reclamo
central
de
la
carta.
Va
más
allá
de
los
preceptos
en
sus
cartas
de
diez
años
antes
sobre
el
Encuentro
del
Maná
para
"leer
la
historia
y
la
pintura
[lisez
l'histoire
et
le
tableau]
para
saber
si
cada
cosa
es
apropiada
para
el
tema
[afin
de
connaître
si
chaque
chose
est
appropriée
au
sujet]''
(Poussin
1911,
21).
Esta
noción,
sin
duda,
se
basaba
en
el
viejo
paralelismo
entre
textos
y
pinturas
y
en
la
noción
de
decoro
y
adecuación.
Pero
el
punto
ahora
era
mucho
más
radical.
Tenía
poco
que
ver
con
leer
una
imagen.
Implicaba,
o
mejor
dicho,
declaraba
abiertamente,
que
una
composición
puede
juntarse
de
tal
manera
que
despierte
el
alma
de
los
espectadores
a
emociones
particulares.
Con
la
música,
esto
parece
evidente,
de
sentido
común,
intuitivo
y
consistente
con
nuestra
experiencia,
¿pero
con
la
pintura?
¿O
escultura?
¿O
arquitectura?
¿Y
podrían
estos
modos
ser
específicos
para
las
imágenes?
¿Podrían,
además,
establecerse
las
emociones
correlativas
para
la
forma
en
que
las
imágenes
particulares
se
juntan?
Creo
que
cualquiera
que
reflexione
9
sobre
estas
cuestiones
se
dará
cuenta
instantáneamente
de
que
una
respuesta
positiva
implicaría
una
visión
de
las
relaciones
entre
las
imágenes
y
los
espectadores
que
no
depende
únicamente
del
contexto.
Tal
punto
de
vista
se
basa,
en
cambio,
en
la
posibilidad
de
poder
establecer
ciertas
reglas,
y
supone
que
tipos
particulares
de
respuestas
son
de
hecho
innatas.
Por
lo
tanto,
uno
debe
preguntarse
si
los
tipos
de
correlaciones
que
Poussin
sugería
podrían
ser
tanto
universales
(que
es
lo
que
la
carta
implica)
como
universalmente
aplicables.
Después
de
todo,
Poussin
dijo
que
los
modos
eran
específicos
y
que
los
efectos
de
las
imágenes
en
sus
observadores
podían
estar
directamente
relacionados
con
la
forma
en
que
se
componían
y
cómo
se
veían.
Nadie,
hasta
donde
yo
sé,
se
ha
tomado
esto
suficientemente
en
serio
como
para
analizar
la
posibilidad
de
que
Poussin
haya
estado
reclamando
no
solo
algo
importante
sobre
las
respuestas
a
las
imágenes,
sino
también
algo
básico.
Creo
que
lo
era.
Además,
creo
que
lo
que
él
dijo
tiene
poderosas
implicaciones
para
la
filosofía
de
la
mente
y
para
la
forma
en
que
pensamos
acerca
de
la
arquitectura,
como
Kant
lo
habría
dicho,
de
las
operaciones
mentales.
Nada
menos
que
Bernini,
el
más
sensual
de
los
escultores,
parece
haber
captado
algo
de
esto
cuando,
señalando
su
frente,
comentó
(al
ver
la
pintura
de
las
imágenes
en
París
en
1665)
que
"Signor
Poussin
y
e
pittore
che
lavora
di
la''
–
"El
señor
Poussin
es
un
pintor
que
trabaja
desde
aquí"
(Thuillier
1960,
127,
y
también
en
Thuillier
1994,
177).
Cuando
escribí
The
Power
of
Images
(Freedberg,
1989),
me
abstuve
deliberadamente
de
sugerir
nada
sobre
la
naturaleza
humana
o
sobre
la
posibilidad
de
niveles
innatos
de
respuesta,
aunque
algunos
críticos
captaron
alguna
pista
de
eso.
Pero
ahora
creo
que
no
fui
lo
suficientemente
radical.
Mi
propio
sentido
es
que
Poussin
tenía
razón,
y
que
uno
debería
ser
capaz
de
establecer
una
sintaxis
de
correlaciones
entre
imágenes
y
respuestas,
y
que
esta
sintaxis
es,
en
principio,
reconocible
a
través
de
la
idea
de
los
modos.
En
su
carta,
Poussin
no
ofrece,
por
supuesto,
nada
que
se
aproxime
remotamente
a
una
teoría
en
toda
regla.
No
es
simplemente
(o
en
absoluto)
el
problema
tradicional
de
expresar
con
justicia
las
emociones
de
las
figuras
pintadas
de
acuerdo
con
el
tema
de
la
pintura.
Tampoco
es
solo
una
cuestión
de
decoro.
Más
bien,
implica
la
producción
de
efectos
en
la
mente
de
los
espectadores,
''une
10
puissanse
de
induire
l’ame
des
regardans
á
diverses
passions'',
como
Poussin
lo
expresó
tan
claramente
(Poussin
1911,
373).
Es
verdad
que
Poussin
simplemente
ha
sustituido
l'ame
des
regardans
por
el
gli
animi
de
gli
ascoltanti
de
Zarlino.
Sin
importar
el
préstamo,
los
cambios
son
cruciales.
Y
hay
dos
significantes.
Primero,
el
cambio
de
"oyentes"
a
"observadores";
segundo,
de
''almas''
a
''el
alma''.
Implícita
en
este
último
cambio
está
la
noción,
aunque
inconsciente
en
Poussin,
de
que
uno
puede
hablar
del
alma
genérica
más
que
de
las
almas
particulares.
La
mente
es
singular,
no
plural,
y
como
tal
es
analítica.
Pero,
¿qué
hay
en
las
imágenes
que
hace
que
el
alma
se
mueva
a
diferentes
emociones?
Pasemos
al
cuerpo
de
la
carta.
La
mayor
parte,
como
notó
Blunt,
proviene
de
Zarlino.
Parece
que
hay
tres
factores
en
juego:
primero,
variedad,
es
decir,
las
diversas
formas
en
que
se
combinan
los
elementos
de
la
composición;
segundo,
la
diferencia,
es
decir,
la
diferencia
que
produce
variedad;
tercero,
proporción,
es
decir,
las
relaciones
proporcionales
entre
los
elementos
de
una
composición
de
la
que
depende
la
diversidad
de
los
efectos
emocionales.
Si
nos
limitamos
a
preocuparnos
por
el
problema
de
la
diferencia
de
efectos,
entonces
todo
esto
tiene
cierta
lógica;
pero
si
pensamos
en
cómo
se
producen
realmente
los
efectos,
todo
parece
bastante
abstracto
y
vago.
Y
la
idea
de
las
posibilidades
reglamentarias
de
la
proporción
parece
mucho
más
fácil
de
entender
en
el
caso
de
la
música
que
en
el
de
las
imágenes,
ya
que
en
la
música
se
confirman
tan
obviamente
por
la
repetición.
¿Cómo,
por
ejemplo,
podría
hablarse
del
ritmo
de
las
imágenes
o
del
ritmo
del
efecto
pictórico?
El
pulso
de
la
música
puede
ser
lento,
lánguido,
frenético
o
insistente,
y
agitar
el
cuerpo
a
unos
sentimientos
concomitantes;
pero
¿cómo
podría
uno
comenzar
a
hablar
del
pulso
de
las
imágenes?
La
carta
de
Poussin
deja
el
problema
completamente
sin
resolver.
En
el
corazón
de
la
carta
se
encuentra
la
definición
de
los
modos.
''Modo'',
dice
Poussin,
''signifie
proprement
la
raison'',
y
la
razón
es
''la
mesure
et
forme
de
laquelle
nous
nous
servons
á
faire
quelque
chose.
laquelle
nous
abstraint
á
ne
passer
pas
oultre.''
La
razón
es
medida,
y
como
forma
(shape)
o
forma
11
(form)
implica
delimitación,
restricción
y
límite.
Restricción
y
límite
(''ne
passer
pas
oultre'')
son
constitutivos
de
la
razón
por
la
cual
es
modo.
En
este
punto,
la
carta
parece
tomar
un
giro
decepcionante,
ya
que
Poussin
continúa
hablando
de
"médiocrité
et
modération’’
por
la
cual
la
razón
nos
hace
aplicar
a
todas
las
cosas.
Pero
debemos
tener
cuidado
de
no
tomar
"médiocrité"
en
su
sentido
moderno
de
una
cualidad
que
muestra
algo
como
algo
ordinario.
Tampoco
se
trata
de
que
esta
mediocritas
se
entienda
en
términos
de
la
vía
media,
tan
amada
por
la
filosofía
neo-‐estoica
del
siglo
XVII.
Esto,
por
supuesto,
al
menos
parcialmente
anticipa
su
significado
moderno,
refiriéndose
a
algo
que
evita
la
excitación
de
un
extremo
u
otro,
algo
domesticado,
seguro,
ordinario,
no
extremo.
Pero
cuando
Poussin
(como
Zarlino)
habla
de
"médiocrité
et
modération’’,
deliberadamente
hace
explícita
su
conciencia
de
que
la
medida
conlleva
límites
y
que
sus
extensiones
están
formalmente
limitadas.
De
hecho,
la
afirmación
que
hace
en
la
sección
final
de
este
párrafo
es
lo
que
la
une
y
le
da
su
profunda
consistencia:
"esta
mediocridad
y
moderación
no
es
otra
cosa
que
un
cierto
orden
determinado,
y
tiene
un
cierre
por
el
cual
la
cosa
conserva
su
ser
''
'12
Este
es
el
núcleo
fundamental
y
complejo
del
párrafo,
y
forma
la
base
de
las
ideas
de
variedad,
diferencia
y
proporción
expuestas
en
la
siguiente
parte
de
la
carta.
El
propio
Poussin
puede
no
haber
sido
plenamente
consciente
de
las
densas
implicaciones
filosóficas
de
su
extracto
de
Zarlino,
pero
son
fundamentales
para
cualquier
comprensión
de
la
eficiencia
de
los
modos.
Ser
implica
conservación;
tiene
que
ser
conservado
para
ser;
nunca
puede
ser
puramente
abierto.
La
apertura
pura
es
el
enemigo
del
ser.
Si
el
ser
fuera
puramente
abierto,
perdería
su
vida,
terminando
en
el
no
ser;
y
el
no
ser
no
puede
tener
ningún
efecto.
El
ser
del
ser
consiste
en
su
propio
cierre
y
determinación
inmanentes,
o
más
bien,
como
lo
dice
Poussin,
su
orden
determinado.
Pero,
¿cómo
se
preserva
este
orden
afectivo?
Poussin
omite
(o
más
bien,
probablemente
se
le
olvide
transcribir)
los
cruces
de
Zarlino.
Además
de
su
definición
de
la
mediocridad
que
constituye
el
ser,
a
saber,
el
hecho
de
que
el
orden
cerrado
y
determinado
que
conserva
algo
en
su
ser
lo
12
hace
''en
virtud
de
la
proporción
que
se
encuentra
en
él'':
''Imperoché
tal
mediocritá,
o
moderatione
non
é
altro,
che
una
certa
maniera,
over
ordine
terminato
e
fermo
nel
procere
per
il
quale
la
cosa
si
conserva
nel
suo
essere,
per
virtú
della
proportione,
ch'in
essa
si
ritrova''
[énfasis
agregado],
dice
Zarlino.
El
orden
y
el
cierre
en
la
música,
como
en
las
imágenes,
solo
son
posibles
en
virtud
de
la
proporcionalidad.
Es
la
proporción
lo
que
impulsa
la
conservación
del
orden
y
la
determinación.
La
proporción
determina
el
cierre
y,
por
lo
tanto,
constituye
el
orden
en
sí
mismo.
El
orden
cambia
con
los
cambios
en
la
proporción,
y
el
carácter
distintivo
de
cada
forma
depende
de
la
variedad
proporcional,
el
"je
ne
sais
quoi
de
varié"
del
párrafo
siguiente.
Tanto
Zarlino
como
Poussin
insisten
en
que
es
la
proporción
utilizada
en
una
composición
la
que
genera
el
poder
de
inducir
el
alma
de
los
espectadores
(o
los
oyentes,
según
sea
el
caso)
a
diferentes
emociones.
Cada
proporción
tiene
sus
efectos
peculiares,
distintivos
y
descriptibles.
Nada
de
esto
puede
parecer
suficiente
para
explicar
la
producción
real
del
efecto,
solo
la
diferencia
entre
los
efectos.
Pero
concluir
de
esta
manera
sería
un
error.
Como
la
proporción
siempre
implica
una
regla
-‐cada
proporción
debe
tener
su
propia
regla-‐
también
debe
haber
una
correlación
entre
el
efecto
y
la
regla.
¡Considere
cuán
traumático
sería,
en
este
tipo
de
lectura,
si
no
se
pudiera
estipular
nada
más
específico
sobre
la
relación
entre
proporción
y
efecto!
Esta
es
una
tarea
que
se
debe
emprender.13
Todo
esto
es
probable
que
despierte
un
profundo
escepticismo.
Ahora
no
estoy
hablando
principalmente
de
las
relaciones
entre
las
reglas
perceptivas
y
cómo
se
ve
una
imagen.
Estas,
también,
son
relaciones
cuyas
reglas
pueden
ser
presumiblemente
descubiertas,
y
se
ha
hecho
mucho
trabajo
cognitivo
en
este
dominio;
pero
al
proponer
un
tertium
quid
estoy
dando
un
paso
más.
Incluso
si
suponemos
que
podemos
establecer
una
sintaxis
para
las
relaciones
entre
cómo
se
ven
las
imágenes
y
cómo
las
conocemos,
creo
que
hay
un
nivel
sintáctico
adicional:
entre
la
apariencia
de
una
imagen
y
las
emociones
que
despierta.
Y
las
reglas
para
esa
sintaxis,
creo,
son
innatas
y
especificables.
La
visión
general,
por
supuesto,
es
exactamente
lo
opuesto.
Esta
visión
más
popular
sostiene
que
las
emociones
no
están
sujetas
a
la
13
razón
ni
a
ningún
conjunto
específico
de
reglas;
y
que
muy
poco
o
nada
puede
decirse
sobre
las
relaciones
entre
imágenes
y
sentimientos
que
no
son
puramente
contextuales
o
idiosincrásicas.
Eso,
por
supuesto,
no
es
una
vista
que
comparta.
CARACTERÍSTICAS
CLAVES
Si
la
idea
de
los
modos
y
las
cualidades
emocionales
específicas
asociadas
con
ellos
era
poco
común
en
la
pintura
(aunque
tal
vez
más
común
de
lo
que
se
suele
suponer),
este
no
fue
en
absoluto
el
caso
con
la
idea
de
los
modos
en
la
música.
Como
ya
hemos
visto,
era
al
menos
tan
viejo
como
los
griegos,
y
ha
jugado
un
papel
importante
en
toda
la
teoría
musical
y
mucha
práctica
musical
(del
canto
a
través
de
Beethoven)
desde
entonces.
Pero
uno
de
los
problemas
en
la
música
era
si
los
modos
eran
de
algún
modo
equivalentes
a
las
teclas;
y
con
respecto
a
las
claves
y
las
emociones
asociadas
con
ellas
-‐lo
que
se
ha
llamado
apropiadamente
características
clave-‐
la
evidencia
es
abundante,
mucho
más
de
lo
que
generalmente
se
ha
reconocido.
"La
búsqueda
del
material
pertinente
estuvo
llena
de
sorpresas;
Nunca
supe
dónde
tropezaría
con
otra
lista
de
características
clave",
escribió
Rita
Steblin
en
su
libro
sobre
el
tema.
"Está
claro",
continuó,
"que
el
tema
no
puede
ser
ignorado"
(Steblin
1983,
XI
y
I).
Aquí
hay
una
de
esas
listas
del
siglo
XVII:
PROPIEDADES
DE
LOS
MODOS
C
Mayor
Gay
y
belicoso
C
Minor
oscuro
y
triste
D
Grave
menor
y
piadoso
D
Mayor
alegre
y
muy
belicoso
E
Minor
Afeminado,
amoroso
y
quejumbroso
E
Mayor
Peleón
y
disgusto
E-‐plano
Mayor
Cruel
y
severo
F
Mayor
Furioso
y
de
mal
genio
F
Minor
Melancólico
y
quejumbroso
G
Major
Silenciosamente
alegre
14
G
Menor
Serio
y
magnifico
A
Menor
Tierno
y
quejumbroso
A
Mayor
Feliz
y
pastoral
B-‐plano
Mayor
Magnífico
y
alegre
B-‐plano
Minor
Melancólico
y
aterrador
B
Minor
Solitario
y
melancolía
B
Major
Grave
y
quejumbroso
14
Mucho
quejumbroso,
como
para
cubrir
la
posibilidad
de
una
emoción
más
precisa.15
Fue
en
el
aire,
esta
asociación
de
emociones
particulares
con
aspectos
particulares
de
la
composición
musical,
esta
necesidad
de
introducir
la
regla
en
la
correlación
entre
la
composición
de
una
obra
y
las
emociones
que
despertó.
Nuestra
lista
proviene
de
las
Reglas
de
Composición
de
Marc-‐
Antoine
Charpentier,
escritas
alrededor
de
1692
para
el
joven
Philippe
d'Orléans;
de
ninguna
manera
era
la
única
lista
de
este
tipo
en
el
siglo
XVII,
pero
tal
vez
la
más
detallada.
Aproximadamente
treinta
años
más
tarde,
el
cuadro
de
Jean-‐Philippe
Rameau
De
la
propriété
des
modes
&
des
Tons,
de
su
Traité
de
l'harmonie,
haría
un
conjunto
similar
de
conexiones;16
pero
para
entonces
tales
ideas,
por
mucho
que
hayan
sido
renovadas,
adaptadas
y
refinadas
teóricamente,
estaban
viciadas.
En
todos
ellos,
como
deja
claro
el
encabezado
de
Rameau,
y
como
Poussin
insiste
en
su
carta
sobre
los
modos,
la
idea
clásica
del
decoro
permanece
en
primer
plano.
Las
emociones
que
expresaba
o
despertaba
una
pieza
de
música
debían
ajustarse
a
su
tema,
igual
que
con
la
pintura.
Volvamos
el
reloj
a
tiempos
en
que
estas
ideas
eran
más
urgentes,
menos
abiertamente
mecanicistas,
y
luego
recordamos
del
período
central
-‐el
de
Poussin-‐
cuando
se
articulaban
de
tal
manera
que
todavía
podrían
ser
relevantes
para
los
problemas
neurofilosóficos
que
están
persiguiendo.
La
lista
de
Charpentier
está
encabezada
por
"propiedades
de
los
modos",
pero
parece
proporcionar
nada
más
que
una
lista
de
claves
con
sus
correlatos
emocionales.
Esta
era
la
forma
más
común
de
entender
los
modos
en
el
siglo
XVII
y
después.
Para
los
griegos
antiguos,
también,
los
modos
(los
griegos
tenían
solo
ocho)
correspondían,
muy
aproximadamente,
con
15
nuestra
noción
de
firmas
(signatures)
clave;
y
ellos
también
pensaron
en
los
modos
de
representar
emociones
particulares
y
como
ellas
son
capaces
de
provocar
particularidades
similares.
Pero,
¿puede
ser
solo
cuestión
de
clave,
como
quiera
que
se
entienda?
Por
supuesto
no.
Como
todos
saben,
la
música
tiene
mucho
más
que
una
tecla
que
puede
afectar
a
sus
oyentes:
la
modulación
de
una
tecla
a
otra,
el
ritmo,
la
armonía
y
la
melodía,
por
ejemplo.
No
es
ninguna
sorpresa
que
los
modos
se
tomaron
a
menudo
para
ser
algo
más,
o
un
compuesto
de
varios
aspectos
de
una
composición
musical.
Luego
estaba
el
eterno
tema
de
la
relación
entre
la
música
y
sus
textos.
De
hecho,
este
sigue
siendo
el
tema
central,
si
no
siempre
explícitamente,
en
todas
las
discusiones
sobre
la
relación
entre
los
modos
y
las
emociones,
desde
los
primeros
tiempos
al
menos
hasta
el
siglo
XVIII.
Por
lo
tanto,
no
es
nada
sorprendente
que
en
su
carta
sobre
los
modos,
Poussin
debería
haber
comenzado
insistiendo
en
que
Chantelou
atendiera
más
cuidadosamente
al
papel
determinante
de
los
sujetos
de
las
imágenes
que
habían
provocado
sus
contratiempos
en
primer
lugar.
Charpentier
ofreció
dos
justificaciones
para
su
lista.
En
primer
lugar,
y
de
manera
bastante
directa,
existía
la
necesidad
de
acomodar
diferentes
rangos
vocales.
Pero
en
segundo
lugar
-‐y
mucho
más
importante-‐
estaba
la
utilidad
potencial
de
la
lista
como
guía
para
"la
expresión
de
las
diferentes
pasiones,
para
lo
cual
las
diferentes
propiedades
clave
[energías,
de
manera
significativa]
son
apropiadas".
(Siempre
que
sea
necesario
para
la
adecuación
y
propiedad
de
las
propiedades,
como
si
la
propiedad
fuera
el
principal
elemento
constitutivo
de
la
propiedad.)
Pero
si
todo
fuera
simplemente
una
cuestión
de
clave,
la
tarea
sería
relativamente
simple,
al
menos
en
principio.
No
sería
muy
diferente
de,
digamos,
intentar
establecer
los
moods
de
colores
particulares
en
las
imágenes
(en
cuyo
caso,
el
"mood"
no
serviría
de
manera
inverosímil
como
un
sustituto
aproximado
del
"modo"
y
el
color
como
un
equivalente
aproximado
para
la
clave).
Pero
así
como
hay
más
en
la
música
que
solo
la
clave,
también
hay
más
en
la
pintura
que
en
el
color.
Ciertamente,
hablar
solo
de
color
no
satisfaría
en
absoluto
las
implicaciones
de
la
carta
de
Poussin.
16
En
1640,
a
raíz
de
una
cruel
competencia
musical
creada
por
Marin
Mersenne,
Johan
Albert
Ban,
un
sacerdote
y
teórico
de
la
música
ligeramente
loco
y
ciertamente
obsesivo
de
Haarlem,
escribió
una
carta
a
la
famosa
actriz
de
blues
holandesa
Anna
Maria
van
Schuurman,
en
que
asignó
cualidades
emocionales
a
las
consonancias,
por
lo
tanto:
tercer
menor:
suave,
suave
y
lánguido
tercer
mayor:
enérgico
cuarto:
duro,
porque
no
se
puede
dividir
en
dos
intervalos
armónicos
quinta:
heroica
y
marcial
sexta
menor:
más
deslumbrante
y
languideciente
que
la
tercera
menor,
porque
es
un
intervalo
más
amplio
octava:
simplemente
agradable,
porque
no
tiene
poder
de
movimiento17
Ban
llegó
a
observar
que
las
disonancias
también
podrían
afectar
las
emociones
de
maneras
específicas,
pero
éstas
no
las
delinearon,
como
lo
hicieron
en
sus
tratados
latinos
sobre
música,
que
ahora
están
perdidos.
El
tema
de
la
modulación
musical
también
interviene
aquí;
18
pero
todo
esto
plantea
otra
posibilidad
más
crucial
para
las
formas
en
que
se
puede
entender
que
la
cognición
y
la
emoción
interactúan
en
las
obras
de
música
y
las
artes
visuales,
es
decir,
la
cuestión
de
los
intervalos
entre
notas
o
lo
que
en
la
pintura
podría
llamarse
proporción.
Este
es
un
problema
que
se
desarrollará
en
futuros
trabajos
de
nuestro
proyecto.
Pero
primero,
el
proyecto
debe
identificar
las
formas
en
que
las
emociones
surgen
del
compromiso
del
cuerpo
por
la
imagen
(o
por
grupos
de
imágenes)
.19
Apelar
a
los
poderes
miméticos
de
la
música
para
explicar
sus
efectos
en
sus
oyentes
es
aún
más
vago
que
apelar
a
la
mimesis
en
el
caso
de
las
imágenes,
a
menos
que
también
prestemos
atención
a
los
medios
de
mimesis
(o
''expresión
'',
para
el
caso
)
Quizá
se
podría
argumentar
(aunque
creo
que
no
debería
ser
así)
que
para
Poussin
y
otros
escritores
del
siglo
XVII
sobre
el
arte,
la
idea
de
los
modos
no
implicaba
los
medios
formales
de
una
imagen;
pero
a
uno
le
quedaría
el
problema
de
las
relaciones
entre
el
aspecto
de
una
17
imagen
y
las
emociones
que
despierta.
Una
aproximación
al
problema
puede
ser
a
través
de
teorías
de
la
música
que
a
menudo
se
consideran
irrelevantes
para
Poussin
y
sus
comentaristas
contemporáneos.
Obviamente,
creo
que
esas
teorías
eran
relevantes:
que
la
visión
de
los
modos
en
el
siglo
XVII,
tal
como
la
describe
Poussin,
contiene
una
clave
para
entender
las
relaciones
entre
ver
imágenes
y
reaccionar
ante
ellas
con
el
cuerpo
y
la
mente
y
con
las
emociones
que
surgen
de
la
incorporación
del
cuerpo
a
la
cognición.
NOTAS
1.
Ver,
por
ejemplo
(y
especialmente),
Blunt
1967,
241-‐47.
2.
Mis
traducciones
de
Poussin
están
adaptadas
de
las
generalmente
excelentes
de
Blunt
(Blunt
1967),
las
cuales
modifiqué
donde
parecían
equivocadas
o
necesitaban
clarificación.
3.
Para
las
formas
en
que
se
vio
el
problema
general
de
los
modos
con
respecto
a
las
artes
visuales,
ver
el
artículo
fundamental
de
Bialostocki
(1961).
Bialostocki,
sin
embargo,
pasa
por
alto
la
interpretación
de
los
modos
descritos
en
el
presente
artículo.
4.
En
su
inédito
Trinity
College,
Cambridge,
tesis
de
becas
''
La
contribución
de
Poussin
a
la
teoría
de
la
pintura
''
de
1932,
como
se
señaló
(y
en
parte
se
publicó)
por
Alfassa
1933,
125-‐43.
5.
El
texto
de
Zarlino
sobre
los
modos
se
encuentra
en
el
Capítulo
I
de
la
Parte
III
de
la
Istitutioni
harmoniche;
los
pasajes
adoptados
y
adaptados
por
Poussin
también
son
reproducidos
por
Alfassa
1933,
138-‐43.
6.
Para
comentarios
incisivos
sobre
el
affetti
(la
expresión
de
emociones
en
los
personajes
de
una
pintura
-‐o
incluso
de
una
historia-‐
de
tal
manera,
a
veces,
como
para
provocar
emociones
comparables
en
el
espectador),
ver
Cropper
y
Dempsey
1996,
13
,
al
igual
que
Dempsey
1989.
7.
Poussin
1911,
4-‐5;
Poussin
a
Stella,
ca.
1637,
según
lo
informado
por
Félibien
1725,
26.
8.
Según
lo
publicado
en
Jouin
1883
y
Félibien
1725.
Ver,
por
ejemplo,
Jouin
1883,
48-‐65
y
93-‐94,
así
como
Félibien
1725,
412-‐13.
9.
Para
ejemplos
de
intentos
modernos
y
anteriores,
ver
Freedberg,
1999,
311-‐38.
18
10.
Para
una
distinción
crítica
entre
emoción
y
sentimiento,
ver
Damasio
1999,
279-‐95.
11.
Ahora
en
la
Galería
de
Arte
Walker
en
Liverpool.
12.
En
aras
de
la
claridad,
he
eliminado
parte
de
la
imprecisión
del
original:
"telle
médiocrité
et
modération
n'est
autre
que
une
certaine
maniére
ou
ordre
déterminé,
et
ferme
dedens
le
procéder
par
lequel
la
eligió
se
conserve
en
son
estre''
(Poussin
1911,
373).
"Mediocritá
o
moderatione"
son
exactamente
las
palabras
que
Zarlino
usa
en
su
capítulo
sobre
los
modos;
cf.
Zarlino
1589,
I,
378.
13.
Sin
embargo,
se
ha
hecho
un
fuerte
argumento
en
contra
de
hacer
algo
de
este
tipo.
En
su
ensayo
de
1985
sobre
Roger
de
Piles,
Thomas
Puttfarken
argumentó
enérgicamente
contra
la
opinión
de
que
los
modos
implicaban
los
medios
de
expresión
formales
y
abstractos
en
una
obra.
Negó
que
una
comprensión
del
uso
de
Poussin
de
los
modos
podría
ser
alcanzado
por
cualquier
cosa
que
se
acerque
a
lo
que
en
términos
modernos
se
llamaría
''análisis
formal"
o
''mediante
la
descripción
de
una
composición
usando
términos
abstractos
como
horizontal
o
vertical''
(Puttfarken
1985,
30-‐34).
Para
una
descripción
más
detallada
de
la
posición
de
Puttfarken
y
una
refutación
de
la
misma,
ver
Freedberg
1999.
14.
Mi
traducción
de
la
transcripción
en
Ruff
1967,
250-‐51.
15.
Para
una
discusión
importante
de
la
distinción
entre
emociones,
sentimientos
y
sentimientos
de
fondo,
véase
Damasio
1999,
especialmente
275-‐95.
Las
distinciones
de
Damasio
son
claramente
aplicables
a
listas
como
estas,
en
las
que
las
emociones
y
diversas
formas
de
sentimientos
más
o
menos
conscientes
se
agrupan,
de
una
manera
que,
en
mi
opinión,
no
daña
el
proyecto
esbozado
en
este
documento.
Cuando
se
publicó
una
versión
de
este
documento
para
la
conferencia
web
Art
and
Cognition,
2002,
varios
encuestados
objetaron
mis
afirmaciones
sobre
la
base
de
que
estas
claves
en
particular
pueden
evocar
respuestas
distintas
a
las
citadas
aquí
(ver
http://www.interdisciplines.org/artcog/papers).
Pero
nadie,
al
menos
no
lo
creo,
querría
decir
que
C
mayor,
por
ejemplo,
es
universalmente
"gay
y/o
belicoso",
o
que
E-‐flat
mayor
siempre
se
percibe
como
"cruel
y
severo".
Esto
no
es
lo
que
mi
argumento
implica
en
absoluto.
Es
muy
posible
que
tales
descripciones
de
nuestras
respuestas
a
las
claves
sean
meramente
parciales,
ocasionales,
exiguas,
inadecuadas
o
incluso
completamente
erróneas.
Pueden
19
estar
ligados
a
la
cultura;
pueden
depender
de
circunstancias
personales
(como
también
la
fuerza
de
tales
respuestas).
Todo
lo
que
quiero
sugerir
al
ofrecer
ejemplos
como
este
(y
el
citado
por
Ban
a
continuación)
es
que
atendemos
a
los
principios
en
juego
en
las
afirmaciones
históricas
de
las
relaciones
entre
modos
particulares,
o
características
clave
-‐llámelos
como
quiera
,
ya
sea
en
música
o
en
artes
visuales-‐
y
respuestas
particulares.
16.
Cf.
Steblin
1983,
38,
citando
a
Rameau
1722,
157.
17.
Mersenne
1967,
X,
30,
33;
Walker
1976,
239-‐40.
Ver
de
nuevo
D'Amasio
1999,
especialmente
275-‐95,
para
una
discusión
sobre
lo
que
él
llama
"sentimientos
de
fondo",
como
la
armonía,
la
calma,
etc.
18.
Ban
estaba
especialmente
interesado
en
las
"maravillosas
excitaciones
de
las
emociones"
producidas
por
modulaciones
de
teclas
remotas,
que
supuestamente
causó
fuertes
contrastes
de
emoción,
aumentando
así
el
efecto
emocional
general
de
una
pieza.
Cf.
Walker
1976,
240.
19.
Un
tema
que
abordo
en
mi
inédita
"Lucha
de
Giotto",
un
estudio
de
caso
histórico
adicional
de
un
problema
(la
estructuración
y
secuencia
de
los
episodios
en
las
paredes
de
la
Capilla
Arena
en
Padua)
con
considerable
interés
neurocientífico.
REFERENCIAS
Alfassa,
P.
1933.
L’origine
de
la
lettre
de
Poussin
sur
les
modes
d’apre`s
un
travail
recent.
Bulletin
de
la
Soci´et´e
de
l’Histoire
de
l’Art
fran¸cais,
1:
125–
43.
Allard,
J.
1982.
Mechanism,
music
and
painting
in
17th
century
France.
Journal
of
Aesthetics
and
Art
Criticism,
40,
no.
3:
269–78.
Atcherson,
W.
1973.
Music
and
mode
in
seventeenth-‐century
music
theory
books.
Journal
of
Music
Theory,
17,
no.
1:
205–33.
Bialostocki,
J.
1961.
Das
Modusproblem
in
der
bildenden
Ku¨nsten.
Zeitschrift
fu€r
Kunstgeschichte,
24:
128–41;
reprinted
in
Stil
und
Ikonographie.
Studien
zur
Kunstwissenschaft,
Dresden,
n.p.,
1966,
5–35.
20
Blunt,
A.
1967.
Nicolas
Poussin.
New
York:
Pantheon,
Bollingen
Series
25,
7.
Cropper,
E.,
and
C.
Dempsey.
1996.
Nicolas
Poussin:
Friendship
and
the
love
of
painting.
Princeton,
N.J.:
Princeton
University
Press.
Damasio,
A.
1999.
The
feeling
of
what
happens:
Body
and
emotion
in
the
making
of
consciousness.
New
York:
Harcourt
Brace.
Dempsey,
C.
1989.
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